GA135 Stuttgart 21 de febrero de 1912 - La transferencia de la convicción de la reencarnación y el karma a la vida general y la creación de nuevas formas de vida.

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RUDOLF STEINER

REENCARNACIÓN Y KARMA


Stuttgart 21 de febrero de 1912

Quinta conferencia: 

En la conferencia de ayer se trataron cuestiones del karma, y se intentó hablar de ellas de tal manera que nos parecieran estar relacionadas con procesos internos del alma, con algo que está a nuestro alcance. Se dijo que se pueden tomar ciertas medidas tentativas y que de esta manera se puede despertar la convicción de la verdad de la ley del karma. Si tales cuestiones se introducen una y otra vez en nuestros estudios, es porque es necesario darse cuenta con creciente claridad de cómo la Antroposofía, en el sentido genuino de la palabra, está relacionada con la vida misma y con toda la evolución del hombre.

No cabe duda de que puede formarse al menos una idea aproximadamente adecuada del cambio que tendrá lugar gradual e inevitablemente en toda la vida humana si un número considerable de personas se convence de las verdades en que se basan estudios como los de ayer. Al empaparse de tales verdades, la actitud de los hombres ante la vida será muy diferente y en consecuencia la vida misma cambiará.

Esto nos lleva a una cuestión muy importante, y es una cuestión de conciencia para quienes ingresan en el Movimiento Antroposófico: ¿Qué es, en realidad, lo que convierte a un hombre de la era moderna en antropósofo? - Es fácil que surjan malentendidos cuando se intenta responder a esta pregunta, pues aún hoy muchas personas, -incluso las que forman parte de nosotros,- siguen confundiendo el Movimiento Antroposófico con alguna forma de organización externa. No hay nada que decir en contra de una organización externa, que desde cierto punto de vista debe existir para hacer posible el cultivo de la Antroposofía en el plano físico; pero es importante darse cuenta de que todos los seres humanos cuyo interés por las cuestiones de la vida espiritual sea serio y sincero y que deseen profundizar su visión del mundo de acuerdo con los principios de este Movimiento espiritual, pueden pertenecer a una organización de este tipo. De ello se desprende que no se puede exigir ninguna declaración de fe dogmática y positiva a quienes se adhieren a una organización de este tipo. Pero otra cosa es hablar con precisión de lo que convierte a un hombre de la época actual en antropósofo.
La convicción de que hay que tener en cuenta un mundo espiritual es, naturalmente, el punto de partida de la convicción antroposófica, y esto siempre hay que subrayarlo cuando se presenta la Antroposofía al público y se hace referencia a sus tareas, objetivos y misión actual en la vida. Pero en los propios círculos antroposóficos hay que darse cuenta de que lo que hace al antropósofo es algo mucho más definido, mucho más decisivo que la mera convicción de la existencia de un mundo espiritual. Al fin y al cabo, esta convicción siempre se ha mantenido en círculos que no eran totalmente materialistas. Lo que constituye a un antropósofo moderno y que, en el fondo, no estaba contenido en la teosofía de Jacob Boehme, por ejemplo, o de otros teósofos anteriores, es algo hacia lo que se dirigen denodadamente los esfuerzos de nuestra cultura occidental, hasta el punto, por un lado, de que tales esfuerzos se han convertido en característicos de los afanes de muchos seres humanos. Pero, por otro lado, lo que caracteriza especialmente al antropósofo sigue siendo atacado con vehemencia por la cultura y la educación externas, sigue considerándose un sinsentido.

Por supuesto, aprendemos muchas cosas a través de la Antroposofía. Aprendemos sobre la evolución de la humanidad, incluso sobre la evolución de nuestro sistema terrestre y planetario. Todas estas cosas pertenecen a los fundamentos necesarios para quien desea convertirse en antropósofo. Pero lo que es de particular importancia para el antropósofo moderno es la adquisición de la convicción con respecto a la reencarnación y el karma. El modo en que los hombres adquieran esta convicción, el modo en que logren difundir el pensamiento de la reencarnación y del karma, es lo que a partir de ahora transformará esencialmente la vida moderna, creará nuevas formas de vida, una vida social completamente nueva, del tipo que es necesario si la cultura humana no ha de declinar, sino elevarse a un nivel superior. Experiencias en la vida del alma como las descritas ayer están, fundamentalmente hablando, al alcance de todo hombre moderno, y si tan sólo tiene suficiente energía y tenacidad de propósito, ciertamente se convencerá interiormente de la verdad de la reencarnación y del karma. Pero todo el carácter de nuestra época se opone a lo que debe ser el objetivo de la verdadera Antroposofía.

Tal vez este carácter fundamental de nuestra época no se manifieste en ninguna parte de manera tan radical y típica como en el hecho de que se muestra un considerable interés por las cuestiones centrales de la religión, por la evolución del mundo y del hombre, e incluso por el karma y la reencarnación. Cuando tales cuestiones se extienden a los principios específicos de las religiones, concernientes, digamos, a la naturaleza de Buda o de Cristo, cuando tales cuestiones se discuten hoy en día, la evidencia de un interés generalizado será evidente. Pero este interés se desvanece en el momento en que hablamos concretamente de cómo la Antroposofía debe penetrar en todos los ámbitos de la vida exterior. Que el interés disminuya es, después de todo, muy comprensible. Los hombres tienen su lugar en la vida exterior, ocupan diversas posiciones en el mundo. Con todas sus organizaciones e instituciones, el mundo moderno parece un vasto emporio en el que el ser humano trabaja como una rueda, o algo por el estilo. Así se siente él mismo, con su trabajo, sus preocupaciones, su ocupación de la mañana a la noche, y no sabe nada más allá del hecho de que está obligado a encajar en este orden exterior del mundo. Junto a estas condiciones surge la pregunta que debe plantearse toda alma que sea capaz de mirar un poco más allá de lo que le ofrece la vida cotidiana:. es la pregunta sobre el destino del alma, sobre el principio y el fin de la vida del alma, sobre su relación con los Seres y Poderes divino-espirituales que dominan el universo. Y entre lo que la vida cotidiana, con sus preocupaciones y ansiedades, ofrece al hombre y lo que recibe en el dominio de la Antroposofía, se extiende un profundo abismo.
Puede decirse que para la mayoría de los hombres de la época actual casi no existe armonía entre sus convicciones y lo que hacen y piensan en su vida exterior y cotidiana. Si se plantea en público alguna cuestión concreta y se la trata a la luz de la Ciencia Espiritual o de la Antroposofía, enseguida se pondrá de manifiesto que el interés que aún existía en el caso de cuestiones generales de religión y similares, ya no existe cuando se trata de asuntos de tipo realmente concreto. Naturalmente, no se puede esperar que la Antroposofía se abra paso de inmediato en la vida, haciendo que cada uno la exprese inmediatamente en lo que hace. Pero hay que hacer comprender al mundo que es misión de la Ciencia Espiritual introducir en la vida, incorporar en la vida, todo lo que emanará de un alma que se ha convencido de la verdad de las ideas de reencarnación y karma. Así pues, puede decirse que el sello característico del antropósofo moderno es que está en camino de adquirir una convicción interior firmemente basada en la validez de la idea de la reencarnación y del karma. Todo lo demás vendrá por sí solo.

Naturalmente, no sirve de nada pensar:. Ahora ya, reforzado con el conocimiento de la reencarnación y el karma, podré enfrentarme de inmediato a la vida exterior. Eso, por supuesto, no es posible. Lo esencial es comprender como pueden penetrar en la vida exterior las verdades de la reencarnación y del karma, de modo que se conviertan en sus principios rectores.

Consideremos ahora cómo funciona el karma a través de las diferentes encarnaciones. Cuando un ser humano viene al mundo, sus poderes y capacidades deben considerarse, después de todo, como los efectos de causas que él mismo engendró en encarnaciones anteriores. Si se lleva esta idea a su conclusión consecuente, todo ser humano debe ser tratado como si fuera una especie de enigma, como un ser que se cierne sobre los oscuros cimientos de sus encarnaciones anteriores. Si esta idea del karma se pone seriamente en práctica, se producirá un cambio significativo, no sólo en los métodos de educación, sino en toda la vida. Si eso se lograra, la idea del karma, en lugar de ser meramente una idea antroposófica, se transformaría en algo que se apoderaría de la vida práctica misma, se convertiría en un factor realmente potente en la vida.

Pero toda la vida exterior, tal como se presenta hoy en día, es la imagen de una condición social que, en su desarrollo, ha excluido, incluso refutado, la idea de la reencarnación y del karma. La vida exterior actual está organizada casi como si hubiera un deseo deliberado de anular toda posibilidad de que los hombres puedan, a través de su propio desarrollo interior, descubrir la realidad de la reencarnación y del karma. De hecho, por ejemplo, no hay nada más hostil a una convicción real de la reencarnación y del karma que el principio de que un hombre debe ser remunerado, debe recibir un salario correspondiente a su trabajo real. Hablar así parece totalmente excéntrico. Sin embargo, ¡no interpreten este ejemplo como si la Antroposofía quisiera echar por la borda los principios de una práctica establecida e introducir de la noche a la mañana un nuevo orden social! Eso no puede ser. Pero los hombres deben hacerse a la idea de que ninguna convicción fundamental de reencarnación puede prosperar en un orden mundial en el que se sostiene que debe haber una correspondencia directa entre salario y trabajo, en el que el hombre está obligado, mediante el trabajo que realiza, a obtener lo necesario para vivir. Naturalmente, las condiciones imperantes deben permanecer, para empezar, pues estará claro, sobre todo para los antropósofos, que lo que existe es a su vez el resultado de la ley kármica y, en este sentido, está justificado y es inevitable. Pero es absolutamente esencial que los hombres sean capaces de darse cuenta de que lo que puede, es más, lo que debe resultar del reconocimiento de la idea de la reencarnación y del karma, se despliega como una nueva semilla en el organismo de nuestro orden mundial.
De la idea del karma se desprende, sobre todo, que no debemos sentirnos colocados por casualidad en el orden del mundo, en las posiciones en las que nos encontramos en la vida; al contrario, debemos sentir que subyace una especie de decisión subconsciente de la voluntad, que como resultado de nuestras encarnaciones anteriores, antes de pasar a esta existencia terrena desde el mundo espiritual entre la muerte y un nuevo nacimiento, resolvimos en el mundo espiritual, -resolución que simplemente olvidamos cuando encarnamos en el cuerpo,- ocupar la misma posición en la que ahora nos encontramos. Por consiguiente, es el resultado de una decisión prenatal y preterrenal de la voluntad que se nos asigne un lugar particular en la vida y que tengamos la inclinación real de dirigirnos hacia los golpes del destino que nos acontecen. Si un hombre se convence entonces de la verdad de la ley del karma, empezará inevitablemente a inclinarse hacia, incluso posiblemente a amar, la posición en el mundo en la que se halla situado, no importa cuál sea.

Ustedes dirán: Usted nos está diciendo cosas muy extrañas. Eso puede estar muy bien para los poetas o escritores, o para otros que se dedican a actividades espirituales. A esas personas haces bien en predicarles que deben amar, deleitarse y dedicarse a sus posiciones particulares en la vida. Pero, ¿qué hay de todos aquellos seres humanos cuyas situaciones, por su propia naturaleza y por los trabajos que implican, no pueden ser particularmente bienvenidas, sino que inevitablemente evocan el sentimiento de pertenecer a los abandonados u oprimidos? - ¿Quién podría negar que una gran parte de los esfuerzos realizados en la civilización moderna tienen por objeto introducir en la vida mejoras continuas que puedan contribuir a deshacerse del descontento por haber sido colocados en situaciones tan desagradables? ¡Cuán numerosas son las diferentes instituciones y los esfuerzos sectarios por mejorar la vida en todos los sentidos para que, incluso desde el punto de vista externo, la vida terrenal de la humanidad sea soportable!

Ninguno de estos esfuerzos tiene en cuenta el hecho de que el tipo de descontento que inevitablemente trae la vida a un gran número de personas hoy en día está conectado en muchos aspectos con todo el curso tomado por la evolución de la humanidad, que fundamentalmente hablando, la forma en que los hombres se desarrollaron en épocas pasadas condujo a karmas de este tipo, y que del trabajo combinado de estos diferentes karmas ha procedido el estado actual de la civilización humana. Al caracterizar este estado de civilización, sólo podemos decir que es complejo en grado sumo. También hay que decir que la conexión entre lo que el hombre hace, lo que lleva a cabo y lo que ama, se debilita cada vez más. Y si tuviéramos que contar a aquellas personas que en sus posiciones en la vida externa hoy en día se ven obligadas a realizar alguna actividad que va muy en contra de la corriente, su número superaría con creces el número de los que afirman: Sólo puedo decir que amo mi ocupación externa, que me proporciona felicidad y satisfacción.
Hace poco me enteré de una extraña declaración que alguien hizo a un amigo. Le dijo: "Cuando repaso mi vida en todos sus detalles, confieso que si tuviera que vivirla de nuevo, desde la infancia hasta el momento presente, haría exactamente las mismas cosas que he hecho hasta ahora". - El amigo replicó: "¡Entonces es usted una de las personas más raras que se pueden encontrar en la actualidad! - Probablemente el amigo tenía razón, en lo que respecta a la mayoría de los hombres de la era moderna. No muchos de nuestros contemporáneos afirmarían que, si de ellos dependiera, comenzarían sin vacilar la vida de nuevo, junto con todo lo que ha traído en forma de felicidades, penas, golpes del destino, obstáculos, y se contentarían con que todo volviera a ser exactamente igual.

No se puede decir que el hecho que acabamos de mencionar -a saber, que hoy en día hay tan pocas personas que estarían dispuestas a recapitular el karma de su vida actual con todos sus detalles- no se puede decir que sea ajeno a lo que el estado cultural predominante de la humanidad ha traído consigo. Nuestra vida se ha vuelto más compleja, pero esto se debe a los diferentes karmas de las personalidades que viven hoy en la Tierra. De eso no cabe la menor duda. Quienes conozcan mínimamente el curso de la evolución humana tampoco podrán hablar de la posibilidad de una vida menos complicada en el futuro. Por el contrario, la complejidad de la vida exterior aumentará sin cesar, y por muchas actividades que las máquinas sustituyan al hombre en el futuro, en la presente encarnación habrá muy pocas vidas felices, a menos que se den condiciones muy diferentes de las actuales. Y estas condiciones diferentes deben ser el resultado de que el alma humana se convenza de la verdad de la reencarnación y del karma.

De ello se desprenderá que algo muy diferente debe ir paralelo a la complejidad de la civilización exterior. ¿Qué será necesario para que los hombres se impregnen cada vez más profundamente de la verdad de la reencarnación y del karma? ¿Qué será necesario para que el concepto de reencarnación y karma pueda inculcarse comparativamente pronto en nuestra educación, apoderarse de los seres humanos incluso en la infancia, del mismo modo que ahora los niños están convencidos de la verdad de la teoría copernicana del universo?

¿Qué fue lo que permitió que la teoría copernicana del universo se apoderara de las mentes de los hombres? Este sistema copernicano del mundo ha tenido un destino peculiar. No voy a hablar de la teoría en sí, sino sólo de su entrada en el mundo. Recordemos que este ordenamiento mundial fue ideado por un dignatario cristiano y que la concepción que Copérnico tenía del mismo era tal que le pareció lícito dedicar al Papa la obra en la que elaboró su hipótesis. Creía que sus conclusiones eran totalmente acordes con el cristianismo. 1 ¿Existía entonces alguna prueba de la verdad del copernicanismo? ¿Podría alguien haber demostrado la veracidad de sus conclusiones? Nadie podría haberlo hecho. Sin embargo, piénsese en la rapidez con la que caló en la humanidad. ¿Desde cuándo se dispone de pruebas? En la medida en que es correcta, sólo desde los años cincuenta del siglo XIX, sólo desde el experimento de Foucault con el péndulo. 2 Antes de eso no había pruebas de que la Tierra girase. No tiene sentido afirmar que Copérnico también pudo demostrar lo que había presentado e investigado como hipótesis; lo mismo vale para la afirmación de que la Tierra gira sobre su eje.

Sólo desde que se descubrió que un péndulo oscilante tiene la tendencia a mantener el plano de su oscilación incluso en oposición a la rotación de la tierra y que si se deja oscilar un péndulo largo, entonces la dirección de oscilación gira en relación a la superficie terrestre, se pudo llegar a la conclusión:. La que debe haber girado es la tierra que está debajo del péndulo. Este experimento, que proporcionó la primera prueba real de que la Tierra se mueve, no se realizó hasta el siglo XIX. Antes de esa fecha, no existía ninguna posibilidad satisfactoria de considerar el copernicanismo como algo más que una hipótesis. Sin embargo, su efecto sobre la mente humana en la era moderna fue tan grande que hasta el año 1822 su libro estuvo en el Índice, a pesar de que Copérnico había creído permisible dedicarlo al Papa. Hasta el año 1822 no se retiró del Índice el libro en el que se basaba el copernicanismo, antes, por tanto, de que se dispusiera de ninguna prueba real de su veracidad. La fuerza del impulso con el que la teoría copernicana del universo se instiló en la mente humana obligó finalmente a la Iglesia a reconocerla como no herética.
Siempre he considerado profundamente sintomático que este conocimiento del movimiento de la Tierra me fuera impartido por primera vez de niño en la escuela, no por un profesor ordinario, sino por un sacerdote. * 
 - ¿Quién puede dudar de que el copernicanismo ha echado raíces firmes, incluso en las mentes de los niños? - No hablo ahora de sus verdades y de sus errores. Para que la cultura no decaiga, las verdades de la reencarnación y del karma deben arraigar con la misma firmeza, pero el tiempo de que dispone la humanidad para ello no es tan largo como en el caso del copernicanismo. Y a los que hoy se llaman antroposóficos les corresponde desempeñar su papel para que las verdades de la reencarnación y del karma lleguen incluso a las mentes de los jóvenes. Naturalmente, esto no significa que los antropósofos que tienen hijos deban inculcárselo como un dogma. Lo que se necesita es perspicacia.
No he hablado del copernicanismo sin razón. Del éxito del copernicanismo podemos aprender lo que garantizará la difusión de las ideas de reencarnación y karma. ¿Cuáles fueron, pues, los factores responsables de la rápida difusión del copernicanismo? - Ahora voy a decir algo terriblemente herético, algo que a la mente moderna le parecerá atroz. Pero lo que importa es que la Antroposofía sea tomada con la misma seriedad y profundidad con que el cristianismo fue tomado por los primeros cristianos, que también se alzaron contra las condiciones entonces imperantes. Si la Antroposofía no es tomada con la misma seriedad por quienes profesan ser sus adeptos, no podrá lograr para la humanidad lo que debe lograr.

Ahora tengo que decir algo bastante atroz, y es lo siguiente. - El copernicanismo, lo que los hombres aprenden hoy como la teoría copernicana del universo -cuyos grandes méritos y, por tanto, su importancia como factor cultural de primer orden son realmente indiscutibles-, esta teoría pudo arraigar en el alma humana porque para ser creyente en este sistema del mundo es posible ser un pensador superficial. La superficialidad y la exterioridad contribuyen a un convencimiento más rápido del copernicanismo. No se trata de minimizar su importancia para la humanidad. Pero puede decirse que un hombre no necesita ser muy profundo, no necesita profundizar en su interior, antes de aceptar el copernicanismo; más bien debe exteriorizar su pensamiento. Y, de hecho, un alto grado de exteriorización ha sido responsable de expresiones triviales como las que se encuentran en los libros monistas modernos, donde se dice, en realidad con un toque de fervor: Comparada con otros mundos, la Tierra, como morada del hombre, es una mota de polvo en el universo. Se trata de una afirmación fútil por la sencilla razón de que esta "mota de polvo", con todo lo que le pertenece, es una preocupación vital del hombre en la existencia terrestre, y los demás mundos del universo con los que se compara la Tierra son de menor importancia para él. La evolución de la humanidad se vio obligada a exteriorizarse por completo para poder aceptar rápidamente el copernicanismo.

Pero, ¿Qué deben hacer los hombres para asimilar la enseñanza de la reencarnación y del karma? - Esta enseñanza debe tener un éxito mucho más rápido para que la humanidad no decaiga. ¿Qué es lo que hace falta para que se imponga, incluso en la mente de los niños? La exteriorización fue necesaria para aceptar el copernicanismo; la profundización interior es necesaria para comprender las verdades de la reencarnación y del karma, la capacidad de tomar en serio las cosas de las que se habló ayer, de penetrar en las cuestiones íntimas de la vida del alma, en las cosas que toda alma debe experimentar en los fundamentos profundos de su propio núcleo de ser. Los resultados y consecuencias del copernicanismo en la cultura actual se exponen hoy en día en todas partes, en todas las publicaciones populares, y el hecho de que todas estas cosas puedan presentarse en imágenes, incluso, siempre que sea posible, en cinematógrafos, se considera un triunfo muy especial. Esto ya caracteriza la tremenda externalización de nuestra vida cultural.

Poco se puede mostrar en imágenes, poco se puede comunicar realmente sobre la intimidad de las verdades que encierran las palabras "reencarnación" y "karma". Darse cuenta de que la convicción de la reencarnación y el karma está bien fundada depende de una comprensión profunda de cosas como las que se dijeron en la conferencia de ayer. Por lo tanto, para que la idea de la reencarnación y del karma arraigue en la humanidad, es necesario lo contrario de lo que es habitual en la cultura externa actual. Por eso se insiste tanto en esta profundización, también en el ámbito de la Antroposofía. Aunque no se puede negar que ciertas presentaciones esquemáticas pueden ser útiles para una comprensión intelectual de las verdades fundamentales, hay que comprender, sin embargo, que lo primordial en la Antroposofía es dirigir nuestra atención a las leyes que actúan en las profundidades del alma, a lo que actúa interiormente, por debajo de las fuerzas del alma, al igual que las leyes exteriores, físicas, actúan en los mundos del tiempo y del espacio.

Hoy en día se comprenden muy poco las leyes del karma. ¿Hay alguien que, como hombre iluminado en el sentido de la cultura moderna, no sostenga que la humanidad ha superado la etapa de la infancia, la etapa de la fe, y ha alcanzado la etapa de la madurez, en la que el conocimiento puede ocupar el lugar de la fe? Tales afirmaciones se oyen continuamente y dan lugar a muchas cosas que engañan a la gente en el mundo exterior, pero que nunca deberían engañar a los antropósofos: afirmaciones en el sentido de que la fe debe ser sustituida por el conocimiento.
Pero ninguna de estas peroratas sobre el tema de la fe y el conocimiento, toma en consideración lo que podría llamarse relaciones kármicas en la vida. Quien sea capaz de realizar una investigación científico-espiritual y observe naturalezas particularmente piadosas y devotas entre las personas de la época actual, se preguntará: ¿Por qué tal o cual persona es tan piadosa, tan devota? ¿Por qué hay en él el fervor de la fe, el entusiasmo, un verdadero genio para la devoción religiosa, para dirigir sus pensamientos al mundo suprasensible? - Si el investigador se plantea estas preguntas, encontrará una respuesta notable. Si en el caso de estas personas devotas en las que la fe no se convirtió, tal vez, en un factor importante de su vida hasta una edad comparativamente avanzada, nos remontamos a encarnaciones anteriores, se descubre el extraño hecho de que en encarnaciones precedentes estas individualidades eran hombres eruditos, hombres de conocimiento. La erudición, el elemento de la inteligencia en sus encarnaciones anteriores se ha transformado, en la encarnación actual, en el elemento de la fe. Ahí tenemos uno de esos extraños hechos del karma.

Perdónenme si ahora digo algo que nadie aquí sentado tomará a mal, pero que escandalizaría a muchos en el mundo exterior que juran y están dispuestos a aceptar sólo lo que les presentan los sentidos y el intelecto que depende del cerebro. En las personas que, debido a tendencias fuertemente materialistas, ya no desean tener fe, sino sólo conocimiento, encontramos, y éste es un hecho muy enigmático, torpeza, obtusidad, en la encarnación precedente. La investigación genuina de las diferentes encarnaciones, por lo tanto, arroja este extraño resultado, que las naturalezas ardientemente devotas, las personas que no son fanáticas, pero interiormente firmes en su devoción a los mundos superiores, desarrollaron la cualidad de la fe que ahora poseen sobre la base del conocimiento adquirido en encarnaciones anteriores; mientras que el conocimiento basado en el materialismo es el resultado de la obtusidad a las visiones del mundo en encarnaciones anteriores.

Piensen cómo cambia toda la concepción de la vida si se amplía la mirada del presente inmediato a lo que la individualidad humana experimenta a través de las diferentes encarnaciones.
Muchas cualidades de las que el hombre se enorgullece en la presente encarnación asumen un aspecto extraño cuando se consideran en el marco de cómo fueron adquiridas en la encarnación precedente. Vistas a la luz de la reencarnación, muchas cosas parecerán menos increíbles. Basta pensar en cómo, con estas fuerzas interiores del alma, un hombre se desarrolla en una encarnación; basta observar el poder de la fe en el alma, el poder del alma que puede residir en la fe y en la creencia en algo que, como realidad suprasensible, trasciende los fenómenos de la percepción ordinaria de los sentidos. Un monista materialista puede oponerse fuertemente a esto, insistiendo en que sólo el conocimiento es válido, que la fe no tiene fundamento seguro; pero contra esto hay otro hecho, a saber, que el poder de la fe en el alma tiene un efecto vivificador sobre el cuerpo astral, mientras que la ausencia de fe, el escepticismo, lo marchita y lo seca. La fe actúa sobre el cuerpo astral lo mismo que el alimento sobre el cuerpo físico. ¿Y no es importante darse cuenta de lo que la fe hace por el hombre, por su bienestar, por la salud de su alma, y -porque ésta es también el factor determinante de la salud física- también por su cuerpo? ¿No es extraño que, por un lado, se quiera abolir la fe, mientras que, por otro, un hombre incapaz de tener fe esté destinado a tener un cuerpo astral estéril y marchito? Incluso observando una sola vida puede reconocerse esto. No es necesario examinar una serie de encarnaciones, pues puede reconocerse en una sola. Por lo tanto, podemos decir: La falta de fe, el escepticismo, seca nuestro cuerpo astral; si nos falta la fe nos empobrecemos y en la encarnación siguiente nuestra individualidad se seca. La falta de fe nos vuelve obtusos en la encarnación siguiente, incapaces de adquirir conocimiento. Contraponer el conocimiento a la fe es el resultado de una lógica mundana e insensata. Para los que entienden estas cosas, toda la palabrería sobre la fe y el conocimiento tiene tanto sentido como una discusión en la que uno de los oradores declara que hasta ahora el progreso humano ha dependido más de los hombres, mientras que el otro sostiene que las mujeres han desempeñado un papel más importante. En la etapa de la infancia, por tanto, se sostiene que un sexo es más importante, pero en la etapa actual, ¡el otro! Para los que conocen los hechos espirituales, está claro que la fe y el conocimiento están relacionados entre sí como lo están los dos sexos en la vida física exterior. Esto debe tenerse en cuenta como un hecho mordaz y significativo - y entonces podremos ver el asunto en su verdadera luz. El paralelismo llega tan lejos que puede decirse:. Así como el sexo suele alternarse en las encarnaciones sucesivas, así, por regla general, una encarnación de tendencia más intelectual sigue a otra más inclinada hacia la fe, luego de nuevo hacia la intelectualidad, y así sucesivamente. Por supuesto, hay excepciones:. Puede haber varias encarnaciones consecutivas masculinas o femeninas. Pero, por regla general, estas cualidades son mutuamente provechosas y complementarias.

Otras cualidades del ser humano también son complementarias de manera similar, por ejemplo, las dos cualidades del alma que llamaremos capacidad de amar y fuerza interior.

La confianza en uno mismo, la vida interior armoniosa, el sentimiento de nuestros propios fundamentos seguros, la certeza interior de que sabemos lo que tenemos que hacer en la vida, -también en este sentido el funcionamiento del karma se alterna en las diferentes encarnaciones. El sello sobresaliente de una personalidad es la devoción amorosa a su entorno, el olvido de sí mismo, la entrega a lo que le rodea. Tal encarnación se alternará con otra en la que el individuo sienta el impulso de no perderse en el mundo exterior, sino de fortalecerse interiormente, aplicando esta fuerza para lograr su propio progreso. Naturalmente, este último impulso no debe degenerar en falta de amor, como tampoco el primero debe degenerar, como podría suceder, en una pérdida total de sí mismo. Estas dos tendencias van de la mano. Y hay que subrayar constantemente que cuando los antropósofos tienen el deseo de sacrificarse, tal deseo no es suficiente. A muchas personas les gustaría sacrificarse todo el tiempo, -se sienten felices haciéndolo,- pero antes de que alguien pueda hacer un sacrificio de verdadero valor para el mundo debe tener la fuerza necesaria para ello. Un hombre debe primero ser algo antes de poder sacrificarse útilmente; de lo contrario, el sacrificio del ego no tiene mucho valor. Además, en cierto sentido, existe una especie de egoísmo -aunque reprimido-, una especie de pereza, cuando un hombre no se esfuerza por desarrollarse, por perseverar en sus esfuerzos, para que lo que pueda conseguir tenga un valor real.
Podría parecer, pero no lo malinterpreten, que predicamos el desamor. El mundo exterior es muy propenso hoy en día a reprochar a los antropósofos diciendo:. Ustedes aspiran a perfeccionar sus propias almas, se esfuerzan por el progreso de sus propias almas. Os convertís en egoístas. - Hay que admitir que muchos caprichos, muchos fallos y errores pueden surgir en los esfuerzos de los hombres hacia la perfección. Lo que muy a menudo parece ser el principio de desarrollo adoptado entre los antropósofos no siempre es digno de admiración. Detrás de este esfuerzo se esconde a menudo un gran egoísmo.
Por otro lado, hay que subrayar que vivimos en una época de la civilización en la que la voluntad de sacrificio se desperdicia con demasiada frecuencia. Aunque la falta de amor es evidente en todas partes, también hay un enorme derroche de amor y voluntad de sacrificio. Esto no debe malinterpretarse; pero hay que darse cuenta de que el amor, si no va acompañado de sabiduría en la conducta de la vida, de una sabia percepción de las condiciones existentes, puede estar muy fuera de lugar y, por lo tanto, ser perjudicial en lugar de beneficioso. Vivimos en una época en la que es necesario que algo que pueda ayudar al alma a progresar, -de nuevo algo que la Antroposofía puede aportar,- penetre en las almas de un gran número de seres humanos, enriqueciéndolas interiormente y fecundándolas. Por el bien de la próxima encarnación y también por el bien de su actividad entre la muerte y un nuevo nacimiento, los hombres deben ser capaces de realizar actos que no se basen meramente en viejas costumbres, sino que sean en esencia nuevos. Estas cosas deben ser consideradas con gran seriedad, pues debe quedar establecido que la Antroposofía tiene una misión, que es como una semilla de cultura que debe crecer y florecer en el futuro. Pero la mejor manera de ver cómo se cumple esto en la vida es teniendo en cuenta las conexiones kármicas, como las que existen entre la fe y la razón, el amor y la confianza en uno mismo.
Un hombre que, de acuerdo con la opinión que prevalece hoy en día, está convencido de que cuando ha atravesado la Puerta de la Muerte la única perspectiva es la de una eternidad extraterrena en algún lugar más allá de este mundo, nunca podrá evaluar verdaderamente el progreso del alma, porque se dirá a sí mismo: Si es que existe el progreso, no puedes alcanzarlo, porque tu existencia es transitoria, estás en este mundo por poco tiempo y lo único que puedes hacer es prepararte para el otro mundo.

Es un hecho que nuestra mayor sabiduría en la vida proviene de nuestros fracasos; aprendemos de nuestros fracasos, recogemos la mayor sabiduría de las mismas cosas en las que no hemos tenido éxito. Pregúntense seriamente con qué frecuencia tienen la oportunidad de repetir un error, exactamente en las mismas circunstancias que antes; descubrirán que tal situación rara vez ocurre. ¿Y no sería la vida completamente sin propósito si la sabiduría que podemos adquirir de nuestros errores se perdiera para la humanidad terrenal? Sólo si podemos volver de nuevo, si en una nueva vida podemos poner en práctica las experiencias adquiridas en vidas anteriores, sólo entonces la vida adquiere sentido y propósito. En cualquier caso, carece de sentido esforzarse por lograr un progreso real en esta existencia terrenal si se considera que es la única, y también por una eternidad más allá de la tierra.

Y es particularmente insensato para aquellos que piensan que toda existencia llega a su fin cuando han atravesado la Puerta de la Muerte. ¡Cuánta fuerza, cuánta energía y confianza en la vida ganarían los hombres si supieran que pueden hacer valer en una nueva vida las fuerzas que aparentemente han perdido! La cultura moderna es como es porque se reunió muy poco para ella en las encarnaciones anteriores de los seres humanos. Verdaderamente, las almas se han empobrecido en el curso de sus encarnaciones. - ¿Cómo se explica esto?

En épocas muy pasadas, antes del Misterio del Gólgota, los hombres estaban dotados de una antigua clarividencia y de fuerzas mágicas de voluntad. Y así continuó hasta la era cristiana. Pero en las etapas finales de esta antigua clarividencia fueron sólo las fuerzas malignas, las fuerzas demoníacas, las que descendieron de los mundos superiores. Hay muchas referencias en los Evangelios a naturalezas demoníacas alrededor de Cristo Jesús. Las almas humanas habían perdido su conexión original con las fuerzas y seres Divino-Espirituales. Y entonces Cristo vino a la humanidad. Los seres humanos que viven en la actualidad han tenido quizás dos o tres encarnaciones desde entonces, -cada uno según su karma. La influencia ejercida por el cristianismo hasta ahora sólo pudo ser lo que es, porque las almas de los hombres eran débiles, agotadas de fuerza. El cristianismo no pudo desplegar todo su poder interior debido a la debilidad de las almas humanas. La medida en que esto fue así puede medirse si se considera una ola diferente en la civilización humana:. la ola que en Oriente condujo al budismo. El budismo tiene la convicción de la verdad de la reencarnación y del karma, pero de tal forma que considera que el propósito y la tarea del progreso en la evolución consisten en alejar a los hombres de la vida lo más rápidamente posible. En Oriente se vivía una ola en la que no existía el impulso de la existencia. Así vemos cómo todo lo que debería inspirar a los hombres la determinación de cumplir la misión de la tierra se ha alejado de aquellos que pertenecen a la ola de cultura portadora del budismo. Y si el budismo se difundiera ampliamente en Occidente, esto sería una prueba de que las almas del tipo más débil son muy numerosas, pues son estas almas las que se convertirían en budistas. Dondequiera que el budismo, bajo una u otra forma, apareciera en Occidente, esto sería una prueba de que las almas en cuestión quieren eludir la misión de la tierra, escapar de ella lo más rápidamente posible, siendo incapaces de afrontarla.
Cuando el cristianismo se extendía por el Sur de Europa y era adoptado por los pueblos del Norte, la fuerza del instinto en estas almas septentrionales era fuerte y poderosa. Ellas absorbieron el cristianismo, pero, para empezar, sólo pudieron poner de relieve sus aspectos externos, es decir, aquellos aspectos que hacen que sea tan importante para los hombres de hoy profundizar su experiencia del Impulso Crístico, para que este Impulso Crístico se convierta en la fuerza más íntima del alma misma y el alma se enriquezca interiormente a medida que vive hacia el futuro. Las almas humanas han pasado por encarnaciones de debilidad, de incertidumbre, y, al comienzo, el cristianismo fue un apoyo externo. Pero ahora ha llegado la época en que las almas deben hacerse interiormente fuertes y vigorosas. Por lo tanto, a medida que pase el tiempo, lo que el individuo haga en la vida exterior tendrá poca importancia. Lo que será esencial es que el alma se apoye en sí misma, profundice en sí misma, adquiera la comprensión de cómo la realidad interior puede inculcarse en la vida exterior, cómo la misión de la Tierra puede impregnarse a través de la conciencia, la fuerte realización interior que nace de la convicción de las verdades de la reencarnación y del karma.
Incluso si no se hace más que un humilde comienzo en la dirección de permitir que estas verdades penetren en la vida, este humilde comienzo es, sin embargo, de una importancia incalculable. Cuanto más aprendamos a juzgar al hombre según sus facultades interiores, a profundizar en la vida interior, tanto más contribuiremos a realizar lo que debe ser el carácter básico de una humanidad futura. La vida exterior será cada vez más complicada, eso no se puede evitar, pero las almas encontrarán su camino a través de una vida interior más profunda. El individuo puede dedicarse a una u otra actividad exterior, pero es la riqueza interior del alma la que en la vida antroposófica unirá a las almas individuales y les permitirá trabajar para que esta vida antroposófica fluya cada vez con más fuerza en la cultura exterior. Sabemos que el conjunto de la vida exterior se vigoriza cuando el alma descubre su realidad en la Antroposofía; los individuos que ejercen ocupaciones y vocaciones de todo tipo en la vida exterior se encuentran unidos. El alma misma de la vida cultural externa se crea a través de lo que se nos da en la Antroposofía:. la bendición de la vida externa. Para que esta bendición sea posible, primero debe despertarse en el alma la conciencia de la gran ley del karma. Cuanto más avancemos hacia el futuro, tanto más debe el alma individual poder sentir en sí misma la bendición de toda la vida.

Las leyes exteriores y las instituciones complicarán tanto la vida que los hombres podrían perder totalmente el norte. Pero al comprender la verdad de la ley del karma, nacerá en el alma el conocimiento de lo que debe hacer para encontrar, desde dentro, su camino a través del mundo. Este camino se encontrará mejor cuando las cosas del mundo estén reguladas por la vida interior del alma. Hay ciertas cosas que se desarrollan de manera bastante satisfactoria porque todos siguen el impulso que es una guía infalible. Un ejemplo es caminar por la calle. Todavía no se han dado instrucciones precisas a las personas para que se aparten a un lado u otro de la acera. Sin embargo, dos personas que caminan una hacia la otra muy raramente chocan, porque obedecen a un instinto interior. De lo contrario, todo el mundo necesitaría tener a su lado a un policía que le ordenara apartarse a la derecha o a la izquierda. Algunos círculos desearían que todo el mundo tuviera siempre un policía a un lado y un médico al otro, pero eso todavía no es posible. Sin embargo, el progreso se puede lograr mejor en aquellas cosas en las que el hombre se guía por un impulso interior y espontáneo. En la vida social esto debe conducir al respeto del ser humano, al respeto de la dignidad del hombre. Y esto sólo puede lograrse si entendemos a los individuos tal como pueden ser entendidos cuando se tiene en cuenta la ley de la reencarnación y del karma. Esta vida social entre los hombres sólo puede elevarse a un nivel superior cuando el significado de esta ley arraigue en el alma. Esto se muestra más claramente que nada por la observación concreta, como la de la conexión entre la fe ardiente y el conocimiento, entre el amor y la confianza en uno mismo.

Estas dos conferencias no se han pronunciado sin propósito. La verdadera importancia no reside tanto en lo que se dice en realidad, pues podría expresarse de otra manera. Pero lo más importante es que aquellos que profesan la Antroposofía como movimiento cultural se empapen tan profundamente de las ideas de la reencarnación y del karma, que se den cuenta de cómo la vida debe cambiar inevitablemente si cada alma humana es consciente de estas verdades. La vida cultural de la era moderna ha tomado forma con la exclusión de la conciencia de la reencarnación y el karma. Y el factor importantísimo que se introducirá a través de la Antroposofía es que estas verdades se apoderarán realmente de la vida, que penetrarán en la cultura y al hacerlo la transformarán esencialmente.

Lo mismo que un hombre moderno que dice que la reencarnación y el karma son tonterías fantásticas, pues se puede ver cómo nacen los seres humanos y cómo mueren, algo pasa al morir, pero como eso no se puede ver no hay por qué tenerlo en cuenta, lo mismo que un hombre que habla así está emparentado con uno que dice:. Lo que muere no se puede ver, pero esta ley se puede tener en cuenta y aquellos que lo hagan encontrarán por primera vez inteligibles todos los acontecimientos de la vida, serán capaces de comprender cosas que de otro modo serían inexplicables... así se relacionará la cultura de hoy con la cultura del futuro, en la que estarán contenidas las leyes, las enseñanzas de la reencarnación y del karma. Y aunque estas dos leyes, -como pensamientos sostenidos por la humanidad en general,- no han desempeñado ningún papel en el desarrollo de la cultura actual, ¡sin duda desempeñarán un papel muy destacado en todas las culturas del futuro!

El antropósofo debe sentir y ser consciente de que, de este modo, contribuye al nacimiento de una nueva cultura. Este sentimiento del enorme significado en la vida de las ideas de reencarnación y karma puede ser un vínculo de unión entre un grupo de seres humanos hoy en día, independientemente de cuáles sean sus circunstancias externas. Y los que finalmente se mantengan unidos por tal sentimiento, sólo podrán encontrar el camino de los unos hacia los otros a través de la Antroposofía.
Traducido por J.Luelmo ene.2023









Nota * Se trata de Franz Maraz, cura de Neudorll, cerca de Wiener Neustadt. Maraz era húngaro, más tarde canónigo de Oedenburg, y ocupó altos cargos.

En su autobiografía, El curso de mi vida, Rudolf Steiner dice de él: "La imagen de este hombre quedó profundamente grabada en mi alma y a lo largo de mi vida ha venido una y otra vez a mi memoria".



GA135 Stuttgart 20 de febrero de 1912 La conexión de los sucesos fortuitos de la vida con el destino humano

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RUDOLF STEINER

REENCARNACIÓN Y KARMA


Stuttgart 20 de febrero de 1912

Cuarta conferencia: 

Cuando observamos cómo la vida sigue su curso a nuestro alrededor, cómo lanza sus oleadas sobre nuestra vida interior, sobre todo aquello que estamos destinados a sentir, a sufrir o a deleitarnos durante nuestra actual existencia en la tierra, podemos pensar en varios grupos o clases de experiencias.

En cuanto a nuestras propias facultades y talentos, nos encontramos, para empezar, con que cuando tenemos éxito en una u otra cosa, podemos decir: siendo lo que somos, es muy natural y comprensible que tengamos éxito en tal o cual caso. Pero ciertos fracasos, tal vez sólo los que deben llamarse desgracia y calamidad, también pueden llegar a ser inteligibles cuando se ven en el conjunto de nuestra naturaleza.

En tales casos, tal vez no siempre podamos demostrar exactamente cómo está relacionado en uno u otro sentido tal o cual fracaso con nuestras propias deficiencias. Pero cuando nos vemos obligados a decir de nosotros mismos de manera general:. En muchos aspectos fuiste un personaje superficial en tu vida actual, por lo que es comprensible que en ciertas circunstancias estuvieras destinado a fracasar, es posible que no percibamos inmediatamente la conexión entre el fracaso y las deficiencias, pero en términos generales nos daremos cuenta de que si hemos sido frívolos y superficiales, el éxito no siempre puede estar al alcance de nuestra mano.

Por lo que se ha dicho, cabe pensar que podría haber sido evidente algún tipo de relación causal entre lo que inevitablemente sucedió y sus facultades o incompetencias. Pero hay muchas cosas en la vida en las que, por muy concienzudamente que nos pongamos a trabajar, no somos capaces de vincular de inmediato el éxito o el fracaso con esas facultades o carencias; cómo es que nosotros mismos tuvimos la culpa o por qué merecimos el éxito, sigue siendo un misterio. En resumen, cuando pensemos más en nuestra vida interior podremos distinguir dos grupos de experiencias: en el caso del primer grupo seremos conscientes de las causas de nuestros éxitos y fracasos; en el caso del segundo grupo no seremos capaces de detectar ninguna conexión de este tipo, y que hayamos fracasado en un caso concreto y triunfado en otro parecerá más o menos casualidad. Para empezar, tendremos en cuenta que existen abundantes pruebas en la vida de este último grupo de hechos y experiencias, y volveremos sobre ello más adelante.

En contraste con lo que acabamos de decir, podemos pensar más en nuestro destino en la vida exterior. También en este caso habrá que tener en cuenta dos grupos de hechos. Hay casos en los que interiormente tenemos claro que en relación con los acontecimientos que nos suceden, -no, por tanto, los que nosotros mismos iniciamos,- hicimos ciertas cosas y, en consecuencia, somos culpables de estos sucesos. Pero de otro grupo de experiencias es muy probable que digamos que no podemos ver conexión alguna con lo que resolvimos, con lo que pretendíamos. Se trata de acontecimientos de los que suele decirse que irrumpieron en nuestra vida como por casualidad; no parecen tener relación alguna con nada que hayamos provocado nosotros mismos.
Consideraremos ahora este segundo grupo de experiencias en su relación con nuestra vida interior, es decir, aquellos sucesos en los que no somos capaces de percibir ninguna conexión directa o inmediata con nuestras facultades y deficiencias; sucesos exteriores, por tanto, que llamamos sucesos fortuitos, de los que no podemos percibir de entrada cómo podrían haber sido provocados por ningún factor precedente. A modo de prueba, se puede hacer una especie de experimento con estos dos grupos de experiencias. El experimento no implica ninguna obligación; se trata simplemente de poner a prueba lo que ahora se va a describir.

El experimento puede adoptar la siguiente forma. - Nos preguntamos: ¿Cómo sería si construyéramos en el pensamiento una especie de ser humano imaginario, diciendo de él justamente aquellas cosas entre las cuales no podemos ver ninguna conexión por medio de nuestras propias facultades; dotamos a este hombre imaginario con las cualidades y facultades que han conducido, en nuestro propio caso, a estos sucesos incomprensibles? Imaginamos allí a un hombre que posee facultades de tal clase que inevitablemente tendrá éxito o fracasará en asuntos en los que no podemos decir lo mismo en relación con nuestros propios defectos o facultades. Lo imaginamos como alguien que ha provocado deliberadamente los acontecimientos que parecen haber llegado a nuestra vida por casualidad.

Podemos partir de ejemplos sencillos. Supongamos que nos ha caído una teja del tejado y nos ha herido en los hombros. Nos inclinaremos a atribuirlo a la casualidad. Pero para empezar, como experimento, construyamos ahora en el pensamiento un hombre imaginario que actúa de la siguiente extraña manera. Sube a un tejado, afloja rápidamente una teja, pero sólo hasta el punto en que todavía tiene cierta sujeción; después corre rápidamente hacia el suelo, de modo que cuando la teja se ha desprendido del todo, le cae sobre los hombros. Lo mismo puede hacerse en el caso de todos los acontecimientos que parecen haber llegado a nuestra vida por casualidad. Construimos un hombre imaginario que es culpable o causante de todas aquellas cosas de las que en la vida ordinaria no podemos ver cómo están relacionadas con nosotros.

Tal procedimiento puede parecer al principio nada más que un juego de fantasía. No se incurre en ninguna obligación, pero surge una cosa notable. Cuando hemos imaginado a un hombre con las cualidades mencionadas, nos causa una impresión memorable. No podemos deshacernos de la imagen que así hemos creado en el pensamiento; aunque la imagen parece tan artificial, nos fascina, nos da la impresión de que, después de todo, debe tener algo que ver con nosotros mismos. El sentimiento que tenemos de este hombre-pensamiento imaginario explica esto. Si nos sumergimos en esta imagen, lo más seguro es que no nos deje libres. En nuestra alma se desarrolla entonces un proceso extraordinario, un proceso interior que el ser humano experimenta continuamente. Podemos pensar en algo, tomar una resolución; para ello necesitamos algo que conocimos una vez, y utilizamos todo tipo de medios artificiales para recordarlo. Este esfuerzo por traer a la memoria algo que se nos ha escapado es, por supuesto, un proceso de la vida del alma: el "recuerdo", como se le suele llamar. Todos los pensamientos que invocamos para ayudarnos a recordar algo son pensamientos auxiliares. Traten, por una vez, de darse cuenta de cuántos y cuán a menudo tales pensamientos tienen que ser utilizados y abandonados de nuevo, para llegar a lo que queremos saber. El propósito de estos pensamientos auxiliares es abrir el camino al recuerdo que necesitamos en ese momento.

Exactamente igual, pero en un sentido mucho más amplio, el "hombre-pensamiento" descrito representa un proceso auxiliar. Nunca nos deja en paz; se agita en nosotros de tal modo que nos damos cuenta: vive en nosotros como un pensamiento, como algo que sigue trabajando, que se transforma realmente en nosotros en la idea, el pensamiento, que ahora irrumpe repentinamente en nuestra alma en el proceso ordinario del recuerdo; es algo que nos sobrecoge. Es como si algo nos dijera: este ser no puede permanecer tal como es, transforma algo dentro de ti, se vuelve vivo, ¡cambia! Esto se impone de tal manera que el hombre imaginario nos susurra: Esto es algo que tiene que ver con otra existencia terrenal, no con la actual. Una especie de recuerdo de otra existencia terrenal: éste es el pensamiento que surge definitivamente. En realidad es más un sentimiento que un pensamiento, una experiencia sensible, pero de tal clase que sentimos como si lo que surge en el alma fuera lo que nosotros mismos fuimos en una encarnación anterior en esta tierra.
La creación de un hombre imaginario en el pensamiento es simplemente un medio para demostrarnos que este medio es algo que se transforma en una impresión en la vida del alma, o en la vida del sentimiento. Todo el que se acerca a la Antroposofía tiene la oportunidad de llevar a cabo lo que ahora se ha descrito. Y si lo hace, recibirá realmente una impresión interior de la que, -por utilizar una ilustración diferente,- podría hablar de la siguiente manera. Una vez vi un paisaje; he olvidado cómo era en realidad, ¡pero sé que me encantó! Si esto ocurrió durante la vida presente, el paisaje ya no producirá una impresión muy viva de sentimiento; pero si la impresión del paisaje procedía de una encarnación anterior, la impresión será particularmente viva. En forma de sentimiento podemos obtener una impresión muy vívida de nuestra encarnación anterior. Y si luego observamos tales impresiones objetivamente, a veces podemos experimentar algo así como un sentimiento de amargura, agridulce o acidez de lo que surge como la transformación del hombre-pensamiento imaginario. Este sentimiento agridulce o algo parecido es la impresión que nos causó nuestra encarnación anterior; es una impresión de sentimiento, una impresión en la vida del alma.

Ahora se ha tratado de llamar la atención sobre algo que, en última instancia, puede promover en todo ser humano una especie de certeza de haber existido en una vida anterior - certeza por haber engendrado un sentimiento de impresiones interiores que él sabe que no recibió en absoluto en esta vida presente. Tal impresión, sin embargo, surge de la misma manera que surge un recuerdo en la vida ordinaria. Ahora podemos preguntar: ¿Cómo puede uno saber que la impresión es realmente un recuerdo? En este caso sólo se puede decir que no es posible "probar" tal cosa. Pero el proceso es el mismo que en cualquier otra parte de la vida, cuando recordamos algo y estamos en un estado mental sano. Allí sabemos que lo que surge en nuestro pensamiento está realmente relacionado con algo que hemos experimentado. La propia experiencia da la certeza. Lo que imaginamos de la manera indicada nos da la certeza de que la impresión que surge en el alma no está relacionada con nada que haya tenido que ver con nosotros en la vida presente, sino con algo de la vida anterior.

Hemos suscitado en nosotros, por medios artificiales, algo que nos pone en relación con nuestra vida anterior. También podemos utilizar muchos tipos diferentes de experiencias como pruebas, y eventualmente despertar en nosotros sentimientos de vidas anteriores.

Aquí también, desde un aspecto diferente, las experiencias que tenemos en la vida pueden dividirse en grupos. En un grupo se pueden incluir los sufrimientos, las penas y los obstáculos que hemos encontrado; en un segundo grupo se pueden incluir las alegrías, las felicidades y las ventajas en nuestra vida. De nuevo como prueba, podemos adoptar el siguiente punto de vista, y decir: Sí, hemos tenido estas penas, estos sufrimientos. Siendo lo que somos en esta encarnación, con la vida normal siguiendo su curso, nuestras penas y sufrimientos son desgracias terribles, algo que nos gustaría evitar. A modo de prueba, no adoptemos esta actitud, sino asumamos que, por alguna razón, nosotros mismos hemos provocado estas penas, sufrimientos y obstáculos, dándonos cuenta de que, debido a nuestras vidas anteriores -si es que las ha habido-, nos hemos vuelto en cierto sentido más imperfectos por lo que hemos hecho. Al fin y al cabo, no sólo nos volvemos más perfectos a través de las sucesivas encarnaciones, sino también, en cierto sentido, más imperfectos. Cuando hemos afrentado o herido a algún ser humano, ¿no somos más imperfectos de lo que éramos antes? No sólo le hemos afrentado, sino que nos hemos quitado algo a nosotros mismos; como personalidad tomada en su conjunto, nuestro valor sería mayor si no hubiéramos hecho esa cosa. Muchas acciones de este tipo quedan marcadas en nuestro marcador y nuestra imperfección permanece a causa de ellas. Si hemos ofendido a algún ser humano y deseamos recuperar nuestro valor anterior, ¿Qué debemos hacer? Debemos compensar la afrenta, debemos poner en el mundo un acto de contrapeso, debemos descubrir algún medio de obligarnos a superar algo. Y si pensamos de este modo en nuestros sufrimientos y penas, podremos decir en muchos casos: Estos sufrimientos y penas, si los superamos, nos dan fuerza para superar nuestras imperfecciones. A través del sufrimiento podemos progresar.
En la vida normal no pensamos así; nos oponemos al sufrimiento. Pero también podemos decir lo siguiente: Toda pena, todo sufrimiento, todo obstáculo en la vida debe ser una indicación del hecho de que tenemos dentro de nosotros a un hombre que es más inteligente que nosotros mismos. Aunque el hombre que somos nosotros mismos es aquel del que somos conscientes, lo consideramos durante un tiempo como el menos inteligente; dentro de nosotros tenemos un hombre más inteligente que dormita en las profundidades de nuestra alma. Con nuestra conciencia ordinaria nos resistimos a las penas y a los sufrimientos, pero el hombre más inteligente nos conduce hacia estos sufrimientos desafiando nuestra conciencia, porque al superarlos podemos despojarnos de algo. Nos guía hacia las penas y los sufrimientos, nos dirige a padecerlos. Esto puede ser, para empezar, un pensamiento opresivo, pero no conlleva ninguna obligación; podemos, si lo deseamos, utilizarlo una sola vez, a modo de prueba. Podemos decir: Dentro de nosotros hay un hombre más inteligente que nos guía a sufrimientos y penas, a algo que en nuestra vida consciente hubiéramos preferido evitar. Pensamos en él como el hombre más inteligente. De este modo, nos damos cuenta de algo que a muchos les molesta, a saber, que este hombre más inteligente nos guía siempre hacia lo que no nos gusta. Partiremos de este supuesto: Hay un hombre más inteligente dentro de nosotros que nos guía hacia lo que no nos gusta para que podamos progresar.

Pero hagamos algo más. Tomemos nuestras alegrías, nuestras ventajas, nuestras felicidades, y digámonos, de nuevo a modo de prueba: ¿Cómo sería si concibieran la idea. -independientemente de cómo coincida con la realidad actual,- de que sencillamente no han merecido estas felicidades, estas ventajas; les han llegado a través de la Gracia de Poderes superiores, espirituales? No tiene por qué ser así en todos los casos, pero supondremos, a modo de prueba, que todas nuestras penas y sufrimientos se han producido porque el hombre más inteligente que llevamos dentro nos ha guiado hasta ellos, porque reconocemos que, como consecuencia de nuestras imperfecciones, nos eran necesarios y que sólo podemos superarlos a través de tales experiencias. Y luego suponemos lo contrario: Que nuestras felicidades no se deben a nuestro propio mérito, sino que nos han sido concedidas por Poderes espirituales.

De nuevo este pensamiento puede ser un trago amargo para el vanidoso, pero si, a modo de prueba, un hombre es capaz de formarse tal pensamiento con toda intensidad, será conducido al sentimiento, porque de nuevo experimenta una transformación y en la medida en que carece de eficacia, se rectifica a sí mismo:. En ti vive algo que no tiene nada que ver con tu conciencia ordinaria, que yace más profundo que cualquier cosa que hayas experimentado conscientemente en esta vida; hay un hombre más inteligente dentro de ti que se dirige gustosamente a los Poderes eternos, divino-espirituales que impregnan el mundo. Entonces se convierte en una certeza interior que detrás de lo exterior hay una individualidad interior, más elevada. Mediante tales ejercicios de pensamiento llegamos a ser conscientes del núcleo espiritual eterno de nuestro ser, y esto es de extraordinaria importancia. También aquí tenemos algo que está en nuestras manos realizar.

En todos los aspectos la Antroposofía puede ser una guía, no sólo hacia el conocimiento de la existencia de otro mundo, sino hacia sentirse uno mismo como ciudadano de otro mundo, como una individualidad que pasa por muchas encarnaciones.

Hay experiencias de un tercer tipo. Es cierto que será más difícil utilizar estas experiencias con el fin de adquirir un conocimiento interior del karma y de la reencarnación. Pero aunque lo que ahora se dirá sea difícil, puede volver a utilizarse a modo de ensayo. Y si se aplica honestamente a la vida exterior, nos daremos cuenta claramente, -como una probabilidad al principio, pero luego como una certeza cada vez mayor,- de que nuestra vida actual está relacionada con una vida anterior.
Supongamos que en nuestra vida actual, entre el nacimiento y la muerte, ya hemos alcanzado o superado los treinta años. (Los menores de esa edad también pueden tener experiencias similares). Reflexionemos sobre el hecho de que en algún momento cercano a nuestros treinta años entramos en contacto con alguna persona del mundo exterior, que entre los treinta y los cuarenta años se han establecido muchas conexiones diferentes con seres humanos del mundo exterior. Estas conexiones parecen haberse establecido durante la etapa más madura de nuestra vida, de modo que todo nuestro ser estaba implicado en ellas. La reflexión revela que es así. Pero la reflexión basada en los principios y conocimientos de la Ciencia Espiritual puede llevarnos a darnos cuenta de la verdad de lo que ahora se dirá, no como resultado de una mera reflexión, sino de una investigación científico-espiritual. Lo que estoy diciendo no ha sido descubierto meramente a través del pensar lógico; ha sido establecido por la investigación científico-espiritual, pero el pensar lógico puede confirmar los hechos y encontrarlos razonables. Sabemos cómo se van desarrollando los diversos miembros de la constitución del hombre a lo largo de la vida: en el séptimo año, el cuerpo etérico; en el decimocuarto, el cuerpo astral; en el vigésimo primero, el alma sensible; en el vigésimo octavo, el alma intelectual o mental, y en el trigésimo quinto, el alma consciente (alma espiritual). Reflexionando sobre esto, podemos decir: En el período comprendido entre el trigésimo y el cuadragésimo año nos ocupamos del desarrollo del alma mental y del alma espiritual.
El alma mental y el alma espiritual son las fuerzas de nuestra naturaleza que nos ponen en contacto más estrecho con el mundo físico exterior, pues se desarrollan precisamente en la edad de la vida en que nuestra relación con ese mundo es más activa que en ningún otro momento. En la más tierna infancia, las fuerzas que pertenecen a nuestro cuerpo físico son dirigidas, determinadas, activadas, por lo que todavía está enteramente encerrado dentro de nosotros. El elemento causal engendrado en encarnaciones anteriores, lo que nos acompañó a través de la Puerta de la Muerte, las fuerzas espirituales que hemos acumulado, todo lo que traemos con nosotros de la vida anterior, trabaja y teje en la construcción de nuestro cuerpo físico. Trabaja incesante e invisiblemente desde el interior hacia el exterior; a medida que pasan los años, esta influencia disminuye y se acerca el período de la vida en que las viejas fuerzas han producido el cuerpo y nos enfrentamos al mundo con un organismo acabado; lo que llevamos dentro se ha expresado en nuestro cuerpo externo. Alrededor de los treinta años, - puede ser algo antes o algo después- nos enfrentamos al mundo en el sentido más fuertemente físico; en nuestra relación con el mundo estamos más estrechamente conectados con el plano físico que durante cualquier otro período de la vida. Podemos pensar que las relaciones en la vida en las que entramos ahora son más físicamente inteligibles que cualquier otra, pero el hecho es que tales relaciones están menos conectadas con las fuerzas que trabajan y tejen en nosotros desde el nacimiento en adelante. No obstante, podemos dar por sentado que alrededor de los treinta años no somos conducidos por el azar hacia personas que están destinadas, precisamente entonces, a aparecer en nuestro entorno. Más bien debemos suponer que allí también actúa nuestro karma, que estas personas también tienen algo que ver con una de nuestras encarnaciones anteriores.

Hechos de la Ciencia Espiritual investigados en diversas épocas muestran que, muy a menudo, las personas con las que entramos en contacto en torno a los treinta años están relacionadas con nosotros de tal manera que, en la mayoría de los casos, ya estábamos conectados con ellas al principio de la encarnación inmediatamente anterior, -o puede que incluso antes- como padres, hermanos o hermanas. A primera vista, este hecho parece extraño y sorprendente. Aunque no tiene por qué ser inevitablemente así, muchos casos indican a la investigación científico-espiritual que, en verdad, nuestros padres, o aquellos que estuvieron a nuestro lado al principio de nuestra vida anterior, que nos dieron nuestro lugar en el mundo físico, pero de los que en la vida posterior nos alejamos, están kármicamente conectados con nosotros de tal manera que en nuestra nueva vida no somos guiados de nuevo hacia ellos en la primera infancia, sino sólo cuando hemos llegado más plenamente al plano físico. No tiene por qué ser siempre exactamente así, ya que la investigación científico-espiritual muestra con mucha frecuencia que no es hasta una encarnación posterior cuando quienes son entonces nuestros padres, hermanos o hermanas, o parientes consanguíneos en general, son las personas que encontramos a nuestro alrededor en la encarnación actual, aproximadamente en el momento de cumplir los treinta años. Así pues, las personas que conocemos en torno a los treinta años en una encarnación cualquiera pueden haber sido, o serán, personas emparentadas con nosotros por consanguinidad en una encarnación anterior o posterior. Por lo tanto, es útil decirse a uno mismo: Las personalidades con las que la vida te pone en contacto en la treintena estuvieron una vez a tu alrededor como padres o hermanos o puedes prever que en una de tus próximas encarnaciones tendrán esta relación contigo.
Lo contrario también es válido. Si pensamos en aquellas personalidades a las que elegimos menos voluntariamente por medio de fuerzas aptas para ser aplicadas en el plano físico, es decir, nuestros padres, nuestros hermanos y hermanas que nos rodeaban al principio de la vida, si pensamos en estas personalidades encontraremos muy a menudo que precisamente aquellos que nos acompañan en la vida desde la infancia fueron elegidos deliberadamente por nosotros en otra encarnación para estar cerca de nosotros cuando teníamos treinta años. En otras palabras, en medio de la vida precedente nosotros mismos elegimos a los que en la vida presente se han convertido en nuestros padres, hermanos o hermanas.

Así surge el hecho notable y muy interesante de que nuestras relaciones con las personalidades con las que llegamos a estar asociados no son las mismas en las encarnaciones sucesivas; también que no encontramos a estas personas a la misma edad en la vida que anteriormente. Tampoco puede decirse que ocurra exactamente lo contrario. Además, no son las personalidades que estuvieron con nosotros al final de una vida anterior las que se relacionan, en una encarnación diferente, con el comienzo de nuestra vida, sino aquellas con las que estuvimos asociados en el período medio de la vida. Así pues, ni las personalidades con las que estamos juntos al principio de la vida, ni las que están con nosotros al final, sino aquellas con las que entramos en contacto en medio de la vida, estaban a nuestro alrededor como parientes consanguíneos al principio de una encarnación anterior. Los que nos rodeaban entonces, cuando nuestra vida comenzaba, aparecen en medio de nuestra vida actual; y de los que nos rodeaban al comienzo de nuestra vida actual podemos anticipar que nos encontraremos junto a ellos en medio de una de nuestras encarnaciones posteriores, que entonces entrarán en conexión con nosotros como compañeros de vida libremente elegidos. Las relaciones kármicas son realmente misteriosas.

Lo que acabo de decir es el resultado de una investigación científico-espiritual. Pero repito: si, en el camino abierto por esta investigación, reflexionamos sobre las conexiones internas entre el comienzo de la vida en una de nuestras encarnaciones y la mitad de la vida en otra, nos daremos cuenta de que esto no carece de sentido ni de utilidad. El otro aspecto es que, cuando nos damos cuenta de estas cosas y adoptamos una actitud inteligente ante ellas, nos aportan claridad e iluminación. La vida se aclara si no nos limitamos a aceptar esas cosas pasivamente, por no decir con torpeza; se aclara si tratamos de captar, de comprender, lo que nos llega en la vida de tal manera que las relaciones que están condenadas a permanecer elusivas mientras sólo se hable del karma en abstracto, se vuelvan concretamente perceptibles.

Es útil reflexionar sobre la cuestión: ¿Por qué en medio de nuestra vida nos vemos impulsados por el karma, aparentemente con plena conciencia mental, a entablar una relación que no parece haber sido hecha de forma independiente y objetiva? La razón es que esas personas estaban relacionadas con nosotros por la sangre en la vida anterior y nuestro karma nos las lleva ahora porque tenemos alguna conexión con ellas.

Siempre que reflexionemos de este modo sobre el curso de nuestra propia vida, veremos que se arroja luz sobre ella. Aunque nos equivoquemos en algún caso particular, y aunque nos equivoquemos diez veces en nuestras conclusiones, sin embargo, podemos dar con la verdad en lo que se refiere a alguien que llega a nuestro conocimiento. Y cuando tales reflexiones nos llevan a decir: En un lugar u otro he conocido a esta persona - este pensamiento es como un poste indicador que señala el camino hacia otras cosas que en circunstancias diferentes no se nos habrían ocurrido y que, tomadas en su conjunto, nos dan una certeza cada vez mayor de la exactitud de determinados hechos.

Las conexiones kármicas no son de tal naturaleza que puedan ser discernidas en un destello repentino. Los hechos más elevados e importantes del conocimiento de la vida, los que realmente arrojan luz sobre ella, deben adquirirse lentamente y gradualmente. No es un pensamiento agradable. Es más fácil creer que algún destello de iluminación permita decir: "En una vida anterior estuve asociado con tal o cual persona", o "Yo mismo fui tal o cual individuo". Puede ser fastidioso pensar que todo esto debe ser una cuestión de conocimiento lentamente adquirido, pero así es, sin embargo. Incluso si nos limitamos a abrigar la creencia de que posiblemente sea así, la investigación debe repetirse una y otra vez antes de que la creencia se convierta en certeza. Incluso en los casos en que la probabilidad crece constantemente, la investigación nos lleva más lejos. Levantamos barricadas contra el mundo espiritual si nos permitimos formar juicios instantáneos en estos asuntos.
Traten ustedes de reflexionar sobre lo que se ha dicho hoy acerca de las relaciones que se establecen en el período medio de la vida y su vinculación con individuos que estuvieron cerca de nosotros en una encarnación anterior. Esto dará lugar a pensamientos muy provechosos, especialmente si se toma en consideración lo que se dice en el libro La educación del niño a la luz de la Antroposofía. Entonces se verá claramente que el resultado de su reflexión coincide con lo que se expone en ese libro.

Pero a lo dicho hasta ahora hay que añadir una seria advertencia. El verdadero investigador se guarda de sacar conclusiones; deja que las cosas vengan a él por sí mismas. Una vez que están ahí, primero las somete a la prueba de la lógica ordinaria. Entonces será imposible repetir algo que me ha sucedido recientemente, no por primera vez, y que es muy característico de la actitud adoptada ante la Antroposofía en la actualidad. Un hombre muy inteligente, -lo digo sin ironía, reconociendo plenamente que tiene una mente brillante,- me dijo lo siguiente:. Cuando leo el contenido de su libro "Bosquejo de la Ciencia Oculta", me veo obligado a admitir que parece tan lógico, que concuerda tan completamente con otros hechos manifiestos del mundo, que no puedo evitar llegar a la conclusión de que estas cosas también podrían ser descubiertas a través de la pura reflexión; no tienen por qué ser necesariamente el resultado de una investigación suprasensible. Las cosas que se dicen en este libro no son en modo alguno cuestionables o dudosas; concuerdan con la realidad." Pude asegurar a este caballero mi convicción de que no me habría sido posible descubrirlas por la mera reflexión, ni que, con gran respeto por su inteligencia, podía creer que él las habría descubierto por ese solo medio. Es absolutamente cierto que todo lo que en el ámbito de la Ciencia Espiritual es capaz de ser lógicamente comprendido, ¡simplemente no puede ser descubierto por la mera reflexión! El hecho de que alguna materia pueda ser sometida a la prueba de la lógica y luego comprendida, no debería ser motivo para dudar de su origen científico-espiritual. Por el contrario, estoy seguro de que debe ser tranquilizador saber que las comunicaciones hechas por la Ciencia Espiritual pueden ser reconocidas a través de la reflexión lógica como incuestionablemente correctas; ¡no es posible que la ambición del investigador espiritual sea hacer afirmaciones ilógicas en aras de inspirar la creencia! Como ven, el propio investigador espiritual no puede adoptar el punto de vista de que descubre tales cosas mediante la reflexión. Pero si reflexionamos sobre cosas que han sido descubiertas por los métodos de la Ciencia Espiritual, pueden parecer tan lógicas, incluso demasiado lógicas como para permitirnos seguir creyendo que realmente provienen de fuentes científico-espirituales. Y esto se aplica a todo lo que se dice que ha sido el resultado de una auténtica investigación científico-espiritual.
Si, para empezar, las cosas que se han dicho hoy parecen grotescas, intenten por una vez aplicarles el pensar lógico. En verdad, si los hechos espirituales no me hubieran conducido a estas cosas, no las habría deducido del pensar lógico ordinario; pero una vez que han sido descubiertas pueden ser sometidas a la prueba de la lógica. Y entonces se verá que cuanto más meticulosa y concienzudamente nos pongamos a probarlos, más claramente se verá que todo cuadra. Incluso en el caso de asuntos cuya exactitud no puede ser realmente comprobada, por la propia forma en que los diversos factores encajan en sus escenarios, se descubrirá que dan la impresión de ser no sólo en el más alto grado probables, sino que rozan la certeza, como en el caso, por ejemplo, de lo que se ha dicho sobre padres y hermanos y hermanas en una vida y conocidos hechos en medio de otra vida. Además, esa certeza se demuestra fundada cuando las cosas se someten a la prueba de la vida misma. En muchos casos, veremos nuestro comportamiento y el de los demás bajo una luz muy diferente si nos enfrentamos a alguien que conocemos en el período medio de la vida, como si, en la vida anterior, la relación entre nosotros hubiera sido la de padre, hermano o hermana. De este modo, toda la relación será mucho más provechosa que si pasamos por la vida con somnolienta desatención.

Y así podemos decir:. Cada vez más, la Antroposofía se convierte en algo que no sólo nos da conocimientos sobre la vida, sino directrices sobre cómo concebir las relaciones de la vida de tal manera que se arroje luz sobre ellas no sólo para nuestra propia satisfacción, sino también para nuestra conducta y tareas en la vida. Es importante descartar el pensamiento de que de este modo perjudicamos una respuesta espontánea a la vida. Sólo los tímidos, los que carecen de un propósito realmente serio en la vida, pueden creer tal cosa. Sin embargo, debemos darnos cuenta de que, al conocer más de cerca la vida, la hacemos más provechosa, más rica interiormente. Lo que nos llega en la vida debe ser llevado, a través de la Antroposofía, a horizontes donde todas nuestras fuerzas se vuelvan más fecundas, más llenas de confianza, un mayor estímulo para la esperanza, de lo que eran antes.
Traducido por J.Luelmo ene.2023


GA170 Dornach 30 de julio de 1916 Los dos reinos del ser en la naturaleza y del ser en el alma en el ser humano

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RUDOLF STEINER

Historia Cósmica & Historia humana Vol. 1

El misterio del ser humano - Trasfondo espiritual de la historia humana


Dornach 30 de julio de 1916

 SEGUNDA CONFERENCIA : 

Los dos reinos del ser en la naturaleza y del ser en el alma en el ser humano: El reino de la regularidad y las eficacias irregulares. El Año Jubilar del antiguo pueblo hebreo como poder formativo de las almas. La división oculta de los números. El Año Jubilar Mundial en el Cosmos.

Hoy me gustaría empezar por considerar un hecho sencillo del que todo el mundo es consciente. Si observamos con comprensión la variedad de acontecimientos naturales, nos daremos cuenta de que parecen estar divididos en dos ámbitos muy diferentes y distintos: un ámbito que manifiesta el mayor tipo de regularidad y orden, y otro ámbito de gran desorden, irregularidad e interconexiones prácticamente impenetrables. En todo caso, así es como los experimentamos. A pesar de que existe una línea divisoria entre estos dos ámbitos, nuestras ciencias naturales normales no los distinguen claramente. Por un lado tenemos todas las cosas que ocurren con la regularidad con la que el sol sale y se pone cada mañana y cada tarde, y con la que las estrellas salen y se ponen, y con la que ocurren todas las demás cosas asociadas con la salida y la puesta del sol - como las plantas, que regularmente envían sus brotes de crecimiento en la primavera, se desarrollan durante el verano, y luego se desvanecen y desaparecen en otoño. Y el reino de la naturaleza nos presenta muchas otras cosas en las que podemos ver un grado similar de regularidad y orden.

Pero hay otro reino de la naturaleza, que no se puede experimentar de la misma manera. No se pueden anticipar las tormentas como se puede anticipar la salida y la puesta del sol cada mañana y cada tarde, porque las tormentas no se producen con ese tipo de regularidad. Podemos decir que el sol ocupará una determinada posición en el cielo a las diez de la mañana, pero no podemos decir que veremos una determinada formación de nubes en una determinada posición, y mucho menos decir nada sobre el aspecto de las nubes. Tampoco podemos predecir, del mismo modo que podemos predecir los cuartos de la luna, que, aquí en nuestro edificio de Dornach, nos va a sorprender una tormenta o un chaparrón en un momento determinado. Es posible calcular con bastante precisión los eclipses de sol y de luna que se producirán dentro de varios siglos, pero no se puede predecir con el mismo grado de certeza la ocurrencia de terremotos y erupciones volcánicas.

Aquí se ven dos ámbitos distintos de la naturaleza, uno que manifiesta regularidades que nuestra razón puede captar, y otro cuyas manifestaciones son irregulares y no se pueden experimentar de la misma manera. Una gran regularidad y una extrema imprevisibilidad se entrelazan en lo que llamamos naturaleza en su conjunto. Me gustaría describir la impresión general que nos produce la naturaleza en un instante dado como una mezcla de la progresión ordenada de los acontecimientos regulares con esos otros acontecimientos, aquellos que pueden tomarnos por sorpresa, aunque se presenten una y otra vez con al menos un cierto grado de consistencia.

Ahora bien, hay una verdad profunda que a lo largo de nuestros estudios hemos considerado desde muchos puntos de vista, la verdad de que el hombre es un microcosmos, que el hombre refleja el macrocosmos y que todo lo que se encuentra en el macrocosmos puede redescubrirse en alguna forma en la humanidad. Por lo tanto, es de esperar que estas dos esferas de la naturaleza se expresen en alguna forma humana, una de las cuales exhibe un gran orden, la otra exhibe una pronunciada falta de orden. Naturalmente, en la vida humana se expresarán de forma muy diferente a como se expresan en la naturaleza. Sin embargo, esa doble división de la naturaleza en orden e irregularidad debería recordarnos algo en el hombre. Ahora, consideren el ejemplo típico que traté de presentarles ayer.

Esa individualidad típica era muy capaz de pensar lógicamente. Cuando se trataba de pensar lógicamente, podía calcular, emitir juicios y regular su vida con cierto orden, supervisándola y planificando y actuando en consecuencia. En otras palabras, tenía acceso a todo lo que la regularidad puede aportar al funcionamiento de nuestro entendimiento, nuestra razón, nuestra capacidad de experiencia y nuestros impulsos de voluntad. Pero, junto a esto, esta persona también vivía otra vida, una vida que se expresaba en esas dos obras que les he descrito. Por lo poco que les he contado sobre el contenido de esos libros, pueden imaginarse lo tormentosa que era esa vida, lo errática que era en comparación con lo que ofrece la razón humana. En las profundidades de esa alma había tormentas, profundas tormentas, y estas tormentas se vivieron de la manera que describimos ayer. Tales cosas suceden realmente en la forma en que las tormentas y los estallidos de viento y el clima juegan en la procesión regular del sol y la luna, en la sucesión ordenada de brotar, desvanecerse y morir en el mundo de las plantas. En todo lo que se desarrolla fuera de la cabeza humana y el curso regular del corazón humano vienen las tormentas que experimentamos como sueños de vigilia o como relámpagos de genio. Estos relámpagos atraviesan el alma y se descargan como tormentas. Pero no hay que dudar de que todas las almas humanas tienen la tendencia a experimentar las mismas cosas que Otto Weininger experimentó de forma tan extrema y radicalmente paradójica. Están ahí, en el fondo de cada alma humana. Las personas corrientes que no están tan dispuestas, como Weininger, a experimentar su propio genio, lo expresan a través de sus sueños, pero siempre como sueños. Todo el mundo sueña y, en última instancia, los sueños son cosas que surgen de las profundidades del reino astral. Hacen su aparición en momentos en que el cuerpo astral se refleja en el cuerpo etérico. Todo ser humano posee una conciencia cotidiana que un hombre como Weininger desestima como la conciencia pedante de un filisteo, y todo ser humano posee esa otra conciencia, la que burbujea en los sueños.
 
Como ven, no se puede decir que estos sueños y este mundo de los sueños sólo estén presentes por la noche, cuando uno sabe que está soñando o que ha estado soñando. Porque el ser humano está soñando constantemente. Los sueños reales, o lo que uno llama sueños reales, son sólo el resultado de una visión temporal del flujo continuo de sueños. En realidad, sin embargo, uno está soñando continuamente. Todos ustedes sentados aquí están soñando. Junto con los pensamientos expresados en esta conferencia que, confío, estén viviendo en ustedes, todos ustedes están soñando. En el fondo de sus almas todos están soñando. Y lo único que distingue los sueños que tienen ahora de los que tienen por la noche es que en este momento hay otros pensamientos que son más conscientes y más fuertes, y que yo querría pensar que superan a los sueños en la mayoría de los casos. Pero cuando se ha suprimido la conciencia de la vigilia y, simultáneamente, se interrumpe el sueño, entonces lo que ahora se sueña inconscientemente puede emerger durante un tiempo. Es entonces cuando aparece un sueño consciente. La vida de los sueños, sin embargo, prosigue sin ninguna interrupción.

El contraste en la naturaleza humana entre la regularidad del pensar normal y la falta del mismo en los sueños es realmente de esta naturaleza. Una persona está espiritualmente enferma si no tiene acceso a la regularidad del pensar normal, al tipo de regularidad que gobierna la aparición del sol a su hora señalada. Una persona debe ser capaz de aplicar los cánones de la razón y distinguir un acontecimiento de otro. Pero junto a su sana conciencia despierta, la persona tiene también, viviendo en las profundidades de su alma, este otro reino que he descrito como tormentoso e irregular.

Las fuerzas en las que se basa la conciencia despierta reflejan realmente el camino astronómico de las estrellas a través de los cielos. Si el camino de las estrellas no formara parte de nosotros, no tendríamos conciencia despierta. Pero, como pudieron ver en las observaciones que hice en el ciclo de conferencias La guía espiritual del hombre y de la humanidad, las mismas fuerzas externas que pueden observarse en el viento y el clima, en la tormenta y el terremoto, también actúan en las profundidades del alma humana y se reflejan en los aspectos inconscientes y semiconscientes de la vida humana. En este sentido, el ser humano es realmente un microcosmos en el que se repite el macrocosmos.
Hoy en día, hay una conciencia restringida de tales cosas, ya que vivimos en una época en la que la humanidad ha sido llamada a restringirse cada vez más al plano físico - a volverse materialista. El cultivo de una comprensión y una racionalidad divorciada de la espiritualidad es simplemente un síntoma de esto. Pero, como hemos explicado a menudo aquí, la humanidad también irá más allá de esta época. Y el movimiento científico-espiritual debería preparar las manifestaciones del espíritu para el tiempo venidero.

Los hombres son poco conscientes de que el mundo espiritual está relacionado con lo que ellos persiguen aquí, con los acontecimientos y hechos de la existencia terrenal. Pero la humanidad no siempre ha vivido en la forma de vida sin espíritu de hoy. Las instituciones humanas no siempre han tenido tan poco en cuenta las influencias del mundo espiritual en el mundo físico. Piensen en Numa Pompilio, el segundo rey de Roma. Una vez les describí cómo él intentó establecer instituciones aquí en el plano físico. La historia es simbólica, pero detrás del simbolismo se esconde un hecho significativo. Para saber cómo se desarrollarían las eras de la historia, consultó a la ninfa Egeria, cuyo conocimiento provenía del mundo espiritual. A partir de entonces, designó la era de Rómulo como la primera, la suya como la segunda, y otras cinco que seguirían a la suya, haciendo una serie de siete. Hay algo notable en esta historia de un rey de Roma: el orden septenario que construye es el mismo en el que se basan los siete miembros de nuestro organismo. En épocas anteriores se tendía a organizar la vida física de modo que sus instituciones reflejaran las exigencias del mundo espiritual, de modo que reflejaran de algún modo lo que ocurría en los mundos espirituales. Hoy, los hombres no tienen en cuenta esto.

He mencionado a menudo cómo la gente ha perdido el sentido de la piedad en lo que se refiere a establecer el tiempo de la fiesta de Pascua, la fiesta del tiempo de Pascua. Hoy en día hay incluso algunos que quieren establecer un día fijo para el domingo de Pascua, en lugar de seguir la costumbre actual de determinar la fiesta de acuerdo con el curso de las estrellas. Porque se simplificarían nuestros libros de cuentas si la Pascua fuera siempre, por ejemplo, el primer domingo de abril. Entonces ya no habría que preparar los libros para una Pascua diferente cada año y sería más fácil cerrar las cuentas del año. Este es simplemente un ejemplo burdo entre los innumerables ejemplos que se podrían mencionar. Muestra el poco sentido que tienen los hombres de hoy para organizar sus instituciones terrenales de manera que reflejen lo que ocurre en los mundos espirituales y en las estrellas. Pero no siempre fue así. Ha habido épocas en las que existía una profunda conciencia de que la propia vida del hombre y la que comparte con otros hombres debía ser un reflejo terrenal de lo que ocurre en los mundos espirituales y se expresa en las estrellas. Eran épocas anteriores, cuando la clarividencia atávica aún estaba presente.
Veamos un ejemplo de los antiguos hebreos. Su año religioso, y por tanto el año que realmente importaba, era un año lunar de 354 y 3/8 días. Esto es algo más corto que un año solar. Así que si uno cuenta en años lunares, algunos días se perderán porque el año lunar no completa completamente un año solar. Al cabo de cierto tiempo, se habrán perdido cada vez más días. Entonces habría que volver a establecer un equilibrio. Pero los antiguos hebreos tenían una forma muy especial de crear un equilibrio entre los años solares y los años lunares. Sólo me referiré brevemente a este método, ya que lo que necesitamos hoy es dejar pasar ante nuestra alma todo el sentido y el espíritu del asunto, no los detalles particulares. La antigua tradición hebrea reconocía un llamado "Año Jubilar". Era un año de conciliación y reconciliación universal. Se celebraba después de 49 años solares, que suman algo más de 50 años lunares. En este año de reconciliación, las personas se perdonaban mutuamente por diversas cosas de las que se consideraban culpables: los deudores podían o debían ser liberados de sus deudas, las propiedades debían ser devueltas a los que las habían perdido, y cosas por el estilo. Era un año para equilibrar las cosas, para reconciliar los 7 x 7 años solares con los 50 años lunares -en realidad 50 años lunares y medio, pero se puede llamar 50 porque este año duraba un tiempo y proporcionaba el punto de partida para el cálculo. Por lo tanto, un período de Jubileo duraba 50 x 354 3/8 días; durante este período se acumulaban todas las diversas cosas que necesitarían ser equilibradas.-Si se tiene en cuenta que este Año Jubilar era un tiempo para reconciliar 49 (que es igual a 7 x 7) años solares con 50 años lunares, se puede decir que está ordenado de acuerdo con el número 7. Por lo tanto, la institución del Año Jubilar se basaba en una cierta conciencia del significado del séptimo.

Hoy queremos hacer presente el espíritu de la cosa para nuestras almas, por lo que debemos prestar especial atención a lo siguiente. Queremos ver cómo habría sido vivir en los antiguos tiempos hebreos cuando se decía: experimentamos el curso de los días, uno tras otro. Después de 354 días, comienza un nuevo año. Y después de experimentar 49 o 50, respectivamente, - años seguidos, entonces comienza un año festivo especial para la humanidad. Y ahora imagínense cómo hubiera sido si, acompañando a todo lo vivido, se tuviera conciencia de que han pasado 7, 8 o 9 años desde el Año Jubilar, y que habría que esperar un cierto número de años para el siguiente Año Jubilar. Esto no se establece de forma arbitraria, sino que se establece sobre la base de una división oculta según ciertos números.

No hay que dudar de que los que vivieran 24 años después de un Año Jubilar estarían contando 24 años atrás hasta el último Año Jubilar y 26 años adelante hasta el siguiente. Eso les da cierto grado de acceso a esos tiempos. En otras palabras, las almas humanas aquí en la tierra estaban ocupadas con algo que las involucraba en una relación numérica particular, y este orden numérico afectaba la forma en que sentían las cosas: este orden numérico fluía a través de sus almas en una corriente ininterrumpida. En el curso de miles de años, las almas humanas se acostumbraron a vivir con lo que acabo de caracterizar. Y como saben, las experiencias que se repiten una y otra vez se imprimen en la vida. Pasan a formar parte de la vida que moldea el alma y le da su configuración. Así, investigando a los antiguos hebreos, se descubre una conciencia para un orden temporal particular que vivía en sus almas, una configuración temporal particular que se expresaba en su conciencia del paso de un Año Jubilar al siguiente Año Jubilar. Esto daba a cada día una relación especial con el paso del tiempo. El alma se había acostumbrado a un orden que se basaba, por un lado, en el 354, y por otro, en el 49 (7 x 7) - o, respectivamente, en el 50. Y esto acompañaba al alma allá donde fuera.
Esto es comparable a la forma en que es necesario aprender en la juventud los cálculos que uno necesitará utilizar más adelante en la vida; una vez aprendidos, se convierten en una posesión. Se ha establecido una determinada configuración en el alma. Queremos tomar nota de ello mientras pasamos a otra consideración.

Según los cálculos de la astronomía actual, Mercurio gira alrededor del Sol mucho más rápidamente que la Tierra, de modo que si nos referimos a las revoluciones de Mercurio, obtenemos una imagen de la Tierra moviéndose lentamente alrededor del Sol mientras Mercurio se mueve rápidamente. Ahora tengamos en cuenta la órbita de Mercurio. Queremos tomar 354 de ellas -de hecho, podemos tomar 354 3/8 de ellas; y luego queremos multiplicar de nuevo por 49 o, respectivamente, por 50. Basta con imaginarse estos números. Si pensamos en una órbita de Mercurio como una especie de día celestial, entonces 354 de estas órbitas de Mercurio serían una especie de año lunar en el planeta Mercurio. Entonces, tomen 49 o 50 de ellas: eso sería un Año Jubilar celestial. Naturalmente, un Año Jubilar celeste es mucho más largo que un Año Jubilar terrestre, pero, por supuesto, se calcula con referencia a Mercurio.

Por lo tanto, estamos calculando un Año Jubilar que se basa en Mercurio, al igual que los antiguos hebreos calculaban un Año Jubilar basado en la Luna y, respectivamente, en la Tierra. Durante 354 3/8 veces experimentaron un día terrestre tras otro. Un año había pasado. Eso, multiplicado por 7 x 7 (49 o 50), constituía uno de los Años Jubilares de los antiguos hebreos. A esto le corresponderían 354 3/8 órbitas de Mercurio multiplicadas por 50 (o 49). Naturalmente, se trata de una extensión de tiempo totalmente diferente a la de un año terrestre, aunque se basa en los mismos números.

Veamos ahora cómo se determina otro número. Ahora tomemos a Júpiter. Júpiter es mucho más lento, se mueve mucho más despacio. Tarda doce años en dar una vuelta al Sol. Mercurio se mueve mucho más rápido que la Tierra, Júpiter mucho más lento. Ahora tomaremos a Júpiter y consideraremos uno de estos años para Júpiter. En realidad, sería un año de Júpiter, pero como Júpiter está en los cielos donde podemos pensar en una escala muy grande, lo consideramos como un día de Júpiter. Dejaremos que uno de los períodos en los que Júpiter gira alrededor del Sol corresponda a uno de nuestros días terrestres. Entonces 354 3/8 de estos días sumarían un gran año de Júpiter del tipo basado en la Luna: un gran año de Júpiter. No lo multiplicaremos por 7 x 7, sino sólo una vez, porque dura mucho. Utilizando el mismo método, entonces, hemos calculado un Año Jubilar para Mercurio, y uno para Júpiter - un solo y gran año.

A continuación, consideramos otro planeta, uno que no conocían los antiguos hebreos. Sin embargo, conocían su esfera, que consideraban más allá de los planetas; pensaban que era la esfera de cristal que formaba la bóveda de los cielos. Mucho más tarde se descubrió que se podía hablar de Urano como si estuviera allí. Pero podemos considerar a Urano, aunque fue descubierto mucho más tarde. La única diferencia es que los antiguos hebreos pensaron en una esfera en el lugar donde más tarde se ubicó Urano. Tomaremos 49 (o 50) órbitas de Urano, que se mueve muy lentamente - Y ahora compararemos todo esto con los años terrestres.
Cada una de ellas correspondería a un número determinado de años terrestres, ¿no es así? Por tanto, 354 3/8 x 50 revoluciones de Mercurio alrededor del Sol corresponderían a un determinado período de años terrestres. Un gran año de Júpiter, compuesto por 354 3/8 órbitas, correspondería a otro período de años terrestres. Y 49 (50) órbitas de Urano nos darían otro período de años terrestres.

Lo extraordinario es que cada uno de ellos da el mismo número de años terrestres. Se obtiene un número determinado de años terrestres si se toman 50 (49) órbitas de Urano. Se obtiene el mismo número si se toman 354 3/8 de las órbitas de Júpiter, o 50 x 354 3/8 de las órbitas de Mercurio: cada una de ellas produce ese lapso particular de años terrestres. En el caso de Urano, se multiplica por 50, con Júpiter, se multiplica por 354 3/8, y con Mercurio, por 50 x 354 3/8 - en cada caso se obtiene el período que ya he llamado un Año Jubilar celestial (ver Nota) basado en Mercurio. Los tres planetas nos dan el mismo número.

¿Y cómo experimentaban los antiguos hebreos este número? El número es 4182. (Naturalmente, hay ciertas irregularidades que intervienen en esto y que hoy pasamos por alto). En cada uno de los tres casos el número resulta ser 4182. Hay que decir que esto es aproximado, pero se puede investigar con exactitud, ya que las irregularidades se equilibran con los movimientos de compensación: ¡llega a 4182 años terrestres! ¿Y qué habría dicho un antiguo hebreo al respecto? Podría decir: "Aquí en la Tierra, tu alma experimenta 354 3/8 x 50 días en cada Año Jubilar, y eso es un gran año de reconciliación. Pero algo también está sucediendo allá afuera donde se forman los pensamientos cósmicos. Allá afuera viven seres para los que una revolución de Mercurio equivale a uno de vuestros días terrestres. Estos seres también experimentan el macrocosmos de otras maneras, por ejemplo, de una manera que corresponde a vuestra experiencia de un Año Jubilar. Y tal ser os diría que una órbita de Mercurio equivale a un día y que 354 3/8 x 49 (o 50) de estos días equivale a un Año Jubilar calculado sobre la base de Mercurio. El ser también te diría que este mismo número es idéntico a un año de Júpiter y también es idéntico a 50 revoluciones de la esfera celeste".
Los antiguos hebreos tenían razones para calcular el tiempo desde el principio de la Tierra de la siguiente manera - nosotros también situamos un acontecimiento al principio de nuestro cálculo del tiempo terrestre, aunque es un acontecimiento diferente. Según su cálculo, 4182 años después del comienzo de la Tierra sería el tiempo de un gran año cósmico de reconciliación, el año en que el Cristo aparecería en la carne. En otras palabras, la antigua cultura hebrea vivía en un lapso de tiempo que se extendía desde el comienzo de la Tierra hasta la aparición de Cristo en la carne. Este lapso era el de un solo Año Jubilar de Mercurio, un gran año de Júpiter, o 50 revoluciones de la esfera celeste más externa, que ahora conocemos como la órbita de Urano.

En este maravilloso ejemplo se ve cómo se preparaba el alma humana para el gran Año Jubilar cósmico. Era preparada por las instituciones sociales que basaban el cómputo temporal en 354 3/8 y 7 x 7, o sea 50. De este modo, el alma podía experimentar el ordenamiento del cosmos, lo que significa que las formas cósmicas se inscribían en el alma. Esto es algo tremendo. Las conexiones son inmensamente profundas.

Y si ustedes siguen los pensamientos de aquellos que han surgido del judaísmo, verán que estas almas llevaban pensamientos de un cosmos habitado por seres infinitamente elevados. Y suponían que las leyes que rigen los movimientos de los astros anunciarían a sus intérpretes el momento del descenso de Cristo desde la esfera del Sol a la Tierra. Los acontecimientos de allá afuera se pensaban en términos de 354 3/8 y 7 x 7. Allá afuera, las cosas estaban ordenadas de manera que alguien que siguiera el reloj de Mercurio, contando una órbita de Mercurio como un día, pudiera determinar el lapso de un Año Jubilar desde el comienzo de la Tierra hasta el Misterio del Gólgota. Así como el hombre piensa en los comienzos de la existencia terrestre, también los seres cósmicos piensan en ese momento que, para los antiguos hebreos, marcó el comienzo de la Tierra - pero los seres cósmicos piensan a escala cósmica. Mientras tanto, aquí en la Tierra, una institución humana preparaba a las almas humanas para pensar en el gran pensamiento que se extiende ante ellas en los cielos; formaba sus almas para que fueran capaces de aplicar el pensamiento a su propio paso por el tiempo. Aquellos que vivieron en el tiempo de la venida de Cristo y que pudieron comprender el lugar del Misterio del Gólgota en el curso de los tiempos fueron hombres que habían pasado por esta preparación y cuyas almas habían sido moldeadas por ella. Por eso sabían que el Misterio del Gólgota se acercaba. De este modo, pudieron escribir los Evangelios, ya que pudieron comprender lo que había detrás del descenso del Espíritu del Sol cósmico a la Tierra. Tal comprensión presupone que el alma ha sido preparada.

He aquí un maravilloso ejemplo de cómo las instituciones sociales que han sido ordenadas espiritualmente por los iniciados pueden preparar al alma humana para entender un acontecimiento - o para comprenderlo por completo. ¿Qué nos muestra esto? Profundiza nuestra comprensión de por qué debemos utilizar nuestra conciencia despierta para dar forma a nuestra vida social humana de manera que esté relacionada con el mundo de las estrellas. El Misterio del Gólgota no puede entenderse -no se puede poner al alcance de la razón- hasta que se haya comprendido la conexión de la propia razón con el curso de las estrellas. Esto se expresa en relaciones numéricas. Así, todo lo que está relacionado con nuestra conciencia despierta está conectado - consciente o inconscientemente - con la secuencia ordenada de los astros. En este caso, fue determinado conscientemente por los iniciados. Y así, emergiendo de las profundidades de nuestras almas, estas cosas comienzan a hacer su aparición en las formas que les he descrito, en sueños o en los relámpagos de genio de un hombre como Weininger. Como expliqué ayer, estas cosas no pertenecen al curso actual de las estrellas y sólo se desarrollarán en encarnaciones posteriores.

Entonces, ¿con qué están relacionadas estas cosas? Todas las cosas que son pensadas consciente o inconscientemente por nuestra cabeza y sentidas por nuestro corazón, -en resumen, todo lo relacionado con nuestra conciencia despierta- corresponde al movimiento de los astros. ¿Qué corresponde, entonces, a las cosas que ocurren en nuestros estados de conciencia más oníricos o llenos de fantasía y que a menudo llenan nuestros estados de ánimo más inspirados? Estas últimas corresponden más bien al mundo elemental de los acontecimientos naturales, el mundo del que dependen cosas como los truenos y las tormentas y el granizo y los terremotos. Y de esta manera podemos mirar profundamente a la naturaleza. Comienza a aparecer ante nosotros como ha aparecido ante los hombres que están en cierto grado iniciados y que siempre han preguntado: "¿Qué es, entonces, esta parte de la naturaleza que no está regulada por el curso regular del sol y la luna y sus similares - esta parte de la naturaleza que no procede regularmente o de acuerdo con las reglas? ¿Cuál es la naturaleza de la lluvia, del granizo, de las tormentas, de los truenos, de los terremotos, de las erupciones volcánicas? Y estos iniciados siempre han respondido: "¡Aquí la naturaleza aparece como un sonámbulo!".

Y ahora miremos la progresión de las estrellas. Tanto en sus relaciones regulares y numéricas como en sus conexiones ocultas, nos presenta la representación macrocósmica de nuestra conciencia despierta. Contemplemos a continuación nuestra conciencia onírica y todo lo que en mayor o menor grado se expresa en ella. Allí encontramos reflejados todos los sucesos irregulares del mundo exterior. Mirando hacia el cielo, contemplamos la representación externa, macrocósmica, de nuestra conciencia de vigilia. Mirando hacia abajo, hacia la Tierra y sus manifestaciones, encontramos a la naturaleza como un sonámbulo, un soñador sonámbulo, que es el espejo y la imagen exterior de lo que ocurre en el fondo de nuestras almas. Nuestro espíritu despierto piensa de acuerdo con la astronomía. Nuestra alma soñadora, llena de fantasía, a menudo sonámbula, vive y teje en armonía con la gran conciencia sonámbula de la naturaleza terrestre. Es una verdad profunda.

Entre hoy y mañana, reflexiona sobre hasta qué punto la astronomía gobierna tu conciencia de vigilia, y hasta qué punto la meteorología gobierna en tu inconsciente. Ayer, Otto Weininger nos dio un ejemplo de un hombre en el que la astronomía llegó a expresarse sólo para ser oscurecida por las nubes meteorológicas. Mañana hablaremos más sobre este tema.
Traducido por J.Luelmo abr.2022




Nota En aras de la claridad, se muestran aquí los cálculos astronómicos exactos para los tres casos tratados (un año solar / 365,26 días):

Año Jubilar Cósmico:
Órbita de Mercurio, 87,97 días x 354 3/8 x 49 = 4.182 años

Año de Júpiter:
Órbita de Júpiter, (11,86 años = 4.332,59 días)
4.332,59 días x 354 3/8 = 4.203 años

Urano:
Órbita de Urano, (84,01 años = 30.688,39 días)
30.688,39 días x 49 = 4.117 años
x 50 = 4.201 años