GA312 Dornach, 30 de marzo de 1920 - Propiedades curativas de las plantas y los minerales

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 RUDOLF STEINER

La Ciencia Espiritual y la Medicina


Dornach, 30 de marzo de 1920

 

DÉCIMA CONFERENCIA : 

Efecto producido por Anisum vulgare, Cichorium intybus, Equisetum arvense, Fresa silvestre, Lavanda, Melisa - Relación del organismo humano con el reino vegetal y el reino mineral - Propiedades curativas de las plantas y los minerales. Nutrición - Dieta cruda - La cocción como proceso curativo - Hombre periférico y central - Digestión, secreción, formación de la orina y del sudor - Sífilis - Formación del organismo femenino - Importancia de la hembra y del macho para la ontogénesis.

Es natural y obvio que en estas conferencias busquemos el método por el cual el estudio de la medicina pueda ser fecundado y acelerado, y que no nos perdamos aquí en detalles atomizados que pueden tener una importancia meramente relativa. El estudio metódico de las relaciones entre la naturaleza externa y el hombre puede tender a dotar a cada individuo humano de los medios para observar la naturaleza de forma independiente. Por ello, citaremos algunos ejemplos concretos que pueden indicar un camino en cierto sentido, hacia un reino particular.

Por supuesto que la investigación científico-espiritual propiamente dicha, al brindar principios reguladores, puede descubrir muchas cosas que pueden ser verificadas en el sentido señalado ayer en el discurso del Dr. S. Por otra parte, si uno aplica estos principios metódicamente, resultan ser esclarecedores para muchas experiencias. Quisiera poner ante ustedes algunos casos ilustrativos que pueden ser de gran importancia. Limitémonos por el momento al mundo vegetal, y consideremos el efecto general del anís (Anisum Vulgare) sobre el organismo humano. 

Encontraremos que sus efectos característicos son el aumento y la excitación de las funciones secretoras, principalmente en la secreción y excreción de orina, de leche y también de sudor. ¿Cómo se produce este efecto? Encontraremos con esta planta particular, que este efecto está ligado a las porciones minuciosamente distribuidas de hierro o de sales de hierro, que el anís contiene. Así que podemos observar, por nosotros mismos, que la eficacia curativa del anís depende del hecho de que quita de la sangre las fuerzas que trabajan normalmente por medio del hierro, y las empuja por un tiempo a la región por debajo de la esfera de la sangre.

El estudio de ciertas plantas que actúan preferentemente sobre el sistema medio (rítmico) (es decir, entre el exterior y el interior, o entre la superficie del cuerpo y el corazón) nos muestra con especial claridad cómo se extienden sus efectos a diferentes regiones; y esto nos proporciona hilos conductores para averiguar de forma racional los remedios curativos. Estudiemos, por ejemplo, una planta que es a este respecto un instructor en el reino de la naturaleza; Cichorium intybus, la achicoria. 

De esta planta podemos aprender una variedad de hechos sobre nuestros cuerpos humanos, sólo con que nos tomemos la molestia de hacerlo. Encontramos que el Cichorium intybus no sólo es un antídoto para la debilidad digestiva, sino también para la debilidad de los órganos inmediatamente expuestos al mundo exterior. Su segunda particularidad benéfica es una influencia directa sobre la propia sangre, impide que ésta sea floja en los procesos esenciales y evita que admita perturbaciones en la composición del propio fluido sanguíneo. Por último, y de forma muy valiosa, los efectos curativos de Cichorium intybus llegan hasta nuestra periferia y, en determinadas condiciones, pueden afectar a los órganos de la cabeza, pero especialmente a los de la garganta y el pecho, y a los pulmones. Esta amplia gama de fuerte acción en cada parte del ser humano hace que el Cichorium intybus sea un tema tan interesante para la investigación. Uno encuentra que sus efectos se extienden en forma de abanico en muchas direcciones. Podemos preguntar, por ejemplo: ¿Cuál es el origen de la reacción contraria a la digestión débil? Encontraremos que este efecto se debe a la sustancia amarga extraída de la planta, que afecta tan fuertemente a nuestro sentido del gusto. Este extracto amargo, que aún conserva su naturaleza de sustancia vegetal, tiene afinidad con aquellas sustancias del hombre que aún no están debidamente elaboradas y que todavía se asemejan a su aspecto externo original.

Debemos recordar que las sustancias que ingerimos se modifican al principio de forma comparativa en su paso por el estómago. Luego son alteradas aún más por los intestinos, pasan a la sangre y tienen su etapa más lejana de transformación en la periferia humana, la piel, así como en los sistemas óseo, nervioso y muscular. Todas las sustancias extractivas son fuertemente afines a las materias primas externas, antes de que hayan sido transformadas.

Cichorium intybus contiene también sales alcalinas, por ejemplo, potasio. Es aquí donde debemos ver el origen de sus efectos sobre la sangre. Así podemos observar en esta planta cómo las fuerzas de trabajo divergen. Las fuerzas situadas en las sustancias extractivas son atraídas a los órganos de la digestión por afinidad natural. Las fuerzas inherentes a las sales alcalinas, son atraídas por afinidad natural hacia los órganos relacionados con la sangre o la sangre misma. Cichorium intybus también contiene ácido silícico (silicio) en un grado considerable. Esta sustancia actúa a través del torrente sanguíneo y más allá de él, en los órganos periféricos hasta llegar a la estructura ósea a través del sistema nervioso y el sistema muscular. Así que el Cichorium intybus nos dice realmente "aquí estoy yo y me dejo dividir en tres, de modo que tengo efecto en las tres divisiones del organismo humano". Tales son los experimentos de la propia Naturaleza, y son siempre mucho más valiosos y significativos que los realizados por el hombre; porque la Naturaleza es mucho más rica en sus propósitos de lo que podemos ser nosotros, al plantearle nuestras preguntas en forma experimental.

Otra planta llena de interés en este sentido es Equisetum arvense (la cola de caballo). 

cola de caballo

Aquí también encontramos fuertes efectos como antídoto contra la digestión débil y también fuertes efectos en la periferia del marco humano. Si preguntamos a qué se deben estos efectos periféricos, encontramos de nuevo que se deben al contenido de silicio de la planta. Y estos dos ejemplos pueden ser multiplicados muchas veces, por cualquier estudio minucioso de la medicina y de la botánica. Tal estudio comparativo demostrará siempre y en todas partes, que todas las sustancias que se mantienen cerca de la naturaleza de la planta, como extractos, se relacionan con el tracto digestivo; y que las sustancias que tienden al reino mineral, es decir, el ácido silícico, trabajan automática e irresistiblemente hacia afuera, desde el centro del ser humano a su periferia, y tienen su efecto curativo en esa periferia.

Otra planta magníficamente eficaz, sencilla y humilde pero infinitamente instructiva, es la Fragaria vesca, la pequeña fresa silvestre del bosque. Sus propiedades medicinales sólo se han oscurecido porque se come; y en este caso la organización del que come enmascara por así decirlo los efectos de la planta. Pero sería bueno probar la planta en personas todavía sensibles, susceptibles, y que no comen a menudo fresas. En estas personas, el sorprendente valor de la fresa silvestre se revelaría de inmediato. 

Fragaria vesca

Por un lado, es especialmente potente para normalizar la formación de la sangre. Incluso se puede prescribir con beneficio en casos de diarrea por esta razón; las fuerzas en la esfera orgánica inferior que se desvían de su curso normal pueden ser, por así decirlo, restauradas a su camino correcto, es decir, en el propio sistema sanguíneo. He aquí, pues, por una parte, una fuerza esencialmente activa en la formación de la sangre. Por otra parte, la fresa silvestre contiene también ácido silícico, que favorece la estimulación de toda la periferia. La fresa silvestre es, en efecto, un espléndido multum in parvo (mucho en un pequeño espacio). Tiende, por su contenido silíceo, a estimular la acción de la periferia en nuestro organismo. Entonces, como esta estimulación periférica significa un cierto riesgo, si se conduce demasiado ácido silícico a la periferia que no haya una corriente simultánea de sustancias nutritivas en la misma dirección, y que la corriente sanguínea no se enriquezca simultáneamente lo suficiente para nutrir estas zonas estimuladas por los silicatos - la fresa silvestre misma prepara la sangre que debe transmitirse. Expresa y manifiesta de forma notable, justo lo que debe hacerse, para equilibrar y ayudar a los procesos activados por los compuestos silíceos en la periferia de nuestro organismo humano. Así, la naturaleza nos da, en ejemplos aislados como éste -que podrían multiplicarse considerablemente-, notables atisbos de posibilidades que pueden convertirse en práctica, si tenemos la intuición de buscar la naturaleza correctamente.

Desde el mismo punto de vista, llamaré su atención sobre otro ejemplo. Estudien el amplio campo de acción de plantas como, por ejemplo, la Lavándula. Por un lado, los componentes de la lavanda son poderosos remedios para lo que puedo llamar "condiciones negativas del alma", que aparecen como desmayos, neurastenia, parálisis, etc. Así, la lavanda actúa sobre la superficie y las extremidades humanas, expulsando el cuerpo astral que ha dominado al físico.

Al considerar la aplicación de remedios herbales -y de hecho todas las sustancias- que han demostrado ser beneficiosas en casos de lo que podemos llamar estados anímicos negativos, deberíamos hacer bien en preguntar si existen condiciones negativas opuestas, como, por ejemplo, la amenorrea en las mujeres. Se encontrará invariablemente que la misma sustancia es efectiva en ambas direcciones. Una planta de este tipo es la menta melisa, que es un remedio contra el vértigo y los desmayos y, al mismo tiempo, un potente ecbólico.

Estos ejemplos se han citado para mostrar la posibilidad de seguir el proceso que ocurre en la planta a través de su semejanza con el proceso interno en el hombre. Sin embargo, debemos tener en cuenta esta reserva: la planta es realmente afín sólo a una parte de la naturaleza del hombre. Quisiera pedir a todos los que se limitan (con cierto grado de fanatismo) a los remedios vegetales únicamente, que tengan esto en cuenta. El hombre está constituido de tal manera que comprende y contiene todos los reinos de la naturaleza en sí mismo; además del reino humano, ha habido un parentesco durante los períodos de formación del hombre, en sus etapas evolutivas, con todos los demás reinos de la naturaleza. En efecto, en el curso de la evolución, hemos depositado, por así decirlo, estos reinos de la naturaleza fuera, y a su vez somos capaces de reabsorber lo que es necesario para nosotros. Sí, es realmente un proceso de reabsorción, de retorno. Y este hecho de reabsorción y retorno es muy significativo.

Los elementos más recientemente desprendidos en el curso de la evolución, deben ser los más pronto reabsorbidos en cualquier proceso curativo. Dejaremos, por el momento, el mundo animal para una consideración posterior. Es evidente que en el curso de la evolución hemos desprendido el reino mineral propiamente dicho en una fecha posterior a la del vegetal y, por lo tanto, es obvio que buscar las relaciones sólo con las plantas es simplemente unilateral. Sin embargo, el reino vegetal conserva para nosotros su significado instructivo, y no sólo porque si las plantas nos curan, lo hacen, no sólo por su naturaleza esencial como plantas, sino también por aquellos ingredientes en su composición que pertenecen al reino mineral. Al mismo tiempo, debemos tener en cuenta que la planta modifica y transforma una parte de sus elementos minerales y que la parte así modificada no es curativa en un grado tan alto como el residuo mineral no modificado. Así, el ácido silícico (silicio) que ha sido "superado" y absorbido en los procesos de la planta, no es un remedio tan poderoso como el silicio en su forma mineral, pues en este caso el organismo humano está mucho más estimulado y requiere un mayor esfuerzo para asimilarlo y tomarlo en la unidad humana, que en la asimilación del silicio en su forma vegetal modificada.

Hay que subrayar siempre que el hombre debe desarrollar fuerzas mayores cuanto mayor es las fuerza que se le opone. Y las fuerzas inherentes a las sustancias minerales, que deben ser asimiladas y superadas, son incontestablemente mayores que las de la materia vegetal. (Me permito interpolar aquí la afirmación enfática de que no estoy haciendo propaganda de nada en absoluto, sólo estoy exponiendo hechos). La diferencia entre la alimentación animal y la vegetal se basa en el principio que acabamos de exponer. Si vivimos con alimentos exclusivamente vegetales, nuestro propio ser humano tiene que asumir toda la parte del proceso que el animal realiza por nosotros, después de haber comido y asimilado las plantas, y llevado la sustancia una etapa más allá. Podemos decirlo así: el proceso llevado a una cierta etapa por la planta misma, es entonces llevado más allá por el animal. El proceso formativo del organismo animal se detiene en este punto, (ver Diagrama 18, rojo) mientras que en la planta se detiene aquí (Diagrama 18, blanco).

diagrama 18

El consumidor de carne prescinde del proceso digestivo particular que se realiza en el animal; deja que el animal lo haga por él. Por lo tanto, el consumidor de carne no desarrolla esas energías particulares que deben ser y son desarrolladas por la sustancia vegetal, y que él mismo debe llevar al punto necesario. Por lo tanto, el organismo tiene que movilizar otras fuerzas bastante diferentes para tratar con el alimento vegetal que las que tiene con el alimento cárnico. Estas fuerzas, estas fuerzas potenciales de superación, utilizadas o no, están ahí: existen en nosotros y si no se utilizan retroceden, por así decirlo, en el organismo, y se activan - con el efecto general de causar un gran agotamiento e irritación al individuo. Por lo tanto, es necesario enfatizar fuertemente que si se adopta una dieta vegetariana hay un alivio considerable de la fatiga. El hombre se vuelve más capaz de trabajar porque se acostumbra a recurrir a las fuentes de energía inherentes, lo que no hace, sino que convierte en fuentes de perturbación una dieta de carne. Como ya quedó claro, no estoy "agitando" nada. Sé que incluso los médicos homeópatas me han asegurado en repetidas ocasiones que las personas inducidas a abandonar los alimentos cárnicos se exponen así a la tisis. Sí, eso puede ser posible. Sin embargo, los hechos descarnados que se acaban de exponer, permanecen intactos es así, más allá de toda disputa. Sin embargo, admitiré libremente que hay organismos humanos entre nosotros que no pueden tolerar la comida puramente vegetal, que requieren carne en su dieta. Esto depende de cada caso.

Cuando admitimos la necesidad de crear una relación con el reino mineral y las fuerzas minerales en el proceso curativo, nos lleva a considerar otro requisito terapéutico. Nos lleva a considerar un tema que ha sido muy discutido, pero que en mi opinión sólo puede ser resuelto - o incluso realmente entendido - si se aborda desde el punto de vista de la ciencia espiritual.

Para comprender la naturaleza del proceso curativo es muy importante, según me parece, tratar la cuestión del valor comparativo de los alimentos preparados, es decir, cocinados, y los alimentos en estado crudo. De nuevo debo pedirles -y en este tema especialmente- que no me tomen por un agitador, ni a favor ni en contra de ninguno de los dos métodos. Pero debemos examinar, de manera totalmente imparcial, los hechos reales del caso. Si la gente come alimentos cocinados y preparados, y asimila las fuerzas que quedan en ellos, está realizando externamente un oficio que debe realizar el propio organismo en el caso de los alimentos crudos. El hombre deposita en el proceso de cocción, en todas sus formas, algo que debe hacer su organismo. Además, el hombre está construido de tal manera que en nuestra periferia estamos interrelacionados con toda la naturaleza exterior, pero en nuestro "centro" -al que pertenece esencialmente nuestra digestión- nos separamos de la naturaleza y nos aislamos como individuos. Intentemos representar esta diferencia, en forma de un esbozo. (Véase el diagrama 19). 

diagrama 19

A través de nuestra periferia (verde en el Diagrama), estamos estrechamente entrelazados con el cosmos, y nos individualizamos en el proceso digestivo hasta la formación de la sangre (rojo en el Diagrama); de modo que este tracto digestivo es el escenario de varios procesos independientes de los procesos externos de la naturaleza, en los que el hombre mantiene su entidad individual como distinta de los procesos externos - al menos más que en la región polar, donde el hombre está totalmente insertado en los procesos externos. Quizás pueda hacer esto más comprensible si añado lo siguiente: Ya he descrito cómo el hombre está incluido en todo el cosmos mediante la operación de las fuerzas formativas del plomo, el estaño y el hierro dentro de las regiones aquí coloreadas de verde. En las regiones marcadas en rojo, actúan las fuerzas formativas del cobre, el azogue y la plata. El equilibrio lo tiene el oro, esas fuerzas localizadas principalmente en el corazón. Referirse al hombre de este modo significa considerarlo en cierto modo como un dedo que es un órgano de todo el cosmos. Implica una interacción e integración con todo el cosmos. Pero en el tracto marcado aquí (ver Diagrama 19) se encuentra la contradicción contenida en el hecho de que el hombre, en la digestión y en las funciones aliadas, se separa del proceso general del mundo - y lo mismo ocurre con el proceso complementario del pensar y la visión, donde se individualiza una vez más. Por ello, el hombre tiende a mostrar, por así decirlo, una obstinada exigencia individual en todo lo que se refiere a la digestión; y esta autoafirmación instintiva se manifiesta en el hábito de cocinar [es decir, cambiar] las materias primas de nuestros alimentos. Este instinto exige que lo que está alejado de la naturaleza sea utilizado para el consumo humano. Porque si se consumiera en estado crudo, el ser humano medio sería demasiado débil para elaborarlo. Para usar una aparente paradoja, comer sería un proceso perpetuo de tratamiento correctivo, si no cocináramos nuestros alimentos. Por lo tanto, comer alimentos crudos es un proceso mucho más curativo que comer alimentos cocinados, ya que estos últimos son mucho más nutritivos. En mi opinión, hay un significado extraordinario en el hecho de que el consumo de alimentos crudos es mucho más un proceso reparador que el consumo de alimentos que han sido cocinados. La dieta de alimentos crudos es mucho más en la naturaleza del tratamiento curativo específico, que los alimentos cocinados. Puedo añadir, además, que todos los alimentos cocidos tienen una eficacia algo retenida y permanecen dentro de la región marcada en rojo en el diagrama (véase el diagrama 19); mientras que la sustancia introducida en el cuerpo, en su estado natural sin cocer, como la fruta, actúa más allá del tracto alimentario, y llega a manifestarse en la periferia, por ejemplo, haciendo que la sangre lleve su poder nutritivo a la región periférica.

Pueden ustedes confirmar estas afirmaciones de la siguiente manera, y de hecho tales pruebas deben hacerse. Supongan que intentan un tratamiento curativo con sustancias silíceas; después pongan a su paciente durante un tiempo en una dieta de alimentos crudos y verán cómo aumenta materialmente el efecto del silicio, porque están contribuyendo con más fuerzas a su operación periférica; apoyan su actividad formativa, su tendencia a armonizar las deformaciones. Por supuesto, no me refiero a las malformaciones groseras que se manifiestan en deformaciones anatómicas, sino a las deformaciones que permanecen en el ámbito fisiológico. Aclararlas es la tendencia del silicio, y aquí se apoya la tendencia mediante la administración de una alimentación adecuada, mientras se procede a la cura. Estas combinaciones son las que quiero destacar en nuestro estudio de los métodos, porque su funcionamiento es tan sumamente significativo y porque -como creo- hasta ahora, tan poco estudiado y comprendido. Se estudian hasta cierto punto, es cierto, pero empíricamente, sin buscar una "proporción"; y por ello podemos encontrar tan poco motivo de satisfacción al considerar los trabajos ya disponibles en este campo.

En todos estos aspectos, hay que tener en cuenta la individualidad. Por eso ya he aprovechado la ocasión para señalar que apenas es posible hacer alguna afirmación, en este campo, que no sea por otra parte incorrecta en algún sentido. Pero debemos tomar las cosas referidas como nuestras líneas directrices, aunque en un caso particular debemos ser capaces de decir: en este caso no puedo prescribir la dieta cruda, porque produciría esto o aquello, en esa constitución individual particular. En este caso es aconsejable, pero en otro caso sería perjudicial. Sin embargo, las líneas principales de causa y efecto son como las hemos descrito aquí. Sólo a través de tales interacciones, es posible ver en profundidad la constitución humana como un todo. Hay que distinguir especialmente entre la periferia, donde el hombre está más incrustado en todo el cosmos y sólo puede ser afectado por la introducción de minerales -que están tan alejados del hombre- y, por otro lado, las regiones que he designado rojas. Estas regiones rojas pueden ser influenciadas y curadas por remedios vegetales, así como por la administración de sustancias que son eficaces debido a su cualidad salina inherente: es decir, todos los carbonatos; mientras que todos los compuestos alcalinos son como el punto medio y el equilibrio entre los dos. (Véase el diagrama 19, amarillo). Así tenemos en una secuencia: carbonatos, álcalis y silicatos, o ácido silíceo propiamente dicho.

Estos son, pues, los factores que indican la relación del hombre con la naturaleza que le rodea. Visualizamos al hombre, dividido en dos partes, por así decirlo, y encontramos en él una región intermedia, que provoca la oscilación del péndulo entre estos extremos. Y debemos reconocer que esta discriminación entre el hombre periférico y el hombre individualizado más central, nos lleva a las profundidades de la naturaleza. El hombre es afín a todas las cosas extraterrestres a través de su periferia, como lo demuestra la eficacia de las sustancias minerales, que a su vez están bajo el dominio de los planetas y las constelaciones estelares. Centralmente, como individuo está relacionado con todas las cosas terrestres. A través de esta afinidad terrenal, que se expresa más plenamente en el sistema digestivo, el hombre es también este individuo humano concreto que tiene el poder de pensar y es capaz de evolucionar como hombre.

Podemos considerar el dualismo en el hombre como un dualismo de lo extraterrestre, los elementos cósmicos en él, y los que pertenecen a la tierra. En el organismo humano existe una clara división entre lo cósmico y lo telúrico, y ya he llamado su atención sobre cómo la región periférica, la extraterrestre, se refleja, por así decirlo, en el hombre, al poseer una organización espiritual y, al mismo tiempo, el polo opuesto, una organización digestiva. Todo lo que tiene que ver con la eliminación de los productos digestivos y todo lo que tiene que ver con la eliminación en el cerebro, y proporciona la base para la actividad mental - todas estas cosas por igual se refieren a la periferia, el hombre celeste. Por extraño y contradictorio que parezca, esto es así. Por otra parte, todos los procesos del hombre, ya sean de naturaleza fluida o más gaseosa, que están relacionados con la formación de la orina o del sudor, son indicaciones del hombre terrestre como ser que se individualiza. Estas dos polaridades de la naturaleza humana, que luchan entre sí, deben parecernos muy significativas.

Hasta donde yo sé, esta dualidad humana particular no ha sido aludida ni tratada, en los tiempos modernos, de manera terapéutica. Porque, como se percibe, todos los temas de nuestra investigación están destinados a unir la terapéutica y la patología; la terapéutica y la patología no deben ser dos dominios separados. Por eso los temas de estas discusiones tienen una orientación terapéutica; lo que se aprecia patológicamente nos hace pensar en términos terapéuticos. Esta es la razón de mi método para exponer las cosas aquí, y por supuesto se pueden hacer fácilmente objeciones, por parte de aquellos que no tienen en cuenta esta orientación terapéutica.

Por ejemplo, quien estudia el origen externo de la sífilis debe sin duda sacar en claro hasta qué punto debe haber infección (aproximadamente al menos) para que se desarrolle la sífilis propiamente dicha. El mero hecho de enunciar esto de forma abstracta nos lleva a una emancipación de la patología. Perdonen una comparación un tanto burda: la infección o el contagio real en la sífilis no tiene más importancia que el hecho de que para que surja un chichón en la cabeza es necesario recibir un golpe con una piedra o algún otro objeto duro. Por supuesto, no habrá chichón, si no hay golpe, ni lesión por la caída de una baldosa, etc.; pero esta afirmación particular sigue siendo infructuosa en cuanto al tratamiento. Porque -para continuar con nuestra comparación- las circunstancias de una lesión por lanzamiento de piedras u otras, pueden tener una gran importancia social, pero estas circunstancias no significan nada en absoluto en el examen del organismo con vistas a su curación. Debemos examinar el organismo humano de tal manera que encontremos en él los factores que intervienen en la terapéutica. En el tratamiento de la sífilis, los factores mencionados anteriormente desempeñan un papel destacado y arrojan luz sobre el proceso curativo. Lo que aquí y ahora se pone ante ustedes, se pone así, no tanto por la patología como por la fundación del puente entre la enfermedad y la cura.

Digo esto porque me gustaría caracterizar que estos argumentos se están cultivando aquí por un cierto espíritu - y esto se hará más evidente con cada día que pasa.  Y como hoy en día se tiende a emancipar cada vez más la patología y a no dirigirla hacia la terapia, también se aleja el pensamiento de cosas fructíferas que, si se persiguen de forma correcta, son tremendamente significativas para la búsqueda de procesos de curación. Entonces, la pregunta es: ¿Cuál es el significado de esta dualidad en el organismo humano entre el ser humano periférico, por así decirlo, cósmico y el ser humano central terrenal, telúrico? Los dos miembros humanos son sistemas de fuerzas que se expresan de diferentes maneras. Todo lo periférico se expresa como formativo. Y el último acto, quiero decir, de lo periférico es el que se expresa totalmente en la periferia del ser humano y le da su forma humana.

Casi se puede decir: estudien ustedes el comportamiento del cabello en relación con el ácido silícico, y vean cómo, en la periferia del ser humano, lo formativo en el propio ser humano interactúa con lo formativo en la piedra. Se puede estudiar hasta qué punto el hombre se deja intervenir, o se resiste a esta intervención, por el propio poder que el ácido silícico conserva o no conserva sobre la principal formación humana. Por supuesto, siempre hay que mirar al ser humano junto con el resto de su estatura. Pero si se pasea hoy por la calle y se observan las calvas juntas, se puede ver hasta qué punto la gente se inclina por aceptar o resistir el proceso de formación del ácido silícico. Así se obtiene la visión inmediata que también se puede adquirir sin una verdadera clarividencia, pero que sólo se puede adquirir si se permite entrar en la eficacia de la propia naturaleza. 

diagrama 20

Se trata de fuerzas preferentemente formativas que aparecen allí, y no de fuerzas formativas celulares, sino de fuerzas formativas totales que tienen su expresión final en la forma del propio ser humano, por lo que naturalmente incluyo en la forma toda la configuración de la piel, esté más o menos cubierta de pelo y similares. Por otro lado, en lo que está más centralizado, lo que está más conectado con el carbono y el ácido carbónico, se encuentra la disolución de la forma, la destrucción, los trabajos de disolución allí. Vivimos del hecho de que continuamente queremos destruir y disolver la forma dentro de nosotros y que la forma continuamente quiere volver a producirse desde el cosmos. Como seres humanos, vivimos del hecho de que constantemente queremos deformarnos en relación con la forma y que estas deformaciones son siempre compensadas por el cosmos. Se trata de una dualidad que reside en el ser humano, esta conformación y esta deformación. Trabaja conjuntamente en la organización humana. Y ahora imaginen que por un lado tienen las fuerzas formativas periféricas, cósmicas (ver diagrama 20, flechas desde arriba), que actúan en el ser humano. Se encuentran en el corazón con las fuerzas terrestres. Les he explicado cómo se crea un equilibrio a través del corazón. Pero supongamos ahora que estas fuerzas periféricas que actúan en el ser humano, que en realidad tienen su tendencia final a ir al corazón, se acumulan primero en la organización del propio corazón antes de llegar a la congestión del mismo (ver diagrama 20, flechas de la derecha).  Supongamos que se reprimen antes de llegar a la gran congestión en el corazón, como una pre-acumulación, por así decirlo, de modo que tendríamos entonces algo en el ser humano que muestra en un pequeño grado, sin embargo, cómo se desarrolla el proceso cósmico, extraterrestre, de formación en el ser humano.  Supongamos que estas fuerzas que se contraponen también aquí, que también actúan a través de la digestión y a través de la transformación del proceso digestivo hacia el corazón, se filtraran antes de llegar al corazón, de modo que lo terrenal se filtrara aquí (ver diagrama 20, a la derecha). 

Entonces, tomando estos dos bifurcaciones, tendríamos aquí una concentración de todo lo que es espiritual y físicamente formativo en el hombre, y al mismo tiempo asociado con todas las actividades secretoras en la cabeza y los intestinos; un depósito de fuerzas que no vienen al encuentro de la acción del corazón, sino que crea de antemano una especie de corazón accesorio que funciona al lado del corazón. Aquí, por el contrario, tenemos una especie de acción digestiva accesoria, formada por una divergencia de las fuerzas que se originan en la tierra y sus sustancias y que actúan en el hombre, deformando y disolviendo su forma. Entonces la dualidad en el hombre se establecería y expresaría orgánicamente; así es como aquí surgen los órganos sexuales femeninos, el principio sexual femenino, y allí el principio masculino. (Véase el diagrama 20). En efecto, esto da la posibilidad de estudiar la organización sexual femenina a la luz de su dependencia de las fuerzas formativas cósmicas periféricas. Y existe la posibilidad de estudiar la organización sexual masculina, incluso sus formas específicas, si la consideramos como dependiente de las fuerzas telúricas de disolución de la forma.

Este es el enfoque para la comprensión realmente científica de nuestra constitución humana hasta estas regiones. Aquí está también el camino del descubrimiento de remedios vegetales, por ejemplo, ricos en poder formativo, que pueden ser eficaces para restaurar las fuerzas formativas paralizadas y defectuosas en el útero. Si se estudian las fuerzas formativas de esta manera, se encontrarán también las fuerzas formativas en las plantas y los minerales Esto se considerará más particularmente, pero por el momento debo esbozar la relación a gran escala. Si en el futuro estas cosas se ven claramente, entonces empezaremos a tener realmente una ciencia de la Embriología. Hoy en día no tenemos tal ciencia, porque no hay conciencia del fuerte impacto del reino cósmico en el comienzo del desarrollo embriológico. Las fuerzas cósmicas son tan fecundantes en sus operaciones como la propia semilla masculina. Las primeras etapas de la evolución embriológica humana deben ser estudiadas íntegramente como parte de la relación del hombre con el cosmos. Lo que fue, por así decirlo, inyectado con la semilla masculina emerge a medida que pasa el tiempo, pues las fuerzas formativas que el cosmos tiende a proyectar en el organismo femenino son tan deformadas por la operación del elemento masculino, que la tendencia cósmica hacia una forma total se diferencia en la dirección hacia órganos separados. El papel de la organización femenina va hacia la totalidad de la estructura del hombre; el papel de la organización masculina, a través de la operación de la semilla masculina, es la especialización, la diferenciación, es decir, el moldeado de los diversos órganos, y por lo tanto la deformación del todo uniforme original. Podríamos decir: a través de las fuerzas femeninas, la organización humana tiende a la forma esférica o globular; a través de las masculinas, el organismo humano tiende a especializar este globo, y a dividirlo en corazón, riñones, estómago, etc. En el elemento masculino y femenino tenemos ante nosotros las polaridades de la tierra y del cosmos. Y este es a su vez un tema que lleva a sus estudiantes a una profunda reverencia por la sabiduría primigenia, y a escuchar con sentimientos muy diferentes las leyendas de Gea fecundada por Urano, de Rea fecundada por Kronos, etc. Hay aquí algo muy diferente de los sentimientos vagamente místicos, en la veneración con que recibimos estas antiguas intuiciones, en todo su significado. Al principio uno se asombra ante un comentario como el siguiente, que proviene de científicos sobre los que amanecen estas verdades: "Las antiguas mitologías tienen más fisiología que la ciencia moderna". Puedo entender el choque y la sorpresa; pero el comentario tiene su núcleo profundo de verdad.

Cuanto más avanzamos, más insistentemente nos damos cuenta de la insuficiencia de los métodos contemporáneos -que ignoran todas las interrelaciones que hemos mencionado- como guías para la comprensión de la organización humana.

Aprovecho esta oportunidad para repetir lo que ya se ha dicho: que el contenido de estas conferencias no se ha derivado de ningún estudio de la sabiduría antigua. Lo que aquí se afirma, se obtiene de los propios hechos: ocasionalmente he aludido a la coincidencia con la sabiduría primigenia; pero mis afirmaciones nunca se obtienen de ella. Si se estudian los procesos en cuestión con cuidado, se llegará a aquellas concepciones que nos recuerdan algunos elementos de la sabiduría antigua. Yo mismo nunca consideraría admisible investigar ningún tema estudiando las obras de Paracelso. Pero a menudo me siento fuertemente inclinado a "buscar" en sus libros cómo puede sonar un descubrimiento que he hecho en su lenguaje. Este es el sentido en el que me gustaría que recibieran lo que intento dar. Pero es un hecho que tan pronto como profundizamos en la naturaleza humana desde el punto de vista de la ciencia espiritual, llegamos a una gran reverencia por la sabiduría primaria. Pero esa es una cuestión que naturalmente debe ser considerada en otros campos del conocimiento que el campo de la medicina.

Traducido por J.Luelmo.mar.2022


GA312 Dornach, 24 de marzo de 1920 - Relación del hombre con la naturaleza externa

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 RUDOLF STEINER

La Ciencia Espiritual y la Medicina


Dornach, 24 de marzo de 1920

 

CUARTA CONFERENCIA : 

Relación del hombre con la naturaleza externa - El tratamiento de Ritter - Elaboración de la terapia sobre la base de la patología - Flora externa e intestinal - Proceso del carbono - Proceso del oxígeno - Pensamientos y proceso de ideación - Paralelismo del desarrollo estructural de los intestinos y del cerebro. Teoría del bacilo y disposición a la enfermedad - Secreción y proceso de pensar - Metamorfosis de la luz en el organismo y Tuberculosis. - Estudio macroscópico del mundo e ilusión del microscopio - Proceso de la sal y proceso del azufre - Proceso mineralizador - Principio homeopático en el tratamiento restaurador.

El debate de ayer fue ciertamente de un interés absorbente, pero debo hacer una advertencia en relación con una pregunta que se me acaba de plantear. Debo subrayar de nuevo -como en una ocasión anterior- que sólo alcanzaremos un método adecuado para determinar la relación entre los remedios individuales y los fenómenos individuales de la enfermedad, después de haber respondido en estas conferencias a ciertas cuestiones preliminares.
Sólo estos pueden permitirnos juzgar el significado de cada hecho que descubrimos sobre la relación entre el hombre y esa naturaleza externa de la que se derivan nuestros remedios. En particular, hasta que no hayamos resuelto estos preliminares, no encontraremos posible tratar el vínculo entre remedios específicos y órganos específicos, por la sencilla razón de que la conexión es complicada, y sólo podemos apreciar su punto real cuando hayamos respondido a ciertas cuestiones preliminares. Esto es lo que intentaremos hacer hoy y quizás también en parte mañana. Entonces estaremos en condiciones de señalar una conexión definitiva entre determinados remedios y la enfermedad de determinados órganos.

Quiero hacer una observación introductoria hoy y de inmediato; y pedirles que la acepten provisionalmente, porque arroja luz sobre muchas cosas.

En cuanto a lo que se dijo en la conferencia de ayer i. Me gustaría pedirle que se enfrente al reverso de la cuestión. En esa conferencia se citaron muchos casos muy instructivos de curaciones indudables, y ciertamente debemos sentirnos profundamente gratificados por este resultado. Pero puedo sugerir un medio muy simple por el cual estas curaciones se harían cada vez más infrecuentes, y por supuesto, sólo hago esta sugerencia para que no utilicen este medio aunque uno pueda ser llevado a utilizarlo. Y, por supuesto, sólo puedo mencionar esto entre las personas que han adquirido un cierto conocimiento de la Antroposofía.

El método mencionado consistiría en hacer todos los esfuerzos posibles para que la terapia de Ritter sea aceptada universalmente. Ante los éxitos de este tratamiento, ustedes olvidan que trabajan como médicos individuales. Posiblemente algunos de ustedes sean conscientes de la lucha que tienen que librar contra la mayoría de los demás médicos; y pueden ser conscientes de que en el momento en que conviertan el tratamiento de Ritter en una institución universitaria aceptada, dejarían de ser una minoría en la oposición y ese tratamiento sería entonces practicado por muchos otros -no llegaré a decir por todos-. Entonces encontraría que el número de sus curas exitosas disminuiría apreciablemente.

Así de extrañamente suceden las cosas en la vida real; a menudo son bastante diferentes de lo que hemos imaginado.

Como médicos individuales, ustedes tienen el mayor interés en curar al paciente individual, y la medicina materialista moderna incluso -podría decirse- ha buscado de esta manera una justificación legal para su objetivo de curar al individuo. Pero esta justificación consiste realmente en la afirmación de que no hay enfermedades; ¡sólo hay enfermos, personas enfermas! Ahora bien, esta justificación sería válida si los pacientes estuvieran realmente tan aislados con respecto a su enfermedad, como parece ser el caso hoy en día. Pero en realidad, los pacientes individuales no están tan aislados. El hecho de que ciertas disposiciones de la enfermedad se extiendan por una amplia región, como mencionó ayer el Dr. E., es de gran importancia. Después de curar un caso, nunca se puede estar seguro del número de otros individuos a los que se ha llevado la enfermedad. El caso individual de la enfermedad no se ve como parte de un proceso general, y por lo tanto, tomado uno por uno, el resultado individual puede ser más sorprendente.

Pero quien tiene como objetivo el beneficio de la humanidad en su conjunto debe hablar -si se me permite decirlo- desde un ángulo diferente. Este es el factor que requiere no sólo una orientación puramente terapéutica unilateral, sino una terapia completamente elaborada sobre la base de la patología. Esto es precisamente lo que intentamos ofrecer aquí, aportando una cierta racionalidad a lo que de otro modo sería un mero pensamiento empírico sobre una base estadística.

Comenzaremos nuestra investigación hoy a partir de un hecho que es de conocimiento común, y que puede ayudarnos fundamentalmente a juzgar la relación del hombre con la naturaleza externa, pero al que no se le ha prestado la debida atención, en el pensamiento médico y biológico ordinario.

Se trata de que el hombre, como ser triple, en su sistema de nervios y sentidos, en su sistema circulatorio (como ser que vive en ritmos) y finalmente en su sistema metabólico, tiene una cierta relación negativa con los acontecimientos de la naturaleza externa, especialmente en el mundo vegetal. Por favor, considere esto: en la naturaleza externa (consideremos sólo las plantas para empezar) hay en la flora una tendencia a concentrar el carbono; a hacer de esta sustancia la base de toda la vegetación. En la medida en que estamos rodeados de plantas, estamos rodeados de estructuras orgánicas cuya naturaleza esencial consiste en la concentración de carbono. No olvidéis que la misma sustancia está también presente en el organismo humano, pero que es esencial para el organismo detener esta formación, mantenerla, por así decirlo, en un estado permanente nascendi, de disolución, y sustituirla por la sustancia opuesta.

Tenemos las etapas iniciales de este proceso en lo que he denominado recientemente el organismo humano inferior. Depositamos el carbono y, comenzamos, por así decirlo, de nuestras propias fuerzas, el proceso de formación de la planta, y al mismo tiempo, nos vemos obligados a luchar contra este proceso, a instancias de nuestro organismo superior. Anulamos la formación de la planta oponiendo el carbono al oxígeno, transformándolo en dióxido de carbono, y así desarrollamos en nosotros el proceso directamente opuesto a la formación de la planta.

Os recomiendo que prestéis atención allí donde se encuentren estos procesos contrarios a la naturaleza externa. De este modo alcanzaréis una comprensión más fundamental de lo que es el hombre en realidad. No se comprende la naturaleza del hombre pesándolo -por tomar un ejemplo simbólico para todas las investigaciones por medio de los métodos propios de la física-; pero se comprenderá inmediatamente algo de la mecánica del hombre si se considera que el cerebro, como es sabido, tiene un peso medio de unos 1.300 gramos, pero que todo este peso no puede presionar sobre la superficie interior inferior del cráneo, pues si lo hiciera, toda la delicada red de minúsculas venas de esa región sería aplastada y borrada. La presión del cerebro sobre su base no supera los veinte gramos. La causa es el conocido principio hidráulico enunciado por Arquímedes, según el cual el cerebro se vuelve flotante al flotar en el líquido cefalorraquídeo, de modo que su masa y peso totales no son efectivos, sino que son contrarrestados por el líquido circundante. Y así como el peso del cerebro se neutraliza y no vivimos dentro del peso físico de nuestro organismo, sino dentro de la flotabilidad que es la fuerza que se opone al peso material, lo mismo ocurre con otros procesos humanos. De hecho, no vivimos en lo que la física haría de nosotros, sino en esa parte de lo físico que se neutraliza o contrarresta en nosotros. Y del mismo modo no vivimos en los procesos observables como operativos en la naturaleza externa, que alcanzan sus manifestaciones finales en el mundo vegetal, sino que vivimos en la anulación del proceso de formación de la planta. Este hecho es, por supuesto, esencial para construir el puente entre el organismo humano en la enfermedad y los remedios extraídos del mundo vegetal.

Este tema podría tratarse -por así decirlo- al estilo de un relato poético. Podríamos decir: si nos quedamos con toda la belleza del mundo vegetal que nos rodea en la naturaleza exterior, nos quedamos embelesados y con razón. Pero no es así si abrimos el cuerpo de una oveja e inmediatamente nos damos cuenta de otro tipo de flora que ciertamente se originó de manera similar a la flora del mundo externo.

Si abrimos el cuerpo de una oveja recién matada y nos encontramos con toda la fuerza del olor de la putrefacción de sus entrañas, seguramente sentiremos mucho menos placer por la existencia de la flora intestinal. Debemos observar y considerar cuidadosamente este hecho; porque es simplemente evidente que las mismas causas que favorecen el crecimiento de la vegetación en la naturaleza externa, deben ser contrarrestadas en el hombre, y que la flora intestinal no debe desarrollarse en nosotros. Aquí tenemos un campo de investigación notablemente extenso, y me atrevería a recomendar, como tema para las tesis doctorales de los estudiantes más jóvenes, hacer uso de esta materia, y especialmente de la investigación anatómica comparativa, sobre las estructuras intestinales de varios grupos de animales, a través de los mamíferos hasta el hombre. Como digo, una fuente extraordinariamente rica, ya que mucho de lo más significativo aquí no se ha investigado todavía. Trata de averiguar, en particular, por qué la oveja abierta exhala un olor tan desagradable de putrefacción a causa de su flora intestinal, mientras que esto está lejos de ser el caso de las aves, incluso de las aves carroñeras, cuyos cuerpos cuando se abren huelen comparativamente agradables. Hay muchas cosas en estos asuntos que no han sido objeto de estudio e investigación científica hasta ahora. Y lo mismo ocurre con la anatomía comparada de los intestinos. Pensad por un momento en la considerable diferencia que existe entre todas las aves y los mamíferos y el hombre. (Es justo aquí donde los materialistas, por ejemplo el experto de París, Metchnikoff, han perpetrado los mayores errores). En las aves hay un desarrollo notablemente pobre tanto de la vejiga como del intestino grueso. Sólo en los grupos que forman las Ratites (el Avestruz y sus parientes) el colon comienza a agrandarse y aparecen ciertas aproximaciones a la vejiga. De este modo, se llega al importante hecho de que las aves no pueden acumular sus excreciones, retenerlas durante un tiempo dentro de su cuerpo y evacuarlas después según la ocasión, sino que, por el contrario, existe un continuo equilibrio entre lo que se introduce en su cuerpo y lo que se evacua de él.

Considerar la flora del intestino humano -y, como veremos más adelante, también la fauna microscópica que se encuentra en él y en otros lugares del organismo humano- como algo que pueda considerarse la causa de la enfermedad, es uno de los puntos de vista más superficiales. Es realmente espantoso, en el curso del examen y cotejo de la literatura patológica actual, encontrar en cada capítulo el estribillo: En los casos de esta enfermedad hemos descubierto tal o cual bacilo, en los casos de aquella enfermedad, otro bacilo y así sucesivamente. Tales hechos son de gran interés para el estudio de la botánica y la zoología de los organismos humanos, pero en lo que se refiere a la condición de la enfermedad sólo tienen, en el mejor de los casos, el significado de indicadores, indicadores que permiten concluir que si está presente esta o aquella forma de enfermedad, el organismo humano así afectado ofrece un terreno apropiado para el crecimiento de este o aquel interesante microorganismo vegetal o animal. Significan esto y nada más.

Ese desarrollo de la flora y la fauna microscópicas tiene muy poco que ver con la enfermedad como tal, y ese poco, sólo indirectamente. Pues, les pido que observen que la lógica desplegada en la medicina contemporánea hoy en día sobre estos temas, es bastante notable. Supongamos, por ejemplo, que descubrís un paisaje en el que encontráis un número de reses extremadamente bien alimentadas y de aspecto saludable. ¿Se le ocurriría decir: todo lo que contempla en este campo es así porque el ganado ha descendido de alguna manera del aire y ha infectado la comarca? Difícilmente se le ocurriría tal idea; más bien se vería obligado a preguntar por qué hay gente laboriosa en esta comarca, por qué el suelo es especialmente propicio para tal o cual forma de pastoreo, etc. Probablemente agotará todas las razones posibles para un ganado bien alimentado y cuidado, en su revisión mental; ¡pero nunca soñaría con proponer la teoría de que el campo ha sido infectado por una inmigración de vacas bien alimentadas! Sin embargo, esta es exactamente la línea de razonamiento mostrada por la ciencia médica hoy en día, con respecto a los microbios, etc. ....

Estas notables criaturas simplemente demuestran, por su presencia, que hay un cierto tipo de medio o sustrato favorable para ellos, y la atención debe dirigirse en consecuencia al estudio de este sustrato. De este sustrato, por supuesto, puede haber causas y efectos indirectos. Por ejemplo, en el campo del que hablamos, alguien podría decir: "Aquí hay un montón de ganado fino y bien cuidado; si enviamos algunos más, tal vez algunas personas más pongan el lomo y se unan a los demás". Así, es posible, por supuesto, que un sustrato bien preparado sea incitado por la invasión de las bacterias a desarrollar alguna enfermedad por su parte. Pero con el estudio de la enfermedad como tal, esta concentración en la naturaleza de los bacilos no tiene nada que ver. Si tan sólo se tuviera cuidado de construir una línea de pensamiento lógica y sólida, nada de lo que perpetra la ciencia oficial para arruinar el pensamiento sano, podría ocurrir.

El factor realmente decisivo es una cierta interacción desequilibrada de lo que recientemente he denominado las esferas superior e inferior en el hombre, que puede perturbar o destruir su relación correcta y normal. De modo que una contraactividad defectuosa de la esfera superior puede liberar en la esfera inferior fuerzas que no pueden hacer frente al proceso de formación de la planta; un proceso que está ahí como una tendencia innata y que requiere ser controlado. Entonces hay oportunidad para el crecimiento de abundante flora intestinal, y tal flora intestinal se convierte en un síntoma de funciones abdominales defectuosas en el hombre.

Ahora bien, existe esta peculiaridad: las actividades que normalmente proceden de la esfera superior a la inferior, quedan refrenadas, por así decirlo, si no pueden cumplir su curso descendente. Por lo tanto, si hay obstáculos que impiden la realización de las funciones para las que está organizada la parte inferior del cuerpo, esas funciones son empujadas hacia atrás. Esto puede parecer a algunas personas una expresión poco científica, pero es más exacta científicamente que mucho de lo que se escribe en los libros de texto habituales de Patología. Estos procesos, normalmente propios de la esfera inferior del hombre, son empujados hacia atrás en la superior, y tenemos que observar y seguir esto como causa de las descargas de los pulmones y otras partes de la parte superior del cuerpo, como la pleura y así sucesivamente, e investigar el estado de los procesos secretores normales o anormales de la esfera inferior del hombre Es muy importante obtener una visión clara de esta inversión de los procesos orgánicos desde y a través de la esfera inferior hacia la superior de nuevo, de modo que mucho de lo que se manifiesta en las partes superiores son simplemente procesos abdominales empujados hacia atrás. Y esta inversión de los procesos se produce cuando se perturba la correcta interacción entre las dos esferas.

He aquí otra circunstancia para su consideración. Todos ustedes la conocen como un hecho; pero no se le ha prestado la debida atención, a pesar de que una visión científica sana haría gran hincapié en ella. En el momento en que tenéis pensamientos sobre cualquier órgano de vuestros cuerpos, o para expresarlo mejor, pensamientos que están conectados con cualquier órgano, hay un cierto grado de actividad en esa parte. ¡He aquí, les sugiero otro amplio campo para futuras tesis doctorales! Basta con estudiar la asociación de ciertos hilos de pensamiento con, por ejemplo, el flujo de la saliva, el flujo de la sustancia mucoide de los intestinos, el flujo de la leche, de la orina, de la secreción seminal; todo esto es el acompañamiento de los pensamientos que surgen y proceden simultáneamente con estos fenómenos orgánicos.

¿Cuál es el hecho que tenemos ante nosotros? En tu vida anímica surgen ciertos pensamientos; simultáneamente aparecen fenómenos orgánicos; ambos procesos son paralelos. ¿Qué significa esto? Significa que lo que surge en tus pensamientos está enteramente dentro de tus órganos. Si tienes pensamientos que se sincronizan con una secreción glandular, has sacado la actividad que es la base del pensamiento, osea el pensar, fuera de la propia glándula. Realizas la actividad fuera de la glándula, dejando a la glándula a su suerte, y la glándula realiza su actividad propia; secreta. La secreción se mantiene, es decir, lo que de otro modo se libera de la glándula, permanece dentro de ella, porque el pensamiento lo une a la glándula. Aquí, pues, tenéis, por así decirlo, de forma tangible, el paso de la actividad plástica desde fuera del órgano al pensamiento. Podéis deciros a vosotros mismos: si no hubiera pensado así, mi glándula no habría segregado. Es decir: He sacado una fuerza de la glándula, la he transferido a mi vida anímica, y la glándula ha dado su secreción.

El organismo humano proporciona la prueba más evidente de mi argumento en nuestras consideraciones anteriores, de que lo que experimentamos en el alma y el espíritu es simplemente la operación de esas fuerzas formativas, separadas en nosotros, pero que trabajan en el resto del orden de la Naturaleza. Los procesos naturales externos tienen lugar, en virtud de las mismas fuerzas que desarrollan la flora de los campos y bosques, correspondientes a nuestra flora intestinal; en la flora externa están las mismas fuerzas formativas que extraemos en el caso de nuestra propia flora. Si observas la flora de las montañas y de los prados, debes reconocer en ella las mismas fuerzas que desarrollas en tus pensamientos, cuando vives en la representación y el sentimiento. Y la humilde vegetación de tus intestinos difiere de la flora externa, porque esta última no tiene que estar privada de los pensamientos. Los pensamientos son inherentes al mundo vegetal externo, son tan parte de las plantas como sus tallos, hojas y flores.

De este modo, os hacéis una idea del parentesco entre lo que domina en las flores y el follaje y lo que actúa en vosotros mismos cuando desarrolláis una vegetación intestinal, a la que priváis de poderes formativos, quitándoles esos poderes para vuestro propio uso. Porque, en efecto, si no hicierais esto, no seríais un ser pensante. Le quitáis a vuestra flora intestinal lo que la flora de la naturaleza aún conserva.

Lo mismo ocurre con la fauna. Es imposible correlacionar la naturaleza del hombre con los remedios del mundo vegetal, sin comprender lo que acabo de decir. Del mismo modo, hasta que no nos demos cuenta de que el hombre ha extraído de su fauna intestinal las fuerzas formadoras de la vida animal en la naturaleza exterior, no podremos tener un concepto correcto del uso de los sueros.

Así pues, podéis ver que sólo se puede obtener un sistema, una racionalidad en estos asuntos, cuando contemplamos la relación del hombre con su entorno. Y me gustaría llamar vuestra atención sobre otro punto que es curiosamente significativo. No sé cuántos de ustedes se fijaron hace tiempo en las pancartas más absurdas que prohibían escupir. Como saben, el objetivo de las mismas era combatir la tuberculosis. Estas pancartas prohibitivas se abjuran por la razón -que debería ser de conocimiento común- de que la luz difusa diaria del sol destruye los bacilos de la tuberculosis en muy poco tiempo. Si se examina una muestra de esputo después de poco tiempo, ya no contiene tales bacilos. Por lo tanto, aunque la suposición de la medicina actual fuera válida, esta prohibición sería extremadamente absurda. Tales prohibiciones tienen importancia para la observancia elemental de la limpieza, pero no para los aspectos más amplios de la higiene.

Para el estudiante que empieza a estimar correctamente los hechos, esto es muy importante, pues indica la incapacidad del pariente de la fauna o flora intestinal, el bacilo, de sobrevivir a la luz del sol. La luz del sol no le conviene. ¿Dónde puede sobrevivir el bacilo? En el interior del cuerpo humano. ¿Y por qué sólo allí? No es que el bacilo en sí mismo sea el agente nocivo, son las fuerzas activas dentro del cuerpo las que debemos considerar. Y aquí hay otro hecho que se ignora. Estamos continuamente rodeados de luz; la luz -como por supuesto recordaréis perfectamente por vuestro estudio de la ciencia- tiene una importancia suprema para la evolución de los seres extrahumanos, y especialmente para el desarrollo de toda la flora extrahumana. Pero en la línea fronteriza entre nosotros y el mundo exterior, algo muy significativo le sucede a la luz, es decir, a algo puramente etérico; se transmuta. Y es necesario que se transmute. Porque, considerad cómo se sostiene el proceso de formación de las plantas en el hombre, cómo este proceso es, por así decirlo, interrumpido y contrarrestado por el proceso que fabrica el dióxido de carbono. Del mismo modo, el proceso contenido en la vida de la luz se interrumpe en el hombre. Y así, si buscamos la luz en el hombre, debe ser algo transformado, debe ser una metamorfosis de la luz.

En el momento en que se cruza la frontera del hombre hacia el interior se produce una metamorfosis de la luz. Esto significa que el hombre no sólo transforma en sí mismo los procesos comunes y ponderables de la naturaleza externa, sino también el elemento imponderable: la propia luz. La transforma en algo diferente. Y si el bacilo de la tuberculosis prospera en el interior del hombre y perece a plena luz del sol, es evidente - para un sano juicio del hecho - que el producto de la luz tal como se transmuta dentro de nosotros, debe ofrecer un ambiente favorable a estos bacilos, y si se multiplican excesivamente, debe haber algo malo con el producto de la transmutación, y de ahí obtenemos la percepción de que entre las causas de la tuberculosis está implicada la del proceso de transmutación de la luz dentro del paciente. Ocurre algo que no debería ocurrir, de lo contrario no albergaría demasiados bacilos de la tuberculosis, ya que siempre están presentes en todos nosotros, pero por regla general en número insuficiente para provocar una tuberculosis activa. Si son demasiado prolíficos, su "huésped" sucumbe a la enfermedad. Y el bacilo de la tuberculosis no podría encontrarse en todas partes, si no hubiera algo anormal en el desarrollo de esta luz transmutada del sol.

De nuevo, será fácil elaborar un número adecuado de tesis doctorales y artículos científicos sobre esto. El material empírico recogido de la observación, les llegará a raudales, en corroboración de puntos de vista que sólo puedo ofrecer aquí en mero esbozo.

Lo que ocurre cuando un ser humano se convierte en un terreno propicio para los bacilos de la tuberculosis es que, o bien no es constitucionalmente capaz de absorber la luz solar, o bien no recibe suficiente luz solar debido a su modo de vida. Por lo tanto, no hay un equilibrio adecuado entre la cantidad de luz solar que recibe del exterior y la que puede transmutar; y esto le obliga a sacar reservas de la luz ya transmutada que tiene almacenada en su interior.

Presten especial atención a esto: El hombre, por el hecho mismo de serlo, tiene un suministro continuo de luz almacenada y transmutada en su interior. Esto es necesario para su organismo. Si el proceso mutuo, promulgado entre el hombre y la luz solar externa, no tiene lugar adecuadamente, su cuerpo se ve privado de la luz transmutada, al igual que, en casos de emaciación, el cuerpo pierde la grasa que necesita. Y en tales casos, el hombre se enfrenta al dilema de obligar a su esfera superior a enfermarse o de privar a su esfera inferior de lo que necesita para la superior: es decir, de enfermar su esfera inferior, privándola de la luz transmutada.

De esto se deduce que la organización del hombre necesita no sólo sustancias ponderables, derivadas del mundo exterior y transformadas, sino que las sustancias imponderables, etéricas, están también presentes en él, aunque en metamorfosis. Además, concluirás que estos principios básicos ofrecen la posibilidad de construir una visión correcta, por un lado, del efecto curativo de la luz del sol: podemos exponer al ser humano directamente a la luz del sol, para regular su interrelación desordenada con la luz circundante. Y, por otro lado, podemos administrar internamente aquellas sustancias que contrarrestan la irregularidad en la privación de la luz transmutada. Debemos contrarrestar la privación de luz transmutada, por medio de lo que se puede extraer de las sustancias reparadoras. Ahí está la ventana a través de la cual se puede observar la organización humana en funcionamiento.

Pero ahora -debéis disculpar mi expresión poco diplomática, es realmente objetiva, desligada de la simpatía o de la antipatía- todos los que observan el mundo deben, después de un tiempo, adquirir una cierta cólera contra todo uso del microscopio, contra toda investigación a escala microscópica: porque los métodos microscópicos son más aptos para alejar una visión sana de la vida y de sus perturbaciones, que para conducirla. Todos los procesos que nos afectan realmente, tanto en la salud como en la enfermedad, pueden estudiarse mucho mejor en la escala macroscópica que en la microscópica. Sólo debemos buscar las oportunidades para tal estudio en el mundo del macrocosmos.

Volvamos a los pájaros. Como consecuencia de la ausencia de vejiga e intestino grueso, estas criaturas poseen un equilibrio continuo entre nutrición y evacuación. Las aves pueden evacuar sus desechos en vuelo; no los retienen; no los almacenan en sí mismas. No tienen órganos para tal fin. Si un pájaro acumulara y retuviera excreciones, sería una enfermedad que lo destruiría. En la medida en que somos seres humanos, hemos ido más lejos que los pájaros en el camino evolutivo, en la frase que satisface la opinión contemporánea; o -como sería una afirmación más correcta- hemos descendido por debajo del nivel de ese orden. Pues las aves no necesitan librar la vigorosa guerra contra la flora intestinal que no existe en ellas; esta guerra es inevitable en los animales superiores y en la humanidad.

Pero consideremos una actividad nuestra -digamos- algo más elevada; la actividad metamórfica del elemento etérico, la metamorfosis de la luz, como acabamos de describir. Con respecto a estas funciones, estamos en el mismo grado que los pájaros. Tenemos un intestino grueso y una vejiga en nuestro organismo físico, pero en nuestro organismo etérico, en estos aspectos, somos aves; estos órganos están realmente ausentes en la dinámica del cosmos. Por lo tanto, estamos obligados a elaborar la luz tan pronto como la recibimos, y a dar los productos por excreción. Si surge una perturbación aquí, no hay ningún órgano correspondiente para su funcionamiento. No podemos soportar la perturbación sin que nuestra salud sufra en consecuencia. Así, cuando observamos a los pájaros con sus cerebros en miniatura, se hace evidente que en el macrocosmos son réplicas de nuestra organización más sutil. Y si queréis estudiar al hombre con referencia a esta organización más fina que se separa de su organización más grosera que ha descendido por debajo de los pájaros - entonces, amigos míos, debéis estudiar los procesos del mundo de los pájaros macroscópicamente.

Aquí me gustaría interpolar un comentario. Nosotros, criaturas humanas, estaríamos en un triste estado, si en nuestro organismo etérico tuviéramos la misma superioridad sobre los pájaros que tenemos en el físico; porque el organismo etérico no puede estar encerrado y secuestrado, de la misma manera, del mundo exterior. Si poseyéramos órganos del olfato receptivos al almacenamiento de la luz transmutada, la vida social de la humanidad sería una experiencia espantosa. Tendríamos la misma experiencia que tenemos al abrir una oveja e inhalar los humos de sus entrañas. Mientras que, en realidad, el aroma etérico de la humanidad, tal como lo percibimos entre nosotros, puede compararse con el olor relativamente poco desagradable de un ave carroñera recién matada. Contrasta esto con lo que olemos si abrimos el cuerpo de un animal rumiante e incluso de un animal como el caballo, que no es un verdadero rumiante aunque tenga la tendencia a convertirse en rumiante en su organización.

Así que lo que tenemos que hacer es investigar la analogía entre lo que ocurre en el mundo animal y vegetal externo, y lo que ocurre con respecto a la flora y fauna intestinal en la organización humana, que tiene que ser combatida y contrarrestada. Y al decidir la relación entre cualquier órgano específico y cualquier remedio específico, debemos pasar de las definiciones generales que acabamos de dar, a las definiciones y descripciones particulares de las siguientes conferencias.

Pasemos ahora de las razones que nos obligan a combatir la flora y la fauna intestinal, ya que dentro de la función circulatoria encontramos algo que ataca el proceso de formación de las plantas. Consideremos el sistema nervioso y sensorial del hombre. Este aspecto de nuestra naturaleza es mucho más significativo por su totalidad de lo que generalmente se cree. La ciencia se ha convertido en una abstracción tan remota, que no se ha comprendido cómo este sistema nervioso y sensorial, que está compenetrado con la luz y el calor inseparable de la luz, está ligado a la vida interna. Esto se debe a que los elementos imponderables que entran en el cuerpo con la luz, deben ser absorbidos y transmutados por nuestros órganos, y están formando órganos en nosotros, al igual que las sustancias del mundo ponderable. Se ha descuidado la importancia especial del sistema de los nervios y los sentidos para nuestro organismo humano.

Pero mientras que, si entramos más profundamente en el hombre inferior, descendemos de la fuerza formativa de la flora intestinal a la de la fauna intestinal, llegamos, si ascendemos en el hombre, a salir de la región donde se combate la flora intestinal, a la región donde hay que combatir continuamente la tendencia del hombre a mineralizarse, a esclerotizarse. Podéis observar externamente en la mayor osificación de la cabeza humana cómo la tendencia a la mineralización aumenta cuanto más se desarrolla el hombre hacia arriba.

Esta tendencia a la mineralización es de gran importancia para toda nuestra organización. Debemos recordar constantemente -como ya lo he hecho en conferencias públicas- que al dividir al ser humano en tres sistemas, es decir, el hombre de la cabeza, el hombre del tronco y el hombre de las extremidades, debemos tener cuidado de no imaginar que estos tres son externos entre sí dentro de límites espaciales externos. El hombre es, por supuesto, totalmente hombre-cabeza, pero cualitativamente distribuido. Lo que tiene su foco principal en la cabeza, también se extiende por todo el hombre. Lo mismo ocurre con los otros sistemas principales, el sistema circulatorio, el de los miembros y el metabólico; también se extienden por todo el cuerpo del hombre. Así, la tendencia a la mineralización, localizada principalmente en la cabeza, existe y debe ser contrarrestada en todo el cuerpo. He aquí un campo de conocimiento del que el estudiante contemporáneo ya no puede entender nada cuando ojea los antiguos tratados escritos a la luz de la clarividencia atávica. Porque, después de todo, sólo una pequeña minoría de los que se molestan en leer lo que Paracelso escribe sobre el proceso de la sal, obtienen alguna idea que valga la pena hoy en día. Pero el proceso de la sal pertenece a la región que estoy esbozando ahora, al igual que el proceso del azufre pertenece a la región descrita anteriormente.

El hombre tiene una tendencia inherente a la mineralización; al igual que las fuerzas fundamentales para el desarrollo de nuestra flora y fauna internas pueden "descontrolarse", también puede hacerlo la tendencia mineralizadora. ¿Cómo se puede contrarrestar? Sólo rompiéndola; por así decirlo, introduciendo en ella una sucesión perpetua de pequeñas cuñas. Y aquí se entra en la región en la que hay que pasar de la sueroterapia, a través de la terapia vegetal, a la terapia mineral. No se puede prescindir de ella, ya que sólo se llega a un punto de partida para el apoyo de todo lo que necesita apoyo, en la lucha del hombre contra la mineralización, contra la esclerosis general, en la interacción entre los minerales y aquellas sustancias humanas que tienden por sí mismas a convertirse en minerales. No basta con introducir el mineral, en su estado bruto tal como se encuentra en el mundo exterior, en el organismo humano. El método correcto indicaría alguna forma del principio homeopático. Porque es precisamente del reino mineral que debemos liberar las fuerzas opuestas a la acción de las fuerzas externas de ese reino.

Es un comentario acertado (y ya se ha hecho) que sólo tenemos que dirigir nuestra atención al muy ligero contenido mineral de muchos manantiales medicinales, que tienen un efecto curativo, para observar un proceso homeopático conspicuo. Este proceso muestra que en el mismo instante en que liberamos a los componentes minerales de sus fuerzas externas conocidas, surgen otras fuerzas que sólo pueden liberarse completamente mediante la dosificación homeopática. Este tema será objeto de una consideración especial más adelante. Pero hoy quisiera añadir la siguiente consideración, y dirigir mis observaciones especialmente a los miembros más jóvenes de mi audiencia.

Supongamos que estáis haciendo investigaciones comparativas sobre los cambios estructurales de todo el sistema intestinal, digamos que desde los peces, pasando por los Anfibios hasta los reptiles -las condiciones de los Anfibios y los reptiles a este respecto son de lo más interesantes- hasta las aves, por un lado, y los mamíferos, y finalmente el hombre, por otro. Veréis que se producen notables cambios de forma en los órganos. Por ejemplo, en los mamíferos inferiores, o en los grupos de aves que se desvían del tipo normal, aparecen los rudimentos del apéndice vermiforme. O estudia la forma muy diferente en que el intestino grueso, que no existe en los peces, evoluciona a través del ascenso de las llamadas clases más perfectas, hasta lo que podemos reconocer como el intestino grueso (colon). Entre esto y la forma en que los intestinos ciegos se convierten en lo que reconocemos como apéndice en el hombre (algunas especies de animales tienen varios apéndices) se encuentra una notable relación complementaria.

Un estudio comparativo debería poner de manifiesto esta interrelación. Por supuesto, se puede plantear la pregunta desde fuera, por así decirlo, y ya se sabe que a menudo se plantea así: ¿por qué existe el apéndice vermiforme en la humanidad? Sí, eso se pregunta a menudo. Y si se plantea la cuestión, se olvida generalmente que el hombre presenta una dualidad, de modo que lo que se origina en la esfera inferior tiene siempre un órgano complementario en la superior, y que ciertos órganos de la esfera superior no podrían evolucionar sin sus órganos complementarios, casi sus polos opuestos, en la inferior. Cuanto más se aproxima el cerebro anterior a la forma que alcanza en el hombre, más evoluciona el intestino en el sentido del proceso de depósito de los desechos. Existe una estrecha correspondencia entre la formación cerebral y la intestinal; si el intestino grueso y el ciego no aparecieran en el curso de la evolución animal, no sería posible que surgieran hombres capaces de pensar, sobre una base física; porque el hombre posee el cerebro, el órgano del pensamiento a expensas -repito, enteramente a expensas de sus órganos intestinales, y los órganos intestinales son el reverso exacto de las partes del cerebro. Está liberado de la necesidad de la acción física para pensar; pero en cambio su organismo está cargado con las funciones del intestino grueso y de la vejiga altamente desarrollados. Así, las actividades más elevadas del alma y del espíritu que se manifiestan en el mundo físico a través del hombre, en la medida en que dependen de una formación cerebral completa, dependen también de la estructura equivalente del intestino.

Esta interrelación de importancia crucial arroja mucha luz sobre todo el funcionamiento de la naturaleza. Pues, por paradójico que sea, se puede decir que el hombre tiene un apéndice vermiforme para poder pensar como un ser humano. Lo que se forma y se revela en el apéndice, tiene su complemento polar en el cerebro humano. Todo lo que está en una esfera tiene sus analogías en la otra. Estos son hechos que deben ser adquiridos una vez más a través de nuevos métodos de conocimiento. No podemos limitarnos a hacernos eco de los médicos de la antigüedad, que basaban su doctrina en percepciones atávicas. Ese camino no nos conducirá a muchos resultados. Debemos reconquistar esas verdades por nosotros mismos. Y en esa reconquista encontraremos un verdadero obstáculo en los logros puramente materialistas de la medicina, que son reacios a tales asociaciones.

Para la medicina y la biología de hoy, el cerebro es simplemente un órgano interno y lo mismo ocurre con el contenido del abdomen y la pelvis; las vísceras, todo ello. Y así cometieron el mismo error que si identificaran la electricidad positiva con la negativa; sólo electricidad, ¿cuál es la diferencia? El error aquí es bastante análogo pero se pasa por alto. Porque, al igual que entre la electricidad positiva y la negativa surgen tensiones que luego buscan su equilibrio, también hay una tensión perpetua en el hombre, entre las esferas orgánicas superior e inferior. Y el control de esta tensión constituye realmente lo que debemos buscar en el campo de la medicina. Esta tensión se manifiesta también (hoy sólo lo indicaré, pero lo trataré en detalle más adelante) a través de las fuerzas concentradas en dos órganos: la glándula pineal y la llamada glándula pituitaria. En la Pineal se concentran y se reúnen todas aquellas fuerzas que son contrarias a las de la Hipófisis Cerebral, es decir, a las que son de la naturaleza de la esfera orgánica inferior. Es una relación mutua de tensiones opuestas. Y si tuviéramos la costumbre de formarnos una opinión sobre el estado de este equilibrio de tensiones, a partir de la salud general del caso individual, habríamos puesto una base muy sólida para el tratamiento correctivo que debe seguirse.

Traducido por J.Luelmo ene.2022















i Una conferencia sobre el tratamiento de la enfermedad de Ritter dada por uno de los asistentes al curso


GA319 La Haya 15 de noviembre de 1923 -La Ciencia Espiritual y el arte de curar -5-Estudios sobre la función del bazo y sobre la eficacia de las entidades más pequeñas

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EL ARTE DE CURAR -5-

Rudolf Steiner

  La Haya 15 de noviembre de 1923


Principios del trabajo médico. Estudios sobre la función del bazo y sobre la eficacia de las entidades más pequeñas. Nuevos métodos de cognición a través del desarrollo de las capacidades del alma. Cognición del cuerpo físico, etérico, astral y del yo. Interacción de las cuatro extremidades.  Diagnóstico y curación. Procesos extrahumanos e intrahumanos. Catarrhus aestivus. Integración de la patología de la terapia. Cichorium intybus. Anlsum.

Ante todo, doy las gracias al Dr. Zeylmans y a todos ustedes por haberme dado la oportunidad de decir algo aquí sobre las consecuencias médicas -si se me permite decirlo- del modo de investigación antroposófico. Por supuesto, en dos breves horas sólo será posible dar algunas pistas, y en vista de la desviación del punto de vista que tendré que elegir del habitual hoy, también será particularmente difícil superar el hecho de que desde el punto de vista actual -desde el punto de vista al que uno está acostumbrado- muchas cosas que hay que decir tendrán que parecer bastante paradójicas, quizás más que paradójicas. Pero los honorables presentes sabrán cómo en el curso del desarrollo histórico de la humanidad hemos aprendido a repensar muchas cosas; y así, al menos al principio, también habrá cierta indulgencia por el hecho de que un punto de vista deba parecer a veces paradójico si se parte de una investigación verdaderamente concienzuda. 

Lo primero que quiero decir a modo de introducción es que las consecuencias médicas del método antroposófico de investigación no son una cuestión de oposición a nada que tenga que ser absolutamente "nuevo" a lo que la medicina consciente de hoy, basada en la ciencia natural que ha estado en uso durante siglos, tiene que decir. El método de investigación del que hablo aquí no quiere derrocar, sino todo lo contrario: Al observar las diversas cosas que han surgido en los últimos tiempos para la medicina a partir de la ciencia natural, de la gran gama de cuestiones que han surgido, debe afirmar por su parte que la medicina moderna apunta por todas partes a un ámbito en el que ella misma todavía encuentra dificultades para entrar, porque, sí, porque los métodos de investigación son básicamente tan concienzudos, tan exactos, tan precisos en relación con los métodos sensoriales-empíricos con los que todos estamos familiarizados.

Pero es precisamente por esto por lo que la ciencia natural ha llegado a ser tan grande, por que ha sido capaz de proporcionar una base tan importante para la medicina, por el hecho de que ciertos caminos para el conocimiento del hombre y por lo tanto para la curación se han hecho imposibles. Por ello, permítanme que empiece por exponer hoy algunos principios y que mañana entre en las particularidades de algunos de nuestros remedios, que son típicos y característicos.

En un principio no elegimos el camino de plantearnos:  La Antroposofía debe saber algo de todo, por lo que también debe tener algo que decir sobre la medicina. Este es el método del agitador. Sin embargo, nosotros, en un terreno verdaderamente antroposófico, queremos situarnos precisamente en el punto de vista del auténtico conocimiento científico, al menos en nuestros fundamentos. Y así ha surgido este movimiento médico dentro del movimiento antroposófico en su conjunto, que los médicos, especialmente los médicos de Alemania, pero básicamente también los médicos de todos los países, han encontrado que la ciencia natural y la medicina actuales plantean preguntas que no pueden ser respondidas por los métodos en uso hoy en día, al menos no desde el diagnóstico, desde la patología hasta la terapia racional. Estos médicos vinieron entonces y preguntaron si la antroposofía, con su tipo especial de conocimiento del ser humano, no podría tener algo que decir sobre la medicina, sobre un conocimiento del ser humano que pudiera ir un poco más profundo en el ser humano de lo que es posible con los métodos en uso hoy en día. Así pues, precisamente por aquellos médicos insatisfechos o que cayeron en un cierto escepticismo desde sus estudios y desde su práctica, surgió el desafío, diría yo, de aquello de lo que tendré que hablarles hoy y mañana. Al mismo tiempo, no consideramos desde el principio que pudiéramos introducir ahora todo tipo de diletantismo en un campo de investigación que se había perseguido concienzudamente y se había puesto en práctica. Y cuando la fundación del "Kommenden Tages" en Stuttgart y el "Futurums" en Suiza, sugirieron que ahora también cultiváramos el campo de la medicina, sucedió que dije: "Ciertamente, a partir de lo que la Antroposofía tiene que dar, se puede arrojar una luz sobre la preparación de remedios, pero no se debe partir simplemente de la preparación de remedios, sino que todo lo que se haga en este sentido debe estar en la más estricta conexión con la medicina, con la práctica real. Y así han surgido nuestros institutos, que son, en efecto, por una parte, institutos para la preparación de remedios según los métodos de los que hablaré; pero estos institutos están conectados con instituciones clínicas, y tendré que referirme más a menudo en el curso del tiempo, especialmente a ese instituto clínico que ahora se ha convertido en ejemplar en primer lugar: el de la Dra. Wegman en Ariesheim, que está directamente conectado con el Goetheanum, nuestro colegio antroposófico en Suiza. Allí es posible en la relación continua con los enfermos, también es posible entrar en una vida una conexión viva con respecto a los aspectos terapéuticos, que el tipo de investigación antroposófica tiene como la gran cuestión de nuestro tiempo.

Pero incluso con esto, todavía no estamos satisfechos. A estos institutos les hemos adjuntado institutos de investigación reales.

Tenemos adscritos un instituto biológico y también institutos físicos, pero no quiero hablar de ellos por el momento, todavía están en las primeras fases de su trabajo. En el Instituto de Investigaciones Biológicas -que quiero mencionar para que vean que queremos trabajar con la misma exactitud que se exige por otra parte- ya tenemos dos trabajos de los que informar. No tomen como una tonta vanidad de mi parte cuando expreso mi convicción -oh no, es importante expresar honestamente de lo que uno puede estar convencido de acuerdo a los resultados existentes- cuando digo: A pesar de algunas objeciones metodológicas en detalle, que todavía pueden hacerse, estos dos resultados son sin embargo tales que pueden indicar cómo nos esforzamos por la misma exactitud que también se esfuerza hoy en la base científica de la medicina.

El primer trabajo que ha salido de nuestro Instituto de Investigación es un trabajo sobre la función del bazo, y como en estas dos conferencias realmente sólo puedo dar puntos de vista, sólo sugerencias, me perdonarán si sólo puedo referirme a algunas cosas. En el curso de mi trabajo de investigación antroposófica yo mismo me he interesado por la función del bazo, y tendré que hablar más adelante de lo que puede llamarse el método científico-espiritual. A través de estos métodos me he dado cuenta de lo especial que es esta función del bazo en la totalidad de la organización humana, que, como sabes, es una especie de punto crucial para la antropología. El hombre -sólo puedo insinuar esto ahora- lleva en sí mismo los más diversos procesos, entre otros los que exigen ritmo. Estos procesos incluyen no sólo la respiración y la circulación sanguínea, sino también ritmos de mayor alcance, como por ejemplo el ritmo digestivo. Ahora bien, el ritmo digestivo es algo que exige la propia naturaleza humana, pero que nunca se puede mantener de la forma que se exige. En realidad, el hombre debería, según las exigencias de su organismo, comer y beber con una tremenda regularidad rítmica. Eso no es posible, ya que, aunque se organizara el horario de las comidas con gran minuciosidad, esto no tendría como consecuencia que se pudiera mantener realmente el ritmo que exige el organismo. Porque uno come esto un día, aquello otro día, y habría que proceder con un conocimiento casi inconmensurable de los detalles si se quiere hacer todo esto. La respiración y la circulación sanguínea lo tienen más fácil, pero el ritmo digestivo, al depender de nuestra relación con el mundo exterior, es algo que no se puede cumplir realmente. Ahora bien, las funciones del bazo están predispuestas a compensar, a corregir esas irregularidades que necesariamente deben producirse en el ritmo digestivo, en la medida en que estas funciones del bazo se unen a toda la función digestiva en el sentido más amplio. Me di cuenta en ese momento. Ahora, en nuestro Instituto de Investigación Biológica, mediante métodos que son al menos tan exactos como los métodos clínicos de hoy en día, aunque puedan plantearse algunas objeciones con respecto a los detalles, esto ha sido completamente confirmado empíricamente por el trabajo sobre la función del bazo. Es una obra de la que se quiere creer que, si se hubiera hecho en una clínica ordinaria, habría causado una gran impresión en el campo del pensamiento médico. El hecho de que esto no haya sucedido -y esto es lo que les pido que no interpreten como una tonta vanidad-, que este trabajo, realizado con tremenda dedicación por el Dr. Kolisko, haya permanecido bastante desconocido aún hoy, se debe únicamente al hecho de que fue realizado en suelo antroposófico. 

El segundo trabajo es pues uno en el que una " creencia " científico-médica se ha convertido en una ciencia exacta en la medida en que puede llegar a serlo. No supondréis que estoy defendiendo en modo alguno el tan discutido campo de la homeopatía en su relación con la alopatía; eso no se me ocurre, pues sé cuánto de aficionado y de diletante hay en la visión homeopática ordinaria. 

Pero no se puede negar que los efectos más amplios pueden ser producidos por sustancias en gran dilución, incluso en el campo físico externo. Por lo tanto, no hay que presuponer de entrada que las sustancias en fuerte dilución no pueden tener siempre efectos.  Basta con pensar en los numerosos efectos que produce la inhalación de cualquier sustancia que esté presente en una distribución extraordinariamente sutil. A menudo no consideramos, cuando dejamos que la gente se siente en un baño, que es mucho más importante que inhalen lo que se evapora, donde ciertas sustancias están en una dilución muy fuerte, que esto es mucho más importante que lo que hace el baño superficialmente. Pero todo esto había sido hasta ahora una especie de creencia científica. Ahora hemos intentado realmente justificar científicamente esta creencia -dentro de los límites, por supuesto, en los que está justificada; lo que salga de ella no debe convertirse, por supuesto, en una panacea- produciendo diluciones en una proporción de hasta uno por trillón, de modo que podemos decir ya realmente: no se trata ya del efecto material ordinario que sale a la luz, sino de la función que vive en las sustancias, que pasa al medio. Aquí no se trata de otra cosa que de la forma funcional. Pero hemos conseguido demostrar que las entidades diluidas desarrollan efectos rítmicos que son sorprendentes. Para ello, hemos utilizado el crecimiento de las semillas. Fuimos exactos y cuidadosos en la selección de las semillas. Dejamos germinar las semillas en soluciones metálicas, utilizando el compuesto metálico en la dilución adecuada, y realmente pudimos comprobar cómo las soluciones metálicas en diluciones de uno a diez, uno a veinte, uno a cincuenta, uno a cien, uno a quinientos y así sucesivamente tienen un efecto sobre las fuerzas de crecimiento de las plantas. Se obtienen interesantes curvas que muestran una gran regularidad, por lo que se puede decir: A una determinada dilución, la fuerza vitalizadora sigue estando influenciada de cierta manera; si se avanza en la dilución, esta influencia se reduce. Si se va aún más lejos, la fuerza vitalizadora vuelve a estar influenciada en mayor medida por la mayor dilución.  Esto da una curva descendente y otra ascendente, que son entonces la expresión de los efectos de las sustancias fuertemente diluidas, que se pueden justificar exactamente. Y así la pequeña porción, la sección de lo que -y lo digo expresamente- la homeopatía abusa, se ha elevado al rango de un campo exacto de investigación. No digo esto para dar mayor importancia a estos resultados en primer lugar; sólo lo digo para mostrar que ciertamente nos esforzamos por no trabajar de forma diletante y amateur fuera de la ciencia, sino por situarnos en primer lugar en el terreno de los métodos de investigación actuales en uso en la ciencia. Pero a partir de ahí hay que proceder en consecuencia. 

Es históricamente comprensible que con los tremendos éxitos que se han producido, al menos en las ciencias naturales, en los últimos siglos, sobre todo en el siglo XIX, la humanidad estuviera, por así decirlo, como sugestionada por lo que la observación físico-sensorial y el experimento exacto podían producir. Pero con respecto al conocimiento del hombre, y de hecho con respecto al conocimiento físico bastante ordinario del hombre, no es posible llegar tan lejos con estos métodos de investigación para que surja una comprensión interna de la esencia de la organización humana. Y esto tiene que ver simplemente con el hecho de que no sólo se hacen grandes y tremendos progresos, por una parte, en el conocimiento de la organización física del hombre, sino que precisamente por la exactitud y la fecundidad de estos métodos de investigación se llega, por otra parte, a excluir simplemente toda una parte del hombre, que es tan real como el hombre físico. La grandeza de la investigación científica podría juzgarse también por el hecho de que ha expulsado de nuestro conocimiento del hombre con tremenda energía lo que es el hombre espiritual-emocional, que -como veremos- debe entenderse en el sentido médico no menos como una realidad en la práctica que el hombre físico. Para ello es necesario que primero les diga algunos principios sobre el método de investigación antroposófica en general, especialmente en lo que se refiere al conocimiento del ser humano.

La cuestión es que hoy, en todas nuestras investigaciones, nos detenemos simplemente en cómo nos hemos convertido en la constitución de nuestra alma, a la que pertenece también nuestra capacidad de reconocer, a través de lo que la cultura ha educado ya como nuestra educación escolar, como la educación dentro de las ciencias comunes. Aquí nos detenemos. No nos decimos a nosotros mismos: cuando éramos un niño de dos o tres años, todavía teníamos un aspecto anímico muy diferente a nuestro estado de ánimo y constitución anímica en la vida posterior. Nos desarrollamos; nos convertimos en un alma muy diferente en el curso de, digamos, quince años de nuestra juventud humana. A los dieciocho o diecinueve años de vida tenemos capacidades que no teníamos cuando éramos niños de dos o tres años, por no hablar de un niño de la misma edad. La cuestión es que hoy, en todas nuestras investigaciones, nos detenemos simplemente en cómo nos hemos convertido en la constitución de nuestra alma, a la que pertenece también nuestra capacidad de reconocer, a través de lo que la cultura ha educado ya como nuestra educación escolar, como la educación dentro de las ciencias comunes. Aquí nos detenemos. No nos decimos a nosotros mismos: cuando éramos un niño de dos o tres años, todavía teníamos un aspecto anímico muy diferente a nuestro estado de ánimo y constitución anímica en la vida posterior. Nos desarrollamos; nos convertimos en un alma muy diferente en el curso de, digamos, quince años de nuestra juventud humana. A los dieciocho o diecinueve años de vida tenemos capacidades que no teníamos cuando éramos niños de dos o tres años, y mucho menos antes; éstas capacidades se desarrollan desde nuestro interior. ¿Por qué no se puede plantear la pregunta: <¿No se puede seguir siendo relativamente capaz de desarrollarse como adulto? ¿Está permitido concluir arbitrariamente, por así decirlo, este desarrollo de la vida del alma? - Es, por supuesto, en primer lugar, una cuestión que va al intento interior. 

Pero quien lo intenta, quien realmente intenta ir más allá de lo que ahora se considera el desarrollo normal del alma humana, a otras capacidades del alma, puede hacerlo, puede lograrlo. Se puede encontrar información más detallada sobre esto en mis libros "Cómo obtener el conocimiento de los mundos superiores", "La Ciencia Oculta en Esquema" y otros.  

En principio, sólo quiero sugerir que estamos en condiciones de desarrollar aún más lo que por otra parte tenemos como pensar, lo que sabemos por su aplicación no sólo en la vida ordinaria sino también en la ciencia común, cuando experimentamos e interpretamos las observaciones.  Cuando se dice esto, se suele decir inmediatamente: Sí, ahora viene con un "desarrollo místico". - Pero si se quiere referir despectivamente al desarrollo místico -si se quiere usar la palabra- del que estoy hablando aquí, entonces también hay que referirse despectivamente a las matemáticas y a la geometría. La esencia de las matemáticas y la geometría es ésta: que se pasa de una constante a otra con total deliberación, que no hay nada en absoluto del subconsciente que pueda jugar en lo sugestivo. Es esta prudencia, esta plena conciencia, la que debe seguirnos por todas partes en el objeto, tanto en las matemáticas como en la geometría. Eso mismo que se hace con el objeto, interiormente, cuando se procede con exactitud, se puede aplicar al propio desarrollo del alma. No en esa vaguedad mística con la que a menudo se habla del misticismo, sino con plena claridad, el alma puede seguir desarrollándose en cuanto a su capacidad de pensar, pero no rumiando en su interior, sino partiendo de ideas bastante definidas y manejables y desde ahí -tal como sucede en las matemáticas para el objeto- no tomando ahora nada más que eso, mediante lo cual se puede pasar con plena deliberación de un contenido de conciencia a otro. Si uno utiliza esto como un método realmente exacto para el desarrollo posterior del alma durante un tiempo suficientemente largo -con uno tarda más, con el otro menos-, entonces uno llega a captar gradualmente el pensar no <como es de otro modo pasivo, sino a través de su actividad; de modo que, mientras uno sigue de otro modo con sus pensamientos pasivamente lo que puede observar, llega a experimentar una actividad interior.

Esta actividad interior del pensar da el primer conocimiento real de lo que es suprasensible en el ser humano, la primera etapa. Me gustaría decir que si uno se acerca al ser humano desde el exterior -y puede registrar toda la dinámica sanguínea- entonces tiene, por así decirlo, una imagen del ser humano, de una parte del ser humano, vista desde el exterior en la dinámica sanguínea. Procediendo así, como acabo de decir sobre el pensar, uno llega a experimentarse interiormente lleno de un segundo ser humano, del ser humano que es independiente del organismo físico.

Los que creen que se produce alguna sugestión no se dan cuenta de que los métodos a los que me refiero aquí son métodos absolutamente exactos, en los que todo se experimenta con total deliberación; de modo que se llega precisamente a lo que podría ser mínimamente sugestivo en el alma interior y se puede rechazar. El camino que se recorre con este método es exactamente el opuesto al que puede traer algo sugestivo o auto-sugestivo a la conciencia. Sino que se llega a lo siguiente:

Si se observa el desarrollo gradual del niño de una manera exacta de observación, que se adquiere precisamente a través de tal desarrollo del pensar, entonces se encuentra una diferencia significativa entre toda la constitución del niño hasta aproximadamente el cambio de dientes, hacia el séptimo u octavo año de vida, y la etapa posterior. La diferencia que existe entre lo anterior y lo posterior es tal que primero hay que adquirir la capacidad de prestarle atención. De lo contrario, lo pasamos por alto, no le prestamos atención, pero es precisamente ahí donde debemos empezar, diría yo, con el valor de acercarnos realmente a los seres humanos y a esas observaciones con la misma precisión a la que, por otra parte, estamos acostumbrados en la física en el transcurso de la vida investigadora reciente. En física se habla de calor latente y de calor que realmente se produce; se habla de que a través de algún proceso puede salir un estado de calor, que de otra manera permanecería latente en alguna sustancia, es decir, que está dentro de la sustancia. A lo que hemos llegado con la ciencia física externa, también debemos llegar. Debemos tener el valor de hacerlo, el valor en relación con el desarrollo del alma humana, por ejemplo. Y si tenemos el valor de hacer esta investigación, surgirá lo siguiente: se puede ver -sólo hay que saber dirigir la atención a esto- cómo, cuando un niño ha pasado por el cambio de dientes, aparecen fuerzas espirituales interiores que antes no estaban.  Ni siquiera la pedagogía está hoy tan avanzada como para decir algo al respecto, porque no observa con exactitud, porque las curvas no se elevan a lo alto de la montaña y caen a lo profundo del valle, sino porque es una cuestión de sutilezas y estas sutilezas deben ser perseguidas con una mirada diferente, espiritual; por eso no se le da mucha importancia hoy. Pero para el que adquiere el ojo investigador espiritual, resulta que, por ejemplo, todo lo que llamamos capacidad de recordar cambia radicalmente con el cambio de dientes. La capacidad de recordar solía ser algo que, con cierto poder elemental, todavía permite que lo que el niño imagina en su memoria salga disparado del organismo. Ese tipo especial de experiencia de la memoria, en la que uno regresa y tiene la sensación de volver a lo que ha vivido, sólo se produce con el cambio de dientes. 

Por eso, innumerables cosas en la experiencia del alma sólo aparecen con el cambio de dientes. Están ahí entonces; no se revelaron antes en la naturaleza del niño. ¿Dónde estaban? Estaban en la naturaleza del niño, al igual que el calor latente está en una sustancia; y esos procesos orgánicos que sólo tienen su síntoma exterior en el cambio de dientes, han sacado lo que antes estaba en el organismo y han trabajado en él, al igual que algún proceso físico saca el calor latente de una sustancia. Hoy en día la psicología habla de paralelismo psicofísico y cosas por el estilo; no puede llegar a la idea de que pueda haber una conexión entre lo que hemos concebido hoy en la psicología: el alma concebida de forma bastante abstracta, y entre lo que a su vez surge anatómico-fisiológicamente, porque las dos cosas son tales que, si uno las ve de forma tan abstracta, no encuentra ningún puente entre la una y la otra.

Pero el hombre es un ser en desarrollo. Si observamos lo que hay en el alma después del cambio de dientes, lo que ha surgido en el alma, podemos decir que las mismas fuerzas que ahora se enfrentan a nosotros como pensar metamorfoseado en el alma eran antes fuerzas orgánicas, que trabajaban como fuerzas de crecimiento de los órganos en el niño; de modo que aquí tenemos una relación empírica de la vida del alma con la vida del cuerpo, que sólo tenemos que buscar en el momento adecuado del desarrollo humano. 

Si uno pasa ahora por los ejercicios de pensamiento de los que he hablado, entonces uno vuelve a captar -aunque ahora en un nivel anímico- algo similar en este pensamiento que es tan fuerte, tan activo como el pensamiento que todavía está en el organismo, que en el niño hasta el cambio de dientes es al mismo tiempo el poder de crecimiento y organización. Este es el segundo ser humano que uno descubre en sí mismo: es en un nivel superior lo que ahora no es el pensamiento ordinario, meramente pasivo, sino que nos organiza como un segundo cuerpo etérico -le ruego que no se ofenda por la expresión. Así pues, el método antroposófico de investigación no consiste en sulfurar un cuerpo etérico imaginario, sino en el hecho de que uno puede, efectivamente -sólo puedo dar pistas aquí-, indicar empíricamente en todas partes cómo lo que uno encuentra ahora a través de los métodos especiales de cognición está realmente activo en la naturaleza humana; pues cuando miramos a un niño, lo que luego encontramos en el pensamiento está activo. Por tanto, si quiero entender las fuerzas del crecimiento en un niño, si quiero saber cómo hay algo particularmente vitalizante en él, lo tengo en lo que llamo cognición imaginativa, pues esto lo convierte en el contenido interno de la conciencia. Pues bien, si hay fuerzas curativas en las fuerzas que son fuerzas de crecimiento en el niño, que luego pasan a la vida del alma, pero que después tienen un efecto pasivo, entonces sólo podré investigar estas fuerzas curativas cuando llegue a mirar y experimentar interiormente, con el método científico-espiritual real, lo que son las fuerzas vitalizadoras. Esto permite ver no sólo algo fantástico en las cosas logradas, sino algo efectivo en el organismo humano, y así convertir la antropología exterior en antroposofía real mediante el empirismo interior.

Y así como se encuentra este segundo ser humano a través de un entrenamiento especial del pensar, así, si se va ahora más allá, se puede encontrar un tercero dentro de estos dos seres humanos, el físico y el etérico. Pero no se ofendan por esto -pues en todas partes se necesita una terminología- si lo llamo el hombre astral, la Antroposofía ya da las razones para ello. Sólo quiero señalar aquí la constitución del propio ser humano.

Cuando uno ha llegado tan lejos como para experimentar realmente este segundo ser humano etérico interiormente independiente del ser humano físico, entonces uno tiene un contenido de conciencia. Con referencia a esto puedo decir: uno se siente casi tan seguro en él como se siente en su cuerpo físico en la conciencia normal de vigilia. - Uno ya siente a este segundo ser humano. Por eso es un trabajo interior mucho más fuerte el que debe seguir ahora: sacar lo que he descrito como el ser humano etérico. Pues sólo se llega más lejos adquiriendo la fuerza para sugerir este ser humano etérico. Esto debe hacerse ahora de forma muy consciente, de modo que, en cierto sentido, uno vuelve a salir después de haber entrado. En general, el ejercicio preliminar no es muy fácil. Las ideas a las que uno se ha apegado durante mucho tiempo, que han estado tan presentes para uno que se han apoderado de toda la conciencia -pero de nuevo en plena prudencia, de modo que no puede haber ninguna sugestión en ellas- son ya difíciles de desconectar, porque actúan con una fuerza mucho más fuerte en la conciencia que la que se apodera como ideas fugazmente en la vida cotidiana y de la observación ordinaria. Pero cuando uno ha practicado la liberación de la conciencia en general, liberándola de manera más consciente de lo que puede contener en ella, entonces también llega a negarse a sí mismo esta autoconstrucción que ha recibido y a producir una conciencia vacía. Esta conciencia se encuentra entonces exactamente en el estado en el que se encontraría el ser humano si, tras el habitual sueño sin sueños, percibiera repentinamente otro mundo a su alrededor, si se despertara no en el cuerpo sino fuera del cuerpo, pero tampoco en el mundo físico, sino en un mundo espiritual.

Este despertar puede producirse haciendo lo que acabo de describir: que después de haber potenciado primero la conciencia de la manera más fuerte, de modo que haya adquirido un contenido etérico, uno la hace ahora vacía de nuevo, tiene la conciencia vacía, la mera vigilia, sin ningún contenido de lo que por otra parte tiene en la vida o en la ciencia. Producir una conciencia vacía - sabes lo difícil que es en la vida ordinaria, porque si uno deja que las sensaciones desaparezcan en la vida ordinaria, entonces el ser humano se duerme. Pero de este modo, tal y como lo he descrito, se llega a la conciencia vacía que está meramente despierta, pero no permanece así durante mucho tiempo. Entonces entra el mundo espiritual, sobre todo un tercer ser humano, un ser humano que en realidad es ahora sólo función interior, sólo movilidad y actividad interior. El segundo, el ser humano etérico, es el vitalizador, el tercero, el ser humano astral, es la movilidad, la actividad. Hay pues un cuarto ser humano que hace posible que seamos humanos en el sentido más amplio de la palabra. Tal vez tenga la oportunidad de profundizar en esto en el curso de las conferencias; ahora sólo quiero insinuar que éste es el verdadero yo-humano, pues el animal también posee lo que he descrito hasta ahora: cuerpo físico, cuerpo etérico y cuerpo astral. El hombre, sin embargo, tiene además la posibilidad de experimentar en sí mismo ese resumen de sus miembros, no de forma abstracta, sino concreta. Si el hombre no sólo crea una conciencia vacía, captando así el mundo espiritual, sino que ahora va más allá y dinamiza aún más la experiencia del mundo espiritual, entonces llega a la plena concepción del yo.

De este modo se puede formar una idea de lo que poco a poco se va convirtiendo en el contenido del ser humano a través de métodos antroposóficamente exactos. Este contenido del ser humano está ahora realmente ahí. Así como el calor, que primero estaba latente y luego surgió y se convirtió en calor real, expresándose en sus efectos físicos, así lo que es cuerpo etérico, cuerpo astral y yo, se expresa absolutamente en el ser humano. Y sólo entendemos al ser humano cuando podemos captar realmente esta interacción de los cuatro miembros de su ser.

Fijémonos en un detalle. Veámoslo en detalle para poder formarnos una idea de cómo pueden funcionar conjuntamente, por ejemplo, el riñón y la función renal del ser humano. En cada miembro individual del ser humano, los cuatro miembros de la naturaleza humana interactúan en mayor o menor medida. Si ahora estudiamos la función renal, tenemos en lo que podemos observar en el cadáver o en otro caso sólo la suma de efectos físicos. Esta suma de efectos físicos, sin embargo, está impregnada por lo que al principio denominé cuerpo etérico, es decir, por aquella parte del cuerpo etérico que contiene en particular las funciones vitales para los riñones.  Sin embargo, éste está a su vez impregnado por el cuerpo astral, y es en la interacción de estos miembros de la naturaleza humana donde reside lo que hace que el ser humano sea comprensible interiormente, incluso en el caso de un órgano o sistema de órganos individual. Consideremos ahora el caso en el que observamos algunas irregularidades en la función de los riñones. Sólo tengo que referirme a esto en todas partes, ya que se encuentran ustedes en una ciencia especializada. Será evidente para aquellos que ven a través de todo el asunto como he indicado que de alguna manera la función del riñón físico y la función del riñón etérico se oponen a la función del riñón astral. Así que este es un caso típico.

Se puede llegar a la conclusión de que la organización renal física y etérica se opone a la función renal astral, que sólo se llega a ver cuando se ha establecido la conciencia vacía. Ahora bien, es así: si un órgano vivo, el riñón, a través de su organización física y etérica, se opone al astral, en ese caso organización astral debe intervenir más a fondo, más energéticamente, porque de lo contrario el órgano se atrofiaría; y tenemos, pues, en casos especiales, por supuesto -siempre cuento casos particularmente concretos-, una concentración especial de la parte de la organización astral que corresponde al riñón, sobre la actividad renal. En otras palabras, la función astral de los riñones se vuelve mucho más fuerte en sí misma de lo que se le permite ser de acuerdo con toda la constitución del hombre; de modo que quien ve a través de la función de los riñones de esta manera tiene la imagen: El cuerpo astral realiza un trabajo en el riñón que retira de la totalidad del ser humano, en el que debe estar activo; forma un proceso en el riñón que en realidad no debería estar allí. A través de los momentos especiales y anormales de desarrollo en el riñón físico y en el etérico, el riñón astral actúa de manera demasiado fuerte.

Ahora se trata de llevar el diagnóstico hasta este punto. Que se sepa que la parte astral del riñón tiene que hacer ahora algo que no debería hacer en el funcionamiento normal del organismo, pero que el riñón, tal como está en su estado enfermo, patológico, o como riñón etérico, exige de esta parte astral.  Aquí llegamos a la primera parte, al primer eslabón de una visión de la naturaleza del enfermo.

En realidad, los procesos de la enfermedad deberían ser el mayor misterio para el hombre pensante, ya que son procesos naturales. Pero los procesos normales también lo son.  ¿Cómo se cuelan estos procesos anormales, estos procesos de enfermedad, en medio de los procesos normales? Mientras se considere al ser humano sólo como un tejido equivalente de sustancias y funciones físicas, no se llega en realidad a una posible distinción entre lo que es fisiológico y lo que es patológico; <solo se llega a esto cuando se sabe que el riñón puede ser metamorfoseado por el hecho de que simplemente desarrolla procesos físicos que el riñón normal no desarrolla, pues en el riñón normal existe la correcta armonía entre el riñón físico, etérico y astral. Esto es lo que se ve al principio. 

Ahora se trata de saber cómo es posible eliminar este proceso de enfermedad, que debe explicarse simplemente por el uso excesivo de una parte suprasensible de la naturaleza humana. ¿Cómo podemos hacer que el ser humano astral vuelva a funcionar con normalidad? En estas discusiones siempre quiero analizar cosas muy concretas, individuales. 

No quiero hablar de una enfermedad renal grave, pues los principios del asunto también pueden quedar claros en el caso de una enfermedad renal leve. Sin embargo, para poder indicar cómo se puede tratar un riñón de este tipo, me gustaría partir de un punto muy concreto.

Lo que sabemos es, en primer lugar, que debemos liberar de nuevo al cuerpo astral de su trabajo sobre el riñón, que está deformado en el sentido más amplio. Si ahora obtenemos el tipo de visión general del conocimiento que va primero al ser humano y luego al mundo, lo siguiente surge con un método como el que he descrito. Volvemos nuestra mirada del ser humano a la naturaleza externa.

Venimos a estudiar la naturaleza especial de Equisetum arvense. Si estudiamos este Equisetum, no poniendo tanto énfasis en las sustancias individuales que lo componen, sino en el proceso que vive en él, entonces llegamos a lo siguiente: Hoy en día es habitual, porque el pensamiento materialista se ha apoderado de todo, decir respecto a todo lo orgánico: se compone de tal o cual cantidad de proteínas, grasas e hidratos de carbono, etc. Miramos por todas partes lo que la química externa puede indicar como los constituyentes individuales de una sustancia, y luego llegamos de esta manera a los elementos, como se los denomina; ahora las cosas han cambiado de nuevo un poco. Pero eso no es lo que importa como prioridad en lo que tengo en mente aquí. Nos interesa especialmente el hecho de que cuando analizamos el Equisetum, cuando separamos sus funciones, obtenemos ácido silícico como principal constituyente entre lo que queda. Por lo tanto, debe ser tan fuerte en él que domine, es decir, que siga haciendo valer su función de ácido silícico en el Equisetum. Al analizar, no reconocemos la sustancia como tal, sino lo que la sustancia significa. Y esto también hay que reconocerlo.

El Equisetum es una planta; en ella no encontramos un cuerpo astral, sino un cuerpo físico y un cuerpo etérico.

Estudiamos el Equisetum arvense y descubrimos que el ácido silícico en particular desempeña un papel. Por supuesto, hay otras plantas que contienen ácido silícico. También encontramos que ciertas sales de ácido sulfúrico desempeñan un papel y, finalmente, encontramos que los constituyentes más importantes que siguen afirmando su naturaleza, su esencia en el Equisetum, es el ácido silícico -pero no la "sustancia", sino la función del ácido silícico- y la función del azufre. Y ahora encontramos algo muy curioso. Si somos capaces, con nuestros poderes espiritualmente desarrollados, de ver a través del tipo especial de conexión entre las sales de ácido sulfúrico y el ácido silícico, SiO2, encontramos que hay un proceso, una conexión funcional, que ahora introducimos en el organismo humano, ya sea internamente o -en el caso de otros procesos no tenemos que elegir la absorción a través de la boca- a través del baño o por inyección. La importancia de cada uno de estos métodos se analizará más adelante. Sin embargo, si introducimos el Equisetum en el organismo humano de una manera determinada -pero ahora es mejor no utilizar el Equisetum como tal, y la esencia de nuestra preparación de remedios se basa en esto, porque los efectos están ahí, vivos, pero no tan duraderos- si ahora estudiamos la conexión funcional entre el ácido silícico y el azufre y luego tratamos de imitarla en la preparación, Si ahora estudiamos la conexión funcional entre el ácido silícico y el azufre y tratamos de imitarla en el preparado, obtenemos así, en la transposición de lo que se puede estudiar en el equisetum al preparado más o menos inorgánico, la posibilidad de desarrollar efectos más fuertes en el organismo humano que los que se producen cuando se utiliza la mera planta como té o similar. Esto es especialmente importante en la producción de nuestros remedios. 

Si ahora introduzco en el organismo humano de forma correcta lo que es la conexión funcional entre el azufre y el ácido silícico, entonces esto sucede simplemente por la cualidad especial de esta conexión funcional: que ahora en el riñón el cuerpo astral humano se ve aliviado del proceso que debe llevar a cabo mientras la enfermedad está presente. Así pues, si introduzco en el riñón el funcionamiento del azufre y del ácido silícico en el Equisetum arvense, tomo de él lo que el cuerpo astral humano debe realizar de otro modo en el riñón deformado -deformado ahora tomado en el sentido más amplio-; dejo, por así decirlo, que el proceso de la enfermedad sea realizado primero por algo que he introducido en el cuerpo. Este es el comienzo de todo proceso de curación. Hay que conocer el proceso de la enfermedad. En primer lugar, debemos tener una patología racional, debemos conocer el proceso de la enfermedad y debemos investigar dónde se produce algo en la naturaleza que pueda reproducir exactamente este proceso de la enfermedad. Porque no hay que creer, en primer lugar, que siempre se puede combatir el proceso de la enfermedad en todas partes en una enfermedad, sino que hay que atraparla prácticamente.

Lo que el proceso de la enfermedad es, debe ser capturado por algo que se conoce en su dinámica, como en el caso del azufre Equisetum y ácido silícico. Entonces lo que, como en este caso de la enfermedad renal, actuaba antes como cuerpo astral, puede salir libremente. Y al sacar esto libremente, también hay que procurar que el hombre se fortalezca internamente con la dieta y demás, que pueda utilizar todos sus poderes internos con más energía que de otra manera, es decir, hay que dedicar algo de energía a todo el cuerpo astral. Entonces el cuerpo astral, liberado de esta manera en toda su normalidad, es llevado al punto en que, en el caso correspondiente, el extremo sano del cuerpo astral extingue el extremo enfermo, si se ha permitido primero que la actividad demasiado fuerte del cuerpo astral sea asumida por un funcionamiento externo. 

Así se llega a un concepto racional de la curación. Por regla general, esta curación consiste siempre en interceptar el proceso de la enfermedad mediante un proceso insertado desde el exterior y hacer que lo que ya está en el ser humano supere el proceso de la enfermedad energizándolo, mientras que esto no puede hacerse mientras -como aquí en este caso- el cuerpo astral tenga que dirigir su actividad unilateralmente hacia el riñón, que es diferente de lo que debería ser. Pero lo que acabo de describir es el caso, o puede ser el caso, de todos aquellos procesos de enfermedad que se deben a irregularidades de los órganos que -como me gustaría llamarlo- actúan centrífugamente, actúan centrífugamente hacia adentro. El riñón es un órgano secretor que segrega primero hacia el interior, aunque la secreción vaya hacia el exterior, segrega hacia el interior. Y los procesos patológicos, si se entiende lo que he dicho, deben entenderse de tal manera que la cura consiste en que provocamos un proceso centrífugo en el riñón mediante la inserción de Equisetum arvense, un proceso que irradia desde el riñón. 

Hay otros procesos que nos muestran el lado polar de lo que acabo de mencionar. Y aquí tampoco quiero mencionar una enfermedad grave, sino, para hablar de los principios, algo que, aunque más o menos llama la atención de forma distante a las enfermedades reales más profundas del ser humano, es sobre todo extraordinariamente desagradable para el paciente: es la fiebre del heno, la fiebre del heno, el catarro de la fiebre del heno. Si se quiere combatir esto, hay que tener en cuenta que se trata de una enfermedad constitucional muy fuerte. Al final, sin embargo, esto nos lleva de nuevo al hecho de que periféricamente en el ser humano hay un debilitamiento del cuerpo astral con sus poderes, este tercer ser humano interiormente móvil.  Podemos rastrear la fiebre del heno desde la más tierna infancia, cuando solemos tener enfermedades generales inadvertidas que luego se especializan en lo que aparece más tarde en la vida como fiebre del heno. Y

Sabemos que esta fiebre del heno se debe al declive del cuerpo astral en ciertas funciones, que no penetra tanto como el cuerpo físico y el cuerpo etérico, de modo que nuestra primera preocupación debe ser energizar este cuerpo astral hacia adentro, para conducirlo de nuevo a sus funciones reales; de modo que donde tengamos que hacer frente a efectos centrífugos más externos en lo patológico, ahora contrarrestamos algo más. En el ejemplo de la enfermedad del riñón hemos, por así decirlo, interceptado la enfermedad; hemos examinado el cuerpo astral de tal manera que, cuando se libere de su trabajo anormal, sólo tenemos que energizarlo, fortalecerlo; entonces, cuando tomemos de él lo que tenía que hacer en el riñón enfermo, ya trabajará en dirección a la salud. No es el caso de procesos como la fiebre del heno. En este caso, no debemos aspirar a interceptar el proceso de la enfermedad, sino que prácticamente debemos enviar un proceso igual en dirección polarmente opuesta contra el proceso de la enfermedad. Y entonces se ha descubierto que podemos estimular el cuerpo astral para que realice la función que ya no realiza, porque ya no tiene acceso al cuerpo físico y al cuerpo etérico, si utilizamos ciertos jugos de frutas que tienen piel, por lo que en efecto se muestran efectos centrípetos dentro de la fruta, y si preparamos el correspondiente preparado a partir de estos jugos de frutas, en los casos más leves como ungüento, en los más graves como inyección. Lo conducimos de vuelta al cuerpo físico y al cuerpo etérico, y a este respecto hay que mostrar éxitos bastante hermosos. La Dra. Wegman ha inyectado a numerosos pacientes con nuestro remedio para la fiebre del heno y ha tenido los más maravillosos éxitos en este campo. Por esta vía es muy posible llevarla al encuentro del cuerpo astral, que se ha vuelto perezoso, y energetizarlo, de modo que se pueda trabajar en este proceso que es provocado por la inyección - estos procesos tienen entonces una cierta afinidad con órganos particulares. Cuando utilizamos un determinado jugo de fruta, éste tiene una afinidad especial con ciertos órganos; hay que investigar entonces los lugares especiales y conocer las corrientes en las que se expresan las afinidades -, se puede ver cómo esas funciones físicas que se producen a través de lo que se ha vuelto laxo y perezoso en el cuerpo astral, que no se producirían si fueran sostenidas por el cuerpo astral, cómo estas funciones dejan realmente de producirse cuando interceptamos ahora el cuerpo astral mismo. Antes interceptábamos el proceso de la enfermedad, ahora interceptamos el proceso en la zona en cuestión sobre la que queremos actuar. Así, con respecto a los preparados que utilizamos, tenemos que distinguir entre los procesos de acción más centrífuga, como he descrito en el caso del proceso renal, y entre los procesos curativos de acción centrípeta, como por ejemplo en el caso del remedio para la fiebre del heno.

Cuando ves estas cosas, al principio puedes pensar que es algo inventado. La mayoría de la gente de hoy en día también cree que es un invento. Por eso le doy mucha importancia al hecho de que no sólo produzcamos tales remedios, sino que en nuestros institutos se trabaje con el espíritu de esta forma de pensar médica. En este último caso dependemos principalmente de las estadísticas, que nos dicen que si el número de casos en los que un remedio ha ayudado es muy grande en relación con aquellos en los que no lo ha hecho, entonces las estadísticas nos ayudarán. Pero si se parte de un método como el que he comentado, se puede ver en cierto modo desde la visión del proceso de la enfermedad lo que debe ocurrir en un determinado proceso de curación.  La patología y la terapia se convierten en uno. Porque la cosa es la siguiente: si por medio del diagnóstico reconozco lo que ocurre en el riñón enfermo, es el mismo proceso, sólo que a un nivel diferente, el que debo utilizar en la terapia: debo interceptar el proceso; debo introducir algo en el organismo humano combinando azufre y ácido silícico, de modo que yo mismo haga surgir lo que se me presenta como un proceso patológico. Curo formando una terapia que es la imitación del proceso de la enfermedad en otro nivel, y esto debe ser llevado a cabo por el cuerpo astral. Si, por ejemplo, introduzco la función del equisetum en el organismo humano, lo dejo en el cuerpo etérico, y relevo al cuerpo astral de su trabajo sobre el riñón enfermo.

 De este modo, se transforma lo que de otro modo se situaría en una posición completamente yuxtapuesta y que sólo puede encontrarse de forma puramente empírica: La patología y la terapia se transforman en una unidad absoluta. Si se reconoce así la naturaleza del proceso de la enfermedad, hay que encontrar en la naturaleza externa cómo, por ejemplo, se imita un proceso renal particular en Equisetum arvense;  o si reconocemos que el proceso de secreción de la bilis en el hígado en ciertas formas de enfermedad es realmente de tal naturaleza interna que encontramos esta forma de enfermedad del proceso de secreción de la bilis, por ejemplo, en Cichorium intybus, somos capaces, por la forma en que procede la función en Cichorium intybus, de aliviar el cuerpo astral del hígado en el proceso de secreción de la bilis de lo que debe hacer de otra manera. De este modo, avanzamos en la curación de tal manera que la propia patología no es realmente otra cosa que la terapia. Esto hace que la terapia sea una ciencia verdaderamente racional. - Si uno conoce, por ejemplo, la maravillosa conexión que existe entre el hierro y especialmente ciertos constituyentes del mucílago de la planta y las sales de Anisum vulgäre, puede reconocer cómo en este anís, especialmente en la semilla de Anisum [Pimpinella anisum], hay algo que funciona que coincide con ciertos procesos de enfermedades hiperinflamatorias de la sangre.  Podemos eliminar estos procesos de enfermedad de la sangre utilizando un preparado que sigue el modelo de la conexión entre ciertos mucílagos vegetales y el hierro del anís. De este modo no sólo liberamos el cuerpo astral, sino que, en el caso de las enfermedades de la sangre, también interviene la organización del yo. 

De este modo, llegamos a contemplar la totalidad de la naturaleza. Lo que es la hermosa naturaleza exterior no es en realidad más que procesos de enfermedad imitados. En el ser humano, son los procesos de la enfermedad en el interior, en el exterior es la maravillosa naturaleza. Pero hay que entender la conexión y saber cómo introducir las funciones de la enfermedad en el ser humano desde el amplio campo de los procesos naturales y, por tanto, tomar los procesos de la enfermedad de los miembros suprasensibles de la naturaleza humana. Ahora ya no se depende de las estadísticas.  Porque si se reconoce tal conexión a través de la percepción interna, y se observa cómo deben producirse los efectos, entonces ocurre lo mismo que con un experimento físico realizado correctamente y con inexacta cientificidad. Tampoco aquí se procede según la estadística, sino que se sabe, por ejemplo, en el caso de la ley de Mariotte-Gay-Lussac, que se trata de un experimento ejecutado con exactitud, que, si se ejecuta con exactitud, también está demostrando. Con los seres humanos no es tan sencillo como con un experimento físico, pero en realidad es lo mismo si se puede afirmar al mirar a través del proceso de la enfermedad: esto o aquello debe tener un efecto - y si luego se ve poco a poco cómo funciona. Lo que es necesario aquí - y esto es lo que está presente en tan alto grado en el Instituto Clínico Terapéutico de la doctora Wegman en Ariesheim - es que uno realmente destierre todo el escepticismo médico; porque esto es en realidad lo que continuamente pone los obstáculos más fuertes en el camino. Lo que está presente en la doctora Wegman es el valor de curar. El valor de curar forma parte de todo! Entonces también se llega a mirar el proceso de la enfermedad, y a empezar a conocerlo interceptándolo, por así decirlo. Pero entonces se vuelve especialmente importante mirar cómo se produce todo esto realmente, si no se es descuidado; sino que se sigue el proceso de curación de etapa en etapa. Y entonces se sabe dónde hay algo que no funciona; luego hay que volver a investigar dónde se ha pasado algo por alto. 

Pero si uno tiene entonces el valor de curar en cada caso individual y en realidad no presupone nada más, no quiere nada más que curar, sino curar los procesos de la enfermedad con valor, entonces uno tiene aquello de lo que se puede sentir más fuertemente estimulado, como tal base científica exacta de la medicina, que no quiere simplemente elaborar una terapia racional a partir de una patología exacta como consecuencia, sino que ya tiene el proceso de curación en el diagnóstico.

Por lo tanto, no hay otra forma de hablar sobre el proceso de la enfermedad que tener la terapia al mismo tiempo que el diagnóstico. A continuación, se describe la enfermedad renal de tal manera que la descripción se asemeja bastante a lo que ocurre con el Equisetum arvense: se traslada lo que se ve en el riñón a un proceso natural externo; de modo que al diagnosticar se describe de tal manera que el diagnóstico contiene el proceso de curación.

Traducido por J.Luelmo sept.2021