GA094 Paris 6 de junio de 1906 -cosmología esotérica -el mundo astral (continuación)

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RUDOLF STEINER

El mundo astral
Paris  6 de junio de 1906
décima conferencia

El ocultista es un hombre que jamás sueña en imponer dogmas. Es un hombre que cuenta lo que ha visto, lo que ha experimentado en el plano Astral y en el Espiritual, o lo que Maestros dignos de confianza le han revelado. No pretende convertir, sino despertar en los otros el sentido despierto en él y hacerlos capaces de ver también. Se tratará aquí del hombre astral tal como aparece a la clarividencia. El hombre astral encierra todo el mundo de sensaciones, pasiones, emociones e impulsos del alma. Ellos traducen para el sentido interno en formas y en colores. El cuerpo astral en sí mismo es una nube de forma ovoide que baña y rodea el cuerpo. Podemos percibirlo desde dentro.

En el hombre físico es necesario considerar la sustancia y la forma. Esta sustancia se renueva en siete años; la forma permanece. Porque detrás de la sustancia está el espíritu constructor. Este constructor es el cuerpo etérico. Nosotros no lo vemos, no vemos más que su obra, el cuerpo. El ojo físico no ve en el organismo más que aquello que está terminado y no lo que está en estado de llegar a ser o devenir. Lo contrario tiene lugar cuando se posee la visión del cuerpo astral, es decir, de su propio cuerpo astral. Lo sentimos desde dentro por nuestras pasiones y los diversos movimientos de nuestra alma.

La capacidad del vidente consiste en aprender a ver desde fuera lo que en la vida habitual sentimos desde dentro. Entonces, sentimientos, pasiones y pensamientos se traducen en formas vivientes y visibles, lo que constituye el aura alrededor de la envoltura física, la aureola. Lo mismo que el cuerpo etérico construye el cuerpo físico, así las pasiones construyen el cuerpo astral.

Todo lo que vive en el aura allí se expresa. Cada aura humana posee sus tonalidades especiales, sus colores dominantes. Sobre este color fundamental se forman y combinan todos los otros. Por ejemplo, el temperamento melancólico tiene un tinte azul, pero en el aura se vierten desde fuera tantas impresiones diferentes que el observador puede equivocarse fácilmente, sobre todo si observa su propia aura. El clarividente ve su propia aura invertida, es decir, lo interior como exterior y lo exterior como interior, porque él ve desde afuera. ¿Qué ve, entonces?

Todos los fundadores de religiones han sido clarividentes cumplidos y guías espirituales de la humanidad, y sus sentencias morales fueron reglas de vida motivadas por verdades astrales y espirituales. Esto es lo que explica la similitud entre todas las religiones. Por ejemplo, la que existe entre los ocho senderos en el camino del Budha y las ocho beatitudes del Cristo. La misma verdad que está en el fondo es que cada vez que el hombre desarrolla una virtud, desarrolla también una nueva facultad de percepción.

Pero, ¿por qué hay ocho etapas? Porque el clarividente sabe que sus facultades capaces de llegar a ser órganos de percepción son ocho. Los órganos de percepción del cuerpo astral se llaman en ocultismo las flores del loto (ruedas sagradas, chacras); la rueda de diez y seis rayos, o la flor de loto de diez y seis pétalos, se encuentran en la región de la laringe. En tiempos muy antiguos, esta flor de loto giraba en un cierto sentido, según un movimiento inverso al de las agujas de un reloj, de derecha a izquierda.

En el hombre de hoy, la rueda se ha detenido; no gira más. Pero en el clarividente recomienza actualmente a moverse en sentido inverso, es decir, de izquierda a derecha. Ahora bien: ocho pétalos de los diez y seis eran otro tiempo visibles. Los pétalos intermediarios estaban ocultos. En el porvenir aparecerán todos. Porque los ocho primeros son debidos a la acción de la iniciación inconsciente y los ocho nuevos a la iniciación consciente que resulta del esfuerzo personal. Y son, precisamente, esos ocho nuevos pétalos que desarrollan las beatitudes del Cristo.

El hombre posee otra flor de loto, la cual posee doce pétalos. Está situada en la región del corazón. En otro tiempo eran visibles solamente seis pétalos. La adquisición de seis virtudes desarrollará los otros seis pétalos en el porvenir. Estas seis virtudes son: el control sobre el pensamiento, la fuerza de iniciativa, el equilibrio de las facultades, el optimismo que permite ver el lado positivo de todas las cosas, el espíritu libre de prejuicios, en fin, la armonía de la vida del alma.

Entonces los doce pétalos entrarán en movimiento. En ellos se expresa el carácter sagrado del número doce, que volvemos a encontrar en los doce Apóstoles, los doce compañeros de Arturo, y cada vez que se trata de creación, de acción. Y es así porque todas las cosas, en el mundo, se desarrollan a través de doce tonalidades distintas. En el poema de Goethe, titulado: “Los Misterios” (Die Geheimnisse) donde se expresa el ideal de los Rosacruces, encontramos un nuevo ejemplo de ello. Según una explicación de este poema, la Rosa-Cruz representa una confesión religiosa.

Se vuelven a encontrar estas verdades igualmente en los signos y los símbolos; porque los símbolos no son invenciones arbitrarias, sino realidades. Por ejemplo, el símbolo de la Cruz, como el de la Svástica, es la representación del chacra de cuatro pétalos del hombre.

Y la flor de doce pétalos en que entra su expresión es el símbolo de la Rosa-Cruz y de los doce compañeros. El décimo-tercero, entre ellos, el compañero invisible que los une a todos, es la verdad que une a todas las religiones entre sí. Todo comienzo, toda nueva revelación religiosa es un décimo-tercero que da una síntesis nueva de los doce matices de la verdad espiritual. De esta verdad brotan los ritos y las ceremonias de los cultos o religiones. En el fondo de todos los ritos y de todos los cultos establecidos por los clarividentes, está la sabiduría Divina que habla.

El mundo astral se expresa mediante ellos en el mundo físico. El rito representa como un reflejo de lo que pasa en los mundos superiores. Este hecho se vuelve a encontrar en el ritual de los francmasones y en las religiones asiáticas. En el nacimiento de una nueva religión, un iniciado da las bases sobre las cuales se edifica el ritual del culto exterior. Con la evolución del rito, cuadro viviente del mundo espiritual, evoluciona hacia las esferas del mundo astral, y el rito se hace belleza. Es especialmente lo que pasó entiempo de la civilización griega. El arte es un acontecimiento astral cuya causa ha sido olvidada.

Precisamente encontramos un ejemplo de ello en los misterios y los dioses griegos. En los misterios el hierofante trabaja de nuevo el desarrollo humano en sus tres fases: el hombre-animal; el hombre-humano y el hombre-Dios (el verdadero superhombre y no el falso superhombre de Nietzsche). En esos tres él suministraba a los iniciados una imagen viviente proyectada en la luz astral. Simultáneamente esos tres tipos suprasensibles se expresaron en la poesía y la escultura por estos tres símbolos:

1º El tipo bestial – el Sátiro;

2º el tipo humano – Hermes o Mercurio;

3º el tipo divino -Zeus, Júpiter.

Cada uno de ellos con todo lo que los rodea representa un ciclo de humanidad. Así es como los discípulos de los misterios transportaron al arte lo que habían visto en la luz astral. El apogeo de la vida terrestre para el hombre se encuentra actualmente alrededor de los treinta y cinco años; por qué?; ¿por qué Dante comienza su viaje a los treinta y cinco años de edad, punto medio de la vida humana? Porque en ese momento el hombre, cuya actividad había estado concentrada en la elaboración del cuerpo físico, se remonta hacia las regiones espirituales y puede aplicar su actividad a conseguir la clarividencia. Así, Dante, llegó a ser vidente a los treinta y cinco años de edad. Cuando las fuerzas físicas cesan de acaparar el influjo espiritual, estas fuerzas liberadas del cuerpo pueden transformarse en clarividencia.

Tocamos aquí un misterio profundo: la ley de la transformación de los órganos. Todo en el hombre evoluciona por una transformación de los órganos. Lo que hay de más elevado en él, es el resultado de lo que era lo más bajo y que se ha transfigurado. Así es que los órganos sexuales deben transformarse. Con la separación de los sexos, el cuerpo astral se ha dividido produciendo una parte inferior, el organismo sexual físico, y una parte superior que engendra el pensamiento, la imaginación, la palabra. El órgano sexual, “la fuerza productiva”, y órgano de la voz, la palabra “creadora”, en otro tiempo formaban un todo.

Se comprende así el vínculo que une esos dos polos aparecidos allí donde no había más que un órgano. El polo negativo, animal, y el polo positivo, divino, estaban antaño reunidos y se han separado. El tercer Logos es el poder creador de la palabra, “así lo expresa el comienzo del Evangelio de San Juan, del cual es el reflejo la palabra humana. En los viejos mitos y leyendas, este hecho ha encontrado una expresión profunda bajo los rasgos de Vulcano, el cojo. Su misión consistía en conservar el fuego sagrado. El cojea, porque en la iniciación el hombre debe perder algo de su fuerza física inferior; lo bajo del cuerpo viene de un pasado que desapareció. La naturaleza humana inferior debe caer para elevarse en seguida a un grado más alto. En el curso de su evolución, el hombre también se ha dividido en inferior y superior. Sobre ciertos cuadros de la Edad Media se ve al hombre partido en dos por una línea, la parte superior izquierda y la cabeza están encima del trazo, la parte superior derecha y lo bajo del cuerpo, debajo del trazo. Esta línea es indicación dada sobre el pasado y el futuro del cuerpo humano.

La flor de loto de dos pétalos se encuentra bajo la frente, en la raíz misma de la nariz; es un órgano astral todavía no desarrollado, que se desarrollará un día en dos antenas o alas, se lo ve ya como un símbolo en los cuernos que figura en la cabeza de Moisés. Visto de alto a bajo, cabeza y órganos sexuales, el hombre es sintético o idéntico. Es el producto del pasado. De izquierda a derecha es simétrico, es el presente y el futuro; pero esas dos partes simétricas no tienen el mismo valor.

¿Por qué somos habitualmente diestros usamos la mano derecha?

La mano derecha, que de las dos trabaja más activamente, está destinada a atrofiarse más tarde. La mano izquierda es el órgano que sobrevivirá cuando las dos alas de la frente se desarrollen. El cerebro del pecho será el corazón, que será el órgano del conocimiento. Habrá tres órganos de locomoción.

Antes que el hombre se enderezara hubo un tiempo en que marchaba a cuatro patas. Tales el origen del enigma que ponía la Esfinge. Preguntaba: ¿Cuál es el ser que en su infancia marchaba en cuatro patas, en el medio de su vida marcha en dos y en su vejez marcha en tres? Edipo le respondió que es el hombre, que, en efecto, niño marcha en cuatro patas y viejo se apoya en un bastón. En realidad, enigma y respuesta se relacionan con la evolución entera de la humanidad, pasado, presente y futuro, tal como la conocían los antiguos misterios. Cuadrúpedo en una época anterior a la evolución, el hombre se tiene hoy sobre dos pies, en el porvenir él volará y se servirá en efecto de tres auxiliares: las dos alas que serán el desarrollo de “la flor de loto”, de dos rayos, llegarán a ser el órgano de su voluntad motriz y, además, el aparato metamorfoseado del lado izquierdo del pecho y de la mano izquierda. Tales serán los órganos de locomoción futura. El lado derecho y la mano derecha, así como el órgano de la reproducción actuales se atrofiarán; y el hombre, como hemos visto más arriba, se reproducirá por la fuerza del VERBO; su palabra moldeará en el éter cuerpos semejantes a él mismo.


GA094 París, 1 de Junio de 1906 -cosmología esotérica -el misterio de cristo

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RUDOLF STEINER
El MISTERIO DE CRISTO

París, 1 de Junio de 1906 
octava conferencia.
Desde la fundación del cristianismo, la iniciación cristiana a través de la Edad Media hasta nuestro tiempo, ha seguido existiendo, y siempre ha permanecido igual entre una serie de Órdenes religiosas, así como entre los Rosacruces. Consiste en un entrenamiento espiritual que culmina en ciertos síntomas idénticos e invariables. Las Fraternidades donde, en profundo secreto, se solía dar este entrenamiento, son el hogar de toda la vida espiritual y del progreso religioso.
En ciertos aspectos, la iniciación cristiana es más difícil de alcanzar hoy, que la iniciación de los tiempos antiguos. Esto va relacionado con la esencia y misión del cristianismo, que justo vino al mundo, en un tiempo en que el hombre había descendido más profundamente en lo material. Este descenso sirvió para imbuirle una nueva conciencia, pero el esfuerzo que implica elevarse desde las profundidades del materialismo exige una mayor lucha y hace que la iniciación sea más difícil. Es por eso que los maestros cristianos exigen una intensa humildad y devoción de sus alumnos.
La iniciación cristiana siempre ha consistido en siete etapas, cuatro de las cuales corresponden a cuatro de las Estaciones del Calvario. Las etapas son:

  1. El lavado de pies.
  2. La flagelación.
  3. La coronación de espinas.
  4. El cargar con la cruz.
  5. La muerte mística.
  6. El entierro.
  7. La resurrección.

El Lavado de Pies;
Este es un ejercicio preparatorio de carácter moral, relacionado con la escena en la que Cristo lava los pies de los discípulos antes de la celebración de la Pascua (San Juan 13): "En verdad os digo, el siervo no es más grande que su Señor; ni el apostol es mayor que quién lo envió ”. La teología le da una interpretación puramente moral a este acto y lo considera simplemente como un ejemplo de la profunda humildad y devoción del Maestro a sus discípulos y su colaboración. Los rosacruces también sostenían este punto de vista, pero en un sentido más profundo, relacionaban la historia con la evolución de todos los seres en la naturaleza. La escena es realmente una alusión a la ley de que lo más alto es un resultado de lo más bajo. La planta podría decirle al mineral: estoy por encima de ti ya que tengo una vida que no tienes; sin embargo, sin ti no podría existir, porque las sustancias que me nutren se extraen de ti. El animal a su vez, podría decirle a la planta: Estoy por encima de ti, porque tengo sentimientos, deseos, la capacidad de movimiento voluntario que no tienes; Pero sin el alimento que me proporcionas, sin tus hojas y frutos no podría vivir. Y el hombre debería decir a las plantas: estoy por encima de ti, pero a ti te debo el oxígeno que respiro. A los animales debería decirles: Yo tengo un alma consciente que tú no tienes; Sin embargo, somos hermanos y compañeros, involucrados en el gran proceso de la evolución. El significado esotérico del Lavado de los Pies es que Jesús el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios, no podría existir sin los Apóstoles.
El neófito que medita sobre este tema durante meses y años tiene durante el sueño una visión del Lavado de los Pies en el mundo astral. Entonces él está listo para pasar a la segunda etapa de la iniciación cristiana.
La Flagelación;
En esta etapa, el hombre aprende a resistir los azotes de la vida. La vida trae sufrimientos de todo tipo: físicos, morales, intelectuales, espirituales. La vida se siente como una tortura terrible e incesante. El discípulo debe soportarlo con perfecta ecuanimidad de alma y coraje heroico. Debe dejar de conocer el miedo físico o moral. Cuando deja de tener miedo, ve en sueños la escena de la flagelación. En otra visión se ve a sí mismo en el Cristo que es flagelado. Ciertos síntomas en la vida física acompañan este evento. Hay una intensificación de la vida del sentimiento, un sentido más amplio de la vida y del amor. Tenemos un ejemplo de sensibilidad aumentada transferida al mundo de la inteligencia, en la vida de Goethe. Después de largos estudios osteológicos del esqueleto del hombre y de los animales, así como la investigación de la embriología comparativa, Goethe llegó a la conclusión de que el hueso intermaxilar debe existir en el hombre. Antes de su tiempo, la ciencia negaba la existencia de este hueso en la mandíbula superior del hombre. Goethe mismo dice que se sintió abrumado por la alegría y una especie de éxtasis cuando descubrió el hueso intermaxilar en la mandíbula humana, y agregó que fue una de las experiencias más maravillosas de su vida. Durante su viaje a Italia volvió a tener la misma experiencia. Estaba mirando un fragmento del cráneo de una oveja, y se le ocurrió otra idea, una idea aún más significativa con respecto a la evolución humana, de que el cerebro humano, la sede de la inteligencia, el centro de los movimientos voluntarios, es un desarrollo y una Metamorfosis de la médula espinal, al igual que la flor es la culminación y síntesis de la raíz y el tallo. ¿Qué facultad fue la que le permitió a Goethe hacer estos maravillosos descubrimientos que por sí mismos merecen que su nombre sea inmortal? Por un lado, fue su inteligencia sublime, pero también su intensa simpatía con todos los seres vivos y con toda la Naturaleza. Tal sensibilidad es un refinamiento y una extensión de las fuerzas de la vida y el amor. Corresponde a la segunda etapa de la iniciación cristiana y es la recompensa por el juicio de la flagelación. El hombre adquiere un sentimiento de amor por todos los seres y esto le da la sensación de vivir en el corazón de la Naturaleza.
La Coronación de espinas;
En esta etapa, el hombre debe aprender a desafiar al mundo moral e intelectualmente, a desistir de la ira cuando todo lo que es más querido para él está siendo atacado. La capacidad de permanecer erguido cuando todo lo empuja al suelo, a decir "Sí" cuando el resto del mundo dice "No", eso es lo que se debe adquirir antes de poder dar el siguiente paso. Esto da lugar a un nuevo síntoma, a saber, una disociación, o más bien el poder de disociar momentáneamente tres facultades que, en el hombre, están unidas: las facultades de la voluntad, el sentir y el pensar. Debemos aprender a separarlos y unirlos a voluntad. Por ejemplo, cuando permitimos que un evento externo nos llene de un entusiasmo incontrolado, es que no estamos maduros, porque ese entusiasmo proviene del evento, no de nosotros mismos, y podemos incluso ejercer una influencia devastadora de la que no somos expertos.
El entusiasmo del discípulo debe tener su fuente en las profundidades de su vida interior. Por lo tanto, debe poder permanecer impasible ante cualquier evento, sin importar cuán catastrófico sea. Esa es la única manera de alcanzar la libertad. La disociación del sentir, del pensar y de la voluntad produce en el cerebro un cambio que está simbolizado por la Corona de Espinas. Si esta prueba se pasa sin peligro, los poderes inherentes a la personalidad deben ser suficientemente intensos y en perfecto equilibrio. Si el discípulo no ha alcanzado esta etapa, o si recibe una guía incorrecta, el cambio en el cerebro puede conducir a la locura. La locura no es más que una separación involuntaria de estas facultades sin la posibilidad de volver a unirlas por la fuerza de voluntad interna. El discípulo provoca la separación mediante un acto de volición consciente. Un destello de su voluntad restablece el vínculo entre los órganos y las actividades del alma. Por el contrario, en el lunático, esa fisura puede ser incurable y producir una lesión física en los centros nerviosos.
En el transcurso de la etapa de la iniciación cristiana conocida como la Coronación de Espinas, surge el fenómeno conocido como el Guardián del Umbral: la aparición del doble inferior del hombre. El ser espiritual del hombre, compuesto por sus impulsos de voluntad, sus deseos y sus pensamientos, se aparece al Iniciado en forma visible. Es una forma que a veces es repugnante y terrible, porque es el resultado de sus buenos y malos deseos y de su karma: es su personificación en el plano astral, es el barquero Malvado del Libro Egipcio de los Muertos. Esta forma debe ser conquistada por el hombre antes de que pueda encontrar el Yo superior. El Guardián del Umbral, que ha sido un fenómeno de la visión astral desde tiempos inmemoriales, es el origen de todos los mitos sobre las luchas de Héroes contra monstruos, de Perseo y Hércules contra la Hidra, de San Jorge y Siegfried contra el dragón.
La aparición prematura del mundo astral y la aparición repentina del Doble o Guardián del Umbral pueden llevar a un hombre que no está completamente preparado o que no ha tomado todas las precauciones necesarias para todo discípulo, a la locura y la demencia.
Cargar con la Cruz;
Aquí se hace referencia simbólicamente, a una virtud del alma. Esta virtud, consiste en tener la sensación de cargar "el mundo en la propia conciencia", tal como el gigante Atlas cargaba el mundo sobre sus hombros, puede denominarse como un sentimiento de identificación con toda la Tierra, o en las palabras del ocultismo oriental, el cese del sentimiento de separación.
En general, y sobre todo en los tiempos modernos, los hombres se identifican con el cuerpo. (En su libro "Ética", Spinoza decía que la idea básica y fundamental del hombre es la idea del cuerpo en acción). El discípulo debe cultivar la idea de que en la suma total de las cosas, su cuerpo en sí mismo no tiene más importancia que cualquier otro cuerpo, tanto sea el cuerpo de un animal, como una mesa o un pedazo de mármol. El yo no está limitado por la piel; está unido con el gran organismo del universo, de la misma manera que la mano está unida con el resto del cuerpo. La mano sola sería como el polvo y las cenizas. ¿Qué sería el cuerpo del hombre sin la tierra sobre la que descansa, sin el aire que respira? Moriría, porque no es más que un diminuto órgano de la Tierra y el aire. Es por eso que el discípulo debe hundirse en todos los demás seres e identificarse con el Espíritu de la Tierra.
Goethe ha dado una maravillosa descripción de esta etapa al comienzo de Fausto. El Espíritu de la Tierra a quien Fausto aspira, aparece ante él y le habla con estas palabras:"En el ondular de la vida, en la acción tormentosa,
Una onda fluctuante,
La lanzadera va y viene,
Nacimiento y tumba,
Un mar eterno,
Un tejido, cambiante.
Una vida resplandeciente;
Así, en el correr del tiempo, mi mano prepara.
Las vestiduras de la vida que la divinidad teje.
Identificarse con todos los seres no significa que el cuerpo deba ser despreciado. Debe llevarse como un objeto exterior, como cuando Cristo llevó Su Cruz. El Espíritu debe manejar el cuerpo como la mano empuña un martillo. En esta etapa, el discípulo es consciente de los poderes ocultos que subyacen latentes en su cuerpo. En el curso de sus meditaciones, los estigmas pueden incluso aparecer en su piel. Esta es la señal de que está maduro para la quinta etapa, donde, en súbita iluminación, se le revela la Mística Muerte.
La muerte mística;
Cuando el discípulo se ve expuesto al más grande de todos los sufrimientos, reconoce que el mundo de los sentidos es una ilusión. Tiene realmente la sensación de morir y de descender al mundo de las sombras, pero luego la oscuridad se rompe y una nueva luz, la luz astral, brilla. El velo del templo se "rasga en dos". Esta luz no tiene nada en común con la luz física del sol. Se irradia desde el ser interior del hombre. La sensación que causa es totalmente diferente a la que produce la luz exterior. Para tener una idea de lo que significa, hagamos la siguiente comparación. Imaginamos que estamos dejando atrás una ciudad turbulenta y entrando en un bosque denso. Los ruidos cesan gradualmente y un completo silencio se adueña de nosotros. Finalmente, uno comienza a darse cuenta de lo que hay más allá del silencio, de cruzar el punto cero en el que todo el sonido externo ha cesado. Ahora el sonido surge de nuevo para el oído interno desde el otro lado de la existencia. Tal es la experiencia del alma de quien entra al mundo astral. Entonces está en contacto con la calidad inversa de las cosas con las que estaba familiarizado, al igual que en aritmética, por debajo del cero, se entra en la creciente serie de números negativos.
Necesitamos por tanto, perderlo todo para recuperarlo todo, incluida nuestra propia existencia. En el momento de perder todo, parecemos morir para nosotros mismos y comenzamos a vivir en el mundo que nos rodea.
Tal es la muerte mística. Cuando un hombre ha pasado esta etapa, ha llegado el momento de la siguiente:
El Entierro;
El hombre siente que es liberado de su propio cuerpo y es uno con el planeta. Él es uno con la Tierra y se encuentra nuevamente dentro de la vida planetaria.
La resurrección;
Esta es una experiencia sublime, imposible de describir a menos que sea dentro de los muros del santuario. La última etapa de la iniciación cristiana trasciende todas las palabras y toda analogía falla. En esta etapa el hombre adquiere el poder de curación. Sin embargo, se debe tener en cuenta que quien la posee posee, al mismo tiempo, el poder inverso, el poder de provocar la enfermedad. Lo negativo invariablemente va de la mano de lo positivo. De ahí la tremenda responsabilidad que se atribuye a este poder que puede caracterizarse por el dicho: La palabra creativa surge del alma en llamas.