GA353 Dornach, 25 de junio de 1924 - El materialismo es el precio que ha tenido que pagar la humanidad para alcanzar la libertad

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El materialismo, es el precio que ha tenido que pagar la humanidad para alcanzar la libertad

RUDOLF STEINER


Dornach, 25 de junio de 1924

XVII conferencia

¡Buenos días, señores! Quizás se les haya ocurrido algo durante este tiempo un poco más largo, ¿alguna pregunta en particular?

Pregunta sobre la esencia de las diferentes jerarquías y su influencia en la humanidad.

Dr. Steiner: Naturalmente, creo que es un tema que resultará algo difícil, algo incomprensible para los señores que están aquí hoy por primera vez, porque para ello habría que saber algo de lo que ya se ha expuesto en las conferencias que se han impartido. Pero voy a abordar el tema y tratarlo de la forma más comprensible posible.

Si observamos al ser humano, tal y como se encuentra y camina sobre la Tierra, vemos que en realidad lleva consigo todos los reinos de la naturaleza. En primer lugar, el ser humano tiene en sí mismo el reino animal; en cierto sentido, también está organizado de forma animal. Esto se puede ver, por ejemplo, en que el ser humano tiene huesos en los muslos y los brazos similares a los que se encuentran en los animales superiores; pero si se observa bien, se ve que también se encuentran en los animales inferiores, o al menos tienen una forma similar. E incluso en los peces se puede ver aproximadamente qué hueso humano se corresponde con cuál de los peces. Lo mismo que se puede decir del sistema óseo, se puede decir también del sistema muscular y de los órganos internos. Encontramos un estómago en el ser humano y, de manera similar, también encontramos un estómago en los animales. En resumen, encontramos en el cuerpo humano lo que hay en el reino animal.

Esto ha llevado a que, según la visión materialista, se haya considerado al ser humano como un animal más desarrollado. Pero no es así; el ser humano desarrolla tres cosas que el animal no puede desarrollar a partir de su organismo. Una de ellas es que el ser humano aprende a caminar erguido. Si observamos a los animales que aprenden a caminar más o menos erguidos, veremos la considerable diferencia que existe entre ellos y el ser humano. En los animales que caminan erguidos, como por ejemplo el canguro, se puede observar cómo las extremidades delanteras, con las que no camina, permanecen atrofiadas. Las extremidades delanteras del canguro no están diseñadas para moverse libremente. Y en el caso del mono, no podemos decir que sea similar al ser humano en este sentido, ya que cuando trepa a los árboles, no camina, sino que se agarra. En realidad tiene cuatro manos, no tiene dos pies y dos manos. Sus pies tienen una forma similar a las manos, está hecho para trepar. Por lo tanto, la marcha erguida es lo primero que diferencia al ser humano del animal.

La segunda cosa que distingue al ser humano del animal es la capacidad del lenguaje. Y la capacidad del lenguaje está relacionada con la marcha erguida. Por eso, verán que cuando un animal tiene algo parecido a la capacidad de hablar —no lo tiene, por ejemplo, el perro, que es un animal relativamente muy inteligente, sino, por ejemplo, el loro, que se mantiene relativamente erguido—, verán que el animal se mantiene erguido. El lenguaje está totalmente relacionado con esta postura erguida.

Y lo tercero es precisamente el libre albedrío, al que el animal tampoco puede llegar, sino que depende de sus procesos internos. Son precisamente estas cosas las que conforman toda la organización interna del ser humano y lo hacen humano.

Pero el ser humano lleva consigo la naturaleza animal. Por lo tanto, tiene este reino animal dentro de sí mismo.

Lo segundo que el ser humano lleva dentro es el reino vegetal. ¿Qué puede hacer el ser humano por llevar consigo el reino animal? Verá, los animales sienten, al igual que los seres humanos; las plantas no sienten. Sin embargo, una curiosa ciencia actual —ya lo he mencionado aquí alguna vez— sostiene que las plantas también pueden sentir, porque hay una planta, la llamada Venus atrapamoscas, por ejemplo: cuando un insecto se acerca, esta Venus atrapamoscas cierra sus hojas y devora al insecto. Es un fenómeno muy interesante. Pero si alguien dice: «Esta planta, la Venus atrapamoscas, tiene que sentir al insecto, es decir, percibirlo cuando se acerca», eso es tan absurdo como si alguien dijera: una cosa tan pequeña, que yo preparo para que, cuando se acerque un ratón, se cierre, una trampa para ratones, también tendría la sensación de que el ratón entra... Así que esas opiniones científicas no tienen mucho sentido, son simplemente una tontería. Las plantas no sienten. Tampoco se mueven libremente.

Así pues, lo que el ser humano tiene en común con los animales son las sensaciones y los movimientos; en ese sentido, lleva consigo la naturaleza animal. Solo cuando piensa de forma inteligente, —algo que los animales no pueden hacer—, se convierte en humano. Además, el ser humano lleva consigo todo el reino vegetal. Las plantas no se mueven, pero crecen. Las plantas no sienten, pero se alimentan. El ser humano también crece y se alimenta. Eso lo hace el reino vegetal en él. El ser humano también lleva consigo esta fuerza vegetal cuando duerme. Cuando duerme, abandona la animalidad, ya que ni siente ni se mueve, a menos que sea sonámbulo, lo cual se debe precisamente a un desarrollo anormal. Entonces no abandona por completo el movimiento, está enfermo; pero en condiciones normales, el ser humano no anda por ahí mientras duerme ni siente nada. Si tiene que sentir, se despierta. Mientras duerme, no puede sentir. El ser humano lleva consigo la esencia vegetal incluso mientras duerme.

Y también llevamos dentro de nosotros la esencia mineral, que se encuentra, por ejemplo, en nuestros huesos. Aunque estos están vivos, contienen la materia inerte del carbonato cálcico. Llevamos dentro de nosotros el reino mineral. Incluso en el cerebro tenemos la arena cerebral, que es mineral. 

Pero esto no es todo en el caso del ser humano. Si el ser humano solo pudiera llevar en sí mismo minerales, plantas y animales, sería como un animal, correría como un animal, porque el animal también lleva en sí mismo minerales, plantas y animales. Por supuesto, el ser humano no solo está relacionado con estos tres reinos de la naturaleza que son visibles, sino que también está relacionado con otros reinos.

Ahora voy a representarlo esquemáticamente. Imaginen que esto es el ser humano (véase el dibujo); ahora está relacionado con el reino mineral, el reino vegetal y el reino animal.

Pero él es un ser humano. Se podría decir: bueno, los animales se pueden domesticar. Eso es cierto, pero ¿alguna vez han visto que un buey haya sido domesticado por otro buey? ¿O un caballo por otro caballo? Los animales, aunque se domestiquen, es decir, aunque adquieran ciertas habilidades que se pueden comparar remotamente con las habilidades humanas, ¡tienen que ser domesticados por los humanos! No existe una escuela canina en la que los perros se enseñen a sí mismos y conviertan a los perros salvajes en perros domesticados; ahí tienen que intervenir los humanos. E incluso si se pensara que se puede conceder todo lo posible a los materialistas, que solo hay que continuar con sus propios razonamientos, —se les puede conceder todo, incluso decirse que el ser humano, tal y como es ahora, era originalmente un animal y ha sido domesticado—, ¡el animal que era originalmente no podría haberse domesticado a sí mismo! Eso no es posible, porque entonces un perro también podría domesticar a otro perro. Eso no es posible. Por lo tanto, en un principio debieron de existir seres que ahora pueden estar en otro lugar, pero que, sin embargo, en un principio debieron de existir y que llevaron al ser humano a su nivel actual. Y estos seres no pueden pertenecer a los tres reinos de la naturaleza. Porque si ahora se imagina que alguna vez fuera domesticado por una jirafa, convertido en humano, si aún fuera como un animalito en la infancia: así como eso no sería posible, tampoco podría ser domesticado por un roble. Eso solo lo creen los nacionalistas alemanes, que suponen que el roble, el roble sagrado, ha domesticado a los seres humanos. Y como ven, los minerales tampoco; el cristal de roca es bonito, pero tampoco puede domesticar al ser humano. Debe de haber habido otros seres, otros reinos.

Bueno, en el ser humano todo se eleva a un nivel superior. El animal tiene la capacidad de tener ideas, pero no piensa. En los animales las ideas se forman, pero el animal carece de la capacidad de pensar. El ser humano tiene esta actividad de pensar. Y así, aunque el ser humano pueda tener su circulación sanguínea como la del reino animal, no puede tener el mismo órgano del pensar que el reino animal. De modo que se puede decir: el ser humano piensa, siente, quiere. Todo esto ocurre de manera libre. Y todo esto cambia por el hecho de que el ser humano es un ser erguido y que habla.

Piensen en cómo tendría que ser su voluntad, en lo diferente que sería todo deseo si tuvieran que gatear a cuatro patas como hace en el primer año de vida; realmente, toda la voluntad humana sería diferente. Y no llegarían a pensar en absoluto. Y al igual que las cosas que llevamos en nuestro cuerpo físico nos conectan con los tres reinos de la naturaleza, el pensar, el sentir y la voluntad nos conectan con otros tres reinos, con reinos suprasensibles, con reinos invisibles. Hay que tener nombres para todo. Así como llamamos reinos de la naturaleza a los minerales, las plantas y los animales, llamamos reinos a aquellos que provocan en el ser humano el pensar, el sentir y la voluntad, de tal manera que son libres, es decir, las Jerarquías. Así que aquí tenemos: los reinos de la naturaleza, a través de los cuales el ser humano se adentra en la naturaleza; y aquí tenemos: las Jerarquías. Verán, al igual que el ser humano se adentra en los tres reinos de la naturaleza, también se adentra en los tres reinos espirituales. Con su pensar se adentra en la jerarquía... Bueno, verán, hoy en día aún no hay un nombre para ello. Como el materialismo no tiene en cuenta esta cuestión, aún no hay un nombre para ello; por lo tanto, debemos nombrarlo con los nombres antiguos: Ángeles, Angeloi. Inmediatamente se nos tacha de supersticiosos. 

Es cierto que hoy en día ya no tenemos la posibilidad de encontrar nombres en el lenguaje, porque los seres humanos han perdido la capacidad de sentir con los sonidos; pues los idiomas solo pudieron formarse mientras los seres humanos aún sentían algo con los sonidos. Hoy en día todo el mundo habla de bola, de caída, de fuerza; todas estas palabras contienen una A. Pero, ¿qué es una A? ¡Un «Ah» es la expresión de un sentimiento! Piense que si de repente viera que alguien de fuera abre la ventana y mira hacia dentro, lo que provocaría sorpresa porque eso no debería ocurrir, probablemente se sorprendería y expresaría su sorpresa con un «¡Ah!», si él no se avergonzara de hacerlo. La A es siempre la expresión de la sorpresa. 

Así, cada letra expresa algo. Y cuando digo «pelota», necesito la A porque me sorprende cómo se comporta cuando la lanzo; o si se trata de una danza de pelota, también me sorprende cómo se arremolina. Pero ha sucedido que las personas se han acostumbrado poco a poco, de modo que ya no se sorprenden. También se podría llamar Bull o Bill, pero ya no Ball=bola. Ahora tomemos «Fall=caída». Cuando alguien se cae en algún sitio, también se puede decir: «¡Ah!». Y lo otro que es importante está precisamente en la F (de fall). En «Kraft=fuerza»: cuando alguien aplica una fuerza que le empuja a sí mismo. Ah: en todos los casos en los que aparece el asombro, está precisamente la A. Y recuerden: ustedes tienen la opinión de que, de alguna manera, lo que es el pensar se encuentra en su cabeza. Pero si de repente percibieran que su pensar incluye también seres espirituales, del mismo modo que su sentir y su sensibilidad en la Tierra requieren la existencia de animales para que ustedes puedan tener la animalidad en sí mismos, entonces también se sorprenderían y, al expresar ese asombro, necesitarían una palabra que contuviera la letra A. Así, también podrían nombrar con una A a estos seres pensantes, que en otro tiempo se llamaban ángeles, y el hecho de que tienen el poder del pensar lo designarían con la letra que expresa el poder de cierta manera: L; y el poder que actúa lo designarían quizás con una B. La palabra «Alb», que ya se ha utilizado anteriormente para referirse a algo espiritual, podría convertirse en un símbolo para estos seres relacionados con el pensar, si no fuera porque se utilizara únicamente para referirse a la pesadilla, donde tiene un significado patológico. Así pues, las jerarquías son reinos a los que el ser humano accede, que lleva dentro, al igual que lleva dentro los reinos de la naturaleza; y estos seres que tienen que ver con ello, a los que se ha llamado Alb o ángeles, son los que tienen que ver con el pensar.

En cambio, los animales tienen que ver con los sentimientos de las personas. Bueno verán, si se presta un poco de atención, si no se enfurecen de antemano cuando se habla de lo espiritual, es decir, si se aceptan que se puede hablar de lo espiritual, entonces se llega a algunas conclusiones, incluso si aún no se puede proceder con la investigación espiritual, como es el caso de la antroposofía. Piensen que, si quieren sentir, ¡hay que tener cierta calidez en uno mismo! La rana siente mucho menos intensamente que el ser humano porque no tiene sangre tan caliente; hay que tener realmente calidez en uno mismo para sentir. Pero el calor que tenemos en nuestro interior proviene del sol. Por lo tanto, se puede decir que también el sentir está relacionado con el sol, solo que de forma espiritual. El calor físico está relacionado con el sol físico, y el sentir, que está relacionado con el calor físico, está relacionado con el sol espiritual. Esta segunda jerarquía, que tiene que ver con los sentimientos, reside en el sol. Cualquiera puede llegar a esta conclusión, siempre y cuando no haya perdido el juicio, como es el caso de muchos hoy en día, especialmente los científicos. La segunda jerarquía son los seres solares. Y como el sol solo se manifiesta hacia el exterior en forma de luz y calor, —nadie conoce el interior del sol, porque si los físicos realmente llegaran al sol, se sorprenderían mucho al ver que el sol no es como suelen pensar!—, piensan que el sol es una bola de gas incandescente. No lo es en absoluto; en realidad, está compuesto por fuerzas absorbentes; es hueco, ni siquiera vacío, sino absorbente. Así, hacia el exterior se manifiesta como luz, como calor; los seres que están en su interior se denominaban en griego «seres reveladores», exusiai. Cuando aún se sabía algo sobre las cosas, —pues la antigua ciencia instintiva era mucho más inteligente que la actual—, se llamaba a estos seres, que se revelan desde el sol, exusiai. También podríamos decir: seres solares. Solo tenemos que saber que cuando se habla de sentir, se entra en el reino de los seres solares. Del mismo modo que cuando digo: el ser humano tiene en sí mismo fuerzas de crecimiento y nutrición, es decir, el reino vegetal, también debo decir: el ser humano tiene en sí mismo las fuerzas del sentir, es decir, las fuerzas del reino solar espiritual, la segunda jerarquía.

Y la tercera es la primera jerarquía, que tiene que ver con la voluntad humana, donde el ser humano se vuelve más fuerte, donde no solo se mueve, sino que expresa sus acciones. Esto está relacionado con aquellos seres que están espiritualmente en todo el mundo exterior y que son, en general, los seres espirituales más elevados que podemos conocer. Los llamamos con nombres griegos o hebreos, porque aún no tenemos nombres alemanes, ni siquiera expresiones lingüísticas: tronos, querubines, serafines. Ese es el reino supremo.

Así como hay tres reinos en la naturaleza, hay tres reinos en lo espiritual. Del mismo modo que el ser humano se enfrenta a los tres reinos de la naturaleza, también se enfrenta a los tres reinos de lo espiritual.

Ahora dirán: Sí, pero eso puedo creerlo o no, porque esos tres reinos no son visibles, ni son perceptibles. Efectivamente, pero, señores, he conocido a personas a las que había que hacerles comprender que existe el aire. Él no creía que hubiera aire. Si le digo: Hay una mesa, lo cree, porque puede ir y chocar con ella cuando se acerca. Choca con la mesa, o cuando la mira con los ojos, ve la mesa, pero no choca con el aire. Mira y dice: No hay nada ahí. Sin embargo, hoy en día todo el mundo reconoce la existencia del aire. Simplemente está ahí. Así sucederá que la gente admitirá lo espiritual. Hoy en día, la gente sigue diciendo: «Bueno, lo espiritual simplemente no está ahí», como decían antes los campesinos: «El aire no está ahí». En mi tierra natal, los campesinos decían: «El aire no está ahí, eso solo lo dicen los listillos de la ciudad, que quieren parecer tan inteligentes; ¡se puede atravesar, no hay nada, porque se puede atravesar! Pero eso fue hace mucho tiempo. Hoy en día, los campesinos también saben que el aire existe. Sin embargo, hoy en día, las personas más inteligentes aún no saben que hay seres espirituales en todas partes. Pero lo admitirán a su debido tiempo, porque de lo contrario no podrán explicar ciertas cosas que también deben ser explicadas. 

Si hoy alguien dice: «En todo lo que existe como naturaleza no hay espíritu; todo lo que hay en ella es lo que la ciencia natural sabe de la naturaleza, nada más hay en la naturaleza», pues bien, quien dice eso es como si hubiera allí un hombre muerto, un cadáver, y yo viniera y dijera: «¡Vago, ¿por qué no te levantas y te vas?». Me esfuerzo por hacerle comprender que no debe ser tan vago y que debe levantarse. Sí, soy incomprensible, porque creo que ahí dentro hay un ser humano vivo. Y así es:

Todo lo que el naturalista puede encontrar ahí dentro, no lo encuentra en la vida, lo encuentra en la muerte; también encuentra la muerte por todas partes en la naturaleza. Lo que vive, todavía lo encuentra; pero no encuentra de esta manera lo que es espíritu. Sin embargo, por eso está ahí.

Esto es lo que quería decir sobre la pregunta que se ha planteado en relación con las jerarquías. 

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Sr. Burle: El doctor ha hablado en conferencias anteriores sobre el conocimiento de la ciencia espiritual de los pueblos antiguos, que hoy en día se ha perdido para la humanidad. ¿Podría el doctor explicarnos por qué ha ocurrido esto? ¿Fue solo culpa del materialismo?

Dr. Steiner: ¿Por qué se ha perdido aquel conocimiento antiguo? Pues verán, es un hecho muy curioso. No como nosotros hoy en día, sino de una forma artística, poética, en forma de poesía, los antiguos, nuestros antepasados, tenían en la antigüedad un gran conocimiento, y este conocimiento, como muy bien dice el señor Burle, se ha perdido para la humanidad. Ahora podemos preguntarnos por qué se ha perdido este conocimiento. Por supuesto, no podemos decir que la culpa sea solo del materialismo, porque si todos los seres humanos aún tuvieran el antiguo conocimiento, el materialismo no habría surgido. Precisamente porque se perdió el antiguo conocimiento y los seres humanos se convirtieron en inválidos espirituales, inventaron el materialismo. Así pues, el materialismo proviene de la desaparición del antiguo conocimiento, y no se puede decir que la desaparición del antiguo conocimiento provenga del materialismo. Entonces, ¿de dónde proviene en realidad la desaparición del antiguo conocimiento?

Sí, señores, eso se debe a que la humanidad se encuentra realmente en proceso de evolución. Por supuesto, se puede diseccionar al ser humano que está aquí ahora; cuando muere, se puede diseccionar a un ser humano. Así se pueden obtener conocimientos sobre la forma en que está compuesto el ser humano en el presente. De la antigüedad solo nos quedan, como mucho, las momias de Egipto, de las que hablamos recientemente; pero están embalsamadas, por lo que ya no se pueden diseccionar correctamente. Así que cómo era el ser humano en tiempos antiguos, concretamente en la época en la que tenía una constitución más delicada, es algo que los seres humanos actuales no pueden comprender científicamente mediante la mera investigación externa; para ello hay que recurrir también a la investigación espiritual. Y ahí se llega a la conclusión de que el ser humano en la antigüedad no era como hoy en día.

Hubo épocas en la Tierra en las que los seres humanos no tenían huesos tan fuertes como los que tenemos hoy en día; tenían huesos como los que solo tienen hoy en día los niños raquíticos, que tienen huesos blandos, por lo que desarrollan piernas en O o en X y son muy débiles en general. Se puede ver que existen huesos tan blandos, ya que aún hoy en día se encuentran en los peces cartilaginosos. Los seres humanos tuvieron una vez huesos así, porque el esqueleto era blando. Ahora dirán: ¡Entonces todos los seres humanos debían de andar con las piernas en X o en O, y todo debía de estar torcido si los huesos eran blandos!

Por supuesto, eso habría sido así si en nuestra Tierra siempre hubiera habido el mismo aire que hoy en día. Pero no era así; en la antigüedad, el aire era mucho más denso. Se ha vuelto mucho más fino. Y el aire contenía mucha más agua en la antigüedad que hoy en día. El aire también contenía mucho más dióxido de carbono. Por lo tanto, todo el aire era más denso. Ahora se da uno cuenta de que los seres humanos también podían vivir en aquella época con sus huesos blandos, porque solo tenemos nuestros huesos actuales gracias  a que el aire ya no tiene que sostenernos. Un aire más denso sostiene a los seres humanos. Caminar en aquellos tiempos antiguos se parecía mucho más a nadar que hoy en día. Hoy en día, caminar es algo terriblemente mecánico: ponemos un pie en el suelo, —que debe estar perfectamente recto, como una columna—, y luego ponemos el otro. Los seres humanos primitivos no caminaban así, sino que, al igual que uno se deja llevar por el agua, se dejaban llevar por el aire saturado de agua, lo que les permitía tener huesos blandos. Pero cuando el aire se volvió más enrarecido, —y eso se puede saber gracias a la ciencia externa, que nos dice que el aire se volvió más enrarecido—, fue entonces cuando los huesos duros cobraron sentido; fue entonces cuando surgieron los huesos duros. Por supuesto, antes el ácido carbónico estaba fuera, lo contenía el aire; hoy, cuando el aire es más enrarecido, llevamos el carbonato cálcico dentro de nosotros; por eso los huesos humanos se han endurecido. Así es como se relacionan las cosas.

Pero cuando los huesos se endurecen, también se endurecen otras cosas en el ser humano, de modo que quien tenía huesos más blandos también tenía una masa cerebral más blanda. En general, en la antigüedad el cráneo tenía una forma muy diferente. Verán, tenía una forma más parecida a la que tienen hoy en día los hidrocéfalos; entonces era bonito, pero hoy en día ya no lo es. Y, al igual que el niño muy pequeño en el útero, conservaba su cabeza porque tenía una masa cerebral blanda, y el cerebro blando se descarga en la parte delantera del cráneo. Todo era más blando en el ser humano.

Bueno, señores, si el ser humano fuera más blando, sus capacidades mentales también serían diferentes. Con un cerebro blando se puede pensar de forma mucho más intelectual que con un cerebro duro. Los seres humanos aún lo sentían así; a una persona que solo es capaz de pensar en lo mismo, que acepta poco y que, por lo tanto, se obstina en seguir siempre con lo mismo, la llamaban testaruda. En este sentimiento ya está implícito que, en realidad, se puede pensar mejor y tener mejores ideas si se tiene un cerebro flexible. Los primeros seres humanos tenían un cerebro así de flexible.

Pero estos hombres primitivos tenían otra cosa. Podemos decir con certeza que cuando nace un niño, su cráneo con su cerebro blando e incluso sus huesos son similares: los huesos ya no son tan fuertes, pero el cerebro es muy similar al de los hombres primitivos. Pero si sentamos o acostamos a un niño pequeño, no puede moverse del sitio, no puede alimentarse por sí mismo ni hacer nada por sí mismo, ¡no puede hacer nada! De ello tenían que encargarse seres superiores, cuando los seres humanos aún tenían ese cerebro blando. Y la consecuencia de ello era que los seres humanos de entonces no tenían libertad. Esos seres humanos tenían una gran sabiduría, pero carecían por completo de libre albedrío. Pero en el desarrollo humano, poco a poco va surgiendo el libre albedrío. Para ello, los huesos y el cerebro deben endurecerse. Pero con el endurecimiento, el antiguo conocimiento vuelve a desaparecer. No nos habríamos convertido en seres humanos libres si no nos hubiéramos vuelto testarudos, si no hubiéramos desarrollado cráneos duros y cerebros duros. A eso le debemos nuestra libertad. Y así, en realidad, la desaparición del antiguo conocimiento viene con la libertad. Eso es. ¿Es comprensible? (Respuesta: ¡Sí!) ¡Viene con la libertad!

Pero ahora, mientras que por un lado los seres humanos han conquistado la libertad, por otro han perdido el antiguo conocimiento y han caído en el materialismo. Pero el materialismo no es la verdad. Por eso debemos volver al conocimiento espiritual, a pesar de que hoy en día tengamos un cerebro más denso que los hombres primitivos. Solo podemos hacerlo a través de la ciencia espiritual antroposófica, que llega a conocimientos independientes del cuerpo, que se reconocen únicamente con el alma. Los antiguos tenían sus conocimientos porque su cerebro era más blando, es decir, más parecido al alma; y nosotros tenemos nuestro materialismo porque nuestro cerebro se ha endurecido y ya no absorbe el alma. Ahora debemos obtener conocimientos espirituales solo con el alma, que no es absorbida por el cerebro. Eso es lo que hace la ciencia espiritual. Se vuelve de nuevo a los conocimientos espirituales. Pero ahora vivimos en una época en la que la humanidad ha pagado su libertad con el materialismo. Por eso no se puede decir que el materialismo, aunque sea falso, sea algo malo. El materialismo, si no se exagera, no es nada malo, sino que gracias al materialismo la humanidad ha aprendido mucho que antes no sabía. Eso es todo.

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Bien, ahora se ha planteado una pregunta por escrito:

He leído en su «Filosofía de la libertad» la siguiente frase: «Solo cuando hayamos hecho nuestro el contenido del mundo, solo entonces encontraremos de nuevo la conexión de la que nos hemos separado».

Así que el señor ha leído eso en la Filosofía de la libertad. Ahora plantea la pregunta: ¿qué pertenece a este contenido del mundo, ya que todo lo que vemos solo existe en la medida en que se piensa? Y luego se cita: Kant explica que la razón es incapaz de comprender lo que es el mundo de las causas que aparece ante el mundo de la experiencia.

Bueno, vean, señores, la cosa es así: cuando nacemos, cuando somos niños pequeños, tenemos ojos, tenemos oídos, vemos y oímos, es decir, percibimos las cosas que están fuera de nosotros. El niño aún no piensa en la silla que está ahí, pero la percibe. Para el niño, la silla tiene el mismo aspecto que para el adulto, solo que el niño aún no piensa en la silla. Supongamos que, por algún medio artificial, el niño muy pequeño, que aún no tiene pensamientos, pudiera hablar; entonces, como estamos acostumbrados hoy en día, donde las personas irreflexivas son las más críticas, el niño ya estaría inclinado a criticar todo, a criticar cualquier cosa.  Estoy convencido de que si los niños muy pequeños, que aún no pueden pensar, pudieran hablar mucho, por ejemplo, se convertirían en los críticos más feroces. ¿No es cierto que en la antigua India solo se permitía criticar y juzgar a aquellos que ya tenían sesenta años? A los demás no se les concedía el derecho a juzgar porque se decía que no tenían experiencia en el mundo. Bueno, no quiero defenderlo ni criticarlo, solo quiero contarles que así era. Hoy en día, por supuesto, todo el mundo se reiría de alguien de veinte años si le dijeran que tiene que esperar a cumplir sesenta para poder juzgar. Los jóvenes de hoy en día no hacen eso; no esperan en absoluto, sino que tan pronto como son capaces de manejar un bolígrafo, empiezan a escribir para los periódicos y a juzgarlo todo. En este sentido, hoy en día hemos avanzado mucho. Pero estoy convencido de que si los niños muy pequeños pudieran hablar, ¡oh, serían críticos severos! Un niño de seis meses, caramba, ¡qué críticas haría de nuestras acciones si pudiera hablar!

Bueno, vean, ¡empezaremos a pensar más tarde! ¿Qué tal la formación del lenguaje? Bueno, imagínese a un niño de seis meses que aún no puede tener la idea de la silla, pero que ve la silla tal y como la vemos nosotros, y que hablaría sobre la silla. Ahora usted ha dicho: yo también tengo la idea de la silla; en la silla hay gravedad, por eso se mantiene en pie sobre el suelo; la silla tiene algo tallado, por eso tiene una forma. La silla tiene una cierta consistencia interna, por eso puedo sentarme en ella, no me caigo cuando me siento en ella, etcétera. Tengo la idea de la silla. Pienso en algo cuando veo la silla. Un niño de seis meses no hace eso, no piensa en todo eso. Entonces vengo y digo: la silla tiene formas fijas, tiene un peso. El niño de seis meses, que aún no tiene esta idea, dice: «Eres un tonto, te has vuelto tonto porque te has hecho mayor». Lo que es una silla lo sabemos cuando tenemos seis meses; más tarde os inventáis todo tipo de ideas fantásticas al respecto. Sí, así sería si el niño de medio año pudiera hablar; ¡eso diría! Y lo que solo podemos hacer con la edad, —digamos que podemos pensar en lo que decimos—, en todo ello, lo cierto es que los pensamientos pertenecen a la silla; solo que yo no lo sé de antemano. Solo conozco los pensamientos cuando he madurado para ello. No me siento sobre mi propia firmeza cuando me siento en la silla, porque si no, podría volver a sentarme sobre mí mismo. La silla no se vuelve más pesada cuando me siento en ella, ya es pesada de por sí. Todo lo que capto como pensamiento ya está dentro de la silla. De modo que capto la realidad de la silla cuando me reconecto con ella a través del pensamiento. Al principio solo veo los colores y demás, oigo cuando se golpea la silla, siento si está fría o caliente; puedo percibirlo con los sentidos. Pero lo que hay dentro de la silla solo se sabe después de haber envejecido y pensar. Entonces uno se vuelve a conectar con ella, se establece la retroalimentación.

Kant, de quien hablé recientemente, cometió un gran error al creer que lo que el niño aún no percibe y que solo se percibe más tarde, es decir, el contenido del pensamiento, es algo que el ser humano introduce en las cosas. Kant dice, en realidad: si hay una silla, la silla tiene colores, la silla traquetea. Pero si digo que la silla es pesada, eso no es una propiedad de la silla, sino que se la atribuyo yo al pensar que es pesada. La silla tiene solidez, pero no la tiene en sí misma, se la atribuyo yo al pensar que es sólida y pesada. Sí, señores, esta doctrina kantiana se considera una gran ciencia, como les dije hace algún tiempo; pero en realidad es una mera tontería. Se trata de una gran tontería que, debido al peculiar desarrollo de la humanidad, se considera una gran ciencia, la filosofía más elevada, y a Kant se le sigue llamando el destructor de todo, el que lo destruye todo.

Siempre he podido ver en él, —ya de niño me interesaba por Kant—, realmente a un destructor; pero por lo demás no he notado que quien destruye los platos de sopa sea más grande que quien los fabrica. ¡Siempre me pareció que el que los fabrica es más grande! Kant siempre lo ha destrozado todo en realidad. Así que estas objeciones de Kant no deben preocuparnos en absoluto. Pero la cuestión es que nacemos separados de las cosas, porque no tenemos ninguna relación con ellas. Solo volvemos a integrarnos en las cosas cuando formamos los conceptos. Por lo tanto, hay que responder así a la pregunta que se plantea aquí: ¿qué pertenece al contenido del mundo? En mi «Filosofía de la libertad» yo decía: Solo cuando hemos convertido el contenido del mundo en el contenido de nuestros pensamientos, recuperamos la conexión de la que nos separamos cuando éramos niños. De niños no tenemos el contenido del mundo, solo tenemos la parte sensorial del contenido del mundo. Pero el pensamiento está realmente dentro del contenido del mundo. De modo que, como niños, solo tenemos la mitad del contenido del mundo, y solo más tarde, cuando maduramos hacia nuestros pensamientos, no solo tenemos el contenido de los pensamientos dentro de nosotros, sino que sabemos que está dentro de las cosas, tratamos nuestros pensamientos de tal manera que sabemos que están dentro de las cosas, y así restablecemos la conexión con las cosas.

Verá, fue difícil en los años ochenta del siglo XIX, cuando todo se había kantianizado, cuando todo el mundo hablaba de que la filosofía de Kant era lo más elevado y nadie se atrevía a decir nada en contra de ella . Fue muy difícil cuando aparecí en escena y declaré que la filosofía de Kant era en realidad una tontería. Pero tuve que explicarlo desde el principio. Porque, naturalmente, si alguien como Kant cree que en realidad añadimos el contenido del pensamiento a las cosas, entonces ya no puede llegar al contenido simple, entonces en el alma están precisamente los pensamientos sobre las cosas externas, y eso es materialismo en toda regla. Kant es en gran parte responsable de que los seres humanos no hayan salido del materialismo. Kant es responsable de muchas cosas. Ya se lo dije en su momento, cuando me preguntaron por Kant desde otro punto de vista. Los demás, como no podían pensar de otra manera, crearon el materialismo. Pero Kant decía: del mundo espiritual no se puede saber nada, solo creer. Con ello decía en realidad: solo se puede saber algo del mundo sensible, porque solo en el mundo sensible se pueden introducir los pensamientos.

Y ahora las personas que querían volverse materialistas se sentían cada vez más justificadas al referirse a Kant. Pero la humanidad también debe deshacerse de este prejuicio, es decir, una parte de la humanidad, ya que muy pocos saben mucho sobre Kant, deben dejar de referirse siempre a Kant, y precisamente a Kant, cuando quieren decir: En realidad, no se puede saber nada sobre el mundo espiritual. Es decir: contenidos del mundo = contenidos sensoriales y contenidos espirituales. Pero solo se llega al contenido espiritual a lo largo de la vida, cuando se desarrollan los pensamientos. Entonces se restablece la conexión entre la naturaleza y el espíritu, mientras que al principio, de niño, solo se tiene ante sí la naturaleza, y el espíritu se desarrolla gradualmente a partir de la propia naturaleza.

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¿Alguien más tiene alguna pregunta breve?

El señor Burle pregunta sobre el cabello humano y dice: Hoy en día hay muchas chicas que se cortan el pelo. ¿Podría decirnos el doctor si esto es beneficioso para la salud? A mi hija pequeña también le gustaría cortarse el pelo, pero no se lo he permitido. Me gustaría saber si sería perjudicial o no.

Dr. Steiner: Es cierto, la cuestión es la siguiente: el crecimiento del cabello tiene tan poca relación con el organismo en su conjunto que no importa demasiado si se deja crecer el cabello o se corta. El daño no es tan grande como para que sea perceptible. Sin embargo, hay una diferencia entre hombres y mujeres en este sentido. Durante un tiempo se veía muy a menudo a antropósofos juntos, hombres y mujeres: los hombres no se cortaban el pelo, llevaban rizos largos, y las mujeres se cortaban el pelo corto. Por supuesto, la gente decía: «La antroposofía trae consigo un mundo al revés, porque entre los antropósofos las mujeres se cortan el pelo y los hombres se lo dejan crecer». Ahora ya no es así, al menos no de forma tan evidente. Pero cabe preguntarse cuál es la diferencia entre los sexos en lo que respecta al corte del pelo.

En general, sin embargo, el crecimiento abundante del cabello es algo superfluo en los hombres, mientras que en las mujeres es algo necesario. El cabello siempre contiene azufre, hierro, ácido silícico y algunas otras sustancias. Estas sustancias también son necesarias para el organismo. Por ejemplo, los hombres necesitan mucho ácido silícico, ya que al convertirse en varones en el útero materno pierden la capacidad de producirlo por sí mismos. A través del cabello cortado, —siempre que el cabello está recién cortado, absorbe el ácido silícico que hay en el aire—, los hombres absorben ácido silícico del aire. Por lo tanto, cortarse el pelo no es malo. Lo malo es cuando se cae, porque entonces no puede absorber nada. Por eso, la calvicie prematura, que está relacionada en cierta medida con el estilo de vida de las personas, no es precisamente algo bueno para el ser humano.

Sin embargo, en el caso de las mujeres, cortarse el cabello no es muy recomendable, ya que ellas tienen la capacidad de producir más ácido silícico en su organismo, por lo que no deberían cortarse el cabello muy corto con demasiada frecuencia. porque entonces el cabello absorbe del aire el ácido silícico que la mujer ya tiene en su interior y lo devuelve al organismo. La mujer se vuelve peluda y espinosa por dentro; entonces se le «ponen los pelos de punta». Esto es algo que no ocurre de forma tan evidente; hay que ser un poco sensible para darse cuenta, pero es algo que existe. Todo su ser adquiere entonces un carácter espinoso, se vuelve peluda y espinosa por dentro; el hecho de cortarse el pelo, especialmente en la juventud, también influye en ello.

Es cierto, la historia también puede ser al revés, señores. Puede ser que los jóvenes de hoy en día, que son muy diferentes a como éramos nosotros en nuestra juventud, lleguen a un entorno en el que ya no les basta con su propio ácido silícico, porque quieren ser espinosos. Quieren ser un poco espinosos, ásperos. Entonces les entra el instinto de cortarse el pelo. Esto se convierte en moda: unos imitan a otros, y así se invierte la historia, ya que los niños quieren ser espinosos y se cortan el pelo. Si se consigue que esta moda se modere un poco, no puede ser malo haberla exagerado un poco. Al fin y al cabo, eso es lo que importa, ¿no?

A uno le gusta suave, al otro le gusta espinoso; ahí puede variar un poco el gusto personal. Pero no puede tener tanta influencia. Si su hija tiene la inclinación o, debido a las circunstancias, quiere o debe elegir a un hombre al que le guste espinoso, que se corte el pelo. Por supuesto, entonces no conseguirá a un hombre que sea muy sensible a la suavidad; eso puede suceder. - Así que la historia ya se adentra más en las ramificaciones de la vida.



Traducido por J.Luelmo abr,2025

GA112 Kassel, 26 de junio de 1909 - Las metamorfosis de la tierra

  Índice

LAS METAMORFOSIS DE LA TIERRA

Conferencia del Dr. Rudolf Steiner


Kassel, 26 de junio de 1909



Conferencia III

Aquellos de ustedes que han escuchado repetidamente por mi parte, ciclos de conferencias o disertaciones desde el ámbito de la ciencia espiritual, ya han escuchado algún que otro de los hechos de los mundos superiores presentados desde los más diversos lados. Y se nos ha presentado en una u otra área tal o cual entidad o hecho, y después siempre ha sido iluminado desde este o aquel lado. Puede ocurrir, -y quiero subrayarlo hoy en particular, para que no surjan malentendidos-, que cuando tal o cual entidad, tal o cual hecho es iluminado desde uno u otro lado, parezcan existir contradicciones. Pero si observan ustedes con atención, descubrirán que precisamente a través de ese tipo diferente de iluminación, es como pueden aclararse los complicados hechos de los mundos espirituales. He tenido que decirles esto porque tendré que arrojar luz desde una nueva perspectiva, sobre ciertos hechos, que desde cierto punto de vista, ya son conocidos por la gran mayoría de los oyentes de hoy. Si tomamos el documento más profundo del Nuevo Testamento, que se conoce con el nombre de Evangelio según San Juan, y leemos las significativas palabras con las que concluimos nuestra conferencia de ayer, pronto se nos hace evidente que en éstas primeras palabras del Evangelio de San Juan, se encuentran ya casi infinitos misterios del devenir del mundo y del devenir del hombre. En el curso de nuestras conferencias, tal vez tengamos ocasión de mostrar por qué los grandes intérpretes de los acontecimientos espirituales, expresan a menudo las grandes y abarcantes verdades de un modo breve y paradigmático, tal como se recogen en los primeros versículos del Evangelio de Juan. Hoy, a diferencia de cómo sucedió ayer, queremos volver a ciertos hechos bien conocidos de la ciencia espiritual, y ver cómo se presentan de nuevo ante nosotros en el Evangelio de Juan. Deberían ser los hechos comparativamente más simples de la ciencia espiritual desde los cuales partimos.

Sabemos que el hombre, tal como se presenta ante nosotros en su estado de vida cotidiana, consta de cuatro miembros: el cuerpo físico, el cuerpo etérico o vital, el cuerpo astral y el yo. Sabemos que la vida diaria del hombre cambia de tal manera que desde la mañana, cuando se despierta, hasta la noche, cuando se va a dormir, estos cuatro miembros de su ser están orgánicamente conectados entre sí, uno dentro del otro. Sabemos que cuando el hombre duerme por la noche, el cuerpo físico y el cuerpo etérico yacen en la cama, y que el cuerpo astral y el portador del Yo, o el Yo en definitiva, se elevan fuera de los cuerpos físico y etérico.

Ahora bien, hoy tenemos que tener muy clara una cosa. Cuando tenemos ante nosotros a un ser humano en el presente estado de evolución, tenemos este cuádruple cuerpo, cuerpo físico, cuerpo etérico, cuerpo astral y yo, como una necesidad interconectada. Si vemos a este hombre acostado en la cama por la noche, y puesto que sólo los cuerpos físico y etérico están acostados en la cama, entonces este hombre acostado en la cama ciertamente tiene el valor de una planta. Pues la planta, tal como se nos presenta en el mundo exterior, consta del cuerpo físico y del cuerpo etérico o vital; no tiene cuerpo astral ni yo en su interior. Esto la distingue del animal y del ser humano. Sólo el animal tiene cuerpo astral, y sólo el ser humano tiene yo en su interior. Por lo tanto podemos decir: De la noche a la mañana el cuerpo físico y el cuerpo etérico del hombre yacen en la cama; allí es, por así decirlo, un ser como una planta y sin embargo no es una planta. Debemos darnos cuenta de esto.

Si hay un ser libre, un ser independiente, que no tiene cuerpo astral ni yo, que consiste sólo en un cuerpo físico y un cuerpo etérico, entonces debe parecerse a una planta, entonces debe ser una planta. Pero el hombre, cuando se acuesta en la cama, ha crecido más allá del valor de la planta, porque en el curso de la evolución añadió a su cuerpo físico y a su cuerpo etérico el cuerpo astral, el portador del placer y la tristeza, de la alegría y el dolor, del instinto, el deseo y la pasión, y añadió el portador del yo. Pero cada vez que se añade un miembro superior a una entidad, todo lo relacionado con los miembros inferiores de esta entidad también cambia. Si se añadiera un cuerpo astral a la planta tal como se nos presenta hoy como un ser exterior en la naturaleza, si el cuerpo astral no se limitara a rodear la planta por arriba, sino que la penetrara, entonces lo que vemos penetrando la planta en la sustancia vegetal tendría que convertirse en carne animal. Pues el cuerpo astral penetrante transforma la planta de tal manera que la sustancia se convierte en carne animal. Y la planta tendría que transformarse de manera similar si tuviera un Yo dentro de sí en el mundo físico. Por lo tanto, también podemos decir: Si tenemos ante nosotros un ser, como el hombre, que tiene no sólo el cuerpo físico, sino miembros invisibles, superiores, suprasensibles de su naturaleza, entonces los miembros suprasensibles se expresan en los miembros inferiores. Así como las características interiores de su alma se expresan superficialmente en sus rasgos faciales, en su fisonomía, así también su cuerpo físico es una expresión del trabajo del cuerpo astral y del yo. Y el cuerpo físico no sólo se representa a sí mismo, sino que también representa una expresión física de los miembros físicamente invisibles del ser humano.

Por consiguiente, el sistema glandular humano y todo lo que contamos como parte de él es una expresión del cuerpo etérico en el ser humano. Todo lo que contamos como parte del sistema nervioso es una expresión del cuerpo astral, y todo lo que contamos como parte del sistema sanguíneo es una expresión de su portador del Yo. Así pues, en el propio cuerpo físico tenemos que distinguir de nuevo entre un sistema cuádruple, y sólo aquellos que se adhieren a una visión del mundo burdamente sensible pueden describir las diversas sustancias del cuerpo físico humano como de igual valor. Lo que palpita en nosotros como sangre se ha convertido en tal sustancia por el hecho de que en el ser humano habita un yo. El sistema nervioso está así formado y es de tal sustancia porque en el ser humano se halla un cuerpo astral. Y el sistema glandular se ha vuelto así porque hay un cuerpo etérico en el hombre. Si consideran esto, se darán cuenta fácilmente de que básicamente el ser humano, desde la noche cuando se duerme, hasta la mañana cuando se despierta, es un ser inherentemente contradictorio. A uno le gustaría decir que debería ser una planta, pero no es una planta. Pues una planta no tiene en su sustancia física la expresión del cuerpo astral, o sea, el sistema nervioso, ni la expresión del yo, o sea, el sistema sanguíneo. Una entidad física como el ser humano, con sistemas glandular, nervioso y sanguíneo, sólo puede existir si contiene un cuerpo etérico, un cuerpo astral y un yo.

Pero ahora, ustedes como seres humanos, abandonan sus cuerpos físico y etérico por la noche, de su vínculo con su cuerpo astral y su yo. Los abandonan, por así decirlo, de una manera desdeñosa, convirtiéndolos en un ser contradictorio. Si aquí no se produjera ninguna acción espiritual desde que se duermen hasta que se despiertan, y se limitaran a sacar su cuerpo astral y su yo de sus cuerpos físico y etérico, por la mañana encontrarían destruidos sus sistemas nervioso y sanguíneo, pues éstos no pueden existir si no tienen en su interior un cuerpo astral y un yo. Por lo tanto sucede lo siguiente, perceptible para la conciencia clarividente.
En la misma medida en que el yo y el cuerpo astral se retiran, el clarividente ve cómo un yo divino y un cuerpo astral divino entran en el hombre. De hecho, incluso por la noche, desde el momento en que el hombre se duerme hasta el momento en que se despierta, hay un cuerpo astral y un yo, o al menos un sustituto de él, tanto en el cuerpo físico como en el cuerpo etérico. Cuando el elemento astral del hombre se retira, un elemento astral superior se mueve dentro del hombre para mantenerlo hasta que despierte, y también un sustituto del yo. De esto se desprende que en el ámbito de nuestra vida, en la esfera de nuestra vida, actúan otros seres distintos de los que se expresan primero en el mundo físico. Los minerales, las plantas, los animales y los seres humanos se expresan en el mundo físico. Estos seres humanos son inicialmente la más elevada de las entidades dentro de nuestra esfera física. Sólo ellos tienen un cuerpo físico, un cuerpo etérico, un cuerpo astral y un yo. A partir del hecho de que por la noche el cuerpo astral y el yo se retiran del cuerpo físico y del cuerpo etérico, se desprende que el cuerpo astral y el yo tienen todavía hoy una cierta independencia, que pueden, por así decirlo, separarse y vivir un cierto tiempo de la vida cotidiana separados del portador físico y etérico.

De este modo, por la noche se nos hace evidente lo siguiente. Así como durante el día los cuerpos físico y etérico humanos son portadores del yo y del cuerpo astral humanos, es decir, precisamente los miembros más íntimos del ser humano, durante la noche se convierten en portadores o templos de seres astrales y yoicos superiores. Ahora miramos de otra manera lo que yace en la cama, pues en ella hay también un astral, pero un astral divino-espiritual, y también un yo, pero un yo divino-espiritual. En cierto sentido podemos decir que mientras el hombre duerme por lo que respecta a su cuerpo astral y a su yo, estas entidades, que ahora también pertenecen a la esfera de nuestra vida, se despiertan en él y mantienen la estructura de su organismo, y entran en nuestros cuerpo físico y etérico cuando abandonamos este último al dormirnos. Tal hecho puede enseñarnos mucho; y especialmente si lo mantenemos unido a ciertas observaciones del clarividente, puede darnos mucha información sobre el desarrollo del hombre. Relacionemos este mismo hecho de la diferencia entre la vigilia y el sueño con los grandes hechos de la evolución espiritual.

Aunque el cuerpo astral y el yo humanos parecen ser los miembros más elevados e internos de la naturaleza humana, no son en absoluto los más perfectos. El cuerpo físico es más perfecto que el cuerpo astral, incluso a simple vista. Ya señalé aquí hace dos años cómo el cuerpo físico del hombre, en toda su estructura, cuanto más lo examinamos más maravilloso nos parece cada vez. En la maravillosa estructura del corazón humano y del cerebro humano, no sólo el intelecto puede satisfacer su refinada necesidad intelectual de conocimiento cuando uno los examina anatómicamente, sino que la persona que se acerca a ellos con el alma siente elevados sus sentimientos estéticos y morales cuando puede decirse a sí misma lo sublimes y llenas de sabiduría que son las disposiciones que hay en este cuerpo físico.

El cuerpo astral aún no ha alcanzado esa etapa. Es el portador del placer y del sufrimiento, de los impulsos, de los deseos y de los placeres, etc., y debemos decirnos a nosotros mismos que, con respecto a sus deseos, el hombre recurre a toda clase de cosas del mundo que no sirven en absoluto para promover las sábias y hábiles disposiciones del corazón o del cerebro. A través de su ansia de placer, el hombre busca obtener satisfacción de cosas que, como el café, son venenos para el corazón o similares. En esto proporciona la prueba de que el cuerpo astral tiene ansias de placeres que son, por ejemplo, perjudiciales para las disposiciones orientadas a la sabiduría en el corazón humano: El corazón resiste durante decenios a tales venenos cardíacos, que el hombre ingiere por el ansia de placer de su cuerpo astral. De esto se deduce que el cuerpo físico es más completo que el cuerpo astral. Aunque en el futuro el cuerpo astral será incomparablemente más perfecto, hoy el cuerpo físico es el más perfecto en su desarrollo. Esto se debe al hecho de que el cuerpo físico es, de hecho, el más antiguo de los miembros de la naturaleza humana. Es la prueba de que se trabajó en este cuerpo físico mucho antes de que nuestra tierra llegara a existir.

Lo que dice la teoría actual del origen del mundo, que ha surgido de meras ideas materialistas, no es más que una fantasía materialista; que se conoce con el nombre de teoría de Kant-Laplace o alguna teoría más nueva, no importa. Para captar la estructura externa de nuestro sistema planetario, estas fantasías materialistas son ciertamente útiles, pero no sirven de nada si queremos captar lo que está por encima de las imágenes visuales externas.

La investigación espiritual nos muestra que al igual que el ser humano pasa de encarnación en encarnación, un cuerpo planetario como nuestra tierra también ha pasado por otras formas, otros estados planetarios en la antigüedad. Antes de que nuestra Tierra llegara a existir, se encontraba en un estado planetario diferente. Era lo que en la investigación espiritual se denomina la « antigua luna ». No se trata de la luna actual, sino de un antepasado de nuestra tierra como entidad planetaria. Y al igual que el ser humano se ha desarrollado desde una encarnación anterior hasta la actual, nuestra tierra se ha desarrollado desde la antigua luna hasta la tierra. La antigua luna es, por así decirlo, una encarnación anterior de la tierra. También el sol es una encarnación anterior de la antigua luna, no el sol actual, sino también un antepasado de nuestra tierra actual. Y finalmente un antepasado de este antiguo sol es el antiguo Saturno. Nuestra tierra ha pasado por estos estados anteriores: un estado saturniano, un estado solar, un estado lunar. Y ahora ha llegado a su estado terrestre.

En el antiguo Saturno se depositó la primera semilla de nuestro cuerpo físico. También podríamos decir: Nada de todo lo que hoy rodea al hombre, nada de nuestro actual reino animal, reino vegetal, nada de nuestro actual reino mineral estaba presente en aquel antiguo cuerpo planetario, al que llamamos el antiguo Saturno, -no el actual-. Pero en él estaba presente la primera estructura del cuerpo físico humano de hoy. Este cuerpo físico humano existía de una manera completamente diferente a la actual. En aquella época estaba presente en su primer estado germinal, estado que después se desarrolló durante la evolución de Saturno. Y cuando ésta llegó a su fin, el antiguo Saturno pasó a través de una especie de noche universal, al igual que un ser humano pasa a través de un Devacán para llegar a una siguiente encarnación. Y a continuación, Saturno se convirtió en el Sol. 

Y así como la planta surge de la semilla, de igual modo surgió el cuerpo físico humano en el antiguo sol. Gradualmente este cuerpo humano físico fue impregnado por un cuerpo etérico o de vida, de modo que en el sol el cuerpo etérico o de vida se añadió a la planta germinal del cuerpo físico. El hombre no era una planta, aunque tenía la valoración de una planta. Él constaba de un cuerpo físico y un cuerpo etérico, y su conciencia en ese tiempo era similar a la conciencia del sueño o similar a la conciencia que tiene hoy toda la cubierta vegetal del mundo físico que nos rodea. La existencia del sol llegó a su fin; de nuevo vino una noche universal, o si queremos decirlo así, un Devacán universal. Una vez que el sol hubo atravesado este Devacán universal, se transformó en el estado de la antigua luna.

Y de nuevo brotan aquellas partes del ser humano que ya estaban allí en Saturno y el sol: el cuerpo físico humano y el cuerpo etérico. Y el cuerpo astral se añadió durante la evolución de la luna. Ahora el hombre tenía un cuerpo físico, un cuerpo etérico y un cuerpo astral. De esto se deduce que el cuerpo físico, después de nacer en Saturno, ya había pasado en la Luna por su tercer estado. El cuerpo etérico se añadió en el sol; ahora se ha elevado a un segundo nivel de perfección. El cuerpo astral, que acababa de ser añadido, se encontraba en su primer estado en la Luna.

En la Luna se produce ahora algo que no pudo producirse durante Saturno y el Sol. Mientras que la evolución de Saturno y del sol mantuvo al hombre como un ser relativamente unificado, ocurrió lo siguiente en cierto estado de la evolución de la antigua luna. Todo el cuerpo planetario se dividió en dos partes: en un sol y en un planeta secundario de este sol, la luna. Así pues, mientras que en el caso del desarrollo de Saturno, y también del sol, hablamos de un único desarrollo planetario, en el caso de la luna, hablamos de un único desarrollo sólo para el primer período de este desarrollo lunar. Esto se debe a que al principio todo lo que es nuestra tierra, sol y luna estaba unido en un solo estado en este antiguo cuerpo planetario. Luego surgen dos cuerpos. Lo que surge como sol no es nuestro sol, ni tampoco es el antiguo sol que hemos mencionado antes. Es un estado especial que se separó de la antigua luna como estado solar, y junto a él surge un planeta al margen de este sol, orbitando alrededor de este sol, que a su vez llamamos ahora la «antigua luna». Ahora bien, ¿cuál es el significado de esta separación de nuestro predecesor terrestre durante la evolución de la antigua luna?

El significado de esta separación es que con el sol, que se separó, las entidades superiores y las sustancias más sutiles abandonaron toda la masa y emergieron como sol. Las sustancias más groseras y los seres inferiores se quedaron atrás con la antigua luna. Así, durante la antigua evolución lunar, en lugar de un cuerpo planetario tenemos ahora dos cuerpos: un cuerpo solar, que alberga a los seres superiores, y un cuerpo lunar, que alberga a los seres inferiores. Si el conjunto hubiera permanecido unido y no se hubiera producido la escisión, algunos seres que se desarrollaron en la luna escindida no habrían podido seguir el ritmo de los seres solares. No estaban preparados para ello. Por eso tuvieron que separar las sustancias más groseras y construirse un escenario aparte. Pero los seres superiores tampoco habrían podido permanecer unidos a estas sustancias más groseras; eso habría obstaculizado su progreso más rápido. También ellos necesitaban un escenario especial para desarrollarse, y éste era el Sol.

Veamos ahora las entidades que se encuentran en el antiguo Sol, y las que habitan en la antigua Luna después de la separación. Sabemos, por supuesto, que el cuerpo humano físico se formó durante la época de Saturno, que el cuerpo etérico se añadió en el Sol, y el cuerpo astral en la Luna. Ahora bien, estos seres humanos, o si podemos decirlo así, estos seres humanos primigenios de la luna, se habían ido de hecho con la luna escindida. Fueron precisamente ellos los que no pudieron participar en el rápido desarrollo de los seres solares, aquellos seres que se habían escindido con el sol y que ahora vivían dentro de las sustancias y materias más finas del sol. Por eso estos seres humanos también se endurecieron durante la evolución lunar. Así pues, durante la evolución lunar encontramos al ser humano en un estado en el que consta de un cuerpo físico, un cuerpo etérico y un cuerpo astral. Por lo tanto, tenía ese estado de desarrollo que tiene hoy el animal. El animal también tiene un cuerpo físico, un cuerpo etérico y un cuerpo astral. Pero no deben ustedes creer que el hombre de la antigua Luna era realmente un animal. La forma del ser humano en la antigua luna era muy diferente de la del ser animal terrestre de hoy. Les parecería a ustedes muy fantástico si yo se lo describiera. Así que encontramos, por así decirlo, antepasados de nuestro ser humano actual en esta antigua luna que tenían un cuerpo físico, un cuerpo etérico y un cuerpo astral. Y que, después de separarse totalmente del sol, endurecieron estos miembros, volviéndose en sí mismos más toscos de lo que habrían sido si hubieran permanecido con el sol. 

Ahora, sin embargo, lo que se había separado con el sol también había experimentado este triple desarrollo: el desarrollo saturniano, solar y lunar. Únicamente todo esto fue, por así decirlo, en dirección al sol, mientras que los antepasados del hombre fueron en dirección a la luna. En el caso de estos seres que se fueron con el sol, también podemos distinguir una estructura tripartita que corre paralela a la estructura tripartita del ser humano. También había seres en el sol que tenían, por así decirlo, tres miembros. Sólo que, en lugar de haber llevado a estos tres miembros al endurecimiento tras la escisión, los tres miembros habían llegado ahora al refinamiento. Imagínense el proceso de la siguiente manera: Tras la escisión, los antepasados humanos se convierten en seres más toscos de lo que eran, se endurecen. En cambio, los seres correspondientes del Sol se vuelven más refinados. Aquello que como resultado de haber adquirido un cuerpo astral durante la evolución lunar, se convirtió en el ser humano, le hace descender en cierto modo al nivel de la animalidad. Los seres que no siguen este camino, que llevan las sustancias más sutiles hacia el sol, se refinan. Del mismo modo que el ser humano se endurece en la luna, así los seres de una espiritualidad elevada surgen en el sol. Esta espiritualidad se caracteriza en la ciencia espiritual como las contraimágenes de la que se desarrolló en la luna.

En la Luna, los seres humanos se desarrollaron, por así decirlo, hasta alcanzar cierta valoración animal, aunque no eran animales. Ahora bien, siempre se ha reconocido, con cierta justificación, que hay que diferenciar animales de distintos niveles allí donde se producen fenómenos de animalización. Los hombres-animales de la Luna aparecieron en tres estadios esencialmente diferentes, que en la ciencia espiritual se denominan estadios del «toro», del «león» y del «águila». Son, por así decirlo, formas típicas de la animalidad.

Así que había tres grupos diferentes en la antigua luna: los hombres Toro, los hombres León y los hombres Águila. Aunque de ninguna manera debemos designar con estos nombres a los animales de nuestros días, toro, león y águila, sin embargo, en cierto modo, la naturaleza degradada de esos hombres primigenios, que deben llamarse hombres-león en la luna, se expresa en las especies de los gatos. Y en el carácter de los animales ungulados se expresa la naturaleza degradada de esos seres humanos que son llamados hombres-toro, etcétera. Esta era la naturaleza degradada después de un desarrollo en tres etapas. En el sol, sin embargo, estaban presentes las contraimágenes espirituales. También había tres grupos. Mientras que el desarrollo del astral formó estos tres diferentes hombres-animales en la luna, por su parte en el sol, surgieron los correspondientes hombres espirituales, a saber, como seres angélicos, seres espirituales, que también son nombrados, -pero ahora como contraimágenes espirituales- león, águila y toro. Así que cuando se mira hacia el sol, uno se encuentra con entidades espirituales de las que se dice a sí mismo: ¡Representan para mí los bellos arquetipos formados por la sabiduría! Y en la antigua luna tenemos algo así como imágenes endurecidas de lo que hay allá arriba en el sol. Pero todavía hay algo que yace detrás como un secreto.

Estas imágenes-reflejo de abajo en la luna, no están desvinculadas de sus contraimágenes espirituales en el sol. En la antigua luna tenemos un grupo de humanos primigenios, los humanos Tauro, y arriba en el sol un grupo de seres espirituales que se llaman los espíritus Tauro, y hay un vínculo espiritual entre arquetipo e imagen. El alma grupal es el arquetipo y actúa como arquetipo en las imágenes. Desde el alma grupal emanan las fuerzas que dirigen la imagen inferior: el espíritu león dirige a las entidades que son su imagen como hombres león, el espíritu águila dirige a los hombres águila y así sucesivamente. Si estos espíritus que están allá arriba hubieran permanecido unidos a la tierra, si hubieran permanecido ligados a sus imágenes, si hubieran tenido que morar en sus imágenes, no habrían podido moverse, no habrían podido ejercer las fuerzas que tenían que ejercer para la salvación y evolución de las imágenes. Tuvieron que decirse a sí mismos: ¡Ahora debemos ocuparnos de un modo más elevado de lo que debe desarrollarse en la Luna! El espíritu Toro se dijo a sí mismo: Debo ocuparme de los hombres Toro. Allá abajo, en la luna, no puedo encontrar las condiciones para mi propio avance. Para ello debo morar en el sol y desde el sol debo enviar mis fuerzas a los hombres Toro. Lo mismo ocurría con el espíritu del león y también con el espíritu del águila. Tal es el significado del desarrollo. Ciertas entidades necesitaban un lugar más elevado que las entidades que eran, por así decirlo, su imagen física. Estas imágenes físicas necesitaban un escenario inferior. Para que las entidades espirituales pudieran trabajar, tuvieron que sacar el sol y enviar sus fuerzas desde el exterior. Así vemos cómo por un lado un desarrollo desciende, por así decirlo, y por otro lado un desarrollo asciende.

Ahora continúa el desarrollo de la antigua luna. Debido a la acción de los seres espirituales sobre sus imágenes desde el exterior, la luna se espiritualiza para que más tarde pueda reunirse con el sol. Los arquetipos retoman las imágenes, las absorben por así decirlo. Se forma de nuevo un Devacán universal, una noche universal. A esto también se le llama «pralaya», mientras que a los estados como Saturno, el sol y la luna se les llama «manvantaras». Después de esta noche universal, emerge de las tinieblas de la matriz universal nuestro estado terrenal, que está destinado a llevar al hombre tan lejos que pueda añadir el yo o el portador del yo a los cuerpos físico, etérico y astral.

Pero ahora hay que repetir todo lo que ya se había desarrollado en el pasado. Esta es una ley cósmica: si ha de surgir algún estado superior, primero se debe recapitular lo que ya había estado allí. En primer lugar, por lo tanto, la Tierra tuvo que pasar una vez más por el antiguo estado de Saturno. Una vez más, como si saliera del germen del universo, se desarrolló la primera disposición al cuerpo físico. Luego viene una recapitulación del estado del Sol y una recapitulación del estado de la Luna.

El sol, la tierra y la luna siguen unidos en un solo cuerpo. Entonces se produce una recapitulación de lo sucedido anteriormente: el sol vuelve a separarse. De nuevo, los seres superiores que necesitan este escenario superior de desarrollo salen con el sol. Se llevan consigo las sustancias más sutiles, para poder establecer en él su propio escenario planetario. Así pues, el sol se separa de la tierra, que en aquel momento todavía tenía la luna en su cuerpo, y se lleva consigo a aquellos seres que están maduros para encontrar su progreso ulterior en el sol. Cabe suponer que entre estos seres había sobre todo aquellos que habían actuado antes que los arquetipos. Todos estos seres que habían alcanzado la madurez adecuada durante el antiguo período lunar progresaron y, por consiguiente, ya no podían habitar en las sustancias y seres más groseros que la tierra más la luna contenían en ellos. Tuvieron que desprenderse, tuvieron que establecer una nueva existencia en el nuevo sol, el sol actual. 

¿Qué clase de seres eran? Ellos eran los descendientes de aquellos otros seres que ya se habían desarrollado en el sol durante el estado de antigua luna como Toro-espíritu, León-espíritu y Águila-espíritu. Y los más elevados, los más avanzados de ellos eran los que habían unido la naturaleza de Águila, León y Tauro en una unidad armoniosa. Los seres espirituales más avanzados que ahora tomaron su morada en el sol fueron los seres que pueden ser descritos como «arquetipos humanos», como «hombres-espíritu» en el verdadero sentido de la palabra. Así que cabe pensar, que entre esos seres espirituales que se encontraban en el sol durante el período de la antigua luna como espíritu de Tauro, espíritu de Águila, espíritu de León, había algunos que habían alcanzado una etapa superior de desarrollo. Son los verdaderos hombres espirituales que ahora prefieren vivir en el sol. Son, por así decirlo, contraimágenes espirituales de lo que se está desarrollando allá abajo, en el cuerpo tierra-luna separado del sol. Sin embargo, allí abajo se desarrollan los descendientes de los seres que estaban en la antigua luna. Ahora se pueden imaginar que, puesto que ya se había producido un cierto grado de condensación, un endurecimiento de estas entidades en la antigua luna, los descendientes de estas entidades de la antigua luna deben aparecer ahora aún más con la tendencia a la condensación, al endurecimiento, a la desecación. Para la parte escindida, que entonces contenía la tierra más la luna, amanece en efecto un tiempo triste y desolado. Arriba en el sol un desarrollo cada vez más vigoroso y vivo, una vida cada vez más plena, abajo en la tierra tristeza, esterilidad, un endurecimiento cada vez más prominente.

Entonces ocurrió algo que por sí solo hizo posible un mayor desarrollo: Lo que hoy es la Luna se separó del cuerpo planetario común formado por la Tierra y la Luna, y lo que hoy es la Tierra se quedó atrás. Así, las sustancias más groseras que habrían llevado a la tierra a un endurecimiento completo se separaron, y la tierra se liberó de lo que la habría llevado a la desolación total. 

Al principio de nuestra evolución en la Tierra, ésta estaba unida al sol y a la luna actuales. Si la tierra hubiera permanecido con el sol, el hombre nunca habría podido desarrollarse como hoy; no habría podido seguir el ritmo de desarrollo que necesitan los seres del sol. Allá arriba, el hombre no se desarrolló como vive en la tierra; allí se desarrolló un arquetipo espiritual del hombre, del que el hombre actual, tal como se nos presenta en la forma física, en el fondo no es más que una imagen. Si, por el contrario, la luna hubiera permanecido en la tierra, el hombre se habría secado gradualmente, se habría momificado y no habría encontrado ninguna posibilidad de desarrollo en la tierra. La tierra se habría convertido en un cuerpo celeste estéril y seco. En lugar de cuerpos humanos como son en la Tierra hoy en día, habría llegado a existir algo parecido a estatuas muertas que habrían crecido de la tierra como seres humanos marchitos. Esto se evitó porque la luna se dividió y salió al espacio con las sustancias más groseras. Esto creó en la tierra la posibilidad de que el yo se añadiera de forma correspondiente a lo que estaba presente en los descendientes de las formas de la antigua luna como cuerpos físico, etérico y astral, de modo que con el yo, el hombre pudo experimentar la fecundación precisamente porque las fuerzas del sol y de la luna trabajaban desde fuera y se equilibraban mutuamente.

El hombre halló su desarrollo ulterior en la Tierra. Lo que provenía de la antigua luna representaba en cierto modo un desarrollo descendente, hacia un estado inferior. Ahora, sin embargo, recibió un nuevo estímulo, un impulso ascendente. Durante todo este tiempo, las entidades espirituales correspondientes, que se habían separado con el sol, se desarrollaron cada vez más.

¿Qué fue lo que hizo posible que la Luna se separara de la Tierra? Pueden imaginárselo fácilmente si utilizan una comparación. Imaginemos que tenemos delante un bloque de hierro duro y, digamos, que somos personas con una fuerza muscular media. Golpeamos y golpeamos el hierro, pero no podemos darle forma. Sólo cuando ablandamos la sustancia fundiéndola podemos moldearla. Esto es lo que le ocurrió a la Tierra después de que las sustancias más groseras desaparecieran con la Luna. Ahora los seres terrestres podían moldearse. Ahora intervinieron de nuevo aquellas entidades que tenían su escena en el sol y que ya habían intervenido durante el estado de antigua luna desde el sol como las almas grupales. Antes de la separación de la luna, las sustancias eran demasiado densas. Ahora estas entidades, que tenían su escena en el sol, se afirmaron como fuerzas que moldearon y formaron gradualmente al hombre en su forma actual.

Echemos un vistazo más de cerca. Supongamos que ustedes hubieran podido estar en este antiguo cuerpo planetario que consistía en la tierra más la luna. Habrían visto el sol afuera. Si ustedes también hubieran sido clarividentes, habrían visto a los seres espirituales que acabamos de describir. En la tierra habrían visto una especie de endurecimiento, de desolación, y podrían haberse dicho a si mismos: Todo a mi alrededor no es más que desolación. Todo parece estar muerto en la tierra. Las fuerzas del sol no pueden influir en lo que se prepara para convertirse en un gran campo de cadáveres terrestres. - Y entonces habrían experimentado cómo la masa lunar se separaba de la tierra. Las sustancias de la tierra se habrían vuelto blandas y maleables y plásticas, y ahora podrían haberse dicho:: Todo se ha vuelto maleable y plástico; las fuerzas que descienden del sol pueden ahora trabajar de nuevo. Entonces ustedes habrían visto cómo los espíritus Tauro podían ahora recobrar influencia sobre los seres humanos que no eran sino imágenes de estos espíritus Toro, y lo mismo con los espíritus León y los espíritus Águila. Y se habrían dicho: Afuera está la luna. Esta ha amortiguado su influencia nociva al salir y ahora sólo actúa a distancia. De esta manera ha hecho que la tierra sea capaz de permitir que los seres espirituales vuelvan a actuar en ella.

Mañana veremos qué tipo de imagen se presenta al clarividente cuando éste rastrea las imágenes más distantes del desarrollo en el pasado a partir de la Crónica Akáshica.

Volvemos la mirada al estado del antiguo Saturno y nos decimos: allí se formó la primera estructura del cuerpo físico del hombre. Lo que hoy consideramos el cuerpo físico se formó primero en Saturno, como salido del caos del universo. Luego vino el estado solar. El cuerpo etérico se añadió a la primera forma del cuerpo físico. En la antigua luna se añadió el elemento astral, tanto en las formas que se desarrollaron posteriormente en la luna escindida como en los espíritus del sol escindido. En la luna viven las imágenes de carácter animal, en el sol viven los arquetipos espirituales. Finalmente, en la tierra se desarrolló gradualmente un estado a través del cual el hombre fue capaz de tomar en sí mismo de nuevo aquello que se había desarrollado como elemento astral en el sol durante la evolución lunar y que ahora actuaba en él como una fuerza. Y ahora seguimos estos cuatro estados tal como nos los describe el Evangelio de Juan.

Durante el desarrollo de Saturno, aquel alto poder que proporciona la semilla espiritual para la forma humana física, a partir del caos del universo es llamado el «Logos» por el escritor del Evangelio de Juan. Lo que se añadió en el sol y se integró en lo que se había desarrollado en Saturno, él lo llama «vida» - lo que nosotros llamamos el cuerpo etérico o vital de forma correspondiente. A lo que se añadió en la luna lo llama «luz», pues es la luz espiritual, la luz astral. Esta luz astral provoca un endurecimiento en la luna escindida y una espiritualización en el propio sol. Lo que había surgido como un ser espiritualizado podía seguir desarrollándose, y de hecho lo hizo. Y cuando el sol se separó de nuevo en la tierra, aquello que se había desarrollado en la tercera etapa resplandeció en el ser humano. Pero el hombre aún no era capaz de ver lo que brillaba desde el sol. Éste moldeaba al hombre, actuaba como una fuerza, pero el hombre no podía verlo.

Lo que así hemos comprendido como esencia del desarrollo de Saturno, lo expresamos ahora con las palabras del Evangelio de Juan:

«En el principio era el Logos».

Pasemos ahora al sol. Si expresamos el hecho de cómo lo que surgió en Saturno se desarrolló aún más en el sol, decimos: Se añadió el cuerpo etérico:

«Y el Logos era vida».

En la luna se añadió la entidad astral, tanto en el tipo físico como en el espiritual:

«En el Logos animado se hizo la luz».

La luz sigue desarrollándose, por un lado hacia la luz clarividente cuando el sol se separó de la tierra, por otro lado con el hombre hacia las tinieblas. Pues cuando éste debía recibir la luz, el que era tinieblas no comprendió la luz. Así, cuando iluminamos el Evangelio de Juan desde la Crónica Akáshica, leemos sobre el desarrollo del mundo de la siguiente manera: En el Comienzo Primigenio, durante la evolución de Saturno, todo surgió del Logos. Durante la evolución solar, la vida estaba en el Logos. Y durante la evolución lunar del Logos viviente surgió la luz. Y del Logos viviente luminoso, durante la evolución de la tierra en el sol, surgió la luz en forma elevada, pero los seres humanos en estado de oscuridad. Y desde el sol los seres, que eran los espíritus avanzados de Toro, León, Águila y el hombre, brillaron como luz sobre la tierra en las formas emergentes del hombre. Pero éstos estaban en tinieblas y no podían comprender la luz que brillaba. Ésta luz no debemos concebirla como luz física, sino como luz, que era la suma total de las emanaciones de los seres espirituales, los espíritus de los toros, los leones, las águilas y los hombres, que eran la continuación de la evolución espiritual de la luna. - Lo que fluía era la luz espiritual. Los seres humanos no podían absorberla, no la entendían. En todo su desarrollo eran sostenidos por ella, pero sin ser conscientes de ello: "La luz brilló en las tinieblas, pero las tinieblas no pudieron comprender la luz".

Así es como el escritor del Evangelio de Juan presenta paradigmáticamente estas grandes verdades. Y a los que conocían estas cosas se les ha llamado siempre «servidores» o «sacerdotes del Logos, tal como era desde el principio». Tal sacerdote o siervo del Logos, tal como era desde el principio, así habla. En el Evangelio de Lucas, encontramos básicamente exactamente lo mismo en la introducción. Traten de leer lo que dice el escritor del Evangelio de Lucas con la comprensión correcta. Él pretende transmitir informaciones sobre las cosas que han sucedido desde el principio, «tal como nos las han transmitido los que las han visto desde el principio y han sido servidores de la Palabra».

Y creemos que los servidores del Verbo o del Logos escribieron estos documentos. Aprendemos a creer en esto cuando vemos por nuestra propia investigación espiritual cómo fueron las cosas, cuando vemos cómo se convierte nuestra evolución terrenal a lo largo de Saturno, el sol y la luna. Cuando entonces vemos en las palabras abarcantes del Evangelio de Juan y en las palabras del Evangelio de Lucas que podemos encontrar esto de nuevo independientemente de cada documento, entonces aprendemos a apreciar estos documentos de nuevo y nos decimos a nosotros mismos: Son para nosotros unos documentos que fueron escritos por aquellos que sabían leer en el mundo espiritual, y son un medio de comunicación con aquellos que vivieron en el pasado. Les miramos a los ojos con cierto respeto y les decimos: ¡Os reconocemos! - al encontrar lo que ellos reconocieron en la ciencia espiritual.


GA353 Dornach, 5 de marzo de 1924 - Significado original de la fiesta de carnaval y en qué se ha convertido

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Significado original de la fiesta de carnaval y en qué se ha convertido

RUDOLF STEINER


Dornach, 5 de marzo de 1924

II conferencia

Bueno, señores, ¿alguien tiene alguna pregunta más para hoy?

Pregunta: Se pregunta por el significado del carnaval, si el Dr. Steiner tiene algo que decir al respecto. ¿De dónde viene la fiesta del carnaval, qué significa?

Dr. Steiner: ¿Se refiere al propósito del carnaval? Bueno, verán, el carnaval no se entiende precisamente preguntándose por su propósito, ya que, al menos tal y como se celebra hoy en día, hay que admitir que, al fin y al cabo, la humanidad podría prescindir del carnaval con el paso de los años. Así que se puede decir que, desde el punto de vista actual, el carnaval es básicamente inútil. Pero tampoco tiene ya su significado original. Con cosas como las fiestas de carnaval ha ocurrido lo mismo que con las órdenes, las vestimentas y demás. Antes tenían su sentido, pero poco a poco lo han ido perdiendo. Y, ¿no es cierto que también están desapareciendo poco a poco las otras fiestas del año? Poco a poco, si no se renueva su sentido, pierden su significado. En el caso del carnaval, aún no se ha hecho mucho para recuperar su significado. Porque, en realidad, el carnaval tendría un profundo impacto en toda la vida social si recuperara el significado original que tenía, por ejemplo, en la antigua Roma, donde se celebraba antiguamente.

Si nos remontamos a la antigua Roma, encontramos lo siguiente. En aquella época, la gente también estaba dividida, por así decirlo, como aquí en la actualidad: unos eran funcionarios del Estado, otros eran guerreros, otros eran trabajadores, etc., y la división era, al menos en el sentido social, aún más rígida que hoy en día. Porque a los esclavos se les podía comprar como si fueran objetos. Por lo tanto, se puede decir que la diferencia entre las personas en la antigua Roma era muy, muy significativa. Pero la conciencia de tener esta o aquella posición debía desaparecer al menos durante algunos días al año. Hoy en día se habla de democracia y se entiende, al menos en un sentido más teórico, que todas las personas son iguales. Pues bien, los romanos no creían eso en absoluto, sino que para ellos solo era un verdadero ser humano aquel que había nacido en una clase social más alta. Ya saben que hasta nuestros días se ha mantenido vigente para ciertas personas el proverbio: «El ser humano empieza a partir del barón». Es decir, aquellos que están por debajo del barón no son seres humanos.

En la antigua Roma, esto era, por supuesto, extremadamente fuerte. Aunque en aquella época la nobleza aún no se había establecido tal y como apareció más tarde, —ya que se trata de una institución medieval de la llamada época feudal—, en la antigua Roma era habitual que existiera una gran diferencia entre las clases sociales. Pero durante unos días al año, las personas debían ser iguales, debía reinar la democracia. Por supuesto, esto no se podía hacer de tal manera que las personas acudieran con sus rostros habituales, ya que entonces se las habría reconocido; por eso tenían que llevar máscaras. Entonces eran algo, lo que eran las máscaras. También había una persona que era el rey del carnaval. Durante esos días, podía hacer lo que quisiera. Podía dar órdenes, mientras que el resto del tiempo solo recibía órdenes. Y toda Roma se volvía loca durante esos días, se descolocaba; y las personas podían comportarse de manera diferente con sus superiores, no tenían que ser educadas con ellos, ¡solo durante unos días, para que todas las personas fueran iguales! Y esta institución, naturalmente, hizo que la gente no llorara ni se lamentara, sino que se alegrara de poder vivir así durante unos días. De esta alegría surgió la diversión del carnaval: la gente solo gastaba bromas divertidas cuando tenía unos días libres. Y así es como surgió toda la diversión del carnaval.

La consecuencia fue que, como a la gente le gustó mucho, hicieron por perpetuarla. Pero las cosas se perpetúan sin que se conozca ya su significado original. Así, solo queda el carnaval como época en la que se gastan bromas divertidas, porque antes se permitía gastar bromas divertidas. Entonces la Iglesia consideró que era necesario que justo después viniera el Miércoles de Ceniza, para que uno se sintiera culpable, no pudiera hacer todo lo que quisiera, etc., y como el cristianismo, al menos en épocas anteriores, también había desarrollado la costumbre de que el ser humano debía ser capaz de privarse de cosas, se estableció la Cuaresma. Y, por supuesto, era conveniente que la Cuaresma siguiera inmediatamente después del Carnaval, porque era entonces cuando la gente menos echaba en falta las cosas; hacían todo lo que les gustaba, en la medida de lo posible. Y después es mucho peor no comer las cosas que se comían antes. Era como si el tiempo no hubiera pasado. Y así es como se organizaron estas fiestas.

Solo que en Roma el carnaval se celebraba mucho antes, más o menos en la época actual de Navidad, ya que todo se ha desplazado a una época más tardía del año. De ahí que tengamos el carnaval actual. La fecha del carnaval se fija, según creo, en todos los demás países en función de la época de Pascua, solo en Basilea se celebra una semana más tarde, por lo que yo sé. Pero, según he oído, eso solo hace que se celebre dos veces.

Eso es lo que se puede decir sobre esta cuestión. Se puede decir de muchas cosas de la humanidad que originalmente tenían un sentido, pero que luego lo perdieron. Entonces uno se pregunta: ¿por qué todo esto?

Bueno, ¿alguien tiene alguna otra pregunta para hoy?

Pregunta: Me gustaría preguntarle al doctor si podría continuar con la historia de la última vez.

Pregunta: Me gustaría preguntar si es posible que las personas puedan ofender o causar daño a otras, es decir, ¿pueden influir en otras personas? La señora A. tenía un hijo de tres años que siempre veía seres entrar por la puerta y las ventanas. El niño solía tener noches inquietas, y especialmente cuando la mujer lavaba la ropa de cama, —la mujer tomaba prestadas cosas de la casa—, el niño se ponía siempre inquieto. Al final, ya no pasó nada; luego, la mujer murió. Me gustaría preguntarle al doctor si algo así sería posible.

Dr. Steiner: Por supuesto, se trata de cuestiones que afectan a todo tipo de ámbitos en los que pueden influir tanto las supersticiones, debido a la credulidad de las personas, como los hechos. Solo hay que tener claro que en el mundo existen relaciones que no se pueden rastrear fácilmente desde el punto de vista físico. Voy a partir de relaciones muy sencillas, porque quizá así lo entiendan mejor.

Tomemos como ejemplo la vendimia. Se cosecha la uva, se prensa, se prepara, se introduce en barricas y se almacena en bodegas. Ahora bien, se observará que, en el momento en que llega la siguiente cosecha, cuando se acerca la época en que el vino vuelve a fermentar, se produce una agitación. Sin tener ya una conexión física, sigue estando en contacto. Este es un hecho sencillo que le muestra que en la naturaleza existen conexiones que no se pueden seguir fácilmente con la vista, etc.

Sin embargo, como ustedes saben, hoy en día ya existe una posibilidad de superar la visibilidad habitual. Solo tienen que pensar que incluso en la naturaleza inerte existen hoy en día dispositivos que permiten superar lo visible habitual, no lo visible más sutil, sino lo visible habitual; ¡solo tienen que pensar en la radiotelegrafía! ¿En qué se basa la radiotelegrafía? Se basa en que se dispone de un generador de electricidad en algún lugar; al principio no hay ningún cable conectado a él, sino que está ahí solo. En otro lugar, sin conexión con él, hay un aparato en el que hay unas finas láminas que pueden ponerse en movimiento. A este aparato se le llama coherente. A primera vista, no hay ninguna conexión física, pero cuando se excita la electricidad aquí, los signos se mueven allí; y si se conecta con un aparato, se pueden recibir los mensajes, del mismo modo que se puede recibir la electricidad con los cables.  Ciertamente, se basa en que la electricidad se propaga, pero esta no se puede ver; se propaga sin una conexión física más gruesa. Así que incluso en la naturaleza inerte hay una conexión tal que se puede decir que lo visible se supera, al menos hasta cierto punto.

Ahora podemos continuar con el tema. Tomemos como ejemplo a unos gemelos. Los gemelos tampoco tienen una conexión física cuando alcanzan una edad avanzada. Uno puede estar aquí y el otro allá. Sin embargo, precisamente en el caso de los hermanos gemelos se puede percibir cómo uno de ellos, por ejemplo, enferma en un momento determinado, ¡y el otro, que está más lejos, también! O uno se entristece por algo en un momento determinado, y el otro también. Todas estas cosas le muestran que ya hay efectos en el mundo en los que no se puede hablar inmediatamente de una influencia física.

Pero cuando nos acercamos al reino animal, pronto nos damos cuenta de que, por ejemplo, los animales tienen percepciones que los seres humanos no tienen. Supongamos, por ejemplo, que en alguna zona se produce un terremoto o una erupción volcánica que resulta muy perjudicial para los seres humanos. Los seres humanos permanecen sentados tranquilamente; a los animales, en cambio, se les ve a veces alejarse, abandonar la zona, ¡incluso días antes! Esto también nos permite ver que los animales pueden tener una percepción de algo que no se percibe físicamente. Si se percibiera físicamente, los seres humanos también serían capaces de percibirlo.

De todo esto se desprende que existen conexiones que van más allá de lo físico en el mundo. Ahora bien, si nos adentramos en estas conexiones más sutiles, llegamos a la conclusión de que, en ocasiones, las personas sienten algo en su interior que sin duda no pueden percibir físicamente. Quiero decir, por ejemplo: hay una persona en algún lugar, —estas cosas han ocurrido en cientos y miles de casos—, que de repente se estremece y ve algo ante sí como una imagen, —por supuesto, solo es un sueño—, y grita y dice: «¡Amigo mío!», pero el amigo está quizá muy lejos: puede estar en Europa, quizá el amigo esté en América, «¡Amigo mío!». ¡Le ha pasado algo! Resulta que ha muerto. Así que este tipo de cosas existen. Constatamos una vez más cómo pueden producirse tales efectos sin que exista una conexión física. Sí, pero hay que decir que para nuestra humanidad es muy bueno que estas cosas no estén demasiado extendidas; porque imagínese si su cabeza fuera capaz de percibir todo lo malo que una u otra persona piensa o dice de usted, por ejemplo, ¡sería terrible! ¿No es verdad?. Como saben, cuando se tiene un aparato telegráfico, primero hay que instalar el dispositivo, hay que conectar el cable, y entonces se produce la transmisión. Del mismo modo, en la telegrafía inalámbrica esto debe estar en orden, no debe faltar (señalando el dibujo), entonces se produce la transmisión. Ahora bien, en general, en una persona completamente sana, el ser humano no está conectado a todas las corrientes que circulan; está desconectado; pero en casos especiales puede suceder que se conecte a algo.

Supongamos, por ejemplo, que no puedo entrar en detalles sobre su caso por una buena razón, ya que probablemente usted no sabe hasta qué punto está certificado; pero voy a referirme a un caso similar, para que pueda explicárselo. Solo quiero hablar de cosas que estén absolutamente certificadas, porque de lo contrario es muy fácil caer en meras especulaciones. Probablemente usted no haya vivido el caso en primera persona, sino que lo haya leído o se lo hayan contado. Por lo tanto, solo quiero abordar lo que esté bien certificado. Supongamos que una mujer A, durante su embarazo, tuvo una discusión con la mujer B, que vive en el vecindario. Es normal que la gente discuta, ¿no? Ahora bien, tal vez esta mujer B, que vive en el vecindario, maldijo a esta mujer con especial intensidad, y la mujer A se asustó mucho por ello. De este modo, el niño que nazca puede llegar a depender en cierta medida de la mujer B, pero también la mujer B puede llegar a depender en cierta medida del niño, y puede ocurrir que, al lavarla, el niño se vuelva receptivo a lo que ella le da como «ropa interior» o similar. Pero, por otro lado, también puede ser importante para la mujer B recibir ropa interior; como se siente un poco arrepentida por lo que le ha hecho a la mujer A, necesita algo de la casa para tranquilizarse continuamente; y en el momento en que se lo quitan, intenta conseguirlo por todos los medios posibles. Las personas pueden robar todo tipo de cosas porque quieren tenerlas, sin ser ladrones por naturaleza. Solo se vuelven ladrones para conseguir esas cosas; por lo demás, no roban, pero buscan por todos los medios obtenerlas. Y entonces puede incluso ocurrir que, cuando se les priva de ello, debido a que ya existen influencias espirituales y mentales sobre la salud del ser humano, enfermen y mueran a causa de una especie de consunción interior, de una fiebre consumidora, o digamos, incluso de un infarto o un ataque al corazón. Esto puede suceder perfectamente.

Por lo tanto, se puede decir: estas cosas ocurren en el mundo y son explicables, porque, aunque no exista una conexión física, es posible que una persona influya en otra en determinadas circunstancias. Pero entonces siempre hay que poder abordar la causa. En el caso que usted mencionó, puede haber habido una causa completamente diferente. Pero si, por ejemplo, durante el embarazo hubiera habido una pelea entre estas dos mujeres, eso podría ser la causa de que más tarde se produjera una interferencia entre esta mujer y el niño.

Ahora se me ha pedido que hable un poco más sobre lo que expuse recientemente. Les he mostrado cómo en la antigua India, en una época que hoy se remonta quizás a cuatro o cinco mil años atrás, las personas vivían en condiciones muy diferentes. Y precisamente debido a esta naturaleza india tan particular y a la forma en que convivían los pueblos, estos antiguos indios desarrollaron una visión del cuerpo físico humano.

Los egipcios, por su parte, que tenían su país completamente bajo la influencia del Nilo, que, por así decirlo, le debían al Nilo todo lo que eran, desarrollaron la concepción del cuerpo etérico del ser humano, porque a través de él el ser humano también se vuelve consciente del éter.

Los habitantes de Asiria y los babilonios, debido al aire especialmente puro y a la elevada altitud, que les permitía observar fácilmente las estrellas en determinadas épocas del año, desarrollaron la concepción del cuerpo astral.

Y los judíos, que en realidad tuvieron que emigrar en su época anterior, que no se establecieron en ningún lugar al principio, sino que se establecieron más tarde, que pensaban y sentían más desde el interior de la naturaleza humana, desarrollaron la concepción del yo del ser humano.

Así se ha ido formando poco a poco la concepción del cuerpo físico, el cuerpo etérico, el cuerpo astral y el yo. Verán, la palabra Yahvé no es otra cosa que: Yo soy el que soy. Ese es el significado de la palabra. Al considerar a Yahvé como el dios supremo, esta confesión de fe en el dios supremo apunta claramente al yo humano.

Si seguimos el desarrollo de la historia, vemos que, en realidad, todos estos pueblos han expresado en sus pensamientos y sentimientos lo que han vivido. El indio ha vivido una naturaleza terriblemente rica, en la que todo está en constante floración y crecimiento: una naturaleza rica y exuberante. Por lo tanto, ha percibido especialmente la riqueza de lo físico y, en consecuencia, ha desarrollado especialmente la visión del cuerpo físico a partir de su percepción. El egipcio, por su parte, ha visto que solo le ayuda el Nilo, que se ve, y por eso ha desarrollado la doctrina del éter, etc. Pero todos estos pueblos han desarrollado en realidad todo lo que han experimentado.


Frente a ellos se encontraba ahora otro pueblo. Podemos decir (se dibuja un esquema): aquí está la antigua India, aquí Arabia; aquí, entonces, Egipto, donde fluye el Nilo. Ahora nos desplazamos hacia aquí, y aquí tenemos, frente a África, un país que se une a Europa. Aquí estaría de nuevo Asiria, como les dije la última vez, aquí Egipto, aquí la India; aquí estaría Palestina, donde vivían los judíos; y aquí tenemos Grecia. En esta Grecia se han establecido pueblos que han emigrado desde las más diversas regiones de Asia y Europa y que, por lo tanto, se han mezclado entre sí. Cuando emigraron, también encontraron habitantes originarios, pero poco a poco se fue formando el pueblo griego en esta península de Europa. Este pueblo griego fue, en realidad, el primero que, por así decirlo, abrió los ojos y vio algo del mundo que no solo se experimentaba desde dentro. Los indios experimentaron la naturaleza desde dentro; los egipcios experimentaron los efectos etéricos; los asirios experimentaron el cuerpo astral en las estrellas; los judíos experimentaron su yo. Los griegos, como ya he dicho, fueron los primeros en dirigir su mirada hacia el exterior y contemplar el mundo. Los demás, en realidad, no contemplaron el mundo. Por lo tanto, se puede decir que la visión de la naturaleza no estaba especialmente desarrollada ni entre los indios y los egipcios, ni entre los babilonios, ni entre los judíos; no sabían mucho sobre la naturaleza porque no abrían los ojos y miraban hacia fuera. Solo con los griegos surgió una visión de la naturaleza, porque los griegos abrieron los ojos y miraron hacia fuera. Y así, el ser humano en Grecia se fija realmente por primera vez en el mundo exterior.

Verán, los indios sabían muy bien que este mundo físico es parte del universo y que al nacer salimos del mundo espiritual y que tras la muerte volvemos a él. Los egipcios creían que había que conservar las momias para que el ser humano pudiera regresar, pero también prestaban especial atención al mundo espiritual. Los babilonios veían en las estrellas del cielo que observaban, en lo astral, la voluntad de los espíritus. Así que ellos también creían en los espíritus. Y de los judíos sabemos que creían que Jehová, Yahvé, los llevaría de vuelta a aquellos tiempos antiguos en los que vivieron los antepasados. Así que, en el fondo, ellos también veían lo que conecta al ser humano con el mundo espiritual.

En el caso de los griegos, esto cambió. Los griegos fueron los primeros en apreciar el mundo exterior. A los pueblos anteriores no les importaba mucho el mundo exterior. Los griegos se interesaban mucho por el mundo exterior; y hay un dicho griego que dice: «Es mejor ser mendigo en el mundo superior —es decir, en Grecia, en la Tierra— que rey en el reino de las sombras, es decir, de los muertos». Así pues, los griegos amaban ante todo el mundo y, gracias a ello, también adquirieron una visión de la naturaleza.

Los demás pueblos, por ejemplo, han desarrollado una visión del ser humano. Los indios, en particular, ya tenían una cierta visión del ser humano en la antigüedad. ¡Pero no la obtuvieron llevando a los muertos al quirófano y diseccionándolos! Si los indios hubieran tenido que hacer eso, nunca habrían llegado a tener su visión del ser humano. Más bien, ellos sentían en las distintas partes del ser humano, —en aquella época aún era posible—, cómo se comportaban el hígado, los pulmones. Lo sabían a través del conocimiento interior. Esto es lo que llevó a los indios a su gran sabiduría, pues ellos, a través de sus sensaciones y sentimientos internos, sabían cómo funciona el hígado y demás. Hoy en día, el ser humano solo sabe cómo le sabe un trozo de carne en la boca. El indio sabía cómo se comportaba un trozo de carne en los intestinos, qué hacía el hígado, qué hacía la vesícula, a través de la experiencia interior, del mismo modo que hoy en día el ser humano siente en la boca los trozos de carne que come.

Los egipcios desarrollaron la geometría porque la necesitaban. Tenían que determinar una y otra vez dónde estaban los campos, ya que el Nilo lo inundaba todo cada año. Eso es también algo que se inventa con la cabeza. Los babilonios desarrollaron la astrología, el conocimiento de las estrellas, es decir, algo que tampoco tiene que ver con lo terrenal; no tenían un gran interés por lo terrenal. Y que los judíos no tienen un gran interés por lo terrenal se refleja en el hecho de que el judío tiene todo menos un interés real por lo que le rodea en el mundo sensorial; puede pensar bien, pero no tiene un interés real por lo que le rodea en el mundo sensorial.

El pueblo que más interés tiene por lo que rodea al mundo sensorial es el griego. Si se investiga, resulta interesante descubrir que ellos veían el mundo de otra manera. Nosotros hoy vemos el cielo azul, ¿verdad? Los griegos no tenían la misma impresión del color azul que nosotros, sino que veían el cielo mucho más oscuro, casi negro, y con un tono ligeramente verdoso; y percibían con especial intensidad el rojo. Con nuestra percepción apagada del rojo, ¡ya no podemos imaginar la fuerte impresión que causaba este color a los griegos! Precisamente porque la humanidad ha desarrollado poco a poco la sensibilidad por el azul, ha vuelto a alejarse de la impresión sensorial. Así, los griegos apreciaron primero especialmente lo que existía fuera de ellos. Y por ello, los griegos desarrollaron de manera muy especial lo que hoy llamamos mitología. Los griegos veneraban a todo un mundo de dioses: Zeus, Apolo, Palas Atenea, Ares, Afrodita; veían dioses por todas partes. Adoraban todo un mundo de dioses porque en todas partes lo que amaban como naturaleza exterior les parecía aún animado y espiritualizado. No tan muerto como lo es para nosotros, sino aún animado y espiritualizado. Así que adoraban a los dioses en todas partes, en la propia naturaleza que habían llegado a amar.

Sin embargo, durante la época griega, precisamente aquellas personas que dependían de la civilización y la cultura griegas olvidaron lo que realmente habían experimentado los indios, los egipcios y los babilonios en el ámbito espiritual.

Ahora bien, ustedes sabrán, señores, la gran influencia que Grecia tuvo en toda la evolución de la humanidad. ¡Y eso sigue siendo así hasta hoy! Quien hoy puede enviar a su hijo al instituto, todavía le hace aprender la lengua griega. Pero antes esto estaba mucho más extendido. Antes se era, por así decirlo, un burro si no se sabía griego o si no se podía leer al menos a los escritores y poetas griegos. Grecia ha tenido una influencia enormemente fuerte en el mundo porque fue la primera en interesarse por este mundo exterior.

Ahora bien, mientras que en Grecia se desarrolla este interés por el mundo exterior, en Asia ocurre algo significativo, a saber, que desde allí se desarrolla el misterio del Gólgota, es decir, cuando Grecia ya había sido conquistada y todo estaba bajo dominio romano. Pero, ¿qué significa este dominio romano? Estaba completamente impregnado del espíritu griego. Todos los romanos cultos habían aprendido griego, y quien tenía estudios en Roma sabía griego. Lo griego había adquirido una gran influencia en todas partes. Mientras lo griego se extendía, en Asia, en una provincia romana poco conocida, —la antigua Palestina, donde los judíos habían sido conquistados y se había convertido en provincia romana—, apareció un hombre, Jesús de Nazaret, que decía algo muy diferente a lo que la gente había dicho hasta entonces. Y, como pueden ustedes imaginar, debido a que decía algo tan especial, los demás no lo comprendieron de inmediato. Por eso, al principio solo lo comprendieron unos pocos.

¿Qué dijo realmente esta personalidad de Jesús cuando apareció en Palestina? Pues bien, esta personalidad de Jesús dijo, tal y como podía expresarlo en aquella época: Sí, hoy en día, —el «hoy» de entonces—, se cree en todas partes que el ser humano es un ser terrenal. Pero no lo es. Es un ser que proviene del mundo espiritual y que, cuando muere, vuelve al mundo espiritual. Hoy, cuando el cristianismo ha tenido una influencia de casi dos mil años, nos sorprende que se dijera algo así en aquella época. Pero entonces no era así. Las concepciones asiáticas y africanas del espíritu eran poco conocidas y poco difundidas en Grecia. Allí se estaba más orientado hacia el mundo. Y por eso, especialmente contra el helenismo secularizado, tal y como era en Roma, lo que Jesús de Nazaret enseñó inicialmente fue algo tremendamente significativo.

Pero con ello no habría hecho otra cosa que resucitar lo que ya habían dicho los pueblos antiguos, los indios, los egipcios, etcétera. Solo habría resucitado lo que acabo de contarles; solo habría vuelto lo que ya existía. Pero ese Jesús de Nazaret no solo reavivó lo que ya existía, sino que también dijo lo siguiente. Dijo: 

Sí, si hoy solo hubiera escuchado lo que la gente me puede decir, nunca habría llegado a la doctrina del Espíritu, porque en realidad los seres humanos ya no saben nada sobre el Espíritu. Eso me ha llegado desde fuera de la Tierra. Y así se dio cuenta de que no era solo Jesús, sino que en su alma había surgido un ser que era el Cristo. Para él Jesús era aquel que había nacido en la Tierra del vientre de su madre. El Cristo era aquel que había entrado en su alma más tarde. Así surgió en su alma la verdad de que los seres humanos son de naturaleza espiritual.

Ahora debemos preguntarnos: ¿cómo se han cultivado las diferentes enseñanzas antiguas en la India, Egipto, Babilonia y también entre los judíos? Si hoy echamos un vistazo a la vida espiritual, encontramos por un lado a la Iglesia y por otro a las escuelas. A lo sumo, los gobernantes de la Iglesia discuten con los gobernantes de las escuelas sobre cuán grande debe ser la influencia de unos sobre otros, pero están separados entre sí. Este no era el caso de los antiguos pueblos, ni de los indios, ni de los egipcios, ni de los babilonios, ni tampoco de los judíos. Todo lo que en aquella época estaba relacionado con la religión estaba al mismo tiempo relacionado con las escuelas; el servicio de la Iglesia y el servicio de la escuela eran uno solo. Por supuesto, gran parte de ello se ha trasladado a nuestra época, pero ya no es como en la antigüedad, cuando el sacerdote era al mismo tiempo el maestro. El sacerdote era el maestro tanto en la India como en Egipto, Babilonia, etc. El sacerdote era el maestro. ¿Y dónde enseñaba? Pues enseñaba allí donde se celebraba el culto, donde se practicaba la religión. La religión estaba totalmente ligada a la enseñanza. Eran los centros de misterios. No había iglesias ni escuelas, sino centros que eran ambas cosas a la vez y que hoy llamamos misterios. Pero en todas partes se consideraba que había que ser cauteloso con todo lo que se enseñaba allí.

Verán, señores, esa era una antigua concepción: que el ser humano solo debe estar maduro para ello cuando adquiere un determinado conocimiento. Hoy en día eso se ha perdido por completo. Y así, en todas partes se llamaba «padres» a aquellos que tenían la máxima dignidad en los misterios. Todavía queda algo de eso, por ejemplo, en la Iglesia católica, donde a ciertos sacerdotes se les llama padres. En la antigüedad, tanto entre los indios como entre los egipcios, los babilonios, etc., en todas partes se llamaba «padres» a aquellos que estaban realmente iniciados en el conocimiento, que tenían los conocimientos. Y cuando estos padres habían enseñado a aquellos que habían sido admitidos, a quienes creían que podían madurar, entonces también los llamaban «hijos», al igual que a ellos se les llamaba «padres».  Y al resto de personas, las que no accedían a los misterios, las que no eran admitidas, se las llamaba «hijos» de los padres; o también se les llamaba hijos e hijas. Ahora bien, se puede comprender que se haya desarrollado una cierta visión. Esta visión consistía en que las personas, que en aquella época eran mucho más creyentes que hoy en día, realmente sentían en sentido espiritual a los que estaban en los misterios como sus padres; les gustaba considerarlos sus padres, sus padres espirituales. Y creían, sobre todo, que estos padres espirituales estaban en contacto más estrecho con los dioses que ellos, que estaban fuera; ellos, los que estaban fuera, primero tenían que recibir el mensaje, la noticia de los padres. Y así, poco a poco, las personas se han vuelto muy dependientes de los padres. La situación que hoy en día la Iglesia católica, creo sinceramente, desea restablecer, era algo natural en la antigüedad. Era así en todas partes. Nadie se rebelaba contra ello. Simplemente se decía: si se quiere ser verdaderamente humano, hay que ser padre, para poder comunicarse directamente con los dioses, o bien hay que aprender algo de los dioses a través de los padres. Por lo tanto, se es humano gracias a lo que nos enseñan aquellos que están en las escuelas, en los misterios. Así surgió la diferencia entre los hijos de Dios y los hijos de los hombres. A aquellos que participaban en los misterios se les llamaba hijos de Dios, porque ellos, a su vez, miraban a los dioses como a sus padres. Pero a aquellos que vivían fuera, a quienes solo se les anunciaba lo que había en los misterios, se les llamaba hijos de los hombres o hijos humanos. Y así se distinguía a los seres humanos en hijos de Dios e hijos humanos o hijos de los hombres. Hoy en día esto le parece ridículo al ser humano, pero en aquella época era algo totalmente natural. Hoy en día se distingue, aunque no precisamente en Suiza, pero no sé si allí también se está extendiendo algo similar; pero en los países vecinos sí—, ahora ha dejado de ser así, pero no hace mucho tiempo se distinguía entre dos excelencias y personas comunes, barones y personas comunes; eso se daba por sentado. Pero en la antigüedad era algo totalmente natural distinguir entre hijos de dioses, hijos de dioses e hijos de hombres.

El que se llamó a sí mismo Cristo Jesús, el que fue llamado así, dijo: Uno no se convierte en hijo de Dios, en hijo espiritual, a través de otro ser humano, sino que cada uno lo hace a través de Dios mismo. Lo único importante es tomar conciencia de ello. El hombre antiguo decía: «El padre de los misterios debe hacernos conscientes de ello». Cristo Jesús dijo: «Ya llevamos en nosotros la semilla de lo divino y, si nos esforzamos lo suficiente, podemos sacarla de nosotros mismos».

Con ello, Cristo Jesús enseñó lo que iguala en términos del alma a los seres humanos de toda la Tierra. Y la mayor diferencia que Cristo Jesús superó es la que existe entre los hijos de Dios y los hijos de los hombres.

Esto la gente lo malinterpretó de todas las formas posibles: los antiguos, porque no querían que se difundiera la idea de no distinguir entre los hijos de los dioses y los hijos de los hombres; los posteriores, porque ya no sabían en absoluto qué significaba. Al igual que los más jóvenes ya no conocían el carnaval, tampoco sabían lo que significaban los términos «hijos de los dioses» e «hijos de los hombres». Por eso, en la Biblia, en el Nuevo Testamento, se repite constantemente que Jesucristo es a veces llamado Hijo de Dios y otras veces Hijo del Hombre, mientras que todos los pasajes que hablan del Hijo de Dios y del Hijo del Hombre en realidad quieren decir que ambos términos pueden utilizarse con el mismo significado; por eso se alternan. Pero si no se sabe que eso es lo que ha llevado a ello, en realidad no se pueden entender los Evangelios. Y hoy en día son malinterpretados precisamente por aquellos que profesan esa fe.

Con ello ha representado de forma intuitiva lo que realmente vino al mundo a través de Cristo Jesús. Y si hoy me refiero primero a las cosas externas, debo decir: Veran, en todas partes había también otras grandes diferencias entre las personas. Basta pensar en la antigua India. Allí se distinguía, al igual que a los animales o las clases de animales: los brahmanes, los sacerdotes, los campesinos, los trabajadores. Los egipcios, por su parte, tenían todo un ejército de esclavos. Las castas no estaban tan estrictamente diferenciadas entre sí, pero en cierto sentido también existían. Sí, incluso en Grecia y Roma existía la diferencia entre los nacidos libres y los esclavos. Estas diferencias externas solo han sido eliminadas en la historia moderna porque se ha tomado el camino correcto de no distinguir entre los hijos de los dioses y los hijos de los hombres. Así, por ejemplo, lo que sucedió a través de Cristo Jesús en Palestina ejerció una enorme influencia en toda la vida social de la humanidad.

Pero ahora uno puede preguntarse realmente: ¿Es posible descubrir de dónde proviene lo espiritual que entra en el ser humano desde fuera de la Tierra? Verán, hoy en día es muy difícil hablar de este tema, porque hoy en día todo se considera desde un punto de vista materialista. Por ejemplo, tomemos el lenguaje. Como saben, se hablan diferentes idiomas en diferentes regiones y países del mundo; sin embargo, todos los idiomas tienen una similitud secreta. No es necesario que la similitud sea tan evidente como, por ejemplo, entre Alemania e Inglaterra, o entre Alemania y Holanda. Pero, sin embargo, es cierto que las lenguas, a pesar de ser diferentes, tienen cierta similitud. Se puede observar, por ejemplo, que la lengua que se habla en la India, aunque no se entienda a primera vista, si se analiza detenidamente, la construcción de las palabras individuales son similares a las de la lengua alemana, por ejemplo.

Ahora bien, ¿qué dicen las personas que hoy en día quieren explicar algo así? Dicen: bueno, ese idioma surgió en un lugar de la Tierra, —porque todo debe provenir de la Tierra—, luego los pueblos emigraron, llevaron el idioma a otro lugar y allí cambió un poco. Pero todo proviene de un mismo idioma.

Es la mayor superstición científica que ha surgido en los últimos tiempos. Porque fijense, esta superstición científica es como lo siguiente. Imagínense que una persona vive en la India y, cuando brilla el sol, siente calor. Entonces se forma la opinión de que las personas pueden sentir calor. Más tarde, las personas en Europa descubren que también sienten calor en verano. Ellas también sienten calor. Ahora no recurren a su razón, sino a sus sentidos. Dicen: el hecho de que uno se caliente no se puede explicar desde el presente; pero en la antigua India, las personas se calentaban; emigraron a Europa y trasladaron allí la propiedad de calentarse. Sí, señores, si alguien dice eso, naturalmente está loco.  ¡Pero los lingüistas dicen lo mismo! No dicen que si una lengua en Europa es similar a una lengua en la India, es porque en la India ha actuado la misma influencia externa que en Europa, sino que dicen: ¡la lengua ha emigrado! Si una persona se calienta en dos regiones, no se dirá que ha traído consigo la propiedad de calentarse, sino que se mirará al sol común, que calienta tanto a los habitantes de la India como a los de Europa. Si se encuentran dos lenguas similares en lugares distantes, esto no se debe a que la lengua haya emigrado, sino a que la influencia común, al igual que la influencia del sol sobre toda la Tierra, la influencia común de lo extraterreno sobre los pueblos de las más diversas regiones de la Tierra. Pero como las personas no quieren admitir que existe una influencia extraterrena en lo espiritual, inventan todo tipo de cosas que no parecen descabelladas porque están muy bien enseñadas. Si las personas no temieran que las consideraran locas, negarían en todas partes que el sol calienta, sino que dirían: En tiempos inmemoriales surgió la propiedad de calentar y se extendió por toda la Tierra. ¡Negarían la influencia del sol si no fuera una locura! Esto es algo que hay que tener en cuenta si se quiere comprender el origen del cristianismo.

Hoy ya es demasiado tarde para responder a más preguntas; podemos hablar de ello el próximo sábado.
Traducido por J.Luelmo abr,2025