Akasha es el aliento divino que lo contiene todo. El maestro que ha alcanzado la unión con Atma puede leer en Akasha como resultado de la perfección de la respiración que ha alcanzado; esto solo es posible mediante la unión perfecta con el principio paterno, el Atma.
Los ejercicios de yoga sirven en primer lugar para purificar el cuerpo astral y concentrar los pensamientos, y de este modo introducen al alumno en el mundo superior de los pensamientos, en los pensamientos de la divinidad, donde se le inculcan las verdades del mundo.
Luego hay otro ejercicio que consiste en ritmar la respiración: la respiración lleva al ser humano a la espiritualización, a la unión con su yo superior. El yo superior del ser humano se encarna en el aire. Ahora el yogui debe aprender a adaptar su respiración al ritmo de la vida del mundo, al aliento de Dios.
Así como el dominio de la pasión y la concentración de los pensamientos conducen a la unión con el espíritu divino, la ritmización del cuerpo etérico mediante la entrega al mundo conduce a la unión con la vida del mundo. El ser humano debe aprender a inspirar, contener la respiración y espirar al mismo ritmo que transcurre la vida del mundo. En la vida del mundo reina un ritmo determinado y, al trabajar con este ritmo, el alumno se convierte en una parte consciente de la vida del mundo.
En un nivel superior, debe aprender a unirse con la voluntad del mundo, que es la fuerza del Padre. Puede lograrlo mediante la unión con la vida del mundo. Las doce constelaciones del zodíaco, por las que debe pasar la Tierra para alcanzar la perfección en su desarrollo, nos ofrecen una imagen de las fuerzas cósmicas del Padre.Cuando el alumno aprende a armonizar todas sus fuerzas físicas con las doce fuerzas de las constelaciones del zodíaco, alcanza la maestría también sobre el cuerpo físico. Cristo, el Hijo, lo había logrado, por eso pudo recorrer el camino hacia el Padre; y a los demás los guía por este camino, es decir, a través de sus fuerzas, hacia el Padre. Nuestro desarrollo es la formación del espíritu. El chela forma la vida del Hijo en sí mismo, y cuando lo ha formado mediante la ritmización perfecta de su respiración y la entrega de sí mismo, se hace posible la unión con la fuerza cósmica del Padre, con Atma. De este modo alcanza el nivel del poder del Maestro. A través de este poder Atma, puede unirse con la conciencia del poder del Padre, y así puede leer en el Akasha todo lo pasado y lo futuro. Lo que físicamente aparece como espacio es una proyección de la conciencia del Padre.
