GA111 Röterdam, 8 de marzo de 1908 - La vida esotérica

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RUDOLF STEINER

INTRODUCCIÓN A LOS FUNDAMENTOS DE LA TEOSOFÍA

LA VIDA ESOTÉRICA

Röterdam, 8 de marzo de 1908

conferencia 22

La vida esotérica debe entenderse como el conocimiento de las cosas de los mundos superiores hacia las que ya nos sentimos atraídos por un deseo, por una nostalgia. ¿Cómo podemos llegar a conocerlas? En pocas palabras: a través de la iniciación, que el Dr. Steiner comparó con una persona que nace ciega y llega a ver. La iniciación va acompañada de un despertar gradual de habilidades y poderes a través de los cuales percibimos cosas desconocidas que pertenecen a un mundo de luz, color y brillo que se encuentra fuera del ámbito de los órganos sensoriales materiales. Los mundos astral, devacánico y aún más elevados nos rodean, y el desarrollo de la vida espiritual tiene lugar según las leyes de la naturaleza, y no fuera de su desarrollo regular. Un día llegaremos a todos estos mundos, y ha habido iniciados en la antigüedad cuya evolución fue más rápida que la del resto de la humanidad. Mirando hacia el pasado distante, encontramos que en aquellos tiempos antiguos las almas de los hombres aún no habían tomado plena posesión de sus cuerpos. Los hombres de aquella época carecían de la capacidad de formarse ideas fijas, y se necesitaban grandes maestros para guiarlos.

El primer punto a destacar es que nadie puede conquistar la iniciación para sí mismo. Existe una misteriosa ley oculta según la cual ningún deseo egoísta puede promover nuestro avance espiritual, sino sólo el sentido del deber y el altruismo, y no sólo el sentimiento de que quiero ayudar a mis semejantes, sino también la comprensión de que debo poner los medios para ello de la manera más decidida.

La conciencia de este deber es una de las primeras grandes condiciones para la vida interior y la influencia de sus leyes. La razón de esto es que hay una gran diferencia entre el pensamiento del hombre primitivo y el de una persona desarrollada esotéricamente. De los pensamientos y sentimientos de esta última fluyen consecuencias y efectos hacia el mundo exterior. Por lo tanto, la persona que desea iniciar la vida esotérica debe primero imbuirse del sentido del deber hacia la humanidad, de la responsabilidad por las consecuencias de su influencia oculta en el mundo exterior.

El siguiente punto, que debe estar claramente ante nuestras mentes, es que la vida esotérica depende de ciertas condiciones en conexión con las grandes leyes del mundo oculto. Ahora nos resulta bastante difícil darnos cuenta de que no es como imaginamos que debe ser, sino como nos lo dicen quienes lo conocen por experiencia. Una varilla de vidrio se vuelve eléctrica frotándola. Pero si se empieza diciendo «no quiero frotar», nunca se conseguirá hacer eléctrica la varilla. Si no se somete uno a las grandes leyes de la vida oculta, no llegará más lejos. Para obtener una descripción preliminar de estas leyes, debemos visualizar claramente el estado actual de la humanidad.

Si examinamos con la mirada oculta el pasado de la humanidad, llegamos a un extraño descubrimiento. En la antigua Lemuria y también más tarde, en la época atlante, la Crónica Akáshica nos enseña que el hombre sentía la influencia de su entorno mucho más que hoy. La posibilidad física de dormir dependía de la salida o la puesta del sol. De otra manera, la gente estaba sujeta a la influencia de la luna. Ciertas funciones del cuerpo dependían con gran precisión del reloj planetario. Ciertos acontecimientos ocurrían con la salida y la puesta del sol. En aquella época era físicamente imposible convertir la noche en día, como ocurre ahora en nuestras grandes ciudades. La humanidad vivía en armonía con el ritmo de la naturaleza. El hecho de esta armonización en Lemuria se debía al yo inconsciente. Sólo a través de la evolución consciente de este yo surgió la desarmonía. El yo empezó a mostrar su autoconciencia desviándose del ritmo de la naturaleza. Las actividades que antes estaban relacionadas con el curso del sol y de la luna se desplazaron. Hasta el momento en que esto tuvo lugar (en la época de transición a la quinta raza), el hombre había poseído una especie de clarividencia onírica. Ahora, en la conquista de nuestra forma actual de conciencia, que, como dije, se expresó por primera vez en la desviación de los ritmos de la naturaleza, esta clarividencia se perdió temporalmente. La eficacia del yo que despertó a la conciencia consistió en el ordenamiento y purificación del cuerpo astral, y esta parte purificada y ordenada se convirtió en Manas. Este Manas abarca todos los pensamientos, todos los recuerdos, todas las funciones intelectuales, y podemos llamarlo el yo del espíritu, el yo espiritual. Y es tarea del yo convertir el cuerpo astral en un cuerpo manásico mediante la purificación. Pero, ¿cómo puede adquirirse de nuevo la clarividencia, la clariaudiencia, que antes eran inherentes al hombre, -aunque fuera de un modo onírico-, pero que se han perdido para él por la desviación del ritmo de la naturaleza? Esto sólo puede suceder mediante la influencia del principio de Budhi sobre el cuerpo etérico, que es su sombra en los mundos inferiores. De esta manera puede ser conquistado de nuevo, pero no de manera onírica, sino con plena conciencia.

La vida esotérica quiere despertar este estado clarividente de conciencia mediante métodos que influyan en el alma. El don de la clarividencia no se concede al hombre. El maestro o [el discípulo probado por él] da al candidato instrucciones cuya observancia debe devolverle a la armonía con el ritmo de la naturaleza. Como preparación, puede ponerse en contacto con las teorías y enseñanzas de la gran sabiduría esotérica a través del estudio, pero este ejercicio puramente intelectual no es suficiente. El candidato debe dedicarse a la meditación y a la concentración a horas regulares cada día, cultivando la contemplación interior de su propia vida anímica. La repetición regular tiene un efecto sobre la vida superior del alma, de la cual el cuerpo etérico es el vehículo. Como contenido de la meditación debe elegirse una u otra frase profunda, y es mejor que la elija el maestro, aunque es deseable que la propia frase nos haya llegado con alta autoridad espiritual, como por ejemplo: «Antes de que el ojo pueda ver, debe despojarse de las lágrimas». Hay un mundo de profundidad espiritual en esta frase, y es dada por un maestro de sabiduría.

La verdad fluye inagotablemente de tal fuente y, cuando se reconsidera, brota una y otra vez en mil matices diferentes de luz espiritual. La vida esotérica no consiste en comprender intelectualmente tal dicho, siempre hay que «volver a él con toda el alma». No hay que buscar o querer siempre un nuevo dicho, sino que el mismo contenido debe pasar siempre de nuevo por el alma. Esto explica también el poder trascendental de la oración: quien reza permite que la misma corriente espiritual fluya por su alma una y otra vez. Y la repetición significa actuar sobre un vehículo espiritual distinto al del intelecto.

Si seguimos la estructuración del ser humano, encontramos, por un lado, el yo, ese nombre impronunciable para el entorno, y, por otro, los cuatro principios inferiores iniciales, cada uno de los cuales debe ser reelaborado y hecho consciente por el yo. De este modo, los deseos deben transformarse en ideales morales. Si con la mirada oculta, comparamos al salvaje con el civilizado vemos que en el primero el cuerpo astral es uniforme, pero en el segundo una parte ha sido reelaborada como manas por el yo. La visión del aura lo demuestra. Y en ocultismo este manas es el yo espiritual, pero en su forma más baja. Pero el hombre no es sólo manas. A medida que el hombre envejece, aumenta su conocimiento, al menos hasta cierta edad. Pero lo que permanece casi igual, -a menos que desarrolle su naturaleza según los métodos ocultos-, son sus hábitos y su temperamento. Este temperamento, estos rasgos de carácter, estos hábitos surgen del cuerpo etérico. Una influencia determinante y en desarrollo sobre el cuerpo etérico sólo puede producirse a través de impulsos del budhi, del cual el etérico es el reflejo. Estos impulsos, que deben actuar una y otra vez sobre el cuerpo etérico, son despertados por los sentimientos religiosos devocionales, el arte verdadero, la música. Así, del cuerpo etérico, despertado y reelaborado por la influencia de budhi, brota el poder, la fuerza de voluntad, para cambiar conscientemente un hábito, lo que en realidad significa renunciar a un hábito o abandonar un defecto moral.

Y la repetición también desempeña un papel en esto. En momentos regulares, todos los días, una persona debe dedicarse a la meditación, como se mencionó anteriormente, y no sólo darse cuenta del contenido de la meditación, sino estar absorto en ella con su alma. Tanto se recrea el etérico en la conciencia, tanto se recrea la conciencia de Budhi. Más tarde, cuando el candidato quiera traer a la conciencia el principio del Atma, tendrá que actuar sobre el cuerpo físico.

Ahora - dijo el Dr. Steiner - todavía tenemos que formarnos un concepto claro de esta repetición en ritmos. Debemos visualizar el asunto análogamente a las leyes del crecimiento en el mundo vegetal. El crecimiento de una planta se rige desde dentro por el principio etérico. Este principio etérico está guiado por la ley de la repetición, de modo que las ramas crecen sobre el tronco y las hojas sobre las ramitas. El principio astral de la planta la rodea desde el exterior como una luz resplandeciente que guía y doma al principio de repetición en su trabajo y detiene la formación de más hojas en el momento adecuado a fin de crear espacio para la formación de la flor, la flor, el fruto y la semilla. El principio etérico es el de la repetición, el astral el de la conclusión. En el ser humano, el efecto del principio etérico puede verse en la construcción de la columna vertebral, que se cierra con la formación del cráneo. Vivir esotéricamente significa influir en el cuerpo etérico a través de la repetición, porque lo que sucede inconscientemente debe repetirse en el espíritu. Esta repetición debe producirse día tras día en la meditación. Así como todo el poder de una planta trabaja hacia afuera a través del crecimiento, así todo el poder de un ser humano debe trabajar hacia afuera a través de la meditación. El alma vuelve a tener ritmo a través de esta repetición espiritual, es decir, tiene puntos de reposo espiritual regulares.

Se puede seguir un ritmo sencillo todos los días o tomar el mismo dicho semana tras semana, pero también se puede hacer que el ritmo sea compuesto, por ejemplo, teniendo un dicho determinado para cada día de la semana. De este modo, el ritmo se desarrolla a partir de lo que nosotros mismos nos desarrollamos, y el yo se independiza y surge de sí mismo en el ritmo. Por eso en las leyendas antiguas a los iniciados del sexto grado se les llama héroes del sol, ya que no se desviaban del ritmo que el curso del sol da a la naturaleza.

La vida esotérica no es mera repetición; también debe tener orientación y limitación, como el brillo astral en las plantas. Este elemento está representado en el desarrollo de la vida esotérica del hombre por los sentimientos devocionales, la religión, el arte verdadero; orientarse hacia una individualidad como ideal propio. Y esta meditación y esta devoción deben entonces coincidir, como en el caso de la planta, germen y fruto.

Pero la persona que se dedica a la vida esotérica también debe vigilar el mundo que le rodea. Escapar del mundo no es su objetivo final. Tiene trabajo y capacidad y no quiere ser un santo en la distancia, sino un santo en el mundo. No es esotérico seguir su propio camino cuando hay mucho que ver, aprender y hacer ahí fuera. Y el trabajo de esa persona en el exterior debe ser la expresión de su interior. Por eso, el aislamiento basado en la incomprensión debe dejar paso a la santidad al servicio de la humanidad.

Traducido por J.Luelmo jul.2025

GA205 Dornach, 8 de julio de 1921 - El hombre como ser Pensante -

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RUDOLF STEINER
DEVENIR HUMANO, ALMA DEL MUNDO Y ESPÍRITU DEL MUNDO (I)

 El hombre como ser Pensante -

Dornach, 8 de julio de 1921

octava conferencia

Hoy, como preparación para las dos próximas reflexiones, queremos recordar algunas cosas sobre la naturaleza del hombre, en la medida en que el hombre es un ser pensante. Precisamente esta característica del hombre, la de ser un ser pensante, es la que hoy en día se juzga mal científicamente, interpretada de un modo completamente erróneo. Se piensa que los pensamientos, tal como los experimenta el hombre, surgen en el hombre, que el hombre es, por así decirlo, el portador de los pensamientos. No es de extrañar que se sostenga este punto de vista, pues la esencia del hombre en realidad sólo es accesible a una observación más minuciosa. Es precisamente esta esencia humana la que elude la observación más burda.

Si consideramos al hombre como un ser pensante, es porque en el estado de vigilia, desde que se despierta hasta que se duerme, percibimos que acompaña sus otras experiencias con pensamientos, con el contenido de su pensar. Estas experiencias de pensamiento se nos presentan como si de alguna manera surgieran dentro del ser humano y como si cesaran en cierto modo durante el tiempo que transcurre entre el dormirse y el despertarse, es decir, durante el estado dormido. Y como uno es de la opinión de que las experiencias de pensamiento sólo están ahí para el ser humano mientras está despierto, pero se pierden mientras duerme en alguna cosa indeterminada sobre la que uno no intenta obtener más aclaraciones y uno se imagina el asunto de esta manera, uno no puede aclarar realmente al ser humano como un ser pensante. Una observación más precisa, que todavía no avanza mucho en la región que he esbozado en mi libro «¿Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores?», muestra que la vida del pensar no es en absoluto la cosa simple que uno suele imaginarse que es. 

Sólo tenemos que comparar primero esta vida pensante ordinaria, la vida pensante burda de la que es consciente todo aquel que observa al ser humano entre la vigilia y el dormirse, equiparándola con un elemento que es problemático para la conciencia ordinaria, el elemento del sueño.

Habitualmente, cuando hablamos de sueños, no nos referimos realmente a otra cosa que a una descripción genérica del soñar. Se compara el estado del sueño con el estado del pensamiento despierto y se encuentra que en el sueño hay conexiones arbitrarias de pensamiento, como se diría, que las imágenes se encadenan sin que tal conexión sea perceptible en este encadenamiento como es perceptible en el mundo exterior del ser. O también se relaciona lo que ocurre en el sueño con el mundo sensorial exterior, se ve cómo sobresale, por así decirlo, cómo no está integrado en los procesos del mundo sensorial exterior en términos de inicio y final.

Ciertamente, se adentra uno hasta estas observaciones, y con respecto a ellas hay, en efecto, bellos resultados. Pero de lo que uno no se da cuenta es de que, en primer lugar, si el hombre se permite un poco, podría decir, un toque de contemplación, se deja ir un poco y deja correr libremente sus pensamientos, puede entonces percibir cómo algo no muy distinto del sueño se mezcla en este curso ordinario del pensamiento, que sigue el curso exterior de los acontecimientos, incluso cuando estamos despiertos. Ya se puede decir:

Desde que nos despertamos hasta que nos dormimos, -mientras nos esforzamos por adaptar nuestra vida de pensamiento a las circunstancias externas en las que estamos imbricados-, tiene lugar una ensoñación indefinida. Puede parecernos como si hubiera dos corrientes: la corriente superior, que controlamos con nuestro arbitrio, y una corriente inferior, que en realidad discurre del mismo modo que discurren los propios sueños en su sucesión de imágenes. Ciertamente, si se quiere percibir lo que estoy diciendo ahora, hay que entregarse un poco a la vida interior. Pero está siempre presente. Siempre notarán que hay una corriente subterránea. Los pensamientos se arremolinan unos en otros tan vívidamente como se arremolinan en los sueños, las cosas más coloridas se encadenan. Hay reminiscencias de todo tipo de cosas que, al igual que el sueño, evocan otros pensamientos tras el mero sonido de la palabra, conectan con ellos. Y las personas que se dejan llevar hacia dentro, las personas que se sienten demasiado cómodas para adaptar sus pensamientos a las circunstancias externas, pueden notar cómo hay un esfuerzo interior por entregarse a esos sueños de vigilia.

Este soñar despierto sólo difiere del soñar ordinario en que las imágenes están más difuminadas, en que las imágenes son más parecidas a la imaginación. Pero con respecto a la relación mutua de estas imágenes, este soñar despierto no difiere en absoluto del llamado soñar real. Hay, en efecto, todos los grados de personas, desde las que ni siquiera se dan cuenta de que tal soñar despierto está presente en el trasfondo de su conciencia, que dejan así que sus pensamientos discurran en la línea de los acontecimientos externos, hasta las que se entregan al soñar despierto y permiten que discurra por su conciencia como, quisiera decir, los pensamientos quieren allí entretejerse y entrelazarse. Hay todos los grados de naturalezas humanas, desde tales naturalezas soñadoras, como también se las llama, hasta las que son naturalezas bastante secas, que no aceptan nada más que lo que corresponde exactamente a algún curso de los hechos. Y tenemos que decir que una gran parte de lo que fecunda a las personas artísticamente, poéticamente, etc., proviene de esta corriente subterránea de soñar despierto durante el día.

Esa es una cara de la cuestión. Hay que tenerla en cuenta. Entonces sabríamos que, en realidad, en nuestro interior se produce una ensoñación ondulante constante, que sólo podemos domar a través de nuestro contacto con el mundo exterior. Y entonces sabríamos también que esencialmente la voluntad es la que se adapta al mundo exterior y la que aporta sistema, coherencia, lógica al amasijo interno de pensamientos que, de otro modo, discurriría aleatoriamente. Es la voluntad la que introduce la lógica en nuestro pensar. Pero, como ya he dicho, eso es sólo una parte.

La otra cara de la cuestión es ésta: Aquí también se puede notar y observar, -tan pronto como uno entra en esas regiones que he descrito en mi libro «¿Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores?»-, cómo, al despertar, uno se trae algo consigo del estado en que nos encontrábamos desde que nos dormimos hasta que nos despertamos. Y con sólo añadir algunas cosas a lo que se percibe allí, entonces se podrá notar muy claramente cómo uno se despierta desde un mar de pensamientos, por así decirlo, cuando se despierta. No se despierta uno desde lo indeterminado, desde la oscuridad por así decirlo, sino que en realidad se despierta uno desde un mar de pensamientos, pensamientos que, sin embargo, dan la impresión de haber sido muy, muy definidos mientras se dormía, pero que no se pueden retener cuando se entra en el estado de vigilia.

Y si uno continúa tales observaciones, podrá darse cuenta de que estos pensamientos, que uno trae consigo desde el estado dormido, por así decirlo, son muy similares a las ideas, las invenciones que tenemos con respecto a algo que se supone que debemos hacer en el mundo exterior, que incluso estos pensamientos, que traemos con nosotros cuando nos despertamos, son muy similares a las intuiciones morales, como las he llamado en mi «Filosofía de la Libertad».

Mientras que con el primer tipo de maraña de pensamientos, que hasta cierto punto corre como una corriente subterránea de nuestra conciencia clara, siempre tenemos la sensación de que nos enfrentamos a nosotros mismos con nuestros soñar despiertos, de que algo bulle y burbujea en nuestro interior, no podemos decir lo mismo con lo que he descrito en último término. En el caso de éstos últimos, más bien debemos decirnos: Cuando despertamos y volvemos a nuestro cuerpo y al uso de nuestro cuerpo, no somos capaces de aferrarnos a aquello en lo que hemos vivido pensando desde que nos dormimos hasta que despertamos.

Quienquiera que se dé cuenta de estos dos lados de la vida humana dejará de considerar los pensamientos sólo como algo que, por así decirlo, es producido en el organismo humano. Porque, en particular, aquello que antes describí, a partir de lo cual nos levantamos al despertar, no podemos considerarlo directamente como un producto del organismo humano como tal, sino que sólo podemos considerarlo como algo que experimentamos entre el dormir y el despertar, cuando nos desprendemos de nuestro cuerpo con nuestro yo y con nuestro cuerpo astral.

¿Dónde nos encontramos en ese momento? Esta pregunta debe hacerse primero. Estamos con nuestro yo y nuestro cuerpo astral fuera de nuestro cuerpo físico y etérico. Una simple consideración, a la que uno no puede sustraerse en absoluto si sólo se entrega a la vida imparcialmente, debe decirnos: Estamos en eso que se nos aparece cuando dirigimos nuestros sentidos hacia el mundo exterior, como el velo sensorial del mundo, como todo aquello que las cualidades sensoriales nos presentan, estamos en eso cuando estamos fuera de nosotros mismos. Sólo entonces la conciencia deja de existir para la vida ordinaria. Y cuando despertamos de este estado por la mañana, sentimos por qué se extingue la conciencia. Entonces nos sentimos débiles en nuestro cuerpo, demasiado débiles para sostener en él lo que hemos experimentado desde que nos dormimos hasta que nos despertamos. Al sumergirse nuestro yo y nuestro cuerpo astral en los cuerpos físico y etérico, no pueden aferrarse a lo que han experimentado allí. Y al participar en las experiencias que se hacen a través del cuerpo, lo que se experimenta desde que se duerme hasta que se despierta queda anulado para ellos. Y como ya he dicho, sólo cuando tenemos intuiciones que se refieren al mundo exterior, o incluso cuando tenemos intuiciones morales, experimentamos algo parecido a lo que debe parecernos por observación directa aquello en lo que vivimos entre el dormir y el despertar.

Si lo vemos así, obtenemos un contraste muy claro entre nuestros mundos interior y exterior. En cierto sentido, esto también arroja luz sobre la afirmación que hacemos a menudo de que el mundo exterior, tal y como se nos presenta desde que nos despertamos hasta que nos dormimos, es una especie de ilusión, una especie de maya. Porque en este mundo, que nos muestra su exterior, es donde estamos cuando no estamos en nuestro cuerpo, sino cuando estamos fuera de nuestro cuerpo. Entonces nos sumergimos en el mundo que, por otra parte, sólo percibimos a través de nuestra revelación sensorial. De modo que tenemos que decirnos a nosotros mismos, este mundo, que percibimos a través de nuestra revelación sensorial, tiene subterráneos, subterráneos que contienen realmente sus causas, sus esencias. Y somos demasiado débiles en nuestra conciencia ordinaria para percibir estas causas y estas esencias directamente.

pizarra 1
Sin embargo, la observación imparcial ya arroja algo que llega muy lejos en las regiones descritas en «¿Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores?»; la observación imparcial ya arroja aquello que puedo representar esquemáticamente de la siguiente manera. Si quiero representar la vida ordinaria del pensar, lo haré dejando que abarque todo lo que una persona experimenta en sus pensamientos interiores desde que se despierta hasta que se duerme, basándome en sus percepciones exteriores o también basándome en su dolor físico, sensaciones físicas de placer y así sucesivamente. Así que lo que se experimenta mentalmente en la conciencia ordinaria, me gustaría ilustrarlo esquemáticamente así (ver trazo, blanco pizarra 1). Debajo de esto, como un sueño despierto, se teje y vive, no sujeto a las leyes de la lógica, lo que he representado primero (rojo abajo). Por otra parte, cuando pasamos al mundo exterior entre que nos dormimos y nos despertamos, vivimos, como podemos percibir en la reminiscencia después de despertarnos, de nuevo en un mundo de pensamiento, pero de pensamientos que nos absorben, que no están dentro de nosotros, de los cuales salimos al despertarnos (rojo exterior pizarra 1). De modo que mediante nuestro pensar ordinario hemos separado, por así decirlo, dos mundos de pensamientos: un mundo interior de pensamientos y un mundo exterior de pensamientos, un mundo de pensamientos que llena el cosmos que nos acoge cuando nos dormimos. Podemos llamar a este último mundo de pensamientos el mundo cósmico de pensamientos. El primero es cualquier mundo de pensamientos; lo trataremos con más detalle en el transcurso de estos días.

Por consiguiente, nos vemos, por así decirlo, con nuestro mundo ordinario de pensamientos, situados en un mundo general de pensamientos, que se mantiene separado como por una frontera, y del cual una parte está dentro de nosotros y otra parte fuera de nosotros. La parte que está dentro de nosotros se nos aparece muy claramente como una especie de sueño. En el fondo de nuestra alma hay siempre una red caótica de pensamientos, podríamos decir, algo que no está impregnado de lógica. Pero este mundo exterior de pensamientos, sí, la conciencia ordinaria no puede percibirlo. Así pues, de la observación directa, de la experiencia directa, la naturaleza de este mundo exterior del pensamiento sólo puede revelar la visión espiritual real, que entonces ya se adentra más profundamente en las regiones descritas en «¿Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores?». Pero entonces también resulta que este mundo del pensamiento en el que nos sumergimos entre el dormir y el despertar es un mundo del pensamiento que no sólo es tan lógico como lo es nuestro mundo ordinario del pensamiento, sino que contiene una lógica mucho más elevada. Para que no se malinterprete la expresión, me gustaría llamar a este mundo del pensamiento un mundo superlógico del pensamiento. Yo diría que está situado por encima de la lógica ordinaria en la misma medida en que nuestro mundo onírico, nuestro mundo onírico de vigilia, está situado por debajo de la lógica.

Como he dicho, esto sólo puede comprenderse mediante la observación espiritual. Pero existe otra manera mediante la cual se puede controlar esta observación espiritual en este punto. Es evidente para ustedes que la conciencia ordinaria no puede sumergirse en ciertas regiones del propio organismo. De esto he hablado mucho en conferencias recientes. Allí les decía que debido a que tenemos nuestra memoria, nuestra capacidad de recordar, para la conciencia ordinaria tenemos, por así decirlo, una piel hacia adentro, hacia nuestros órganos internos. No podemos observar directamente mediante la visión interna cuáles son los órganos internos, los pulmones, el hígado, etcétera. Pero también les decía que fantasear sobre el mundo interior y hablar como lo hacía Santa Teresa o Matilde de Magdeburgo, no es mas que un falso misticismo, un misticismo nebuloso, que encuentran todo tipo de bellas imágenes poéticas, -cuya belleza no se discute-, pero que no son más que efluvios orgánicos. Si uno no se entrega a este misticismo nebuloso, sino a la verdadera investigación espiritual, precisamente entonces llega al conocimiento de los órganos cuando penetra en el interior del ser humano. Uno ve espiritualmente el significado de los pulmones, el hígado, los riñones, etc., uno penetra espiritualmente en la película de la memoria y llega a una visión interna del ser humano. Pero esto es algo que no puede lograrse con la conciencia ordinaria. Con la conciencia ordinaria sólo es posible observar externamente a través de la anatomía cómo aparecen los órganos cuando se consideran como pertenecientes al mundo físico y mineral ordinario. Pero observar interiormente qué fuerzas los impregnan, qué los impregna, qué es lo que actúa en ellos, cosas como las que les he descrito en los últimos días, requiere una percepción espiritual verdaderamente desarrollada.

De modo que en el ser humano existe algo que no puede alcanzarse con la conciencia ordinaria. ¿Por qué no puede alcanzarse? Porque esos órganos no le pertenecen sólo a él. Lo que se puede alcanzar con la conciencia ordinaria sólo le pertenece al hombre, pero que late ahí abajo en los órganos no pertenece sólo al hombre, pertenece al hombre como ser del mundo, pertenece al hombre y al mundo al mismo tiempo.

Tal vez la siguiente reflexión nos lo aclare mejor. Si visualizamos al hombre esquemáticamente y tenemos en él cualquier órgano, pulmón o hígado, tenemos fuerzas en tal órgano. Estas fuerzas no son meramente fuerzas internas del ser humano, estas fuerzas son fuerzas del mundo. Y cuando todo lo que es el mundo físico exterior y aparece ante nuestros ojos como tal mundo físico, cuando todo esto haya desaparecido un día con el fin de la tierra, entonces lo que ahora existe como fuerzas interiores de nuestros órganos seguirá funcionando. Se podría decir que todo lo que nuestros ojos pueden ver y nuestros oídos oír, todo el mundo externo es un mundo que inicialmente se desvanecerá con el fin de la tierra. Lo que cubre nuestra piel, lo que llevamos dentro, lo que encierra nuestro organismo, contiene lo que seguirá existiendo espiritualmente cuando el mundo exterior que ven nuestros sentidos deje de existir algún día. En el fondo, dentro de la piel humana funciona algo que vive más allá de la tierra; dentro de la piel humana se encuentran los centros, las fuerzas de aquello que funciona más allá de la existencia terrenal. Como seres humanos, no nos limitamos a estar en el mundo para contener nuestros órganos, sino que estamos en el mundo como seres humanos para que el propio cosmos se forme dentro de nuestra piel. En aquello que nuestra conciencia ordinaria no puede alcanzar, albergamos algo que no sólo nos pertenece a nosotros, sino también al mundo. ¿Lo que pertenece al mundo se construye a partir de lo que representan los procesos caóticos del soñar despierto?

Basta observar estos procesos caóticos del soñar despierto y ustedes se dirán: Toda la estructura, todo lo que ustedes perciben como un trasfondo de su conciencia, por así decirlo, no es ciertamente el constructor de sus órganos, de todo su organismo. El organismo se vería hermoso si todo lo que vive caóticamente en su subconsciencia construyera sus órganos, ¡todo su organismo! Pronto verían lo extraña caricatura qué serían si fueran una imagen de lo que late en su subconsciente. No, así como el mundo exterior, que se nos revela a través de los sentidos, de alguna manera se revela en la superficie que nos ofrece, así como este mundo está construido a partir de los pensamientos que experimentamos entre el dormir y estar despiertos, también nosotros en nuestro interior, en aquello que no alcanzamos con la conciencia ordinaria, estamos construidos a partir de las mismas fuerzas de pensamiento externas. Así que si quiero representar completamente lo que es el ser humano, tendría que dibujarlo esquemáticamente así. Tendría que decir: Existe el mundo circundante de los pensamientos (rojo). Este mundo circundante de pensamientos también construye el organismo humano. Y este organismo humano crea el mundo superior de los pensamientos (blanco), flotando sobre él, por así decirlo, hacia el cual se inclina la maja sensorial externa entre nuestros pensamientos y el mundo circundante (azul).

pizarra 2

Traten ustedes de advertir cuán pequeña parte de ustedes mismos es en realidad la que abarcan con su conciencia, y qué gran parte de ustedes mismos está constituida por el mismo mundo exterior en el que se sumergen entre el dormir y el despertar. Pero esto también debe ser notado desde otro lado cuando el hombre es observado imparcialmente, y a menudo me he referido a este lado aquí.

La conciencia ordinaria del hombre en realidad sólo abarca sus pensamientos; sus sentimientos ya son como sueños que flotan entre sus pensamientos. Los sentimientos surgen y se desbordan. El ser humano no ve a través de ellos con la claridad con la que ve a través de sus pensamientos, de sus ideas. Pero lo mismo que la experiencia entre dormirse y despertarse es la experiencia de lo que hay en nosotros durante el día en cuanto a nuestra voluntad. ¡Y qué sabe el hombre, -como a menudo les he dicho-, de lo que sucede cuando mueve su mano o su brazo por medio de su voluntad! Todo lo sabe a base de imaginación, sabe en primer lugar: quiero mover el brazo. Eso es una imagen. Después sabe cómo se ve en su forma cuando ha movido el brazo: otra vez a base de imaginación. Lo que sabe de esto en su conciencia ordinaria es una red de imágenes; los sentimientos fluyen por debajo de esta red de imágenes. Pero lo que actúa en él como voluntad duerme con la misma fuerza durante la vigilia que todo nuestro ser humano duerme desde que se duerme hasta que se despierta.

¿Qué es lo que duerme allí? Lo que duerme ahí abajo, es lo que está incorporado en nosotros desde el cosmos exterior, es algo que duerme en la misma medida que duermen para nosotros los minerales y las plantas del exterior. Es decir:

No penetramos en él desde fuera, no miramos hacia abajo en aquello que para nosotros es cósmico. Desde que nos dormimos hasta que nos despertamos, tejemos y vivimos en lo cósmico. Y en la misma medida en que vemos a través del mundo exterior, vivimos en nuestro propio organismo. En la misma medida en que dejamos de tener meras reminiscencias de la memoria, tal y como las desgranamos de los acontecimientos de la vida, sino que adquirimos ideas de fuerzas que constituyen y construyen nuestros órganos, -los pulmones, el hígado, el estómago, etc.-. En la misma medida en que aprendemos a ver a través del mundo exterior, aprendemos a ver a través de nuestro trozo del cosmos que hemos incorporado, en el que estamos, que está contenido en nuestra piel, sin que sepamos nada de él en nuestra conciencia ordinaria.

¿Qué nos traemos de este cosmos cuando nos levantamos por la mañana? Para el observador imparcial, lo que nos traemos se experimenta muy claramente como voluntad. Y básicamente la vida de pensamiento despierto no difiere de la que fluye ahí abajo soñando en el subconsciente más que por el hecho de que la voluntad fluye a través de ella. Es la voluntad la que introduce la lógica en ella, y la lógica no es realmente una teoría del pensamiento, sino que la lógica es una teoría de cómo la voluntad organiza y doma las imágenes del pensamiento y las lleva a un cierto orden externo, que corresponde entonces al curso externo del mundo.

Cuando nos despertamos con un sueño, percibimos con especial intensidad ese remolino caótico e ilógico de imágenes que hay ahí abajo, y podemos notar cómo vemos penetrar la voluntad en ese remolino caótico de imágenes, que luego organiza lo que vive en nosotros de tal manera que queda lógicamente ordenado. Pero no nos traemos la lógica del mundo, lo que acabo de llamar superlógico, sólo nos traemos la voluntad.

¿Cómo es que esta voluntad funciona ahora lógicamente en nosotros? Verán, aquí reside un importante secreto humano, algo extraordinariamente significativo. Es el siguiente: Cuando nos sumergimos en nuestra existencia cósmica, existencia que para la conciencia ordinaria no existe, cuando nos sumergimos en todo nuestro organismo, entonces percibimos la lógica cósmica de nuestros órganos en nuestra voluntad, que se extiende por ahí. Sentimos la lógica cósmica de nuestros órganos.

Es extremadamente importante darse cuenta de que cuando nos despertamos por la mañana, cuando nos sumergimos en nuestro cuerpo, nos vemos obligados debido a esta inmersión, a formar nuestra voluntad de una determinada manera. Si nuestro cuerpo no estuviera ya moldeado de una determinada manera, cuando nos despertásemos la voluntad se arremolinaría en todas direcciones como una medusa; la voluntad podría pugnar caóticamente en todas direcciones como una medusa al despertarnos. No lo hace porque se sumerge en la forma humana existente. Allí se sumerge, adopta todas estas formas; esto le da su estructura lógica. Esto es lo que le permite dar lógica a partir del cuerpo humano a los pensamientos que, de otro modo, se arremolinarían caóticamente. Por la noche, cuando el hombre duerme, queda atrapado en la super-lógica del cosmos. No puede aferrarse a ella. Pero cuando se sumerge en el cuerpo, la voluntad toma la forma del cuerpo. Igual que cuando se vierte agua en un recipiente y el agua toma la forma del recipiente, así la voluntad toma la forma del cuerpo. Pero que tome las formas espaciales del cuerpo, eso no sólo ocurre con la voluntad, sino que fluye en las venas más pequeñas por todas partes. No puede moverse, de modo que el agua adopta la forma de reposo y sólo toca las paredes exteriores. Pero en el ser humano, esta voluntad está completamente organizada en todas las ramas individuales y desde allí controla el resto de la secuencia de imágenes caóticas.

Aquello que se percibe como una corriente subterránea está, yo diría, liberado del cuerpo. Esto también se libera realmente del cuerpo, esto es algo que en verdad está conectado con el cuerpo humano, pero que en realidad pugna continuamente por liberarse del cuerpo humano, que continuamente quiere abandonar las formas de este cuerpo humano. Pero lo que el ser humano lleva fuera del cuerpo cuando se duerme, lo que lleva al cosmos, lo que entonces se sumerge, eso se une a la ley del cuerpo.

Ahora bien, con toda el organismo que es el organismo de la cabeza humana, el ser humano sólo llegaría a imágenes. Es un prejuicio fisiológico general que también hacemos juicios y conclusiones con la cabeza, por ejemplo. No, con la cabeza sólo imaginamos. Si sólo tuviéramos la cabeza y el resto del cuerpo estuviera inactivo para nuestra vida imaginativa, entonces seríamos soñadores despiertos. La cabeza sólo tiene la capacidad de soñar cuando está despierta. Y cuando volvemos a nuestro cuerpo por la mañana pasando por la cabeza, nos damos cuenta de nuestros sueños. Sólo cuando volvemos a penetrar más profundamente en nuestro cuerpo, cuando la voluntad se adapta no sólo a la cabeza sino también al resto del organismo, sólo entonces esta voluntad está de nuevo en condiciones de aportar lógica a las fuerzas de las imágenes, que de otro modo se entretejerían pictóricamente.

Esto nos lleva a algo que ya he mencionado en conferencias anteriores. Hay que darse cuenta de que el hombre imagina con la cabeza y que en realidad resuelve y discierne, por extraño y paradójico que suene, con las piernas y también con las manos, y luego establece conclusiones con las piernas y las manos. Así surge lo que llamamos una conclusión, un criterio o discernimiento. Cuando imaginamos, es sólo la imagen la que se irradia hacia la cabeza, estamos juzgando y concluyendo como una persona completa, no sólo como una persona con cabeza. Por otra parte, por supuesto, no se puede argumentar que si un hombre está mutilado no puede o no puede juzgar y razonar, pues depende de la disposición de aquellos a los que les falta uno u otro miembro.

Debemos aprender a poner en relación con la totalidad del hombre, aquello que el hombre es espiritual y emocionalmente, concienciarnos de que traemos la lógica a nuestra vida imaginativa desde aquellas mismas regiones a las que no podemos llegar con nuestra conciencia ordinaria, que están ocupadas por el ser emocional y el ser de la voluntad. Nuestro juicio y nuestro razonamiento proceden de las mismas regiones dormidas de nuestro propio ser interior desde las cuales surgen nuestro sentimiento y nuestra voluntad.

La parte más cósmica de nosotros es la región matemática. La región matemática ni siquiera nos pertenece sólo como ser humano en reposo, sino como ser humano en movimiento. Siempre nos movemos de alguna manera en cifras matemáticas. Cuando observamos esto exteriormente en una persona que camina, vemos algo espacial; cuando lo experimentamos interiormente, experimentamos la matemática interna, que es cósmica, excepto que lo cósmico también nos construye. Las direcciones del espacio que tenemos fuera también nos construyen y las experimentamos en nuestro interior. Y al experimentarlas, las abstraemos, tomamos las imágenes que se reflejan en el cerebro y las entretejemos con lo que vemos espacialmente en el exterior, en el mundo.

Hoy es necesario llamar la atención sobre el hecho de que lo que el hombre convierte matemáticamente en el mundo es en realidad lo mismo que lo construye, es decir, lo que es de naturaleza cósmica. Pues mediante el kantianismo sin sentido, el espacio se ha convertido en una mera forma subjetiva. No es una forma subjetiva, es algo que experimentamos realmente en la misma región donde experimentamos lo volitivo. Y allí resplandece. Allí el resplandor en el mundo se convierte en algo con lo que entonces penetramos en lo que se presenta externamente.

El mundo de hoy todavía está lejos de poder estudiar este estar entretejido interior del hombre con el cosmos, esta posición del hombre dentro del cosmos. He llamado poderosamente la atención sobre este ser interior en mi «Filosofía de la libertad», donde encontrarán en lugares notables cómo muestro que el hombre bajo la conciencia ordinaria está conectado con todo el cosmos, que es un miembro de todo el cosmos, y que entonces hasta cierto punto el individuo-humano florece a partir de este cósmico general, que entonces es abarcado por la conciencia ordinaria. Este pasaje de mi «Filosofía de la libertad» ha sido comprendido por muy pocas personas; la mayoría no se ha dado cuenta de lo que trata. Tampoco es de extrañar que en una época en la que florece la abstracción hasta el einstenismo, que en una época en la que este punto de vista, en verdad extraordinariamente intelectual en sí mismo, pero absolutamente abstracto, se presenta como algo especial para el mundo, no se comprenda aquello que quiere introducirnos en la realidad, precisamente en la genuina realidad.

Hay que insistir en ello una y otra vez: No basta con que algo sea lógico. El einstenismo es lógico, pero no es realista. Todo relativismo como tal no es realista. El pensamiento realista sólo comienza allí donde ya no se puede salir de la realidad pensando. La gente de hoy lee, o yo diría escucha, con bastante tranquilidad cuando Einstein dice, por ejemplo: ¿Cómo sería si un reloj volara hacia el cosmos a la velocidad de la luz? - Sí, una persona hoy en día escucha eso con bastante calma. Un reloj que sale volando hacia el cosmos a la velocidad de la luz, eso es más o menos lo mismo para alguien que vive de forma realista en su pensamiento, vive de forma realista en su alma, que cuando alguien dice: ¿Cómo será una persona si le corto la cabeza y le corto la mano derecha y la mano izquierda o el brazo derecho y así sucesivamente? 

Simplemente deja de ser un ser humano. De modo que lo que todavía se tiene derecho a imaginar, cuando se habla de un reloj que vuela hacia el cosmos a la velocidad de la luz, ¡deja inmediatamente de ser un reloj! No es posible imaginarlo. Si queremos llegar a una forma válida de pensar, debemos aferrarnos a lo que es real. Algo puede ser lógico y espiritual en un grado tremendo, pero no tiene por qué ser realista. Pero en esta época necesitamos un pensamiento realista. Porque el pensamiento abstracto finalmente nos lleva a dejar de ver la realidad por todas sus abstracciones. Y hoy la humanidad se maravilla ante las abstracciones que se le presentan de este modo. No importa que estas abstracciones estén de algún modo lógicamente fundamentadas o cosas por el estilo. Lo que importa es que el hombre aprenda a crecer junto con la realidad, de modo que ya no pueda decir otra cosa que lo que se dice de la realidad.

Pero tales ideas sobre el hombre mismo, como las que les he vuelto a presentar hoy, proporcionan una especie de guía para un pensamiento realista. A menudo son ridiculizadas hoy en día por aquellos que han sido entrenados por nuestro pensamiento abstracto. Durante tres o cuatro siglos, la humanidad occidental ha sido entrenada por la mera abstracción. Pero vivimos en una época en la que debe producirse una inversión en esta dirección, en la que debemos encontrar el camino de vuelta a la realidad. La gente se ha vuelto materialista, no porque haya perdido la lógica, sino porque ha perdido la realidad. El materialismo es lógico, el espiritualismo es lógico, el monismo es lógico, el dualismo es lógico, todo es lógico mientras no esté basado en verdaderos errores de pensamiento. Pero el hecho de que algo sea lógico no significa que corresponda a la realidad. La realidad sólo puede encontrarse si nosotros mismos llevamos nuestro pensamiento cada vez más a la región de la que les he hablado: En el pensamiento puro tenemos los acontecimientos del mundo en una esquina. - Esto está escrito en mis escritos epistemológicos, y esto es lo que debe obtenerse como base de una comprensión del mundo.

En el momento en que uno todavía tiene pensamiento, aunque no tenga percepción sensorial, en ese momento también tiene pensamiento como voluntad. Ya no hay diferencia entre querer y pensar. Pues pensar es querer y querer es entonces pensar. Cuando el pensamiento se ha liberado completamente de lo sensorial, entonces se tienen los acontecimientos del mundo en un punto. Y eso es por lo que debemos esforzarnos sobre todo: por conseguir el concepto de este pensar puro. A partir de este punto queremos seguir hablando mañana.

Traducido por J.Luelmo jun,2025

GA199 Dornach, 22 de agosto de 1920 - Sobre las direcciones de desarrollo de los miembros individuales del organismo humano dentro de los diversos grupos étnicos.

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RUDOLF STEINER
Las ciencias espirituales como conocimiento de los impulsos básicos de la estructura social 

  Sobre las direcciones de desarrollo de los miembros individuales del organismo humano dentro de los diversos grupos étnicos.

Dornach, 22 de agosto de 1920

octava conferencia

Quisiera dar una vez más el extracto de lo que dije ayer sobre la diferenciación de las disposiciones anímicas de los pueblos, de los hombres en general, sobre la tierra. He indicado cómo diferentes disposiciones y diferentes tipos de disposición del alma están presentes entre los hombres en las regiones más diversas de la tierra, de modo que, de hecho, cada región de la tierra puede contribuir con una cierta parte a través de su nacionalidad a lo que toda la humanidad logra en relación con toda la civilización de la tierra. Ayer tuvimos que llamar la atención sobre el hecho de que los pueblos orientales, los pueblos de Asia y los que pertenecen a ellos, están predispuestos a desarrollar ese elemento que da su contribución al miembro espiritual de la organización social. Todo lo que es principalmente desarrollo espiritual en la humanidad, es decir, el conocimiento de lo suprasensible, las formas de lo suprasensible, la población oriental está especialmente predispuesta a esto. Es relacionado con esto que esta población oriental está particularmente predispuesta a formar ideas, ideas acerca de cómo el hombre descendió de los mundos espirituales a través de los cuales vivió entre su última muerte y este nacimiento en esta existencia terrenal. La doctrina de la preexistencia, esa doctrina que es cierta de que el hombre ha pasado por una existencia espiritual antes de venir aquí al cuerpo físico, se encuentra especialmente en estas tendencias orientales. De ahí la disposición a tener una visión profunda de las vidas terrenales repetidas. Uno puede tener la visión de que la vida continúa después de la muerte, siempre continúa, sin volver a la tierra. Pero, lógicamente, no se puede tener la opinión de que la vida aquí en la tierra es una continuación de una vida espiritual sin tener que recordar que entonces es evidente que esta vida debe repetirse. Así, el oriental estaba especialmente predispuesto a darse cuenta de que había vivido en mundos espirituales antes de esta vida terrenal, y que, por así decirlo, había recibido los impulsos, los impulsos para esta vida terrenal precisamente del mundo divino-espiritual.

Está relacionado con toda la forma en que el oriental llegó a su conocimiento, a toda su disposición de alma. Ya he insinuado esto para algunos de ustedes; ahora hay un número diferente de amigos, y me gustaría caracterizar de nuevo algo que ya he caracterizado para algunos.

Sabemos que el hombre es un ser triple, que se divide en el hombre de los sentidos nerviosos, en el hombre rítmico —que incluye las actividades que se dan en la respiración, en la circulación de la sangre, etc.— y que luego la tercera cosa en el hombre es el hombre metabólico, todo lo que está relacionado con el metabolismo. Ahora bien, estos tres miembros de la organización humana no se expresan de manera uniforme en toda la tierra, sino de diferentes maneras.

El hombre oriental de hoy está en el proceso, ahora todo esto está, podría decir, en decadencia, hoy todo esto está suprimido, hoy está dormido en el hombre oriental, pero no debemos llegar a conocer al hombre oriental de acuerdo con su estado de ánimo presente, sino que debemos llegar a conocerlo preferiblemente de acuerdo con su estado de ánimo, que tenía en un pasado muy lejano. el hombre oriental está en el proceso de recibir el bolchevismo con el mismo fervor, con el mismo fervor, con la misma devoción religiosa, como una vez recibió la doctrina de San Brahman. De los tres miembros de la naturaleza humana, ¿cuál es el que se ha expresado particularmente en el hombre oriental? Es el hombre metabólico. Los orientales más antiguos, en particular, vivían enteramente en el metabolismo. Esto no causará ningún horror en la concepción de la persona que no piensa en la materia en el sentido de terrones de materia, pero que sabe que el espíritu vive en toda la materia. Y lo que era precisamente el espíritu elevado, el espíritu admirable de los orientales, era lo que surgía del metabolismo de la naturaleza oriental y resplandecía en la conciencia. Lo que ocurre en el metabolismo humano está íntimamente relacionado con el mundo exterior de los sentidos.

Tomamos lo que luego se convierte en materia en nosotros del mundo externo de los sentidos. Sabemos que detrás de este mu

ndo externo de los sentidos hay espíritu. En verdad, comemos espíritu, y el espíritu comido solo se convierte en materia en nosotros. Pero lo que percibimos allí era tal en el caso del oriental que, incluso después de haber sido absorbido, abandonó el espíritu. De modo que el que entiende las cosas mira las admirables realizaciones poéticas de los Vedas, la magnificencia del Bhagavad Gita, la filosofía profunda de los Vedas y del Vedanta, la filosofía del yoga indio, y no los admirará menos porque sabe que ha surgido del proceso interno como producto del metabolismo. Al igual que las flores del árbol emergen del metabolismo. Y así como miramos el árbol y vemos en sus flores lo que impulsa la tierra hacia el aire y la luz, así vemos en lo que el antiguo hombre indio produjo en los Vedas, en la filosofía Vedanta, en la filosofía del yoga, una flor de la existencia terrenal misma. Es, por así decirlo, por un lado, lo que vemos en las flores de los árboles, el producto de la tierra, ofrecido al aire y a la luz, pero el producto de la tierra, es decir, de lo que crece en el campo como el trigo y el maíz, en los árboles como fruto y fruto, comido y digerido por los hombres, cocinado por los hombres. En la antigua naturaleza especial de la India, en lugar de flores y frutos de plantas, se convierten en las magníficas encarnaciones de los Vedas, el Vedanta, la filosofía del yoga, uno mira a este viejo hombre indio como un árbol, como un testigo de lo que la tierra puede dejar brotar de sí misma en su metabolismo disparando hacia el ser humano, en el caso del árbol a través de las raíces y a través de la corriente de savia, en el hombre a través de la comida, y se aprende a reconocer lo divino en lo que el espiritista desprecia, porque la materia le parece tan baja.

Y entonces el antiguo indio tiene un ideal. Tiene el ideal de salir de su experiencia metabólica hacia la parte superior de la naturaleza humana, hacia el sistema rítmico. Por eso hacía sus ejercicios de yoga. Hizo ejercicios especiales de respiración. Lo practicaba conscientemente. Lo que el metabolismo produce a partir de él como el florecimiento espiritual de la evolución terrestre llega inconscientemente. Lo que hace conscientemente es llevar su sistema rítmico, el sistema respiratorio y el sistema sanguíneo, a un movimiento regulado y sistematizado. ¿Y qué hace cuando se levanta, ya que eso es precisamente lo que es su elevación, qué hace allí? En este sistema rítmico, ¿qué está pasando? Respiramos el aire exterior, transferimos al aire exterior lo que surge del metabolismo del hombre, el carbono. En nosotros se produce un metabolismo entre lo que es el resultado del metabolismo en nosotros y lo que hay en el aire que absorbemos. La visión materialista-física del mundo de hoy ve nitrógeno en el aire -no sé lo que es- y oxígeno -no sé lo que es- mezclados entre sí, ven algo puramente material. El viejo indio percibía el aire, es decir, lo que allí ocurre, en que lo que proviene del metabolismo se combina en el hombre con lo que se inhala, con lo que se procesa. En la circulación de la sangre, el antiguo indio, cumpliendo su ideal, la filosofía del yoga, percibió a través de este metabolismo los secretos del aire, es decir, lo que está espiritualmente en el aire. En la filosofía del yoga se familiarizó con lo que está espiritualmente en el aire. ¿Qué llegas a conocer? Allí uno aprende a conocer lo que ha entrado en nosotros al convertirse en seres que respiran. Allí uno aprende a reconocer lo que ha entrado en nosotros cuando descendimos de los mundos espirituales a este cuerpo físico. Allí se cultiva este conocimiento de la preexistencia, de la vida antes del nacimiento. Por lo tanto, en cierto sentido, es el secreto de quienes realizan tal filosofía de yoga descubrir el secreto de la vida prenatal. 

Así vemos que el viejo indio vive en el metabolismo, a pesar de que produce cosas tan bellas, grandes y poderosas, y se balancea artificialmente hasta el sistema rítmico. Todo esto ha caído en decadencia. Todo esto está latente hoy en Asia. En las almas asiáticas, sólo nebulosas formas abstractas se hacen sentir cuando espíritus tan iluminados como Rabindranath Tagore hablan del ideal de los asiáticos.

Y si vamos de esta Asia a Europa Central, encontramos que este hombre de Europa Central, donde realmente lo es, lo caractericé ayer señalándoles la frase de Fichte: El mundo exterior de los sentidos no es más que el material sensible de mi deber, no tiene existencia en sí mismo, existe para este fin. para que tenga algo con qué cumplir con mi deber. El ser humano que vivió y vive de este subsuelo en las regiones medias de la tierra, ahora vive en el sistema rítmico, así como el indio vive en el metabolismo. Aquello en lo que se vive permanece inconsciente. El indio seguía esforzándose por el sistema rítmico como ideal, y se dio cuenta de ello. El centroeuropeo vive en este sistema rítmico, no se da cuenta de ello, y al vivir en este sistema rítmico da forma a todo lo que es el elemento legal, democrático, estatal en la organización social. Lo moldea unilateralmente, pero lo hace en el sentido que indiqué ayer, porque está especialmente predispuesto a dar forma a lo que sucede en la interacción entre el hombre y el hombre, en la interacción entre el hombre y su entorno. Pero tiene un ideal. Tiene el ideal de elevarse ahora al siguiente, al hombre de los sentidos nerviosos. Del mismo modo que el indio consideraba la filosofía del yoga, la respiración artística que conduce al conocimiento de una manera especial, como su ideal, así también el hombre centroeuropeo consideraba el elevarse hacia las ideas que provienen del hombre de los sentidos nerviosos, a las ideas que son ideales, a las ideas que se alcanzan a través de una elevación, del mismo modo que la filosofía del yoga es alcanzada por el indio a través de una elevación.

Por lo tanto, también es necesario darse cuenta de que si se quiere comprender a las personas que han creado a partir de tales fundamentos, como Fichte, Hegel, Schelling, como Goethe, si realmente se les quiere comprender, hay que comprenderles igual que el indio comprendía a sus iniciados del yoga. Pero esta disposición especial del alma amortigua la espiritualidad real. Uno todavía alcanza una clara conciencia, como la tiene Hegel, por ejemplo, de que las ideas son realidades. Hegel, Fichte, Goethe tenían esa clara conciencia de que las ideas son realidades, realidades. También se viene a decir algo como Fichte: el mundo exterior de los sentidos no es una existencia en sí misma, sino sólo el material sensible de mi deber. Pero no se llega a la realización de las ideas que tenía el oriental. Se viene a decir, como decía Hegel: la historia comienza, la historia vive. Este es el movimiento vivo de las ideas. - Pero uno se limita únicamente a esta realidad externa. Esta realidad externa se ve espiritualmente, idealmente. Pero no se puede hablar, sobre todo si se es Hegel, ni de la inmortalidad ni de la no nacida. La filosofía hegeliana comienza con la lógica, es decir, con lo que el hombre piensa en última instancia, se extiende más allá de una cierta filosofía de la naturaleza, tiene una doctrina del alma, que, sin embargo, sólo se ocupa del alma terrena, tiene una doctrina del estado y, finalmente, tiene como la más alta a la que se eleva, la división triple del arte, la religión y la ciencia. Pero no va más allá de eso, no va a los mundos espirituales. De la manera más espiritual, un hombre como Hegel o Fichte ha descrito lo que hay en el mundo exterior; Pero tenue es todo lo que mira más allá del mundo exterior. Y así vemos que es precisamente lo que no tiene contrapartida en el mundo espiritual, la vida de la ley, la vida del Estado, que es sólo de este mundo, lo que constituye la grandeza de estos edificios de ideas que surgen allí. El mundo exterior es visto como espiritual. Pero no puedes ir más allá de este mundo exterior. Pero entrenas la mente, le enseñas a la mente una cierta disciplina. Y si entonces se le da importancia a un cierto desarrollo interior, entonces sucede que precisamente cuando uno se entrena en la educación del espíritu a través del mundo de las ideas en esta región del mundo, uno es, por así decirlo, impulsado interiormente hacia el mundo espiritual. Eso es lo extraño.

Debo confesarles que cuando leo los escritos de los escolásticos, siempre tengo ganas de decirme: Éste sabe pensar, éste sabe vivir en el pensamiento. - De otra manera, más orientada hacia lo terrenal, me lo digo también con Hegel: Éste sabe vivir en el pensamiento - o con Fichte o Schelling. Incluso en la forma decadente en que la escolástica aparece en la neoescolástica, debo decir que todavía encuentro una vida de pensamiento más desarrollada en la escolástica que, por ejemplo, en la ciencia moderna o en la literatura popular moderna de libros o periódicos. Para entonces, todo el pensamiento se ha evaporado y evaporado. Es cierto que las mejores mentes de la escolástica, por ejemplo, en la actualidad, piensan conceptos con más precisión que nuestros profesores universitarios de filosofía. Pero eso es precisamente lo peculiar cuando estos pensamientos tienen un efecto en uno mismo, cuando, por ejemplo, uno lee un libro escolástico, lee un libro escolástico-católico tal real y lo deja trabajar en uno mismo, lo usa como para una especie de autoeducación, el alma es impulsada más allá de sí misma. Actúa como una meditación. Funciona de tal manera que uno llega a algo más, produciendo la iluminación. Y hay un dato muy curioso.

Imagínense, esos dominicos modernos, jesuitas, otros clérigos religiosos, que se sumergen en lo que todavía existe de la escolástica, si permitieran que las formas de pensamiento escolásticas los eduquen para trabajar en ellos hasta el final, todos llegarían a la comprensión de la ciencia espiritual de una manera relativamente fácil a través de esta educación. Si se dejara a los que estudian la neoescolástica para su propio desarrollo espiritual, no pasaría mucho tiempo antes de que estos sacerdotes católicos se convirtieran muy pronto en seguidores de la ciencia espiritual. Por lo tanto, uno tiene... ¿qué se necesita para que no se conviertan en uno? Tienen prohibido hacerlo. Se les da el dogma que lo bloquea todo, que no permite que surja lo que produciría el desarrollo del alma. Todavía hoy se podría dar a los que quieren desarrollarse en la ciencia espiritual, como un libro de meditación, por ejemplo, ese libro escolástico que una vez mostré aquí, que fue escrito por un jesuita contemporáneo; pero ya os he dicho que tiene el imprimatur de ese arzobispo; Está atravesado lo que surgiría en el hombre si el hombre pudiera abandonarse a él con toda libertad.

Estas cosas deben ser vistas a través de ellas, porque entonces uno verá cuán importante es para ciertos círculos no dejar que llegue a las consecuencias de lo que podría surgir si se permitiera que las cosas obren libremente en las almas. Este esfuerzo centroeuropeo consiste precisamente en elevarse del hombre rítmico evidente por sí mismo al hombre de los sentidos nerviosos, al que tiene en el reino ideal lo que tiene para sí mismo. Para estas personas hay una disposición especial a comprender la vida de la tierra como espiritual. Hegel lo hizo en el sentido más amplio.

Ahora vayamos a los occidentales. Ayer dije que el hombre occidental, precisamente en sus mentes más iluminadas, como Bentham, John Stuart Mill, Spencer, Buckle, incluso Baco de Verulam y otros, 7homas Reid, etc., en la economía política de Adam Smith, tiene una disposición especial para desarrollar ese pensamiento que luego puede ser utilizado en la parte económica del organismo social. Si, por ejemplo, se toma la filosofía de Spencer, entonces se dice a sí mismo: este es un modo de pensar que se origina enteramente en el hombre-sentido de los nervios, es enteramente el producto de los sentidos y de los nervios, lo que sería más adecuado para hacer organizaciones y asociaciones económicas. Sólo ha sido utilizado de una manera fuera de lugar por Spencer para la filosofía. Si Spencer estableciera fábricas y organizaciones sociales con el mismo pensamiento, entonces estaría en el lugar correcto. Que haga una filosofía con este pensamiento está fuera de lugar.

Esto se debe al hecho de que ahora el hombre occidental ya no vive en el sistema rítmico, sino que ha subido de nuevo un escalón más alto, vive, por supuesto, en el sistema de los sentidos nerviosos del hombre. El oriental vive por naturaleza en el metabolismo, el hombre del medio vive por naturaleza en el sistema rítmico, el hombre occidental vive por naturaleza en el sistema nervioso-sensorial (véase el fig.1). Metabolismo en el oriental: Gira hacia arriba y se esfuerza por el sistema rítmico. El hombre centroeuropeo vive en el sistema rítmico; lucha hacia el hombre nervioso-sensual. El hombre occidental ya vive en el sistema nervioso-sensorial. ¿A dónde aspira? Todavía no está allí, pero depende de esforzarse hacia arriba; depende de esforzarse más allá de sí mismo. En la caricatura aparece primero en lo que caractericé ayer para ustedes en la negación de lo material, en la autosugestión del ser humano de la Sra. Eddy, de la Ciencia Cristiana. Pero esto es ante todo una caricatura, y sin embargo, como caricatura es un presagio de lo que el hombre occidental debe esforzarse por conseguir. Hay que esforzarse por conseguir algo sobrehumano, aunque no quiero afirmar en absoluto que si todo el mundo, en lugar de esforzarse por ascender desde el hombre nervioso-sensual, se esfuerza por descender hacia la impotencia y así sucesivamente, se convertirá en un sobrehumano.

fig. 1

Ayer concluí diciendo que así es como se distribuyen las facultades humanas en las distintas zonas de la tierra, y que es necesario que se produzca una verdadera cooperación. Hoy somos tales que dependemos completamente del ser nervioso de Occidente en lo que a civilización se refiere. He utilizado una paradoja, pero esta paradoja expresa muy claramente la realidad. Lo que se piensa en Viena, lo que se piensa en Berlín, no son los pensamientos surgidos del folklore y culminados en Fichte o Hegel. Estos espíritus están abrumados. Lo que hoy está en los libros y en los periódicos de Centroeuropa, en Viena o en Berlín, no es el pensamiento de Fichte; es mentira que hoy se cite a Fichte. La verdad es más bien que lo que se está dando a conocer hoy en Berlín o Viena se parece más a lo que se piensa en Chicago o en Nueva York que a lo que se pensaba en Fichte o Hegel.

Pero tuvo que suceder que estos tres miembros, de los cuales éste fue dotado al principio como vida espiritual, luego transmitieron la vida espiritual como una tradición de ese original, ese elemental de la vida espiritual, como lo era en el Oriente, donde el hombre vive dentro, como está aquí en la vida física, vivo en la vida espiritual misma. De esto, sólo el eco sombrío se encontró en Europa Central, de la cual sólo se puede encontrar la tradición en Europa Occidental. Esta Europa Occidental se caracteriza por su propia predisposición a la vida post-mortem, a la vida que se anhela después de la muerte. Ayer les dije que ya se está preparando en América, aunque sea en sectas individuales, la conciencia de que el hombre no debe ser simplemente pasivo aquí con respecto a la vida del alma en general, para llevar algo a través de la muerte y continuar viviendo en el mundo espiritual, sino que debe adquirirlo aquí a través de su trabajo. a través de sus acciones, lo que quiere llevar a través de la puerta de la muerte. La conciencia de que el hombre se disolverá si no cuida de su inmortalidad aquí, si no desarrolla un sentido ideal aquí, si este significado ideal también sale a la luz de una manera caricaturesca, esta conciencia ya está penetrando en sectas individuales de Occidente.

Pero aquello que era la vida del estado se esforzaba de tal manera que se vivía en el ser humano rítmico y se llevaba hasta los pensamientos. Esto surgió particularmente en el hombre medio. Luego se irradió a Occidente. Allí hay un desarrollo peculiar que sólo puede entenderse si se miran las cosas interiormente. Por extraño que pueda parecer a algunos, algo estaba sucediendo en Europa Central. El impulso por la coexistencia humana, por la coexistencia humana social en libertad, permanecía naturalmente en el sistema rítmico. Al principio esto permanecía en lo más profundo del inconsciente (ver diagrama). Pero también existe aquello que vive entre las personas y que éstas no tienen en su conciencia. Digamos, pues, que en el siglo VIII algo definido vivía al principio inconscientemente en Europa Central, sin poder surgir a la conciencia; pero se irradió hacia Occidente. Al irradiarse a Occidente, al ser absorbido, al no desarrollarse naturalmente en su interior, se convirtió en una pasión, se convirtió en un sentimiento y se convirtió en la Revolución Francesa.

Schiller reflexionó - (se señala el diagrama) sobre la Revolución Francesa -; incluso hay un símbolo de la reflexión de Schiller sobre lo que realmente estaba ocurriendo allí. Ustedes saben que Schiller tuvo el honor de ser nombrado ciudadano francés, -así que Schiller reflexionó; pero para él vivió primero en el sistema rítmico. Ahora, a través de su propia contemplación, lo elevó y escribió sus cartas sobre la educación estética del hombre.

En ellas tienen lo que se podía decir en aquella época sobre la coexistencia humana, sobre la coexistencia humana en un estado verdaderamente libre. Hume sólo introdujo entonces en el sistema, yo diría que de forma un tanto pedante, este elemento estatal, que Schiller había elevado a la conciencia en sus «Cartas estéticas». Es precisamente algo extraordinariamente significativo lo que Schiller sacó de las profundidades del folclore en estas cartas sobre la educación estética. Como es tan profundo, no se comprendió cuando los hombres neuro-sensoriales se volvieron dominantes en todas partes.

A menudo os he dicho que en Viena vivía un hombre soltero que se llamaba Heinrich Dein Hardt. Escribió carta tras carta sobre esta educación estética del hombre, cartas muy ingeniosas. El hombre tuvo la desgracia de que una vez se rompió una pierna en la calle cuando se caía. Le pudieron ajustar la pierna, pero no pudo recuperarse, murió de la pierna rota porque estaba desnutrido. Es decir, la persona que en la segunda mitad del siglo XIX todavía interpretaba las "Cartas estéticas" de Schiller de la manera más concienzuda murió de hambre. ¡Y estas cartas de Deinhardt sobre la educación estética del hombre de Schiller han sido completamente olvidadas!

Estas "Cartas estéticas" de Schiller serían a su vez una buena preparación para purificar el alma a una visión espiritual del mundo. Schiller aún no era capaz de hacerlo por sí mismo. Pero siempre que la otra persona recibe algo, siempre trabaja para educar el alma misma, que proviene de un hombre que aún no ha ascendido al mundo espiritual, trabaja de tal manera que puede ver el mundo espiritual. Es cierto que en Europa Ralph Waldo Trine y Marden y superficialidades similares eran reverenciadas como un remedio especial para las almas, y se olvidaban las otras cosas que ahora realmente conducirían al mundo espiritual.

Estas cosas también deben captarse y comprenderse en el contexto global de la vida y del ser mundial. Debemos darnos cuenta de lo diferenciadas que están las distintas capacidades humanas en toda la Tierra. Y eso hay que decirlo mientras que hasta ahora se ha conseguido que se conozcan las tumultuosas obras juveniles de Schiller «Los ladrones» o “Fiesko” o «Kabale und Liebe», y mientras que como mucho la gente se eleva a los sentimentalismos de «María Estuardo» o a las escenas dramáticas muy exteriorizadas de la «Doncella de Orleans» o la «Novia de Mesina», uno debería empezar hoy a estudiar las «Cartas Estéticas» de Schiller, en las que él mismo -con todos sus «Ladrones», con el conjunto de «María Estuardo» y con “Wallenstein”- se supera a sí mismo en importancia para la humanidad, uno debería empezar no sólo a estudiar estas «Cartas Estéticas», sino a dejar que tengan un efecto sobre uno mismo. Porque hoy dependemos no sólo de recitar el filisteísmo escolar que existe sobre nuestros clásicos, sobre Goethe, Schiller, sino sobre todo de revisarlo y de buscar por nosotros mismos lo que había de grande en estos clásicos. Seguimos parloteando sobre lo que se ha dicho de «Wallenstein» y «María Estuardo» y así sucesivamente durante más de un siglo por el filisteísmo escolar. Hoy tenemos la tarea de comprender la grandeza de manera elemental, pues sólo así puede progresar la humanidad. Por tanto, también es necesaria una transformación, una renovación. Lo que la gente lee y oye en nuestras escuelas sobre María Estuardo, Wallenstein, Los ladrones, etc., también debe ser remodelado. Necesitamos una renovación completa en estos tiempos serios, porque los tiempos son serios.

Y si miramos hacia Occidente, este Occidente, con todo lo que puede aportar como expresión de la humanidad a través del sistema nervioso-sensorial, exige el ascenso a lo que está por encima del conocimiento humano en un mundo espiritual. Ya os lo dije ayer: Para que la vida espiritual, la vida estatal y la vida económica se afirmen en el organismo social tripartito, estos tres elementos deben trabajar juntos. No nos limitemos a decir: ¡Ex oriente lux! - Si vamos a Oriente, estudiemos el Bhagavad Gita, estudiemos la filosofía del yoga, estudiemos los Vedas, hagamos estas cosas tal como hemos estado acostumbrados a hacer en Europa para estudiar las otras cosas, comencemos ahora a cepillar los orientalismos una vez que nos hayamos aburrido del otro. No, no avanzaremos con eso, porque lo que una vez fue correcto para la tierra no volverá a ser correcto para el presente y el futuro es algo pasado. Podemos admirarlo como algo que una vez fue correcto para la tierra; pero no podemos, como hace una Sociedad Teosófica, simplemente adoptarlo de nuevo de forma pasiva. Tampoco podemos limitarnos a retomar lo que nos ha sido transmitido a la vieja usanza desde el pasado europeo, no podemos decir: Podemos simplemente renovar lo que yace en las tradiciones populares de Oriente, del centro, sino que debemos decir: Si queremos lograr una combinación real de estos tres elementos, que son, sin embargo, inherentes a la naturaleza humana, ¿cómo podemos hacerlo? Sólo si nos ponemos atentos a cómo la vida de los sentidos nerviosos, que finalmente ya nos ha pasado a todos, debe ir más allá de sí misma. Es decir, debemos ascender a otra cosa, que no puede provenir ni de ella (aludimos al dibujo de la página 142), ni de ella, ni de ella, sino únicamente a través de la nueva iniciación, a través de la nueva forma de conocimiento espiritual, que se produce realmente ascendiendo desde el pensamiento más moderno, que se forma en la ciencia natural, en el ser de los sentidos nerviosos. ascendiendo a la ciencia de la nueva iniciación, y extrayendo de esta nueva iniciación el camino en que lo que una vez fue Oriente, lo que más tarde fue el ser intermedio, lo que ahora es la esencia occidental, pueden trabajar juntos. Necesitamos una nueva ciencia de la iniciación que pueda producir la misma unidad que puede producir la unidad viva. No alcanzaremos una vida espiritual en los tiempos modernos si no nos esforzamos por alcanzar esta nueva ciencia de la iniciación. No llegaremos a una política, no llegaremos a una vida de Estado, si continuamos haciendo negocios a la vieja usanza, si no preguntamos a las ramas de la ciencia que están emergiendo de la nueva iniciación: ¿Cómo debe configurarse la política del futuro? Tampoco llegamos a una vida económica si no comprendemos lo que no se debe aplicar a una filosofía, como lo hizo Spencer, a un sistema estatal, como lo hizo Adam Smith, sino lo que se debe aplicar solo a la organización de la vida de la viuda, si no lo aplicamos a la organización de la vida del posadero. Pero luego tenemos que saber integrarlo en los otros dos sistemas. Pero para esto necesitamos el conocimiento de la iniciación. No podemos progresar si no podemos decirnos a nosotros mismos: De la comprensión de lo que una vez fue una disposición oriental, llegamos a lo que es la esencia de la vida espiritual. Al comprender realmente cuál es la disposición del hombre del centro, llegamos a comprender realmente qué es la vida legal o estatal. Entendiendo lo occidental, llegamos a entender lo que es la vida económica. Pero los tres se desmoronan si no somos capaces de combinarlos en una unidad superior. Y sólo podremos conectarlas en una unidad superior si contemplamos las tres desde el punto de vista que emerge para nosotros a través del Misterio más nuevo, que aquí se denomina ciencia espiritual de orientación antroposófica.

Estas cosas deben ser vistas a través de ellas, porque el que ve a través de ellas sabe que todo el esfuerzo que se está expresando hoy está conduciendo a la destrucción. No se tienen en cuenta los factores más importantes. Fíjense incluso en los socialistas más radicales. Pueden ser subjetivamente honestos acerca de la humanidad, pero solo cuentan con las fuerzas de la decadencia. Hacen un falso equilibrio de la vida. Sólo hacemos un equilibrio correcto de la vida cuando captamos de la ciencia del espíritu, no algo que planteamos arbitrariamente diciendo que así debe ser para que la humanidad sea feliz, etc., sino cuando podemos preguntarnos: ¿Qué surge cuando la vida espiritual, la vida jurídica o política y la vida económica entran en la relación correcta entre sí? ¿Qué organismo social resulta de esto? Entonces en este organismo social vivirá también su espiritualización, es decir, en este organismo social, además de que habrá una vida económica que es posible, que no es aquella con la que se sueña y con la que se fantasea, sino que es aquella que puede surgir como la mejor posible, y cuando haya un sistema estatal, que de nuevo es el mejor posible, habrá esa vida espiritual, que unirá la vida antes del nacimiento con la vida después de la muerte, que verá en el ser humano que vive aquí, en este mundo físico, al ser jurídicamente orientado que tiene su vida prenatal brillando en la vida espiritual, que no puede alcanzar un ideal en la vida económica, sino sólo lo mejor posible, pero que puede transformar las fuerzas que están activas en la vida económica precisamente a través de la ciencia iniciática en la voluntad de tal manera que dejen brillar la vida postmortem. Porque esto es así, la ciencia espiritual de orientación antroposófica no es una teoría cualquiera junto a otras, no es algo que se presente como un programa de partido o de secta junto a otros programas de partido o de secta, sino que es algo que se extrae del conocimiento que se puede obtener cuando se capta el desarrollo terrestre y el desarrollo humano en su interacción y en su totalidad.Y uno debe admitirse a sí mismo en el presente que cualquier otra relación con el mundo o las reformas mundanas no pueden conducir a nada, que lo que puede hacer avanzar a la humanidad debe ser sacado de la ciencia de la iniciación más reciente.

Hoy esto debe expresarse una y otra vez en las formas más diversas. Se ha incorporado a este edificio, se expresa en todos sus detalles. Si ven la pieza más pequeña aquí, podrá decirles lo que se quiere decir aquí, lo que se expresa aquí de diferentes maneras en palabras. Eso es lo que da al conjunto aquí un cierto carácter unificado, pero que al mismo tiempo expresa una voluntad que está íntimamente relacionada con las fuerzas ascendentes, no descendentes, del desarrollo de la humanidad, y que, por tanto, uno desearía que se comprendiera. A eso queremos dedicarnos, a eso queremos dedicarnos cada vez más, a eso queremos dedicarnos ahora a través de los cursos de otoño que se están celebrando, en los que se va a mostrar cómo lo que procede de la ciencia espiritual de orientación antroposófica puede tener realmente un efecto estimulante en las distintas ramas de la ciencia. Y entonces quizás llegue el momento en que la gente entienda lo que realmente se quiere de aquí, cuando haya tanta comprensión en el mundo que podamos abrir en algún momento en el futuro este edificio, que hoy sigue envuelto en la niebla. Mientras este edificio no pueda abrirse, habrá algo que demuestre que no se comprende lo que se quiere aquí.

Hablaré más de esto el próximo viernes a las ocho.

Mañana nuestro amigo, el conde Polzer, pronunciará aquí a las ocho una conferencia sobre la política europea del siglo pasado en relación con el Testamento de Pedro el Grande, un tema estimulante que espero abra un debate. Luego, el viernes, seguiré hablando de las cuestiones que he empezado a tratar en su aplicación al ser humano individual y, sobre todo, a las cuestiones que son las cuestiones religiosas especiales, y luego continuaré el sábado a las ocho; el domingo a las seis y media tendrá lugar la próxima representación de euritmia, seguida de una conferencia.

Traducido por J.Luelmo jun,2025

GA199 Dornach, 28 de agosto de 1920 - El hombre como miembro del cosmos. - La relación de las jerarquías con el ser humano.

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RUDOLF STEINER
Las ciencias espirituales como conocimiento 
de los impulsos básicos de la estructura social 

  El hombre como miembro del cosmos. - La relación de las jerarquías con el ser humano.

Dornach, 28 de agosto de 1920

décima conferencia

A menudo he tenido que mencionar aquí lo necesaria que es la ciencia de la iniciación, para las fuerzas que han de reconstruir la civilización en decadencia, lo necesario que es reconocer lo que resulta de esa contemplación del mundo, que es posible desde más allá del umbral hacia el mundo suprasensible. Se puede decir que el desarrollo espiritual de la humanidad procedía de una cognición y de la correspondiente percepción, sentimiento y volición, que fue tomada de más allá de este umbral. Todo lo que se revela cuando uno se remonta a la sabiduría primigenia de la humanidad, se vuelve comprensible si uno puede traer esta sabiduría primigenia de vuelta a las revelaciones que vinieron del conocimiento de los Misterios, si uno puede por lo tanto asumir que inicialmente éstas fuentes de conocimiento, de sentimiento, de voluntad fueron accesibles a la humanidad en su evolución en la tierra, que no son accesibles mediante los poderes puramente humanos conocidos por la humanidad hoy en día. Luego el desarrollo progresó de tal manera que la humanidad se hizo cada vez más dependiente de lo que podía provenir del propio hombre, y ese es esencialmente el contenido de esas fuerzas del desarrollo de la civilización humana que han estado activas en los últimos siglos.

Estas fuerzas que hasta ahora han procedido del hombre mismo han provocado un estado de civilización que, si siguiera dependiendo de sí misma, conduciría inevitablemente a la decadencia. La gente en los círculos más amplios todavía no cree esto hoy en día. Automáticamente continúan hablando y actuando al viejo estilo y rechazan lo que se extrae de una manera nueva de las mismas fuentes espirituales, pero ahora directamente a través de las fuerzas del propio hombre, de aquellas fuentes de las que en su día se extrajo la antigua sabiduría de los Misterios. Debemos entrar en los detalles concretos de lo que en el presente, puede ser revelado a la humanidad como base, por así decirlo, para todo lo que necesitaremos en el futuro próximo en términos de conocimiento de la naturaleza, conocimiento que sostiene la ética humana, la moral humana, pero también la voluntad social. Es necesario considerar ciertas cosas que se han discutido aquí en las últimas semanas desde varios puntos de vista, y que me gustaría volver a tocar hoy desde cierto punto de vista.

Cuando estamos despiertos en el mundo, inicialmente estamos rodeados por el mundo sensorial externo, por todo aquello que constituye básicamente las impresiones que se ejercen sobre nuestros ojos, oídos, órganos del calor, sobre nuestros sentidos en general. El mundo sensorial externo se extiende a nuestro alrededor. La vida interior de la mayoría de las personas no consiste esencialmente en otra cosa que en una especie de elaboración ulterior de lo que son las impresiones exteriores. Desde el otro lado del umbral, lo que es el mundo exterior se percibe en un sentido diferente que desde este lado del umbral. Ya saben a lo que ha llegado la humanidad en los últimos siglos, tiempos en los que se ha limitado esencialmente a ver el mundo desde este lado del umbral. Si quiero esquematizar, la humanidad ha llegado a mirarse a sí misma, por así decirlo. A eso que miramos de nosotros mismos lo llamamos el hombre tripartito, el hombre de la cabeza, el hombre rítmico y el hombre metabólico de las extremidades. Aquí queremos indicar esquemáticamente el tapiz que se extiende a nuestro alrededor (véase el dibujo diagrama 1), que constituye esencialmente el contenido del mundo sensorial. Desde este lado del umbral, la gente especula ahora sobre lo que hay detrás de este tapiz sensorial. Hablan de moléculas, átomos y sustancias que ejecutan todo tipo de danzas detrás de este tapiz sensorial. Dan a estas danzas los nombres más variados, pero están convencidos de que cuando el hombre mira por los ojos, oye por los oídos, en resumen, percibe por los sentidos, detrás de ello hay un mundo de materia.

diagrama 1

Desde más allá del umbral no se revela nada de ese mundo material que hay ahí fuera, pero enseguida se hace evidente, si el ser humano sólo se adentra un poco en la región que hay más allá del umbral, que detrás de este tapiz sensorial hay una cierta región del mundo espiritual, es decir, que estamos tratando esencialmente con el mundo espiritual que hay detrás de este mundo sensorial.

Si tenemos en cuenta que el hombre está formado por el yo, el cuerpo astral, el cuerpo etérico y el cuerpo físico, entonces debemos decir: Cuando el hombre está despierto, es decir, cuando está sumergido en su organismo con su yo y su cuerpo astral, entonces no tiene parte en el mundo que yace aquí como un reino espiritual detrás del tapiz sensorial. Pero cuando el hombre está dormido, es decir, cuando su yo y su cuerpo astral han salido de su organismo físico, entonces está en esta región del mundo espiritual con su yo y su cuerpo astral. Así pues, desde el momento en que se duerme hasta que se despierta, el ser humano tiene una participación en este reino, que hasta cierto punto se encuentra detrás de la naturaleza como mundo espiritual de la naturaleza. También se podría decir que es el mundo al que pertenece el ser humano desde que se duerme hasta que se despierta, una determinada zona del reino del mundo espiritual que se le asigna para este estado dormido.

El hombre sólo puede ver en sí mismo hasta cierto punto. El hombre puede cavilar dentro de sí mismo hasta cierto punto, y cuando habla de su alma, habla de pensamientos, sentimientos e impulsos de voluntad. Suele hablar de estos pensamientos, sentimientos e impulsos volitivos de un modo muy indeterminado. De este ser interior, que permanece bastante indeterminado, saca esos pensamientos que forman los recuerdos; pero no ve más allá de este ser interior. Y podemos decir: del mismo modo que existe un límite, como un tabique, entre nosotros y una determinada zona del mundo exterior, podemos trazar un límite a través del cual la mirada interior no puede penetrar (véase el diagrama 1). Sin embargo, si el hombre penetrara en esta región, que hasta cierto punto se encuentra más allá del espejo que le refleja sus recuerdos, entonces el hombre no descubriría lo que creen muchos místicos llenos de ilusiones, que creen que basta con cavilar dentro de uno mismo para reconocer lo espiritual más elevado, sino que el hombre descubriría los secretos de su organismo, los secretos de esta maravillosa estructura que se expresa en el organismo humano. Si el hombre mirara realmente a través de ella, no vería la imaginación de una Matilde de Magdeburgo o de un Meister Eckhart o de una Santa Teresa, sino que vería el organismo humano, que aparecería a ciertos místicos llenos de ilusiones como algo bastante prosaico, pero que no aparece como algo prosaico a quienes tienen el sentido adecuado para la misteriosidad real del universo. Pues se puede decir: Mucho más maravilloso que las imaginaciones de Santa Teresa o Matilde de Magdeburgo o Johannes Tauler, mucho más maravilloso que estas reminiscencias, forjadas a partir de los reflejos que viven como recuerdos, impregnados por esos impulsos sensoriales que irradian hacia arriba desde el hígado, el estómago, el bazo, etc., mucho más maravilloso que estas reminiscencias, mucho más maravilloso que todo esto, de hecho también mucho más maravilloso que todo lo que se ha representado en los arquetipos del desarrollo humano, en mitos y leyendas y similares, es lo que se construye en los prosaicos órganos del ser interior humano. Por extraño que suene, la verdad debe verse a través de este punto. Pero lo que se acumula allí es, en primer lugar, la materia verdaderamente terrenal, la que realmente constituye la materia terrenal. En el mundo exterior no encontramos materia terrenal. La materia terrestre está dentro de la piel humana. Pero a su vez estos órganos, toda esta estructura interna del hombre, no es nada más que, podría decir, algo que ha sido extraído de otro reino espiritual. Es una región del espíritu que exuda desde sí misma, por así decirlo, los órganos qué hay en el organismo humano. Detrás de esta organología, que se descubre por primera vez cuando el hombre mira dentro de su ser interior, cuando ve a través del tramado de recuerdos que de otro modo irradian hacia él, aunque a veces estén místicamente embellecidos, cuando mira a través de este tramado de la memoria, así como puede ver a través del tramado de los sentidos exteriores desde más allá del umbral, detrás de esta organología ve luego el otro reino del espíritu, Al que ahora pertenece desde el momento en que se duerme hasta que despierta, al que no presta atención como un reino espiritual, pero que es el reino espiritual que le da los poderes que se expresan en sus miembros.

Cuando pensamos en nuestros sentidos, las fuerzas viven en nuestros sentidos. Estas fuerzas son esencialmente las que realmente yacen detrás del tramado de los sentidos, que penetran en nosotros a través de nuestras aberturas sensoriales (ver dibujo), sin que se sepa si el hombre observa el mundo solo desde este lado del umbral.

Pero también en nuestros órganos viven fuerzas del reino del espíritu, que he indicado aquí abajo (véase el diagrama 1, flecha). Y esas fuerzas que tenemos en nuestros brazos, en nuestras piernas, son en realidad las fuerzas que vienen del otro reino del espíritu. De modo que en el momento en que el hombre es mirado desde más allá del umbral, aparece como la confluencia de dos reinos espirituales. Y lo que inicialmente se nos presenta cuando miramos al hombre aquí en el mundo terrenal es básicamente sólo una unidad aparente. Esta unidad aparente no es en realidad el ser humano en absoluto. El ser humano es la confluencia de las fuerzas espiritualmente activas de las dos zonas que se han indicado. Y las fuerzas que viven en nuestros ojos y oídos, por ejemplo, son inicialmente de un origen completamente diferente a las fuerzas que se desarrollan cuando separamos las piernas o cuando movemos los brazos.

Uno no puede acariciar tal idea sin darse cuenta de cómo el hombre está, por así decirlo, incrustado en todo el cosmos, cómo pertenece a través de sus sentidos a una cierta región espiritual del cosmos, como pertenece a través de sus miembros a otra región espiritual del cosmos. Sólo lo que se encuentra más o menos en el medio, el ser humano rítmico, el sistema pulmonar, el sistema cardíaco y todo lo que le pertenece, es realmente de origen terrenal, es decir, por así decirlo, tejido de una especie de mundo intermedio. Así, el hombre es en sí mismo un ser triple. Y sin ver a través de esta triplicidad, no podemos entender al hombre. Yo digo que así es como se ve el hombre cuando lo miramos desde más allá del umbral. Allí se coloca por nosotros como un miembro en todo el cosmos. A través de la ciencia espiritual uno se da cuenta de cómo vive el hombre en todo el cosmos, cómo ha sido formado a partir de este cosmos, y entonces ya no estará lejos de la verdad, de la verdad a reconocer, que el hombre no solo tiene que cumplir como su tarea lo que realiza aquí en la tierra, sino que tiene que cumplir tareas en toda la evolución cósmica. que constituye, por así decirlo, un factor esencial de cálculo en todo el desarrollo cósmico espiritual.

De modo que se puede decir: la ciencia espiritual nos abre los ojos a lo que es el hombre como miembro del cosmos. Sólo piensen cómo, me gustaría decir, parece una minucia lo que el hombre piensa sobre el hombre hoy en día en comparación. Hoy se da el caso de que el hombre sólo quiere aceptar como su conocimiento lo que viene de este lado del umbral. Sólo considera lo que se le revela entre la vigilia y el sueño, y lo que se le revela entre el nacimiento y la muerte. Y también quiere construir todo lo que el hombre puede cumplir como tarea aquí en la tierra a partir de los conceptos e ideas que surgen de esta visión miope del hombre. Así no avanzamos. Precisamente por eso caemos cada vez más en la decadencia, porque nuestros intelectuales en particular no se dedican a construir las tareas del mundo a partir de otra cosa que no sea lo que leen juntos de todo lo que hay entre la vigilia y el sueño y entre el nacimiento y la muerte. Pero aquello que el hombre realiza es algo esencialmente ulterior, y esto sólo se puede ver a través si todo lo que se puede reunir de la observación ordinaria de la vida es iluminado y fertilizado por lo que se puede conocer de la visión del mundo desde más allá del umbral. Y el desarrollo de la civilización en el mundo simplemente no puede mejorar a menos que se absorba lo que se puede conquistar para el conocimiento, el sentir y la volición humanos desde más allá del umbral.

Se podría decir que es particularmente doloroso hoy en día que se estén haciendo programas que conciernen a la vida a partir de todo el conocimiento truncado de este conocimiento que ha sido acumulado por la humanidad durante los últimos tres o cuatro siglos. En realidad, nos encontramos en una posición extraña en relación con estos programas de vida. Hay asociaciones religiosas hoy en día, que derivan al menos la redacción de lo que les viene de épocas anteriores, de épocas en las que el antiguo conocimiento de los misterios todavía estaba vivo. Ya no se entiende dentro de las asociaciones religiosas. Sólo se transmite según la redacción, se ha exprimido, se ha convertido en un limón exprimido. En el fondo, ya no existe. En cierto sentido puede ser penetrado por uno u otro, sobre todo cuando uno u otro penetra en lo que su iglesia suele prohibirle penetrar. Entonces puede sacar mucho provecho de los viejos conocimientos confesionales tradicionales. Por ejemplo, si los católicos de hoy piensan sobre la Trinidad y la Encarnación independientemente de lo que se les prescribe, pueden llegar a algo muy significativo. Y en muchos aspectos sería más sabio pensar en la Trinidad o pensar en el credo que condescender con esos movimientos que aparecen hoy y forjan un nuevo credo, un nuevo conocimiento, a partir del conocimiento actual truncado y mutilado de hoyPorque mucho más corto que lo que tradicionalmente ha quedado de los antiguos, pero que está desfigurado por las confesiones, mucho más corto es lo que la humanidad ha acumulado en los últimos siglos y lo que utiliza hoy para lanzar movimientos aparentemente mejoradores en el mundo. Es lamentable ver hoy cómo todo tipo de movimientos socialistas o de mujeres o similares, que se han construido a partir del conocimiento truncado de los últimos siglos, creen que pueden mover el mundo, mientras que solo hablan más allá de lo que realmente importa.

Hay que decir que esto se basa en una cierta arrogancia casi invencible de la humanidad actual, en esa arrogancia que no quiere aprender nada. Cuando alguien se ha convertido en un movimiento, en un partido, suele sentir que el partido no ha alcanzado todavía precisamente lo que ahora tiene por su propia voluntad desde el punto de vista mismo de la vida en el que se encuentra, y ahora lo transmite. Esa es precisamente la lástima de hoy en día, que tantas cosas de corto alcance aparezcan como Reforma. Las cosas realmente provechosas solo se pueden lograr hoy si todo fluye en todo lo que uno quiere hacer aparecer como trascendental, lo que se puede explorar más allá del umbral del mundo sensorial. Como ven, hay una cierta área del espíritu ahí fuera, más allá de la trama del mundo de los sentidos. ¿Para qué sirve este reino del espíritu? Piensen solo que este reino del espíritu, es el mismo mundo en el que no estamos conscientes cuando estamos despiertos, pero en realidad estamos en él con todo nuestro organismo; Porque al estar de pie, al caminar, estamos en este mundo, simplemente no lo vemos. Estamos constantemente atravesando este mundo, estamos en él, actuamos en él, y si hacemos una política en él como la bolchevique, entonces lo que los bolcheviques no ven contraatacará a la humanidad, porque los bolcheviques sólo quieren construir un mundo a partir de lo que ven. Pero no están en el mundo que ven; Están en el mundo que está más allá de la trama del mundo de los sentidos. Cuando hoy aparecen movimientos de mujeres y exigen todo tipo de cosas, lo exigen a partir de lo que ven; pero lo exigen para el mundo que no ven. Por lo tanto, lo que está en realidad allí, pero que no está allí en las demandas que se hacen, siempre contraataca desde el mundo en el que estamos, porque la gente se resiste a tomar algo del mundo espiritual.

Y este mundo, esta área, por supuesto, tiene su significado en el gran cosmos. ¿Para qué sirve? Verán, si miramos el mundo en el que vivimos entre la muerte y un nuevo nacimiento, es un mundo diferente del que está aquí detrás del entramado sensorial. Este mundo, en el que entramos entre la muerte y un nuevo nacimiento, es otro reino de lo espiritual. Es el reino de lo espiritual en el que esencialmente viven esos seres que mencionamos cuando hablamos de las jerarquías de los Ángeles, Arcángeles, etc. Pero este mundo de esos seres de las nueve jerarquías, este mundo, sólo puede existir si, a través del hombre físico, -y sólo a través de él puede hacerlo-, entra en una cierta relación, una relación recíproca con el mundo que he descrito aquí como el reino del mundo espiritual más allá del ámbito de los sentidos.

Si se vive en una casa y se quiere entrar en comunicación con el mundo exterior sin salir, entonces debe uno mirar por la ventana. Si los dioses de las nueve jerarquías quieren entrar en relación con este mundo, entonces deben hacerlo a través del hombre. No pueden hacerlo directamente, tienen que hacerlo a través del ser humano. Esta es una zona del mundo que sólo puede ser considerada por los dioses a través del hombre. El hombre debe salir del mundo a través del cual vive entre la muerte y un nuevo nacimiento a este mundo físico a fin de mediar para los dioses la relación con este mundo que se está desarrollando aquí (véase el diagrama 1). Y este mundo que se desarrolla aquí más allá del ámbito de los sentidos, ¿Para qué sirve? El mundo, que también está ahí, si este mundo no estuviera allí, estaría disperso en todas direcciones. Es el mundo que se dispersa en todas direcciones, (ver el siguiente dibujo, flechas). Es el mundo en el que sólo existen fuerzas de repulsión. Y este mundo aquí, que se encuentra más allá del ámbito de los sentidos, mantiene unido a este mundo (círculo). De modo que podemos decir que cuando el hombre mira el mundo más allá del ámbito de los sentidos, mira el mundo que es el mundo de los seres centrípetos. Mantienen el mundo unido. Hay una tendencia en el otro mundo a ampliarse siempre, a expandirse; Este mundo (círculo) se mantiene unido.

Pero los dioses también entran en contacto con este mundo centrípeto sólo a través del hombre. Este es el significado de que el hombre ha entrado en el cosmos, que el mundo de los dioses puede entrar en relación, en una relación perceptible, en relación con este mundo centrípeto.

Este mundo centrípeto, visto desde más allá del umbral, es frío, helado. Es un mundo que básicamente le toca a uno cuando lo siente, como algo que se solidifica, como algo que se calcifica, pero está lleno de sabiduría. Está, por así decirlo, tejido enteramente de pensamientos llenos de sabiduría, pero frío, rígido, escalofriante. Y el frío y rígido mundo del poder mantiene cohesionado al otro mundo. El hombre no está organizado de tal manera que sienta este mundo directamente. Cualquiera que entre en el área más allá del umbral siente este escalofrío, esta contracción fría. Y esta es una señal de que uno realmente viene al mundo con su yo y con su cuerpo astral, en el cual el hombre entra todas las noches, pero sin conciencia, y por lo tanto no lo siente. Es la señal de que uno entra conscientemente, cuando uno entra en un mundo que lo hace a uno congelarse, que lo impregna a uno con una sabiduría infinitamente intensa llena de luz, pero que lo hace congelarse. Sin este congelamiento, sin este sentimiento de rigidez, no puede uno al principio sentirse con el yo y con el cuerpo astral más allá del umbral.

Esa es la experiencia que se puede hacer. Es algo que, básicamente, solo se puede conquistar como una experiencia. Debe ser precisamente en el sentido de esas discusiones que ustedes encuentran en mi libro Cómo Alcanzar el Conocimiento de los Mundos Superiores y en mi Ciencia Oculta en Bosquejo, todas las cuales son suficientes para hacer estas experiencias, si sólo se persiguen consistentemente, que se debe entrar en el reino más allá del umbral. Es un reino real, tan real como el ámbito del mundo de los sentidos.

Pero si se sabe eso, si se comprende que esta área existe, -no se puedes entender el mundo si no se entiende que esta área existe-, entonces algo más también se aclara, a saber: por qué el hombre camina por esta área. ¿El hombre no puede andar por ahí con este constante temblor, con este constante congelamiento? Por esta razón, el límite se erige en primer lugar para él para su conciencia ordinaria. El hombre realmente experimentaría malas noches si experimentara conscientemente el tiempo que transcurre entre quedarse dormido y despertar. Pero, ¿Por qué el hombre, que también camina en este mismo mundo cuando está despierto, camina por dentro? Él trae a este mundo, a este mundo de fuerzas centrípetas del mundo, lo que vive dentro de él. Y si miramos más de cerca las fuerzas que viven dentro del ser humano, -hablaremos de esto con más detalle mañana-, si las captamos con la mirada del alma, podemos llamarlas amor, calor, calor del alma, y el ser humano lleva el calor del alma a esta zona fría. Él es el calentador de esta zona. Esto es algo que inicialmente pertenece a su tarea cósmica. El hombre es el calentador de esta zona. Al crear a los seres humanos, si se me permite decirlo así, los dioses  crearon, -ahora permítanme decirlo trivialmente-, la apertura precisamente para esta zona, que debe mantener cohesionado el mundo que de otro modo se desintegraría.

Este es sólo un ejemplo, -mañana escucharemos a otros, y a otros, que luego nos llevarán a la esfera social, para que podamos ver qué misión tiene la vida social de los hombres en la tierra para todo el cosmos-, pero este es sólo un ejemplo de cómo el hombre se muestra desde más allá del umbral con una tarea. que no se agota en aquello en lo que uno suele ver su tarea intramundana, sino que el hombre tiene una tarea cósmica, ya que está ahí para algo que se encuentra, por así decirlo, en el gran plan cósmico de los espíritus divinos. Y así como uno debe ver para la existencia del hombre como tal que esta existencia existe precisamente con el propósito de que algo suceda en el universo, así también uno debe ser capaz de ver para todo, para las actividades más pequeñas de la humanidad, que el hombre es verdaderamente un miembro de todo este cosmos, que todo lo que hace significa algo más allá de eso. Lo que puede percibir en primer lugar con su conciencia significa algo en conexión con todo el cosmos, que al expandir las sensaciones humanas ordinarias y mezquinas, estas sensaciones pueden transformarse en un sentido cósmico del mundo. Eso es lo importante en la ciencia espiritual. Y eso es lo que la humanidad necesita ahora.

Precisamente en los últimos tres o cuatro siglos, es cuando toda la humanidad civilizada ha caído fuera de su reino celestial, por así decirlo. Solo le interesaba lo que resulta del nacimiento y la muerte y entre el despertar y el sueño. Hoy en día, toda la vida se compone de esto solamente. Pero esta vida está condenada a la muerte, esta vida es una vida que muere gradualmente. Y poner en esta vida otras tantas teorías socialistas y sus transformaciones en supuestos hechos, que promueven solo el declive. Poned tantos movimientos de mujeres en esta vida y no dejéis que estos movimientos de mujeres sean fecundados por una nueva ciencia espiritual, cada vez menos será posible lograr lo que uno quiere instintivamente con tales movimientos de mujeres y similares.

Uno siempre debe agarrar en el extremo correcto lo que tiene que ser fertilizado hoy. Oswald Spengler, que escribió el libro sobre la decadencia de Occidente y realmente calculó correctamente, sobre la base de suposiciones científicas, que la decadencia de Occidente debe tener lugar a principios del próximo milenio -es cierto que si se tiene en cuenta lo que Oswald Spengler tiene a su disposición-, Oswald Spengler tiene razón hasta cierto punto: esta caída se producirá realmente, si no hay un impacto de la ciencia espiritual. Él no lo admite, por lo que tiene razón desde su punto de vista al escribir solo sobre la decadencia de Occidente. De este sentimiento de decadencia, este Spengler, este teórico de la decadencia, puede decir muchas palabras significativas. Por ejemplo, una vez dijo palabras muy acertadas sobre esas filosofías filisteas o misticismos filisteos, o similares, como quieran llamarlos, que han aparecido en los últimos tiempos, como el vegetarianismo, los discursos sobre la comida, tal como se llevan a cabo habitualmente, sobre todo porque se guardan en esos periódicos filisteos que suelen estar disponibles en los restaurantes vegetarianos. Es una filosofía filistea, es la cosa más filistea que se pueda imaginar. Pero, ¿por qué? ¿Es así en el sentido absoluto? Sí, lo que se dice allí es, por supuesto, ya burgués en sentido absoluto; Pero en los últimos tres o cuatro siglos no se veía cuál era el espíritu detrás de estas cosas. La gente no habla del espíritu hoy en día. El vegetarianismo, el antialcoholismo y otras cosas buenas, todas ellas son discutidas desde el más puro punto de vista materialista. Lo que hay de espiritual detrás de esto no se ve. Y el punto es que son precisamente estas cosas las que realmente han triunfado.

El filisteísmo proviene del hecho de que las personas que quieren empezar a ser espirituales hoy en día son en realidad a menudo los peores materialistas, porque toman los conceptos de otros materialistas y luego de alguna manera construyen un sistema espiritual a partir de ellos.

En este sentido, incluso las construcciones teóricas son extraordinariamente interesantes. Por ejemplo, como la mayoría de ustedes sabrán, hay un cierto Leadbeater en la Sociedad Teosófica. Este Leadbeater ha escrito todo tipo de libros; Un gran número de personas se deleitaron particularmente cuando escribió algo así como una química oculta; Incluso he conocido a eruditos que estaban sumamente encantados con esta química oculta.

¿Qué pasó realmente allí? Que el señor Leadbeater se ha familiarizado con la química materialista del presente, con sus moléculas y átomos. Esta química materialista del presente, describe el oxígeno, el hidrógeno, el nitrógeno, el óxido de hierro, la sosa acética, etc., y la construye sobre estas moléculas y átomos. Leadbeater construye los mundos espirituales, construye los espíritus, construye los ángeles, etc., a partir de tales átomos. Hace del materialismo un espiritualismo. He visto a personas que corrían de un lado a otro, casi encantadas, cuando entre las diversas cosas, -a veces, no es así, esas "manchas de grasa" flotando en la sopa de la Sociedad Teosófica-, cuando una vez había nadado una "mancha de grasa", el llamado "átomo permanente". Este átomo permanente: ¡una cosa extraña! El hombre muere, vuelve a venir al mundo; ¿Qué es lo que está pasando allí? Por supuesto, la gente no podía imaginar que el organismo humano estaba constituido por fuerzas. Sería casi imposible para ellos pensar cómo se organiza el hombre de las extremidades en la siguiente vida, cómo se organiza la cabeza de la vida anterior, porque imaginan que la cabeza y los miembros son sólo algo groseramente material, que se hunde naturalmente en la tumba. No pueden imaginar que hay fuerzas en él, y que estas fuerzas son realmente significativas cuando uno habla de esta manera. Algo tiene que pasar a la próxima vida terrenal. Hay un átomo de todos estos millones, miles de millones de átomos, uno; Este pasa a través del mundo espiritual, luego los átomos del siguiente organismo se agrupan de nuevo alrededor de éste átomo permanente. Era casi el deleite de la gente teosófica ver cómo este ojo gordo, el átomo permanente, nadaba en la sopa de agua de la Sociedad Teosófica, en la sopa de agua espiritual.

En realidad, estas cosas sólo pueden decirse para indicar cómo en el día de hoy todo, incluso lo que tiende a lo espiritual, está devorado por las ideas materialistas de los últimos tres o cuatro siglos, y cómo hay que salir de estas ideas para llegar a algún tipo de construcción. Ciertamente, ya es el caso en el presente, como dije ayer: hay fuerzas que no quieren permitir que surja algo que de alguna manera puede servir a la humanidad para una nueva construcción.

Pueden preguntarse: ¿Quiere la humanidad su caída? - No se puede asumir que la gente quiere la caída de toda la civilización. La observación muestra que lo quieren, porque automáticamente viven en el viejo estilo. Quiero explicarles por qué quieren esto. Sólo necesito referirme a un solo fenómeno, y entonces este fenómeno será una explicación para ustedes. ¿No han visto insectos volando alrededor de la habitación cuando hay una luz ardiente y estos insectos se abalanzan sobre la luz ardiente? Si estudian este fenómeno una vez, tendrán el estado de ánimo de la humanidad actual en la imagen. Sólo hay que tomar los fenómenos de la naturaleza como lo que son, como síntomas de los efectos de las fuerzas en el universo. Pues bien, mañana seguiremos hablando de estas cosas y trataremos de encontrar el puente hacia una determinada idea social.

Traducido por J.Luelmo jun, 2025