GA312 Dornach, 25 de marzo de 1920 - Conocimiento integral del hombre como base de la terapia

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 RUDOLF STEINER

La Ciencia Espiritual y la Medicina


Dornach, 25 de marzo de 1920

 

QUINTA CONFERENCIA : 

Conocimiento integral del hombre como base de la terapia - Anamnesis como fundamento para el discernimiento del organismo suprasensible - El hombre y los reinos de la naturaleza - Homeopatía y Alopatía - Solubilidad, formación de la sal - Proceso del pensar en lo extrahumano - Proceso mineral, proceso mercurial, proceso fosfórico - Relación de la planta con el hombre - Formación del árbol muérdago - Formación de la raíz, formación de la hoja, de la flor, del fruto y su relación con el proceso mineral, mercurial y fosfórico y con el hombre - Sueroterapia.

A medida que avancemos en estas consideraciones cada vez más hacia ese campo especial en el que la patología ha de penetrar en la terapia y se ha de tender un puente entre ambas, será necesario mencionar todo tipo de cosas que, por así decirlo, sólo pueden representar una especie de ideal para el tratamiento y que no pueden utilizarse en toda su extensión. Pero, sin embargo, si se tiene una visión de conjunto de todo lo que se puede considerar en el tratamiento de los enfermos, se podrá extraer una u otra cosa de los detalles y, al menos, saber valorar los hallazgos parciales sobre la enfermedad.
Sobre todo, hay que ver lo importante que es para el tratamiento de un caso, incluso el más específico, reconocer a la persona que tienes delante en su totalidad.
En realidad, este conocimiento de la persona en su totalidad debería extenderse siempre a los momentos más importantes de la vida. Y como a veces los pacientes han confiado en mí y me han hablado de esto o aquello, a menudo me sorprendía, por ejemplo, cuando preguntaba inmediatamente después de unas pocas palabras: ¿Qué edad tiene el paciente? - y el médico no podía dar ninguna información real al respecto, es decir, no daba cuenta de la edad del paciente en cuestión. Como veremos en los próximos días, una de las cosas más importantes es informarse de la edad del paciente con cierta exactitud, porque la terapia depende en gran medida de la edad del paciente. Y si anteayer se dijo de ciertas cosas que ayudan extraordinariamente en algunos casos, pero no en otros, con tales afirmaciones la cuestión es extremadamente obvia.
 [Aquí surge la pregunta de si había alguna relación entre el fracaso y la edad del paciente bajo tratamiento. Debemos recopilar y cotejar registros muy exactos sobre la influencia de la edad en el efecto de los remedios.
Pero entonces se trata de lo siguiente: Siempre hay que tener en cuenta cómo ha crecido realmente el paciente en cuestión, si es bajo y corpulento o alto y larguirucho, y es de gran importancia deducir de ello, de la baja o alta estatura, qué poderes tiene eso que llamamos el cuerpo etérico en el hombre.  He pensado mucho en esto, pero es inevitable, y probablemente no querrán utilizar estas expresiones, que pertenecen a la realidad del ser humano, estas expresiones "cuerpo etérico" y demás. Se podrían sustituir por términos más populares entre los no antropósofos; pero quizá podamos hacerlo al final. Ahora, en aras de una mejor comprensión, limitémonos a utilizar estas expresiones cuando sea necesario. Por lo tanto, el cuerpo etérico, en su, yo diría, intensidad de acción, puede ser evaluado por el grado de crecimiento del ser humano en cuestión. Pero también se debería posiblemente -como he dicho, quiero mencionar todo; no siempre es posible tener en cuenta todo, porque simplemente no se consiguen los datos, pero es bueno saber de todo- indagar sobre todo si en la juventud la persona en cuestión creció lenta o rápidamente, es decir, si permaneció pequeña durante mucho tiempo o si en los años relativamente jóvenes ya era alta y luego se retrasó en el crecimiento. Todo esto apunta a lo que podríamos llamar el comportamiento del cuerpo etérico, es decir, de las expresiones funcionales del ser humano en relación con su cuerpo físico. Y esto hay que tenerlo en cuenta si se quiere reconocer una relación entre el ser humano y sus remedios.
Además, también es necesario reconocer la relación del cuerpo físico y etérico con los miembros superiores del ser humano, con lo que llamamos cuerpo astral, es decir, la verdadera alma, y el yo, el verdadero espíritu. Es necesario averiguarlo con el paciente. Por ejemplo, no hay que dejar de preguntarle si tiene mucha o poca vida de ensueño. Si un paciente tiene mucha vida onírica, esto es extraordinariamente significativo para toda su constitución, pues atestigua que el cuerpo astral y el ego tienen tendencia a desarrollar su propia actividad, que no quieren ocuparse demasiado y a fondo del cuerpo físico, que las verdaderas fuerzas vinculantes del alma humana no fluyen en el sistema de órganos del ser humano.
Además, aunque quizás sea incómodo, hay que indagar si la persona en cuestión es móvil, trabajadora o si tiende a la indolencia. Las personalidades que tienden a la indolencia tienen una fuerte movilidad interna del cuerpo astral y del ego. Puede parecer paradójico, pero esta movilidad no es consciente, es inconsciente.
Y por lo tanto, al ser inconsciente, la persona en cuestión no es en absoluto laboriosa en conciencia, sino que es indolente en su conjunto. Pues lo que yo llamo lo contrario de la indolencia es la capacidad orgánica de intervenir con el ser humano superior en el ser humano inferior, es decir, transferir realmente la actividad del cuerpo astral y del yo al cuerpo físico y al cuerpo etérico.
Y esta capacidad es muy pequeña en los indolentes. Dicho individuo es en realidad, en términos científicos espirituales, un ser humano dormido.
Entonces hay que averiguar si la persona en cuestión es miope o hipermétrope. Las personas miopes son aquellas que también tienen una cierta reticencia de su ego y de su cuerpo astral hacia el cuerpo físico, y la miopía es precisamente uno de los signos más importantes de que se trata de una persona cuya alma espiritual no quiere intervenir en lo físico-corporal.
A continuación, me gustaría ofrecer una sugerencia adicional que algún día podría ser factible. Sería muy importante en el tratamiento de enfermedades y, según creo, podría volverse valioso en la práctica si las diversas profesiones desarrollaran un sentimiento más social. Mi sugerencia es la siguiente: sería de gran utilidad que los dentistas y cirujanos dentales utilizaran sus conocimientos sobre el sistema dental y todo lo relacionado con él, es decir, del sistema digestivo también, para poder ofrecer una especie de diagrama a sus pacientes en cada ocasión de tratamiento o consulta. Por supuesto, los propios pacientes deben ser persuadidos para que cooperen, pero, con algo de sentido social, esto quizás sería posible. En tal diagrama, el dentista anotaría la eficiencia de todos los factores relacionados con la dentición, si hubo alguna tendencia temprana a la caries dental; si los dientes se han mantenido en buenas condiciones en la vida posterior, y así sucesivamente. Como veremos en las próximas conferencias, estos asuntos son cruciales para el juicio correcto de la organización humana total. Y si el médico que tiene que tratar un caso aislado de enfermedad pudiera obtener así un resumen del estado de salud del paciente a partir del estado de sus dientes, el documento sería una base importantísima para el tratamiento.
Además, debe aprender de los propios pacientes sus principales simpatías y antipatías físicas. Es especialmente importante saber si alguna de las personas a las que se propone tratar tiene un gran apetito por la sal, por ejemplo. Deben determinarse sus gustos más pronunciados en la comida. Si tiene un fuerte apetito por todos los sabores salinos, tenemos que tratar con una persona en la que hay una conexión demasiado estrecha entre el ego y el cuerpo astral por un lado, y los cuerpos físico y etérico por el otro. La afinidad entre su alma y espíritu y su organismo corporal es, por así decirlo, demasiado completa. Se puede sacar la misma conclusión de la propensión al vértigo: ataques de vértigo que siguen a movimientos mecánicos externos, como darse vuelta rápidamente. Debe tenerse en cuenta si un paciente se marea fácilmente después de ciertos movimientos corporales.
Además, uno debe familiarizarse -aunque esto es muy sabido- con todas las alteraciones de la secreción, con toda la actividad glandular del paciente. Cuando hay irregularidades de secreción, siempre hay también perturbaciones en la interacción del yo y del cuerpo astral con los cuerpos etérico y físico. Estas son algunas indicaciones de lo que debe comprobarse en la primera consulta con cualquier paciente. Se eligen como ejemplos, pero se percibirá su tendencia general, en lo que respecta a la constitución corporal individual. Más adelante hablaremos también de las indicaciones de los hábitos de vida, del acceso al buen aire, etc. Éstas son más bien cuestiones a considerar en los epígrafes especiales. Pero han tenido un esbozo de la manera de obtener una visión del tipo de persona que tienen que tratar. Porque sólo cuando esto se conoce en detalle, será posible juzgar cómo administrar o componer cualquier remedio.

Quisiera recordar el hecho general antes mencionado de que existe una relación inherente entre el hombre y todo el mundo no humano. En la Ciencia Espiritual esta relación se formula a menudo de esta manera, ciertamente abstracta, en el curso de la evolución la humanidad ha descartado y liberado a los otros reinos naturales de su propia entidad, y por lo tanto las cosas externas conservan una relación con él. Pero en lugar de esta formulación abstracta, tendremos que señalar repetidos casos específicos y concretos de la relación en la organoterapia. Aclaremos, en primer lugar, cuál es la base real de esta reacción reparadora del hombre frente a la naturaleza no humana.
Es sabido que existe una gran controversia sobre este tema. Como explicaremos más adelante, los diferentes métodos de tratamiento se enfrentan entre sí. Una de estas controversias es muy conocida por el público; la que libran los defensores de la homeopatía y de la alopatía, respectivamente. Tal vez les interese conocer el papel que la Ciencia Espiritual debe tomar aquí. Pero su intervención es algo peculiar. Ahora daré una declaración general al respecto, pero reservaré los detalles para posteriores intervenciones. Estrictamente hablando, a la luz de los resultados de la Ciencia Espiritual, no hay alópatas. En realidad, no hay alópatas porque incluso lo que se describe como un remedio alopático está sometido dentro del organismo a un proceso homeopático y cura sólo a través y en virtud de este proceso, de modo que, en realidad, cada alópata es apoyado y ayudado en sus métodos característicos, por los procesos homeopáticos del organismo bajo tratamiento. Esto lleva a cabo lo que el alópata olvida, la dispersión de las partículas de las sustancias curativas. Pero, por supuesto, hay una diferencia considerable, según si aliviamos el organismo de esta función homeopática, o no. Esto se debe simplemente a que dentro de nosotros los procesos curativos están asociados con la condición de estos remedios después de que se han homeopatizado gradualmente, mientras que el organismo no tiene ninguna interacción curativa con las sustancias del mundo exterior en su estado habitual. Cuando éstas se introducen en el organismo, son "cuerpos extraños", que causan perturbaciones y sobrecargas realmente terribles si se carga el cuerpo con las fuerzas contenidas en las dosis alopáticas. Daremos una consideración especial a los casos en los que es imposible aliviar el organismo de este esfuerzo homeopático.
La dosificación homeopática se ha inspirado realmente hasta cierto punto en la propia naturaleza, aunque los fanáticos han ido a menudo demasiado lejos y han sacado conclusiones precipitadas. ¿Cómo podemos encontrar un camino para la relación entre el hombre y su entorno no humano? Como señalé ayer, en otro contexto, no podemos limitarnos a repetir lo que los médicos de antaño han establecido, aunque un estudio inteligente de sus obras puede ser útil. Pero también tenemos que investigar esta interacción entre el mundo humano y el extrahumano con todos los recursos de la ciencia moderna. Y debemos mantenernos firmes en el conocimiento de que no podemos llegar mucho más lejos por medio de la investigación química de diversas sustancias, es decir, por la consideración de los resultados de las pruebas de laboratorio de dichas sustancias. Esto es una especie de microscopía; ya he sugerido que debería ser sustituida por la observación macroscópica del propio Cosmos.

Hoy tengo que presentarles algunos hechos significativos que pueden mostrar hasta cierto punto de qué manera el mundo extrahumano corresponde en una especie de triple división a la triple naturaleza del hombre. En primer lugar, considerad todas las sustancias solubles. La solubilidad es el último y más reciente atributo de especial importancia en la evolución de nuestro planeta, Lo que se ha depositado como elemento sólido se deriva principalmente de un proceso cósmico de solución que ha sido superado y ha amortiguado y arrojado las partículas sólidas. Pero es una visión puramente externa considerar el proceso planetario como un depósito meramente mecánico de sedimentos, y construir la geognosia y la geología sobre esta premisa. Más bien podemos sostener que en el proceso de solución se manifiesta algo que el hombre ha liberado de su propio ser, en la medida en que se produce externamente en la naturaleza extrahumana. Algo que el hombre ha liberado está actuando. Por lo tanto, debemos preguntar cuáles son las relaciones entre los procesos externos de solución y las funciones internas de nuestro organismo.
Es de importancia fundamental, que ciertos individuos en los que el principio anímico y espiritual está demasiado ligado a los cuerpos etérico y físico, tienen hambre o sed orgánica de sal; eso significa que tienden a invertir el proceso de deposición de la sal. Quieren cancelar el proceso de formación de la tierra dentro de sus propios cuerpos, y restaurar la sal a un estado anterior, más primitivo, en el que la tierra se solidificó. Es muy importante incluir estas conexiones en nuestra visión. Permiten comprender realmente las conexiones entre el organismo humano y la naturaleza exterior. Podemos llegar a la conclusión de que nuestra naturaleza humana lleva inherente una necesidad orgánica de invertir ciertos procesos que tienen lugar en el mundo exterior, de luchar contra ellos. Como señalé ayer, existe incluso una resistencia a la fuerza de gravitación, mostrada por la flotabilidad que eleva y suspende el cerebro humano. Esta resistencia es una tendencia general.

¿Y qué significa esta oposición a las fuerzas que consolidan la tierra? Significa nada menos, en esencia, que la liberación del hombre inferior del principio anímico y espiritual, la expulsión de este principio de la esfera inferior a la superior en primera instancia. Así, en todos los casos en que hay un pronunciado apetito por la sal, la esfera orgánica inferior se esfuerza de algún modo por liberarse de la actividad demasiado potente del alma y del espíritu en ella, e intenta, por así decirlo, hacer que esta actividad fluya hacia la esfera orgánica superior.

Supongamos perturbaciones de la función en la esfera inferior, perturbaciones que han sido reconocidas como tales. Más adelante veremos cómo se pueden reconocer los métodos particulares para descubrir las enfermedades resultantes. ¿Qué podemos hacer con ellas?

Aquí debo interpolar un comentario que puede ser útil para aquellos que tienden a ser parciales hacia el uso de los remedios minerales. Esta antipatía no es justificable. Como veremos, los remedios puramente vegetales sólo pueden ser eficaces dentro de límites muy definidos, y los remedios minerales son de gran utilidad, especialmente en los casos más graves. Así que os pido que no os ofendáis, si parto de los remedios minerales, de la eficacia de los remedios minerales, sin embargo, que están incorporados dentro del ámbito de la vida orgánica.
Se puede arrojar una fuerte luz sobre ciertos tratamientos de la pelvis y el abdomen humanos, en relación con los órganos superiores, estudiando la ostra: hay un gran significado en la ostra y el proceso de formación de su concha. La ostra está envuelta en una cubierta de carbonato de cal, Calcarea Carbonica, y expulsa esta sustancia de su cuerpo, para formar la concha. Aquí debéis aceptar una pequeña ayuda de la Ciencia Espiritual; pero si estudiáis la ostra con esta ayuda, os daréis cuenta de que aunque este molusco ocupa una posición muy baja en el mundo animal, su posición en el Cosmos es relativamente elevada. Por esta razón: la fuerza que el hombre lleva en su interior y que se manifiesta como su poder de pensamiento, en el caso de la ostra es extraído para formar la concha. Si la ostra pudiera enlazar las fuerzas formativas que se conducen hacia el exterior con su crecimiento orgánico real, se convertiría en una criatura altamente inteligente y se colocaría en un nivel muy alto en el reino animal.

Las fuerzas que pasan hacia el exterior desde el interior, muestran el camino por el que esta potencialidad se canaliza, se drena hacia el exterior. Y se puede ver claramente, y, por así decirlo, de forma tangible, en el origen de la concha de la ostra, la operación del carbonato de cal. Opera para extraer del organismo el exceso de actividad del alma y del espíritu.
Si encontráis que hay un exceso de actividad espiritual en el abdomen, lo que también ocurre en ciertas formas de enfermedad que caracterizaremos más adelante, tendréis que recurrir al remedio que debéis agradecer a las conchas de ostras o sustancias similares que, me gustaría decir, actúan de dentro hacia fuera a través de los misteriosos poderes de la cal del ácido carbónico. Así que algo esencial en el tratamiento de la curación dependerá de tener claro que ciertos poderes curativos residen en esta conducción desde el interior hacia el exterior. Como ves, todo lo relacionado con remedios como Calcarea carbonica, y lo relacionado con remedios afines, sólo puede estudiarse racionalmente si uno lo ve en ese contexto.
Ahora, en relación con lo que hay en las fuerzas de la cal del ácido carbónico, todo lo que hay en las fuerzas de, digamos, el fósforo, por ejemplo, es polarmente opuesto. Si -y las expresiones que estoy empleando no son en verdad menos científicas en su significado real que lo que hoy suele figurar como ciencia- todo lo salino se comporta de tal manera que se rinde a su entorno, entonces la razón radica en que todo lo salino surge del hecho de que las sustancias correspondientes están desnudas, liberadas del efecto interno de los imponderables, de la luz y de otros imponderables. Quisiera decir que todo lo que es semejante a la sal ha repelido de tal manera lo imponderable de sí mismo por su proceso de origen que no le conviene interiormente.
En cambio, con el fósforo ocurre lo contrario. Y las antiguas cogniciones atávicas han llamado, por tanto, a este fósforo portador de luz, y no sin justificación, porque veían con bastante acierto que realmente lleva lo imponderable, la luz. Lo que la sal mantiene alejado de sí misma, este fósforo lo lleva dentro. Las sustancias que son polos opuestos de la sal son las que, por así decirlo, interiorizan lo imponderable, especialmente la luz, pero también otros imponderables, el calor y similares, y lo convierten en su propiedad interior. En esta circunstancia radica la eficacia curativa de todo lo que reside en el fósforo y que se relaciona de alguna manera con el fósforo en relación con el proceso de curación. Por lo tanto, el fósforo, que interioriza los imponderables, es particularmente adecuado para empujar el cuerpo astral y el yo, si no son del todo capaces de acercarse de vuelta al organismo físico.
Si, pues, tenéis una enfermedad en cualquier paciente -y hablaremos ahora mismo de las enfermedades individuales- y descubrís que el paciente, digamos, sufre de un aumento del sueño, es decir, que al cuerpo astral le gusta separarse del cuerpo físico, ocuparse de su propia actividad, también lo descubriréis en él, Si, además, descubrís en él que está orgánicamente inclinado a las inflamaciones periféricas, lo que a su vez es una prueba de que el cuerpo astral y el ego no están bien asentados en el cuerpo físico, entonces podréis utilizar el poder con el que el fósforo mantiene sus imponderables para llevar a este cuerpo astral y a este yo del hombre a ocuparse más del cuerpo físico. Se podrá utilizar el fósforo para todo tipo de enfermedades en las personas que tienen una vida de sueño inquieto, porque tiende a hacer que el yo y el cuerpo astral vuelvan al cuerpo físico y al cuerpo etérico de forma adecuada.
Así, en cierto modo, el fósforo y lo salino son polos opuestos. Y me gustaría llamar su atención sobre el hecho de que debemos prestar mucha más atención a cómo estas sustancias se sitúan en el proceso completo del mundo que a los nombres especiales individuales que, digamos, la química moderna da a las sustancias individuales. Con el tiempo veremos cómo el fósforo en las sustancias similares al fósforo puede utilizarse como remedio.
Aquí tienen pues, en la naturaleza externa, dos estados que son polares entre sí; el que actúa de manera salina y el que actúa de manera fosfórica. Y entre ellos, hay un tercer grupo: el que actúa mercurialmente. Así como el hombre es un ser triple, una criatura con nervios y sentidos, con sistema circulatorio y con metabolismo; y como la circulación es el puente que une los nervios y los sentidos con las funciones metabólicas: así también hay una función mediadora en la naturaleza externa. Comprende todo lo que no posee, en gran medida, ni el carácter salino ni el carácter de interiorización de los imponderables, sino que -por así decirlo- mantiene el equilibrio entre estos dos, al manifestarse en forma de gotas. Pues las sustancias mercuriales son esencialmente aquellas que tienden a asumir la forma de gotas, en virtud de su combinación interna de fuerzas. Este es el punto que importa en todas las sustancias mercuriales, y no el hecho de que se las conozca hoy con el nombre de azogue. La prueba de lo que es mercurial es la combinación de fuerzas por la que una sustancia se encuentra a medio camino entre la tendencia licuadora de la salina, y la tendencia concentradora en la que se mantienen los imponderables. Así pues, debemos prestar especial atención al estado de las fuerzas que son más evidentes en todas las sustancias mercuriales. Encontraréis, pues, que estas substancias mercuriales están principalmente ligadas a todo lo que está calculado para hacer que se equilibren las actividades para las cuales las substancias fosforadas y salinas están mejor calificadas. Encontraremos que sus efectos sobre el organismo no son contradictorios con las indicaciones que acabamos de dar, cuando tratemos especialmente de las enfermedades sifilíticas y similares.
En este esbozo de los tres grupos: Salino. Mercurial. Fosfórico. os he presentado los tipos minerales más conspicuos. Pero al tratar del grupo salino, ya hemos tenido que referirnos a una actividad orgánica, tal como se manifiesta en la formación de la concha de la ostra, que actúa detrás de la naturaleza salina. Tal proceso orgánico actúa en cierto modo también cuando los imponderables se concentran en el fósforo. Pero como en ese caso, todo depende de la interiorización, el proceso se hace menos evidente externamente. Pasemos ahora de la contemplación de estas formas típicas que se manifiestan en el mundo exterior, a otros procesos que han sido segregados en una época diferente a la del hombre, es decir, la vida vegetal.

Como ya hemos reconocido desde un punto de vista algo diferente, el carácter de la planta representa lo contrario de la actividad propia del organismo humano. Pero en la propia planta podemos diferenciar claramente tres tipos de manifestación. Esta triple diversidad se percibe muy claramente, al observar la que se despliega hacia la tierra para formar la raíz y la que brota hacia arriba para enviar la flor, el fruto y la semilla. La dirección externa en el espacio como tal indica el contraste entre la naturaleza vegetal y el Hombre (el animal debe ser dejado de lado por el momento). Este contraste de dirección contiene algo de gran importancia y valor. La planta se hunde en la tierra con sus raíces y extiende su flor, sus órganos reproductores, hacia arriba. El hombre es todo lo contrario en su relación con el Cosmos. Envía sus raíces, por así decirlo, hacia arriba, con su cabeza, y se esfuerza hacia la tierra con sus órganos de reproducción. Por lo tanto, no es en absoluto irrazonable imaginar nuestro cuerpo humano como una planta, con su raíz hacia arriba y su flor hacia abajo en los órganos reproductores. Porque la naturaleza de la planta está encajada, por así decirlo, en el ser humano. Y además, hay una diferencia notable en el hombre y el animal en que la planta oculta en el animal se encuentra horizontalmente, es decir, en ángulo recto con respecto a la dirección de las plantas en crecimiento, mientras que el hombre se ha vuelto completamente y ha ejecutado un semicírculo de 180 grados en comparación con la planta. Este es uno de los hechos más instructivos para el estudio de la relación del hombre con el mundo exterior.
Si nuestros estudiantes de medicina investigaran más de cerca estos asuntos macrocósmicos, aprenderían más de las fuerzas que operan, incluso, por ejemplo, en las células vivas, que a través de los métodos de la microscopía. Pues las fuerzas más importantes que actúan incluso en las células -y de manera muy diferente en las plantas, los animales o el hombre- pueden ser observadas y estudiadas macroscópicamente. El alma humana puede estudiarse mucho mejor, observando la cooperación de lo que se extiende verticalmente hacia arriba y hacia abajo, y lo que se encuentra en el equilibrio de lo horizontal. Estas fuerzas pueden ser observadas en el macrocosmos y son operativas hasta en los tejidos celulares. Y lo que está activo dentro de las células, es de hecho nada menos que la imagen de este funcionamiento macrocósmico.

Consideremos la vegetación de la Tierra; pero no a la manera habitual, vagando por la superficie terrestre para contemplar una planta junto a otra, examinarla minuciosamente en todas sus partes, inventar un título de dos o tres nombres distintos, y luego enumerar la planta en un sistema de clasificación. No: hay que tener en cuenta que toda la tierra es una sola entidad, y que todo el mundo vegetal pertenece al organismo de la Tierra como tu cabello pertenece al tuyo - (aunque con esta diferencia, que los cabellos se parecen mucho entre sí mientras que las plantas son diversas y difieren unas de otras). No se puede considerar la planta individual como un organismo independiente, como tampoco se puede considerar el cabello individual. La causa de la variedad entre las plantas es simplemente ésta; la Tierra en su interacción con el resto del Cosmos desarrolla diferentes fuerzas hacia las más diversas direcciones, y de esta manera da una organización diferente a las plantas. Pero hay una cierta unidad básica en la constitución de la tierra, de la que deriva todo el crecimiento de las plantas. Por eso es importante la siguiente consideración. Para dar un ejemplo, supongamos que se estudian los hongos y las setas: para éstos la propia tierra es, por así decirlo, el soporte y la matriz. Si subimos en la escala hasta las hierbas, la tierra también las sostiene y las nutre, pero las fuerzas externas a la tierra también influyen en la formación de sus hojas y flores: la fuerza de la luz, por ejemplo. Y lo más interesante de todas las formas vegetales son los árboles. Si se fijan en los árboles, reconocerán que la formación de sus tallos o troncos (en virtud de la cual los árboles se vuelven perennes) representa una continuación de lo que es toda la tierra para la planta que anida en ella. Visualicen esta relación entre la tierra y la planta. La planta herbácea surge de la tierra. Esto significa que debemos buscar en la propia tierra las fuerzas fundamentales para el crecimiento, que interactúan con las fuerzas que llegan a nuestra tierra desde el Cosmos. Pero cuando un árbol crece, no os escandalicéis demasiado por lo que digo, pues esto es realmente así: la tierra se eleva y crece, por así decirlo para cubrir lo que formalmente fluyó directamente de la tierra a la planta herbácea. Esta brota en el tronco - y todos los troncos de los árboles son realmente excrecencias de la tierra. Si hemos olvidado esto, es debido a ese espantoso concepto materialista de hoy en día, de que la tierra está compuesta meramente de minerales. La gente no se da cuenta de lo imposible que es el concepto de una tierra mineral. La tierra tiene otras fuerzas además de las que se segregan en el reino mineral; tiene las fuerzas que brotan en la vegetación.
Estas fuerzas se elevan de la tierra y se convierten en troncos. Y todo lo que crece sobre los troncos está en una relación con ellos comparable a la de las formas vegetales inferiores y las hierbas con la tierra misma.

En efecto, yo diría que el suelo de la tierra es en sí mismo el tronco, o el tallo principal, de esos crecimientos vegetales menores, y que los árboles formaron un tronco adicional para transportar sus órganos esenciales: las flores y las semillas. De este modo, observarán que hay una cierta diferencia en cuanto a si tomo una flor de un árbol o de una planta parecida a la hierba. Consideren además la formación de las plantas parásitas, más especialmente el muérdago. En ella se encuentran las flores y los órganos de la semilla que normalmente están unidos a la planta de soporte, separados y pegados a un tallo como un proceso aparte. Así, el proceso de formación del muérdago representa una intensificación de lo que está activo en la formación de flores y semillas, y al mismo tiempo, en cierto modo, una separación de las fuerzas terrestres. Lo que no es terrestre en la planta se emancipa en la formación del muérdago. Vemos que ese impulso ascendente alejado de la tierra, que interactúa con las fuerzas extraterrestres, se libera y separa gradualmente en la eflorescencia de la flor y el fruto, y llega a una notable individualización y emancipación, en el muérdago.

Teniendo esto en cuenta, junto con las variadas formas de las plantas; habrán de admitir que debe haber una considerable diferencia orgánica según una planta tienda más al desarrollo de la raíz, sus fuerzas de crecimiento se manifiestan principalmente en la raíz, pero sus flores son pequeñas o incluso están atrofiadas. Tales plantas tienden más hacia las fuerzas de la tierra. Las plantas que se liberan de las fuerzas de la tierra son las que se entregan a la formación de flores y semillas o, sobre todo, las que viven como parásitos de otras del reino vegetal.

Todas las plantas tienden a hacer predominar algún órgano en particular. Por ejemplo, la piña, que tiende a hacer predominar su tallo, o cualquier otra planta. Cada órgano principal de la planta, raíces, tallos, hojas, flores, frutos, se convierte en el órgano principal y más conspicuo de este o aquel tipo de planta. Tomemos, por ejemplo, el Equisetum (la cola de caballo), y observemos la tendencia a convertirse en todo tallo. Otras especies, a su vez, tienden a convertirse en hojas,

Existe un cierto paralelismo entre estas tendencias divergentes en el crecimiento vegetal y esos tres tipos de actividad mineral en el mundo exterior que he enumerado hoy. Consideremos la tendencia emancipadora en las plantas - ese impulso que culmina en la actividad de las especies parásitas; he aquí algo que tiende a la interiorización de los imponderables. Lo que sale del cosmos como imponderables se recoge y se conserva tan definitivamente en las flores y los frutos, si las flores y los frutos prevalecen, como en la sustancia fosfórica. Así que podemos sostener que, en cierto sentido, las flores, las semillas y todo lo que tiende al desarrollo del muérdago y otros parásitos en las plantas son "fosfóricos". Y en el polo opuesto nos encontramos con que el proceso radicular que la planta desarrolla al considerar la tierra como su tierra madre está estrechamente relacionado con la formación de sal.
De este modo, ambas polaridades se enfrentan en el mundo de la planta. Y más aún: en la vinculación visible entre el proceso de la flor y el fruto que se extiende hacia arriba y el anclaje hacia abajo en la tierra se encuentra la actividad mediadora del proceso mercurial.

Ahora, tengan en cuenta la colocación opuesta de los órganos, en el hombre y en la planta respectivamente. La conclusión es que todas las sustancias que tienden hacia el interior para la formación de las flores y de los frutos deben estar estrechamente relacionadas con los órganos del hipogastrio y con todos aquellos órganos dirigidos y orientados por ellos. Toda sustancia fosfórica debe, pues, tener una estrecha interacción con estos órganos humanos inferiores. Lo confirmaremos próximamente. Por otra parte, todo lo que tiende al desarrollo de las raíces estará íntimamente relacionado con todos los órganos de la organización superior. Pero, naturalmente, hay que tener en cuenta que no podemos hacer una simple y externa división en tres del cuerpo del hombre. Por el contrario, por ejemplo, mucho de lo que pertenece a la región orgánica más baja, el sistema digestivo, se esfuerza por su continuación, por así decirlo, en dirección a la cabeza. Es un error completo, y podría decirse que sería absurdo suponer que la sustancia del sustrato del pensamiento se da principalmente en la materia gris del cerebro. Esto no es así. La materia gris sirve principalmente para conducir el alimento al cerebro. Es esencialmente una colonia del tracto digestivo, que rodea al cerebro para alimentarlo, mientras que la materia blanca del cerebro tiene una gran importancia como sustancia sustrato del pensamiento. En la estructura anatómica de la materia gris se encuentra algo que está mucho más ligado a una función más general de todo el organismo, que a la función que se le suele atribuir. Como veis al tratar de la digestión, no podemos limitarnos a las regiones abdominales inferiores. Sin embargo, al considerar lo que se deriva de las raíces o está relacionado con ellas, encontraremos una afinidad definida con lo que puede aplicarse a la esfera orgánica superior en el hombre. Y todas aquellas porciones de las plantas que logran el equilibrio entre el proceso de la flor y el fruto, y el proceso de la raíz, y que se manifiestan en las hierbas comunes a través de las hojas, tendrán como decocción una influencia especial sobre los trastornos circulatorios, es decir, sobre el equilibrio rítmico entre las esferas superior e inferior. He aquí, pues, el paralelismo entre los minerales que absorben y concentran los imponderables, los minerales que repelen los imponderables, y el grupo intermedio, y toda la configuración de la planta.

Esto le proporciona el primer método racional (como lo indica la planta misma, en el desarrollo respectivo de tal o cual órgano) de establecer una relación mutua con el organismo humano. Veremos cómo funciona este principio básico en detalle.
Hemos señalado estas relaciones mutuas entre lo vegetal, lo mineral y lo humano. En los últimos tiempos, se ha producido una adición muy esperanzadora, en la relación e interacción sugerida entre las sustancias humanas y animales. Pero no sólo las primeras incursiones en la sueroterapia se llevaron a cabo con métodos curiosos; también hay objeciones a la sueroterapia habitual, en principio.

En efecto, cuando se introdujo la sueroterapia, Behring procedió de una manera un tanto extraña. Los que se limitaron a seguir los numerosos discursos que se pronunciaron y las publicaciones que se editaron, que trataban de los meros flecos del problema y de los resultados que se esperaban del suero, recibieron la impresión de que era inminente una reforma profunda de toda la práctica médica. Pero después de leer detenidamente la descripción de los experimentos reales que figuraban en los documentos científicos fundamentales, se enteraron -sin exagerar, como probablemente puedan confirmar algunos de mis oyentes- de que este tratamiento basado en pruebas con cobayas (como material de laboratorio), que se proponía extender a los sujetos humanos, había resultado "exitoso" con un número "notablemente grande" de cobayas. En realidad, sólo uno entre las legiones de estas criaturas tratadas con el suero mostró un resultado favorable. Repito, un solo conejillo de indias en un tratamiento de prueba tan disfrazado, en un momento en el que el gran tambor ya había empezado a sonar en la causa de la sueroterapia. Cito este único hecho, y creo que algunos de ustedes ya lo conocen bien. Y si se me permite llamarlo así, esta extraordinaria dejadez intelectual en la publicidad científica merece quedar definitivamente registrada en la historia de la Ciencia. Para afirmar hoy en principio lo que se esbozará en detalle durante las siguientes conferencias: - no son los procesos del mundo extrahumano los más aparentes superficialmente, los que actúan más eficazmente en la humanidad, sino los que deben ser descubiertos y extraídos de los niveles más profundos del ser.

El hombre está realmente relacionado, en cierto modo, con todo lo que se ha desprendido de su ser: con el proceso fosfórico, y el proceso salino, el proceso de la flor, el proceso de la fruta, el proceso de la raíz, el proceso de la formación de la hoja; pero en un sentido inverso, llevando en él la tendencia a cancelar y cambiar en su contrario lo que se manifiesta en la naturaleza externa.

No ocurre lo mismo con los animales. Porque el animal ya ha recorrido la mitad del camino hacia la humanidad; el hombre no se opone en el mismo sentido al animal, sino que se encuentra más bien en ángulo recto con el animal. Ha alcanzado un ángulo de 180 grados con respecto a la planta. Esto es significativo y exige una seria consideración cuando se plantea la cuestión del uso de sueros y remedios similares de origen animal.
Traducido por J.Luelmo ene.2022





GA021 La dependencia física y espiritual del ser humano

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RUDOLF STEINER

Sobre los enigmas del alma


 La dependencia física y espiritual del ser humano



Quisiera ahora esbozar lo que he descubierto sobre las relaciones entre el elemento anímico y el elemento físico-corporal. Puedo afirmar que estoy describiendo aquí los resultados de una investigación científico-espiritual de treinta años de duración. Sólo en los últimos años me ha sido posible captar los elementos pertinentes en pensamientos expresables en palabras de tal manera que he podido llevar a cabo provisionalmente lo que estaba intentando lograr. También me gustaría permitirme presentar los resultados de mi investigación sólo en forma de indicaciones. Es totalmente posible fundamentar estos resultados con los medios científicos disponibles hoy en día. Esto sería el tema de un libro extenso, que las circunstancias no me permiten escribir en este momento.

Si se busca la relación entre el elemento anímico y el elemento corporal, no se puede basar en la división que Brentano hace de nuestras experiencias anímicas (descrita en la página 69 y siguientes de este libro) en imágenes mentales, juicios y los fenómenos de amar y odiar. En la búsqueda de las relaciones pertinentes, esta división conduce a una distorsión tal de las circunstancias relevantes que no se pueden obtener resultados que concuerden con los hechos. En una investigación como la nuestra, hay que partir de la división rechazada por Brentano: en imágenes mentales, juicios y fenómenos de amar y odiar. El alma, en efecto, se expresa en el sentimiento y la voluntad. Si ahora se reúne todo el elemento anímico que se experimenta como representación mental y se buscan los procesos corporales con los que se relaciona este elemento anímico, se encuentra la conexión adecuada al poder vincularse, en gran medida, con los resultados de la psicología fisiológica actual. Las contrapartes corporales del elemento anímico de la representación mental se encuentran en los procesos del sistema nervioso, con sus extensiones en los órganos sensoriales por un lado y en la organización interna del cuerpo por el otro. No importa cuánto, desde el punto de vista antroposófico, uno tenga que pensar muchas cosas de manera diferente a la de la ciencia moderna, esta ciencia proporciona una base excelente.

No sucede lo mismo cuando se trata de determinar las contrapartes corporales de la sensación y la voluntad. Para ello es necesario trazar un camino correcto dentro del ámbito de los descubrimientos de la fisiología actual. Una vez que se ha llegado a ese camino, se descubre que, así como es necesario relacionar la representación mental con la actividad nerviosa, también es necesario relacionar la sensación con ese ritmo vital que se centra en la actividad respiratoria y está conectado con ella. Al hacerlo, hay que tener en cuenta que, para nuestros propósitos, es necesario seguir el ritmo respiratorio, con todo lo que está relacionado con él, hasta las partes más periféricas de nuestro organismo. Para lograr resultados concretos en esta área, es necesario seguir los resultados de la investigación fisiológica en una dirección que todavía hoy es bastante inusual. Sólo cuando se logra esto, desaparecen todas las contradicciones que surgen al principio cuando se unen la sensación y el ritmo respiratorio. Lo que al principio inspira contradicción, al estudiarlo más a fondo, resulta ser una prueba de esta relación.

Tomemos un ejemplo de la amplia zona que debe explorarse aquí. La experiencia de la música se basa en el sentimiento. Sin embargo, el contenido de las configuraciones musicales vive en nuestra representación mental. La percepción del sonido se transmite a través de la audición. ¿A través de qué surge la experiencia musical? La imagen mental de la configuración del sonido, que se basa en el órgano del oído y en un proceso nervioso, no es todavía esta experiencia musical. Esta última surge del hecho de que en el cerebro el ritmo respiratorio, en su extensión hacia este órgano, se encuentra con lo que se realiza por el oído y el sistema nervioso. Y el alma vive entonces no sólo en lo que se oye y se representa, sino que vive en el ritmo respiratorio; experimenta lo que se libera en el ritmo respiratorio a través del hecho de que lo que está sucediendo en el sistema nervioso impacta en esta vida rítmica, por así decirlo. Solo hay que ver la fisiología del ritmo respiratorio bajo la luz correcta y se llegará a un reconocimiento completo de la afirmación: el alma tiene experiencias sensoriales al basarse en el ritmo respiratorio de la misma manera que se basa, en la representación mental, en los procesos nerviosos.

En cuanto a la voluntad, se encuentra que se basa, de manera similar, en procesos metabólicos. También aquí es necesario incluir en el estudio todas las ramificaciones y extensiones pertinentes de los procesos metabólicos dentro de todo el organismo. Así como, cuando se representa mentalmente algo , se produce un proceso nervioso mediante el cual el alma toma conciencia de su representación mental, y así como, cuando se siente algo , se produce una modificación del ritmo respiratorio a través de la cual surge un sentimiento en el alma: así también, cuando se desea algo , se produce un proceso metabólico, que es el fundamento corporal de lo que se experimenta en el alma como voluntad.

Ahora bien, en el alma sólo se da una experiencia plenamente consciente y despierta en relación con la representación mental mediada por nuestro sistema nervioso. Lo que es mediado por el ritmo respiratorio vive en la conciencia ordinaria con aproximadamente la misma intensidad que las representaciones oníricas. A esto pertenece todo lo que es de naturaleza sensible: todas las emociones, pasiones, etc. Nuestra voluntad, que se basa en procesos metabólicos, se experimenta en un grado de conciencia no superior al que se da en la conciencia completamente borrosa de nuestro estado de sueño. Un estudio más detallado de los hechos pertinentes mostrará que experimentamos nuestra voluntad de una manera completamente diferente a nuestra representación mental. Experimentamos esta última como si viéramos una superficie coloreada, experimentamos la voluntad como una especie de área negra sobre un campo coloreado. Vemos algo dentro de la zona donde no hay color, de hecho, porque, en contraste con su entorno de donde provienen las impresiones de color, tales impresiones no nos llegan: podemos imaginar la voluntad mentalmente porque, dentro de las experiencias del alma de imágenes mentales, en ciertos lugares, se inserta una no-imagen que se coloca en nuestra experiencia plenamente consciente de la misma manera que, en el sueño, las interrupciones de la conciencia se colocan en el curso consciente de la vida. La multiplicidad de nuestra experiencia del alma -en la imagen mental, el sentimiento y la voluntad- resulta de estos diferentes tipos de experiencia consciente.

En su libro Directrices de psicología fisiológica , Theodor Ziehen llega a caracterizaciones significativas del sentimiento y la voluntad. En muchos sentidos, este libro es un excelente ejemplo de la manera científica-naturalista actual de considerar la conexión entre los elementos físicos y psíquicos del hombre. La representación mental, en todas sus diferentes formas, se relaciona con el sistema nervioso, que también debe reconocer el punto de vista antroposófico. Sin embargo, sobre el sentimiento, Ziehen dice:

Casi sin excepción, la psicología anterior consideraba las emociones como manifestaciones de una capacidad del alma particular e independiente. Kant situó el sentimiento de placer y dolor, como facultad particular del alma, entre la capacidad de conocer y la capacidad de desear, y subrayó explícitamente que no era posible seguir rastreando estas tres capacidades del alma hasta llegar a un terreno común. En contraposición a esta visión, nuestros análisis anteriores ya han demostrado que los sentimientos de placer y dolor no existen en absoluto en este tipo de independencia, sino que surgen sólo como características o rasgos -como los llamados matices del sentimiento- de sensaciones e imágenes mentales.

Así pues, esta manera de pensar no atribuye al sentimiento ninguna independencia en nuestra vida anímica, sino que sólo ve en él un rasgo de la representación mental. De ahí que no sólo considere nuestra vida en la representación mental, sino también nuestra vida afectiva como basada en procesos nerviosos. Para ella, el sistema nervioso es la parte del cuerpo a la que se asigna todo el elemento anímico. Pero esta manera de pensar, al fin y al cabo, se basa en el hecho de que inconscientemente ya ha pensado de antemano lo que quiere que sean sus hallazgos. Sólo concede el estatuto de «elemento anímico» a lo que se relaciona con los procesos nerviosos, y por tanto debe considerar lo que no puede asignarse al sistema nervioso, es decir, el sentimiento, como algo que no tiene existencia independiente, como un mero atributo de la representación mental. Quien no se equivoca de este modo con sus conceptos y es imparcial en sus observaciones anímicas, reconocerá de la manera más precisa la independencia de nuestra vida afectiva; y, en segundo lugar, la evaluación imparcial de los conocimientos fisiológicos le permitirá comprender que el sentimiento debe asignarse al ritmo respiratorio de la manera antes descrita.

El modo de pensar de las ciencias naturales niega a la voluntad la existencia de un ser independiente en nuestra vida anímica. La voluntad ni siquiera tiene el estatuto de atributo de la representación mental, como sí lo tiene el sentimiento. Pero esta negación se basa también en el hecho de que se quiere atribuir todo lo que tiene una naturaleza anímica real a los procesos nerviosos. Ahora bien, no es posible relacionar la voluntad en su naturaleza particular con los procesos nerviosos reales. Precisamente cuando se analiza esto con una claridad ejemplar, como lo hace Theodore Ziehen, se puede llegar a la conclusión de que el análisis de los procesos anímicos en su relación con la vida del cuerpo «no ofrece motivos para suponer una capacidad de voluntad separada». Y, sin embargo, la observación imparcial del alma obliga a reconocer una vida independiente de la voluntad, y una visión realista de los hallazgos fisiológicos demuestra que la voluntad como tal no debe relacionarse con los procesos nerviosos, sino más bien con los procesos metabólicos.

Si se desea crear conceptos claros en este campo, es necesario considerar los hallazgos fisiológicos y psicológicos a la luz que exige la realidad, pero no de la manera en que esto ocurre en la fisiología y la psicología actuales, donde se arroja luz sobre preconcepciones, definiciones e incluso, de hecho, sobre simpatías y antipatías teóricas. Sobre todo, debemos examinar con atención las interrelaciones de la actividad nerviosa, el ritmo respiratorio y la actividad metabólica, ya que estas formas de actividad no están una al lado de la otra , sino que están en La actividad metabólica está presente en todo el organismo, permea los órganos del ritmo y de la actividad nerviosa, pero no es el fundamento corporal de la sensación en el ritmo; en la actividad nerviosa no es la base de la representación mental; en ambos casos, la voluntad activa que permea el ritmo y los nervios debe asignarse a la actividad metabólica. Sólo un sesgo materialista puede establecer una conexión entre lo que existe en el nervio como actividad metabólica y representación mental. Un estudio arraigado en la realidad dice algo completamente diferente. Debe reconocer que el metabolismo está presente en el nervio en la medida en que la voluntad lo permea. Del mismo modo, el metabolismo está presente en el aparato corporal del ritmo. La actividad metabólica en este aparato tiene que ver con la voluntad presente en este órgano. Uno debe conectar la voluntad con la actividad metabólica y la sensación con los sucesos rítmicos, sin importar en qué órgano se encuentre el metabolismo o el ritmo. En los nervios, sin embargo, está ocurriendo algo completamente diferente del metabolismo y el ritmo. Los procesos corporales del sistema nervioso que proporcionan la base de la representación mental son difíciles de captar fisiológicamente, pues allí donde se produce la actividad nerviosa, allí está presente la representación mental de la conciencia ordinaria. Pero también es cierto lo contrario: allí donde no se realiza la representación mental, nunca se encuentra actividad nerviosa, sino sólo actividad metabólica en el nervio y un matiz de función rítmica. La fisiología nunca llegará a conceptos que estén de acuerdo con la realidad en el estudio de los nervios mientras no comprenda que la verdadera actividad nerviosa no puede en absoluto ser objeto de observación sensorial fisiológica. La anatomía y la fisiología deben llegar al conocimiento de que pueden descubrir la actividad nerviosa sólo mediante un método de exclusión. Lo que no es perceptible sensorialmente en la vida del nervio, pero cuya presencia -e incluso su modo característico de funcionamiento- se demuestra necesario por lo que es perceptible sensorialmente: eso es la actividad nerviosa. Se llega a una imagen positiva de la actividad nerviosa si se examina el proceso material por el cual el ser puramente anímico-espiritual de un contenido vivo de nuestra representación mental -tal como se describe en el primer ensayo de este libro- se reduce a la representación mental inerte de la conciencia ordinaria. Sin este concepto, que es necesario introducir en la fisiología, no hay posibilidad en esta ciencia de enunciar qué es la actividad nerviosa. La fisiología ha desarrollado métodos para sí misma que, por el momento, ocultan este concepto en lugar de revelarlo. E incluso la psicología se ha bloqueado su propio camino en esta región. Basta con observar, por ejemplo, cómo la psicología herbartiana ha trabajado en esta dirección. Ha vuelto su mirada sólo a la vida de nuestra representación mental y ve en el sentimiento y la voluntad sólo efectos de nuestra vida en la representación mental. Pero estos efectos se desvanecen ante la llegada del conocimiento. Si al mismo tiempo no se dirige la mirada de manera imparcial hacia la realidad del sentir y de la voluntad, mediante esa disolución no se puede llegar a ninguna coordinación realista del sentir y de la voluntad con los procesos corporales.

El cuerpo en su conjunto , no sólo la actividad nerviosa que lo compone, es la base física de nuestra vida anímica. Y así como para la conciencia ordinaria nuestra vida anímica puede transcribirse como imágenes mentales, sentimientos y voluntad, también nuestra vida corporal puede transcribirse como actividad nerviosa, función rítmica y procesos metabólicos.

Inmediatamente surge la pregunta: ¿Cómo se integra en el organismo, por un lado, nuestra percepción sensorial real, que no es más que una prolongación de la actividad nerviosa, y, por otro lado, cómo se integra en el organismo nuestra capacidad de movimiento, a la que conduce la voluntad? La observación imparcial muestra que ni una ni otra pertenecen al organismo en el mismo sentido que la actividad nerviosa, la función rítmica y los procesos metabólicos. Lo que ocurre en un órgano sensorial es algo que no pertenece directamente al organismo en absoluto. Con nuestros sentidos tenemos el mundo exterior extendiéndose como abismos en el ser del organismo. Mientras que el alma engloba en un órgano sensorial un suceso externo, no participa en un suceso orgánico interno, sino más bien en la continuación del suceso externo en el organismo. (Mencioné estas conexiones internas epistemológicamente en una conferencia en la Conferencia de Filosofía de Bolonia en 1911.)

En el proceso de movimiento no se trata de algo físico cuya esencia reside en el interior del organismo, sino de un funcionamiento del organismo en las relaciones de equilibrio y de fuerzas en las que se encuentra respecto del mundo exterior. En el organismo, a la voluntad sólo se le asigna el papel de un proceso metabólico, pero el acontecimiento provocado por este proceso es al mismo tiempo una realidad dentro de la interrelación de equilibrio y de fuerzas del mundo exterior; y al ser activa en la voluntad, el alma trasciende el ámbito del organismo y participa con sus actos en los acontecimientos del mundo exterior.

La división de los nervios en nervios sensoriales y motores ha creado una terrible confusión en el estudio de todas estas cosas. Por muy arraigada que parezca esta división en el cuadro fisiológico actual de las cosas, no se basa en una observación imparcial. Lo que la fisiología presenta sobre la base de la separación de nervios o de la eliminación patológica de ciertos nervios no prueba lo que aparece sobre la base de la experimentación o la experiencia externa; prueba algo completamente diferente. Prueba que no existe en absoluto la diferencia que se supone que existe entre los nervios sensoriales y los motores. Al contrario, ambos tipos de nervios son de la misma naturaleza . El llamado nervio motor no sirve al movimiento en el sentido supuesto en las enseñanzas de la teoría de la división, sino que, como portador de la actividad nerviosa , sirve a la percepción interna de ese proceso metabólico que subyace a nuestra voluntad, exactamente del mismo modo que el nervio sensorial sirve a la percepción de lo que ocurre en el órgano sensorial. Mientras el estudio de los nervios no trabaje con conceptos claros a este respecto, no se llegará a una relación correcta de nuestra vida anímica con la vida del cuerpo.

De la misma manera que psico-fisiológicamente se puede buscar la relación de la vida anímica con la vida corporal, que transcurre en la representación mental, el sentimiento y la voluntad, también se puede intentar antroposóficamente conocer la relación que el elemento anímico de la conciencia ordinaria tiene con la vida espiritual. Y allí se descubre, mediante los métodos antroposóficos descritos en este libro y en otros míos, que así como nuestra representación mental encuentra un fundamento corporal en nuestra actividad nerviosa, también encuentra una base en el reino espiritual. En la otra dirección, en el lado opuesto al cuerpo, el alma se encuentra en relación con un elemento espiritualmente real que es el fundamento de la representación mental de la conciencia ordinaria. Este elemento espiritual, sin embargo, sólo puede experimentarse mediante una cognición visual. Y se experimenta a través de su contenido que se presenta a la conciencia visual como Imaginaciones diferenciadas. Así como, hacia el cuerpo, nuestra representación mental se basa en la actividad nerviosa, así también desde el otro lado, fluye hacia nosotros desde un elemento espiritualmente real, revelándose en Imaginaciones. Este elemento espiritualmente real es lo que en mis libros se llama el cuerpo etérico o vital. (Al hablar del cuerpo etérico siempre recalco expresamente que no se debe hacer ninguna excepción ni a la palabra “cuerpo” ni a la palabra “etérico”, pues lo que expongo demuestra claramente que no se debe interpretar el asunto en un sentido materialista.) Y este cuerpo vital (en el cuarto volumen del primer año de la revista “ Das Reich ”, también utilicé la expresión “cuerpo de fuerzas formativas”) es el elemento espiritual del que fluye la vida de representación mental de nuestra conciencia ordinaria desde el nacimiento (o, por así decirlo, la concepción) hasta la muerte.

El sentimiento en nuestra conciencia ordinaria se basa, por el lado corporal, en la función rítmica. Por el lado espiritual, fluye de un elemento espiritualmente real que se descubre en la investigación antroposófica mediante métodos que llamo "Inspiración" en mis escritos. (De nuevo, debe notarse que con este concepto me refiero sólo a lo que he parafraseado en mi trabajo; por lo tanto, uno no debe confundir este término con lo que los laicos entienden por esta palabra). Para la conciencia vidente, el ser espiritualmente real subyacente al alma y alcanzable por la Inspiración es su propio ser espiritual, trascendiendo el nacimiento y la muerte. Esta es la región donde la antroposofía emprende sus investigaciones científico-espirituales sobre la cuestión de la inmortalidad humana. Así como en el cuerpo, a través de la función rítmica, se manifiesta la parte mortal de la naturaleza sensible del hombre, así, en el contenido de la Inspiración de la conciencia vidente, se manifiesta el núcleo espiritual inmortal de nuestro ser anímico.

Para la conciencia que ve, nuestra voluntad, que se basa en procesos metabólicos hacia el cuerpo, fluye desde el espíritu a través de lo que en mis escritos llamo “intuición”. Lo que se manifiesta en el cuerpo a través de la actividad —en cierto modo— más baja del metabolismo corresponde en el espíritu a lo más alto: lo que se expresa a través de las intuiciones. Por eso, la representación mental, que se basa en la actividad nerviosa, llega casi a su plena expresión en el cuerpo; la voluntad muestra sólo un débil reflejo en los procesos metabólicos orientados hacia ella en el cuerpo. Nuestra representación mental real es la viva ; la representación mental determinada por el cuerpo está paralizada. El contenido es el mismo. La voluntad real, incluso la que se realiza en el mundo físico, sigue su curso en regiones accesibles sólo a la visión intuitiva; su contraparte corporal casi no tiene nada que ver con este contenido. Dentro de ese ser espiritualmente real que se manifiesta a la intuición está contenido lo que se extiende desde las vidas terrestres anteriores a las siguientes. Y es en el ámbito que aquí se considera que la antroposofía aborda las cuestiones de las vidas repetidas en la tierra y del destino.

Así como el cuerpo se vive a sí mismo en la actividad nerviosa, la función rítmica y los procesos metabólicos, así también el espíritu del hombre vive en lo que se manifiesta en las imaginaciones, inspiraciones e intuiciones. Y así como en su reino el cuerpo permite una experiencia de la naturaleza de su mundo exterior en dos direcciones -en los procesos sensoriales, a saber, y en los procesos de movimiento- así también el espíritu: en una dirección a través del hecho de que experimenta imaginativamente nuestra vida anímica de representación mental, incluso en la conciencia ordinaria, y en la otra dirección a través del hecho de que al querer despliega impulsos intuitivos que se realizan en procesos metabólicos. Si uno mira hacia el cuerpo, uno encuentra la actividad nerviosa que vive como el elemento de la representación mental; si uno mira hacia el espíritu, uno se da cuenta del contenido espiritual de las imaginaciones que fluyen hacia este mismo elemento de la representación mental. Brentano siente al principio el lado espiritual de la vida de representación mental del alma; por lo tanto, caracteriza esta vida como una vida de representación (un suceso imaginativo). Sin embargo, cuando no sólo se experimenta la propia vida anímica interior, sino también -a través del juicio- un elemento de aceptación o rechazo, entonces se añade a nuestra imagen mental una experiencia anímica, que fluye desde el espíritu, cuyo contenido permanece inconsciente mientras tratamos sólo con la conciencia ordinaria, porque este contenido consiste en imaginaciones de un elemento espiritualmente real que subyace al objeto físico y que sólo añade a la imagen mental el hecho de que su contenido existe .

Por eso, en su clasificación, Brentano divide nuestra vida de imágenes mentales en la mera representación mental, que sólo experimenta imaginativamente un elemento existente interiormente, y en el juicio , que experimenta imaginativamente algo dado desde fuera, pero que trae la experiencia a la conciencia sólo como aceptación o rechazo. En lo que respecta al sentimiento , Brentano no se fija en absoluto en su fundamento corporal, la función rítmica; sólo trae a la esfera de su atención lo que surge de las inspiraciones (que permanecen inconscientes) como amor y odio dentro de la región de la conciencia ordinaria. Sin embargo, la voluntad escapa por completo a su atención, porque su atención quiere dirigirse sólo a los fenómenos del alma , mientras que en la voluntad hay algo que no está encerrado en el alma, algo a través de lo cual el alma experimenta también un mundo exterior. La clasificación que Brentano hace de los fenómenos anímicos se basa, pues, en el hecho de que los divide según puntos de vista que sólo pueden verse en su verdadera luz cuando se dirige la mirada al núcleo espiritual del alma, y ​​en el hecho de que quiere aplicar su clasificación sólo a los fenómenos de la conciencia ordinaria. Con lo que aquí se dice sobre Brentano sólo he querido completar lo que se dijo sobre este tema en capítulos anteriores.

GA170 Dornach 15 de agosto de 1916 Avivamiento de los procesos de los sentidos y permeación de los procesos vitales

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RUDOLF STEINER

Historia Cósmica & Historia humana Vol. 1

El misterio del ser humano - Trasfondo espiritual de la historia humana


Dornach 15 de agosto de 1916

NOVENA CONFERENCIA : 

Avivamiento de los procesos de los sentidos y permeación de los procesos vitales. Órganos de los sentidos de hoy Órganos de la vida en la antigua luna. Recaída patológica en visiones lunares. Respiración, calentamiento, alimentación; secreción, conservación, crecimiento, reproducción. El disfrute estético y la creación estética. El hombre estético en Aristóteles y Schiller. El arte y el disfrute del arte. Disminución de la capacidad de comprensión de los hechos. La lógica y el sentido de la realidad.

Nos hemos ocupado de conocer al hombre tal como está en el mundo a través de sus áreas sensoriales, de sus órganos vitales, y hemos tratado de captar algunas de las consecuencias del hecho que subyace a este conocimiento.

Sobre todo, nos hemos curado, por así decirlo, de la concepción trivial que es propia de muchas personas de mentalidad espiritual, de que a todo lo que cree que debe despreciar, se le asigna la expresión "lo material", "lo sensorial". Pues hemos visto que aquí, en el mundo físico, el hombre recibe, precisamente en sus órganos inferiores y en sus actividades inferiores, un reflejo de las actividades superiores y de las conexiones superiores. El sentido del tacto, el sentido de la vida, tal y como son ahora, hemos tenido que considerarlos muy ligados a la tierra física; igualmente el sentido del yo, el sentido del pensamiento, el sentido del habla. Pero lo que encontramos en la esfera física de la tierra como los sentidos que sirven al organismo corporal sólo interiormente: el sentido del movimiento, el sentido del equilibrio, el sentido del olfato, el sentido del gusto, y hasta cierto punto también el sentido de la vista - estos mismos sentidos hemos tenido que acomodarnos a considerarlos como sombras de algo que se vuelve grande y significativo en el mundo espiritual cuando hemos pasado por la muerte. Hemos subrayado que a través del sentido del movimiento en el mundo espiritual nos movemos entre los seres de las diferentes jerarquías, según las fuerzas de atracción y repulsión que ejercen sobre nosotros, y que se expresan en las simpatías y antipatías espirituales que luego experimentamos después de la muerte. El sentido del equilibrio nos mantiene no sólo en equilibrio físico, como aquí el cuerpo físico, sino en equilibrio moral en relación con los seres e influencias que están en el mundo espiritual. Y así los demás sentidos: el sentido del gusto, el sentido del olfato, el sentido de la vista. Y en la medida en que lo espiritual oculto interviene en el mundo físico, no podemos recurrir a los sentidos superiores para obtener explicaciones, sino que debemos recurrir a los llamados ámbitos sensoriales inferiores. Sin embargo, en la actualidad no es posible hablar de algunas cosas muy importantes de esta manera, porque hoy en día los prejuicios son tan grandes que basta con hablar de cosas importantes e interesantes en un sentido espiritual más elevado para ser malinterpretado y acusado de todo tipo. Así que por el momento debo abstenerme de referirme a algunos procesos interesantes de los sentidos con hechos importantes de la vida.

En este sentido, las condiciones eran más favorables en otros tiempos. Sin embargo, no existía la misma posibilidad de difundir el conocimiento que hoy.  Aristóteles era capaz de hablar de ciertas verdades de forma mucho más imparcial de lo que es posible hoy en día, donde estas verdades se entienden inmediatamente de forma personal en algún sentido y despiertan simpatías o antipatías personales. En las obras de Aristóteles, por ejemplo, encontrarán verdades que afectan profundamente al hombre y que hoy no podrían desarrollarse del todo bien ante una gran asamblea, verdades a las que aludí en las últimas reflexiones diciendo: Los griegos conocían aún más la conexión entre lo anímico-espiritual y lo físico-espiritual, sin caer por ello en el materialismo. En los escritos de Aristóteles, por ejemplo, se pueden encontrar explicaciones muy hermosas sobre cómo se forman exteriormente las personas valientes, cobardes, iracundas y adictas al sueño. Te dicen de forma correcta qué tipo de pelo, qué color de cara, qué tipo de arrugas tienen los valientes, los cobardes, cómo están formados físicamente los insomnes, etc. Incluso presentar estas cosas causaría algunas dificultades hoy en día, otras cosas aún más. Por lo tanto, hoy en día, cuando la gente se ha vuelto tan personal y en muchos aspectos quiere ofuscarse directamente sobre la verdad a través de lo personal, uno debe extenderse más en generalidades, si tiene que presentar la verdad en ciertas circunstancias. 

Todo camino y actividad humana puede entenderse desde una determinada dirección si uno se plantea las preguntas necesarias de forma correcta sobre lo que hemos puesto ante nuestra alma en las últimas consideraciones. Hemos dicho, por ejemplo, que las zonas sensoriales, tal como se encuentran en el hombre actual, son, por así decirlo, zonas separadas e inactivas, al igual que las imágenes zodiacales que se encuentran fuera en el espacio del mundo son zonas inactivas, en contraste con lo que aparece en los planetas, que giran allí, que caminan allí, que cambian de lugar de una manera comparativamente rápida. De este modo, los distritos sensoriales están, por así decirlo, firmemente demarcados en sus regiones, mientras que los procesos vitales pulsan a través de todo el organismo y dan vueltas por las zonas sensoriales individuales, es decir, trabajan a través de ellas.

Ahora bien, también hemos dicho que durante el antiguo tiempo lunar nuestros actuales órganos de los sentidos todavía eran órganos de la vida, que aún actuaban como órganos de la vida, y que en la antigua época lunar nuestros actuales órganos de la vida eran todavía esencialmente más de naturaleza anímica. Pensemos ahora en lo que se ha subrayado a menudo: que hay un atavismo en la vida humana, una especie de retorno a los hábitos, a las peculiaridades de lo que antes era natural, en este caso durante el período lunar; una especie de reverso. Sabemos que hay una regresión atávica en el tipo de forma onírica-imaginativa de ver las cosas en el tiempo lunar. Hoy debemos llamar patológica a esta atávica regresión en las visiones lunares.

Ahora les pido por favor que no pierdan de vista algo: a saber, que las visiones en sí no son patológicas. Si así fuera, tendríamos que decir que todo lo que la humanidad experimentó en la Antigua Luna fue producto de una enfermedad, pues allí se vivía enteramente en tales visiones. Y tendríamos que decir que la Antigua Luna fue una enfermedad que la humanidad tuvo que atravesar -una enfermedad del alma, por cierto-, de modo que la humanidad de la Antigua Luna estaba necesariamente loca. Naturalmente, no se puede decir esto; es un completo disparate. El aspecto patológico no reside en las visiones en sí, sino en el hecho de que no pueden ser sostenidas por la organización humana en su forma terrenal actual. La organización humana terrenal se adapta a esas visiones de una manera que no les corresponde. Piensen que cuando alguien tiene el tipo de visión que tuvo en la Antigua Luna, esta visión sólo se adapta para engendrar el tipo de sentimientos, actividades y actos que eran apropiados para la Antigua Luna. La enfermedad consiste en que alguien tenga una visión de este tipo aquí en la Tierra y responda a ella de un modo que sólo puede responder una organización terrestre. Esto sólo ocurre porque la organización terrestre no puede tolerar esta visión con la que está más o menos impregnada.

Tomemos el caso más obvio y concreto: se dan circunstancias en las que alguien tiene una visión. Entonces, en lugar de permanecer en tranquila contemplación de la visión y relacionarla con el mundo espiritual, que es el único mundo con el que puede relacionarse correctamente, la persona la aplica al mundo físico y se comporta en consecuencia. En otras palabras, comienza a enloquecer porque la visión está haciendo lo que no debe hacer: impregnar su cuerpo y ponerlo en acción. Este es el caso más evidente. Hoy en día, cuando surge una visión atávica que el cuerpo no puede tolerar, no permanece en el dominio que le ha dado vida, que es donde debería permanecer. Una persona se vuelve impotente si, su cuerpo físico es demasiado débil para resistir la visión. Si el cuerpo físico es lo suficientemente fuerte como para enfrentarse a ella, la visión se debilita. Entonces los objetos y los acontecimientos en ella dejan de aparecer -falsamente- como si realmente pertenecieran al mundo de los sentidos, pues así es como le parecen a quien se enferma con ellos. Por lo tanto, si el cuerpo físico es lo suficientemente fuerte como para contrarrestar las tendencias falsificadoras de una visión atávica, ocurre lo siguiente: en tales casos, una persona se relaciona con el mundo de una manera que es similar a la de la Antigua Luna, y sin embargo es lo suficientemente fuerte como para reconciliar este modo de experiencia lunar con el organismo terrenal en su estado actual.

¿Qué implica esto? Implica que esta persona ha alterado un poco su zodíaco interior con sus doce zonas sensoriales. Se ha modificado de tal manera que lo que ocurre en este zodiaco de los doce sentidos se parece más a un proceso vital que a un proceso sensorial. O, mejor dicho, se podría decir que los acontecimientos en las regiones de los sentidos, los acontecimientos que realmente inciden en los procesos de los sentidos, se transforman en procesos de vida, de modo que los procesos de los sentidos se desprenden de su estado actual, muerto, y se transforman en algo vivo: sigues viendo, pero algo vive en ese ver; oyes, pero simultáneamente hay algo que vive en ese oír. Algo vive en los ojos o en los oídos que, de otro modo, sólo vive en el estómago o en la lengua. Los procesos de los sentidos se ponen realmente en movimiento. Y es muy conveniente que eso ocurra. Porque entonces nuestros modernos órganos de los sentidos adquieren cualidades que, de otro modo, sólo podrían poseer en el mismo grado nuestros órganos vitales. Las fuerzas de simpatía y antipatía fluyen fuertemente a través de nuestros órganos vitales. Consideren ahora cuánto depende toda nuestra vida de la simpatía y la antipatía, de qué cosas aceptamos y asumimos y cuáles rechazamos. Y ahora esos mismos poderes de simpatía y antipatía, poderes que por otra parte se desarrollan en los órganos vitales, comienzan una vez más a verterse en los órganos de los sentidos. El ojo no sólo ve el rojo, sino que experimenta simpatía o antipatía junto con el color. Los órganos de los sentidos recuperan la capacidad de recibir y ser impregnados por las fuerzas vitales. Así que podemos decir: de esta manera los órganos de los sentidos son llevados de nuevo a la esfera de la vida.

Para que esto ocurra, deben producirse cambios en los procesos vitales. A través de estos cambios, los procesos vitales se animizan más de lo que lo harían en la vida terrenal. Esa animización tiene lugar de tal manera que los tres procesos vitales -respiración, calentamiento y alimentación- están más o menos unidos. Entonces comienzan a manifestarse más en la esfera del alma. Con la respiración normal, se respira el aire prosaico, terrenal; el proceso normal de calentamiento implica el calor terrenal; y así sucesivamente. Pero cuando se animizan, los procesos vitales se unen por una especie de simbiosis. Dejan de estar separados de la forma en que suelen estarlo en el organismo humano actual; establecen conexiones entre sí. Respirar, calentar y alimentar se unen para formar una asociación interna entre ellos. Y esto no es nutrir en el sentido burdo y material, sino que es el proceso de nutrir. El proceso ocurre sin que sea necesario comer nada, y no ocurre por sí solo, como cuando comemos, sino en conjunción con los otros procesos.

Los cuatro procesos vitales restantes están unidos de forma similar. La secreción, el crecimiento, la conservación y la reproducción se unen para formar un único proceso más ensimismado, un proceso vital que tiene más que ver con el alma. Y entonces estas dos partes pueden unirse de nuevo, no sólo reuniendo todos los procesos vitales para que actúen como uno solo, sino combinando tres de los procesos en un grupo y los otros cuatro procesos en otro, para que estos dos grupos, a su vez, puedan actuar de forma concertada.

De este modo surgen tres nuevas facultades del alma. En su carácter se asemejan -pero no son idénticas- a las facultades terrenales de pensar, sentir y querer: he aquí otra tríada de facultades anímicas. Las nuevas facultades difieren del pensar, el sentir y el querer tal y como se presentan normalmente en la Tierra. Son más bien procesos vitales, pero no tan diferenciados como los procesos vitales de la Tierra. Cuando alguien es capaz de sostener este hundimiento en la Luna sin caer en las visiones, tiene lugar un proceso muy íntimo y sutil. Las zonas de los sentidos se transforman en regiones de vida, los procesos vitales se animizan y surge un tipo de comprensión que recuerda ligeramente a las visiones de la antigua Luna. Tampoco puede una persona permanecer constantemente en este estado, porque entonces dejaría de ser apta para la vida en la Tierra. Para ser apto para la Tierra se necesita el tipo de sentidos y órganos vitales que hemos descrito anteriormente. Pero en circunstancias especiales una persona puede entrar en este otro estado. Entonces, si el estado tiende más a la voluntad, conduce a la creación estética; si el estado tiende más a la percepción, conduce al disfrute estético. El comportamiento humano verdaderamente estético consiste en la vivificación de los órganos de los sentidos y la animización de los procesos vitales. Esta es una verdad extremadamente importante sobre la humanidad; explica muchas cosas. Esta vivificación de los órganos de los sentidos y esta nueva vida en las regiones de los sentidos se encuentra en las artes y en el disfrute del arte. Algo similar ocurre con los procesos vitales, que están más animados en el disfrute del arte que en la vida normal. Hoy en día, es imposible comprender todo el significado de los cambios que experimenta una persona cuando entra en la esfera artística, porque un enfoque materialista es incapaz de captar los hechos en toda su realidad. Hoy en día, el ser humano se ve como algo concreto y fijo. Pero, dentro de ciertos límites, las personas son realmente variables. Así lo demuestra el tipo de variabilidad que acabamos de observar.

Elucidaciones como las que acabamos de presentar contienen verdades de gran alcance. Para mencionar sólo una de esas verdades: está el hecho de que precisamente los sentidos más adaptados al plano físico de la existencia son los que deben sufrir los cambios más radicales cuando son conducidos a medias a una existencia casi lunar. Para servir a alguien que sigue este camino a medio camino de vuelta a la época de la Antigua Luna, el sentido del yo, el sentido del pensamiento y el sentido del tacto físico deben transformarse totalmente, pues estos sentidos están sólidamente adaptados a la existencia terrestre.

No sirve de nada para el arte, por ejemplo, enfrentarse al yo o al mundo de los pensamientos como lo hacemos normalmente. A lo sumo, se puede encontrar la relación habitual con el yo y con el pensamiento en algunas artes menores. Ningún arte describe o retrata el yo de una persona directamente, de la forma en que la persona vive realmente, situándose en el mundo real. El artista tiene que pasar por un proceso en el que el yo es sacado de la especialización que ha adquirido en la tierra; tiene que darle un sentido generalizado, un sentido para lo típico. Un artista hace esto como algo natural. Del mismo modo, un artista no puede expresar directamente el mundo de los pensamientos de la forma en que se suele expresar aquí en la tierra. De lo contrario, no podría producir ninguna poesía u obra de arte, sino a lo sumo sólo cosas didácticas, cosas que contienen alguna lección y que no son artísticas en el verdadero sentido de la palabra. Los cambios que el artista realiza en el mundo que se le presenta avivan los sentidos conduciéndolos a una condición anterior en la forma que vengo explicando.
Pero, con respecto a este cambio en los sentidos, hay algo más que aún debe ser considerado. He dicho que los procesos vitales se entremezclan. Al igual que los planetas entran en conjunción, y al igual que sus relaciones mutuas son significativas -en contraste con las estrellas inmóviles-, las zonas de los sentidos también pueden entrar en movimiento; una vez que han sido transpuestas a la dimensión planetaria de la vida humana, pueden cobrar vida y alcanzar relaciones entre sí. Por ello, la percepción artística nunca se limita a zonas sensoriales concretas como lo hace nuestra percepción habitual. Los sentidos particulares también desarrollan ciertas relaciones entre sí. Consideremos un ejemplo - digamos, la pintura.

Una consideración basada en la verdadera ciencia espiritual descubriría lo siguiente. La vista, el sentido del calor, el sentido del gusto, el sentido del olfato - estos tienen sus zonas discretas en cuanto a la observación normal de los sentidos. Sus zonas respectivas están separadas. En la pintura, sin embargo, estas regiones sensoriales se fusionan de manera notable, no sólo en los órganos concretos, sino también en sus esferas de influencia, tal como las he descrito en conferencias anteriores.

Un pintor, o alguien que disfruta de un cuadro, no se limita a ver el contenido como colores: el rojo o el azul o el violeta. Por el contrario, saborea realmente los colores, aunque, por supuesto, no con el órgano real, pues de lo contrario tendría que lamer el cuadro con la lengua, cosa que no hace. Pero no obstante, en todas las zonas aliadas a la esfera de la lengua tiene lugar un proceso sutil que se asemeja al proceso de degustación. Cuando utiliza los procesos de percepción sensorial para ver un loro verde, sus ojos ven el color verde. Pero cuando disfrutas de un cuadro, otros procesos sutiles e imaginativos también participan en el acto de ver. Estos procesos están asociados a tu lengua y pertenecen al sentido del gusto de tu lengua. Son similares a los procesos sutiles que ocurren cuando saboreas algo, cuando comes la comida. Ahora bien, el acto de ver implica simultáneamente otros procesos -no los procesos que ocurren realmente en la lengua, sino procesos sutiles, fisiológicos, asociados a éstos- de modo que, en el sentido más profundo de la palabra, el pintor saborea realmente los colores.

Y huele los matices de los colores, no con la nariz, sino con las cosas más relacionadas con el alma que acompañan el acto de oler desde lo más profundo del organismo. Por lo tanto, las zonas sensoriales individuales comienzan a fusionarse a medida que se convierten en zonas más entregadas al proceso vital.
Cuando leemos una descripción destinada a instruirnos sobre el aspecto de algo o sobre cómo ha sucedido algo, empleamos el sentido del habla, o el sentido de la palabra. A través de él, obtenemos información sobre una cosa y otra. Pero si escuchamos un poema de la misma manera que escuchamos una información directa, no seremos capaces de entenderlo. El poema se manifiesta al sentido del habla, por supuesto, pero no puede entenderse únicamente a través del sentido del habla. Además del sentido de la palabra, los sentidos del equilibrio y del movimiento deben centrarse en el poema, no sólo los sentidos habituales del equilibrio y del movimiento, sino los sentidos del alma. De nuevo vemos que los sentidos se fusionan. Las regiones de los sentidos se han convertido en regiones de vida y los órganos de los sentidos funcionan en combinación. Además, todo este proceso debe ir acompañado de procesos vitales que se relacionan con el alma en lugar de funcionar como los procesos vitales habituales en el mundo físico.

Quien se dedica al cuarto proceso vital con tanta intensidad que suda cuando escucha una pieza musical ha ido demasiado lejos; eso ya no es propio del ámbito estético, pues la secreción se ha llevado tan lejos como la secreción física. El primer punto es que el proceso debe permanecer en el nivel del alma y no llevar a la secreción física, aunque la secreción física se base exactamente en el mismo proceso. El segundo punto es que la secreción no debe surgir como un proceso separado, sino en una asociación de cuatro procesos, todos ellos a nivel del alma: secreción, crecimiento, conservación y reproducción.

Por un lado, la ciencia espiritual tiene la tarea de vincular el desarrollo de la Tierra con los mundos espirituales. Desde muchos puntos de vista hemos visto que la humanidad está abocada al desastre si no se establece este vínculo. Por otro lado, sin embargo, la ciencia espiritual también debe reavivar la capacidad de captar y comprender el mundo físico en términos de lo espiritual. El materialismo no sólo ha conducido a la incapacidad de elevarse al espíritu, sino también a la incapacidad de comprender lo físico. El espíritu está vivo en todo lo físico. Si se pierde de vista, resulta imposible comprender lo físico. Pregúntense: ¿qué podría saber alguien que no conoce las realidades espirituales sobre la forma en que toda una zona sensorial puede convertirse en una zona vital, y sobre la forma en que los procesos vitales pueden manifestarse como procesos del alma? ¿Qué saben los fisiólogos contemporáneos sobre estos procesos sutiles que se producen en nosotros? El materialismo nos ha llevado poco a poco a tal punto que hemos perdido todo contacto con la realidad concreta. Vivimos sólo en abstracciones, y ahora estamos abandonando también las abstracciones. A principios del siglo XIX todavía se hablaba de energía vital, o de energía vital. Naturalmente, no se puede hacer nada con esa abstracción, porque las cosas sólo se pueden captar cuando se entra en lo concreto. Una vez que se tiene una comprensión completa de los siete procesos vitales se está involucrado con las realidades, y lo que importa es restablecer una conexión con la realidad. La gente intenta dar nueva vida a todo tipo de abstracciones grisáceas, abstracciones como el elan vital. Aunque pretendan exactamente lo contrario, sólo conducen a la humanidad a un materialismo más crudo, un materialismo que se rebaja al misticismo. Estas abstracciones no dicen nada; simplemente atestiguan la incapacidad de comprender. El desarrollo de la humanidad en el futuro inmediato depende de un conocimiento de las cosas que sólo puede ser descubierto en los mundos espirituales. Debemos progresar realmente en nuestra comprensión espiritual del mundo.
En este sentido, debemos volver al buen Aristóteles, que estaba más cerca de la visión antigua que la gente de hoy. Sólo quiero recordar una cosa característica del viejo Aristóteles. Se ha escrito toda una biblioteca sobre la noción de catarsis, con la que intentó mostrar lo que está en la raíz de la tragedia. Dijo: La tragedia es una presentación unificada de sucesos de la vida humana, sucesos que despiertan el miedo y la piedad a medida que se desarrollan; además, el alma se purifica debido a la forma en que este miedo y esta piedad se desarrollan, y así los efectos del miedo y la piedad también se purifican. La época del materialismo ha escrito tanto sobre este pasaje porque no posee el órgano para aprehender a Aristóteles. Los únicos que han acertado son los que han visto que la expresión "catarsis" de Aristóteles es médica, o casi médica, y no en el sentido de la medicina materialista actual. La experiencia estética de la tragedia engendra realmente procesos que llegan hasta el cuerpo físico y son los acontecimientos orgánicos que normalmente acompañan al miedo y la piedad. Lo hace porque los procesos vitales se transforman en procesos del alma. La tragedia purifica estos efectos vitales porque se elevan simultáneamente a procesos del alma. Y si ustedes leen más adelante en la Poética de Aristóteles, encontrarán un indicio de esta profunda comprensión del hombre estético - no una comprensión al estilo moderno, sino de las antiguas tradiciones de los Misterios. Se encontrará mucho más en las garras de la vida inmediata leyendo la Poética de Aristóteles que leyendo el tratado de algún esteticista moderno que sólo puede olfatear y dialectizar, pero que es incapaz de hacerse con las realidades.

Las Cartas sobre la educación estética del hombre de Schiller marcan otro punto álgido en la comprensión del hombre estético. Sin embargo, vivió en una época más abstracta. Hoy tenemos que añadir lo espiritual -lo espiritualmente concreto- al idealismo de aquella época. Pero cuando observamos la época más materialista de Goethe y Schiller, vemos que las abstracciones de las cartas de Schiller sobre la estética contienen, sin embargo, algo de lo que hemos estado hablando. Sólo que el proceso ha descendido más cerca del plano físico - pero sólo para que lo material pueda ser penetrado más a fondo por una espiritualidad intensamente captada. ¿Qué dice Schiller? Dice: La humanidad, tal como vive en la tierra, tiene dos impulsos básicos: tiene impulsos racionales e impulsos naturales. La lógica del impulso de la razón funciona como una necesidad natural. Uno está obligado a pensar de una manera determinada; el pensamiento no es en absoluto libre. ¿De qué sirve hablar de libertad en esta esfera de la necesidad natural en la que uno se ve obligado a pensar que tres por tres son nueve y no diez? La lógica implica una estricta necesidad racional. Por esta razón, Schiller dice que la persona que se ajusta a las necesidades de la razón pura está sujeta a la compulsión espiritual.
Schiller contrasta la necesidad de la razón con las necesidades del mundo de los sentidos, de todo lo que vive en los impulsos y las emociones. Allí, también, la persona debe seguir una necesidad natural en lugar de sus propios impulsos libres. Entonces Schiller busca una condición intermedia entre las necesidades de la razón y las necesidades de la naturaleza. La encuentra en lo que ocurre cuando una persona se forma algo estéticamente - cuando la necesidad racional se inclina hacia lo que la persona ama o no ama, y cuando su pensamiento sigue o evita los impulsos e imágenes interiores en lugar de estar atado por una necesidad rígida y lógica. Pero este estado también suspende la necesidad natural. Porque uno deja de seguir, como por compulsión, las necesidades de los sentidos naturales. Estas necesidades son animizadas y espiritualizadas. La persona deja de querer simplemente lo que el cuerpo quiere; en cambio, los placeres sensuales se espiritualizan. De este modo, la necesidad de la razón y la necesidad de la naturaleza se aproximan.

Naturalmente, deben leer por sí mismos las cartas de Schiller sobre la estética; se encuentran entre las producciones filosóficas más significativas de la historia del mundo. Allí, viviendo en los análisis de Schiller, descubrirán las mismas cosas que acaban de escuchar, sólo que allí están descritas en abstracciones metafísicas. La forma en que las fuerzas vitales son devueltas a las zonas sensoriales está contenida en lo que Schiller llama la liberación de la necesidad natural de la rigidez. Y lo que Schiller llama la espiritualización de la necesidad natural -podría haberla llamado más adecuadamente "animización"- contiene lo que denominamos el funcionamiento de los procesos vitales como procesos anímicos. Los procesos vitales se animizan, los procesos de los sentidos cobran más vida - ese es el verdadero proceso que encontrarán descrito en las cartas de Schiller sobre la estética. Allí se plantea más bien en conceptos abstractos, más bien fantasmales, porque así tenía que ser en aquella época. En aquella época el pensamiento no era todavía lo suficientemente fuerte espiritualmente, no era lo suficientemente fuerte como para descender con el espíritu a las regiones buscadas por el vidente. En esas regiones no hay oposición entre la materia y el espíritu, sino que se experimenta cómo el espíritu satura por doquier la materia, de modo que no hay posibilidad de tropezar nunca con la materia sin espíritu. La contemplación que es meramente mental es meramente mental sólo porque la persona no es capaz de hacer que sus pensamientos sean tan fuertes y tan espirituales -tan concretamente espirituales- que los pensamientos puedan hacer frente a la materia. En otras palabras, no es capaz de penetrar en lo que es verdaderamente material. Schiller aún no es capaz de ver que los procesos vitales pueden funcionar como procesos anímicos. Todavía no es capaz de ir tan lejos como para poder ver cómo los procesos que funcionan físicamente como nutrir, calentar y respirar pueden formarse en algo que deja de ser material y en su lugar vive y burbujea en el alma. Cuando esto sucede, las partículas materiales se dispersan por la fuerza de los conceptos con los que se capta el proceso físico. Y Schiller es igualmente incapaz de levantar la vista hacia el reino de lo lógico de tal manera que deje de experimentarlo como algo meramente conceptual. No es capaz de llegar a esa etapa de desarrollo, que puede ser alcanzada a través de la iniciación, por la cual los procesos espirituales son experimentados por derecho propio y por la cual una espiritualidad viva entra en lo que de otra manera sería mero conocimiento. Así, la actitud que vive en las cartas estéticas de Schiller es que "no confío del todo en mí mismo para acercarme directamente a la experiencia concreta". Sin embargo, lo que uno capta con más exactitud cuando trata de acercarse al reino de la vida a través del espíritu, y al reino de la materia a través de lo vivo, se agita ya en estas cartas.
Así, podemos ver cómo todos los ámbitos de la vida luchan por avanzar hacia los objetivos de la ciencia espiritual. En la transición del siglo XVIII al XIX surgió una filosofía que expresaba un anhelo de mayor concreción. Sin embargo, esta filosofía tenía una forma más o menos conceptual, y el anhelo no pudo ser satisfecho. Y como su vitalidad inicial disminuyó, este anhelo de mayor concreción fue degenerando en el burdo materialismo que ha perdurado desde la segunda mitad del siglo XIX hasta nuestros días. Pero también hay que comprender algo más: Para el espiritualismo no basta con establecer vínculos con el espíritu; hay que conquistar el mundo material, hay que aprender a reconocer el espíritu en la materia. Eso sucede a través de un conocimiento como el que hemos estado discutiendo. Nos lleva a descubrir nuevas conexiones, como el lugar único del hombre estético en la evolución de la Tierra. Hasta cierto punto, el hombre estético se eleva por encima de la corriente de desarrollo y entra en un mundo diferente. Y eso es importante. El hombre estético y la persona que trabaja en un campo estético no actúan de una manera totalmente apropiada para alguien de la Tierra, sino que su esfera de actividad se eleva en cierto modo fuera de la esfera terrestre. Con este descubrimiento, la estética nos conduce a algunos secretos profundos de la existencia humana.

Por un lado, quien expresa cosas como éstas está tocando las verdades más elevadas; por otro lado, lo que dice puede sonar prácticamente disparatado, loco y distorsionado. Pero nunca entenderemos la vida mientras nos mantengamos tímidamente alejados de las verdades reales. Tomad cualquier obra de arte que queráis -la Madonna Sixtina o la Venus de Milo-: si realmente es una obra de arte, no es enteramente de esta tierra. Ha sido sacada de la corriente de los acontecimientos terrenales. Eso es evidente. ¿Y qué vive en una Virgen Sixtina o en una Venus de Milo? Lo que vive en ellas también vive en el ser humano. Es un poder que no está totalmente adaptado a la Tierra. Si todo en el ser humano estuviera adaptado a la Tierra, la humanidad no podría vivir en ningún otro nivel. Pero no todo en el ser humano está adaptado a la tierra y, para la visión oculta, no todo en la humanidad está en sintonía con el ser humano terrenal. Hay fuerzas misteriosas que algún día proporcionarán a la humanidad el impulso para salir de la esfera de la existencia terrestre. Tampoco entenderemos nunca el arte como tal hasta que veamos que su tarea es apuntar más allá de lo meramente terrenal y más allá de lo que está únicamente adaptado a la tierra - para apuntar a la esfera donde lo que vive en la Venus de Milo realmente existe.
Cuanto más se dirige la mirada hacia la humanidad del futuro y hacia los desafíos espirituales del futuro, más hay que tener en cuenta ciertos hechos, ciertos hechos que son necesarios para cualquier imagen veraz del mundo. Hoy en día seguimos viviendo con muchas versiones de la suposición de que cualquiera que afirme algo lógico y que fundamente lógicamente lo que dice está diciendo necesariamente algo significativo sobre la vida. Pero ser lógico -el logicismo- no es suficiente por sí solo. Y como la gente está siempre tan satisfecha cuando puede producir algo lógico, mantiene la verdad de todos los tipos imaginables de visión del mundo y de sistema filosófico. Y, por supuesto, todos ellos pueden ser apoyados lógicamente: nadie que conozca la lógica cuestionaría que son apoyables por la lógica. Pero la mera demostración lógica no aporta nada a la vida. Lo que se piensa, lo que se sostiene a la luz de la conciencia, tiene que ser más que lógico, tiene que estar a la altura de la realidad. Lo que es meramente lógico no es necesariamente válido; sólo lo que está a la altura de la realidad es válido. Utilizaré un solo ejemplo para mostrar lo que quiero decir. Supongamos que ustedes describen el tronco de un árbol que tienen aquí delante. Puedes describirlo de forma bastante sistemática y demostrarle a alguien que realmente hay algo ahí porque lo estás describiendo tal y como es. Sin embargo, su descripción es una mentira. Porque lo que describes no existe por sí mismo y no puede ser un tronco de árbol en el estado en el que se encuentra ahora, separado de sus raíces, ramas y ramitas. Sólo es una parte de la existencia cuando se ve junto con sus ramas, flores y raíces, y no tiene sentido pensar que el tronco existe por derecho propio. No es una realidad cuando sólo se le ve tal como es, tirado. Hay que verlo con todos sus brotes y con todo lo que hay en él que le permite nacer. Hay que convencerse de que el tronco que yace ante uno es una mentira, porque la verdad sólo está ante uno cuando el árbol entero está ahí. La lógica no exige que veamos el tronco de un árbol como una mentira, sino que concuerda con la realidad que lo veamos así y que sólo aceptemos el árbol entero como la realidad. Un cristal es una verdad. En cierto sentido, existe por sí mismo, aunque sólo en cierto sentido, porque aquí también todo es relativo. Un cristal es una realidad, pero un capullo de rosa es una mentira si se ve sólo como un capullo de rosa.

Así que ya ven cómo hoy en día ocurren todo tipo de cosas porque falta el concepto de estar de acuerdo con la realidad. La cristalografía y, a duras penas, la mineralogía siguen siendo ciencias acordes con la realidad. Pero cuando se llega a la geología, ya no está de acuerdo con la realidad, porque es una abstracción como el tronco del árbol es una abstracción. Es una abstracción, no una realidad, aunque esté ahí delante. Las cosas contenidas en la corteza terrestre surgieron junto con lo que crece de la corteza terrestre y, por tanto, no pueden concebirse sin ella. Necesitamos filósofos que no se conformen con limitarse a sus poderes de abstracción, ideando nuevas abstracciones. Es necesario que surja un pensamiento más, y cada vez más, acorde con la realidad y no meramente lógico. El pensamiento altera todo el curso de la evolución del mundo. Porque ¿qué es una Venus de Milo o una Madonna Sixtina desde el punto de vista del pensamiento que concuerda con la realidad? Si las toman tal como están ante ustedes, no están en contacto con la realidad. Hay que embelesarse. Para ver una obra de arte de verdad, hay que salir de la esfera terrestre y alejarse de ella. Para encontrar realmente la Venus de Milo, su alma debe ser diferente del alma que responde a las cosas terrenales; precisamente las cosas que no existen en este plano terrenal son las que transportan el alma al plano donde realmente existen - al reino del mundo elemental, que es donde lo que hay en la Venus de Milo existe realmente. Uno es capaz de estar ante la Venus de Milo de una manera que concuerda con la realidad precisamente porque ella posee el poder de arrancarnos de la mera visión atada a los sentidos.
No tengo el menor deseo de promover la teleología en el sentido negativo de la palabra. Tampoco diré nada sobre los usos del arte, porque eso sería añadir pedantería y filisteísmo a la teleología. No diré nada sobre los usos del arte. Pero sí podemos hablar de las fuentes del arte y de cómo el arte llega a formar parte de nuestras vidas. No tenemos tiempo para tratar todo el tema hoy, así que sólo empezaré con unas palabras preparatorias. Una contrapregunta nos lleva a una parte de la respuesta: ¿Qué pasaría si no hubiera arte en el mundo? Si así fuera, todas las fuerzas que ahora se dedican al arte y al disfrute del arte se utilizarían para producir una vida contraria a la realidad. Si se eliminara el arte del desarrollo de la humanidad, ¡el desarrollo humano contendría tantas mentiras como ahora contiene obras de arte! Aquí el arte muestra esa relación única y peligrosa que surge cuando uno se acerca al umbral del mundo espiritual. ¡Escuchen allá, donde las cosas siempre tienen dos lados! Si una persona tiene un sentido para estar de acuerdo con la realidad, entonces una actitud estética le da acceso a las realidades superiores. La actitud estética lleva a quien carece del sentido de la realidad directamente a un mundo de mentiras. Siempre hay una división de caminos y es muy importante ser consciente de esta bifurcación. Esto no se aplica sólo al ocultismo; se aplica ya cuando se llega al ámbito del arte. El objetivo de la ciencia espiritual es conseguir una forma de ver el mundo que esté de acuerdo con su realidad. El materialismo nos ha dado una forma de ver las cosas que va directamente en contra de la realidad.

Por contradictorio que parezca todo esto, sólo lo es para quienes juzgan el mundo según sus preconceptos, en lugar de hacerlo de acuerdo con lo que realmente existe. Realmente vivimos en una fase de desarrollo en la que la influencia directa del materialismo está poniendo cada vez más distancia entre nosotros y la capacidad de comprender lo que es incluso un objeto normal de los sentidos, una cosa ordinaria del mundo físico. Ha habido algunos experimentos muy interesantes que arrojan luz sobre este problema. Se ajustan exactamente a una forma de pensar materialista, pero, como tantas cosas producidas por el pensamiento materialista, apoyan el desarrollo de precisamente aquellas habilidades que la humanidad necesita para desarrollar una visión espiritual del mundo. Se ha llevado a cabo el siguiente experimento - estoy tomando sólo un ejemplo de entre los muchos experimentos de este tipo. Se planificó todo un evento con antelación: Una persona va a dar una conferencia en el curso de la cual dice algo injusto y molesto sobre alguien presente en la audiencia. Todo está planeado. La conferencia se pronuncia palabra por palabra, tal y como se ha planeado de antemano. Se supone que la persona contra la que se dirige el insulto saltará y se producirá una verdadera refriega; así es como se supone que se desarrollan los acontecimientos. En el transcurso de la discusión, el hombre que ha saltado debe meter la mano en el bolsillo y sacar un revólver. Los demás detalles del incidente están planeados con exactitud. En otras palabras, hay que imaginar el desarrollo de una escena totalmente programada y detallada. Entre el público invitado se encontraban treinta personas, pero no cualquier persona, sino estudiantes avanzados de derecho y abogados que ya habían terminado sus estudios. Una vez terminada la refriega, se pidió a cada uno de los treinta que describiera lo sucedido. Otros que estaban al tanto de lo que ocurría estaban allí para asegurarse de que se cumplía el protocolo y de que todo el evento se desarrollaba exactamente según lo previsto. Así que cada uno de los treinta es interrogado. Cada uno de ellos ha visto el acontecimiento. Ninguno de ellos es tonto. Todos son personas educadas, las mismas que más tarde saldrán a la vida e investigarán lo que realmente ha ocurrido en el caso de un altercado de este tipo o de otros incidentes. Sin embargo, de estos treinta, veintiséis describieron falsamente lo que vieron y sólo cuatro pudieron producir un relato aceptablemente preciso, ¡sólo cuatro relatos tolerablemente precisos! Este tipo de experimentos se han llevado a cabo durante años para demostrar cómo se debe sopesar la veracidad de los testigos en un tribunal. Cada uno de los veintiséis se sentó allí y pudo decir: "Lo vi con mis propios ojos" - ¡Uno se olvida de considerar lo que se requiere para poder describir correctamente algo que ha ocurrido ante los propios ojos!
Es necesario considerar el arte de mantener una verdadera perspectiva sobre lo que ocurre ante nuestros ojos. Cualquiera que no sea consciente de los acontecimientos en el mundo de los sentidos nunca podrá desarrollar el sentimiento de responsabilidad y la conciencia necesaria para ver los hechos espirituales. Basta con observar este mundo nuestro, actualmente tan sometido a la influencia del materialismo, y preguntarse cuántos son conscientes de que es posible que veintiséis personas de las treinta que han presenciado un acontecimiento sean incapaces de describirlo sin cometer falsedades, y que sólo cuatro sean capaces de dar relatos siquiera tolerablemente exactos. En vista de algo así, se puede empezar a sentir la inconmensurable importancia que tienen los resultados de una visión espiritual del mundo para la vida ordinaria.

Ahora bien, puede preguntarse si las cosas eran diferentes en épocas anteriores. Nuestro modo de pensamiento actual no ha sido siempre actual. Los griegos aún no poseían la manera abstracta de pensar que tenemos, y que necesitamos tener, para entender el mundo de una manera apropiada para hoy. Pero la forma de pensar no es lo importante; lo que importa es la verdad. A su manera, Aristóteles intentó utilizar conceptos más concretos para describir el estado de ánimo estético interior y la actitud estética. Pero la constitución estética fue entendida de una manera aún más concreta, imaginativamente clarividente, por los primeros griegos, que todavía estaban conectados con los Misterios y que experimentaban imágenes en lugar de conceptos. En aquellos tiempos, se miraba hacia atrás a la era de Urano, que encarnaba todo lo que podemos captar a través de la cabeza y de los poderes que ahora se manifiestan en el mundo exterior a través de las zonas sensoriales. Urano - los doce sentidos - está herido. Gotas de su sangre caen, espumosas, en el océano llamado Maya. Aquí se ve que los sentidos comienzan a cobrar vida y envían algo al océano de los procesos vitales, y allí abajo se ve cómo la sangre de los sentidos pulsa a través de los procesos vitales que comienzan a hacer espuma y se convierten en procesos del alma. Y la comprensión de los antiguos griegos de esto les llevó a ver cómo Afrodita -Afrogenea, la diosa de la belleza- es creada a partir de la espuma que surge cuando la sangre del herido Urano gotea en el océano de Maya. Este, el más antiguo de los mitos sobre la creación de Afrodita, expresa la condición del hombre estético y es una de las imaginaciones y uno de los pensamientos más significativos en toda la evolución espiritual de la humanidad. Pero aún es necesario colocar otro pensamiento al lado de este antiguo mito que muestra a Afrodita naciendo de las gotas de sangre del herido Urano que caen en el mar - en lugar de como hijo de Zeus y Dione. Necesitamos una imaginación posterior, que penetre aún más profundamente en la realidad y que vaya más allá de las realidades del mundo elemental hasta las realidades físicas. Necesitamos una imaginación de una edad posterior - una que se acerque al mundo físico-sensorial. Junto al mito que muestra cómo Afrodita, la belleza, nació en el mundo de la humanidad, necesitamos colocar la gran verdad sobre cómo la bondad original entró en la humanidad. Tenemos que mostrar cómo el espíritu descendió a Maya-Maria, al igual que las gotas de sangre de Urano gotearon en el océano cuyo nombre también era Maya - y cómo, de la hermosa espuma que surge, nace el heraldo que anuncia la proximidad del amanecer de una nueva era. El amanecer que anuncia la regencia eterna del Bien... de la comprensión del Bien, El Verdadero-y-el-Bueno, el espíritu. Esta es la verdad que Schiller pretendía cuando escribió las palabras:

Sólo a través de la puerta iluminada por la belleza
Puedes pasar a los reinos del conocimiento

El conocimiento al que se refiere es principalmente el conocimiento moral.

Se puede ver cómo crecen las tareas de la ciencia espiritual, no meras tareas teóricas, sino tareas de la vida real. En nuestros días no es de extrañar que los malentendidos sobre la ciencia espiritual se multipliquen entre aquellos que no son devotos de la verdad. Tenemos que aceptarlo como un efecto secundario inevitable.
Muchas personas han sido atrapadas por una actitud muy peculiar hacia la verdad, especialmente en nuestra época materialista. Y si tuviera que hablarles de las cartas que recibo, hoy tendría que hacer una adición más a esa parte de nuestra colección donde se exhiben los enemigos de la verdad. Ni siquiera me apetece mencionar el último disparate increíble, que llegó en una carta que recibí ayer. Sí, queridos amigos, esto es algo que debemos sentir; no basta con reflexionar un poco sobre ello. Porque, aunque nuestro tiempo lo exija, llevar la ciencia espiritual a la humanidad en una forma adecuada a nuestro tiempo no es una tarea tan sencilla. Hay que hablar a pesar de exponerse así a los peligros que conlleva hablar a un número de personas -y realmente son más que unas pocas- de verdades que no sólo tocan lo más elevado y sagrado, sino que llegan a lo más profundo, afectando al corazón y al alma. Piensen en los tiempos en que había no pocos sentados en el auditorio que luego se convirtieron en enemigos a ultranza y falsearon lo que se decía. Aquellos que, en todo caso, siguen tomando en serio a la Sociedad, deben pasar por esta experiencia de hablar con muchas personas que, como ustedes, son supuestamente amigos, sabiendo al mismo tiempo que en el pasado ha habido algunos que resultaron ser enemigos - personas que más tarde falsificaron las verdades que escucharon y utilizaron lo que recibieron aquí para atacar la verdad. Siempre hay que contar -a veces mientras se ve cómo sucede- con la posibilidad de que la persona que está escuchando lo que se dice se vuelva contra nosotros del modo en que otros se han vuelto en el pasado. Hoy en día, esto debe teñir nuestro trabajo en el ámbito de la ciencia espiritual: el conocimiento del alma humana adquiere un significado especial.

Estas cosas no deben tomarse a la ligera. Tratemos de refrescar por un momento nuestra memoria, nuestro recuerdo del camino de la verdad tal como ha aparecido en el desarrollo cósmico, en la evolución de la humanidad, y recordemos ¡cuántas cosas estuvieron involucradas en el progreso de la verdad! No voy a decir nada más al respecto hoy. Pero hemos tocado un área que está estrechamente relacionada con las conexiones directas entre esta vida y el mundo espiritual. Sólo si lo comprendemos podremos arrojar luz sobre estas cosas. Hay que aprovechar oportunidades como ésta para tocar lo que los representantes de la verdad de hoy deben sufrir. Y espero que haya al menos algunos de ustedes que sepan por qué de vez en cuando tengo algo amargo que decir sobre la forma en que la gente se relaciona con la verdad, y que haya algunos que sepan que no es del todo cierto decir que yo soy el culpable. Tal vez pueda caracterizar la tan querida falta de lógica de nuestros contemporáneos con una anécdota que en otras circunstancias parecería una tontería. Pero esta falsa lógica se utiliza, no al servicio de la verdad, sino de la mentira.

Había una vez un hombre que le quitó a otro su hacienda. Después de habérsela quitado, el antiguo propietario no la poseía como antes, sino que tenía que empezar de nuevo a trabajar por recuperar lo que ya había obtenido una vez. Se celebró un juicio. El antiguo poseedor de la finca estaba allí y también el hombre que se la había quitado. Cada uno tenía su propio abogado. Ahora bien, los abogados no siempre están para presentar la verdad incondicional y absoluta, sino para decir lo que es útil para la persona que representan. En este caso, el primero en hablar fue el abogado que presentaba la queja, el que representaba al hombre al que le habían quitado algo. Y, de hecho, al principio parecía estar en camino de convencer al tribunal. Pero entonces tomó la palabra el abogado del hombre que había sustraído la finca y dijo al juez: "Señoría, usted ha oído que mi cliente confiesa haber hecho todo lo que ha hecho. Usted ha preguntado a mi cliente: "¿Se declara usted culpable o inocente?". A lo que mi cliente ha respondido: "Tomé todas esas cosas, pero no me siento culpable". Y mi cliente tiene toda la razón al decir esto. Admitirá que se llevó todas esas cosas, pero no tiene por qué sentirse culpable por ello. Tampoco puede Su Señoría declararlo culpable, porque para establecer la culpabilidad hay que remontarse a la causa original del asunto. Considere, Su Señoría, que este hombre se ha convertido en un ladrón. Pero nunca se habría convertido en un ladrón si el otro hombre no hubiera poseído esas cosas que le quitó. El propietario original es el que ha invadido. Si nunca hubiera tenido las posesiones, mi cliente nunca podría haberse convertido en un ladrón. Así que él es el verdadero culpable. Sólo cuando mi cliente vio que este hombre tenía esas posesiones, tuvo la tentación de convertirse en ladrón". Y este abogado habló tan elocuentemente que el tribunal finalmente declaró: 'Sí, hasta hoy siempre hemos creído que el ladrón es el culpable. Pero todos los que han creído que la persona que toma algo es culpable se han equivocado, porque cuando se examina la causa real y original, se ve que la persona a la que se le quitaron las cosas, el poseedor original, es el culpable.'

Todo el mundo verá que lo que estoy diciendo es un completo disparate. Pero este es exactamente el tipo de lógica que se utiliza hoy en día contra la ciencia espiritual. La ciencia espiritual se abre paso en el mundo y logra ciertas cosas. Luego estas cosas son distorsionadas por personas que dicen que sólo lo hacen porque ven la verdad en la ciencia espiritual. Utilizan la misma lógica que quien dice que la persona a la que se le quita algo es la culpable porque ha tentado al otro para que se lo quite. Tal es la lógica hoy en día, con sólo que se ocupen de observar la vida a su alrededor, verán ejemplos de este tipo de lógica.

Ayer se me culpó -entre otras cosas- de todo lo que ocurre en el mundo cuando alguien miente sobre la ciencia espiritual y comete ciertos actos. Esta es la misma lógica que sigue quien dice: "La verdadera culpa no es de la persona que toma, sino de la persona a la que se le quita algo, pues es la que creó la causa original del robo".
Traducido por J.Luelmo abr.2022