GA227 Penmaenmawr, 31 de agosto de 1923 La entrada de la humanidad en la era de la libertad

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    RUDOLF STEINER 

Conocimientos de Iniciación

LA ENTRADA DE LA HUMANIDAD EN LA ERA DE LA LIBERTAD

 Penmaenmawr, 31 de agosto de 1923

décimo tercera conferencia

A partir de las descripciones que se dieron ayer, habrán deducido que el hombre tiene que adquirir gradualmente la libertad en el período actual de la evolución del mundo y de la humanidad. Al mirar hacia atrás en la evolución pasada del mundo, encontramos cómo, con respecto a sus actividades más importantes, su caminar, hablar, pensar, el hombre ha sido preparado desde arriba por Seres divino-espirituales. Vemos cómo, para asegurar que lo que estos Seres divinos han realizado en el hombre durante su existencia terrestre surta efecto, aunque sólo sea inconscientemente, siempre es conducido entre la muerte y el renacimiento a la asociación con estos Seres.

Recordarán que hablé de un hombre que es conducido a través de las fuerzas del Sol y de la Luna, y luego, en el reino del Sol, a través de Marte, Júpiter, Saturno, al mundo de las estrellas, espiritualmente entendido. A esto añadiría que cuando un hombre en la vida entre la muerte y el renacimiento tiene, por así decirlo, que volver sobre sus pasos después de haber progresado, como en la actualidad, en la región de los planetoides hasta una percepción de los impulsos de Saturno, en este viaje de retorno entra en relación con los Seres divino-espirituales más sublimes de las Jerarquías superiores - Tronos, Querubines, Serafines. Son Seres espirituales cuyos impulsos se extienden tanto a la existencia espiritual como a la natural. Al penetrar en las leyes de la naturaleza e infundirles vida y espíritu, tienen el propósito de lograr una armonía duradera entre estas leyes de la naturaleza y la vida moral de todo el Cosmos. Son Seres que nunca han aparecido en ninguna forma física, pero que en el mundo espiritual ejercen un poder apenas concebible sobre la Tierra, y hacen posible que la ley moral esté en continua armonía con la ley natural. Así pues, como el hombre, durante su existencia más allá de la Tierra, es capaz constantemente de dar nueva vida a los impulsos del pasado, puede, llegado a un punto de su evolución, obrar de acuerdo con estos impulsos extraterrestres.

En la época actual de la evolución del mundo y del hombre, sin embargo, nos enfrentamos a la tarea de tomar bajo nuestro libre control todo lo que en el pasado era más o menos una cuestión de compulsión, determinada para todos los seres humanos por los Poderes superiores.

Cuando examinamos esta evolución del mundo y del hombre, nos damos cuenta de que, en un momento determinado, el hombre se encontró con dificultades que tuvo que superar en su camino desde ser guiado exclusivamente por Seres divino-espirituales hasta el trabajo consciente de elevarse al conocimiento de estos Seres y, de este modo, a la obtención de la libertad humana. Este momento, que en cierto sentido significa la mayor crisis en toda la evolución del hombre, se produjo aproximadamente 333 años después del Misterio del Gólgota. Estas fechas son aproximadas, ya que el tiempo se cuenta de diversas maneras. Según nuestros cálculos actuales, esta crisis se produjo 333 años después del Misterio del Gólgota.

Si volvemos la vista atrás a este momento crítico, podemos describirlo más o menos de la siguiente manera. Si la evolución de la humanidad y la de la Tierra misma hubieran continuado como lo estaban haciendo, si los hombres hubieran permanecido bajo la guía de los Seres divino-espirituales que los habían estado guiando hasta ese momento, entonces, puesto que era intención de esos Seres que los hombres adquirieran la libertad, ésta se habría logrado - ¿pero con qué resultado? En aquel momento habría significado romper el equilibrio entre las dos partes del cuerpo astral humano.

Pensemos en la conexión entre el cuerpo físico y el cuerpo astral: nos ceñiremos primero al cuerpo astral. Antes del año 333, la mayor parte del cuerpo astral actuaba esencialmente en el hombre superior, y la otra parte, la más pequeña, en el cuerpo inferior. Y como en aquellos tiempos la parte superior del cuerpo astral era la más poderosa, fue a través de la cual los Seres divino-espirituales ejercieron sobre el hombre su mayor influencia. De acuerdo con el plan para la humanidad, la evolución humana ha procedido de tal manera que hasta unos 3.000 años antes de Cristo esas condiciones para el cuerpo astral se mantuvieron bien, pero hacia 1.000 años antes de Cristo la parte inferior del cuerpo astral se estaba haciendo más grande y la parte superior relativamente más pequeña, hasta que, en el año 333, las dos partes se habían igualado. Esta era la situación crítica 333 años después de la venida de Cristo, y desde entonces la parte superior del cuerpo astral del hombre ha ido disminuyendo continuamente. Ese es el curso seguido por su evolución.

Es imposible seguir la evolución del hombre en su realidad a menos que seamos capaces de comprender lo que le sucede al cuerpo astral humano en el curso de la evolución terrestre. Si el ser humano no hubiera sufrido esta disminución de la parte superior del cuerpo astral, su Yo nunca habría podido adquirir suficiente influencia y nunca habría podido llegar a ser libre. Esta disminución del cuerpo astral contribuye, pues, a la evocación de la libertad. Ya he dicho que no tiene sentido preguntarse por qué los Dioses no han dispuesto todo para dar placer a los seres humanos. Los Dioses tuvieron que crear un universo intrínsecamente posible. Mucho de lo que da mayor placer a los hombres radica en eso, además de otras cosas que, hasta que no están iluminados, no les resultan nada agradables. Esta disminución del cuerpo astral está relacionada con algo más, pues del tamaño del cuerpo astral en la parte superior del hombre, -no de su tamaño en conjunto-, depende su poder para controlar, con su Yo y su cuerpo astral, sus cuerpos físico y etérico. De ahí que todos los hombres puedan ver su salud gradualmente perjudicada por esta disminución del cuerpo astral. Sólo podemos formarnos una verdadera concepción de la evolución humana si reconocemos que la libertad tiene que pagarse en la Tierra con un debilitamiento general de la salud. No, por supuesto, en forma de cólera o tifus, pero la libertad no se obtiene sin traer consigo algún tipo de mala salud.

Si todas las fuerzas humanas después del año 333 hubieran permanecido como estaban, los hombres de la Tierra se habrían vuelto cada vez más débiles, cada vez más impotentes. Y la vida terrestre habría llegado a su fin por esta completa decadencia de la humanidad.

En este punto tuvo lugar lo que me gustaría describir a continuación. En una reunión de esos Seres divino-espirituales de los que hablé como pertenecientes al Sol, se decidió enviar a la Tierra a su representante, el Cristo, para que allí pasara por algo que los Seres divinos relacionados con la humanidad experimentarían por primera vez. El nacimiento y la muerte no son, ciertamente, lo que los materialistas imaginan, pero forman parte de la existencia terrena del hombre. Ninguno de los Seres divino-espirituales que están por encima del hombre -Ángeles, Arcángeles, y así hasta los más elevados- había conocido nunca la muerte, sino sólo las metamorfosis. Ellos cambian de una forma a otra, pero no nacen ni mueren. El hombre también cambia de forma, pero al mismo tiempo se despoja de sus cuerpos físico y etérico, con lo cual el nacimiento y la muerte son cambios más radicales que los experimentados por las Jerarquías superiores. Así que los líderes en las armonías e impulsos del Sol resolvieron enviar a la Tierra al Cristo, como un Ser que aún no había experimentado el nacimiento y la muerte, para que pudiera pasar por este destino puramente humano. El Misterio del Gólgota, por lo tanto, no es meramente un asunto de la humanidad; es también un asunto de los Dioses, y esto puede expresarse con palabras como éstas: Los Dioses del Sol se reunieron y deliberaron sobre las medidas que debían tomar para alejar de la humanidad el peligro de debilitarse cada vez más por la decadencia del cuerpo astral.

Y así el Cristo fue enviado a la Tierra y pasó por el nacimiento y la muerte - naturalmente no como un ser humano sino como un Ser divino. La consecuencia fue que a través del Misterio del Gólgota, a través del hecho de la muerte de Cristo, entraron fuerzas en la evolución terrestre para la curación de aquellas otras fuerzas que, en el sentido ya descrito, eran la causa de la enfermedad. Así, Cristo se convirtió para la humanidad, en verdad, en el gran Sanador cósmico y terrestre de la humanidad. En otras palabras, Sus fuerzas entraron en todo lo que tiene que ser sanado en los seres humanos, para que el hombre, teniendo su tendencia a la decadencia por un lado, pero por otro las fuerzas salvadoras de Cristo, pueda encontrar su camino hacia la libertad. Por ello, en la evolución del mundo se dispuso que, 333 años antes de la gran crisis, tuviera lugar el Misterio del Gólgota.

La evolución humana en la Tierra, en consecuencia, no podría haber seguido adelante sin esta amenaza de desastrosa enfermedad universal, que comenzaría en el año 333. Entonces, a través del Misterio del Gólgota, vino la gran curación universal. Por lo tanto, todo lo que el hombre hace sin conciencia del Yo, todo lo que deriva de las fuerzas más profundas que tienden a su futura caída, puede ser curado mediante la asociación con el Cristo. Eso es lo que significa el Misterio del Gólgota para la evolución terrestre y humana.

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La situación que acabo de explicar era conocida, hasta el siglo IV después de la venida de Cristo, por ciertos hombres que todavía tenían algún conocimiento de los hechos por haber absorbido la vida espiritual de su tiempo. En todas las épocas anteriores al Misterio del Gólgota habían existido antiguos Misterios, en los que se instruía a los alumnos acerca de la pasada evolución terrestre de los hombres, la venida de Cristo y lo que iba a ocurrir en la evolución futura de la humanidad. Se les mostraba en grandes y poderosas imágenes la conexión de los hombres en la Tierra con los Seres espirituales de los mundos superiores. En la época del Misterio del Gólgota todavía había individuos aislados aquí y allá que, aunque apenas más avanzados que los antiguos alumnos de los Misterios, habían conservado algún conocimiento de estos asuntos - un conocimiento que más tarde se llamó Gnosis. Estaban dispersos por Asia occidental, África y el sur de Europa. Su conocimiento, su sabiduría, se extendía al origen de los acontecimientos en la evolución de la Tierra y del hombre, y al poderoso papel desempeñado por el Misterio del Gólgota para los moradores de la Tierra. Pero estos hombres, que aún tenían conocimiento de los secretos de los antiguos Misterios, estaban llenos de ansiedad. Sabían que se avecinaba una crisis para la humanidad. Sabían que en el futuro el entendimiento humano ya no sería capaz de sondear las profundidades de la evolución terrestre y humana.

Así, en ciertas personalidades de los cuatro primeros siglos cristianos es posible discernir ansiedad, no por los asuntos terrenales, sino por todo el curso de la evolución del mundo. ¿Se preguntaban si los hombres estarían lo suficientemente maduros para recibir lo que el Misterio del Gólgota había traído? En los primeros cuatro siglos después del Misterio del Gólgota, ésta era la gran cuestión para los que podríamos llamar sucesores de los antiguos Iniciados.

De entre los que en estos primeros siglos aún estaban iniciados en los Misterios Cristianos surgió, por ejemplo, un maravilloso poema. En él se narraba la venida de Cristo a la Tierra, pero también se ofrecían en impresionante forma dramática, -aunque en su conjunto el poema era épico-, poderosas imágenes de los hombres del futuro próximo, que ya no serían capaces de comprender la necesidad de un elemento curativo en la evolución humana. Después de que estas imágenes hubieran revelado algo de lo que los Dioses habían decretado desde el Sol, -en la forma que he mencionado-, y de que se hubiera descrito impresionantemente el descenso de Cristo en el hombre Jesús, el poema pasaba a describir cómo en la evolución humana iba a haber, en una forma nueva y metamorfoseada, una revitalización del antiguo ser Deméter-Isis. Se mostraba cómo este ser iba a ser venerado en una forma humana especial, poderosamente representada, que llegaría en el futuro como una solemne promesa a la humanidad.

Estos poetas-sacerdotes, como podría llamarlos, de los cuatro primeros siglos cristianos, o al menos los más destacados entre ellos, describieron cómo en la evolución posterior debía surgir un cierto culto, practicado por todos los que debían alcanzar el aprendizaje y una vida del espíritu. Para tales hombres se establecería un acto sacrificial de algún tipo.

La epopeya representaba a un hombre joven que iba a entrar de lleno en el modo en que se entendía la evolución humana en aquella época. Se mostraba cómo debía pasar de la juventud a la madurez desarrollando un culto a la Virgen. Esta observancia ritual, este acto sacrificial, que se mostraba como necesario para todos los que se estaban convirtiendo en doctos y sabios, si la humanidad había de encontrar conexión con lo que había llegado a los hombres a través del Misterio del Gólgota, se retrataba en vivos colores. Un poderoso poema, lleno de color, surgió en aquellos primeros siglos del cristianismo. Y entre los que vivían más o menos en la atmósfera de este poema había también sacerdotes pintores, que, es verdad, pintaban estas escenas de una manera sencilla, entendida por la gente corriente; pero sus cuadros tenían fuerza y llegaban directamente al corazón.

Esto es lo que consiguió ese poema. Pero junto con todo lo que procedía definitivamente de la Gnosis, fue desarraigado más tarde por la Iglesia. No hay más que recordar cómo, por una supuesta casualidad, se salvaron más tarde los escritos de Escoto Erígena, y no parecerá absurdo cuando la investigación espiritual afirme que este gran poema, que evocaba el Nuevo Testamento, fue exterminado de raíz por la Iglesia posterior, de modo que no quedó nada de él en los siglos siguientes. Sin embargo, este poema había estado allí. Fue arrancado de raíz, junto con todas las sencillas pero impresionantes pinturas relacionadas con él. En él se escondía toda la angustia que sentían entonces los sucesores de los antiguos Iniciados. En este poema resuenan los tonos graves de una elegía.

Ahora bien, entre los que no siguieron a Agustín en una corriente muy diferente, algunas personas conservaron la capacidad de entender estas cosas hasta el siglo IV, incluso hasta principios del V. Pero esta comprensión no podía seguir siendo vívida como antes; las fuerzas espirituales de la gente en el sur de Europa ya no eran adecuadas para ello. Pero esta comprensión no podía seguir siendo tan vívida como antes; las fuerzas espirituales de la gente del sur de Europa ya no eran adecuadas para ello. Así que los fundamentos de la comprensión cristalizaron en los dogmas que han perdurado, aunque esto no podría haber sucedido si los dogmas no se hubieran conservado en una lengua cada vez más inerte: la lengua latina. Esta transmisión del latín en la Edad Media por parte de los hombres cultos tuvo el efecto de entumecer un entendimiento antes vivo, de modo que finalmente todo lo que se sabía sobre Cristo hecho hombre, sobre el envío del Espíritu y sobre la gran curación de la que he hablado, se había rigidizado en dogmas. Estos dogmas se propagaron a través de la lengua latina, cuyas mismas palabras ya no tenían nada que ver con el verdadero contenido de la enseñanza. Así, en la propagación de la erudición occidental a través del medio del latín, tuvo lugar una gradual desecación del elemento ardiente y fosfórico que había impregnado aquel poema exterminado.

Luego vinieron todos los pueblos jóvenes del Norte, atizados más desde Oriente, y recibieron el Impulso de Cristo en la forma latinizada por la que iba perdiendo vitalidad.

Debemos imaginarnos este Impulso de Cristo subiendo desde el Sur, y a los pueblos que se extendieron por el Norte aceptando un cristianismo seco porque sus fuerzas espirituales juveniles carecían de poder para dar nueva vida a la grandeza subyacente a los dogmas congelados. Las secuelas de todo esto aún perduran. Incluso ahora, en esas regiones septentrionales pueden encontrarse aparentemente, -pues todo esto es sólo aparente-, fuerzas que parecen haber recibido demasiado tarde el Impulso Crístico, ya rígidas en el dogma, pero que están llamadas, por el conocimiento directo del espíritu, a redescubrir todos los secretos del evento del Gólgota y de la entrada de Cristo en la vida terrena, todo lo cual tiene, sin embargo, que ser redescubierto en completa libertad. Porque incluso el hecho de que, después del año 333, el cristianismo, en su estado debilitado, se abriera camino desde Italia, y descendieran jóvenes razas de hombres, cuyos sucesores se extienden ahora por Rusia, Suecia, Noruega, Europa Central, Inglaterra, viviendo todavía bajo esa misma influencia, todo ello se produjo para que, en última instancia, los seres humanos pudieran apoderarse del Impulso Crístico en libertad.

Es tarea actual de los pueblos que, como representantes de una civilización, son los primeros a los que hay que llevar la Antroposofía, aceptar todo lo relacionado con Cristo Jesús y reconocer que sin el Impulso Crístico todos los hombres se habrían convertido en meras "columnas de sal". Podemos utilizar estos términos físicos, porque el Impulso Crístico penetra en lo físico, directamente en la curación de lo físico. Cristo se ha convertido en el gran Fósforo espiritual que trabaja para superar los procesos de formación de sal en el hombre. Christus verus Phosphorus - esta frase se oía por todas partes en los tres primeros siglos del cristianismo. También era un motivo principal en el poema perdido que he descrito.

Así pues, entre el pasado y el futuro, debemos situarnos en el presente y, al mismo tiempo, ser capaces de mirar hacia atrás. Naturalmente, no deseo imponerles dogmáticamente lo que acabo de relatar sobre un poema perdido y una enseñanza olvidada. No es ésa mi intención. Pero los métodos que conducen a la investigación del verdadero curso espiritual del hombre nos aportan el conocimiento de tales hechos, no menos fiables que los hechos descubiertos por la ciencia moderna y mucho más fiables que sus hipótesis. Así como nadie puede ser obligado a interesarse por asuntos que, influenciado por el materialismo actual, siempre ha rechazado, nadie que esté tan seguro de ellos como de su propia vida será disuadido de hablar de ellos a aquellos que, con un sano sentimiento de todo el curso de la evolución humana, son capaces de percibir la realidad de tal impulso que actúa en ella.

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Después del siglo IV de la era cristiana, el poema mencionado dejó de existir, pero en ciertos círculos muchos detalles del mismo se transmitieron de boca en boca y perduraron en la memoria. Pero el creciente poder de la Iglesia impidió a los miembros de estos círculos hablar públicamente de tales sucesos durante los primeros siglos cristianos. Uno de los que todavía tenían alguna noción del poema -aunque sólo lo conocían en una forma muy cambiada y debilitada- y alguna idea del estado de ánimo del que surgió, fue el maestro de Dante. De hecho, puede decirse que la Commedia de Dante, aunque con inclinaciones dogmáticas, debió parte de su inspiración a lo que había existido en los primeros siglos cristianos.

Naturalmente, soy muy consciente de las objeciones que pueden hacerse a tal interpretación de la historia; yo mismo podría hacerlas. Pero reconociendo, como es debido, el cuidado puesto por los autores de la historia que se enseña en nuestras escuelas, y con todo respeto por la precisión que se basa en los registros y en una crítica histórica concienzuda, ¿de qué vale todo esto? No puede pretender ser historia verdadera, historia real, porque no tiene en cuenta los registros que han sido desviados en el curso del tiempo. Por lo tanto, aunque los documentos puedan ser sometidos a la crítica más concienzuda, la verdadera historia sólo se revelará del mismo modo que el verdadero conocimiento de la naturaleza y de los cielos: a través de la investigación espiritual. Por lo tanto, los hombres deben encontrar valor no sólo para hablar del mundo de las estrellas, como hemos estado haciendo durante nuestro tiempo aquí, sino también para introducir en la presentación habitual de la historia todo aquello de lo que carece porque a ciertos círculos les interesaba privar a la posteridad de los documentos pertinentes. Pero los impulsos de esos documentos destruidos perviven en el alma de los seres humanos; perviven en los que han venido después y anhelan los impulsos ya no registrados pero antaño tan vivos en la humanidad. De ahí que no sólo será necesario que los hombres, -si quieren alcanzar en su evolución el futuro que les está destinado-, transformen, hasta cierto punto, muchos de sus conceptos; también tendrán que transformar su actitud ante la verdad.

Hablando fundamentalmente: debemos encontrar de nuevo el camino hacia Cristo. Cristo debe venir de nuevo. Esto supone que durante el presente siglo habrá hombres capaces de comprender de qué manera Cristo anunciará su presencia, bajo qué aspecto aparecerá. De lo contrario, terribles disturbios pueden ser provocados por personas que, teniendo en las profundidades subconscientes de su ser una premonición de esta venida de Cristo en el espíritu, la representarán a los demás de una manera escandalosamente superficial. Sólo será posible tener una visión clara de la evolución del hombre en un futuro próximo, cuando un número cada vez mayor de personas esté suficientemente maduro para ver cómo la investigación espiritual puede hacer verdaderos progresos; personas que sean capaces de descubrir en el mundo espiritual lo que los hombres necesitan para la correcta configuración de su curso ulterior. De lo contrario, estaremos cada vez más implicados en todo lo que obstaculiza nuestro acercamiento a lo espiritual, no tanto en lo que se refiere a ideas y conceptos, sino a nuestra actitud general.

En las ideas y conceptos de hoy en día hay mucho que parece un movimiento hacia lo que debe ser el verdadero objetivo del conocimiento en nuestro tiempo. En realidad, sin embargo, esto sirve en cierto modo para impedir que los hombres vean los descubrimientos de la ciencia natural bajo la luz correcta. Se les deja buscando a tientas los hechos, por así decirlo, en la oscuridad. Obsérvese cómo hoy en día, con la difusión general de las concepciones científicas y médicas, oímos hablar de hombres que en la edad madura empiezan a padecer trastornos nerviosos que afectan a toda su constitución física y provocan auténticos síntomas de enfermedad. Nuestros médicos actuales se dan cuenta, entonces, de lo impotentes que son para mejorar estos síntomas de cualquier manera obvia, o para proceder de la patología a la terapia. Como contemporáneo inmediato del destacado médico vienés Breuer, recuerdo que tenía un paciente en el que el examen físico no podía detectar ninguna condición patológica. Se decidió recurrir a la hipnosis, que se estaba haciendo muy popular en aquella época. Bajo hipnosis, se descubrió que el paciente había tenido, en un período anterior de su vida, una experiencia terrible, que le sobrecogió de horror. Por lo que se pudo averiguar, esta experiencia había sido reprimida en el reino del subconsciente, el inconsciente, creando allí una "provincia oculta" del alma. Aunque el hombre mismo no sabía nada de esto, estaba ahí en su vida y amenazaba su salud. Así, un hombre puede tener en su interior algo que, comenzando como una experiencia anímica, tiene secuelas perturbadoras; establece en su alma una región aislada de la que es inconsciente.

Se pensó que si el paciente recordaba su experiencia, y así se volvía plenamente consciente de ella, esta misma conciencia conduciría a su curación.

Casos como éste se encuentran cada vez con mayor frecuencia en la vida actual. Pero si queremos comprender por qué la gente se aflige tan a menudo de esta manera, el conocimiento espiritual debe enseñarnos lo que sucede cuando la parte superior del cuerpo astral disminuye, mientras que en su parte inferior hay una tendencia a acumular zonas subconscientes del alma. Debemos elevarnos del conocimiento del alma del hombre al conocimiento histórico del espíritu, al conocimiento cósmico del espíritu, para explicar tales fenómenos. Conocí bien a Breuer; era un hombre profundo; y, porque consideraba que con nuestro grado actual de conocimientos no se podía progresar en estas materias, abandonó esta línea de investigación. Entonces se dedicó a otros intereses, en particular a los de Freud y sus seguidores. De ahí surgió el psicoanálisis, que se basa en algo cierto, ya que los fenómenos existen. El origen de los síntomas físicos debe buscarse en el alma; la idea es bastante acertada. Pero el conocimiento necesario para dominar los fenómenos no se encuentra aquí, pues tiene que convertirse en conocimiento espiritual.

De ahí que este psicoanálisis, que tiene que ver con la disminución bastante natural e histórica del cuerpo astral superior del hombre, esté en manos de personas que no sólo son aficionados a investigar el alma y el espíritu, sino también aficionados a la investigación del cuerpo físico, pues no saben cómo seguir allí el funcionamiento del espíritu. Tenemos, pues, dos formas de diletantismo que se unen; son realmente semejantes, porque esas personas saben tan poco de la vida real del alma y del espíritu del hombre como de su vida física y etérica. Los dos grados en que son diletantes coinciden; y cuando dos cantidades similares trabajan una sobre la otra, se multiplican: axa=a2, o dxd=d2; así dilettantismoxdilettantismo=dilettantismos al cuadrado. Así ocurre realmente que algo correcto, basado en fundamentos verdaderos, parece de aficionado debido a la debilidad de la investigación actual. En todo esto, sin embargo, podemos ver un esfuerzo en la dirección correcta. Cualquier cosa como el psicoanálisis no debe, por lo tanto, ser tratada como una invención del diablo, sino como una indicación de que esta época nuestra quiere algo que es incapaz de lograr, y que cualquier cosa como el psicoanálisis prosperará sólo cuando se fundamente en la investigación espiritual. De lo contrario, el psicoanálisis llegará a nosotros en la extraña forma a la que la lógica de Jung lo ha conducido.

En efecto, Jung es capaz de escribir, por ejemplo, una frase como ésta: Se puede decir que a través de las "zonas ocultas" del alma, el hombre estuvo en un tiempo dispuesto a suponer la existencia de un Ser Divino. Jung añade a continuación (se inclina, por supuesto, por el ateísmo): Es obvio que tal Ser no puede existir. El psicoanálisis, sin embargo, sostiene que el hombre, teniendo esta disposición a creer, debe suponer la existencia de un Ser Divino para preservar el equilibrio de su alma. Para una persona concienzuda, -y nunca dejaría de reconocer que un hombre como Jung es a la vez concienzudo y preciso-, esto significa realmente: Estás obligado a vivir con una falsedad porque eres incapaz de vivir con la verdad. En el teísmo no hay verdad, pero hay que vivir con ella. En nuestro estado de desarrollo actual, estas cosas no se toman en serio; sin embargo, deben tomarse con toda la seriedad posible.

Así que, por todas partes, sin que nos demos cuenta, surgen estos anhelos subconscientes. Aquellos de ustedes que han escuchado o leído otros ciclos de conferencias mías, sabrán que a menudo he señalado, desde la percepción espiritual, cómo no es correcto decir: La luz que fluye del Sol, por ejemplo, sale sin fin hacia el infinito del espacio cósmico, disminuyendo siempre en intensidad con el cuadrado de la distancia.

He dicho en repetidas ocasiones que la percepción espiritual ofrece una imagen diferente. La idea de que la luz de un centro fluye hacia una distancia infinita no es correcta. Al igual que la cuerda de un arco, cuando está tensada, sólo puede estirarse hasta cierto punto y luego vuelve a su posición inicial, la luz sólo llega hasta cierto punto y siempre vuelve. No sólo se expande, sino que también es elástica, rítmica. De ahí que el Sol no sólo irradie luz, sino que la reciba todo el tiempo; pues al final de su recorrido hacia el exterior, la intensidad de los rayos es diferente y su curso puede cambiar. Sólo quiero indicar que esto se revela en conexión con la cognición superior, con el conocimiento cósmico del mundo - el verdadero conocimiento de la Ciencia Espiritual.

Por favor, no tomen estas observaciones como una falta de respeto hacia la ciencia por mi parte. Aprecio plenamente la ciencia; no se la puede alabar lo suficiente, y hay que reconocer el alto nivel de inteligencia que aporta a la vida actual. Pero sus afirmaciones sobre la luz, por ejemplo, son de aficionado comparadas con la verdad. Es importante que se llegue a la verdad, aunque sólo sea para aportar a todas estas ideas dominantes, que los hombres no saben cómo tratar, el impulso que podría elevar la investigación actual en el ámbito espiritual.

En ciertos círculos ocultistas existe una práctica errónea: al estudiante se le dan varias enseñanzas ocultas, pero nunca se le lleva al punto de mostrarle de dónde derivan. Las enseñanzas se dan en imágenes, y el estudiante no es conducido a las realidades que se imaginan en las imágenes. Por lo tanto, su alma está rodeada por un mundo de imágenes, y nunca llega a ver que a través de las imágenes debería estar aprendiendo acerca de todo el Cosmos.

Por esta razón, después de la aparición de mi Teosofía, tuvo que ser seguida por la Ciencia Oculta. Aquí las imágenes de la Teosofía son conducidas a la realidad del mundo estrellado, a la evolución de la Tierra a través de Saturno, el Sol, la Luna, etcétera. Los dos libros son complementarios entre sí.

Cuando en cualquier esfera a los hombres sólo se les dan imágenes, se ven limitados por ellas. Las personas que practican un ocultismo erróneo hacen esto con un estudiante del que no están seguros, y por este medio lo conducen a lo que se llama "prisión oculta". Entonces se ve rodeado de imágenes confusas de las que no puede escapar, una verdadera prisión de imágenes. Este es el daño oculto que se ha practicado y se sigue practicando hoy en día. Incluso hay seres espirituales que llevan a ciertas personas a este cautiverio oculto; pero para el alma el fenómeno es el mismo. Estos seres espirituales se sueltan en la naturaleza cuando ésta no se comprende espiritualmente, sino como si los procesos atómicos formaran parte de la naturaleza. Se niega así el espíritu en la naturaleza. Aquellos espíritus que siempre se esfuerzan por obrar contra el hombre, -los espíritus ahrimánicos-, se vuelven entonces activos en la naturaleza, rodeando al hombre con imágenes de todo tipo, de modo que también en este caso el ser humano se encuentra oculto y aprisionado.

Una gran parte de lo que hoy en día se denomina perspectiva científica -no los hechos de la ciencia, ya que se puede confiar en ellos- no consiste en otra cosa que en imágenes del cautiverio oculto general que amenaza con apoderarse de la humanidad. El peligro radica en rodear a la gente por todas partes con imágenes atomistas y moleculares. Es imposible, cuando se está rodeado de tales imágenes, mirar las del espíritu libre y las estrellas; porque la imagen atomista del mundo es como un muro alrededor del alma del hombre - el muro espiritual de una casa prisión.

Esta perspectiva puede mostrarnos, a la luz de la Ciencia Espiritual, lo que se debe buscar hoy en día. Los hechos de la ciencia natural son siempre fructíferos y conducen a los amplios reinos del espíritu, si no se abordan con los prejuicios de la prisión oculta en la que, fundamentalmente, está confinada actualmente la ciencia. Estas cosas deben constituir para nosotros una profunda experiencia interior, si queremos ocupar el lugar que nos corresponde en la evolución de la Tierra y de la humanidad, de acuerdo con su pasado y su futuro. Todo esto es lo que nos habla cuando en alguna región tenemos ante nuestros ojos la evidencia de la aspiración humana en el pasado y ahora somos capaces de verla a la plena luz del espíritu y del alma.

Cuando aquí subimos las colinas y nos encontramos con las piedras druidas, que son monumentos a las aspiraciones espirituales de aquellos tiempos antiguos, puede ser una advertencia para nosotros de que los anhelos de aquellos pueblos de antaño que luchaban por el espíritu, y buscaban a su manera la venida de Cristo, sólo se cumplirán cuando nosotros, una vez más, tengamos conocimiento del espíritu, a través de la visión espiritual que es nuestra manera de buscar Su venida. Cristo debe venir de nuevo. Sólo así podrá la humanidad aprender a conocerlo en su forma espiritual, como una vez, en forma corporal, pasó por el Misterio del Gólgota.

Esto es algo que aquí, donde se han conservado tan nobles monumentos del pasado, puede sentirse de un modo particularmente vivo.

Traducido por J.Luelmo ago,2023

GA227 Penmaenmawr, 30 de agosto de 1923 La evolución del mundo en relación con la evolución del hombre

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    RUDOLF STEINER 

Conocimientos de Iniciación

LA EVOLUCIÓN DEL MUNDO EN RELACIÓN CON LA EVOLUCIÓN DEL HOMBRE

 Penmaenmawr, 30 de agosto de 1923

décimo segunda conferencia

En el curso de nuestras observaciones sobre el mundo y sobre el hombre, hemos visto cómo éste lleva dentro de sí, -aunque sólo sea en forma de imágenes-, el pasado del mundo, y cómo le es posible, mediante un entrenamiento gradual, evocar estas imágenes. En nuestra conciencia diurna ordinaria no hay nada de todo esto, sino sólo recuerdos de nuestras experiencias durante la vida terrena. Sin embargo, cuando un hombre aplica esta conciencia ordinaria a seguir el camino que he indicado, entonces, a medida que su conciencia espiritual se hace cada vez más clara, surge en él más y más de la evolución pasada de los mundos. Y hemos descubierto cómo esta experiencia del pasado tiene que renovarse entre la muerte y el renacimiento.

Por lo tanto, podemos decir: Cuando las cosas que no son perceptibles para los sentidos llegan a serlo para la Imaginación, el hombre mira hacia atrás más allá de los recuerdos de su vida actual. Mira hacia atrás, hacia todo lo que ha contribuido a formarlo, hacia las fuerzas de crecimiento y de nutrición que lo han formado desde el interior, todo lo cual procede del espíritu.

Y además, en la Inspiración el hombre mira hacia la existencia preterrenal, pero no sólo hacia la suya propia. Ya hemos visto cómo se extiende más allá de la isla cósmica de la Tierra hasta el gran océano cósmico en el que las estrellas tienen su morada, y descubre que las estrellas se convierten entonces para él en moradas de Seres espirituales.

Y entonces, cuando surge la intuición, el ser humano mira hacia atrás, hacia las vidas terrenales pasadas. Con estas vidas terrenas pasadas, sin embargo, emerge ante la mirada la vida total del mundo en su pasado. En efecto, el hombre nace de todo el universo, y todo este universo vive en su cuerpo físico, en su cuerpo etérico, en su cuerpo astral, y en mayor grado en el yo durante su existencia terrena. Pero todo esto está contenido en el ser humano. Todo esto trabaja y se teje dentro de él. Como seres humanos llevamos en nosotros todo el pasado de la evolución del mundo, en el que han trabajado innumerables generaciones de espíritus divinos. Llevamos todo este trabajo de las generaciones espirituales divinas en la estructura de nuestros órganos; lo llevamos en las fuerzas que tejen y viven a través de nuestros órganos; lo llevamos en nosotros cuando las fuerzas de nuestros órganos se manifiestan en nuestras sensaciones y pensamientos. Llevamos en nosotros el trabajo de toda la evolución del mundo, en la medida en que pertenece al pasado.

Cuando ahora, después de haber agudizado, -al menos en pensamiento-, nuestra visión del pasado, miramos al mundo que nos rodea aquí en la Tierra, vemos con la conciencia ordinaria sólo lo que nos ofrecen los sentidos y lo que nuestro intelecto puede hacer de nuestras observaciones sensoriales. Detrás del reino de la percepción sensorial se esconde la vida del espíritu que todo lo abarca, una vida activa en todos los colores y sonidos de la naturaleza, en todo lo que experimentamos como calor o frío, en todos los aspectos de los fenómenos naturales que pueden afectarnos como seres humanos.

Además de la naturaleza física revelada a los sentidos, existe una naturaleza espiritual oculta, un entorno espiritual oculto. Este mundo espiritual circundante, del que sólo la más mínima superficie es aparente a la percepción de los sentidos, lleva incluso ahora en su seno la futura evolución del hombre. Así como llevamos dentro de nosotros, en poderosas imágenes, todo el pasado y somos nosotros mismos el resultado de esas imágenes, así también en la vida oculta de la naturaleza trabaja y teje lo que, en su ulterior desarrollo como evolución del mundo, nos traerá nuestro futuro. Así pues, podemos poner ante nosotros estas palabras de peso: El hombre lleva en sí el pasado del mundo; el mundo exterior es el portador de su futuro.

Estos son los dos principios fundamentales en los que se basan la evolución del mundo y la evolución humana. Y, de hecho, se expresan en la vida humana individual. Hay una gran diferencia entre todo lo que tiende más hacia la organización de la cabeza del hombre, y todo lo que tiene más que ver con el resto de su cuerpo. En pocas palabras, podríamos decir: Las fuerzas suben desde el corazón hacia la organización de la cabeza y producen la configuración particular de la cabeza, con su cubierta de cráneo duro. Esta está llena de la construcción más maravillosa de todo el mundo: las circunvoluciones y entretejidos del cerebro humano, en el que están incrustados los sentidos.

Todo lo que vive en estas fuerzas, todo lo que fluye a la cabeza del hombre desde su pecho y su corazón, es un resultado del pasado. Esto sólo pudo llegar a ser lo que ahora es en el hombre porque -como ya hemos dicho- innumerables generaciones divinas del espíritu han trabajado sobre él, a través de las metamorfosis de los cuerpos cósmico-planetarios. En mi Ciencia Oculta he señalado cómo una evolución de Saturno, una evolución del Sol, una evolución de la Luna, precedieron a su vez a la evolución de la Tierra en la que estamos viviendo y durante la cual se han recapitulado las evoluciones de Saturno, del Sol y de la Luna. Ahora nos encontramos bastante más allá de la mitad de la actual evolución terrestre, la evolución del hombre en la Tierra.

Las fuerzas que a través de largas edades se han ido desarrollando gradualmente, bajo la influencia de generaciones divinas del espíritu, todas viven en el cuerpo físico del hombre terrenal, y fluyen desde su corazón hasta su cabeza. Todo lo que ustedes llevan continuamente en su cuerpo físico, etérico, astral y en su Yo, como una corriente que sube desde el centro de su ser hasta su cabeza, ha sido preparado y trabajado por generaciones de Dioses a través de inconmensurables períodos de tiempo. Y el último elemento que vive en estas fuerzas ascendentes, -aunque la gente de hoy en día todavía es inconsciente de ello-, es el que se expresa como el karma de un hombre, el pasado de su propio Yo durante sus vidas en la Tierra.

Podemos decirlo así. Si penetramos profundamente en estas fuerzas de la memoria cósmica, llegamos primero al karma; luego a las diversas etapas de la evolución de la Tierra; después a las metamorfosis, las transformaciones planetarias por las que pasó la Tierra antes de convertirse en la Tierra actual. Antes de que la Tierra pudiera nacer, tuvo que existir un cuerpo cósmico, Saturno, constituido únicamente por un calor tenue. Saturno tuvo entonces que desaparecer antes de surgir a una nueva existencia como ese Sol del que nuestro Sol, visto ahora fuera en el espacio cósmico, es el residuo. En aquella época, el Sol era un cuerpo cósmico constituido únicamente por aire; éste tuvo que desaparecer de nuevo y dar lugar a un cuerpo cósmico constituido por agua: la antigua Luna. Luego la Luna, a su vez, dio lugar a la firme sustancia mineral de la Tierra, sobre la cual el hombre, como ser terrestre, pudo comenzar a evolucionar.

Pero al igual que tenemos estas fuerzas con tendencia ascendente, también llevamos dentro fuerzas con tendencia descendente. Estas fuerzas tienen una especie de punto central en el corazón, y la sangre circulante lleva ambas fuerzas a los movimientos de nuestros miembros, (ver diagrama). Estas fuerzas están activas en cada movimiento de nuestras manos; cuando toman algo, o realizan cualquier acción terrenal ordinaria, entran en cada movimiento que hacen. Ahora no pertenecen al pasado; pertenecen al mundo oculto que nos rodea. Serán llevadas al vientre del pasado, -que sólo se convertirá en pasado en el futuro-, cuando el hombre atraviese la puerta de la muerte y cambie su existencia terrenal por la vida entre las estrellas. Éstas son las fuerzas que preparan el futuro del hombre.

El futuro surge de la interacción de estas fuerzas con las fuerzas ocultas en la naturaleza exterior. Así, el mundo lleva el futuro del hombre dentro de su propia evolución. En él existe una distinción tajante entre estas fuerzas superiores y las inferiores. Los conocimientos que pueden adquirirse tras pasar por el Guardián del Umbral ponen de manifiesto esta distinción con fuerza.

Para la conciencia ordinaria, todo lo que está por debajo del corazón permanece inconsciente. Esto no significa que esté menos impregnado de conciencia, pero se trata de una conciencia que hoy en día está fuera de nuestro alcance normal. De ahí que lo que un hombre experimenta interiormente difiera del contenido de su conciencia. Sólo es consciente de lo que está en la superficie, surgiendo como una isla de sus otras experiencias.

Cuando somos capaces de penetrar más profundamente en el ser humano, podemos ver cómo todavía hoy está dotado de estas fuerzas subconscientes. Entonces podemos ver cómo un hombre realiza algún acto que, por ese momento de su vida terrenal, le causa placer y satisfacción - su cabeza está satisfecha. Puede que por alguna razón haya hecho algo completamente malo, pero su cabeza está satisfecha, y las implicaciones de su acción evaden su conciencia ordinaria. Pero aunque su cabeza esté perfectamente satisfecha, la mano que lleva a cabo la acción se ve subconscientemente afectada por ella, -y el subconsciente es realmente otra forma de consciencia-,y su mano tiembla. El temblor puede ser exteriormente imperceptible, pero en los cuerpos etérico y astral se convierte en un temblor real. Así podemos ver interiormente cómo un hombre puede estar satisfecho en su cabeza con algún hecho que subconscientemente causa un temblor en los órganos astrales y etéricos conectados con sus brazos o piernas. En la satisfacción dada a la cabeza por una mala acción, la conciencia está, -podríamos decir-, entumecida; pero otra forma de conciencia surge en las profundidades del ser del hombre, y allí la acción causa un temblor.

En este temblor se prepara el karma futuro. Es un temblor frente a las fuerzas ocultas en la naturaleza, fuerzas del mundo oculto. El temblor presagia el juicio que emitirán sobre el hombre los Seres de las estrellas, cuando, desde esta pequeña isla de la Tierra, salga al ancho océano estrellado.

Resumiendo: En el ser humano viven, de diversas maneras, tanto el pasado como el futuro del mundo, incluso en la forma externa de su cuerpo físico. La organización de la cabeza del hombre, el producto más maravilloso y perfecto de la evolución del mundo, se rompe en gran medida, incluso espiritualmente, cuando atraviesa la puerta de la muerte. Por otra parte, su organización inferior, aunque meramente física en apariencia exterior, es en realidad una imagen física de lo que vive anímica y espiritualmente en los brazos y las manos, en todo el sistema metabólico-motor. A través de este sistema, a través de todo lo que puede verse como carne y sangre en forma de brazos y manos, fluyen fuerzas espirituales. En una vida futura en la Tierra, estas fuerzas fluirán a través de los órganos que producen los movimientos de la mandíbula superior e inferior. Los huesos de la cabeza en su formación plástica serán entonces los huesos transformados de brazos y piernas - naturalmente me refiero a la parte espiritual de éstos, pues la física se desprende. Lo que ahora constituye tus brazos y piernas se convertirá en tu próxima encarnación -para hablar en términos de fuerzas y dinámica- en la configuración de tu cabeza. De ahí que la propia organización física ofrezca un reflejo de cómo un hombre ha pasado por la vida terrenal. Cualquiera que estudie correctamente la forma artística de la cabeza de un hombre puede ver en la forma misma de su cabeza cómo utilizó sus brazos y manos en sus relaciones con otras personas y con el mundo exterior durante su vida terrenal anterior. Pues los actos de brazos y piernas en una encarnación terrena perviven en la formación de la cabeza en la siguiente encarnación. La frenología ordinaria es superficial al dar todo tipo de interpretaciones intelectuales de la forma de la cabeza. Pero detrás hay una frenología profunda, oculta, que considera la individualidad de cada hombre y no se conforma con reglas generales, -una frenología que a partir de Intuiciones es capaz de discernir cómo las formaciones de la cabeza de un hombre han sido preparadas por el resultado de sus movimientos, su comportamiento y sus acciones durante una vida anterior en la Tierra.

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Así es como el ser humano se presenta hoy ante nosotros, y ante sí mismo, mostrando en lo que se ha convertido, cómo las generaciones divinas del espíritu han trabajado sobre él a través de inconmensurables períodos de tiempo. Naturalmente, sólo se puede indicar a grandes rasgos cómo la vida actual de un hombre ilustra en imágenes todo lo que estas generaciones de los Dioses han hecho por él, y por toda la humanidad, a través de las metamorfosis de la evolución terrestre: Saturno, Sol y Luna.

Tomemos en primer lugar tres impulsos particularmente significativos en la vida terrestre de los seres humanos. Si nos fijamos simplemente, con la conciencia ordinaria, en las maravillas reveladas en el desarrollo progresivo del ser humano desde los primeros días de su vida, podemos al menos hacernos una idea, un sentimiento, de las tremendas profundidades a partir de las cuales el alma y el espíritu luchan durante esos primeros días y semanas para dar una forma cada vez más definida a mucho de lo que en el niño es todavía informe; y luego, gradualmente, para poner bajo control los movimientos caóticos de brazos y piernas. Llegamos a sentir que se nos muestra cómo una actividad espiritual, presente en las infinitas profundidades de la vida oculta de la naturaleza, se expresa en el cuerpo humano. Y podemos decir: No hay nada en la Tierra tan maravilloso de observar como el despliegue del ser humano interior dentro del exterior, durante el desarrollo de un niño en sus primeros años de vida. Si sabemos observar esto con verdadera comprensión artístico-religiosa, entonces todo lo que allí puede verse, y la humildad que podemos sentir ante esta revelación de lo espiritual, superan todas las demás impresiones artísticas, científicas o religiosas que puedan recibirse del mundo exterior.

Pero señalemos tres cosas en el desarrollo de un niño. En la vida ordinaria decimos: El niño está aprendiendo a caminar. De hecho, es algo maravilloso. Aprender a andar implica una cantidad extraordinaria de movimientos. Todas las extremidades entran en juego cuando, para mantenerse erguido, el niño se levanta de la posición en la que su columna vertebral está paralela a la superficie de la Tierra. Lo damos por sentado como algo obvio, pero marca el momento en la vida del niño en el que está aprendiendo a dar a todas sus fuerzas una orientación diferente en la Tierra y, con la ayuda de la simetría de esas fuerzas y de su propio equilibrio interior, está aprendiendo a establecerse en el Cosmos como un todo. Al mismo tiempo, estamos observando realmente cómo un ser humano está creciendo a partir del mundo animal. Porque este es un momento que un animal nunca puede experimentar. Permanece esencialmente con la columna vertebral paralela a la Tierra, ya que si se endereza, como hace el mono, es contrario a su organización natural.

Si queremos formarnos una verdadera concepción del hombre, debemos ser capaces de ver bajo la luz adecuada este aprendizaje de andar por parte del niño. Los científicos han comparado los huesos del ser humano con los del animal, y han descubierto que son huesos de animal transformados, y que los músculos del hombre son músculos de animal transformados, y así sucesivamente. Que esto sea así con todos los órganos; seguirá sin encontrarse así la diferencia entre el hombre y el animal. La diferencia sólo puede verse cuando comprendemos cómo, en el momento de erguirse, el ser humano se libera de su conexión con el animal al principio de su vida, y establece su equilibrio en el mundo entero. Nunca durante su vida habría sido capaz de adquirir la habilidad para hacer esto si no hubiera sido preparada en los días más remotos; la semilla para ello ya estaba dentro del ser del hombre durante la existencia de Saturno. Los Espíritus Divinos pusieron entonces la semilla de la habilidad que sale a la luz cuando el niño aprende, como decimos, a caminar. Entonces no había animales, pues éstos aparecieron más tarde, durante la evolución solar. De ahí que el ser humano, tal como fue planeado originalmente, sea más antiguo que los animales.

Todo lo que hay en estas fuerzas invisibles que permiten al hombre caminar nos remite a su origen durante la existencia de Saturno.

La segunda facultad que surge en el niño proviene de su nueva orientación en el espacio; esto hace que las fuerzas se vuelvan hacia dentro y aparezcan de forma diferente. Por ejemplo, cojo un trozo de tiza; una fuerza viene en dirección hacia dentro, descargándose en los órganos internos. Esta fuerza que se dirige hacia el interior, que llega a través de los miembros desde la dirección del movimiento, hace su aparición en el desarrollo del niño cuando aprende a hablar. Primero, cuando el niño se orienta en el espacio, las fuerzas se dirigen hacia el exterior; después, las mismas fuerzas giran hacia el interior y el niño aprende a hablar.

La ciencia sólo conoce una pequeña parte de todo esto. Sabe que una persona diestra tiene su centro del habla en la mitad izquierda del cerebro, y una persona zurda lo tiene en la mitad derecha. Sin embargo, todo lo que tiene que ver con el desarrollo del habla en el cerebro, lo trabajan primero las extremidades cuando el niño aprende a andar, a agarrar cosas, a moverse y a dirigir su atención a los objetos. Esto surge de las fuerzas dirigidas interiormente, que luego salen del cerebro hacia los órganos del habla. Aquí, de nuevo, los Seres divino-espirituales han estado preparando el organismo humano a través de incontables edades, para que el niño sea capaz de hablar. Esos Seres divinos, que durante el período de Saturno prepararon al ser humano para caminar, luego trabajaron durante el período del Sol para lograr su capacidad de hablar.

El tercer don desarrollado por el niño, y por toda la humanidad, a través del habla, -pues no pudo venir antes que el habla en la evolución terrestre-, fue el poder de tener pensamientos. Esto fue preparado por los Seres divino-espirituales durante la edad de la Luna. Así es como la evolución humana siguió su curso en las edades pasadas del mundo; generaciones de Seres espirituales han preparado para el hombre su caminar, hablar, pensar - a través de la evolución de Saturno, la evolución del Sol, la evolución de la Luna.

En la evolución del mundo durante la edad del Sol, los animales hicieron su aparición, -naturalmente en una forma diferente a la de hoy. Ahora tienen que alimentarse de plantas, lo que en aquella época no necesitaban hacer, pues entonces eran criaturas del aire y estaban formadas por sustancia aérea. Fue durante la existencia lunar cuando se añadieron las plantas.

Luego la evolución pasó a la existencia terrestre, cuando el ser humano desarrolló por primera vez una forma corporal visible en la que podían alojarse las fuerzas de caminar, hablar y pensar. Al mismo tiempo surgió el reino mineral, que se convirtió en parte esencial de su organismo. Así puede describirse el pasado del hombre.

Si queremos contemplar el futuro del hombre, a la luz de las condiciones actuales de la Tierra, debemos partir de su vejez, lo que significa describir algo que hoy no es en absoluto evidente. Cuando un niño comienza a caminar, a hablar, a pensar, los signos externos de ello son suficientemente claros, pero cómo se intensifica la parte espiritual del hombre en la vejez no es nada evidente para nadie que no tenga visión espiritual. He hablado de la experiencia más maravillosa de observar la revelación gradual del alma y el espíritu en el cuerpo en crecimiento de un niño pequeño, y de cómo, si uno lo ve de la manera correcta, puede sentirse abrumado por el más profundo sentimiento religioso ante todo el significado que transmite este proceso artístico. Pero también es maravilloso ver cómo todo lo que un hombre ha experimentado caminando, hablando y pensando durante su vida terrenal desaparece en lo espiritual. Y luego ver cómo sus pensamientos y palabras, todo aquello por lo que ha trabajado y luchado con sus manos, vuelve a la vida del espíritu cuando atraviesa la puerta de la muerte. Así como lo que se expresa en el andar, en el hablar, en el pensar del niño, nos remite a etapas anteriores de la evolución de la Tierra, a la evolución de la Luna, del Sol, de Saturno, así también todo lo que un hombre ha experimentado en sus pensamientos nos remite, en primer lugar, a su próxima vida terrestre, y luego a los grandes períodos de la evolución futura de la Tierra.

Así pues, los pensamientos de los hombres apuntan hacia la etapa de Júpiter en la evolución del mundo y del hombre, etapa que sólo podrá alcanzarse cuando la Tierra haya atravesado la muerte y se haya elevado a una nueva existencia planetaria. Porque entonces los pensamientos no vivirán en nosotros en su forma fluctuante actual; tomarán una forma definida y aparecerán en la forma misma del hombre.

Hoy somos capaces de mantener nuestros pensamientos para nosotros mismos, y en ciertas ocasiones nuestro semblante puede parecer perfectamente inocente, aunque en nuestro interior seamos culpables. No podremos hacer esto durante la existencia de Júpiter. Los pensamientos de un hombre engendrarán entonces la expresión de su rostro. La forma humana habrá perdido su firmeza mineralizada; será interiormente flexible y consistirá en una sustancia bastante blanda. Un pensamiento erróneo que surja en nosotros se mostrará instantáneamente a otras personas a través de un cambio en nuestra expresión. Todo en la naturaleza de un pensamiento tomará forma inmediatamente; un hombre irá entonces bajo la apariencia de sus propios pensamientos y temperamento duraderos. De ahí que si, durante la existencia de Júpiter, un hombre es un canalla habitual, o sólo tiene impulsos animales, eso es lo que parecerá. Esa es la primera etapa en el futuro del hombre.

La segunda etapa ejemplificará el poder creativo del habla. Hoy en día, la palabra surge en el interior y sólo se emite al aire. En el futuro, la palabra hablada no se desvanecerá en el aire, sino que seguirá existiendo, y con ella el hombre creará formas reales. De modo que en la era de Júpiter tendrá el poder de darse forma a sí mismo con sus pensamientos; en la existencia de Venus dará forma al mundo que le rodea. Si durante la existencia de Venus, -cuando toda la sustancia será tan fina como el aire-, pronuncia una palabra maligna, surgirá algo parecido a una forma vegetal repulsiva. Por lo tanto, un hombre estará rodeado por las creaciones de su propio discurso. Durante la existencia de Venus surgirán los sentimientos creadores, el habla creadora y los sentimientos que crean a través de la palabra.

Durante la última metamorfosis de la Tierra, la existencia de Vulcano, las actividades expresadas en nuestro caminar y los movimientos de nuestros brazos se desarrollarán aún más. Hoy en día vamos a nuestro trabajo y utilizamos los brazos para realizar acciones, pero nada de eso es duradero. Voy a un sitio, tengo que hacer una cosa u otra. Por supuesto, puede ser algo muy complicado, incluso una guerra. Luego volvemos a marcharnos, y en el mundo exterior no queda ninguna de nuestras acciones. Durante la existencia en Vulcano, todo permanecerá. Un hombre no se limitará a ir de un lado a otro y realizar acciones; todo lo que haga dejará su huella en la existencia vulcana. Sus actos se actualizarán, se convertirán en realidades.

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Ya ven cómo la existencia terrestre hace una incisión radical entre el pasado y el futuro en la evolución del mundo y del hombre. Todo, hasta la época de la Tierra, fue realizado por las generaciones divinas del espíritu; lo que vendrá después será realizado por el hombre mismo. Así es como la libertad entra en su vida dentro del cosmos. Él es colocado en el mundo por los Dioses, y se le da su libre existencia. De los Dioses ha adquirido su capacidad de caminar, hablar, pensar, incluso su forma; pero para la futura evolución del mundo tendrá que llevar a este caminar, hablar y pensar lo que él mismo es. Ahora está a punto de salir del pasado para vivir en el futuro. Parte del pasado, es cierto, reside en su propio karma; parte del futuro reside en lo que está dispuesto a hacer por su propio karma en el futuro. En la actualidad, se encuentra en una especie de aprendizaje entre el pasado y el futuro.

Todo esto significa que las cosas no pueden funcionar en conformidad exacta con el plan originalmente previsto al que me referí ayer. Entonces hablé de 2.160 años entre dos encarnaciones. Pero durante su vida terrena un hombre está lejos de absorber todo lo que podría absorber; de ahí que para muchas personas hoy en día el intervalo entre la muerte y un nuevo nacimiento resulte haber cambiado: ya no 2.160 años para nadie, sino esencialmente más corto.

Los hombres que se han entregado enteramente a una vida terrestre, aquellos con ciertas tendencias criminales, están muy mal equipados para navegar en el océano de la existencia estelar; y después de un corto tiempo entre la muerte y el renacimiento, muy pronto vuelven a la vida terrestre. Otros necesitan mucho tiempo para purificar y perfeccionar lo que han hecho de su alma y de su espíritu durante la vida terrestre. Así que se puede decir que los que tienen tendencias animales, que sucumben fácilmente a sus instintos y deseos, vuelven pronto a la Tierra, mientras que los que tienen un desarrollo espiritual normal tardan más en regresar. Pero también puede haber seres humanos que, a través de una visión más profunda durante la vida terrena de cómo van las cosas en el momento presente, son capaces de despertar en sí mismos el deseo abnegado de regresar lo antes posible para contribuir al curso futuro de los asuntos terrenales. Pues si un hombre ha llenado su espíritu de amor durante su vida en la Tierra, puede realizar más rápidamente los tres a seis tránsitos, a través de Marte, Júpiter y Saturno. Cuando las personas de bajos instintos pasan por la muerte, retroceden temblando ante estos círculos y no los completan; les repele particularmente la región de los planetoides. Mañana hablaré de cómo los seres humanos de hoy en día pueden entrar en diversos círculos sometiéndose a ciertas influencias en el mundo, en su vida personal, en su vida nacional, etcétera.

Aquellos que entren correctamente en la región de los planetoides pasarán hoy setecientos u ochocientos años entre una vida terrenal y la siguiente. Eso es normal para las personas que no son de naturaleza realmente degradada. Pero a través de una visión más profunda de las cosas, y a través del amor al mundo espiritual, la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento puede acortarse conscientemente. Aquellos que han adquirido mucho de su vida en la Tierra pueden hacer un retorno comparativamente rápido, de modo que tan pronto como sea posible puedan trabajar en la transformación de la civilización y la cultura terrenales.

He tenido que llevarles en el pensamiento lejos del mundo terrenal, al de las estrellas y sus habitantes, para que, de una manera adecuada a la época actual, su atención pueda ser dirigida lejos del mundo en el que los seres humanos están generalmente absortos, a un mundo en el que tienen que entrar a través de un conocimiento más profundo, si desean experimentar su futuro correctamente. Hoy en día, la gente en general está poco inclinada a desprenderse de las pretensiones del mundo material y a buscar lo espiritual directamente en el mundo físico que les rodea. No tenemos tiempo ahora para detenernos en los obstáculos que se encuentran cuando, por ejemplo en el psicoanálisis, al que me referiré mañana, se intenta investigar al menos la parte espiritual del hombre. Sin embargo, es precisamente a partir de la observación directa de lo sensible-perceptible que se abrirá un camino correcto para aquellos que deseen ahora trabajar enteramente dentro del campo de la ciencia actual, si realmente buscan descubrir allí lo espiritual. Esto es posible. Una prueba definitiva de ello se encuentra en el folleto que acaba de publicar nuestro Instituto de Fisiología y Biología de Stuttgart. Aquí Frau Dr. Kolisko ha publicado los resultados de una hermosa investigación bajo el título Prueba fisiológica y física de la eficacia de las entidades más pequeñas. Ya saben que a la homeopatía le gusta trabajar con sustancias muy diluidas. Por este medio, trayendo la sustancia física en una forma altamente diluida, se abre un camino hacia lo espiritual. Frau Dr. Kolisko ha logrado ahora demostrar, mediante un método exacto, que las entidades más pequeñas, las diluciones más altas, son eficaces. Ella ha estado trabajando muy concienzudamente durante mucho tiempo en las líneas que he indicado, y ahora ha logrado producir diluciones en la proporción 1:1 trillón.

Si se disuelve completamente una sustancia en un vaso de agua, se tira la mitad y la otra mitad se vierte en un vaso lleno, se obtiene una dilución de 1:2. Si se vuelve a tirar la mitad del agua y el resto se vierte en un vaso lleno, se obtiene una dilución de 1:4, y así sucesivamente. Si se vuelve a tirar la mitad del agua y el resto se vierte en un vaso lleno, obtenemos 1:4, y así sucesivamente. Ahora en nuestro Instituto Biológico de Stuttgart, por medio de métodos científicos exactos, se ha encontrado una manera de producir soluciones precisas de 1:1 billón - llegando así a las llamadas potencias más altas. Los resultados se pueden ver en el caso, digamos, del antimonio, del que hablé en la conferencia médica dada durante nuestros días aquí. Encontramos que el crecimiento de las plantas, por ejemplo, el crecimiento de un grano de trigo, se reduce a su ritmo más lento alrededor de la vigésimo primera potencia, y se lleva a su ritmo más rápido alrededor de la vigésimo novena o trigésima potencia. Como ven, una sustancia ha sido diluida en un fluido hasta alcanzar una alta potencia, y encontramos que las potencias más bajas tienen un efecto diferente sobre el crecimiento de la planta, mientras que las potencias más altas aceleran el crecimiento, lo que significa que dan el mayor estímulo a la fuerza vital. De esta manera se ha descubierto que es posible dividir lo puramente material, para que lo espiritual pueda manifestarse en él. Pues si se descompone la sustancia material, no en átomos como pretenden los atomistas, sino de tal manera que se reduzca la actividad de sus funciones y fuerzas, entonces se está mostrando disposición, diría yo, a pasar a lo espiritual impregnando de espíritu la materia misma.

Pueden imaginarse ahora lo que esto significa para observar con precisión cómo actúan los remedios sobre el organismo humano, ya que el efecto puede verse realmente. Se prepara la dilución; se tiene en un frasco de laboratorio, y se deja caer en esta potencia un grano de trigo; luego en la potencia en el siguiente frasco se deja caer otro grano, y así sucesivamente, -granos y granos de trigo. Pues en el curso de esta investigación exacta se llenaron habitaciones enteras con estos granos germinando, mostrando el efecto de cada potencia sobre la tierra de la que brotan los granos. Esto es lo que debe hacerse hoy en día en la ciencia, para llevar el conocimiento material al reino del espíritu. Ustedes saben la disputa que ha habido entre homeópatas y alópatas sobre la eficacia de las entidades más pequeñas en las potencias superiores. Todo el asunto ha sido hasta ahora una cuestión de opinión: los alópatas sostenían un punto de vista, los homeópatas otro. Aquí, sin embargo, no se trata de tomar partido por los homeópatas, sino de establecer científicamente los hechos reales. En el futuro se sabrá naturalmente cuándo los remedios deben aplicarse de la manera alopática directa, y cuándo en una dilución de la potencia correcta, para que puedan tener el efecto deseado en el paciente - particularmente en su cuerpo etérico, que representa las fuerzas vitales. Sabremos exactamente dónde trazar la línea: aquí hay que dar un tratamiento alopático, allí uno homeopático. Al igual que otros experimentos científicos se llevan a cabo con la máxima exactitud, en este caso la Dra. Kolisko ha mostrado en su folleto, con la misma exactitud, cómo funcionan realmente las entidades más pequeñas. Lo que antes eran meras conjeturas se ha elevado al nivel de un importante tema científico.

Pero todo esto apunta a algo más. Basta con mirar en este folleto las curvas elaboradas con precisión que muestran cómo las fuerzas de crecimiento suben y bajan; obsérvese cómo las curvas tienen que trazarse según si la potencia es fuerte o débil, cómo con ciertas diluciones hay un mínimo de crecimiento, y en soluciones más diluidas -potencias más altas- un máximo; luego un retorno al mínimo, de nuevo al máximo y así sucesivamente. De este modo, al trazar las curvas de forma tan concienzuda, se obtiene una visión directa de un ritmo que funciona en todo lo material, un ritmo que es, de hecho, la expresión de lo espiritual. En el caso de los seres humanos, podemos pasar del sistema metabólico al sistema rítmico; también en la naturaleza es posible encontrar de forma bastante exacta y científica su sistema rítmico. Eso es precisamente lo que se desprende de este trabajo, que creo que puede ser un hito importante, no sólo en la controversia entre la homeopatía y la alopatía, sino en todas las cuestiones relativas a nuestro conocimiento de la naturaleza. Si los resultados de esta investigación se estiman correctamente, en el futuro las leyes de la naturaleza ya no se buscarán sólo de la manera atomística actual, midiendo y pesando; se reconocerá cómo en todas las cosas materiales hay un ritmo, y cómo en el ritmo de los acontecimientos en la naturaleza se expresa el ritmo del cosmos.

He querido llamar su atención sobre ello como una vía de salida de la ciencia exacta que debe abrirse. Mañana seguiré mostrando cómo en el psicoanálisis, por ejemplo, existe una especie de aversión teórica a emprender realmente el camino que conduce de la naturaleza física a la espiritual. Pero si los hombres quieren avanzar y no retroceder en la civilización, se verán obligados a tomar este camino hacia el espíritu.

Traducido por J.Luelmo ago,2023