ga347 Dornach, 9 de agosto de 1922 - ¿De donde viene los pensamientos?.

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 RUDOLF STEINER

¿De donde viene los pensamientos?

Dornach, 9 de agosto de 1922

 

TERCERA CONFERENCIA : 

Pregunta: Un oyente trae piedras de sus vacaciones. Se pregunta si las piedras también tienen vida o si alguna vez la tuvieron y cómo llegaron a serlo.

Dr. Steiner: Quizás pueda retomar el tema de estas piedras en otra ocasión, pero tal vez sea posible incluirlo en nuestra reflexión de hoy.



Verán ustedes, lo que quiero decir es lo siguiente: hemos visto que, en realidad, en nosotros, en los seres humanos, se produce una especie de mortificación de la vida. Hemos visto que en la sangre tenemos estos animalitos que se deslizan, los glóbulos blancos, que se deslizan a través de las venas hasta nuestra piel. Les he dicho que para estos animalitos es un placer especial salir a la superficie, cuando por lo demás solo se encuentran en el interior del cuerpo humano. Para ellos es, por así decirlo, la sal de la vida. Son pues células vivas las que se deslizan por ahí. Por el contrario, les he dicho que las células del sistema nervioso, concretamente las del cerebro, son en realidad células que mueren continuamente, que entran continuamente en la muerte. Las células del cerebro son de tal índole que solo empiezan a estar algo más vivas cuando duermen. Es entonces cuando comienzan a estar algo más vivos. No pueden moverse de su sitio porque están muy apretados entre los demás; no pueden moverse como los glóbulos blancos, pero por la noche, mientras ustedes duermen, comienzan a vivir un poco. Y ahí radica también el hecho de que, cuando estas células reciben un poco más de vitalidad y fuerza de voluntad del cuerpo, los glóbulos blancos deben permanecer algo más tranquilos. Y así, como les he dicho, se produce el pensamiento en todo el cuerpo.

Ahora planteémonos la siguiente pregunta: ¿de dónde vienen realmente los pensamientos? Es cierto que las personas que solo quieren pensar de forma materialista, es decir, que quieren pensar de forma cómoda, dicen: «Bueno, los pensamientos se originan en el cerebro o en el sistema nervioso del ser humano. Allí crecen los pensamientos como las coles en el campo». Pero si las personas se pararan a pensar en ello: «¡como las coles en el campo!». En el campo no crecen coles si no se cultivan primero. Por lo tanto, las cosas deben cultivarse primero, por así decirlo. Por mí, cada uno puede ver en el cerebro humano una especie de campo para los pensamientos. Pero piénsenlo: si tienen un bonito campo con coles y la persona que siempre lo ha cultivado se hubiera mudado y no se encontrara a nadie que lo siguiera cultivando, nunca crecerían coles en ese campo.

Hay que decirlo: precisamente cuando se piensa que los pensamientos provienen del cerebro, primero hay que preguntarse: ¿de dónde vienen? ¡Pues igual que la col viene del campo! Por lo tanto, primero hay que entender bien la pregunta. Y ahí tenemos que decirnos lo siguiente: lo que ven ahí fuera, en la naturaleza, es realmente lo que ha surgido en la naturaleza. Me gustaría explicarles lo que surge ahí fuera, en la naturaleza. Les he dicho que cuando comprendemos todo lo que rodea al ser humano, todo lo encontramos dentro de él. Cuando observamos las plantas y demás, comprendimos algunas cosas del ser humano. Ahora tenemos esta piedra. Observemos bien esta roca. Vean, debajo, detrás y arriba hay una roca muy blanda. Pueden rasparla con un cuchillo. El exterior, todo cuanto le rodea, es simplemente como una tierra algo más densa. Así es como es: solo voy a dibujar aquí la parte inferior. Abajo hay una roca blanda y, como si crecieran de ella, hay todo tipo de cristales sobre esta roca blanda, cristales que parecen crecer de ella. Tendría que dibujar muchos, ¿verdad?, pero con esto basta. Así que hay pequeños cristales; están ahí abajo, como si hubieran crecido, pero son terriblemente duros. No se pueden raspar con un cuchillo, el cuchillo no los afecta; como mucho, si se acerca a uno, puede separarlo por completo, pero no puede rasparlo. Así que son cristales duros los que están incrustados allí.
fig. 1
Ahora preguntémonos: ¿cómo llegan esos cristales a la tierra blanda, que solo está un poco compactada? Esos cristales son cuerpos con una forma muy bonita; aquí tienen una forma alargada y en la parte superior tienen una pequeña cubierta. También tendrían un tejadito en la parte inferior si no se hundieran en la tierra. Si fuera lo suficientemente blanda, así sería con todos los cristales, pero se destruyen al entrar en contacto con el suelo.

¿De dónde vienen estos cristales? Es cierto que, para que las plantas crezcan, debe haber ácido carbónico en el exterior, fuera de las plantas. De lo contrario, las plantas no pueden crecer. La misma sustancia que nosotros exhalamos debe llegarle a las plantas. Y entonces, cuando el dióxido de carbono llega a las plantas, estas lo absorben, retienen el carbono que contiene y exhalan el oxígeno. Esa es la diferencia entre los seres humanos y las plantas. Los seres humanos inhalamos el oxígeno y exhalamos el dióxido de carbono; retenemos el oxígeno mientras liberamos el dióxido de carbono. La planta está conectada a la tierra. Cuando la planta muere, este carbono vuelve al suelo y se convierte en el carbón negro que extraemos de la tierra después de siglos.

Pero también hay otras sustancias. Hay una sustancia que, en cierto modo, es muy similar al carbón, pero a la vez diferente. Se trata del sílice. Supongamos que tenemos un suelo rico en sílice, que contiene mucho sílice. Entonces, como siempre hay oxígeno, el oxígeno actúa. Ahora hay oxígeno encima. Al principio, este oxígeno no actúa sobre el sílice. Pero después de un tiempo, en el transcurso de la evolución de la Tierra, de repente se descubre que el oxígeno se ha unido a la grava. Y al igual que se produce ácido carbónico cuando exhalamos, cuando la grava de la tierra se une correctamente con el oxígeno, se produce cuarzo, ácido silícico; es decir, se forman cristales de este tipo. Solo es necesario que la sílice de la tierra se combine con el oxígeno para que se formen cristales como los que hay allí.

Pero el oxígeno por sí mismo no tiene la fuerza para unirse con la grava. Se puede tener mucha grava y oxígeno encima, pero no se formaría nada. ¿Por qué se forman estas hermosas figuras? Sí, se forman precisamente porque hay fuerzas que actúan desde todos los lados del universo y la Tierra está en constante conexión con todo el universo. Hay fuerzas que actúan continuamente, y estas fuerzas introducen el oxígeno en la grava, lo que da lugar a la formación de estos cristales. Así pues, todos estos cristales se forman porque la Tierra está influenciada por todos los demás astros. Por lo tanto, podemos decir que estos cristales se forman realmente a partir del universo.
fig. 2
Ahora bien, se podría decir lo siguiente: «¿Qué nos está contando? ¡La roca que nos ha dado Erbsmehl demuestra lo contrario!». En realidad, la roca es así: abajo hay tierra suelta (véase el dibujo), encima hay otra vez tierra suelta y atrás hay otra vez tierra suelta. Está completamente rodeada de tierra suelta, y estas formas cristalinas no solo crecen de abajo hacia arriba, como acabo de describir, sino que también crecen hacia arriba, por así decirlo, si solo estuvieran las de abajo. Pero estas son las que crecen hacia arriba desde arriba. Ahora se podría decir: pero eso no se puede explicar desde el universo, porque habría que suponer que las mismas fuerzas salen del interior de la Tierra, que luego tendrían que entrar desde el universo, si solo se explicaran desde abajo hacia arriba.

Ciertamente, verán que eso es una aparente contradicción. Tiene que haber algo detrás. Ahora les diré lo que hay detrás.

Este tipo de rocas no se forman en terreno abierto, sino en las montañas. Y cuando se encuentran en terreno abierto, también hay capas de tierra por encima y por debajo, al igual que en las montañas. Pero supongamos que las extraemos de la montaña. Imaginemos que tenemos una montaña así, y voy a dibujar la ladera de la montaña. Si suben por allí (véase el dibujo), suben así, y, naturalmente, tienen que pasar por allí, el camino tiene que pasar por allí, la tierra o la roca pueden sobresalir un poco; cuando van a la montaña, encuentran tierra sobresaliente por todas partes. 

fig. 3
Ahora imagínense que hace mucho, mucho tiempo, lo que he dibujado aquí en marrón habría estado allí, se habría depositado allí, y eso se habría depositado allí (véase el dibujo). Según mi explicación, ahora se habrían formado cristales aquí debido a las fuerzas del universo, tal y como he explicado, y también cristales de este tipo aquí. En cierto modo, habrían crecido cristales allí abajo debido a las fuerzas del universo, y también allí arriba. Más tarde, lo que estaba arriba se derrumbó y lo cubrió. Así que como ven: cuando lo que está arriba cae, lo hace de tal manera que queda arriba (véase el dibujo), y abajo están los cristales que originalmente subieron, pero que al caer han caído encima y han sido retenidos por los que estaban abajo, apilándose unos sobre otros. Los que cayeron se colocaron encima de los inferiores, de modo que lo que estaba arriba quedó abajo.

Así ha sido siempre en las montañas. Quien estudia descubre que en las montañas se han producido continuamente deslizamientos de tierra en los que la parte superior se ha superpuesto a la inferior. Eso es precisamente lo interesante del estudio de las montañas. Cuando se camina por la llanura, se tiene la sensación de que, como esto solo ha ocurrido en los últimos milenios, siempre hay una capa sobre otra. Nunca podríamos decir lo mismo de los Alpes. Es cierto que los Alpes se formaron hace mucho tiempo de esta manera, pero luego las partes más altas se derrumbaron sobre las partes más bajas, y los Alpes son capas de tierra completamente desordenadas.

Por eso es tan difícil estudiar los Alpes, porque hay que pensar en todo momento si lo que está arriba se formó así. A menudo no se formó así, sino que había una capa abajo, otra arriba, y luego, debido a un choque, lo que estaba arriba se derrumbó y cubrió lo que estaba abajo. Y así, estos pliegues, como se les llama, se han formado en las montañas a lo largo de milenios y milenios y han dado lugar a este tipo de cosas. Por lo tanto, primero hay que aclarar estas cosas, ya que las montañas se han derrumbado unas sobre otras. Por lo tanto, habría que decir: lo de abajo se formó en una pendiente como esta (véase el dibujo), lo de arriba en una pendiente como esta, y detrás estaba, naturalmente, la montaña, de modo que lo de arriba cayó sobre lo de abajo y lo cubrió. Así que solo se puede explicar algo así, donde los cristales se enfrentan desde abajo y desde arriba, si se sabe que en la Tierra, poco a poco, a lo largo de milenios, todo se ha mezclado.

Así pues, en todo el reino inerte hay fuerzas que actúan desde el universo y que también actúan en nosotros, de modo que ahora tenemos que hacer algo en nuestro interior para que esas fuerzas no nos perturben.

Porque, señores, la piedra que es tan común en la tierra, también la tenemos en nosotros. No es mucha, pero tenemos en nosotros sustancias de las que pueden surgir piedras terriblemente duras. Pero si se formaran en nosotros piedras tan duras como la que ha traído aquí el señor Erbsmehl, ¡nos iría muy mal! Si, por ejemplo, un niño que ya tiene guijarros en su interior no pudiera evitarlo y se formaran por todas partes cristales, aunque fueran muy pequeños, sería algo muy grave. A veces se forman durante una enfermedad.

El azúcar, como ya saben, también puede formar cristales. Si observan el azúcar candi, verán que también está compuesto por cristales superpuestos. Pues bien, nosotros tenemos mucho azúcar en nuestro interior. No todas las personas del mundo consumen la misma cantidad de azúcar. Esto varía. Por ejemplo, en Rusia se consume muy poco azúcar, mientras que en Inglaterra se consume mucho, por término medio, claro está. Pero también hay diferencias entre las personas. El carácter ruso es diferente al inglés. Los rusos son personas muy diferentes a los ingleses. Esto se debe en gran parte a que los rusos consumen poco azúcar en sus alimentos. Los ingleses comen cosas que contienen mucho azúcar, alimentos con alto contenido en azúcar.

Esto tiene que ver con lo que ya he dicho. Las fuerzas del universo influyen en todo lo posible. Por lo tanto, el ser humano tiene mucho azúcar en su interior. El azúcar siempre quiere cristalizarse. ¿Qué podemos hacer para que no se cristalice?

Como ven, ya les he dicho que en nuestro interior hay mucha agua, agua viva: esa agua disuelve el azúcar. ¡Eso sería un buen problema si el agua no disolviera continuamente el azúcar! Se formarían pequeños cristales, como cristales de azúcar candi, y tendríamos esos pequeños cristales punzantes en nuestro interior si el azúcar no se disolviera continuamente. Los seres humanos necesitamos azúcar en nuestra alimentación, pero solo podemos utilizarla si la disolvemos continuamente. La necesitamos. ¿Por qué la necesitamos? ¡Porque tenemos que disolverla! No vivimos solo de ella, pero disolver el azúcar forma parte de nuestra vida. Así que tenemos que introducirla en nuestro organismo.

Pero si no tenemos suficiente energía para disolver este azúcar, se forman pequeños cristales que se eliminan con la orina. Y ahí es donde aparece la diabetes. Esta es la explicación de por qué las personas desarrollan diabetes: no tienen suficiente energía para disolver el azúcar que ingieren. Necesitan azúcar, pero si no tienen suficiente fuerza para disolverla, aparece la diabetes. El azúcar no debe llegar al punto de eliminarse en forma de pequeños cristales, sino que debe disolverse. El ser humano debe tener la fuerza necesaria para disolver el azúcar. De eso depende su vida.

Si pensamos en algo así, podemos ver que no solo debemos tener la fuerza para disolver el azúcar, sino que también debemos tener la fuerza para disolver continuamente esos pequeños cristales que siempre quieren formarse en nosotros como cristales de cuarzo; son pocos, pero quieren formarse, esos cristales de cuarzo. No deben formarse en nosotros. Si se formaran en un niño, este vendría y diría: «¡Es horrible, me pica por todas partes! ¡Me pica por todas partes!».

¿Qué ocurre cuando el niño siente pinchazos por todas partes? Verá, los pequeños cristales de sílice que se han formado en los nervios no se han disuelto. Han permanecido allí. No vayan a imaginarse que se trata de masas gigantescas. Son muy pocos, minúsculos, tan pequeños que ni siquiera se pueden ver fácilmente con el microscopio; mucho más pequeños que una diezmilésima parte de un milímetro. Cuando se acumulan muchos cristales minúsculos en el sistema nervioso, la persona siente pinchazos diminutos por todas partes que no se puede explicar. Le pica por todas partes. Además, esto provoca pequeñas inflamaciones, inflamaciones muy pequeñas. Y entonces la persona tiene reumatismo o gota. La gota no es más que el depósito de pequeños cristales minúsculos. El dolor que siente la persona proviene de ahí. Y el hecho de que la persona con gota tenga nódulos gotosos se debe a la inflamación. Si se clava una uña, se produce una inflamación. Estas pequeñas espinas, que provienen del interior, se abren paso hacia la superficie. Se producen pequeñas inflamaciones internas y, a causa de estas inflamaciones, se forman los nódulos gotosos.

Se trata, por tanto, de procesos que pueden actuar en el interior del ser humano. De ello se desprende que, en realidad, siempre debemos tener en nosotros fuerzas que, por así decirlo, actúen contra la gota, ya que, de lo contrario, como seres humanos, padeceríamos gota continuamente. Pero no podemos padecerla continuamente. Por lo tanto, debe existir continuamente algo detrás que nos permita contrarrestarla.

¿Qué significa eso? Bueno, verán, significa que hay fuerzas que actúan desde el universo. En realidad, no quieren formar cristales demasiado grandes, sino microscópicos y diminutos dentro de nosotros. Cuando estas fuerzas entran y forman estos cristales aquí, también actúan dentro de nosotros, de modo que estamos continuamente impregnados de estas fuerzas y debemos desarrollar en nuestro interior aquellas fuerzas que continuamente reducen esto a la nada. Debemos contrarrestar continuamente estas fuerzas. Por lo tanto, debemos tener en nosotros fuerzas que contrarresten estas fuerzas. Estas fuerzas del universo también entran en nosotros, pero las contrarrestamos, especialmente en los nervios. En los nervios se formarían continuamente sustancias minerales si no las contrarrestáramos.

Las sustancias minerales deben formarse, porque, verán, hay niños que permanecen tontos y mueren prematuramente. Cuando se disecciona a esos niños que han permanecido tontos, a menudo se descubre que tienen muy poca de lo que se denomina arena cerebral. Todo el mundo debe tener un poco de arena cerebral. La arena cerebral debe formarse y debe disolverse una y otra vez.

Pero si no tenemos la fuerza suficiente para disolverlo también puede quedar demasiado. Sin embargo, señores, lo que hacen continuamente en su cerebro es que la arena se deposita continuamente en él cuando introducen los alimentos en la sangre. De este modo, se acumula continuamente. Y la arena cerebral que hay ahí dentro (se dibuja fig. 2) está expuesta a las fuerzas del universo, al igual que lo que hay en la naturaleza exterior, de modo que ahí dentro se forman continuamente cristales minúsculos. Pero no deben formarse. Si no tuviéramos arena cerebral, nos volveríamos estúpidos. Si se formaran los cristales, nos desmayaríamos continuamente, porque, en cierto modo, tendríamos reumatismo cerebral o gota cerebral. Porque en el resto del cuerpo solo duele, pero cuando el cerebro contiene estos cristales, no se puede hacer nada y uno se desmaya. Así que la arena cerebral es necesaria, pero hay que disolverla continuamente. Es un proceso continuo en el que la arena cerebral se deposita, se disuelve, se deposita y se disuelve.

Si se acumula demasiado, a veces también puede dañar las paredes de los vasos sanguíneos del cerebro. Entonces se produce una hemorragia. Entonces llega el shock, no solo el desmayo, sino el shock, el derrame cerebral.

Así que, precisamente cuando se estudian los procesos de la enfermedad, se comprende lo que el ser humano realmente tiene en su interior. Porque en la enfermedad también está todo lo que hay en una persona sana, solo que en exceso. Estar enfermo no significa otra cosa que desarrollar algo en exceso.

Esto también ocurre en la vida, señores. Ya han visto que cuando hay un niño pequeño y se le toca la mejilla con la mano, suavemente, con delicadeza, es una caricia, se le acaricia. Y también se puede hacer el mismo contacto con la mano con demasiada fuerza; entonces ya no es una caricia, es una bofetada.

Pues bien, así son las cosas en el mundo. Las cosas que por un lado pueden ser una caricia, por otro pueden ser una bofetada. Por eso, en la vida, lo que debe estar en el cerebro, ese suave trabajo en la arena cerebral, se convierte en una bofetada vital cuando se vuelve demasiado fuerte, es decir, cuando la fuerza que hay en nosotros es demasiado débil y no podemos disolver ese mineral que llevamos dentro. Entonces nos desmayaríamos continuamente o, si se vuelve demasiado fuerte, si estos cristales nos perforan constantemente las venas sanguíneas, sufriríamos un derrame cerebral. Por lo tanto, estos cristales deben ser disueltos continuamente. Esto que les acabo de contar ocurre continuamente dentro de ustedes.

Ahora quiero decirles algo más. Vamos a ilustrarlo con un ejemplo. Supongamos que aquí tienen a una persona, —lo voy a dibujar de forma muy esquemática—, aquí tienen su cerebro, aquí su ojo, y aquí quiero dibujar algo que ustedes miran de alguna manera, digamos, por ejemplo, una planta que tienen delante de sus ojos.

fig. 4
Ahora dirijan su atención hacia esta planta. Verán, cuando dirigen su atención hacia esta planta, —por supuesto, solo pueden hacerlo si hay luz a su alrededor—, y la planta está iluminada por los rayos del sol, entonces es brillante y la luz llega a sus ojos. Pero a través del nervio óptico, que va desde el ojo hacia atrás, el efecto de la luz llega a su cerebro. Así que cuando miran una planta, su ojo se centra en ella y, desde la planta, el efecto de la luz pasa a través de su ojo y llega al cerebro.

Señores, cuando miran una planta de esta manera, por ejemplo una flor, prestan atención a la flor. Pero eso significa mucho: se presta atención a una flor. Cuando se presta atención a la flor, en realidad también se olvida uno mismo. Ya saben, se puede estar tan atento que se olvida completamente de uno mismo. En el momento en que uno se olvida solo un poquito de que está mirando la flor, se genera inmediatamente en algún lugar del cerebro una fuerza que segrega algo de arena cerebral. Por lo tanto, mirar significa segregar arena cerebral desde dentro.

Esta secreción hay que imaginársela como un proceso totalmente humano. Ya se habrán dado cuenta de que no solo se suda cuando se hace un gran esfuerzo, sino que también, por ejemplo, cuando se tiene mucho miedo a algo, se segrega, no precisamente arena cerebral, sino otras sales y, con ello, agua a través de la piel. Eso es secreción. Pero mirar significa segregar continuamente arena cerebral. Cuando alguien mira algo con mucha atención, se segrega continuamente arena cerebral. Y ahí está el problema, que tenemos que disolver esta arena cerebral. Porque si no la disolviéramos, ¡se formaría en nosotros una diminuta florecilla a partir de la arena cerebral del cerebro! Mirar la flor significa, en realidad, que en nuestro interior se forma una flor muy pequeña, minúscula, que solo apunta de arriba abajo, al igual que la imagen en el ojo también apunta de arriba abajo. Esa es la diferencia, señores.

Es así: cuando miramos una silla, —ni siquiera tiene que ser una flor—, al mirarla se forma un poco de arena cerebral en nuestro interior, y si nos dejáramos llevar por esa mirada, obtendríamos en nuestro interior una imagen muy pequeña, —mucho más pequeña de lo que puede ser en un microscopio—, una imagen minúscula de arena de sílice de esa silla. Y si estuviera allí, en una habitación así, y hubiera desarrollado cierta capacidad de observación como ser humano, toda la habitación se invertiría dentro de mí, solo con el suelo arriba, como una imagen compuesta de piedras de arena minúsculas. Es colosal cómo se construye continuamente dentro de nosotros. Pero somos el tipo de personas que no dejamos que eso suceda. Sin hacerlo conscientemente, deshacemos todo el asunto. En este sentido, los seres humanos somos muy peculiares. Observamos el mundo. El mundo quiere formar continuamente en nosotros figuras que son como el mundo, solo que al revés. Y si no estuviéramos allí, si no miráramos, entonces, —especialmente por la noche, cuando dormimos, cuando no desarrollamos desde dentro la fuerza para disolvernos—, se formarían continuamente tales figuras a través de lo que hay en el universo. Estas formas se crean principalmente cuando la Tierra no está iluminada por el sol, por la luz, sino por fuerzas que provienen de mucho más lejos. Pero siempre estamos expuestos a estas fuerzas. Así que podemos decir: Cuando dormimos, todo tipo de formas minerales e inanimadas quieren formarse continuamente en nosotros a través del universo, y cuando miramos, también quieren formarse en nosotros formas que son iguales a nuestro entorno. Cuando dormimos, reproducimos el universo. En el universo, todo está dispuesto de forma cristalina. Lo que vemos allí (en los cristales) es debido a que las fuerzas del universo están dispuestas de la misma manera que los cristales. Unas van por aquí, otras van por allá, de modo que los cristales se forman a partir de todo el universo. Pero eso quiere suceder en nosotros. Y cuando percibimos, cuando miramos nuestro entorno inmediato, lo que hay en nuestro entorno inmediato quiere tomar forma. Debemos impedir continuamente que eso se solidifique, debemos disolverlo continuamente.

Bien señores, aquí se está produciendo un proceso peculiar. Imagínense que la flor quiere formar allí dentro una imagen inerte de sí misma en forma de guijarro. Eso no debe suceder, porque si no, no sabríamos nada de la flor, sino que nos daría gota en la cabeza. Por lo tanto, primero hay que disolverlo.

Quiero ilustrarles este proceso, que se repite continuamente, con el siguiente ejemplo. Supongan que tienen aquí una olla con agua tibia y alguien les venda los ojos. Después de vendarles los ojos, les trae cualquier objeto que se disuelva en el agua tibia. Ustedes deben meter la mano en el agua tibia. Ustedes no ven el objeto porque tienen los ojos vendados. Pero la otra persona puede preguntarle ahora: «Mira, ahora estás metiendo la mano en el agua; ¿notas algo ahí dentro?». «Sí, el agua tibia». «¿Notas algo más ahí dentro?». «Sí, se me enfrían los dedos».

¿A qué se debe esto? El otro ha introducido en el agua un objeto que se disuelve. Y esta disolución provoca que el agua tibia se enfríe alrededor de los dedos. Él nota esta disolución alrededor de sus dedos y puede decir: «Ahí dentro se está disolviendo algo».

Pero esto ocurre continuamente cuando hemos formado el objeto aquí dentro y tenemos que disolverlo de nuevo. Sentimos la disolución y entonces decimos, debido a que sentimos la disolución: «Sí, ahí fuera está el objeto, porque nos ha formado una imagen, y hemos disuelto esa imagen». Como la hemos disuelto, sabemos cómo es el objeto. Así nos viene la idea del objeto, porque primero tenemos que disolver la imagen del objeto. Así surge la idea. Si solo tuviéramos la imagen, nos desmayaríamos. Pero si somos tan fuertes como para disolver la imagen, entonces lo sabemos. Esa es la diferencia entre desmayarse cuando vemos algo o tener conocimiento de ello.

Consideremos a alguien que, digamos, es un poco enfermizo, y se produce un trueno terrible, algo que puede suceder. Entonces, ese trueno, aunque no sea a través del ojo, sino del oído, deposita arena cerebral en él y se forma una imagen. No puede disolverla lo suficientemente rápido. Quizás se desmaye, pierda el conocimiento. Si está sano, no pierde el conocimiento, es decir, ha disuelto la arena cerebral lo suficientemente rápido. Por lo tanto, desmayarse significa no disolver la arena cerebral lo suficientemente rápido. No desmayarse significa disolver la arena cerebral lo suficientemente rápido. Siempre debemos disolver la arena cerebral lo suficientemente rápido al observar las cosas que nos rodean.

Esto nos lleva a la relación del ser humano con las fuerzas del universo. La última vez les dije: si el ser humano se relaciona con las fuerzas del universo de tal manera que las células de su cerebro quieren morir continuamente, entonces estas están totalmente muertas y él debe manejarlas. Lo hace con su alma y su espíritu. Ahora encontramos incluso la fuerza que disuelve continuamente las células cerebrales. La arena cerebral mata continuamente las células. El hecho de que la arena cerebral se mezcle con ellas hace que las células mueran continuamente. Y tenemos que contrarrestar eso. Y esa es la razón por la que somos humanos: para poder contrarrestar de alguna manera la arena cerebral.

En los animales no ocurre lo mismo. Los animales no pueden contrarrestar la arena cerebral con la misma fuerza que los seres humanos. Por eso los animales no tienen una cabeza como la nuestra, salvo los animales superiores. Nosotros tenemos una cabeza que puede disolver todo lo que entra continuamente en nosotros. Esta disolución de lo que entra en nosotros es lo que hace que el ser humano pueda sentirse a sí mismo y decir: «Yo». Esa es la disolución más fuerte de la arena cerebral cuando decimos «yo». Así impregnamos nuestro lenguaje con la conciencia. Así, la arena cerebral se disuelve, toda la arena nerviosa en general. En los animales no es así. Por eso los animales gritan o hacen algo similar, pero no hablan realmente. Por eso ningún animal tiene la posibilidad de sentirse a sí mismo, de decirse «yo» como el ser humano, porque el ser humano disuelve la arena cerebral en un grado mucho mayor.

De modo que podemos decir: no solo trabajamos en nuestro interior contra lo que hay en la Tierra, sino que también contrarrestamos las fuerzas del universo. Las fuerzas del universo nos cristalizarían interiormente. Nos convertiríamos interiormente en una montaña con todas esas capas superpuestas de cristales. Trabajamos interiormente para contrarrestar eso. Lo disolvemos continuamente. Contrarrestamos continuamente las fuerzas del universo con las fuerzas disolventes.

Y así no solo disolvemos el ácido silícico, —porque eso es lo que forman estos cristales—, sino que disolvemos todo lo posible; disolvemos los componentes del azúcar, etcétera.

Se pueden investigar estos asuntos formalmente. Supongamos que una persona no sabe realmente nada al respecto, ya que estas cosas se desarrollan en el ser humano como un instinto, pero siente algo indefinido en su interior. Imagínese que la persona siente: «Ay, en realidad no consigo pensar con claridad, no puedo ordenar mis pensamientos».

Un periodista que escribe un artículo a diario puede ponerse así con especial facilidad. Sí, señores, escribir un artículo a diario supone disolver un montón de arena mental, ¡un montón de arena mental! Es un asunto realmente repugnante, escribir un artículo a diario, porque supone disolver un montón de arena mental. Y luego, cuando se supone que debes escribir el artículo, —al menos así era antes—, empiezas a mordisquear el dorso del mango del bolígrafo. Se decía que eso hacían sobre todo los periodistas: morderse el dorso del mango del bolígrafo para reunir fuerzas. ¿No es cierto que cuando muerdes algo, reúnes las últimas fuerzas de tu cuerpo para retenerlo en la cabeza, para dominar esa arena mental? Hay que disolver un montón de arena mental.

Todo sucede instintivamente. Claro, el periodista no se dice: «Estoy mordiendo la pluma para sacar ideas». Esto puede continuar. Siguiendo este instinto, va a una cafetería y toma un café solo. Los periodistas no le dan importancia porque no saben nada de estos temas. Pero una vez que han tomado un café solo, ¡he ahí el tema! Pueden volver a escribir, una vez que hayan tomado un café solo.

¿A que se debe esto? Se debe a que, en este caso, con el café negro se ingiere la llamada cafeína. Se trata de una sustancia tóxica que contiene mucho nitrógeno. El nitrógeno está en el aire. Pero podemos volver a introducirlo. Al respirar, siempre obtenemos una cierta cantidad de oxígeno y nitrógeno. Quien tiene que disolver la arena cerebral necesita precisamente una fuerza que se encuentra especialmente en el nitrógeno para disolverla. Obtenemos esta fuerza del nitrógeno para disolver la arena cerebral.

Por eso, por la noche, cuando dormimos, estamos más expuestos al nitrógeno que cuando estamos despiertos, y ya hemos dicho que, al inhalar más oxígeno, vivimos mucho más rápido; si inhaláramos más nitrógeno, viviríamos mucho más despacio y, por lo tanto, estaríamos más presentes. Podríamos disolver más.

El periodista que bebe café cuenta inconscientemente con el nitrógeno que ingiere y, gracias a este nitrógeno que obtiene de la cafeína, tiene la posibilidad de formar más arena cerebral y, por lo tanto, de poder disolver más. Entonces ya no necesita mordisquear el plumín, sino que puede escribir con la pluma, porque sus pensamientos vuelven a conectarse mejor.

Así que ya ven cómo funciona el yo humano. El yo humano promueve, porque al ingerir un alimento rico en nitrógeno, la cafeína, este nitrógeno se transporta al cerebro, lo que nos facilita la disolución de la arena cerebral y nos da la posibilidad de conectar un pensamiento con otro.

Algunas personas tienen la peculiaridad de que sus pensamientos están tan unidos que no pueden separarse de ellos. Son personas que tienden a trabajar constantemente en su cerebro. Sí, les viene bien hacer lo contrario. Mientras que a unos les ayuda mantener sus pensamientos unidos el hecho de poder desarrollar una línea de pensamiento coherente, otros necesitan recurrir a la cafeína, al café. Pero quien no quiera mantener sus pensamientos demasiado unidos, sino que quiera que brillen, que resplandezcan, quien, como se dice, quiera lanzar pensamientos a la cabeza de las personas, lo que parece muy ingenioso, entonces bebe té. Esto tiene el efecto contrario. Dispersa los pensamientos. Y así se favorece otra disolución de la arena cerebral.

De modo que, en realidad, este asunto que tiene lugar dentro del ser humano es extraordinariamente interesante y complejo. Cada alimento actúa de manera diferente, y siempre debemos añadir lo contrario a lo que realmente quiere surgir. Debemos disolverlo de nuevo. En realidad, esto es ahora lo más elevado de nuestro espíritu, a través del cual disolvemos continuamente a nuestro ser humano en su interior.

Y fíjense, cuando una persona come de tal manera que durante un tiempo no obtiene suficiente cantidad de lo que contiene suficiente nitrógeno, entonces ocurre precisamente lo que le hace dormir tan fácilmente, sobre lo que también me preguntó uno de los señores.

Esto se debe a que no ingerimos suficiente nitrógeno con los alimentos. Por eso, en estos casos, cuando nos sentimos muy somnolientos, debemos intentar ingerir alimentos más ricos en nitrógeno. Por supuesto, esto se puede hacer de muchas maneras diferentes. Pero ocurre especialmente cuando intentamos, por ejemplo, consumir queso o proteínas, es decir, huevos. Entonces, el nitrógeno en nuestro organismo se repone continuamente. Así es como hay que trabajar en el ser humano, para que sea capaz de trabajar con lo que es su yo en este asunto.

Hoy al principio les decía que el campo puede estar ahí, las coles pueden crecer en él; pero no crecerán si no hay nadie que las cultive. Sin embargo, el campo también debe estar bien preparado. Del mismo modo, también nuestro cerebro debe contener las sustancias necesarias para que nuestro yo pueda trabajar en él. Pero este yo está relacionado con todas las vastas fuerzas del universo, que quieren otra cosa. Estas fuerzas del universo quieren convertirnos constantemente en piedras muy duras, y nosotros tenemos que disolvernos una y otra vez. Si no pudiéramos disolvernos, no podríamos pensar, no llegaríamos a la conciencia del yo. En esta disolución consiste lo que llamamos nuestra conciencia del yo.

Verán señores, estas preguntas deben responderse primero de manera razonable si se quiere avanzar científicamente hacia una cosmovisión, si se quiere saber algo sobre el ser humano en su relación con el mundo. Lo más importante en el ser humano es que comprenda algo que tiene que ver con su disolución. Vemos morir a un ser humano, lo que significa que ahora se desintegra por completo como ser humano físico. Si no sabemos que en cada momento de vigilia se produce una desintegración en nosotros, nunca podremos comprender lo que significa la desintegración que se produce cuando el ser humano se desintegra en la muerte.

Lo primero que hay que saber, señores, es que, al poder contrarrestar en nosotros las fuerzas del universo, podemos disolvernos continuamente en nuestro interior. La disolución solo se suspende continuamente porque la alimentación nos proporciona de nuevo las sustancias a través de las cuales nos disolvemos. Pero cuando el ser humano llega a un punto en el que ya no puede disolver las sustancias que tiene en su interior, entonces se disuelve a sí mismo. Entonces el ser humano se convierte en un cadáver; entonces se disuelve a sí mismo.

Cuando volvamos a reunirnos, tendremos que preguntarnos: ¿qué ocurre entonces cuando el ser humano se desintegra? — Hoy precisamente, al menos hemos llegado al punto de saber que existe un proceso de disolución continuo y que, cuando no tenemos la fuerza, —por tener muy poco nitrógeno en nuestro interior—, para disolver las cosas que quieren formarse en nosotros a partir del universo, nuestro yo primero se vuelve impotente o se adormece. Estar somnolientos significa precisamente que no podemos disolver lo suficiente, que nos abruma la fuerza de la acumulación. Y así estas fuerzas se intensifican, ¿no les parece?.

Pero, al igual que usted está ahí cuando se duerme, porque puede volver a despertarse, tampoco debe deducir lo espiritual a partir de lo que ocurre exteriormente en el cuerpo. Porque, al igual que nada puede suceder en la máquina sin que el ser humano esté presente, nada podría suceder en el ser humano sin que el espíritu estuviera presente. Esto es científico, señores, lo otro no lo es. No es algo que yo quiera hacerles creer; es algo que conquista quien realmente puede tomarse el asunto muy en serio desde el punto de vista científico.

A principios de septiembre continuaremos con estas reflexiones. Verán que el tema nos lleva muy lejos en la comprensión del ser humano, y que, tras todos los posibles rodeos, nos permite comprender al ser humano en su vida cotidiana. Comprenderán al ser humano de una manera muy diferente cuando continuemos hablando, basándonos en lo que ya hemos discutido durante un tiempo. El ser humano se regenera una y otra vez, se disuelve, etc. Queremos seguir reflexionando sobre esto en los próximos días. Entonces verán cómo es realmente el ser humano para un verdadero científico.

Traducido por J.Luelmo ago, 2025

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