GA347 Dornach, 30 de septiembre de 1922 - Adam Kadmon en Lemuria.

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 RUDOLF STEINER

 
 Adam Kadmon en Lemuria.

Dornach, 30 de septiembre de 1922

 

DÉCIMA CONFERENCIA : 

Pregunta: Me ha sorprendido mucho lo de que el sol estuviera dentro de la Tierra; nunca había oído nada al respecto. Según he entendido en las últimas conferencias, la Tierra no era más que el ser humano, y que los animales en realidad descienden de todo ello. ¿Cómo se explica esto en contraposición a que el ser humano descienda del mono?
Dr. Steiner: Me alegra mucho que haga esa pregunta, porque precisamente respondiéndola podemos avanzar bastante.

Si tomamos la cabeza humana actual tal y como es, ¿qué encontramos en ella? En primer lugar, vemos que está recubierta desde fuera hacia dentro por una capa bastante dura y ósea. Sí, señores, si toman esta cubierta ósea, que es delgada en relación con toda la cabeza, y la comparan con lo que encuentran, por ejemplo, cuando entran en las montañas del Jura, encontrarán una similitud muy curiosa. Y es que la cubierta ósea de la cabeza está compuesta esencialmente por componentes muy similares a los depósitos calcáreos, la costra calcárea, que se encuentra en las montañas del Jura.

Ahora bien, estos depósitos se encuentran principalmente en la superficie de la tierra. Por supuesto, en estos depósitos calcáreos no se pueden cultivar frutas muy bien. Pero esto puede suceder en una capa que no está compuesta de cal, sino de tierra de cultivo, y que se encuentra sobre el suelo calcáreo.

Bueno, señores, ya habrán visto que cuando se habla de la naturaleza hay que tocarlo todo. Y ustedes saben que la cabeza del ser humano, al menos por fuera, también está cubierta por una piel que incluso se descama, de modo que sobre el cráneo calcáreo, sobre el esqueleto de la cabeza, se encuentra la piel. Si se estudia esta piel, se observa que tiene un gran parecido con la tierra de cultivo. En el cuero cabelludo crece el cabello. El cabello, a su vez, tiene un gran parecido con lo que crece como plantas de la tierra de cultivo. Si lo dibujamos esquemáticamente, de forma pictórica, podemos decir que en ciertos lugares de la tierra hay depósitos de caliza en la superficie; sobre ellos se encuentra la tierra de cultivo, y de la tierra de cultivo crecen las plantas. En el ser humano tenemos esta capa calcárea en el exterior, sobre ella la piel, y de la piel crece el cabello.
Ahora recuerden otra cosa. Curiosamente, puedo dibujar de manera similar cuando dibujo la Tierra o la cabeza humana. Pero recuerden que les dije algo más. Les dije que si se profundiza en la Tierra y se estudia lo que hay en sus profundidades, se encuentran restos de antiguos seres vivos, de antiguos animales y plantas. Les he dicho cómo eran estos animales y plantas en el pasado. Los ictiosaurios, los plesiosaurios y demás eran animales bastante grandes. Pero si ahora nos adentramos en el interior de la cabeza humana, ¿qué les dije allí? Les dije: en la sangre nadan los glóbulos blancos, que en realidad también son pequeños animales. Dentro de la cabeza humana, estos pequeños animales están muriendo constantemente, están medio muertos, por así decirlo, y solo vuelven a la vida por la noche, pero están en camino de morir. Y cuanto más nos acercamos a la cabeza, más muere la cabeza. Debajo del cráneo, entre el cerebro y la cubierta ósea externa, hay una piel bastante muerta. De modo que, cuando se entra en la cabeza, también se encuentra algo que está muriendo.

Por lo tanto, se puede decir que cuando una persona muere y se le extrae la cabeza, —algo que suele hacer la ciencia, que no se ocupa tanto de los seres humanos vivos como de los muertos en la mesa de disección—, sí, señores, entonces se tienen esas células cerebrales muertas, que en realidad son células sanguíneas fosilizadas, y por fuera la dura corteza. El asunto se vuelve muy similar al de la Tierra. De modo que no podemos decir otra cosa que: cuando atravesamos esa dura membrana cerebral —se le llama «membrana dura» precisamente porque ya está completamente muerta— y llegamos al cerebro propiamente dicho, también vemos allí continuas fosilizaciones. En la Tierra se encuentran estas fosilizaciones por todas partes. Si observamos la Tierra hoy en día, podríamos decir que se parece a una cabeza humana muerta como dos gotas de agua. Por supuesto, es más pequeña. La Tierra es más grande, por lo que todo se ve diferente. La Tierra se parece a una cabeza humana muerta. Por lo tanto, quien estudia la Tierra hoy en día debe decirse a sí mismo: la Tierra es un cráneo humano gigante, y además uno que ha muerto.

Bueno, señores, nunca podrán imaginar que algo pueda morir si antes no ha vivido. No es posible, ¿verdad? Eso solo lo afirma la ciencia. Pero creo que se considerarían estúpidos si encontraran la cabeza muerta de una persona en algún lugar y dijeran: «Se ha formado a partir de la materia». Nunca dirían eso, sino que dirían: «Lo que tiene ese aspecto debe de haber pertenecido a un ser humano vivo, debe de haber estado vivo alguna vez, porque lo que ha muerto debe de haber estado vivo alguna vez». - Así que, si alguien reflexiona racionalmente sobre ello, si hoy estudia la Tierra y encuentra una cabeza humana muerta, naturalmente tiene que imaginar, —de lo contrario sería, diría yo, estúpido—, que eso estuvo vivo alguna vez, que la Tierra fue alguna vez una cabeza humana viva, que vivió en el universo, como hoy vive el ser humano en la Tierra.

Bueno, la cabeza humana no podría vivir, sería imposible que viviera si no recibiera sangre del cuerpo humano. La cabeza humana por sí sola solo se puede mostrar por diversión. Cuando era pequeño y vivía en el pueblo, a veces se instalaban allí grupos itinerantes y montaban una caseta. Cuando pasabas por allí, siempre salía alguien: «¡Señores, por favor, entren, la función está a punto de comenzar! ¡Aquí pueden ver la cabeza humana que habla!». Así que mostraban una cabeza humana que hablaba. Ya saben, eso se hace con todo tipo de aparatos de espejos, de modo que no se ve el cuerpo, solo la cabeza. Pero, por supuesto, no solo está la cabeza, sino que su sangre y todo lo que la alimenta debe obtenerlo del cuerpo humano. Así debe de haber sido la Tierra en algún momento, que podía alimentarse a partir del espacio cósmico. Sí, ¿se podrían dar razones para afirmar que la Tierra fue realmente algo así como un ser humano y que podía alimentarse del espacio cósmico?

Se ha reflexionado mucho sobre cómo es posible que el sol, como he demostrado recientemente, estuviera conectado en su día con la Tierra. Pero eso fue hace mucho tiempo. Desde entonces, el sol se encuentra fuera de la Tierra y le proporciona luz y calor. Incluso el calor que hay dentro de la Tierra proviene del sol, solo que se almacena durante el invierno. Ahora se puede calcular realmente cuánto calor emite el sol cada año. El sol emite muchísimo calor. Y los físicos también han hecho esos cálculos. Son millones y millones de calorías. Pero, señores, al hacer este cálculo, los físicos se han asustado mucho, porque, aunque han averiguado cuánto calor emite el sol cada año, también han descubierto que, si eso fuera cierto, el sol ya se habría enfriado hace mucho tiempo y todos nosotros nos habríamos congelado. Así pues, el cálculo es correcto, pero no es cierto. Esto es posible. Se puede calcular, se puede calcular algo de la forma más hermosa, pero el cálculo no es cierto, precisamente porque es tan hermoso.

Ahora bien, había un físico, un suabo llamado Julius Robert Mayer, que tuvo ideas muy interesantes a mediados del siglo XIX. Este Julius Robert Mayer, que vivía en Heilbronn, en Württemberg, era médico y, al igual que Darwin en su viaje alrededor del mundo, hizo sus descubrimientos, es decir, realizó observaciones muy interesantes durante un viaje al sur de Asia, en las islas de allí, sobre cómo la influencia del calor hace que la sangre humana tenga un aspecto diferente al de las regiones más frías, y a partir de estas observaciones llegó a conclusiones interesantes. A continuación, resumió estas observaciones y las escribió en un ensayo muy breve. En aquel entonces, lo envió a la revista científica alemana más importante. Eso fue en 1841. Y esta revista científica le devolvió el ensayo porque la gente decía: «Todo esto es insignificante, amateur, estúpido». Hoy en día, esas mismas personas, es decir, sus sucesores, por supuesto, lo consideran uno de los mayores descubrimientos del siglo XIX.

Pero los «Anales de Física y Química» de Poggendorff, que en aquella época era la revista científica más famosa de Alemania, no solo devolvieron a Julius Robert Mayer el artículo en el que se recogía el asunto, sino que además lo internaron en un manicomio. Como estaba realmente muy entusiasmado con su ciencia, —no es del todo correcta, pero él estaba muy entusiasmado con ella—, se comportaba de forma un poco diferente a los demás, —los demás no sabían exactamente lo mismo que él—, y eso lo notaron sus colegas médicos y otros médicos, ¡y por eso lo internaron en un manicomio! Así que nos encontramos ante un descubrimiento científico que proviene de una persona que fue internada en un manicomio por ello. Si van ustedes hoy a Heilbronn, en Suabia, encontrarán en la plaza más importante un monumento a Julius Robert Mayer. ¡Pero eso se hizo a posteriori! Es solo un ejemplo de cómo trata la gente a aquellas personas que tienen ideas un poco diferentes.

Bueno pues verán, este Julius Robert Mayer, que reflexionaba sobre la influencia que el calor ejerce sobre la sangre, también se preguntaba cómo es posible que el sol genere calor. Los demás solo calculan cuánto calor emite. Pero Julius Robert Mayer se preguntó también: ¿De dónde viene todo eso? ¿Qué hace la física? Se podría decir que la física calcula igual que se calcularía en el caso de un ser humano: ha comido una vez y ahora está saciado, pero además almacena algo en su propia grasa y en sus músculos. Si ahora no puede comer más, lo toma de su grasa y de sus músculos. Y así puede vivir cuarenta o sesenta días, pero después muere si no consigue nada que comer. Los físicos también han calculado lo que el sol produce cada día, después de haber tenido ese calor de forma maravillosa. No se ha tenido en cuenta cómo comía en su momento, pero se ha calculado cuánto produce.

Pero Julius Robert Mayer se preguntó de dónde sacaba eso. Y descubrió que cada año entran en el sol tantos y tantos cuerpos celestes que son como cometas. Vean, ese es el alimento del sol. Pero si hoy miramos al sol, podemos ver que tiene un buen estómago, ya que cada año devora una enorme cantidad de cometas. Al igual que nosotros consumimos nuestra comida y generamos calor, el sol genera calor al devorar cometas en su buen estómago.

Bueno, señores, eso significa que cuando los cometas se desintegran por completo y caen, son núcleos de hierro duro, pero solo cae el hierro. El ser humano también tiene hierro en la sangre. Si el ser humano se desintegrara en algún lugar y solo cayera el hierro, probablemente la gente diría: «Hay algo ahí arriba que ha brillado y que está compuesto de hierro». - Como las piedras meteoríticas en las que se desintegran los cometas están compuestas de hierro, se dice que los cometas son de hierro. Pero eso es una tontería, igual que sería una tontería creer que el ser humano está compuesto de hierro porque tiene hierro en la sangre y se podría encontrar un trozo de hierro muy pequeño. Así se encuentran las piedras meteoríticas; son cometas desintegrados. ¡Los cometas son algo completamente diferente, los cometas están vivos! Y el sol también está vivo, tiene estómago, no solo se come los cometas, sino que se alimenta igual que nosotros. En nuestro estómago también hay hierro. Cuando alguien come espinacas, no se da cuenta de que contienen mucho hierro, en general, claro está. Sin embargo, es bueno recomendar a las personas con anemia que coman muchas espinacas, porque así obtienen hierro en la sangre de forma mucho más segura que si simplemente se les administra hierro en el estómago, que en la mayoría de los casos se elimina a través de los intestinos.

Si los cometas estuvieran compuestos únicamente de hierro y cayeran sobre el sol, ¡entonces verían cómo se desencadena todo el proceso! Se observaría un proceso completamente diferente. Probablemente habría que instalar un retrete gigante en el espacio celeste, si eso fuera cierto. Pero, por supuesto, la realidad es muy diferente. Los cometas solo contienen una mínima parte de hierro, pero el sol se los come.

Recuerden ahora que la propia Tierra tuvo una vez el Sol en su interior. Allí, el Sol hacía lo mismo que hace ahora solo: también se comía los cometas. He ahí pues, la razón por la que esta cabeza gigante que es la Tierra pudo vivir: porque el sol era su aparato digestivo. Mientras el sol estuvo cerca de la Tierra, esta se alimentaba del universo a través del sol, igual que nosotros ahora nos alimentamos de la Tierra a través de nuestro aparato digestivo.

Así que ya estaba previsto que la Tierra pudiera alimentarse mientras el Sol aún estuviera con ella. Solo hay que imaginar, por supuesto, que el Sol es muchísimo más grande que la Tierra y que, por lo tanto, cuando el Sol estaba dentro de la Tierra, en realidad no estaba dentro de la Tierra, sino que la Tierra estaba dentro del Sol. Así que hay que imaginarse la cosa así (véase el dibujo 1): en aquel entonces estaba aquí el sol, dentro estaba la Tierra y dentro de la Tierra estaba la Luna. Es decir: el sol, dentro del sol la Tierra y dentro de la Tierra la Luna. En cierto sentido, era al revés que en el ser humano. Pero en el ser humano también es solo aparente que tenga un estómago pequeño; el estómago pequeño por sí solo no podría hacer gran cosa. El estómago pequeño que tiene el ser humano, —de lo que hablaremos más adelante—, está en relación con el mundo exterior. En realidad, el ser humano está dentro de la Tierra, al igual que la Tierra estuvo una vez dentro del Sol. Y el verdadero estómago de la Tierra era entonces el centro del Sol. Si eso es el sol (véase el dibujo con círculo en azul), eso es la Tierra, entonces el estómago estaba aquí (en el centro), y el sol solo atraía todos esos cometas y los entregaba al estómago, de modo que la digestión de la Tierra se producía dentro de la Tierra.

pizarra 1

Ahora bien, pueden ustedes decir: eso contradice el hecho de que la cabeza humana no digiere por sí misma. — Eso es cierto. Pero también ha cambiado el asunto. La cabeza humana digiere un poco, después de todo. Verán, les he descrito: cuando comemos, los alimentos llegan primero a la lengua, al paladar. Allí se saliva primero con ptialina y luego pasa por el esófago. Pero no todos los alimentos pasan por el esófago, sino que el ser humano es básicamente una columna de agua, —todo es blando, solo se almacenan las partes sólidas—, de modo que parte de los alimentos ya se absorbe en la cabeza en la boca. La nutrición directa va desde el paladar hasta la cabeza. Así es. Verán, las cosas no son tan burdas como se suele creer, lo pueden constatar fácilmente si lo comparan. Un óvulo humano no se puede poner al aire libre para que se incube externamente. Con los huevos de ave sí se puede. Se ponen al aire libre y se incuban primero en el exterior. Lo mismo ocurre, de forma similar, con la cabeza humana. La cabeza humana actual no podría alimentarse con la poca comida que recibe solo por el paladar. Pero la Tierra estaba organizada de otra manera. Tenía un estómago que era al mismo tiempo boca y se alimentaba completamente a través de esta boca. Por lo tanto, podemos decir que mientras el Sol estuvo conectado con la Tierra, este enorme ser tuvo la posibilidad de alimentarse del universo.

Pero ya les he dicho: si hoy estudiamos la Tierra, vemos que es como una cabeza humana muerta. Sí, una cabeza humana muerta, pero que en algún momento tuvo que haber estado viva. Por lo tanto, la Tierra también tuvo que haber estado viva en algún momento. Se alimentaba por medio del sol.

Bien, señores, quiero decirles algo más. Verán, si observan el embrión humano en el útero materno en un momento determinado, es decir, después de la fecundación, diría que dos, tres o cuatro semanas después de la fecundación, este embrión humano tiene un aspecto extraordinariamente interesante. En primer lugar, en el cuerpo materno, alrededor del útero, hay una piel que tiene muchos vasos sanguíneos. Y los vasos sanguíneos que hay en el cuerpo materno, que por supuesto no están en el cuerpo humano a menos que se esté gestando un niño, están conectados con los demás vasos sanguíneos que tiene la madre. Se introducen en todas las venas. De este modo, la madre ha conectado esta esfera a su propio sistema sanguíneo (véase el dibujo) y, mientras la sangre circula por el cuerpo, fluye adicionalmente hacia esta esfera, solo hacia la esfera exterior.
fig. 1

Bien, señores, dentro de esta esfera encontrarán todos los órganos. Por ejemplo, hay un órgano que parece un saco y, junto a él, otro que es un saco más pequeño. En estos sacos también se encuentran las venas sanguíneas que, si la madre no está embarazada, no están allí, porque entonces falta toda la esfera; estas venas también se encuentran allí. Así que podemos decir: estas venas van por todas partes y todo lo que les he mostrado hasta ahora está ahí cuando el niño se desarrolla en las primeras semanas; está ahí, y el niño está colgado de ello, muy pequeño, minúsculo. ¡Está colgado de ello, muy pequeño!

Y curiosamente, si ahora les dibujara al niño tal y como será en un futuro próximo, tendría que dibujarlo así: el niño es casi solo una cabeza, el resto es muy pequeño. Como ven, he dibujado dos palitos, que más adelante serán los brazos. Las piernas casi no existen. Pero a cambio, al niño le salen estas dos bolsas que he dibujado, y en estas dos bolsas entran los vasos sanguíneos. Y estos vasos sanguíneos traen el alimento, y la cabeza se nutre. Aún no hay estómago, ni corazón. El niño no tiene circulación sanguínea propia durante las primeras semanas. El niño es solo una cabeza. Y crece y crece gradualmente hasta que, en el segundo o tercer mes, se vuelve humanoide y se le forman los demás órganos. Pero el niño sigue alimentándose desde el exterior, de lo que hay en los saquitos. Y luego se almacena alimento a su alrededor (se dibuja). Pero se le suministra sangre. El niño aún no puede respirar, solo recibe aire de forma indirecta a través de la madre. Así que el niño es en realidad una cabeza humana, y los demás órganos aún no le sirven de mucho. No puede hacer nada con los pulmones. No puede hacer nada con el estómago. Aún no puede comer; por lo que debe recibir todos los nutrientes de forma que se alimente su cabeza. Aún no puede respirar. Tampoco tiene nariz todavía. Los órganos se desarrollan, pero aún no puede utilizarlos. Así que el niño es una cabeza en el cuerpo materno; solo que todo es blando. El futuro cerebro es terriblemente blando aquí dentro, muy blando y terriblemente vivo, muy vivo. Y si pudieran tomar un microscopio gigante y pudieran ver la cabeza de un niño, por ejemplo, de la segunda o tercera semana después de la fecundación, se vería muy similar a lo que les he dicho sobre la Tierra, tal como era cuando los ictiosaurios, los plesiosaurios y demás animales nadaban por ella. Sería muy parecido, solo que de diferente tamaño.

De modo que se puede decir: ¿Dónde hay una imagen de la Tierra que existió en el pasado y que aún hoy sigue existiendo? En la cabeza humana, cuando la cabeza humana aún no ha nacido y existe como embrión. Esta cabeza humana es, en efecto, una imagen clara de la Tierra.

Y todo lo que debe estar ahí, esas bolsas en el cuerpo, lo que hay alrededor, se desprende como la llamada placenta, después de haberse vuelto muy frágil, y el ser humano queda, nace. Así que, de lo que se desprende como placenta, es de lo que realmente se obtiene el alimento como niño en el útero materno: la placenta está formada por vasos sanguíneos desgarrados. El llamado alantoides y el amnios, que son los órganos destrozados, son extremadamente importantes para nosotros mientras estamos en el útero, porque sustituyen al estómago y a los órganos respiratorios. Pero cuando ya no los necesitamos, cuando nacemos y podemos respirar y comer por nosotros mismos, se desprenden como placenta.

Bueno, señores, cuando miren algo como lo que les he dibujado, solo tienen que imaginar lo siguiente: ahí estaría el universo, aquí estaría la Tierra, y ahí dentro estaría la cabeza humana, y alrededor, muy delicadamente, el sol (véase fig 1). Y ahora llega el nacimiento, es decir, lo que antes estaba ahí deja de existir. El sol y la luna salen volando y se produce el nacimiento de la Tierra. La Tierra tiene que valerse por sí misma.  Se pueden describir dos cosas. En primer lugar, podría describírselo diciendo: la Tierra tenía antes este aspecto, había ictiosaurios, plesiosaurios, etc. Pero ahora podría describirles igualmente el embrión humano.  Es todo más pequeño, pero tendría que decir lo mismo. De modo que hoy pueden decir: la Tierra fue en su día el embrión de un ser humano gigante. Todo es más pequeño, pero tendría que decir lo mismo. De modo que hoy pueden decir: la Tierra fue una vez el embrión de un ser humano gigante.

Es muy interesante que, en épocas pasadas, las personas supieran más que las personas posteriores, de una manera extraña, sobre la que hablaremos más adelante. Las personas posteriores aprendieron principalmente del documento hebreo malinterpretado, del Antiguo Testamento malinterpretado, y se imaginaron lo siguiente: que existía la Tierra y, en algún lugar, el Paraíso, y que allí estaba Adán, ya formado, en el Paraíso, como un pequeño renacuajo. Esta idea que las personas se hicieron a partir del malinterpretado Antiguo Testamento es más o menos como si hoy alguien se imaginara que el ser humano no proviene de esa cosita que hay en las bolsas del alantoides y el amnios, de esa piel y demás; el ser humano no proviene de ahí, sino que todo eso es una cosa aparte; sino que en el cuerpo materno hay una pulga diminuta, y de esa pulga diminuta proviene el ser humano. Es más o menos así como se imagina: la Tierra estaba ahí, Adán y Eva vivían en ella como pulgas, y después vino la raza humana. Esto surgió precisamente de un malentendido del Antiguo Testamento, mientras que aquellos que sabían algo en la antigüedad no hablaban de Adán, sino de Adam Kadmon. Y Adam Kadmon es algo diferente a Adán. Es esa cabeza gigante que una vez fue la Tierra. Y esa es una idea natural. Este Adam Kadmon solo se convirtió en pulga terrestre cuando los seres humanos ya no pudieron imaginar que una cabeza humana pudiera ser tan grande como la Tierra, cuando dejaron de creer en ello, y entonces se formaron la idea anómala de que era como si fuera una broma que los nueve meses transcurrieran en el vientre materno y que el ser humano naciera de esa esfera materna.

En realidad, debemos imaginar que el ser humano fue en su día toda la Tierra, toda la Tierra. Y la Tierra era mucho más viva. Pero, señores, eso no es nada nuevo; miren, si les describo la Tierra hoy en día, es un ser muerto, como la cabeza humana en proceso de morir, y si volvemos a esa cabeza humana que está en el vientre materno, vemos que está completamente viva. Es como era la Tierra en otro tiempo. Y la Tierra hoy está muerta. Pero en otro tiempo estaba completamente viva.

Verán, si los seres humanos pudieran reunir todo lo que ofrece la ciencia, llegarían a muchas conclusiones. La ciencia está bien, pero las personas que administran la ciencia actual no saben qué hacer con ella. Si alguien observa hoy la superficie de la Tierra, tiene que decir: es como una cabeza humana muerta. En realidad, caminamos sobre algo muerto que en otro tiempo debió de estar vivo. Ya les he dicho esto, pero también les diré todo lo que se deduce de ello.
Ahora bien, en Viena, cuando yo era joven, había un geólogo muy famoso, es decir, un experto en la Tierra. Escribió un gran libro: «El rostro de la Tierra». En él dice lo siguiente: hoy en día, cuando caminamos sobre los terrones de Bohemia o Westfalia, caminamos sobre cosas muertas. Eso estuvo vivo alguna vez. La ciencia ya intuye los detalles, pero no puede encajar las piezas. Lo que les digo no contradice en nada a la ciencia. Si siguen la ciencia, lo encontrarán confirmado en todas partes. Pero los propios científicos no logran salir de lo que se deduce de los hechos.

Así que llegamos realmente a decir: la Tierra fue una vez un ser humano gigante. Lo fue. Y murió, y hoy caminamos sobre la Tierra muerta.

Bueno, vean, ahora quedan preguntas importantes, dos preguntas importantes planteadas por el señor Burle. La primera es esta: si retrocedemos en el tiempo, vemos que la Tierra era un ser humano gigante. ¿De dónde vienen los animales? Y la segunda pregunta es: la Tierra era un ser humano gigante. ¿Cómo es que hoy en día el ser humano es una pequeña pulga en la Tierra? ¿De dónde viene que se haya vuelto tan pequeño? Estas dos preguntas son realmente importantes.

La primera no es tan difícil de responder; solo hay que evitar responderla con todo tipo de fantasías y hay que responderla basándose en los hechos.

Señores, ¿qué pensarían si una mujer muriera durante el embarazo, mientras en su interior todo siguiera tal y como les he dibujado en la pizarra, y ustedes extirparan esa esfera que contiene los restos del parto y el embrión que más tarde se convertiría en un ser humano? Supongamos que sacamos todo eso y no lo ponemos en alcohol, donde se conservaría, sino que lo dejamos en algún lugar, especialmente donde haya humedad, y volvemos al cabo de un tiempo, ¿qué creen que veríamos? Sí, señores, si volviéramos allí al cabo de un tiempo y empezáramos a cortarlo, saldrían todo tipo de bichos; saldrían todo tipo de animalitos. Toda la cabeza humana que estaba viva en el útero muere. Y al morir —solo tenemos que cortarla para verlo—, salen todo tipo de bichos.

Sí, señores, piensen que la Tierra fue una vez una cabeza humana en el espacio cósmico y murió. ¿Les sorprende que salieran todo tipo de animales? Todavía lo hacen hoy en día. Si lo tienen en cuenta, ahí tienen el origen de los animales. Todavía pueden observarlo hoy en día.

Esa es una cuestión. Seguiremos hablando sobre cómo surgieron las distintas formas animales. Pero, en principio, tienen que existir los animales. Hoy solo puedo insinuar esta cuestión, más adelante la responderé con detalle.

Ahora queda la otra pregunta: ¿por qué el ser humano es hoy en día tan pequeño? Bueno, para responder a eso hay que reunir todo lo que se sabe al respecto. En primer lugar, se puede preguntar: sí, pero hubo una vez un ser humano que vivió en el espacio cósmico, que hoy es la Tierra, que murió y que hoy es la Tierra. ¿Acaso no nació? ¿Acaso no se reprodujo? No es necesario profundizar en esta pregunta; si se reprodujo, entonces los demás fueron llamados a otro lugar del espacio cósmico. Por lo tanto, solo debemos interesarnos cuando se produjo un punto determinado de reproducción.

Sí, señores, si hoy observan cómo se reproduce una pequeña célula, primero es así (véase el dibujo), luego es así, y después se convierten en dos. A continuación, cada una se convierte en dos más, con lo que ya son cuatro. Y así se construye todo el cuerpo humano, de modo que al final está compuesto por pequeños seres que viven en la sangre y mueren en la cabeza, todos ellos procedentes de una sola célula. Así, a partir de una parte de la Tierra original, al igual que hoy en día el ser humano no nace de un ser humano completo, sino de una parte del ser humano, surgió la Tierra actual. La pregunta es: ¿por qué ya no sale hoy en día? Porque la Tierra ya no está tan conectada con el universo desde que salió el sol. Ahora todos estos seres permanecen dentro. Antes, cuando el sol estaba dentro, recibían su luz desde fuera, mientras que ahora, cuando el sol está fuera, reciben su luz desde dentro. — Deben ustedes reunir todo lo que puedan saber.

Señores, ¿saben ustedes que los perros, que por lo general tienen un tamaño determinado por debajo del cual no pueden bajar, pueden criarse tan pequeños que a veces casi no son más grandes que ratas grandes? Si, por ejemplo, se les da alcohol a los perros, permanecen pequeños, ya que eso depende de lo que influye en el ser, de lo grande que se vuelve; sin embargo, estos perros se vuelven terriblemente nerviosos.

Realmente, aunque no todo el mundo estaba lleno de alcohol, los efectos de la sustancia se habían vuelto muy diferentes cuando el sol se alejó de la Tierra. Cuando aún estaba en la Tierra, el efecto era muy diferente al que se produjo más tarde, cuando el sol se alejó. Y mientras que al principio el ser humano era tan grande como la propia Tierra, este enorme efecto lo redujo a un tamaño pequeño. Pero eso fue una suerte para él, porque cuando era tan grande como la Tierra, todos los demás que nacían tenían que salir volando al espacio. Más adelante escucharemos lo que les sucedió. Ahora podían permanecer dentro de la Tierra, porque podían caminar juntos por ella. Y ahora, en lugar de un solo ser humano, surgió la raza humana, porque los seres humanos permanecieron pequeños.

Sí, señores, es cierto: ¡todos descendemos de un solo ser humano! Al fin y al cabo, es comprensible, ¿no? Pero ese ser humano no era un pequeño ser terrenal como lo son ahora los seres humanos, sino que era la propia Tierra. Solo que, cuando salió el sol, por un lado la Tierra murió y los animales salieron arrastrándose, como siguen haciendo ahora cuando algo muere. Y por otro lado, las fuerzas permanecieron. Solo que ahora no eran estimuladas desde dentro por el sol, sino desde fuera, y el ser humano se hizo pequeño y pudo convertirse en muchos seres humanos.

Así pues, al actuar desde fuera, el sol hace que el ser humano se sienta pequeño. Esto es algo que se puede comprender muy bien. Piensen por un momento que esto es la Tierra, —voy a dibujarla muy pequeña—, y que antes el sol era lo que contenía a la Tierra, de modo que todas las fuerzas irradiaban desde allí, y cuando la Tierra se movía, el sol siempre la acompañaba; eran uno y lo mismo (pizarra 1 dibujo de arriba a la izquierda). Ahora que el sol está fuera, el asunto es así: está el sol y está la Tierra, que gira alrededor del sol. Cuando la Tierra está ahí, recibe estos rayos; cuando está ahí, recibe aquellos rayos (dibujo de arriba a la derecha). Solo ven una pequeña parcela de rayos. Cuando el sol está fuera, la Tierra solo recibe unos pocos rayos. Cuando el sol todavía estaba en la Tierra, todo el efecto del sol seguía viniendo desde dentro. No es de extrañar que, cuando el sol gira así, pueda iluminar a una persona en cada punto de la Tierra, mientras que antes, cuando estaba dentro y tenía que irradiar desde el centro, solo podía iluminar a una persona. Cuando el sol comenzó a actuar desde la períferia, redujo el tamaño de las personas.

Es muy interesante, realmente interesante, que no solo los eruditos asiáticos, cuando ya hacía tiempo que se malinterpretaba el Antiguo Testamento y se interpretaba como se interpretó más tarde, siguieran hablando de Adam Kadmon, que en realidad es un ser humano que es toda la Tierra, sino también los antepasados de los actuales habitantes de Europa Central, que están por todas partes, en Suiza, en Alemania, tenían una leyenda en la que se decía: La Tierra fue una vez un hombre gigante, el gigante Ymir. Y la Tierra fue fecundada.

Hablaban de la Tierra como hoy se habla de un ser humano. Y, por supuesto, esto ya no se entendió más tarde, porque en lugar de estas imágenes legendarias, tan gráficas y tan ciertas, —son terriblemente ciertas—, en lugar de estas imágenes verdaderas, se impuso la falsa interpretación latina del Antiguo Testamento. Así que los antiguos germanos aquí en Europa, —era figurativo, como si hubieran soñado, pero el sueño era mucho más acertado que más tarde, cuando se malinterpretó el Antiguo Testamento y, en lugar de hablar de toda la Tierra, de Adam Kadmon, se habló del pequeño Adán—, todavía tenían una ciencia antigua, aunque meramente onírica y figurativa.

Sí, verán, uno siente un gran respeto por lo que una vez fue erradicado, la antigua, aunque meramente fantástica, ciencia pictórica. Pero existió y fue erradicada. No hay que sorprenderse. En una época determinada se produjo precisamente esta erradicación generalizada. Y si les contara lo que existía, por ejemplo, en Asia Menor, en Oriente Próximo, en el norte de África, en el sur de Europa, en Grecia, en Italia... Sí, señores, en los siglos I, II y III, cuando ya existía el cristianismo, se podían encontrar extrañas estatuas por todas partes, si se caminaba por los campos de Asia o África; estaban por todas partes. Y en estas estatuas, las personas que aún no sabían leer ni escribir expresaban cómo era antes la Tierra. A partir de estas estatuas se podía estudiar cómo era antes la Tierra. Se expresaba en la forma, en la escultura, que antes la Tierra era un ser vivo.

Y entonces la gente se enfureció tanto, que en poco tiempo, todas las estatuas que existían fueron simplemente retiradas. Se destruyó una cantidad enorme, de la que se podría haber aprendido muchísimo. Los monumentos antiguos que aún se encuentran hoy en día son los menos importantes, porque en los primeros siglos, la gente sabía muy bien cuáles eran más importantes. Fueron demolidos.

Es cierto que la humanidad tuvo en su día un conocimiento maravilloso, pero esos seres humanos lo soñaban. Y vean, es un hecho extraordinariamente interesante que, en lugar de pensar, —como deben hacer hoy en día—, los seres humanos de antaño soñaban en la Tierra. Lo hacían más por la noche que durante el día. Porque todo lo que se aprende de la sabiduría ancestral está impregnado de la idea de que esos seres humanos observaban mucho por la noche. Los pastores en el campo observaban mucho por la noche. Y esta antigua sabiduría estaba presente entre los alemanes, entre los germanos, que hablaban de un hombre gigante. Y después también hubo un hombre gigante. El ser humano no se hizo más pequeño de repente. Y finalmente se convirtió en lo que son ahora los seres humanos.

Desde este punto, señores, continuaremos hablando cuando pueda volver a estar con ustedes. Verán, una pregunta como esta siempre da pie a hablar de muchas cosas. Ahora tengo que volver a Alemania, a Stuttgart. Después podremos seguir hablando. Mientras tanto, preparen preguntas interesantes. Les diré cuándo será la próxima clase.
Traducido por J.Luelmo ago, 2025

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