GA059 Berlín, 10 de marzo de 1910 - La persona positiva y la negativa

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CAMINOS DE LAS EXPERIENCIAS DEL ALMA

LA PERSONA POSITIVA Y LA NEGATIVA

RUDOLF STEINER


XV conferencia

Berlín, 10 de marzo de 1910

Cuando dejamos vagar nuestra mirada de persona a persona, vemos la mayor diversidad en la vida anímica humana. En el curso de estas conferencias hemos señalado las diferencias típicas de los seres humanos y sus razones en relación con la vida del alma; hemos indicado las diferencias de las almas humanas en relación con el carácter, el temperamento, en relación con otros contenidos de la vida anímica, capacidades, facultades, etcétera. Ahora bien, las almas humanas -y, por consiguiente, todas las individualidades humanas-, nos muestran una diferencia significativa con respecto a lo que se va a considerar en la conferencia de hoy como el ser humano positivo y el ser humano negativo. Además, al comienzo de la conferencia, quisiera protestar contra la idea de que esta exposición, que pretende ser totalmente del carácter de las otras conferencias, tenga algo que ver con las representaciones diletantes, pero tan comunes hoy en día, que utilizan estas expresiones de la persona "positiva" y "negativa". Lo que se dirá en la conferencia de hoy deberá entenderse por sí mismo, sin relación alguna con tales designaciones.

Podríamos empezar por buscar una especie de definición, una especie de conceptualización de lo que es una persona positiva y negativa. Si quisiéramos establecer tal definición, podríamos decir algo así: En el sentido de una doctrina verdadera y más profundamente penetrante del alma y del ser humano, podemos llamar persona " positiva " a aquella persona que es capaz de conservar hasta cierto punto la firmeza y la certeza de su ser interior frente a las impresiones externas que penetran en él; de modo que en este ser interior posee conceptos e ideas firmemente definidos, una cierta suma de inclinaciones y aversiones, de impulsos de sentimiento, en los que no puede dejarse engañar por las impresiones que afluyen a él en la vida externa. Una persona también puede ser calificada de positiva si tiene ciertos instintos e impulsos para sus acciones de los que no puede ser desviada por ninguna impresión del día. Y como persona "negativa" podríamos llamar a aquella persona que se entrega fácilmente a las impresiones cambiantes de la vida, que se ve fuertemente arrebatada por estas o aquellas ideas que se le ocurren en esta o aquella persona, en esta o aquella tertulia, y por las cuales se siente fácilmente inclinado a someter a un cambio lo que ha pensado, sentido y presentido en una determinada dirección y a tomar otra cosa en su alma. Con respecto a la acción, podríamos describir a tal persona como negativa, que es fácilmente disuadida de sus impulsos de acción por toda clase de susurros de tal o cual persona.

Esto nos daría algo así como una definición de la persona positiva y negativa. Pero precisamente tales peculiaridades de la naturaleza humana, que repercuten profundamente en la vida, podemos convencernos fácilmente de que en el fondo hemos ganado muy poco con las explicaciones de los conceptos, con las definiciones, y que la búsqueda de tales conceptos, lo más cómodos posible, es más bien vana. Pues si descendemos de una definición tan abstracta de conceptos a la vida real, podemos decir: Una persona con fuertes instintos, con fuertes pasiones, que han adquirido un determinado carácter desde la infancia, que habitualmente siguen siendo los mismos en la vida, tal persona, por así decirlo, habrá dejado pasar toda clase de buenos y malos ejemplos y modelos de conducta y se ceñirá a lo que son sus instintos y pasiones habituales. Tal vez se habrá formado voluntariamente estas o aquellas ideas y conceptos sobre esto o aquello, y uno podrá presentarle hechos verdes y azules y similares: se aferrará a sus ideas, y se amontonarán obstáculo tras obstáculo para sacar a relucir sólo esto o aquello como hecho que le convence de lo contrario.  Una persona así sería una persona muy positiva, pero su positividad no le llevaría a otra cosa que a ir por la vida aburrida y sin impresionar, sin ver nada ni oír nada que pudiera enriquecer y ampliar el contenido de su vida. Otra persona inclinada a absorber nuevas impresiones a cada momento de la manera más devota, dispuesta a corregir sus ideas habituales siempre que surjan hechos que las sacudan, a una persona así podríamos verla, -quizá al cabo de un tiempo relativamente corto-, convertida en una persona completamente distinta. Podríamos ver cómo atraviesa época tras época de su vida, cómo se precipita de un contenido de su vida a otro, y quizá podría aparecérsenos al cabo de algún tiempo como una persona completamente transformada en comparación con una época anterior de su vida. Y si lo comparamos con alguien que va por la vida aburrido e impresentable, entonces podremos decir:

Él ha aprovechado su vida mejor que el otro. Pero tendríamos que describirlo como una persona negativa en base a los rasgos de carácter indicados.

Podríamos encontrarnos con que alguien de naturaleza corpulenta, que habitualmente deambula por la vida, se vería tentado por la moda de la época a realizar un viaje por un país donde se ven grandes tesoros artísticos; pero es tan positivo en todas las sensaciones que una vez ha descargado en su alma que pasa por obra de arte y obra de arte, a lo sumo mira una vez en la guía para ver cuáles son las más importantes, y que después de todo esto, -es tan "positivo"-, cuando vuelve a casa, su alma no se ha enriquecido en absoluto por este deambular de galería en galería, de bello paisaje en bello paisaje. Esta sería una persona muy positiva. Y podría haber una persona que pasara más o menos por lo mismo, pero con tal carácter que se entregara profundamente a cada cuadro, se perdiera con entusiasmo en cada cuadro, de tal manera que cuando se pusiera delante de él se olvidara inmediatamente por completo de sí mismo y viviera por entero en lo que ve; y así con el cuadro siguiente, con el tercero, y así sucesivamente. Así que recorre el todo con el alma entregada a cada detalle; pero como está tan entregada a cada detalle, cada impresión siguiente difumina la anterior, y cuando vuelve sólo tiene caos en el alma. Esta sería una persona opuesta en algunos aspectos a la primera, la persona positiva; sería una persona muy negativa.

Así que podríamos encontrar ejemplos de personas positivas y negativas de las formas más variadas. Podríamos describir como persona negativa a aquella que ha aprendido tanto que su juicio se ha vuelto incierto ante cada hecho; que no sabe lo que es verdad y lo que es mentira y se convierte en un escéptico de la vida y del conocimiento. Sería una persona negativa. Otro podría tener las mismas e igual número de impresiones; pero va por la vida de tal manera que procesa las impresiones y sabe categorizar la abundancia de impresiones en la abundancia de sabiduría que ha reunido. Sería una persona positiva en el mejor sentido de la palabra.

Un niño puede ser positivo hasta el punto de tiranizar a los adultos apoyándose en todas partes en su naturaleza inherente y tratando de rechazar todo lo que hable en su contra. De modo que puede ser muy positivo al no dejarse influir por nada. Y una persona que ha experimentado mucho en la vida, que ha pasado por muchos errores y decepciones, puede, a pesar de haber experimentado mucho, estar totalmente entregada a cada impresión, puede ser fácil de encumbrarse y fácil de hundirse; a pesar de las grandes experiencias de la vida, puede ser una persona negativa en relación con un niño. En resumen, sólo cuando permitimos que la vida nos afecte en su diversidad, no según conceptos, cuando los conceptos son sólo una especie de escalera para que colguemos los hechos y acontecimientos de la vida en los peldaños de esta escalera, sólo cuando consideramos los conceptos de tal manera que nos ayudan a organizar y regular los fenómenos y hechos de la vida, podemos llegar a un acuerdo con la vida como persona positiva y negativa sobre cosas tan incisivas. Porque, en efecto, al abordar esta peculiaridad del alma humana estamos tocando algo de la mayor importancia. En el fondo, el asunto sería sencillo si no tuviéramos que pensar en el hombre de la manera más viva, -lo hemos subrayado a menudo en estas conferencias en toda su extensión-, erguido, vivo dentro de lo que llamamos "desarrollo".

Vemos al alma humana avanzar apresuradamente de un estadio de desarrollo al siguiente. Y cuando hablamos en el verdadero sentido de la ciencia espiritual, también que lo que tiene lugar en la vida del hombre individual entre el nacimiento y la muerte no nos aparece como corriendo uniformemente; porque sabemos que esta vida entre el nacimiento y la muerte es sólo la reiteración de vidas anteriores, y el punto de partida para vidas sucesivas. Y si consideramos de este modo toda la vida humana a lo largo de las diversas encarnaciones, nos puede resultar fácilmente evidente que si para un ser humano en una vida entre el nacimiento y la muerte el desarrollo procede más lentamente, de modo que persiste durante toda su vida en los mismos rasgos de carácter, en el mismo contenido conceptual, entonces en otra vida tiene tanto más que compensar el desarrollo que le lleva a otros estadios de la vida anímica humana. La observación de la vida individual sigue siendo en todas partes inadecuada en grado sumo.

Si nos fijamos en la propia alma tal y como se nos ha presentado en las conferencias anteriores, podemos preguntarnos: ¿Cómo podemos llegar a un acuerdo con esta alma y su vida con las indicaciones que hemos obtenido ahora sobre el ser humano positivo y negativo?

En las conferencias anteriores hemos mostrado que la vida del alma humana no es en absoluto una caótica acumulación de ideas, sensaciones y conceptos, como parece a primera vista, sino que tenemos que distinguir tres miembros de esta entidad anímica:

En primer lugar, lo que debemos describir como el miembro más bajo del alma humana, y que hemos denominado "alma sensible". Encontramos por primera vez esta alma sensible en su forma, podría decirse, más original, cuando consideramos a las personas en un estadio de desarrollo relativamente bajo; personas que todavía están completamente entregadas a lo que yace en su interior en forma de pasiones, impulsos, deseos, anhelos de existencia, y que, por consiguiente, simplemente siguen todo anhelo ascendente, todo deseo ascendente. Lo que hemos descrito como el yo, como el núcleo autoconsciente real del alma humana, descansa, por así decirlo, para tales personas que viven principalmente en el alma sensible, como en un mar agitado de pasiones, impulsos, deseos, simpatías y antipatías, y se comportarán como esclavos de cada tormenta del alma humana. Una persona así seguirá sus inclinaciones, no controlándolas, sino dejándose controlar por ellas. Se entregará a su indefinido deseo interior. El yo no destacará mucho de la masa de impulsos, deseos e inclinaciones. A medida que el alma se desarrolla más, se hace cada vez más claro cómo el yo se desenvuelve en un fuerte sentido de centro.

Sabemos que un elemento anímico superior, que está presente en todo ser humano, tiene prioridad sobre el alma sensible cuando una persona se desarrolla. A este segundo miembro del alma lo hemos llamado "alma racional". Cuando el ser humano comienza a no seguir simplemente cada inclinación y cada instinto, entonces aquello que siempre está en él, pero que puede asumir predominio, se desenvuelve por sí mismo cuando el ser humano comienza a controlar sus inclinaciones y deseos desde el yo, cuando aquello que puede hacer que estas impresiones se conviertan en una vida interior cerrada se mezcla en las impresiones cambiantes de la vida. Por consiguiente, este segundo miembro del alma humana, el alma racional, cuando predomina, nos muestra al ser humano en un estado más profundo.

Después apuntamos a la parte más elevada del alma humana, al "alma consciente", donde surge el yo con toda su fuerza. Allí la vida interior humana se vuelve de nuevo hacia fuera, y las ideas y conceptos no están ahora sólo para dominar las pasiones, sino que en esta fase toda la vida interior del alma es dirigida por el yo, de modo que se convierte en un espejo conocedor del mundo exterior. Cuando el hombre se eleva hacia el conocimiento del mundo exterior, entonces el alma consciente asume la supremacía en su vida anímica. Encontramos estas tres partes del alma en cada ser humano; sólo una u otra es predominante en cada caso.

Ahora las últimas conferencias nos han mostrado que el alma puede ir aún más allá en su desarrollo. Incluso en la vida ordinaria el alma debe ir más allá si el hombre quiere llegar a ser un hombre en el verdadero sentido de la palabra. Un hombre que sólo pudiera recibir como impulsos para sus actos lo que las exigencias externas de la vida le imponen, que sólo tuviera como impulsos para sus actos aquello a lo que se ve empujado por simpatías y antipatías, no tendría el empeño de llevar la naturaleza humana pura a su expresión en sí mismo. Sólo quien se eleva por encima de las exigencias ordinarias que le infunden la simpatía y la antipatía, hasta los ideales y las ideas morales, sólo él procura representar la naturaleza humana pura. Las ideas morales, los conceptos éticos deben surgir en la naturaleza humana de lo que llamamos mundo espiritual; pues a través de nuestras exigencias morales y conceptos éticos enriquecemos la vida del alma con nuevos elementos. Pues sólo por medio de esto tiene el hombre una "historia", puede traer a la vida algo que extraiga su ser interior de oscuras profundidades desconocidas y lo imprima en la vida exterior. De la misma manera nunca llegaríamos a un conocimiento real de los secretos del mundo si no pudiéramos, por así decirlo, enhebrar las experiencias exteriores en las ideas que no podemos ver en el mundo exterior, pero que extraemos de nuestro espíritu al mundo exterior, y a través de las cuales sólo podemos explicar y comprender el mundo exterior en su verdadera forma. De este modo el hombre aporta ya un elemento espiritual a su ser interior, enriquece el alma con aquellos elementos que nunca podría obtener de la mera vida exterior.

Tal como hemos descrito en la conferencia "¿Qué es el misticismo?", el hombre puede ascender a una vida anímica superior cerrándose arbitrariamente durante un tiempo a las impresiones y estímulos del mundo exterior, vaciando su alma y entregándose después a aquello que puede brotar en su alma, que, -según una expresión del maestro Eckhart-, sólo está iluminado como una pequeña chispa por las cambiantes experiencias cotidianas, pero que puede brotar cuando el hombre se entrega a ello en la contemplación interior. Un místico de este tipo se eleva a una vida más allá de la vida ordinaria del alma; se sumerge en los misterios del mundo llevando a revelación en sí mismo los secretos de estos misterios del mundo que han sido depositados en su alma. Y en una conferencia siguiente vimos: Cuando el hombre espera el futuro en la devoción, cuando se comporta con el pasado de tal manera que siente que en su interior habita algo más grande que lo que ya se ha formado en él en su existencia actual, entonces está en sintonía para adorar lo más grande que se eleva por encima de él. Vimos que en la oración el hombre crece más allá de sí mismo interiormente, que se eleva hacia algo que no puede ver exteriormente, pero que va más allá de su vida ordinaria. Y finalmente vimos que a través del entrenamiento real en la investigación espiritual, que alcanza las tres etapas de imaginación, inspiración e intuición, el hombre crece hacia un mundo que es tan desconocido para el hombre ordinario como el mundo de la luz y el color es desconocido para el ojo de un ciego. Por lo tanto, hemos visto un crecimiento del alma que va más allá de lo normal, y estamos contemplando así un desarrollo del alma humana a través de las más variadas etapas.

Cuando consideremos al ser humano entre el nacimiento y la muerte, diremos: Las personas que nos rodean se encuentran en diferentes etapas de desarrollo. Un hombre nos muestra, cuando llega a la existencia, que tiene la disposición para tal o cual etapa; y vemos que se le asigna una cierta medida, dentro de la cual puede conducir el alma a un cierto grado, a fin de llevar consigo lo que ha adquirido cuando atraviese la puerta de la muerte, y proseguirlo en una nueva vida. Así pues, podemos encontrar a las personas en los niveles más variados según su carácter. Si entonces observamos a estas personas a medida que progresan de etapa en etapa, no sólo nos encontraremos con las dos ideas del ser humano positivo y negativo de tal manera que digamos: uno es positivo, el otro negativo; sino que nos encontraremos con ellas de tal manera que las encontremos en un ser humano individual en las sucesivas etapas de desarrollo. Vemos a una persona que, al principio de su desarrollo, tiene impulsos fuertemente sobresalientes y obstinados en su alma sensible, que se nos muestra con ciertos impulsos, deseos y pasiones con un centro del yo relativamente oscuro y apenas sentido. Una persona así es inicialmente bastante positiva. Va por la vida como una persona positiva. Si tuviera que seguir siendo una persona positiva en esta forma, no progresaría en absoluto. En el curso de su desarrollo el hombre debe cambiar de un hombre positivo, que es con respecto a ciertas cualidades en una etapa inferior de desarrollo, a uno negativo; porque aquello que el hombre ha de absorber en su desarrollo debe poder llegar hasta él. Quien no se preparase, por así decirlo, suprimiendo ciertas cualidades positivas que se dan en su alma sensible, para que nuevas impresiones, que aún no tiene en su alma, puedan afluir a ella y unirse a su alma, de modo que pasen a ser un contenido del alma; un hombre que, por tanto, no fuese capaz de elevarse por encima de un cierto grado de positividad, que la naturaleza le ha dado sin su intervención, hacia una cierta negatividad para recibir nuevas impresiones, no podría avanzar más.

Aquí radica la necesidad de que en el curso de su desarrollo el hombre debe, en efecto, superar las cualidades positivas, debe, por así decirlo, hacerse negativo, para poder absorber un nuevo contenido anímico. Con esto, sin embargo, tocamos algo que es simultáneamente necesario para la vida del alma, y que también puede significar un riesgo en cierto modo. Estamos tocando un capítulo de nuestra vida anímica que ilustra cómo sólo el conocimiento íntimo del alma puede guiarnos con seguridad por la vida. Pues se puede demostrar que el hombre no puede progresar en absoluto si rehúye ciertos riesgos de la vida anímica. Y dichos riesgos están siempre presentes en la vida negativa del alma; porque una persona con una vida negativa del alma está entregada a las impresiones externas. La persona negativa es justamente aquella en la que fluyen las impresiones, que se hace una con las impresiones exteriores, se une a ellas. Esto, sin embargo, ya muestra que la persona negativa no sólo puede recibir buenas impresiones externas, sino también malas y peligrosas. Lo que se nos presenta cuando observamos a una persona con características anímicas negativas es lo siguiente:

Quien tenga una tendencia negativa en toda su alma, cuando se encuentre con otras personas, será fácilmente seducido por todo tipo de cosas que no tienen nada que ver con la razón y el juicio, por ejemplo, para absorber lo que emana de la otra persona, -no sólo lo que le dicen, sino también lo que hacen-, e imitar sus ejemplos, sus acciones; fácilmente se volverá como las otras personas. Así, una persona tan negativa se encuentra en la posibilidad de entregarse fácilmente a las buenas impresiones, pero también en el peligro de que todo posible estímulo malo del exterior pueda depositarse en su alma de tal manera que se identifique con él y que se convierta en parte de su vida anímica. Si ascendemos del curso normal de la vida a lo que el conocedor de la vida espiritual sabe sobre los hechos espirituales y las entidades espirituales que actúan en nuestro entorno, entonces hay que decir que una persona con cualidades anímicas negativas se entrega especialmente a impresiones intangibles, indeterminables, poco abiertas en la vida exterior y puede dejarse influir fácilmente por ellas. Un ejemplo: Está muy de acuerdo con los hechos de la vida que el hombre se convierte en un ser bastante diferente cuando está en más compañía que cuando está solo; él se convierte, en lo que respecta a toda su vida anímica, para el observador más cercano, en alguien diferente en una comunidad, -y especialmente en una comunidad activa-, que cuando está solo. Cuando una persona está sola, sigue sus propios impulsos; en tales circunstancias, incluso un yo débil buscará las razones de sus actos por sí mismo. En la comunidad, sin embargo, siempre hay una especie de "alma en masa"; allí fluyen conjuntamente los impulsos, los deseos, los juicios, etcétera. Una persona positiva no se entregará fácilmente a lo que allí confluye; pero la persona negativa siempre se dejará influir fácilmente por lo que ahora se ha llamado el alma de la masa. Por lo tanto uno puede experimentar una y otra vez que lo que un poeta dialectal dijo en pocas palabras es verdad: puede ser crudo, pero hay un grano de verdad en ello cuando Rosegger dice:

Cuando se trata de Uno, es un ser humano,
Si ya son Dos, son gente,
Si son más, son ganado.

La experiencia se puede tener en todas partes: a menudo una persona es realmente más sabia sola que cuando está en comunidad; allí está casi completamente a merced del estado de ánimo general. Por eso vemos tan fácilmente que alguien acude a una reunión con sentimientos e impulsos bastante indefinidos; entonces aparece un orador que defiende con entusiasmo algo que en un principio puede haber resultado bastante distante para el oyente en cuestión; puede que el propio orador no le convenza con tanta fuerza como los vítores generales del resto del auditorio. A él también le conmueve y se marcha convencido.

Este elemento sugestivo en el estado de ánimo de la masa juega un papel enorme en la vida. Esto también nos puede mostrar dónde están los riesgos en relación con lo que llamamos el estado de ánimo negativo del alma. Esta es también la base del riesgo de toda formación sectaria. Lo que a menudo no se podría conseguir fácilmente de una sola persona en caso de intentar convencerla de algo, es relativamente fácil cuando se tiene una especie de secta unida. Siempre hay un estado de ánimo de masas; el alma afecta al alma. Y son especialmente las llamadas naturalezas negativas las que están a merced de lo que es el estado de ánimo de la masa, el estado de ánimo de la secta. Hay enormes riesgos para el alma negativa.

Podemos ir aún más lejos. En las conferencias anteriores hemos descrito cómo puede el alma vivir su camino ascendente a través del desarrollo hacia regiones más elevadas de la vida espiritual. Y en mi escrito "La Ciencia Oculta en Esbozo" encontrarán cómo tiene que hacerlo el alma para pasar una determinada etapa en su desarrollo y elevarse a regiones superiores. Allí el alma siempre tiene que suprimir algo, primero tiene que suprimir algo positivo y tiene que abrirse a nuevas impresiones, tiene que, por así decirlo, ponerse artificialmente en un estado de ánimo negativo. Sin este "ponerse artificialmente en un nuevo estado de ánimo", no es posible. A menudo hemos hecho hincapié en lo que debe hacer el investigador espiritual si quiere ascender a niveles superiores de existencia. Lo que ocurre en la vida ordinaria del hombre cuando se duerme, que el alma se vacía de estímulos externos, este hundimiento en el sueño debe producirlo el investigador espiritual arbitraria y conscientemente. El investigador espiritual debe ponerse conscientemente en un estado de ánimo en el que cesen todas las impresiones externas del día, de modo que el alma quede completamente vacía. Entonces el alma debe poder entregarse a las impresiones que al principio, cuando el investigador está al comienzo de sus ejercicios, son bastante nuevas; es decir, debe hacerse lo más negativa posible. Y todo lo que llamamos "contemplación interior", "contemplación interna" en la vida mística, en el conocimiento de los mundos superiores, produce básicamente estados de ánimo negativos del alma. Esto no se puede evitar. Cuando una persona suprime los estímulos del mundo exterior y crea conscientemente un estado mediante el cual está completamente absorta en sí misma y no permite que entre nada de lo que hasta ahora la ha llenado como persona positiva, entonces se encuentra en un estado negativo, auto contemplativo.

Algo similar ocurre si empleamos un método externo más fácil, que no puede por sí mismo conducirnos a una vida superior, pero que puede darnos algún apoyo en nuestro ascenso -si, por ejemplo, pasamos de los alimentos que estimulan los impulsos positivos en una especie de forma animal a una dieta especial, vegetariana o similar. No podemos ascender a los mundos superiores por el vegetarianismo o por no comer esto o aquello; sería demasiado fácil si comiendo pudiéramos llegar a esas alturas. Sólo el trabajo sobre nuestra propia alma puede llevarnos allí. Pero el trabajo puede ser más fácil si evitamos la influencia obstaculizadora que pueden tener determinadas formas de alimentación. Cualquiera que intente llevar una vida más elevada y espiritual puede convencerse fácilmente de que sus fuerzas aumentan adoptando una determinada dieta. Porque si suprime los alimentos que tienden a fomentar los elementos robustos y positivos en sí mismo, entrará en una condición negativa.

Quien se mantiene en el terreno de la verdadera, genuina, no charlatana ciencia espiritual, nunca negará lo que simplemente tiene que estar conectado con una vida espiritual real de acuerdo con los hechos - incluso a través de cosas externas que están conectadas con una vida espiritual. De esta manera el hombre estará en cierto modo en peligro de volverse accesible a las malas influencias espirituales. Así como nosotros, cuando nos educamos espiritualmente y nos vaciamos de las impresiones del día, nos volvemos accesibles a los hechos y entidades espirituales que están siempre en nuestro entorno, y de hecho nos volvemos accesibles a los poderes y fuerzas espirituales buenos que sólo aprendemos a percibir cuando el órgano está abierto a ellos, así también nos volvemos accesibles a los poderes y fuerzas espirituales malos; porque están conectados con ello. Igual que oímos sonidos discordantes cuando queremos oír sonidos melodiosos. Si queremos penetrar en el mundo espiritual, también debemos darnos cuenta de que podemos tener experiencias espirituales en el lado malo. Si sólo nos dedicáramos al lado negativo del mundo espiritual, un peligro tras otro podría amenazar nuestra vida espiritual.

Si primero dejamos a un lado el mundo espiritual y un desarrollo espiritual en sí y nos centramos en el horizonte de la vida ordinaria, ya podemos preguntar: ¿Qué efecto tiene en una persona lo que inicialmente le hace negativo, por ejemplo una dieta vegetariana? Si una persona se hace vegetariana simplemente por una terquedad agitadora, sin obtener un juicio adecuado, o por principio, sin cambiar nada en su modo de vida y de acción espirituales, entonces esta transición a una alimentación vegetariana le hará bajo ciertas circunstancias muy débil frente a estas o aquellas influencias de la vida, y podrá quizás venirse abajo, sobre todo en lo que se refiere a ciertas características corporales. Pero si alguien tiene que cambiar a una vida de iniciativa, si tiene que proponerse nuevas tareas en la vida que no surgen de la vida exterior, sino de una vida anímica rica y auto desarrollada, si aporta nuevos contenidos a su vida, entonces puede serle de inmenso beneficio si también adopta un nuevo modo de vida en lo que se refiere a la dieta y elimina los obstáculos que pueden provenir de la vieja dieta. Las cosas son efectivas de maneras muy diferentes, pero esto sólo es evidente para aquellos que observan la vida íntimamente. Precisamente porque el verdadero investigador espiritual conoce estas cosas, subraya con tanta fuerza lo que aquí se ha subrayado a menudo: que el verdadero investigador espiritual no dará a nadie los medios para ascender a los mundos superiores sin llamar al mismo tiempo su atención sobre el hecho de que no se desarrollan meramente las cualidades negativas del alma que son necesarias para recibir nuevas impresiones, no sólo la contemplación y la inmersión en el propio ser interior, sino que al mismo tiempo se da a la vida que ha de ascender a un nuevo nivel un contenido poderoso que la sostiene y la llena. Quienquiera que reciba los medios para desarrollar la fuerza de mirar en el mundo espiritual, también se expondría a todo tipo de fuerzas espirituales malignas a través de la negatividad asociada con ello. Pero cuando alguien pretende penetrar en el mundo espiritual y además tiene la buena voluntad de familiarizarse con lo que existe en los mundos superiores a partir de las comunicaciones de los investigadores espirituales, entonces en ningún momento estará meramente entregado a la negatividad, sino que dispondrá de algo que pueda llenar el alma de un contenido positivo en un nivel superior. Por eso se insiste tanto en que no sólo hay que buscar niveles superiores del alma, sino que a ello debe ir unido un estudio cuidadoso de lo que se puede dar como mensaje de la ciencia espiritual. Por eso, en la investigación espiritual se tiene en cuenta que el hombre, si ha de experimentar nuevos mundos, entra necesariamente en una negatividad.

Pero lo que tenemos que suscitar de esta manera cuando desarrollamos conscientemente el alma, lo encontramos allá afuera en la existencia en diversas personas, porque el alma no sólo experimenta un desarrollo en la vida presente, sino que ya ha experimentado desarrollos en vidas anteriores y ya entra en la existencia en un cierto estadio. Así como nos apresuramos de etapa en etapa en la vida presente y, cuando queremos llegar a una etapa positiva, tenemos que desarrollar cualidades negativas del alma en el medio, así también podemos haber tenido tal conclusión cuando pasamos por la puerta de la muerte por última vez y entramos en una próxima vida con cualidades ya sean predominantemente negativas o también positivas. Cualquier cosa que nos permita entrar en la vida con cualidades positivas nos dejará tal como somos y será un obstáculo para un desarrollo superior; pues lo que nos es dado en forma de cualidades positivas nos otorga un carácter anímico nítidamente definido. La disposición anímica negativa nos otorga, en efecto, la posibilidad de introducir muchas cosas en nuestra vida anímica entre la muerte y el nacimiento; pero también nos expone a todas las vicisitudes de la vida y, sobre todo, a las impresiones cambiantes que recibimos de otras personas. Por eso, cuando una persona con un estado de ánimo negativo se enfrenta a otras personas, podemos ver especialmente cómo se le pegan las características de estas otras personas. Así, una persona negativa, cuando se acerca a un amigo o a alguien con quien por otra parte mantiene una relación afectiva, puede experimentar realmente cómo se parece cada vez más a la otra persona. Las personas con cualidades negativas en el matrimonio o la amistad incluso adoptarán las características de la otra persona. Quien observe la vida de este modo verá cómo los rasgos de un cónyuge con disposición negativa se asemejan cada vez más a los rasgos del otro.

Por ello, como personas negativas, estamos sometidos a las influencias cambiantes de otras personas, especialmente de las que tenemos cerca. En consecuencia, como almas negativas, estamos incluso expuestos en cierto modo al riesgo de perdernos a nosotros mismos, para que nuestra propia vida anímica, nuestro propio yo, pueda extinguirse. Este es el riesgo que corre la persona negativa.

El riesgo de la persona positiva es que no absorbe fácilmente las impresiones de otras personas, que las cualidades de los demás no entran fácilmente en su alma, que pasa de largo de todas las demás personas, ni puede unirse a ellas, ni puede encontrar amistades, ni puede encontrar inclinaciones en la vida. Ese es el riesgo de la persona positiva, que puede permanecer endurecida y desolada en lo que respecta a su alma. Pero también en otros aspectos de la vida se pone de manifiesto cómo las cualidades positivas y las cualidades negativas son efectivas en el alma. Y, en efecto, es profundamente revelador de la vida si observamos a las personas desde este punto de vista del ser humano positivo y negativo; incluso cuando el hombre se enfrenta a la naturaleza. Quien sea realmente capaz de mirar la vida íntimamente podrá incluso distinguir entre efectos positivos y negativos en las influencias de la naturaleza sobre las personas. ¿Qué es lo que tiene un efecto preferente de una persona a otra? ¿Qué es lo que tiene un efecto preferente cuando la persona recibe impresiones externas?

Hay una cosa que en cierto modo hace que el alma sea cada vez más positiva. Esto, para el hombre actual en su actual desarrollo normal, -no importa a qué etapa de la vida haya llegado-, es el discernimiento, la consideración racional, el aclararse acerca de cualquier situación, acerca de cualquier relación en la vida. Esto siempre le hace positivo en cierto modo. Por el contrario, la pérdida del sano juicio autoconsciente es siempre algo que hace al alma negativa, que envía impresiones al alma sin que ésta pueda defenderse de ellas mediante cualidades positivas. Tanto es así, que incluso podemos ver que las cualidades humanas, cuando descienden a la esfera de lo inconsciente, tienen un efecto más fuerte sobre la otra persona que cuando emanan de la esfera del sano juicio, de la esfera del poder de juicio propio y autoconsciente. Desgraciadamente hay que experimentarlo muchas veces en la vida, -y exactamente en un movimiento científico-espiritual: Cuando se dan mensajes del mundo espiritual, que están absolutamente revestidos de una lógica estrechamente abreviada, mensajes, que están revestidos exactamente de las mismas formas de juicio, que, por otra parte, uno también reconoce en la vida, entonces a los hombres incluso les gusta evitar tales mensajes; desgraciadamente los hombres no soportan en absoluto que se den mensajes de los mundos espirituales de una manera racional, continuando agradablemente los hechos según causa y efecto. Pero si estos mensajes son dados de tal manera que uno puede en cierta forma escapar al juicio, que uno puede pasar por alto el juicio, entonces la gente es fácilmente ganada a los mensajes del mundo espiritual. Hay incluso personas que desconfían mucho de aquellos que difunden mensajes del mundo espiritual con sentido común, pero a la vez muy crédulos de aquellos que, en estado mediúmnico, como inspirados por un poder inconsciente, ponen tales mensajes en el mundo. Estas últimas personas que no saben lo que dicen, que dicen más de lo que ellas mismas saben, encuentran incluso más crédulos que aquellos otros que saben exactamente lo que dicen. Se dice a menudo: ¡Cómo puede decir algo sobre el mundo espiritual alguien que no está por lo menos en un estado semiconsciente, de modo que se puede ver que está poseído por un poder extraño! Este argumento es a menudo considerado como una razón contra la comunicación de hechos del mundo espiritual, que son difundidos conscientemente.

Por eso correr a los médiums es mucho más popular que lo que se ofrece a las personas en las formas y razones de la sana razón desde el mundo espiritual.

Pero cuando lo que viene del mundo espiritual se sumerge en una región donde está excluida la conciencia, siempre existe el riesgo de que afecte a las cualidades negativas del alma; porque allí las cualidades negativas siempre entran en vigor cuando algo se acerca al ser humano por razones oscuras, subconscientes. Cuando observamos la vida más de cerca, podemos ver una y otra vez que la persona más estúpida tiene un efecto más fuerte incluso sobre la persona más sabia a través de sus cualidades positivas, cuando esta última cae presa muy fácilmente de aquello que sale a la luz desde algunas oscuras profundidades por una razón que no es tan sana como la suya. Por lo tanto, podemos entender que en la vida las naturalezas más refinadas con una razón finamente desarrollada estén a merced de las personas con una imaginación vigorosa que todo lo afirman a partir de sus instintos e inclinaciones. Sin duda comprenderíamos la vida si fuéramos más allá. Entonces también se vería cómo se presenta el extraño hecho de que una persona puede enfrentarse a alguien que no sólo niega a veces su sana razón, sino que está enfermo con respecto a su razón y afirma esto o aquello por una conciencia enfermiza. Mientras no se reconozca el estado enfermizo, las naturalezas más refinadas están a merced de las personas que afirman algo desde un estado anímico enfermo. Todas estas cosas pertenecen a una verdadera sabiduría de la vida: y sólo podemos captarlas correctamente si nos damos cuenta de que un hombre que tiene cualidades anímicas positivas, por un lado, no tiene por qué ser accesible a la sana razón en absoluto, mientras que un hombre con cualidades negativas es accesible a aquello por lo que no puede hacer nada, y en lo que la razón no puede brillar en absoluto. Estas cosas deben tenerse en cuenta para una ciencia más refinada del alma.

Pero aunque no consideremos las impresiones provenientes de las personas, sino aquellas impresiones que llegan al alma desde el resto del entorno humano, podemos obtener algo importante y significativo si partimos del punto de vista del ser humano positivo y negativo. Imaginemos, por ejemplo, que algún investigador está trabajando en un área muy específica, y supongamos que es un investigador muy productivo que procesa muchos hechos individuales del mundo exterior, puramente fácticos. Así trabaja para la salvación de la humanidad. Pero ahora combina estos hechos según los prejuicios de su alma, según todo lo que ha obtenido de la educación y de su vida anterior, a través de una determinada teoría y visión del mundo, que tal vez no representa otra cosa que una interpretación completamente unilateral de los hechos. Sin duda, esta persona tendrá algo con los conceptos e ideas que ha obtenido de los hechos, -si sólo los ha obtenido por sí misma a través de su propia reflexión-, que puede tener un efecto saludable en su alma; pues es algo que llena su alma de un estado de ánimo positivo porque lo ha elaborado para sí misma como su visión del mundo. Pero supongamos que ahora hay creyentes y seguidores que no elaboran las ideas a partir de los propios hechos, sino que los oyen o los leen; que no tienen esos sentimientos que el investigador en cuestión ha elaborado en el laboratorio y en el gabinete: con todo un ejército de seguidores, todo esto puede corresponder a características negativas del alma. La misma creencia puede considerarse que hace positiva el alma en un director de escuela que se dedica a una dirección unilateral; y en todo un ejército de seguidores que sólo rezan en pos de lo que el otro ha llenado su alma, lo mismo puede corresponder ciertamente a cualidades negativas y tener un efecto malsano, puede hacerla cada vez más débil y más negativa.

Esto es algo que debe llamarnos la atención a lo largo de la historia de la vida espiritual humana. También hoy podemos ver que personas con una visión del mundo completamente materialista-mecanicista, que han elaborado por sí mismas con diligencia a partir de sus hechos, son naturalezas bastante frescas, agradables y positivas que se nos presentan como personajes encantadores. Sin embargo, con sus seguidores, que en el fondo llevan en la cabeza las mismas ideas, pero que ellos mismos no han adquirido, estas ideas se manifiestan según un estado de ánimo malsano, negativo, debilitante. Por lo tanto podemos notar el hecho de que hay que diferenciar si uno mismo adquiere una visión del mundo o simplemente la acepta: una vez corresponde a cualidades del alma positivas, la otra a negativas. Estas cosas se cruzan en todas partes de la vida.

De este modo, podemos ver cómo nuestro posicionamiento en el mundo puede hacernos tanto positivos como negativos. Por ejemplo, una visión puramente teórica de la naturaleza puede hacernos negativos; en general, aquello que no podemos ver. Pero para alcanzar un cierto nivel, también debemos introducir en nosotros lo negativo. También debe haber un conocimiento teórico de la naturaleza. No debemos, sin embargo, cerrarnos a la idea de que el conocimiento teórico de la naturaleza -la sistematización de animales, plantas, minerales, y lo que de ello se sigue como leyes naturales en conceptos e ideas-, tiene tal efecto sobre nuestra alma que nos entregamos a él, (al conocimiento), con nuestro carácter negativo. Por otra parte, todo lo que podemos caracterizar como asimilación de la naturaleza en su conjunto y a gran escala, con sentimiento vivo, tiene tal efecto en nuestra alma que despierta el estado de ánimo positivo del alma; por ejemplo, estar encantados con la flor de una planta, que no diseccionamos sino que dejamos que nos afecte en su belleza, estar entregados a la aurora, que no examinamos astronómicamente sino que contemplamos en su glorioso esplendor. Porque en todo lo que tomamos de cualquier cosmovisión, no estamos allí con nuestra alma; dejamos que nos la dicten otros. Pero si estamos allí con toda nuestra alma cuando podemos ser deleitados o repelidos por los fenómenos de la naturaleza. Lo que es verdad sobre la naturaleza no concierne a nuestro yo; pero lo que puede deleitarnos o repelernos debe concernir a nuestro yo; porque dependiendo de nuestro yo, pasamos por la naturaleza o bien deleitándonos o repeliéndonos. 

Así que podemos decir: La integración viva en la naturaleza cultiva en nosotros un estado de ánimo positivo; teorizar sobre la naturaleza cultiva un estado de ánimo negativo. Esto, sin embargo, está a su vez relacionado con lo que se ha dicho antes: que el que desmenuza primero una serie de fenómenos naturales tiene un efecto mucho más positivo que el que absorbe y aprende los conocimientos de otros. Esto debe tenerse en cuenta en toda verdadera pedagogía. Y esto está relacionado con el hecho de que allí donde se ha tenido conciencia de las cosas que ahora se han descrito, se ha observado que el hombre nunca cultiva sólo las cualidades negativas de su alma. ¿Por qué escribió Platón las palabras delante de la puerta de su templo filosófico: Sólo deben entrar los que estén familiarizados con la geometría? Esto sucedió a causa de que la geometría y las matemáticas pertenecen a aquellas actividades de la vida anímica humana que uno no puede realmente aceptar con autoridad. La geometría es algo en lo que realmente hay que penetrar con el alma interior, algo por lo que hay que trabajar y que sólo se puede alcanzar alguna vez mediante la actividad positiva del alma. Si esto se tuviera en cuenta hoy en día, una gran parte de los sistemas de cosmovisión que deambulan por el mundo actual ni siquiera existirían. Porque cualquiera que sepa desarrollar positivamente un sistema conceptual como el geométrico tiene respeto por la actividad interior del ser humano. Por ejemplo, cualquiera que lea el "Welträtsel", (enigmas del mundo), de Haeckel y no tenga ni idea de cómo desarrollar un sistema de este tipo podrá producir fácilmente un nuevo sistema de cosmovisión. Sólo necesita cambiar un poco los términos; pero al hacerlo está trabajando desde un estado de ánimo puramente negativo.
Así que para una persona hay algo en la ciencia espiritual o en la antroposofía que cultiva absolutamente lo positivo. Cuando a una persona se le muestran estos o aquellos logros del presente por los métodos populares hoy en día, por ejemplo en fotografías u otras demostraciones, cuando puede ver estos o aquellos animales o fenómenos naturales en fotografías, entonces se entrega completamente pasivamente a ellos y su estado de ánimo mental es negativo; no necesita desarrollar ninguna cualidad positiva, no necesita pensar en absoluto. Por ejemplo, se le puede mostrar a la gente las diferentes fases de un glaciar deslizándose montaña abajo y otras cosas. Esta es la prueba de que hoy en día a la gente le encantan las características negativas de las personas. La antroposofía no lo tiene tan fácil. Lo más que puede hacer es presentar sus cosas simbólicamente en fotografías. Para las cosas que ascienden al mundo espiritual, no hay otra puerta de entrada que la vida anímica humana. Quien quiera realmente penetrar provechosamente en la ciencia espiritual debe, por tanto, aceptar que no se le demuestre nada en absoluto sobre las cosas más importantes. Él depende de su propia cooperación en su alma, de modo que debe extraer los estados de ánimo más positivos del alma. Por eso la ciencia espiritual es la más eminentemente adecuada para cultivar las cualidades positivas del alma humana. Este es también el aspecto saludable de tal cosmovisión, que no pretende otra cosa que despertar los poderes que yacen en el alma humana. En la medida en que la Antroposofía apela a una autoactividad en cada alma, llama a lo que yace oculto en el alma misma para impregnar todos los humores y poderes del cuerpo, y que en el sentido más pleno tiene un efecto curativo en todo el ser humano. Y puesto que la Antroposofía no apela más que a la sana razón, que no puede ser evocada por sugestión masiva, sino sólo por el entendimiento individual, y puesto que renuncia a todo lo que puede ser evocado por sugestión masiva, cuenta precisamente con las cualidades más positivas del alma humana.

Así hemos resumido sin adornos lo que nos muestra que el hombre se encuentra bajo las dos corrientes de la vida, la positiva y la negativa. El hombre no puede desarrollarse a niveles superiores de otra manera que abandonando un nivel positivo inferior, poniéndose en un estado de ánimo negativo y absorbiendo un nuevo contenido en este estado de ánimo y afirmándose así de tal manera que pueda volver a ser positivamente efectivo en un nivel superior. El que sabe observar correctamente la naturaleza sabe cómo funciona la sabiduría del mundo para conducir al hombre de un positivo a un negativo y de un negativo de nuevo a un nuevo positivo.

Es agradable observar un detalle desde este punto de vista, por ejemplo la famosa definición de Aristóteles de lo trágico. Una tragedia, dice, nos presenta una acción consumada de tal manera que se despiertan en el espectador el miedo y la piedad, pero de tal manera que el miedo y la piedad sufren una catarsis, una purificación. El ser humano que llega a la existencia con todo el egoísmo habitual es al principio muy positivo en su egoísmo; se encierra en sí mismo, se endurece. Inicialmente uno se vuelve muy negativo en cierto sentido cuando simpatiza con el sufrimiento ajeno, siente su alegría como la propia. En cierto sentido se vuelve uno negativo al salir de su yo y desarrollar la compasión, la empatía. Y también se vuelve uno negativo sumergiéndose en aquello que rige sobre una persona como un destino indeterminado; sumergiéndose en lo que mañana puede llegar a ser de las acciones de una persona con la que simpatizamos. O quién no conoce el temblor que sentimos ante una persona que se apresura a hacer algo, para que mañana se encuentre con una desgracia que prevemos, mientras sus impulsos no pueden evitar llevar a cabo esa acción. Tenemos miedo de lo que pueda ocurrir. Pero esto nos pone en un estado de ánimo negativo, ya que el miedo es un estado de ánimo negativo. Pero nos volveríamos apáticos hacia la vida si ya no pudiéramos temer lo que se aproxima a un futuro indefinido. Así que a través de la compasión y el temor nos volvemos negativos. Pero para que nos volvamos positivos, la tragedia nos presenta la imagen de un héroe con cuyas acciones se supone que debemos simpatizar, y cuyo destino nos enfrenta inicialmente de tal manera que se despierta nuestro temor; pero al mismo tiempo, la imagen del héroe se nos presenta de tal manera que el temor y la compasión se purifican, que se transforman de cualidades negativas en satisfacción armoniosa, que tenemos en la obra de arte y a su vez se elevan a lo positivo.

Así, la definición de obra de arte del antiguo filósofo griego nos muestra que el arte es un elemento de la vida que responde a un estado de ánimo negativo necesario del alma para transformarlo en positivo.

La apariencia artística nos lleva a un nivel superior en todos sus ámbitos, donde primero debemos volvernos negativos para salir de una vida anímica no desarrollada. En la belleza debemos mirar primero aquello que se nos opone, porque de lo contrario no nos elevaríamos por encima de nuestro nivel actual. Pero entonces la otra vida también se cubrirá con el esplendor de un estado anímico superior si antes nos hemos elevado a un nivel anímico superior a través del arte.

Así vemos que lo positivo y lo negativo se alternan no sólo en la vida del individuo, sino también en la vida de la humanidad en su conjunto, que contribuyen constantemente a la elevación del ser humano individual de encarnación en encarnación, pero también a la vida de la humanidad en su conjunto. Podríamos fácilmente, si tuviéramos tiempo, mostrar cómo ha habido edades y épocas positivas; podríamos describir edades enteras como edades históricas positivas de la humanidad, otras como negativas y así sucesivamente. La idea de lo positivo y lo negativo brilla en todas las esferas individuales de la vida del alma y, por tanto, de la vida humana en general. No aparece de tal manera que una persona sea positiva y la otra negativa, sino que concierne a cada ser humano. Todos deben pasar por estados positivos y negativos en las distintas etapas de la existencia. Sólo cuando vemos el asunto de esta manera se convierte en una verdad de la vida y, por tanto, en la base de una práctica vital. Por eso, también se nos puede confirmar en esta consideración, una frase que pusimos al principio y al final de una de estas conferencias, la frase del antiguo filósofo griego Heráclito, al que llamaban el "Oscuro" porque era capaz de ver tan profundamente en la vida humana: "Puede que nunca encuentres los límites del alma, aunque recorras todas las calles; ¡sus horizontes son tan amplios!".

Ahora podría venir alguien y decir: ¡Entonces toda búsqueda del alma es en vano! Pues si el alma es tan amplia que sus límites no se encuentran en ninguna parte, entonces ninguna investigación puede medirla, ¡y uno podría desesperar de su conocimiento! Pero sólo una persona negativa dirá eso. Una persona positiva añadiría:

¡Gracias a Dios que esta vida del alma es tan vasta que no puede ser abarcada por ningún conocimiento; pues esto nos hace posible trascender todo lo que hoy abarcamos con conocimiento en nuestra alma y así ascender a niveles superiores! Alegrémonos de que la vida del alma se burle en todo momento de nuestra cognición. Necesitamos una vida del alma ilimitada; pues la perspectiva en lo ilimitado nos da la esperanza de que podemos trascender lo positivo en cualquier momento, de que la vida del alma puede precipitarse de nivel en nivel. Es precisamente lo ilimitado e irreconocible de la vida del alma lo que nos da la perspectiva más significativa para nuestra esperanza y confianza en el futuro. Porque nunca podemos encontrar los límites del alma misma, el alma es capaz de trascender los límites y escalar niveles cada vez más altos.
Traducido por J.Luelmo may,2024

GA059 Berlín, 28 de abril de 1910 El error y la demencia

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CAMINOS DE LAS EXPERIENCIAS DEL ALMA

EL ERROR Y LA DEMENCIA

RUDOLF STEINER


X conferencia

Berlín, 28 de abril de 1910

Este ciclo de conferencias, que tuve el honor de darles aquí este invierno, tenía la tarea de iluminar los más diversos fenómenos de la vida espiritual humana, y también de la vida en el mundo más amplio desde el punto de vista científico-espiritual, tal como fue caracterizado en la primera conferencia aquí pronunciada. Hoy nos ocuparemos de un ámbito de la vida humana que puede llevarnos profundamente a la miseria humana, al sufrimiento humano, quizá también a la desesperanza humana. En la próxima conferencia, sin embargo, se abordará un ámbito bajo el título "La conciencia humana", que nos conducirá de nuevo a las alturas en las que más pueden emerger la dignidad y el valor humanos, la fuerza de la autoconciencia humana. Y a continuación se dará por concluido el ciclo de este año con una consideración sobre la misión del arte, en la que se mostrará el lado completamente sano de lo que hoy puede parecernos el lado oscuro más terrible de la vida. 

Cuando se habla de error y demencia, enseguida surgen ciertamente en cada alma imágenes del más profundo sufrimiento humano, también imágenes de la más profunda compasión humana. Y todo lo que surge así en el alma, puede ser al mismo tiempo una invitación a iluminar un poco este abismo de la vida del alma humana, con la luz que creemos haber obtenido en estas conferencias. Sólo aquellos que se están acostumbrando cada vez más a proceder en el sentido de la forma de pensar que se ha presentado aquí ante nuestras almas, deben entregarse a la esperanza de que a través de esta forma espiritual-científica de ver las cosas, este triste capítulo de la vida humana pueda experimentar una cierta iluminación. Pues cualquiera que conozca la literatura, y no me refiero a la literatura profana que se está extendiendo tanto, sino a la literatura más científica, podrá decir, mirando el asunto desde el punto de vista de las ciencias espirituales, que la literatura es extraordinariamente amplia en ciertos aspectos, y ofrece una gran cantidad de material para evaluar los hechos relevantes; pero, por otra parte, ninguna otra literatura revela tan claramente lo poco que las diversas teorías, puntos de vista y hábitos de pensamiento de nuestro tiempo son capaces de resumir lo que sale a la luz en forma de experiencias, vivencias y observaciones científicas. 

Es en este campo precisamente, donde uno tiene la oportunidad de ver cómo la ciencia espiritual se siente en plena armonía con la ciencia verdadera, genuina, con todo lo que se nos presenta como hechos, resultados y experiencias científicas; pero cómo también tiene que encontrar una contradicción, por así decirlo, a cada paso entre estas experiencias y la manera en que uno intenta comprender tales experiencias y percepciones, desde el punto de vista de la visión científica actual del mundo. Sin embargo, en este ámbito sólo podremos trazar líneas individuales esbozadas, pero tal vez puedan darnos un estímulo, para obtener una comprensión en este ámbito que también sea apta para fluir en nuestra práctica vital, de modo que seamos cada vez más capaces de encontrar nuestro camino ante estas tristes circunstancias que estamos tocando aquí

Si sólo pronunciamos las palabras "error" y " demencia", entonces debería llamarnos la atención una cosa: que, consciente o inconscientemente, con la palabra "error" manifestamos algo que es fundamentalmente distinto de lo que llamamos "demencia". No obstante, el observador exacto de una vida anímica que pueda calificarse verdaderamente de mentalmente desordenada, encontrará expresiones y apariencias que sólo parecen diferir en cuanto al grado del error cometido en algún aspecto en una vida que, por lo demás, se considera normal. Pero tales observaciones están sujetas a interpretaciones erróneas en la medida en que ciertas direcciones de pensamiento tienden a desdibujar las divisiones individuales y a afirmar que, de hecho, no existe una línea firme entre una vida del alma normal y saludable y una que puede describirse con las palabras “ trastorno mental".

Tales afirmaciones encierran un cierto peligro que hay que subrayar cuando se presenta la ocasión. Y el peligro no reside en que la afirmación sea errónea, sino en que sea correcta. Esto puede sonar paradójico, pero sin embargo es cierto, que las afirmaciones erróneas son a veces menos peligrosas que las correctas que pueden ser interpretadas y puestas en práctica de forma unilateral porque no se advierte el peligro inherente a su corrección. Creemos que ya hemos dicho algo si podemos demostrar que algo es correcto en un determinado aspecto; pero deberíamos darnos cuenta de que todo lo correcto tiene su reverso, y que toda verdad que encontramos es, por así decirlo, una verdad sólo en relación con determinados hechos y experiencias; pero que empieza a ser peligrosa en el momento en que la extendemos a otros ámbitos, cuando la exageramos y creemos que tiene validez dogmática.  Por eso, por regla general, no basta con saber que existe una verdad; lo importante es que observemos el límite dentro del cual el conocimiento es válido.

Sin embargo, en la vida sana ordinaria del alma podemos ver fenómenos que, si van más allá de cierto grado, se presentan también como síntomas de una vida anímica patológica. El peso total de esta afirmación sólo puede ser comprendido por aquellos que están realmente acostumbrados a observar más íntimamente la vida humana. ¿Quién no admitiría, por ejemplo, que pertenece a una vida anímica patológica lo que puede resumirse bajo el término "locura", cuando una persona no es capaz de unir un segundo concepto a un concepto que puede captar en el momento oportuno, sino que debe detenerse en este único concepto, y debe detenerse de tal manera que se aferra a él incluso cuando ya se encuentra en una situación muy diferente, y lo aplica donde ya no encaja, en otras palabras, cuando actúa bajo un concepto que era correcto para un momento anterior pero que ya no lo es para el posterior. ¿Quién negaría que esto roza lo patológico? Si sobrepasa cierto grado, es directamente un síntoma de trastorno mental. Pero, por otra parte, ¿Quién negaría que hay personas que son incapaces de avanzar en su trabajo a causa de su prolijidad, de su laboriosidad? En este caso se da una situación en la vida normal del alma, -la imposibilidad de progresar a partir de una idea-, en la que se llega a un punto en el que es necesario dejar de hablar de error y empezar a hablar de trastorno mental patológico.

Supongamos, por ejemplo, que una persona es propensa a cometer el error anímico, y que cuando oye toser en su vecindario, no oye la tos habitual, sino que tiene la ilusión de que la gente habla mal de ella, la regaña, por así decirlo. Quien organice toda su vida de tal modo que aparezca como una secuencia de acciones que están bajo la influencia de tal ilusión, será considerado como una persona cuya vida anímica es enfermiza. Cuán evidentes son, sin embargo, ciertos fenómenos de la vida ordinaria, en los que hablamos simplemente de que alguien ha oído algo por casualidad aquí o allá, y además ha ordenado las palabras, y cree haber oído algo muy distinto de lo que realmente se ha dicho. ¿O no han oído cuán infinitamente a menudo sucede que alguien dice: ¡Esta o aquella persona dijo esto o aquello de mí! - de lo cual no hay ni rastro de que la otra persona lo haya dicho realmente? También a veces es bastante difícil determinar, por así decirlo, dónde la vida completamente normal del alma, incluso en su curso sano, puede desembocar en la vida anímica patológica. 

Puede parecer paradójico, pero podría servir de estímulo a la reflexión en este campo si imagináramos que alguien, al contemplar una avenida, tiene la percepción bastante normal de que ve los árboles más cercanos a sus distancias naturales, mientras que los más alejados se acercan cada vez más, y que ahora decidiera unir los árboles, al estar enfrentados, con cuerdas, pero quisiera que las cuerdas fueran cada vez más cortas cuanto más alejados estuvieran los árboles de él. Aquí tendríamos el ejemplo de que él saca una conclusión falsa de una percepción completamente sana. Pero la percepción sana no difiere de cuando alguien tiene una ilusión. La ilusión también es una percepción. Sólo cuando la persona en cuestión la considera una realidad tal como la mesa que tiene delante, es entonces cuando surge el carácter malsano y perjudicial de una ilusión. Sólo cuando él es incapaz de interpretar la percepción de la manera correcta surge algo que puede ser descrito como patológico. Ahora se puede comparar este último caso, que alguien tenga una alucinación y la considere como una realidad en el sentido físico ordinario, con lo que antes se citaba como paradoja, que alguien quisiera hacer cada vez más cortas las cuerdas con las que une los árboles de una avenida. Internamente, lógicamente, no podríamos encontrar una diferencia entre estas dos cosas. Pero aun así: ¡qué obvio es formarse un juicio falso sobre una ilusión, y qué lejano es formarse el mismo juicio falso sobre la percepción de una avenida! Todo esto puede parecer una tontería para algunos. Sin embargo, hay que atenerse a cosas tan íntimas, pues de lo contrario no se llegaría más lejos y no se vería cuán a menudo la vida normal del alma puede desembocar en una vida malsana. 

Podría ahora citar ejemplos aún más flagrantes de personas cuya vida mental se considera sana y perspicaz en grado sumo. Me gustaría citar algo de un filósofo alemán que es considerado por los que han trabajado en este campo como uno de los primeros hombres en su campo en la actualidad. Este filósofo relata la siguiente experiencia: Una vez entabló conversación con un hombre, y esta conversación llevó a ambos a hablar de un erudito que ambos conocían. En el momento en que la conversación gira en torno a ese erudito, el filósofo le viene a la cabeza la idea de una obra ilustrada sobre París, -y al momento siguiente, inmediatamente después, la idea de un álbum fotográfico de Roma. La conversación sobre ese erudito sigue y sigue. Mientras tanto, el hombre en cuestión, que era filósofo, intentaba averiguar cómo era posible que durante la conversación apareciera la imagen de una obra ilustrada sobre París y luego la de un álbum fotográfico de Roma. Y acertó de pleno. El erudito del que hablaban tenía una extraña perilla. Esta perilla evocó de inmediato en el subconsciente del filósofo la imagen de Napoleón III, que también tenía perilla; y esta imagen de Napoleón III, que se había abierto paso a la fuerza en su conciencia, condujo de forma indirecta a través de Francia a la obra ilustrada sobre París. Y ahora le aparecía la imagen de otro hombre, que también tenía barba de perilla, la imagen de Víctor Emanuel de Italia; y esta imagen le llevaba de un modo indirecto a través de Italia al álbum fotográfico de Roma. He ahí una extraña sucesión, podría decirse que sin causa, una sucesión aleatoria de ideas que tienen lugar mientras se persigue algo muy distinto en la vida plenamente consciente del alma.  Tomen ahora a un hombre que hubiera llegado al momento en que apareciera ante él la obra ilustrada sobre París, y él ya no pudiera mantener el hilo de la conversación, e inmediatamente después tuviera la siguiente representación del álbum fotográfico de Roma: estaría entregado a una vida de imaginación sin reglas; no podría conversar tranquilamente con un ser humano, sino que se encontraría en medio de una vida mental enfermiza que le llevaría de un vuelo de ideas a otro sin conexión alguna.

Pero nuestro filósofo va más allá y presenta otro caso al lado, mediante el cual quiere reconocer cómo se relacionan las cosas entre sí. - Una vez fue a Hacienda a pagar sus impuestos. Tuvo que pagar 75 marcos. Y como es un hombre que ama el orden a pesar de su filosofía, también había anotado esos 75 marcos en su libro de gastos y luego se fue a su otro trabajo. Una vez después quiso recordar cuánto había pagado de impuestos. No se acordaba. Lo pensó; y como era filósofo, lo hizo sistemáticamente. Intentó llegar a la idea del importe de los impuestos a partir de las ideas circundantes. Intentó concentrarse en su camino a la oficina de impuestos. Y entonces recordó la imagen de cuatro piezas doradas de veinte marcos, que llevaba en la cartera, y la imagen de que le habían devuelto cinco marcos. Estas dos imágenes estaban ante él, y ahora era capaz de calcular por simple resta que había pagado 75 marcos de impuestos.

Aquí tenemos dos casos bastante diferentes. En la primera, la vida del alma obra, por así decirlo, como le place, sin recibir corrección alguna de lo que podemos llamar el curso consciente de las ideas; ella produce la imagen de la obra ilustrada sobre París y la imagen de un álbum fotográfico de Roma. En el segundo caso vemos cómo el alma procede bastante sistemáticamente, dando cada paso juiciosamente. Hay, en efecto, una diferencia considerable entre el curso de ambos procesos anímicos. Pero sin embargo, ese filósofo no llama la atención sobre algo que, para el investigador espiritual llamará inmediatamente la atención. Pues lo esencial en el primer caso es que él está conversando con otro, que él está dirigiendo su atención hacia el otro, que toda su vida anímica consciente tuvo que estar dirigida al seguimiento de la conversación con el otro, y que la sucesión de imágenes unas a otras en un orden aleatorio, que surgieron como en otro estrato de conciencia, fueron abandonadas a sí mismas. En el segundo caso, el filósofo dirige su atención sólo a qué tipo de imágenes deben sucederse unas a otras. Esto de nuevo sólo explicaría que en el primer caso las imágenes proceden sin reglas, mientras que en el segundo están bajo la corrección de la vida consciente del alma. 

Entonces sobre todo ¿Por qué hay imágenes? Nuestro filósofo no da respuesta a esta pregunta. Quien pueda observar la vida, quien conozca casos similares en otros lugares y quien esté en condiciones de juzgar un poco por la naturaleza del filósofo en cuestión, -en este caso conozco no sólo el hecho sino también al hombre-, podrá formarse la siguiente hipótesis, si queremos usar la palabra. El filósofo en cuestión en su conversación tenía ante sí a una persona a la cual no le interesaba demasiado. Era necesaria una cierta coacción para concentrar su atención en la conversación; por ello tenía un cierto excedente de vida anímica que no se vivía en la conversación, sino que, por así decirlo, se interiorizaba. Pero además, no tenía el poder de controlar el flujo de las imágenes; por lo tanto, se sucedían aleatoriamente. Debido a que tenía que dirigir su interés a algo que no le interesaba especialmente, aparecían ahora imágenes excedentes en la vida del alma; y puesto que la atención tenía que dirigirse a una conversación carente de interés para él, las imágenes excedentes de la vida del alma procedían de un modo aleatorio. Allí obtuvimos también una indicación de cómo, en el fondo de la vida anímica consciente, tales imágenes podían tener lugar realmente, aunque solo como en un reflejo. 

Pero ahora tenemos que preguntarnos: ¿No nos indica tal proceso que deberíamos mirar un poco más profundamente en la vida del alma humana? O podríamos preguntarnos: ¿Cómo es posible que se produzca tal división de la vida anímica, como se ha demostrado en el caso mencionado? Y aquí llegamos al punto en el que las vivencias y acontecimientos del ámbito de la desgracia que tenemos que tocar hoy pueden integrarse con toda normalidad en lo que nos hemos encontrado tan a menudo en el transcurso de este invierno. El filósofo mencionado se queda más o menos perplejo cuando relata tales fenómenos de su propia vida anímica. No puede continuar cuando ha registrado tales hechos porque nuestra ciencia externa, por mucho que cuente, se queda corta a la hora de reconocer la esencia de las cosas y también la esencia del hombre.

En el reconocimiento de la naturaleza del hombre hemos demostrado que no debemos limitarnos a mirar al hombre tal como lo mira la ciencia externa, sino que debemos distinguir realmente entre un hombre exterior y un hombre interior. Y que este hombre exterior no es más real que el hombre interior. Hemos mostrado en las más diversas áreas que tenemos que entender el estado dormido, por ejemplo, de manera diferente a como la ciencia ordinaria se inclina a entenderlo. Hemos mostrado cómo lo que queda del hombre dormido en la cama es sólo el hombre exterior, y que la conciencia ordinaria no puede seguir al hombre interior invisible, superior, real, que emerge del hombre exterior cuando duerme. La conciencia ordinaria simplemente no ve que algo real sale de aquí, que es tan real como lo que permanece acostado en la cama, que el hombre interior se dedica a su hogar real, el mundo espiritual, desde que se duerme hasta que se despierta.  Y que de él extrae lo que necesita desde la vigilia hasta que vuelve a dormirse para mantener la vida ordinaria del alma. Por tanto, debemos contrastar acusadamente y considerar por separado al hombre exterior, que también está presente en el estado dormido con sus leyes y reglas, y al hombre interior, que sólo está presente en el hombre exterior en el estado de vigilia, pero que se ha separado de él en el estado dormido. Mientras no hagamos esta distinción, no podremos comprender los fenómenos más importantes de la vida humana. Aquellos que, por comodidad, ven unidad en todas partes y quieren establecer un monismo en todas partes a la ligera, nos acusarán de dualistas porque dividimos al ser humano en dos partes, en una parte exterior y otra interior. Sin embargo, tales personas sólo deberían admitir de entrada que es un dualismo espantoso que los químicos dividan el agua en hidrógeno y oxígeno. No se puede ser monista en sentido elevado si no se reconoce que el monismo es algo mucho más profundo. Pero quienes quieran ver el todo como una unidad, cerrarán los ojos a la diversidad de la vida, a aquello que por sí mismo puede explicar la vida. 

Ahora, sin embargo, también hemos mostrado que en el hombre exterior y en el interior debemos distinguir además entre miembros individuales. En el hombre exterior distinguimos primero aquella parte que podemos ver con nuestros ojos físicos y asir con nuestras manos: el cuerpo físico. Pero luego reconocemos otro miembro, que hemos llamado cuerpo etérico, una especie de fuerza formadora que es la verdadera constructora y formadora del cuerpo físico. El cuerpo físico y el cuerpo etérico son lo que permanece en la cama mientras dormimos. Pero lo que se retira del cuerpo físico y del cuerpo etérico en la persona dormida y está en el mundo espiritual es lo que hemos descrito en estas conferencias como el cuerpo astral humano, que a su vez contiene el portador real del yo. Pero a continuación hemos hecho distinciones aún más finas. En este cuerpo astral hemos distinguido a su vez tres miembros del ser humano, tres miembros de la vida anímica. Y al diferenciar cuidadosamente estos tres miembros se nos ha explicado una gran suma de fenómenos vitales. 

Hemos llamado alma sensible al miembro más bajo de la vida anímica; hemos distinguido un segundo miembro como alma intelectual o racional; y un tercer miembro anímico como alma consciente. Cuando hablemos del ser interior humano, de estos tres miembros del alma, no deberemos imaginarlo como una confusión caótica e indiscriminada de toda clase de impulsos volitivos, experiencias emocionales, conceptos y representaciones, sino que distribuiremos cuidadosamente la vida anímica en estos tres miembros. Ahora bien, en la vida humana normal existe cierta interrelación entre el hombre exterior y el interior. Podemos describir esta relación recíproca diciendo: El alma sensible, nuestro miembro anímico más bajo, que contiene nuestros instintos y pasiones, al que nos entregamos servilmente cuando los miembros anímicos superiores están menos desarrollados. Este miembro del alma está en cierto modo en interacción con aquello que en otro aspecto aún podemos contar como el hombre exterior, que es similar a esta alma sensible, pero que es más externo en el hombre; y a esto más externo lo llamamos cuerpo sensorial. Por eso decimos: Tenemos el hombre exterior y el hombre interior. En el hombre interior tenemos el alma sensible como miembro inferior, en el hombre exterior corresponde el cuerpo sensorial. Hay que describir aquí el cuerpo astral como algo distinto del mero cuerpo sensorial. En detalle, los tres miembros del alma son sólo modificaciones del cuerpo astral, no sólo formados a partir de él, sino también diferenciados de él. En el estado de vigilia el alma sensible está en constante interacción con el cuerpo sensorial; del mismo modo el alma racional está en interacción con el cuerpo etérico; y lo que llamamos alma consciente está en cierto modo en íntima interacción con el cuerpo físico. Por lo tanto, dependemos de las comunicaciones de la conciencia en el estado de vigilia con respecto a todo lo que ha de convertirse en el contenido del alma consciente. Lo que el cuerpo físico, lo que los sentidos nos transmiten, lo que el ser humano piensa con el cerebro, eso primero se convierte en el contenido del alma consciente. 

Así que tenemos dos entidades de la naturaleza humana compuestas de tres partes que se corresponden entre sí: el alma sensible al cuerpo sensorio, el alma racional al cuerpo etérico, el alma consciente al cuerpo físico. Esta afinidad sólo puede darnos información sobre aquellos hilos que fluyen del hombre interior al hombre exterior, que pueden mostrarnos cómo se perturba la vida anímica normal del hombre si no fluyen de la manera correcta desde el hombre interior al exterior. ¿Por qué ocurre esto?

En cierto sentido, lo que llamamos alma sensible depende absolutamente de los efectos del cuerpo sensorio; y si el alma sensible y el cuerpo sensorio no interactúan de la manera correcta, si no se corresponden entre sí de la manera correcta, entonces la vida sana del alma se interrumpe por lo que respecta al alma sensible. Pero pasa lo mismo si es el alma racional la que no puede intervenir de la manera correcta para regular el cuerpo etérico, si no es capaz de utilizar el cuerpo etérico de tal manera que pueda ser un instrumento adecuado para el alma racional. Y asimismo el alma consciente tendrá que mostrarse ante nosotros como anormal en la vida del alma si el cuerpo físico es un obstáculo y un impedimento para la vivencia normal del alma consciente. Cuando desglosamos así al ser humano de un modo adecuado, podemos reconocer una interacción regular que es necesaria para una vida anímica sana; y también podemos comprender que pueden producirse todo tipo de interrupciones en la interacción entre el alma sensible y el cuerpo sensorial, el alma racional y el cuerpo etérico y el alma consciente y el cuerpo físico. Y sólo aquel que puede ver por medio de que hilos van y vienen en este complicado organismo, y que irregularidades pueden surgir dentro de él, también podrá ver por medio de cual se presenta un caso malsano de una vida anímica. Un caso malsano sólo puede darse si hay desarmonía entre la vida interior y la exterior. ¿No vemos esto en el caso que hemos citado? Tomemos de nuevo a ese filósofo.  En un alma, cuya vida anímica transcurre bajo el completo control de la conciencia, vemos lo que está presente en ella en el alma consciente, por un lado, y en el alma racional, por otro. En el alma sensible, sin embargo, aquello que es apenas perceptible lo vemos como imagen tras imagen: la obra ilustrada sobre París, el álbum fotográfico de Roma. Esto sucede así porque al retirar su atención, aunque sin embargo está entregado a la persona que tiene delante, crea una separación entre el alma sensible y el cuerpo sensorial. Tenemos que buscar las imágenes sucesivas, la obra ilustrada sobre París y el álbum fotográfico de Roma, en el cuerpo sensorial. Allí, en el cuerpo sensorial, tenemos lo que se ha descrito como ese proceso sin reglas. Allá en el alma sensible, en el hombre interior, tiene lugar aquello que era justamente el contenido de la conversación entre las dos personas; y la necesidad de mantener forzosamente la atención a la conversación tenía el efecto de dividir en este caso la vida del cuerpo sensorial por un lado y la del alma sensible por otro.  

Estos son de hecho estados transitorios. Porque las perturbaciones más débiles de nuestra vida anímica se producen cuando el mero cuerpo sensorial demuestra ser independiente. Entonces aún podremos conservar nuestra prudencia y mantener el hilo en el hombre interior y conservar la conciencia que aún nos dice: También nosotros seguimos ahí además de las imágenes forzadas que aparecen a través del cuerpo sensorial que se ha independizado. 

Pero cuando tal escisión se produce en relación con el alma racional y el cuerpo etérico, entonces estamos en una situación mucho más difícil. Allí ya nos adentramos en esos estados que empiezan a ser patológicos. Y sin embargo ya es mucho más difícil distinguir dónde termina lo sano y empieza lo patológico. Podemos utilizar un ejemplo tramposo para ilustrar lo difícil que es mantener las experiencias del alma racional de forma completamente independiente cuando el cuerpo etérico se pone en huelga, cuando no quiere ser un mero instrumento de lo que pensamos. Cuando el cuerpo etérico se independiza y se opone al alma racional, entonces no permite que lo que se supone que se piensa se lleve a cabo por completo, de modo que el pensamiento se detiene a mitad de camino y no puede completarse.  Esto ocurre realmente con las personas supuestamente más inteligentes.  Tomemos un ejemplo grotesco. 

Todo el mundo sonreirá ante el absurdo lógico y lo reconocerá fácilmente cuando le digan: "Es una conclusión muy correcta: lo que no has perdido, lo sigues teniendo. ¡No has perdido las orejas largas, así que sigues teniendo orejas largas! El absurdo surge del hecho de que el pensamiento de uno no está de acuerdo con los hechos. Pero según exactamente el mismo patrón, que uno elige, por así decirlo, una frase preliminar, -"lo que no has perdido, ..."-, que luego incorpora realmente algo que él no debería incorporar propiamente, esto se traduce en los errores más increíbles en las cuestiones más importantes de la vida en los casos en que el asunto no es tan obvio. Hay un filósofo, por ejemplo, que siempre repite una doctrina que formuló una vez sobre el yo humano. A menudo hemos hablado aquí del yo humano, de cómo se diferencia de todas las demás experiencias y percepciones que podemos tener en su propio nombre. Hemos dicho que cualquiera puede llamar a la mesa "mesa", cualquiera puede llamar al vaso "vaso", cualquiera puede llamar al reloj "reloj"; pero la sola palabra "yo" no puede sonar a nuestro oído desde fuera si es para designarnos a nosotros mismos. Esto señala una diferencia fundamental entre la experiencia del yo y todas las demás experiencias. Tales cosas pueden ser tenidas en cuenta. Pero también uno sólo puede darse cuenta de ellas a medias; y uno se da cuenta a medias si concluye como aquel filósofo: ¡Entonces el yo nunca puede convertirse en objeto! ¡Así pues, el yo nunca puede ser observado! Y es un punto de vista aparentemente bastante ingenioso cuando continúa diciendo: ¡Quien quisiera asir el yo tendría que llevar el yo a todas partes y, sin embargo, a la vez estar allí con el yo; eso sería lo mismo que si alguien corriera alrededor de un árbol y se dijera a sí mismo que si sólo corriera lo suficientemente rápido, podría cogerse a sí mismo por detrás! -El filósofo en cuestión hace esta comparación. ¡Y cómo podría alguien no convencerse de su credibilidad si oye el dogma del yo, que nunca puede ser captado por sí mismo, reforzado por una comparación semejante! Y sin embargo: todo el asunto sólo se basa en el hecho de que uno no puede hacer tal comparación. Porque habría que presuponer la idea de que no se puede observar este yo. Si se quisiera utilizar la comparación con el árbol, sólo podría decir: El yo no debe compararse con una persona que camina alrededor del árbol, sino a lo sumo con una persona que se retuerce alrededor del árbol como una serpiente; entonces uno podría tal vez agarrar sus pies con las manos. Porque el yo es una objetividad completamente diferente a cualquier otra cosa que podamos experimentar. Es tal objetividad la que podemos captar como sujeto y objeto coincidentes. Esto es lo que los místicos de todos los tiempos, que han hablado en lenguaje simbólico, han indicado siempre en la imagen de la serpiente agarrándose a sí misma y mordiéndose la cola. Los que utilizaban este símbolo se daban cuenta de que se miraban a sí mismos en el objeto que tenían delante. 

En este ejemplo podemos ver cómo avanzamos desde la mera sensación y percepción de aquello que está inmediatamente ante nuestros ojos, y que sólo puede entrar en desarmonía con el cuerpo sensorial, hasta aquello que actúa no sólo en la mera sensación, en la mera percepción, sino en el alma racional. Allí donde tenemos que procesar interiormente los pensamientos, aquello que ya está mucho más alejado de la arbitrariedad, no son sólo las meras imágenes las que ofrecen un obstáculo, sino algo que ofrece resistencias muy diferentes, y que no puede ser reconocido por un pensamiento que no llega hasta sus últimas consecuencias. Aquí tenemos un ejemplo de cómo el hombre puede enroscarse en una lógica, de la cual no se da cuenta que no es más que su lógica y no la lógica de los hechos. Una lógica de los hechos sólo puede existir si mantenemos el control sobre la cooperación del alma racional con el cuerpo etérico, es decir, si controlamos el cuerpo etérico. De modo que, en efecto, esas manifestaciones malsanas de nuestra vida anímica, que se muestran preferentemente como perturbaciones en la conexión de las ideas, resultan ser causadas por el hecho de que nuestro cuerpo etérico no puede servirnos de instrumento sano para las expresiones de nuestra alma racional. 

Pero ahora podemos preguntar: Si ya llevamos en nuestra constitución ese cuerpo etérico que es un obstáculo para el desarrollo del alma racional, ¿Qué otra cosa podemos decir realmente sino que las causas de tal vida anímica, que pasa del mero error a la locura, residen en algo sobre lo que no tenemos ningún control? En cierto sentido, tal ejemplo, si realmente vemos a través de él, nos hace enfrentarnos con algo que se ha subrayado aquí una y otra vez, y que muchos de nuestros contemporáneos, -incluso los más ilustrados-, consideran una fantasía. Vemos que en cierto modo nuestro cuerpo etérico nos juega malas pasadas, que en lugar de permitir que el alma racional conceda y trabaje tranquilamente para que los juicios lleguen a su fin, nos pone obstáculos en el camino; de modo que en lugar de decir: ¡Aquí somos impotentes y no podemos ir más allá! ahora emitimos un juicio caótico, distorsionado. Vemos que nuestro juicio, que fluye del alma racional, está mezclado con lo que nuestro cuerpo etérico mezcla en él. Extraño: creemos tener una corporalidad exterior sobre nosotros, y ahora la actividad de este cuerpo etérico se mezcla, -como algo parecido-, en la actividad de nuestra alma racional. ¿Qué explica esto? 

Si uno sólo se limita a las palabras, puede atribuirse a las disposiciones heredadas, etc.. Esto lo hacen aquellos que, por un cierto hábito de pensamiento, no pueden pensar lógicamente sobre el alma en absoluto. Pero los filósofos que pueden pensar sobre la vida del alma dicen: Lo que ocurre en este caso como maldad, como confusión caótica de la vida del alma, no puede provenir de la mera herencia física. Y ahora vemos a un filósofo moderno muy nombrado en la actualidad que, por su hábito de pensar, utiliza una palabra extraña sobre aquello que corre en nosotros y que, sin embargo, no es meramente físico. Podría decirse que es una palabra bonita si no se tratara de un asunto de ciencia seria cuando Wundt dice: ¡Estamos siendo guiados hacia la oscura infinitud del desarrollo! Para quienes están acostumbrados a pensar científicamente, resulta extraño encontrarse con semejante frase de un filósofo considerado hoy famoso en todo el mundo. Compárese con esto lo que la ciencia espiritual tiene que decir al aparecer en nuestro presente con una verdad que muchas veces hemos comparado con otra verdad que el gran científico natural Francesco Redi expresó sólo en el siglo XVII en un campo diferente como la frase: ¡Los seres vivos sólo pueden surgir de los seres vivos! La ciencia espiritual, al elevar esta proposición a una esfera superior, demuestra la verdad de la proposición: ¡El alma espiritual sólo puede surgir del alma espiritual! No nos restringe a la mera herencia física, sino que nos muestra que en todo lo físico actúa lo espiritual. Y si los efectos contrarios del cuerpo etérico sobre el alma racional son demasiado grandes, entonces debemos encontrar plausible que nuestro cuerpo etérico debe haber sido preparado y formado por algo similar a nuestra alma racional; sólo que debe haberlo preparado mal. Por lo tanto, si hoy encontramos el error en nuestra alma racional, podemos, por supuesto, si mantenemos la cordura, corregir el error de tal manera que no se traslade al cuerpo. Nadie es más riguroso que la ciencia espiritual en la opinión de que no tiene sentido atribuir sin más a influencias externas cuando una persona se desordena mentalmente. Pero por otra parte debe entenderse, aunque no tengamos poder para cambiar nuestro cuerpo etérico, que está saturado e imbuido de las mismas leyes de error que existen cuando se comete un error, pero que enfermamos cuando el error llega a expresarse en el cuerpo etérico. Tal error normalmente no puede tener efecto inmediatamente en nuestra vida presente entre el nacimiento y la muerte. Esto sólo ocurre si se vuelve repetido y habitual. Pues otra cosa es si continuamente acumulamos error sobre error entre el nacimiento y la muerte en un caso concreto, si regularmente sucumbimos a ciertas debilidades del pensar, sentir y la voluntad y vivimos con ellas entre el nacimiento y la muerte. La naturaleza corporal exterior sólo puede cambiar una cantidad limitada entre el nacimiento y la muerte. Cuando atravesamos la puerta de la muerte, el cuerpo físico con todas las cualidades buenas y malas se destruye y nos llevamos con nosotros en nuestro pensar, sentir y voluntad, todo lo bueno y lo malo que hemos creado. Y a la hora de construir nuestra naturaleza corporal exterior en la próxima existencia transmitimos a ella los errores y el caos, nuestras debilidades en el pensar, sentir y voluntad de nuestra existencia presente. 

Por lo tanto, con referencia a un cuerpo etérico que nos frena, un error en nuestra vida anímica actual no puede tomar forma inmediatamente en nuestro cuerpo etérico, sino que el error que en la actualidad sólo se contiene si nuestra alma participa en la organización de nuestra próxima existencia. Lo que aparece en nuestro cuerpo etérico como causas y como determinadas características no podrá ser rastreado en nuestra existencia actual, pero sin duda podrá ser encontrado si volvemos a una encarnación anterior.

Así vemos que sólo podemos comprender una amplia zona de ciertas enfermedades anímicas si no nos limitamos a llegar a la misteriosa «oscuridad de la infinitud del desarrollo», donde nada puede imaginarse, sino que debemos ir a una vida anterior del hombre. Sólo que no debemos llevar esta verdad de nuevo a los extremos; pues debemos darnos cuenta de que, además de las cualidades adquiridas anteriormente, el hombre lleva también dentro de sí las que son heredadas, y que ciertas cualidades de nuestro hombre exterior deben considerarse como heredadas.  Aquí surge la necesidad de hacer una cuidadosa distinción entre cómo vive el hombre de existencia en existencia y cómo se muestra como descendiente de sus antepasados. 

Ahora también puede producirse una desarmonía entre el alma consciente, que establece nuestra autoconciencia, y nuestro cuerpo físico. En ese caso aparecen en nuestro cuerpo físico no sólo las características que nos hemos preparado en una encarnación anterior, sino también las que se encuentran en la línea de herencia. Pero aquí también el principio es el mismo: lo que funciona en el alma consciente puede encontrar un obstáculo en lo que son las leyes efectivas del cuerpo físico. Y cuando el alma consciente encuentra estos obstáculos, entonces surgen todas aquellas cosas que aparecen tan cruelmente en ciertos síntomas de enfermedades del alma. Esta es también el área en particular donde todos los lados sombríos de un órgano en particular salen a la luz cuando se produce el hecho en nuestro cuerpo físico de que un órgano se destaca en particular de los demás.  

Si los órganos del cuerpo físico cooperan regularmente y ninguno de ellos sobresale, entonces nuestro cuerpo físico será un instrumento regular del alma consciente; no encontraremos ningún obstáculo en él y ni siquiera notaremos que tenemos el instrumento físico del alma consciente, del mismo modo que un ojo sano no es ningún obstáculo para la visión normal. - Podríamos llamar la atención sobre el caso relatado por un eminente naturalista de la actualidad. Un hombre tenía una opacidad en uno de sus ojos. Esta opacidad hacía que no viera con normalidad en ese ojo, que viera algo parecido a formaciones fantasmales, especialmente en la hora del crepúsculo. Debido a la influencia de su ojo en su visión, a menudo tenía la sensación de que alguien se interponía en su camino. Donde tal influencia del ojo surge como un obstáculo, la visión normal no es posible. Estas perturbaciones parciales pueden manifestarse de las formas más variadas. 

Si el alma consciente encuentra un obstáculo en el cuerpo físico, debemos atribuirlo siempre a la preponderancia particular de tal o cual órgano. Pues si todos los órganos del cuerpo físico cooperan normalmente, no se opone al alma consciente. Sólo cuando un órgano sobresale especialmente notamos un obstáculo, porque ahora encontramos una resistencia. Si nuestra alma consciente no encuentra resistencia, entonces expresamos nuestro yo consciente de la manera regular. Pero si encontramos un obstáculo a esta libre relación con el mundo exterior, y si no nos damos cuenta en nuestra conciencia de que hay un obstáculo, entonces aparecen los delirios de grandeza y la persecución como síntomas de la enfermedad real, más profunda. 

Así vemos, cuando nos asomamos al ser humano en su diversidad de miembros, que podemos comprender la armonía y la desarmonía en la vida humana. Sólo ha sido posible esbozar cómo se produce la interacción de estos diferentes miembros y cómo la ciencia espiritual puede aportar orden y comprensión a los maravillosos resultados que existen hoy en la literatura. 

Cuando comprendamos esto, también podremos obtener otra percepción. Sobre todo, que podamos ver la realidad del hombre interior, y cómo el hombre exterior y el interior cooperan de encarnación en encarnación; cómo en ciertas faltas del hombre exterior, por ejemplo en las faltas de su cuerpo etérico, sólo sale a la luz lo que es efecto de debilidades y faltas de la vida anímica en etapas anteriores de la existencia. Pero esto nos muestra que no siempre podremos, si los obstáculos son demasiado grandes, superarlos mediante una vida anímica interior, regulada y fuerte. Pero podremos hacerlo en muchos aspectos. Porque si sólo tenemos algo así como una resistencia de lo exterior contra el hombre interior en la vida anormal del alma, entonces también nos daremos cuenta de que es importante hacer que el poder del hombre interior sea lo más fuerte posible. Una persona débil que no quiere sacar las consecuencias de sus pensamientos con agudeza, que no quiere cincelar sus ideas con agudeza, que no se propone formar sus sentimientos de tal manera que estén en armonía con lo que experimenta, una persona así sólo podrá contrarrestar la resistencia del hombre exterior con un débil contrapeso; y si tiene enfermedades en él, tendrá que sucumbir en su momento a lo que se llama enfermedades del alma. La situación será diferente si podemos oponer a un exterior enfermo un interior fuerte; ¡pues triunfará el más fuerte! Y de esto se desprende que, aunque no siempre podemos salir victoriosos de lo externo, podemos hacer todo lo posible para ganar la partida a un externo enfermo desarrollando una vida anímica fuerte y regulada. Y vemos el beneficio de esto cuando tratamos de organizar nuestros sentimientos y sensaciones, nuestra voluntad, de tal manera que no nos sintamos afectados por cada pequeña ocasión; cuando tratamos de extender nuestro pensamiento más allá de los grandes contextos; cuando no buscamos meramente los hilos del pensamiento que están más cerca, sino que vamos con nuestros pensamientos a las más finas ramificaciones del pensamiento, y cuando tenemos cuidado de formar nuestros deseos de tal manera que no queremos lo imposible, sino de acuerdo con los hechos. Si desarrollamos una vida anímica fuerte, es posible que aún lleguemos a un límite; pero habremos hecho todo lo posible para imponernos desde dentro a toda resistencia exterior.

Así vemos lo que significa que una persona desarrolle su vida anímica de la manera adecuada. En la actualidad se comprende poco lo que significa entrenar la vida anímica. Ya se ha mencionado en ocasiones similares que hoy en día se concede gran importancia a la gimnasia, a caminar, a un gran entrenamiento del cuerpo físico. Nada hay que decir sobre el principio aquí indicado. Estas cosas pueden ser saludables. Pero ciertamente no conducen a un buen fin si sólo se mira al ser humano externo como si fuera una máquina, si se hacen ejercicios que tienen como objetivo el mero fortalecimiento fisiológico. En la gimnasia no debemos hacer ejercicios caracterizados desde el punto de vista de que tal o cual músculo se fortalezca especialmente, sino que debemos procurar que en cada ejercicio tengamos una alegría interior, que el impulso para cada ejercicio lo obtengamos de una sensación interior de bienestar. El impulso para los ejercicios debe venir del alma. El profesor de gimnasia, por ejemplo, debe ser capaz de empatizar con lo que siente el alma cuando realiza uno u otro ejercicio. Entonces fortalecemos el alma; de lo contrario, sólo fortalecemos el cuerpo, y el alma puede permanecer lo más débil posible. Quien observe la vida comprobará que los ejercicios emprendidos desde tal punto de vista tienen un efecto saludable y contribuyen de manera muy distinta al bienestar del hombre que aquellos ejercicios que se emprenden como si el hombre fuera un mero aparato anatómico. 

La conexión entre la vida espiritual y la vida física sólo se revela a través de un examen minucioso de la ciencia espiritual. Quien crea que se puede ver en lo físico una compensación para los esfuerzos espirituales no sabe una cosa esencial. El que es investigador espiritual sabe que puede, por ejemplo, fatigarse de la manera más monstruosa si se ve obligado a enseñar alguna verdad a otro y luego tiene que escuchar cómo la otra persona lo explica, dado que aún no puede hablar de ello de manera adecuada, aún no puede formar representaciones mentales apropiadas. En tal caso, un investigador espiritual se cansa mucho; mientras que si investiga en los mundos espirituales, por ejemplo, no se cansa en absoluto por mucho que lo haga; esto podría seguir ad infinitum. Esto es así debido a que en el caso de la escucha se trata de acciones por medios físicos en las que el cerebro físico está activo; mientras que la investigación espiritual, si procede en los niveles inferiores, también requiere la cooperación de los órganos físicos; pero cuanto más alto se extiende, menos los necesita y menos fatigosa resulta. Cuando el hombre exterior ya no tiene que cooperar, ya no se produce lo que podría llamarse agotamiento o fatiga. Aquí vemos al mismo tiempo que hay que hacer una distinción en la actividad espiritual; que es algo distinto cuando la actividad espiritual tiene su impulso en la propia  alma cuando es estimulada desde fuera. Esto es algo que hay que tener siempre presente: que en las etapas del desarrollo del hombre siempre se produce lo que corresponde a los impulsos interiores.

Tomemos una cosa que siempre se ha puesto de relieve, y que se puede leer en el librito La educación del niño desde el punto de vista de la ciencia espiritual. Allí se ha dicho que hasta los siete años el niño, en todo lo que hace, siente preferentemente el impulso de hacerlo bajo imitación; que luego, en el período que va desde el cambio de dientes hasta la madurez sexual, se sitúa en su desarrollo bajo el signo de lo que podría llamarse: regirse por una autoridad o por lo que nos causa impresión a través del comportamiento de otra persona. Supongamos que no se presta atención a esto; es un pecado que el impulso del alma esté puesto en la imitación hasta el séptimo año y en la sumisión a la autoridad en el período que va desde el séptimo año hasta la madurez sexual. Si esto no se tiene en cuenta, la corporalidad exterior, en lugar de desarrollarse como un instrumento normal para el alma, se desarrollará de forma irregular, y el alma entonces ya no tendrá la oportunidad en las siguientes etapas del desarrollo humano de actuar sobre un exterior irregular de la forma correcta y de interactuar con él. En los puntos de inflexión del devenir humano vemos, que cuando el hombre entra en una nueva etapa, puede, hasta cierto punto, quedar rezagado un miembro del hombre si no se observa esta regla. Y se encontraría fácilmente que la inobservancia de estas reglas, no es otra cosa que la causa subyacente de lo que suele presentarse como idiotez juvenil, dementia praecox. 

Al desatender las reglas correctas en las etapas precedentes, después surge como desarmonía en la cooperación entre el hombre exterior y el interior lo que se conoce como idiotez juvenil, dementia praecox, como síntoma de imitación tardía. Entonces se hace evidente que la descoordinación de lo que la ciencia espiritual separa entre sí, es en muchos aspectos la causa de una vida anímica anormal. De la misma manera, en lo que ocurre hacia el final de la vida como la parálisis de la vejez, tenemos que ver a su vez una falta de coordinación entre el hombre interior y el exterior, causada por el hecho de que el hombre, durante el período de madurez sexual hasta el momento en que el cuerpo astral alcanza su completo desarrollo, no ha vivido de manera que pueda producirse una armonía entre el hombre exterior y el interior. 

Debido a esto, también vemos, que una visión correcta de la naturaleza del hombre puede arrojar luz sobre lo que podemos llamar la naturaleza del error y de la locura. Y aunque sólo hayamos encontrado una conexión superficial, aunque no podamos decir que el error, en la medida en que pertenece a la vida normal del alma, puede amoldarse a la vida exterior, a las expresiones de la vida, debemos decir, sin embargo, que en contraste con esto lo más reconfortante es una ley importante, a saber, que mediante el desarrollo de una lógica fuerte, de una vida anímica regulada, emocionalmente armoniosa y de voluntad armónica, nos hacemos fuertes contra las inhibiciones que pueden provenir del hombre exterior. Así que la ciencia espiritual nos da, tal vez no siempre, pero sobre todo la posibilidad de excluir la preponderancia, el dominio del hombre exterior. Es importante que cuando alimentemos y fortalezcamos al hombre interior, también lo hagamos fuerte a su vez contra la preponderancia del hombre exterior. La ciencia espiritual nos proporciona un remedio para esto. Por tanto, es la ciencia espiritual la que subraya una y otra vez la importancia de desarrollar procesos de pensamiento ordenados y una vida imaginativa adecuada, de no quedarse a medio camino con los propios pensamientos, sino de pensarlos consecuentemente hasta el final. Sobre esto se ha insistido una y otra vez desde diversos frentes. De este modo, la ciencia espiritual, con su estricta exigencia de modelar nuestra vida anímica de tal modo que aparezca interiormente disciplinada y armonizada, es en sí misma un remedio contra el predominio de una corporalidad patológica. Y si el hombre es capaz de difundir la luz de una voluntad sana, de un sentir sano y de un pensar autodisciplinado sobre la debilidad física, sobre la deformidad física, puede salir victorioso de las disposiciones patológicas. Eso no suele ser lo que a la gente le gusta oír hoy en día. Sin embargo, es importante para nosotros comprender el presente. Y así podemos decir: la ciencia espiritual nos muestra incluso un consuelo: que en el espíritu, si sólo lo fortalecemos de verdad, aún tenemos el mejor remedio para todo lo que nos pueda acontecer en la vida. Por medio de la ciencia espiritual no aprendemos a teorizar sobre el espíritu, sino que aprendemos a convertirlo en una fuerza eficaz dentro de nosotros cuando procuramos no detenernos en lo que el filisteísmo tanto quiere detenerse, en los pensamientos a medias. Pues sólo se trata de pensamientos a medias cuando se dice: ¡Demuéstranos lo que dices sobre las repetidas vidas terrestres y demás! ¡No hay pruebas para quien no quiere terminar sus pensamientos; no se pueden probar verdades enteras con pensamientos a medias! Sólo los pensamientos completos pueden ser probados, y el hombre debe desarrollar pensamientos completos dentro de sí mismo.  

Si ustedes amplían lo que ahora se ha dado como instrucción, verán que va dirigido a un mal de nuestro tiempo: el mal de la no creencia en el espíritu; pero que al mismo tiempo se ha puesto el foco de atención en dónde están los medios para desarrollar esa no creencia y convertirla en fe en una espiritualidad verdadera y fuerte. En la actualidad, la fe en la razón no existe en gran medida en la humanidad. Por lo tanto, no siempre existe esa imparcialidad racional que es necesaria para captar las verdades de la ciencia espiritual. No debe decirse con burla e ironía, sino con cierta melancolía que también podría aplicarse a nuestro tiempo lo que un dicho de «Fausto» dice de ciertas personas: 

Si ellos tuvieran la piedra filosofal,
¡Al sabio le faltaría la piedra! 

La razón puede comprender la ciencia espiritual, y la comprensión racional de la ciencia espiritual supone la recuperación hasta la corporalidad más externa. Esto no sólo lo afirman los investigadores espirituales actuales.  Esto también fue siempre afirmado por aquellos que trataron de acercarse al espíritu de maneras distintas a la ciencia espiritual actual. Pero incluso tales personas son poco comprendidas hoy en día. ¿Quién no se burlaría hoy de un Hegel precisamente porque subrayó la existencia, eficacia y necesidad de la razón en todas partes? Él lo acentuó de tal modo que se imaginó la eficacia de la razón en el ser humano actual de esta manera: Puedo imaginarme esta vida humana como una cruz. Y para Hegel, las rosas en la cruz eran lo que la razón es en el hombre. Por eso colocó la siguiente frase al comienzo de una de sus obras: «¡La razón es la rosa en la cruz del presente!». Y la fe en la razón hará triunfar la cruz. La fe en la razón y la fe en el pensamiento disciplinado, en una vida armonizada de sentimiento y voluntad, colgarán las rosas en la cruz. Por tanto, podemos decir: Hay algo de verdad en el hecho de que tenemos dentro de nosotros el poder de contrarrestar lo que llamamos enfermedades mentales, (del alma), al menos hasta cierto límite; si tenemos fe en una vida de sentimientos armonizada, que podemos desarrollar, en una vida de voluntad armonizada, que podemos desarrollar, y en una vida racional disciplinada, que podemos desarrollar y que debemos desarrollar. Si desarrollamos estas tres, nos haremos más fuertes y victoriosos en la vida bajo cualquier circunstancia. Y como Hegel resume en la razón una vida armoniosa del sentimiento y de la voluntad, una vida disciplinada del pensamiento, una intelectualidad racional, hace la afirmación, que puede ser un principio rector para nosotros en la formación de nuestra vida anímica, de que ¡la razón debe ser para el hombre la rosa en la cruz del presente! 
Traducido por J.Luelmo may2024