RUDOLF STEINER
Fe, Amor y Esperanza
Viena, 14 de junio de 1911
Es un gran placer para mí poder saludarles de nuevo hoy de paso y poder hablarles hoy de algunos asuntos teosóficos. En este mismo lugar, donde hace más de un año hablamos en detalle sobre un tema del campo de la cognición y la vida teosóficas, y donde retomamos muchas ideas y conceptos, podemos tocar un tema que está más estrechamente relacionado con la vida espiritual del hombre, la vida interior de la mente, y que una vez más nos señala y puede señalarnos hacia arriba, hacia las perspectivas que nos enseñarán sobre la conexión del hombre con los grandes mundos de las estrellas, con lo que llamamos el macrocosmos.
Hoy me gustaría partir de una observación, de un lema que recorre toda la historia de la humanidad y que, por un lado, expresa el anhelo del hombre de acercarse a su yo superior, pero, por otro, nos dice lo poco que puede llegar a su yo divino. En la historia griega encontramos a Sócrates yendo de un lado a otro enseñando a la gente, dirigiéndola a través de conceptos sencillos hacia la virtud, hacia todo lo que está cerca de la mente humana. Sócrates, el sabio griego, quería que sus contemporáneos apartaran la mirada de la naturaleza exterior. Mientras sus predecesores reflexionaban sobre lo que subyace a los grandes fenómenos de la naturaleza y trataban de explicarlos, se dice que Sócrates pronunció la frase: ¿Qué nos importa la naturaleza, los árboles, los pájaros? No pueden enseñarnos a ser mejores seres humanos. - Esta frase contiene un error. Pero la cuestión aquí no es si Sócrates se equivocó, sino lo que quería. Era uno de los sabios más grandes del mundo, que hasta pagó con su vida por lo que quería.
Hay una máxima que se ha conservado de Sócrates. Su contenido conmueve a toda alma humana que quiera auto-conocerse: Él enseñó la virtud, la moral. Si el hombre pudiera realmente darse cuenta de ello, actuaría en consecuencia. Si el hombre se aparta de la moral, es sólo porque aún no se da cuenta plenamente de ella. La virtud es enseñable. El corazón humano objeta que la naturaleza humana es débil, que a menudo carece de virtud. Quien acuñó este dicho en una forma en la que vive en muchos corazones, vive de tal manera que es expresión del más profundo pesar, de disculpa, a este dicho Pablo le dio la forma siguiente: Fuerte es el espíritu, la carne es débil. Muchos reconocen en qué consiste la virtud y, sin embargo, no pueden seguirla. Esta dicotomía atraviesa toda la naturaleza humana. Basta con que inscriban este dicho en sus almas y habrán grabado la ambivalencia de la naturaleza humana. Hay algo en el hombre que se eleva por encima de él: la naturaleza humana superior se eleva por encima de la inferior.
A través de la teosofía nos acostumbramos a no ver la naturaleza humana como algo meramente simple. El alma del hombre se nos presenta como una triplicidad. Debemos recordar aquí el desarrollo de nuestro planeta, las encarnaciones anteriores por las que ha pasado y en las que el hombre también se ha desarrollado con él. La primera encarnación de nuestro planeta fue el estado de Saturno. Aquí se puso la semilla del cuerpo físico del ser humano. Después de que este estado hubiera durado mucho tiempo, el planeta se disolvió y reapareció como el sol con los poderes del éter vital. En este estado, el éter o cuerpo de vida se añadió al cuerpo físico en el germen. De nuevo, después de mucho tiempo, el planeta se disolvió y reapareció en el estado lunar. En él, el cuerpo astral se añadió a los cuerpos físico y etérico humanos. Y después de que este estado también pasara por la disolución, la Tierra se encarnó en la forma que tiene ahora. El germen del yo se añadió ahora al ser humano como cuarto principio.
Saturno, Sol y Luna son una triada: el pasado de la Tierra. Durante este tiempo se desarrolló la triplicidad humana: cuerpo físico, cuerpo etérico, cuerpo astral. Estos son el pasado humano.
Su yo es el presente. Su futuro reside en lo que resulte de transformar la triada inferior, en la espiritualización que se logre en el proceso. Al penetrar en el cuerpo astral y aprender a controlarlo, el yo lo transforma en el yo espiritual o manas. Al penetrar en el cuerpo etérico, el yo lo transforma en el espíritu vital o buddhi. Al penetrar en el cuerpo físico, el yo lo transforma en el hombre espiritual o atman. Esta es la triada superior, el futuro del ser humano.
Ahora bien, el yo es también triple, porque el alma tiene tres aspectos, tres fuerzas básicas de las cuales está constituida, que nunca pueden separarse ni arrancarse de ella. Estas tres fuerzas son lo que hemos llamado el alma sensible, el alma racional y el alma consciente. Son partes de la individualidad que se abre paso poco a poco hacia la conciencia. También podemos describirlas con las palabras de nuestro lenguaje como inteligencia, individualidad y moralidad. En el alma sensible sentimos el alma interior; el cuerpo astral puede considerarse la parte exterior del alma sensible. El yo consciente surge del alma sensible. Dentro de las fuerzas emergentes del yo, el alma consciente se experimenta como lo interno, el yo espiritual como lo externo.
¿Hay algo que pueda indicarnos que lo que se acaba de decir es cierto? Para responder a esta pregunta, consideremos en qué nos hemos convertido a lo largo de las etapas de desarrollo de la humanidad. Nos situamos entre la triada inferior pasada y la triada anímica-espiritual luminosa en medio de ella. Hoy queremos describir esta triada con palabras tomadas de la vida inmediata, no como en el libro «Teosofía», donde se describe científicamente. ¿Qué es lo que pueden significar para nosotros nuestras deficiencias espirituales más profundas, nuestros anhelos e insatisfacciones espirituales, qué es esta triada cuando miramos a nuestra inteligencia, individualidad y virtud, a todos nuestros esfuerzos que pueden llenarnos de dicha o desarmonía? Es esta triada que podemos llamar fe, esperanza y amor. Son las tres fuerzas básicas del alma que nunca pueden serle arrebatadas.
LA FE
¿Qué es la fe? La fe es una fuerza del alma que nunca puede ser completamente eliminada del alma humana, y vive en cada ser humano. Nunca ha habido una nación que no la haya tenido, ninguna religión se ha dejado privar de ella. El anhelo de fe es lo que impregna el mundo. El alma siempre quiere tener algo a lo que aferrarse. Si este anhelo de fe no se satisface, entonces el alma atormentada se encuentra mal. Si se le priva de aquello en lo que puede creer, -como ocurre a través del materialismo-, entonces es como si al cuerpo humano se le privara del aire que necesita para respirar. Sólo que el proceso de asfixia del cuerpo es muy corto, el del alma muy largo.
A menudo se leen frases como: El conocimiento es poder - y cosas por el estilo. Ahora bien, al comienzo de la Biblia se encuentra una palabra peculiar que todavía hoy no se aprecia debidamente. Habla del árbol del conocimiento y del fruto del árbol del conocimiento que se come. Esto debe tomarse literalmente. El conocimiento es alimento, el conocimiento es alimento para el alma. El alma come lo que absorbemos como conceptos de la Teosofía. Come de lo que cree, y sólo se nutre sanamente de lo que la Teosofía le ofrece.
La fe, dicen los científicos y los materialistas, es un punto de vista superado. Yo sólo creo lo que sé, -dice el hombre moderno. Eso es un error. La fe no es una regresión al pasado, porque fe y conocimiento no son contradictorios. El conocimiento, sin embargo, es cambiante y no puede satisfacer la necesidad de fe del corazón humano. Cuando la ciencia material afirma que el mundo está compuesto de átomos y surgió por casualidad, el corazón humano dice con razón: no puedo creerlo, no encuentro satisfacción en esta hipótesis. Y puesto que el hombre no puede creer, dado que no tiene nada a lo que aferrarse con su sentimiento de fe, el alma humana no está sana, y esta alma enferma hace que el cuerpo enferme. Así es como surge el nerviosismo en el sentido moderno y se agrava cada vez más. Así es como el alma afecta al cuerpo y la persona que se ha vuelto así afecta a su entorno, al que arrastra y enferma, y a su descendencia. Por eso la humanidad degenera cada vez más, y desgraciadamente seguirá empeorando cada vez más. Es la ciencia materialista la que da a la gente «piedras en lugar de pan». El alma no tiene alimento, aunque el intelecto rebose de conocimientos. Y tal persona entonces anda por ahí y no sabe qué hacer consigo misma, no sabe a qué aferrarse, e igual que si uno le quita el aliento, el alma humana se ahoga porque no tiene alimento, no tiene alimento espiritual. Por lo tanto, la Teosofía ha venido al mundo para proporcionar alimento a la humanidad.
Cuando nos reunimos para practicar la Teosofía, no lo hacemos de la misma manera que otras asociaciones que se ocupan de literatura, bellas artes, problemas sociales y similares. No practicamos la Teosofía por curiosidad, sino para satisfacer el impulso de creer, para alimentar el alma. Por eso permitimos que los conceptos, sentimientos y sensaciones teosóficos tengan efecto en nuestras almas.
Si ahora examinamos esto en relación con el desarrollo del mundo y de la humanidad, debemos recordar que durante el estado lunar de la Tierra se añadió el cuerpo astral al ser humano. ¿Qué es este cuerpo astral? Consiste en fuerzas que siempre tienen que asir algo, que siempre tienen que adherirse a alguna parte. En su efecto, estas fuerzas son lo que experimentamos como fe, como el poder de la fe. El cuerpo astral es la fuente de la fe misma. Por lo tanto, debe recibir alimento para desarrollarse, para vivir. El deseo de alimento es el anhelo de fe. Si este poder de la fe no puede ser satisfecho, si la fe se ve privada de una cosa tras otra a la que pueda aferrarse, si no se le ofrece un buen alimento espiritual, entonces el cuerpo astral enferma y, a través de él, también el ser humano físico. Pero si recibe satisfacción de esos conceptos, ideas y sentimientos que la Teosofía extrae de la verdad, de las profundidades del conocimiento del mundo, entonces tiene el alimento espiritual que necesita, entonces tiene su satisfacción. Se vuelve fuerte y sano, y el hombre mismo se vuelve sano.
Salvo por la palabra, las opiniones han cambiado en el último siglo aproximadamente. Hace unos ciento treinta años, a una persona se la llamaba nerviosa si era un tipo firme, con músculos fuertes y lleno de vigor. Hoy en día, una persona nerviosa es una persona insatisfecha, débil, una persona enferma, aquella cuya alma busca insatisfecha de qué puede nutrirse. De todo esto se deduce que podemos llamar justificadamente al cuerpo astral el cuerpo de la fe.
EL AMOR
Una segunda fuerza básica es el amor. Nadie carece de él, siempre está ahí, no puede ser erradicado. Quien crea que el mayor odiador, el mayor egoísta, no tiene amor, se equivoca. Pensar así es totalmente erróneo. El anhelo de amor está siempre y en todo momento. Ya sea amor sexual o amor por un hijo o un amigo, o amor por algo, por una obra, siempre está ahí. No se puede arrancar del alma porque es una fuerza básica del alma. Pero al igual que el hombre necesita aire para respirar, también necesita la labor del amor, la actividad del amor para su alma. Su oponente, su obstáculo, es el egoísmo. Pero, ¿qué hace el egoísmo? No deja que el amor salga, lo aprisiona en el alma, siempre y para siempre. Y del mismo modo que el aire debe salir al respirar para que una persona no se asfixie, el amor debe salir para que el alma no se asfixie por lo que se le ha metido a la fuerza. Para decirlo mejor: el alma se quema de su propio fuego de amor dentro de sí misma y perece.
Recordemos ahora que sobre el antiguo sol, el ser humano recibió el cuerpo etérico entre sus disposiciones, que este resplandor ardiente, lleno de luz, del sol, es la disposición del cuerpo etérico. En él sólo se da otra vertiente del amor, la que es amor en el espíritu:
La luz es amor. En el cuerpo etérico, por lo tanto, se nos dan el amor y el anhelo de amor, y al cuerpo etérico podemos llamarle justificadamente el cuerpo del amor: luz y amor.
La frase: el amor es el mayor de los bienes, es una verdad. Pero también puede tener las consecuencias más desastrosas. Esto se puede ver en la vida cotidiana, y les daré un ejemplo de mi propia experiencia. Una madre quería mucho a su hija pequeña, y por amor le dejaba hacer todo lo que quería. Nunca la castigó, cumplía todos sus caprichos. La hija pequeña se convirtió en una envenenadora, y lo hacía por amor. El amor debe ir emparejado con la sabiduría, debe convertirse en un amor iluminado, sólo entonces puede funcionar verdaderamente bien. La enseñanza teosófica está llamada a aportarle esta sabiduría, a darle esta iluminación. Y cuando el hombre haya absorbido todo cuanto se dice y se enseña acerca de la evolución del mundo, acerca de esta cosa aparentemente tan lejana, tan distante, cuando él haya comprendido lo que se comunica acerca de la relación del hombre con el macrocosmos, entonces el hombre llegará a ser un ser tal que su amor iluminado se enfrentará a su prójimo para ver dentro de él, para poder comprenderlo y convertirse así en amor iluminado hacia el prójimo.
A menudo oímos a la gente decir que la vida es aburrida y vacía. Este sentimiento se extiende incluso al cuerpo. La causa es la fuerza insatisfecha del amor. Cuando el mundo rechaza nuestro amor, sentimos dolor. Si hacemos algo por amor, tenemos que hacerlo porque el alma lo necesita, igual que los pulmones necesitan aire. La Teosofía no vino al mundo por curiosidad científica o para presentar al mundo una opinión científica, -de eso ya tenemos más que suficiente, pues hay mil cuestiones que esperan solución-, sino para dar a la humanidad la plenitud de la vida. Todavía nos estamos uniendo en pequeños círculos, pero estos círculos pronto se harán más y más grandes, y un día seremos capaces de resolver las mil preguntas de hoy.
¿Quién resolverá la cuestión social? - ¿Los que teorizan y debaten sobre ella? Nunca. La resolverán la cosmovisión teosófica y el amor. Y en verdad, por paradójico que suene, en un futuro próximo la humanidad ni siquiera será capaz de cultivar patatas, -porque las patatas ya están empeorando y empeoran hoy en día- ¡ni siquiera será capaz de cultivar patatas sin la Teosofía! ¿Cómo se explica esto? La humanidad hace hoy muchas cosas instintivamente, por un cierto instinto. Pero este instinto debe desaparecer cada vez más. ¿Por qué? Porque ha llegado el tiempo de que pase a la conciencia. Por lo tanto, la gente no podrá conocer la agricultura sin aprender las verdades de la Teosofía sobre la naturaleza de la tierra, las fuerzas que actúan en ella, etcétera.
LA ESPERANZA
La tercera fuerza fundamental es la esperanza. El alma humana debe tener esperanza, todo el mundo lo sabe. La gente va por el mundo insatisfecha y buscando, y con demasiada frecuencia se encuentran personas a las que todo les parece rancio, a las que nada satisface, a las que una cosa tras otra se les deshace entre los dedos. Todo está oscuro a su alrededor, sin perspectivas, sin esperanza, según dicen.
Un gran hombre dijo una vez: ¡La virtud sin esperanza es el mayor crimen, la eternidad sin esperanza es la mayor mentira! - Y, sin embargo, el poder de la esperanza está inscrito en el alma, es una fuerza inquebrantable, y ningún poder podrá jamás arrebatársela al hombre. Pero si a la humanidad no se le da, sino que se le priva de aquello a lo que puede aferrarse, entonces las almas así privadas perderán su seguridad, su apoyo, su estabilidad, y así las personas se derrumbarán en la incertidumbre, serán estúpidas e insensatas. Las enseñanzas teosóficas básicas del karma y la reencarnación son una satisfacción para la esperanza del alma humana. Ofrecen lo que perdura, lo que guía hacia el futuro. ¿Qué es una acción, qué es un pensamiento, una palabra que se piensa desligada del hombre? El hombre y sus acciones, el hombre y sus pensamientos van juntos, y es ilógico considerar que una mala acción, una ofensa por ejemplo, ha sido expiada si el autor de la misma no la ha enmendado él mismo. Aquí habla la ley de la causalidad: La vida del hombre está ligada al hombre, y éste debe ir de encarnación en encarnación.
Lessing dejó como resultado final de toda su vida el libro «La educación del género humano». La idea que culmina esta obra es que el hombre regresa a menudo y con frecuencia. ¿Qué pensaron las grandes mentes, genios como Lessing, sino la doctrina de la reencarnación, a saber, que el alma humana continúa desarrollándose de etapa en etapa, que continúa experimentando lo que ha causado, una y otra vez. Pasará poco tiempo antes de que la doctrina de la reencarnación y la doctrina del karma sean reconocidas también en la ciencia externa. Y así la humanidad volverá a recibir algo que le ha sido arrebatado por la ciencia materialista: la esperanza.
¿Por qué comprendemos la esencia de épocas culturales pasadas? Ni la literatura ni la historia del arte nos aportan lo que dejaron los griegos. Ambas son demasiado poco, ni siquiera se necesitaría saber nada de ellas. Tenemos los logros de la cultura griega dentro de nosotros, simplemente porque nosotros mismos vivimos en aquella época, porque vivimos esa época de la cultura, y no podríamos ser lo que somos hoy si no hubiéramos vivido esa época. Hebbel dejó notas de un pensamiento al que ya no pudo dar forma dramática. En una escuela, un profesor practicaba Platón con sus alumnos. El Platón reencarnado se encuentra entre los alumnos y recibe una muy mala nota tras otra del profesor, incluso castigos, ¡porque él -el Platón- no entiende a Platón! También aquí se expresa la idea de la reencarnación desde el alma de un genio.
Si el fruto de la virtud no dependiera del hombre, ¿qué sería la virtud? ¿Cómo podría expiarse el mal si el hombre mismo no tuviera que expiarlo? La eternidad seguiría siendo una mentira si el propio hombre no estuviera ligado a ella, si no le concerniera. La esperanza consiste en persistir a través de encarnaciones y encarnaciones, y sólo así pueden curarse las almas desesperanzadas, que no pueden satisfacer su anhelo de esperanza.
En el antiguo Saturno se depositó la semilla del ser humano físico. ¿Cómo fue? Fue depositada espiritualmente, es decir, en aquello que ha de perdurar: la esperanza. Por eso el cuerpo físico puede llamarse con razón el cuerpo de la esperanza. La característica del cuerpo físico es su densidad. Cuando las oleadas de la vida espiritual se abaten una y otra vez contra el cuerpo humano y lo perforan cada vez más, entonces éste se impregna de esperanza, de la certeza de que de él surgirá algo que durará para siempre, que es imperecedero. Este anhelo de satisfacción de la esperanza, de supervivencia, es una consecuencia de la fuerza anímica de la esperanza, y de ella se nutre la ciencia externa.
La Teosofía, sus conceptos, sus ideas, sus sensaciones se lo devuelven, y ésa es la gran misión de la Teosofía, hacer a la gente fuerte de nuevo en la fe, feliz en el amor y perdurable en la esperanza.
Si sólo tomamos las verdades que nos transmite la Teosofía y las alimentamos con el poder de fe del alma, entonces manas surgirá por sí mismo, la transformación del cuerpo astral en manas tendrá lugar por sí misma. Si sólo tomamos las verdades y las alimentamos con amor, entonces buddhi surgirá por sí mismo. Tomemos las verdades teosóficas y démoslas como alimento a la esperanza, y el hombre-espíritu, Atman, surgirá por sí mismo.
Esta es la única razón por la que se trabaja y se piensa en Teosofía, no por curiosidad científica. Es erróneo decir por comodidad que no es necesario saber todo esto. Porque las verdades teosóficas son extraídas de la verdad misma, son bajadas del gran universo, sirven al alma humana como alimento vivo, como el pan, como el aire. Para que el hombre, para que la humanidad no se asfixie, para que cumpla su misión, hay que llevarle este alimento, especialmente ahora, porque es extraordinariamente necesario. Ese es el propósito del estudio teosófico, y no la sed de conocimiento, no la curiosidad o quizás algo aún peor.
Traducido por J.Luelmo ene,2025