GA202 Dornach, 28 de noviembre de 1920 La luciferización de la cultura pre cristiana - la Ahrimanización de la civilización

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RUDOLF STEINER

El puente entre la espiritualidad mundial y el ser humano físico.


La luciferización de la cultura pre cristiana

Dornach, 28 de noviembre de 1920

Cuando repasamos una vez más lo que discutimos ayer y anteayer, debe revelársenos una relación más íntima del ser humano con el universo circundante. Ya pudimos establecer la relación del cuerpo físico del hombre con todo el cosmos según la organización cefálica, la organización rítmica, la organización metabólica; también pudimos establecer la relación del hombre anímico y del hombre espiritual con todo el cosmos. Lo que a ustedes puede parecerles como la relación del hombre con el cosmos, como toda la posición interior del hombre en el mundo, en la antigüedad tuvo que ser considerado de manera diferente de lo que debe ser considerado ahora y tendrá que ser considerado cada vez más a medida que la humanidad progrese hacia el futuro. A menudo hemos mencionado que en la antigüedad se extendía sobre la humanidad una sabiduría primigenia instintiva; una sabiduría que el hombre no elaboraba interiormente, sino que el sentía, podría decirse, como medio en sueños. Esta le era dada, y en realidad no tenía que hacer otra cosa que abrir los órganos receptivos de su alma y aceptar lo que le llegaba desde el cosmos como un regalo de los dioses.

Puesto que el hombre es un ser tripartito, la relación global del hombre también debía aparecer a esta sabiduría primigenia instintiva como tripartita. Cuando el hombre dirigía su atención más hacia aquello a lo que pertenecía antes de su nacimiento y que en el tiempo entre el nacimiento y la muerte  resplandecía como ser espiritual, que es esencialmente lo que aparece en la extensión del cosmos, el hombre hablaba de que la que se le muestra allí es la belleza; el cosmos en belleza, y el hombre en relación con su organización de la cabeza, con su organización de la representación, en relación con su vigilia nacida de este mundo de belleza. Así pues, el hombre primitivo sentía que los que se revelaban a su alrededor eran seres espirituales bondadosos; pues el hombre primitivo no veía los fenómenos de la naturaleza tan seca y sobriamente como los vemos hoy, con sólo entregarnos a la conciencia ordinaria. El hombre primitivo veía lo espiritual y lo anímico revelándose por todas partes. Esto se revelaba ante él. Y este cosmos, que era la revelación de lo espiritual y lo anímico y que se revelaba a su conciencia instintiva como en poderosas imágenes oníricas, era llamado por el hombre primitivo el cosmos en belleza.

Entonces el hombre sentía que estaba en su planeta, de alguna manera. Se sentía conectado a su planeta. De él le llegaban alimentos, en él tenía su sitio. Hasta cierto punto sentía su poder, que le impregnaba físicamente, que se manifestaba en el alma como voluntad, que le fortalecía desde el estado durmiente. Él sentía este poder a su vez como el regalo de seres divino-espirituales benévolos y lo llamaba fuerza. El planeta me fortalece en fuerza, -aproximadamente así era como el hombre primitivo sentía lo que, sin embargo, no podía expresar con palabras nítidamente moduladas.

Así que se sentía, por así decirlo, inmerso en lo que estaba tomando forma en su cabeza, visualizado en sus representaciones, iluminado en su conciencia despierta. Y se sentía erguido sobre el planeta en relación con aquello que vivía como fuerza en sus extremidades, una fuerza que sentía que le era  comunicaba desde el planeta. Se decía a sí mismo: Eso mismo que actúa como fuerza en la piedra cuando cae a la tierra, que abre un agujero cuando la piedra impacta, vive en mis piernas cuando camino. Esto me conecta a través de mis piernas al planeta tierra como mi fuerza. Esto también vive en mis brazos cuando trabajo, esto impregna mi fuerza muscular. Y se sentía de pie entre la belleza y la fuerza, y sentía que se le había encomendado la tarea de lograr el equilibrio en el ritmo entre lo de arriba, la belleza, y lo de abajo, la fuerza, en la sabiduría. Y además se sentía llevado por los seres espirituales que eran los portadores de la sabiduría, que le iluminaban con sabiduría, en el sentido de que su cometido era lograr este equilibrio entre la belleza y la fuerza.

Por eso el hombre sentía lo que el cosmos le daba como belleza, sabiduría y fuerza. Para el hombre primitivo, la belleza, la sabiduría y la fuerza eran, a partir de la enseñanza de los misterios luminosos de largo alcance, aquello a través de lo cual se sentía conectado con todo el universo, a través de lo cual se sentía a sí mismo potenciado. Por así decirlo, lo exterior que le rodeaba, lo interior que sentía dentro de sí, y el equilibrio de ambos, lo sentía como belleza, sabiduría, fuerza.

En las diversas sociedades secretas, lo que ha permanecido son los eslóganes sabiduría, belleza, fuerza, por lo que a veces resulta bastante claro hasta qué punto en realidad sólo han permanecido las palabras, hasta qué punto falta la comprensión más profunda. Porque para la humanidad ha amanecido una época que ha empujado este sentimiento y este conocimiento, aunque sea un conocimiento instintivo, de nuestras conexiones con el cosmos más hacia la oscuridad. El hombre vivía, por así decirlo, en representaciones supeditadas, en sensaciones supeditadas. Él empujaba los impulsos de su voluntad a partir de elementos supeditados de su propio ser. Se olvidó de lo que una vez sintió en la belleza, la sabiduría y la fuerza, pues debía convertirse en un ser libre. De su caos interior tenía que surgir, por así decirlo, una fuerza central, a la que no se le revelara lo que al hombre original se le revelaba luminosa y poderosamente. Pero la humanidad más actual no avanzará a menos que resucite desde dentro lo que una vez se le revelaba desde el universo como belleza, sabiduría y fuerza. Desde el exterior el cosmos ya no se revelará de nuevo en belleza a la humanidad mientras ésta sea la humanidad terrenal. Aquellos tiempos fueron los tiempos de la sabiduría primigenia instintiva. Aquellos tiempos fueron tiempos pasados. Tales tiempos no son aquellos en los que se desplegaba el ser humano libre, sino en los que sólo podía desplegarse el ser humano que, por así decirlo, se impulsaba desprovisto de libertad, en los instintos. Dichos tiempos no volverán, sino que a partir de su propio ser interior el hombre debe resucitar lo que le ha llegado de fuera en sabiduría, belleza y fuerza.

Lo que fue absorbido, digamos, aspirado como fuerza de belleza del universo, el hombre lo absorbió hasta cierto punto en las antiguas, en las antiquísimas vidas terrestres. En las vidas terrestres medias que siguieron, por las que pasamos en la era egipcia, en la griega, en la moderna, en estas vidas terrestres también se absorbió, pero no llegó ante la conciencia humana. Ahora la humanidad está madura para extraerlo de la conciencia, y está siendo extraído. Lo que ha sido absorbido como el poder de la belleza surgirá de nuevo desde dentro del ser humano, y la ciencia espiritual es la guía de cómo debe surgir desde dentro del ser humano. Esto surgirá desde dentro por medio de la imaginación. Y todo lo que ahora se imparte conscientemente por medio de la imaginación en la ciencia espiritual no es otra cosa que la vida resucitada de la belleza tal como estaba presente dentro de la sabiduría primordial. Y aquello que el hombre experimentaba en sí mismo sintiendo el poder de su planeta, pero en lo que se resumía todo lo que era el poder del cosmos, sólo que estaba centrado en el planeta o está centrado en el planeta, todo eso, debe ser resucitado por el hombre comprendiéndolo desde dentro a través del conocimiento de la intuición. La belleza, succionada del universo, se convierte en imaginación para el futuro de la humanidad desde el presente. La fuerza se convierte en intuición, arrebatada por el propio poder libre del hombre, y la sabiduría en inspiración.

Así que el hombre ha dejado atrás un tiempo en el que la belleza, la sabiduría y la fuerza le fueron dadas desde el exterior. Me gustaría decir que en ciertas sociedades secretas, en las órdenes masónicas y demás, sólo se han repetido como loros estos lemas de sabiduría, belleza y fuerza, sin ninguna comprensión interior. Si se comprendiera interiormente el asunto, se sabría que se trata de antiguas tradiciones que deben revivir como imaginación, como inspiración, como intuición. Es mas bien, por tanto, una sabiduría supeditada cuando todo tipo de miembros de tal o cual orden vienen y encuentran una similitud entre lo que aparece en la ciencia espiritual y lo que ellos tienen como tradición, que en su mayoría no comprenden. En la ciencia espiritual se acentúa la conexión desde el propio conocimiento del espíritu.

Los hombres han dejado así una edad antigua en la que los secretos del universo se les revelaban en belleza, sabiduría y fuerza. Los hombres deben acercarse a una época en la que los secretos del universo les sean revelados a partir de la imaginación, la inspiración y la intuición de aquellos que quieran o deban llegar a estos poderes del conocimiento y que puedan alcanzarlos de alguna manera. Todo el mundo puede comprender ya lo que se desprende de la inspiración, la intuición y la imaginación con sólo que lo pretenda.

Ahora, sin embargo, aquella época antigua estaba expuesta a un cierto peligro. Y este peligro, me gustaría decir, surgió con más fuerza hacia finales del 2º milenio A.C. en el mundo civilizado de entonces, a lo largo de Egipto, el Cercano Oriente, la India, etcétera. El peligro consistía en no recibir de forma correcta lo que se revelaba del universo por gracia, digamos, como por sí mismo, al ser humano, el cual sólo tenía que recibirlo en su conocimiento instintivo. Podía llegarse a sucumbir a este peligro de la siguiente manera.

Deben hacerse ustedes una idea de lo que significa que en la naturaleza que rodea a la humanidad no sólo se revelaba lo que hoy aparece a la sobria conciencia como naturaleza y que se nos presenta como leyes naturales, sino que la grandiosa belleza, es decir, el bello esplendor, se revelaba en poderosas revelaciones pictóricas de seres espirituales que asomaban de cada manantial, de cada nube, de todo. Especialmente en esta época, hacia el final del 2º milenio de la era precristiana, no como en épocas aún más antiguas, donde por supuesto todo esto también estaba allí; pero allí estaba, quisiera decir, más naturalmente. En aquel tiempo, el hombre tenía que participar de esta gracia haciendo algo por sí mismo. No tenía que hacerlo de la manera en que ahora buscamos un desarrollo espiritual más elevado desde la plena conciencia, sino que podía, -y era incluso una capacidad bastante dudosa-, desarrollar deseos de esa espiritualidad, que se revelaba en la naturaleza, él podía encender sus poderes de necesidad, sus fuerzas motrices; entonces lo espiritual se le revelaba desde la naturaleza por así decirlo. Y en este alimentar las fuerzas motrices, las fuerzas de la necesidad, residía un fuerte don luciférico.

La mayoría de ustedes saben lo natural que era para el hombre la aparición de seres elementales en los antiguos tiempos atlantes. Pero esta aparición aún resuena en la clarividencia de la época post atlante. Pero poco a poco se fue desvaneciendo esta clarividencia, y después el hombre mediante sus facultades de necesidad la conoció, pudo en cierto modo también evocarla a partir de los fenómenos naturales. Este fue el peligro luciférico que surgió. El ser humano podía, por así decirlo, conmoverse a sí mismo, hasta cierto punto, encenderse a sí mismo para unir lo espiritual consigo mismo. Pero este tipo de agitación era algo luciférico en él. Por lo tanto, hacia finales del 2º milenio de la era precristiana, el mundo de la cultura y la civilización de entonces estaba fuertemente infestado de Lucifer,. En otras ocasiones nos hemos referido a esta infestación luciférica desde otros puntos de vista (ver GA193); la he rastreado hasta sus otras causas; pero ahora considerémosla desde el punto de vista asumido en estas tres conferencias.

A esta infestación Luciférica del mundo en ese momento se opone otra, la Ahrimánica. Y esta infestación Ahrimánica está actualmente en ascenso, con una fuerza enormemente poderosa. Es bastante terrible ver cómo el hombre civilizado del presente está dormido frente a lo que realmente se está desarrollando. Sólo hay que considerar cómo se han desarrollado en los últimos tiempos las fuerzas mecánicas, las fuerzas de las máquinas. Ya he hablado de esto desde otros puntos de vista. No hace tanto tiempo que los hombres tenían que hacer con sus fuerzas musculares lo que en cierto sentido pueden dejar ahora a las máquinas, a las que basta con tocar unas teclas. Lo que ocurre en las máquinas se basa en las fuerzas que el hombre saca de la tierra al extraer el carbón. El carbón proporciona la fuerza que luego funciona en nuestras máquinas.

Cuando una persona llega al punto en que una máquina trabaja a su lado, es como si cediera a la máquina lo que antes tenía que hacer él mismo. La máquina lo hace. Se pone la máquina y hace el trabajo que antes tenía que hacer él mismo. Se mide lo que produce la máquina por caballos de fuerza, y si se quiere medir a gran escala, se mide lo que se produce dentro de un determinado territorio por la fuerza que produce un caballo en un año cuando realiza su trabajo diario. Ahora tomemos lo siguiente: en 1870, -se puede calcular a partir de la producción de carbón-, se trabajaron dentro de Alemania seis años enteros y siete décimas partes de un millón de caballos de fuerza, -estoy eligiendo específicamente el año de la guerra, muy deliberadamente-. En otras palabras, además del trabajo de la gente, las máquinas trabajaron seis años enteros y siete décimos millones de caballos de fuerza. Se trata, por tanto, de una potencia que ha sido producida por las propias máquinas. ¡En la misma Alemania en 1912, 79 millones de caballos-año fueron producidos por la fuerza de las máquinas!

 Dado que Alemania tiene casi 79 millones de habitantes, esto significa que un caballo trabaja junto a cada humano durante todo el año. ¡Y consideren el aumento de 6,7 millones de caballos-año a 79 millones de caballos-año en tan sólo unas décadas!

Y ahora consideremos estas proporciones en relación con el estallido de la terrible catástrofe de la guerra. En el mismo año, 1912, Francia, Rusia y Bélgica juntas podían reunir 35 millones de caballos de fuerza-año; Gran Bretaña 98 millones de caballos de fuerza-año. La guerra de 1870 fue librada esencialmente por hombres, porque no era mucho lo que se podía movilizar mediante fuerzas mecánicas. En Alemania sólo había 6,7 millones de años caballo de fuerza. En unas pocas décadas se había cambiado. Ya saben, en esta guerra las máquinas esencialmente trabajaron uno contra la otra. Lo que se enfrentaba en los frentes provenía de las máquinas, de modo que los años caballo de los mecanismos eran realmente conducidos al frente.

Ahora, sin embargo, la situación era tal que Gran Bretaña sólo podía movilizar sus 98 millones de caballos de fuerza-año durante un período de tiempo más largo. Pero entonces lo que procedía de la potencia mecánica de estos imperios sumaba 133 millones de caballos-año frente a los 79 millones de caballos-año de Alemania; unos 92 millones de caballos-año se obtendrían si se añadiera Austria. Esto compensaba inicialmente en cierta medida el hecho de que, como ya he dicho, Gran Bretaña no podía convertir sus caballos-año tan rápidamente del cultivo de la tierra al frente. En esta terrible catástrofe de la guerra, lo que realmente se enfrentó no fue la sabiduría de los generales, -aunque sí marcaron ciertas direcciones-, sino que lo esencial que se enfrentó fueron las fuerzas mecánicas que chocaban en los frentes, y que no dependían de los generales, sino de los inventos que el hombre había hecho previamente de su ciencia natural.

¿Y qué tenía que pasar, por así decirlo, con la férrea necesidad, fatalmente? Supongamos que los años caballos de fuerza de los Estados Unidos de América con 139 millones de años caballos de fuerza fueron enviados ahora al frente.

Ya lo ven, al margen del genio de los generales, el destino del mundo estaba predeterminado por lo que el hombre había producido en unas pocas décadas de potencia de las máquinas. Y contra este destino del mundo, contra esta necesidad, en la que los resultados de las fuerzas mecánicas simplemente chocaban en los frentes, no había nada que hacer.

Sí, ¿Qué está pasando aquí realmente? El hombre ha construido los mecanismos a partir de su pensar. Al construirlos, había colocado su intelecto, el intelecto que había obtenido de la ciencia natural, en los mecanismos. En cierto sentido, el intelecto se había escapado de su cabeza y se había convertido en el caballo de fuerza de su entorno. Ahora, después de escaparse, trabajaban por sí mismos. No es fácil para el adormecido hombre civilizado de hoy en día imaginar la furiosa velocidad con la que se ha producido esta creación de un mundo inhumano-extrahumano en las últimas décadas.

Aquellos seres humanos a los que me he referido, a finales del 2º milenio de la era precristiana, tenían a su alrededor la contaminación luciférica; las entidades espirituales gracias a las cuales desarrollaban sus necesidades y que se le aparecían desde la naturaleza. Si se trata de un objeto natural, el ser espiritual aparecía en él (es dibujado). Ahora el hombre deja fluir su espíritu en la materia, en los mecanismos. Esto se convierte ahí dentro de tal manera que, por ejemplo, en Alemania cada ser humano ha creado un caballo a su lado a partir del intelecto humano, que ahora trabaja a su lado, que no era un caballo, sino que era fuerza mecánica. Esta está separada del hombre, igual que antes estos seres elementales estaban separados del hombre, sólo que en un sentido diferente. Estaban separados hasta tal punto que el hombre tenía que volcar en ellos su poder lúcido. Ahora le aplica su poder ahrimanico Ahora lo ahrimaniza, lo mecaniza. Vivimos en la era de la contaminación ahrimánica. La gente ni siquiera se da cuenta de que en realidad se está retirando del mundo, y que está incorporando su intelecto al mundo y creando un mundo junto a sí misma que se está independizando. Y el gran, yo diría, experimento diabólico se ha llevado a cabo desde el año 1914; año en que una entidad ahrimánica básicamente ha inclinado la balanza en contra de la otra entidad ahrimánica. Hemos tenido que lidiar con una batalla ahrimánica casi sobre toda la tierra. Ha tomado el carácter ahrimánico debido al hecho de que el hombre ha creado un nuevo mundo ahrimánico en el propio mecanismo que le rodea. Y es un nuevo mundo ahrimánico. Si se fijan en las cifras: De 6,7 millones a 79 millones de caballos-año en sólo unas décadas, la potencia mecánica extrahumana ha aumentado - la proporción es la misma en los demás países - ¡qué rápido ha crecido Ahriman en las últimas décadas!

¿No cabe preguntarse si el hombre debe perder completamente lo que está depositado en su voluntad, lo que está depositado en su poder de iniciativa? ¿Se puede plantear la cuestión de si el hombre debe ser conducido cada vez más hacia la ilusión de creer que es él quien hace las cosas, cuando en verdad son las fuerzas ahrimánicas, fuerzas que se pueden calcular por años caballos de fuerza, trabajan unas contra otras? Foch y Ludendorif y Haig, por ejemplo, sólo interesan a quienes observan el mundo desde un punto de vista moral. Desde el punto de vista de la plena realidad, le interesan esas fuerzas que vienen del carbón y que chocan en los frentes, que son conducidas desde los talleres mecánicos a los frentes, en función de las fuerzas inventivas de los años anteriores, y que hacen de simple ejemplo aritmético de lo que debe suceder.

En consecuencia, la Ahrimanianización del mundo es un simple ejemplo de cálculo para saber lo que debe suceder. ¿Y cómo se sitúa el hombre a su lado? Puede situarse a su lado como el estúpido, cuyas máquinas acaban por correr en su contra cuando encuentra combinaciones de fuerzas aún más complicadas.

Esta Ahrimanización es la contraparte moderna de la Luciferización del mundo de la que hablé antes. Esto es lo que se tiene que ver. Después de todo, ¿no es esto quizás lo más ilustrativo para probar la necesidad de que el hombre debe ahora crear desde dentro? No detendremos esta ahrimanización, ni debemos hacerlo, pues de lo contrario estaríamos ante cada nueva mecanización como el Colegio de Médicos de Nuremberg en 1839 o como el jefe de correos de Berlín antes de que se construyera el ferrocarril, que dijo: La gente quiere hacer funcionar un ferrocarril de Berlín a Potsdam -¡Yo dejo que salgan los vagones de correo dos veces por semana y no hay nadie en ellos! -No se puede detener la mecanización, porque la cultura tiene que avanzar en esa dirección. La cultura exige ahrimanización. Pero debe ir acompañada de lo que ahora trabaja desde el interior humano, lo que a su vez extrae sabiduría, belleza, fuerza, es decir, poder del interior humano en la imaginación, en la intuición, en la inspiración. Porque los mundos que surgirán allí serán mundos humanos, serán los que estén ante nosotros en el espíritu, en el alma, mientras afuera corren las fuerzas de la máquina ahrimánica. Y estas fuerzas, que surgen de la imaginación, de la inspiración, de la intuición, tendrán el poder de dirigir lo que de otro modo tendría que abrumar al hombre a su alrededor  a partir del ritmo frenético de la ahrimanización. Lo que surge del mundo espiritual, de la imaginación, de la inspiración, de la intuición, es más fuerte que todos los caballos de fuerza que aún pueden brotar de la mecanización del mundo. Pero las fuerzas mecanizadoras abrumarían al hombre si no encontrara el contrapeso para ellas en lo que puede encontrar de las revelaciones del mundo espiritual, por las que debe esforzarse.

No se trata de una invención, ni de un ideal abstracto, ni de una consigna, que aparece con la ciencia espiritual y que se esfuerza por la comprensión de la imaginación, de la inspiración, de la intuición, sino que es algo que se puede leer en su necesidad de manera tangible en el curso del desarrollo humano. Y hay que señalar que el hombre se vería desbordado por lo extrahumano, que él mismo ha creado en un mundo ahrimanizado en potencia calculable. Cuando el hombre recibía de fuera lo que le daba sabiduría, belleza y fuerza, no tenía todavía el mundo ahrimanizado a su alrededor, podía absorberlo en gracia, o absorberlo a través de la gracia, y tenía en la tierra lo que había adquirido a lo sumo a través del poder del fuego o a través de las herramientas mecánicas más simples, que no añadían mucho a su propio poder. Y sólo desde aproximadamente la segunda mitad del siglo XIX tenemos un nuevo mundo, quisiera decir, una nueva y poderosa capa geológica que cubre la tierra. Además de todas las capas, diluvio, aluvión, existe la capa ahrimánica de las fuerzas mecanizadas, que forma como una costra sobre la tierra. Así que de las profundidades surge lo que abruma al hombre si éste no se sitúa en el mundo exterior con ese mundo que le viene del espíritu, es decir, de la imaginación, la intuición, la inspiración.

Hay impulsos verdaderamente fuertes procedentes del conocimiento del devenir del mundo, que apuntan a la necesidad de una cultura y civilización espiritual-científica. Estas son ya hoy necesidades cuantificables. Después de todo, ¿Acaso no es terrible que esta capa, digamos, suprageológica surja junto a las personas con tanta rapidez, como una nueva corteza terrestre, y que muchas personas hoy en día sigan pensando como cuando, por ejemplo, en Alemania sólo se producían 6,7 millones de caballos de fuerza-año gracias a la mecanización? ¿Piensa la gente por dónde transcurre realmente el devenir del mundo? ¿Son conscientes de lo que ocurre en realidad? No lo somos, de lo contrario veríamos realmente a partir de la constatación de lo que está sucediendo la necesidad de encontrar una nueva forma para impregnar al hombre de lo que las épocas pasadas llamaron belleza, sabiduría, fuerza, y de lo que debemos llamar imaginación, inspiración, intuición, de acuerdo con el curso que debe seguir la personalidad humana para alcanzarlo.

Estamos, pues, ante un mundo de infestación ahrimánica. He dicho a menudo: no quiero emplear descuidadamente la palabra "período transitorio", porque en el fondo todo tiempo es un período transitorio; pero un tiempo en el que algo tan especial como la Ahrimanización se ha desarrollado tan rápidamente, como desde el último tercio del siglo XIX, tal tiempo no existe siempre. Y el período Biedermeier que lo precedió inmediatamente para una gran parte de Europa Central no puede compararse verdaderamente con lo que ha sucedido en realidad en las últimas décadas. Hay que sentir toda la gravedad de estos acontecimientos modernos. Y hay que sentir lo siguiente.

Cuando se observa un acontecimiento como la guerra de 1870/71 en Europa Central: se podría pensar en ello, se podría seguir con el pensamiento. ¡Pero basta con ver cómo la gente sigue intentando visualizar los acontecimientos de los últimos años de la misma manera! ¡Todavía piensan como la gente pensaba cuando sólo había 6,7 millones de caballos de fuerza años en Alemania! ¡No se dan cuenta de que tienen que pensar de otra manera cuando est´tán trabajando 79 millones de caballos de fuerza-año fuera del hombre! Esto requiere una forma de pensar completamente diferente. Sin recurrir a la ciencia espiritual, los enigmas que surgen de estos acontecimientos no se resolverán en absoluto. Si el hombre mecaniza el mundo que le rodea mediante la ciencia externa, con mayor razón debe permitir que surja de su interior una ciencia interna, que a su vez es sabiduría. Esto tendrá el poder de dirigir lo que de otro modo le abrumaría.

Traducido por J.Luelmo feb.2024



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