GA228 Dornach 16 de septiembre de 1923 -Una percepción humana (o proceso de pensar) necesita de dos a cuatro días antes de que se imprima en el cuerpo etérico y el cuerpo físico y pueda convertirse en memoria

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 RUDOLF STEINER

UNA PERCEPCIÓN HUMANA, O PROCESO DE PENSAR, NECESITA DE DOS A CUATRO DIAS PARA QUE SE IMPRIMA EN LOS CUERP OS ETÉRICO Y FÍSICOA ANTES DE CONVERTIRSE EN MEMORIA


Dornach 16 de septiembre de 1923


De la conferencia de ayer habrán podido darse cuenta de que cierto estado de conciencia, que era una experiencia real para los hombres de épocas anteriores, se ha perdido en cierta medida. Les decía que el tipo especial de conciencia de vigilia que tenemos hoy, que consiste predominantemente en ideas más o menos abstractas o, en el mejor de los casos, en imágenes sombrías, no existía entonces en la misma forma, y que en su lugar había una especie de vigilia-sueño, o sueño-vigilia. Esto no se experimentaba como experimentamos los sueños, sino como una imagen viva que se correspondía bastante bien con la realidad espiritual. Había una condición de dormir que, aunque era sin sueños, dejaba un efecto posterior del tipo descrito, y había un tercer estado de conciencia más allá de éste que se experimentaba como un descanso en las fuerzas lunares, fuerzas que, alcanzando por debajo de la Tierra, elevan al hombre fuera de la gravedad terrestre y le permiten experimentar su existencia cósmica. Lo esencial de estas antiguas condiciones del alma era que permitían al hombre experimentar su existencia cósmica. En nuestra conciencia cotidiana ordinaria sólo queda una imagen sombría de ese antiguo estado de conciencia, una imagen sombría que muy pocos perciben y a la que casi nadie presta atención.

Intentaré describir esta supervivencia de un estado de conciencia primigenio. Cuando observamos nuestros sueños, -caóticos como son-, nos damos cuenta de que en ellos fluyen todo tipo de experiencias extraídas de la existencia terrenal. Cosas olvidadas durante mucho tiempo aparecen alteradas de muchas maneras, incluso cosas que pasaron desapercibidas en su momento. También la época en que ocurrieron los hechos puede estar totalmente confusa. Pero si se examinan más detenidamente los detalles de un sueño, se descubrirá el hecho notable de que, en esencia, prácticamente todo lo que aparece en él está relacionado con los acontecimientos de los últimos tres días. Tal vez tengan ustedes un sueño sobre algo que les sucedió veinticinco años antes; pueden soñarlo con toda su viveza, aunque algo alterado en sus detalles. Pero si lo estudian detenidamente, siempre descubrirán algo del siguiente tipo: en este sueño sobre un acontecimiento de veinticinco años antes, aparece un personaje al que llamaremos Edward, y descubrirán que en alguna parte han oído el nombre casualmente de pasada, o que su ojo lo ha captado mientras leían. En los detalles de un sueño, incluso en los más remotos, hay siempre alguna relación, por insignificante que sea, con algo que ha sucedido durante los últimos tres días. La razón es que llevamos dentro de nosotros los acontecimientos de los últimos dos, tres o cuatro días, -el período es, por supuesto, aproximado-, de una manera muy diferente a los que ocurrieron antes.

Nuestras percepciones son, como ustedes saben, llevadas a nuestro organismo astral y a nuestro organismo del yo, y los acontecimientos así percibidos viven al principio en conexión directa con nuestra conciencia. Lo que hemos experimentado en el transcurso de tres días, -es decir, cuando han pasado por lo menos tres días-, pasa más intensamente a nuestros sentimientos. Normalmente no nos damos cuenta de estas cosas, pero no dejan de ser realidades. La razón es que todo lo que percibimos o pensamos, que es llevado al organismo astral y al organismo del yo, también tiene que imprimirse de alguna manera en el cuerpo etérico, el cuerpo de las fuerzas formativas, y al menos hasta cierto punto incluso en el cuerpo físico. Este proceso dura de dos a cuatro días, de modo que tenemos que dormir dos o tres veces sobre cualquier cosa que experimentemos antes de que se imprima en los cuerpos etérico y físico. Sólo entonces se fija firmemente en el cuerpo etérico para que sea un recuerdo permanente. Así pues, en el hombre existe una perpetua reciprocidad interior, una especie de lucha, entre los cuerpos astral y etérico, y el resultado es siempre que lo que hemos experimentado conscientemente queda impreso en los elementos más densos y materiales de nuestro ser. Al cabo de tres o cuatro días, lo que al principio era sólo una experiencia sensorial transitoria se transfiere al cuerpo de fuerzas formativas y al cuerpo físico.

Pero ¡qué poco de lo que he descrito llega a la conciencia de los hombres hoy en día! Sin embargo, es algo que está ocurriendo perpetuamente en la vida del cuerpo y del alma humanos. Cada experiencia de la que hemos sido conscientes tiene que esperar tres o cuatro días antes de ser plenamente nuestra. Fluctúa entre los cuerpos astral y etérico, y no puede decidir -podría decirse- si ha quedado realmente impresa en el cuerpo etérico y en el físico.

Esto es algo de extraordinaria importancia. Recordemos que, en el fondo, nuestro verdadero ser no es más que nuestro yo y nuestro cuerpo astral. No podemos afirmar realmente que el cuerpo etérico sea de nuestra propiedad. En esta época materialista la gente habla como si los cuerpos etérico y físico fueran suyos, cuando en realidad pertenecen a todo el Cosmos. Y así, cuando en el transcurso de tres o cuatro días, lo que nuestro yo y nuestro cuerpo astral han experimentado pasa a los cuerpos etérico y físico, entonces forma parte, no sólo de nosotros mismos, sino del Cosmos. Sólo durante tres días podemos reivindicar cualquier acción nuestra en el mundo como significativa sólo para nosotros. Después de eso, la hemos, por así decirlo, impreso en el Universo, y descansa dentro de todo el Universo y no nos pertenece sólo a nosotros, sino también a los dioses.
En épocas muy remotas de la evolución humana, como resultado de ese estado de conciencia que ahora se ha perdido y que es más profundo que el sueño, los hombres tenían una impresión definida de este hecho notable, y los Iniciados podían dar información sobre lo que había detrás. Particularmente en la época de la que hablé ayer, la época egipcio-caldea, era sólo una vaga sensación que los hombres tenían. Pero los sacerdotes eran iniciados en la verdadera naturaleza del hecho. Mientras que hoy en día la Iniciación debe ser una experiencia puramente interior anímicó-espiritual, a lo sumo con símbolos y ritos de naturaleza únicamente física, en aquellos primeros tiempos la Iniciación era un proceso externo y los efectos de ese proceso externo pasaban al ser interior del hombre. Por poner un ejemplo: cuando un hombre iba a ser iniciado, durante tres o cuatro días era puesto por el Hierofante que lo iniciaba, en ese estado de conciencia que ahora hemos perdido. El propósito de esto era permitirle ver por sí mismo lo que sucede durante estos tres días en el mundo externo a él, y cómo encuentra entrada en el ser real del hombre. El Iniciado podía ver lo que ocurre con una idea, una experiencia o un sentimiento, antes de que se conviertan en propiedad del hombre.

Nuestra actitud materialista ante el mundo actual no nos permite concebir en absoluto el extraordinario significado de la sabiduría que yace en esta condición que nos está tan profundamente oculta. Tal vez pueda explicarles mejor lo que se lograba en los tres días de esta Iniciación, durante esa tenue condición de conciencia, si les recuerdo primero que en nuestra vida onírica ordinaria, con una actitud basada puramente en lo que podríamos llamar método científico, todavía hay algo extraordinariamente profundo involucrado.

¿Cómo se revela realmente esta vida onírica? Por supuesto, hay muchas clases de sueños, pero limitémonos por el momento a lo que consiste en gran medida en el recuerdo de experiencias pasadas. Las imágenes de estas experiencias surgen en los sueños. ¿Cómo aparecen? Se es consciente de que aparecen radicalmente transformadas. Esta transformación puede ir muy lejos; por ejemplo, podemos tomar el caso de un sastre que en su vida ordinaria nunca ha tenido la ocasión de hacer la toga de Estado de un Ministro; puede haber hecho una serie de batas y estar muy orgulloso de ellas, pero por todo eso no tiene la menor posibilidad de hacer una toga como la que ahora sueña que hace. En un sueño como éste puede haber varias influencias. Por ejemplo, es posible que en una vida anterior el hombre haya sido asistente de un magistrado romano y que, entre sus tareas, tuviera que ayudarle a ponerse la toga. Un vago sentimiento de todo esto sobrevive y lo que un hombre experimenta en esta vida puede estar coloreado por lo que fluye de una vida anterior.
Éste es sólo un ejemplo de cómo puede alterarse el contenido de los sueños; lo importante es que experimentan las intensas transformaciones que todos conocemos. Hay que preguntarse realmente qué contienen esos sueños, qué actúa en ellos. Son los acontecimientos externos los que dan lugar a este tipo de sueños, pero los acontecimientos externos aparecen en una forma totalmente alterada.

La razón de esto va más allá de la concepción de nuestras ideas científicas ordinarias. El tipo de leyes que deberíamos reconocer como científicas, las leyes que buscamos en el mundo exterior mediante nuestro método de observación y experimentación, dejan de ser válidas en cuanto pasamos al interior de la piel de un ser humano. Estaríamos muy equivocados si supusiéramos que las leyes naturales establecidas en el laboratorio son válidas dentro del ser humano. No sólo se transforman las sustancias dentro de nuestro organismo cuando las consumimos en el curso ordinario de la alimentación, sino que también se modifican las leyes de las sustancias, hasta en los átomos más pequeños. Lo que aparece en nuestros sueños no es sólo el reflejo abstracto de alguna realidad; en nuestros sueños vemos el tejido de las leyes orgánicas dentro de las cuales el hombre tiene su ser. Los sueños están mucho más cerca de nosotros que nuestro pensar abstracto normal; muestran la forma en que las sustancias externas actúan dentro del hombre. Nuestros sueños son una protesta contra la parte de la realidad que está encadenada dentro de las leyes de la Naturaleza. Desde que uno se va a dormir hasta que se despierta, vive en un mundo en el que, según los científicos, todo está controlado por esas leyes. En realidad, en el momento en que uno entra, aunque sea mínimamente, en el mundo espiritual a través de los sueños, la experiencia onírica surge como una protesta contra las leyes de la Naturaleza. Los sueños no pueden seguir el curso de los acontecimientos externos, o se parecerían mucho a la vida real de vigilia. Los sueños que surgen del sueño real son en su composición una protesta contra las leyes de la Naturaleza, y nos conciernen mucho más íntimamente.

A este respecto, los investigadores modernos de mentalidad materialista han hecho algunos descubrimientos interesantes. Algunos de ustedes conocerán un libro de un hombre llamado Staudenmaier, titulado Magia Experimental, que apareció hace bastantes años y es típico de la constitución espiritual de muchos pensadores científicos modernos. Staudenmaier quería averiguar si existe alguna realidad en el mundo espiritual. De la Antroposofía admitió que sólo conocía lo que habían escrito sus oponentes. A la gente no le gusta estudiar Antroposofía, le resulta difícil, sobre todo si son pensadores científicos típicos de hoy en día.

Staudenmaier intentó, por métodos espiritualistas, entrar en el mundo espiritual. Enmudeció su conciencia hasta que estuvo en una especie de estado mediúmnico; entonces empezó a escribir en automático y se sorprendió de que escribía un montón de tonterías que no concordaban en absoluto con lo que él sabía sobre la realidad. En particular, ¡el hecho de que los espíritus parecieran hablarle no concordaba con él! Sabía que eso era imposible y, sin embargo, lo que escribía le aseguraba que los espíritus le hablaban. Le horrorizaban las mentiras que le decían esos espíritus inexistentes. Deberían ustedes leer en su libro todas las increíbles mentiras que fluyeron en sus escritos. Se convirtió, -por no usar una palabra peor-, en médium, y no sabía qué hacer con todo aquello. Un amigo le aconsejó que lo dejara todo y que llevara una vida normal y sensata y saliera a cazar. Así lo hizo, y salió en busca de urracas; pero incluso allí descubrió que lo que fuera que había despertado en su interior continuaba su actividad, y no podía librarse de ello. Si levantaba la vista hacia un árbol, no veía una urraca, sino un temible dragón de terribles colmillos, que lo miraba con ojos horripilantes. En todas partes le ocurrían las mismas cosas, y vivía en una lucha interior por volver a la normalidad.
Menciono todo esto porque aquí tenemos pruebas experimentales de que hay una protesta inmediata contra el orden externo de la Naturaleza tan pronto como no nos limitamos a soñar despiertos, sino que utilizamos este dispositivo para contactar y despertar el ser interior del hombre. Evidentemente, lo consideramos todo mentira. Cuando hemos pensado en un hombre como un amigo y como un tipo decente, y si después de haber entrado en esta condición mediúmnica lo vemos sacándonos la lengua o haciendo largas narices, entonces inevitablemente decimos que el mundo espiritual está mintiendo y que esta experiencia es simplemente la de un sueño. Ahora bien, hay algo en esto. Siempre que el hombre se acerca al mundo espiritual dentro de sí mismo, dentro del cual está encerrado todo lo que hay dentro de su piel, hay una protesta inmediata de esta esfera contra el orden natural. No es sorprendente que cuando un hombre entra en él con facultades de juicio no suficientemente desarrolladas, aparezcan toda clase de seres elementales y creen la ilusión. Pero siempre existe esta protesta contra el orden natural cuando nos acercamos a lo espiritual; y los sueños ordinarios lo ponen de manifiesto.

Debemos darnos cuenta de que entonces entramos en un orden muy diferente del ser, y, aunque sólo aparezca en la forma fugaz del sueño, es de todos modos una protesta contra esas admirables leyes de la Naturaleza que establecemos mediante experimentos de laboratorio. Este es el primer paso en el mundo espiritual donde encontramos inmediatamente la protesta contra las leyes naturales, que son, por así decirlo, despojadas de su dignidad tan pronto como penetramos un poco en el ser interior del hombre.

Los antiguos Iniciados sabían muy bien, por su Iniciación de tres días, que no sólo existe un orden natural, sino que dentro y detrás de ese orden natural hay uno espiritual. Además, todavía es posible para cualquiera que haya adquirido algún conocimiento de la Iniciación penetrar con métodos modernos en estas cosas y pasar a través de las experiencias un tormento del alma realmente espantoso. Cuando los sueños comienzan a tejer sus formas, entramos realmente en un mundo en el que las leyes de la Naturaleza se derrumban, y como las leyes ordinarias ya no valen, sus interrelaciones cambian, por muchos recuerdos de la vida ordinaria que aún puedan ser efectivos. Si hemos llegado a considerar las leyes naturales como la última palabra, nos encontramos cara a cara con la nada. Es doloroso, casi trágico, para el hombre moderno, al pasar por la Iniciación, experimentar la entrada en una esfera del ser en la que se encuentra esta protesta contra las leyes de la Naturaleza; siente que todo lo que había obtenido de su intelecto, y que estaba determinado por las leyes de la Naturaleza está anegado. Su alma ya no puede respirar porque se ha acostumbrado demasiado al orden natural. Por fin se da cuenta de que un mundo completamente diferente le está presionando desde una dirección muy distinta. Ya no se trata de un orden natural, sino espiritual, que está impregnado de lo que en el fondo de nuestra conciencia humana actual experimentamos como un orden moral del mundo. Poco a poco aprende que, por un lado, existe el orden de la Naturaleza percibido por los sentidos, cuyas leyes han sido establecidas por la ciencia natural; por otro lado, si se sale de este orden natural, se adentra en un mundo que protesta contra el orden natural. Cuando experimenta esta protesta, una especie de agua luminosa de vida se derrama a su alrededor y puede volver a respirar: éste es el orden moral que, en última instancia, se expande hacia lo espiritual.
El conocimiento más elevado que adquirieron los antiguos Iniciados fue cuando descubrieron la protesta contra el orden físico del mundo y vieron que el verdadero orden moral del mundo se extendía a lo físico. En efecto, se experimenta en un grado mucho más débil durante los tres días descritos: todo lo que experimentamos en el mundo exterior, ya sean acciones o sentimientos, tarda tres o cuatro días en imprimirse en nuestro organismo. Pero cuando el proceso se completa, la forma impresa no es como la que experimentamos externamente; se convierte en un impulso que exige una expresión moral muy diferente del orden natural. Si pudiéramos ver cómo han cambiado nuestras experiencias en nuestro ser interior durante esos tres de nuestros días, veríamos que lo que experimentamos en su forma natural durante nuestra existencia terrenal ha quedado impreso en nuestro ser exterior y no es menos real de lo que era en el mundo exterior. Pero ahora vive dentro de nosotros como el impulso de un orden moral del mundo por medio del cual podemos avanzar por el océano de la vida. Así, llevamos los resultados de lo que hemos experimentado naturalmente como fundamento moral para nuestra vida posterior.

En períodos recientes de la evolución humana, sin embargo, cuando el hombre se sumergía en ese "sueño inferior", si puedo llamarlo así, esa esfera abrazada por la Tierra, se sumergía en el éter exterior. Allí sus experiencias encuentran su compensación. No sólo se encuentra dentro del orden moral del mundo en lo que respecta a la dirección de su vida interior; en ese sueño inferior se encuentra dentro del orden moral del Cosmos. Puesto que este sueño profundo se ha perdido para nuestras formas de conciencia y ahora sólo tenemos un eco muy débil de él en la experiencia de tres días descrita, este contacto con el Cosmos también se ha perdido. De hecho, habríamos sido expulsados gradualmente del orden moral del mundo autosubsistente si no hubiera ocurrido un acontecimiento particular en el curso de la evolución de la Tierra. La experiencia vivida por los Iniciados más antiguos para poder contar a los hombres lo que sucede durante esos tres días, fue vivida como un acontecimiento mundial único, como un acontecimiento en la historia del mundo, por el Ser Cristo que descendió de los mundos espirituales al cuerpo de Jesús de Nazaret y, aunque era un Dios, vivió una vida verdaderamente humana. La experiencia de los tres días se puso ahora a disposición de toda la humanidad. Lo que antes podía descubrirse en el sueño de la conciencia profunda, que tenía lugar en el hombre no conscientemente, sino al menos subconscientemente, de un modo natural, tenía que atravesarse para que el hombre pudiera encontrar su conexión con lo que fue realizado para la humanidad terrena por Cristo en el Misterio del Gólgota. Fue la obra vicaria de un Dios. El hombre debía dar un paso hacia arriba en su evolución y experimentar en forma moral a través del cristianismo lo que antes le había llegado naturalmente. El Misterio del Gólgota está, pues, estrechamente relacionado con todo el significado de la evolución terrena, por su relación con la evolución de la conciencia del hombre. Sólo podemos comprender lo que debía realizarse mediante el Misterio del Gólgota si podemos mirar retrospectivamente a lo que antes había ocurrido naturalmente y ahora debía ocurrir moralmente.

A este respecto, sin embargo, nuestra conciencia moderna, que discurre entre la vigilia, el dormir y el soñar, no ha alcanzado todavía la armonía interior. Desde el siglo XV, cuando esta conciencia moderna recibió por primera vez su impronta, ha mirado a la Naturaleza unilateralmente y ha pretendido comprender el orden de la Naturaleza, considerando que lo que se encuentra en ella constituye la realidad. Más allá de esta realidad, los hombres no miran, no avanzan hacia esa forma reforzada del conocimiento humano en la que lo espiritual se revela tal como lo hace el orden natural. Así, se ha hecho costumbre hablar del orden moral como de origen desconocido. Hacer esto no era estrictamente honesto, ya que la visión común de la Naturaleza no puede admitir ninguna realidad en el orden moral. Se podría, aunque un poco deshonestamente, superar esta dificultad diciendo que por un lado tenemos el conocimiento, por otro, la fe; y que el orden moral pertenece al reino de la fe; que el conocimiento no puede convertirse en fe ni la fe, en conocimiento; y que el orden moral pertenece al reino de la fe. Tal es la fórmula conveniente que se ha hecho habitual. La distinción ha llegado incluso a considerarse como algo específicamente cristiano, aunque incluso hace quinientos o seiscientos años ningún cristianismo genuino, y ciertamente ningún cristianismo original, habría admitido la distinción. Aún hoy no es dogma católico, por mucho que sea costumbre católica, distinguir de este modo entre fe y conocimiento.

No podemos tener una noción adecuada de la relación entre el orden natural y el moral-espiritual porque no somos conscientes de la transición entre ambos; porque no se comprende el sueño que sale del orden natural y protesta contra él, preparando así el camino. Si hemos pasado por esta etapa preparatoria, podemos entrar en contacto con el orden moral del mundo.
Sólo una visión honesta del pasado de la humanidad, y de algo que el hombre moderno aún no posee, puede conducir a una imagen satisfactoria de todo esto. De lo contrario, incluso los documentos históricos de la antigüedad no son más que cosas que se pueden estudiar, pero que no transmiten ningún significado real. Esta mañana hemos hablado mucho de los adversarios de la Antroposofía. Podría decir muchas cosas en su favor, aunque no en su favor precisamente. Los comentarios de nuestros adversarios... A menudo tengo que recordar una anécdota supuestamente basada en la verdad que le gustaba contar al famoso profesor Kuno Fischer. Solía contar que había tenido dos compañeros de escuela, -puede que fueran hermanos-, con un tío que era un simplón redomado. Los chicos llegaron a la fase de aprender logaritmos y tuvieron que comprar tablas logarítmicas. El tío vio las tablas y, al ver el montón de cifras, preguntó a sus sobrinos qué eran. Los chicos no supieron explicárselo, pero al final se les ocurrió decirle que eran los números de las casas de toda Europa. El tío les creyó y finalmente pensó que era una idea excelente poder conocer de un vistazo todos los números de las casas de Londres, París, etc. Ahora las personas que no son capaces de ver con perspicacia el significado de los documentos antiguos son como el viejo tío con sus tablas de registro. Nuestros historiadores modernos que editan estos documentos antiguos no nos dicen mucho más sobre ellos de lo que el tío decía sobre los logaritmos cuando los tomaba por los números de las casas de Europa. Tenemos que darnos cuenta de hasta qué punto su interpretación, basada en el pensar abstracto actual, está alejada de los hechos espirituales reales. Debemos tener la determinación de hacerlo, o nunca seremos capaces de ver cómo el hombre se ha desarrollado hasta el presente a partir de un pasado en el que era muy diferente.

Vivimos en una época en la que toda clase de conflictos interiores deben surgir de nuestra experiencia actual de dormir, despertar y soñar, si somos capaces en lo más mínimo de una verdadera auto-observación. Así como los hombres perdieron el conocimiento real de ese sueño profundo que era tan significativo para ellos que los Iniciados tuvieron que explicarles su naturaleza, así también en los tiempos modernos nuestro sueño ordinario tiende a desmoronarse. No quiero decir que en el futuro los hombres soñarán toda la noche, sino que sus sueños se empañarán. Así como el hombre ha pasado desde la antigüedad de ese "soñar despierto" a nuestro moderno pensar abstracto, nuestros caóticos sueños actuales se ensombrecerán, y ese tipo de sueño más apagado se convertirá en normal. Los sueños ya no se extenderán a nuestra conciencia, que estará totalmente recubierta por nuestra forma actual de pensar lógico abstracto. Pero entonces surgirá una superconciencia, ya evidente para cualquiera que pueda entender estas cosas. Esta superconciencia se ocupa de la voluntad humana y de los efectos de la voluntad cuando actúa sobre el sistema nervioso. Si, con la ayuda del conocimiento iniciático, observan la forma desenfrenada en que se desarrolla la voluntad humana, podrán ver cómo diversas manifestaciones psicológicas, que a veces llegan hasta la enfermedad física real, son realmente el heraldo de una forma de conciencia más elevada que nuestra actual conciencia despierta.

Pero hay algo más allá de esto que los hombres no podrán experimentar todavía a menos que puedan adquirir realmente la ciencia espiritual: una ciencia, es decir, que necesita un tipo de pensar muy diferente del normal y que en realidad es mucho más práctica que la actitud teórica ante la vida, que de hecho es completamente antipráctica. Esta ciencia espiritual añade al pensar abstracto ordinario un poder vivo interior. Sin embargo, esto no es algo que podamos añadir o descuidar arbitrariamente; ocurre porque en el hombre está naciendo un organismo que no existía en épocas anteriores y del que hasta ahora sólo han surgido los primeros cimientos. La forma en que la sangre circula por los miembros del hombre, sus brazos, piernas, manos y pies, cambia continuamente. Lo que hoy llamamos a menudo "nerviosismo" (un estado nervioso) es la expresión de que una condición superior se esfuerza por abrirse camino en el hombre, pero que éste no está dispuesto a aceptarla a causa de su extrañeza, y esto produce una inquietud que sólo cesará cuando haga suya la nueva conciencia.
Por consiguiente, podemos visualizar otros tres estados de conciencia hacia los cuales el hombre está abriéndose camino: una vida onírica emsombrecida, la vigilia y un estado de vigilia exacerbado. Toda la confusión y agitación que se manifiestan hoy en día, incluso en las condiciones externas, se deben al hecho de que los hombres intentan, en su mayor parte inconscientemente, luchar contra algo que se acerca a la humanidad desde los mundos espirituales. Ese algo esta luchando por abrirse camino especialmente en la voluntad humana. Tendremos que comprender, -como hoy en día no lo hacemos-, que tan pronto como lo espiritual entra en acción, pasamos inmediatamente a una esfera en la que se protesta contra las leyes naturales. Tampoco comprenderemos adecuadamente el Misterio del Gólgota a menos que nos demos cuenta de que no podemos alcanzar su significado pleno con nuestro conocimiento ordinario. Para captar su pleno significado tenemos que desarrollar una nueva facultad; tenemos que pasar con recto entendimiento más allá del mero soñar, que indica un proceso natural, y penetrar en la comprensión del otro lado del ser. Es desde el lado del espíritu donde tenemos que adquirir los elementos de entendimiento adecuados para la comprensión futura del Misterio del Gólgota. Lo que debemos hacer es situar de este modo nuestra experiencia del presente entre el pasado y el futuro, y sentirnos así como una especie de puente entre ambos. Así alcanzaremos cada vez más la comprensión necesaria para utilizar las verdades espirituales junto a las naturales.

Es fácil comprender nuestras ilusiones ordinarias, sólo porque las cosas que son falsas tienen una lógica poco común. No sospechamos que la falsedad pueda ser tan lógica. Qué podría ser más lógico que argumentar de la siguiente manera: primero observar cuánto tiempo tarda algún estrato geológico en alcanzar un grosor determinado, luego, si se trata de otro estrato, dividir el grosor menor entre el mayor y multiplicarlo por el tiempo que tardó ese estrato en formarse, y así llegar a la conclusión de que alguna época, el Silúrico o el Devónico, por ejemplo, fue hace veinte o doscientos millones de años. El cálculo aritmético es bastante correcto y no hay nada que decir en su contra. Aquí sólo nos engaña la lógica ordinaria.

Este tipo de lógica me recuerda siempre la que uno de los más grandes matemáticos de todos los tiempos aplicó a su propia vida. Cuando ya había alcanzado una edad considerable, enfermó repentinamente de una especie de afección pulmonar; y como había tenido mucho que ver con los médicos, se le ocurrió calcular cuántos pequeños abscesos habría que eliminar para librarse de la afección pulmonar. Sus cálculos sobre la evolución de la enfermedad le indicaron que tardaría quince años en curarse. Pero... murió dos años después. Esa era la realidad; lo otro era sólo lógica.

Lo mismo ocurre con la relación entre la realidad del Cosmos y nuestra lógica ordinaria. Las cosas se demuestran muy fácilmente mediante la lógica, y la lógica es perfectamente sólida. Es tan sólida como si calculáramos de la siguiente manera: Nuestro corazón pasa por ciertas fases de desarrollo; en un período definido habrá alcanzado una condición definida; entonces calculamos cuánto tiempo tomaría alcanzar esa condición y la respuesta es 300 años. Entonces podemos calcular 300 años hacia atrás y ver cómo era nuestro corazón hace 300 años. Desgraciadamente, no estábamos vivos, al menos como seres físicos, hace 300 años, y no estaremos vivos dentro de 300 años. Del mismo modo, la Tierra no existía en esas edades pasadas que calculan los geólogos. Los destinos de la Tierra sólo pueden conocerse en términos espirituales. Eso es lo angustioso de la ciencia moderna: puede probar tan lógicamente lo que en realidad es una ilusión, y sus pruebas no nos dicen nada sobre la realidad.
Los seres humanos de hoy, aunque la gente no se da cuenta de ello conscientemente porque se niegan a ser conscientes de ello, viven con el miedo inconsciente de que están en camino de perder el contacto con la verdad. Podemos ver este miedo manifestándose en varias formas. Fundamentalmente, las personas que basan su filosofía de vida en el materialismo están muy incómodas. Siempre están acosados ​​por la ansiedad acerca de los límites que ellos mismos se han fijado, porque sus amados límites crean obstáculos atroces para vivir una vida humana plena. Las personas ya sienten intuitivamente que si no tienen nada más que el orden natural en el que confiar, no pueden sacar vida de él; sobre todo, que las ideas derivadas de este orden natural no pueden conducirlos a ninguna experiencia o idea genuinamente artística y religiosa.
Siempre debemos recordar que nuestros sistemas religiosos existentes se originaron en los tiempos en que los hombres dependían de ese sueño profundo que he descrito para su comprensión del Cosmos. Todas nuestras instituciones religiosas derivan de aquellos tiempos: las instituciones religiosas, sí, pero no el Misterio del Gólgota. eso es independiente de cualquier punto de vista religioso; permanece agarrado por aquellas condiciones de conciencia que todavía están en curso de preparación. Desde hace siglos, incluso milenios, el lado religioso creativo del hombre ha permanecido estéril y lo mismo ocurre con la verdadera capacidad artística. Con raras excepciones, tenemos que vivir de lo que podemos obtener de varios renacimientos culturales. No poseemos ningún poder original de creación. Pero eso es lo que busca abrirse camino en esta era, y el malestar general típico de nuestra civilización actual es algo así como los dolores de parto de una nueva era, una nueva era en las esferas científica y artística pero también en la social, religiosa, y esferas morales. El futuro de la humanidad: eso es lo que debemos esforzarnos por tomar en serio. Nunca ha habido un momento en que la humanidad haya estado menos dispuesta a escuchar el conocimiento iniciático y, sin embargo, nunca ha habido un momento en que la humanidad haya tenido mayor necesidad de él.
Es por eso que deseo particularmente hablarles sobre el pasado, presente y futuro de la humanidad desde el punto de vista de la evolución de la conciencia. Por supuesto, en tres conferencias podría hacerlo solo en esbozo, pero ustedes pueden trabajar dentro de sus propios corazones lo que les he dicho. Debido a que nuestra conciencia se encuentra más cerca de nuestro propio ser, es allí donde los hombres pueden llegar a ser más fácilmente fructíferos y ser animados hacia la experiencia espiritual. Para que el hombre de hoy pueda convertirse en un hombre del futuro, lo que necesitamos no es una experiencia materialista sino espiritual. Desde que hemos sido víctimas de ideas y pensamientos abstractos, nuestro hábito interior es realmente tal que cualquiera que participe en nuestra cultura actual debe tener el mismo tipo de impresión de cualquier charla del espíritu que el simple viejo tío en la historia sobre el registro. y interpretará toda la poderosa evidencia para la entrada de lo espiritual como si fuera como los números de las casas de Europa. La analogía es un poco descabellada pero si recuerdan lo que les he dicho, entenderán lo que significa. Nuestra actitud normal hacia la vida, o más bien nuestros juicios ordinarios sobre la vida, penetran en todo nuestro pensamiento científico y producen allí un filisteismo y banalidad elevado al enésimo grado, incluso una hipocresía moral que afirma validez científica. Si hay alguna, incluso la más mínima, señal de la entrada de lo espiritual, se supone que es algo que la razón humana inteligente, según esta visión materialista, solo puede llamar "loco."
Hay una buena historia, basada en hechos, que también ilustra esta actitud. A principios de los años cuarenta del siglo XIX, el anciano filósofo Schelling fue llamado de Munich a Berlín. Había guardado silencio durante varios años, pero lo había precedido una gran reputación. La gente esperaba conferencias sobre filosofía de un tipo más positivo, en oposición a las que él mismo llamaba negativas. De todos modos, en estas conferencias en la Universidad de Berlín iba a tratar el desarrollo espiritual del hombre, la esencia de la religión y los misterios, de una manera mucho más profunda de lo que nadie había hecho hasta entonces.
Cuando Schelling comenzó sus conferencias, las primeras filas estaban ocupadas por las inteligencias más brillantes, los profesores de diversos temas, los jefes de los departamentos de enseñanza y los representantes más distinguidos de la vida espiritual - ciertamente no solo estudiantes callosos, que tenía que sentarse atrás. Todos estaban esperando - hasta donde pudieron esperar - para ver lo que la gran reputación de Schelling lograría. A medida que la conferencia avanzaba, los rostros de la audiencia se hicieron más y más largos. Schelling, de hecho, habló de una manera notable sobre el espíritu; justo en el momento en que el materialismo estaba alcanzando su clímax y llegando a su flor más plena, habló del espíritu. Mientras hablaba, las caras se alargaron considerablemente porque el público no tenía idea de lo que buscaba. Trendelenburg, conocido más tarde como filósofo, que estaba sentado en una de las primeras filas, dijo que pensaba que había entendido un poco, aunque la mayoría estaba más allá de él; ¡pero ni siquiera estaba seguro de haber entendido tan poco!

Luego, algunos días después, dos de las personas que habían estado presentes en la conferencia se reunieron. Había habido mucha discusión entre los oyentes de Schelling, y estos dos habían tomado parte en ella, preguntándose por qué razón había sido llamado a Berlín, ya que ni una palabra de lo que había dicho era inteligible. Pero uno de ellos ahora tenía la respuesta: ¡la hija de Schelling se había comprometido con el hijo del Ministro de Educación! Así que todo el mundo podía entender por qué Schelling había estado dispuesto a venir a Berlín. ¡Todo quedo explicado!
Puede parecer extraño que les diga estas cosas, pero me veo obligado a hablarles de esta manera. Porque el modo de pensar característico de la época actual está muy alejado del modo de pensar propio de la Antroposofía, que además no es sólo un capricho nuestro, sino una necesidad absoluta para el futuro del hombre, si no quiere caer en la decadencia. Sólo esta nueva forma de espiritualidad podrá experimentar plenamente los tres estadios de conciencia que surgirán en el futuro: el sueño atenuado, la vigilia ordinaria y la conciencia elevada. De lo contrario, el hombre nunca podrá experimentar adecuadamente su humanidad en las vidas futuras en la Tierra. Pues los dioses desean formar al hombre triple del futuro a partir del hombre triple actual, al igual que han formado al hombre triple actual, el hombre que sueña, duerme y despierta, a partir del hombre triple anterior que soñaba en imágenes, dormía y, al despertar, experimentaba las secuelas de su sueño y también dormía profundamente. En esta época actual de libertad, como tantas veces he explicado a los antropósofos, debemos decidirnos por nuestro libre conocimiento a vivir hacia la meta que nos han trazado las Potencias divinas del mundo. Si lo hacemos, no sólo pensaremos, sino que sobre todo sentiremos, de forma correcta sobre el pasado, el presente y el futuro. Entonces también tendremos la voluntad correcta con respecto a esta vida en la Tierra, de acuerdo con el orden divino-espiritual del mundo - desde el pasado, a través del presente, hacia el futuro.

De esto quería hablar, y con estas palabras pongo fin a nuestros estudios, no sin antes expresar el deseo de que mañana se inicie aquí una discusión que demuestre que en la Sociedad Antroposófica existe el deseo de promover en esta Sociedad una conciencia plenamente viva de lo que debe ser el hombre en su plenitud - el hombre integral que debe ser comprendido como incluyendo al hombre del pasado, al hombre del presente y al hombre del futuro. Porque estos tres son también uno. Lo que el hombre ha sido en el pasado, lo que es en el presente y lo que ha de ser en el futuro, abarcará frente al divino Orden Mundial todo el ser - anthropos. Pero para ello es necesario que la Antroposofía nos conduzca al verdadero anthropos, al hombre completo, al hombre en su plenitud.
Traducido por J.Luelmo ene.2023



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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919