GA130 Stuttgart, 28 de junio de 1911 Los siete principios del macrocosmos y su relación con el ser humano

 


LOS SIETE PRINCIPIOS DEL MACROCOSMOS Y SU RELACIÓN CON EL SER HUMANO 

RUDOLF STEINER

Stuttgart, 28 de junio de 1911

El macrocosmos, el gran mundo, está tan en proceso de desarrollo como el microcosmos, el ser humano, el mundo pequeño. Igual que el hombre, debe desarrollar sus siete principios. Estos principios representan la totalidad de las jerarquías. 

I.  Serafines, QuerubinesTronos..

II. Kiriotetes, Dynamis, Exusiai..

III. Arcais, Arcángeles, Ángeles..

IV. Hijo del Hombre

 La línea de evolución de los principios macrocósmicos es la siguiente:

Primer principio macrocósmico de evolución = Tronos

Segundo principio macrocósmico de evolución = Querubines

Tercer principio macrocósmico de evolución = Serafines

Cuarto principio macrocósmico de evolución = Cristo

o gráfico siguiente: 

En el caso de la tierra, las razas raíz se muestran a continuación con 1, 2, 3 etc. Así esquemáticamente: 

1ª Raza Raíz Polar - Repetición del Principio de Saturno: Tronos
2ª Raza Raíz Hiperbórea- Repetición del Principio Solar: Querubines
3ª Raza Raíz Lemúrica - Repetición del Principio Lunar: Serafines
4ª Raza Raíz Atlante - Centro de la Tierra: Cristo
5ª. nuestra raza raíz - evolución progresiva
6ª. prefiguración de la evolución de Júpiter
7ª. prefiguración de la evolución de Venus
Por lo tanto, el principio Crístico continúa desarrollándose a través del período de Júpiter y sólo alcanza su pleno desarrollo hacia mediados de la sexta, la época de Venus. A partir de mediados de la época atlante, el principio Crístico sólo puede actuar en los primeros comienzos germinales. En el hombre esto ocurre a través de la creación del primer germen del yo. La primera influencia directa y real se produjo en nuestra época en la Revelación en el Sinaí, donde el Cristo se reveló a Moisés bajo el nombre de Yahvé o Jehová. Luego se produjo la conexión directa del Cristo con la tierra mediante el bautismo del Jordán y los tres años en los cuerpos de Jesús de Nazaret. El impulso Crístico fluyó así en la humanidad al mismo tiempo que el impulso yoico. Cristo significa, pues, el Yo macrocósmico. 

Por consiguiente, el desarrollo ulterior de los principios quinto, sexto y séptimo en la Tierra sólo puede ser posible interiormente como una especie de premonición. No puede darse al hombre un cuerpo más elevado que el cuerpo físico construido con el cuarto principio macrocósmico. Sólo en Júpiter recibimos el quinto cuerpo, y en Venus el sexto, y así  . En comparación con el período greco-latino, existe ahora en el hombre algo así como una especie de conflicto o discordancia interna entre espíritu, alma y cuerpo, que se hará cada vez más perceptible cuanto más avance el desarrollo. Esta discordancia ya puede ser percibida hoy en día, especialmente por las personas sensibles.

Consideremos ahora el contra-efecto de los espíritus luciféricos a partir de este esquema. Los espíritus luciféricos proceden de una Jerarquía superior a la del hombre: la Jerarquía de los Angeloi o Ángeles, En la Luna, sin embargo, los espíritus luciféricos ya han desarrollado sus principios cuarto y quinto, etc., anticipándose a ellos, por así decirlo, pero aún sin el cuarto principio macrocósmico, sin el Impulso Crístico, que todavía no estaba allí. Tomemos ahora el desarrollo de tales espíritus luciféricos que han llegado hasta el quinto principio en la Luna. Ellos no saben nada mas allá del cuarto principio macrocósmico, no saben nada del Cristo. Es difícil expresar esto en nuestro lenguaje. Se podría decir: Se vuelven como burlándose de los dioses superiores que se esfuerzan por desarrollar el principio Crístico en la humanidad, y les gritan: Vosotros sólo podéis dar al hombre el cuarto principio; pero nosotros podemos darle el quinto principio. - Se trata, en efecto, de algo superior, que ellos, al igual que nosotros ahora en la quinta raza raíz, han traído consigo como si lo anticiparan. Pero le falta el cuarto principio macrocósmico, el Cristo, del que nada saben. Así que en cierto sentido ya son precoces, anticipando algo, pero no en armonía con el cosmos. 
Nuestra evolución normal presenta, pues, a los espíritus luciféricos como bajo un aspecto "más simple" sobre el cual se creen muy superiores. Y llegarán tiempos en que, mediante el poder de los principios superiores, el quinto o incluso el sexto principio, los espíritus luciféricos tendrán gran influencia sobre la humanidad, que para ellos está en decadencia.  
¿No podemos sentirlo ya hoy en todas partes en sus signos? En el arte y la ciencia, etc., en todas partes nos enfrentamos a un cierto desarrollo superior precoz que, sin embargo, parece carecer del núcleo interior de la verdad, de la armonía con lo eterno. 
El líder de esos espíritus que han desarrollado seis principios de esta manera, que se han acercado así a la perfección en la Luna, es el Anticristo, que ya puede parecerse confusamente al Cristo.
Hoy la mayor parte de la humanidad ya ha caído bajo la influencia de los espíritus luciféricos. De ahí la necesidad de promover ahora lo que el hombre en la Tierra sólo puede recibir como interior a través de la meditación. De ahí la necesidad de la ciencia espiritual.
Al principio de nuestro quinto período, es decir, al final del período grecolatino, en el siglo XIII, durante un corto tiempo la humanidad estuvo completamente aislada de la facultad clarividente. Entonces, se celebró en aquella época una gran conferencia de los hombres más sabios, en el Colegio de los Doce. De ellos, los siete primeros eran los santos Rishis, cada uno de los cuales había encarnado en sí mismo una de las siete etapas atlantes de la evolución. Otros cuatro sabios habían encarnado en ellos las cuatro primeras subrazas de nuestro tiempo: el octavo la india, el noveno la proto-persa, el décimo la egipcio-caldea y el undécimo la grecolatina, el duodécimo todas las siguientes.  Había entonces entre ellos un muchacho, el decimotercero, al que tomaron en su seno y los doce vertieron sobre él su sabiduría de una determinada manera. El cuerpo del muchacho se volvió completamente transparente. Hacía mucho tiempo que no comía nada. Vivió poco tiempo bajo esta poderosa influencia, pero durante este tiempo pudo, gracias a lo que había absorbido de todos ellos juntos, convertirse en el maestro de estos doce sobre cosas que no podían comprender individualmente.  En particular, pudo explicarles el acontecimiento paulino en un sentido más elevado a través de su propia experiencia. Luego murió y renació en el siglo XIV como Christian Rosenkreutz.  

Luego vivió cien años y desde entonces ha sido el maestro no sólo de los doce sabios sino de toda la humanidad. Él tiene la tarea de proteger a la humanidad contra la influencia luciférica.
Estas influencias luciféricas son muy grandes y aún crecerán considerablemente. Pero se puede decir de ellas con razón: "Los personajillos nunca sienten al diablo, aunque los tuviera cogidos por el cuello". La influencia luciférica, sin embargo, se hará más evidente en un futuro próximo.

Traducido por J.Luelmo mar.2023

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