LOS SIETE PRINCIPIOS DEL MACROCOSMOS Y SU RELACIÓN CON EL SER HUMANO
RUDOLF STEINER
Stuttgart, 28 de junio de 1911
El macrocosmos, el gran mundo, está tan en proceso de desarrollo como el microcosmos, el ser humano, el mundo pequeño. Igual que el hombre, debe desarrollar sus siete principios. Estos principios representan la totalidad de las jerarquías.
I. Serafines, Querubines, Tronos..
II. Kiriotetes, Dynamis, Exusiai..
III. Arcais, Arcángeles, Ángeles..
IV. Hijo del Hombre
La línea de evolución de los principios macrocósmicos es la siguiente:
Primer principio macrocósmico de evolución = Tronos
Segundo principio macrocósmico de evolución = Querubines
Tercer principio macrocósmico de evolución = Serafines
Cuarto principio macrocósmico de evolución = Cristo
o gráfico siguiente:
En el caso de la tierra, las razas raíz se muestran a continuación con 1, 2, 3 etc. Así esquemáticamente:Por consiguiente, el desarrollo ulterior de los principios quinto, sexto y séptimo en la Tierra sólo puede ser posible interiormente como una especie de premonición. No puede darse al hombre un cuerpo más elevado que el cuerpo físico construido con el cuarto principio macrocósmico. Sólo en Júpiter recibimos el quinto cuerpo, y en Venus el sexto, y así . En comparación con el período greco-latino, existe ahora en el hombre algo así como una especie de conflicto o discordancia interna entre espíritu, alma y cuerpo, que se hará cada vez más perceptible cuanto más avance el desarrollo. Esta discordancia ya puede ser percibida hoy en día, especialmente por las personas sensibles.
Hoy la mayor parte de la humanidad ya ha caído bajo la influencia de los espíritus luciféricos. De ahí la necesidad de promover ahora lo que el hombre en la Tierra sólo puede recibir como interior a través de la meditación. De ahí la necesidad de la ciencia espiritual.
Al principio de nuestro quinto período, es decir, al final del período grecolatino, en el siglo XIII, durante un corto tiempo la humanidad estuvo completamente aislada de la facultad clarividente. Entonces, se celebró en aquella época una gran conferencia de los hombres más sabios, en el Colegio de los Doce. De ellos, los siete primeros eran los santos Rishis, cada uno de los cuales había encarnado en sí mismo una de las siete etapas atlantes de la evolución. Otros cuatro sabios habían encarnado en ellos las cuatro primeras subrazas de nuestro tiempo: el octavo la india, el noveno la proto-persa, el décimo la egipcio-caldea y el undécimo la grecolatina, el duodécimo todas las siguientes. Había entonces entre ellos un muchacho, el decimotercero, al que tomaron en su seno y los doce vertieron sobre él su sabiduría de una determinada manera. El cuerpo del muchacho se volvió completamente transparente. Hacía mucho tiempo que no comía nada. Vivió poco tiempo bajo esta poderosa influencia, pero durante este tiempo pudo, gracias a lo que había absorbido de todos ellos juntos, convertirse en el maestro de estos doce sobre cosas que no podían comprender individualmente. En particular, pudo explicarles el acontecimiento paulino en un sentido más elevado a través de su propia experiencia. Luego murió y renació en el siglo XIV como Christian Rosenkreutz.
Estas influencias luciféricas son muy grandes y aún crecerán considerablemente. Pero se puede decir de ellas con razón: "Los personajillos nunca sienten al diablo, aunque los tuviera cogidos por el cuello". La influencia luciférica, sin embargo, se hará más evidente en un futuro próximo.
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