GA100 Kassel, 23 de junio de 1907 - Reflexiones complementarias a la Ley de la Reencarnación y el Karma

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Evolución humana y conocimiento de Cristo
RUDOLF STEINER

Reflexiones complementarias a la Ley de la Reencarnación y el Karma

Kassel, 23 de junio de 1907


8 conferencia, 

Hoy quiero añadir algunas cosas más sobre la cuestión de la reencarnación y el karma. Y luego me gustaría pasar a hablar del desarrollo de nuestra Tierra, porque solo a través de tal consideración podremos comprender con exactitud la verdadera naturaleza del ser humano, tal y como se nos presenta en relación con las condiciones del mundo. Para concluir este ciclo de conferencias, vamos a considerar juntos cómo se desarrolla el ser humano cuando el objetivo de su esfuerzo es la contemplación de los mundos superiores. Para penetrar en los mundos espirituales, tendremos que considerar: en primer lugar, la formación precristiana; en segundo lugar, la formación cristiana; y en tercer lugar, la formación rosacruz.

Lo que queda por decir sobre la reencarnación debería reservarse para un capítulo especial, ya que es lo más difícil de comprender para los principiantes. Lo que tenemos que discutir se refiere, en primer lugar, al tiempo que transcurre entre dos encarnaciones. Se trata, en sí mismo, de un tema que escandaliza al pensamiento materialista de nuestra época.

La única fuente de conocimiento a disposición del investigador espiritual no puede ser verificada por quien aún no tiene la visión espiritual: se trata de la experiencia. Pero quien aplique el entrenamiento que aún tenemos que discutir será capaz de investigar cuándo la mayoría de los seres humanos que viven actualmente estuvieron aquí en la Tierra por última vez en su encarnación anterior. Luego tendré que hablar de los medios que se utilizaban en las escuelas caldeas, pitagóricas y en todas las escuelas secretas de la época precristiana para permitir a los seres humanos entrar en el mundo espiritual.

Todos aquellos que pueden ver las condiciones de los mundos espirituales, es decir, que son capaces de rastrear al ser humano en sus encarnaciones anteriores, descubrirán que la mayoría de las almas humanas que viven actualmente se encarnaron por primera vez en el periodo comprendido entre el nacimiento de Cristo y los siglos VIII y IX. Pero se trata de condiciones medias; el tiempo entre dos encarnaciones también puede ser más corto o más largo.

El hecho que acabo de mencionar está relacionado con otro que ha cobrado especial relevancia en nuestra época. Se trata del hecho de que, precisamente en nuestro tiempo, viven pensadores tan radicales que reclaman la igualdad. Esto no es más que la expresión, trasladada al ámbito material, de la exigencia de igualdad de los primeros siglos del cristianismo, que decía: igualdad ante Dios e igualdad ante los poderes mundanos.

Ahora bien, muchas de las personas que en los primeros siglos del cristianismo plantearon estas exigencias de igualdad y que entonces, con estas exigencias insatisfechas, atravesaron la puerta de la muerte, es decir, que se llevaron consigo al mundo espiritual todos estos anhelos de igualdad ante Dios y los poderes mundanos, se han reencarnado precisamente ahora y, como es natural, vuelven a aportar su actitud hacia estas exigencias , pero ahora de forma metamorfoseada, acorde con la cosmovisión materialista actual. Los que ahora se han reencarnado pasan por alto el impacto totalmente materialista que esta exigencia ha adquirido en nuestra época. No es correcto creer o afirmar que el sentido actual de la libertad proviene del cristianismo.

Esta aplicación de la exigencia de igualdad ante Dios y los poderes mundanos a la exigencia actual de igualdad en todas las relaciones terrenales solo puede encauzarse correctamente si se comprende el verdadero contexto, tal y como nos lo permite la cosmovisión teosófica. Pero quien comprenda la verdadera relación y, al mismo tiempo, observe lo que hoy domina a los seres humanos como cosmovisión materialista, comprenderá sin dificultad que la exigencia de igualdad, tal y como la plantean hoy los pensadores radicales de la actualidad, es algo que, naturalmente, tenía que surgir en algún momento. Pero es igualmente cierto que, a partir de ahora, los seres humanos deben elevarse de nuevo del materialismo al espiritualismo. Solo entonces podrá producirse una recuperación de las condiciones sociales. No hay otro remedio para ello que la propia ciencia espiritual.

En los números 30, 32 y 34 de la revista «Lucifer-Gnosis» se aborda esta cuestión con mayor detalle. En ellos se muestra cómo todos los demás medios que se proponen desde las esferas más elevadas para resolver la cuestión social adolecen de diletantismo, precisamente porque los seres humanos de hoy en día no saben nada de los mundos superiores. Si los pensadores sociales actuales se dejaran inspirar un poco por la teosofía, encontrarían medios realmente eficaces para abordar esta cuestión. Tan cierto como que la humanidad tuvo que descender de un pasado espiritual al materialismo, es cierto que debe volver a ascender a lo espiritual. Solo de esta cosmovisión espiritual surgirá lo que da armonía, paz y amor. Así, también aquí la teosofía volverá a ser práctica en el sentido más eminente.

Ahora voy a mostrar cómo la visión del proceso evolutivo de la humanidad, obtenida mediante la observación clarividente, nos lleva de vuelta a los acontecimientos que tienen lugar entre la muerte y el renacimiento.

Ya he dicho que el ser humano no aparece una y otra vez en esta Tierra física sin motivo. Hemos encontrado la razón en que en cada nueva encarnación se encuentra con circunstancias completamente nuevas en la Tierra, y que de cada nueva vida física se obtienen siempre nuevos frutos para el futuro, porque la Tierra ha cambiado cada vez tanto en relación cultural como en relación con la naturaleza puramente exterior. Cada vez que el ser humano entra en una nueva encarnación, el rostro de la Tierra se ha vuelto completamente diferente.

Según la concepción caldea, la transformación de nuestra Tierra está relacionada con la relación del Sol con los demás astros. Encontrarán más detalles al respecto en algunos ciclos de conferencias. Ahora solo puedo hacer una breve referencia al respecto.

Si prestaran atención al aspecto del cielo cuando sale el sol al comienzo de la primavera, si observaran el lugar por donde sale y las demás condiciones que se dan en el mundo celeste, verían que la relación del sol con los demás astros es diferente cada primavera. El punto vernal se desplaza cada año, de modo que en aproximadamente 26 000-25 920 años este punto vernal vuelve al mismo lugar donde estaba hace 26 000 años: un ciclo. Pero esto solo es aparente: en realidad, lo que describe el sol no es un círculo, sino una espiral. Este punto vernal se determina ahora según la constelación que coincide con él. Así pues, el sol describe un círculo alrededor del cielo, que está marcado por las doce constelaciones. Cada año se desplaza un poco más y, de este modo, atraviesa las doce constelaciones en un periodo de 26 000 años.

Así, alrededor del año 800 a. C., el sol salió por primera vez en la constelación de Aries; y dado que el sol tarda aproximadamente 26 000 años en recorrer todos los signos del zodíaco, necesita una doceava parte, es decir, 2200 años, para atravesar un signo. Y este avance del punto vernal está realmente relacionado con el cambio en el aspecto de nuestra Tierra. Así, tras un período de unos 2200 años, el aspecto de la Tierra ha cambiado tanto que se han producido condiciones completamente diferentes; por eso, este es también el período en el que el ser humano pasa, por término medio, a una nueva encarnación. Y así es también según las observaciones de la ciencia oculta. Los pueblos antiguos siempre asociaron la salida del sol en el punto primaveral de Aries con un sentimiento claro que se puede describir así: desde la constelación de Aries, el sol nos envía por primera vez los rayos que hacen brotar las plantas de la tierra. 

Para ellos, es como si la constelación de Aries trajera estos rayos, y por eso se le rendía culto a esta constelación. Ciertos sentimientos sagrados están relacionados con el nombre de estas constelaciones. El carnero transmite las fuerzas del sol primaveral; por eso, los pueblos de aquella época veían en el cordero un símbolo de estas fuerzas de renacimiento de la naturaleza y del alma humana. A ello se vinculan algunas leyendas, como la de Jasón, que va en busca del vellocino de oro, algo tremendamente valioso para la humanidad. Esta veneración del carnero, o del cordero, predominó durante muchos siglos y fue adoptada por el cristianismo. Por eso, originalmente, en el crucifijo se veía un cordero en lugar de Cristo en la cruz. Y por eso se llamaba a Cristo «el cordero de Dios».

Si esto es así, entonces, dado que el sol primaveral no ha salido en el signo de Aries hasta el siglo VIII a. C., antes debía de existir otro culto; anteriormente, el sol primaveral salía en la constelación de Tauro. Y, de hecho, antes del siglo VIII a. C. se veneraba al toro en lugar del cordero. Esta veneración es la base del culto a Apis en Egipto y del culto persa a Mitra. Unos 2200 años antes, el sol atravesaba la constelación de Géminis, y este símbolo también desempeñó un papel en las antiguas culturas que le precedieron. La antigua religión persa se remonta a este culto en Ormuzd y Ahriman.

Así vemos cómo los pueblos antiguos relacionaban ideas importantes con este paso del sol por las distintas constelaciones. Y esto, a su vez, está relacionado con la reencarnación del ser humano en una época determinada, tras un periodo medio de unos 2200 años. Sin embargo, dado que hay una gran diferencia entre encarnarse en la Tierra como hombre o como mujer en una época así, el cálculo de las encarnaciones individuales se complica un poco. Las experiencias que tiene el ser humano en una encarnación como hombre o como mujer son tan diferentes que debe encarnarse dos veces durante una época así, una vez como hombre y otra como mujer.  De modo que, en un período aproximado de dos milenios, se producen dos encarnaciones, lo que en realidad significa que solo transcurren entre 1100 y 1200 años entre dos encarnaciones. Por eso, en promedio, es correcto que se alternen una encarnación masculina y una femenina. Sin embargo, excepcionalmente, pueden producirse varias encarnaciones consecutivas del mismo sexo, —el mayor número observado fue siete—; pero después cambia el sexo. No obstante, se trata de excepciones; por regla general, los sexos se alternan en las encarnaciones sucesivas.

Esto es lo que se puede decir sobre el tiempo que transcurre entre dos encarnaciones. Sin embargo, depende también de muchos otros factores, y no solo del ser humano. Por ejemplo, puede darse el caso de que una determinada individualidad se adapte perfectamente a las circunstancias de la Tierra en un momento concreto para cumplir una tarea determinada. En este caso, las fuerzas superiores pueden atraerla a la encarnación antes de que termine el tiempo normal; es traída aquí porque, por su disposición general, es idónea para cumplir una misión determinada. Aquí se incluyen, en particular, los grandes líderes de la humanidad. Sin embargo, esto se compensa a lo largo de toda la vida del ser humano, de modo que más tarde le sigue una vida más larga en el devachán.

Lo otro que habría que decir es que existe una especie de contrapartida a esa experiencia que, según he dicho, tiene lugar inmediatamente después de la muerte, en la que el ser humano contempla su vida pasada como si fuera un cuadro. Esta contrapartida es una especie de avance de la siguiente vida terrenal.

Recordemos primero cómo se produce la retrospectiva en el momento de la muerte. Como saben, el cuerpo etérico tiene dos funciones principales: por un lado, estimular todas las funciones vitales del cuerpo físico, es decir, proteger constantemente la sustancia del cuerpo físico contra la descomposición y regular la estructura de esta sustancia; por otro lado, el cuerpo etérico es la sede de la memoria. Cuando el cuerpo etérico abandona el cuerpo físico en el momento de la muerte, queda liberado de esta primera tarea principal y, en ese mismo instante, destaca con especial fuerza su segunda propiedad, a saber, la memoria de todo lo que el ser humano ha experimentado en su vida pasada. Y eso es precisamente el cuadro de la vida. En ese momento, la esencia del ser humano consiste únicamente en el cuerpo etérico, el cuerpo astral y el yo.

 Al entrar en una nueva encarnación, ocurre lo siguiente: el yo desciende del mundo espiritual con todos los extractos imperecederos adquiridos hasta entonces, tanto del plano etérico como del astral. En primer lugar, atrae naturalmente hacia su nuevo cuerpo astral todas las cualidades astrales que corresponden a su desarrollo anterior y, solo después, hace lo mismo con las cualidades etéricas. Todo esto tiene lugar en los primeros días después de la concepción, y solo entre el decimoctavo y el vigésimo día después de la concepción, el nuevo cuerpo etérico trabaja de forma independiente en el desarrollo del germen físico humano, mientras que antes el cuerpo etérico de la madre realiza lo que más tarde debe hacer el cuerpo etérico. Solo entre el decimoctavo y el vigésimo día después de la concepción, la individualidad que quiere encarnarse y que hasta entonces ha revestido su yo con un nuevo cuerpo astral y un nuevo cuerpo etérico, toma posesión del cuerpo físico formado hasta entonces por la madre.

En el momento anterior a esta toma de posesión, el ser humano está compuesto exactamente por los mismos elementos que en el momento de la muerte; en este último caso, acaba de desprenderse del cuerpo físico en ese instante, mientras que en el primero aún no lo ha adquirido. A partir de esto, les resultará fácil comprender cómo, en el momento en que el ser humano entra en su nuevo cuerpo físico, se produce algo análogo al momento en que lo abandona. En ese momento, el ser humano tiene una especie de visión previa de su vida futura, al igual que en el momento de la muerte tuvo una visión retrospectiva de su vida pasada. Sin embargo, el ser humano olvida esta visión previa porque la constitución de su cuerpo físico aún no es adecuada para conservarla en la memoria.

En ese momento, el ser humano puede ver: así son las circunstancias familiares, nacionales, locales y del destino en las que voy a nacer. Y a veces ocurre que, cuando el ser humano, en ese momento de previsión, se da cuenta de que le espera algo malo, sufre un shock, un susto ante la vida que le espera, y entonces el cuerpo etérico no se une correctamente con el cuerpo físico, no quiere entrar en él. Y entonces, en la vida, las consecuencias de ese susto, —esa renuencia del cuerpo etérico a entrar correctamente en el físico—, se manifiestan en forma de idiotez. El que tiene visión espiritual puede ver en estas personas cómo el cuerpo etérico sobresale por encima de la cabeza física. Y debido a esta falta de integración del cuerpo etérico, el cerebro se retrasa en su desarrollo, porque el cuerpo etérico no trabaja correctamente en el cerebro. Muchos casos de idiotez actuales son casos provocados de esta manera.

Y que precisamente la época actual propicie especialmente casos de este tipo es muy comprensible si se tiene en cuenta que la mayoría de las personas reencarnadas hoy en día vivieron su anterior encarnación entre los siglos IX y XI después de Cristo. Ahora bien, si se aplica un tipo de tratamiento físico, se puede influir en el cuerpo etérico de tal manera que se introduzca gradualmente en el cuerpo físico, mejorando así la situación. Pero esto solo es posible para una persona que pueda comprender la causa espiritual del problema y actuar de la manera adecuada.

De las consideraciones anteriores sabemos ahora que el ser humano, en su totalidad, está compuesto por el cuerpo físico, el cuerpo etérico, el cuerpo astral y el yo. Todos estos miembros no solo están entrelazados, sino que se interpenetran y se influyen mutuamente. Así, todos ellos influyen también en el cuerpo físico y colaboran con él para que pueda desarrollarse de la manera en que debe desarrollarse. Cuando tienen a una persona delante, si aún no han desarrollado sus órganos de percepción superiores, solo ven el cuerpo físico. Pero este cuerpo físico solo les parece tal y como es porque en él están integrados el cuerpo etérico, el cuerpo astral y el yo, y porque todos ellos han colaborado a su manera en la formación de ese cuerpo físico. Sin embargo, los órganos físicos de este cuerpo humano no han sido construidos de forma caótica por los tres miembros superiores, sino que podemos distinguir con toda precisión cómo participan estos tres miembros superiores en la construcción del cuerpo físico. Intentemos hacernos una idea de ello.

En primer lugar, tenemos en este cuerpo físico lo que, en cierta relación, son órganos puramente físicos. Son aquellos que se basan en leyes puramente físicas, es decir, los ojos, los oídos, la laringe, etc. El ojo es sin duda un órgano vivo y recibe su vida del cuerpo etérico que lo impregna y nutre; pero desde un punto de vista puramente físico, es un aparato físico en el que actúan las mismas fuerzas que en la naturaleza inorgánica, por ejemplo, en el cristal. Por lo tanto, podemos considerar los efectos del ojo según leyes puramente físicas. Estos aparatos sensoriales deben desarrollarse primero a partir del cuerpo físico.  Son precisamente aquellos órganos que, en sentido estricto, reconocemos como construidos por fuerzas físicas según leyes físicas. Luego tenemos un segundo grupo de órganos: son los órganos de la nutrición, el crecimiento y la reproducción, que culminan en la actividad glandular. En la formación de estos órganos participa esencialmente el cuerpo etérico. Luego tenemos, como tercer grupo, el sistema nervioso, que está construido especialmente por el cuerpo astral. En cuarto lugar, tenemos lo que es en particular la sangre roja de los animales superiores y del ser humano: la sangre roja y caliente está construida por el yo.

Así pues, en primer lugar tenemos: las partes propiamente físicas, los órganos sensoriales, aunque más tarde también el sistema óseo puramente mineral, que es construido por el propio cuerpo físico; en segundo lugar: el sistema glandular, los órganos reproductores, etc., que es construido por el cuerpo etérico; en tercer lugar: el sistema nervioso, que es construido por el cuerpo astral; en cuarto lugar: el sistema sanguíneo, que es construido por el yo. Lo comprenderemos con mucha más precisión cuando observemos más detenidamente la evolución de la Tierra.

Deben tener claro que la ley de la reencarnación se aplica a todo el mundo y no solo a los seres humanos. Ahora estoy aquí y vivo; soy la reencarnación de mi estado anterior. Pero no solo yo como ser humano, sino que, en cierto modo, lo mismo ocurre con todo lo demás que llena el espacio cósmico, entre otras cosas, con el propio planeta. Al igual que nosotros somos la reencarnación de individualidades anteriores, nuestra Tierra es, entre otras cosas, la reencarnación de un estado planetario anterior.

No es posible seguir estas reencarnaciones de nuestra Tierra hacia adelante y hacia atrás hasta el infinito; ni siquiera el mejor clarividente puede ver más allá de una determinada encarnación hacia adelante y hacia atrás, ya que también para él existen límites al conocimiento. El clarividente puede mirar hacia atrás hasta tres encarnaciones de nuestra Tierra, y también puede ver las tres siguientes, de modo que, contando el estado actual de la Tierra, ve siete encarnaciones.

A algunas personas que escuchan esto por primera vez les puede parecer un poco supersticioso que el que ve espiritualmente sitúe, por así decirlo, la Tierra justo en el centro de este desarrollo, y se podría decir que eso es algo extraño. Pero solo se puede hablar así desde una perspectiva superficial, porque esto no es más extraño que el hecho de que yo vea a la misma distancia en todas direcciones en un campo abierto y me encuentre en el centro del horizonte. En la división del ser humano en siete partes que hemos indicado, también nos encontramos en el centro con el yo: cuerpo físico, cuerpo etérico, cuerpo astral, yo, yo espiritual, espíritu vital, hombre-espíritu. Esto se basa en el mismo punto de vista.

También lo que tengo que decir sobre la evolución planetaria de nuestra Tierra sorprenderá a algunos y les parecerá extraño.

Por lo tanto, nuestra Tierra se desarrolló a partir de un planeta anterior. Este planeta, del que surgió nuestra Tierra, ya no se encuentra en el cielo. Pero una parte de lo que una vez fue es la Luna actual; representa una parte del predecesor de nuestra Tierra. Así pues, si comparamos la Tierra actual y la Luna actual con lo que una vez fue, la Luna actual es un pedazo de lo que una vez fue; representa una parte del predecesor de nuestra Tierra. Pero una parte de lo que una vez fue es la Luna actual; representa una parte del predecesor de nuestra Tierra. Por lo tanto, si mezclaran la Tierra actual y la Luna actual y todos los seres espirituales que viven en ellas, obtendrían aproximadamente una imagen de la encarnación anterior de la Tierra, que los ocultistas llaman Luna. Ahora bien, debe tenerse en cuenta que esta hipótesis se plantea únicamente para que se comprenda el proceso de una manera más fácil, pero que, como todas las hipótesis, no es del todo cierta, como es lógico. Si alguien mezclara la Tierra y la Luna actuales, como se mezclan dos sustancias en un matraz en un laboratorio químico, en realidad no se obtendría la Luna de entonces. Porque hay que tener en cuenta que, desde el momento en que la Tierra y la Luna se separaron, ambos cuerpos celestes han seguido evolucionando, cada uno a su manera. Así, por ejemplo, en este cuerpo terrestre, desde el comienzo de nuestra evolución terrestre actual, se ha formado lo que llamamos la sustancia sólida, el reino mineral. Los minerales, tal y como los entendemos hoy en día, no existían antes del comienzo de nuestra evolución terrestre.

Al mezclar la Tierra y la Luna, habría que descartar todo lo que se desarrolló posteriormente. La antigua masa lunar aún no contenía ninguna sustancia mineral. Su consistencia era similar a la de una papilla líquida. Como ya se ha dicho, esta hipótesis se ha planteado para que las personas que nunca han oído hablar de la evolución planetaria de nuestra Tierra y de todo nuestro cosmos puedan comprender el tema de alguna manera. Para comprender más profundamente esta evolución hay mucho más que añadir, pero no se puede abordar en un ciclo introductorio como este, sino que se irá tratando poco a poco. Entonces, una y otra vez, esta evolución se completará y se iluminará desde un nuevo punto de vista.

Antes de que la Tierra pasara por este antiguo estado lunar, se encontraba en uno que los ocultistas denominan «sol». Nuestra Tierra pasó por estados similares a los que aún hoy existen en el sol. Y si quisiéramos hacer la misma suposición, entonces sería aún más complicado. Si quisieran ilustrar este estado, tendrían que mezclar la Tierra, la Luna y el Sol, y entonces obtendrían un único cuerpo celeste como el antiguo estado solar, pero también con la misma restricción que antes con la Luna. Así pues, en el transcurso de su evolución, el sol de entonces expulsó de sí mismo todas las partes esenciales, fuerzas y sustancias de la Tierra y la Luna actuales, convirtiéndose así de un planeta en una estrella fija. Nuestra Tierra también se convertirá en sol cuando haya transformado todos sus seres en seres de luz.

Así pues, nuestra Tierra fue antes la Luna, y esta fue antes el Sol. Y luego el ser humano puede remontarse a otro estado evolutivo, que en el ocultismo se denomina Saturno. De modo que debemos distinguir entre los estados evolutivos anteriores de nuestra Tierra: el estado de Saturno, el estado del Sol, el estado de la Luna, así como el estado de la Tierra, y en el futuro seguirán: el estado de Júpiter, el estado de Venus y el estado de Vulcano.

Ahora bien, alguien podría decir: «Nos estás contando que la Tierra fue antes Saturno, pero acaso ¿no sigue estando Saturno en el cielo hoy en día?». Pero el Saturno que antes era nuestra Tierra no tiene nada que ver con el cuerpo celeste que hoy se encuentra en el cielo como Saturno. Con esto no se quiere decir que los seres que hoy están aquí en la Tierra estuvieran antes en el Saturno que se encuentra allá arriba en el cielo. El Saturno actual solo tiene que ver con el estado de Saturno en aquel entonces en la medida en que se ha indicado en el caso de la Luna y su estado lunar. Lo que se muestra hoy como Saturno ha vuelto a experimentar su propia evolución después de ese tiempo primigenio, y el Saturno anterior se relaciona con el Saturno actual más o menos como un bebé con un anciano. El Saturno actual también estuvo una vez en un estado similar al del Saturno anterior, al igual que el anciano también fue una vez un bebé. Lo mismo ocurre con el Sol y los demás cuerpos celestes. Y cuando hoy el investigador espiritual observa Júpiter, encuentra en él estados y entidades que la Tierra tendrá algún día, cuando se haya convertido ella misma en Júpiter.

Esta enseñanza proviene de los iniciados más antiguos, y una y otra vez los iniciados han inculcado esta evolución a sus discípulos.

Ahora bien, nuestra lengua, en aquellas partes en las que se remonta a los tiempos más antiguos, fue creada por iniciados. No puedo explicarlo en detalle en un ciclo introductorio como este, porque nos alejaría demasiado del tema. Pero en la antigüedad, cuando los iniciados aún determinaban la formación del lenguaje, la lengua era algo diferente. Hoy en día, por ejemplo, se busca un nombre que quizá aún no se haya asignado, pero que carece de cualquier significado profundo. Antes, en cambio, los nombres se daban con un significado profundo basado en las circunstancias internas. Se quería construir una especie de monumento en memoria del proceso de evolución de la Tierra a lo largo de todos estos períodos y estados planetarios. Se creó, por así decirlo, una tabla cronológica para que la humanidad recordara siempre las fases temporales. Pero para comprender esta tabla, necesitamos saber algo más.

En el esquema anterior se puede ver que, antes de su existencia terrenal, esta Tierra pasó por la existencia de Saturno, el Sol y la Luna. Pero antes de que la Tierra se convirtiera en la Tierra actual, es decir, en la transición de la existencia lunar a la actual existencia terrestre, esta Tierra estaba bajo la fuerte influencia de otro cuerpo celeste, concretamente bajo la influencia de Marte. Justo al comienzo de nuestra evolución terrestre tuvo lugar esta influencia muy importante y enormemente significativa para el desarrollo posterior de la Tierra por parte de Marte. Por cierto, en esta ocasión la Tierra recibió de Marte el hierro, que antes no estaba presente en su sustancia. Así, en su primera etapa de desarrollo, la Tierra recibió la influencia de Marte, y en la segunda mitad, es decir, ahora, pasó a estar bajo la influencia más fuerte de Mercurio. Por eso el ocultismo omite el término «Tierra» y divide los estados de la Tierra en dos mitades: la primera, la mitad de Marte, y la segunda, la mitad de Mercurio. De este modo, el esquema anterior cambia de la siguiente manera: estado de Saturno, estado del Sol, estado de la Luna, estado de Marte-Mercurio, estado de Júpiter, estado de Venus y estado de Vulcano.

Así, el estado de vulcano sería el octavo y desempeñaría en la evolución el mismo papel que la octava en la música. Al igual que la octava es, por así decirlo, una repetición del primer tono, solo que en un registro más alto, el estado de vulcano es una repetición del estado de Saturno, solo que en un desarrollo superior. Todo el cosmos se ha desarrollado a partir de lo espiritual, y con el estado de Vulcano todo se ha vuelto a desarrollar hacia lo espiritual, solo que en un desarrollo más elevado y variado. De la espiritualidad única han surgido infinitos seres espirituales, al igual que de la semilla que el labrador siembra en la tierra, en otoño se desarrollan los mismos granos en la espiga madura en toda su diversidad. Todo lo efímero es solo una parábola.

Los antiguos iniciados incorporaron estos siete nombres en recuerdo del proceso evolutivo de la Tierra en el monumental símbolo del que acabo de hablar y que se nos ha transmitido en los nombres de los siete días de la semana:

Sábado: Saturday, Samstag
Domingo: Sonntag
Lunes: Montag
Martes: Mardi, Mars, Ziu, Dius
Miércoles: Mercredi, Merkur, Wodan
Jueves: Giovedi, Donar, Donnerstag
Viernes: Vendredi, Venus, Freia, Freitag

De hecho, en los nombres de los días de la semana se conserva un monumento a las siete etapas de la evolución de nuestra Tierra. Así, encontramos en las aparentes trivialidades de la vida cotidiana indicios de profundas conexiones espirituales.

Y ahora deben tener en cuenta que toda la evolución humana está íntimamente relacionada con la evolución planetaria. Sí, toda la evolución del ser humano solo puede entenderse sobre la base de la evolución planetaria. Cada miembro del ser humano está íntimamente relacionado con una de estas fases de evolución planetaria de la Tierra, en la medida en que durante cada una de estas fases se ha predisponido uno de los miembros del ser humano. Así, el cuerpo físico se formó durante la etapa de Saturno, el cuerpo etérico durante la etapa del Sol, el cuerpo astral durante la etapa lunar, y el yo se integró en el ser humano solo durante la etapa terrestre. Por eso, este cuerpo físico es también el miembro más perfectamente desarrollado hasta la fecha, mientras que el cuerpo etérico se encuentra solo en la tercera etapa de desarrollo, ya que se formó en el antiguo sol, el cuerpo astral solo en la segunda etapa, ya que se formó durante la fase lunar, y el yo es el bebé entre los miembros del ser humano, ya que se encuentra solo en el comienzo de su desarrollo durante el estado actual de la Tierra.

Hay una clara indicación de lo que acabamos de decir si observamos los cuatro miembros del ser humano en su desarrollo. 

En los primeros años de la Sociedad Teosófica se trabajó mucho con los términos «miembros superiores» e «inferiores», designándose al cuerpo físico como el miembro inferior; y a ello se asociaba muy a menudo el concepto de valor. Y con demasiada frecuencia se tendía a considerar al cuerpo físico como el más inferior, incluso a despreciarlo. Pero eso es totalmente erróneo. 

Consideren detenidamente esta maravillosa construcción que es el cuerpo físico; entonces comprenderán sin dificultad que se encuentra en un nivel de perfección enormemente elevado, mientras que, por ejemplo, en el cuerpo etérico no es en absoluto así. Si observan el cuerpo físico con los ojos de la sabiduría, verán en cada órgano de este cuerpo físico una construcción maravillosa, en el corazón, en los huesos, etc. Observen la sabia construcción del corazón y piensen en el trabajo que realiza este órgano, relativamente pequeño, cada día y cada hora. Compárenlo con la formación aún relativamente deficiente del cuerpo astral:  cómo en este cuerpo astral aún se agitan diariamente pasiones sin refinar, cómo el ser humano, entre otras cosas, aún siente diariamente en su interior el anhelo de placeres cuya satisfacción maltrata directamente esta maravillosa estructura del corazón, y sin embargo, el corazón es capaz de paralizar todos estos daños astrales sin romperse en dos, a menudo sin sufrir ningún daño. Hoy en día, el cuerpo astral aún no está tan desarrollado como el cuerpo físico; hoy en día, el cuerpo físico es el miembro más perfecto. Sin embargo, en el futuro, el cuerpo astral estará tan desarrollado que superará al cuerpo físico. Menos desarrollado que el cuerpo físico está hoy el cuerpo etérico, y en tercer lugar se encuentra el cuerpo astral. Y el más joven de los miembros de la entidad humana es el yo; por lo tanto, será el último en alcanzar su perfección.

Así pues, todo lo que tienen en el cuerpo físico como físico propiamente dicho es lo más antiguo. Nuestro cuerpo físico ya había pasado por una evolución antes de que se integrara un cuerpo etérico. Y esta evolución, que el cuerpo físico solo ha pasado como cuerpo físico, es la etapa de Saturno. En ella, la primera predisposición de este cuerpo físico era solo un aparato físico. Luego se desarrolló más, y solo en el sol se integró el cuerpo etérico en este cuerpo físico. Este cuerpo etérico, por así decirlo, llenó este cuerpo físico y lo transformó en cierta medida. Durante el estado lunar se integra el cuerpo astral, y el yo no se añadió hasta el comienzo de nuestro estado terrestre actual. Hoy en día, el ser humano se presenta como un ser de cuatro miembros.  Durante la etapa lunar, estaba compuesto por el cuerpo físico, el cuerpo etérico y el cuerpo astral; durante la etapa solar, por el cuerpo físico y el cuerpo etérico; y durante la etapa de Saturno, solo por el cuerpo físico. Así pues, el cuerpo físico tiene cuatro fases de desarrollo, el cuerpo etérico tres, el cuerpo astral dos y el yo una. Por eso, el cuerpo físico es el miembro más perfecto, porque es en él en el que más tiempo se ha trabajado.

Así pueden ver cómo los distintos miembros del ser humano están relacionados con el desarrollo de todo el sistema planetario. Y por eso también encontrarán en los antiguos libros ocultistas la denominación

Para el cuerpo físico: cuerpo de Saturno.
Para el cuerpo etérico: cuerpo del Sol.
Para el cuerpo astral: cuerpo de la Luna.
Para el yo: cuerpo terrestre, como el verdadero
miembro terrenal del ser humano.

Mañana seguiremos la configuración y toda la vida de Saturno, y luego pasaremos al Sol y a la Luna. Entonces veremos cómo los seres humanos se perfeccionan cada vez más, hasta llegar al estado actual.

Traducido por J.Luelmo dic,2025

GA100 Kassel, 24 de junio de 1907 - El paso de la Tierra por sus anteriores condiciones planetarias

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Evolución humana y conocimiento de Cristo
RUDOLF STEINER

El paso de la Tierra por sus anteriores condiciones planetarias

Kassel, 24 de junio de 1907


9 conferencia, 

Hoy, continuando con el esbozo que dimos ayer sobre la evolución de los planetas, haremos algunas consideraciones adicionales. Se dijo que nuestra Tierra había pasado anteriormente por los estados de Saturno, Sol y Luna. Hoy me gustaría describirles estos estados sucesivos, tal y como es habitual en el ocultismo. Cuando hablemos del desarrollo del alma en el camino del conocimiento, comprenderán el significado de algunas cosas que hoy se plantean de forma hipotética. Si nos adentramos sin más en el estado de Saturno, es decir, en el estado de nuestra Tierra hace millones y millones de años, este se presenta de forma muy diferente a lo que se supone según nuestras condiciones físicas actuales. Ante todo, debemos tener claro que el ser más perfecto que conocemos, el propio ser humano, es el que tiene tras de sí la serie más larga de desarrollo. Por lo tanto, escucharán una historia del desarrollo que, podría decirse, se aleja mucho de la historia del desarrollo de Haeckel-Darwin. Las ventajas con respecto a esta teoría puramente materialista las encontrarán en mi libro.

En primer lugar, hay que comprender que lo más perfecto es lo que ha pasado por un desarrollo más largo. El ser más perfecto es el ser humano, y en primer lugar el cuerpo físico humano. Todos los seres que nos rodean son más imperfectos que el cuerpo físico humano, que ha necesitado más tiempo para desarrollarse. Por eso, cuando miramos atrás con la mirada espiritual, encontramos que las primeras disposiciones para ello ya existían en el estado de Saturno. Todo el espacio cósmico, con todos los seres y cosas que había en él, influyó en el primer estado de la Tierra. Todos ellos conservan aún los órganos que se formaron entonces como lo más perfecto de nuestro cuerpo físico; son los órganos sensoriales, los aparatos que se pueden comprender desde un punto de vista puramente físico, que surgieron inicialmente en ese estado embrionario. Sin embargo, no hay que imaginarse que el ojo ya existía entonces tal y como lo conocemos hoy. Pero la primera disposición del ojo, del oído, de todos los órganos sensoriales y de todos los demás aparatos puramente físicos del ser humano se originó en Saturno. En Saturno solo existían aquellos efectos que aún hoy se manifiestan en el reino mineral. En aquel entonces, el ser humano existía en la primera disposición de su cuerpo físico; todo lo demás, la sangre, los tejidos, etc., no existía. Como aparatos físicos, existían las primeras disposiciones del cuerpo humano. Al igual que la esmeralda, el mica y demás se originan y se forman según las leyes físicas como cubos, hexaedros y demás, se formaron figuras similares a aparatos que existían en el cuerpo de Saturno como hoy existen los cristales en el cuerpo de la Tierra. Y el modo de actuar de la superficie de Saturno era esencialmente una especie de reflejo en el espacio cósmico. Los seres que rodeaban a Saturno, dispersos en el espacio cósmico, proyectaban sus efectos hacia abajo. En aquella época también estaba muy desarrollado lo que se denomina el aroma del mundo. Hoy en día solo se puede tener una idea de lo que ocurría entonces en Saturno a través de algunos fenómenos: si se oye un eco en la naturaleza, en el sonido del eco se percibiría algo de lo que emanaba de Saturno a partir de las impresiones que habían actuado sobre él. Estos aparatos, que reflejaban tales imágenes en el espacio cósmico, son el primer embrión de lo que más tarde se desarrolló, por ejemplo, como el ojo. Y así podríamos seguir cada uno de los elementos. Lo que hoy llevamos en nuestro cuerpo era entonces un reino físico de Saturno, que reflejaba de múltiples maneras toda la imagen del mundo en el espacio.

Los mitos y leyendas han conservado este fenómeno mucho más claramente de lo que se imagina. Así, por ejemplo, el mito griego, que aún se inspira en los misterios eleusinos, ha conservado algo en la imagen de la interacción entre Cronos y Rea, aunque se ha producido un gran cambio en los hechos debido a la forma en que se concebían entonces las relaciones entre los mundos. Se nos dice que Cronos lanza su rayo y que este le vuelve de las formas más diversas; de ahí la imagen de que devora a sus hijos.

Ahora bien, no deben imaginar que la masa de Saturno era algo tan sólido como los cuerpos físicos actuales; incluso si tomaran agua o aire, no podrían hacerse una idea de la sustancia básica de Saturno. En ocultismo, cuando se habla de cuerpos, se habla de cuerpos sólidos, acuosos y gaseosos. Cuando se habla de elementos al estilo antiguo, estos corresponden a lo que hoy en día se denomina en química estados de agregación; no deben creer que los antiguos entendían por elementos lo mismo que nosotros. Pero hay un estado de agregación superior, que en el ocultismo antiguo se llamaba «fuego»; sería más acertado referirse a él como «calor». La física también se verá obligada a reconocer que lo que llamamos calor es realmente comparable a una especie de cuarto estado de agregación, un tipo de materia diferente del aire y el agua. Así pues, la masa de Saturno ni siquiera estaba condensada en aire; era calor purificado. Actuaba de manera similar a como actúa hoy el calor en vuestra sangre, y estaba vinculada a procesos vitales internos, pues estos procesos físicos eran procesos vitales reales. Saturno estaba compuesto de materia térmica, una masa enormemente fina que, en relación con nuestras materias, podría denominarse neutra.

Si queremos considerar ahora a los seres que habitaban Saturno, debemos tener claro, en primer lugar, que lo que hoy camina por la Tierra era allí mismo la primera disposición para el cuerpo físico; no había en él un yo o un cuerpo astral. Sin embargo, otros seres, que hoy son mucho más elevados que el ser humano, animaban Saturno, solo que tampoco andaban por allí en cuerpos físicos: estaban encarnados en la materia térmica y actuaban como una corriente de calor que se movía por allí. Esos flujos de calor constituían las acciones de los seres que animaban Saturno. Del mismo modo que hoy en día se forma una mesa, esos seres realizaban su trabajo provocando flujos de calor. Por lo demás, no se percibía nada de ellos. Como si dos flujos de calor se movieran de un lado a otro e intercambiaran información, así se saludaban, por así decirlo, en Saturno. Los seres que pasaban por su etapa humana en Saturno no tenían un cuerpo físico como su miembro más bajo; no descendían tan profundamente en la materia como para necesitar un cuerpo físico. Su miembro inferior era el yo, al igual que ustedes hoy tienen como miembro inferior el cuerpo físico; luego venía su yo espiritual o manas, su espíritu vital o buddhi, el hombre espíritu o átma. Pero a cambio habían desarrollado un octavo, un noveno y un décimo miembro, que también debemos enumerar.

La literatura teosófica denomina a estos miembros, que el ser humano aún no ha desarrollado, los «tres Logos»; en el cristianismo se llaman: el Espíritu Santo, el Hijo o el Verbo, y el Padre. Por lo tanto, se puede decir: Así como el ser humano actual está compuesto por un cuerpo físico, un cuerpo etérico, un cuerpo astral y un yo, un yo espiritual, un espíritu vital y un hombre-espíritu, estos seres que habitaban Saturno, a los que podemos comparar con el ser humano actual en su relación con la Tierra, estaban compuestos por el yo, el yo espiritual, el espíritu vital, el hombre-espíritu, el Espíritu Santo, el Verbo o el Hijo y el Padre. El lenguaje teosófico los llama «asuras». Son aquellos que desde el principio implantaron en la constitución física del cuerpo humano la independencia, la conciencia del yo y el sentimiento del yo. Ustedes no podrían utilizar sus ojos al servicio del yo si su constitución no hubiera sido preparada de antemano para que pudieran ponerlos al servicio del yo. Así fue como estos miembros fueron preparados por los espíritus del yo, también llamados espíritus del egoísmo. Ellos nos han dado lo más sabio, si se forma correctamente. Pero todo lo más elevado se convierte en su contrario, tiene el efecto más dañino y destructivo si no se forma correctamente. El ser humano nunca podría alcanzar ese alto nivel que denominamos dignidad humana independiente si estos espíritus no le hubieran inculcado el sentimiento del yo. Siempre ha habido seres que han tomado el camino del mal. Por eso hay que decir: estos seres, que fueron los implantadores del yo, que hoy están muy por encima del ser humano, a quienes admiramos como los más elevados que pueden existir, han puesto el yo al servicio de la abnegación, del sacrificio; los otros han perseguido egoístamente su yo.

 Llevamos dentro de nosotros los efectos de aquellos espíritus del yo que tomaron el buen camino en su búsqueda de la libertad y la dignidad humana, y llevamos dentro de nosotros la semilla del mal, porque las entidades que se apartaron en aquel entonces siguen actuando. Esta contradicción siempre se ha sentido. El propio cristianismo distingue entre el Dios Padre, al que el cristianismo considera el espíritu más elevado de Saturno, y su adversario, el espíritu de todos los yoes malignos y de todo lo radicalmente inmoral, que en aquel entonces cayó en Saturno. Estos son los dos representantes de Saturno.

Al igual que después de la muerte se encuentran otras formas de existencia, así también un cuerpo celeste, antes de entrar en un nuevo estado, pasa por una especie de estado intermedio, una especie de estado durmiente, un pralaya, en contraposición a un manvantara, de modo que entre el estado de Saturno y el estado solar existe una especie de reposo, de latencia del planeta. Entonces, a partir de este estado adormecido, que es un estado espiritual y no un estado de reposo, todo el planeta resurge con una nueva forma. Así, Saturno resurgió como sol. Se produjo entonces un cambio considerable. Un gran número de las predisposiciones que ya se habían desarrollado en Saturno y que hoy están creciendo en nosotros, fueron ahora impregnadas en el sol por un cuerpo etérico. En un tránsito planetario de este tipo ocurre algo que se puede comparar con lo que sucede cuando se toma el fruto de una planta y se coloca en la tierra: este se pudre, pero se forma el embrión de una nueva planta. Así, todo lo que se había desarrollado en Saturno surgió como un nuevo embrión en el Sol y se impregnó de un cuerpo etérico. No todo, algunas cosas quedaron atrás, de tal manera que lo que antes era el germen del cuerpo humano se dividió en dos reinos. Una parte ascendió a una especie de seres vegetales; así como la planta tiene hoy su cuerpo etérico y físico, los seres solares de entonces tenían un cuerpo físico y un cuerpo etérico. Y otras entidades quedaron rezagadas en el nivel físico-mineral, que podrían compararse con el reino mineral actual. Este incluía al sol como un reino natural subordinado, y otro lo había elevado a un reino vegetal-humano. Se puede obtener una idea correcta del aire solar imaginando un gas químicamente denso que ya no representa un mero cuerpo reflectante, sino que ahora ha absorbido todo lo que ha recibido irradiado y solo después de haberlo transformado en sí mismo lo devuelve, como ocurre hoy en día con el color de las plantas. La planta forma su pigmento verde y otras sustancias, y devuelve al espacio cósmico lo que ha formado.

Ya no podemos comparar lo que vivía en el cuerpo solar con un eco o un reflejo como en Saturno, sino que, para los seres que estaban encarnados en el sol, se produce un fenómeno peculiar que solo se puede comparar con una especie de espejismo, con reflejos en el aire, que son una especie de imágenes de colores. Tales fenómenos, que hoy en día solo se pueden percibir en ciertas zonas de la superficie terrestre, podrían darles una idea de cómo se hacían visibles los cuerpos vegetales en aquella época. Deben imaginar que sus propios cuerpos tenían predecesores similares a un espejismo, a través de los cuales un cuerpo actual puede simplemente atravesar. Eran tan delicados como espejismos, pero no se trataba solo de un espejismo de luz, sino que al mismo tiempo había efectos sonoros y olfativos que atravesaban la bola de gas solar. Mientras que todas las entidades que se encontraban en el sol brillaban, como hoy en día lo hacen todas las estrellas fijas, el antiguo reino de Saturno de aquellas entidades que se habían quedado atrás actuaba como una inclusión oscura, como puntos sombríos frente a la luz, como cuevas lúgubres dentro del cuerpo solar que perturbaban su armonía. Especialmente en lo que respecta al aroma del mundo, las entidades que se quedaron atrás mezclaban sensaciones que esparcían todo tipo de malos olores. Nuestro mito lo ha conservado diciendo que el diablo apesta y deja un mal olor. Con el progreso del sol, realmente ha quedado atrás una inclusión oscura, y las manchas solares actuales son realmente los rezagados del antiguo reino de Saturno en el sol. Sin embargo, hipotéticamente se pueden explicar exactamente como ocurre hoy en día; todo eso es válido.

 Así hemos esbozado, por así decirlo, la existencia solar de la Tierra en un pequeño boceto de su lado material. Veamos ahora qué seres habían alcanzado en aquel entonces el nivel de los seres humanos. Deberíamos describirlos diciendo: su cuerpo más bajo es el cuerpo astral, luego venía su yo, su yo espiritual, su espíritu vital, su hombre-espíritu o átma, luego, en el sentido cristiano, el Espíritu Santo y luego el Hijo o la Palabra. El Padre era algo que ellos no tenían, que solo se había desarrollado en la era de Saturno. Estos espíritus han ascendido desde entonces y hoy se encuentran muy por encima del ser humano. Y el líder de los espíritus solares, en la medida en que ha ejercido la mayor influencia sobre la Tierra, el representante de estos espíritus, que tenían como máximo al Hijo o la Palabra, es el Cristo en el sentido esotérico del cristianismo, el verdadero regente de la Tierra, en la medida en que la Tierra tiene como premisa la existencia solar. Nunca se le habría llamado Cristo en el sol. En el cristianismo antiguo siempre se enseñó así, y precisamente la diferencia entre el cristianismo auténtico y el cristianismo exotérico, basado en muchos malentendidos, es que el cristianismo antiguo quería aplicar todo el pensamiento y todas las concepciones para comprender qué era ese ser elevado que en aquel entonces había tomado forma humana en Jesús de Nazaret. El cristianismo antiguo quería tener una visión de lo que realmente había detrás de ello, y para ello ninguna sabiduría le resultaba demasiado elevada o complicada, por lo que describió la esencia de Cristo en Jesús de Nazaret. Muchas palabras del Evangelio de Juan solo pueden entenderse si se interpretan desde este punto de vista. Solo hay que señalar una cosa: si se toma al pie de la letra la frase «Yo soy la luz del mundo», se da a entender que Él es el gran héroe solar, que su esencia es la luz que pertenece al sol. A todo el ejército de espíritus, cuyo líder es Cristo, lo llamamos «espíritus del fuego», y decimos: en la etapa humana, en la época de Saturno, estaban los asuras o espíritus del yo, mientras que durante la existencia solar estaban los espíritus del fuego o los logoi, cuyos máximos representantes se denominan Logos o Verbo. Por eso, al propio Cristo se le denomina «Verbo», que estaba en el principio, en el origen; «origen» designa en la Biblia un punto de partida muy concreto en la evolución cósmica.

De nuevo se produce un estado intermedio, una especie de estado de dormido de todo el cuerpo celeste, y después resplandece como la antigua luna. Deben pensar que al principio la Tierra y la Luna actuales formaban un solo cuerpo con el Sol. Solo cuando el Sol volvió a resplandecer, una parte de las entidades se separó de una parte del entorno, de modo que se crearon dos cuerpos celestes. Uno de ellos, el sol, comienza a convertirse en una estrella fija y es orbitado por lo que se ha separado. Así, el antiguo sol se dividió en dos partes; la materia más elevada permaneció en el sol y la menos perfecta fue expulsada, de modo que lo que antes seguía un solo camino, debido a que solo había un cuerpo, ahora seguía dos caminos: el camino del sol y el camino de la luna.  El camino del sol era el que se formaba en el cuerpo solar; la luna formaba su propio mundo. La antigua luna se obtendría si se mezclara la Tierra actual con la luna; a partir de ahí se puede llegar a una conclusión sobre la naturaleza de la luna. La Luna actual, en toda su calidad, está muy por debajo de la Tierra, tanto física como espiritualmente, y la Tierra se separó de la Luna precisamente para tener mejores condiciones de existencia para sus seres. La Tierra ya se ha formado más allá de lo que era en su estado lunar. Lo mejor se quedó en el Sol.

¿Cómo era la Luna? Los seres que se habían preparado en Saturno mediante la disposición física de los órganos sensoriales, los habían transformado en el Sol de tal manera que se les había incorporado un cuerpo etérico; de este modo, los órganos sensoriales se habían centralizado y la primera disposición de todos los órganos de crecimiento, hasta las glándulas, había podido formarse en el antiguo Sol bajo la influencia del cuerpo etérico. Era el último producto del estado solar. En la Luna se integró de manera similar el cuerpo astral. Todo lo astral estaba presente primero en el entorno: los espíritus del fuego habían formado el cuerpo astral como el eslabón más bajo; por lo tanto, estos seres formaban realmente una especie de plantas; por ejemplo, tenían una ubicación fija. Aunque todo el cuerpo solar era gaseoso, hay que imaginarse capas de aire más densas que eran los cuerpos de las plantas humanas. Entonces se integró el cuerpo astral del ser humano: así surgió la primera disposición para un sistema nervioso. El reino que se había desarrollado a partir del estado vegetal del sol pasó a ser un reino animal. Así, los antepasados físicos de los seres humanos de la luna tenían tres cuerpos: el cuerpo físico, el cuerpo etérico y el cuerpo astral, pero eran un grado superior a los simios más evolucionados de hoy en día; eran seres humanos animales que la biología ya no puede demostrar, un reino intermedio entre el ser humano y el animal. Nuestros reinos vegetal, animal y mineral actuales se formaron más tarde. Pero, al igual que existieron los animales humanos, también debemos suponer la existencia de un reino intermedio entre las plantas y los animales: plantas que tenían una capacidad sensorial a medias, que realmente chillaban cuando se las tocaba.  Estas plantas animales nunca hubieran podido crecer en un suelo tan mineral como el actual suelo de la Tierra, pero tampoco existía. La Luna no estaba compuesta por los minerales actuales, ni siquiera había algo parecido a tierra de labranza. El suelo lunar estaba compuesto, en términos comparativos, por algo parecido a lo que se obtiene al cocer lechuga o espinacas y hacer un puré con ellas; en él había una especie de planta mineral, por lo que todo el suelo lunar era un ser vegetal. Si piensa hoy en día en una turbera, se asemeja a lo que entonces era un reino natural entre nuestras plantas y minerales. Tampoco había rocas; quien hubiera caminado sobre la Tierra habría pisado ese suelo de turbera o vegetal, y para las rocas puede imaginarse, como analogía, incrustaciones leñosas. Por todas estas razones, crecieron los animales vegetales, y sobre ellos se movían aquellas entidades que eran animales humanos, en el ámbito de la Luna, que se denomina «aire de fuego». Imagínese todo el aire lleno de vapores de salitre, carbón y ácido sulfúrico; en este aire ardiente, tal y como lo obtendría, vivían los seres lunares. El ocultista siempre conoció este aire de fuego; y en las antiguas condiciones terrestres incluso existía la posibilidad de producir químicamente dicho aire de fuego, lo que hoy en día solo puede hacerse en un círculo muy reducido. La alquimia auténtica ha conservado este conocimiento. Por eso, cuando leen en Fausto: «Quiero hacer un poco de aire de fuego», se trata de una alusión a las profundidades del ocultismo. El aire de fuego envolvía la Luna, era su atmósfera.

Quizás podamos comprender mejor esta existencia lunar si añadimos algo más. Teníamos un reino de minerales vegetales, de plantas animales que crecían del suelo mineral vegetal, y luego seres humanos animales que se movían por él. Pero en cada etapa hay seres que se quedan atrás; llámenlo, si quieren, repetir curso. No solo en la escuela, sino también en el gran desarrollo hay algo así como repetir curso, cuando un alumno tiene que volver a pasar por la misma clase. Estos repetidores aparecen en circunstancias muy curiosas en las etapas posteriores del desarrollo. Tenemos a los rezagados repetidores de las plantas animales en los parásitos, por ejemplo, en el muérdago. No puede crecer en suelo mineral porque estaba acostumbrado a crecer en suelo mineral vegetal.  Es un testimonio de lo que representa un alumno que repite curso; solo que a los seres que se quedan atrás en el desarrollo del mundo les va mucho peor. Esto, a su vez, se ha expresado en los mitos, especialmente en las regiones septentrionales. En la mitología nórdica conocen la historia de Baldur y su muerte a manos de Loki.

Una vez, los dioses se divertían en Asenheim y jugaban en el cielo lanzando objetos de todo tipo. Pero antes, Baldur había tenido sueños que presagiaban su pronta desaparición, por lo que los dioses temían perderlo. La madre de los dioses había hecho jurar a todos los seres que nunca harían daño a Baldur, ya que los dioses se divertían lanzándole todo tipo de objetos. Loki, que era enemigo de los dioses, se enteró de que a un ser que se consideraba inofensivo no se le había hecho jurar, el muérdago, que estaba escondido en algún lugar lejano. Entonces se hizo con el muérdago y se lo dio al dios ciego Hödur, que lo lanzó contra Baldur; el muérdago hirió a Baldur, ya que no se le había hecho jurar, y así murió Baldur. — Este mito sugiere que lo que es invulnerable en la Tierra no puede ser dañado por nada, salvo por lo que ha quedado como malo de otra existencia. En el muérdago se percibía algo que se había traído de una existencia anterior a la actual. Todos los seres que hoy están en la Tierra tienen una relación con Baldur. En la Luna era diferente; por eso, el ser que se quedó en la Luna es capaz de matar a Baldur. También las diversas costumbres relacionadas con el muérdago tienen su origen en ello.

Debemos considerar esta existencia lunar desde otro punto de vista, desde el lado espiritual. Sus entidades, que en aquel entonces tenían el nivel humano, debemos describirlas como seres que tenían como miembro más bajo el cuerpo etérico, en segundo lugar el cuerpo astral, luego el yo, el yo espiritual, el espíritu vital, el hombre-espíritu o átma, y luego tenían también el Espíritu Santo. Ya no tenían el noveno eslabón, que solo era propio de los espíritus solares del fuego. Al más elevado de estos espíritus de la Luna, que en aquel entonces tenían el nivel humano, se le llama en el esoterismo cristiano el Espíritu Santo. Así, la divinidad de tres niveles del cristianismo original se relaciona internamente con la evolución de la Tierra, y el Espíritu Santo es el espíritu que está por encima del ser humano y que puede inspirarlo directamente.

Así se ve que los espíritus de la Luna se encuentran hoy por encima del ser humano. También se les llama «pitris lunares», padres lunares, o espíritus del crepúsculo. Pero toda la multitud que pertenecía al Espíritu Santo se denomina en el esoterismo cristiano la multitud de los ángeles. Los ángeles no son más que aquellos espíritus que se encuentran inmediatamente por encima del ser humano y que tuvieron su existencia humana en la Luna.

La vida de los hombres-animales y los animales-plantas en la Luna era diferente a la vida de los seres que se desarrollaron a partir de ellos en la Tierra. El movimiento de la Luna, que ya estaba separada del Sol, era muy diferente al movimiento actual de la Tierra alrededor del Sol. Aquella Luna giraba alrededor del Sol de tal manera que siempre le mostraba la misma cara, al igual que la Luna de la Tierra hoy en día, de modo que la Luna solo giraba una vez sobre sí misma mientras orbitaba alrededor del Sol. Por lo tanto, todos los seres dependían de la existencia solar de una manera muy diferente a como lo hacen hoy en día en la Tierra. Durante todo el tiempo que la Luna tardaba en orbitar alrededor del Sol, por un lado siempre era de día y por el otro, una especie de noche. Los seres que ya podían abandonar su lugar en aquel entonces vagaban en una especie de círculo alrededor de la Luna, de modo que tenían un tiempo en el que quedaban bajo la influencia de la Luna. El tiempo en el que estaban bajo la influencia del Sol era el tiempo en el que se reproducían. Ya entonces existía la reproducción. Los seres lunares aún no tenían la posibilidad de expresar su dolor y su deseo mediante sonidos; lo que expresaban tenía un significado más cósmico. El tiempo solar era el tiempo del celo, pero cuando se vivía estaba ligado a un terrible griterío de los seres, y eso se ha conservado hasta hoy en los animales.

 Muchas otras cosas de este tipo han quedado atrás. Saben cómo investigar la razón de la migración de las aves, que en cierto modo también dan la vuelta al globo terráqueo. Muchas de las cosas que hoy en día permanecen ocultas en el misterio las comprendemos cuando contemplamos toda la trayectoria de nuestra existencia terrenal. Hubo un tiempo en que los seres solo se reproducían cuando migraban hacia el sol; se puede llamar al período de la vida sexual. Los procesos generales de la vida lunar se expresaban en sonidos que aparecían en ciertas estaciones del año; en las demás épocas del año, la luna permanecía en silencio.

Así hemos conocido el paso de la Tierra por sus tres estados anteriores: Saturno, Sol y Luna.

Traducido por J.Luelmo dic, 2025

GA100 Kassel, 22 de junio de 1907 - La Ley del Karma

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Evolución humana y conocimiento de Cristo
RUDOLF STEINER

La Ley del Karma

Kassel, 22 de junio de 1907


7 conferencia, 

Hoy vamos a hablar de lo que se conoce como la ley del karma, la ley de causa y efecto en el mundo espiritual. Pero antes hemos de recordar las últimas conferencias, en las que se nos mostraba cómo se desarrolla toda la vida en una serie de encarnaciones, de modo que todos ustedes ya han estado en el mundo muchas veces y volverán muchas más. Más adelante, veremos que no es correcto suponer que estas encarnaciones se repiten eternamente hacia adelante y hacia atrás, sino que por el contrario, comenzaron en algún momento y habrá un momento en el que terminarán, a partir del cual el ser humano seguirá desarrollándose de otra manera.

Consideremos primero el período en el que tienen lugar esas reencarnaciones, y tengamos claro que todo lo que llamamos destino, tanto en lo que se refiere al carácter y las cualidades internas, como a nuestro destino exterior y nuestra situación en la vida, está causado por nuestras encarnaciones anteriores, y que lo que hacemos en esta vida tiene su efecto en las vidas siguientes. Así, la gran ley de causa y efecto se extiende a lo largo de todas nuestras encarnaciones.

Aclaremos cómo actúa esta ley en todo el universo, no solo en el mundo espiritual, sino también en el físico.

Supongamos que se tienen dos jarras con agua; luego se toma una bola de hierro que se ha calentado al rojo vivo y se deja caer en la primera jarra de agua. ¿Qué ocurre? El agua chisporrotea y la bola se enfría. A continuación, se saca la bola y se la lanza a la segunda jarra: el agua ya no chisporrotea y la bola ya no se enfría significativamente. Por lo tanto, la bola se comporta de manera muy diferente en los dos casos: lo que ha hecho en el segundo caso no lo habría hecho si no se hubiera echado antes en la primera jarra. Así pues, el comportamiento en el segundo caso es el efecto de lo que le ha sucedido en la primera jarra. A esta relación se le llama karma. Por lo tanto, es el karma de la bola lo que hace que en la segunda jarra ya no silbe ni se enfríe. Y ahora, un ejemplo del reino animal que les permitirá comprender que los estados posteriores dependen de la vida anterior. Tomemos como ejemplo a los animales que emigraron a las cuevas de Kentucky: debido a la ausencia total de luz solar, sus ojos se van atrofiando gradualmente. Las sustancias que normalmente se utilizan para los ojos migran a otros órganos, lo que provoca que los ojos se atrofien y los animales se vuelvan ciegos gradualmente. Y ahora, el destino de todos los descendientes es nacer ciegos. Si los padres no hubieran emigrado a las cuevas oscuras, los descendientes no tendrían el destino de ser ciegos. Por lo tanto, esta ceguera es el resultado de una acción anterior, la emigración a las cuevas oscuras.

La ciencia espiritual dice: todo lo que ocurre en el mundo depende del karma. El karma es la ley universal del mundo. También la Biblia habla de este karma desde el principio. Dice: «En el principio, Dios creó el mundo». Si se lee de forma superficial, como se lee hoy en día en general, no se percibe que se refiere a la ley del karma; pero lo notamos sin dificultad si tomamos, por ejemplo, el texto original de este antiguo documento, en el que se nos habla de esta creación, o si tomamos una de las traducciones más antiguas del documento al latín, como por ejemplo la de la Septuaginta, que aún hoy es considerada por toda la Iglesia católica como la traducción autorizada del Antiguo Testamento y, en particular, del Génesis. Y precisamente en vista de este ciclo introductorio, que tiene por objeto familiarizarles poco a poco con las inmensas profundidades de la cosmovisión de las ciencias espirituales, no es inapropiado que nos alejemos por un momento de nuestro tema principal.

El hombre actual ya no tiene ninguna conexión con la palabra viva. Por un lado, el lenguaje se ha convertido en un medio convencional de comunicación y, por otro, en un lenguaje comercial. En la antigüedad cuando se acuñó la palabra era muy diferente: en aquel entonces el hombre todavía tenía una conexión viva con la palabra. , en los tiempos más antiguos, cada letra que componía la palabra tenía un significado profundo. El hombre actual ya no tiene ni idea de lo que pasaba por el alma de un antiguo sabio hebreo cuando pronunciaba la palabra «bara», que aparece en la primera frase del Génesis y que la posteridad, es decir, en primer lugar el mundo latino, tradujo como «creare» y nosotros como «crear». ¿Cuál es el significado profundo de la palabra «bara»? En nuestro idioma alemán todavía tenemos la misma raíz «bar» en la palabra «gebären» (dar a luz).

Ahora bien, la palabra «karma» tiene como raíz «kr», que también es la raíz de la palabra «creare», de modo que cuando se dice en latín «creare» —crear—, esto no significa otra cosa que: algo surge por efecto de estados anteriores; es decir, surge algo que está condicionado kármicamente por algo anterior.

Ahora bien, solo se puede hablar de karma en el sentido actual desde la influencia luciférica, es decir, desde el momento en que el ser humano asumió una culpa, y por eso todo lo que está relacionado con la palabra karma siempre tiene algo que ver con el concepto de culpa. Creare significa, por tanto, producir algo que está kármicamente condicionado por estados anteriores, mientras que en la raíz «bar» no hay nada de esta condicionalidad kármica. ¿Cómo es eso? Sin duda, esto se debe a que los antiguos hebreos estaban mucho más íntimamente relacionados con el mundo espiritual y tenían muy claro que, en aquella época, cuando los Elohim crearon el mundo, aún no se podía hablar de karma en el sentido en que habitualmente lo entendemos. Sin embargo, en la época latina del desarrollo de la humanidad, como veremos en otra ocasión, el ser humano ya estaba completamente aislado del mundo espiritual y, por lo tanto, no podía concebir la creación de los Elohim más que en el contexto kármico.

Pero ni la palabra «bara» ni la palabra «creare» significan jamás que Dios creó el mundo de la nada, ya que ambas palabras tienen el mismo significado subyacente: Dios transformó estados anteriores en nuevos; del mismo modo que la madre no da a luz al niño de la nada, sino que dar a luz significa que el niño sale visiblemente al mundo desde su estado anterior oculto en el útero materno.

Como ven, se puede tergiversar el significado de la Biblia. Al principio, la teología decía: Dios creó el mundo de la nada, porque esta teología no sabía nada de los períodos de desarrollo cósmico que precedieron a la existencia terrenal, y se han escrito bibliotecas enteras sobre ello. Pero todos estos teólogos han luchado como Don Quijote contra los molinos de viento. Sin embargo, siempre hay que saber contra qué se quiere luchar; es decir, siempre hay que aclarar el significado original de los antiguos documentos.

Si pensamos en esta ley del karma tal y como debe pensarse, como la relación entre causa y efecto, no solo aquí, en la vida física entre el nacimiento y la muerte, sino también en la vida después de la muerte, en el mundo espiritual, entonces esta ley del karma se convierte en la luz que ilumina nuestra propia vida. La comprensión de esta ley del karma no solo proporciona una profunda satisfacción a nuestra mente, sino también, en el sentido más profundo, a nuestro espíritu, y nos da la visión correcta de nuestra relación con el mundo. Cada vez comprenderán más claramente el profundo significado que tiene y cómo solo la comprensión correcta de esta ley del karma nos permite armonizar nuestra vida con nuestro entorno. No nos aclara los enigmas del mundo que primero hay que imaginar, sino aquellos con los que nos encontramos a cada paso en la vida. ¿Acaso no son enigmas de la vida ver cómo una persona nace en la miseria y la necesidad sin tener culpa alguna, y cómo las mejores aptitudes de otra se ven truncadas por la situación social en la que le ha colocado la vida? A menudo nos preguntamos en la vida: ¿cómo es posible que esta persona nazca en la miseria y la necesidad sin tener culpa alguna, y que otra, sin haber hecho nada, nazca en la opulencia y la riqueza, de modo que ya en la cuna está rodeada de padres tiernos y amorosos? Son preguntas que solo la frivolidad de la gente de hoy puede ignorar.

 Cuanto más profundo sea nuestro conocimiento de la ley del karma, más veremos que toda la dureza que parece existir a primera vista, cuando se considera la ley del karma solo superficialmente, desaparece. Entonces nos quedará cada vez más claro por qué una persona se encuentra en unas circunstancias de la vida y otra en otras. Solo se puede y se debe ver dureza en una u otra situación de la vida si solo consideramos esta vida. Pero si sabemos que esta vida es el efecto absoluto de acciones anteriores, entonces esta dureza desaparece por completo y comprendemos que el ser humano prepara su propia vida.

Alguien podría decir ahora: Sí, pero es terrible pensar que el ser humano es el único responsable de todos los golpes del destino que le golpean en la vida. Debemos tener claro que la ley del karma no es para personas sentimentales, sino que es una ley de acción que nos fortalece y nos da valor y esperanza. Porque aunque nosotros mismos nos hayamos creado la vida tal y como es, con todas sus dificultades, también sabemos que es una ley cuyo significado principal no reside en el pasado, sino en el futuro. Aunque en el presente sigamos estando oprimidos por el efecto de actos pasados, la comprensión de la ley del karma dará sus frutos en vidas posteriores. Según cómo nos comportemos, los frutos de estos actos se verán en vidas futuras, porque ningún acto se realiza en vano. ¡Y cuánto más teosófico es entender la ley del karma como la ley de la acción! Porque, hagamos lo que hagamos, no escaparemos a los frutos de esos actos. Cuanto peor nos vaya en esta vida, mejor lo soportaremos, mejor nos irá en vidas futuras. Así, la ley del karma es una ley que resuelve los enigmas de la vida que encontramos a cada paso.

¿Cómo se relaciona la vida anterior con la vida posterior? Debemos tener claro que todo lo que experimentamos interiormente como consecuencia de experiencias externas, ya sea placer o dolor, tiene sus efectos en vidas futuras.

Ahora bien, ustedes saben que todo lo que vive en nosotros como placer, dolor, alegría o sufrimiento son cosas que transporta el cuerpo astral. Todo lo que el cuerpo astral experimenta en esta vida, y especialmente si estas experiencias se repiten con frecuencia, se manifiesta en la próxima vida como una cualidad del cuerpo etérico. La alegría que usted evoca una y otra vez en su alma por un objeto en una vida, hace que en la próxima vida tenga una profunda inclinación y preferencia por ese objeto. Sin embargo, la inclinación y la preferencia son rasgos de carácter y tienen como portador al cuerpo etérico, de modo que lo que el cuerpo astral provoca en la vida anterior se convierte en rasgos del cuerpo etérico en la siguiente vida. Lo que experimentas repetidamente en esta vida se convierte en tu carácter básico en la siguiente vida. Un temperamento melancólico se debe a que la persona ha tenido muchas impresiones tristes en su vida anterior, que la han sumido una y otra vez en un estado de ánimo triste; por eso, el siguiente cuerpo etérico tiene una inclinación hacia un estado de ánimo triste. Lo contrario ocurre con aquellos que ven el lado bueno de todo en la vida, lo que ha generado en su cuerpo astral placer y alegría, una elevación feliz; esto da lugar a un rasgo de carácter permanente del cuerpo etérico en la próxima vida y provoca un temperamento alegre. Pero si el ser humano, a pesar de que la vida le enseña una dura lección, supera con fuerza toda la tristeza, entonces en la próxima vida su cuerpo etérico nacerá con un temperamento colérico. Sabiendo todo esto, uno puede preparar su cuerpo etérico para la próxima vida.

Las características que tiene el cuerpo etérico en una vida aparecen en la siguiente vida en el cuerpo físico. Por lo tanto, si alguien tiene malos hábitos y rasgos de carácter y no hace nada para deshacerse de ellos, esto aparecerá en la siguiente vida como una predisposición del cuerpo físico, y esa predisposición es, de hecho, la predisposición a las enfermedades. Por extraño que le pueda parecer, esta predisposición a determinadas enfermedades, y especialmente a las enfermedades infecciosas, proviene en realidad de los malos hábitos de la vida anterior. Por lo tanto, con esta comprensión, tenemos en nuestras manos la posibilidad de prepararnos para la salud o la enfermedad en la próxima vida. Si dejamos un mal hábito, nos hacemos físicamente sanos y resistentes a las infecciones en la próxima vida. Así, si nos esforzamos por cultivar solo cualidades nobles, podemos asegurarnos la salud en la próxima vida.

Y ahora hay un tercer aspecto que es extraordinariamente importante para comprender correctamente la ley del karma: se trata de la valoración correcta de nuestras propias acciones en esta vida. Hasta ahora solo hemos hablado de lo que ocurre dentro del ser humano; pero lo que el ser humano hace en esta vida, es decir, cómo se comporta con su entorno a través de sus acciones, tiene su efecto en la próxima vida precisamente en ese entorno.

 Por sí misma, una mala costumbre no me lleva a hacer nada; pero si esa mala costumbre me impulsa a actuar, entonces con esa acción cambio el mundo exterior. Y todo aquello que tiene un efecto en el mundo físico exterior nos vuelve en forma de destino exterior en la siguiente vida en el mundo exterior. Así pues, los actos del cuerpo físico en esta vida se convierten en nuestro destino en la siguiente vida. Lo experimentamos al encontrarnos en tal o cual situación vital. Así pues, que el ser humano sea feliz o infeliz en tal o cual situación vital depende de los actos de su vida anterior. Aquí vuelve a ser pertinente y aleccionador el ejemplo del asesinato por venganza, que nos muestra cómo el acto como acto externo de una vida recae sobre el ser humano como destino en la siguiente vida.

En resumen, estas son las relaciones kármicas que se dan en cada persona. Pero no debemos hablar del karma solo en relación con el individuo; el ser humano no debe considerarse un ser individual, eso sería totalmente erróneo, tan erróneo como si cada uno de los dedos de nuestra mano quisiera sentirse un ser individual. El ser humano llegaría tan lejos como llegaría un dedo si se separara del organismo, si se elevara varios kilómetros por encima de la Tierra. Así, cuando el ser humano se adentra en la ciencia espiritual, se ve obligado, a partir de este conocimiento, a comprender que no debe caer en el engaño de insistir en sí mismo como un ser individual. Así es en el mundo físico y, aún más, en el mundo espiritual. El ser humano pertenece al mundo entero y también tiene su destino en la totalidad. El karma no solo afecta a las personas individuales, sino que también se extiende a la vida de pueblos enteros. Un ejemplo de ello: todos ustedes saben que en la Edad Media hubo una epidemia que es una especie de lepra. No desapareció de Europa hasta el siglo XVI. Hubo una causa muy especial por la que esta epidemia se produjo precisamente en la Edad Media, y fue una causa espiritual. El materialista, naturalmente, tiende a atribuir una enfermedad contagiosa de este tipo a los bacilos, pero la causa física no es la única que hay que tener en cuenta en una enfermedad así. Es como cuando alguien recibe una paliza y hay que investigar por qué la ha recibido. El perspicaz descubrirá sin dificultad que la causa de la paliza se debe a que en el pueblo hay algunas personas que son muy brutales. Sin embargo, en este caso sería una conclusión totalmente absurda, —como lo es la materialista en el caso anterior—, si alguien dijera que los moretones que tiene el hombre en la espalda se deben únicamente al hecho de que los palos le han golpeado la espalda tantas y tantas veces. La causa puramente materialista de los moretones son, sin duda, los golpes recibidos en la espalda, pero la causa más profunda son las personas brutales. Así, además de la causa materialista de los bacilos, esta enfermedad también tiene una causa espiritual.

 Un ejemplo muy similar es el llanto. La causa espiritual es la tristeza, mientras que la causa material es la secreción de las glándulas lacrimales. Cuesta creer que un erudito contemporáneo tan importante haya llegado a la misma conclusión absurda que la anterior, ya que ha formulado la siguiente frase, francamente escandalosa: «El ser humano no llora porque está triste, sino que está triste porque llora».

Pero volvamos a la lepra. En este caso, si se quiere explicar la causa espiritual más profunda de esta enfermedad, hay que remontarse a un acontecimiento histórico significativo: el momento en que grandes masas de pueblos procedentes del este invadieron Europa y la sumieron en el miedo y el terror. Estas multitudes asiáticas eran pueblos que se habían quedado estancados en la antigua etapa atlante y, por lo tanto, estaban en decadencia, es decir, pueblos que tenían un carácter decadente, por así decirlo, podrido, especialmente fuerte en su cuerpo astral. Si estos pueblos hubieran invadido Europa sin que los europeos se alteraran ni se asustaran, no habría pasado nada. Pero estas hordas causaron miedo, terror y consternación; pueblos enteros de Europa vivieron estos estados de miedo y terror. Y entonces, la materia astral putrefacta de los hunos se mezcló con los cuerpos astrales de los pueblos invadidos, que estaban agitados por el miedo, el terror y el horror. Los cuerpos astrales degenerados de las tribus asiáticas transmitieron sus malas sustancias a los cuerpos astrales de los europeos, agitados por el miedo, y estas sustancias putrefactas provocaron más tarde el efecto físico de la enfermedad. Esta es, en realidad, la profunda causa espiritual de la lepra en la Edad Media. Así pues, algo que tiene una causa espiritual se manifiesta más tarde en el cuerpo físico. Solo quien conoce esta ley del karma y es capaz de comprenderla está llamado a intervenir activamente en el curso de la historia.

Ahora quiero decirles algo que ha contribuido a fundamentar la cosmovisión teosófica, y es lo siguiente: el karma actúa, al igual que en el individuo, también en los pueblos, incluso en toda la humanidad. Quien siga el curso de la historia de la vida espiritual europea sabe que desde hace unos cuatrocientos años ha surgido el materialismo. En la ciencia, este materialismo es más inocente, ya que allí todos los errores pueden ser reconocidos y compensados en cualquier momento. Su efecto es mucho más perjudicial en la vida práctica, donde todo se plantea desde el punto de vista de los intereses materiales. Pero el materialismo nunca habría tenido cabida en la vida práctica si los seres humanos no hubieran tenido predilección por él. Tampoco habría existido Büchner y otros como él si el ser humano no hubiera amado tanto lo material. Sin embargo, el materialismo tiene su efecto más perjudicial en el ámbito de la vida religiosa, es decir, en la Iglesia, que lleva siglos encaminándose hacia el materialismo. ¿Por qué? Si uno se remonta a los tiempos originales del primer cristianismo, nunca habría oído que se creyera que la obra de siete días se hubiera realizado realmente en siete días, como de hecho se cree hoy en día, y que bajo el «séptimo día» se pudiera imaginar algo así como alguien que, después de un duro trabajo físico, se sienta en una silla y descansa. La era materialista ya no sabe nada de la realidad de esta obra de siete días. Solo la teosofía puede volver a iluminar a la humanidad sobre el verdadero significado de este antiguo documento, el Génesis.

 Y esta concepción materialista de la religión se ha infiltrado profundamente en la vida de los pueblos. Y cada vez más predominará este materialismo precisamente en el ámbito religioso, y cada vez menos se comprenderá precisamente en este lado que lo que importa es el espíritu y no lo físico-material. Admitirán sin más que el pensamiento, el sentir y el querer materiales se han introducido cada vez más en toda la concepción de la vida de la humanidad, y esto se refleja finalmente en el estado de salud de las generaciones siguientes.

Una época con una concepción saludable de la vida crea en las personas un fuerte centro interior, las convierte en personalidades autónomas, de modo que los descendientes se vuelven fuertes y vigorosos. Sin embargo, una época que solo cree en lo material produce descendientes en cuyos cuerpos todo sigue su propio curso, nada se encuentra en el centro, lo que provoca síntomas de neurastenia y nerviosismo. Esto se iría agravando cada vez más si el materialismo siguiera siendo la visión del mundo en el futuro. Quien tiene visión espiritual puede decirles con toda exactitud lo que sucedería si el materialismo no encontrara su contrapeso en una orientación espiritual firme. Las enfermedades mentales se volverían epidémicas, los niños sufrirían nerviosismo y temblores desde su nacimiento, y la consecuencia adicional de la mentalidad materialista sería un tipo de persona tan poco centrada en sí misma como la que ya vemos hoy en día. En aquel entonces, hace ahora unas tres décadas, fue sobre todo esta idea y esta previsión de cómo le iría a la humanidad si no se aplicaba un remedio espiritual contra este efecto del materialismo lo que llevó a la creación del movimiento teosófico. Se puede discutir mucho sobre un remedio, pero todas las objeciones importan poco; lo principal es que ayude. Y lo mismo ocurre con el efecto curativo de la teosofía. Su objetivo es prevenir lo que inevitablemente ocurriría si los seres humanos continuaran con el materialismo.

 Así pues, si se reflexiona profundamente sobre la ley del karma, se ve que no se puede considerar al ser humano como un individuo aislado, sino como parte de una comunidad que está sujeta a la ley del karma. La ley del karma no es para aquellos que solo quieren creer en un destino ciego. Quien interpretara así la ley del karma, la malinterpretaría por completo. Y, sin embargo, siempre hay personas que caen en este error. Uno dice: «Sé que no puedo hacer nada para evitar que me suceda esto o aquello, es mi karma, tengo que vivirlo». Otro dirá: «Veo a una persona que sufre, pero no puedo ayudarla, porque es culpa suya que le haya pasado eso; es su karma, ¡tiene que vivirlo!». ¡Todo esto es una interpretación totalmente absurda del concepto del karma!

Para hacerse una idea muy fácil de entender de la ley del karma, puede compararsela con la ley comercial de débitos y créditos. Al igual que el comerciante está sujeto a esta ley en todas sus acciones, lo mismo ocurre en la vida con el karma. A través de todo lo bueno o malo que haya hecho en su vida pasada, sus cuentas se ajustan según los débitos y créditos. Todas las buenas cualidades se contabilizan en el debe y todas las malas en el haber de su karma.

Pero no hay que decir: «No puedo intervenir». Eso sería tan absurdo como si un comerciante, tras cerrar el balance, dijera: «Ahora no puedo hacer más negocios, porque si no, cambiaría mi balance». Del mismo modo que el comerciante mejora su balance con cada buen cierre, yo también mejoro mi karma con cada buena acción. Del mismo modo que el comerciante es libre en todo momento de anotar una partida en el lado del debe o del haber de su cuenta, también lo es el ser humano en el libro de cuentas de la vida. El ser humano siempre es libre en sus actos, no a pesar de la ley del karma, sino precisamente teniendo en cuenta esta. Precisamente porque sabemos que todo lo que hacemos, y lo hacemos con total libertad, tendrá sus efectos en este libro de cuentas de la vida, no podemos dar la razón a quien no ayuda al miserable. Es como si un comerciante estuviera al borde de la quiebra y nos pidiera un préstamo de veinte mil marcos. ¿No le daría usted los veinte mil marcos si supiera que es un hombre de negocios competente que puede recuperarse con ese préstamo? Lo mismo ocurre con los desdichados: al ayudarlos a mejorar su karma, para que su destino cambie hacia el bien, al mismo tiempo mejoran su propio karma mediante esta buena acción. Así, la ley del karma es, de hecho, una ley para una intervención activa en la vida cotidiana. Y es especialmente importante aprender a comprender correctamente la ley del karma desde este punto de vista, si la consideramos en relación con el cristianismo. Hoy en día existen graves malentendidos, precisamente en el ámbito teológico. Los teólogos de hoy dicen: «Nosotros enseñamos que los pecados son perdonados mediante la muerte en la cruz, y vosotros enseñáis la ley del karma; pero eso contradice lo nuestro». Pero se trata solo de una contradicción aparente, porque simplemente no se comprende la ley del karma. Y, a la inversa, hay teósofos que dicen que, por su parte, no pueden aceptar la muerte expiatoria; pero estos tampoco comprenden la ley del karma.

 Supongamos que usted ayuda a una persona e interviene en su destino para cambiarlo a mejor. Si pudiera ayudar a dos personas, eso no contradiría en absoluto la ley del karma. Supongamos ahora que usted es un individuo llamado a eliminar un mal del mundo mediante una determinada acción: ¿contradice eso la ley del karma? En el mayor de los casos, la entidad de Cristo no ha hecho otra cosa, de forma análoga al ejemplo anterior de una persona que ha ayudado con su acción no solo a cientos o miles, sino a toda la humanidad. Así, la muerte redentora, la muerte expiatoria vicaria de Cristo, es totalmente coherente con la ley del karma, es más, solo puede entenderse en relación con esta ley del karma. Solo quien no la entiende puede encontrar una contradicción en ella. No es más contradictoria con la ley del karma que lo es el hecho de que yo ayude a un solo desdichado.

Debemos pensar en el futuro en lo que respecta a la ley del karma, ya que con cada acción que realizamos anotamos una entrada en nuestro libro de cuentas que dará sus frutos. Solo mientras la teosofía se encontraba en sus inicios se podía encontrar una contradicción entre el cristianismo y la ley del karma.

Al comprender esta ley del karma, muchas cosas nos quedan claras. En primer lugar, podemos demostrar con exactitud la relación entre el desarrollo corporal actual y las vidas anteriores. Por ejemplo, una vida llena de amor prepara para un desarrollo en la próxima vida que mantiene a la persona joven durante mucho tiempo; por el contrario, un envejecimiento prematuro es causado por mucha antipatía en la vida anterior. En segundo lugar, un sentido especialmente egoísta de la ganancia crea disposiciones para enfermedades infecciosas en la vida siguiente. En tercer lugar, es especialmente interesante que, por ejemplo, los dolores y, en particular, ciertas enfermedades que se padecen, provoquen la aparición de un cuerpo hermoso en la próxima vida. Esta comprensión nos permite soportar más fácilmente algunas enfermedades.

En relación con estas conexiones del destino, uno de los mayores estudiosos de la Biblia, Fabre d'Olivet, utilizó una hermosa imagen que nos aclara cómo se encadenan las cosas en la vida. Él dice: «Mirad la perla en la concha: el animal que la contiene tuvo que sufrir una enfermedad, y de esa enfermedad surge la hermosa perla». —- Y así, de hecho, a menudo la enfermedad en esta vida está relacionada con lo que embellece la próxima vida.

Mañana veremos cómo se puede desarrollar esto en otras direcciones.

Pregunta sobre los «pecados contra el espíritu».

Hay pecados que se cometen debido a que el ser humano tiene un cuerpo físico, un cuerpo etérico y un cuerpo astral. Dentro del cuerpo astral se despierta el espíritu; el ser humano adquiere conciencia. Por lo tanto, puede pecar. Estos pecados pueden ser perdonados al ser humano. Pero cuando pecamos de tal manera que pecamos dentro de nuestra conciencia, la ayuda externa se vuelve ineficaz. Y como el orden del mundo es sabio, en este caso no nos concederá ninguna ayuda. Es como si, en el ejemplo que acabamos de citar, el comerciante que está al borde de la ruina y nos pide un préstamo fuera indigno de esta ayuda, porque entonces no sería prudente que quisiéramos ayudarle. Lo mismo ocurre en el curso del mundo: cuando no es prudente ayudarnos, no se nos ayuda.

El «pecado contra el espíritu» es el pecado que cometemos en el cuerpo astral, donde tenemos conciencia de ello.

Traducido por J.Luelmo dic. 2025