GA100 Kassel, 26 de junio de 1907 - Desarrollo progresivo a través de los diferentes ciclos culturales

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Evolución humana y conocimiento de Cristo
RUDOLF STEINER

Desarrollo progresivo a través de los diferentes ciclos culturales

Kassel, 26 de junio de 1907


11 conferencia, 

Ayer, en la descripción del desarrollo de nuestros diferentes estados terrestres, llegamos al punto en el que nos quedó claro cómo los tres cuerpos celestes unidos —el Sol, la Luna y la Tierra— se fueron separando sucesivamente. Por un lado, comenzamos con ello y nos detuvimos en el punto en el que la Luna se separó de la Tierra; por otro lado, también intentamos llegar a él partiendo de nuestro tiempo y retrocediendo a través de la Atlántida hasta ese mismo punto. Aclaremos ahora en qué estado se encuentra la Tierra. Hay que tener en cuenta largos, largos períodos de tiempo, que abarcan millones de años; entonces ya no nos sorprenderán tanto los grandes cambios que se producen tanto en el universo como en la Tierra.

Ahora echemos un vistazo más de cerca a la Tierra separada. Todavía está envuelta en una masa de aire, pero muy diferente al aire que conocemos hoy en día. No hay que pensar que este aire era como un horno al rojo vivo en su interior, aunque la temperatura era mucho más alta que la actual. Muchas de las sustancias que hoy son sólidas estaban presentes en estado líquido en la Tierra. Un aire densamente lleno de vapores de las más diversas sustancias envolvía la Tierra, algo que se podría describir como aire de fuego, una repetición del estado anterior de la Luna. Cuando la Tierra se independizó tras separarse de la Luna actual, estaba rodeada de una atmósfera extraña que se podría describir como aire de fuego. Al liberarse la Tierra de la atmósfera que se había ido con la Luna, los seres pudieron alcanzar ciertos niveles superiores. Dentro de esta atmósfera, los hombres-animales más avanzados habían alcanzado un nivel superior al que tenían en la Luna, pero solo aquellos que más tarde se convirtieron en humanos. Un gran número de estos hombres-animales se detuvieron en la etapa lunar. Y la consecuencia fue que no solo se quedaron allí, sino que, debido a que se dieron unas circunstancias completamente nuevas, —pues solo en la Luna podían existir seres humanos animales—, descendieron medio escalón y se convirtieron en animales que entonces aún no existían en la Luna. Así que tenemos dos reinos: el de los seres humanos y el reino de los seres humanos animales que se quedaron atrás y que poco a poco descendieron hasta convertirse en animales.

Lo mismo ocurrió con los animales vegetales. Un cierto número se desarrolló hasta convertirse en animales; otros se quedaron estancados y se convirtieron en plantas. Y el reino vegetal-mineral se distribuyó de tal manera que algunos se convirtieron en minerales pesados y otros se desarrollaron hasta convertirse en plantas. No todo se ha desarrollado según una misma escala; lo que hoy conocemos como animales, por ejemplo, se ha desarrollado en parte porque los animales humanos han descendido en su evolución y en parte porque los animales vegetales han ascendido. Del mismo modo, en el reino vegetal coexisten minerales vegetales en ascenso y animales vegetales en descenso. Las plantas que hoy en día forman preferentemente nuestra cubierta vegetal estética son aquellas que han surgido del desarrollo ascendente de los minerales vegetales de la Luna, como por ejemplo la violeta. Por el contrario, todo lo que nos suena a podrido está en desarrollo descendente, mientras que nuestras plantas de follaje verde alcanzarán niveles más altos en el futuro.

 Nuestros minerales se desarrollaron en la Tierra. En la Luna aún no existía nada mineral, tal y como lo conocemos hoy en día. Se trata del reino mineral vegetal hundido, que se depositó en la Tierra en forma de corteza sólida. En la época en que la Tierra expulsó a la Luna, lo que quedó atrás y más tarde se convirtió en mineral, metal sólido, etc., era todavía una masa completamente líquida. Lo que ya era sólido en aquel entonces fue expulsado al espacio, porque la Tierra no habría podido desarrollarse más si hubiera conservado estas sustancias. Entonces se formaron inclusiones de los metales que se solidificaron más rápidamente. Algunas de ellas tenían formas extrañas. Lo que hoy se encuentra en las montañas como granito o gneis, mostraba entonces claramente que se había formado a partir de seres vegetales que se habían transformado en piedras.

En esencia, se puede deducir de ello que en el Sol y en la Luna todo el reino mineral era todavía reino vegetal. No fue el reino vegetal el que se desarrolló a partir del reino mineral, sino las piedras a partir del reino vegetal. Lo que hoy se extrae como carbón es solo una suma de plantas fosilizadas, es decir, de plantas que perecieron, se descompusieron y se convirtieron en piedras, de modo que hoy pueden extraerse como plantas convertidas en piedra. Si retrocedieran aún más en el tiempo, verían que incluso las piedras más densas fueron en su día plantas y que surgieron de la planta, mediante un proceso de involución hacia el reino mineral. Para el vidente, esto se traduce en lo siguiente. Si examinan el gneis, el mineralogista les dirá que está compuesto por feldespato, hornblenda y mica. Entonces, el mineralogista debe detenerse. El vidente dice: lo que se encuentra en el gneis como feldespato se muestra al ojo espiritual claramente como la solidificación de las plantas en el tallo y las hojas verdes, a partir de las cuales se ha construido la planta; y la estructura de mica tiene algo que ver con lo que todavía hoy se forma en los sépalos y corolas de las plantas. Así pues, cuando hoy en día un ocultista observa un trozo de gneis, dirá: «Esto es una planta fosilizada, y al igual que las plantas actuales tienen hojas, flores, etc., el micaceo proviene de antiguos sépalos y pétalos». Y así podemos decir de todos los minerales cómo se formaron a partir de antiguas plantas. Porque fueron las plantas las que vinieron de la Luna y solo se condensaron en la masa líquida de la Tierra. Al igual que cuando se tiene un recipiente con agua delante y el agua comienza a solidificarse, a formar hielo, se formaron cada vez más inclusiones sólidas. Y así se fue formando cada vez más la corteza terrestre sólida a partir de la tierra líquida. Cuanto más avanzamos, más elevados y puros se vuelven los seres; los que no pudieron ascender se fosilizaron. Lo mismo ocurrió con los animales y los seres humanos. El ser humano llegó tan lejos que pudo transformar su cuerpo en un grado aún mayor.

Estos humanos de la Luna se movían flotando y nadando en el mar primigenio; estaban predispuestos a nadar así. Esto puede parecer muy extraño para el ser humano actual, pero es cierto. Y hay que decirlo sin reservas: no quiero suavizar en absoluto algunas de estas descripciones que parecen grotescas. Siempre se ríen de las verdades cuando aparecen por primera vez.

 El ser humano que nadaba en el mar primigenio aún no tenía ojos que pudieran ver como hoy en día; ya estaban predispuestos en Saturno, pero allí abajo, en el mar primigenio, el ser humano aún no necesitaba ver; tenía que orientarse de otra manera. En el mar primigenio también se encontraba todo lo que consumía para subsistir. También había animales que le eran amigos y otros que no le eran tan amigos. Y luego, el mar primigenio era cálido en algunos lugares y frío en otros. El ser humano podía soportar unos lugares, pero no otros. En aquella época, el ser humano aún tenía un órgano que hoy se encuentra dentro de la cabeza, del tamaño de un hueso de cereza, la glándula pineal; sin embargo, en sentido estricto, no es una glándula. Este órgano estaba muy desarrollado en el pasado; era un órgano con el que el ser humano podía orientarse en el mar primigenio: sobresalía de la cabeza como una especie de linterna. El ser humano se movía utilizando esta estructura con forma de linterna situada en la parte delantera; era un órgano muy sensible, un órgano térmico, mediante el cual podía percibir el calor que le era beneficioso o no. Era un órgano de orientación, pero no un órgano visual. Le servía cuando nadaba por allí. Más tarde, el ser humano dejó de necesitarlo y se atrofió.

En aquel entonces aún no se podía hablar de una predisposición hacia el yo. El ser humano aún estaba bajo la dirección de fuerzas espirituales superiores en todo lo que hacía. Podemos compararlo, por ejemplo, con los animales actuales. Desde el punto de vista de la ciencia espiritual, vemos a los animales actuales de la siguiente manera: el ser humano se diferencia del animal en que tiene un alma individual; cada ser humano tiene su alma individual, su yo individual. No es así en el caso de los animales; allí, grupos enteros de animales tienen un alma. Por ejemplo, todos los animales que pertenecen a la especie de los leones tienen un alma, y esta vive en el mundo astral. Del mismo modo, todos los animales que pertenecen a la especie de los tigres tienen un alma en común. Por eso hablamos de almas grupales en los animales. Todos los caballos juntos tienen un alma grupal; forman un todo. Los animales se relacionan con su alma grupal de la misma manera que los dedos individuales con la mano.  Por lo tanto, tampoco podemos hablar de responsabilidad individual. Solo cuando existe un alma individual podemos decir que un alma puede ser buena o mala. El ser humano de aquella época aún tenía una especie de alma colectiva, que aún residía en el seno de la divinidad. Por lo tanto, debemos tener claro que lo que hoy vive en nosotros ya existía entonces, pero no dentro del cuerpo humano. El ser humano tiene su origen en dos corrientes: lo que había venido de la Luna y se había seguido desarrollando era el hombre animal que estaba abajo; pero lo que hoy vive en ustedes como alma individual estaba arriba, con la divinidad, solo su cuerpo estaba abajo, en el mar primigenio. Más tarde, ambos se unieron; entonces el alma descendió y espiritualizó su cuerpo como alma individual.

Imaginen un recipiente con agua; en él hay muchas, muchas gotas de agua, pero no se pueden distinguir. Si acto seguido cogen cientos de esponjas y las sumergen en él, habrán individualizado las gotas que antes estaban mezcladas en la masa de agua. Imaginense así su espiritualidad flotando sobre el mar primigenio. Ahora comparen el alma que descansa en el seno de la divinidad con la gota de agua: los cuerpos absorben las almas lo mismo que las esponjas absorben las gotas de agua; con ello, las almas se hicieron independientes, del mismo modo que el agua se individualizó gracias a las esponjas. Abajo, el mar primigenio con los cuerpos flotando; arriba, las almas. No se podría describir mejor que diciendo: «Y el espíritu de la divinidad se cernía sobre las aguas», es decir, trabajó lo que había abajo hasta tal punto que las gotas de alma pudieron ser absorbidas.

Los cuerpos tenían que mantenerse flotando, y para ello los seres necesitaban un órgano. En aquel entonces, el ser humano aún no tenía pulmones, pero sí una especie de vejiga natatoria que le permitía flotar en el mar primigenio. Los peces, que se quedaron en ese estadio, aún hoy tienen vejiga natatoria y carecen de pulmones. Poco a poco, a medida que el aire se fue purificando de las aguas y el ser humano pudo salir de ellas y respirar aire, se desarrollaron sus pulmones. Fue un proceso largo, un proceso que duró millones de años, en el que el ser humano fue absorbiendo gradualmente el aire a través de los pulmones. De este modo se creó la estructura física que podía albergar el alma. Cuanto más se convirtió el ser humano en un ser que respiraba con los pulmones, más capaz era de acoger el alma. No se puede expresar mejor que con las palabras: «Y Dios insufló al ser humano el aliento de vida, y se convirtió en un alma individual». 

De este modo, el ser humano es capaz al mismo tiempo de desarrollar algo que antes nunca habría podido desarrollar: es capaz de producir sangre roja. Antes, todos los seres humanos estaban predispuestos a tener la misma temperatura que su entorno; si estaban rodeados de más calor, se adaptaban a ese calor. Antes no existía la sangre roja; los animales que están por encima de los anfibios son cuerpos humanos que se quedaron atrás en una época mucho más tardía. Solo después de que el ser humano se convirtiera en un creador de sangre roja, los animales también se convirtieron en seres con sangre roja. Del mismo modo que nunca se ha desarrollado una planta a partir de una piedra, sino que la piedra se formó a partir de la planta, el animal se desarrolló a partir del ser humano. Todo lo inferior se ha desarrollado a partir de lo superior; esa es la teoría de la evolución. Primero, el ser humano tuvo que transformarse en un ser de sangre roja, y solo entonces pudo dejar atrás a los animales. En los animales se pueden ver, en sentido literal, los escalones que hemos dejado atrás. El ser humano ve en cada animal, en mayor o menor medida, una parte de sí mismo que ha quedado atrás. Paracelso lo expresó de una manera maravillosa: cuando miramos a nuestro alrededor, vemos, por así decirlo, las letras de un alfabeto, las cuales solo se unen para formar una palabra, en el ser humano; por lo tanto, en él reside el significado de lo que se extiende a su alrededor. Entonces hay que tener en cuenta una cosa. En aquel entonces se produjo un proceso aparentemente insignificante, pero extraordinariamente importante para la ciencia espiritual; en realidad, comenzó con la primera aparición de la Tierra, cuando ´ésta aún estaba unida a la Luna: se trata de una cierta interacción entre Marte y la Tierra. Durante toda la primera mitad de la Tierra, las fuerzas de Marte fluyeron hacia la Tierra; por eso se denomina a la primera mitad directamente como el estado marciano de la Tierra. Y a este paso por Marte está vinculado el hierro, que a partir de entonces desempeña un papel completamente nuevo en el proceso terrestre.

En las plantas, el hierro desempeña un papel mucho más externo. Pero se puede ver cómo encajan las cosas: cósmicamente, la Tierra atraviesa Marte, que le proporciona el hierro. Ahí es donde el hierro fue estimulado para desempeñar las funciones que ahora tiene. Ahí es donde aparece el hierro en la sangre. Y la sangre rica en hierro está relacionada con la agresividad del ser humano, lo que lo convierte en un guerrero en la Tierra. Así lo percibía la mitología griega, que por eso designaba a Marte como el dios de la guerra.

Esto hace que el cuerpo humano sea capaz de albergar un yo, ya que sin sangre roja y caliente ningún cuerpo puede convertirse en portador de un yo; esto es extremadamente importante. La respiración pulmonar es el requisito previo para la sangre caliente y roja. Y entonces surgieron en la Tierra los procesos necesarios que se integraron en la sangre. Así, el ser humano se desarrolló gradualmente hasta convertirse en un ser con respiración pulmonar y sangre roja, dejando atrás a las demás criaturas, los animales de sangre caliente inferiores. En el ocultismo, los animales no solo se clasifican de la forma habitual, sino que también se les atribuye otra característica. Los distinguimos entre los que emiten sonidos internos, los que pueden expresar su propio dolor y alegría en sonidos, y los que no emiten sonidos. Cuando se desciende a los animales inferiores, también se oyen sonidos, pero son solo externos, debidos al roce de órganos o a influencias climáticas externas; en ellos, lo externo emite sonidos. Solo los animales que se separaron en aquel entonces, cuando el ser humano se convirtió en un ser de sangre caliente, eran capaces de expresar su dolor y su alegría mediante sonidos. En aquel entonces, la laringe humana también se transformó en un órgano sonoro. A medida que la tierra líquida exterior se transformaba en una corteza, se producía un proceso interno en el ser humano: paralelamente a la solidificación exterior, se formaba internamente un esqueleto de huesos y cartílagos a partir de las partes blandas. Antes no existían los seres óseos. Los minerales externos son la antítesis de los huesos. La Tierra ha conservado esta época en las masas rocosas; el ser humano la tiene en los huesos. Cada vez más, el ser humano pasa de ser un ser que camina en posición horizontal a uno que camina erguido. Se da la vuelta de tal manera que sus extremidades delanteras se convierten en órganos de trabajo y solo las otras sirven para desplazarse. Ambas cosas están relacionadas. Ningún ser que no tenga una laringe sonora y una marcha erguida puede ser un ser con yo.

Los animales tenían las facultades para ello, pero las perdieron. Por eso no pudieron transformarse en seres dotados del lenguaje, ya que este está ligado a una laringe erguida. Podemos medirlo con un hecho muy simple. Sin duda, algunos perros son más dóciles que los loros, pero los loros aprenden más porque su laringe está más erguida. Los loros y los estorninos aprenden a hablar un poco porque tienen la laringe erguida.

Así se ve cómo la Tierra y el ser humano avanzan hacia niveles de desarrollo cada vez más elevados. Al mismo tiempo, la atmósfera también cambia; se desarrolla aquel estado en el que la Tierra solo está rodeada por una niebla. Eso ocurrió en la época en la que los lemurianos vieron cómo su continente se desintegraba y emigraron a la Atlántida, convirtiéndose así en atlantes. Durante la fase de este progreso, en la que el ser humano adquirió los primeros elementos del lenguaje, que no eran más que sonidos sensoriales, el alma también se hizo cada vez más evidente. El atlante había conservado esencialmente una visión clarividente difusa. Ahora sus ojos se habían desarrollado en la medida en que el ser humano, al salir del mar subterráneo, participaba de la luz solar que le llegaba a través de las masas de niebla. Se volvió cada vez más capaz de ver y percibir físicamente, pero a cambio su antigua clarividencia fue desapareciendo poco a poco. La raza más avanzada entre los atlantes se había desarrollado en un punto de la superficie terrestre, solo en el último tercio de la era atlante. Fue un final significativo para esta época.

Tabla 3 según GA196 del 16 de enero de 1920


Los atlantes que se habían desplazado más hacia el oeste se convirtieron, debido a las circunstancias de la época, en personas de naturaleza neutra, frías e indiferentes; se convirtieron en la población de color cobre de América. Los otros, que emigraron más hacia el sur, se convirtieron en la población negra africana, y los que se dirigieron más hacia el este formaron más tarde la población amarilla malaya. Estas masas de población se habían concentrado en los puntos más desfavorables, desde los que no se podía seguir avanzando. Pero allí donde está Irlanda, y al oeste de ella, donde hoy hay mar, el ser humano había podido desarrollarse al máximo. Allí se daban aquellas mezclas de calor y frío que permitían al cuerpo humano progresar al máximo. A partir de la fuerza de voluntad, entonces aún mágica, se desarrolló en un primer momento un sentimiento del yo en ciernes. Fue precisamente en ese momento cuando el ser humano aprendió por primera vez a decir «yo». Entonces, en la primera disosción, los seres humanos aprendieron a contar, a calcular, a desarrollar un incipiente juicio crítico, la capacidad de combinar. Pero entre ellos siempre hubo seres avanzados, los guías de la humanidad, que se comportaban con los seres humanos como seres de un reino superior. Se convirtieron en maestros y líderes y dieron lugar a la migración hacia el este. Desde ese punto cercano a la actual Irlanda hasta más al este y hacia Asia, ya había asentamientos de pueblos por todas partes. Entonces, las masas de población más avanzadas se dirigieron hacia el este y formaron una especie de colonia en su camino. La más poderosa, con la cultura más desarrollada, se encontraba cerca del actual desierto de Gobi. Más tarde, desde allí partieron grupos hacia las más diversas regiones del mundo, una parte hacia la actual India, donde se encontraron con pueblos de piel amarillenta y se mezclaron en parte con ellos.

Primera cultura: La Antigua India

Esto ocurrió después del diluvio atlante, cuando esta colonia se trasladó al sur y fundó allí la primera cultura de la era postatlante, la primera cultura de nuestra era. Los maestros más avanzados que se trasladaron allí, los primeros grandes maestros de la antigua India, se les conoce como los antiguos rishis indios. Los indios actuales son los descendientes de aquella antigua población, pero debemos remontarnos muy atrás, a tiempos oscuros para la historia, si queremos encontrar las huellas de su cultura. Los Vedas pertenecen ya a una época posterior, pues en aquel entonces aún no se escribía nada. El antiguo pueblo indio representa el primer grupo cultural después de la época atlante; por eso eran los más cercanos a los atlantes. Los atlantes eran una especie de soñadores; su conciencia era turbia, carecían de capacidad de juicio y de conciencia de sí mismos; como soñadores, deambulaban medio inconscientes. Los antiguos indios fueron los primeros en superar este estado, pero aún estaban medio arraigados en él.Por eso, el antiguo indio sentía en su interior el anhelo de experimentar la antigua tierra de los espíritus y esa visión que aún era propia de los atlantes. La antigua formación yóguica india consistía en que, mediante una especie de atenuación de la conciencia, se transportaba al ser humano a la época en la que las personas aún veían a los espíritus a su alrededor. El indio añoraba esa época de clarividencia de los antiguos atlantes, y los rishis le enseñaban en su formación yóguica los métodos, que ahora, sin embargo, se desarrollaban de otra manera. Los atlantes aún no habían desarrollado la capacidad de juicio; en la India ya se tenía la capacidad de juicio, pero se amaba, por así decirlo, lo que se había superado, y se sabía cómo evocarlo de nuevo, cómo atenuar la conciencia y recordar lo que se había visto anteriormente. En sus máximos representantes, la cultura india aún ha conservado esto. El indio no buscaba elevar su conciencia, sino atenuarla de forma onírica; de ahí la inactividad del ser indio. Y sería una gran desventaja, incluso perjudicial, que la vida india se apoderara en mayor medida de la cultura actual.

 Al principio, los seres humanos aún no habían visto ningún mineral; los atlantes eran los que veían los minerales de forma más difusa. Para ellos, el mundo espiritual estaba presente en sus visiones; era él quien vivía en todas las cosas. Veían a las personas rodeadas de colores, de colores agradables, si les caían bien. Los indios intentaban evocar de nuevo un mundo así. Pero precisamente en eso consiste el progreso humano, en que cada vez más, el ser humano debe adquirir relación con lo que existe aquí, en el mundo de la materialidad. Los atlantes aún no necesitaban herramientas; se orientaban mediante su poder de visión; no daban importancia a las herramientas físicas. El indio es aún un rezagado de los atlantes en este sentido; por eso, para él, el mundo físico es maya, una especie de engaño, de mentira. No le interesa el mundo de los sentidos externos. Dice: «Elevaos al mundo de lo espiritual onírico». 

Segunda cultura: La Antigua Persia

El avance de esta humanidad en una época posterior consistió en que, en la siguiente cultura, la persa, anterior a Zaratustra, la humanidad aprendió primero a valorar lo que es la realidad exterior. Se trataba de una segunda colonia que partió de Gobi y fundó un imperio primitivo en Oriente Próximo, del que surgió el imperio de Zaratustra. El persa se da cuenta de que aquí hay un mundo en el que tiene que actuar. Lo divino le parece algo con lo que tiene que conectarse. Dos deidades se presentan ante su alma: Ormuzd y Ahriman. La materia le parece todavía algo que debe superar, en lo que debe medir sus fuerzas. Del mundo espiritual toma las fuerzas que necesita para trabajar aquí, en este mundo. El mundo le parece algo oscuro que debe transformarse con la ayuda de la luz del bien. El indio fundó una ciencia del mundo meramente espiritual, pero que no le decía nada sobre la realidad exterior. Para el persa, la realidad exterior es algo diferente, que debe transformarse constantemente mediante el trabajo.

Tercera cultura: La Egipcio-Caldeo-Babilonica

 La tercera colonia, que partió de Gobi, se trasladó al Oriente Próximo y fundó la cultura caldea-babilónica-egipcia. Estos pueblos, además de la antigua ciencia del espíritu, ahora ya poseen una ciencia del mundo terrenal. Los egipcios desarrollaron la astrología y la geometría, gracias a las cuales aprendieron a tratar y cultivar la tierra. La ciencia se extendió a lo que los antiguos indios aún denominaban el mundo del engaño. Ahora, el mundo del engaño es un mundo de reflexión aguda, de reflexión sensual. Cuando los indios se sumergían en el mundo de las estrellas, este no era más que la expresión de lo espiritual. Los caldeos, en cambio, amaban el mundo físico; para ellos era el miembro de la divinidad en el que se trabajaba, en el que se profundizaba. Y esta penetración de lo divino en lo sensual es lo que vemos en la cultura babilónico-asiria.

Cuarta cultura: La Greco-Romana

Ahora llegamos a la cuarta cultura, que llamamos grecolatina. Aquí, el ser humano ya es apto para la contemplación exterior. Los egipcios ya sabían que el mundo no es un caos, sino que ha sido construido con sentido a lo largo de períodos de tiempo inconmensurables. La esfinge y la pirámide expresan grandes verdades cósmicas. Los antiguos egipcios ocultaron su conocimiento al respecto en la imagen; crearon la esfinge, que se nos presenta como un enigma del desarrollo: el desarrollo de lo humano superior a partir de los estados animales anteriores. Para los egipcios, esa era la sabiduría que expresaban al mundo a su manera. Y en él se puede encontrar un cálculo dimensional que proviene del cielo. Las ciudades estaban dispuestas de tal manera que los egipcios expresaban en su construcción un orden sagrado que les había sido prescrito; los egipcios intentaban reflejar allí el orden del cielo. Pero lo individual-humano aún no estaba comprendido en ello. Esto solo se ve florecer en el arte griego, donde el ser humano ya se percibe como una realidad inmediata y donde quiere crear una imagen de sí mismo en el espacio.

 El ser humano se familiariza cada vez más con lo que los indios denominaban maya. El ser humano se enfrenta a sí mismo. Crea un mundo dentro de lo que los indios llamaban ilusión, y es consciente de que debe crear este mundo sin la ayuda de los dioses. Cada vez está más conectado con la realidad exterior, y crea por sus propios medios lo divino en la realidad exterior. Pero si estudian la polis griega, no verán nada de lo que es el concepto de derecho. El ser humano tuvo que fundarlo primero en el Imperio Romano como derecho romano, en la convivencia privada con los demás, como ciudadano romano.

Así, el ser humano llega cada vez más a comprender lo que ocurre aquí, en la realidad exterior.

Quinta cultura: La actual época

La quinta cultura somos nosotros mismos con nuestra civilización materialista. Es la época en la que el ser humano ha descendido más profundamente al mundo exterior. Comparen nuestra época con las anteriores: sabemos aplicar las fuerzas del mundo espiritual a nuestro entorno exterior; llevamos el mundo espiritual a todas partes. Pero desde el punto de vista de la ciencia espiritual, esto tiene una perspectiva peculiar. Recuerden la época en la que el ser humano aún molía la harina entre dos piedras. Para ello utilizaba pocas fuerzas espirituales. Pero en el antiguo Egipto y Caldea se sumergía en la sabiduría celestial; allí se le revelaba mucho sobre el significado espiritual del cielo estrellado y de la propia Tierra. Los griegos crearon la figura humana idealizada en este mundo de la realidad.

¿Y cómo es la imagen de nuestro tiempo? Se emplea mucha fuerza espiritual para desarrollar nuestras ciencias naturales con sus aplicaciones técnicas. Pero, ¿qué diferencia hay entre transportar alimentos desde América con medios primitivos o con la ayuda del teléfono, máquinas, etc., que solo sirven para satisfacer la misma necesidad que satisfacen los animales aquí? Intenten examinar cuánto de lo creado sirve a la vida espiritual y cuánta energía espiritual se utiliza para la vida material. ¡Qué enorme energía espiritual debe desarrollar la humanidad hoy en día para satisfacer las necesidades materiales! No hay gran diferencia entre que el animal vaya a comer hierba y que se traigan alimentos de América y Australia por todos los medios posibles. Pero esto no es una crítica despectiva, tiene que ser así. El ser humano tenía que sumergirse así en este mundo. El indio aún veía el mundo como una ilusión; el ser humano actual ve este mundo como la única realidad. Hemos descendido hasta lo más profundo y, gracias a ello, hemos logrado los mayores avances en el plano físico. ¡Pero este descenso tampoco debe ser en vano en el sentido espiritual!

Dentro de nuestra época ha surgido un nuevo elemento que se implantó en el primer tercio de la cuarta era postatlante: es el advenimiento del cristianismo, el hito más significativo en la evolución de la Tierra. Todo lo que ha existido anteriormente ha sido, para el ocultismo, solo una preparación para el cristianismo. Buda, Hermes y demás son solo indicaciones proféticas del cristianismo, que precisamente debe elevar a la humanidad de su profundo enredo en la materia. Y volverá a sacar a los seres humanos de este enredo. Ahora comienza de nuevo el ascenso desde la materia. Y la tarea de la ciencia espiritual es ayudar en este ascenso al mundo espiritual.

Sexta cultura: 

El próximo período de nuestra cultura postatlante traerá aún más descubrimientos, pero el ser humano verá cada vez más solo las letras en el mundo exterior. El verdadero cristianismo hablará del mundo exterior como nosotros hablamos de lo que es el espíritu condensado, y el espíritu volverá a surgir de la materia. No diremos que el mundo exterior es una ilusión, lo tendremos por completo y no perderemos nada, y sin embargo ascenderemos a lo más elevado espiritualmente. Y el cristianismo tendrá la mayor contribución que aportar a este desarrollo. Ya en el sexto período, lo que hoy se proclama a unos pocos será capaz de conmover a grandes masas de personas y arrastrarlas consigo; y con ello la humanidad alcanzará la comprensión del mundo espiritual. Lo que hoy es pensamiento, en el futuro será fuerza. En el sexto período cultural, muchos tendrán esta fuerza del pensamiento. Lo que hoy se llama cristianismo teosófico se extenderá entre grandes masas de personas. Estos pensamientos se volverán cada vez más fuertes; tendrán un efecto creador hasta en la forma humana. Antiguamente, el cuerpo humano tenía un aspecto muy diferente al actual; se sorprenderían si les describiera ese cuerpo anterior. Pero como el cuerpo aún era blando, el yo tenía una influencia mucho mayor en su configuración. Hoy en día, al ser humano solo le queda un residuo muy escaso de la influencia de la voluntad del alma sobre el cuerpo humano: cuando experimenta un susto, palidece porque el estado interior del alma penetra hasta la sangre; el color del cuerpo cambia. Pero en otros estados corporales se puede ver lo poco que el ser humano tiene hoy en día poder sobre su cuerpo. Con el ascenso, esto volverá a cambiar; el cuerpo se volverá cada vez más suave y el ser humano recuperará su influencia sobre él si deja que los pensamientos, que hoy en día son escasos, se hagan cada vez más fuertes en su interior; entonces podrán transformar el propio cuerpo. El ser humano podrá volver a formar su propio cuerpo, aunque solo en un futuro muy lejano.

Durante la época lemúrica, se impuso la sexualidad al ser humano; antes era un ser hermafrodita, masculino y femenino al mismo tiempo. Con la integración del yo, el ser humano se divide en dos sexos. Conoceremos este momento con más detalle cuando analicemos más detenidamente el recorrido de la sangre humana. Entonces abordaremos este problema de la división de los sexos y también el hecho de que lo que hoy es diferenciación de sexos volverá a desaparecer.

Así, miramos hacia un futuro en el que el ser humano podrá volver a influir de manera muy diferente en el cuerpo.

¿Qué ocurre, por ejemplo, cuando a una persona se le enrojece el rostro por la vergüenza? ¿Qué es eso? Es un último vestigio de lo que antes el ser humano tenía como influencia sobre su cuerpo. Cada vez más, el ser humano podrá volver a trabajar conscientemente en su cuerpo. Y entonces llegará el momento en que el ser humano será capaz de convertir su músculo cardíaco en un músculo voluntario. La ciencia le presenta el corazón como si fuera un mero aparato físico, una bomba. Pero la sangre no solo fluye por el cuerpo porque el corazón la bombea, sino que todo lo que hay en la sangre depende del alma. La sangre late más rápido o más lento según los diferentes sentimientos, y es la sangre la que provoca el movimiento del corazón. Pero en el futuro, el ser humano ganará una influencia consciente sobre el corazón; por lo tanto, el corazón es un órgano que hoy en día se encuentra solo en los inicios de su desarrollo. El corazón es un músculo del desarrollo espiritual, un órgano a través del cual el ser humano elevado se expresa y, por lo tanto, ejerce una influencia creativa sobre el resto de su cuerpo.

El corazón se encuentra aún en los inicios de su desarrollo; por eso también es un enigma para la ciencia materialista. La ciencia materialista le dice: todos los músculos con los que se mueve son músculos estriados transversales; todos los músculos que son involuntarios, por ejemplo, los relacionados con el sistema digestivo, son estriados longitudinales. El corazón es un órgano peculiar que da un vuelco a todo este cálculo. Es un músculo involuntario y tiene fibras musculares estriadas: como se encuentra en vías de un desarrollo superior, ya tiene hoy fibras estriadas.

Mañana les mostraré cómo ciertas cosas se aclaran cuando las contemplamos a la luz de la ciencia espiritual.

Así, la teosofía tiene un efecto iluminador sobre lo que nos rodea. Redimimos de su estado actual de rigidez todo lo que se ha convertido en materia. ¡Esa es la idea de la redención en su esencia más profunda! El ser humano se ha desarrollado cada vez más; al hacerlo, siempre ha dejado atrás ciertos reinos. Se volverá poderoso y redimirá lo que ha dejado atrás, y redimirá también a la Tierra. Pero no debe despreciarla, sino que debe conectarse con ella si quiere traerle la redención.

Traducido por J.Luelmo dic, 2025

GA100 Kassel, 25 de junio de 1907 - Etapas posteriores del desarrollo de nuestra Tierra tras la separación de la luna

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Evolución humana y conocimiento de Cristo
RUDOLF STEINER

Etapas posteriores del desarrollo de nuestra Tierra, tras la separación de la luna

Kassel, 25 de junio de 1907


10 conferencia, 

 Hoy queremos considerar la transformación de la antigua Luna en nuestra Tierra. Pero antes debemos señalar un fenómeno importante de la evolución lunar. Cuando esta llegaba a su fin, es decir, cuando todo lo que describí ayer había sucedido más o menos, se produjo una reunificación de la antigua Luna con el Sol. Por así decirlo, esta antigua Luna volvió a caer en el Sol, de modo que ahora volvía a existir un cuerpo unificado. Entonces, este cuerpo volvió a entrar en una especie de estado durmiente de la existencia planetaria, y surgió de nuevo la cuarta metamorfosis; esta no era exactamente lo que representa nuestra Tierra, sino que se preparaba lentamente el estado de nuestra Tierra. Podemos comprender mejor una ley cósmica en nuestra Tierra, según la cual los estados posteriores deben repetir, en cierta medida, lo que ya existía anteriormente. Antes de que nuestra Tierra pudiera convertirse realmente en nuestra Tierra después de despertar, tuvo que repetir brevemente el estado de Saturno, el Sol y la Luna. Sin embargo, esta evolución se desarrolló de una manera algo diferente a la de los tres planetas.

Hemos oído que en Saturno existía la primera estructura de los órganos sensoriales que llevamos dentro. En la primera repetición, estas formaciones sensoriales ya estaban tan avanzadas que se desarrolló una especie de forma humana; pero en esta metamorfosis, ese órgano sensorial automático aún no tenía cuerpo etérico. En la repetición del estado solar, se incorporó el cuerpo etérico, y en la tercera transformación, la repetición del estado lunar, el cuerpo astral. En la tercera fase, volvemos a tener el sol y la luna separados, flotando en el espacio cósmico. Los seres estaban algo más desarrollados, porque se acercaban cada vez más a la preparación de lo que debían experimentar en la Tierra. A los tres cuerpos que tenía la humanidad animal en la Luna se unió el cuarto miembro, el yo.  Pero esto no sucedió tan rápidamente. Mientras la Tierra atravesaba su ciclo de Saturno, todo el sistema sensorial automático humano tuvo que desarrollar la forma que permitiera que el yo fuera incorporado. El cuerpo etérico se transformó durante la repetición solar de tal manera que pudiera convertirse en portador del yo; y durante la repetición lunar, el cuerpo astral también se transformó para poder acoger al yo. Era como si estos miembros estuvieran esperando la llegada de un yo.

Lo que ya hemos podido observar fue una separación del sol y la luna. Luego, en lo que respecta a nuestro propio desarrollo, nos encontramos con una separación entre la luna y la Tierra. La antigua luna se dividió en dos cuerpos: uno, compuesto por el peor material que existía en cuanto a entidades y sustancias, fue expulsado al espacio; el otro es nuestra Tierra actual. Lo que habría impedido a los seres seguir desarrollándose tuvo que ser eliminado, y eso formó la Luna actual. Solo entonces la Tierra existió como un cuerpo celeste independiente. Nos encontramos ante acontecimientos cósmicos de gran envergadura: la separación del Sol de la Tierra y la Luna; y luego, de nuevo, la separación de la Tierra de la Luna. Estos dos acontecimientos prepararon nuestro desarrollo actual.

Les he llevado hasta el punto en el que nuestra Tierra se convirtió en un cuerpo celeste independiente. Ahora me gustaría llevarles a ese punto desde otro punto de vista, para que tengan una idea clara de dónde se encuentra ese punto para nuestra Tierra.

Volvamos ahora del presente inmediato al pasado; partamos, pues, de la forma de la Tierra que todos ustedes conocen. Incluso la ciencia natural señala diferencias considerables entre el aspecto antiguo y el actual de la Tierra. Aunque todo se basa en hipótesis, podemos alegrarnos de que hoy en día la ciencia natural y la ciencia espiritual coincidan en algo. La ciencia natural dice: en las regiones donde vivimos hoy en día había enormes selvas primitivas con un clima similar al que hoy reina en el ecuador; allí se encontraban animales poderosos. Según lo que dice hoy la ciencia natural, el aspecto de la Tierra era muy diferente. Después del clima tropical que prevalecía en aquel entonces, antes del clima templado actual, vino la glaciación o edad de hielo, y así sucesivamente. Estas son cosas que ya se pueden encontrar en cualquier libro de geología. Lo cuento para señalarles que debemos ser muy conscientes de que el aspecto de la Tierra cambia enormemente en determinados períodos y se ve completamente diferente. La ciencia natural, que solo dispone de la mente combinatoria, sus aparatos, etc., solo puede remontarse a una serie de milenios en cuanto al aspecto exterior de nuestra Tierra. Pero cuando el vidente mira hacia atrás, tiene que describirlo de una manera algo diferente, aunque alguna vez llegará esa armonía entre la ciencia natural y la ciencia espiritual. La ciencia natural ya nos señala hoy el hecho que el vidente debe afirmar con rotundidad: que la faz de la Tierra no solo ha cambiado en lo que respecta a las plantas y demás, sino que zonas completamente diferentes de nuestro planeta estaban cubiertas de tierra o mar, a diferencia de lo que ocurre hoy en día. 

Así, Huxley ha señalado que toda una parte de Gran Bretaña ya ha estado cuatro veces bajo el agua. En consecuencia, el rostro de nuestra Tierra cambia constantemente. Por ejemplo, en el número 10 de «Kosmos» pueden encontrar un tratado sobre la llamada antigua Atlántida, en el que un erudito, basándose exclusivamente en la ciencia natural, demuestra a partir de la configuración del reino vegetal y animal en Europa y América que lo que hoy es el océano Atlántico debió de ser tierra en el pasado, y que en aquellos tiempos gran parte de África no debía de ser tierra, sino mar. En cambio, al oeste de nosotros existía la tierra de la Atlántida, que se extendía entre Europa y América.

El erudito solo puede hablar de la flora y la fauna, pero eso es algo natural. Aunque existieran restos de aquellos antiguos seres humanos, nuestros antepasados, estos se encontrarían en el fondo del océano Atlántico, y hoy en día aún no es posible explorar el fondo marino hasta tal profundidad. El investigador espiritual mira hacia atrás, hasta el cambio de era, y sabe que en aquel entonces existía realmente la antigua Atlántida, de la que incluso Platón habla. La antigua Atlántida ocupaba esencialmente toda la superficie que hoy es océano, y allí vivían los antepasados físicos de la raza humana actual. Sin embargo, su aspecto era bastante diferente al que imagina la ciencia actual. Pero no debemos compararlos en absoluto con la raza simia actual; los atlantes eran muy diferentes de los seres humanos actuales, tanto espiritual como físicamente, pero no eran simios. 

La especie simia aún no existía en aquella época, sino que surgió más tarde, y no de otra manera que como ciertas formas humanas que en aquella época se quedaron rezagadas en el nivel de desarrollo de entonces y luego descendieron a un nivel aún más bajo. El darwinismo comete un error que, sin embargo, es muy fácil de comprender. Si alguien ve a dos personas de las que oye decir que son parientes, una de ellas es un ser humano imperfecto, mientras que la otra, que ha sabido aplicar bien sus capacidades, es un ser humano excelente, no dirá: son parientes consanguíneos, por lo que el ser humano perfecto desciende del imperfecto. Pero esa es la conclusión de los darwinistas. Sin embargo, el perfecto y el imperfecto están uno al lado del otro: solo que uno ha evolucionado hacia arriba utilizando bien sus capacidades, mientras que el otro las ha degradado y ha caído en la decadencia. Lo mismo ocurre con los monos, que se separaron de los humanos, y los propios humanos. El mono, cuando se compara con el humano, le parece una caricatura de un humano, no un humano. Así, en la época de la Atlántida existía una raza humana completamente diferente, que se había desarrollado más. Ciertos seres se quedaron atrás. Y como la Tierra cambia, ellos tampoco se quedaron en ese nivel, sino que descendieron, se atrofiaron y se convirtieron en una caricatura del ser humano, en la raza de los simios. Así, los seres inferiores son seres superiores degenerados que han caído en la decadencia. 

Si observamos a los propios habitantes de la Atlántida, comprenderemos mejor cómo vivían si nos fijamos en sus características espirituales.

Todo lo que el ser humano actual es capaz de hacer, —pensar lógicamente, calcular, etc.— es algo que surgió más tarde. La lógica, la capacidad de juicio, todo eso era algo completamente ajeno a los atlantes. En cambio, los atlantes tenían una cualidad del alma que hoy en día ha disminuido considerablemente, a saber, una memoria casi incomprensible. No sabían calcular según la regla de dos por dos es cuatro, y realizar este cálculo una y otra vez a partir de su juicio. Pero podían recordar lo que se obtiene al sumar dos por dos y recordarlo una y otra vez. 

Esto está relacionado con una constitución física completamente diferente de ese antiguo continente. Si desea imaginarse la constitución física de este continente, la mejor manera de hacerlo es pensar en un valle montañoso lleno de densas masas de vapor de agua y niebla. Los atlantes nunca tuvieron aire libre de agua. El aire siempre estaba impregnado de agua. Cuando los antiguos atlantes llegaron a Europa, conservaban el recuerdo de ello; por eso llaman Niflheim a la tierra en la que vivían sus antepasados. Solo hacia el final del último tercio de la era atlante, los seres humanos comenzaron a tomar conciencia de que eran un yo. La predisposición para ello ya existía desde hacía mucho tiempo, y también una cierta sensación al respecto. Pero decirlo clara y rotundamente: «Yo soy un yo», eso se aprendió solo en el último tercio de la era Atlante. Esto está relacionado con la relación entre el cuerpo etérico y el cuerpo físico. Si observan estos dos cuerpos, verán que coinciden aproximadamente, solo que el cuerpo etérico sobresale un poco por encima del cuerpo físico. Entre las cejas hay un punto que es el centro de ciertas fuerzas y corrientes del cuerpo etérico. A este punto le corresponde un punto muy concreto en el cerebro físico. Ambos deben coincidir, y en ello se basa la capacidad de sentirse como un yo; en ello se basa también la capacidad de calcular, de combinar, etc. En los idiotas, por ejemplo, no existe el contacto entre estos puntos en la cabeza, ya que no coinciden. En el momento en que se separan, la capacidad de juicio del ser humano ya no está presente de forma adecuada. En los atlantes era normal que estos dos puntos estuvieran separados. Así ocurre aún hoy en día con los animales; si observan la cabeza de un caballo, verán que ambos puntos están muy separados. En los atlantes, la cabeza etérica sobresalía y la cabeza física tenía la frente retraída.

Pero los atlantes tenían algo más, que sin embargo se perdió con la integración del cuerpo físico en el cuerpo etérico. Habían desarrollado una antigua y difusa clarividencia, aunque en realidad no sabían contar hasta cinco. Todo su juicio provenía de su memoria de tiempos increíblemente lejanos. Y esa antigua clarividencia se manifestaba como una especie de intensificación de nuestra vida onírica actual. Imaginen esta vida onírica intensificada al máximo y ascenderán a la capacidad de contemplación, a la antigua clarividencia embotada y onírica de los atlantes. Cuando los atlantes recorrían el país, veían a los seres humanos dentro de sus límites físicos, más o menos como los vemos nosotros hoy en día, pero en cierto sentido aún de forma nebulosa y borrosa; sin embargo, veían algo más. Cuando hoy en día se encuentran con una persona, no ven nada especial de su interior, solo lo que expresa su rostro: si su expresión es sombría, deducen que está triste y pueden adivinar algo de su alma. Pero cuando un atlante se encontraba con una persona que le guardaba rencor, por ejemplo, le aparecía una visión marrón rojiza; si esa persona le quería, una visión azul rojiza. Una especie de visión de colores coincidía con el estado del alma del otro; se podía ver algo de lo que ocurría en el interior de la persona. Cuando el atlante caminaba y se le aparecía una terrible niebla marrón rojiza, huía, porque sabía que se acercaba, quizá a kilómetros de distancia, un animal peligroso que quería devorarlo.

La antigua clarividencia Atlante tenía incluso una base física. El ser humano solo consideraba como parte de su familia a sus parientes consanguíneos más cercanos, pero en un grado mucho mayor que el que se dio posteriormente; solo comunidades muy pequeñas, que apenas iban más allá del círculo familiar. Y lo principal era que se contrajeran matrimonios dentro de estos pequeños grupos de parientes consanguíneos. Estos matrimonios dentro de la hermandad consanguínea más estrecha daban lugar a una mezcla de sangre tal que el cuerpo etérico podía seguir siendo receptivo a lo espiritual. Si los atlantes hubieran intentado casarse fuera de este parentesco consanguíneo, se habría suprimido la capacidad clarividente; se habrían convertido en idiotas en el sentido astral. Permanecer en las fraternidades consanguíneas era algo que era moralidad, ética. Antes de sentir realmente el yo individual, se decía a toda la fraternidad consanguínea: «Yo soy». Al igual que los dedos de la mano, cada persona se consideraba parte de un vínculo sanguíneo. Pero hay algo más detrás de esto. Los atlantes no solo recordaban lo que ellos mismos habían vivido, sino también lo que habían vivido su padre, su abuelo, su bisabuelo y así sucesivamente hasta llegar al fundador de la familia. Todo lo que provenía de allí y seguía viviendo se percibía como una unidad. Esto les mostrará lo enormemente desarrollada que estaba la memoria del atlante. Todo se basaba en la memoria. Más adelante veremos cómo la humanidad perdió la memoria precisamente al romper el matrimonio cercano.

 Para un alma así se necesita necesariamente una naturaleza física completamente diferente, así como un entorno diferente, como aquel antiguo Niflheim que recuerdan los antiguos germanos. Las leyendas y los mitos no se basan en absoluto en lo que se denomina poesía popular o fantasía popular. Ahora pueden ver de dónde provienen estas leyendas. Los atlantes aún poseían una antigua y oscura clarividencia; allí tuvieron lugar realmente estos acontecimientos, que más tarde se volvieron a contar y se conservaron, aunque en muchos casos de forma atrofiada, en las leyendas y mitos de los pueblos.

La migración de los atlantes hacia el este se ha conservado de manera maravillosa en un ciclo de leyendas europeas. En el continente de la antigua Atlántida, el ser humano no podía decir «yo» refiriéndose a su personalidad individual. Por lo tanto, allí no existía ese egoísmo que más tarde constituyó la base del orden social. Los atlantes poseían lo que pertenecía a toda la familia consanguínea y se sentían solo como un miembro más dentro de ella. Después comenzó la migración hacia el este. La conciencia del yo se hizo cada vez más presente en el ser humano y, con ella, el egoísmo. Antes, el ser humano vivía mucho más en el mundo exterior que en su interior; la naturaleza aún formaba parte de él. El ser humano se sentía como en la naturaleza, como parte de ella. Ahora sin embargo, con la adquisición de la conciencia del yo, se sentía cada vez más estrecho, cada vez más separado, cada vez más extraño, y el yo se manifestaba cada vez con más fuerza. Esto estaba relacionado al mismo tiempo con un proceso natural. Cuando los antiguos atlantes miraban al cielo, no podían ver el sol tal y como lo vemos nosotros, ya que densas masas de niebla llenaban el aire. Cuando miraban al sol o a la luna, veían una poderosa corona con los colores del arco iris. Después llegó el tiempo en que los atlantes veían el sol y la luna tal y como son. Sin embargo, había un fenómeno que los atlantes aún no conocían: el arco iris. Solo cuando las aguas de la Atlántida dejaron de cubrir el aire y se formó una distribución de lluvia y sol como la que conocemos hoy en día, se descubrió la existencia del arco iris. En aquella atmósfera saturada de agua no había arco iris. Ahora recuerden que el antiguo diluvio atlante dejó al descubierto grandes extensiones de tierra; esta liberación de grandes extensiones se conserva de manera magnífica en la leyenda y, especialmente, en la Biblia. Basta con pensar en la profunda verdad que contiene la Biblia cuando se lee: «Y cuando las aguas se retiraron, Noé vio el arco iris». Con la purificación del aire de las antiguas nieblas atlantes, el sol apareció por primera vez ante los seres humanos en su forma libre actual. Esto fue paralelo al confinamiento, al repliegue del ser humano hacia su propio yo, su individualidad. Por razones profundas, en la sabiduría espiritual se denomina a la luz que inunda el espacio «oro etéreo», y el oro se considera la luz solar densificada. Los antiguos atlantes sabían por sus maestros atlantes que la luz solar y el oro tenían algo que ver entre sí, y esta era la imagen que recibían: ¡La luz solar, el oro solar, sale! Os envuelve con el anillo que separa el yo, que hace que ya no os sintáis entregados a la naturaleza. - En los atlantes, el yo aún estaba disperso en las nubes de niebla; ahora, alrededor del ser humano se coloca como un anillo.

Las nieblas de la Atlántida abandonan el aire, son empujadas hacia abajo y aparecen como los ríos del oeste. Para los descendientes atlantes, el Rin no es más que las masas de niebla que han descendido y ahora fluyen hacia abajo. En el Rin ve las masas de agua que aún estaban impregnadas de la luz del sol; intuía el oro del sol en el Rin, el oro del sol que actuaba de manera abnegada y primigenia en la antigua Atlántida. Para él, eso era el tesoro de los nibelungos en el Rin, y quien quiere apoderarse del tesoro de los nibelungos, le resulta hostil.

 Richard Wagner, que lo representó incluso en su música, no era consciente de ello, pero se inspiró en este hecho poderoso y trascendental. Recuerden el preludio de El oro del Rin: ¿qué es el poderoso movimiento en mi bemol mayor, sino el punto de impacto del yo en la humanidad? Pero así como la planta desconoce las leyes según las cuales crece, el poeta tampoco necesita ese conocimiento. Así debemos entender al artista creador, que se inspira en fuerzas que están detrás de él. Aquí, un artista importante ha sentido lo que debe volver a incorporarse a la humanidad. Así vemos cómo se ha previsto que también en el arte fluya hacia la cultura el mismo espíritu que subyace a la teosofía. Esto ocurre desde dos lados. Así hay que considerar la vida en su conjunto.

Hemos rastreado al ser humano hasta la Atlántida. Veamos algunos detalles más. En aquella época, las casas no se construían como hoy en día, sino que se aprovechaba en mayor medida lo que la propia naturaleza ofrecía. Se unían masas rocosas, que se habían remodelado utilizando los árboles que allí se encontraban, de modo que las viviendas de las personas eran casas de aspecto natural. Cuanto más nos remontamos en el tiempo, más encontramos personas dotadas de poderes clarividentes; cada vez más nos encontramos con una conciencia visual. En imágenes, ve surgir visionariamente ante su alma los sentimientos de los seres que le rodean. También la voluntad se desarrollaba de forma muy diferente en los primeros tiempos de los atlantes. Hoy en día, pueden ustedes separar los dedos a voluntad; esto tiene que ver con el poder de la imaginación actual. En la primera época atlante, el cuerpo era aún una masa mucho más blanda. El atlante no solo podía estirar los dedos, sino también alargarlos o acortarlos; fácilmente habría podido hacer crecer su mano. Si tenía una planta pequeña, podía hacerla crecer con solo esforzarse con su voluntad. Tenía a su disposición una especie de magia. También tenía una relación peculiar con el mundo animal: percibía algo que más tarde ya no se podía percibir. Con su mirada podía ejercer un poder fascinante sobre los animales.

Si retrocedemos aún más en el tiempo, llegamos a una época en la que aún no existía la Atlántida, en la que los seres humanos vivían en un continente llamado Lemuria. Este continente se extendía hacia el sur desde la actual Asia hasta África y Australia, y era habitado por nuestros antepasados cuando aún eran lemurianos. Tenían un cuerpo mucho más blando que los atlantes, y su voluntad era mucho más poderosa que la de estos. Sin embargo, el suelo bajo los lemurianos era bastante inestable: estaba constantemente sacudido por erupciones de fuego y fuerzas volcánicas. La antigua Lemuria era una especie de tierra de fuego. Si retrocedemos aún más en sus orígenes, llegamos a un momento en el que el sistema óseo apenas comenzaba a separarse de la masa sin huesos. Entonces llegamos a la época en la que la Tierra aún no había formado el reino mineral actual: todo lo que hoy se encuentra en las montañas, lo tenemos allí en un flujo y reflujo continuo. 

Y cuanto más retrocedemos en el camino de la evolución terrestre, más altos son los grados de calor que encontramos. Llegamos a épocas en las que las formaciones que hoy son tierra firme fluían como hoy lo harían el mercurio o el plomo a una temperatura más alta. La solidificación no se desarrolla hasta la etapa de la Lemuria. Las masas de niebla se vuelven cada vez más densas. Ya no nos encontramos ante un mar de niebla, sino ante un denso mar de vapor de agua en el que se disuelven y se arremolinan todo tipo de sustancias. Sin embargo, en ciertas partes de este vapor de agua ya existía la posibilidad de que vivieran los antepasados humanos de entonces, solo que en aquella época los seres eran de naturaleza muy diferente. Llegamos así a un tiempo en el que el ser humano vivía en una especie de mar primigenio, en un elemento cálido, acuoso y ardiente. El núcleo de la Tierra estaba rodeado como por un mar primigenio, en el que se encontraban las semillas de todo lo que más tarde se desarrollaría. Así era la Tierra inmediatamente después de que la Luna se separara y se independizara.

Hemos obtenido una visión general de la evolución hasta el momento en que primero el Sol se separó de la Tierra y de la Luna, luego la Luna se separó de la Tierra y dejó a la Tierra en el estado que acabo de describirles.

Mañana volveremos a examinar este proceso, que acabamos de reconstruir desde dos perspectivas diferentes, y también el desarrollo posterior del ser humano y de la Tierra hasta nuestros días.

Traducido por J.Luelmo dic. 2025

GA100 Kassel, 27 de junio de 1907 - Las etapas de la iniciación Cristiana

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Evolución humana y conocimiento de Cristo
RUDOLF STEINER

Las etapas de la iniciación Cristiana

Kassel, 27 de junio de 1907


12 conferencia, 

Ayer intentamos seguir la evolución de la humanidad desde una perspectiva cósmica y también en nuestra Tierra. Hoy solo añadiré algunas cosas a esta evolución de la humanidad, para luego pasar a lo que la teosofía tiene que decir sobre el significado del cristianismo y sobre la iniciación cristiana. En primer lugar, les pido que vuelvan a dirigir su mirada espiritual hacia el punto de partida de la humanidad.

Dijimos que, cuando la Tierra se separó de la Luna actual, estaba rodeada por una especie de mar primigenio, y describimos la forma en que el ser humano físico se unía entonces con el ser humano espiritual-anímico. A continuación, seguimos esta evolución hasta nuestros días, que hemos reconocido como los de la más profunda decadencia de la humanidad, con el espíritu sumergido en la materia. Hemos reconocido que ahora debe tener lugar de nuevo un ascenso, una espiritualización, y también hablamos de la misión que la teosofía o la ciencia espiritual cree tener en relación con esta evolución.

Ya hemos señalado que en aquella época lemúrica se produjo la separación de los dos sexos entre los humanos. Los seres inferiores de la Luna también tenían dos sexos, pero el ser humano que habita en cada uno de ellos no se dividió en dos sexos hasta aquella época, cuando se integró en la forma física. Debemos imaginar el pasado del ser humano, —antes de su división en dos sexos, masculino y femenino—, de tal manera que lo que llamamos sexualidad aún no existía, o al menos tenía una forma completamente diferente. Ahora bien, es muy importante que comprendamos la importancia que tiene para todo el desarrollo humano lo que acabo de mencionar.

Si no se hubiera producido la separación en dos sexos, si la humanidad actual no hubiera completado su evolución en el mundo mediante la interacción entre lo masculino y lo femenino, el ser humano tendría una constitución muy diferente. Lo que da lugar a la individualidad en el ser humano, es precisamente la influencia de lo masculino. Ayer les expliqué la diferencia entre un alma grupal y un alma individual. En los animales es muy diferente. El animal ya tiene los sexos en el plano astral. El ser humano, en cambio, antes de encarnarse en los cuerpos humanos individuales, aún no tenía los dos sexos en el plano astral, o aún no tenía, como se dice, la diferenciación por géneros. Si en el mundo físico se hubiera propagado la asexualidad del ser humano, es decir, si en lugar de la dualidad de género hubiera surgido una especie de asexualidad, no habría sido posible convertir al ser humano en un ser individual. El sentido del desarrollo de la humanidad es precisamente que los seres humanos individuales se vuelvan cada vez más individuales.

Si volviéramos a la época que describí ayer, veríamos que por aquel entonces las personas se parecen mucho en su aspecto físico. La interacción entre los dos sexos dio lugar a la diversidad individual, y a medida que el ser humano avanza hacia el futuro, esta diversidad individual es cada vez mayor. Sin la separación entre los sexos, las generaciones se parecerían cada vez más entre sí. Debemos decir claramente que el ser humano se está convirtiendo en un ser cada vez más independiente, lo cual depende de los dos sexos.

En aquella época primordial y hasta bien entrado el periodo atlante, incluso hasta el periodo postatlante, lo que predominaba en la humanidad era lo que llamamos el «matrimonio cercano», y solo poco a poco el «matrimonio lejano» fue sustituyendo al matrimonio cercano. En tiempos remotos, se contraían matrimonios dentro de pequeños grupos de parientes consanguíneos y pequeñas tribus. En todos los pueblos se encuentra la referencia al matrimonio de algún pariente con otra tribu como algo inusual, y en todas partes se considera un acontecimiento importante.

 Cuanto más atrás nos remontamos, más moral nos parece que las personas de tribus emparentadas se casen entre sí, que la sangre emparentada solo se mezcle con sangre emparentada. Podemos explicar mejor este proceso partiendo de una comparación que, mientras que todas las demás comparaciones son poco acertadas, tiene algo extraordinariamente acertado. Me gustaría contarles una pequeña historia.

Conocen a Anzengruber y Rosegger. Rosegger es un poeta que describe con gran dedicación a los personajes de su pueblo. Anzengruber también sabe lo que hace, él, que en la obra «Der Meineidbauer» (El granjero perjuro) es capaz de poner en escena de manera magnífica a los campesinos, es decir, a personajes similares, de tal manera que se mantienen firmes. Sabemos lo magníficamente plásticos que son en «Der Meineidbauer», en «Der Pfarrer von Kirchfeld» y en otras obras. Una vez, Rosegger y Anzengruber salieron a pasear juntos y Rosegger le dijo: «Sé que en realidad nunca observas a los campesinos; quizá los describirías aún mejor si fueras a visitarlos a su pueblo». Anzengruber respondió: «Si lo hiciera, quizá me volvería completamente loco». En realidad, nunca he conocido de cerca a los campesinos; que pueda describirlos así se debe a que mi padre, mi abuelo y todos mis antepasados eran campesinos, y yo todavía llevo esa sangre campesina en mis venas. A partir de esa sangre campesina creo mis personajes y no me preocupo por los demás; ¡sigue bullendo en mi sangre, por así decirlo!

 Es un dato interesante que nos lleva a lo que debemos considerar. Cuando la sangre permanece sin mezclarse, como era el caso en las antiguas comunidades tribales o entre los campesinos de Anzengruber, se mantiene una apariencia tan fuerte como la que aún tenía el poeta Anzengruber en su última encarnación. Había heredado el poder creativo y lo apreciaba mucho: el poder creativo fluía por la sangre de las generaciones. Así es realmente cuando la sangre emparentada solo se mezcla con sangre emparentada. Y la mezcla de sangre ajena con sangre ajena tiene un efecto destructivo sobre la fuerza creativa del alma. Si Anzengruber se hubiera casado con alguien que perteneciera a una clase completamente diferente, sus hijos ya no habrían tenido esa fuerza creativa.

En casi todos los pueblos que aún existen hoy en día, podemos observar este fenómeno en sus orígenes: en todas partes, el matrimonio entre parientes cercanos está asociado a una memoria extraordinaria. Está vinculado a esa clarividencia sorda y crepuscular. Recuerdan lo que han vivido desde su nacimiento y lo consideran parte de su personalidad. Antes de que el matrimonio cercano fuera sustituido por el matrimonio lejano, se recordaba literalmente lo que el abuelo y los antepasados habían vivido hasta mucho tiempo atrás; se decía «yo» y se tenían las experiencias de lo que habían vivido el abuelo, el bisabuelo y así sucesivamente. Cuanto más atrás vamos, más encontramos la memoria que se remonta a lo largo de las generaciones.

Y lo interesante es que los pueblos no se sentían como individuos aislados; se dirigían al abuelo diciendo «yo», atribuyéndose de nuevo el mismo nombre, un nombre que los abarcaba a todos. Con el mismo derecho con el que hoy en día se da un nombre y lo relaciona con la personalidad individual, estos pueblos se daban un nombre que se remontaba muchos siglos atrás, porque el nacimiento no borraba la memoria. El individuo no tenía nombre, porque el nacimiento no era un acontecimiento especial. Mientras llegaba el hilo de la memoria, solo había un nombre para todos. En la Biblia hay un documento sobre esta forma de dar nombres; todas las discusiones sobre el significado de los nombres de los patriarcas no son más que disputas entre eruditos. Adán era Adán y tan antiguo porque la memoria se había conservado durante siglos, porque quien descendía de una personalidad se sentía uno con ella. Todo eso se llamaba «Adán», donde la sangre que fluía a través de los siglos creaba tal memoria. Mientras se conservara la memoria en la sucesión de generaciones y se recordaran los acontecimientos de los antepasados como propios, se decía: Adán todavía está ahí. No se sentían como personalidades físicas individuales, sino como lo que estaba presente espiritualmente y mantenía unidas a las personas.

Luego vino cada vez más el matrimonio a distancia, y la mezcla de la sangre matará cada vez más la memoria que va más allá de la apariencia humana individual. La restricción de la memoria ha venido como consecuencia del matrimonio a distancia. Así es el curso de la humanidad, que el individuo crece cada vez más por encima de la tribu. En la sangre común que corría por las tribus también fluía la expresión común de esa sangre: el amor. Se ama lo que tiene sangre emparentada. Sin embargo, con el paso del tiempo, ese amor que podemos llamar amor primigenio, ligado a la sangre y que ha llevado a la formación de toda una familia, se extinguirá. El amor del pasado es muy diferente al que nos ilumina como el amor del futuro. En los tiempos postatlantes, todavía encontramos que el amor por la sangre es predominante: se aman aquellos que tienen sangre común en sus venas. Pero esto desaparecerá cada vez más; los seres humanos se alejan cada vez más de los estrechos lazos de parentesco y se vuelven individuales.

Este amor primigenio, que surgió con el descenso de las almas a los cuerpos físicos, se va atenuando a medida que transcurre el tiempo; fluyó en el ser humano en el momento que se describe en la Biblia con las palabras: «Y Dios infló al hombre el aliento de vida, y se convirtió en un ser viviente». Pero en aquel entonces surgió algo más. El ser humano se había convertido en un alma viviente y, por lo tanto, en un ser que respiraba con los pulmones. El aire que inhalaba producía su sangre roja, y en la sangre roja se expresa la naturaleza del yo. Mientras la sangre sea comunitaria, el yo será común, como vemos en el judaísmo, donde todo un pueblo está dominado por un alma grupal. Pero los seres humanos maduran cada vez más para independizarse de la sangre de sus parientes. Cuando el aliento entró en el ser humano, fue la primera predisposición para la formación de la sangre. Pero solo tras largos períodos de tiempo la humanidad ha madurado lo suficiente como para impregnar esta sangre de tal manera que el amor universal pueda sustituir al amor primigenio. Imaginen el progreso de la humanidad tal y como lo acabo de describir: el amor primigenio moriría gradualmente, el amor familiar, —de madre a hijo, etc.—, disminuiría; la sangre no tiene un efecto tan amplio como para que un vínculo de amor pueda abarcar a toda la humanidad, y el poder del yo, el poder del egoísmo, se hará cada vez mayor. Tenía que ocurrir un acontecimiento que sustituyera al amor primigenio por otro amor, un amor espiritual: ese acontecimiento es el cristianismo. Con la aparición del cristianismo se ha retrasado lo que de otro modo habría ocurrido: la desintegración de toda la humanidad en átomos humanos individuales.  Los seres humanos deben ser cada vez más independientes, eso está en su evolución sanguínea; pero ahora hay que reunir espiritualmente lo que se ha separado de forma natural, mediante la nueva fuerza que ahora puede actuar sin amor sanguíneo: esto es el cristianismo. El misterio del Gólgota adquiere así un significado fundamental para toda la evolución de la humanidad. Si comprendemos esto, comprendemos el significado de la palabra: la sangre de Cristo. No es algo que solo se pueda experimentar y explorar externamente, sino algo que debe considerarse en sí mismo como un hecho místico. Por lo tanto, mi libro se titula, con plena conciencia, no «La mística del cristianismo», sino «El cristianismo como hecho místico».

Para comprender lo que fue Cristo Jesús en la Tierra, para entender que el cristianismo tiene una importancia tan fundamental, debemos abordar los preparativos para el cristianismo. Estos ya existían en la antigüedad. Se puede ver realmente cómo lo veía el cristiano antiguo si se toma un pasaje de Agustín: Lo que hoy se llama religión cristiana siempre ha sido la verdadera religión, solo que lo que antes era la verdadera religión, hoy se llama religión cristiana. — Agustín sabía en su época que el cristianismo tenía un requisito previo: lo que se practicaba en los antiguos misterios. Y precisamente esto es lo que el movimiento teosófico quiere revelar a los seres humanos. Me gustaría describirlo con unas pocas palabras.

Existían escuelas que eran al mismo tiempo iglesias y centros artísticos; al frente de estas escuelas estaban los guías de la humanidad, los más avanzados en su desarrollo. Allí se admitía a aquellas personas que se consideraban espiritualmente aptas para poder formarse una opinión propia sobre lo que nos rodea como mundo espiritual. Se les preparaba cuidadosamente, obligándoles primero a conocer teóricamente los hechos del mundo espiritual, más o menos como hoy aprendemos en la ciencia espiritual. Luego venían niveles cada vez más altos. El aprendizaje se transformaba en vida, lo exotérico en esotérico. Se les enseñaba todo de forma viva. Había normas estrictas sobre cómo debía organizar el alumno su vida para poder ascender lentamente hasta la contemplación del mundo espiritual. El alumno debía aprender primero los hechos y las leyes del mundo espiritual y, a continuación, mediante ejercicios que se le prescribían, crear los órganos necesarios para poder ver dentro de ese mundo espiritual.

Y ahora les contaré el acto final. Deben recordar que el dormir del ser humano consiste en que el cuerpo astral se separa del cuerpo etérico y físico, y que la muerte consiste en que el cuerpo físico permanece solo y los cuerpos etérico y astral se unen. Ahora bien, el guía de los misterios, el hierofante, trataba al ser humano mediante los métodos correspondientes que se podían aplicar, de tal manera que el cuerpo físico permanecía como muerto durante tres días y medio, y el cuerpo etérico con el resto de los miembros del ser humano se encontraba fuera. No se trataba ni de un sueño ni de una muerte, sino de una tercera cosa. Todo estaba preparado para que el ser humano pudiera realizar durante esos tres días y medio el viaje por los mundos superiores; ahora, bajo la guía del hierofante iniciador, aprendía a conocer las cosas que también hemos descrito en las conferencias anteriores. Todo ello lo aprendía a través de su propia observación. Al cabo de tres días y medio era un ser humano renacido dos veces. Cuando regresaba, recordaba todo lo que había experimentado en los mundos del más allá; ahora era un testigo vivo de que esos mundos existen. Sus palabras eran ahora diferentes de las que había pronunciado antes. Se había vuelto «bienaventurado» y se le podía aplicar la frase: «Bienaventurados los que ven».

Cuando regresaba, recibía un nombre completamente nuevo; abandonaba su nombre anterior y continuaba como iniciado con su nuevo nombre. Y se producía un fenómeno peculiar cuando descendía y volvía a ocupar su cuerpo físico, cuando podía volver a vivir en el mundo físico. Entonces, a todos se les escapaba, —era la ley—, una única exclamación, que en español sería: «¡Dios mío, Dios mío, cómo me has glorificado!». Esto es lo que sentía una persona que había llegado tan lejos; decía de sí misma: todo lo que aún quedaba del amor primigenio, lo que debía ser implantado en el ser humano a través de la sangre, debe ser sustituido en mí por un amor que no conoce diferencias entre madre, hermano, hermana y los demás seres humanos. — Había abandonado espiritualmente a sus padres, a su mujer y a su hijo, a su hermano y a su hermana, y se había convertido en un seguidor del Espíritu. Se decía que Cristo había cobrado vida en él.

Todo esto había tenido lugar en el secreto de los misterios. Esas personas eran los testigos del mundo espiritual. Esas personas eran también profetas, pues anunciaban un acontecimiento venidero, que no es otro que el misterio del Gólgota. Lo que sucedió para cada individuo en las escuelas de misterios, se llevó a cabo para todo el mundo en el mundo físico en Palestina. Si hoy pudieran tomar las reglas para los antiguos iniciados, verían que esas reglas concluyeron con esos tres días y medio: nunca antes había sucedido eso en el plano físico. Con ello comenzó una nueva época. De modo que se puede decir: todas las iniciaciones fueron anuncios proféticos de lo que se llevó a cabo en el misterio del Gólgota; y solo pudo suceder porque una individualidad tan amplia como la del regente de los espíritus solares se encarnó en el cuerpo de Jesús de Nazaret. Ningún yo humano como el que tenemos nosotros habría podido llevar a cabo jamás lo que ocurrió en el Gólgota. Para ello se necesitaba un yo que ya hubiera avanzado tanto en el sol en aquella época.

De esta manera comprendemos la divinidad humana de Cristo Jesús, que en los tiempos modernos se niega tan fácilmente porque ya no se es capaz de adentrarse en las profundidades del mundo espiritual. Y así, cuando consideramos el asunto desde la perspectiva adecuada, vemos que en el Gólgota tuvo lugar algo cuyo significado trasciende con creces cualquier otro acontecimiento.

Entre los espíritus más recientes, solo Richard Wagner intuyó de nuevo algo del significado de la sangre. Les he explicado cómo la vida glandular del ser humano es la expresión del cuerpo etérico, la vida nerviosa la expresión del cuerpo astral y que la vida sanguínea es la expresión del yo. Les he mostrado cómo, en la evolución de la sangre, si Cristo no hubiera venido, se habría producido una involución hacia un mayor egoísmo; el yo habría aumentado cada vez más el egoísmo, la obsesión por el yo. Era necesario que la sangre que sobraba en la humanidad se derramara, se sacrificara, para que no se sumergiera por completo en el egoísmo. El verdadero místico ve en la sangre que brota de las heridas del Redentor la sangre sobrante que debía fluir para que la humanidad no cayera en el egoísmo, para que un amor fraternal espiritual y anímico pudiera abarcar a toda la humanidad. Así ve el científico espiritual la sangre que brota de la cruz, que tuvo que ser tomada de la humanidad para que esta pudiera elevarse por encima de lo material. De este modo, en lugar del amor que se mantenía unido por la sangre, se erige un amor futuro que va de persona a persona. Y solo así se puede entender la palabra de Cristo Jesús: «El que no deja a su padre y a su madre, a su hermano y a su hermana, a su mujer y a sus hijos, no puede ser mi discípulo». Esto solo puede entenderse de la siguiente manera: mediante el acto del Gólgota se supera todo lo que antes debía consolidarse mediante la sangre familiar, mediante el amor familiar. Quien sustituyó en este lugar el nuevo amor espiritual y anímico, pudo decir que el antiguo amor debía abandonarse. Así es la relación.

La aparición del Cristo Jesús es en sí misma un hecho místico profundo y solo puede entenderse si no se le aplica el criterio de la ciencia natural. Quien lo hiciera sería como quien mira una lágrima y solo la juzga según la ley de la gravedad, sin querer verla como una expresión del alma. 

Esas cosas solo pueden comprenderse con la ciencia espiritual. Por eso, la aparición de Cristo Jesús en la Tierra se diferencia de la de todos los demás fundadores de religiones. Lo que los demás han dado es una doctrina. En el caso de Cristo Jesús, se puede decir realmente que casi todas las palabras que pronunció ya se habían dicho antes en algún contexto. En el caso de Hermes y Buda, lo importante es lo que dijeron; en el caso de Cristo Jesús, lo importante es que estuvo allí, que vivió y que se consumó el misterio del Gólgota.

 Por lo tanto, quien quiera ser cristiano en el sentido espiritual correcto, lo es por creer en la divinidad del mismo Jesucristo. Los primeros discípulos no solo decían: «Hemos sido enviados para proclamar la palabra», sino que debían dar testimonio de su existencia: «Nosotros mismos hemos oído las palabras y hemos puesto nuestras manos en sus heridas». Lo importante es la existencia. Si eliminamos a los fundadores de las otras religiones, no perderíamos nada. Imaginen que Cristo Jesús no existiera, ¡y el cristianismo no existiría! Esa es la diferencia. Por eso, por mucho que personas como Darwin, Strauss, Drews y otros proclamen que todas las demás doctrinas religiosas se pueden encontrar en el cristianismo, eso no es lo importante; lo importante es que Él existió y que lo que había sido anunciado previamente por los profetas se convirtió en realidad. Así, el cristianismo no es una doctrina, sino una fuerza. Si pudieran elevarse desde aquí a otro planeta, verían no solo la Tierra, sino también el cuerpo etérico y astral de la Tierra, la Tierra espiritual más allá de la física; y si pudieran permanecer en este planeta durante milenios, desde antes de la aparición de Cristo Jesús, habrían visto cómo, en el espíritu de la propia Tierra, el color del cuerpo astral ha cambiado debido a la presencia de Cristo Jesús. La Tierra realmente ha cambiado; y los seres humanos que viven después de la aparición de Cristo Jesús viven en una Tierra transformada y, por lo tanto, se han vuelto capaces de superar el descenso más profundo del espíritu. Antes, para saber algo al respecto, había que ser elevado al mundo espiritual; en el cristianismo, el misterio mismo ha descendido. Para los ojos físicos, fue un acontecimiento histórico. La deidad tuvo que descender para llevar a la humanidad del mundo físico de vuelta al mundo espiritual.

 Así se describe el cristianismo en el evangelio más puro, el evangelio de Juan. No es solo una obra de ficción, sino un libro sobre la vida. Solo quien lo ha experimentado sabe lo que es el evangelio de Juan; y cuando se experimenta, se puede proclamar como verdad propia todo lo que se ha dicho hoy.

Ahora me gustaría mostrar brevemente cómo el ser humano puede llegar a los conocimientos del cristianismo.

Entre muchos libros, el Evangelio de Juan es el que indica los métodos con los que se pueden sondear las profundidades del cristianismo. Incluso cuando el cristianismo aún no existía en su forma actual, ya se enseñaba en las escuelas; así lo hizo Dionisio el Areopagita, discípulo del apóstol Pablo. En la antigüedad era habitual, a lo largo de los siglos, dar el mismo nombre al verdadero portador de los misterios, de modo que aquel que heredaba los secretos y los escribía también era llamado así.

Quien, desde el punto de vista esotérico, se sumerge en las primeras palabras del Evangelio de Juan, experimenta que estas tienen un poder despertador en su interior. Sin embargo, hay que aplicar el Evangelio de Juan tal y como se aplicaba originalmente, y hay que tener la paciencia de tomar una y otra vez las primeras frases del Evangelio de Juan como material de meditación y dejarlas pasar cada mañana por el alma. Entonces se obtiene una fuerza que saca a la luz poderes ocultos en lo más profundo de nuestra alma. Sin embargo, es necesario disponer de una traducción correcta. Deben expresar aproximadamente en términos apropiados de nuestra lengua lo que realmente decía el texto original. En una traducción lo más correcta posible, me gustaría señalarles que las palabras caracterizan la vida espiritual real del Evangelio de Juan:

«En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios.
Este estaba en el principio con Dios.
Todo fue hecho por él, y sin él nada de lo que ha sido hecho se habría hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz resplandeció en las tinieblas, pero las tinieblas no la comprendieron.
Hubo un hombre enviado por Dios, cuyo nombre era Juan.
Este vino para dar testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
Él no era la luz, sino un testigo de la luz. Porque la luz verdadera, que alumbra a todos los hombres, venía a el mundo. Estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de él, pero el mundo no lo conoció.
Vino a los hombres, vino a los egoístas, pero los hombres, los egoístas, no lo recibieron.
Pero los que lo recibieron, pudieron manifestarse como hijos de Dios.
Los que creyeron en su nombre no son de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios.
Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos oído su enseñanza, la enseñanza del Hijo único del Padre, lleno de devoción y verdad».

Ahora podría decirles muchas cosas sobre cómo deberían sumergirse en cada uno de los capítulos del Evangelio de Juan. Solo quiero darles una muestra de cómo deberían utilizar los capítulos a partir del decimotercero si fueran verdaderos discípulos de la iniciación cristiana. Lo que les digo con palabras ha sucedido en la realidad. Para que lo comprendan mejor, lo voy a presentar en forma de diálogo, lo que les dará una idea de lo que sucedió entre el maestro y el discípulo.

Entonces el maestro le decía al alumno: «Debes desarrollar un sentimiento en tu interior, pensar lo siguiente: debes ponerte en el lugar de la planta. Si ella tuviera conciencia como tú y pudiera mirar hacia abajo, hacia las piedras, diría: “Piedra muerta, eres un ser inferior a mí en la escala de los seres; yo soy superior”. Pero, ¿podría yo estar aquí hoy como planta si tú no estuvieras aquí ahora como piedra? Obtengo mis jugos nutritivos de ti. No podría existir sin lo que es inferior a mí». Y si la planta pudiera sentir, diría: «Es cierto que soy superior a la piedra, pero me inclino ante ella con humildad, ya que la piedra me ha hecho posible la existencia». — Del mismo modo, el animal tendría que inclinarse ante la planta y decir: Sin ti, planta, yo no podría existir, aunque soy más alto que tú. Le debo mi existencia a los seres inferiores. Me inclino ante ti con humildad.

Ahora pasemos a los seres humanos, a los más diversos, a los inferiores y a los superiores. ¿Qué debería decir cada uno de los que se encuentran en un nivel de desarrollo algo más elevado que los demás? Al igual que la planta se inclina ante el mineral, y el animal ante la planta, cada ser humano que se encuentra en un nivel superior debería inclinarse ante los inferiores y decirles: «Es cierto que eres inferior, pero te debo a ti el hecho de que yo pueda estar aquí».

Ahora piensen en esto llevado al extremo, hasta Cristo Jesús, y tendrán la relación de Cristo Jesús con los apóstoles, con los que estaba y ante los que se inclinó, como la planta ante el mineral, y les lavó los pies: «De vosotros he salido, me inclino ante vosotros».

El discípulo tuvo que pasar por todos estos sentimientos a lo largo de largos períodos de tiempo. Y este sentimiento tenía que hacerse cada vez más vivo; entonces despertaba en el primer grado de la iniciación cristiana. Esto se puede sentir a través de un síntoma externo y otro interno: el externo es que el alumno realmente siente durante un tiempo como si sus pies estuvieran rodeados por el elemento acuoso. Y el síntoma interno es que él mismo experimenta el capítulo trece del Evangelio de Juan como una visión interna en el plano astral.

Luego seguían adelante. El maestro le decía al alumno: «Aún debes experimentar más cosas; ahora debes imaginar que te invaden por todas partes sufrimientos y dolores físicos y espirituales. Debes hacerte fuerte contra todo, de modo que puedas decir: «Por muchos dolores y sufrimientos que me invadan, me mantengo erguido y no me dejo derribar». A esto se le llama «flagelación». El síntoma externo de ello es que se siente algo parecido a un dolor en la piel, lo cual es una señal de que el alma está preparada. Y el síntoma interno es que uno se ve a sí mismo flagelado en el plano astral. Pero lo esencial es lo que el alma ha logrado en su experiencia interior.

Lo tercero que el alumno escucha del maestro es lo siguiente: ahora debes desarrollar la sensación de que no solo debes resistir todos los dolores que te abruman, sino que debes permanecer firme, aunque lo más sagrado en ti sea arrastrado por el polvo. Debes permanecer tan fuerte que todas las personas puedan decirte: eso no vale nada. Incluso si las personas lo pisotean, tienes que saber lo que vale y ser capaz de resistir contra todo el mundo». Cuando el alumno lo había logrado, se decía que había experimentado la «coronación de espinas». El síntoma externo es una sensación similar a un cierto dolor en la cabeza, y el síntoma interno es que uno se ve a sí mismo en la situación del Salvador coronado de espinas.

La cuarta es la siguiente: el maestro le dice al alumno: «Debes adquirir una relación completamente nueva con tu cuerpo. Vives en tu cuerpo, pero ahora debes considerarlo como algo completamente ajeno, del mismo modo que la mesa que tienes delante es algo ajeno para ti, e incluso debes aprender a decir: «Llevo mi cuerpo por el mundo». Debe ser algo tan ajeno para ti como cualquier otro objeto externo. Entonces se decía que se había experimentado la «crucifixión». Al igual que el Salvador llevó la cruz, uno llevaba su propio cuerpo como si fuera un trozo de madera. El síntoma externo de la crucifixión son los estigmas. El discípulo es capaz de provocar arbitrariamente en la meditación las marcas de sangre en sus manos, pies y lado derecho del pecho; aparecen las manchas rojas que recuerdan las heridas de la cruz. Esta «prueba de sangre» es un síntoma externo de que se ha conocido la esencia interna del cristianismo. Y la experiencia interna es: uno se ve a sí mismo colgado en la cruz en una visión astral.

La quinta etapa es lo que se denomina «muerte mística». Solo se puede describir de forma aproximada. La muerte mística consiste en que, en realidad, el ser humano tiene la sensación de que todo el mundo se ha sumido en una oscuridad total y se encuentra ante una pared negra. Todo el mundo sensorial parece haberse extinguido y hundido; eso es lo que se puede experimentar. En ese momento se aprende, —lo que en realidad solo se puede aprender a través de este acontecimiento—, todo lo malo y lo perverso que puede haber en el mundo. Para conocer la vida, hay que pasar por esto. Se le llama «descender al infierno». Luego sigue un acontecimiento peculiar: lo ves, como extendido ante tus ojos. Esa pared se abre: es el «desgarramiento del velo del templo», y entonces miras hacia arriba, al mundo espiritual. A eso se le llama «la muerte mística y el desgarramiento del velo».

La sexta etapa es la «sepultura y resurrección», en la que el ser humano, además de los sentimientos anteriores, adquiere el sentimiento de que los demás objetos externos siguen siendo algo que le pertenece, como si fueran parte de su cuerpo, en el que toda la Tierra sigue perteneciéndole. Así como el dedo podría decir: «Solo soy un dedo porque formo parte del organismo de la mano», el ser humano solo está en la Tierra porque pertenece a la Tierra. Los seres humanos pueden caminar por la Tierra y, por eso, se consideran independientes. Cuando uno se impregna de este sentimiento de que todo nos pertenece, se produce lo que se denomina «entierro»: descansamos espiritual y anímicamente en la Tierra, y solo después resucitamos, por así decirlo, de manera espiritual. Solo entonces comprendemos la acción de Cristo Jesús, que se unió a la Tierra a través de la muerte y, así como en otro tiempo fue regente del sol, ahora se ha convertido en el espíritu de la Tierra. Y hay que tomar al pie de la letra las palabras del Evangelio de Juan: «El que come mi pan, me pisotea». Si entienden a Cristo Jesús como el espíritu planetario más elevado de la tierra y a la tierra como su cuerpo, entonces comprenderán también que literalmente pisotean el cuerpo de Cristo Jesús. Y se unirán a él cuando experimenten el entierro de esta sexta etapa.

Luego viene el séptimo nivel, la «Ascensión», que con razón no se puede describir, porque solo podría entenderla quien fuera capaz de pensar sin utilizar el cerebro.

 Les he descrito cómo se llevaba a cabo la iniciación cristiana. De este modo, el discípulo adquiría lo que se denomina «el ojo de Cristo». Si no tuvieran ojos, todo a su alrededor estaría a oscuras; del mismo modo que sin ojos no podrían ver el sol, sin el órgano de Cristo tampoco podrían percibir a Cristo. El ojo nace de la luz para la luz. La luz es la causa de la visión. El sol debe estar presente en el exterior como sol real, y este sol real lo experimenta usted en su ojo. Lo mismo ocurre con el ojo espiritual. Es solo palabrería vacía hablar únicamente del Cristo «interior»; sería lo mismo que hablar del ojo sin que existiera el sol. El ser humano puede adquirir la capacidad de ver al Cristo mediante los ejercicios que se describen a continuación; pero el poder para hacerlo proviene del Cristo histórico mismo. El Cristo se relaciona con la formación del órgano crístico en el ser humano de la misma manera que el sol se relaciona con el ojo.

No se trata aquí de dar instrucciones, sino de exponer hechos. Sin embargo, es necesario conocer lo que hay en el mundo. Y para ello sirven estas conferencias, para que se aprenda a reconocer de qué profundidades se nutre el verdadero espíritu cristiano y cómo el Evangelio de Juan contiene los métodos de la iniciación cristiana, a través de los cuales el ser humano obtiene el ojo que puede ver al mismo Cristo. Pero aquellos que quieran anunciarlo deben haber convivido con él de alguna manera, realmente, no solo en la fe.

Para describir lo que hay en el mundo, consideren la conferencia de hoy; que en el mundo espiritual es como Goethe lo caracterizó maravillosamente. Él pronunció las hermosas palabras que se aplican a todas las ciencias naturales y a todas las ciencias espirituales:

Si el ojo no tuviera propiedades solares,
¿cómo podríamos ver la luz?
Si en nosotros no viviera el propio poder de Dios,
¿cómo podría deleitarnos lo divino?

Las cosas y los seres deben estar ahí fuera, en el mundo; él crea los órganos y las capacidades. Sin el sol no hay ojo, pero tampoco hay capacidad para ver el sol. Sin Cristo Jesús no hay órgano para ver a Cristo, ¡pero tampoco hay posibilidad de desarrollar el órgano!

Traducido por J.Luelmo dic, 2025