GA346 2ª conf. la transubstanciación en las diferentes épocas de Misterios

Rudolf Steiner

Cambios en la experimentación de la Transubstanciación en las diferentes épocas de Misterios.

Dornach, 6 de septiembre de 1924

Segunda conferencia

Miraremos primero con más detenimiento la conexión entre el Acto de Consagración del Hombre y lo que se entiende por apocalipsis, o revelación, antes de considerar el Libro del Apocalipsis de Juan, y su importancia para el trabajo presente y futuro del sacerdote.

Ayer nuestra tarea fue señalar las tres épocas pasadas de los Misterios en cuanto que buscaban usar lo que tenía lugar dentro del sacerdote para transportarle a una actitud apocalíptica. Hablamos de Misterios muy antiguos en que los dioses mismos descendían para trabajar en los Misterios junto con los seres humanos. También hablamos de Misterios semi-antiguos en los que los dioses enviaban sus fuerzas hacia abajo, de tal modo que al vivir en estas fuerzas divinas los seres humanos fueron capaces de trabajar junto con los dioses en el cosmos.

Señalé que el sendero comenzó a conducir en la dirección contraria en la tercera época, la de los Misterios semi-nuevos. Aquí el ser humano moldeaba las fuerzas, que él mismo tenía que desarrollar primero, de una manera tal que le condujeran arriba hacia los dioses. Vemos cómo al entonar el Verbo mágico en el culto ceremonial –ya fuera pronunciando el Verbo mágico en el humo como mencioné ayer, causando que la Imaginación apareciera en el humo a través del Verbo, ya fuera el Verbo mismo vivido directamente en la actitud anímica completa del ser humano- el ser humano buscaba el sendero hacia lo divino, hacia las fuerzas espirituales del cosmos de tal manera que era en el Verbo en el que uno veía la actuación del mundo espiritual divino.

Este desarrollo de un sentido religioso específico por los seres humanos –algo que sólo puede ser descrito separadamente- estaba siempre en paralelo a la precondición necesaria para ello: una particular forma de Transubstanciación que era el punto focal del sagrado acto de consagración del hombre. Los sacerdotes hoy y en el futuro cercano están llamados a experimentar esta Transubstanciación, y con ella todo lo que pertenece verdaderamente al trabajo del sacerdote, en una nueva forma. Esto no será fácilmente posible sin una profunda comprensión de en qué consisten la Transubstanciación y el apocalipsis en la vida real en las cuatro etapas sucesivas de la evolución humana.

Hemos visto un aspecto: el Acto de Consagración del Hombre y la forma más antigua de producir la Transubstanciación. Vemos que los tiempos en que los dioses encuentran el camino hasta los seres humanos son aquellos que representan la diferencia entre lo que los seres humanos pueden calcular como la secuencia de las estaciones en el curso del año y lo que tiene lugar en el cosmos. Los dioses descendían en aquellos períodos sagrados del tiempo que eran como apartados, aquellos períodos sagrados en los que el ser humano tenía que insertar algo porque el curso del cosmos no coincidía con sus cálculos. Durante aquellos períodos en que los seres humanos tenían que situarse directamente bajo la influencia del cosmos para llevar a cabo la Transubstanciación, preservaban parte de las sustancias que eran entonces transformadas por el cosmos para poder utilizarlas y producir la Transubstanciación en las estaciones sucesivas.

El lugar apropiado en que debían estar los sacerdotes y los profanos cuando la Transubstanciación tenía lugar era bajo tierra, en cavernas en los acantilados. En los tiempos de los antiguos Misterios cuando se desarrolló la plena consciencia de la presencia de los dioses y el significado de la Transubstanciación, vemos por todas partes que la gente procuraba celebrar la ceremonia sagrada en templos de roca, en templos subterráneos.

El hecho de que procuraran hacer esto está relacionado con las experiencias que los sacerdotes tenían durante la Transubstanciación. En la Transubstanciación la substancialidad de la materia terrenal era transformada. De hecho, el proceso completo incluía el hecho de ingerir la sustancia que ha experimentado la Transubstanciación, de tal modo que en este sentido las dos partes principales del Acto de Consagración del Hombre –la Transubstanciación y la Comunión- forman una unidad, con la lectura del Evangelio y el Ofertorio como preparación. Si contemplamos de esta manera la Transubstanciación y la Comunión como un único acto sacerdotal, un acto único dentro del ceremonial del culto, podemos apuntar a la interpretación adoptada por aquellos en los Misterios más antiguos que eran conocidos como los ‘Padres’. Esto era un grado obtenido en la iniciación, el grado de ‘Padre’. Esta designación, ‘Padre’, sigue siendo hasta este día el nombre de los sacerdotes en muchas confesiones.

Cuando celebraba la Transubstanciación en el templo subterráneo, el templo de roca, el sacerdote experimentaba cómo su organismo físico se hacía uno con toda la tierra. Por eso se utilizaban templos en las rocas, templos subterráneos. Incluso cuando vivimos entre el nacimiento y la muerte en nuestra consciencia terrenal ordinaria debemos, después de todo, sentirnos en realidad uno con el cosmos a nuestro alrededor. Así es como ha sido a lo largo de toda la evolución terrenal de la humanidad.

El aire que tenéis ahora dentro de vuestro cuerpo estaba hace un momento fuera de él, y dentro de un instante estará fuera de nuevo. El aire dentro de vuestro cuerpo forma una totalidad con el aire fuera de vuestro cuerpo. El fenómeno completo es como sigue: Hay un océano de aire, y cuando inspiráis, una parte de este océano de aire se transforma en vuestro interior. El aire es inhalado, se filtra hasta el último resquicio, llenándoos enteramente y convirtiéndose en una forma humana. Esta forma humana se disuelve una vez más en el océano de aire cuando lo exhaláis. El ser humano aeriforme viene constantemente al ser y muere de nuevo, sólo que no somos conscientes de lo que está sucediendo.

Cuando los antiguos yoguis Indios hacían sus ejercicios respiratorios eran conscientes de lo que estaba sucediendo. No se sentían separados del océano de aire de la tierra; se sentían uno con él; en cada sístole y diástole sentían un continuo venir al ser y morir del ser humano aeriforme. Esto puede sentirse muy fácilmente simplemente efectuando ejercicios respiratorios, sólo que ya no es algo apropiado para las personas de estos días.

El ser humano del mundo físico no es únicamente un ser humano terrenal. Es un ser humano terrenal cuando lo que llamamos el cuerpo físico está activo fundamentalmente en él, pero también es un ser humano fluido. El ser humano completo está lleno de fluido circulante, de tal modo que el ser humano terrenal y el ser humano fluido actúan y se influencian el uno sobre el otro mutuamente. El ser humano fluido depende fundamentalmente del cuerpo etérico, pues las fuerzas del cuerpo etérico actúan menos en lo que es sólido y más en lo que es líquido.

Además también tenemos en nuestro interior el ser humano aeriforme y el ser humano calórico. El ser humano aeriforme que se ocupa de la respiración está bajo la influencia del cuerpo astral, y el ser humano calórico está principalmente influido por el trabajo de la organización del ‘Yo’. Sólo necesitáis considerar los diferentes grados de calor que encontráis cuando tomáis la temperatura de diferentes partes de vuestro cuerpo, externa o internamente. Incluso este método bastante tosco de medir la temperatura muestra que el ser humano es un organismo calórico diferenciado.

Así encontramos los cuatro elementos en el ser humano: la tierra influida por el cuerpo físico, el agua influida por el cuerpo etérico, el aire influido por el cuerpo astral y el calor, el fuego, influido por la organización del ‘Yo’.

Lo que sucedió con los antiguos ‘Padres’ a través de la Transubstanciación combinada con la Comunión fue que sintieron su organización física en sus vínculos con la tierra cuando bajaron al templo de roca o al templo subterráneo para hacerse uno con esta evolución terrestre.

Todo lo que la gente piensa hoy sobre la naturaleza de su propio ser –piensan ‘científicamente’, eso dicen- es en realidad completamente erróneo, o incluso tonterías, pues realmente hemos de tener imágenes interiores bastante distintas del ser humano. Estas imágenes interiores son lo que surgió en los antiguos ‘Padres’ desde el sagrado sacrificio para la consagración del hombre a través de una visión directa provocada por la Transubstanciación. Ellos sabían que no solo respiramos aire a través de nuestros órganos respiratorios, sino que también asimilamos incesantemente todo tipo de sustancias del cosmos a través de nuestros órganos sensoriales, a través de nuestro pelo, a través de nuestra piel todo tipo de sustancias son incesantemente absorbidas del cosmos. Igual que alguien respirando conscientemente siente el aire al ser inhalado dentro de sus órganos respiratorios, del mismo modo el sacerdote sentía en los tiempos antiguos las sustancias del ambiente silíceo, en el que se encontraba en el templo subterráneo de la consagración, entrando y llenando su organismo nervioso y sensorial. Igual que el ser humano aeriforme siente el aire moviéndose cuando respira conscientemente, del mismo modo estas sustancias llenan el organismo completo. Los sacerdotes de los tiempos antiguos sabían que nuestro sistema metabólico y nuestras extremidades no reciben nada en su estructura de lo que comemos. Nada de lo que comemos va a nuestro sistema de extremidades y metabólico.

Las sustancias son absorbidas del cosmos. Toda la actual teoría nutricional es falsa. El ‘Padre’, mientras celebraba el ritual, sentía lo que es comido y transformado por el sistema digestivo moviéndose hacia arriba desde el ser humano metabólico dentro del ser humano de los nervios y los sentidos, especialmente la cabeza. Él sabía: Lo que como es transformado en mí en la sustancia de mi cabeza y todo lo que está conectado con ella; lo que construye los órganos en mí, que se ocupan de el metabolismo es absorbido desde el cosmos a través de una forma más sutil de respiración. Él sentía las sustancias del cosmos siendo absorbidas desde todas partes a través de los sentidos y los nervios y entonces iban a constituir su sistema metabólico y sus miembros. Él sentía la corriente descendente que se origina a partir de todas las direcciones del cosmos y fluye en su organismo desde arriba hacia abajo. Y sentía cómo lo que tomamos directamente en forma de alimento es transformado primero dentro de nuestro cuerpo antes de volverse en la dirección opuesta para ir a constituir la parte superior de nuestro ser humano.

Cuando celebraba la Transubstanciación, el ‘Padre’ tenía dos corrientes en su interior, una fluyendo hacia arriba, la otra hacia abajo. Cuando procedía entonces a la Comunión él sabía, al haberse hecho consciente de su cuerpo físico en estas corrientes, que estaba vinculado al cosmos. Lo que acababa de recibir a través de la celebración en el altar lo incorporaba en las corrientes descendentes y ascendentes de su interior; habiéndose hecho uno con la tierra, incorporaba lo que había preparado en el altar dentro de las corrientes que pertenecían tanto a la tierra como a su cuerpo, lo incorporaba en lo divino de la tierra, que es un espejo del universo. Él mismo sabía que era uno con el universo, con aquello que estaba fuera de él. Él sabía que esta Comida, en la que él había participado de esta manera, era una Comida solemnizada por su ser humano cósmico. Por medio de lo que estaba fluyendo en las corrientes ascendentes y descendentes él sentía florecer en su interior al ser humano divino que estaba autorizado a ser un compañero de los dioses que habían descendido. Sentía que estaba siendo transformado en un ser humano divino, que él mismo estaba siendo transubstanciado por los dioses en su cuerpo físico. Este era el momento en el que hablaba desde las profundidades de su corazón: yo no soy ahora el que camina en el mundo físico; yo soy aquél en el que está viviendo el dios que ha descendido. Soy Aquél cuyo nombre está compuesto por todos los sonidos del habla, Aquél que estaba en el principio, que está en el medio y que estará en el final. Yo soy el Alfa y el Omega.

De la manera en que su ser interior tomaba forma, por medio de esta forma de sentir todas las cosas, dependía el grado hasta el cual era realmente capaz de participar de los secretos del cosmos, en lo divino que actúa y crea en el cosmos, en la revelación de fuerzas, sustancias y seres en el cosmos bajo la influencia de la creatividad divina, espiritual. Esto era lo que significaba desempeñar el trabajo de sacerdote en los antiguos Misterios.

En los Misterios semi-antiguos los templos ya no eran construidos bajo tierra, o si lo eran, se hacía a partir de una tradición que ya no se comprendía; la tradición continuaba pero el contenido viviente se había perdido. En los templos que se habían ahora levantado en la superficie de la tierra se daba gran importancia a todo lo relacionado con el agua consagrada, con las abluciones y otras ceremonias que involucraban el agua.

Estas tradiciones aún perduran hoy en la forma en que se realiza el bautismo por inmersión en el agua. Lo que el sacerdote celebraba tenía ahora menos que ver con el elemento real y más con el hecho de que a través de la fuerza interna invocada en la celebración, el ser humano fluido, aquél en que las fuerzas del cuerpo etérico estaban en acción, ahora se hacía uno con el universo. Cuando se lograba la Transubstanciación en aquellos tiempos y cuando todo lo que la precedía y venía después de ella tenía que ver con el elemento fluido de una manera u otra, el ser humano sentía de nuevo cómo la organización del cuerpo etérico estaba actuando en él, esta vez temporalmente. A través del cumplimiento de la Transubstanciación el ser humano sentía cómo su crecimiento desde la niñez hacia delante tomaba forma bajo la influencia del elemento fluido, cómo se moldeaba a sí mismo cada vez más y cómo el cuerpo etérico está activo en este fluir desde el pasado a través del presente y hacia el futuro.

Igual que los sacerdotes de los tiempos antiguos sentían a través de su cuerpo físico que eran uno con el elemento tierra, del mismo modo el que celebraba la Transubstanciación en los Misterios semiantiguos de la segunda época de Misterios se sentía uno con todo lo que es acuoso en el cosmos entero.

Dentro de sí mismo sentía las fuerzas del crecimiento de todas las cosas vivas que germinan, brotan, crecen y se despliegan para convertirse en un organismo desarrollado, y contrayéndose después en una semilla. Al celebrar la Transubstanciación él sentía esta actividad germinal, viviente y decadente. En todo momento era capaz de decirse a sí mismo: Ahora sé cómo los seres crecen en el mundo y cómo los seres mueren en el mundo. Las fuerzas elevadoras y descendentes de lo etérico estaban activas en él. Podríais decir que sentía la eternidad en la sagrada Transubstanciación.

Tomando la Transubstanciación y la Comunión una vez más como un único acto de consagración, una sola celebración, el sacerdote sabía que las sustancias transformadas en la forma descrita ayer se estaban fundiendo con su ser humano etérico, fluido. Él se sentía uno con todo lo que preserva la inmortalidad, que viene al ser y muere de nuevo, que nace y muere en el universo. El nacimiento y la muerte vagan sobre el altar y hacia abajo desde el altar hacia la multitud de fieles y entre ella. A través de uno fluían sentimientos de eternidad, y era este ser atravesado por sentimientos de eternidad que ocupaban el lugar de lo que sucedía antiguamente, cuando había sido un sentimiento de ser uno con el cosmos entero a través de la tierra.

Cuando llegó el tercer período, el ser humano iba a experimentar conscientemente a través del sagrado acto de consagración del hombre cómo él se hacía uno con el elemento aéreo, y a través del elemento aéreo con el cosmos.

Allá en Oriente cuando un individuo se esforzaba en soledad como un yogui, éste utilizaba un método diferente para hacerse consciente de la corriente de las fuerzas cósmicas divinas, espirituales, suprasensibles mediante la inhalación y la exhalación. Él tenía un control directo de la respiración. En Asia Occidental e, incluso aún más, en Europa occidental, no había un control directo de la respiración indiferenciada; aquí el Verbo mágico era entonado con la respiración. Así la respiración, el aire fluyendo dentro y fuera del ser humano, era controlada con el Verbo mágico, el Verbo cultual. De esta manera sucedió que el esfuerzo ascendente de las fuerzas humanas hacia las fuerzas divinas se experimentaba, se revelaba, ya fuera en lo que se pronunciaba en el humo sacrificial o directamente a través de la entonación del Verbo mágico, cultual. Uno se sentía como si estuviera entonando el Verbo mágico, cultual, las palabras de la plegaria. En general toda plegaria significa lo siguiente. Significa que el ser humano está esforzándose en elevarse con sus fuerzas a la región divina, espiritual; allí se encuentra con los dioses. Y cuando él entona allí el Verbo ya no es él quien habla, es el dios el que habla en el Verbo cultual, revelándose en el elemento aéreo. A través de su cuerpo astral el ser humano se sentía dentro de lo que rige las fuerzas del aire.

Considerad ahora cuán tremenda, cuán fuerte fue la transición desde los Misterios semi-antiguos a los Misterios semi-nuevos, desde la segunda época a la tercera. Lo que los antiguos ‘Padres’ experimentaban era experimentado en el cuerpo físico. Era una intensificación de la actividad del cuerpo físico. Lo que el sacerdote del sol de la segunda época experimentaba, cuando entonaba el Verbo cultual y sentía la corriente de las fuerzas divinas, espirituales, se experimentaba en el cuerpo astral. Para la consciencia ordinaria el cuerpo astral, incluso entonces, era sólo relativamente un mediador de la consciencia. Sólo en los tiempos más recientes de la tercera época eran aún capaces los sacerdotes de sentir en el Verbo mágicamente pronunciado: Cuando yo hablo, el dios está hablando en mí. Pero esto se desvaneció con el tiempo. La forma en que actúa el cuerpo astral seguía siendo desconocida por la consciencia, que iba incrementándose paulatinamente. Para la consciencia de hoy en día la forma en que actúa el cuerpo astral es completamente desconocida. Por tanto, poco a poco, el contenido verbal del culto se convirtió en algo que para el elegido significaba la presencia del dios, y para aquellos que no eran elegidos se convirtió simplemente en algo que no llegaba a su consciencia.

Esto se convirtió cada vez más en la regla con un gran número de sacerdotes que servían en la iglesia Católica. El acto de consagración del hombre, la Misa, se convirtió gradualmente en algo celebrado por el sacerdote aunque él mismo ya no estaba presente en ella. Uno no puede, sin embargo, celebrar con estas Palabras entonadas sin la incorporación de seres aéreos, o, en otras palabras, sin la presencia del espíritu. No hay nada materialmente moldeado que el espíritu no tome inmediatamente como su morada. Así si el acto de consagración se celebra con el verdadero Verbo cultual, incluso por el sacerdote más indigno, hay siempre presente algo espiritual, aunque quizás no sea su alma. Por tanto, suceda lo que suceda, los creyentes están presentes en un acto espiritual si la liturgia es correcta.

Una vez que esto había decaído cada vez más en la etapa final de la tercera época, las denominaciones más racionalmente inclinadas, las denominaciones Protestantes, creyeron que podían arreglárselas sin celebrar el culto en absoluto. No había ya ninguna consciencia de la importancia del culto, de la colaboración directa, real, de los seres humanos con los dioses. Esto condujo a los tiempos de experiencia interna en los que ahora vivimos. El acto de consagración del hombre, que trae la vida divina, espiritual directamente a la tierra, se ha convertido gradualmente en algo incomprensible. Lo que debería experimentarse a través de él, es decir, el apocalipsis o la revelación, se ha hecho incomprensible.

Tales fueron, básicamente, las experiencias que aquellos de vosotros habéis tenido, vosotros que vinisteis un día y dijisteis: Debe haber una renovación Cristiana. Vosotros experimentasteis lo que vive en la civilización de hoy en día, lo que vive en la vida religiosa de hoy en día; experimentasteis la vida religiosa de todas las denominaciones como habiendo sido separadas del mundo espiritual genuino, real. Estabais buscando el camino de vuelta al mundo espiritual genuino y real.

Hemos alcanzado ahora la señal que nos conducirá directamente a las profundidades de los Misterios que están conectados con el Libro del Apocalipsis: que la Transubstanciación en la primera época está ligada con experiencias vividas con el cuerpo físico, en la segunda época las experiencias vividas con el cuerpo etérico, y en la tercera época las experiencias vividas con el cuerpo astral. Dependerá de vosotros y de vuestra experiencia interna el trabajar y entretejer del espíritu en el mundo para que el ‘Yo’ humano tome posesión del Acto de Consagración y del Libro del Apocalipsis.

Así se logrará una comprensión adecuada de la tarea a realizar a través de este movimiento para la renovación religiosa, que dependerá de lo que ha de hacerse, que ha de considerarse directamente como el desempeño de una tarea suprasensiblemente asignada a nosotros, una tarea que se sitúa al servicio de los poderes suprasensibles. Si falláis en comprender la profunda naturaleza de vuestra tarea, entonces lo que hacéis debe desvanecerse en la nada, y en tal caso habrá sido meramente una especie de inconveniente en la evolución actual del universo. En cambio si comprendéis la profunda naturaleza de vuestra tarea, sentiréis que esta tarea ha sido vinculada desde el comienzo no con el trabajo de los seres humanos, sino con el trabajo de los dioses a lo largo de la evolución de la tierra. Entonces tendréis que deciros a vosotros mismos: Hemos sido convocados para participar en dar forma a la cuarta etapa de Misterios de la evolución humana sobre la tierra. Sólo si tenéis el coraje, la fuerza, la seriedad y la perseverancia de encontrar vuestro camino de esta manera hacia vuestra tarea, sólo entonces habréis situado vuestra tarea al servicio de aquellos poderes que permitieron que el contenido de aquel culto fluyera directamente del mundo espiritual cuando nos reunimos aquí hace dos años. Sólo entonces, aquello que habéis asumido a través del contenido de este culto, una revelación proveniente del mundo espiritual que como tal irradió sus rayos sobre vosotros, será real.

Entonces sentiréis acrecentadamente que es cierto que Cristo entró primero en la vida terrenal a través de un acto cósmicamente real, telúrico. El Misterio del Gólgota existe como un hecho real. Ha llegado ya el tiempo de que los seres humanos se unan con su ‘Yo’. La manera previa en que la Sagrada Cena era recordada estaba aún inmersa en la tercera época de Misterios, la época en que el cuerpo astral mandaba y regía sobre los efectos del culto que se cumplían en el elemento aéreo. Ahora, sin embargo, es necesario que los seres humanos unan su ser interior más profundo con el Cristo con plena consciencia, y comenzar a comprender el apocalipsis, la revelación, de una forma nueva.

¿Cómo se entendía la revelación en la primera época de Misterios? Se experimentaba como la presencia de los dioses que existen al comienzo, en el medio, y al final, que son el Alfa y el Omega.

¿Cómo se entendía la presencia de los poderes divinos en la segunda etapa de Misterios? Se experimentaba en lo que resonaba a través del universo como la música de las esferas, en el Verbo cósmico fluyendo del cielo a la tierra, el Verbo que todo lo ha creado, que en todo está creando, que en todo está vivo. En aquella época la gente experimentaba en un instante lo que hay en el comienzo, en el medio y en el final. Experimentaban el Alfa y el Omega en el Verbo cósmico, universal. En cualquier momento, en estas diversas épocas, en que se mencionaba el Alfa y del Omega –utilizando diferentes sonidos del lenguaje, quizás, aunque unos sonidos bastante similares a los del idioma griego- había siempre el esfuerzo en reconocer lo que está contenido realmente en este Alfa y Omega, en este Primero y en este Último.

¿Cómo se entendía la revelación, el apocalipsis en la tercera época de Misterios? Se comprendía en que el ser humano revelaba el Verbo cultual aún sólo semi-consciente. Cuando el ser humano entonaba este Verbo cultual semi-consciente y este entonces se transubstanciaba –lo cual ilustraré en un momento- es entonces cuando el apocalipsis, la revelación era percibida durante la tercera época. Quizás alguno de vosotros, o quizás la mayoría de vosotros, habéis tenido un día en que erais receptivos con vuestros sentidos y vuestra alma a impresiones del mundo exterior. Quizás oísteis alguna música y entonces os fuisteis a dormir bajo la impresión de esta música, y entonces os despertabais de nuevo en mitad de vuestro sueño. Quizás entonces sentíais como si estuvierais viviendo en una ondulación, pero una ondulación transformada, de la sinfonía que habíais oído durante el día. Así es como era para los sacerdotes durante la tercera época de Misterios. Lo que les sucedía puede compararse con la experiencia ordinaria que acabo de describir. Celebraban el acto de consagración con el Verbo cultual, experimentando cómo el dios se hacía presente en él. Habían enviado el Verbo cultual a lo alto, y el dios había fluido en el Verbo cultual. Salían del sagrado acto de consagración con la actitud en la que es adecuado salir de él. Experimentaban en lo que había sucedido en la transubstanciación no sólo el Verbo cultual humano en el que el espíritu divino se había hecho presente; experimentaban también cómo lo que habían pronunciado se había transubstanciado, transformado. Experimentaban fluyendo hacia ellos el eco suprasensible de lo que ellos mismos habían entonado en la liturgia de la Misa, transformado ahora, y trayéndoles revelación, apocalipsis. Como un regalo por el acto de consagración apropiadamente celebrado el dios revelaba apocalipsis. Así es como el apocalipsis se sentía en la tercera época de Misterios.

El individuo que sentía que había sido hecho sacerdote a través de Jesucristo mismo, el escritor del Libro del Apocalipsis, del que nos ocuparemos, era el primero en sentir algo que apenas ninguno o sólo unos pocos habían experimentado alguna vez. Él sentía cómo el contenido apocalíptico era absorbido en su propio ‘Yo’. Pues era el cuerpo astral el que absorbía el eco del que he hablado, cuando el dios daba el contenido apocalíptico como un regalo a cambio del Verbo.

El que escribió el Libro del Apocalipsis de Juan sentía su ‘Yo’ plenamente consciente como unido con el contenido que escribió en ese Libro. El estímulo inspirador de aquel sacerdote, el autor del Libro del Apocalipsis, que sintió haber sido designado por Jesucristo mismo, vino del entonces ya extinguido servicio de consagración de Éfeso. Él mismo sentía estar dentro de una continua celebración del antiguo y sagrado acto de consagración. Al sentir que su ‘Yo’ estaba completamente lleno con el significado del acto de consagración él ahora se sentía completamente lleno con el contenido apocalíptico.

El Libro del Apocalipsis es atribuido a Juan como, en la consciencia ordinaria, sólo la pequeña palabra ‘Yo’ puede ser atribuida al ser humano. Cuando decimos ‘Yo’ expresamos la totalidad de nuestro ser interno con esta secuencia de sonidos. Esto no puede denotar otra cosa que el simple ser humano individual, que está, sin embargo, abundantemente lleno de contenido. El contenido del Libro del Apocalipsis es un contenido abundante.

Si tomamos todo lo que el sentimiento y la profundización religiosa puede darle al alma, si toda la iluminación por la que se lucha, todo esfuerzo para comprender la suprasensible, se le permite actuar en el espíritu humano, si nos permitimos entusiasmarnos por una contemplación de las tres épocas pasadas de Misterios, si lo que vivió en la primera, segunda y tercera época de Misterios puede convertirse para nosotros en un inspirador vivo para la cuarta, y si dejamos que el poder del espíritu de Dios actúe en nuestra alma de la forma en que es posible una vez más hoy, entonces experimentaremos cuantitativamente que aquí no hay sólo una Revelación sino tantas Revelaciones como Yoes humanos hay dedicados a Dios, hablando desde los sacerdotes individuales a Cristo, que ha de ser encontrado de nuevo a través de este movimiento para la renovación Cristiana.

El Libro del Apocalipsis es único en calidad, pero cuantitativamente puede convertirse en el contenido de cada alma individual de los sacerdotes. En cambio, el alma de cada individuo que celebra el Acto de Consagración del Hombre puede convertirse en un alma sacerdotal al prepararse para identificar el ‘Yo’ con el contenido del Libro del Apocalipsis. Como seres humanos somos ‘Yoes’; nos convertimos en sacerdotes en el sentido moderno de la palabra si el Libro del Apocalipsis no está simplemente escrito en el Evangelio, y también si el Libro del Apocalipsis no está sólo dentro de nuestros corazones como una obra escrita acabada, pero si el ‘Yo’ se hace consciente del hecho de que en cada momento de la vida puede, a través de su propio acto de creación, producir una reproducción del Libro del Apocalipsis.

Lo siguiente imagen, quizás algo pedante o ignorante os ayudará a comprender lo que quiero decir: alguien escribe el contenido de un libro. El libro es enviado a las imprentas, donde es impreso. Entonces un número determinado de copias, cada una separada aunque el contenido es idéntico, es enviado al mundo. Es una cosa única hacia la que nuestra atención se ve atraída al comienzo del Libro del Apocalipsis, una cosa única que fue revelada a Juan por Cristo mismo. Pues esta es ‘la revelación de Jesucristo’ recibida por su servidor Juan (Apocalipsis 1,1) El contenido es único, pero es reproducido cuando cada uno obtiene a partir de él la sabiduría de los mundos suprasensibles.

Esto es lo que significa comprender la Revelación de Juan. En el sentido más profundo de la palabra también significa comprender que Cristo nos ha consagrado y nos ha hecho así sacerdotes. Habéis sentido lo que significa cuando el escritor del apocalipsis dice que Cristo mismo le ha ungido como sacerdote. Ser ungido como sacerdote tiene lugar cuando uno siente cómo el contenido del Libro del Apocalipsis vino a la existencia en Juan. Cuando se siente que estas personas de hoy, que quieren convertirse en sacerdotes, lo hacen a través de la creación en sí mismos de la experiencia del ‘Yo’ en la Revelación, entonces el ‘Yo’ se convierte en apocalíptico; entonces el ‘Yo’ es sacerdotal1Mañana habrá más sobre todo esto.


Ser ungido tiene lugar cuando uno siente cómo el contenido del Libro del Apocalipsis vino a la existencia en Juan; tan pronto como uno siente: Estos seres humanos de hoy quieren convertirse en sacerdotes a través de la creación en sí mismos de la experiencia del ‘Yo’ mismo en la Revelación. Si el ‘Yo’ se hace apocalíptico, entonces se hace sacerdotal.


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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919