GA346 1ª conf. la transubstanciación

Rudolf Steiner

El Acto de Consagración del Hombre y el Libro del Apocalipsis. 

primera conferencia
Dornach, 5 de septiembre de 1924

Mis queridos amigos, para comenzar respondiendo a vuestras amables palabras, me gustaría deciros que es plenamente justificable que las hayáis planteado justo ahora en nombre del círculo de sacerdotes. No siempre se puede considerar plenamente justificable algo planteado con las mejores intenciones por seres humanos, pero en este caso uno puede hacerlo. Digo esto porque el impulso espiritual interno que se pretende que fluya desde el Goetheanum a través del movimiento antroposófico siempre contiene un aspecto que va mucho más allá de cualquier comprensión teórica, y ciertamente más allá de cualquier comprensión en general. Una manera de expresar de manera aproximada lo que se pretende, sería decir: Las tareas que los seres humanos deben emprender hoy están agrandándose de nuevo. Se están agrandando porque las fuerzas que una vez estuvieron disponibles en los tiempos en que la humanidad era capaz de alejarse más o menos de los impulsos de los antiguos Misterios están ahora agotadas.

Los antiguos Misterios desarrollaron sustancias divinas reales y fuerzas divinas sobre la tierra con plena realidad. La humanidad tenía que desarrollarse suficientemente pues debía haber un momento en que la gente fuera abandonada más o menos a sus propios recursos. Las fuerzas que dominaban sobre la humanidad terrenal durante aquel período intermedio de la evolución humana se han agotado ahora. Aunque no sea la más excelsa, es quizás un verdad oculta significativa, importante y de largo alcance, que las fuerzas que fueron capaces de hacerse efectivas en la evolución humana sin la ayuda de los Misterios están ahora agotadas, de tal modo que la evolución humana no puede avanzar más a menos que las fuerzas de los Misterios entren en la evolución de nuevo.

Bajo la influencia de esta verdad debe sentirse que hoy es necesario algo más que la comprensión para cualquiera que quiera trabajar a partir de la verdadera espiritualidad en cualquier rama del movimiento antroposófico. Algo nuevo debe surgir que emule la actuación de los antiguos Misterios, algo que es descrito como una ofrenda y devoción del ser humano entero, un desplegarse del ser humano entero dentro de su tarea.

Las palabras que habéis dicho no serían profundamente ciertas si no fueran completamente obvias –y es totalmente obvio- que en vuestro círculo de sacerdotes este impulso está en acción en la pura interioridad, el impulso de dar la humanidad completa de uno mismo como una ofrenda al trabajo que habéis reconocido como sagrado. Ante todos los poderes divinos que iluminan con su luz para guiar nuestro trabajo puedo decir: las palabras que habéis dicho sobre vuestro entusiasmo y devoción con la tarea expresan, genuina y honestamente, la verdad plena. Ha sido sobradamente obvio que el círculo completo de sacerdotes está repleto del esfuerzo más noble e interno –con toda la espiritualidad interna que los seres humanos tienen- para rendir los sacrificios que sean necesarios para que hoy sean plenamente fructíferos. Incluso ahora es posible decir que lo que habéis hecho es el comienzo de algo que puede traer satisfacción al ser divino del cosmos. Al decir esto estoy haciendo una afirmación importante.

Vuestro trabajo se ha quedado en Alemania, ciertamente. Pero las razones de esto serán con toda probabilidad superadas en un futuro no demasiado distante. El interés por la renovación religiosa que ardía en vuestros corazones cuando vinisteis a mí aquí, para la fundación de vuestro trabajo sacerdotal, está prendiendo en almas en amplias regiones fuera de Alemania. Cuán lejos será posible ir más allá de las fronteras de Alemania dependerá de la fuerza interna que tengáis en vuestro interior.

No podemos evitar sentirnos profundamente conmovidos en nuestros corazones cuando pensamos cómo vuestro movimiento fue inaugurado e iniciado aquí hace dos años con el sagrado Acto de Consagración del Hombre en la misma sala en que fueron vistas por primera vez las llamas que destruyeron nuestro amado Goetheanum. Como veis, ese es el punto donde la tierra está más profundamente quemada. Pero a través de vuestra hermosa devoción se ha hecho un comienzo hacia la transformación de lo que tuvo lugar en aquella sala –la primera en arder- en lo que seguramente es un sagrado acto para la tierra. Si continuáis con el sagrado celo que primero tuvo lugar en vosotros, los impulsos dentro de vuestro círculo de sacerdotes continuarán desarrollándose de manera correcta.

Habiéndonos reunido una vez más en este lugar, tendremos importantes asuntos que tratar a la luz y al calor que ha venido a nosotros a través de la Conferencia de Fundación de Navidad como una especie de compensación por nuestras pérdidas terrenales. Vamos a considerar qué podría ser una verdadera ayuda para que vosotros llevéis más lejos los impulsos de vuestras almas.

Esta vez nos esforzaremos en permitirnos que se nos aproxime el profundo contenido del Libro del Apocalipsis. Tomando el Libro del Apocalipsis como nuestro punto de partida, nos esforzaremos en traer ante nuestras almas todo aquello que en este momento del tiempo es especialmente importante para vuestro sacerdocio. Al mirar al Libro del Apocalipsis en particular, seremos capaces de centrar todo nuestro trabajo aquí en el Acto de Consagración del Hombre, que es lo que da a vuestro trabajo sacerdotal su significado y propósito. Tendremos ante nosotros por un lado el Acto de Consagración del Hombre y por el otro el Libro del Apocalipsis.

Hoy daremos ya un breve indicio sobre cómo queremos inaugurar esto, cómo queremos inaugurar el trabajo de vuestro movimiento sacerdotal. Guardaremos lo que surge en relación directa con las necesidades de vuestro trabajo como sacerdotes, lo que necesita decirse sobre los aspectos prácticos de vuestro trabajo sacerdotal, o sobre una revisión del pasado y una prospección del futuro, y tendremos todas estas cosas en el momento en que encajen naturalmente con el aspecto interno de nuestras consideraciones. Hoy comenzaré por deciros cómo plantearemos nuestro trabajo en los próximos días.

Dejadme primero saludaros a todos vosotros con todo mi corazón en el nombre de todos aquellos poderes que os han reunido aquí, quienes, como sabéis, son las multitudes de poderes que siguen a Cristo. Que ellos nos den los impulsos religiosos correctos, la sabiduría teológica correcta y los impulsos adecuados para que hoy podamos trabajar con un culto que queráis adoptar religiosa, teológica y ceremonialmente en el sentido Cristiano más profundo. Este es el sentido en el que queremos estar juntos y este es el sentido en el que el trabajo que estamos a punto de emprender juntos ha de ser moldeado.

Comenzamos señalando algo grande en nuestro tiempo, algo grande que consiste en una actitud enteramente nueva del alma humana hacia aquello que surge a través de un acto sacerdotal. Lo que está presente en la acción del sacerdote cuando se celebra el Acto de Consagración del Hombre es algo que los seres humanos siempre han buscado, desde los tiempos en que ha habido una humanidad sobre la Tierra.

Si queremos comprender la luz en la que el Acto de Consagración del Hombre debe aparecer hoy para el sacerdote que lo celebra y para el profano que lo recibe, debemos primero considerar lo que el Acto de Consagración del Hombre ha significado, significa ahora y significará en la evolución humana sobre la tierra según avance el tiempo. Pero si ha de haber una comprensión de lo que el Acto de Consagración del Hombre es hoy mientras está siendo celebrado, debemos, desde otro ángulo, también estar llenos del verdadero contenido de lo que Juan, iniciado por Cristo mismo, quiso dar a la posteridad Cristiana por medio de su Libro del Apocalipsis. Hablando estrictamente, los dos aspectos están juntos –una actitud mental adecuada al celebrar el Acto de Consagración del Hombre, y una actitud mental de imbuirse uno mismo en la sustancia del Libro del Apocalipsis-.

Por el momento, dejemos a un lado la forma específica de Apocalipsis o revelación dada a los Cristianos en el Libro del Apocalipsis de Juan. Usemos el término ‘apocalipsis’ para referirnos a todas las verdades ocultas conferidas sobre la humanidad para darla un impulso genuinamente sacerdotal para el avance de su evolución. Se puede abarcar mucho con el concepto de Apocalipsis que aparece en un resumen concentrado en el Libro del Apocalipsis de Juan en una forma que está en consonancia con el Cristo. Siempre que se ha buscado el Apocalipsis o la revelación se ha entendido que comprender profunda y plenamente el Apocalipsis sería sólo posible cuando uno permaneciese enteramente dentro del acto de consagración del hombre.

Aclararemos muchas cosas si comenzamos por afirmar que hubo, en el pasado, Misterios que llamaré los antiguos Misterios. Más que entrar en asuntos de fechas específicas, quiero describir en esta introducción simplemente las cuatro etapas sucesivas de los Misterios. Hubo Misterios antiguos, hubo Misterios semi-antiguos, hubo Misterios semi-nuevos y estamos ahora en el punto en el que comenzarán los nuevos Misterios. Tenemos así cuatro etapas de evolución en la comprensión que los seres humanos tienen del Apocalipsis o de la revelación y del acto de consagración del hombre.

Mirando los antiguos Misterios que existieron entre los seres humanos en el distante amanecer de la evolución humana sobre la tierra y que tenían la tarea de traer a los seres humanos todo lo que era sagrado, verdadero y hermoso, podemos decir: El aspecto esencial de los antiguos Misterios era la manera en que los dioses descendían desde sus divinos tronos y bajaban a los seres humanos, y la manera en que aquellos seres humanos que desempeñaban el oficio sacerdotal dentro de los Misterios se asociaban cara a cara, ser con ser, con los dioses. Igual que los seres humanos hoy se asocian unos con otros de ser a ser, de la misma manera en los Misterios de aquellos remotos tiempos los dioses se asociaban con los seres humanos y los seres humanos con los dioses.

Del mismo modo que hay leyes naturales que son válidas en el tiempo, de la misma forma hay también leyes primitivas, eternas que sin embargo, no infringen la libertad humana. Entre estas leyes eternas, primitivas, hay algunas que se relacionan con cómo los dioses se asocian con los seres humanos. Estas leyes primitivas y eternas entraron en acción cuando en los antiguos Misterios de la existencia humana primitiva los dioses mismos se asociaron con los seres humanos, y cuando todas las enseñanzas recibidas por los seres humanos tuvieron lugar entre los maestros divinos y los seres humanos mismos. Cuando el culto provocó que los poderosos dioses estuvieran suprasensiblemente allí entre los celebrantes, fue cuando se obtuvo algo en los antiguos Misterios que siempre ha dado significado al acto de consagración del hombre, es decir, la Transubstanciación. Sin embargo, ¿qué era la Transubstanciación en los antiguos Misterios?

En los antiguos Misterios, la Transubstanciación era lo que los dioses consideraban como aquello fundamental mediante lo cual entraban en asociación con los seres humanos. Las ceremonias estaban determinadas en concordancia con las leyes eternas, primitivas que acabo de mencionar. A partir de ciertas constelaciones estelares que eran conocidas para la astrología antigua genuina, y a partir de la coincidencia de estas constelaciones con condiciones que podían ser determinadas por los seres humanos, el camino estaba abierto desde los dioses a los seres humanos y viceversa.

Si podéis obtener un vistazo de la antigua cronología encontraréis que hay varias cronologías, por ejemplo, que calculan con 354 días y otras que calculan con 365 días. Se insertaron años bisiestos y semanas en estas cronologías para compensar la incompatibilidad de los cálculos humanos con el progreso del cosmos. Lo que los seres humanos eran capaces de calcular nunca se adecuaba bastante con el progreso real del cosmos. En algún que otro lugar había siempre un pequeño resto. Los sacerdotes de los antiguos Misterios prestaron particular atención a aquellos pequeños restos que sucedían cuando la cronología humana no se adecuaba con el progreso del cosmos. Al dividir el año en meses y semanas, establecían ciertos períodos en que esta disconformidad era particularmente evidente, de tal modo que tras varios meses lunares había siempre unos pocos días antes de que comenzara el nuevo año.

Alguien que quiera obtener una comprensión del progreso de la evolución humana haría bien en examinar detenidamente aquellos períodos en que los seres humanos, al añadir días o semanas de esta forma, utilizaban esto para expresar la inexactitud de los cálculos humanos con el progreso del cosmos, aquellos períodos que los sacerdotes entonces consideraban como semanas sagradas. En aquellas semanas sagradas que solían hacer obvio que el pensamiento de los dioses es diferente del pensamiento de los seres humanos, en aquellos tiempos que solían hacer obvia esta distinción, era posible, si el corazón de los dioses estaba en armonía con el corazón de los seres humanos, encontrar el sendero que conduce de los dioses a los seres humanos y viceversa.

El momento en que los dioses entraron en los Misterios fue algo que la gente fue capaz de observar a través de la antigua astrología, que les permitía comprenderlo de manera correcta. Al final de cada año, o al final de un ciclo lunar de 18 años, o al final de otros períodos, había siempre períodos sagrados que significaban la diferencia, la línea fronteriza, entre la inteligencia humana y la divina, tiempos sagrados en que los sacerdotes de los Misterios eran capaces de reconocer que los dioses podían encontrar su camino hasta ellos y en que los seres humanos podían encontrar su camino hasta los dioses.

Era en tales ocasiones cuando los sacerdotes de la antigüedad buscaban preservar las fuerzas efectivas del sol y de la luna en las sustancias con las que celebraban el acto de consagración del hombre, de tal forma que lo que habían recibido en momentos sagrados pudiera extenderse sobre las demás partes del año cuando necesitaran celebrarlo. También preservaban lo que los dioses habían hecho a partir de las sustancias y las fuerzas de la tierra durante los tiempos sagrados. Ellos conservaban el agua de esos períodos, el elemento mercurial, de tal modo que en otras ocasiones del año fueran capaces de celebrar el acto de consagración del hombre de una manera tal que contuviera la Transubstanciación de la manera en que los dioses mismos lo habían hecho en aquellos actos de consagración del hombre que habían tenido lugar en los “tiempos muertos”, como ellos llamaban, a los tiempos que eran sagrados.

Así en aquellos antiguos Misterios, en tiempos en que el lenguaje cósmico, no el humano, era normal entre los seres humanos, la gente buscaba hacer contacto con los dioses que descendían entonces dentro de los Misterios y que en cada ocasión hacían sagrado una vez más el acto de consagración del hombre. En cada ocasión, también, se confería a los seres humanos que celebraban el acto de consagración del hombre una comprensión de las cosas apocalípticas. Así es como se enseñaban las grandes verdades en aquellos antiguos tiempos en que estar en el medio del acto de consagración del hombre significaba estar lleno de sustancia apocalíptica. El acto de consagración del hombre es el sendero del conocimiento; el apocalipsis, la revelación, es el contenido del conocimiento sagrado.

Ahora llegamos a los Misterios semiantiguos, aquellos Misterios de los cuales al menos quedó un débil resplandor en los tiempos históricos. (De aquellos que he descrito como los Misterios antiguos no queda ningún registro histórico; sólo pueden ser investigados por la ciencia espiritual). Había llegado el momento de que los dioses se retiraran de los seres humanos y ya no descendieran más dentro de los Misterios con su propio ser, sino que continuarían enviando sus fuerzas hacia abajo. Fue el tiempo en que el acto de consagración del hombre iba a recibir por medio de la Transubstanciación aquella brillante luz de lo divino que pretendía siempre iluminar el acto de consagración del hombre.

La Transubstanciación ya no se cumplía a través del conocimiento obtenido a partir de la observación astrológica de los procesos cósmicos sobre los cuales deberían fluir las sustancias y las fuerzas en la celebración de la Transubstanciación. Ahora el secreto se buscaba de una manera diferente. La naturaleza interior, especialmente de lo que los antiguos alquimistas llamaban ‘levadura’ era recogida. Un agente fermentador es una sustancia que ha alcanzado una edad específica mientras que ha atravesado diversas etapas de provocar transformaciones en otras sustancias sin alterar su propia sustancia. Para hacer una comparación cotidiana sólo necesitamos pensar cómo se cocina el pan. El principio es el mismo. Guardas un pequeño trozo de la masa de tu hornada previa y se lo añades a la nueva hornada como un agente fermentador. Imaginad cómo en los Misterios semiantiguos las sustancias antiguas, habiendo retenido su propia substancialidad interna a través de las épocas mientras otras sustancias estaban sufriendo transformaciones, eran preservadas en vasijas sagradas que eran asimismo objetos antiguos y sagrados, objetos venerables en los Misterios.

De estas antiguas vasijas eran tomadas las sustancias que eran los agentes fermentadores con los que se realizaba la Transubstanciación de la antigua, aunque todavía sagrada alquimia. La gente de aquellos días lo sabía: el sacerdote iniciado comprende la transformación, la Transubstanciación que tiene lugar a través de las fuerzas preservadas en las sustancias; él sabe que ellas propagan el resplandor solar en las vasijas sagradas de cristal de cuarzo. Lo que se buscaba en ellas, la razón por la que eran necesarias, era que eran consideradas el órgano de percepción del celebrante para el apocalipsis, la revelación.

Lo siguiente fue algo que tuvo lugar en aquellos Misterios semi-antiguos: el sacerdote era probado en el momento en que se acercaba al sagrado lugar y los antiguos agentes fermentadores comenzaban a transformar las substancias en las vasijas sagradas de cristal de cuarzo de tal forma que él podía ver en aquellas vasijas cómo las sustancias emitían un resplandor solar. La vasija que contenía el pequeño sol era una patena. Era una Hostia que hoy en día solo puede ser imitada. El momento en que él veía el resplandor solar de la Hostia era el momento en que él se convertía en un sacerdote en su ser interior. (Ver pizarra)

 

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Hoy en día en la Iglesia Católica, todo el que va a misa ve la Hostia consagrada, pues ahora no es más que un símbolo de lo que una vez fue. En aquellos días, sin embargo, sólo aquellos individuos que eran verdaderos sacerdotes podían contemplar la Hostia consagrada, en la que veían un resplandor solar en las sustancias que habían sido preservadas. En tales momentos su conocimiento se abría para recibir aquello que es revelador.

Después llegaron aquellos Misterios de los que la Misa de tiempos más recientes es un reflejo. La Misa Católica, la Misa Armenia, y otras Misas se han desarrollado de una manera muy complicada a partir de los Misterios seminuevos. Aunque ahora se han hecho externos, estas Misas aún resuenan en su interior con el principio completo de la iniciación. En los antiguos Misterios los dioses estaban presentes, en los Misterios semiantiguos las fuerzas de los dioses estaban presentes. En lugar de éstos, en los seminuevos Misterios vino lo que los seres humanos podían percibir cuando el Verbo se despertaba en ellos, la Palabra mágica, el Verbo en el que la interioridad resuena, el Verbo que penetra en las profundidades de la comprensión relativa al ser interno de los sonidos del habla. Pues en la época de los Misterios seminuevos el habla humana estaba yuxtapuesta con el discurso del culto, aquel discurso cultual del que queda un último poso en las diferentes creencias religiosas. En este culto, todo depende del ritmo, de la comprensión interior de los sonidos del discurso, de la comprensión de cómo los sonidos del discurso que emanan de la boca del sacerdote entran internamente en los corazones humanos. El Verbo Mágico, el Verbo cultual pronunciado en el lugar sagrado era el primer camino hacia arriba hasta los dioses o, inicialmente, hasta las fuerzas de los dioses.

Así:

  • Primera época de la humanidad: Los Antiguos Misterios: los dioses descienden.
  • Segunda época de la humanidad: Los Misterios semiantiguos: los dioses envían hacia abajo sus fuerzas.
  • Tercera época de la humanidad: Los Misterios seminuevos: el ser humano aprende el discurso mágico y al entonar el discurso mágico comienza a ascender hacia las fuerzas del mundo divino.

Ese era el significado de todo lo que se entonaba en el acto de consagración del hombre durante la tercera época de los Misterios. Era el tiempo en que el elemento de los Cabiri proporcionaba el culto religioso contemporáneo que vivía en los Misterios. Los servicios, los sacrificios de los Cabiri, que se celebraban en Samotracia, son una parte de todo lo que es ceremonial en los Misterios seminuevos, una parte de todas las ceremonias que el sacerdote tenía que realizar.

Imaginad el altar de los Cabiri en Samotracia. Los Cabiri de pie sobre él, como recordatorios externos, ofrendaban vasijas, jarras en las que estaban contenidos, no agentes fermentadores, sino sustancias con las que la comprensión humana se podía encontrar capaz de ahondar en la naturaleza espiritual interior de la sustancia. Las sustancias ofrendadas en las jarras eran encendidas, el humo se elevaba, y en el humo ascendente el discurso mágico hacía visible la Imaginación de aquello que el Verbo entonaba. Así el sendero ascendente hacia los poderes divinos se hacía visible externamente en el humo del sacrificio. Esa fue la tercera etapa de la evolución de los Misterios, lo que está contenido en el acto de consagración del hombre para los seres humanos.

Aunque estas primeras etapas se han hecho decadentes, una buena parte de sus aspectos externos se han preservado. En aquel momento allí, en el ahora quemado Goetheanum, cuando inaugurasteis un nuevo sacerdocio en el movimiento para la renovación cristiana, en aquel momento comenzó una nueva etapa de los Misterios, una nueva etapa para el Acto de Consagración del Hombre y para la comprensión del apocalipsis, de la revelación. Mañana comenzaremos a hablar sobre lo que debe surgir a través de vuestros corazones para llevar a cabo adecuadamente la cuarta etapa de los Misterios.

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919