GA346 10ª conf. varias imágenes del libro del apocalipsis

Rudolf Steiner

Varias imágenes del capítulo 19 del Libro del Apocalipsis. El trabajo del sacerdote hoy en día.

Décima conferencia

Dornach, 14 de septiembre de 1924

Hemos traído ante nuestras almas la meta final del escritor del Apocalipsis, y cuando la hemos comprendido correctamente vemos que esta meta final se describe de una manera que concuerda completamente con todo lo más exacto que la ciencia espiritual puede decir sobre la evolución. Hemos visto cómo el Libro del Apocalipsis muestra el cambio de dirección que tuvo lugar en la construcción del ser humano, y de las manifestaciones culturales que iban desde abajo a arriba, a una forma de construirlas que va de arriba a abajo. Al final de la última conferencia también afirmé que cualquiera que busque comprender honestamente el Libro del Apocalipsis no puede evitar descubrir lo que la investigación espiritual tiene que decir sobre la evolución del mundo.

Hay algunos pasajes en el Libro del Apocalipsis que sólo tienen sentido y son comprensibles si uno se acerca a ellos de acuerdo con lo que la Antroposofía tiene que decir sobre el ser humano. Es comprensible que esto es lo que sucede cuando la revelación en cuestión está basada en experiencias del mundo espiritual. Pero se debe primero comprender el hecho de que las imágenes presentadas en el Libro del Apocalipsis son revelaciones del mundo espiritual. Esto nos permitirá ir más allá de la cuestión de si el escritor del Apocalipsis fue realmente capaz de comprender intelectualmente todos los detalles que encontramos en su libro, pues esta pregunta pierde de vista la cuestión fundamental. La verdadera cuestión es: ¿Era un verdadero vidente? Él mira en el mundo espiritual, pero las cosas que ve allí no son verdaderas porque él las vea; son verdaderas porque su contenido es verdadero. Las cosas que él ve reveladas tienen su contenido propio; no adquieren su contenido a través de él. Así que no dejemos que nos distraiga que algún sabio racionalista venga y demuestre que el escritor del Libro del Apocalipsis tenía tal y cual grado de sabiduría y no se puede esperar por tanto que tuviera una perspectiva tan amplia en su alma. Ni siquiera quiero discutir si el escritor del Libro del Apocalipsis poseía esta amplia perspectiva o no. Simplemente quiero mostrar que es irrelevante si el escritor del Apocalipsis es el que nos trae las imágenes que son revelaciones del mundo espiritual. Lo importante es que nosotros mismos debemos situar estas imágenes ante nuestra alma, tal y como son, y dejar que su contenido actúe sobre nosotros.

Así que dirijámonos a aquella grandiosa imagen final de la Nueva Jerusalén que tiene tras ella el trasfondo de experiencias de las que he hablado. Será ahora una buena idea trabajar hacia atrás un poco a partir de esa imagen. Llegamos al pasaje importante en que otra imagen grandiosa se eleva ante nuestra alma. El escritor del Apocalipsis ve la grandiosa imagen de los cielos abriéndose (Apo. 19, 11). Sobre un caballo blanco cabalga hacia él un poder sobre el que habla el escritor del Apocalipsis, y por la manera en que habla él muestra que porta la triformación de la divinidad no sólo en su comprensión, en su intelecto, sino también en su ser humano completo. La manera en que habla muestra cómo él sabe con toda su alma que las tres Personas son las tres formas del Dios Uno y que si vais más allá del mundo físico no podéis hablar de uno o del otro, pues se funden uno en otro. Situado en el mundo físico, sin embargo, la imagen muestra tres Personas, de tal modo que hemos de distinguir entre el Dios Padre, que está en la base de todos los hechos naturales incluyendo aquellos que actúan sobre la naturaleza humana, el Dios Hijo, que tiene que ver con todo aquello que conduce a la libertad de la experiencia del alma, y el Espíritu Santo, que vive en un orden espiritual, cósmico que está muy lejos de la naturaleza, es completamente extraño a la naturaleza. Aquí en el plano físico estas tres Personas aparecen así claramente diferenciadas.

Al cruzar el umbral del mundo espiritual, el ser humano entra en una condición que he descrito en mi libro Cómo conocer los Mundos Superiores, una condición en la que se estructura en tres seres, de tal modo que el pensamiento, el sentimiento y la voluntad obtienen cada uno un grado de autonomía. En contraste con esto, cuando abandonamos el plano físico y llegamos a los mundos superiores vemos al Dios Trino acercándosenos cada vez más como el Dios Uno. Es con esto especialmente en mente con lo que debemos leer el Libro del Apocalipsis. No debemos seguir el patrón del mundo físico y distinguir entre Dios Padre, Dios Hijo y el Espíritu Santo.

Aquel que cabalga hacia nosotros en un caballo blanco en aquella grandiosa imagen es el Dios Uno. La imagen del Dios Hijo es más la que vemos en la forma del desarrollo anímico libre del ser humano sobre la tierra. Pero ahora sucede algo enormemente extraordinario, algo que hace que esta imagen parezca tan grandiosa. Es perfectamente natural y evidente que Juan, el escritor del Libro del Apocalipsis, ve los cielos abiertos, y aquello que es nuevo y se presenta, se presenta hacia abajo desde el mundo espiritual. Esto significa que toda la cultura debe ser ahora ordenada de tal manera que baje el mundo espiritual hacia el físico. Cuando vemos esto claramente, es por supuesto obvio que la condición que precede a la imagen final de la Nueva Jerusalén es aquella de Juan mirando en el mundo espiritual. Esto significa que el cielo está abierto para él. Al decirnos esto él quiere señalar a una condición futura que surgirá para los seres humanos. Él está diciendo, de hecho, nada menos que esto:

Antes de que surja la situación en la tierra en la que descienden componentes espirituales para la construcción de la Nueva Jerusalén desde el mundo espiritual para ser acogidos por los seres humanos, antes de que suceda que los seres humanos sean conscientes de que deben ahora construir de arriba a abajo y no ya como construían en tiempos remotos cuando los ingredientes materiales de la tierra eran elevados hacia arriba, antes de que suceda la situación –que Juan contempla como una situación real, como dije el otro día- en la que el ser humano estará involucrado principalmente con su voluntad, antes de que esto suceda habrá otra situación en la que el ser humano participará únicamente con su saber, en que debe mirar al mundo espiritual: el Cielo está abierto y el Uno que reside en la base de todas las cosas, enviándolas, creándolas, santificándolas, se revela.

Entonces sigue el significativo pasaje que hace a la imagen tan grandiosa: Lleva un nombre escrito que nadie conoce, sino él mismo (Apo. 19, 12). Esto es muy significativo. Cuando alcanzamos el pasaje en el Libro del Apocalipsis donde está escrito esto vemos otra importante señal de que es una de las mayores revelaciones espirituales.

La gente designa a su ‘Yo’ de toda clase de maneras en diferentes idiomas. A menudo he señalado al hecho espiritualmente bastante común de que nunca puedes decir el nombre ‘Yo’ y referirte a alguien que no sea a ti mismo. Ya no puedo volver a llamar ‘Yo’ a alguien. El nombre con el que nos designamos a nosotros mismos es así diferente a todos los demás nombres, pues estos son dados a objetos fuera de nosotros mismos. Pero cuando digo ‘Yo’ en cualquier idioma, sólo me puedo referir a mí mismo. Sólo puedo decírselo a otra persona si, en un verdadero proceso espiritual, me he desplazado y he entrado en él. Pero ahora no necesitamos hablar sobre esto.

En idiomas antiguos el yo no estaba específicamente designado, pues estaba contenido en el verbo. El ‘Yo’ no se mencionaba directamente. El verbo se utilizaba para mostrar lo que uno estaba haciendo, y esto era lo que indicaba que uno estaba hablando sobre sí mismo. No había un nombre para el yo. El que el ser humano diera a su yo un nombre surgió sólo en tiempos posteriores, y en nuestro idioma Alemán ese nombre contiene las iniciales de Jesús Cristo, lo cual es un importante  hecho simbólico.1 Si tomamos este hecho de que un lenguaje tenga un nombre que cada uno de nosotros sólo puede aplicarse a sí mismo, y si intensificamos este hecho, llegamos a lo que se dice en el Libro del Apocalipsis: El que desciende del mundo suprasensible tiene un nombre escrito que no sólo se refiere únicamente a él y sólo él puede comprenderlo; nadie más puede comprenderlo.

Pensad en el que trajo la revelación acercándose a Juan y mostrándole la imagen profética representando lo que un día surgirá para la humanidad, la imagen del Uno baja en el futuro, el Uno que tiene un nombre que sólo él puede comprender. ¿Qué puede significar posiblemente todo esto? Parece no tener sentido cuando se hace un primer intento honesto de comprenderlo. Por qué dice: ‘... aquel que ha de traer curación al mundo, aquel que ha de traer justicia al mundo’ como expresa el Libro del Apocalipsis (Apo. 19, 11), ‘aquel que hace la fe y el conocimiento verdaderos’, como afirma el Libro del Apocalipsis, y no lo que algunas traducciones dicen: ‘él que es llamado fiel y veraz’, sino ‘aquel que hace la fe y el conocimiento verdaderos’. 2 Esto es como el juego del escondite. ¿Y qué significa que él tiene un nombre escrito que sólo él comprende? Con esto nos sentimos impulsados a plantear más preguntas sagaces.

Pensemos en esto muy gráficamente: Él lleva un nombre que sólo él entiende. ¿Cómo podemos participar en este nombre? Este nombre debe obtener algún significado para nosotros, debe ser capaz de vivir en nosotros. ¿Cómo puede suceder esto? Cuando el ser que comprende este nombre se hace uno con nuestro propio yo, entra en nuestro propio yo, entonces dentro de nosotros este ser comprenderá el nombre y con él nosotros lo comprenderemos también, pues entonces con él dentro de nosotros siempre seremos conscientes del ‘Cristo en nosotros’.

Sólo él comprende las cosas que están relacionadas con su ser, pero es en nosotros donde las comprende; y la luz que se derrama en nosotros a través de su comprensión –porque en nosotros, en nuestro propio ser él se convierte en esta luz- nos da la sabiduría del Ser de Cristo en nuestro propio yo. Se convierte en una sabiduría que mora en nosotros, una sabiduría que mora en el interior del ser humano.

Algo ha tenido lugar ahora. Primero, lo que ha tenido lugar es una consecuencia necesaria y prevista del Misterio del Gólgota. Este Ser que ha pasado por el Misterio del Gólgota, este Ser que debe entrar en nosotros, para que comprendamos el mundo con su comprensión, no con la nuestra, este Ser lleva una vestidura que está rociada con la sangre del Gólgota. Así ahora tenemos esta segunda imagen. Juan nos dice que esta vestidura rociada con la sangre del Gólgota también tiene un nombre. No es el nombre del que estamos hablando ahora. (Apo. 19, 13). El Uno, por tanto, que ha de morar en nosotros y que a través de su propia comprensión dentro de nosotros nos ha de dar la luz que comprenda el mundo, este Uno nos llena con la Palabra de Dios.

Los pueblos paganos solían leer la Palabra de Dios en los fenómenos de la naturaleza. Tenían que recibirla a través de revelaciones externas. Los Cristianos deben recibir la creativa Palabra de Dios acogiendo a Cristo dentro de sí mismos. Llegará un tiempo en que los sucesos habrán llegado hasta un punto en que todos los seres humanos que acojan honestamente el Cristianismo en sus almas sabrán que la Palabra de Dios está con Cristo y que esta Palabra de Dios tiene su origen en nuestra comprensión del Misterio del Gólgota y de la vestidura rociada con sangre. En el lenguaje del escritor del Apocalipsis, Cristo está alojado dentro del Misterio del Gólgota.

Pero hay también un tercer aspecto. Cristo en tres apariencias: una a través de sí mismo, otra a través de su vestidura, y otra a través de los actos que realiza para los seres humanos de la tierra. Esta es una descripción de una situación que debe surgir, aunque uno no pueda por supuesto nombrar un año específico en que esto sucederá; pero es algo hacia lo que el desarrollo Cristiano se debe esforzar. La tercera cosa hacia la que se atrae la atención es una espada con la que actúa; es la espada de su voluntad, la espada de los actos que realiza en la tierra entre los seres humanos a través del hecho de que mora dentro de ellos. Lo que ahora hace lleva el tercer nombre: Rey de todos los Reyes, Señor de todos los Señores. Esta es la tercera apariencia. ¿Cuál es la naturaleza de un rey, la naturaleza de un señor?

Si llegamos a comprender el significado interno esencial de la palabra latina dominus descubriremos lo que el lenguaje mismo quiere decir en este caso, muy alejado de lo que la ciencia espiritual tiene que decir: un señor es alguien sobre la tierra o en el mundo que ha sido escogido para señalar el camino a otros. ¿Durante cuánto tiempo serán necesarios los señores sobre la tierra? ¿Durante cuánto tiempo serán necesarias las órdenes de señores externos, incluso las órdenes de aquellos que son señores espirituales de la tierra? Serán necesarios sólo hasta el momento en que Cristo, con el nombre que nadie sino él entiende, morará en el ser humano. Entonces cada ser humano será capaz de seguir a Cristo en su propio ser, en su propia alma. Entonces todos tendrán que esforzarse por darse cuenta de que en sí mismo desea realizar la voluntad del ser humano a partir del amor interno. Entonces el Señor de Señores, el Rey de Reyes vivirá en cada individuo.

Visto espiritualmente, este es el momento en que nosotros mismos estamos viviendo. El hecho de que estemos viviendo en este tiempo es meramente ocultado por la manera en que los seres humanos continúan viviendo de acuerdo a su formas antiguas, negando con todas sus fuerzas en todos los aspectos el hecho de que Cristo ahora mora en ellos. Ha de decirse en tal sentido que en muchos seres humanos hay una gran preparación para la aparición etérica de Cristo, que es por supuesto un ser que desciende desde el mundo divino. Pero la gente debe prepararse para esto mediante el encuentro dentro de ellos mismos del origen de sus acciones y actos.

Esto nos lleva a través del espíritu del Libro del Apocalipsis a la dificultad de trabajar como sacerdote hoy día. En cierto sentido se espera que el sacerdote sea el dominus, se espera que conduzca y guíe. El sacerdote tiene a la congregación ante él, y su dignidad sacerdotal presupone que él es el líder, que él es en cierto sentido el rey para aquellos que ha de dirigir. Él es el que administra los sacramentos, él es el que cuida de las almas. Por otra parte estamos viviendo en un tiempo en que los seres humanos portan en su interior la esencia que les permite acoger a Cristo en su interior hasta un grado que les permite convertirse cada vez más en sus propios líderes.

Esta es la posición en la que os ponéis hoy cuando queréis asumir la dignidad del sacerdocio. No obstante, esta dignidad del sacerdocio está plenamente justificada, especialmente hoy día, porque aunque la esencia que los seres humanos tienen en ellos está ahí, necesita ser invocada para ellos, es una imperiosa necesidad. Todo lo que permanece tras la dignidad del sacerdocio se necesita hoy en día para apelar a lo que hay dentro de los seres humanos. Estamos viviendo en un momento que plantea requerimientos muy específicos, pero el mundo externo no puede enfrentarse completamente aún a estas exigencias. Esto es porque el mundo externo se preocupa de lo que son los seres humanos a través del hecho de que llevan un cuerpo físico. Pero sería una terrible perspectiva si los seres humanos fueran a vivir en su próxima vida sobre la tierra sólo en la forma que ahora tienen en nuestra civilización actual.

Sabemos que se están realizando esfuerzos en círculos antroposóficos para evitar esto. A las almas humanas se les ofrece algo que les capacitará para absorber lo que se supone que deben llevar con ellos a la vida de su próxima encarnación. Esto es posible sólo si puede añadirse a sus experiencias como seres humanos algo que se da a través de la gracia de la ofrenda, a través de la gracia del sacramento. El karma de los seres humanos no se verá superado a través de esto, sino que se liberará algo que en el momento actual es lo que más fuertemente está apegado a ellos. Los seres humanos hoy en día llevan una máscara. Van disfrazados. Y si surge el deseo de ver su individualidad real, ello puede conducir a trágicos conflictos.

Un ejemplo de trágico conflicto es el de Hölderin, quien una vez dijo que todo lo que podía ver cuando miraba a sus compatriotas alemanes, eran artesanos pero no seres humanos, pensadores pero no seres humanos, sacerdotes pero no seres humanos, señores y siervos, jóvenes y viejos, pero no seres humanos,3 y así continuaba. Los seres humanos, en cierto modo, llevan un sello de algo que está fuera de ellos.

Hoy necesitamos sacerdotes que actúen de forma que hablen al ser humano como tal, y que cultive lo que pertenece a la humanidad como un todo. Básicamente ninguna de las confesiones es capaz de esto hoy. Pensad cuán dependientes son. La Comunidad de Cristianos para la renovación religiosa debe crecer más allá de su dependencia de las confesiones. Debe hacer esto a través de su propio destino. Ninguna otra profesión surgida de la Antroposofía está en una posición comparable a la de los sacerdotes. Están en una posición única, y quizás sea bueno si por una vez expresamos, a partir del espíritu del Libro del Apocalipsis, lo que esto significa. Sólo tenéis que considerar que en cualquier otra clase de trabajo surgido de la Antroposofía la gente es de alguna forma dependiente del mundo que les rodea por las presiones externas que existen. Si os convertís en un maestro de escuela a partir de la Antroposofía, ya sabéis las enormes dificultades que surgirán. Es una ilusión imaginar que siempre encontraremos una segunda escuela Waldorf mientras para los profesores el requisito sea tener alguna especie de sello de aprobación por parte del estado. Y si fuimos capaces de fundar la escuela Waldorf fue sólo porque lo hicimos antes de que el estado de Württemberg aprobara sus leyes educativas.

O considerad la profesión médica. No podemos simplemente crear médicos a partir de los fundamentos de la existencia a través del movimiento antroposófico. Bien, podríamos hacerlo, pero no serían autorizados a ejercer, se quedarían sin cualificación. De algún modo incluso tenemos estas dificultados en lo que concierne al arte. Aunque no ha sucedido aún, no pasará mucho tiempo antes de que las cosas tiendan hacia lo que ya están intentando en Rusia, donde esperan que incluso los artistas adquieran alguna especie de sello de aprobación del estado. Los sacerdotes que emergen del movimiento antroposófico son los únicos que pueden ignorar todo eso. Es maravilloso si han sido entrenados de alguna manera, pero para su trabajo como sacerdotes pueden ignorar todo eso. En la teología que representan pueden realmente poner la primera piedra de fundación de la Nueva Jerusalén, pues ellos representan una teología que apela al reconocimiento de ellos mismos. Es esto lo que es tan importante.

Sois los únicos que estáis en esta posición. Deberíais sentir que esta es la posición en la que estáis, pues es una posición en la que sentiréis la naturaleza específica de vuestra dignidad sacerdotal. En países como Rusia pueden echar a los sacerdotes, pero en países como esos nunca harán nada para hacer que los sacerdotes adquieran un sello de aprobación del estado. Los sacerdotes serán abandonados a sus propios recursos o no serán deseados en absoluto, que es lo que tiende a suceder en Rusia hoy.

Así los sacerdotes pueden por vez primera sentir el acercamiento de la Nueva Jerusalén, el acercamiento del Cristo que mora en nosotros, del Cristo que será el Rey de Reyes, el Señor de Señores. Es bastante adecuado por tanto que el sacerdote haga una pausa en este pasaje que mira hacia el futuro del Libro del Apocalipsis, si él hace una pausa con un corazón ferviente y despliega todo el entusiasmo de su alma sacerdotal, que debe desplegar al contemplar este particular pasaje del Libro del Apocalipsis. Pues el Libro del Apocalipsis no es una enseñanza sólo, está activo, actuando en la vida de todas nuestras almas. Deberíamos sentirnos uno con el Libro del Apocalipsis. Deberíamos ser capaces de llevar el trabajo que desempeñamos y la vida que vivimos a la corriente profética del Libro del Apocalipsis. Entonces nos encontraremos reunidos alrededor de Juan que ve ante él la visión: el Cielo está abierto; viene aquel que sólo él entiende su nombre, cuya vestidura lleva el nombre de la Palabra de Dios, que es el Rey de Reyes, el Señor de Señores. Aquellos sacerdotes que se unen al culto que se ha promovido una vez más directamente desde el mundo espiritual, aquellos sacerdotes que de nuevo están reestableciendo la Transubstanciación siguiendo al Espíritu Santo, aquellos sacerdotes que tienen el nuevo Acto de Consagración del Hombre, que es el antiguo transformado, teniendo en su interior aquello que es válido para el antiguo, pero con la forma que fluye hoy desde el mundo espiritual, a estos sacerdotes se les permiten ahora reunirse alrededor de Juan el escritor del Libro del Apocalipsis, que mira al cielo abierto. Podemos contemplar la iniciación que tuvo lugar aquí, allí en la sala que fue entonces devorada por el fuego, iluminada por la luz que resplandece cuando el cielo está abierto y aparece el caballo blanco con el Uno que está sentado sobre él, cuyo nombre sólo él sabe y que debe estar encarnado en nosotros si este nombre ha de significar algo para nosotros. Esto es lo que se quiere decir por comprender el Libro del Apocalipsis; el Libro del Apocalipsis requiere comprender que está vivo, no requiere el mero conocimiento.

Vinculado con todo lo que aparece en una imagen tan grandiosa como ésta, vinculado con todo ello está la sabiduría profunda. Considerad lo que aparece en la cercanía inmediata de esta importante visión. Se nos muestra cómo la Bestia comienza a actuar, la Bestia que he descrito, la Bestia que muestra al ser humano el camino hacia abajo desde lo espiritual a lo físico, la Bestia que el escritor del Libro del Apocalipsis ha visto aproximándose en tres fases, la Bestia una cuya de sus formas no es sólo la visión materialista de la vida sino la actitud materialista en la vida. El escritor del Libro del Apocalipsis indica dos puntos en el tiempo. Él señala a la Bestia siendo vencida, y señala al adversario más fuerte de la humanidad siendo atado por mil años antes de ser liberado durante un corto espacio de tiempo. Así estamos realmente enfrentados con dos adversarios del bien, con la Bestia y con el que la tradición llama Satán.

En cierto sentido la Bestia ha sido vencida en lo que concierne al mundo físico. Ha sido vencida por la manera en que es posible enfrentarse al materialismo con una visión espiritual del mundo. En cierto sentido Satán está atado en el momento actual. Pero se desatará de nuevo. Satán está atado, y aquellos que ven lo que importa en la evolución saben que está atado. Pues si Satán no estuviera atado en el presente, entonces surgirían todas aquellas cosas que podrían significar la expresión total de las vías de la ira. Si Satán no estuviera atado, se vería en el mundo externo, de la manera más horrible, cómo esto está relacionado con la actitud materialista y la forma de vida de la tierra. El cinismo interior más profundo proclamaría el materialismo como la verdad, y ello levantaría deseos de tal avaricia en el Satán desatado que se plasmaría esta actitud y forma de vida materialistas, y la manera en que los poderes ahrimánicos se apoderan de ello, en las enfermedades más horribles y espantosas.

Si Satán no estuviera atado, se tendría que hablar del materialismo no meramente como una actitud y una forma de vida, sino como la más maligna de las enfermedades. En vez de esto, la gente vive su forma de vida con el cinismo y la frivolidad del materialismo, incluso materialismo religioso, y nada les sucede. El que nada les suceda es debido únicamente al hecho de que Satán está atado mientras que Dios aún está dando a los seres humanos una oportunidad de encontrar su camino hacia el espíritu sin caer en las garras de Satán. Si Satán estuviera aquí ahora, habría muchos profesores que han caído en el materialismo de una creencia u otra que tendrían un aspecto aterrador, terrible, para la humanidad. La imagen interior que señala a la posible enfermedad del materialismo, la lepra del materialismo que estaría aquí si Satán no estuviera atado es ciertamente la más terrible.

No hay otro contexto excepto aquel del Libro del Apocalipsis en el que alguien con responsabilidad espiritual hacia su conocimiento evocaría esta imagen. Yo mismo no usaría la expresión ‘la lepra del materialismo’ en cualquier otro concepto excepto en este que he vinculado con el Libro del Apocalipsis. Según uno encuentra su sentido al Libro del Apocalipsis, uno tiene estas aterradoras imágenes ante sus ojos que ciertamente representan una realidad espiritual.

El Libro del Apocalipsis no sólo debe llenar nuestra vida, debe llenar también nuestras palabras. Si lo acogemos, el Libro del Apocalipsis no sólo aporta vida a nuestro trabajo como sacerdotes sino que también nos permite señalar cosas que nunca hubiéramos soñado con mencionar en la vida exotérica. El Libro del Apocalipsis debe vivir no sólo en nuestro ‘Yo’ si queremos comprenderlo; el Libro del Apocalipsis también quiere hablar a través de vuestras palabras. Hay muchas cosas que os diréis unos a otros cuando en verdadero sacerdocio estéis reunidos entre vosotros mismos, de tal modo que pueda vivir en vosotros y ser preservado entre vosotros. De esto sacaréis la fuerza para pronunciar las palabras correctas a aquellos que son vuestra congregación.

Ser sacerdotes hoy significa ser los primeros seres humanos a los que se les permite hablar libremente entre ellos sobre el Libro del Apocalipsis. El Libro del Apocalipsis es el libro para sacerdotes que continúa desde los Evangelios. Os convertiréis cada vez más en sacerdotes cuanto más viváis vuestro camino dentro de este espíritu interno del Libro del Apocalipsis. Y mañana hablaremos más sobre esto.

1 Iesus Christus: I CH

2 Para la traducción ‘errónea’ Rudolf Steiner estaba citando a Lutero. He utilizado la Versión Autorizada. (Tr. de la versión inglesa).

3 Johann Christian Friedrich Hölderlin (1770-1843) en Hyperion, Libro Dos.,

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919