GA148 Kristianía (Oslo) 3 de octubre de 1913 conferencia el quinto evangelio

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RUDOLF STEINER



Kristianía (Oslo) 3 de octubre de 1913

Tercera conferencia
Si en la conferencia anterior he dicho que en el momento de la fiesta de Pentecostés, las personalidades a quienes llamamos los apóstoles de Cristo Jesús, experimentaron, en cierto sentido, un despertar, esto no quiere decir que en ese mismo momento todo aquello que tengo que exponer como contenido del Quinto Evangelio, haya estado presente, en la misma forma en que lo relato, en la clara y plena conciencia de los apóstoles. Ciertamente, si con el conocimiento clarividente se penetra en el alma de ellos, se descubren allí aquellas imágenes; sin embargo, en los apóstoles mismos, todo vivió no tanto como imagen sino que existió, por decirlo así, como vida, como experiencia espontánea, como sentimiento y potencia del alma. Lo que entonces los apóstoles pudieron expresar, dando el impulso inicial de la evolución cristiana, y que incluso a los griegos de aquel tiempo dejó maravillados; lo que en los apóstoles hubo como potencia del alma, potencia del ánimo, era fruto de lo que en su alma vivió como fuerza viviente del Quinto Evangelio. Pudieron hablar y obrar de esa manera porque tuvieron en el alma lo que nosotros desciframos como contenido del Quinto Evangelio, si bien no lo dieron con las mismas palabras con que ahora corresponde relatarlo. Pues ellos habían recibido, por una suerte de despertamiento, la fecundación por el amor cósmico Universal; y como fruto de tal fecundación siguieron obrando. A través de ellos obró lo que el Cristo había llegado a ser. Y esto nos conduce al punto en que, en sentido del Quinto Evangelio, nos toca hablar de la vida terrenal de Cristo.
Para los conceptos que imperan en nuestro tiempo no es fácil expresar con palabras, de que aquí se trata. Pero mediante diversos conceptos e ideas de la ciencia espiritual podemos acercarnos a este supremo misterio terrestre. Para comprender la entidad de Cristo es preciso emplear, en forma modificada, conceptos que ya poseemos por nuestras contemplaciones científicoespirituales.
Partamos, para comprender de qué se trata, de lo que comúnmente se llama el bautismo en el Jordán el cual, con respecto a la vida terrenal de Cristo, se nos presenta en el Quinto Evangelio como una concepción humana terrenal: lo comprenderemos si la vida de Cristo desde el bautismo hasta el Misterio de Gólgota, la comparamos con el desenvolvimiento del germen humano en el seno de la madre. Quiere decir que en cierto sentido fue una vida embrionaria la que el Cristo vivió desde el bautismo en el Jordán hasta el Misterio de Gólgota. Y el Misterio de Gólgota mismo, lo hemos de comprender como el nacimiento terrenal; o sea, la muerte de Jesús como el nacimiento terrenal del Cristo. Su vida terrenal, en sentido propio, debe buscarse después del Misterio de Gólgota, cuando el Cristo estuvo con los apóstoles quienes entonces habían vivido en otro estado de conciencia, tal como lo he explicado en la conferencia anterior. Esto es lo que siguió al verdadero nacimiento del Cristo. Lo que se describe como la Ascensión y, después, la Venida del Espíritu, debe entenderse en sentido igual que aquello que, al producirse la muerte del hombre, consideramos como el entrar en los mundos espirituales. La ulterior vida de Cristo dentro de la esfera terrestre, a partir de la Ascensión, o bien, del acontecimiento de Pentecostés, debe compararse con la vida del alma humana en el así llamado devacán, o país del espíritu. Resulta, pues, que en el Cristo se nos presenta una entidad frente a la cual hemos de modificar todos los conceptos que hasta ahora, con respecto a la sucesión de los distintos estados de la vida humana, hemos adquirido. Después del breve tiempo intermedio, llamado purgatorio (Kama-Loka), el hombre pasa al mundo espiritual, para preparar su próxima vida terrenal, vale decir que después de la muerte el hombre entra en una vida espiritual. A partir del acontecer de Pentecostés, el Cristo experimentó el penetrar en la esfera de la Tierra lo que para El fue lo que para el hombre es el traspaso al país del espíritu. En vez de entrar en una región espiritual, el devacán, como sucede para el hombre después de la muerte, el Cristo hizo el sacrificio de establecer, o bien, de buscar su cielo en la Tierra. El hombre deja la tierra, para cambiar esta su morada por la del cielo. El Cristo, en cambio, dejó el cielo para cambiar su morada celestial por la de la tierra. Hay que contemplarlo bien para sentir profundamente lo que tuvo lugar por el Misterio de Gólgota y lo que hizo el Cristo: que su sacrificio consistió en que El ha dejado las esferas espirituales para vivir con la Tierra y con los hombres sobre ella; para proseguir por este impulso la evolución de la humanidad sobre la Tierra. Con esto se evidencia que antes del bautismo en el Jordán, esta entidad no había pertenecido a la esfera terrestre; ella vino a la Tierra desde esferas extraterrenales. Y lo vivido entre el bautismo y el acontecimiento de Pentecostés, debió cumplirse para transformar el ser celeste del Cristo en la entidad terrenal. Es de infinita importancia el que este misterio se exprese con las palabras: desde el acontecer de Pentecostés, el Cristo está con las almas humanas sobre la Tierra; antes no había estado con ellas sobre esta Tierra. Lo que el Cristo experimentó entre el bautismo por Juan y lo acontecido en Pentecostés, se realizó para cambiar la morada en el mundo espiritual por la morada en la esfera terrestre. Esto se realizó para que la entidad divino espiritual de Cristo pudiera adoptar la forma adecuada a su obrar en comunidad con las almas humanas. He aquí el porqué tuvieron lugar los acontecimientos de Palestina. Con ello, también se pone de manifiesto que el acontecimiento de Palestina es de singular característica; pues consiste en el descender a la esfera terrestre de una entidad superior, extra-terrestre; y en que esta entidad cósmica permanecerá en la esfera terrestre hasta que ésta, por influjo de aquélla, haya alcanzado la debida transformación. Tengamos presente que desde aquel momento el Cristo ejerce su actividad en la Tierra. Para la plena
comprensión del acontecimiento de Pentecostés, en sentido del Quinto Evangelio, hemos de recurrir a los conceptos que nos ofrece la ciencia espiritual. Hemos señalado que en los tiempos antiguos existieron los Misterios con sus métodos de iniciación, por los cuales el alma humana ascendía a participar de la vida espiritual. Estos Misterios precristianos se nos presentan lo más concretamente si contemplamos los así llamados Misterios iranios de Mithra. Comprendían siete grados de iniciación. Como primer paso el iniciando fue conducido al grado simbólico del "Cuervo"; después al grado de "Oculto". En el tercer grado llegó a ser un "Luchador", en el cuarto un "León"; y en el quinto se le dio el nombre del pueblo a que él pertenecía. En el sexto grado fue un "Héroe del Sol", y en el séptimo el "Padre". Para los primeros cuatro grados basta con decir que se conducía al iniciando cada vez más profundamente a la experiencia espiritual. En el quinto grado obtenía la facultad de una más amplia conciencia la que le confería la capacidad para convertirse en guardián espiritual de todo su pueblo. Por esta razón se le daba el nombre del respectivo pueblo; y tal iniciado participaba de la vida espiritual de un modo bien definido. En otro ciclo de conferencias he explicado que los distintos pueblos son conducidos por las entidades espirituales llamadas arcángeles. El iniciado del quinto grado se había elevado a dicha esfera, por lo que tomaba parte de la vida de los arcángeles. El cosmos tenía necesidad de iniciados del quinto grado; y por esta razón los había en tierra. Cuando en los Misterios tal iniciado había adquirido en su alma todo el contenido perteneciente al quinto grado, sucedió que, así como nosotros leemos un libro para conocer lo necesario por hacer esto o aquello, el arcángel leyó en el alma de ese hombre. En el alma de los iniciados del quinto grado, los arcángeles leyeron lo que un pueblo necesitaba. En la vida terrenal deben de crearse iniciados de quinto grado, para que los arcángeles puedan guiar de la justa manera. Estos iniciados son los intermediarios entre el guía de un pueblo y el pueblo mismo: en cierto modo, ellos llevan a la esfera de los arcángeles lo necesario para conducir al pueblo de la justa manera. En los tiempos precristianos este quinto grado no podía alcanzarse mientras el alma humana quedaba dentro del cuerpo; era necesario sacarla. La iniciación precisamente consistía en que se desligaba del cuerpo el alma del hombre; y ésta experimentaba fuera del cuerpo lo que le proporcionaba el contenido que acabo de describir. El alma debía abandonar la tierra y ascender al mundo espiritual para adquirir lo necesario. Al alcanzar el sexto grado de la antigua iniciación, el grado de Héroe del Sol, se suscitaba en el alma de tal iniciado algo superior a lo que se requiere para la conducción de un pueblo. Si consideramos la evolución terrestre de la humanidad, observamos que los pueblos nacen y se extinguen, lo mismo que el hombre como individuo nace y muere. Empero, lo que un pueblo contribuye para la evolución terrestre debe conservarse dentro de la ulterior evolución. Cada pueblo no solamente debe ser guiado sino que el fruto de su trabajo debe conservarse para los tiempos que sobrepasan los del pueblo mismo, Para este traspaso de lo realizado por los pueblos debían obrar los Héroes del Sol. En los mundos superiores puede leerse lo que vive en el alma de un Héroe del Sol; y del modo indicado se lograban las fuerzas para traspasar e integrar de la justa manera el trabajo de un pueblo al trabajo de toda la humanidad. El obrar del Héroe del Sol se elevaba por encima del trabajo de cada pueblo. Y así como en los antiguos Misterios el aspirante al quinto grado de iniciación tenía que hallarse fuera de su cuerpo para experimentar lo necesario, así también el que debía convertirse en Héroe del Sol, debía abandonar su cuerpo y, durante el tiempo respectivo, morar realmente en el Sol. Ciertamente, para el modo de pensar de nuestro tiempo, estas verdades parecerán fabulosas, o bien se considerarán necedades; pero aquí cabe la palabra de San Pablo: que la sabiduría de este mundo es necedad para con Dios. Durante el tiempo de su iniciación, el Héroe del Sol vivía junto con todo el sistema solar; el sol era su morada al igual que el hombre común vive en la Tierra como en su planeta; y como montañas y ríos están en torno de nosotros, así también hallábanse los planetas del sistema solar en torno del Héroe del Sol, durante el tiempo de su iniciación. En los Misterios antiguos esto sólo se lograba al estar el iniciado fuera de su cuerpo. Y cuando volvía a éste, se acordaba de todo lo vivido fuera del cuerpo y lo empleaba como fuerza activa para la evolución de la humanidad. Durante los tres días y medio de su iniciación, es decir, mientras los Héroes del Sol andaban -así podemos llamarlo- sobre el sol, estaban en comunidad con el Cristo, el que antes del Misterio de Gólgota todavía no se encontraba en la Tierra. Todos los Héroes del Sol de la antigüedad habían ido a las esferas superiores espirituales, pues sólo allí afuera pudieron vivir en comunidad con el Cristo; y El descendió a la Tierra desde ese mundo. Por consiguiente, podemos decir: lo que en los tiempos antiguos por todo aquel procedimiento de la iniciación, se había alcanzado para unos pocos, fue dado en los días de Pentecostés, como por un acaecimiento natural, a los apóstoles del Cristo. Mientras que antes los hombres debían ascender al encuentro con
el Cristo, El descendió ahora a los apóstoles; y ellos se convirtieron en hombres que en sí mismos tuvieron el contenido que antiguamente los Héroes del Sol habían tenido en su alma. La fuerza espiritual del sol se derramó en el alma de los hombres y a partir de entonces siguió obrando en la evolución de la humanidad. Para que esto fuera posible, tuvieron que producirse los acontecimientos de Palestina. ¿En qué se originó el unirse del Cristo con la Tierra? Fue el resultado del sufrimiento más profundo, de un sufrimiento que sobrepasa toda imaginación humana del dolor. Para formarse la idea justa a este respecto también hay que remover contrariedades del pensar de nuestro tiempo. Aquí tengo que intercalar otra observación. Hace poco apareció un libro cuya lectura recomiendo, porque el autor es un hombre ingenioso, y el contenido demuestra cuán disparatado resulta lo que con respecto a cosas espirituales hombres inteligentes suelen expresar. Me refiero al libro titulado ,"De la muerte" de Maurice Maeterlinck. Entre otras cosas insensatas también figura allí la aserción que el hombre, una vez muerto, es espíritu y, por haber dejado su cuerpo físico, ya no puede sufrir. Maeterlinck, hombre tan ingenioso, se hace pues la ilusión que sólo lo físico puede sufrir y que, por lo tanto, el difunto no puede sufrir. No se da cuenta de lo absurdo del pensar que únicamente pueda sufrir el cuerpo físico que se compone de fuerzas físicas y substancias químicas. ¡Cómo si una piedra tuviera que sufrir! Lo que sufre no es el cuerpo físico sino lo anímico. La humanidad ha llegado a tal punto que sobre las cosas más sencillas se piensa lo contrario de lo razonable. Si la vida espiritual no pudiera sufrir, no podría haber sufrimiento en el Kama-Loka, el que justamente se produce porque lo anímico se halla privado del cuerpo físico. Quien opina que el espíritu no puede sufrir, no llegará a representarse el infinito sufrimiento que el Cristo-Espíritu padeció durante los días de Palestina. Empero, antes de hablar de este sufrimiento, tengo que llamar la atención sobre otro punto más. Hay que tener presente que con el bautismo en el Jordán descendió a la Tierra y vivió en lo físico, durante tres años, un ser espiritual que después sufrió la muerte de Golgota, un ser espiritual que antes del bautismo en el Jordán había vivido en condiciones muy distintas a las terrestres. ¿Qué significa este hecho de que ese ser espiritual había vivido en condiciones totalmente distintas de las terrestres? Expresado con términos antroposóficos, ello significa que ese ser espiritual tampoco ha tenido karma terrenal. Hay que tenerlo bien presente: una entidad espiritual vivió tres años en el cuerpo de Jesús de Nazareth sin tener en su alma un karma terrenal. Debido a ello, toda la vida y todas las experiencias habidas, tuvieron para el Cristo un significado enteramente distinto del de las experiencias de una alma humana. Si nosotros sufrimos, si tenemos experiencias, sabemos que el sufrimiento tiene en el karma su razón de ser. No fue así para el Cristo-Espíritu; El tuvo que cumplir una experiencia trienal sin que jamás hubiera tenido un karma. Esto fue, por consiguiente, sufrimiento sin sentido kármico, sufrimiento inmerecido, inocente. El Quinto Evangelio es el Evangelio antroposófico que nos evidencia la única vida terrenal de tres años a la que no se puede aplicar el concepto de karma, en sentido humano. Pero la ulterior contemplación de este Evangelio nos revela otra cosa más con respecto a esta vida trienal. Esta vida terrenal de tres años que hemos considerado como una vida embrionaria, tampoco produjo karma, ni acarreó culpa alguna. Fue una vida terrenal de tres años, no condicionada por karma y sin producir karma. Es preciso concebir en todo su profundo sentido todos estos conceptos e ideas; así se ganará mucho para la justa comprensión de estos extraordinarios acontecimientos de Palestina los que, de otro modo, quedarán en muchos respectos inexplicables. ¡Cuántas cuestiones surgieron en la evolución de la humanidad, con relación a estos acontecimientos, y de qué manera fueron malentendidos! A pesar de todo ¡cuán inmensamente obraron como impulso! Cuando se tomen estas cosas en su justo y profundo significado, se llegará a pensar sobre ellas de un modo bien distinto. No se presta la debida atención a muchas cosas de profundo significado. Voy a dar un ejemplo. En el año 1863 apareció el libro "Vida de Jesús" de Ernesto Renán. La gente lo lee sin tomar en consideración lo significativo de su contenido. Quizás en tiempos venideros llamará la atención el que muchos hayan leído este libro sin darse cuenta de lo extraño de su composición. Es una mezcla de sublime exposición y novelón vulgar; esto es lo llamativo del citado libro. Naturalmente, para Renán el Cristo es, ante todo, el Cristo Jesús; y lo describe como héroe quien, al principio obra con la mejor intención, como bienhechor de la humanidad, pero quien, después, se deja llevar por el entusiasmo de la multitud, cediendo cada vez. más, a lo que complace a la gente. En amplia escala, Ernesto Renán aplica a la naturaleza de Cristo lo que a menudo se emplea en sentido corriente. Ocurre por ejemplo, que la gente con respecto a la teosofía que va difundiéndose, aplica la siguiente crítica: al principio habíais procedido con la mejor intención; después llegaban los adeptos en busca de las cosas interesantes; y a raíz de eso claudicasteis cada vez más. Es así como Renán considera a Cristo Jesús. No le da vergüenza describir la resurrección de Lázaro como un cuasi engaño cometido con fines propagandistas. No le da vergüenza conducir a Cristo Jesús a una suerte de delirio y de ser víctima de los instintos de la multitud. De esta manera se entreteje un novelón vulgar con sublimes descripciones que ese libro también contiene. Es extraño que el sentimiento sano no sienta repugnancia ante la descripción de un ser que al principio tiene la mejor intención, pero que después es víctima de los instintos de la multitud e incluso deja cometer toda clase de engaños. Renán no siente ninguna repugnancia; por el contrario, emplea palabras de alabanza y de entusiasmo para con tal personalidad. Es realmente curioso. Por otra arte da prueba de la gran afición por el Cristo, aunque la gente no comprenda nada de su verdadera naturaleza. Y así se llega al extremo de convertir la vida de Cristo en una novela vulgar en la que, no obstante, no faltan las palabras de alabanza para dirigir la atención hacia esa personalidad. Esto sólo es posible con respecto a una entidad como la de Cristo Jesús.
Ciertamente, se hubiera acumulado mucho karma en los tres años de la vida terrenal de Cristo, si esta vida hubiera sido como Renán la describe. Mas en tiempos venideros se llegará a comprender que semejante descripción se desvanece ante el hecho de que allí hubo una vida terrenal libre de karma. He aquí el mensaje del Quinto Evangelio. Se trata, pues, del acontecimiento en el Jordán, el bautismo realizado por Juan. El Quinto Evangelio nos dice que las palabras que figuran en el Evangelio de Lucas transmiten correctamente lo que entonces la bien desarrollada conciencia clarividente hubiera oído: "Este es mi muy amado Hijo, hoy lo he engendrado." Esta es la correcta interpretación de lo realmente sucedido en el Jordán: el engendramiento, la concepción por la cual el Cristo entró en la entidad Tierra. En las próximas conferencias nos referiremos a la característica de la entidad que descendió sobre el cuerpo de Jesús. Por ahora vamos a considerar que Jesús de Nazareth había venido para dar el cuerpo al Cristo. Ahora bien, el Quinto Evangelio nos dice - lo leemos con la mirada clarividente retrospectiva - que desde el principio de su andar sobre la tierra, el Cristo no se unió totalmente con el cuerpo de Jesús de Nazareth, sino que sólo hubo una unión libre entre la entidad Cristo y el cuerpo de Jesus de Nazareth. No fue la unión de cuerpo y alma como en el hombre común sino de tal índole que en todo momento en que era necesario; el Cristo podía volver a dejar el cuerpo de Jesús. Mientras el cuerpo de Jesús se hallaba en algún lugar, como durmiendo, el Cristo, como entidad, anduvo allí o allá, según hacía falta. El Quinto Evangelio nos revela que no siempre, cuando la entidad Cristo aparecía a los apóstoles, estuviese presente también el cuerpo de Jesús de Nazareth, sino que muchas veces el cuerpo de Jesús había quedado en algún lugar y que Cristo-Espíritu aparecía a los apóstoles. No obstante, ellos tuvieron la aparición por el cuerpo de Jesús de Nazareth. Se dieron cuenta, por cierto, que era algo diferente, pero la diferencia no resultó lo suficiente como para verificarla claramente. Los cuatro Evangelios apenas lo dicen; el Quinto Evangelio sí lo evidencia.
Los apóstoles no siempre fueron capaces de discernir: ahora nos aparece el Cristo Jesús en su cuerpo, o ahora es sólo el Cristo-Espíritu. En la mayoría de los casos, la aparición la tuvieron por el Cristo Jesús, quiere decir por el Cristo-Espíritu en cuanto le reconocieron en el cuerpo de Jesús de Nazareth. Empero, lo que en los tres años de esa vida terrenal tuvo lugar, fue que, en cierto modo, el Espíritu se unió cada vez más firmemente con el cuerpo de Jesús de Nazareth; o sea, que la entidad Cristo, como naturaleza etérea, se asemejó más y más al cuerpo físico de Jesús de Nazareth. Obsérvese bien que referente a la naturaleza del Cristo sucedió algo distinto que en cuanto al cuerpo del hombre común. El hombre común es un microcosmos frente al macrocosmos, un trasunto de todo el macrocosmos. Lo que el hombre terrenal llega a ser, es reflejo del gran cosmos. En cuanto a la naturaleza del Cristo ocurre todo en sentido inverso. La entidad macrocósmica solar se amolda a la configuración del microcosmos humano; se comprime y se restringe cada vez más, de modo que va asemejándose al microcosmos humano. ¡Justamente al revés! La unión con el cuerpo de Jesús de Nazareth fue la más libre al principio de la vida terrenal de Cristo, inmediatamente después del bautismo en el Jordán. Enteramente fuera del cuerpo de Jesús estuvo la entidad Cristo. Al andar sobre la Tierra, el obrar del Cristo fue todavía algo enteramente celestial. La entidad Cristo realizó curaciones que ninguna fuerza humana podría hacer. La intimidad con que habló a los hombres, fue intimidad divina. La entidad Cristo, atándose Ella misma al cuerpo de Jesús de Nazareth, obró como entidad celeste. Sin embargo, fue asemejándose, cada vez más, al cuerpo de Jesús, comprimiéndose y amoldándose a las condiciones terrestres, de modo que la fuerza divina se desvaneció, más y más. Por todo esto pasó el Cristo, asemejándose al cuerpo de Jesús; en cierto sentido fue una evolución descendente. El Cristo tuvo que experimentar que la potencia y la fuerza del Dios paso a paso le abandonó, al asemejarse al cuerpo de Jesús de Nazareth. El Dios fue conviertiéndose en hombre. Como un hombre que con infinito sufrimiento siente el extinguirse de su cuerpo, así también el Cristo experimentó el desvanecimiento de su substancia divina, al asemejarse, como naturaleza etérea, al cuerpo terrenal de Jesús de Nazaréth, hasta el punto de sentir angustia, igual que un hombre.
He aquí lo que también los otros Evangelios relatan, cuando con sus discípulos el Cristo Jesús llegó al monte de los Olivos y El, en el cuerpo de Jesús de Nazareth, estando con angustia, tuvo sudor en la frente. En el Cristo dominó, cada vez más, la naturaleza humana. A medida que su naturaleza etérea iba asemejándose al cuerpo de Jesús, el Cristo devino hombre. La sublime fuerza divina gradualmente se desvaneció. Vemos, pues, toda la pasión a partir de poco tiempo después del bautismo en el Jordán, cuando la gente, al haber presenciado lo que el Cristo realizó, decía: jamás ningún ser sobre la Tierra ejecutó semejantes acciones. Esto fue cuando el Cristo se parecía muy poco al cuerpo de Jesús de Nazareth. En el curso de tres años, a partir de este maravillarse de parte de los admiradores en torno de él, la naturaleza de Cristo va asemejándose al cuerpo de Jesús a tal punto que dentro de este enfermizo cuerpo ya no es capaz de responder a las preguntas de Pilatos, ni de Herodes o Caifás. La naturaleza de Cristo había devenido tan parecida al cuerpo de Jesús, cada vez más débil y más enfermizo, que a la pregunta: ¿tú has dicho que puedes derribar el templo y en tres días reedificarlo? ya no habló, del quebradizo cuerpo de Jesús, el Cristo y quedó callado ante el pontífice de los judíos; y quedó callado ante Pilatos quien le preguntó: ¿tú has dicho que eres el Rey de los Judíos? Así se nos presenta el camino desde el bautismo en el Jordán hasta la plena debilidad. Y poco después, la multitud que antes había admirado las celestiales fuerzas milagrosas, estuvo ante la cruz, ya no asombrada, sino burlándose de la impotencia del Dios que había devenido hombre, y diciéndole, si tú eres Hijo de Dios, desciende de la cruz. A otros salvaste, ahora sálvate a ti mismo. He aquí la pasión, infinito sufrimiento, a lo que se sumó el pesar por la humanidad que había descendido a las condiciones en que se hallaba, precisamente en la época del Misterio de Gólgota. Pero este sufrimiento engendró el Espíritu que en la fiesta de Pentecostés se derramó sobre los apóstoles. De estos dolores nació el amor cósmico universal que en el instante del bautismo descendió de las extraterrenales esferas celestes, a la esfera terrenal; el amor cósmico que se había asemejado al hombre, quedando parecido a un cuerpo humano, y que vivió el instante de la máxima impotencia divina, para engendrar el impulso que como impulso del Cristo se nos presenta en la ulterior evolución de la humanidad. Hay que tenerlo presente, para comprender en todo su alcance el significado de este impulso, en el sentido del futuro de la humanidad; para que el hombre pueda proseguir su camino evolutivo cultural.

Traducida por Julio Luelmo sep.2018

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919