GA346 17ª conf. el libro del apocalipsis como libro iniciático

Rudolf Steiner

El Libro del Apocalipsis como un libro iniciático. Las letras, sellos, trompetas, el amor y la cólera divinas en relación con el mundo físico, el anímico y el espiritual. La percepción de las jerarquías y cómo actúan. Religión y conocimiento.

Décimo séptima conferencia
Dornach, 21 de septiembre de 1924


En adición al contenido sobre el que hemos estado hablando, el Libro del Apocalipsis también tiene un aspecto que hace de él un libro iniciático. Esta es la forma en la que describe la evolución en el tiempo, la secuencia de etapas que hará posible que aquéllos que tienen oídos y oyen, y tienen ojos y ven, puedan experimentarlo, mientras que por supuesto pasará de largo ante quienes no tienen oídos ni ojos. Estas diversas etapas se nos presentan a través de la naturaleza interna del contenido, que nos muestra que el Libro del Apocalipsis es ciertamente un libro iniciático.

Debemos darnos cuenta de que a medida que nos aproximamos conscientemente al mundo –según nuestra visión se expande cada vez más- aquellas cosas que en la actualidad son el contenido de nuestra vida anímica, y que son realmente una especie de imagen especular de la naturaleza externa, desaparecerán. El mundo físico, perceptible por los sentidos desaparece según avanzamos con la visión interna, y entonces gradualmente, como emergiendo del fondo, el mundo espiritual aparece ante la vista desde el otro lado. El escritor del Apocalipsis muestra con bastante claridad que él tiene una comprensión muy intensa y correcta de cómo entrar en relación con el mundo espiritual, y esto es lo que le ha permitido descubrir de un modo tan apropiado lo que ha sido capaz de descubrir en sus visiones imaginativas. Hay, queridos amigos, dos formas de ver el aspecto espiritual del mundo. Uno es simplemente ocuparse en los aspectos físicos perceptibles por los sentidos, llegando a conocerlos desde todos los ángulos con una especie de amorosa devoción. A través de esto aprendéis a reconocerlo como la obra de los dioses. Tenéis ante vosotros lo que queremos decir con “naturaleza” en el más amplio sentido,

cuando miráis al mundo físico, no sólo externa y mecánicamente, sino también interna y espiritualmente. También podemos imaginar –y sería correcto hacerlo- que sería posible llegar al mismo contenido del mundo, de una manera puramente espiritual, desde el interior, a través del alma de uno mismo. Podéis entonces llegar tan lejos como para decir que alguien con suficiente fuerza interior podría –incluso aunque no tuviera que suceder nada histórico- ver algo en un momento específico de los sucesos mundiales, algo que se manifestó como un suceso natural. Es perfectamente posible comenzar con una visión interna y llegar a la conclusión externa: En tal y tal año, cuando le ocurrió cierto suceso a la humanidad, hubo terremotos, etc. Mucha gente tiene el sentimiento –ya sean conscientes o no de ello- de que es posible que el ser humano llegue a conocer los detalles concretos del mundo comenzando desde el interior, y este sentimiento es completamente correcto. ¿Pero qué está sucediendo realmente cuando un ser humano entra en el mundo espiritual por el sendero de la Imaginación?

Podemos discutir esto en relación con el Libro del Apocalipsis, pues en este Libro encontramos descrita la secuencia de las diversas etapas en las que el escritor ve las cosas, y estas conducen cada vez más profundamente en el mundo espiritual. Primero nos presenta las cartas, después los sellos; entonces avanza hacia algo que en el lenguaje humano sólo puede expresarse como algo audible, es decir, las trompetas; y desde allí alcanza lo que describí antes de ayer como el amor divino con su contrapartida, la cólera divina. Cuando le comprendemos correctamente, sabemos que nos está diciendo que lo que nos da a través del contenido del Libro del Apocalipsis, por medio de las cartas que ha recibido a través de la Inspiración, se relaciona con el mundo físico. Cuando sigue con los sellos y los abre, se refiere al mundo astral, el mundo de la Imaginación, lo que puede llamarse el mundo anímico. Con el sonido de las trompetas entramos en el mundo espiritual. Y cuando experimentamos el amor y la cólera divinos en concordancia con el contenido del Libro del Apocalipsis, estamos entrando en el reino interior del espíritu. Debemos darnos cuenta de que, mientras está hollando este sendero de Imaginación, el ser humano está en el mundo con su experiencia, así que su experiencia es experiencia del mundo. Pero él no nota esto en las etapas iniciales. Según avanza su iniciación, experimenta cada vez más cómo lo que tiene lugar con él, a través de él y en él, está también sucediendo cósmicamente. El siente cada vez más cómo es vertido en el contenido objetivo del cosmos. El escritor del Apocalipsis insinúa esto muy claramente. Podemos decir, pues, que el contenido de las cartas se refiere al mundo físico.

Consideremos el mundo físico como aparece ante nosotros. Este mundo físico sólo aparenta ser lo que tenemos ante nosotros. Este mundo físico no presentaría toda esta miríada de matices de color, de calor y de frío, y todos los demás matices que fluyen hacia el ser humano de todas direcciones, si pensáramos sólo en el contenido físico de todo lo que se nos aparece en la época actual, y no notáramos que lo que parece ser físico es realmente espiritual. Mirando en el alma de un ser humano como el escritor del Apocalipsis, debemos aprender su lenguaje anímico, y este lenguaje anímico debe hacerse tan familiar para nuestro propio uso espiritual que podamos sentirlo en nuestros huesos, utilizando una expresión familiar.

Por tanto me gustaría introduciros en aquellas partes del lenguaje anímico interno del iniciado que no siempre utiliza externamente, pero que proporciona los medios por los que puede formar sus imágenes internas, su propio compartir personal con el mundo espiritual. Aquí hay un ejemplo: atenuad los relámpagos y entenderéis el color. Ese es el lenguaje de los iniciados. ¿Qué significa? El iniciado ve cómo aparece el relámpago, lo ve estallar a partir del cosmos, lo contempla como el vislumbre espiritual del universo, e imagina este relámpago haciéndose cada vez más contenido y atenuado, cada vez más suave, de tal forma que lo que tiene entonces es la formación amortiguada, suave, del color. El relámpago se despliega, en cierto modo, y se convierte en una superficie coloreada. Esto es lo que un iniciado tiene como una imagen interior. O quizás él diga: acalla el trueno, deja que el trueno se haga cada vez más silencioso y escúchalo modulándose, y surgirá la música. Así es como el iniciado ve el tapiz desplegado de lo perceptible, sensorialmente, como una revelación en una dirección, y para él es completamente real pensar: Aquí está el contenido del universo en toda su coloreada multiplicidad. Lo que estoy dibujando aquí con colores podría también ser sonido musical (Pizarra 7, izquierda). La manera en que el contenido del universo se acerca a nuestros sentidos es como un velo perceptible por los sentidos, un velo físico que se extiende en la forma de nuestro mundo sensorial, en el cual tejemos primeramente nuestros pensamientos abstractos, aparentes. Si imagináis la pizarra (Pizarra 7, izquierda lejos) como un tapiz extendido en todas direcciones, representando el mundo del sonido, del color, del calor y del frío, entonces detrás de este tapiz será donde el iniciado vea los relámpagos cayendo. Están detrás, y lo que veis ocasionalmente como un relámpago real, está irrumpiendo a través de este tapiz de los sentidos desde atrás, desde el mundo espiritual. El mundo espiritual está brillando hacia nosotros en cada manifestación de un relámpago. Y si miramos a este relámpago suavizándose y atenuándose hasta que se convierte en la extensión nivelada del color por la tierra, entonces tenemos ante nosotros a la tierra en su manifestación de color.

Mirando al cielo y a las estrellas, lo que vemos como puntos estelares –que asimismo parecen estar emergiendo del mundo espiritual- es otra manifestación del relámpago, sólo que aquí vive como un fenómeno permanente. El iniciado ve todo esto como una revelación externa de lo que hay detrás, así que él dice: Lo que debería estar viendo –y él lo ve, cuando su alma se vuelve cada vez más activa- es la rosa roja. Comienza a salpicar su cualidad roja hacia arriba y hacia abajo como suaves relámpagos, y como el primer plano se atenúa, el rojo llega hacia atrás hasta la esfera de los Serafines, igual que todos los sonidos musicales alcanzan la esfera de los Querubines, y todo lo que tocamos llega a la esfera de los Tronos. Cuando vemos la naturaleza a nuestro alrededor, todo lo que estamos viendo en realidad en el mundo físico es una ilusión, pues todo ello es, en verdad, obra de los Serafines, Querubines y Tronos, atenuado y silenciado. Mirad, queridos amigos, cómo se nos aparece el mundo de los colores; es simplemente el trabajo del relámpago de los Serafines uniformemente amortiguado. Esto es lo que en tiempos remotos se llamaba el carácter maya del mundo físico sensible; era este desconocimiento de que en realidad los Serafines, Querubines y Tronos están por doquier.

Demos ahora otro paso en la iniciación. Avancemos hasta el pasaje en que el escritor del Apocalipsis pone el mayor énfasis en la apertura de los sellos. ¿Qué está sucediendo aquí? Sucede que los colores del mundo están separándose, el calor y el frío están separándose, de tal modo que cada vez surgen más efectos que son espirituales y están comenzando a parecerse a las verdaderas formas del relámpago tomando forma. En lugar de la irrupción en zig-zag de los relámpagos, ahora podemos ver, según penetramos a través del tapiz sensorial, el mundo espiritual detrás de él; vemos relámpagos que se mueven suavemente. Sabemos que los seres que viven en ellos sirven a los Serafines, Querubines y Tronos. Y sucede algo similar con los sonidos musicales, con el calor y el frío, con lo que podemos comprender y tocar. Hasta el grado de que lo que vemos como el tapiz terrenal de los sentidos se desvanece de tal forma que detrás de él aparece este mundo de formaciones de relámpagos, dando forma a figuras auto-contenidas a partir de la vida astral, expandiéndose más y más, en el mismo grado comienzan a brillar las estrellas. Pueden seguirse como hilos de luz, y los hilos de las estrellas, los rayos de las estrellas, las luces, se entremezclan con las cosas del mundo elemental. Lo terrenal se une con lo celestial, y sabemos que estamos entrando en la primera condición del segundo mundo, donde todo brilla aún como en la naturaleza, donde sólo adivinamos que detrás de todo ello hay seres. Percibimos, como mucho, seres elementales, les vemos hasta cierto grado como los órganos funcionales de seres sublimes, grandes y poderosos. Estamos entrando, se podría decir, en la primera región de los Kyriotetes, Dynamis y Exusiai. Están, como si dijéramos, aún entre bastidores, pero entran en estos seres, y según progresamos a lo largo del sendero de iniciación gradualmente alcanzamos el punto en que estos Kyriotetes, Dynamis y Exusiai revelan más y más su propio ser esencial. Esto está vinculado con la forma en que la armonía de las esferas comienza a tocar sonidos cósmicos. Las sencilla notas que suenan y sólo forman armonías y melodías a lo largo de períodos amplios, que sólo se combinan para formar melodías en el tiempo cuando el tiempo se convierte en una unidad1, es lo que el escritor del Apocalipsis llama sonidos de trompetas. En los sonidos de las trompetas tenemos la pura vida de la segunda jerarquía, mientras que la primera jerarquía en su poderosa grandeza es el fundamento de la experiencia sensorial.

Avanzando desde este mundo en el que todos los fenómenos de los sentidos se han hecho fluidos, grandiosos y majestuosos, y ya no están así sólo desplegados sobre las cosas y procesos del mundo físico, sino que también son la expresión real de los seres elementales de la segunda jerarquía actuando, al avanzar desde este mundo, entramos más y más en una tercera región, donde ya no percibimos nada que pertenezca a la naturaleza, ni siquiera la naturaleza disuelta en los seres elementales, sino donde cualquier cosa que queramos percibir debe ser percibida espiritualmente. Entramos en una región del mundo espiritual de la que tenemos que decir: Tras haber pasado a través de las percepciones sensoriales de la tierra que se están disolviendo, y aún así al mismo tiempo tomando formas, y que son captadas por nuestra percepción sensorial como estrellas en expansión, hemos aprendido ahora a reconocer –como si fueran los últimos residuos de la percepción sensorial- todo lo que actúa en el cosmos por medio de los Kyriotetes, Exusiai y Dynamis, de una forma que les muestra internamente vinculados con la verdadera substancia de las estrellas. El mundo estelar se ha transformado para nosotros en los seres de las jerarquías. En vez de mirar arriba hacia las estrellas a través de la ilusión de los sentidos estamos ahora viviendo en el mundo de las jerarquías. Aquí las jerarquías aún están impregnadas de lo que se debería llamar el conocimiento disperso y disuelto dado por los sentidos. Y ahora estamos entrando en la tercera región, donde ya no percibimos todas las cosas de la tierra con nuestros sentidos, donde debemos percibir el elemento anímico suprasensible, sin rastro alguno de perceptibilidad sensorial. Estamos entrando en la región del verdadero mundo espiritual, y donde primero llegamos a conocerlo es en los Ángeles, Arcángeles y Archai. Podemos reconocer a estos seres en su espiritualidad, y cuando un pintor u otro artista les da forma, debe saber que sólo tienen esta forma perceptible a los sentidos porque están entretejidos con los elementos anímico-espirituales, con los seres de las jerarquías superiores. Si les pintamos alas, por ejemplo, debemos saber que estas alas provienen de los seres de la segunda jerarquía que les prestan su substancialidad, y que reciben su cabeza de la primera jerarquía que les presta esta forma junto con su contenido. Debemos estar absolutamente seguros del hecho de que, la única cosa que podemos ver en espíritu, es lo que pertenece a la tercera jerarquía: Ángeles, Arcángeles y Archai.

Lo que os estoy diciendo, queridos amigos, es de la mayor trascendencia histórica posible, pues si os enfrentáis a textos antiguos que traten íntimamente de estos mundos espirituales, seréis completamente incapaces de leerlos, a menos que sepáis que, cuando entramos en el mundo espiritual, es la jerarquía más baja la que primero percibimos espiritualmente, mientras que aún percibimos las jerarquías más bajas con ingredientes del mundo perceptible sensorial. Debéis saber que la antigua sabiduría iniciática, que describía estas cosas de forma muy correcta tal y como lo acabo de hacer, cayó gradualmente en toda clase de errores en los tiempos en que los asuntos espirituales iban decayendo. Así los iniciados más mundanos de la Edad Media siempre describían a los Serafines, Querubines y Tronos como la jerarquía más baja y más cercana a la Tierra, de tal forma que uno ascendía a través de los Dynamis, Kyriotetes y Exusiai hasta los Ángeles, Arcángeles y Archai. Mirad los libros medievales ilustrados. No sabréis lo que significan y preguntaréis por qué los ángeles están sentados por encima de los Serafines. Esto sucedió porque la gente ya no comprendía íntimamente estos asuntos y no podía imaginarlos orgánicamente con la suficiente exactitud. Este error surgió en particular cuando la enseñanza pura se contaminó con los símbolos de los Babilonios, durante la cautividad de los Judíos en Babilonia en tiempos pre-Cristianos, a través del contacto de los Judíos con los Babilonios. Este error sobre el rango de las jerarquías espirituales se extendió aún más a través de la Cábala, a través del misticismo judío medieval. Si se quiere comprender cómo se han desarrollado las ideas sobre el espíritu en la evolución humana, uno debe saber algo sobre estas cosas, y en relación con nuestro trabajo de comprensión del Libro del Apocalipsis este es el lugar correcto para discutir tales cosas.

Y es así como llegamos al mundo espiritual. Los primeros seres que la los que se accede en el reino puramente espiritual son los seres de la tercera Jerarquía. El escritor del Apocalipsis muestra cuán íntimamente familiarizado está con todo esto, pues en todo lo que describe muestra a los ángeles como mensajeros. Lo interesante es que los reinos terrenales pueden reflejar algo de lo que los ángeles aportan, como mensajeros de las jerarquías superiores. Con las apariciones de ángeles en particular entramos en el reino en que vemos cómo el amor divino reina, como el ingrediente real del mundo al que pertenecen los seres humanos. Primero vemos cómo los Ángeles, Arcángeles y Archai normales son, en cierto modo, personificaciones de las jerarquías superiores. Cuando miramos las manos, brazos, pies, piernas y el resto del cuerpo humano tenemos el sentimiento: Esto es el cuerpo del elemento anímicoespiritual. Del mismo modo, cuando ascendemos al mundo de la tercera jerarquía tenemos la impresión: Estos son los ángeles, pero son como los miembros, como la naturaleza corporal de los espíritus divinos superiores; son cuerpos hechos de alma y espíritu. Sentimos, queridos amigos, que estamos en la espiritualidad pura, y en esta espiritualidad, en el cuerpo de Dios. Es a esto a lo que ascendemos.

Debemos ocuparnos también de otra imagen interna. Todo el que quiere verdaderamente familiarizarse con el ocultismo, sobre el que está fundada la vida espiritual, debe hacer esto. Mirad a un ser humano con su cuerpo físico sobre la tierra, queridos amigos. Posiblemente no podáis pensar en ese cuerpo como algo que vive únicamente en procesos constructivos, germinantes, procesos que construyen el cuerpo humano. Debéis también pensar en los procesos destructivos del organismo, que conducen a las secreciones. El elemento destructivo, que muestra que el cuerpo está en un proceso constante de demolición, está ahí por un propósito, que es que la destrucción del cuerpo físico permita al espíritu entrar y vivir en estos procesos de demolición física2. El espíritu del organismo humano no vive en los procesos constructivos. Cuando el niño está creciendo, cuando los procesos físicos están en ascendencia, el elemento espiritual es suprimido, no se promueve. Los materialistas tienen la presunción, perfectamente ridícula, de que el pensamiento surge cuando el ser humano purifica la vida germinante en su cerebro y refina y transforma los demás procesos vitales. Si sucediera tal cosa en el cerebro, esto sería una mera continuación de los procesos digestivos, y el resultado sería una experiencia interna atenuada, vegetal. Sin embargo el espíritu es capaz de entrar en el cerebro sólo porque el cerebro está siendo constantemente destruido, porque se desintegra continuamente, porque está, como si dijéramos, siendo constantemente perforado con agujeros en los procesos físicos. A lo largo del sendero de destrucción el espíritu encuentra caminos a través de los cuales puede jugar creativamente un papel en lo físico. Y así lo físico acepta los procesos de destrucción. El crecimiento es proporcionado por medio de estorbos e impedimentos innatos.

Es inmensamente interesante observar esto en detalle. Por ejemplo podéis observar cómo la individualidad de Fichte bajó a la encarnación en un pueblo golpeado por la miseria67. Podéis observar esta individualidad estableciéndose en el cuerpo físico y observar al chico joven crecer. Veis cómo poco a poco los impedimentos interfirieron en su crecimiento sólo con un poco más de fuerza de lo normal, no mucha, en realidad muy poca, pero esto es lo que sucedió. El chico Fichte creció y creció, pero quizás hubiera crecido con un poco más de rapidez si no hubiera habido algo que restringía continuamente su crecimiento. Fue esta restricción ejercida sobre su crecimiento –él incluso alcanzó poca estatura- la que permitió que se desarrollara el matiz particular de su don filosófico. Así se hace efectivo el espíritu en lo físico. Así debemos contemplar no sólo con antipatía sino también con simpatía las fuerzas destructivas; debemos estar seguros de que son aceptables, de que podemos contemplarlas con amor, pues, además de la vida de crecimiento y de germinación, se necesita que haya algo que ejerza resistencia.

Debemos ser conscientes de cómo todo el mundo de los Ángeles, Arcángeles y Archai es realmente el aspecto corporal del espíritu divino, y debemos ver en este tejer, vivir, brotar y actuar de los Ángeles, Arcángeles y Archai cómo está entretejido el mundo, cómo los Ángeles cuidan del ser humano individual en su alma, cómo los Arcángeles mueven a los diferentes grupos de seres humanos y cómo los Archai hacen fluir de época en época diferentes corrientes de sucesos universales. Cuando vemos el tejer completo de esta maravillosa vestidura –que es tan hermosamente expresada en el mito Griego de Proserpina o Perséfone- cuando miramos esta vestidura completa del mundo, vemos el amor divino inundando y fluyendo en ella como la sangre roja en el cuerpo. Agregado a esto, como un añadido necesario, está la corriente de la cólera divina, que, en los sucesos mundiales, está constituída por todas las resistencias provocadas por seres provistos de un sentido moral, seres con sentimientos genuinamente morales, que sólo pueden estar en armonía con el progreso del mundo a través de su moralidad.

En el amor divino vemos al cuerpo divino en su brotar y crecer. Y en relación con las criaturas débiles, que no obstante indican la forma en la que los dioses quieren dirigir el mundo, vemos algo que emana de tales débiles criaturas; vemos el cuerpo espiritual del espíritu divino entretejido con algo que se asemeja a productos de secreción del cuerpo humano físico, algo que en los seres humanos es secretado por las glándulas, algo que se segrega3. Estos centros de secreción aparecen como las copas de la cólera divina, entretejidas en el progreso evolutivo del mundo.

Dentro de estos tres mundos reconocemos la conexión entre el amor divino y la cólera divina, e internamente recibimos una imagen que nos llena de reverencia. ¿Qué sucede cuando las copas de la ira son vertidas? Son los seres espirituales, divinos, que están considerando cómo pueden hacer avanzar el proceso continuo del mundo, a pesar de las fechorías de las criaturas débiles y contra las resistencias, cómo pueden transformar las resistencias en vehículos de impulso hacia delante, sucesos llenos de espíritu, de tal forma que el ser humano en sus procesos destructivos pueda aprovechar la oportunidad, no simplemente de vegetar físicamente, sino de empujar en su cuerpo físico hacia delante, de una manera anímico-espiritual. La manera en que el escritor del Apocalipsis muestra todo esto es completamente acorde con la iniciación. En el Libro del Apocalipsis entra maravillosamente en el progreso del mundo, penetrando justo hasta los sucesos concretos físicos, como vimos ayer y antes de ayer también. Al mismo tiempo entra maravillosamente en los senderos de la iniciación.

Cuando contemplamos así el Libro del Apocalipsis, de alguna manera abre nuestros ojos al progreso del mundo, de tal modo que estamos mirando lo que necesitamos desde el futuro y podemos llevar a nuestras imágenes internas. Más aún, se convierte asimismo en un libro de meditación; puede utilizarse de una forma maravillosa en libro de meditación; de hecho es maravilloso en este aspecto. Cuando llegáis a un pasaje en el Libro del Apocalipsis que representa algo que os parezca paradójico, deberíais dejar de leer y comenzar a meditar. Esos pasajes son los lugares en los que podéis crecer espiritualmente, absorbiendo y trabajando internamente sobre algo que no podéis comprender con vuestro intelecto. Por ejemplo cuando llegáis a un pasaje que habla de una úlcera maligna (Apo. 16, 2), entonces como intelectuales diréis por supuesto: Sólo los seres humanos y los animales pueden tener úlceras; qué se supone que significa esto; debe ser una imagen poética. Así que seguís leyendo y lo pasáis por alto. Pero eso no es lo que hay. El escritor del Apocalipsis utilizó la palabra ‘úlcera’ porque sabe que lo que es real en el microcosmos puede también justificadamente imaginarse en el macrocosmos. Seguramente descubriréis cómo, lo que tiene que ver con glándulas, que producen secreciones, conduce a las funciones de la cólera divina. De este modo, las paradojas aparentes del Libro del Apocalipsis son lo que nos ayuda a hacer la transición desde los procesos meramente intelectuales de la vida anímica –a los que la gente está tan acostumbrada- a los procesos espirituales.

Esto nos acerca al punto donde es necesario ver las cosas claramente y con exactitud, especialmente en relación con el trabajo del sacerdote. La gente siente que en los tiempos actuales el alma se está volviendo enteramente intelectual. Y en reacción a ello quieren corazón y sentimiento internos y lo desean en cada reino. Mirad la forma en que los grupos religiosos están oponiéndose al intelectualismo general de hoy en día. Ya no quieren las verdades de la salvación predicadas en términos intelectuales; ellos quieren que les sean dadas en forma de vida de sentimiento, a partir de lo que es irracional. Este deseo está seguramente justificado, pero si las cosas se tuvieran que desarrollar únicamente siguiendo estas líneas, la consecuencia de querer vivir la religión simplemente a través de los sentimientos sería la pérdida total de la religión.

Lo mismo vale para la educación, que ha tomado un sendero muy peculiar, que vosotros como sacerdotes haríais bien en notar. La educación se originó en la vida de los instintos. Funcionaba mejor cuando la gente no pensaba educacionalmente sino que hacía lo que el instinto les decía que hicieran. En días remotos la gente no enseñaba pedagógicamente sino que hacía lo que el instinto les inspiraba a hacer. Sólo desde que hemos olvidado cómo enseñar instintivamente, hemos comenzado a hablar tanto sobre pedagogía, y toda nuestra charla sobre ella prueba que somos los peores profesores que jamás haya habido. La gente normalmente comienza a hablar más sobre algo cuando ya no lo tienen. En el mismo sentido comenzaron a hablar sobre la Transubstanciación cuando ya no la comprendían, ni su secreto. Las discusiones intelectuales, a menudo excelentes, en una época particular deberían hacer que nos preguntásemos de qué carecía la gente de aquella época. Cuando la cuestión laboral estaba siendo discutida más ardientemente significó que la gente realmente comprendía muy poco sobre ella. Esto fue incluso más cierto en la época en que los seres humanos inventaron la escritura, y cuando el uso de la escritura se volcó más y más en el uso de la imprenta. Fue la época en que los seres humanos comprendieron menos la escritura divina, que habla a partir de las estrellas, del sol y del viento.

Cuando los miembros de la tabla redonda de Arturo eran aún capaces de leer lo que se les decía a través del mar salpicando, del rocío de las olas golpeando los acantilados y mezclándose con las olas de aire impregnadas de luz, en aquella época, cuando podían leer todo esto como si estuviera escrito, no había la más mínima necesidad de buscar la ayuda de ningún tipo de escritura apropiada para ello. Lo que hay que hacer, básicamente, es tomar el brillo de lo que es visible y deducir de él el mundo espiritual invisible y desvanecido. Y es entonces cuando el espíritu se eleva particularmente fuerte a la superficie, y se percibe cómo los símbolos perceptibles por los sentidos, los símbolos externos, se desvanecen.

Esto es lo que nos hace conscientes de que nuestro rechazo del intelectualismo, no debería tomar la forma de una oscura y nebulosa vida de los sentimientos en el alma, sino que podemos mejorar nuestra vida anímica de sentimientos, permitiendo que lo que es intelectual se transforme más y más en algo espiritual. Entonces encontraremos que nuestra vida anímica de sentimientos puede ennoblecerse verdaderamente, a través del contenido espiritual de las revelaciones, que ya son objetivas y no meramente subjetivas.

1 Ver también R. Steiner, Turning Ponts in Spiritual History (GA 60). Tr. W. F. Knox. London: Rudolf Steiner Publishing Co. 1934, conferencia del 19 de enero de 1911.

2 Ver R. Steiner, I. Wegman. Extending Practical Medicine. Fundamental Principles based on the Science of the Spirit (GA 27). Tr. A. R. Meuss. London: Rudolf Steiner Press 1996, Capítulo I. 67 Johann Gottlieb Fichte (1762-1814). Filósofo alemán.

3 Esta imagen de glándulas (Drüsen) que secretan algo conduce dos párrafos más adelante a Apo. 16, 2, en la que las traducciones inglesas de la Biblia hablan de un ‘grievous sore’ (dolorosa llaga) y algunas traducciones alemanas de un ‘Geschwür) (un furúnculo o absceso). Steiner, sin embargo, utilizó la palabra de Luterio ‘Drüse’ (glándula). Para los propósitos de esta traducción he utilizado el familiar ‘sore’ (herida), ya que una herida, como una ‘glándula temporal’ también secreta materia. (Traductor del alemán al inglés)


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