GA010 apéndice a la última edicción

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APÉNDICE A LA UNDÉCIMA EDICIÓN

El camino hacia el conocimiento suprasensible tal y como se ha descrito en esta obra conduce a experiencias del alma para las cuales es de importancia muy particular evitar las ilusiones y los malentendidos. Porque está en la naturaleza del hombre ilusionarse en esta materia.
Una de las ilusiones, y no de las menos graves, consiste en conducir todo el dominio de la experiencia psíquica de que trata la experiencia espiritual al nivel de la superstición, de la ensoñación visionaria, del mediumnisno y de otras desviaciones del esfuerzo humano hacia el conocimiento. Este errror proviene a menudo de lo que los hombres pocos preocupados por el verdadero camino del conocimiento quisieran acceder a las realidades suprasensibles, aunque fuese a través de rutas tortuosas. Y estos hombres son confundidos con los que siguen el camino descrito en esta obra.
Todas las experiencias psíquicas que se han descrito aquí se desarrollan enteramente en el dominio de la pura experiencia espiritual y psíquica. El hombre no puede pues sentirlas más que bajo ciertas condiciones. En ciertos casos, debe hacerse tan libre e independiente de la vida del cuerpo como es en su conciencia ordinaria cuando construye en sí pensamientos sobre lo que percibe externamente o que siente , desea o quiere interiormente.
Estos pensamientos no son el fondo producidos directamente por los impulsos voluntarios o los deseos. Hay personas que no creen en la existencia de pensamientos de este género. Ellos dicen: no existe ningún pensamiento que no haya sido extraído de olas percepciones o de los estados interiores condicionados por el cuerpo. Los pensamientos, añaden, no son más que las sombras proyectadas de las percepciones o de las impresiones interiores.
Verdaderamente, no se puede mantener semejante opinión más que si nunca se ha elevado uno a la actividad interior que permite sentir vivir dentro de sí un pensamiento puro que no reposa más sobre sí mismo. Quien quiera que conozca esta experiencia considera como una verdad de hecho que allí donde, dentro del alma, se ejercita el pensamiento, y en la medida que este pensamiento penetra otras funciones psíquicas, el hombre ejerce una actividad en la cual el cuerpo no toma la menor parte. En la vida ordinaria del alma, el pensamiento está casi siempre mezclado con otras funciones: percepción, sentimiento, voluntad, etc. estas otras funciones existen gracias al cuerpo; pero el pensamiento interviene en ellas. Y en la medida en que se produce esta intervención del pensamiento, en el hombre, y a través de él, ocurre algo en lo que el cuerpo no toma parte en absoluto. Los hombres que niegan este hecho caen la ilusión, porque no observan la actividad pensante en su estado puro, sino que la ven siempre mezclada con otras funciones. En la experiencia interior, se puede llegar a elevarse a un nivel en que el pensamiento se aparece como una actividad distinta y separada de los otros. De todo el circuito del alma se puede desprender algo que no es ya más que el pensamiento puro; un conjunto de pensamientos que se sostienen por sí mismos y que están despojados de toda influencia que proviene de las percepciones o de la vida orgánica. Los pensamientos de esta naturaleza se manifiestan por sí mismos como realidades espirituales, suprasensibles. Y el alma que se une a ellos, que excluye durante esta unión toda percepción, recuerdo y toda otra actividad interior, sabe que ella se encuentra, por este pensamiento, en su dominio suprasensible; ella se siente entonces fuera del cuerpo.
El que adquiere una visión clara de todo este proceso no se puede ya plantear una cuestión como ésta: <<El alma ¿puede tener conciencia de sí misma en un estado suprasensible, cuando ella está fuera del cuerpo? Porque esto sería como poner en duda lo que se sabe por experiencia. La única cuestión que se plantea todavía es ésta: ¿qué es lo que impide al hombre reconocer semejante evidencia? Y la única respuesta a esta pregunta es que esta experiencia no se puede producir si el hombre no se pone por adelantado en una disposición de ánimo que le haga posible recibir esta revelación.
Ahora bien, las personas sienten por lo general una cierta desconfianza respecto a una actividad puramente psíquica que tiene a manifestar un elemento independiente de ellas mismas. Si es necesario prepararse para recibir esta revelación, se dicen, ¿no va uno a sugestionarse? Se querrían encontrar experiencias en que la participación del hombre sea nula y frente a las cuales se permaneciera como un testigo pasivo. Se puede hacer además que los novicios ignoren las primeras y elementales reglas que exige la aproximación científica de un hecho. Entonces les ocurre lo siguiente: en manifestaciones de la vida interior en que el alma desciende por debajo del nivel de la actividad consciente habitual, ellos creen ver la manifestación objetiva de una realidad no sensible. Los visionarios, los médiums tienen experiencias de esta naturaleza.
Las fuerzas que se manifiestan así provienen de un mundo que no está por encima de los sentidos, sino por debajo. La vida consciente de vigilia no se desarrolla enteramente en el cuerpo, sino que transcurre, en su parte más consciente, en la frontera entre el cuerpo y el mundo físico exterior. Es lo que ocurre en el caso de las percepciones: lo que se produce en el órgano sensorial es un fenómeno de fuera, que penetra en el cuerpo, desde el momento en que constituye una proyección de actividad del cuerpo hacia este fenómeno. Y es asimismo el caso para la vida volitiva; el ser humano está inserto en la realidad cósmica: el hombre que quiere es al mismo tiempo un elemento del devenir universal. En las experiencias del alma que se desarrollan en el límite del cuerpo, el hombre depende, en un grado muy elevado, de su organismo corporal. Sin embargo, la acción del pensamiento viene a un irse a estas experiencias y, en la medida que esta unión se produce el hombre se vuelve independiente del cuerpo en la percepción y en la voluntad.
Por el contrario, en los fenómenos visionarios y mediúmnicos, el hombre cae enteramente bajo la influencia del cuerpo. Excluye de su vida interior aquello que podría hacerle independiente del cuerpo en la percepción y la voluntad. Y, por esto, las manifestaciones de su vida interior se convierten en una simple expresión de su vida corporal. Los visionarios y los médiums son seres en quienes las actividades de percepción y de voluntad son mucho menos independientes del cuerpo que lo son para el hombre normal. En lo concerniente a la experiencia de lo suprasensible aquí descrita, la evolución del alma debe seguir la dirección exactamente opuesta a la vía seguida por los visionarios y los médiums. El alma se torna progresivamente más independiente del cuerpo de lo que es en la percepción y en la volición normal. Ella adquiere, por parte de una actividad más amplia, la independencia de que antes no gozaba más que para ejercitar el pensamiento puro.
Y, para una actividad del alma en el mundo suprasensible, es de una importancia capital ver muy claramente lo que es esta experiencia del pensamiento puro. Porque en el fondo esta misma experiencia es ya de por sí una actividad suprasensible del alma, aunque ella no permita todavía la visión espiritual. Mediante el pensamiento puro se vive en lo suprasensible; pero sólo este pensamiento es experimentado de manera suprasensible, ningún otro. La experiencia de lo suprasensible debe ser la consecuencia de lo que ya ha experimentado el alma al unirse al pensamiento puro. Es por esto por lo que es tan importante poder experimentar correctamente esta unión. Porque es la comprensión de esta unión la que va a revelar bajo su verdadera luz la naturaleza del conocimiento suprasensible. Desde que la vida del alma desciende por debajo del nivel de la consciencia clara que brilla en el pensamiento, ella se desvía de su ruta hacia el verdadero conocimiento suprasensible. Se ve sometida a los fenómenos orgánicos, y todo cuanto experimenta, todo cuanto ella expresa, es una manifestación no de lo suprasensible, sino de la vida orgánica en una región inferior al mundo sensible.
Desde que el alma lleva a cabo experiencias que la introducen en la esfera de lo suprasensible, lo que experimenta es de una naturaleza que ya no puede expresarse mediante el lenguaje ordinario, tan bien como se expresan las impresiones nacidas al contacto con el mundo sensible.
Cuando se oye la descripción de alguna experiencia espiritual, hay que tener bien presente que en su realidad están más alejadas de las palabras de lo que pueda estar la descripción de un hecho físico. Es preciso tener muy en cuenta esta diferencia, cuando se emplean determinadas expresiones que no pueden relacionarse con su objeto más que a través de una delicada alusión, una imagen simbólica. En el capítulo de esta obra titulado Como adquirir conocimientos sobre los mundos superiores, apartado dedicado a La calma interior, decíamos por ejemplo lo siguiente: <<Bajo su forma original, todas las reglas y enseñanzas de la ciencia espiritual son ofrecidas mediante un lenguaje de signos y de símbolos>>. Y en el capítulo titulado La Iniciación nos hemos referido a un <<sistema de escritura particular>>. De esto se podría fácilmente concluir que esta escritura se aprende como se aprenden las letras y los caracteres de una lengua física. Hay, ciertamente, y todavía existen, escuelas y sociedades de enseñanza espiritual que poseen signos simbólicos para expresar los hechos del mundo suprasensible. Los que son iniciados en el sentido de estos símbolos tienen en sus manos un medio para dirigir su alma hacia las realidades suprasensibles en cuestión. Pero para la vida suprasensible lo esencial es más bien que, en el curso de una experiencia tal y como la que puede ocurrir sobre ella la escritura oculta, el alma adquiere, contemplando las realidades superiores, la revelación de estos caracteres simbólicos, y esto por sí misma.
Lo suprasensible enseña al alma algo que ella por sí misma debe traducir en símbolos para poder contemplarla en plena conciencia. De esta escritura se puede decir que lo que ella expresa puede ser realizado por toda alma. Mientras que el alma hace de este modo una realidad de ello, se producen los resultados que nosotros hemos descrito.
Tómese pues un libro como éste por lo que realmente es: un diálogo entre el autor y el lector. Si se dice: <<el discípulo tiene necesidad de recibir consejos personales>>, es necesario entender que este libro constituye por sí mismo una enseñanza personal.
En los tiempos antiguos, existían razones para reservar esta enseñanza personal para una conversación oral secreta, pero, en el momento presente, la humanidad se encuentra en una etapa de su evolución en que los conocimientos de la ciencia espiritual deben ser repartidos con mayor amplitud que en el pasado. Es preciso hacerlos accesibles a todos en medida mucho más amplia que en otros tiempos. Y es que ocurre que en el momento actual de la historia del libro ha pasado a ocupar el lugar de la antigua enseñanza oral. La creencia de que a cuanto se ha dicho en este libro debe venir a añadirse una dirección personal no está justificada más que en determinados casos. Esta ayuda personal puede tener importancia algunas veces. Pero sería un error creer que hay cosas esenciales que no se encuentren en este libro. Si se lee con atención y a fondo se encontrarán.
Las descripciones hechas en esta obra parece como si fueran consejos sobre la manera de transformar la propia naturaleza de arriba abajo. Pero si se lee con cuidado, se descubrirá que su único fin es describir la actitud que el hombre debe tomar en aquellos momentos de su existencia en que quiera encontrar el mundo suprasensible. Esta actitud interior se convierte en él en algo así como una segunda naturaleza, la primera naturaleza, normal, continua, al igual que en el pasado, el curso de su existencia. Es preciso saber separar con plena conciencia, la una de la otra, estas dos naturalezas, hacerlas alternar como conviene. No se debe, por tanto, hacer imposible en la vida planear por encima de la existencia cotidiana y jugar al ocultista en todo tipo de circunstancias. Es cierto que la manera en que se vivan las experiencias suprasensibles irradiará sobre la personalidad entera; pero esto, lejos de separar al discípulo de la vida terrena, lo hace por el contrario adaptarse a ella mucho mejor.
Si, no obstante, nos hemos visto obligados a hacer en este libro la descripción que hemos hecho, es porque un esfuerzo de conocimiento dirigido hacia el mundo superior concierne al hombre todo entero, de tal manera que él debe comprometerse con todo su ser en semejante actividad. Así como la percepción de un color no compromete en realidad más que al sentido de la vista, a los ojos, o a los nervios que van a parar a los ojos, una percepción superior n3ecesita, por el contrario, la aplicación a ella del individuo completo. El hombre se convierte en o <<todo ojos>> o <<todo oídos>>. Porque esto es así, parece, con razón, que al describir la adquisición de los procesos que acompañan al conocimiento suprasensible se habla de la transformación total del hombre, se dice que el hombre ordinario no es lo que debería ser y se debe convertir en otro completamente distinto.
Con frecuencia al capítulo sobre <<Algunos efectos de la iniciación>>, hay que añadir algunas cosas que,, con matices, son válidas también para otros pasajes de esta obra.
Alguien podría objetar: ¿por qué describir así, en imágenes, las experiencias suprasensibles? He aquí la respuesta: el fin esencial de la experiencia de la realidad suprasensible es que el hombre tome conciencia de sí mismo en esta realidad como ser supersensible. Si no llegara a representarse un ser inmaterial, del que le son descritas determinadas realidades bajo esa forma de las <flores de loto>> y del <<cuerpo etérico>> que se corresponde muy bien con su naturaleza, el hombre tendría de sí, en el estado suprasensible, una consciencia análoga a la que tendría en el mundo sensible si percibiese todo cuanto le rodea, pero sin tener noción de su propio cuerpo. El hecho de auto—contemplarse como ser suprasensible en su cuerpo psíquico y en su cuerpo etérico le permite poseer la conciencia de sí mismo en el mundo superior, del mismo modo que percibiendo su cuerpo sensible, toma conciencia de él en el mundo sensible.

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919