GA010 el guardián del umbral

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EL GUARDIAN DEL UMBRAL

Los encuentros con el guardián del umbral constituyen experiencias de gran importancia que acompañan la ascensión a los mundos superiores. En realidad, no hay un solo guardián, sino, más exactamente, dos: uno que es el <<pequeño>> y otro que es el <<gran guardián del umbral>>. Se encuentra uno con el primero cuando los lazos que unen entre sí la voluntad, el pensamiento y el sentimiento en los cuerpos sutiles (astral) y etérico) comienzan a separarse, de la forma en que lo hemos descrito en el capítulo precedente. En cuanto al gran guardián del umbral, el hombre lo encuentra cuando la ruptura de estos lazos alcanza también a los órganos físicos del cuerpo, especialmente, y en primer lugar, el cerebro.
El <<pequeño>> guardián del umbral es un ser autónomo. Es un ente que no existe para el hombre que todavía no haya alcanzado el estadio de desarrollo donde se encuentra. Aquí no podemos describir más que algunas de sus características esenciales.
En primer lugar, intentaremos representar, de una forma narrativa, el encuentro del discípulo con el guardián del umbral. Este encuentro viene a advertirle que, en él, pensamiento, sentimiento y voluntad escapan a su coordinación primitiva.
Un ser bastante horripilante se yergue delante del discípulo, quien, para sostener la mirada, necesita apelar a todo cuanto ha podido adquirir de presencia de ánimo y de confianza en la excelencia del camino que está siguiendo hacia el conocimiento.
He aquí como el guardián revela el sentido de su ser: <<Hasta aquí, has sido guiado por potencias que permanecían invisibles para tus ojos>>. Es por causa de ellas por lo que, en el curso de tus existencias anteriores, cada una de tus buenas acciones ha tenido su recompensa, y cada una de tus faltas sus molestas secuelas. Bajo su influencia, se ha ido formando tu carácter, marcado por tus experiencias y tus pensamientos. Ellas han decidido tu destino. Ellas han determinado la parte de alegría o de sufrimientos que te debían tocar en suerte en cada una de tus encarnaciones según tu conducta pasada. Ellas han reinado sobre ti bajo la forma de la ley universal del <<Karma>>. Estas potencias van a renunciar ahora a una parte de su dominio sobre ti. Una parte del trabajo que ellas realizan lo debes realizar tú en adelante. Duros golpes del destino han caído sobre ti hasta ahora y tu no sabías por qué: era la consecuencia de alguna acción dañina realizada por ti en alguno de tus precedentes existencias. Asimismo, aq veces, has encontrado la felicidad y la alegría y la has acogido. También ellas eran igualmente efecto de antiguas acciones. En tu carácter hay sin duda partes buenas, pero también partes odiosas; eres tú mismo quien ha creado las unas y las otras mediante tus actos y tus pensamientos anteriores. Hasta ahora, has conocido los efectos sin ver las causas. Pero ellas, las potencias kármicas, han escrutado todas tus acciones pasadas, tus pensamientos, tus sentimientos más secretos, y, según esto, han determinado tu manera de ser actual y el curso de tu vida.
<<Al presente se te van a revelar directamente todos los buenos y todos los malos aspectos de tus encarnaciones precedentes. Estas causas estaban hasta aquí tejidas en tu propia naturaleza; estaban en ti y tu no podías verlas, de la misma manera que no podrías ver tu propio cerebro con tus ojos físicos. Ahora, todo este pasado se desprende de ti mismo y se separa de tu persona. Adquiere una forma autónoma a la cual puedes mirar como miras las piedras y las plantas del mundo exterior. Y yo mismo soy el que se ha configurado un cuerpo con todo cuanto hay en ti de noble o de vil. Mi apariencia fantasmal está hecha de deudas que tú has contraído y que están consignadas en el libro de tu vida. Hasta ahora, me has llevado contigo sin verme. Esta ceguera fue una felicidad para ti. Porque la sabiduría de un destino que estaba oculto ha podido de este modo trabajar sin que tú lo sepas en la desaparición de las manchas odiosas cuyos vestigios ven en mí. Ahora he salido de ti. Esa sabiduría oculta te ha abandonado igualmente. En adelante, ya no se preocupará por ti. Deja su tarea en tus manos. Es preciso que yo llegue a constituirme en un ser perfecto y espléndido, que no caiga en la perdición. Si llegara a ocurrir esta desgracia, te arrastraría conmigo a un mundo oscuro y caído, privado de toda cosa buena. Para evitar esta calamidad, es preciso que tu propia sabiduría sea lo bastante grande como para tomar sobre ella la tarea de la que se encargaba antes la sabiduría escondida que te ha abandonado. Cuando hayas franqueado el umbral que yo guardo, en ningún momento desapareceré ya de tu vista. Cuando hagas algo malo, en seguida percibirás tu falta mediante una transformación de mi forma, que se alterará de una manera demoníaca, horrible. Y sólo cuando hayas enmendado tus errores pasados y estés lo suficientemente purificado para que hacer el mal te resulte ya imposible, mi ser se revestirá de una belleza radiante y, para el mayor bien de tu futuras actividades, podré unirme a ti para formar contigo un solo ser.
<<Mi umbral está cimentado por los temores y las aprehensiones que todavía experimentas ante la carga entera de ti mismo, la entera responsabilidad de tu conducta y de tu pensamiento. Mientras que no te decidas a dirigir por ti mismo tu propio destino, el umbral no tiene todavía cuanto puede comportar. Mientras que falte en él una sola piedra, tendrás que permanecer allí delante, sin traspasarlo. No intentes franquearlo antes de sentirte enteramente libre de todo temor y dispuesto a cargar con la suprema responsabilidad>>
<<Hasta el momento presente, yo no salía de tu yo personal más que cuanto la muerte ponía fin a una de tus etapas terrestres. Pero inclusive en esos momentos, sin embargo, mi forma permanecía velada para ti. Únicamente me percibían las potencias que vigilaban sobre tu destino. Según mi aspecto, ellas podían modelar, en los intervalos que separan la muerte de un nuevo nacimiento, las fuerzas y las facultades que deberían permitirte trabajar en tu propio progreso, en una nueva encarnación, embelleciendo su forma. Y es también mi imperfección la que obligaba siempre a estas potencias a devolverte a la tierra para otra encarnación. A tu muerte yo estaba allí, y los maestros del Karma decidían sobre tu retorno a la tierra según lo que yo fuese. Era sólo si tú habías llegado inconscientemente, a través de tus sucesivas encarnaciones, a volverme perfecto, cuando las potencias de la muerte no habrían tenido ya posibilidad de acción sobre ti; fundido conmigo, habrías podido por fin entrar en la inmortalidad. Pero hoy me he hecho visible para ti, mientras que siempre he estado cerca de ti a la hora de la muerte, aunque invisible. Cuando hayas franqueado mi umbral, entrarás en las esferas que generalmente no conoces sino después de la muerte física. Vas a entrar en ella con plena, y, al mismo tiempo que continuarás evolucionando sobre la tierra bajo una forma físicamente visible, vas a evolucionar en adelante en el reino de la muerte, es decir, en el reino de la vida eterna. Porque, en realidad, yo soy también el ángel de la muerte, al mismo tiempo que el anunciador de una vida eterna, de una vida superior, inagotable, inextinguible. Viviendo hoy en tu cuerpo, atravesarás por mi la muerte, para renacer a una existencia que ya jamás nada aniquilará>>.
<<La esfera en que penetres te va a revelar seres de naturaleza suprasensible. La felicidad allí será tu herencia, pero tu primer encuentro en este nuevo mundo seré yo mismo, tu criatura. Antes, yo me nutría de tu propia vida; ahora me has despertado a una existencia autónoma, y heme aquí delante de ti, juez visible de tus acciones por venir, quizá como un reproche constante. Tu has podido crearme, pero, al mismo tiempo, has tomado sobre ti la carga de transformarme en un ser perfecto>>.
Esto que hemos presentado aquí bajo una forma narrativa no debe ser considerado como un símbolo, sino como una experiencia de las más reales que pueda tener el discípulo (1)
El guardián debe advertir expresamente que no se avance más, si no se siente uno con fuerza necesaria para responder a las exigencias que le acaban de ser reveladas. Por terrible que sea esta aparición, no es, sin embargo, el efecto de la existencia anterior del discípulo; no es más que su propia naturaleza exteriorizada y despierta a la vida autónoma. Este despertar sobreviene cuando se disocian las tres fuerzas: voluntad, pensamiento y sentimiento.
Ya constituye de por sí una experiencia de gran alcance tener, por vez primera, conciencia de que se ha engendrado a un ser espiritual. El discípulo debe preparado para soportar, sin experimentar el menor espanto, ante esta terrible aparición.
Si el discípulo sale felizmente de este primer encuentro con el guardián del umbral, una de las consecuencias de ello será que su próxima muerte física constituirá un acontecimiento completamente distinto que todas las muertes precedentes. Cumplirá conscientemente el acto de morir, despojándose de su cuerpo físico como se despoja uno de un vestido que ya está demasiado usado o al que un desgarrón acaba de dejar inservible. Su muerte física no tiene ya, por así decir, importancia más que para los demás, los que vivían con él y se encuentran todavía detenidos en las percepciones de los sentidos. Para ellos, el discípulo <<muere>>; para él, no se produce ningún cambio demasiado importante en cuanto le rodea. Todo el universo espiritual en el que entra se le ha ofrecido ya idénticamente antes de su muerte; es el mismo universo el que contempla después de la muerte.
(1) De lo que precede se desprende que el guardián del umbral que acabamos de describir es una forma (astral) que se revela a la clarividencia que está en vías de desarrollarse en el discípulo. La ciencia espiritual lleva a este reencuentro suprasensible. Sólo mediante un procedimiento de magia inferior es como se puede volver visible a los sentidos físicos el guardián del umbral. La operación consiste en producir una nube de materia sutil, una especie de aparición humosa, compuesta por una mezcla de diversas sustancias. La fuerza del mago consigue dar forma a este humo y animarlo por medio del Karma, que el discípulo todavía no ha liberado. Si se está suficientemente preparado para la visión espiritual, ya no hay necesidad de semejante evocación sensible. Constituye un peligro verdaderamente grave el ser llamado, sin tener todavía la preparación suficiente, a contemplar, bajo la forma de un ser vivo, sensible, los residuos del Karma <<no liberados>>. Por otra parte, no hay que aspirar a tener esta experiencia. En la novela de Edward Bulwer Lytton, Zanoni, se puede encontrar una descripción novelesca del encuentro con el guardián del umbral materializado de esta forma.
Pero el <<guardián del umbral>> enseña también otra cosa. El hombre pertenece a una familia, a un pueblo, a una raza; él actúa en el mundo en función de su pertenencia a estas comunidades o colectividades; su propio carácter depende igualmente de ello. Ahora bien, lo que compone la familia, el pueblo o la raza, está muy lejos de ser únicamente la suma de todas las acciones cumplidas conscientemente por los individuos. Las familias o los pueblos tienen un destino de la misma manera que tienen unos caracteres distintivos. Estas cosas continúan siendo, son, nociones generales, para el hombre ordinario. En cuanto al pensador materialista, lleno de prejuicios, no siente más que desprecio, por el ocultismo, que pretende que el destino de una familia o de un pueblo, el carácter de una tribu o de una raza, existen tan realmente para él como el destino de un individuo. Y es que el ocultista describe realidades superiores, de las que son miembros los simples individuos, de la misma manera que los brazos, las piernas y la cabeza son partes del cuerpo humano.
En la vida de una familia, de un pueblo, de una raza, él ve actuar, además a los individuos, realidades más altas que constituyen verdaderamente el alma de esta familia, de este pueblo, el espíritu de esta raza. Se puede decir que los individuos son, en cierto sentido, más que los órganos ejecutivos de estas almas—grupos, y resulta perfectamente adecuado hablar del alma de un pueblo que se sirve, por ejemplo, de individuos pertenecientes a un país para cumplir determinadas tareas. El alma del pueblo no desciende hasta la materialización sensible, ella vive en los mundos superiores y para actuar en el mundo sensible, se sirve de los individuos como de órganos físicos. Se comporta como un arquitecto que utiliza mano de obra para construir un edificio.
Todo hombre recibe, el más complejo sentido del término, de estas almas de familia, de pueblo, de raza, la tarea que le corresponde. El hombre limitado a los sentidos no está en absoluto iniciado al plano superior que ordena su acción. Es inconscientemente como sirve para realizar los fines asignados por el alma del pueblo o de la raza, mientras que el discípulo, desde que ha encontrado al guardián del umbral, debe no sólo vigilar el cumplimiento de sus deberes personales, sino también colaborar a sabiendas en las tareas de su pueblo o de su raza. Toda ampliación de su horizonte agranda también ineludiblemente el campo de sus deberes. Lo que pasa en realidad es que el discípulo añade de alguna manera un nuevo cuerpo psíquico al precedente, como un vestido que se pusiera encima de otro.
Hasta aquí, marchaba por la vida cubierto por los velos que abrigaban su personalidad, y las entidades espirituales que se servían de él tenían cuidado de determinar lo que tenía que hacer por la colectividad. El guardián del umbral le descubre ahora que, en lo sucesivo, estas potencias espirituales se van a retirar de él. El debe emerger de la colectividad, pero se afincaría en un aislamiento y no escaparía a la perdición si no adquiriese ahora los esfuerzos pertenecientes a los espíritus de los pueblos y de las razas.
Hay muchos que pretenden haberse liberado de toda dependencia respecto al pueblo o raza. Suelen decir: <<Me basta con ser un hombre y nada más que un hombre>>. Pero hay que responderles:<< ¿A qué debes tu libertad? ¿No es quizás tu familia quien te ha proporcionado tu lugar en el mundo? ¿No es tu pueblo o tu raza quienes han hecho de ti lo que eres? Ellos te han educado, y si te puedes elevar por encimad e todos los prejuicios, y convertirte en una luz o en un benefactor para tu pueblo o tu raza, ¿no se lo debes a esta educación? Inclusive si no eres como dices “nada más que un hombre”, es a los espíritus de las colectividades en el seno de las cuales has nacido a los que le debes lo que has llegado a ser>>.
Sólo el discípulo puede comprender lo que significa ser abandonado por los espíritus del pueblo y de la raza; sólo él puede saber hasta qué punto toda educación recibida significa poco frente a la vida que le aguarda en adelante. Porque todo cuanto le ha sido aportado se disgrega cuando se rompen los lazos entre la voluntad, el pensamiento y el sentimiento. El mira los resultados de toda la educación recibida, como se mira una casa de paredes agrietadas por todas partes que se trata de reconstruir a partir de unos planos nuevos. Es pues algo más que un símbolo si se dice: después que el guardián del umbral he hecho conocer sus primeras exigencias, entonces, del sitio en que se encuentra se levanta un viento tempestuosos, un viento que paga todas las luces espirituales que hasta ese momento habían iluminado para el discípulo el camino de la existencia. Una oscuridad total se extiende delante de él; una oscuridad, que sólo es rota por el resplandor que emana del guardián del espíritu. Del seno de esa oscuridad surgen nuevas advertencias: <<No franquees mi umbral antes de estar seguro de que vas a comunicar por ti mismo luz a estas tinieblas; no des un paso más si no estás seguro de tener el suficiente aceite espiritual para alimentar en adelante tu propia lámpara. Porque las lámparas de los guías que te han iluminado hasta ahora te faltarán en lo sucesivo>>. Después de estas palabras, el discípulo debe volverse a mirar tras sí. El guardián del umbral parta entonces para él la cortina que ocultaba hasta este momento los misterios profundos de la existencia. Descubre, en su plena actividad, a los espíritus de la familia, del pueblo, de la raza; ve precisamente que hasta allí ha sido guiado y que está claro que, en adelante, ya no lo será. Tal es la segunda advertencia que se recibe del guardián al lado del umbral.
Nadie podrá soportar sin preparación semejante espectáculo si la fuerte disciplina que ha vuelto al individuo capaz de alcanzar el umbral no le permitiera también encontrar, en el momento requerido, las fuerzas necesarias. En determinados casos, es posible que esta disciplina haya sido tan armoniosa, que la entrada en la nueva vida pierda todo carácter impresionante o tumultuoso; entonces las experiencias ante el umbral vienen acompañadas de un presentimiento de esa felicidad que será la nota dominante de la existencia nuevamente adquirida. El sentimiento de la libertad nueva borra todos los demás. Bajo el efecto de ese sentimiento, los nuevos deberes y la nueva responsabilidad de los que se debe uno cargar aparecen como una obligación que toca cumplir necesariamente al hombre que ha accedido a este estadio de su evolución.

LA VIDA Y LA MUERTE
EL GRAN GUARDIÁN DEL UMBRAL

Acabamos de referirnos a la importancia que tiene el encuentro con el que llamamos <<pequeño>> guardián del umbral, porque este encuentro hace tomar conciencia de un ser suprasensible que, por así decir, se ha creado a sí mismo. El cuerpo de este ser es el resultado de nuestras propias acciones, sentimientos y pensamientos cuyas consecuencias eran antes invisibles. Ahora bien, estas fuerzas invisibles se han convertido en las causad determinantes de nuestro destino, de nuestro carácter. El hombre comprende, en este momento, que el mismo, en su pasado, ha plantado las bases de su presente. Por este hecho, su ser se encuentra manifiesto a su mirada hasta un cierto punto. Por ejemplo, ahora puede ver la causa de que haya contraído ciertas tendencias y costumbres. Determinados golpes del destino le han golpeado; pues bien, ahora comprende su origen. Se da cuenta de qué es que le lleva a amar esto u odiar aquello, de por qué una cosa le hace feliz y otra le vuelve desgraciado. El aspecto visible de la vida se le hace comprensible, gracias a las causas visibles, y hasta los grandes acontecimientos de la existencia, tales como la enfermedad y la salud, la muerte y el nacimiento, se desvelan a su mirada. Constata que él mismo ha tejido, antes de su nacimiento, toda una red de causas que necesariamente debían conducirle a la existencia. El discierne en sí la entidad que es todavía de naturaleza imperfecta en el mundo visible, pero que, sin embargo, no podría adquirir su perfección más que mediante su paso a este mundo. Porque en ningún otro mundo se encuentra ocasión de edificar esta entidad humana. En fin, se ve que, por el momento, la muerte no puede separarle jamás de la tierra para siempre. Porque debe decirse:<<Hace tiempo, vine por primera vez a este mundo, porque era un ser que tenía imperiosa necesidad de vivir en él para adquirir cualidades que no habría podido adquirir en ninguna otra parte. Y continuaré ligado al mundo terrestre hasta que haya hecho madurar en mí todo cuanto en él haya podido espigar. No podré colaborar eficazmente algún día en la obra que se culmina en otro mundo, sino después de haber adquirido la facultad en este mundo visible a los sentidos.
Una de las experiencias más importantes por la que puede pasar el iniciado es justamente la de aprender a conocer mejor, a apreciar mejor la naturaleza visible para los sentidos, cosa que no conseguía antes de emprender el entrenamiento espiritual. Esto lo debe a la mirada que sumerge en el mundo suprasensible. Quien no haya adquirido esta mirada tendrá que contentarse, tal vez, con sentir vagamente que las realidades suprasensibles son infinitamente más valiosas que las del mundo sensible, lo que le llevaría a subestimar éste. Pero quien haya practicado esta mirada sabe que si no contara con lo que le aporta el mundo visible, se quedaría sin fuerzas en el mundo invisible. Para vivir en lo invisible le son necesarias, indispensables, facultades y órganos que únicamente se pueden adquirir sobre la tierra. Es preciso que aprenda a ver en espíritu para tomar conciencia del mundo invisible. Ahora bien, esta fuerza, esta fuerza de visión en un mundo <<superior>> se crea poco a poco al contacto de las realidades llamadas <<inferiores>>. También resulta imposible nacer al mundo del espíritu con los ojos del espíritu si no se les ha desarrollado en el mundo sensible; como sería imposible para un niño recién nacido nacer con losa ojos físicos, si estos no se hubiesen desarrollado con anterioridad en el seno de la madre.
Desde tal punto de vista, se comprenderá por qué el umbral del mundo suprasensible debe ser admitido a sumergir la mirada en estas regiones antes de estar suficientemente equipado para ello. Es por esto por lo que, en cada una de sus muertes, cuando el hombre, todavía incapaz de actuar en otro mundo, lo penetra, sin embargo, hay un velo que le impide participar en él. No podrá contemplarlo sino después de haber adquirido la madurez necesaria.
Si el estudiante del ocultismo penetra conscientemente en el mundo suprasensible, la vida toma para él una significación enteramente nueva. El ve en lo sensible el terreno propicio para las semillas del mundo superior e inclusive, en un cierto sentido, este mundo <<superior>> le parece incompleto sin el mundo <<inferior>>. Dos perspectivas se abren ante él: una de ellas da por sobre el pasado; la otra, sobre el porvenir. Su mirada se sumerge en el pasado donde el mundo sensible no existía todavía, porque desde hace mucho tiempo está por encima del prejuicio según el cual el mundo suprasensible se habría desarrollado a partir del mundo sensible. Sabe que el mundo suprasensible está en el origen del mundo sensible. Sin este tránsito, no se hubiese podido continuar evolucionando. Esto no sucede, en efecto, más que cuando los seres se hayan desarrollado en la esfera sensible y hayan adquirido todas las facultades de relación con él, que el mundo suprasensible podrá reemprender su marcha ascendente sobre la senda de la evolución., Ahora bien, estos seres son los seres humanos, y estos seres humanos no son pues, en su vida actual, más que el resultado de un estadio imperfecto de la evolución espiritual, y su finalidad debe ser alcanzar, a través de estas condiciones, la perfección que les permitirá servirse para hacer progresar los mundos superiores. Es entonces aquí donde se abre la perspectiva sobre el porvenir. Ella anuncia un estadio más elevado del mundo suprasensible. En este nivel, los frutos del mundo sensible alcanzarán madurez. Este mundo sensible, en tanto tal, será superado, y los resultados de su labor serán incorporados a una esfera más alta.
Esta visión hace comprender lo que significan la enfermedad y la muerte en el mundo sensible. La muerte expresa simplemente que llegó el tiempo, en el curso de la evolución, en que el mundo suprasensible original había alcanzado un punto en que ya no podía progresar por sí mismo. Habría sido necesariamente golpeado por el aniquilamiento general si hubiese recibido un influjo de vida. Esta vida nueva se presenta como una lucha contra el aniquilamiento universal. Sobre las ruinas de un universo moribundo, esclerotizado, han aparecido los gérmenes de una existencia nueva. Es por esto por lo que conocemos tanto la muerte como la vida. Ambos estados se han ido mezclando lentamente; porque los elementos perecederos que quedan del antiguo mundo se aferran todavía a los gérmenes de vida nueva que han surgido de ellos. Esta dualidad encuentra su expresión más neta en el hombre. El porta consigo, como una especie de vaina o revestimiento, lo que le queda, lo que le viene del antiguo universo, y en esta envoltura germina el ser del porvenir. De este modo, él constituye una entidad doble, a la vez mortal e inmortal. El elemento mortal está en el estadio final de su evolución; el elemento inmortal, en su estado inicial. Y únicamente en el seno de este mundo doble, que se expresa en lo físico, es donde el hombre adquiere facultades necesarias para realizar la inmortalidad. Porque esta es verdaderamente su misión; extraer frutos inmortales de lo que es mortal. Si considera se esencia tal como la ha construido en el pasado, se debe decir: <Mi ser encierra dentro de sí elementos que proceden de un universo moribundo; ellos laboran en mí y sólo progresivamente podría yo quebrantar su potencia gracias a los elementos inmortales que nacen a la vida>>. El hombre sigue pues un camino que procede de la muerte y va hacia la vida. Si, a la hora de su muerte, pudiese hablarse conscientemente a sí mismo, debería decirse: <<Lo que muere en mí fue mi instructor. Perezco por la acción de todo un pasado en el cual estoy implicado, pero este campo de la muerte ha hecho crecer para mí los gérmenes de la inmortalidad. Los llevo conmigo a otro mundo. Si yo no dependiera más que del pasado, ni siquiera hubiera podido nunca llegar a nacer. La vida del pasado se acaba en el nacimiento. A través de los nuevos gérmenes de vida, la vida sensible se sustrae el aniquilamiento universal. El tiempo que separa el nacimiento de la muerte no expresa más que la parte conquistada por el nuevo influjo de vida sobre el pasado que muere; en cuanto a la enfermedad, no es más que la prolongación de la acción de la parte de este pasado que va hacia la muerte>>.
A la luz de estos conocimientos, es posible responder a quienes se preguntan por qué el hombre sólo puede elevarse lentamente del error a la verdad y de la imperfección al bien. Sus acciones, sus sentimientos y sus pensamientos son al principio enteramente dirigidos por las fuerzas que van hacia la muerte. Son ellas las que modelan sus órganos físicos y es por esto por lo que los órganos, así como todo su funcionamiento, están abocados a perecer.
Ni los instintos, ni la presiones, ni los órganos que les obedecen pueden componer el ser inmortal, sino únicamente la obra cumplida por estos órganos es la que puede pretender la inmortalidad. Cuando el hombre haya extraído de su naturaleza mortal todo cuanto le es posible sacar de ella, sólo entonces podrá renunciar a las bases sobre las cuales él se apoya en el mundo sensible.
De este modo, el primer <<guardián del umbral>> representa la imagen del hombre en su doble naturaleza, mezcla de los perecedero y lo imperecedero. Gracias a él, se ve claramente todo lo que le falta todavía al hombre para llegar a esta forma de luz radiante que podrá de nuevo habitar el puro mundo espiritual.
El <<guardián del umbral>> revela igualmente al hombre su grado de implicación en la naturaleza física. Este compromiso con la vida sensible se expresa en principio por medio de los instintos, los deseos ávidos y personales bajo todas las formas del egoísmo. A continuación se manifiesta mediante la sumisión a un pueblo, a una raza; porque los pueblos y las razas no son todavía sino diferentes etapas en el camino de la pura humanidad. Una raza y un pueblo son tanto más elevados, más plenos y se realizan más y mejor, cuando mejor realizan sus miembros el tipo puro de ideal de la humanidad, y cuanto más han extraído los elementos inmortales que se encuentran en la naturaleza física perecedera. La evolución del ser humano, al pasar a través de las reencarnaciones en pueblos y razas cada vez más avanzados, es, pues, un proceso de liberación al cabo del cual el hombre debe aparecer en armoniosa perfección.
En un sentido análogo, el tránsito a través de las concepciones religiosas o morales cada vez más puras constituye un perfeccionamiento. Porque en cada etapa del progreso moral se encuentra todavía una especie de predilección por lo que es perecedero, al lado del ideal del los gérmenes del porvenir.
El primer << guardián del umbral>> todavía no ha hecho conocer más que las consecuencias de los períodos transcurridos. Respecto al porvenir, no ofrece más que las indicaciones que se pueden sacar del pasado. Pero el hombre debe introducir en el universo espiritual por venir todo cuanto le sea posible extraer del mundo sensible, si no quisiera introducir en él más que lo que ha sido extraído del pasado en la contraimagen que le ofrece el primer <<guardián>> sólo parcialmente habría cumplido su tarea terrestre. Es por esto por lo que algún tiempo después del <<pequeño guardián del umbral>> aparece el segundo: el que hemos llamado <<gran guardián del umbral>>. Una vez más este encuentro debe ser descrito de una manera narrativa.
Desde que el hombre ha reconocido las trabas de las que debe liberarse, ve aparecer sobre su camino una sublime forma de luz, cuya belleza sería inútil intenetar describir con palabras. Este encuentro tiene lugar cuando los órganos del pensamiento, del sufrimiento y de la voluntad se vuelven lo suficientemente independientes, hasta en el cuerpo físico, como para que sus relaciones recíprocas no sean ya instintivas, sino dirigidas únicamente por la conciencia superior, que ahora se ha liberado totalmente de todas las contingencias físicas. Estos centros del pensamiento, del sentimiento y de la voluntad se han convertido en instrumentos en poder del alma humana que los dirige desde las esferas suprasensibles. A este ser liberado de todos los lazos sensibles, se les aparece el segundo <<guardián del umbral>>, y le habla en los siguientes términos: <<Tú te has desprendido del mundo de los sentidos. Has conquistado tu derecho de ciudadanía en el universo suprasensible. Será según éste cómo actuarás de ahora en adelante. Ahora ya no tienes necesidad de un cuerpo físico bajo la forma actual. Si no tuvieses ya otra voluntad que la de morar aquí, no tendrías necesidad de retornar al mundo sensible. Pero mírame y comprueba hasta qué punto estoy infinitamente por encima de lo que has podido hacer de ti hasta este momento. Has accedido a tu grado de perfección actual gracias a las facultades que has podido desarrollar en el mundo sensible durante el tiempo que ha sido necesario. Pero ahora comienza para ti una fase en la cual, con las fuerzas liberadas, vas a proseguir tu trabajo en el mundo de los sentidos. Hasta el momento presente, no has pensado más que en salvarte a ti mismo; ahora debes liberar a tus compañeros que están en el mundo sensible. Tus esfuerzos han sido puramente personales; de ahora en adelante, incorpórate al conjunto de los eres humanos, a fin de introducir en las esferas suprasensibles no sólo a ti mismo, sino también a los demás.
Llegará el día en que te podrás unir a mí ser; pero no puedo conocer la felicidad celestial en tanto que haya tantos seres desgraciados. Personalmente liberado, querrías entrar desde hoy para siempre en las esferas suprasensibles; serás obligado a ver por debajo de ti a los que todavía no se han liberado y habrás separado tu destino del de ellos. Ahora bien, todos vosotros sois solidarios. La misma ley los obliga a todos a descender al mundo sensible, para sacar de él las fuerzas necesarias para vuestro progreso. Si ordenases a tus hermanos en humanidad, harías un mal uso de las fuerzas que no has podido cultivar más que en comunidad con ellos. Si ellos no hubiesen descendido también al mundo sensible, tú tampoco hubieses podido hacerlo y te habrían faltado las fuerzas para elevarte a la existencia suprasensible. Debes pues compartir con ellos las fuerzas adquiridas con ellos. Es por esto por lo que no te dejaré penetrar en las regiones más altas del mundo suprasensible hasta que no hayas utilizado todas las fuerzas que has conquistado en la tierra para salvar a tus semejantes. Con lo que ya posees, puedes mantenerte en las regiones inferiores del mundo suprasensible, pero, ante la puerta de las más altas regiones, me situaré yo <<como querubín delante del Paraíso, con la espada de fuego en mano>>, y te prohibiré el acceso a ella en tanto no hayas empleado todas las fuerzas que te quedan para la salvación del mundo sensible. Si no quieres dárselas, otros vendrán que se servirán de ellas. El mundo sensible superior recogerá los frutos del mundo sensible; en cuanto a ti, el terreno sobre el que tu ser se haya posado se deshará bajo tus pasos. El universo purificado te superará y te sumergirás en una ascensión de la que serás excluido. Tu sendero será el sendero negro, y aquellos de los que te hayas separado seguirán el sendero blanco.
De esta forma se revela <el gran guardián del umbral>>inmediatamente después del encuentro del alma con el primer vigilante. El hace conocer con exactitud al iniciado lo que le espera si cede prematuramente a la atracción de una estancia en el mundo suprasensible. Un esplendor indescriptible emana de este segundo guardián. Unirse a él presenta, para el alma que lo contempla, como una meta bien lejana. Pero el iniciado tiene, sin embargo, la certidumbre de que esta unión no será posible más que si él consagra a la liberación y a la redención del mundo sensible todas las fuerzas que ha recibido abundantemente de él. Si se decide a obedecer a este luminoso, contribuirá a la liberación del género humano y sacrificará sus dones sobre el altar de la humanidad. Si, por el contrario, prefiere elevarse personalmente al mundo superior antes del tiempo fijado, será arrastrado por la corriente de la evolución humana. Después de la liberación, no podrá extraer del mundo sensible nuevas fuerzas. Mientras que, si le ofrece su trabajo, lo hará renunciando a sacar de su trabajo venidero todo provecho personal.
Ciertamente, no se podría decir que, situado delante de esta alternativa, el hombre opte con total evidencia por el sendero blanco. Dependerá de su grado de purificación que ningún egoísmo le haga sucumbir a la tentación de asegurar su propia felicidad celestial. Esta tentación es la más grande que se puede imaginar, porque el otro lado no presenta nada que sea seductor. Aquí, nada habla del egoísmo. Lo que el hombre adquiera, si prosigue su evolución hacia regiones todavía más altas del mundo suprasensible, no será un elemento procedente de él, sino que sale de él: el amor a sus hermanos. Por el contrario, todo cuanto pueda desear el egoísmo irá hacia el que se compromete sobre el sendero negro. Más aún: los gozos que se encuentran en él son justamente la satisfacción más perfecta del egoísmo. Si alguien desea la felicidad sólo para sí mismo, elegirá con toda seguridad el sendero negro, que es naturalmente el sendero hecho a su medida.
Que nadie espere pues de los ocultistas del sendero blanco el menor consejo favorables al desarrollo egoísta de su yo personal. Ellos no sienten el menor interés por las facilidades particulares. Los iniciados blancos no tienen por misión servirse de los fines privados. Estos los buscan quienes quieren. La única cosa que ellos desean de verdad es la evolución y la liberación de todos los seres que son los hombres y sus compañeros. Es únicamente para la realización de esta obra colectiva para los que enseñan el medio de desarrollar las fuerzas individuales que pueden contribuir a ello. El don desinteresado de sí mismo y el amor al sacrificio se elevan ante sus ojos sobre todas las demás cualidades. No rechazan a nadie, pues hasta el ser más egoísta es capaz de transformarse. Pero quien no persigan más que fines personales no encontrará el menor apoyo en los ocultistas verdaderos, mientras mantenga ese estado de espíritu. Aunque éstos no le negases su apoyo, el egoísta será el mismo quien se cierre la posibilidad de aprovecharse de él. Quien siga realmente las indicaciones de los verdaderos Maestros de la sabiduría comprenderá por consiguiente, después de haber franqueado el umbral, lo que exige el gran guardián; pero el que no siga a los Maestros no debe esperar siquiera ser ayudado nunca por ellos a franquear el umbral. Su enseñanza conduce al bien, si no lleva a ninguna parte. Guiar a los hombres a una felicidad egoísta. O incluso simplemente hacia la vida suprasensible, no forma en absoluto parte de su misión. Los fines que desde el origen han sido asignados a esta misión les ordena tener al discípulo alejado del mundo supra—terrestre hasta que entre en él con la voluntad de colaborar con abnegación en la obra común.

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919