GA114 Basilea 21 de sept. de 1909 Los dos niños de Jesús. La encarnación del Cristo en Jesús de Nazaret.Vishna Karman, Ahura Mazdao, Yahvé. La Logia Espiritual de los Doce Bodhisattvas y el Decimotercero. -evangelio de S. Lucas

RUDOLF STEINER

LOS DOS NIÑOS JESÚS
VISHVA KARMAN – AHURA MAZDAO – CRISTO


Basilea 21 de sept. de 1909

séptima conferencia

En los últimos días hemos tratado de formarnos una idea acerca de las entidades más importantes de que nos habla el Evangelio de Lucas, y hemos adquirido conceptos que abarcan lo fundamental de este documento. Más aún nos hace falta estudiar la ulterior evolución de la entidad principal de los Evangelios y, con ello, de la entidad principal de nuestra Tierra, el Cristo Jesús mismo. En primer lugar, hemos de recordar lo que ya hemos dicho, o sea que el Cristo Jesús, del cual trata el Evangelio, nació, por decirlo así, físicamente como el Jesús natánico de la casa de David. Este niño llega a los doce años y, en el momento de haber cumplido su desarrollo hasta tal edad, penetra en su cuerpo la yoidad que en tiempos pasados se había incorporado en la entidad que inauguró la cultura persa; de modo que a partir de los doce años de edad se nos presenta el Yo de Zoroastro en el cuerpo del Jesús natánico. Y ahora nos incumbe seguir exactamente la evolución de esta entidad. Para tal fin, hemos de recordar algo que comprenderemos por nuestras anteriores contemplaciones científico-espirituales.
Sabemos que en el desarrollo normal del ser humano hay un periodo importante desde el nacimiento hasta los siete años de edad; otro periodo importante transcurre desde los siete hasta la edad de catorce años aproximadamente, es decir, hasta la madurez sexual; después sigue el periodo de los catorce hasta los veintiún años, al que siguen los que terminan a los veintiocho y a los treinta y cinco años de edad, respectivamente. Se entiende que estos periodos no hay que tomarlos minuciosamente de manera que siempre terminen exactamente al cumplirse los años respectivos, sino que la importante transición que se produce por el séptimo año, ha de considerarse como coincidente con la segunda dentición. Esto significa que dicha transición no se produce de golpe sino gradualmente dentro del tiempo de la segunda dentición. De un modo similar, los demás pasajes también se cumplen paulatinamente. Sabemos que (según lo expuesto más extensamente en mi escrito “La educación del niño desde el punto de vista de la Ciencia Espiritual”) al término de los siete años ocurre, espiritualmente, algo similar a lo que físicamente ocurre al dejar el niño el seno de la madre; esto es, se produce una especie de nacimiento etéreo. A los catorce años, con la madurez sexual, tiene lugar un nacimiento astral; se independiza entonces el cuerpo astral del hombre. Pero el desarrollo humano se presentará todavía más complicado, si, con los ojos del espíritu, lo estudiamos más exactamente. Tal como el hombre suele observar las cosas de la vida, se le escapan las importantes diferencias dentro del curso de toda la vida, las cuales se producen incluso en los años avanzados de la vida. Hoy día se considera que a partir de determinada edad ya no tiene lugar sino muy poco de importancia en el organismo humano. Sin embargo, esta opinión se basa en una observación grosera, pues en verdad, sí observamos más exactamente, notaremos ciertas diferencias en el desarrollo del hombre, hasta en los años avanzados.
Al desprenderse el niño de la envoltura física materna, resulta que en realidad no nace sino el cuerpo físico del hombre, de modo que es el cuerpo físico que en los primeros siete años de la vida se presenta libremente. Naturalmente, para el educador es de suma importancia tener conocimiento de este hecho. Después, al separarse la envoltura etérea, también el cuerpo etéreo se presenta libremente y, a los catorce años, al desprenderse la envoltura astral, queda libre el cuerpo astral. Empero, solo comprenderemos exactamente la entidad humana si tomamos en consideración la estructura dada en mi libro TEOSOFÍA en que figura la ulterior división de los vehículos anímicos de la naturaleza humana. Allí se describe que después del cuerpo vital tenemos el llamado “cuerpo sensible”, y es éste que, frente al mundo externo, queda totalmente libre - hablando con exactitud - en el periodo de los catorce a los veintiún años de edad. A los veintiún años, va haciéndose libre lo que se llama el “alma sensible”; a los veintiocho años, el “alma racional”; después el “alma consciente”. Así sucede en el ser humano de nuestra época. El que observa la vida humana según los conocimientos de la Ciencia Espiritual, sabe muy bien que esos estados evolutivos existen, y los grandes conductores de la humanidad saben, además, que el trigésimo quinto año es de extraordinaria importancia en la vida del hombre. Dante también sabía por qué se refirió expresamente a la edad de treinta y cinco años en que tuvo las grandiosas visiones cósmicas que forman el contenido de su gran poema universal. Lo señala al comienzo de la “Divina Comedia” que esas visiones las tuvo a la edad de treinta y cinco años. Es la edad en que el desarrollo del ser humano llega a la capacidad de utilizar plenamente, como sus instrumentos, las facultades que dependen del cuerpo sensible, del alma sensible y del alma racional.
En todos los tiempos, las grandes individualidades, al hablar de la evolución del hombre, siempre se referían a esa división. No obstante, en Oriente los períodos son algo distintos, de modo que, para la cultura oriental, no se hacían las mismas diferencias en cuanto a la división; pero en Occidente siempre había que hacerlas. Los griegos, por ejemplo, empleaban otras palabras para designar lo mismo que nosotros. Para describir lo anímico, empezaban con lo que nosotros llamamos “cuerpo vital”, denominándolo Treptikon; para el “cuerpo sensible” usaban un término significativo: Estetikon; el “alma sensible” la llamaban Orektikon, y el “alma racional” Kinetikon. El “alma consciente” que en nuestros tiempos es el tesoro más valioso del ser humano, la llamaban Dianoétikon. Esta es, exactamente señalada, la evolución del ser humano.
Ahora bien, debido a ciertas condiciones que luego vamos a elucidar, el desarrollo del Jesús natánico se había adelantado y esto, por otra parte, fue posible porque en aquel territorio la pubertad se producía más temprano. Hubo, además, otras causas particulares, por las cuales, lo que generalmente se produce a los catorce años, sucedió para él a los doce años; y lo que, por lo común, se produce a los veintiún años, sucedió para él a los diecinueve; y los procesos que comúnmente tienen lugar a los veintiocho y a los treinta y cinco años, ocurrieron en su vida a los veintiséis y a los treinta y tres años, respectivamente. También hay que tener presente que físicamente tenemos al “Jesús natánico” hasta la edad de doce años, pero que a partir de esta edad vive en su cuerpo el Yo de Zoroastro. ¿Qué significa esto?. Esto quiere decir que a partir de los doce años aquel Yo maduro estuvo activo para formar el cuerpo sensible, el alma sensible y el alma racional del Jesús natánico de tal manera como sólo pudo hacerlo un Yo tan maduro, el cual, durante las más diversas encarnaciones había experimentado los destinos del Yo de Zoroastro. Así se nos presenta el hecho maravilloso de que a los doce años se incorporó el Yo de Zoroastro en el cuerpo del Jesús natánico para desarrollar en su alma todas las facultades de la manera más perfecta. Se formó, pues, un cuerpo sensible capaz de elevar la mirada hacia el cosmos y de recibir la impresión de la entidad espiritual del antiguo Ahura Mazdao; en su alma sensible surgió la sabiduría que sólo pudo desarrollarse sobre la base del conocimiento relacionado con el Ahura Mazdao; se formó, además, un alma racional capaz de comprender, es decir, de formarse conceptos claros de lo que, anteriormente, la humanidad sólo había recibido desde afuera a través de las corrientes espirituales. De esta manera se desarrolló el Jesús natánico, con el Yo de Zoroastro en su ser, hasta cerca de los treinta años de edad. Surgió entonces otro acontecimiento. Volvió a producirse, pero ahora de una manera más universal y más importante, el fenómeno que en cierto modo había tenido lugar a la edad de doce años del Jesús natánico, cuando lo más íntimo de su ser se había compenetrado de un nuevo Yo. Vemos que, al llegar a los treinta años, el Yo de Zoroastro ha terminado de cumplir su misión para con el alma del Jesús natánico, habiendo desarrollado sus facultades de la manera más sublime y habiéndole infundido todo cuanto había adquirido en el curso de sus encarnaciones pasadas. De modo que pudo decir: “Ahora he cumplido mi misión: El Yo de Zoroastro dejó entonces el cuerpo del Jesús natánico.
Hasta los doce años de edad, el Yo de Zoroastro había vivido en el cuerpo del Jesús salomónico; éste, después de abandonarle el Yo de Zoroastro, no pudo seguir su desarrollo terrenal, el cual quedó detenido. Ciertamente había alcanzado una madurez extraordinaria, debido a que poseía un Yo tan elevado. Quien hubiera observado exteriormente al niño Jesús salomónico, habría comprobado que poseía una madurez espiritual precoz en el más alto grado; pero su desarrollo quedó interrumpido al abandonarle el Yo de Zoroastro. Y, al acercarse el momento - relativamente temprano - de la muerte de la madre del Jesús natánico, o sea el hecho de que su entidad espiritual fuera elevada al mundo espiritual, sucedió que ella llevó consigo los valores eternos y las fuerzas creadoras del niño Jesús salomónico, el que también murió, aproximadamente al mismo tiempo que la madre del Jesús natánico.
Fue una envoltura etérea muy valiosa la que se separó del cuerpo del Jesús salomónico. Sabemos que el cuerpo etéreo del hombre alcanza su principal desarrollo entre los siete años de edad y la madurez sexual. En este caso, se trató del cuerpo etéreo evolucionado por las fuerzas del Yo de Zoroastro. También sabemos que en el momento de la muerte, el cuerpo etéreo deja el cuerpo físico y que normalmente queda desprendido todo lo no utilizable para la eternidad; sólo una especie de extracto del cuerpo etéreo llevase al mundo espiritual. En el caso del Jesús salomónico, la mayor parte de su cuerpo etéreo resultó utilizable para la eternidad, y la madre del Jesús natánico llevó la totalidad del cuerpo vital de aquel niño al mundo espiritual. El cuerpo etéreo del hombre forma y construye su cuerpo físico. Podemos imaginarnos que entre el cuerpo etéreo del Jesús salomónico que fue llevado al mundo espiritual, por un lado, y el Yo de Zoroastro, por el otro lado, hubo efectivamente una profunda afinidad, ya que ambos estaban unidos durante la vida terrenal hasta los doce años y, cuando el Yo de Zoroastro dejó el cuerpo de Jesús de Nazareth, volvieron a hacerse valer las fuerzas de afinidad entre el Yo de Zoroastro y el cuerpo etéreo que perteneciera al niño Jesús salomónico. Uno y otro volvieron a reunirse para formarse entonces un nuevo cuerpo físico. El Yo de Zoroastro poseía tal madurez que no le hacia falta volver a pasar por el mundo espiritual, sino que después de relativamente breve tiempo, mediante el cuerpo etéreo que acabamos de caracterizar, pudo formarse un nuevo cuerpo físico. Así vino a nacer, por vez primera, aquel ser que después volvió a aparecer siempre de nuevo, con relativamente breves intervalos entre cada muerte y un nuevo nacimiento. Esta entidad que de la manera descripta ha vuelto a reunirse con el cuerpo etéreo que había dejado, transita desde entonces por la historia de la humanidad, habiéndose convertido, como es de imaginar, en la más grande ayuda de todos los hombres que buscaron la comprensión del magno acontecimiento palestinense. Esta individualidad que pasa por la transición de los tiempos, es llamada el Maestro Jesús. Así vemos que Zoroastro, después del reencuentro de su Yo con su cuerpo etéreo, empezó, como “Maestro Jesús”, a tomar su camino por la evolución de la humanidad; y desde entonces vuelve a encarnarse, siempre de nuevo, sobre nuestra Tierra con la misión de dirigir la corriente espiritual del cristianismo; él inspira a aquellos que buscan la comprensión de la evolución viviente del cristianismo, inclusive en las Escuelas Esotéricas, para el continuo cultivo de las enseñanzas del cristianismo. Inspira a las grandes figuras espirituales del cristianismo, enseñándoles sin cesar lo que significa el magno acontecimiento de Palestina.
El Yo de Zoroastro ha dado sus fuerzas al cuerpo del Jesús natánico desde los doce a los treinta años de edad. Después de haberlo abandonado, otra entidad penetró en dicho cuerpo. El bautismo en el Jordán es caracterizado en todos los Evangelios como el momento en que, en lugar del Yo de Zoroastro, un “Yo supremo” penetró en el Jesús natánico. En otra oportunidad, ya hemos señalado que en aquellos tiempos antiguos el “bautismo” había sido algo muy distinto de lo que fue más tarde, cuando llegó a ser un mero símbolo. Juan Bautista también lo ejecutó de un modo distinto, pues los bautizados fueron sumergidos en el agua con todo su cuerpo. Por lo expuesto en otras conferencias antroposóficas sabemos que en tales casos puede ocurrir algo muy importante. Incluso en la vida común, cuando una persona está por ahogarse y sufre un “shock”, puede suceder que se le presenta la imagen de toda su vida pasada cual un extenso cuadro. Esto acontece porque se produce, por un instante, lo que comúnmente sólo ocurre después de la muerte: el cuerpo etéreo se separa del cuerpo físico y queda libre de las fuerzas de este último. Esto también ocurrió en la mayoría de las personas bautizadas por Juan, y principalmente sucedió en el bautismo del Jesús natánico cuyo cuerpo etéreo fue quitado del cuerpo físico. En ese mismo instante pudo penetrar y posesionarse del cuerpo de Jesús la suprema entidad a la que damos el nombre de Cristo; de modo que desde el momento del bautismo ejecutado por Juan, la entidad del Cristo mora en el Jesús natánico. Esto es el significado de las palabras que así figuran en los primitivos Evangelios: “¡Este es mi hijo amado, hoy lo he engendrado!”; quiere decir que ahora se ha engendrado al Hijo del Cielo, al Cristo, fecundado por la Divinidad Unitaria que compenetra el Universo y concebido por el cuerpo y toda la organización del Jesús natánico al que se había preparado para recibir de las Alturas el germen del futuro fruto. “¡Este es mi Hijo amado, hoy lo he engendrado!”, así figura en los Evangelios primitivos, y así, verdaderamente, debiera figurar en los Evangelios que conocemos.
¿Quién es la entidad que en aquel momento se unió con el cuerpo etéreo del Jesús natánico?.
Es la entidad del Cristo cuya naturaleza no es comprensible sí únicamente se toma en consideración la evolución terrestre. Pues el Cristo es la entidad a la que tenemos que llamar el ductor de las entidades espirituales que, al separarse el Sol de la Tierra, se retiraron de ésta conjuntamente con el Sol y se crearon un escenario superior, a fin de obrar desde el Sol, o sea desde afuera, sobre la Tierra. Por consiguiente, si nos remontamos a los tiempos precristianos, abarcando todo el período desde la separación del Sol de la Tierra hasta la aparición del Cristo sobre la Tierra, hemos de decirnos: cuando el hombre elevaba la mirada hacia el Sol, tendría que haber sentido, según la madurez de sus sentimientos, lo que enseñaba el gran Zoroastro, esto es, que la luz solar y el calor que nos llegan del Sol, no son sino la vestidura física de las supremas entidades espirituales, rayos poderosos espirituales que desde el Sol penetran la Tierra. Y el ductor de todas esas entidades que desde el Sol transmiten a la Tierra su obrar benéfico, es precisamente la entidad que más tarde fue llamado el “Cristo”. Por lo tanto, en los tiempos precristianos había que buscarla no sobre la Tierra, sino en el Sol. Con razón, Zoroastro la llamaba “Ahura Mazdao” que vivía en el Sol y decía: “Sobre la Tierra no encontramos a este Espíritu-Luz, pero si dirigimos la mirada hacia el Sol, se nos presenta la entidad espiritual que es el Ahura Mazdao, y la luz que de allí fluye a nosotros, es el cuerpo del Espíritu Solar, Ahura Mazdao, al igual que el cuerpo físico humano es el cuerpo del espíritu del hombre.” Pero gracias a los grandes acontecimientos cósmicos, esta suprema entidad iba acercándose, cada vez más, a la esfera de la. Tierra. En cierto modo, la facultad clarividente pudo percibir, más y más, el acercarse del Cristo a la Tierra. Cuando Moisés, el gran precursor del Cristo Jesús, recibió su revelación en el fuego, sobre el Monte Sinaí, fue el reconocimiento de este mismo Cristo.
¿Cuál fue el significado de estas revelaciones recibidas por Moisés?.
Decían que la entidad del Cristo que se acercaba a la Tierra, se revelaba primero cuál una imagen de reflejo, comparable al fenómeno que nos presenta la Luna en cada noche de luna llena. Es luz solar lo que fluye hacia nosotros, si bien la llamamos luz de la luna, debido a que la luz solar nos es reflejada por la luna. En el zarzal ardiente y en el fuego sobre el Sinaí, Moisés vio al “Cristo”. A través de un reflejo percibió al Cristo en forma análoga a como se percibe la luz solar reflejada por la luna. Así como decimos “luz de la luna” cuando percibimos la luz solar reflejada por la luna, así también se llamó Jehová al “Cristo”. Jehová es, por lo tanto, el reflejo del Cristo, antes de que éste apareciera sobre la Tierra. De esta manera, el Cristo se manifestaba indirectamente a la sabiduría humana que aún no podía verlo en su verdadera naturaleza; del mismo modo que la luz solar se manifiesta a través de los rayos lunares, durante una noche de luna llena que sin ella quedaría oscura. Jehová es el Cristo, no directamente percibido, sino como luz reflejada.
Estaba previsto que, cada vez más, el Cristo debió acercarse al conocimiento y a la percepción del hombre, y que El mismo debió venir a la Tierra, por un tiempo; vivir como hombre entre hombres, copartícipe de la existencia humana sobre la Tierra, tal como antes, desde el cosmos, Él se había revelado a los iniciados. Los que poseían la sabiduría del mundo siempre sabían que el Cristo existe, y como Él se revelaba de la manera más diversa, también se le daban los nombres más diversos. Zoroastro le llamó “Ahura Mazdao”, porque se le revelaba en la vestidura de la Luz Solar. Los grandes maestros de la humanidad de la antigua India, los santos Rishis, sabían, como iniciados, de la existencia de esta entidad; pero también sabían que, con la sabiduría terrestre de aquella época, no fue posible alcanzarla. Por ello se decía que esa entidad vivía más allá de la región de los siete Rishis y se le llamaba “Vishva Karman”. “Vishva Karman” y “Ahura Mazdao” son distintos nombres para la entidad que desde las Alturas espirituales, desde sitios cósmicos, se acercaba lentamente a la Tierra.
Empero, fue necesario preparar la evolución de la humanidad para que un cuerpo pudiera dar cabida a ese ser. Para ello, una entidad como la que vivió en el gran Zoroastro debió llegar a la madurez por la evolución a través de sus encarnaciones, para poder desarrollar las facultades del cuerpo sensible, del alma sensible y del alma racional dentro de un cuerpo tan puro como lo fue el de Jesús de Nazareth. Esto debió prepararse paso a paso, pues para el debido desarrollo del alma sensible y del alma racional, debió primero pasar un Yo por todas las experiencias y vivencias por las que pasó Zoroastro; y éste Yo debió transformar las facultades del Jesús natánico. Esto no hubiera sido posible en tiempos anteriores, pues para el desarrollo del niño Jesús natánico debieron obrar no sólo el Yo de Zoroastro sino también la suprema entidad que hemos caracterizado como el Nirmanakaya del Buda, la que principalmente obraba desde afuera, a partir del nacimiento hasta los doce años de edad. Pero esto también necesitaba su preparación, ya que el Bodisatva mismo debió primero elevarse a la existencia del Buda, a fin de posibilitar el desarrollo del cuerpo espiritual del Nirmanakaya y para que éste pudiese obrar en el niño Jesús natánico desde el nacimiento hasta los doce años.
Cuando la humanidad realmente llegue a comprender las grandes sabidurías contenidas en las antiguas leyendas, podrá verificar que de una manera maravillosa esas leyendas contienen todo cuanto nosotros desciframos de la Crónica del Akasha. Se nos relata, y con razón, que ya en la antigua India se conoció la entidad del Cristo, como ser cósmico, allende de la esfera de los siete santos Rishis. Ellos sabían que esa entidad vivía en las Alturas y que paulatinamente se acercaba a la Tierra. Zoroastro también sabia que debía dirigir la mirada desde la Tierra hacia el Sol; y el antiguo pueblo hebreo estaba preparado, gracias a las cualidades y facultades a que en la conferencia anterior nos hemos referido, para percibir la reflexión de la entidad del Cristo. Otra leyenda nos relata que el Buda, cuando se preparaba para elevarse del Bodisatva al Buda, tuvo contacto con el Vishva Karman al que más tarde se llamó el Cristo. Dicha leyenda relata que al emprender la importante salida de su palacio, en que hasta tal momento estaba protegido, el Buda vio primero a un anciano, luego a un enfermo, y finalmente un cadáver, conociendo así los infortunios de la vida; después vio a un monje el que se había retirado de la vida en que rigen la vejez, la enfermedad y la muerte. Y el Buda se decidió - así lo relata la leyenda que expresa una gran verdad - a no salir inmediatamente sino a volver una vez más al palacio. La leyenda también nos dice que durante dicha salida, el Buda fue ataviado, desde las alturas espirituales, con la fuerza que Vishva Karman, el Artista Divino, el cual le apareció, envió a la Tierra. El Bodisatva fue ornado con la fuerza del Vishva Karman mismo, al que más tarde se le llamó el “Cristo”. De modo que para el Bodisatva, el Cristo fue todavía un ser que se hallaba fuera y que aún no estaba unido con él. Había llegado a casi los treinta años de edad; pero en aquel tiempo aún no hubiera podido promover la acogida del Cristo en un cuerpo humano. Para ello debió alcanzar la debida madurez, y fue precisamente su existencia como Buda la que le dio esta madurez. Después, cuando apareció en su Nirmanakaya, fue con la misión de influir en el cuerpo del Jesús natánico, en el cual él mismo no se incorporó, para darle la madurez de acoger al Vishva Karman, el Cristo. De esta manera obraron, en su conjunto, las fuerzas de la evolución terrestre a fin de preparar el magno acontecimiento.
Ahora hemos de preguntarnos: ¿Cuál es la relación que existe entre el Cristo, el “Vishva Karman”, y tales entidades como lo son los “bodisatvas”, uno de los cuales ha sido el que más tarde se convirtió en “Buda”?.
Esta pregunta nos aproxima a uno de los más profundos misterios de nuestra evolución terrestre. Para el sentir del hombre de nuestra época generalmente será muy difícil formarse una idea siquiera aproximada de lo grandioso que se esconde detrás de este misterio. Dentro del conjunto de nuestro cosmos al que pertenece la Tierra, existen en total doce Bodisatvas semejantes al que, cinco a seis siglos antes de nuestra era, se convirtió en Buda y que tuvo la misión de traer a la humanidad la gran doctrina de la piedad y del amor. Así como él tuvo esta misión, así también cada uno de los demás tiene su misión específica la que debe cumplir dentro del periodo terrestre que le corresponde. El Buda se halla íntimamente vinculado a la misión de la Tierra porque el desenvolvimiento del sentido moral es justamente la misión de nuestra época, a contar desde el tiempo del Buda, cinco a seis siglos antes de nuestra era, hasta que el nuevo Bodisatva llegue a vivir sobre la Tierra, como el Maitreya-Buda. Así, precisamente, progresa la evolución de la Tierra: de tiempo en tiempo descienden los Bodisatvas para infundir a la evolución lo que es el objetivo de su misión. Si pudiéramos abarcar con la mirada a toda la evolución terrestre, encontraríamos a doce Bodisatvas que pertenecen a la poderosa comunidad de entidades espirituales que de tiempo en tiempo tiene que enviar a la Tierra a uno de los Bodisatvas como misionero especial, uno de los grandes maestros. Existe, en cierto modo, una Gran Logia de doce Bodisatvas la que rige toda la evolución de nuestra Tierra. Esencialmente, podemos compararlos con lo que - en un nivel inferior - conocemos como “maestro”. Son maestros, grandes inspiradores dentro de una u otra esfera de lo que la humanidad ha de conquistar.
¿De dónde reciben los Bodisatvas lo que en las distintas épocas deben transmitir?.
Quien pudiera echar la mirada al grupo de los doce Bodisatvas, la Gran Logia Espiritual, notaría que en medio de los doce está sentada una decimotercera entidad a la que no podemos llamar maestro en el mismo sentido que a los doce Bodisatvas, sino que hemos de llamarla el ser del que substancialmente fluye la sabiduría misma. Por ello, es correcto y se expresa un hecho real si decimos: Los doce Bodisatvas se hallan sentados en la Gran Logia Espiritual, sumergidos en la “contemplación” de la suprema entidad que se halla en el centro y que hacia ellos hace fluir todo aquello que, como la misión de cada uno, deben transmitir a la evolución terrestre. Del decimotercero fluye lo que los doce tienen que enseñar. Ellos son los “maestros”, los inspiradores; el decimotercero es, como entidad en si, lo que los demás enseñan, y ellos son sus mensajeros, de época en época. El es la misma entidad a la cual los antiguos Rishis llamaron “Vishva Karman”, a la que Zoroastro llamo “Ahura Mazdao”; es la entidad a la que nosotros llamamos el Cristo. El contenido de las enseñanzas de todo el coro de los Bodisatvas es la enseñanza de lo que es el Cristo, ¡lo que fue el Vishva Karman!. Así se entiende que el Buda ha sido ornado con las fuerzas del Vishva Karman; pero aquel que como el Jesús natánico había acogido en sí mismo al Cristo, no solo fue “ornado” sino que fue “ungido”, esto es ¡compenetrado del Vishva Karman, del Cristo!.
En todas partes donde los hombres tuvieron la noción, o el conocimiento adquirido por la iniciación, de estos grandes misterios de la evolución de la humanidad, hubo algo como un símbolo, una imagen de tal misterio. Así, por ejemplo, en los poco conocidos enigmáticos Misterios del Norte de Europa - los Misterios de los Trotos - ha sido creado, ya antes del advenimiento del cristianismo, un símbolo terrenal de la Logia de los doce Bodisatvas. En esos Misterios de los antiguos tiempos europeos, siempre hubo una comunidad de doce maestros los que enseñaban dentro de la evolución espiritual, y entre ellos el décimo tercero el que no enseñaba sino que, por su misma presencia, irradiaba la sabiduría que los demás recibían. Esto fue, sobre la Tierra, la imagen de un hecho celeste. Otro ejemplo nos da el poema “Los Enigmas” donde Goethe se refiere a su inspiración rosacruz y relata que doce hermanos se hallan sentados en torno del decimotercero, el que no necesariamente tiene que ser un gran maestro; pues el muy sencillo hermano Marcos ha de ser designado el decimotercero, después de la muerte del que está por dejarlos. Pues el elegido no será el portador de una enseñanza sino que ha de representar la substancia espiritual misma. Así fue en todas partes donde se tenía noción o el conocimiento de estos profundos hechos.
Resulta, pues, que el bautismo en el Jordán marca el momento de la evolución de la humanidad en que el “Decimotercero” celestial apareció como la sustancia espiritual misma de la Tierra, de la cual debieron hablar y enseñar todos los demás, los Bodisatvas y Budas; y para que esa entidad pudiese incorporarse en un cuerpo humano, fueron necesarios todos aquellos inmensos pasos previos. En ello consiste el misterio del bautismo en el Jordán, y esa es la entidad que se describe en los Evangelios: Vishva Karman, Ahura Mazdao o el Cristo en el cuerpo del Jesús natánico. Hombre entre hombres, debió vivir sobre la Tierra durante tres años, en el Ser terrenal que, hasta la edad de treinta años, había sufrido todo cuanto hemos descrito en el curso de estas conferencias. Este Jesús natánico estuvo compenetrado e iluminado por la entidad que anteriormente estaba escondida en la luz y en los rayos del Sol que irradiaban desde el cosmos, esto es, la misma entidad que con el Sol, en tiempos remotos, se había separado de la Tierra.
Además, podemos preguntarnos: ¿Por qué esta entidad se ha reunido tan tarde con la evolución de la humanidad sobre la Tierra?. ¿Por qué no descendió antes para penetrar en un cuerpo etéreo humano como lo hizo en el bautismo del Jordán?.
Lo podemos elucidar si llegamos a comprender exactamente el acontecimiento que en el Antiguo Testamento se describe como el “pecado original” y que consiste en que ciertas entidades que habían quedado retrasadas sobre el nivel evolutivo de la antigua Luna, penetraron en el cuerpo astral humano durante el período terrestre de la Lemuria. Entidades luciféricas penetraron entonces en el cuerpo astral humano. La Biblia lo relata simbólicamente en la imagen del pecado original en el Paraíso. Por el hecho de que estas fuerzas penetraron en su cuerpo astral, el hombre ha quedado más enredado en las vicisitudes terrenales de lo que, de otro modo, hubiera sucedido. Sin este influjo luciférico, el hombre en cierto modo hubiera realizado su evolución terrenal en esferas más elevadas, no tan atado a la materia terrestre; quiere decir que debido a ello descendió a la Tierra antes del tiempo originariamente previsto. Ahora bien, si más tarde no hubiera acontecido nada más que lo anteriormente expuesto, todo el efecto de las fuerzas luciféricas arraigadas en el cuerpo astral, igualmente se habría extendido sobre el cuerpo etéreo humano. Esto es algo que las potencias cósmicas debieron impedir y, por esta razón, debió producirse algo particularmente importante. (Todo el significado de estos hechos se comprenderá más claramente por el contenido de mi “Ciencia Oculta”). Después de haber penetrado las fuerzas luciféricas en el cuerpo astral del hombre, se habían creado condiciones que no debían mantenerse, había que preservarlo de la influencia en su cuerpo etéreo de las fuerzas luciféricas. Esto se logró por medio del hecho de hacerlo incapaz de utilizar la totalidad de su cuerpo etéreo; una parte de éste fue sustraído al libre uso del hombre. Sin esta ayuda benéfica de parte de los dioses, es decir, si el hombre se hubiera quedado con toda la fuerza sobre su cuerpo etéreo, jamás habría encontrado, de la manera correspondiente, su camino por la evolución terrestre. Determinadas partes del cuerpo etéreo debieron quitarse al hombre a fin de conservarlas para tiempos posteriores. Tratemos de examinar espiritualmente de qué partes se trataba.
El organismo humano se constituye, en primer lugar, de substancias que también observamos en el mundo exterior; a saber: de lo “térreo” o sólido; de “agua” o sustancia líquida; y de “aire” o sustancia gaseiforme. Estos son los elementos que componen el cuerpo físico del hombre, al igual que todo lo físico. Lo etéreo comienza con el primer estado etéreo al que llamamos el estado del éter del fuego, o simplemente “fuego”. Fuego o calor, lo que la física de nuestros tiempos no considera como algo substancial, sino meramente como movimiento; este es el primer estado del éter. El segundo es el éter de la luz, o simplemente “luz”; el tercer estado es el que al hombre no aparece en su forma primitiva; pues en el mundo físico sólo percibe un reflejo, cual una sombra de este éter, en forma de sonido. Pero a lo que, exteriormente percibido, es “sonido”, corresponde algo que es más sutil, etéreo, espiritual; de modo que al tono físico lo tenemos que considerar como un reflejo o sombra del tono espiritual, esto es, del éter del sonido o éter numérico. El cuarto dominio del éter es el éter de la vida, en el cual se basa todo lo que realmente es “vida”. En concordancia con lo que actualmente es el hombre físico, su “ser anímico” se expresa en su corporalidad física y en su cuerpo etéreo; pero a todo lo anímico corresponden determinadas substancias de lo etéreo. Lo que llamamos voluntad, se expresa en el elemento etéreo del “fuego”. Quien posea un poco de sensibilidad para ciertas correlaciones, podrá sentir que, en cierto modo, se justifica decir que la voluntad, que físicamente se expresa en la sangre, vive en el elemento fuego de lo etéreo. Físicamente se expresa en la sangre, o bien el movimiento de la sangre. Lo que llamamos sentimiento, se expresa en la parte del cuerpo etéreo que corresponde al “éter de la luz”. Así se explica que el clarividente ve los impulsos volitivos del hombre cual llamas de fuego que cruzan su cuerpo etéreo e irradian en su cuerpo astral; los sentimientos los ve como formas luminosas. Además, lo que el alma experimenta en el pensar y lo que expresamos con “palabras”, como sombras del pensar, tiene su órgano en el “éter del sonido”. Nuestras palabras se basan en los pensamientos, son formas de expresión de los pensamientos. Estas formas de expresión llenan el espacio etéreo mediante oscilaciones que atraviesan el éter del sonido. Lo que se manifiesta como “sonido”, es meramente la sombra de las oscilaciones del pensar. Mas lo intimo de nuestros pensamientos, lo que les confiere sentido, pertenece, por su estado etéreo, al “éter de la vida”.

Sentido - Éter de la vida.
Pensar - Éter del sonido.
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Sentimiento - Éter de la luz.
Voluntad - Éter del fuego.
Aire.
Agua.
Tierra.

En el periodo de la Lemuria, después de la influencia luciférica, solamente las dos inferiores de las cuatro categorías del éter se dejaron a la libre disposición del hombre, o sea, el éter del fuego y el éter de la luz; en cambio, le quedaron sustraídas las dos superiores. En este hecho radica el verdadero sentido de cuanto se nos dice: después de haber alcanzado, por la influencia luciférica, el discernimiento entre el Bien y el Mal – dicho simbólicamente: por comer del “árbol del conocimiento”- le fue vedado al hombre comer del “árbol de la vida”. Esto significa que le fue sustraído lo que libremente hubiese compenetrado el éter de los pensamientos y el éter del sentido. Por consiguiente, el hombre debió desenvolverse de la siguiente manera: el hombre ha quedado libre en cuanto al empleo de su voluntad, la puede hacer valer como algo “personal”, como así también sus sentimientos. Sentimiento y voluntad han quedado libres para el actuar personal del hombre; de ahí se explica lo individual del mundo de los sentimientos y de la voluntad. En cambio, lo individual, cesa de manifestarse tan pronto como el hombre se eleve del sentimiento al pensar, o ya al elevarse a la palabra como expresión del pensamiento, durante la vida física. Los sentimientos y la voluntad de todo hombre son algo individual, mas al elevarnos al mundo de las palabras y de los pensamientos, entramos en algo general. No es posible que cada uno se forme sus propios pensamientos, pues no podríamos entendernos mutuamente si los pensamientos tuviesen el mismo carácter individual que los sentimientos. El pensar y el sentido fueron sustraídos al libre empleo del hombre y, por un tiempo, conservados en la esfera de los dioses, para que más tarde fuesen dados al hombre. Es por esta razón que a la redonda de toda la Tierra encontramos a hombres individuales, es decir, con sentimientos e impulsos volitivos individuales; en cambio, en todas partes existe igualdad de los pensamientos y, en cada pueblo, igualdad de lenguaje. Donde hay un idioma común, existe también una deidad del pueblo en común. Esta esfera se sustrae al arbitrio del hombre; en ella obran, por ahora, los dioses.
Cuando Zoroastro alzó la mirada hacia el reino de lo espiritual, pudo decir a sus discípulos: “Desde el cielo fluye el calor, el fuego; desde el cielo fluye la luz; ellos son la vestimenta de Ahura Mazdao; pero detrás de ella se oculta lo que aún no ha descendido, lo que ha quedado en las alturas espirituales, lo que sólo ha proyectado una sombra en los pensamientos y en las palabras del hombre físico.” Detrás del calor y de la luz del Sol se oculta lo que vive en el sonido y en el sentido y que sólo se anunció a los que pudieron ver lo que hay detrás de la luz y cuya relación con la palabra del mundo físico es comparable a la relación que existe entre el Verbo Celeste y aquella parte de la vida que fue preservada de la influencia humana. De ahí que Zoroastro decía: “Elevad la mirada a Ahura Mazdao quien se manifiesta en la vestimenta física de la luz y del calor. Detrás de ella se halla el Verbo Divino Creador que va acercándose a la Tierra”.
¿Qué es Vishva Karman?. ¿Qué es Ahura Mazdao?. ¿Qué es el Cristo en su verdadera naturaleza?.
¡Es el Verbo Divino Creador!. Es por ello que en la doctrina de Zoroastro se nos comunica que él ha sido iniciado para percibir a Ahura Mazdao a través de la luz, pero asimismo al “Verbo Divino Creador”, llamado Honover, que debió descender a la Tierra y que, en el momento del bautismo en el Jordán, por primera vez descendió en un cuerpo etéreo humano. El Verbo Espiritual que desde la época de la Lemuria había quedado retenido, desde las alturas etéreas penetró en ese momento en el cuerpo etéreo del Jesús natánico. Una vez cumplido el bautismo, ¿Qué había sucedido?. ¡El “Verbo” se había hecho carne!.
Como videntes, Zoroastro y los que estaban iniciados en sus misterios, siempre han hablado del “Verbo” que se oculta detrás del calor y de la luz. Ellos fueron “Ministros del Verbo”, y el autor del Evangelio de Lucas escribió lo que transmitieron quienes “lo vieron por sus ojos” y, por ello, se hicieron ministros del Verbo.
Este ejemplo nos muestra nuevamente que los Evangelios deben tomarse en el sentido propio de la palabra. Lo que, debido al principio luciférico, durante tan largo tiempo se había negado a la humanidad, se ha hecho carne, al descender a la Tierra, y vivió sobre la Tierra como arquetipo y ejemplo para aquellos que llegarán a comprender su naturaleza. Nuestra sabiduría terrestre ha de orientarse por el ejemplo que los Bodisatvas nos dieron, cuya misión es, en cada época, transmitir a la humanidad lo que es el Decimotercero entre ellos. A nosotros nos corresponde profundizar nuestra Ciencia Espiritual y emplear nuestra sabiduría, nuestros conocimientos y los resultados de la investigación espiritual para comprender la esencia y la naturaleza del Vishva Karman, del Ahura Mazdao - ¡y del Cristo!.

traducción de Julio Luelmo sept. 2018

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919