GA062 Berlín, 31 de octubre de 1912 ¿Cómo es refutada la investigación espiritual?

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GA062 Rudolf Steiner


¿CÓMO ES REFUTADA LA INVESTIGACIÓN ESPIRITUAL?


Primera conferencia
Berlín, 31 de octubre de 1912
Como en inviernos anteriores, me tomaré la libertad de dar una serie de conferencias sobre la ciencia espiritual aquí en este lugar en el curso de este semestre invernal. Del programa se desprenderá claramente que estas conferencias tratarán en primer lugar de lo que la ciencia espiritual tiene que decir sobre las cuestiones de la vida desde su punto de vista, que luego se hará la transición a la iluminación de algunos fenómenos culturales importantes, hechos culturales destacados y personalidades destacadas del pasado, como Rafael, Leonardo da Vinci, y que finalmente se iluminará la relación, la relación de la ciencia espiritual con muchos fenómenos de la vida espiritual inmediata actual. Hoy estas conferencias se iniciarán de una manera peculiar. Con ello no se pretende introducir lo que se puede decir para fundamentar y confirmar esta investigación espiritual, sino al contrario, qué objeciones posibles, más significativas, se pueden plantear contra esta ciencia espiritual.
Forma parte de la naturaleza de las cosas que esta ciencia espiritual provoque una gran oposición en nuestros días, como resultado del estado de nuestra educación contemporánea y de muchos otros hechos. Pero para esta ciencia espiritual, nada sería más inapropiado que si cayera en el fanatismo y sólo quisiera ver, por así decirlo, cuales serían las razones a esgrimir en su favor, desde el punto de vista de sus representantes. El fanatismo debe, -y veremos por qué razones-, estar completamente alejado de esta investigación espiritual. Por lo tanto, -más de lo que quizás sea necesario desde cualquier otro punto de vista-, debe estar ansiosa por comprender las objeciones de sus oponentes, es más, en cierto sentido debe tolerarlas abiertamente, y debe parecerle comprensible que un gran número de honestos buscadores de la verdad de la actualidad no puedan estar de acuerdo con ella. Ha sido mi costumbre, -los honorables visitantes de las conferencias anteriores lo sabrán, y esta costumbre continuará en las siguientes-, tener en cuenta las posibles objeciones en las presentaciones individuales. Hoy hay que anticipar, por así decirlo, objeciones más significativas y de mayor peso. Porque las objeciones a lo que se va a decir desde el punto de vista de la investigación espiritual realmente no surgen sólo de los oponentes, sino que en un esfuerzo concienzudo de investigación espiritual el alma que se dedica a tal esfuerzo se siente confrontada con estas posibles objeciones a cada paso. Puesto que las verdades de la investigación espiritual han de ganarse, por las que hay que luchar, en el alma, el alma debe en cierto modo también ser capaz de hacer frente al adversario en lo que se refiere a tales objeciones que se afirman en el alma misma, y se avanzará mucho mejor en este campo si se tiene claro desde el principio todo lo que se puede objetar.

Ahora, sin embargo, no será mi tarea entrar aquí en esas objeciones o supuestas refutaciones que se pueden encontrar en la calle, por así decirlo, sino más bien tomar en consideración las objeciones que uno mismo puede y hasta cierto punto debe hacerse como honesto buscador de la verdad desde nuestra formación contemporánea, desde los fundamentos espirituales de nuestro presente. Tampoco voy a entrar en las objeciones a muchas cosas que hoy se suelen llamar investigación espiritual o teosofía; pues hay que admitir de entrada, que no puede uno estar precisamente a gusto con mucho de lo que hoy aparece como "teosofía" -especialmente en su forma. Pero lo que aquí se ha representado y se representa debe tenerse en cuenta en mis objeciones de hoy. Si, sin embargo, queremos entrar en tales objeciones, entonces hay que tener presente, por así decirlo, a grandes rasgos, algo de lo que ya se ha dicho en el curso de los ciclos anteriores y de lo que todavía se hablará en las próximas conferencias. Por lo tanto, pongámonos brevemente de acuerdo sobre lo que aquí se entiende por investigación espiritual en cuanto a su contenido y sus fuentes.

En primer lugar, la ciencia espiritual puede describirse de forma bastante general diciendo que la ciencia espiritual adopta el punto de vista de que va más allá de todo lo que el hombre percibe a través de sus sentidos, de lo que es capaz de desentrañar con una ciencia que se basa preferentemente en los sentidos y en el intelecto, la cual extrae sus conclusiones de los sentidos - que debe ir más allá de todo esto hasta las causas espirituales de los hechos sensoriales que pueden ser investigados por el intelecto, de modo que en todas partes detrás de estos hechos sensoriales no sólo supone un mundo espiritual, sino que trata de probarlo, un mundo espiritual en el que se encuentran las causas de todo lo que los sentidos pueden ver y el intelecto puede investigar.

Esta ciencia espiritual difiere de muchas otras escuelas de pensamiento del presente y del pasado en que no sólo quiere afirmar en general, por ejemplo hipotéticamente, que existe un mundo espiritual más allá del intelecto y de los sentidos, sino que supone que el hombre es capaz de entrenar sus poderes de cognición, sus poderes anímicos, para desarrollarlos de tal manera que sean capaces de ver en un mundo espiritual, algo de lo que no son capaces sin este desarrollo. Así pues, no sólo la posibilidad de un mundo espiritual, sino la posibilidad de reconocer un mundo espiritual es la peculiaridad de esta investigación espiritual o antroposofía, si queremos llamarla así. Se admite desde el principio que no se puede penetrar en el mundo espiritual con las características de las fuerzas del alma y con las cualidades de los poderes de cognición que el hombre posee para su uso cotidiano ordinario, si se puede decir así. Pero la ciencia espiritual niega que sea cierto que estos poderes de cognición no puedan desarrollarse, que no puedan desarrollarse para mirar en un mundo espiritual después de haber sido organizados hacia arriba hasta este punto de vista superior, igual que los ojos miran en el mundo de los sentidos. Pero esto ya nos lleva a las fuentes de esta investigación espiritual.

Estas fuentes surgen para el alma cuando esta alma, mediante el trabajo interior, mediante el desarrollo interior, -y aquí hemos hablado a menudo de los métodos de este desarrollo interior-, se esfuerza por alcanzar un punto de vista superior. Entonces, además del mundo de los sentidos que nos rodea, como muestra la ciencia espiritual, existe otro mundo, un mundo espiritual, del que emanan las verdaderas causantes de todos los fenómenos del mundo de los sentidos.

 <Sin embargo, al explorar el mundo espiritual, llegamos a considerar al hombre como un ser mucho más complicado de lo que es para la visión sensorial o intelectual ordinaria. Llegamos a considerar al ser humano como un ser de cuatro miembros. La investigación espiritual considera que lo que se llama cuerpo físico es sólo una parte de todo el ser humano. Este cuerpo físico puede ser observado por la vida sensorial ordinaria, puede ser captado por el intelecto. Este cuerpo sensorial es el objeto de la ciencia ordinaria. Para gran parte de nuestra visión contemporánea, este cuerpo físico es la totalidad del ser humano. Para la investigación científica espiritual es sólo una parte entre cuatro miembros de esta entidad humana.

Más allá de este cuerpo físico, la investigación espiritual distingue el llamado cuerpo etérico o cuerpo vital, que está incorporado al cuerpo físico. Pero no habla de este cuerpo etérico o cuerpo vital como si fuera meramente accesible al intelecto, sino de tal manera que al desarrollar las potencias del alma se hace posible intuirlo, igual que el ojo desarrollado puede ver los colores azul o rojo, mientras que el ojo daltónico no puede ver estos colores. Y luego habla de la conclusión necesaria de que el cuerpo físico se desintegra naturalmente con la muerte por sus propias fuerzas, porque las fuerzas que pertenecen al cuerpo físico causan su descomposición, su desintegración, y sólo se mantienen unidas por el hecho de que durante el tiempo de vida entre el nacimiento y la muerte el cuerpo etérico o cuerpo vital se incorpora a este cuerpo físico, que está allí como una lucha continua contra la desintegración del cuerpo físico. Sólo cuando se produce la separación del cuerpo etérico en el momento de la muerte, el cuerpo físico obedece a sus propias fuerzas, que entonces, sin embargo, debido a que actúan conforme a las leyes de lo físico, provocan su descomposición. El hombre tiene el cuerpo físico en común con todo el mundo mineral, inanimado. Tiene el cuerpo etérico en común con todos los seres vivos, con todo el mundo vegetal.

Sin embargo, la ciencia espiritual no puede detenerse ahí. Sigue reconociendo un tercer elemento del ser humano, tan independiente como lo es el cuerpo físico. No es necesario enredarse en los términos; seguirán explicándose y ya se han explicado en parte. El cuerpo astral se distingue como el tercer miembro. Es el verdadero portador de las pasiones, los deseos, los instintos, los afectos, es decir, de todo lo que llamamos nuestra vida anímica que corre en nuestro interior. Y de este cuerpo astral distinguimos en la investigación espiritual el verdadero portador del yo. Mientras que el ser humano tiene el cuerpo astral en común con todo lo que en el mundo animal, por ejemplo, tiene afectos y pasiones y puede desarrollar una vida interior de imaginación, él posee además el portador del yo como cúspide de su peculiaridad como cuarto miembro de su ser. En el cuerpo físico, en el cuerpo etérico o vital, en el cuerpo astral y en el portador del yo reside la esencia del ser humano para la investigación espiritual.

Además, para aquellos que son capaces de penetrar en el mundo espiritual, surge la comprensión de cómo una gran parte de los estados de vida a los que estamos sujetos difiere de la vida ordinaria, a saber, la vida del dormir. Para el investigador espiritual, el dormir difiere de la vida de vigilia en que en una persona dormida el portador del yo y el cuerpo astral de la persona están separados de su cuerpo etérico y de su cuerpo físico. Estos dos últimos permanecen en la cama mientras dormimos como una estructura vegetal, mientras que el portador del yo con el cuerpo astral y con los afectos, instintos, imaginación, etc., salen del cuerpo físico y del cuerpo etérico durante el dormir y luego desarrollan una vida propia en un mundo espiritual que existe por sí mismo. Pero para el ser humano normal de hoy, en el que el yo y el cuerpo astral están dormidos para sí mismos, la vida ordinaria es imposible, porque este cuerpo astral y el yo no tienen órganos para percibir el entorno, no tienen ojos ni oídos como el cuerpo físico. Por lo tanto, es imposible que el cuerpo astral y el yo perciban el mundo en el que se encuentran entonces.

Este es precisamente el desarrollo superior del alma, que el cuerpo astral y el yo se vuelvan capaces de formar órganos para percibir su entorno, y que a través de esto pueda producirse un estado para el investigador espiritual en el que perciba el mundo espiritual; de modo que entonces tiene, además del estado de vigilia y del estado de dormir, un estado de dormir despierto, si podemos llamarlo así, que es precisamente el estado en el que el investigador espiritual puede percibir el mundo espiritual al que pertenece el hombre según su origen real. Así pues, la ciencia espiritual intenta explicar la transición del ser humano entre las veinticuatro horas despierto y durmiendo basándose en hechos espirituales.

 Lo más importante para la ciencia espiritual es que aborda el gran enigma de la muerte y la vida, es decir, la cuestión que tanto conmueve el corazón humano: la cuestión de la inmortalidad del hombre. La ciencia espiritual llega a la conclusión de que el ser espiritual real del hombre no es tan sólo un resultado de su organismo físico, sino una entidad independiente y un ser que pertenece a un mundo espiritual, que construye el cuerpo físico, que existe antes del nacimiento, sí, antes de la concepción, y que tiene un efecto constructivo sobre su organismo desde el primer momento en que el hombre llega a existir como célula germinal. En otras palabras, es el alma espiritual, la que es realmente activa y constructiva, la que organiza al ser humano a lo largo de su vida, la que sólo lleva los frutos de sus experiencias vitales a través de la puerta de la muerte y la que pasa a un mundo espiritual con la muerte para luego tener nuevas experiencias, y la que luego organiza un nuevo cuerpo físico para otra vida con el fin de pasar por una nueva vida y repetir el ciclo.

En otras palabras, la ciencia espiritual habla de vidas terrestres repetidas, habla de las vidas terrestres repetidas de tal manera que desde nuestra encarnación actual dentro de la existencia sensorial miramos hacia atrás, hacia otras encarnaciones en el pasado, pero también miramos hacia el futuro, hacia encarnaciones posteriores de nuestro ser. De modo que dividimos la vida entera del hombre en una vida entre el nacimiento y la muerte y otra, que para los sentidos y para el intelecto transcurre puramente espiritual entre la muerte y el próximo nacimiento. Pero la ciencia espiritual no se imagina esto de forma eternamente recurrente, sino de tal manera que sólo reconoce estados intermedios en estas repeticiones, sino que la vida total del hombre se remonta a un original espiritual que precedió a toda vida, especialmente a nuestro planeta; de modo que las vidas terrestres tuvieron una vez un comienzo, cuando el hombre surgió de una existencia puramente espiritual, y que, una vez cumplidas las condiciones, el hombre volverá a entrar en estados puramente espirituales, que contendrán en sí mismos los frutos de todo lo que el hombre ha pasado a lo largo de las diversas vidas terrestres. Sin embargo, esto es sólo un esbozo, que se completará con tintes individuales en las próximas conferencias, pero que puede mostrar los resultados de la investigación en ciencias espirituales. Si visualizamos todo este retablo, entonces hay que decir que para una gran parte de la humanidad pensante de nuestros días, este cuadro no sólo tendrá algo de incomprensible, de indemostrable, sino tal vez incluso de hiriente, algo que incluso puede provocar ironía, burla y mofa. Incluso cuando se menciona la esencia de la ciencia espiritual, la persona que quiera relacionar todo lo que hoy le importa con el terreno correcto de la ciencia deberá plantear objeciones de peso. El que se sitúa en este terreno de la ciencia debe decirse a sí mismo: ¿Qué significan todos los grandes logros, no sólo individuales, de la ciencia frente a tal presentación, sino qué significan los métodos científicos, qué significan la seriedad, la dignidad, la exactitud frente a la investigación espiritual, qué significan todos los esfuerzos que la ciencia ha hecho en los últimos siglos y decenios para llegar a la certeza, a la certeza objetiva? Huelga decir que la investigación espiritual no quiere trabajar contra la ciencia, como a menudo se ha subrayado, sino estar en plena armonía con ella. Debe, por tanto, ser consciente de lo que la ciencia tiene que objetar, no sólo en cuanto a su contenido, sino especialmente en cuanto a su seriedad y a sus logros de los últimos siglos.

Aquí se puede decir con razón que la ciencia espiritual señala que estas fuentes de la investigación espiritual residen en un cierto desarrollo del alma, pasando el alma por ciertos procesos interiores de la imaginación, el sentimiento y la voluntad, pasando por lo que se llama meditación, de modo que a través de esto tiene experiencias interiores, que naturalmente están puramente limitadas a la propia alma, que nadie más puede controlar salvo el que las experimenta por sí mismo, y entonces algo así, que no puede ser controlado por nada, se presenta como resultado científico sobre los mundos espirituales. ¿Dónde deja eso a la ciencia, puede decir la ciencia, que es precisamente el logro más hermoso de esta ciencia, que a través de la investigación de los últimos siglos sólo acepta lo que puede ser objetivamente controlado por cada ser humano en todas partes y en todo momento? Los experimentos externos, las observaciones externas tienen la peculiaridad de que cualquiera puede acercarse a ellos. No así lo que se conquista y por lo que se lucha en el interior. Cuando se observa a las personas que experimentan de este modo en su interior, ¿No es una muestra de la gran diversidad de cosas contradictorias que expresan continuamente lo inseguras que son, lo poco que se corresponden las experiencias dadas por una conciencia místicamente profundizada? ¡Cómo deben coincidir, por otra parte, las investigaciones llevadas a cabo por investigadores individuales en la clínica, en el laboratorio, etc.! Se señalará que esto no podría ser de otra manera, de modo que lo que una persona experimenta subjetivamente se muestra así como no científico, y esto especialmente porque no puede ser controlado por nadie más, ya que el otro no puede ver en el alma del investigador espiritual en cuestión.

¿No tienen estas experiencias del alma, diríase, una plena semejanza con todo lo que se experimenta demostrablemente en el alma a partir de cualesquiera estados patológicos, de exageraciones del alma, en éxtasis y así sucesivamente? Si el investigador espiritual objeta que no está dispuesto a aceptar cada visión arbitraria que se produce en el alma como resultado de la investigación, sino que procede según determinados métodos, entonces se puede objetar, y esta objeción parece bastante justificada:

En efecto, ¿no resulta de todo lo que la gente experimenta a través de visiones, alucinaciones, etc., que tales personas, cuando se exponen a tales estados del alma, desarrollan una fe mucho mayor en sus ideas fijas, en sus alucinaciones y visiones que en lo que los sentidos les dan externamente o lo que la mente les impone? Cuando uno observa la fe rígida e inquebrantable de los ilusionistas, debe sentir aprensión por lo que el investigador espiritual quiere sacar de las profundidades de su alma como algo que no es una ilusión, algo que se supone que tiene una existencia objetiva en el mundo espiritual. Podría decirse que es algo que tiene una existencia objetiva en el mundo espiritual, pero hay que decir en contra de la validez de tal experimento del alma, que el ilusionista tiene tanta confianza en sus delirios como el investigador espiritual en los resultados de sus investigaciones, que él debe a lo que surge de las profundidades de su alma.

Sólo quienes no han participado en el desarrollo de la investigación objetiva, de lo que puede llamarse ciencia sana durante los últimos siglos y decenios, pueden pasar por alto tal objeción con una sonrisa. Es más importante de lo que se suele pensar para quienes llegan a sus resultados científico-espirituales desde una dirección unilateral. Hay que decir, por ejemplo, con referencia a lo que se da en mi libro "¿Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores?", donde se dan ciertas indicaciones para el alma individual, que el alma, si se abandona por completo a sí misma en tal experiencia, no tiene en ninguna parte un punto de referencia que la controle. Todo esto atestigua que hay que enfrentarse de la manera más seria con tal objeción, que incluso puede parecer trivial a un investigador espiritual superficial. Se ha dicho tanto sobre la naturaleza de lo que puede llamarse ideas falsas, que lo que se dice contra ellas puede aplicarse también a la ciencia espiritual, diciendo: Todo lo que proponéis como métodos de formación del alma no tiene por qué ser más que una facultad más refinada de ilusión y alucinación.

Pero entonces la ciencia espiritual en particular parece fuera de lugar en comparación con la ciencia seria y verificable cuando ésta apunta a los resultados individuales. El buscador concienzudo de la verdad del presente, que se ha familiarizado con los desarrollos de los últimos años, podría decir: "¿No sabéis nada de todo lo que ha pasado? Habláis de un cuerpo etérico o cuerpo vital que se supone que tiene una existencia independiente en relación con el cuerpo físico. ¿No sabéis que, hasta el siglo XIX, lo que se llamaba la fuerza vital rondaba por el mundo y que, gracias a serios esfuerzos científicos, la creencia en esta fuerza vital fue finalmente disipada? No sabéis nada de lo siguiente: en siglos anteriores se decía que en la naturaleza exterior sin vida tenía lugar un proceso químico entre las sustancias químicas individuales. Pero si esta misma conexión de sustancias entrara en el organismo humano, la llamada fuerza vital tomaría posesión de él; no tendría lugar entre las sustancias individuales lo que aprendemos en química y física, sino que las sustancias individuales actuarían unas sobre otras bajo la influencia de la fuerza vital. Fue un gran paso adelante que esta fuerza vital fuera arrojada por la borda, que se intentara decir:

Esta fuerza vital no es de ninguna ayuda, pero hay que ponerse a trabajar de tal manera que lo que se puede investigar en el mundo inanimado hay que proseguirlo en el organismo vivo, que sólo hay que tener en cuenta la forma más compleja en que interactúan allí las sustancias, y que no hay que arrojarse sobre el lecho podrido de la fuerza vital.

Precisamente como tal "lecho putrefacto de la ciencia" fue eliminada la fuerza vital al mostrar cómo la eficacia de ciertas sustancias, que antes sólo podía imaginarse bajo la influencia de la fuerza vital, también se produce en el laboratorio. Y como aún no es el fin del día, la ciencia debe, no obstante, fijarse el alto ideal de considerar también la composición de las sustancias tal y como está presente en la célula vegetal, y no debe tumbarse en el lecho putrefacto de una fuerza vital cuando se trata de investigar cómo actúan las sustancias y las fuerzas en el organismo.

Mientras no hubo posibilidad de producir determinadas composiciones de sustancias en el laboratorio, estaba justificado decir que sólo podían producirse si las sustancias individuales eran captadas por la fuerza vital. Pero desde que ha sido posible, -especialmente a través de Liebig y Wöhler-, producir ciertas sustancias sin la fuerza vital, desde entonces debe decirse que incluso las combinaciones más complejas en el organismo humano ya no requieren la ayuda de una fuerza vital especial. Así, en el transcurso del siglo XIX, el alto ideal que la mayoría de los investigadores sostienen, aunque también los haya "neovitalistas", el ideal que se cumplirá, se antepuso a la ciencia: reconocer tales conexiones materiales tal como se dan en el organismo vivo y producirlas sin la ayuda de una nebulosa y mística fuerza vital, que, como siempre ha sostenido la investigación científica seria del siglo XIX, no sirve para nada, porque no aporta nada al conocimiento objetivo de la naturaleza.

Quien reconozca estos hechos y, sobre todo, considere la seriedad y dignidad que subyacen a este desarrollo de la ciencia, bien puede objetar:

¿Hay que prestar atención al hecho de que un número de personas aparecen ahora como supuestos investigadores espirituales que recalientan la vieja fuerza vital en forma de su cuerpo etérico o cuerpo vital? ¿No es acaso un signo de diletantismo científico? Ellos pueden "creer", ellos que no saben nada del ideal de la ciencia; pero el propio investigador científico no puede dejarse atrapar por lo que sólo puede aparecer como un recalentamiento de la fuerza vital. Se podría decir que, de este modo, la ciencia espiritual trabaja de forma amateur, haciendo caso omiso de todo lo que pertenece a los más bellos ideales de la ciencia moderna, y sólo se sirve del hecho de que la ciencia aún no ha conseguido producir en el laboratorio ciertas sustancias que se encuentran en el organismo vivo para poder afirmar, por el momento, que es necesario un cuerpo etérico especial o cuerpo vital para la producción de la vida. Puede decirse que el progreso de la ciencia expulsará del hombre este cuerpo etérico o cuerpo vital. Mientras la ciencia, en su progreso de triunfo en triunfo, no haya conseguido todavía demostrar que no existe un cuerpo etérico y que la combinación de las sustancias del organismo vivo puede producirse también en la retorta, ¡mientras los teósofos o investigadores espirituales puedan hacer estado con el cuerpo etérico, que al fin y al cabo no es más que un recalentamiento de la antigua fuerza vital! - Así, este reproche podría ser formulado inicialmente como un acto de diletantismo.

Cuando la ciencia espiritual incluso dice habla ahora de la vida del dormir, de los afectos, los instintos, los deseos del hombre están ligados a un cuerpo astral especial, y éste, cuando el dormir vence al hombre, sale del cuerpo etérico y del cuerpo físico y lleva su propia existencia, entonces se puede decir: Es muy fácil hablar de una vida anímica interior si uno simplifica el asunto para sí mismo no aceptando esta vida anímica interior con todas las dificultades y enigmas que se presentan a la ciencia, pero si uno dice: Hay un cuerpo astral, y lo que tiene lugar dentro está ligado a él. Entonces uno puede volver al progreso de la ciencia y decir: ¿Qué significan los grandes progresos que se han hecho, sobre todo en las últimas décadas, para explicar un fenómeno como la vida del dormir o la vida onírica en términos puramente científicos? Tardaría mucho tiempo si tuviera que mostrarle todos los esfuerzos de la ciencia, -que deben tomarse con toda seriedad y dignidad-, para explicar la vida del dormir y la vida onírica . Tomaría mucho tiempo, sobre todo porque recientemente han salido a la luz muchas investigaciones que ciertamente están abiertas a discusión.

Baste considerar un punto de vista que puede mostrar cuán difícil es para el investigador serio de la verdad en el presente reconocer lo que a primera vista sólo puede parecer una afirmación: el yo y el cuerpo astral del hombre se retiran del cuerpo físico y del cuerpo etérico cuando se duerme.

Si, resumiendo un gran número de diferentes hipótesis y afirmaciones sobre la vida del dormir, tomamos inmediatamente una explicación general de esta vida del dormir, es la siguiente: Se dice que para explicar la vida del dormir no se necesita nada más que una observación imparcial de los fenómenos del organismo humano o animal. Se demuestra que la vida de vigilia consiste en que los fenómenos del medio ambiente causan impresión en los órganos de los sentidos, que éstos ejercen estímulos sobre el cerebro. A lo largo del día ejercen tales estímulos. ¿Cómo afectan éstos al cerebro humano y al sistema nervioso? Estos actúan de tal manera que destruyen la sustancia que compone el sistema nervioso. A lo largo del día, -dice la ciencia natural moderna-, tenemos que hacer frente al hecho de que los colores externos, los sonidos, etc. penetran en nuestra alma, es decir, en nuestra vida cerebral. Esto provoca procesos de desintegración, es decir, de destrucción. Se depositan determinados productos.

Mientras tienen lugar estos procesos, el hombre es incapaz de llevar a cabo el proceso inverso, el de reconstruir su organismo. Por lo tanto, cada vez que nos despertamos, la vida interior del alma se destruye en cierto sentido, de modo que en el momento en que nos cansamos hemos llegado a la conclusión de que hemos destruido nuestro organismo y que éste ya no puede desarrollar una vida interior del alma; cesa. No hay necesidad de presuponer otra cosa que el hecho de que las sustancias del cansancio se depositan en nuestro organismo a través de la vida cotidiana. Sólo tenemos que suponer que la sustancia orgánica está desgastada, que la sustancia orgánica ya no es capaz de desarrollar sus procesos internos durante un cierto tiempo. Pero entonces los estímulos externos ya no tienen efecto, y la consecuencia es que el organismo interior comienza ahora a desarrollar sus procesos nutritivos, lo contrario de los procesos de disimilación, los procesos de asimilación, que ahora restaura la sustancia orgánica destruida, y esto trae consigo el sueño nocturno. Una vez restaurada la sustancia orgánica, se restaura también la vida interior del alma, y así la vida de vigilia puede volver a ejercer nuevos estímulos hasta que el cansancio vuelve a aparecer. Esto tiene que ver con lo que se conoce como autocontrol del organismo.

No podemos admitir que el investigador concienzudo de la verdad, que está familiarizado con los resultados de la ciencia actual, deba decir: Puesto que la vida de vigilia y la vida del dormir en su alternancia pueden explicarse muy bien por el autocontrol del organismo, no sólo es superfluo, sino directamente perjudicial, si se perjudica el progreso de tal ciencia humana diciendo que no es el autocontrol lo que existe, sino que, dado que el hombre es independiente, algo surge del organismo. Puesto que sólo el organismo puede explicar que se produzca la alternancia del dormir y el despertar, es innecesario y perjudicial suponer que la conciencia es algo especial y que surge del organismo para desarrollar una vida especial durante la noche. Además, por parte de la ciencia espiritual existe un terrible diletantismo en el que sólo creen aquellos que desconocen el camino de la propia ciencia para explicar el organismo a partir de sí mismo.

Cuando hablamos de la independencia de la vida espiritual, cuando hablamos de lo que parece plausible, de que la vida espiritual es independiente, de que tenemos ante nosotros el organismo humano como organismo físico a través de nuestros sentidos e investigamos mediante los métodos de la ciencia cómo proceden los procesos físicos, mientras que lo espiritual sigue estando ahí, entonces esto es algo que se ha subrayado a menudo, por ejemplo por Du Bois-Reymond y también por otros que no profesan fácilmente el materialismo. Tomemos, por ejemplo, cualquier concepción del cerebro: si imagináramos el cerebro humano tan ampliado -ya lo decía Leibniz- que pudiéramos dar un paseo por él, sólo veríamos en él procesos materiales. Pero la vida espiritual sigue siendo algo especial, y eso demuestra que se trata de una vida espiritual separada de los procesos de la vida física. Si esto está justificado, entonces muestra lo que Benedicto, por ejemplo, dice: El hecho de la conciencia no es básicamente de otro orden que el hecho del efecto de la gravedad en conexión con la materia. Pues vemos la materia física como ejemplo de un cuerpo del mundo. Esto, según la suposición de la ciencia física, ejerce gravedad, y hay algo que es atraído, por ejemplo, por el sol. Con tales efectos entre el sol y la tierra o la luna, se solía hablar de algo sobrenatural. Pero eso es sólo como tener un trozo de hierro blando y, además, la fuerza eléctrica o el magnetismo. Y si tenemos ante nosotros el cerebro, y agolpados en él las ideas, pasiones, afectos y demás, esto es igual al hecho de que la gravedad y otras fuerzas actúan alrededor de la tierra material. ¿Por qué, entonces, debería ser de un efecto diferente si alrededor del cerebro están en juego procesos que se producen de la misma manera que los procesos gravitatorios alrededor de la tierra material? La tierra en relación con la gravedad y las otras cosas que invisiblemente operan alrededor de ella no es otra cosa que lo que opera alrededor del cerebro como afectos, ideas y otros procesos. Habría que preguntarse, ¿Cómo tiene uno derecho a hablar de una independencia de la vida espiritual si no se atribuye a sí mismo el derecho a hablar de que la gravedad se ejerce incluso cuando no está presente ningún cuerpo que la atraiga? Y se puede decir además: Así como no se tiene derecho a hablar de un cuerpo del mundo que desarrolla la gravedad en tal caso en el espacio libre, tampoco se tiene derecho a hablar de un alma especial que no está ligada a la existencia material con un cerebro.

Todo investigador espiritual serio debería tener claro que estas cosas no deben ignorarse con fanatismo acientífico.

Si ahora ya se plantean objeciones de peso contra la suposición científico-espiritual sobre la vida dormida y despierta, contra la independencia de la conciencia en general, cómo puede entonces aquel que toma en serio los métodos científicos del presente, llegar de alguna manera a un acuerdo con lo que dice la ciencia espiritual sobre las vidas terrenas repetidas, sobre aquello que dice la ciencia espiritual sobre vidas terrenas repetidas, sobre la existencia de un núcleo humano del ser que lleva una existencia más allá de la muerte, que experimenta vivencias en el tiempo entre la muerte y un nuevo nacimiento y que luego reaparece en una nueva, próxima vida física terrenal. Aquí se plantea una objeción no sólo por parte de quienes se basan en hechos científicos, sino también por parte de quienes hoy quieren ser ellos mismos científicos espirituales en muchos aspectos: por psicólogos, por investigadores contemporáneos del alma. Se plantea la pregunta: ¿Cuál es la característica necesaria para la continuidad del ser humano? El investigador del alma actual no puede encontrarla en otra cosa que en el hecho de que la conciencia humana recuerda los estados por los que ha pasado durante la vida. La persistencia, la continuidad de la conciencia es aquello en lo que se centra especialmente el psicólogo del presente. No puede entrar en lo que no pertenece a la conciencia de la personalidad humana, y siempre tendrá que referirse al hecho de que el hombre tiene memoria de sus estados particulares en su vida entre el nacimiento y la muerte, pero que no se puede demostrar nada análogo para la continuidad de la entidad humana que viene de vidas anteriores en la tierra.

Muchos investigadores serios de la verdad de la actualidad podrán objetar otras cosas que se han expuesto en el curso de esta serie de conferencias. Se puede decir: En efecto, se puede argumentar que ciertas cosas en la vida humana aparecen de tal manera que no pueden ser explicadas por los procesos de la vida individual, sino que hay que suponer que el ser humano trae consigo ciertas disposiciones, talentos y demás a través del nacimiento, de modo que se puede suponer que el alma ya existe antes de entrar en la vida física. Pero todo esto sigue siendo sólo una hipótesis audaz. Todo esto sigue siendo inadecuado en relación con la investigación moderna del alma, en la medida en que ésta toma de nuevo un camino que aparentemente se dirige muy concienzudamente hacia un ideal.

Lo que tenemos aquí puede caracterizarse de la siguiente manera: Quien observe imparcialmente la vida humana, tal como transcurre con tales o cuales pasiones, con tal o cual matiz de sentimientos, con inclinación hacia tales o cuales ideas, dirá, si adopta sin muchas vacilaciones el punto de vista de la ciencia espiritual, que hemos adquirido muchas cosas a través de nuestra educación; pero no todo puede explicarse por esto, sino que traemos con nosotros a través del nacimiento algo que proviene de etapas anteriores de la existencia terrena. - Pero, puede replicar el científico serio, ¿no hemos empezado por investigar nuestra primera vida infantil, la vida infantil que luego no recordamos?

El científico natural o filósofo moderno dirá entonces tal vez: El científico espiritual quiere explicar a un hombre de genio, como Feuerbach, por el hecho de que él ha traído consigo ciertos poderes de la vida anterior y ha llegado así a la posición de trabajar artísticamente. Ahora, sin embargo, se ha hecho el siguiente descubrimiento: tal pintor pinta con un humor cromático muy especial, prefiere una determinada expresión facial y así en una dirección muy concreta. Si se sigue esto, se descubrirá que en sus primeros años de infancia, por ejemplo, vio un busto en su habitación y que en el alma del niño quedó grabada una forma particular en la que la luz siempre caía sobre él. Esto reaparece más tarde, y entonces se hace evidente, se puede decir, que tales impresiones son profundamente efectivas y significativas. Esto permite explicar muchas cosas. La ciencia espiritual pretende atribuirlo todo a vidas terrenales anteriores, mientras que tal vez todo pueda explicarse mediante la observación y el estudio cuidadosos de la primera infancia.

Podemos entonces seguir señalando a la ciencia natural moderna, que muestra a través de la ley biogenética básica la manera en que el hombre realmente pasa por las formas animales que se supone que han pasado por la raza humana en estados terrenales anteriores en el estado prenatal, de modo que por lo tanto está justificado mostrar esto. Siguiendo con esto, se puede decir: ¿Dónde tiene la ciencia espiritual algo parecido que señalar, que en la vida individual se repite algo por lo que el ser humano ha pasado en vidas terrenas anteriores? Uno debería poder exigir esto si, como legítimo buscador de la verdad en el presente, ha de creer que a este respecto la ciencia espiritual aplica la misma seriedad y dignidad que está presente en una afirmación similar en el terreno de la ciencia natural. Así ha sucedido, -y se puede decir con cierta justificación-, que cuando el hombre ha adquirido un poco de conocimiento científico sobre la vida humana, sobre la vida animal y también sobre la vida planetaria, que se nos hace accesible a través de la astronomía, puede entonces dar rienda suelta a su imaginación, sacar conclusiones y concebir toda clase de otros mundos que causan una impresión bastante fuerte de la realidad. 

Ciertamente, para quien no tiene conocimientos científicos, el asunto se enredará muy pronto en contradicciones, y su ignorancia pronto se pondrá de manifiesto, ya que proyectará todo tipo de cosas que no concuerdan con los resultados de las ciencias naturales. Pero el que conozca la ciencia natural demostrará que sus ideas encajan muy bien con lo que muestran las ciencias naturales. Entonces no será refutado. Pero ahora cabe preguntarse de nuevo, ¿Quién en la ciencia espiritual puede garantizar que algo así no se ha proyectado injustificadamente a partir de tales afirmaciones y luego se ha desarrollado fantásticamente? ¿Quién puede responder por el hecho de que uno adopta el punto de vista de que sólo debe ser válido aquello que puede ser investigado por todos? Por lo tanto, habría que aceptarlo, por la sencilla razón de que se puede ver cómo surgió en el siglo XIX algo que también se afirma en la ciencia espiritual moderna.

Hemos visto que en el siglo XIX en la vida espiritual alemana y francesa se han afirmado las cosas que afirma la ciencia espiritual. En 1854 Reynaud publicó una obra, "Terre et ciel", y Figuier una obra sobre lo que le sucede al hombre después de la muerte. Ha habido numerosos opositores con formación científica que han dicho: Sí, ¿qué es mejor, que se inventen hechos sobre la base de la ciencia natural sobre una multiplicidad de vidas humanas en la tierra, sobre la vida después de la muerte, etc., o es mejor aceptar alguna otra hipótesis igualmente inventada sobre estas cosas?

Cuando se hacen tales objeciones, y cuando no se hacen de manera frívola, sino sobre la base de una búsqueda seria de la verdad, entonces hay que decir: No se trata de objeciones que surgen meramente de un espíritu de contradicción, sino de objeciones que el alma humana debe hacer por sí misma, debe hacer por sí misma tanto más cuanto que, por otra parte, se ve de nuevo cuán poca conciencia se ejerce a menudo por parte de los que quieren cultivar la ciencia espiritual cuando se presentan "pruebas" en favor de ella, que la vida humana es individual y se dice que fuera de la vida individual no se puede encontrar explicación a fenómenos como la conciencia humana y el sentido de la responsabilidad, si no se quisieran asumir ciertas disposiciones y tendencias de vidas terrenas anteriores. Algunas personas dicen: "Si me siento responsable, debo haber adquirido la disposición para ello. Como no la he adquirido en esta vida, debe haber sido en una anterior.

También se dice que la conciencia humana es un fenómeno que prueba que nos habla una voz interior, que no podemos derivar de la vida presente, y por lo tanto debemos derivarla de una vida anterior. Además se dice: Mira los diferentes hijos de los mismos padres, tienen características espirituales completamente diferentes. Pero si se supone que todo ha pasado de los padres a los hijos por vía hereditaria, ¿Cómo se pueden explicar tales diferencias que se dan incluso en gemelos ? Por lo tanto, se puede concluir que los hijos de la misma pareja de padres tienen individualidades diferentes, que no pueden ser heredadas, sino que deben haber sido traídas de una vida terrenal anterior a la actual.

El investigador concienzudo de la verdad objetará: ¿No estáis teniendo en cuenta que la individualidad de una persona, tal como se nos presenta, surge de la mezcla de los elementos paternos y maternos, y que por lo tanto la mezcla debe ser diferente en los hijos individuales? ¿No deberían ser diferentes las individualidades incluso en los gemelos, porque hay diferentes mezclas, si sólo se explican por la herencia?

Una objeción así no es buscada, sino que se impone desde la materia misma. Si se tiene todo en cuenta, se encuentra bastante comprensible que aquellos que siempre exigen una ciencia "controlable" no acepten la ciencia espiritual porque no es controlable; y si se considera que tales opositores tienen algo significativo para ellos mismos, se les comprende. En efecto, tienen a su favor que existe algo más que el espíritu crítico en nuestro tiempo. Este espíritu crítico está ciertamente presente, y cuando la ciencia espiritual dice algo, convoca inmediatamente a los opositores, que no sólo están lógicamente irritados, sino también moralmente indignados de que se presenten tales teorías. Se llama a tales oponentes, y la crítica es algo que vemos brotar por todas partes. Y como la ciencia espiritual con sus ideas se presenta como algo chocante en nuestro tiempo, tal crítica es bastante comprensible.

Pero junto al espíritu crítico vive en nuestro tiempo la credulidad, el correr detrás de todo el mundo, con sólo que se le reclame algo de la ciencia espiritual. El anhelo de comprender las cosas de tal manera que también puedan ser comprendidas no está muy presente en la gente, está tan ausente como fuertes son el espíritu crítico y la credulidad. Así vemos que a través de la credulidad, a través de la aceptación de la autoridad por un público crédulo que acepta todo tipo de cosas de la ciencia espiritual, se fomenta lo mismo que siempre se ha afirmado en contra de la investigación espiritual real y seria, es decir, la charlatanería. Es un desafío a la charlatanería cuando la gente lo sigue todo crédulamente. Y es una gran tentación para la gente cuando cree todo tipo de cosas, cuando se libera de la dificultad de justificar realmente estas cosas ante el foro de la ciencia, ante el foro del Espíritu de la época. También en nuestro tiempo, lo que aquí se menciona está demasiado extendido. Vemos cómo la credulidad, cómo la superstición más descarada está muy extendida. Apenas hay otras dos cosas en el mundo que estén tan estrechamente relacionadas como la ciencia espiritual y la charlatanería. Si uno no puede distinguir entre los dos caminos, si uno acepta todo sólo por fe ciega en la autoridad, así como por su propia naturaleza muchas cosas deben ser aceptadas por autoridad, lo que es a menudo el caso en la actualidad, entonces uno desafía lo que es justamente criticado por los investigadores serios de la verdad: la charlatanería, que está tan estrechamente vinculada con la ciencia espiritual. Es comprensible que alguien que no es capaz de distinguir al charlatán del investigador espiritual objete entonces que todo debe ser charlatanería.

Nada se encuentra más rápidamente que la transición a lo que se encuentra en la esfera moral y religiosa. Podemos caracterizar más rápidamente las objeciones que surgen en este ámbito porque son más fáciles de comprender.

Uno puede decir: ¡Mirad cómo lo que debe ser la materia más íntima del alma humana, lo que el hombre puede encontrar por sí mismo como fe, como su verdad subjetiva, se infla en una ciencia aparente! Y uno puede objetar al científico espiritual: Si presentas esto como tu creencia, te dejaremos tranquilo. Pero si afirmas para otras personas lo que presentas como doctrina de los mundos superiores, esto es contrario a la naturaleza y al carácter de cómo el ser interior del hombre debe relacionarse con los mundos espirituales, con la vida religiosa en general. Si entonces también se quieren mostrar los frutos a este respecto, se puede decir: Mirad a las personas que en los círculos espiritual-científicos, por ejemplo, han hecho de la idea de vidas terrenas repetidas su convicción; se puede ver cómo lo que es una cosmovisión moral es conducida al egoísmo más descarado precisamente a través de una cosmovisión espiritual-científica. Y se puede combinar lo que resulta de la ciencia espiritual con el materialismo del siglo XIX diciendo: Hubo numerosas personas que pudieron trascender los meros procesos materiales con su espíritu, y que dijeron: No veo mi moralidad superior en reclamar un mundo espiritual después de mi muerte para ser acogido por él y seguir viviendo allí, sino que cuando hago algo moral, lo hago sin esperanza de un mundo espiritual, porque me lo dicta el deber, porque renuncio gustosamente a lo que para mí es mi propia egoidad.

Ha habido muchos para quienes la moral de la inmortalidad era sólo una moral egoísta. Esta moral les parecía mucho menos buena que la que permite que todo lo que se hace pase a la vida general del mundo con la muerte del hombre. Por otro lado, está la moral de los que dicen que no tendría sentido si lo que hacen no encuentra su cumplimiento en vidas terrenales posteriores. Esta ley del karma, pueden decir ahora los adversarios de la ciencia espiritual, sólo favorece el egoísmo humano; aparte de aquellas personas que tal vez incluso digan: reconozco muchas vidas en el futuro. Entonces, ¿Qué necesidad tengo ahora de convertirme en una persona decente? Tengo muchas vidas por delante y, aunque siga siendo estúpido en el presente, puedo llegar a ser inteligente y sabio en las vidas venideras. - Así que se podría decir que las vidas repetidas en la Tierra nos desafían a llevar una vida cómoda y fácil. La idea de las vidas terrestres repetidas demuestra que el egoísmo, que quiere preservar su yo, está muy alejado de una moral abnegada.

Y se puede retomar una objeción que Friedrich Schlegel hizo contra la visión de las vidas terrenales repetidas tal como la asumen los indios: La visión de la vida del ser humano, que se precipita de encarnación en encarnación, conduce a que el hombre se aleje de la intervención activa y directa en la realidad, a que pierda el interés por todo aquello en lo que se supone que se desenvuelve.  Es fácil notar una cierta excentricidad ajena al mundo en aquellos que viven ellos mismos en la ciencia espiritual. Se engendra así un cierto egoísmo espiritual, una cierta doctrina no mundana. En efecto, es evidente que tales personas digan: "Después de haberme ocupado de la ciencia espiritual durante cierto tiempo, pierdo el interés por lo que antes me era querido. Esto es algo que ocurre a menudo, ¡pero demuestra que se objeta seriamente que el hombre debe trabajar en el mundo al que está asignado! Es una objeción seria que la ciencia espiritual no aleje a las personas de la vida inmediata y fuerte de la realidad, que no las convierta en excéntricas que dejan que todo se descontrole.

¡Y ahora la vida religiosa! Podemos decir: ¿Cuál es el florecimiento más hermoso, el florecimiento más maravilloso de esta vida religiosa? Este consiste en la devoción, en la entrega abnegada de la individualidad humana, podría decirse, a una divinidad extrahumana. La pérdida de la mente, la entrega sacrificial de la mente a la divinidad extrahumana crea el estado de ánimo religioso real. Sin embargo, ahora viene la ciencia espiritual y le explica al hombre que hay una chispa divina en él, que primero se expresa de manera menor en una vida terrenal, pero que luego se desarrolla y perfecciona cada vez más, de modo que el Dios en el hombre se hace cada vez más fuerte. Esto es auto deificación en lugar de devoción desinteresada a la divinidad extrahumana.

Sí, se puede objetar con cierta justificación, si se toma en serio el punto de vista religioso, que a través de esta vivencia de la propia naturaleza divina, si se realiza a través de las diversas encarnaciones, se puede destruir el verdadero estado de ánimo religioso, al igual que se puede destruir la vida de amor. Si el ser humano no se siente impulsado a ello en la devoción amorosa inmediata, sino que piensa que en una vida terrenal posterior tendrá lugar una compensación en esta relación, entonces sólo ambiciona la compensación. Y la persona religiosa puede decir:

En la cosmovisión científico-espiritual, la vida religiosa se fundamenta en el egoísmo de que el hombre no tiene a Dios fuera de sí, sino dentro de sí. Y la objeción está justificada: ¡qué suma de arrogancia, prepotencia y auto deificación puede justificarse en el alma humana!

Quienes tengan tales objeciones no necesitan imaginarlas. Pero uno puede ver a partir de esto cómo los fieles seguidores de la ciencia espiritual pueden llegar a tal arrogancia y una y otra vez a tal autodeificación. De ahí que encontremos en Occidente tal rebelión contra la existencia de la chispa espiritual en el hombre, contra la existencia de la esencia humana antes del nacimiento. No se debe tomar a la ligera lo que se puede encontrar en un investigador serio de la verdad como tal objeción a las vidas terrenales repetidas en contraste con las relaciones hereditarias.

Una objeción que me gustaría leer -que no discutiré más para no debilitarla- se encuentra en Jacob Frohschammer, que puede tomarse como tipo de una de las personas que tienen muchas objeciones a la suposición de la preexistencia del alma: ". . . Es imposible que el alma humana se considere a sí misma como esencia de Dios o como parte de Dios, no tanto por la pretensión tomista por la unidad de Dios, ya que al menos podrían estar en él como momentos sin dañar su unidad, -sino más bien según la propia conciencia y testimonio del alma humana misma, que no puede considerarse ni a sí misma ni al mundo como expresión directa de la perfección divina o como plasmación de la idea misma de Dios. Como originario de Dios, sólo puede ser considerado como el producto u obra de la imaginación divina; pues en este caso el alma humana, como el mundo mismo, debe ciertamente proceder del poder y la eficacia divinos (ya que nada puede proceder de la mera nada), pero este poder y eficacia de Dios debe, además de modelar la creación, tener también un efecto formativo en su realización y perpetuación; así pues, como poder formativo (no meramente de tipo formal, sino también real), Según esto, como fantasía, es decir, como poder o potencia que sigue obrando inmanentemente en el mundo y sigue creando, es decir, como fantasía del mundo, como ya se ha tratado anteriormente. Lo que se refiere a la doctrina de la preexistencia de las almas (de las almas que se consideran eternas o creadas en el tiempo, pero ya al principio y de una sola vez), que, como se ha señalado, se ha vuelto a plantear en los últimos tiempos y se considera adecuada para resolver todos los problemas psicológicos posibles, - está relacionada con la doctrina de la transmigración de las almas y la encarcelación de las almas en cuerpos terrenales. Según ésta, en la procreación del envejecimiento no tendría lugar ni una creación divina directa de almas ni una producción creadora de nuevas naturalezas humanas según cuerpo y alma por parte de los mayores, sino sólo una nueva conexión del alma con el cuerpo, es decir, una especie de encarnación o inmersión del alma en el cuerpo, al menos una parcial, de modo que en parte es abrazada y atada por el cuerpo, en parte sobresale más allá de él y reclama cierta independencia como espíritu, pero aun así no puede separarse de él hasta que la muerte anule la conexión y traiga la liberación y la redención para el alma (al menos de esta conexión). ¡En su relación con el cuerpo, el espíritu del hombre se asemejaría a las pobres almas del purgatorio, tal como suelen ser representadas en las lápidas votivas por los chapuceros pintores, como cuerpos medio sumergidos en las llamas abrasadoras, pero con la parte superior (como almas) sobresaliendo y gesticulando! ¡Piensen en la posición y el significado de el contraste de géneros, la naturaleza genérica de la humanidad, el matrimonio y la relación de la edad con los hijos desde este punto de vista! ¡El contraste de género no es más que una institución de encarcelamiento, el matrimonio una institución para el cumplimiento de esta hermosa tarea, los ancianos son los esbirros para retener y encarcelar las almas de los niños, los niños mismos deben este encarcelamiento miserable y laborioso a los mayores, mientras que no tienen nada más en común con ellos! ¡Todo lo que está ligado a esta relación se basa en un miserable engaño! "

Si uno es un investigador espiritual fanático, puede sonreír por tal cosa, pero el fanatismo debería estar muy alejado de la ciencia espiritual. Debería comprender y tolerar realmente aquello contra lo que el alma se rebela. Por esta razón, esta conferencia introductoria no fue dada como una "justificación", sino como una "refutación" de la investigación científica espiritual. Sin embargo, lo que se presentará en la próxima conferencia, "¿Cómo puede justificarse la investigación espiritual?", podrá sostenerse con mayor firmeza si nosotros mismos podemos hacer las objeciones justificadas. Estoy seguro de que ustedes no habrán pensado que, en realidad, yo quiera refutar la investigación espiritual.

Aquí sólo podría citar un número muy reducido de objeciones. Se podrían hacer muchas más. Algunas de ellas podrán hacerse en un futuro próximo, y la refutación seguirá inmediatamente. De todo lo que se ha dicho, sin embargo, se puede ver cómo el hombre es llamado interiormente a un campo de batalla a través de la aceptación de la investigación científica espiritual, cómo no sólo surgen las cosas que hablan a favor de las vidas terrenales repetidas, a favor del paso del hombre por un mundo espiritual y así sucesivamente, sino cómo todas las razones opuestas también pueden surgir de las oscuras profundidades del alma. Es bueno que la persona que se dedica con calma a la investigación espiritual conozca también estas razones opuestas. Entonces también será capaz de aplicar la tolerancia adecuada hacia los oponentes. <Sólo ocuparse de la ciencia espiritual o hacerse el ciego o reírse de las objeciones de los adversarios no puede ser nunca más el camino del investigador espiritual. Un caso particular en el siglo XIX, que me gustaría relatar aquí, ya ha demostrado que esto no es beneficioso.

La "Filosofía del Inconsciente" de Eduard von Hartmann fue publicada en 1869. Aunque no se esté de acuerdo con ella, se puede decir que fue un buen intento de ir más allá de la visión sensorial. Por lo tanto, Eduard von Hartmann tuvo que volverse contra muchas cosas que acababan de surgir como ideal de la ciencia de la época, especialmente contra lo que provenía del recién aparecido darwinismo. Así que encontramos mucho en la "Filosofía del Inconsciente" que no debería haber llegado a ser moderno en comparación con el Darwinismo. Pero lo que tenían en común todos los que no podían estar de acuerdo con este libro por parte del darwinismo era que se rebelaban contra Eduard von Hartmann como alguien que no se había familiarizado con lo que se desprendía de la ciencia natural contemporánea. Apareció una gran avalancha de refutaciones. No hay por qué pensar que estas refutaciones no contenían más que tonterías; algunas de ellas fueron escritas por personas destacadas en su campo, por ejemplo Ernst Haeckel, el zoólogo Oskar Schmidt y otros. Entre estos escritos había uno, cuyo autor no se nombraba, titulado "El inconsciente desde el punto de vista de la fisiología y la teoría de la descendencia". En él se demostraba con llamativas razones cuántas cosas de la "filosofía del inconsciente" eran insostenibles y cómo su autor había demostrado así que no era más que un diletante en el campo de las ciencias naturales. Muchas personas quedaron francamente asombradas por la rapidez con que este hombre anónimo procedió en este escrito, y Oskar Schmidt, entonces en la Universidad de Jena, dijo que era lo mejor que se podía decir contra la "filosofía del inconsciente" desde el punto de vista de la ciencia natural. Algunos dijeron: Se llama a sí mismo nosotros, porque es uno de nosotros; y Ernst Haeckel dijo que él mismo no podía escribir nada mejor contra la "filosofía del inconsciente".

Así que no es de extrañar que la primera edición de esta obra "El inconsciente desde el punto de vista de la fisiología y la teoría de la descendencia" se agotara pronto. Apareció una segunda edición, y ahora el autor se llamaba a sí mismo: era - ¡Eduard von Hartmann! Ahora cesaron algunas voces que antes habían dicho: se llama a sí mismo, es uno de los nuestros. Pero lo significativo había sucedido, que un hombre había demostrado que sabía todo lo que los adversarios más serios podían esgrimir contra él. Por una vez, se ha aportado la prueba de que no se debe creer, si se puede alegar algo en contra de una cosmovisión, que el autor de esta cosmovisión no podría haberlo dicho él mismo.

Para la ciencia espiritual, se trata de una cuestión de vida o muerte. Hoy no he podido decir todo lo que se podría decir. Pero la ciencia espiritual debe saber lo que se le puede objetar, y sólo sería deseable que algunos de los que creen poder reunir un conocimiento abismal para refutar la ciencia espiritual sobre tal o cual buen terreno científico, exacto, pudieran considerar a veces cuánto mejor conoce el asunto la persona contra la que se hace la objeción que la persona que la objeta. Lo mismo ocurre con un investigador intelectual concienzudo. Él no puede, por supuesto, aburrir a su audiencia citando siempre todas las razones posibles en contra. <Pero si se expone algo a favor de la ciencia espiritual, y si entonces aparece algún oponente, entonces debe preguntarse primero si lo que expone no puede ser dicho por el que representa la ciencia espiritual.

La tarea de la próxima conferencia debería consistir ahora en plantear la cuestión: ¿Cuál es la actitud correcta del alma hacia aquello que se afirma como razones opuestas desde sus profundidades? ¿Debe ser realmente cierto que el hombre, debido a lo mucho que se le puede objetar a la ciencia espiritual, tiene que adoptar ante ella la misma actitud que Goethe, -de un modo un tanto figurado-, hace decir finalmente a Fausto: "¿Podría apartar la magia de mi camino"? ¿Son las contrarrazones de la investigación espiritual las mismas que la actitud de Fausto ante las contrarrazones de la magia? ¿Son tales que un filósofo como Geoffroy de Saint-Hilaire tiene razón cuando dice:

En relación a la visión del mundo sólo hay seriedad en lo siguiente. Vemos que el hombre es débil en muchos aspectos. ¿Por qué no hemos de confesarnos a nosotros mismos esta debilidad, y por qué no ha de ser una fortaleza aceptar nuestra debilidad? ¡Cómo debe el hombre confesarse a sí mismo que es débil contra el viento y el tiempo, contra las fuerzas volcánicas y los acontecimientos elementales! ¡Cómo ha de confesarse el hombre débil ante lo que la naturaleza le impone cuando planta la semilla en la tierra y el tiempo desfavorable no la deja madurar, que sólo permite que de su diligencia surja el hambre! Si el hombre tiene que considerar a menudo su debilidad, por qué no decirlo por honestidad: Aunque el espíritu puede superarse en algunas cosas, también es débil y limitado y no puede hacer nada frente a lo que la naturaleza le impone; así también no puede reconocer nada frente a lo que es nuestra naturaleza, ¡debemos renunciar!

Si las razones ahora expuestas fuesen de tanto peso que no se pudiese dar la conferencia siguiente, no habría más que una resignación tal como la que siente no sólo Geoffroy de Saint-Hilaire, sino muchos de alma honesta y amante de la verdad, que creen tener que sostener que el hombre no puede penetrar en un mundo espiritual. Puesto que las razones opuestas no brotan del espíritu de contradicción, sino de la naturaleza misma de la materia, la discusión sobre la naturaleza y el valor de las razones opuestas de la ciencia espiritual no es un hecho meramente teórico, sino algo que debe surgir del campo de batalla del alma, donde las opiniones luchan contra las opiniones en una batalla aparentemente más o menos justificada, y donde sólo se puede reconocer cuál de estas razones que aparecen allí puede permanecer victoriosa a través de una dura lucha. Si uno se enfrenta a la lucha interior del alma abiertamente y sin reservas y puede decir lo que habla a favor y en contra de un conocimiento del mundo espiritual, entonces no se convierte en un representante fanático de este o aquel principio inventado o artificioso, sino en un reconocedor del principio de que una convicción serena se construye sobre la base de aquellas razones que sólo entonces, y nunca antes, se afirman para uno mismo después de que hayan vencido a sus razones contrarias fuera del campo en la propia alma.

Cuando el buscador de la verdad busca así su convicción, entonces puede decirse a sí mismo que puede acercarse con confianza al desarrollo de la vida espiritual en el futuro; porque lo que el buscador sincero de la verdad ha dicho es cierto: Lo que no es cierto, no importa cuántas veces se proponga, será desechado por el desarrollo de la lucha por la verdad de la humanidad. Pero lo que es verdad y tuvo que luchar por su existencia contra las razones contrarias, como vemos siempre con respecto a los acontecimientos de la historia del mundo, encuentra su camino en el desarrollo de la humanidad de la manera muy especial que uno puede pararse ante este desarrollo de la verdad en los siglos y milenios y decir:

No importa cuántas impresiones oscurecedoras, es decir, prejuicios y contradicciones, se amontonen, la verdad siempre encuentra grietas y hendiduras para afirmarse, para imponerse para bendición, progreso y beneficio de la humanidad.

Traducido por J.Luelmo jun.2024







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