GA222-3 Dornach, 16 de marzo de 1923 -Acontecimientos espirituales causantes de la transformación de la conciencia en el siglo IV

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 RUDOLF STEINER

El impulso del mundo espiritual sobre los acontecimientos históricos


Siete conferencias impartidas en Dornach del 11 y el 23 de marzo de 1923

 

TERCERA CONFERENCIA

Acontecimientos espirituales como causas de la transformación de la conciencia en el siglo IV d.C. El gobierno de los pensamientos cósmicos pasa de los Exusiai a los Arcáis. Experiencia de los mundos divinos a través de la música durante las épocas de Lemúria y Atlántida y la pérdida de esta experiencia cuando se hizo posible la percepción del intervalo de la tercera. Experiencia de la melodía en el tono único.

Dornach, 16 de marzo de 1923

Últimamente me ha tocado señalar repetidamente que sería igualmente posible escribir la biografía de una persona para el tiempo comprendido entre ir a dormir y el despertar, como para el tiempo que transcurre entre el despertar y el ir a dormir. Todo lo que el hombre pasa entre el despertar y el dormir se experimenta a través de sus cuerpos físico y etérico. Debido a que en sus cuerpos físico y etérico tiene los órganos sensoriales adecuadamente desarrollados, es consciente del mundo que le rodea, ya que está vinculado con sus cuerpos físico y etérico, de tal manera que, por así decirlo, forman una unidad con él. Pero como en su estado evolutivo actual no posee órganos anímico-espirituales análogos en su yo y en su cuerpo astral -órganos que, si se me permite esta expresión paradójica, serían órganos sensoriales suprasensibles-, no puede ser consciente de sus experiencias entre el sueño y el despertar. En consecuencia, sólo con la visión espiritual sería capaz de percibir lo que contiene la biografía del yo y del cuerpo astral, que corre paralela a la biografía vivida con la ayuda de los cuerpos físico y etérico.

Al hablar de las experiencias del ser humano entre el despertar y el sueño, naturalmente incluimos los acontecimientos que tienen lugar en su entorno físico y etérico, las cosas que suceden en relación con él, las cosas que experimenta y las que son causadas por él. Por lo tanto, debemos hablar de un entorno físico y etérico, un mundo físico y etérico habitado por él durante el período entre el despertar y el dormir. Así como de igual modo, habita otro mundo entre el sueño y el despertar, sólo que la naturaleza de este mundo es muy diferente a la del mundo físico y etérico. Es posible hablar, mediante la visión espiritual, de este mundo que constituye nuestro entorno cuando dormimos tanto como el mundo físico lo constituye cuando estamos despiertos. Encontraréis los hechos elementales en las descripciones dadas, por ejemplo, en mi libro Ciencia Oculta: un Esquema. Allí encontraréis, aunque sólo brevemente, una descripción de cómo los reinos del mundo físico y etérico, los reinos mineral, vegetal, animal y humano, se extienden hasta los reinos de las Jerarquías superiores. Vamos a considerar esto hoy.

Si, mientras estamos despiertos, dirigimos nuestros ojos u otros órganos sensoriales hacia el exterior, hacia nuestro entorno físico y etérico, percibimos los cuatro reinos mineral, vegetal, animal y humano. Si luego ascendemos más hacia las regiones que sólo pueden ser percibidas de manera suprasensible, encontramos lo que puede llamarse la continuación de estos reinos: el reino de los Ángeles, Arcángeles y Arcáis, el reino de los Exusiai, Dinamis y Kyriotetes, y el reino de los Tronos, Querubines y Serafines.

Por tanto, tenemos dos mundos que se compenetran entre sí: el mundo físico y etérico y el mundo suprasensible. Y ya sabemos que vivimos en este mundo suprasensible entre el sueño y el despertar; sabemos que tenemos experiencias allí, aunque estas experiencias no puedan llegar a nuestra conciencia ordinaria porque no tenemos los órganos anímico-espirituales apropiados.

De hecho, se puede llegar a una comprensión más exacta de lo que el hombre experimenta en este mundo suprasensible, si se da el mismo tipo de descripción de este mundo que se da del mundo físico y etérico con la ayuda de la ciencia y la historia. Para exponer lo que podemos llamar una ciencia suprasensible del curso real del mundo que habitamos en el sueño, debemos comenzar por señalar ciertos detalles. Hoy vamos a centrar nuestra atención, en primer lugar, en un acontecimiento de profunda significación para el conjunto de la evolución humana durante los últimos miles de años.

Ya hemos hablado con frecuencia de este acontecimiento desde el punto de vista del mundo físico y etérico y de su historia. Ahora lo veremos desde el otro lado, por así decirlo, tomando nuestro punto de vista no en el mundo físico y etérico, sino en el mundo suprasensible. El acontecimiento al que me refiero y que a menudo he relatado desde un único punto de vista, tuvo lugar en el siglo IV de nuestra era.

He descrito cómo cambió toda la disposición anímica del hombre en el mundo occidental durante este siglo IV d.C.; de hecho, sin una visión científico-espiritual del asunto, hoy ya no tenemos la más mínima comprensión de los sentimientos y las sensaciones humanas tal y como las teníamos antes del siglo IV d.C. Pero a menudo hemos descrito estos sentimientos y esta disposición anímica, describiendo lo que los seres humanos experimentaban alrededor de ese siglo. Hoy vamos a dirigir nuestra atención por un momento a las experiencias vividas por los Seres del reino suprasensible durante este tiempo. Nos ocuparemos, por así decirlo, del otro lado de la vida y hablaremos desde el punto de vista del reino suprasensible.

La idea de que los pensamientos están confinados a la cabeza es una noción preconcebida de la llamada ilustración del hombre. No aprenderíamos nada de las cosas a través de los pensamientos si éstos estuvieran confinados en las cabezas de las personas. Quien crea que los pensamientos se encuentran sólo en la cabeza de la gente, es víctima del mismo prejuicio, por paradójico que parezca, que el que cree que el sorbo de agua que sacia su sed surgió en su lengua en lugar de fluir en su boca desde el vaso. Realmente es tan absurdo decir que los pensamientos surgen en la cabeza de los hombres como decir: Cuando calmo mi sed con el agua de un vaso, esta agua ha surgido en mi boca. Pues los pensamientos se extienden definitivamente por todo el mundo. Los pensamientos son las fuerzas que actúan en las cosas. Y el órgano de nuestro pensar no hace más que aprovechar el depósito cósmico de las fuerzas del pensar, acogiendo en sí los pensamientos. Por lo tanto, no debemos hablar de los pensamientos como si fueran algo que pertenece al hombre solamente. Debemos hablar de los pensamientos con la conciencia de que son fuerzas que gobiernan el mundo y se extienden por todo el cosmos. Pero no vuelan al azar, sino que son siempre llevados y elaborados por seres de uno u otro tipo. Y lo más importante: no siempre son portados por los mismos seres.

Volviendo al mundo suprasensible, gracias a la investigación suprasensible descubrimos que, hasta el siglo IV de nuestra era, los pensamientos mediante los cuales los seres humanos se hacen comprensibles a sí mismos, eran llevados, o quizás habría que decir, vertidos (las expresiones terrenales son poco adecuadas para describir hechos y seres tan elevados) por los Seres de la Jerarquía llamados Exusiai o Espíritus de la Forma.

Si un griego antiguo hubiera querido explicar el origen de sus pensamientos a través del conocimiento de los Misterios, habría tenido que decir lo siguiente: Yo elevo mi visión espiritual hacia los Seres que me son revelados por el conocimiento de los Misterios como los Seres de la Forma, las Fuerzas de la Forma. Ellos son los portadores de la inteligencia cósmica, son los portadores de los pensamientos cósmicos. Hacen que los pensamientos fluyan a través de los acontecimientos del cosmos, y otorgan estos pensamientos humanos al alma que se hace consciente de ellos al experimentarlos. Cualquiera que en los días de la antigua Grecia se adentrara en el mundo suprasensible por medio de una iniciación especial, podía llegar a tener una experiencia de estos Seres de la Forma; realmente contemplaba a estos Seres, y para encontrar una verdadera imagen o Imaginación de ellos tenía que asignarles, en cierto modo como un atributo, los pensamientos que fluían brillando a través del universo. Este antiguo griego veía cómo estos Seres de la Forma, por así decirlo, enviaban fuerzas de pensamiento brillantes desde sus miembros, fuerzas que entraban en los procesos del mundo y allí continuaban trabajando como fuerzas de inteligencia creadoras del mundo. Puede que se dijera: En todo el universo, en todo el cosmos, es tarea de los Seres de la Forma, los Exusiai, verter pensamientos a través de los procesos universales. Por lo tanto, al igual que la ciencia basada en la percepción sensorial describe las actividades de los seres humanos registrando lo que hacen individual o colectivamente, una ciencia basada en la percepción suprasensible, al examinar las actividades de los Espíritus de la Forma durante la época que nos ocupa, tendría que describir cómo tales Seres suprasensibles hacen fluir las fuerzas del pensamiento de unos a otros, cómo las reciben de los demás, y cómo en este fluir y recibir se encuentran insertados los procesos universales que se presentan al hombre externamente en forma de fenómenos naturales.

Y luego, llegó el siglo IV d.C. en la evolución de la humanidad. Y eso supuso para el mundo suprasensible un acontecimiento de suma importancia: los Exusiai, las Fuerzas o Espíritus de la Forma, transfirieron sus fuerzas de pensamiento a los Arcáis, los Espíritus Primordiales o Principados.

En ese momento, los Arcáis o Principados, se hicieron cargo de la tarea que antes realizaban los Exusiai. Acontecimientos de este tipo tienen lugar en el mundo suprasensible. Y éste fue un acontecimiento de inmensa importancia cósmica. Los Exusiai, o Espíritus de la Forma, se limitaron a controlar las percepciones sensoriales externas; ellos regulan, con fuerzas cósmicas especiales, todo lo que está presente en el mundo del color, del tono, etc. En consecuencia, quienes tienen conocimiento de estas cosas deben decir con referencia a los tiempos que siguen al siglo IV d.C.: los pensamientos que gobiernan el mundo son transferidos a los Arcáis o Principados; ahora, todas las múltiples formas del mundo, las constantes metamorfosis vistas por los ojos y escuchadas por los oídos constituyen una tela tejida por los Exusiai, que anteriormente proporcionaban pensamientos a los seres humanos y ahora les dan impresiones sensoriales, mientras que ahora los Arcáis les proporcionan los pensamientos.

Esta realidad del mundo suprasensible se reflejó aquí abajo en el mundo de los sentidos por el hecho de que en la antigüedad, por ejemplo, en la época de los griegos, los pensamientos se percibían objetivamente en las cosas. Así como hoy creemos percibir el rojo o el azul en las cosas, un griego descubría que un pensamiento no era simplemente captado por su cabeza, sino que irradiaba de un objeto de la misma manera que irradia el rojo o el azul.

He descrito este lado humano del asunto en mi libro Enigmas de la Filosofía. En este libro encontraréis una descripción de cómo este importante acontecimiento del mundo suprasensible se reflejó en el mundo de los sentidos físicos. Allí se utilizan términos filosóficos porque el lenguaje de la filosofía es adecuado para describir el mundo material, mientras que al hablar del punto de vista del mundo suprasensible hay que mencionar también el hecho suprasensible de que la tarea de los Exusiai había sido transferida a los Arcáis.

La preparación de tales cosas en la humanidad requiere muchas épocas. Y tales cosas están ligadas a las transformaciones básicas del alma humana. Cuando digo que este acontecimiento suprasensible tuvo lugar en el siglo IV d.C., se trata, por supuesto, de una aproximación que se aplica únicamente al período central, mientras que todo el proceso tuvo lugar a lo largo de muchas épocas. Los preparativos comenzaron en la época precristiana y el cambio no se completó hasta los siglos XII, XIII y XIV d.C. El siglo IV d.C. es sólo el período central y se alude a él para tener algo definido que señalar en el desarrollo histórico de la humanidad.

Este es también el punto de la evolución humana en el que la perspectiva de los hombres hacia el mundo suprasensible comienza a oscurecerse por completo. La conciencia del alma pierde la capacidad de visión y percepción suprasensible mientras el alma se dedica al mundo. Tal vez comprendan esto más claramente en sus almas si se arroja luz sobre ello desde otro ángulo.

¿Qué es lo que intento aclarar con tanta insistencia? Pues que el ser humano comienza a sentirse cada vez más consciente de sí mismo como individuo. Cuando el mundo del pensamiento pasa de los Espíritus de la Forma a los Principados, de los Exusiai a los Arcáis, el hombre se siente más consciente de los pensamientos de su propio ser, porque los Arcáis viven un escalón más cerca del hombre que los Exusiai. Cualquiera que comience a adquirir la visión suprasensible recibirá la siguiente impresión. Se dirá: Ciertamente este es el mismo mundo que conozco como el mundo de los sentidos.

La conciencia ordinaria no sabe nada en absoluto sobre las condiciones que aquí se consideran. Pero con la conciencia suprasensible existe definitivamente la sensación de que los Ángeles, los Arcángeles y los Arcáis están presentes entre el hombre y sus impresiones sensoriales. La sensación es que están presentes aquí en el mundo de los sentidos. No se ven con el ojo ordinario, pero están realmente presentes entre el hombre y todo el entramado de impresiones sensoriales. Son los Exusiai, Dynamis y Kyriotetes los que están más allá de este mundo; están ocultos por el entramado de los sentidos.

Así pues, un individuo que posee la conciencia suprasensible siente que los pensamientos, después de haber sido entregados a los Archai, se acercan a él. Los siente ahora más en su propio mundo, mientras que antes estaban detrás de los colores de las cosas, detrás del rojo o del azul; podríamos decir que se acercan a él a través del rojo o del azul o a través de un Do sostenido o un Sol. Por supuesto, esto también conlleva la ilusión de que el hombre crea los pensamientos por sí mismo.

El hombre tardó mucho tiempo en evolucionar hasta el punto de ser capaz de acoger dentro de sí, por así decirlo, lo que antes se le presentaba como el mundo exterior objetivo. Esto sólo se produjo por grados en el curso de la evolución humana. Mirando hacia atrás en la evolución, más allá de la catástrofe atlante y en la época de la antigua Atlántida, debo pedirles que se imaginen al hombre de aquella época tal como lo he descrito en mis libros Ciencia oculta: un bosquejo y Memoria cósmica. Como sabéis, los seres humanos de aquella época estaban formados de manera muy diferente. Su sustancia corporal era mucho más delicada de lo que llegó a ser más tarde, durante la era post-atlante. Por ello, el elemento anímico se relacionaba de forma diferente con el mundo y los atlantes experimentaban el mundo de forma muy distinta. Permítanme darles un ejemplo de esta forma particular de experimentar el mundo. Los atlantes no podían experimentar el intervalo1 de una tercera, ni siquiera de una quinta. Su experiencia musical comenzaba con la experiencia de la séptima. También conocían intervalos mayores, pero la séptima era la más pequeña. Los tercios y las quintas se les escapaban; no existían tales intervalos para ellos.

En consecuencia, su experiencia de las estructuras tonales era muy diferente; el alma tenía una relación muy distinta con las estructuras tonales. Porque si viviéramos, sin los intervalos menores, sólo en la música de séptimas, si viviéramos tan naturalmente en estas séptimas como los atlantes, no percibiríamos la música como algo que tiene lugar dentro de nosotros o en conexión con nosotros; nos encontraríamos fuera de nuestros cuerpos en el momento en que comenzara la percepción musical. Viviríamos fuera en el cosmos como era el caso de los atlantes. Para ellos la experiencia musical era una experiencia religiosa directa. Al experimentar las séptimas no podían decir que ellos mismos tenían algo que ver con la creación de estos intervalos; sentían que los dioses, que tejían y fluían por el mundo, se revelaban en las séptimas. Decir: "Estoy haciendo música" no tenía sentido para ellos. Pero significaba algo cuando decían: 'Vivo en la música hecha por los Dioses'.

En una forma muy debilitada, esta experiencia musical seguía presente en la época postatlante, cuando se experimentaba principalmente el intervalo de quinta. Esto no debe compararse con nuestra experiencia actual de la quinta. Hoy en día la quinta nos da la impresión de ser una cáscara vacía. En el mejor sentido de la palabra, sentimos que la quinta está vacía. Se ha quedado vacía porque los dioses se han retirado de la humanidad.

Pero en la época postatlante el hombre sentía que los dioses seguían viviendo en las quintas. No fue hasta más tarde, cuando la tercera, tanto mayor como menor, hizo su aparición en la música, cuando la música, por así decirlo, se sumergió en la naturaleza interior del hombre, de modo que en la experiencia musical ya no estaba fuera de sí mismo. En la edad real de la quinta, el hombre todavía estaba definitivamente fuera de sí mismo en la experiencia de la música. En la era de la tercera, que como sabeis es comparativamente reciente, el hombre permanece dentro de sí mismo cuando experimenta la música. Abraza la música con su cuerpo. Entrelaza la naturaleza musical y la corporal. Por eso la experiencia de la tercera va acompañada de la diferenciación entre mayor y menor, de modo que tenemos la experiencia del estado de ánimo mayor por un lado y la experiencia del estado de ánimo menor por otro. Con la llegada de la tercera, con la entrada en la música de los estados de ánimo mayores y menores, la experiencia musical se vincula con los estados de ánimo elevados y alegres y también con los estados de ánimo deprimidos, dolorosos y tristes que experimenta el hombre porque es portador de un cuerpo físico y otro etérico. Podríamos decir que el hombre aleja su experiencia del mundo del cosmos, pero se une a su experiencia del mundo. Antiguamente, en la edad de la quinta, y más aún en la edad de la séptima, si se me permite utilizar estas expresiones, la experiencia del mundo más importante del hombre era tal que le llevaba inmediatamente fuera de sí mismo. Así, podía decir: El mundo de los tonos saca a mi yo y a mi cuerpo astral de mis cuerpos físico y etérico; entrelazo mi existencia terrenal con el mundo divino-espiritual; las estructuras de los tonos resuenan como algo en cuyas alas fluyen los dioses por el mundo; y yo experimento este fluir de los dioses percibiendo los tonos.

Por lo tanto, en este campo particular veis cómo la experiencia cósmica en cierto sentido se abre camino hacia el ser humano, cómo el cosmos penetra en el ser humano. Veis cómo si nos remontamos a los tiempos antiguos es en el mundo suprasensible donde debemos buscar las experiencias más importantes del hombre. Y veis cómo más tarde llega el momento en que el hombre, como ser terrestre dotado de sentidos físicos, debe ser incluido cuando se describen los acontecimientos más importantes del mundo.

Esto se hace necesario cuando son los Espíritus de la Forma los que proporcionan los pensamientos a los Principados, los Arcáis. Otra expresión de esto puede encontrarse en la transición del antiguo período de la quinta al período de la tercera y la experiencia de la mayor y la menor.

En relación con esta experiencia, es de especial interés retroceder a una época aún más temprana que la atlante, una época de la evolución humana en la Tierra que se desvanece en un pasado tenue y lejano, pero que puede ser recordada con la ayuda de la visión suprasensible. Esta época lejana se describe en mi libro La Ciencia Oculta: un Esquema como la época lemúrica. En aquella época la percepción musical del hombre era tal que ni siquiera podía ser consciente de los intervalos contenidos en una octava; en aquella época el hombre sólo podía percibir un intervalo si se extendía más allá de una octava, por ejemplo: C, D, E, F, G, A, B, C, D, donde el intervalo C, D, se experimenta sólo si el D se encuentra en la siguiente octava.

Por lo tanto, en la era lemúrica no podía haber experiencia musical al escuchar intervalos menores que una octava; el intervalo experimentado va más allá de la octava hasta el primer tono de la siguiente octava y luego hasta el siguiente tono de la siguiente octava. Así, el hombre experimenta algo que es difícil de describir, pero tal vez podáis imaginarlo si digo lo siguiente: el hombre experimenta la segunda en la siguiente octava más alta y la tercera en la siguiente octava después de ésta. Experimenta una especie de tercera objetiva, de hecho las dos terceras, tanto la mayor como la menor. Pero, por supuesto, no se trata de una tercera como la conocemos hoy en día, ya que para nosotros la tercera sólo se produce si tomamos la tónica y la nota siguiente pero una dentro de la misma octava. Como el hombre de la antigüedad podía tener una experiencia directa de los intervalos que hoy describimos como la tónica en una octava, la segunda en la siguiente y la tercera en la tercera, podía percibir una especie de mayor y menor objetivas; no un estado de ánimo mayor y menor experimentado en su interior, sino un mayor y menor que expresaba un sentimiento de lo que los dioses experimentaban en sus almas.

No podemos describir lo que el hombre de la época lemúrica experimentaba con nombres tales como alegría y tristeza, exultación y depresión; debemos decir que a través de esta particular percepción musical en los tiempos lemúricos, cuando estaba bastante fuera de sí mismo al percibir estos intervalos, experimentaba el júbilo cósmico de los Dioses y el lamento cósmico de los Dioses. Somos capaces de mirar hacia atrás, a un tiempo una Tierra realmente experimentada por el hombre, cuando lo que hoy se experimenta como tono mayor y tono menor era, por así decirlo, proyectado hacia el universo. Lo que el hombre experimenta hoy interiormente entonces se proyectaba hacia el universo. Lo que hoy fluye a través de su emoción y sentimiento era entonces percibido por él fuera de su cuerpo físico como la experiencia de los Dioses en el cosmos. Lo que debe ser caracterizado como nuestra actual experiencia interna del "modo mayor" era experimentado por él fuera de su cuerpo como el júbilo cósmico, la música cósmica de los Dioses regocijándose en su creación del mundo. Y lo que hoy conocemos como el "modo menor" era experimentado en los tiempos lemúricos como la vasta lamentación de los Dioses por la posibilidad de lo que se describe en la Biblia como la Caída del hombre, el alejamiento de la humanidad de los poderes espirituales divinos, los poderes del bien.

Esto es algo que nos llega de ese maravilloso conocimiento de los antiguos Misterios que de por sí pasa al ámbito del arte; percibimos de forma más abstracta no sólo cómo la humanidad sucumbió en un tiempo a la seducción y tentación luciférica y ahrimánica y experimentó esto o aquello, sino que también percibimos cómo los seres humanos oían en la antigüedad la música de los Dioses regocijándose en el cosmos por su creación del mundo y también el lamento cósmico de los Dioses cuya visión profética les mostraba que el hombre se alejaría de los poderes divino-espirituales.

Esta comprensión artística de algo que más tarde se hizo más abstracto en la forma se nos da a partir de los antiguos Misterios; de ellos podemos obtener la profunda convicción de que el conocimiento, el arte y la religión han fluido de una única fuente. Esto debe llevarnos a la convicción de que debemos tratar de volver a ese estado del alma que aparecerá de nuevo cuando el alma tenga conocimiento porque la religión fluye y el arte fluye a través de ella, ese estado del alma que trae una comprensión profunda y viva de lo que Goethe quiso decir hace tantos años cuando dijo: "La belleza es una manifestación de leyes naturales secretas que habrían permanecido ocultas para siempre si la belleza no hubiera aparecido".

El secreto de la evolución humana dentro de la existencia de la Tierra, dentro de la evolución de la Tierra, nos revela por sí mismo esta unidad interior de todo lo que el hombre debe experimentar junto con el mundo a sabiendas, religiosa y artísticamente para que pueda experimentar su completa potencialidad junto con el mundo.

Es un hecho que ahora ha llegado el momento en que estas cosas deben volver a entrar en la conciencia humana, porque de lo contrario la naturaleza anímica  simplemente comenzaría a decaer. Ahora y en un futuro próximo, el alma se marchitaría como resultado de un conocimiento cada vez más intelectual y unilateral; su alma se embotaría por la unilateralidad del arte y perdería su alma por completo por la unilateralidad de la religión si no pudiera encontrar el camino que conduce a la armonía interior y a la unidad de estos tres, el camino que le ayuda a salir de su cuerpo de una manera más consciente que antaño y volver a ver y oír el mundo suprasensible junto con el mundo de los sentidos.

A través de la Ciencia Espiritual podemos mirar a las personalidades más antiguas y profundas de la cultura griega en desarrollo, personalidades cuyos sucesores fueron personas como Esquilo y Heráclito. Encontramos que estas personalidades, en la medida en que estaban iniciadas en los Misterios, tenían todas ellas sentimientos similares como resultado de su conocimiento y sus poderes artísticos y creativos. Al igual que Homero, que dijo: "Cántame, oh Musa, la ira de Aquiles, hijo de Peleo", seguían sintiendo sus conocimientos y sus poderes creativos no como algo que actuara en ellos personalmente, sino como algo que realizaban en su sentimiento religioso junto con el mundo espiritual. Así podían decir: En la mayor parte de los tiempos antiguos el hombre se experimentaba a sí mismo como hombre cuando, al realizar las actividades humanas más importantes, salía de sí mismo y compartía sus experiencias con los dioses (como os he mostrado en relación con la música, pero también era cierto en la formación de los pensamientos). Pero ahora el hombre ha perdido lo que pudo experimentar de este modo.

Este sentimiento de haber perdido un antiguo conocimiento y una antigua posesión artística y religiosa de la humanidad pesaba ciertamente sobre las almas griegas más profundas.


Algo diferente debe llegar a la humanidad de hoy. Desarrollando las facultades propias de su experiencia anímica, el hombre debe llegar al punto de poder redescubrir lo que se perdió hace mucho tiempo. Lo que quiero decir es que el hombre debe desarrollar una conciencia -después de todo, estamos viviendo en la era de la conciencia- de cómo lo que se ha convertido en interior debe encontrar su camino hacia el exterior, hacia el mundo divino-espiritual. Y esto será posible -como he indicado en respuesta a una pregunta que me hicieron durante una conferencia en el Goetheanum- en un campo, por ejemplo, cuando la riqueza interior del sentimiento que se experimenta en la melodía se transfiera al tono único, cuando el hombre descubra el secreto del tono único, en otras palabras, cuando el hombre no sólo experimente intervalos, sino que también sea capaz de experimentar con riqueza interior y variedad el tono único como si fuera una melodía. Esto es algo que hoy apenas puede imaginarse.


Pero ya veis cómo progresan las cosas: de la séptima a la quinta, de la quinta a la tercera, de la tercera a la prima y así hasta el tono único y aún más. Así, lo que antes representaba la pérdida del mundo divino debe transformarse en la evolución humana en el redescubrimiento de lo divino por el hombre en la Tierra, si la humanidad ha de seguir desarrollándose en la Tierra en lugar de perecer.

Sólo comprendemos bien el pasado cuando somos capaces de ver en contraste la verdadera imagen de nuestro desarrollo en el futuro, cuando sentimos con una emoción que nos afecta profundamente lo que también sintieron los seres humanos más profundos de la antigua Grecia, a saber, que hemos perdido la presencia de los Dioses, y cuando podemos contrastar esto diciendo con las almas profundamente conmovidas pero intensamente esforzadas:

Haremos florecer y fructificar el espíritu cuyo germen existe en nosotros, para que volvamos a encontrar a los Dioses.

1 Intervalo es la distancia entre dos notas musicales o entre dos sonidos. En general, suelen medirse según las notas de una escala incluyendo los extremos, o bien por la diferencia de tonos y semitonos, o solamente de semitonos. Por ejemplo, una quinta justa es un intervalo de 7 semitonos.


Traducido por J.Luelmo marzo 2021

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919