GA222 Dornach, 12 de marzo de 1923 Experiencias durante el sueño y su significado para la vida

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 RUDOLF STEINER

El impulso del mundo espiritual sobre los acontecimientos históricos


Siete conferencias impartidas en Dornach del 11 y el 23 de marzo de 1923

 

SEGUNDA CONFERENCIA

Experiencias del alma humana durante el estado de sueño y su significado para toda la vida. El viaje italiano de Goethe; su finalidad y efectos. El establecimiento de la relación con los Ángeles, los Arcángeles y los Arcáis.

Dornach, 12 de marzo de 1923

La conferencia de ayer habrá dejado claro que si queremos comprender los destinos de los seres humanos y su vida, no podemos contentarnos con referencias a las fuerzas abstractas de la Naturaleza, que son las únicas de las que se habla en la ciencia ortodoxa actual. Tal como dijimos ayer, debemos dirigirnos a esas Potencias espirituales que forman, por así decirlo, la continuación hacia arriba de lo que aquí, en la vida material, llamamos los reinos de la Naturaleza. Hablamos de los tres reinos de la Naturaleza -mineral, vegetal y animal- y, en la medida en que es un ser físico, el hombre debe ser considerado como un cuarto reino; pero entonces debemos ir más arriba y suponer la existencia por encima del hombre del reino de los Ángeles, por encima de éste el reino de los Arcángeles, luego el reino de los Arcáis, y así sucesivamente.

Estos reinos superiores no son, para empezar, accesibles a la percepción externa, a la percepción por los sentidos y el intelecto; sin embargo, desempeñan un papel esencial en la vida del hombre.

Ayer os hablé de la participación de estos reinos en la alternancia de los estados de sueño y de vigilia en la vida humana. Hoy me gustaría añadir a este tema otro, a saber, el tema del hombre como un ser que pasa una parte del total de su vida dentro del mundo espiritual del que desciende a la existencia terrenal y al que vuelve a ascender cuando ha atravesado la puerta de la muerte.

Por el curso de conferencias que di aquí el año pasado sobre Filosofía, Cosmología y Religión GA215, sabéis que antes de que el hombre descienda a la Tierra, es un ser con una configuración muy definida, sólo que no está revestido de un cuerpo físico, ni está conectado con las fuerzas físicas de la Tierra, sino que está revestido, se podría decir también, de espíritu y alma, conectado con las fuerzas del espíritu y del alma, al igual que a través del cuerpo físico está conectado con las fuerzas físicas de la Naturaleza.

Ahora bien, cuando un ser humano desciende a la existencia física en la Tierra, las secuelas de las fuerzas que tiene en su interior durante la existencia pre terrenal le acompañan durante cierto tiempo. Pues en el niño siempre actúa un elemento espiritual, que es una secuela de las fuerzas que había en él antes de bajar a la Tierra. A medida que el niño crece, desarrollándose claramente a partir de formas corporales más indefinidas, sigue estando sometido a las secuelas de las fuerzas supra terrenas que actuaban en él antes de su descenso a la Tierra. Estas fuerzas siguen actuando hasta la edad de la pubertad, aunque ya se debilitan con el cambio de dientes.

El ser humano elabora su cuerpo físico en particular durante los primeros siete años de su vida y su cuerpo etérico, o cuerpo de fuerzas formativas durante el segundo período de siete años. Mientras elabora y desarrolla estos dos instrumentos de su existencia terrenal, las fuerzas caracterizadas anteriormente siguen trabajando desde el mundo espiritual.

Como dije ayer, el hombre no es únicamente el ser captado por la percepción sensorial externa y concebido intelectualmente, sino que durante su existencia terrenal es también ese ser suprasensible e invisible compuesto por el yo y el cuerpo astral que se separa durante el sueño de los cuerpos físico y etérico. Cada noche, el yo y el cuerpo astral de un individuo adulto salen de los cuerpos físico y etérico. En el niño, especialmente en el período más temprano de la vida física en la Tierra, la unión y la separación de los cuatro miembros de la constitución del hombre son un proceso indefinido. Al principio de su vida, las horas de vigilia del niño son escasas: es decir, la firme cohesión entre el yo, el cuerpo astral, el cuerpo etérico y el cuerpo físico sólo dura breves períodos. La conexión entre estos cuatro miembros es mucho más suelta en un niño que en un adulto. Por lo tanto, debemos tener siempre presente no sólo la historia de la vida de un ser humano que se representa ante la visión externa y el intelecto racionalizador, sino también la otra historia de la vida, es decir, la del yo y el cuerpo astral durante los períodos de sueño. Aunque en un adulto el tiempo de sueño es más corto, para el estado general del ser humano, sobre todo para la obtención y el mantenimiento de la salud y, por tanto, para la vida terrenal en su conjunto, tiene en realidad una importancia mucho mayor en la economía general del Cosmos que la vida exterior, física.

A través de su existencia física exterior en la Tierra, el hombre vive en contacto con los tres reinos visibles de la naturaleza y sus fuerzas. Cuando está dormido, su yo y su cuerpo astral no están sujetos a estas fuerzas, sino que se encuentran en un mundo suprasensible que, sin embargo, impregna el mundo físico y está conectado con él. Por lo tanto, hagamos una clara distinción: hay un mundo suprasensible en el que el ser humano vive entre la muerte y un nuevo nacimiento; puede llamarse el mundo de la existencia pre terrenal o post-terrenal. El ser humano reserva un residuo de su fuerza para su existencia terrenal, fuerzas que tienen un efecto muy fuerte en el niño y que más tarde se debilitan progresivamente. Pero durante las horas de sueño el yo y el cuerpo astral se encuentran en un mundo suprasensible que no es el mismo que el mundo suprasensible de la existencia pre terrenal. El mundo suprasensible de la existencia pre terrenal no tiene, en realidad, mucho que ver con el mundo terrenal per se, tal como se manifiesta externamente. Sin embargo, el mundo suprasensible al que el yo y el cuerpo astral deben pasar desde que se duermen hasta que se despiertan, tiene mucho que ver con el mundo terrenal y con los tres reinos con los que el hombre está relacionado en la Tierra.

Este mundo suprasensible está constituido por los tres llamados reinos elementales descritos en mi libro Teosofía. Así pues, aparte de lo que os dije ayer - es decir, que el yo y el cuerpo astral pasan al mundo de los Ángeles y Arcángeles - estos miembros deben vivir también, durante el sueño, en un mundo suprasensible que, como tal, no tiene nada que ver directamente con ese mundo suprasensible en el que el hombre vive cuando está desencarnado y que es el reino de los Ángeles y Arcángeles. Este otro reino es el mundo de los reinos elementales, el mundo de los seres que se encuentran en un nivel de existencia inferior al del hombre terrenal; no tienen cuerpo físico propiamente dicho, pero no son de naturaleza puramente suprasensible. Estos seres de los reinos elementales habitan, por así decirlo, en los otros tres reinos de la naturaleza que se manifiestan exteriormente.

Mientras está despierto, el hombre vive con las manifestaciones externas de los reinos terrestres; mientras duerme, vive -en su yo y en su cuerpo astral- con los seres invisibles y sobrenaturales de los reinos elementales.

El escenario que rodea al hombre, por así decirlo, es diferente en cada caso, pero es principalmente terrenal. Y lo que os describí ayer, la relación en la que el hombre entra durante el sueño con los Ángeles y especialmente con los Arcángeles se ajusta a la relación más puramente sobrenatural con los reinos elementales. Así como en el estado de vigilia, en el mundo físico, el hombre toma de los reinos de la naturaleza los alimentos para sus cuerpos físico y etérico, así, desde el momento de ir a dormir hasta el de la vigilia, las fuerzas de los tres reinos elementales afluyen a él. Este es el escenario de su existencia. Dentro de estos tres reinos elementales está envuelto en oleadas vivas y entrelazadas de color, en un mundo de tonos que se entrelazan. Lo que aquí, en el mundo físico, está unido, por así decirlo, a objetos materiales sólidos, en el mundo elemental teje y fluye en libertad; la espiritualidad fluyente se expresa allí de la misma manera que aquí, en la Tierra, la sustancia material se manifiesta en el color físico y el sonido físico. Pero mientras la sustancia material mantiene los colores dentro de contornos fijos, la espiritualidad de los reinos elementales lleva los colores de un lado a otro en corrientes y ondulaciones, en un juego libre y siempre cambiante.

Es cierto que la vida en el mundo elemental permanece inconsciente o subconsciente en el ser humano de la Tierra en nuestra fase evolutiva actual. Pero a pesar de todo, sigue su curso inevitable, de modo que también en este sentido podría describirse una historia de la vida del yo y del cuerpo astral entre el nacimiento y la muerte, del mismo modo que se describe la historia de la vida física del hombre entre el nacimiento y la muerte en el cuerpo físico y en el cuerpo etérico.

Ahora bien, cuando el ser humano llega a la pubertad, se vislumbra algo muy definitivo para el yo y el cuerpo astral durante la vida terrenal. Así como en el reino físico el hombre se encuentra en la Tierra, percibe los reinos de la naturaleza que lo rodean, pero también mira hacia la extensión del Cosmos y a las estrellas, percibiendo así lo que es supraterrenal y físicamente manifiesto, así también durante el sueño el yo y el cuerpo astral experimentan, para empezar en el mundo elemental, los reinos elementales circundantes. Pero desde este mundo elemental el hombre mira hacia arriba y no sólo contempla las estrellas muertas y brillantes, sino que en realidad contempla a los Seres de las Jerarquías superiores. Y se conecta con estos Seres de la misma manera que describí ayer en referencia al lenguaje. Por tanto, desde el momento en que se duerme hasta que se despierta, el hombre está en el mundo elemental, experimentando allí lo que he descrito en la conferencia ya mencionada. Y desde este mundo elemental se asoma a la extensión del mundo supra elemental, tomando conciencia de los Ángeles, los Arcángeles y los Arcáis.

Sin embargo, a este respecto se ha producido un cambio esencial desde el comienzo de la quinta época post-atlante, es decir, desde el siglo XV d.C. Desde entonces, debido a que el hombre ha ido desarrollando la potente intelectualidad que antes no poseía, ya no le resulta tan fácil como antes establecer la correcta relación con las Jerarquías entre el sueño y la vigilia.

El hombre que vivió antes del siglo XV -y esto se aplica a todos nosotros en nuestras anteriores vidas terrenales- no estaba todavía impregnado en el estado de vigilia por la intelectualidad abstracta. Por lo tanto, vivía con mucha mayor intensidad en su cuerpo físico y en su cuerpo etérico durante sus horas de vigilia, y de estos cuerpos extraía cierta fuerza en el sueño; experimentaba con intensidad el mundo elemental, junto con lo que podía ver o experimentar en el reino de los Ángeles, Arcángeles y Arcáis. En aquellas primeras épocas de la evolución, el hombre traía consigo de su existencia pre terrenal algo que le daba mayor fuerza que la que tiene hoy en día durante las horas de sueño. Y así, al despertar, podía traer del mundo elemental y supra-elemental experimentado en el sueño, algo que le daba una estabilidad fundamental en sus cuerpos etérico y físico. Hasta el siglo XV el hombre era un ser autosuficiente en mayor medida que hoy. Hoy, gracias a la herencia que trae de su existencia pre terrenal a la vida terrenal, está dotado de suficientes fuerzas del mundo espiritual para crecer como un niño y recibir los demás impulsos evolutivos que necesita, hasta la edad de la pubertad. Pero en la etapa actual de su evolución no tiene suficientes fuerzas propias para ubicar el yo y el cuerpo astral correctamente en el mundo elemental durante el sueño, a menos que durante sus horas de vigilia absorba conocimientos espirituales.

El hecho consiste sencillamente en que el hombre actual no recibe del mundo elemental lo que en los primeros tiempos traía consigo de forma natural del mundo espiritual y que le seguía siendo útil en el mundo elemental durante el sueño, incluso después de la pubertad. Esto está relacionado con el hecho de que debía convertirse en un ser libre. Si, durante su infancia, no recibe el conocimiento del mundo espiritual a través de la enseñanza y la educación, tiene una sensación de constricción en el mundo elemental durante el sueño. Y no sólo surte efecto esa condición del lenguaje de la que hablé ayer, sino que también ocurre algo muy diferente. En la esfera supra-elemental el hombre experimenta efectivamente a los Arcángeles, aunque no pueda establecer una verdadera conexión con ellos. Pero ya no experimenta -o al menos lo hace de forma muy limitada- a los Arcáis, las Fuerzas Primordiales. Desde el siglo XV es característico de la propia evolución humana que, durante el sueño, el yo y el cuerpo astral del hombre se esfuercen por unirse a los Arcáis, pero no puedan alcanzarlos y tengan una sensación de impotencia respecto a ellos.

Sin embargo, los Arcáis, o Fuerzas Primordiales, son necesarios para que, al despertar, el hombre se sumerja con suficiente intensidad en su cuerpo etérico. Entiéndanme bien aquí. - Ayer les dije que si un individuo no absorbe ningún conocimiento espiritual, será incapaz de contactar con los Arcáis durante su sueño, aunque es vitalmente necesario que en el estado de sueño pueda establecer una relación tan viva con esos Seres como aquí en la Tierra, en la condición física, tiene una relación viva con el Sol. Esto es extremadamente importante. Y es algo que, si se perciben las cosas bajo la luz correcta, puede incluso notarse en situaciones históricas características.

Bajo la influencia de condiciones como las que he descrito, los individuos nacidos con todo el poder de la edad adulta en nuestra época intelectualista pueden tener un destino similar, por ejemplo, al de Goethe. Lo que le ocurrió fue muy característico. Su padre era un representante típico de la época intelectualista, un representante completamente bueno de la misma. Con respecto a este padre, que naturalmente tuvo mucho que ver con su educación, Goethe sintió: nada espiritual me viene de él. Y su madre - se puede sentir esto si se estudia la biografía de la anciana esposa del Consejero - la madre de Goethe no se había arraigado tan profundamente en el intelectualismo. Fue de ella de quien Goethe heredó, como él mismo dice, "el placer de contar historias". Ella no había entrado en gran medida en la intelectualidad de la época; pero, por otra parte, tampoco pudo darle lo que realmente necesitaba.

Y por eso vivía con el sentimiento inconsciente: realmente debo provenir de diferentes ancestros. Ahora bien, por favor, no me malinterpreten. Goethe no era un hijo ingrato ni nada por el estilo; en su conciencia era un ser humano completamente decente. Pero en su subconsciente había algo que su alma le susurraba, a saber: "Deberías haber tenido unos padres muy diferentes". - Si Goethe hubiera podido absorber la Ciencia Espiritual de cualquier fuente externa, tal vez no hubiera tenido este sentimiento con tanta fuerza. Pero en aquella época la Ciencia Espiritual aún no estaba disponible. Así que en su subconsciente surgió la idea: Realmente debería haber tenido padres que no están vivos ahora, pero que vivieron antes, mucho antes. En aquella época, a través de la atmósfera viviente en la que se contenía su discurso y la administración de toda su vida, los padres todavía legaban a sus vástagos lo necesario para que pudieran vivir durante el sueño en el mundo elemental de tal manera que al despertar pudieran apoderarse adecuadamente del cuerpo etérico. Goethe lo intentó por todos los medios posibles -hay carpetas llenas de dibujos que hizo y lo intentó de todas las formas posibles-, pero nunca consiguió apoderarse y utilizar el cuerpo etérico de la forma adecuada con su yo y su cuerpo astral. Si se observan los dibujos de Goethe, enseguida se tiene la sensación: aquí el dibujo mismo está hecho por un yo y un cuerpo astral, y aquí hay genio; pero no hay en él verdadera capacidad de dibujo, ni rastro de lo que un hombre debe adquirir necesariamente cuando hace un uso adecuado de los cuerpos físico y etérico.

Cualquiera que no sea un fanático de Goethe, sino una persona libre y de mente abierta, se dará cuenta al mirar los poemas de la juventud de Goethe: aquí se ve claramente en todas partes que él no podía alcanzar su cuerpo etérico y su cuerpo físico con su yo y su cuerpo astral. Esto era imposible para él. Y con esta característica creció; fue particularmente fuerte durante su juventud. Los profesores de Leipzig no pudieron ayudarle a llevar de la vida física al mundo elemental el poder que le habría puesto en posesión real de su cuerpo etérico.

Y por eso persistió en Goethe ese sentimiento indefinido e inconsciente: realmente deberías haber nacido de padres muy diferentes, en una época diferente, también en un ambiente diferente. Y este sentimiento indefinido persistió en su alma hasta que finalmente no pudo soportarlo más. Entonces, un buen día le vino el sentimiento, de nuevo no del todo consciente, pero sí con intensidad: sí, si hubieras nacido de padres griegos habrías sido un tipo espléndido; ¡deberías haber tenido un padre griego y una madre griega!

Esto fue lo que le indujo a realizar su viaje a Italia, con el fin de que en Italia, donde al menos aún pudiera encontrarse, le fuera posible encontrar un parentesco vivo con una filiación diferente, una ascendencia diferente, de la que hubiera sido posible en su entorno. De una manera bastante anormal, buscaba para sí mismo otros antepasados, antepasados griegos. Porque la tendencia que se había insinuado gradualmente en el mundo intelectualista desde la época griega, no encontró ningún favor en él. Cuando llegó a Italia se sintió como si hubiera nacido de padres griegos, y lo que vio allí le hizo pronunciar la frase que he citado a menudo: 'Después de lo que estoy viendo aquí, me parece que he penetrado tras el enigma del arte griego: los griegos crearon según las mismas leyes por las que crea la Naturaleza y de las que yo estoy tras la pista. ...' Sintió que la fuerza que necesitaba para controlar adecuadamente su cuerpo etérico le llegaba allí.

Entonces tomó en sus manos la "Ifigenia" que ya había esbozado por escrito, pero no le satisfizo, porque surgía del yo y del cuerpo astral, no del cuerpo etérico. Así que en Italia reescribió su "Ifigenia".

En las conferencias sobre la recitación  hemos presentado a menudo tanto la "Ifigenia" alemana como la italiana, para mostrar cómo Goethe había dado allí un paso adelante en su desarrollo. Este avance consistió en que la impresión que le causó la secuela del arte griego manifestada en el arte italiano, le permitió absorber el poder que lo llevaba, mientras dormía, a la correcta conexión con el arcáis; el arcáis pudo entonces imbuirle la capacidad de unirse de forma correcta con su cuerpo etérico y su cuerpo físico.

De este modo, Goethe se diferenció de otros hombres de la época materialista. Es extraño que estos hombres hablen de la materia, del mundo físico, mientras que su mal consiste en que no están debidamente conectados con sus cuerpos físico y etérico. Un hombre se convierte en materialista precisamente porque no llega a los cuerpos físico y etérico, porque el espíritu es demasiado débil para apoderarse del cuerpo de forma correcta.

Durante toda la primera mitad de su vida, Goethe se esforzó por apoderarse debidamente de su cuerpo etérico. Y mientras que, comparativamente, podemos llevar una vida sana si durante el sueño establecemos una cierta relación con la palabra de los Ángeles y Arcángeles, son los Arcáis los que deben ayudarnos a poner en concordancia la vida dormida y la despierta. El cuerpo físico y el cuerpo etérico llevan una vida de vigilia propia a través de las fuerzas de la naturaleza exteriormente visibles en los tres reinos. La vida durante el sueño procede como es debido cuando el hombre vive de manera correcta en los reinos elementales entre el sueño y la vigilia, y desde estos reinos elementales establece relación con los Ángeles y Arcángeles. Pero es necesario algo más.

El cuerpo físico y el cuerpo etérico deben adquirir en el estado de vigilia una correcta relación con los tres reinos de la naturaleza. El hombre dormido, es decir, el yo y el cuerpo astral, deben adquirir una correcta relación con los tres reinos elementales, pero también con el reino de los Ángeles y Arcángeles. Sin embargo, si el hombre tiene una relación adecuada sólo con estos reinos, no se produce la interacción adecuada; no hay una conexión correcta entre el sueño y la vigilia. Para que el yo y el cuerpo astral emerjan y pasen a los cuerpos físico y etérico de manera correcta, el hombre debe establecer también la relación adecuada con el reino de los Arcáis, los Poderes Primordiales.

La atracción de Goethe por Italia fue simplemente una atracción por establecer una relación correcta con los Arcáis. Los Arcáis se ocupan del hombre completo, en la medida en que el hombre completo debe ser alternativamente un ser despierto y un ser dormido. El sueño no imparte la fuerza adecuada, y lo que debería adquirirse de la vida en la Tierra simplemente está ausente, si no se establece la correcta relación con los Arcáis mediante los esfuerzos del hombre por desarrollar las fuertes fuerzas internas necesarias para la comprensión de la Ciencia Espiritual.

Para comprender el carácter esencial de la ciencia oficial de hoy, no se requiere la relación con el Arcai, pues se capta sólo con la cabeza. Para comprenderla plenamente, no se requiere la participación del resto del organismo. Pero si todo el hombre debe ser comprendido como un ser impregnado de espíritu, entonces debe haber una relación con el Arcai, con los Poderes Primordiales.

En la antigüedad, esta relación con las Potencias Primordiales era atávica. Las Potencias Primordiales todavía actuaban sobre el hombre en tal medida en su vida pre terrenal que éste traía consigo la fuerza necesaria para vivir una vida independiente. Pero lo que realmente caracteriza nuestra época es que cuando el hombre pasa del mundo espiritual al mundo terrenal, estas Potencias Primordiales se retiran más o menos, permitiéndole bajar a la Tierra más escasamente provisto que antaño. El resultado es que aquí en la Tierra el hombre debe buscar lo espiritual a través de sus propias fuerzas para establecer de nuevo la relación con las Potencias Primordiales.

Si albergais un sentimiento por cosas como las revelaciones espirituales de Goethe, podeis daros cuenta fácilmente de la diferencia entre él y uno que no es más que un hombre con cabeza. Este último expone todo tipo de ideas y lo que dice puede ser impecablemente lógico. Pero si tiene que ir más allá de los asuntos que pueden ser comprendidos por la lógica, sólo puede recurrir a sus instintos, es decir, a su naturaleza animal, y entonces a veces se vuelve extremadamente ilógico. Tal vez hayáis experimentado que hoy en día hay personas que pueden escribir libros bastante buenos y lógicos; pero si uno está en contacto diario con ellos y no se trata de exponer alguna rama de la ciencia en la que son capaces de ser lógicos, sino de asuntos de la vida cotidiana, pueden desesperar, porque entonces entran en juego las emociones y los instintos más comunes. Se puede decir, ciertamente, que se pueden elaborar teorías maravillosas en la cabeza, pero que no tienen por qué tener nada que ver con el hombre en su conjunto. Sólo hay que recordar la historia que es muy típica y conocida en todas partes. - Había un maestro de escuela que sostenía teorías educativas muy sólidas sobre cómo hay que enseñar a los niños a controlar las emociones, las pasiones, etc., y predicaba en este sentido a los alumnos. Sucedió que un alumno, que era un poco bribón, volcó el tintero. Entonces el maestro gritó: "¡Ahora has perdido el control de tus pasiones! Si hubieras sido lógico y sensato, no habrías volcado el tintero. Yo...", amenazó. Y cogiendo una silla la golpeó. En el mismo momento en que abogaba teóricamente, desde su cabeza, por la contención de las pasiones, se desbocaba, destrozando tal vez la pata de la silla. Este es, por supuesto, un caso extremo, pero cosas similares ocurren constantemente.

Tomemos, por un lado, a un hombre sesudo de ese tipo y, por otro, a Goethe: en todas partes se verá, no sólo en cada detalle de la vida de Goethe, sino también en sus más grandes logros, que allí actúa el hombre completo, no sólo la cabeza, sino Goethe el hombre completo.


En muchos grandes individuos que aparecen en el curso de la evolución, el hombre puede ser olvidado. Tenemos la sensación de que sólo hay una cabeza. ¿Qué es lo que nos interesa de Newton, excepto la cabeza? Newton vive en la historia sólo como una cabeza. Goethe como cabeza sola sería impensable. Goethe, como sabemos, está presente en todas partes como hombre completo, incluso en las ideas menos significativas. Esto es particularmente evidente en la segunda parte de Fausto y también en Wilhelm Meister, y en todas las obras más interesantes de Goethe. Cuando se tiene un sentimiento por estas cosas, se ve, incluso en sus logros más espirituales, que el hombre completo está ahí.

Y esto es lo que necesita nuestra época: volver a hacer hombres completos a partir de meras cabezas. En los hombres de hoy es una cuestión de azar que haya algo que actúe además de la cabeza. Lo que consiguen para la vida exterior lo consiguen con la cabeza. Los brazos, por ejemplo, son realmente sólo herramientas. Pensadlo: mucha gente hoy en día tiene una escritura que podría ser producida artificialmente con bastante precisión por una especie de máquina de escribir conectada a la cabeza. Si estos hombres tuvieran la sensación de que también hay espiritualidad en los brazos y las manos, y que la escritura se logra a través de los brazos y las manos... bueno, si ese fuera el caso, las lecciones elementales de escritura que se dan hoy en día no se darían en absoluto, porque esta instrucción en la escritura es puramente un asunto de la cabeza; los brazos y las manos se utilizan simplemente como herramientas externas, como si fueran sólo máquinas.

En verdad, lo que depende de la cabeza se ha convertido en el hombre de hoy más o menos en una máquina. Esto se debe a que ese fluido, esa fuerza fluida -si se me permite usar esta expresión- por la que el ser anímico espiritual del hombre se apodera de sus cuerpos físico y etérico, sólo puede desarrollarse como debería si el hombre logra una correcta relación con los Poderes Primordiales, con los Arcáis. En mi libro Ciencia Oculta: un Esquema se puede leer que los Arcáis fueron los primeros Seres, ya durante el período del Antiguo Saturno, que intervinieron como Seres supraterrenales en la evolución de la futura humanidad. Luego vinieron los Arcángeles, después los Ángeles, y sólo entonces llegó a existir el Hombre. A su vez, los Arcáis fueron los primeros Seres que se retiraron de la subconsciencia del hombre, y es a ellos a quienes debe llegar de nuevo, ahora conscientemente.

Pero esto es posible sólo si, durante nuestra vida de vigilia, desarrollamos las fuerzas fuertes necesarias para captar el conocimiento espiritual. Entonces también podremos darnos cuenta con la perspicacia del corazón y de la mente de que en la naturaleza exterior en la que vivimos como hombres físicos en la Tierra, hay algo diferente de lo que, en el estado de vigilia, experimentamos en nuestra conciencia normal.

Recordemos aquellos primeros tiempos de la medicina. Nadie que tuviera algo que ver con la medicina en aquellos tiempos habría pensado en investigar simplemente las fuerzas y sustancias externas y abstractas de la naturaleza. Los hombres trabajaban en sus laboratorios -si es que sus talleres pueden llamarse así- de tal manera que las operaciones de las fuerzas elementales se les revelaban claramente. En realidad, los hombres siempre han preguntado: ¿Cómo se combina un azufre -o algún otro proceso- con una sustancia diferente? ¿Qué efecto tiene esto detrás del fenómeno sensorial real? ¿Cómo actúan aquí los seres elementales? Los hombres hacían sus experimentos para aprender, digamos, prestando atención a la transformación sufrida por una sustancia cuando se combina con otra, o cuando surge de otra, cómo -especialmente en el cambio de color revelado por una sustancia en el proceso de transición- los seres del reino elemental se asoman al mundo de los sentidos. Incluso Paracelso, cuando describió el azufre, la sal y el mercurio, no estaba describiendo estas sustancias físicas ordinarias, sino lo que se asomaba a él desde el reino elemental cuando estas sustancias estaban en proceso de transformación. Por lo tanto, nunca se puede entender a Paracelso si se toman sus expresiones en el sentido en que se utilizan hoy en día en la química, porque en todas partes se refiere realmente a lo que se asoma desde el mundo elemental en la forma descrita. Aquí, sin embargo, están las fuerzas curativas, las verdaderas fuerzas curativas. En lo que veis cuando miráis la apariencia externa de cualquier planta, digamos el azafrán de los prados, no veis las fuerzas curativas que son su característica; si queréis percibir las fuerzas curativas del azafrán de los prados debéis observarlo cuando se está desvaneciendo, cuando está sufriendo sus singulares y atrevidos cambios de color; entonces el ser elemental está escapando y esto provoca los cambios de color. Ya conoces el dicho de que cuando el diablo se escapa, deja un hedor tras de sí, y mientras escapan los seres elementales afirman su audacia mediante la coloración.

Debemos reconocer, a partir de las transiciones, que en ellas subyace un proceso en el mundo elemental. Pero en este proceso elemental el alma humana -el yo y el cuerpo astral- también están presentes desde el momento de ir a dormir hasta el de despertar. El alma humana vive en el propio proceso. Y si se quiere acudir en ayuda de un proceso natural en el hombre, para que se produzca una curación necesaria, entonces tiene lugar lo siguiente: si se deja al individuo tal como es, él pasa de forma irregular del estado de sueño al de vigilia y de nuevo del estado de vigilia al de sueño. Si se le da alguna sustancia, digamos del mundo vegetal, relacionada con algún ser elemental bastante específico, entonces absorbe en su cuerpo algo que da a su cuerpo astral una fuerza definida cuando pasa al mundo elemental, de modo que como ser de ánimico-espiritual puede establecer una relación con determinados seres elementales. Al despertarse, trae consigo el efecto de esta sustancia, lo que favorece la salud. No es la sustancia en sí la que promueve la salud, sino la condición a la que el individuo ha sido llevado por medio de la sustancia, porque la sustancia tiene su relación con el mundo elemental y esta relación se transfiere al individuo en cuestión. En realidad, en el caso de un gran número de enfermedades se puede preguntar: ¿Qué debe cambiar en el individuo para que pueda pasar al sueño y volver de él de forma diferente a como lo hace como enfermo, y así llegar a estar sano? El estudio de los procesos de curación es, en su mayor parte, un estudio de los cambios de condición a través de los cuales el hombre pasa entre su forma de vida en el mundo físico de los sentidos y su forma de vida en el mundo elemental.

Antiguamente, cuando los Arcáis, los Poderes Primordiales, todavía tenían una relación viva con el hombre, se podían dar indicaciones sobre los modos de vida en el mundo elemental. Hoy en día esto ya no es posible si sólo se emplea la conciencia de nivel ordinario y no se acepta el conocimiento espiritual. Debemos encontrar el camino hacia el conocimiento espiritual y entonces, gradualmente, al principio simplemente a través de la sana razón humana, adquiriremos de nuevo la comprensión de cómo esta alternancia de la vigilia y el sueño, esta alternancia entre el mundo físico externo y el mundo elemental debe ser regulada para provocar procesos de curación.

Como ven, no sólo es necesario que en el dominio de la palabra -del que hablé ayer- el hombre vuelva a establecer una correcta relación con los Arcángeles, sino que, mediante el mayor esfuerzo de voluntad que se necesita para comprender la Ciencia Espiritual, se produzca una relación intensificada con los Arcáis, los Poderes Primordiales. Un tipo de conocimiento enteramente diferente de todo lo que está disponible hoy en día le llegará entonces de forma natural. Lo que tanto asusta a la gente hoy en día es que el estudio de la Ciencia Espiritual implica el desarrollo de la voluntad. Los conceptos y las ideas de la Ciencia Espiritual deben ser absorbidos con una energización interna de la voluntad, con una actividad interna, y esto no es del agrado del hombre de hoy. Preferirían dejar la voluntad sin perturbar y dejar que el conocimiento fluya más allá de ellos, dejar que entre por los ojos sin que ellos mismos hagan nada al respecto, que poner a vibrar el cerebro para que también entre en juego. Y muchas personas hoy en día preferirían, en lugar de las conferencias, una película durante la cual no necesitasen seguir con el pensamiento lo que se les presenta, sino que pueden entregarse a ella sin ninguna actividad interior, pasivamente, dejando que todo pase a su lado. Las imágenes de la película golpean el ojo y se imprimen en el cerebro; el proceso se repite tan a menudo como sea posible, para que la impresión se intensifique y finalmente sea absorbida. Sin embargo, de esta manera, uno se convierte en un mero autómata, un autómata espiritual; no hay necesidad de convertir en actividad interior lo que se imparte; simplemente se imprime en uno. Uno se convierte en un autómata espiritual y no hay necesidad, por ejemplo, de entender nada en absoluto sobre el organismo humano; porque para entender el organismo humano es incondicionalmente necesaria la actividad interior. No se puede comprender al hombre sin un esfuerzo interior, sin absorber ideas como las que se plantean hoy. Pero - bueno, por supuesto que se puede experimentar sin actividad interior, por ejemplo tomando antipirina y observando su efecto sobre el organismo. Se puede probar y observar su efecto externo sin que sea necesario entender nada del organismo mismo. El resultado queda impreso en uno y cuando esto ha sucedido con suficiente frecuencia la sustancia puede ser utilizada como una prescripción. De esta manera, sin ningún conocimiento del hombre, uno se convierte en un autómata espiritual. La vida actual se desarrolla en gran medida en esta línea.

Pero los tiempos nos llaman a desplegar la actividad interior, a lograr el desarrollo de la voluntad. Esto es lo que la juventud desea de los viejos. Los jóvenes dicen: los viejos deberían transmitirnos algo para que, a través de la palabra, establezcamos la correcta relación con los Arcángeles. Pero los viejos también deberían educarnos de tal manera que podamos tener la relación correcta con los Arcáis. Porque -así lo dicen los jóvenes- hasta que hayamos alcanzado la edad necesaria tenemos que rendirnos a ser educados por los viejos. Pero esta educación conduce a la inactividad mental, a ver películas.


Visto interiormente, esta es la otra cara del Movimiento Juvenil; ayer os hablé de una cara. Todo llama al hombre de hoy a ser un hombre completo, no sólo a entregarse a las ideas pasivas que le llegan del mundo exterior, sino a desplegar la actividad interior, a experimentar la vida del pensar, la vida de las ideas también, con la actividad interior, con la voluntad.


Pero para esto, la naturaleza humana actual es en muchos aspectos demasiado débil de espíritu, por no decir demasiado cobarde. Porque cuando un hombre aplica su voluntad a cualquier combinación de ideas, inmediatamente piensa: Esto no es objetivo, soy yo mismo, yo mismo estoy formulando las ideas. - Esto se debe a que tiene miedo de moldear su voluntad de tal manera que pueda experimentar la realidad objetiva en el mundo espiritual. Pero sin la voluntad no puede experimentar nada en el mundo espiritual, por lo tanto tampoco nada objetivo. Por supuesto, la voluntad puramente emocional, la voluntad que depende meramente del cuerpo físico, o más bien del cuerpo etérico, no puede penetrar en absoluto en el mundo espiritual; sólo puede permitir al hombre convertirse en un ser con cabeza. Porque la cabeza es capaz - no se mueve, sino que se deja llevar - la cabeza es capaz de entregarse pasivamente a lo que pasa en el mundo como en una película.

El hombre debe participar con todo su ser en la actividad del mundo para alcanzar lo espiritual. Esto es lo que se desprende una y otra vez de todos nuestros estudios y debe tenerse muy presente hoy en día.

Traducido por J.Luelmo marzo 2021




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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919