GA312 - Dornach, 7 de abril de 1920 - Causas de la enfermedad - Teoría de los bacilos

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 RUDOLF STEINER

La Ciencia Espiritual y la Medicina


Dornach, 7 de abril de 1920

 

DECIMOOCTAVA CONFERENCIA : 

Causas de la enfermedad - Teoría de los bacilos - Tendencia de las plantas a la animalización - Mineralización de las plantas - Los pulmones como el despertar y el dormir de la tierra - Tifus - Catarro - Enfermedades abdominales - La marcha y el crecimiento - Disposición a la gripe - Difteria - Meningitis - Piorrea alveolar - Proceso de la sal, el mercurio y el azufre en diferentes edades de la vida.

Creo que, después de todo, puede ser necesario introducir en nuestro estudio médico y biológico lo que podríamos llamar una investigación sobre los verdaderos orígenes de las condiciones patológicas. Últimamente ha habido una tendencia acumulativa a ignorar los orígenes propiamente dichos, y a fijar la atención en las apariencias y acontecimientos superficiales. Y con esta superficialidad está ligada la costumbre en la medicina y la patología actuales de comenzar la descripción de una enfermedad diciendo qué bacilo causó la enfermedad al invadir el organismo humano. Por supuesto, es muy fácil refutar los argumentos y las objeciones contra la invasión de los microorganismos, por la sencilla razón de que ya no es necesario señalar que estos microorganismos existen realmente. Y puesto que tienen características diferentes en las distintas enfermedades, es por ello bastante comprensible que se haga hincapié en estas diferencias, y en las enfermedades específicas vinculadas a tipos específicos de microorganismos.

Ahora bien, en todo este punto de vista entra un error evidente, que consiste en desviar la atención del elemento primario. Supongamos que en el curso de una enfermedad aparecen bacterias en número considerable en alguna zona del cuerpo. Es natural que provoquen síntomas como los que produce cualquier cuerpo extraño en el organismo, y que de la presencia de estas bacterias surjan todo tipo de inflamaciones. Pero si todos estos resultados se atribuyen enteramente a la acción de las bacterias, la atención se dirige realmente sólo a la actividad de estos microorganismos. La atención se aleja así del verdadero origen de la enfermedad, ya que siempre que los organismos inferiores encuentran un terreno adecuado en el marco humano para desarrollarse, ese terreno ha sido hecho adecuado por las verdaderas causas primarias de la enfermedad. Y la atención debe dirigirse a la región de estas causas primarias. Por lo tanto, debemos volver a los caminos del pensamiento que ya hemos recorrido y prestarles nuestra atención por un corto tiempo.

Consideremos el estrato de vida vegetal que cubre el suelo de la tierra, es decir, todo el contenido de la vegetación. Debemos comprender que esta flora que crece desde el suelo hacia el espacio cósmico, no sólo es enviada desde la tierra, sino que también es atraída hacia el exterior por fuerzas que están en continua operación, y que son tan esenciales para el crecimiento de las plantas como las fuerzas que trabajan desde la propia tierra. Hay una interacción constante entre las fuerzas que pasan a la planta desde la tierra y las que actúan sobre la planta desde el cosmos fuera de la tierra. ¿Cuál es el factor esencial de esta interacción que impregna todo nuestro entorno? Si estas fuerzas cósmicas alcanzan su máxima expresión y toman plena posesión de la planta, y si los planetas no se encargan de que estas fuerzas puedan volver a retirarse, entonces la planta, en su crecimiento desde el tallo hasta la flor y la semilla, tendría la tendencia perpetua a convertirse en animal. Hay una tendencia a la animalización. Pero esta tendencia, que expresa las fuerzas cósmicas que pasan a la planta, es contrarrestada y equilibrada por la tendencia opuesta a la supresión de la naturaleza vegetal en la mineralización.

Quiero pues subrayar la naturaleza esencial de las plantas, éstas mantienen el equilibrio entre la tendencia a la salificación, al depósito de constituyentes minerales dentro de la sustancia vegetal, es decir, a la mineralización; y por otra parte a la autoignición, a la animalización. Esto es lo que está perpetuamente en funcionamiento en la naturaleza externa.

Sin embargo, esta misma contrapartida continúa, interiorizada y centralizada, en el propio organismo humano. En virtud de sus pulmones, el organismo humano es una auténtica tierra en miniatura, y todos los procesos pulmonares trabajan hacia abajo de la misma manera que las fuerzas de la tierra trabajan hacia arriba en la planta, pasando de la tierra a la organización de la planta. Todo lo que viene al encuentro del metabolismo interno de los pulmones, desde la respiración y la actividad del corazón, tiene el mismo método de operación que las fuerzas cósmicas externas.

Ahora bien, hay un requisito especial del organismo humano: todo lo que se concentra desde fuera del organismo, en la acción del corazón, debe mantenerse al margen de las fuerzas que se organizan y concentran en el metabolismo interno de los pulmones. Estos dos conjuntos de actividades sólo pueden interactuar a través de la barrera -si se me permite expresarlo así- de un diafragma etérico o incluso astral. Deben mantenerse separadas la una de la otra. Y así llegamos a la pregunta: ¿Existe realmente este diafragma -y sólo utilizo el término para dar una idea-? ¿Existe tal diafragma que impide que las actividades de la cabeza, la garganta y los pulmones se mezclen con las del abdomen y el pecho, excepto a través del ritmo externo de la respiración? Sí, existe tal diafragma, y es nada menos que el ritmo de la respiración misma. Aquí se encuentra la sintonía de la esfera superior con la inferior en el hombre. Lo que se denomina actividad rítmica en el hombre, la pulsación rítmica, cuya manifestación física externa está en el ritmo de la respiración, continúa en las actividades etéricas y astrales y mantiene separadas las fuerzas telúricas del ser humano superior, que se centran en el pulmón, y las fuerzas cósmicas del ser humano inferior. Estas últimas fuerzas, con su expresión final en el corazón, trabajan desde abajo hacia arriba, así como cósmicamente trabajan desde la periferia hacia adentro, hacia el centro de la tierra.

Supongamos ahora que este ritmo está perturbado y no funciona normalmente. En ese caso, el diafragma simbólico al que me he referido -que no tiene existencia física, sino que resulta de la interacción de los ritmos- no está en orden. Entonces puede producirse un proceso análogo a la acción excesiva de la tierra sobre la vegetación. Si la acción salina de la tierra sobre las plantas fuera excesiva, éstas se volverían demasiado minerales. Y el resultado es que la planta etérica insertada en el pulmón, que crece fuera del pulmón por así decirlo como la planta física brota de la tierra se convierte en la causa de la esclerosis pulmonar. Así encontramos que la tendencia de la planta hacia la mineralización puede llegar a ser excesiva incluso en el organismo del hombre.

Y la tendencia contraria a la animalización también puede superar la normalidad. Cuando esto ocurre, se crea una zona en la parte superior del organismo que no debería existir. En esta zona los órganos afectados se incrustan como en una esfera etérica, y esto favorece la multiplicación de lo que no debería multiplicarse en nuestro organismo, es decir, las diminutas formas de vida entre animal y vegetal. No es necesario preguntarse de dónde vienen. Sólo debemos interesarnos por los factores que crean una esfera de vida favorable para ellas. Esta esfera de vida favorable no debería existir para ellos. No debe surgir como una esfera especialmente encerrada; debe impregnar y operar en todo el organismo. Si lo hace, sostiene la vida de todo el organismo. Si sólo funciona dentro de un pequeño recinto, se convierte en el medio apropiado para la presencia y multiplicación de pequeñas plantas-animales, de formas de vida microscópicas, que pueden detectarse en mucho -si no en todo- lo que causa enfermedad en la esfera orgánica superior del hombre.

Por lo tanto, al remontarnos a la actividad rítmica y a su perturbación, debemos rastrear el surgimiento de un área especial dentro del organismo, y así resolver el enigma del funcionamiento de los bacilos en él. Pero si no nos remontamos a las causas espirituales, no llegaremos a la solución del enigma.

Los mismos procesos que actúan sobre la vida de las plantas, es decir, en la esfera externa de la tierra, actúan también en la misma región sobre la vida externa de los animales y del hombre. Estas fuerzas (véase el diagrama 27 - naranja) que actúan sobre el animal y el hombre, proceden del cosmos extratelúrico, y se enfrentan y oponen a las fuerzas que proceden del interior. Estas últimas, procedentes del interior de la tierra, se localizan en el hombre en ciertos órganos de la esfera corporal superior; mientras que las fuerzas que se vierten en la tierra desde el exterior se localizan en el hombre en órganos pertenecientes a la esfera corporal inferior, de nuevo, si se me permite la expresión, debe establecerse una pared divisoria entre las dos formas de acción. La regulación de esta separación se realiza normalmente a través de la actividad del bazo, y en este sentido encontramos de nuevo el ritmo activo en el organismo humano, pero un ritmo diferente al de la respiración. El ritmo de la respiración es en pulsaciones cortas, y continúa a lo largo de la vida; debe estar en orden, si las enfermedades de la esfera superior - o las enfermedades que pueden afectar sólo a esa esfera superior - no han de desarrollarse. Hay que tener en cuenta que puede haber enfermedades que afecten a la esfera superior y que, sin embargo, tengan su origen en la inferior, pues el proceso de la digestión se extiende tanto por arriba como por abajo. Esto debemos comprenderlo claramente. No podemos imaginarnos al hombre dividido esquemáticamente en compartimentos, sino que los distintos miembros se interpenetran entre sí. Al mismo tiempo, debe haber una barrera entre lo que trabaja desde arriba, como si viniera de la tierra, y lo que trabaja desde abajo, como si viniera del espacio celeste. En efecto, enviamos las fuerzas de nuestra esfera inferior contra las de la superior, y debe haber un ritmo regulado para cada individualidad humana entre estos dos conjuntos de fuerzas; un ritmo que se manifiesta en una alternancia adecuada entre la vigilia y el sueño. Cada vez que nos despertamos, hay en cierto modo un latido de este ritmo, y cada vez que dormimos, hay el otro latido. Y este ritmo de vigilia-sueño, se cruza con otras oscilaciones rítmicas menores que se deben a que en el estado de vigilia, despertamos en nuestra esfera superior pero dormimos en la inferior. Hay una interacción rítmica continua de sístole, entre el hombre superior y el inferior, que sólo se capta por así decirlo en ritmos mayores a través de la alternancia de la vigilia y el sueño.

Supongamos ahora que se rompe la barrera establecida por este ritmo entre el hombre superior y el inferior. ¿Qué ocurre en ese caso? Como regla general, lo que sucede es que las actividades de la esfera superior se abren paso hacia la inferior. Esto significa que se produce una brecha etérica. Las fuerzas que sólo deberían actuar etéricamente en la esfera orgánica superior del hombre penetran hacia abajo en la inferior. Es una ruptura de fuerzas más sutiles; pero por este hecho se crea una zona especial en el abdomen, que no debería estar localizada allí, sino que debería impregnar todo el cuerpo. El resultado es una especie de envenenamiento, una intoxicación de las regiones abdominales inferiores. Las funciones propias de la esfera abdominal inferior ya no pueden realizarse adecuadamente bajo esta intrusión de la esfera superior. Además, esta nueva esfera crea una condición favorable para los organismos inferiores del tipo intermedio entre el animal y la planta. Así que se puede resumir de la siguiente manera: A través del escape descendente de fuerzas de la esfera superior, se provoca en el hombre algo que se convierte en tifus abdominal. La creación de esta atmósfera proporciona, como subproducto, el terreno adecuado para los bacilos del tifus.

De este modo, se distingue claramente entre lo que es primario y lo que es secundario. Se darán cuenta de que es necesario distinguir entre las causas originales de dicha enfermedad y los fenómenos secundarios, que son simplemente inflamatorios y se deben a la proliferación de legiones de fauna -o flora- intestinal, especialmente en el intestino delgado. Todas las manifestaciones físicas incluyen el trabajo de los bacilos, ya sean vegetales o animales -no necesitamos preocuparnos por su origen preciso-, ya que tampoco podrían en el intestino delgado representar la reacción a esta fuga de las actividades superiores del organismo humano hacia las actividades inferiores. Estas manifestaciones físicas incluyen el funcionamiento de los bacilos, ya sean vegetales o animales - no necesitamos preocuparnos por su origen preciso - porque no podrían vegetar ni "animalizarse" si no se hubiera preparado una atmósfera adecuada. Todo esto es un resultado, un fenómeno secundario. Y el efecto curativo debe buscarse no en el tratamiento de las manifestaciones secundarias sino de las primarias. De esto hablaremos más adelante, pues sólo es posible hablar de estas cosas si se está en condiciones de rastrear sus verdaderas causas. Esto es difícilmente posible dentro de los límites de la medicina oficial de hoy, pues la medicina actual excluye un punto de vista que pase del proceso material al del espíritu. Pero por debajo y detrás de toda la existencia material, está el espíritu. Y ustedes se imaginarán fácilmente la sintomatología del tifus abdominal si tienen en cuenta lo que acabamos de exponer. Recuerden que esta enfermedad particular se acompaña muy a menudo de trastornos de la conciencia. Los síntomas del catarro pulmonar aparecen porque la esfera superior está privada de lo que emerge en la inferior. Del mismo modo, los órganos mediadores de la conciencia en la esfera humana superior, ya no pueden funcionar correctamente si lo que debería ser mediador de su actividad ha irrumpido en la esfera inferior. Una vez que se comprenda esta causalidad primaria, se tendrá ante sí todo el cuadro del tifus abdominal.

Toda la serie de síntomas externos y aparentemente independientes, que en caso contrario sólo se perciben desde fuera, por así decirlo, se hacen tan claramente evidentes que casi podrían pintarse en sus relaciones internas. Y en ciertas circunstancias, la conciencia humana puede quedar tan fuertemente impresionada que surge el impulso de objetivar proféticamente esta imagen antes de que se plasme en el organismo. En tales casos, una persona se sentirá obligada a representar o simbolizar los elementos de los que está privada su esfera orgánica superior, pintando manchas de color azul en la pared, y a representar los elementos de los que está privada la esfera inferior mediante manchas de color rojo. En el caso de un individuo con la creencia de que su vocación es el arte, a diferencia de la sastrería o la zapatería, pero con poco conocimiento de la artesanía de la pintura, se puede encontrar que si al mismo tiempo es lo suficientemente robusto como para reprimir la tendencia que surge constantemente a las enfermedades del bajo vientre, estas condiciones enfermas son exteriorizadas y "arrojadas" sobre la pared o el lienzo, en lugar de desarrollarse internamente. Los cuadros de la escuela expresionista proporcionan ejemplos de esta notable actividad. Examinen gran parte de lo que sale a la luz en estos cuadros, en los colores rojo y amarillo; allí pueden rastrear la condición del pintor en la esfera abdominal inferior. Y en las partes azules y azul-violeta pueden encontrar una pista de su condición en la esfera corporal superior, en los pulmones, y todo lo que se mueve rítmicamente hacia arriba, hacia la cabeza. Si se estudian estas cosas cuidadosamente, se descubrirá una notable armonía entre el tipo general de acción de un individuo dado y su organización interna. Estarán en condiciones de formarse una cierta impresión intuitiva de las condiciones funcionales de su cuerpo a partir de su manera de vivir y de comportarse. Porque, de hecho, es totalmente erróneo creer que la actividad anímica de un hombre en el mundo exterior, a través de sus acciones y su comportamiento, sólo está relacionada con su sistema nervioso. Está relacionada con todo el hombre y es una imagen de todo el hombre. Podemos captar intuitivamente en los niños cómo se comporta la parte intelectual del hombre y cómo se esfuerza hacia la edad posterior. Sólo tenemos que considerar, por ejemplo, cómo alguien puede estar condenado en la vida posterior a enfrentarse a todas las vergüenzas de un crecimiento detenido; y cómo en la infancia mostró claramente que las fuerzas que no le permitieron completar su crecimiento le hacen torpe y áspero en su comportamiento. A partir de la forma en que el niño se comporta, como por ejemplo si pone los pies ligeramente en el suelo o con fuerza, se puede formar una imagen intuitiva de la forma de su crecimiento. Otras numerosas manifestaciones sugieren que todo el gesto y el comportamiento del individuo no es más que la interacción de las partes orgánicas internas, transferidas al movimiento.

En efecto, parece prudente incluir estas materias en el plan de estudios de medicina. Cuando un estudiante de medicina tiene unos veinte años se dan las condiciones más favorables para este tipo de conocimientos. En la treintena se pierde este don; se hace más difícil entrar en estas cosas. Pero es posible educarse y entrenarse para entrar en ese conocimiento intuitivo. A pesar de la devastadora rutina de los estados intermedios y posteriores de nuestra educación universitaria, es posible (mediante un retorno a las fuerzas activas en la infancia) entrenar este conocimiento intuitivo en el ser humano. Pero si el estudio médico organizado diera la debida importancia a los aspectos más íntimos de la anatomía y la fisiología plásticas, sería de inmensa ayuda en todo el tratamiento de la humanidad.

También las enfermedades que pueden aparecer como epidemias deben ser estudiadas según sus causas primarias. Por poner un ejemplo: en todas las personas con una disposición a la perturbación y daño de los ritmos de la cabeza y del pecho, que encuentran su expresión más cruda en el ritmo respiratorio, hay una tendencia a verse muy afectadas por unas determinadas condiciones atmosféricas y extra-telúricas. Otros, en cambio, en los que el sistema respiratorio es congénitamente sano, son capaces de resistir tales influencias. Por supuesto, debemos tener en cuenta las influencias adicionales y otros factores de tipo complicado, pero este breve y escueto esquema puede hacer que se entienda el principio.

Supongamos una estación de invierno, en la que hay una poderosa influencia sobre la actividad solar -y nótese, por favor, no la operación de la luz, sino la acción solar- a través de los planetas exteriores, Marte, Júpiter y Saturno. Una constelación de esa descripción en el invierno opera de manera muy diferente a la acción sin obstáculos del Sol, cuando Marte, Júpiter y Saturno están a mayor distancia. En tal invierno, las condiciones atmosféricas serán diferentes de la norma; y habrá una influencia notable (en las personas constitucionalmente dispuestas así) sobre la actividad rítmica entre el pecho y la cabeza, de la cual la más conspicua es el acto de respirar en sí mismo. Sin embargo, podemos afirmar que tales condiciones cósmicas refuerzan considerablemente la inclinación a hacer regular este ritmo en las personas que han nacido de condiciones sanas, y que son interiormente robustas - aunque su apariencia externa sea muy ligera y delicada. En el caso de tales personas el ritmo respiratorio está muy bien regulado y también lo está todo el ritmo entre el pecho y la cabeza. Un ritmo interno tan estabilizado no es fácilmente perturbado desde el exterior; se requieren lesiones graves para afectarlo. Pero en las personas con una irregularidad de este ritmo, las influencias externas referidas trabajan muy fuertemente para perturbar aún más el ritmo ya perturbado. Así, todas las personas con esta disposición y residentes en aquellas partes de la tierra bajo la influencia especial de la constelación en cuestión, se vuelven propensas a las dolencias agrupadas como gripe. Estas condiciones y factores deben estar en funcionamiento, a fin de crear un terreno favorable para tales dolencias como la gripe.

El siguiente ejemplo es de naturaleza más compleja. Toda la actividad rítmica dentro del hombre es una unidad; aunque el único ritmo continuado que tiene su expresión más cruda en la respiración, y ese otro ritmo más amplio determinado por la alternancia entre el sueño y la vigilia, forman una unidad separada en sí mismos. Puede suceder que, debido a una debilidad del ritmo superior en la respiración, ese otro ritmo más amplio determinado por la alternancia del sueño y la vigilia, forme una unidad separada en sí misma. Puede suceder que debido a una debilidad del ritmo superior (entre el pecho y la cabeza), el ritmo inferior se vuelva relativamente demasiado pronunciado. De ello se deduce que el proceso superior, ya debilitado y desfasado, se ve agravado por el poderoso impacto del inferior, que se concentra en la función esplénica, así como en otras de las que hablaremos más adelante. Si este ritmo inferior trabaja con demasiada fuerza hacia arriba, provoca una tendencia a una especie de hipertrofia del proceso digestivo superior, con todas sus secuelas. También se crea una zona muy favorable para que determinados organismos inferiores proliferen. Se producen fenómenos de inflamación y parálisis en la organización superior, incluso rudimentos de malformación orgánica, nuevas formaciones orgánicas; en resumen, tenemos el cuadro de la difteria. La difteria podría calificarse como una especie de irrupción desde abajo hacia arriba, una inversión del tifus que irrumpe desde arriba hacia abajo, y su origen principal es el que he descrito. Por supuesto, en todas estas condiciones hay que tener en cuenta la edad del individuo.

Sólo hay que tener en cuenta que durante la infancia toda la interacción de las esferas superior e inferior, y de la acción rítmica que vincula a ambas, debe diferir ampliamente de la de la vida posterior; por ejemplo, durante la infancia debe haber una acción mucho más poderosa y pronunciada del ser humano superior sobre el inferior que en la madurez. En realidad, el niño "piensa" mucho más que el adulto. Esto puede sonar extraño, pero es cierto; sólo que los pensamientos del niño no son pensamientos conscientes, sino que son absorbidos por el organismo, manifestándose en su crecimiento y formación. Especialmente en los primeros años de vida, la actividad del pensamiento se utiliza principalmente para los procesos de formación del cuerpo en crecimiento. Luego llega una etapa en la que el cuerpo no necesita utilizar tanto las fuerzas formativas, y así son, por así decirlo, retenidas, y se convierten en las fuerzas fundamentales de la memoria. De este modo, la memoria sólo surge cuando el organismo necesita menos fuerza formativa para sí mismo. Las fuerzas que suministran el fundamento orgánico de la memoria son las fuerzas de crecimiento transformadas y las fuerzas formativas que actúan plásticamente al principio de la vida. Todo se basa fundamentalmente en la metamorfosis. Lo que observamos como elemento espiritual, es sólo la reespiritualización de lo que actuó de forma más corporal cuando el espíritu se encarnó en la materia. Por lo tanto, se puede entender que deben existir fuertes fuerzas defensivas en el niño para hacer frente a los procesos particulares de la esfera abdominal inferior. Esta esfera es el escenario especial de acción de las fuerzas cósmico-celestes, es decir, de las fuerzas extraterrestres.

Volvamos ahora a las regiones fuera de la tierra; supongamos que debido a la posición del Sol y de los planetas se produzca una constelación especial que dé lugar a un poderoso reflejo en los órganos abdominales inferiores del hombre. ¿Cuál será el resultado? Será relativamente poco importante en los adultos, ya que en ellos los ritmos orgánicos superior e inferior han alcanzado un cierto equilibrio. Pero en los niños habrá necesariamente una vigorosa resistencia a las condiciones cósmicas que buscan un espejo y una réplica en las partes abdominales. Así pues, si las configuraciones cósmicas actúan a la fuerza sobre la esfera abdominal inferior en el niño, la esfera corporal superior debe defenderse con todos sus poderes. Del ejercicio convulsivo de poderes que no deberían ser utilizados tanto en la esfera orgánica superior inmadura, puede resultar la Meningitis Cerebral - Meningitis cerebro-espinalis epidemica. He aquí, pues, un ejemplo ilustrativo de la afluencia de tales enfermedades al hombre desde la naturaleza extrahumana. Si mantienen estos orígenes en el fondo de su pensamiento, por así decirlo, podrán reconstruir todo el cuadro clínico de la meningitis, incluyendo la típica rigidez de los músculos de la nuca. Pues esta tensión y esfuerzo de la esfera orgánica superior en el niño, está destinada a provocar estados inflamatorios de los órganos superiores en las membranas del cerebro y la médula espinal, y estas inflamaciones agudas provocan los demás síntomas típicos de la meningitis.


Necesitamos sobre todo agudizar nuestra percepción para ver la totalidad tanto en lo que respecta a las interacciones de sus partes orgánicas, como en lo que respecta a las interacciones de las funciones humanas con el mundo exterior, e incluso con el mundo extraterrestre. Estas indicaciones no pretenden aumentar el entrometimiento con los horóscopos y demás, que considero el mayor sinsentido en la forma que adopta hoy en día; pero debemos darnos cuenta del origen de las fuerzas en cuestión; tal conocimiento es necesario para el arte de curar. No es tan importante ser capaz de rastrear esta o aquella condición hasta el aspecto de la cuadratura de tales o cuales estrellas - ese conocimiento puede a veces ayudar hacia un diagnóstico cósmico, pero el asunto principal para nosotros es ser capaces de curar. Así pues, mañana me propongo pasar de nuestra investigación actual a la consideración de las sustancias de la naturaleza externa que son defensivas, es decir, que contienen poderes defensivos contra las influencias extratelúricas que se vierten en el organismo humano. Parece necesario que esta distinción entre las esferas orgánicas superior e inferior del hombre sea reconocida por la medicina, pues sugiero que tal reconocimiento promovería una mayor cooperación dentro de la profesión en interés de la salud humana. Con demasiada frecuencia, el médico pierde el interés por el hombre en su conjunto, si se especializa en una dirección. Lejos de mí sugerir que los médicos no deban especializarse; la múltiple técnica desarrollada en el curso del tiempo, necesita una cierta especialización. Pero si la especialización se ha producido, entonces, como un equipo, la socialización, la cooperación de los expertos especializados debe aumentar constantemente.

Esto se hace evidente si estudiamos una condición sobre la que se ha planteado una pregunta: la piorrea alveolar, la inflamación del borde alveolar. Si la piorrea se desarrolla, no se debe únicamente a una causa local, como muchos suponen, sino que se debe a una tendencia de todo el organismo, una tendencia localizada sólo en la boca y los dientes. Si se aceptara como parte de la rutina profesional que los dentistas que observan la aparición de esta afección sugirieran de alguna manera a los médicos que el paciente que sufre esta inflamación alveolar particular es muy probablemente también susceptible de padecer diabetes, se podría hacer mucho bien. Porque ese mismo proceso -ya esbozado en estas conferencias- que se manifiesta como diabetes, es también (mientras permanece localizado en la esfera superior y es susceptible de tratamiento) el germen de la piorrea alveolar. Es demasiado poco consciente de que la esfera inferior puede, por así decirlo, apoderarse o invadir la superior; y en consecuencia hay un empobrecimiento o un aumento indebido de una esfera o de la otra. Si la tendencia inflamatoria se manifiesta primero en la esfera superior, se produce una forma de enfermedad; si se manifiesta primero en la esfera inferior, se produce su polo opuesto. Así que mucho depende de este conocimiento.

Por lo tanto, también se comprenderá fácilmente que todo el cuerpo etérico, que contiene las fuerzas de crecimiento en el hombre, debe trabajar de manera diferente en la infancia y en la madurez. En la infancia, el cuerpo etérico debe intervenir mucho más en las funciones físicas; y debe tener órganos como sus puntos directos de ataque, por así decirlo. Es especialmente necesario en la etapa fetal que el cuerpo etérico tenga estos puntos para trabajar directamente sobre lo físico; pero la necesidad persiste en la primera infancia, cuando no sólo hay formación orgánica, sino también crecimiento, y durante el crecimiento debe ejercerse la actividad plástica. De ahí la necesidad de órganos como el timo, por ejemplo (e incluso hasta cierto punto también la tiroides); éstos tienen su mayor tarea en la infancia, y luego entran en una fase de regresión, y si son demasiado aprovechados por las fuerzas físicas, degeneran durante la fase regresiva. Durante la infancia, debe haber necesariamente un poderoso quimismo en el cuerpo, que es reemplazado, en una etapa posterior, por el trabajo del calor. Se podría decir que durante la vida del individuo, el hombre pasa por algo de lo que el espectro prismático es un símbolo: ya que observamos el extremo más fuertemente químico (azul y violeta), y luego la porción luminosa (verde y amarillo), finalmente el otro extremo, relacionado con el calor (rojo). Pues el hombre experimenta cambios constitucionales de esta naturaleza y en esta dirección. (véase el diagrama 27). 

diagrama 27

Durante la infancia, el ser humano es más dependiente de las actividades que actúan químicamente, luego pasa a las que actúan a través de la luz, y a las que actúan a través del calor. Los órganos que permiten al cuerpo etérico promover el quimismo en el cuerpo físico, son glándulas como la tiroides y el timo. De la actividad de estos órganos (a los que en cierto sentido está ligado el quimismo) depende también la complexión individual particular y la coloración de la piel, es decir, de la actividad etérica detrás de los órganos físicos. Entre los oficios funcionales de las glándulas suprarrenales está la determinación de la tez, y si las suprarrenales degeneran debe haber cambios en la pigmentación en consecuencia. Como ejemplo sólo hay que considerar lo que se conoce como la enfermedad de Addison, que surge de condiciones degenerativas en las glándulas suprarrenales - cuando toda la piel se vuelve marrón. Todo esto indica fuertemente un cierto quimismo en el organismo humano. Actúa sobre todo en el feto, mientras que la acción de la luz tiene más importancia después de los catorce años aproximadamente. Y entonces aparecen las actividades relacionadas con la vida del calor. Aquí tenemos una indicación y un indicador de lo más significativo para todo el curso de la vida humana. El período de la infancia, y antes del nacimiento, especialmente este último, la etapa fetal, representa un cierto predominio del proceso de la sal; el comienzo de la vida media es predominantemente un proceso mercurial y la vida posterior y la vejez, en la relación referida, representan una especie de proceso de azufre. Esto implica que en la infancia se debe prestar más atención al proceso salino, en la edad media al mercurial, y en la edad avanzada al sulfúrico o fosfórico, y estos requieren regulación. También en este caso, si se comprende esta tríada de química organizadora -proceso luminoso organizado, proceso mercurial organizado y proceso salino organizado- que actúa en el organismo humano, se tendrá una idea de la manera en que toda la vida actúa en el hombre, organizándolo. El modo de vida -no sólo la alimentación, sino todo el hábito y la acción de la vida- opera químicamente sobre el niño, incidiendo fuertemente sobre el organismo; el proceso lumínico, aún más fuerte, ejerce una influencia tan grande sobre los más jóvenes, que siembra una semilla que puede llegar a manifestarse en trastornos del alma. En la juventud, el hombre es más sensible a todas las impresiones del mundo exterior. El hecho de que en esta etapa de la vida nos encontremos con un mundo exterior formado al margen de la razón y la lógica, o con uno formado según la razón y la lógica, tiene una gran importancia para toda la constitución del alma en la vida posterior. En la próxima conferencia profundizaremos en esto, pasando de los aspectos patológicos que acabamos de considerar a los terapéuticos.

Traducido por J.Luelmo-mar.2022

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