GA131 Karlsruhe 12 de octubre de 1911 Los dos niños Jesús. La individualidad de Zaratustra.

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RUDOLF STEINER

Los dos niños Jesús. 

La individualidad de Zaratustra. 


Karlsruhe 12 de octubre de 1911

Ayer indicamos que ahora era necesario responder a la pregunta: ¿Qué ocurrió realmente con aquel Ser que designamos como Cristo Jesús desde el Bautismo por Juan en el Jordán hasta el Misterio del Gólgota? Para responder a esta pregunta en la medida de lo posible, debemos recordar brevemente lo que sabemos por conferencias anteriores acerca de la vida de Jesús de Nazaret, que a los treinta años se convirtió en el portador del Cristo. Los puntos esenciales figuran en mi libro recientemente publicado, La guía espiritual de la humanidad.

Sabemos que en Palestina, en la época que nos ocupa, nacieron no uno sino dos niños Jesús, uno de ellos de la línea salomónica de la Casa de David. Este es el niño Jesús del que habla el Evangelio de Mateo. La peculiar contradicción entre los comienzos de los Evangelios de Mateo y Lucas deriva del hecho de que el escritor del Evangelio de Mateo se ocupó de uno de los hijos de Jesús, el nacido de la línea de Salomón. Luego, casi al mismo tiempo, pero no del todo, nació otro niño Jesús, de la línea de Natán, de la Casa de David.

Lo importante es comprender claramente qué clase de seres eran estos dos niños. La investigación oculta muestra que la individualidad que estaba en el Jesús-niño de Salomón no era otra que Zaratustra. Después de la misión más importante de Zaratustra, de la que hemos hablado en relación con la antigua civilización persa, se había encarnado una y otra vez; por último, durante la civilización babilónico-caldea, y ahora como el niño Jesús salomónico. Esta individualidad de Zaratustra, con todas las grandes y poderosas fuerzas interiores que en la naturaleza de las cosas había traído de encarnaciones anteriores, tenía que encarnar en un cuerpo descendiente de la parte salomónica de la Casa de David; un cuerpo adaptado para trabajar y desarrollar aún más las grandes facultades de Zaratustra, de la manera en que las facultades humanas, cuando ya están en un nivel muy alto, pueden ser llevadas más adelante, en la medida en que pertenecen al ser que va de encarnación en encarnación. Se trata, pues, de un cuerpo humano que no esperó a la edad madura para trabajar estas facultades, sino que pudo hacerlo en un organismo joven, infantil y, sin embargo, poderoso. De ahí que veamos a la individualidad de Zaratustra crecer de tal manera que las facultades del niño se desarrollaron comparativamente pronto. El niño pronto mostró una amplitud de conocimientos que normalmente habría sido imposible a su edad.
Sin embargo, debemos tener muy presente un hecho: el niño Jesús salomónico, a pesar de ser la encarnación de una individualidad tan elevada, no era más que un hombre altamente desarrollado. Por lo tanto, estaba cargado - como hasta el hombre más desarrollado debe estarlo - con ciertas inclinaciones al error y dificultades morales, aunque no exactamente vicios o pecados. Luego sabemos que en su duodécimo año la individualidad de Zaratustra, por un proceso oculto conocido por todos los que se han familiarizado con tales hechos, abandonó el cuerpo del niño Jesús salomónico y pasó al cuerpo del niño Jesús Nathánico. Ahora bien, el cuerpo de este Niño Jesús Nathánico -o, mejor dicho, su triple organización corporal: cuerpo físico, cuerpo etérico y cuerpo astral- estaba formado de una manera muy especial. De hecho, este cuerpo era tal que el niño mostraba capacidades exactamente contrarias a las del niño Jesús salomónico. Mientras que este último era notable por sus grandes dotes en relación con las cosas que se pueden aprender externamente, casi podría decirse que, en este sentido, el niño Jesús-Nathánico carecía de talento. Como ustedes comprenderán, decir esto no implica el más mínimo desprecio. El niño Jesús Nathánico no estaba en condiciones de familiarizarse con los productos de la cultura humana en la tierra. Por el contrario, el hecho notable es que podía hablar nada más nacer. Una facultad que pertenece más bien al cuerpo físico estaba, pues, presente en él desde su nacimiento. Pero -según una buena tradición que puede confirmarse ocultamente- la lengua que hablaba sólo podía ser comprendida por su Madre. Las características más marcadas del niño eran cualidades del corazón. Tenía una inmensa capacidad de amor y una disposición capaz de una inmensa abnegación. Y lo más notable es que, desde los primeros días de su vida, su mera presencia o su contacto tenían efectos benéficos, efectos magnéticos, como podríamos llamarlos hoy en día. Así pues, todas las cualidades del corazón se manifestaban en este niño, realzadas hasta tal punto que podían ejercer una influencia magnética benéfica sobre su entorno.
Sabemos también que en el cuerpo astral de este niño estaban activas las fuerzas que en otro tiempo había adquirido aquel Bodhisattva que se convirtió en Gautama Buda. Sabemos en efecto - y a este respecto la tradición oriental es absolutamente correcta, pues puede ser confirmada por la ciencia oculta - que el Bodhisattva, que al convertirse en Buda cinco siglos antes de nuestra era ya no necesitaba encarnar más en la tierra, trabajaba desde el mundo espiritual sobre todos aquellos que se consagraban a sus enseñanzas. Es característico de tal individualidad, que se eleva a alturas a partir de las cuales ya no necesita encarnarse en un cuerpo de carne, que pueda entonces tomar parte en los asuntos y el destino de nuestra existencia terrestre desde fuera de los mundos espirituales. Esto puede ocurrir de las formas más diversas. De hecho, el Bodhisattva que pasó por su última encarnación en la tierra como Gautama Buda ha tomado parte esencial en la evolución ulterior de la humanidad. Nuestro mundo espiritual humano está continuamente en conexión con todo el resto del mundo espiritual. El ser humano no sólo come y bebe la sustancia de la tierra física, sino que también recibe continuamente alimento espiritual del mundo espiritual. De las formas más variadas, las fuerzas fluyen continuamente hacia la existencia física terrenal desde el mundo espiritual. Tal afluencia de las fuerzas que Buda se había ganado para sí mismo, llegó a la corriente más amplia de la humanidad a través del hecho de que las fuerzas de Buda impregnaron el cuerpo astral del niño Jesús Nathánico. También sabemos, por conferencias anteriores, que las palabras que aún hoy tenemos como mensaje de Navidad - "Lo Divino se revela desde las alturas, y en la tierra la paz se extenderá en los corazones de los hombres de buena voluntad"- se originan en esencia en la influencia que fluyó hacia la evolución humana a través de la inmersión de los poderes búdicos en el cuerpo astral del niño Jesús-Nathánico.
Vemos, pues, a las fuerzas búdicas trabajando en la corriente de la existencia terrestre que se inició en los acontecimientos de Palestina. Y es interesante que precisamente las investigaciones realizadas por el ocultismo occidental en años bastante recientes hayan conducido al reconocimiento de una conexión muy importante entre la civilización europea y las fuerzas búdicas. Durante mucho tiempo estas fuerzas búdicas han estado trabajando desde los mundos espirituales, particularmente sobre todo lo que en la civilización occidental es impensable sin la influencia específica del cristianismo. Todas esas corrientes filosóficas que se han desarrollado durante los últimos siglos hasta el siglo XIX, en la medida en que son corrientes espirituales occidentales, están impregnadas por el Impulso Crístico, pero el Buda siempre ha estado trabajando en ellas desde fuera de los mundos espirituales. Por lo tanto, lo más importante que la humanidad europea puede recibir hoy de Buda no depende de la transmisión de la enseñanza que Buda dio a los hombres unos 500 años antes de la era cristiana, sino de lo que ha llegado a ser desde entonces. Porque Buda no ha permanecido estancado, sino que ha progresado, y es a través de este progreso, como ser espiritual en los mundos espirituales, que ha podido participar, en el sentido más elevado, en la evolución ulterior de la civilización occidental. El resultado de nuestra propia investigación ocultista armoniza de un modo maravilloso con mucho de lo que se sabía anteriormente, antes de que esta importante influencia pudiera ser investigada de nuevo. Pues sabemos que la misma individualidad que apareció como Gautama Buda en Oriente había trabajado anteriormente en Occidente, y que ciertas leyendas y tradiciones relacionadas con el nombre de Buda o Wotan tienen que ver con esta misma individualidad, al igual que el budismo con Gautama Buda en Oriente; de ahí que el mismo campo de acción en la evolución humana que había sido preparado anteriormente por la misma individualidad haya sido ocupado de nuevo en cierto sentido. Así se entrelazan los caminos tomados por las corrientes espirituales dentro de la evolución de la humanidad.
Hoy lo más importante para nosotros es establecer que en el cuerpo astral del niño Jesús descrito por Lucas tenemos a las fuerzas búdicas actuando. Y cuando este niño Jesús Nathánico tenía doce años, la individualidad de Zaratustra pasó a su ser triple.
¿Por qué, entonces, este niño Jesús tenía las notables cualidades que acabamos de caracterizar? Porque no era una individualidad humana como las demás, sino en cierto sentido muy diferente, y para comprenderlo debemos remontarnos a la antigua época lemúrica en la que, estrictamente hablando, comenzó la evolución terrestre del hombre. Debemos comprender claramente que todo lo anterior a la época lemúrica no era en realidad más que una repetición de los períodos de Saturno, Sol y Luna. Sólo en la época Lemúrica se estableció en el hombre la primera condición germinal como potencialidad, para que durante la evolución terrestre pudiera recibir el cuarto miembro de su ser, el Yo. Podemos decir que la extensión de la humanidad sobre la Tierra -un tema tratado con más precisión en la Ciencia Oculta en Esbozo- debe remontarse a ciertos antepasados humanos en el período Lemúrico, el período con el que nuestra Tierra actual tuvo su comienzo.
Sólo después de cierto momento de este período lemúrico podemos hablar correctamente, en un sentido moderno, de la raza humana. Antes de esto, esos Yoes que desde entonces han continuado encarnándose no estaban presentes en los hombres de la Tierra. Todavía no estaban separados de la sustancia de la Jerarquía que había dado origen al Yo humano: la Jerarquía de los Espíritus de la Forma. Ahora podemos imaginarnos - la investigación oculta lo demuestra - que parte de la sustancia de los Espíritus de la Forma entró en las encarnaciones de los hombres para la construcción del Yo humano. Pero cuando a su debido tiempo el hombre fue entregado a sus encarnaciones físicas en la Tierra, algo fue retenido. Cierta sustancia del Yo no fue introducida en la corriente de encarnaciones físicas. Si tuviéramos que representar la corriente de encarnaciones humanas físicas, comenzando con aquel a quien la Biblia llama "Adán", el progenitor de la raza humana, tendríamos que dibujar un árbol genealógico con amplias ramas. En lugar de ello, imaginemos simplemente que la sustancia vertida desde los Espíritus de la Forma fluye ahora hacia adelante, pero que algo fue retenido: un Yo que ahora estaba protegido de entrar en encarnaciones físicas. En su lugar, este Yo preservó la forma, la substancialidad, que el hombre había tenido antes de proceder a su primera encarnación terrenal. Este Yo vivía coetáneamente con el resto de la humanidad, y en esa época de la que estamos hablando ahora, cuando iba a tener lugar el Acontecimiento de Palestina, todavía estaba en la misma condición que estaba el Yo de Adán antes de su primera encarnación en la carne, si queremos decirlo de conformidad con la Biblia.
Al examinar lo que la ciencia oculta sabe acerca de este Yo -lo cual, naturalmente, para el hombre moderno es algo extremadamente insensato- vemos que este Yo, que estaba, por así decirlo, retenido "en reserva", fue entregado al cuidado de los Santos Misterios a lo largo de los tiempos atlantes y post-atlantes. Fue preservado en un importante centro de Misterios, como en un tabernáculo, y debido a esto tenía características bastante especiales; no fue tocado por todo lo que un Yo humano podría haber aprendido en la Tierra. Por lo tanto, no había sido tocado por ninguna influencia luciférica o ahrimánica; era algo que podemos considerar, en contraste con otros yoes humanos, como una esfera vacía, completamente virginal con respecto a todas las experiencias terrestres - una nada, un negativo, en este sentido. De ahí que pareciera como si el niño Nathánico, descrito en el Evangelio de Lucas, no tuviera realmente ningún Yo; como si sólo consistiera en cuerpo físico, etérico y astral. Y es bastante adecuado si al principio decimos que un Yo, desarrollado como los Yoes se habían desarrollado en los tiempos atlantes y post-atlantes, no existía en absoluto en el niño Jesús de Lucas.

Hablamos en el verdadero sentido de las palabras cuando decimos que en el Jesús-niño de Mateo nos encontramos con un ser completamente humano; mientras que en el Jesús-niño Nathánico del Evangelio de Lucas nos encontramos con un cuerpo físico, un cuerpo etérico y un cuerpo astral que están interrelacionados en la unidad armoniosa que pertenecía al hombre cuando emergió de las evoluciones de Saturno, Sol y Luna. De ahí que este niño Jesús, como nos dice el Registro Akáshico, no tenía talento para todo lo que la cultura humana había desarrollado. No podía recibirlo porque nunca había estado entre ella. Las capacidades externas y las adaptaciones a la existencia son el resultado de ciertas experiencias en encarnaciones anteriores. Cualquiera que nunca hubiera compartido tales experiencias se mostraría sin talento para todo lo que los hombres han logrado durante la evolución terrestre. Si el niño Jesús Nathánico hubiera nacido en nuestra época, habría estado totalmente desprovisto de talento para aprender a escribir, ya que en los tiempos adámicos la escritura era desconocida. Por el contrario, el niño Jesús de Lucas reveló en alto grado las cualidades que había traído consigo, cualidades que no habían caído en decadencia por la influencia luciférica. Aún más interesante es el notable lenguaje que hablaba.

Aquí debemos recordar algo que mencioné en La Guía Espiritual de la Humanidad: que los idiomas que ahora están esparcidos por la tierra surgieron comparativamente tarde en la evolución: fueron precedidos por lo que verdaderamente puede llamarse un idioma humano primitivo. Son los espíritus desunidores del mundo luciférico y ahrimánico los que han hecho muchas lenguas a partir de la lengua primitiva. El lenguaje primitivo se ha perdido, y no puede ser hablado hoy por nadie con un yo que en el curso de la evolución terrestre haya pasado de encarnación en encarnación. Este niño Jesús, que no había pasado por encarnaciones humanas, adquirió desde el punto de partida de la evolución humana la facultad de hablar, no tal o cual lengua, sino una lengua de la que podemos decir con razón que no era comprensible para los que le rodeaban. Pero, debido a las cualidades internas del corazón que vivían en él, era comprendido por el corazón de su Madre. Esto apunta a un fenómeno de inmenso significado en el caso del Niño Jesús de Lucas.
Hemos visto que cuando este niño Jesús Lucas nació, fue provisto de todo lo que no había sido influenciado por las fuerzas luciférico-ahrimánicas. No poseía un yo que hubiera pasado por una serie de encarnaciones; por lo tanto, nada tuvo que ser desechado cuando, en su duodécimo año, la individualidad de Zaratustra pasó del niño Jesús Salomónico al niño Jesús Nathánico. Ya he dicho que el elemento humano que había quedado atrás, y que hasta ese momento se había desarrollado en los Misterios al lado del resto de la humanidad, nació por primera vez en el período de Palestina como el niño Jesús Nathánico. Hubo una transferencia desde un centro de Misterios en Asia Occidental, donde se había conservado este núcleo humano, al cuerpo del niño Jesús-Nathánico. Este niño creció, y en su duodécimo año la individualidad de Zaratustra pasó a él. Sabemos también que este traspaso está insinuado en la escena de Jesús de doce años en el Templo. Era muy natural que los padres del niño Jesús Nathánico, que estaban acostumbrados a verlo bajo la luz que hemos descrito, encontraran un cambio notable cuando lo descubrieron en el Templo después de haberse perdido. Ese fue el momento en que Zaratustra se transformó en este niño de doce años. Del duodécimo al trigésimo año, por lo tanto, tenemos que ver con la individualidad de Zaratustra en el niño Jesús de Lucas.
Ahora bien, en el Evangelio de Lucas tenemos una expresión notable que indica algo que sólo puede aclararse mediante la investigación oculta. Ustedes saben que en el Evangelio de Lucas, después de la descripción de la escena con Jesús de doce años en el Templo, hay un pasaje: Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres'. (Lucas II:52). En verdad, este pasaje queda como sigue cuando restauramos el texto de los Evangelios del registro Akáshico: El niño de doce años aumentó en todo lo que puede aumentar un cuerpo astral, es decir, en sabiduría; en todo lo que puede aumentar un cuerpo etérico, es decir, en todas las cualidades de amabilidad, bondad, etc.; y en todo lo que puede aumentar un cuerpo físico, es decir, en todo lo que se vierte en belleza externa de la forma". En este pasaje, por lo tanto, se da una indicación especial de que el niño Jesús, no habiendo pasado de encarnación en encarnación, había permanecido hasta su duodécimo año intacto, y no podía ser tocado en su individualidad, por las fuerzas luciféricas y ahrimánicas. El Evangelio de Lucas insinúa esto de nuevo al trazar la secuencia de generaciones a través de Adán hasta Dios, indicando así que la sustancia en cuestión no fue influenciada por todo lo que había tenido lugar en la evolución humana.

Así pues, este niño Jesús siguió viviendo, aumentando en todo lo que era posible para un organismo triple no afectado por la contaminación que ha afectado a los cuerpos triples de otros hombres. Y esto permitió a la individualidad de Zaratustra, del duodécimo al trigésimo año de vida, verter en este ser humano triple todo lo que podía venir de las alturas a las que él mismo había llegado previamente. De ahí que nos formemos una idea correcta de Jesús de Nazaret, hasta el trigésimo año de su vida, cuando pensamos en él como una elevada individualidad humana, para cuya venida a la existencia se habían hecho los mayores preparativos posibles.

Pero si queremos comprender cómo benefician a la individualidad los frutos del desarrollo que experimentamos en nuestros cuerpos, debemos tener clara una cosa. Nuestros cuerpos permiten a nuestra individualidad absorber los frutos de nuestra vida para su futura evolución. Cuando en la muerte abandonamos nuestros cuerpos, no solemos dejar en ellos lo que hemos conseguido y ganado para nosotros como individuos. Más adelante veremos en qué condiciones especiales puede quedar algo en los cuerpos; pero no es la regla que la individualidad deje en sus cuerpos lo que ha ganado para sí. Cuando Zaratustra abandonó el triple ser corporal de Jesús de Nazaret en el trigésimo año, dejó atrás los tres cuerpos, físico, etérico y astral. Pero todo lo que había podido ganar por medio de estos instrumentos pasó a la individualidad de Zaratustra y siguió viviendo con él, en su beneficio. Algo, sin embargo, ganó el triple organismo corporal de Jesús de Nazaret. Su naturaleza humana, todavía libre, como siempre lo había estado, de las influencias luciféricas y ahrimánicas, se unió durante un tiempo a la individualidad que poseía una visión inigualable de la espiritualidad del cosmos.
Pensémos en lo que Zaratustra había experimentado. Mientras fundaba la antigua civilización persa y miraba hacia el gran Espíritu del Sol, ya entonces contemplaba los reinos cósmicos de lo espiritual. A través de sucesivas encarnaciones, su desarrollo continuó. Cuando lo más íntimo de la naturaleza humana, junto con los poderes más intensos de la simpatía y el amor, se manifestaron a través de la sustancia humana inmaculada que se había conservado hasta el nacimiento del Jesús Nathánico, y cuando el cuerpo astral se impregnó de las fuerzas de Gautama Buda, se hizo presente en este niño lo que podemos llamar la interioridad más íntima del hombre. Y entonces entró en esta naturaleza corporal la individualidad que, por encima de todas las demás, había visto más clara y profundamente la espiritualidad del Macrocosmos. Por este medio, el instrumento corporal, el organismo entero, del jesús Nathánico fue transformado de tal manera que pudo ser el vehículo capaz de recibir en sí mismo el extracto crístico del Macrocosmos. Si esta naturaleza corporal no hubiera sido impregnada por la individualidad de Zaratustra hasta el trigésimo año, los ojos no habrían podido soportar la substancia del Cristo desde el trigésimo año hasta el Misterio del Gólgota; las manos no habrían podido impregnarse de la substancia del Cristo en el trigésimo año. Para poder recibir al Cristo, esta naturaleza corporal tuvo que ser preparada, ampliada, mediante la individualidad de Zaratustra. Así pues, en Jesús de Nazaret, tal como era en el momento en que Zaratustra se despidió de él y la Individualidad Crística entró en él, no tenemos que ver ni con un adepto, ni con nada parecido a un ser humano superior. Porque un adepto es un adepto porque tiene una individualidad altamente desarrollada, y era precisamente esto lo que había salido de la triple naturaleza corporal de Jesús de Nazaret. Tenemos simplemente la naturaleza corporal tan preparada a través de la morada de Zaratustra que podía tomar en sí misma la Individualidad Crística. Pero ahora, a través de la unión de la individualidad Crística con esta naturaleza corporal, se produjo por necesidad la siguiente consecuencia.
Durante estos tres años, desde el Bautismo por Juan en el Jordán hasta el Misterio del Gólgota, el desarrollo del cuerpo físico, del cuerpo etérico y del cuerpo astral fue muy diferente del desarrollo corporal de otros seres humanos. Como el Jesús-Nathánico no había recibido ninguna influencia de los poderes luciféricos y ahrimánicos, se dio la posibilidad de que, a partir del Bautismo en el Jordán -ahora que no había en Jesús de Nazaret ningún Yo humano, sino únicamente la Individualidad Crística-, no se desarrollara todo lo que normalmente actúa en un organismo humano.
Dijimos ayer que el Phantom * humano, la forma primitiva que atrae hacia sí los elementos materiales que llenan el cuerpo físico y que se desechan con la muerte, había degenerado en el transcurso del tiempo hasta el Misterio del Gólgota. Al principio de la evolución humana se pretendía que el Phantom permaneciera intacto por los elementos materiales que el hombre toma para su nutrición de los reinos animal, vegetal y mineral. Pero no permaneció intacto. La influencia luciférica estableció una estrecha relación entre el Phantom y las fuerzas que el hombre absorbe a través de su evolución terrestre, en particular con los constituyentes de ceniza. El resultado fue que el Phantom , mientras continuaba acompañando al hombre durante su evolución ulterior, se sintió fuertemente atraído por estos constituyentes de ceniza, y en lugar de adherirse al cuerpo etérico, se adhirió a estos productos de desintegración. Pero donde las influencias luciféricas habían sido mantenidas alejadas, como lo fueron del Jesús Nathánico, no surgió ninguna fuerza de atracción entre el Phantom y los elementos materiales que habían sido tomados en el organismo corporal. A lo largo de los tres años que van desde el Bautismo hasta el Misterio del Gólgota, el Phantom permaneció intocado por estos elementos.
En términos ocultistas podemos decir: El Phantom humano, de acuerdo con su desarrollo previsto a través de los períodos de Saturno, Sol y Luna, no debería haber sido atraído por los constituyentes de ceniza, sino sólo por los constituyentes salinos en disolución, de modo que habría tomado el camino de la volatilización en la medida en que los constituyentes salinos se disolvieran. En un sentido oculto se puede decir que se habría disuelto y habría pasado, no a la tierra, sino a los constituyentes volátiles. El hecho notable es que con el Bautismo en el Jordán y la entrada de la Individualidad Crística en el cuerpo del Jesús Nathánico, se borró toda conexión del Phantom con los constituyentes de ceniza; sólo permaneció la conexión con los constituyentes salinos.
A esto se alude en el pasaje en que Cristo Jesús desea explicar a sus primeros discípulos elegidos: A través de la forma en que os sentís unidos con el Ser Crístico, surgirá una cierta posibilidad para la futura evolución de la humanidad. Será posible que el único cuerpo resucitado de la tumba -el cuerpo espiritual- pase a los hombres'. Eso es lo que Cristo quiso decir cuando utilizó la frase: "Vosotros sois la sal de la tierra". Todas estas palabras que encontramos en los Evangelios, que nos recuerdan la terminología y el lenguaje artesanal de los alquimistas posteriores, del ocultismo posterior, tienen el significado más profundo imaginable. Y de hecho este significado era bien conocido por los alquimistas medievales y posteriores -no por los charlatanes mencionados en los libros de historia- y ninguno de ellos hablaba de estas conexiones sin sentir en su corazón una conexión con Cristo.
Así pues, cuando Cristo Jesús fue crucificado, cuando su cuerpo fue clavado en la cruz -notarán que aquí utilizo las palabras exactas del Evangelio, pues están confirmadas por la verdadera investigación ocultista-, cuando este cuerpo de Jesús de Nazaret fue clavado en la cruz, el Phantom estaba perfectamente intacto; existía en una forma corporal espiritual, visible sólo para la vista suprasensible, y estaba mucho más vagamente conectado con el contenido material del cuerpo de elementos terrestres de lo que jamás ha sucedido con ningún otro ser humano. En todos los demás seres humanos se ha producido una conexión del Phantom con estos elementos, y es esto lo que los mantiene unidos. En el caso de Cristo Jesús fue muy diferente. La ley ordinaria de la inercia se encarga de que ciertas partes materiales de un cuerpo humano se mantengan unidas después de la muerte en la forma que el hombre les ha dado, hasta que después de algún tiempo se desmoronan, de modo que casi nada de ellas es visible. Así sucedió con las partes materiales del cuerpo de Cristo Jesús. Cuando el cuerpo fue bajado de la Cruz, las partes aún eran coherentes, pero no tenían ninguna conexión con el Phantom; el Phantom estaba completamente libre de ellas. Cuando el cuerpo se impregnó de ciertas sustancias, que en este caso actuaron de manera muy diferente a como afectan a cualquier otro cuerpo embalsamado, sucedió que después del entierro las partes materiales se volatilizaron rápidamente y pasaron a los elementos. De ahí que los discípulos que miraron en la tumba encontraran las telas de lino en las que se había envuelto el cuerpo, pero el Fantasma, del que depende la evolución del yo, se había alzado de la tumba. No es sorprendente que María de Magdala, que sólo había conocido el Phantom anterior cuando estaba impregnado de elementos terrestres, no reconociera la misma forma en el Phantom, ahora liberado de la gravedad terrestre, cuando lo vio clarividentemente. Le pareció diferente.
Además, debemos comprender claramente que sólo gracias al poder del compañerismo de los discípulos con el Cristo pudieron ver al Resucitado todos los discípulos y todas aquellas personas de las que se cuenta lo mismo, pues Él se les apareció en el cuerpo espiritual, cuerpo del que Pablo dice que crece como un grano de semilla y pasa a todos los hombres. El mismo Pablo está convencido de que no era un cuerpo impregnado de los elementos terrenales el que se había aparecido a los otros apóstoles, sino que el mismo que se le había aparecido a él también se les había aparecido a ellos, como dice en el siguiente pasaje:
Porque os he transmitido como de primera importancia lo que yo también recibí: que Cristo murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día conforme a las Escrituras; y que se apareció a Cefas, luego a los doce. Luego se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los cuales aún viven, aunque algunos se han dormido. Luego se apareció a Santiago, después a todos los apóstoles. Por último, como a un intempestivo, se me apareció también a mí. (I Corintios XV:3-8.)
Pero, ¿qué fue lo que convenció a Pablo? En cierto sentido Pablo era un Iniciado antes del Acontecimiento de Damasco. Su iniciación había combinado el antiguo principio hebreo y el principio griego. Sabía que un Iniciado se volvía, en su cuerpo etérico, independiente del cuerpo físico, y podía aparecer en la forma más pura de su cuerpo etérico a aquellos que eran capaces de verlo. Si Pablo hubiera tenido la visión de un cuerpo etérico puro, independiente del cuerpo físico, habría hablado de otra manera. Habría dicho que había visto a alguien que había sido iniciado y que seguiría viviendo en el curso de la evolución terrestre, independientemente del cuerpo físico. Esto no le habría parecido especialmente sorprendente. Lo que Pablo experimentó en el camino de Damasco no podía ser eso. Había experimentado algo que sabía que sólo podría experimentarse cuando se cumplieran las Escrituras; cuando un Phantom humano perfecto, un cuerpo humano resucitado de la tumba en una forma suprasensible, apareciera en la atmósfera espiritual de la tierra. Y eso fue lo que vio. Eso es lo que se le apareció en el camino de Damasco y le dejó con la convicción: "¡Estaba allí, ha resucitado! Porque lo que está allí sólo podía venir de Él: es el Phantom que pueden ver todas las individualidades humanas que buscan relacionarse con el Cristo'. Esto es lo que le convenció de que Cristo ya estaba allí; que no vendría primero en el futuro, sino que estaba realmente presente allí en un cuerpo físico, y que este cuerpo físico había rescatado la forma primigenia del cuerpo físico humano para la salvación de todos los hombres.
Que este hecho sólo podía realizarse mediante el mayor despliegue del amor divino, y en qué sentido era un acto de amor, y luego en qué sentido debe entenderse la palabra "salvación" en la evolución ulterior de la humanidad - éste será nuestro tema mañana.
Traducido por J.Luelmo dic.2022






* ver nota de la conferencia 6 de este ciclo
 

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919