GA131 Karlsruhe 14 de octubre de 1911 El camino esotérico hacia Cristo a través de la iniciación.

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RUDOLF STEINER

 El camino esotérico hacia Cristo a través de la iniciación.


Karlsruhe 14 de octubre de 1911

Ayer intentamos describir el camino hacia Cristo que todavía puede seguirse hoy en día, al igual que en épocas anteriores, por medios exotéricos. A continuación nos referiremos brevemente al camino esotérico, camino que conduce hacia Cristo de tal manera que se le pueda encontrar en los mundos suprasensibles.
En primer lugar debemos señalar que este camino esotérico hacia Cristo Jesús fue también el camino de los evangelistas, aquellos que escribieron los Evangelios. Pues, aunque el escritor del Evangelio de Juan fue testigo de muchos de los acontecimientos que describe, -como se puede ver en el ciclo de conferencias sobre este Evangelio-, su objetivo principal no era simplemente relatar lo que recordaba, pues esto sólo se aplica a los detalles minuciosos y exactos que nos sorprenden de su Evangelio. Los grandes, majestuosos y culminantes rasgos de la obra redentora, del Misterio del Gólgota, fueron extraídos por el escritor de este Evangelio también de su conciencia clarividente. Por consiguiente, aunque los Evangelios son en realidad rituales de Misterio revividos, -esto se muestra en mi Cristianismo como Hecho Místico,- lo son porque los escritores de los Evangelios, siguiendo su camino esotérico, pudieron procurarse a sí mismos del mundo suprasensible una imagen de los acontecimientos en Palestina que conducían al Misterio del Gólgota. Desde el Misterio del Gólgota hasta nuestros días, una persona que pretendiese llegar a una experiencia suprasensible del Acontecimiento Crístico, tenía que pasar por las etapas que se describen en ciclos de conferencias anteriores como las siete etapas de nuestra Iniciación Cristiana, a saber: El Lavatorio de Pies; La Flagelación; La Coronación de Espinas; La Muerte Mística; El Entierro; La Resurrección; La Ascensión. Hoy nos proponemos aclarar lo que el alumno puede alcanzar al pasar por esta Iniciación Cristiana.
En primer lugar, un punto esencial. Como pueden ustedes comprobar leyendo las conferencias sobre este tema, la Iniciación Cristiana es muy diferente del método incorrecto de Iniciación descrito en la primera conferencia de este curso. En la Iniciación Cristiana se invocan primero ciertos sentimientos que pertenecen a la humanidad en general, y que conducen a una Representación del Lavatorio de los Pies. Así pues, la imagen de esto en el Evangelio de Juan no es lo primero que se representa; el aspirante comienza tratando de vivir durante mucho tiempo con ciertos sentimientos y percepciones. A menudo he descrito esto diciendo que la persona interesada debería contemplar la planta, que crece del suelo mineral, absorbiendo los materiales del reino mineral y, sin embargo, se eleva por encima de este reino como un ser más elevado que el mineral. Si la planta pudiera hablar y sentir, se inclinaría ante el reino mineral y diría: "Ciertamente yo estaba destinado dentro de la economía del Cosmos a alcanzar un estadio superior al tuyo, Mineral, pero tú me das la posibilidad de existir. En el orden de los seres eres ciertamente un ser inferior a mí, pero tengo que agradecerte mi existencia, y me inclino humildemente ante ti'. Del mismo modo, el animal tendría que inclinarse ante la planta, aunque la planta sea un ser inferior al animal, y decir: "Te agradezco mi existencia, la reconozco con humildad y me inclino ante ti". De la misma manera, cada ser que asciende debe inclinarse ante el que está por debajo, y también el que ha ascendido por una escala espiritual a un nivel superior debe inclinarse ante los seres que lo han hecho posible.
Una persona que se impregna del sentimiento de humildad respecto a los seres inferiores, que incorpora plenamente este sentimiento en su propio ser y lo deja vivir allí durante meses, tal vez incluso durante años, verá que se extiende por su organismo y lo impregna de tal manera que experimenta una transformación de este sentimiento en una Imaginación. Y esta Imaginación corresponde exactamente a la escena representada en el Evangelio de Juan como el Lavatorio de Pies, donde Cristo Jesús, que es la Cabeza de los Doce, se inclina hacia los que están aquí debajo de Él en el orden del mundo físico, y con humildad reconoce que agradece a los que están debajo de Él la posibilidad de su ascensión superior. Él reconoce ante los Doce: "¡Como el animal agradece a la planta, así os agradezco yo por lo que he podido llegar a ser en el mundo físico! Una persona que se impregna de este sentimiento no sólo llega a imaginar el Lavatorio de los Pies, sino también a tener una sensación bastante pronunciada, como si el agua le lavara los pies. Esto puede sentirse durante semanas: muestra cuán profundamente impregnada está nuestra naturaleza humana de tales sentimientos humanos universales, que sin embargo pueden elevar al hombre por encima de sí mismo.
Además, hemos visto que podemos atravesar la experiencia que conduce a la Imaginación de la Flagelación cuando ponemos ante nosotros vívidamente lo siguiente: "Muchos sufrimientos y dolores me encontraré en el mundo; sí, de todas partes pueden venir sufrimientos y dolores; nadie escapa a ellos. Pero yo endureceré mi voluntad de tal modo que el sufrimiento y el dolor, los azotes que vienen del mundo, puedan hacer lo peor; me mantendré erguido y soportaré resignado mi destino, tal como venga. Porque si no hubiera sucedido como ha sucedido, como lo he experimentado, no habría podido llegar a la altura que he alcanzado". Cuando la persona en cuestión hace de esto una cuestión de su percepción, y vive dentro de ella, siente realmente algo así como dolores agudos y heridas, como golpes de un azote contra su propia piel, y surge la Imaginación como si estuviera fuera de sí misma, y estuviera viéndose azotada según el ejemplo de Cristo Jesús. Siguiendo este ejemplo, se puede experimentar la Coronación de Espinas, la Muerte Mística, etcétera. Esto se ha descrito a menudo.
¿Qué consigue el hombre que busca así experimentar en sí mismo primero las cuatro etapas y luego, cuando su karma es favorable también las otras, haciendo en total siete etapas de la Iniciación Cristiana? De la descripción precedente se deduce que toda la escala de sentimientos por la que pasamos debe fortalecernos y darnos poder, y debe convertirnos en otra naturaleza, de modo que en el mundo nos sintamos fuertes, poderosos y libres, y también capaces de todo acto de amor devoto. En la Iniciación Cristiana, esto debe convertirse para nosotros, en un sentido profundo, en una segunda naturaleza. ¿Qué tiene que ocurrir para ello?
Tal vez no se les haya ocurrido todavía a todos aquellos de ustedes que han leído los ciclos elementales anteriores, y por lo tanto se han encontrado con la Iniciación Cristiana en sus siete etapas, la cual debido a la intensidad de las experiencias que deben experimentarse, los efectos llegan hasta el cuerpo físico. En efecto, por la fuerza y el poder con que atravesamos estos sentimientos, al principio es realmente como si el agua nos lavara los pies, y luego como si nos transfirieran heridas. Sentimos realmente como si las espinas nos oprimieran la cabeza; sentimos todo el dolor y el sufrimiento de la Crucifixión. Tenemos que sentir esto antes de poder experimentar la Muerte Mística, el Entierro y la Resurrección, como también se han descrito. Aunque no hayamos pasado por estos sentimientos con suficiente intensidad, ciertamente tendrán el efecto de que nos volvamos fuertes y llenos de amor en el buen sentido de la palabra. Pero lo que entonces incorporamos sólo puede llegar hasta el cuerpo etérico.
Sin embargo, cuando empezamos a sentir que nuestros pies están como lavados con agua, nuestro cuerpo como cubierto de heridas, entonces hemos tenido éxito en conducir estos sentimientos tan profundamente en nuestra naturaleza que han penetrado hasta el cuerpo físico. En efecto, penetran en el cuerpo físico, y entonces pueden aparecer los estigmas, las marcas de las llagas sangrantes de Cristo Jesús. Conducimos los sentimientos hacia el interior del cuerpo físico y sabemos que desarrollan su fuerza en el propio cuerpo físico. Nos sentimos conscientemente más presos de todo nuestro ser que si las impresiones estuvieran sólo en el cuerpo astral y en el cuerpo etérico. Lo esencial es que a través de un proceso de sentimiento místico trabajamos en nuestro cuerpo físico; y cuando hacemos esto estamos haciendo nada menos que prepararnos en nuestro cuerpo físico para recibir al Phantom que salió de la tumba en el Gólgota. Por lo tanto, trabajamos en nuestro cuerpo físico para hacerlo tan vivo que sienta una relación, una fuerza de atracción hacia el Phantom surgido de la tumba en el Gólgota.
Y aquí quisiera hacer una observación incidental. En la Ciencia Espiritual uno debe acostumbrarse a familiarizarse con los secretos cósmicos y las verdades cósmicas gradualmente. Quien no esté preparado para esperar las verdades pertinentes, no progresará adecuadamente. Por supuesto, a la gente le gustaría tener la Ciencia Espiritual de una vez, preferiblemente en un libro o en un ciclo de conferencias. Pero eso no puede ser así, como verán en un ejemplo. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que, en conferencias anteriores, se describió por primera vez la Iniciación Cristiana? Ustedes oyeron que tal y tal cosa tiene lugar, y que el individuo, a través de los sentimientos que afectan a su alma, trabaja directamente en su cuerpo físico. Todo lo que se decía en aquellas conferencias anteriores tenía por objeto proporcionar algunos elementos para comprender el Misterio del Gólgota, y ahora por primera vez es posible describir cómo un individuo, mediante los ejercicios de sentimiento requeridos en el curso de la Iniciación Cristiana, se vuelve maduro para recibir al Phantom que se alzó de la tumba del Gólgota. Tuvimos que esperar hasta encontrar la unión de lo subjetivo con lo objetivo; y para ello fueron necesarias muchas conferencias preparatorias. Incluso hoy en día hay muchas cosas que sólo pueden indicarse como "verdades a medias". Quien tenga paciencia para continuar con nosotros, -ya sea en ésta o en otra encarnación cada cual según su karma,- habrá visto cómo pudo avanzar desde la descripción del camino místico en sentido cristiano hasta la descripción del hecho objetivo, y así hasta el verdadero significado de esta Iniciación Cristiana, y verá también que aún más elevadas verdades saldrán a la luz desde fuera de la Ciencia Espiritual en el curso de los próximos años o de la próxima era. Así vemos el objetivo, la meta, de la Iniciación Cristiana.
A través de lo que se ha descrito como Iniciación Rosacruz, es decir, lo que un individuo puede tener de ella como Iniciación hoy en día, también se alcanza lo mismo en cierto sentido, sólo que por medios algo diferentes. Se forma un lazo de atracción entre el individuo, en la medida en que está encarnado en un cuerpo físico, y aquello que surgió de la tumba del Gólgota como prototipo real del cuerpo físico. Ahora sabemos, por conferencias anteriores, que estamos en el punto de partida de una época del mundo en la que debemos esperar un acontecimiento que no tendrá lugar en el plano físico, como pasó con el acontecimiento del Gólgota, sino en el mundo suprasensible; un acontecimiento que, sin embargo, está en estrecha y verdadera conexión con el acontecimiento del Gólgota. Este último fue concebido para devolver al hombre su verdadero cuerpo físico de fuerza, el Phantom que había degenerado desde el inicio de la evolución terrestre, y para cuya devolución tuvieron que producirse una serie de acontecimientos en el plano físico; pero para lo que va a suceder ahora no es necesario un acontecimiento en el plano físico. Una encarnación del Ser-Crístico en un cuerpo humano de carne sólo pudo tener lugar una vez en el curso de la evolución terrestre. Cuando la gente anuncia una repetición de la encarnación de este Ser, significa simplemente que no se comprende al Ser de Cristo.
El acontecimiento que está por venir, que sólo puede ser observado en un mundo suprasensible, ha sido descrito con las palabras: Cristo se convierte para los hombres en el Señor del Karma". Esto significa que en el futuro el ordenamiento de las cuestiones kármicas se realizará a través de Cristo. Los hombres del futuro sentirán cada vez más: "Atravieso la puerta de la muerte con mi cuenta kármica. De un lado están mis buenas, inteligentes y hermosas acciones, mis inteligentes, hermosos, buenos pensamientos; del otro lado está todo lo malo, perverso, estúpido, tonto y repugnante. Pero Aquel que en el futuro tendrá el oficio de Juez para las encarnaciones que seguirán en la evolución humana, a fin de poner orden en esta cuenta kármica de los hombres, ¡es el Cristo!". Y, en verdad, tenemos que imaginarlo de la siguiente manera:
Después de atravesar la puerta de la muerte, volveremos a encarnar en un período posterior. Entonces tendremos que encontrarnos con acontecimientos a través de los cuales nuestro karma podrá ser equilibrado, pues cada hombre debe cosechar lo que ha sembrado. El karma es una ley justa. Pero lo que la ley kármica tiene que cumplir no existe solamente para los hombres individuales. El karma no sólo equilibra las cuentas de cada 'yo', sino que en todos los casos el equilibrio debe estar dispuesto de tal manera que esté en la mejor concordancia posible con las preocupaciones del mundo entero. Debe permitirnos dar toda la ayuda posible al avance de la humanidad en la tierra. Para ello necesitamos la iluminación, no sólo el conocimiento de que debe producirse el cumplimiento kármico de nuestra acción. El cumplimiento puede tomar una forma que será más o menos útil para el progreso general de la humanidad. Por lo tanto, debemos elegir aquellos pensamientos, sentimientos o percepciones que saldarán nuestro karma y, al mismo tiempo, servirán al progreso colectivo de la humanidad. En el futuro corresponderá a Cristo poner el equilibrio de nuestro karma en consonancia con el karma general de la Tierra y el progreso general de la humanidad. Y esto ocurre principalmente en el tiempo entre la muerte y el nuevo nacimiento. Pero también se preparará en la época a la que ahora nos acercamos, ante cuya puerta nos encontramos, porque los hombres adquirirán cada vez más la capacidad de una experiencia especial. Muy pocos son capaces de ello ahora, pero desde mediados de este siglo en adelante, a lo largo de los próximos 1.000 años, cada vez más personas tendrán la siguiente experiencia.
Una persona ha hecho esto o aquello. Se sentirá obligado a reflexionar sobre su acción, y algo parecido a una imagen onírica, que surge en su mente, le causará una impresión bastante notable. Se dirá a sí mismo: "No puedo identificar esto como un recuerdo de algo que haya hecho yo, pero lo siento como una experiencia propia". Estará ante él como una imagen onírica, estrechamente relacionada con él, pero no podrá recordar que la haya experimentado o hecho en el pasado. Si es antropósofo, comprenderá el asunto; de lo contrario, tendrá que esperar hasta que llegue a la Antroposofía y aprenda a comprenderlo. El antropósofo sin embargo sabrá que: Esto que ves es una imagen que se cumplirá en el futuro, como consecuencia aparente de tus actos; el equilibrio de tus actos se te muestra de antemano. Estamos en el comienzo de una época en la que los hombres, directamente después de haber cometido un acto, tendrán una premonición, un sentimiento, tal vez incluso una imagen significativa, de cómo este acto será equilibrado kármicamente.
Así, en estrecha conexión con la experiencia humana, surgirán capacidades mejoradas para la humanidad durante la época venidera. Estas capacidades darán un poderoso estímulo a la moralidad humana, y esto significará algo muy diferente de la voz de la conciencia, que ha sido una preparación para ello. El individuo ya no creerá: "Lo que he hecho morirá conmigo". Lo sabrá exactamente: Mi acción no morirá cuando yo muera; tendrá una consecuencia que vivirá conmigo". Y hay mucho más que el individuo sabrá. El tiempo durante el cual las puertas del mundo espiritual han estado cerradas para los hombres está a punto de terminar. Los hombres deben subir de nuevo al mundo espiritual. El despertar de sus capacidades les permitirá participar en el mundo espiritual. La clarividencia siempre será diferente de esta participación. Así como existió una antigua clarividencia onírica, también existirá en el futuro una clarividencia que no será onírica, la clarividencia de las personas que saben lo que hacen y lo que significa.
También se producirá otra cosa. El individuo sabrá: "No estoy solo. En todas partes hay seres espirituales que están en relación conmigo. Los hombres aprenderán a comunicarse con estos seres y a vivir con ellos. Y en los próximos tres mil años la verdad de que Cristo está actuando como Juez Kármico se hará evidente para un número suficientemente grande de personas. Cristo mismo será experimentado por los hombres como una Forma etérica. Como Pablo ante Damasco, sabrán muy íntimamente que Cristo vive, y es la Fuente para el despertar del prototipo físico que recibimos al principio de nuestra evolución, y que necesitamos si el Yo ha de alcanzar su pleno desarrollo.
Si a través del Misterio del Gólgota sucedió algo que dio el mayor ímpetu a la evolución humana, por otra parte llegó en el momento en que la mente humana, el alma humana, estaban en su condición más oscura. Hubo, en efecto, períodos antiguos de la evolución en los que los hombres podían saber con certeza, porque tenían memoria ancestral, que la individualidad humana pasa por repetidas vidas terrestres. En los Evangelios, la enseñanza de las repetidas vidas terrestres sólo es aparente cuando entendemos los Evangelios y podemos discernir rastros de ella allí. Esa fue la época en que los hombres estaban menos preparados para comprender esta enseñanza. En los últimos tiempos, cuando los hombres buscaban a Cristo por el camino indicado ayer, todo tenía que tomar la forma de una preparación infantil. No se podía entonces hacer conocer a los hombres las experiencias relativas a la reencarnación; no estaban maduros para ello y sólo les habría conducido al error. El cristianismo tuvo que desarrollarse durante casi 2.000 años sin poder indicar la enseñanza de la reencarnación.
En estas conferencias hemos mostrado cuán diferente era en el budismo, y cómo surge en la conciencia occidental el pensamiento de vidas terrenales repetidas como algo evidente. Ciertamente, todavía prevalecen muchos malentendidos; pero ya sea que tomemos esta idea de Lessing o del psicólogo Drossbach, nos damos cuenta de que para la conciencia europea la enseñanza de la reencarnación concierne a la humanidad en general, mientras que en el budismo el individuo considera que la cuestión de cómo va de vida en vida, de cómo puede liberarse de la sed de existencia, concierne sólo a su vida interior personal. El oriental convierte lo que se le da como enseñanza sobre la reencarnación en un camino de redención individual, mientras que para Lessing la cuestión esencial era: "¿Cómo puede avanzar toda la humanidad?". Según Lessing, debemos distinguir sucesivos periodos de tiempo dentro del desarrollo progresivo de la humanidad. En cada época la humanidad recibe algo nuevo. La historia nos enseña que en el curso del desarrollo humano siguen surgiendo nuevas acciones civilizadoras. ¿Cómo podría hablarse de la evolución de toda la humanidad, dice Lessing, si un alma viviera en una sola época? ¿De dónde podrían proceder los frutos de la civilización si los seres humanos no volvieran a nacer, si lo que hubieran aprendido en una época no se trasladara a la siguiente, y sus frutos a la siguiente, y así sucesivamente? 
Por tanto, para Lessing la idea de vidas terrenales repetidas no es tan solo una preocupación del alma individual. Concierne a todo el curso de la civilización terrestre. Y para que pueda surgir una civilización avanzada, un alma que vive en el siglo XIX debe trasladar a su existencia actual todo lo que había adquirido anteriormente. Por el bien de la tierra y de su civilización, los seres humanos deben nacer de nuevo. Este es el pensamiento de Lessing. Pero en este pensamiento de la reencarnación que concierne a toda la humanidad, ha estado trabajando, entretejido en él, el Impulso de Cristo. Porque el impulso de Cristo convierte todo lo que un hombre hace o puede hacer en una acción de relevancia universal, no en algo que le afecte sólo a él como individuo. Sólo puede ser discípulo de Cristo quien dice: 'Lo hago por el más pequeño de los hermanos, porque sé que Tú lo sientes como si yo lo hubiera hecho por Ti'. Puesto que toda la humanidad está ligada a Cristo, el que confiesa a Cristo siente que pertenece a toda la humanidad. Este pensamiento ha penetrado en el pensar, sentir y percibir de toda la raza humana. Y cuando la idea de la reencarnación reapareció en el siglo XVIII, lo hizo como un pensamiento cristiano. Y aunque Widenmann trató la reencarnación torpemente, de forma embrionaria, en su ensayo premiado de 1851 su pensamiento sobre la reencarnación está impregnado del impulso cristiano. Dedica un capítulo especial a mostrar la conexión entre el cristianismo y la enseñanza de la reencarnación.
Fue necesario en la evolución humana que las almas aceptaran primero los otros impulsos cristianos, para que el pensamiento de la reencarnación pudiera llegar a nuestra conciencia en forma madura. Y, en efecto, este pensamiento de la reencarnación se conectará de tal modo con el cristianismo que se sentirá como algo que conduce a la persona a través de encarnaciones sucesivas. Comprenderemos cómo la individualidad, que se pierde completamente según el punto de vista budista -como vimos en la conversación del rey Milinda con el sabio Nagasena-, recibe primero su verdadero contenido al impregnarse de Cristo. Ahora podemos comprender por qué el punto de vista budista, unos 500 años antes de la aparición de Cristo, perdió el yo humano, aunque conservó la enseñanza de las encarnaciones sucesivas. Hemos llegado a una época en la que el organismo humano debe comprender, aceptar, impregnarse del pensamiento de la reencarnación. Pues el progreso de la evolución humana no depende de qué enseñanzas se promulguen o encuentren un nuevo asidero. Otras leyes entran en consideración, y no dependen de nosotros mismos.
En el futuro, la naturaleza humana desarrollará ciertas facultades que tendrán como consecuencia que el individuo, tan pronto como haya alcanzado cierta edad y haya tomado conciencia de sí mismo, tendrá el sentimiento: "Hay algo en mí que debo comprender". Este sentimiento se apoderará cada vez más de los hombres. En épocas pasadas, incluso cuando los seres humanos eran plenamente conscientes de sí mismos, no existía la conciencia que está por venir. Se expresará de alguna manera como sigue: Siento algo dentro de mí que está relacionado con mi yo personal. Extrañamente, no encaja con todo lo que he conocido desde mi nacimiento". Un hombre comprenderá lo que ocurre aquí; otro no. Un hombre lo comprenderá si ha llevado las enseñanzas de la Ciencia Espiritual a su vida. Entonces sabrá: 'Lo que estoy sintiendo ahora me es extraño, porque es el yo que ha venido de vidas anteriores'. Esto oprimirá el corazón, causará miedo y ansiedad, en aquellos que no pueden explicarlo por las repetidas vidas terrenales. Estos sentimientos, que no son meramente una incertidumbre teórica, sino un hambre, un acalambramiento de la vida, desaparecerán a través de las percepciones que nos da la Ciencia Espiritual, que nos dice: "Debes pensar en tu vida como extendida abarcando vidas terrenales anteriores". Entonces los hombres verán lo que significa para ellos experimentar la conexión con el Impulso Crístico. Porque es el Impulso Crístico el que dará vida a toda la visión retrospectiva, a toda la perspectiva del pasado. El hombre sentirá: 'Aquí fue esta encarnación; allí, aquella'. Entonces llegará a un momento más allá del cual será incapaz de ir sin comprender claramente: Las encarnaciones se seguirán en retrospectiva, hasta un tiempo en que el Acontecimiento Crístico aún no existía. Esta iluminación de la visión retrospectiva a través del Impulso Crístico la necesitarán los hombres para su seguridad en el futuro, como una necesidad y una ayuda que puede fluir en encarnaciones posteriores.
Esta transformación del alma humana derivará del Acontecimiento que comienza en el siglo XX y que puede llamarse el segundo Acontecimiento Crístico, de modo que aquellas personas en las que hayan despertado facultades superiores mirarán al Señor del Karma. Algunos de vosotros diréis que cuando tenga lugar el acontecimiento Crístico del siglo XX, muchos de los que ahora viven estarán con los que se han dormido, estarán en el tiempo entre la muerte y un nuevo nacimiento. Pero ya sea que una persona esté viviendo en un cuerpo físico, o en el tiempo entre la muerte y un nuevo nacimiento, si se ha preparado para el Acontecimiento de Cristo, lo experimentará. La visión del Acontecimiento Crístico no depende de que estemos encarnados en un cuerpo físico, pero la preparación para el Acontecimiento Crístico sí depende. Así como fue necesario que el primer Acontecimiento Crístico tuviese lugar en el plano físico para que la salvación del hombre pudiese ser realizada, así debe ser hecha la preparación aquí en el mundo físico, la preparación para mirar con plena comprensión, con plena iluminación, el Acontecimiento Crístico del siglo XX. Porque una persona que lo contemple sin estar preparada, cuando sus poderes hayan despertado, no podrá comprenderlo. El Señor del Karma se le aparecerá entonces como un juez temible. Para tener una comprensión iluminada de este Acontecimiento, el individuo debe estar preparado. Con este propósito se ha difundido en nuestro tiempo la concepción antroposófica del mundo, a fin de que los hombres puedan prepararse en el plano físico para percibir el Acontecimiento de Cristo, ya sea en el plano físico o en los planos superiores. Aquellos que no estén suficientemente preparados en el plano físico, y pasen sin preparación por la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento, tendrán que esperar hasta que, en la siguiente encarnación, puedan ser preparados aún más por medio de la Antroposofía para la comprensión de Cristo. Durante los próximos 3.000 años se dará a los hombres la oportunidad de pasar por esta preparación, y el propósito de todo el desarrollo antroposófico será hacer a los hombres cada vez más capaces de participar en lo que está por venir.
Así comprendemos cómo el pasado fluye hacia el futuro. Cuando, por ejemplo, recordamos cómo Buda impregnó el cuerpo astral del niño Jesús Nathánico, vemos cómo la actividad de las fuerzas de Buda continuó después de que él mismo ya no necesitara encarnarse de nuevo en la tierra. Y cuando recordamos cómo influencias no directamente relacionadas con Buda actuaron en Occidente, vemos cómo el mundo espiritual penetra en el físico.
Toda esta preparación está relacionada con el hecho de que los hombres se acercan cada vez más a un ideal que surgió en la antigua Grecia, un ideal formulado por Sócrates: que cuando un hombre capta la idea del bien, de lo moral, de lo ético, siente esta idea como un impulso tan mágico que se vuelve capaz de vivir de acuerdo con ella como un ideal. Hoy no estamos tan avanzados como para que este ideal pueda realizarse; sólo estamos tan avanzados que, en determinadas circunstancias, un hombre puede muy bien formarse un concepto del bien; puede ser muy inteligente y sabio y, sin embargo, no necesitar ser moralmente bueno. La dirección de la evolución interior, sin embargo, es tal que las ideas que tenemos del bien se convertirán inmediatamente en impulsos morales. Esa es la intención de la evolución que experimentaremos en los tiempos venideros. Y las enseñanzas dadas en la Tierra serán cada vez más de tal naturaleza que, en el curso de los siglos y milenios futuros, la palabra humana llegará a tener un efecto inimaginablemente mayor que el que tiene ahora o ha tenido nunca en el pasado. Hoy en día, en los mundos superiores, cualquiera puede ver claramente la conexión entre el intelecto y la moralidad; pero todavía no existe un discurso humano que funcione tan mágicamente que, cuando se enuncia un principio moral, se hunda en el hombre como una idea nueva, de modo que lo perciba como directamente moral, y no pueda hacer otra cosa que actuar sobre él como un impulso moral. Después de los siguientes 3.000 años será posible utilizar una forma de discurso que ahora no podría confiarse a nuestras cabezas. Será tal que todo lo intelectual será al mismo tiempo moral, y este elemento moral penetrará en el corazón de los hombres. Durante los próximos 3.000 años, el género humano deberá impregnarse de una moral mágica. De lo contrario, los hombres no serían capaces de soportar tal evolución; sólo harían un mal uso de ella.
Para la preparación especial de una evolución de este tipo debemos fijarnos en una individualidad muy calumniada que vivió alrededor de un siglo antes de nuestra era. Se le menciona, aunque ciertamente de forma distorsionada, en los escritos hebreos como Jeschu Ben Pandira - Jesús el hijo de Pandira. Por las conferencias que se dieron una vez en Berna, algunos de ustedes sabrán que este Jeschu Ben Pandira trabajó en la preparación del Evento de Cristo formando alumnos, entre los cuales había uno que llegó a ser el maestro del escritor del Evangelio de Mateo. Jeschu Ben Pandira, noble figura esenia, precedió a Jesús de Nazaret en un siglo. El propio Jesús de Nazaret sólo se movía entre los esenios, mientras que Jeschu Ben Pandira era totalmente esenio.
¿Quién era Jeschu Ben Pandira?
El sucesor de aquel Bodhisattva que en su última encarnación terrenal se había elevado en su vigésimo noveno año a ser Gautama Buda se incorporó al cuerpo físico de Jeschu Ben Pandira. Todo Bodhisattva que se eleva al rango de Buda tiene un sucesor. Esta tradición oriental se corresponde exactamente con la investigación ocultista. El Bodhisattva que trabajaba en aquella época en la preparación del Acontecimiento Crístico reencarnó una y otra vez. Una de sus reencarnaciones está fijada para el siglo XX. Es imposible hablar aquí más exactamente sobre la reencarnación de este Bodhisattva; algo, sin embargo, se puede decir sobre la forma en que tal Bodhisattva puede ser reconocido.
A través de una ley que será demostrada y explicada en futuras conferencias, es una peculiaridad de este Bodhisattva que cuando reaparece en una nueva encarnación, -y siempre reaparece así en el curso de los siglos,- es bastante diferente en su juventud de lo que llega a ser en sus actividades posteriores. En un momento bastante definido de la vida de este Bodhisattva, siempre tiene lugar algo parecido a una revolución, una gran transformación. Para expresarlo más detalladamente, en un lugar u otro hay un niño más o menos dotado, en el que no se nota que tenga que hacer nada especial como preparación para la futura evolución de la humanidad. Las investigaciones ocultistas confirman que nadie durante su infancia y juventud da tan pocas señales de lo que realmente es como aquel que va a incorporar un Bodhisattva. Pues en cierto momento de su vida se produce en él un gran cambio. Si se incorpora una individualidad del pasado remoto, -Moisés, por ejemplo-, no ocurre con él lo mismo que con la individualidad Crística, a la que Jesús de Nazaret confió sus envolturas. En el caso de un Bodhisattva habrá ciertamente algo así como un intercambio, pero la individualidad permanece en cierto sentido, y la individualidad que viene del pasado remoto, -como patriarca u otra cosa,- y ha de traer nuevas fuerzas para la evolución de la humanidad, desciende, y el ser humano que lo recibe experimenta una inmensa transformación. Esta transformación se produce especialmente entre los treinta y los treinta y tres años. Nunca puede saberse de antemano que este cuerpo será tomado en posesión por el Bodhisattva. El cambio nunca se manifiesta en la juventud. El rasgo distintivo es precisamente que los últimos años son tan distintos de los juveniles.
El que se incorporó a Jeschu Ben Pandira, -el Bodhisattva que se reencarnó repetidas veces y que sucedió a Gautama Buda,- se ha preparado para su encarnación de Bodhisattva, de modo que pueda reaparecer y elevarse a la dignidad de Buda exactamente 5.000 años después de la iluminación de Gautama Buda bajo el árbol bodhi. También en este caso la investigación ocultista concuerda plenamente con la tradición oriental. Por lo tanto, dentro de 3.000 años, este Bodhisattva, mirando hacia atrás en todo lo que ha sucedido en la nueva época, y mirando hacia atrás en el Impulso Crístico y todo lo que está conectado con él, hablará de tal manera que su discurso hará realidad lo que se acaba de describir: la intelectualidad se convertirá directamente en moral. El futuro Bodhisattva, que pondrá todo lo que tiene al servicio del Impulso Crístico, será un Portador del Bien a través del Verbo, a través del Logos. Hablará en un lenguaje que aún no posee ningún hombre, pero un lenguaje que es tan sagrado que aquel que lo habla puede ser llamado Portador del Bien. Esto tampoco se manifestará en su juventud, sino que aproximadamente a los treinta y un años aparecerá como un hombre nuevo, y se entregará como aquel que puede llenarse de una individualidad superior. La experiencia de una sola encarnación en la carne sólo es válida para Cristo Jesús. Todos los Bodhisattvas pasan por varias encarnaciones sucesivas en el plano físico. Este Bodhisattva, dentro de 3.000 años, habrá avanzado tanto que será un Portador del Bien, un Buda Maitreya, que pondrá sus Palabras de Bondad al servicio del Impulso Crístico, que para entonces un número suficiente de hombres habrá hecho parte de su vida. La perspectiva del desarrollo futuro del hombre nos lo dice hoy.
¿Qué fue necesario para que los seres humanos pudieran llegar gradualmente a esta época de la evolución? Esto lo podemos aclarar de la siguiente manera.
Si queremos hacer un cuadro gráfico de lo que sucedió en la antigua Lemuria para la evolución terrestre del hombre, podemos decir: Esa fue la época en que el hombre descendió de las Alturas Divinas: para él estaba establecido que debía seguir desarrollándose de una determinada manera, pero a través de la influencia luciférica fue arrojado más profundamente a la materia de lo que habría sido sin esa influencia. De este modo, su camino evolutivo se volvió diferente.
Cuando el hombre hubo descendido a la etapa más baja, fue necesario un poderoso impulso en dirección ascendente. Este impulso sólo pudo producirse porque en los mundos superiores el Ser que designamos como el Ser Crístico había tomado una resolución que no habría necesitado tomar para Su propia evolución. Pues el Ser Crístico también habría alcanzado Su evolución si hubiera tomado un camino muy, muy por encima del camino que seguían los hombres. Habría podido pasar, por así decirlo, muy por encima de la evolución de la humanidad. Pero si no se hubiera dado el impulso ascendente, la evolución humana se habría visto obligada a continuar su camino descendente. El Cristo habría tenido un ascenso, pero la humanidad un descenso. Sólo porque el Ser Crístico tomó la resolución de unirse a un hombre en la época de los Acontecimientos de Palestina, de encarnarse en un hombre y hacer posible el camino ascendente para la humanidad, sólo así pudo producirse la Redención de la humanidad, como podemos llamarla ahora: redención del impulso traído por las fuerzas luciféricas y designado simbólicamente en la Biblia como "pecado original", la Tentación de la Serpiente y el pecado original que fue su consecuencia. Cristo realizó algo que no era necesario para Él.
¿Qué clase de Acto fue éste?
Fue un acto de Amor Divino. Debemos tener muy claro que ningún sentimiento humano es capaz de comprender la intensidad del amor que fue necesario para que un Dios tomara la decisión, -una decisión que no tenía necesidad de tomar,- de actuar en la Tierra en un cuerpo humano. Así, mediante un acto de amor, se produjo el acontecimiento más importante de la evolución humana. Y cuando los hombres comprendan este acto de amor de un Dios, cuando traten de comprenderlo como un gran ideal en contraste con el cual todo acto humano de amor no puede ser más que pequeño, entonces, a través de este sentimiento de total desproporción entre el amor humano y el Amor Divino necesario para el Misterio del Gólgota, se acercarán a la construcción, al nacimiento dentro de ellos, de esas Imaginaciones que ponen ante nuestra mirada espiritual el trascendental Acontecimiento del Gólgota. Sí, en verdad, es posible alcanzar la Imaginación del monte sobre el que se levantó la Cruz, esa Cruz en la que colgaba un Dios en cuerpo humano, un Dios que por su propia voluntad, por Amor, realizó el acto mediante el cual la tierra y la humanidad pudieran alcanzar su meta.
Si el Dios que se designa con el nombre de Padre no hubiera permitido en un momento dado que las influencias luciféricas llegaran al hombre, el hombre no habría desarrollado el Yo libre. Con la influencia Luciférica, las condiciones para el Yo libre fueron establecidas. Eso tuvo que ser permitido por el Padre-Dios. Pero así como el Yo, en aras de la libertad, tuvo que enredarse en la materia, así también, para que el Yo pudiera liberarse de este enredo, todo el amor del Hijo tuvo que conducir al Acto del Gólgota. Sólo así se hizo posible por primera vez la libertad del hombre, la plena dignidad del hombre. El hecho de que podamos ser seres libres, tenemos que agradecérselo a un Acto Divino de Amor. Como hombres podemos sentirnos seres libres, pero nunca podemos olvidar que por esta libertad tenemos que dar gracias a este Acto de Amor. Entonces, en medio de nuestro sentimiento, surgirá el pensamiento: 'Puedes alcanzar el valor, la dignidad de un hombre; pero una cosa no debes olvidar, que por ser lo que eres tienes que agradecer a Aquel que te ha devuelto tu prototipo humano a través de la Redención en el Gólgota'. Los hombres no deberían poder pensar en la libertad sin pensar en la Redención por medio de Cristo: sólo entonces se justifica el pensamiento de la libertad. Si queremos ser libres, debemos dar gracias a Cristo por nuestra libertad. Sólo entonces podremos percibirla realmente. Y aquellos que consideran que su dignidad de hombres se ve restringida cuando dan gracias a Cristo por ella, deberían reconocer que las opiniones humanas no tienen ninguna importancia frente a los hechos cósmicos, y que un día reconocerán de muy buena gana que su libertad fue conquistada por Cristo.
Lo que hemos podido hacer en estas conferencias no es mucho para comprender mejor el Impulso Crístico y todo el curso de la evolución humana en la Tierra, desde el punto de vista de la Ciencia Espiritual. Sólo podemos reunir piedras de construcción individuales. Pero si el efecto sobre nuestras almas es algo así como un estímulo renovado para un mayor esfuerzo, para un mayor desarrollo a lo largo del camino del conocimiento, entonces estas piedras habrán hecho su trabajo para el gran templo espiritual de la humanidad. Y lo mejor que podemos llevarnos de un estudio científico-espiritual como éste es que, una vez más hemos aprendido algo hacia una cierta meta, que hemos enriquecido de nuevo algo nuestro conocimiento. Y nuestro gran objetivo es éste: que sepamos con mayor exactitud cuánto nos queda por saber. Entonces estaremos cada vez más impregnados de la verdad del viejo dicho socrático: "Cuanto más aprende un hombre, más sabe lo poco que sabe". Pero esta convicción sólo es buena cuando no es una confesión de resignación pasiva y acomodaticia, sino que testimonia una voluntad y un esfuerzo vivos hacia un conocimiento cada vez más amplio. No debemos reconocer lo poco que sabemos diciendo: "Puesto que no podemos saberlo todo, preferimos no aprender nada; así pues, juntemos las manos sobre el regazo". Ese sería un falso resultado del estudio científico-espiritual. El resultado correcto es sentirse cada vez más inspirado a seguir esforzándose; considerar cada nueva cosa aprendida como un paso hacia el logro de etapas aún más elevadas.
En estas conferencias quizás hemos tenido que decir mucho sobre el pensamiento de la Redención sin utilizar a menudo la palabra. Este pensamiento de la Redención debe ser sentido por un buscador del espíritu como fue sentido por un gran precursor de nuestra Ciencia Espiritual: que está relacionado y confiado a nuestras almas sólo como consecuencia de nuestro esfuerzo por alcanzar las metas más elevadas del conocer, sentir y querer. Y como este gran precursor relaciona la palabra "Redención" con la palabra "esfuerzo" y lo ha expresado en la frase: "Wer immer strebend sich bemüht, den können wir erlösen", * - "Aquel que nunca abandona el esfuerzo, es a él a quien podemos redimir"-, así debe sentirlo siempre el antropósofo. La verdadera Redención sólo puede ser comprendida, sentida y querida en su propio ámbito por alguien que nunca se da por vencido.
Que este ciclo de conferencias -que me ha sido especialmente encomendado, porque en él hay mucho que decir sobre el pensamiento de la Redención- sea un estímulo para nuestros futuros esfuerzos; que nos encontremos cada vez más unidos en nuestros esfuerzos, durante esta encarnación y en las posteriores. Que éste sea el fruto de tales estudios. Con esto concluiremos, llevando con nosotros como estímulo el pensamiento de que debemos esforzarnos continuamente, a fin de que podamos ver lo que es el Cristo, por un lado, y por el otro podamos acercarnos a la Redención, que está siendo liberada no sólo del camino terrestre inferior y del destino terrestre, sino también de todo lo que impide al hombre alcanzar su dignidad como hombre. Pero estas cosas sólo están verdaderamente escritas en los anales de lo Espiritual. Pues la escritura que puede leerse en los reinos espirituales es la única escritura verdadera. Esforcémonos, pues, por leer el capítulo relativo a la dignidad del hombre y a la misión del hombre, en la escritura donde estas cosas están escritas en los mundos espirituales.
Traducido por J.Luelmo dic.2022


* Johann wolfgang von Goethe

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919