GA176 Berlín 29 de mayo de 1917- La edad del individuo y la edad general de la humanidad

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RUDOLF STEINER

La edad del individuo y la edad general de la humanidad



Berlín 29 de mayo de 1917
En la actualidad, las circunstancias de la vida no se prestan a la celebración de festividades en el sentido habitual. En estos tiempos difíciles, lo mejor para nosotros sería investigar aspectos de la ciencia espiritual que, en cierta medida, pueden ayudarnos a comprender las causas más profundas de la situación actual. En vista de ello, me propongo hablar de ciertos resultados de la investigación espiritual que arrojan luz sobre esta cuestión. Intentemos centrar nuestra atención en un determinado aspecto de la evolución de la humanidad durante los tiempos post-atlantes hasta el presente.
Sabemos por diversos temas, tratados en ocasiones anteriores, que en cierto sentido es posible comparar la evolución de la humanidad en su conjunto con el desarrollo experimentado por el individuo, aunque sólo sea porque, al menos a primera vista, ambos aparecen como un avance que tiene lugar en el tiempo. En particular, llevo años investigando las condiciones evolutivas internas de la humanidad post-atlante. Es mucho lo que ha salido a la luz, especialmente este invierno, que es de gran importancia también en relación con la cuestión que acabamos de mencionar.

Desde un punto de vista externo, puede parecer que cuando se observa el progreso humano a lo largo de un cierto período de tiempo, no se puede sino llegar a la conclusión de que una determinada fracción de la evolución de la humanidad corresponde al desarrollo del individuo entre una edad y otra. Parecería, por tanto, que la evolución de la humanidad en su conjunto sigue un curso similar al del ser humano individual. Sin embargo, la investigación demuestra que no es así en absoluto. Además, también se revela que importantes secretos, sobre todo en relación con la época actual, están relacionados con el hecho de que esto no es cierto. Volviendo a la primera época cultural post-atlante, lo que podemos hacer con la ayuda de conceptos que nos son familiares de la ciencia espiritual, la época que solemos designar como la India antigua, podemos preguntar: En la vida del ser humano individual, ¿A qué edad corresponde la edad de la humanidad en general en aquella antigua época? La investigación espiritual descubre algo bastante notable. A menudo he mencionado que hoy en día se supone con demasiada ligereza que en tiempos pasados, dentro de las culturas que entonces existían, la configuración del alma del hombre era más o menos como es ahora. Esta suposición es totalmente errónea y se debe a que el hombre moderno, con su visión materialista-científica, es sencillamente incapaz de formarse una idea de cómo ha cambiado el alma del hombre, y en particular su vida interior, en un período comparativamente corto.
Si observamos al ser humano tal y como es hoy en día, nos damos cuenta de que, durante un determinado período de su desarrollo, su cuerpo físico es el primero en madurar. Sus órganos corporales se desarrollan tanto en su estructura más gruesa como en la más delicada. El ser humano no sólo aumenta de tamaño, sino que sus órganos se perfeccionan tanto externa como internamente. Vemos que, hasta cierta edad, el desarrollo de su espíritu y de su alma está ligado al desarrollo de su cuerpo físico; ambos siguen, por así decirlo, un curso paralelo. Ningún educador puede ignorar impunemente este hecho. También sabemos que este entrelazamiento del desarrollo del espíritu y del alma con el del cuerpo llega a su fin a cierta edad. Entonces se considera que el hombre está plenamente desarrollado. Cuando observamos la vida, no podemos dejar de constatar que los seres humanos, tan pronto como es posible, se consideran un producto acabado sin necesidad de ningún aprendizaje ulterior. Sugerir que puedan leer Ifigenia de Goethe o Guillermo Tell de Schiller después de cierta edad es considerado por muchos como pedir demasiado. Es algo que se lee en la escuela, pertenece a la juventud; ¡en la edad madura uno ya no se ocupa de esas cosas! Puede que no sea una opinión generalizada, pero sin duda está muy extendida, y se puede observar una actitud similar en muchos otros ámbitos de la vida. Es una actitud que tiene su origen en algo bastante fundamental. A partir de cierto momento de su vida, el hombre está físicamente plenamente desarrollado. En ese momento, su espíritu y su alma dejan de depender de sus órganos corporales, cuyo crecimiento y desarrollo han llegado a su fin. Somos conscientes de que, a partir de ese momento, su espíritu y su alma se liberan del cuerpo y se desarrollan de forma independiente. Cuando observamos al hombre tal como es hoy en día, nos damos cuenta de que este momento se produce a una cierta edad -más adelante se hablará de ello-, pero estaríamos muy equivocados si creyéramos que este acontecimiento tuvo lugar ni remotamente de la misma manera en la primera época cultural postatlante.

En aquella época el hombre pasaba naturalmente por las edades de 6, 12, 20, 30, 40, 50 y así sucesivamente, pero durante toda su vida experimentaba el envejecimiento de forma diferente a como se experimenta hoy en día. Durante aquella época, el hombre sentía, hasta una edad madura, entre los 48 y los 56 años, la dependencia de su ser anímico-espiritual de su naturaleza física-corporal. Sentía esto en una medida que hoy sólo se da en la infancia y en la primera juventud. Hay que comprender lo que esto significaba; significaba que mientras el cuerpo crecía el hombre sentía la participación del alma en el crecimiento y desarrollo del cuerpo hasta la edad de 35 años. Después comenzaba a experimentar la participación del alma en la decadencia del cuerpo. Sentía que su alma dependía de la evolución del cuerpo. Mientras que al principio el cuerpo se encontraba en una condición de crecimiento y desarrollo, gradualmente entraba en una condición de declive. Como ´lo anímico-espiritual' del hombre moderno es relativamente independiente de su naturaleza corporal, no se da cuenta de cuándo comienza el declive. En la primera época postatlante, los que alcanzaban esta edad sentían que con la decadencia del cuerpo se liberaba en ellos una espiritualidad universal.
El hecho de que la naturaleza corporal comenzara a declinar mientras el alma aún dependía de ella propiciaba que el espíritu se encendiera en el interior del hombre. Inmediatamente después de la catástrofe atlante, esta condición se prolongaba hasta la edad de 56 años. Sólo entonces podría decirse que el hombre estaba plenamente desarrollado; sólo entonces su ser anímico-espiritual dejaba de depender de la naturaleza corporal. Que en aquella época hubiera ecos de visión espiritual interior se debía a que el espíritu y el alma del hombre participaban de la naturaleza corporal durante su declive. Esta condición y cualidad de la vida humana arrojaba su luz sobre toda la cultura. Los jóvenes eran conscientes, porque era conocimiento y experiencia común, de que cuando envejecieran, cuando alcanzaran una edad venerable, se revelarían secretos divinos en sus almas. Esta fue la razón de que existiera en aquella primera época cultural post-atlante una veneración, un culto a la vejez del que hoy no podemos tener idea a menos que lo percibamos en los ecos espirituales que quedan de aquel tiempo antiguo. Después de todo lo que ya he dicho, apenas necesito mencionar que los que morían antes de llegar a la edad patriarcal conocían un mundo distinto del físico-material. Sabían: en ese mundo, los que morían jóvenes tenían otras tareas que cumplir junto con seres superiores de alma y espíritu. Así todos, también cuando morían antes de llegar a la vejez, seguían teniendo una visión satisfactoria de la vida y del mundo.

Lo notable es que cuando se investigan estas cosas no se puede hablar de que la humanidad envejezca; curiosamente hay que decir que la humanidad rejuvenece cada vez más, que retrocede hacia la juventud. Inmediatamente después de la catástrofe atlante el hombre se desarrollaba, en la forma que he descrito, hasta la edad de 56 años, luego siguió el tiempo en que lo hizo hasta la edad de 55 años, luego 54 y así sucesivamente. Cuando la primera época cultural post-atlante llegó a su fin, el desarrollo sólo alcanzaba hasta los 48 años. En ese momento, el hombre tenía que decirse a sí mismo: Ahora estoy solo, mi naturaleza corporal ya no contribuye al desarrollo de mi alma y mi espíritu. Y, como hemos visto, esto ocurre ahora mucho antes que al principio de la antigua época cultural india.

Llegamos a la segunda, la antigua época persa. Esta época corresponde a la fase por la que pasa el individuo entre los 48 y los 42 años. En otras palabras, en esta época el hombre sentía que el desarrollo de su espíritu y de su alma dependía de su naturaleza corporal hasta los cuarenta años. Sólo cuando superaba la cuarentena experimentaba esa independencia del cuerpo que en la actualidad se produce a una edad mucho más temprana. Esto significaba que en la antigua época persa el alma no participaba durante tanto tiempo, ni tan intensamente, en la decadencia, en la esclerosis del organismo. El alma no participaba durante tanto tiempo en aquellas fuerzas que surgían del organismo en decadencia y que podían conducir al hombre al mundo espiritual, iluminándolo para él.

Después de la antigua época cultural persa siguió la que designamos como época egipcio-caldea. Ahora la edad de la humanidad en su conjunto descendió a lo que corresponde en el individuo a los años entre 42 y 35 años. Eso significa que en la época egipcio-caldea el fruto del desarrollo le llegaba al hombre por sí mismo al principio hasta la edad de 42 años, luego 41, más tarde 40 y así sucesivamente. Después tenía que lograr su propio desarrollo interior independiente.
Estos hechos parecen tener la mayor importancia para la cuarta, la época grecolatina. En esta época la humanidad en su conjunto se desarrollaba de modo que la edad de la humanidad post-atlante correspondía sucesivamente a la del individuo entre los 35 y los 28 años. Son los años que conducen a la mitad de la vida. Debemos tener muy claro lo que ocurría en la época grecolatina. El ser humano individual de esta época experimentaba, simplemente a través de las leyes que rigen la evolución de la humanidad, la dependencia de su ser anímico-espiritual del crecimiento y desarrollo del cuerpo. Pero justo en el momento en que el cuerpo entraba en decadencia, cuando empezaba a esclerotizarse -si se me permite la expresión, que por supuesto es un tanto radical-, el alma se liberaba del cuerpo. La primera mitad de la vida hacía que una persona perteneciera a la cultura grecolatina en virtud de la evolución de la humanidad en general. Durante esta época, la evolución del individuo coincidía tan exactamente con la evolución de la humanidad en su conjunto que, en el momento en que los seres humanos comenzaban a experimentar el declive del cuerpo, nada más se revelaba al hombre a través de él. Por eso gran parte de la cultura griega revela juventud, vitalidad y crecimiento floreciente. Sin embargo, lo que sólo puede revelarse a través de la naturaleza corporal en su declive eludió al griego. Esto significaba que tales revelaciones estaban perdidas para él a menos que recibiera instrucción espiritual en los misterios. La visión directa del mundo espiritual se perdía a través de la propia naturaleza humana.

En la tercera época, simplemente a través de su naturaleza, el hombre podía ver el mundo espiritual, aunque cada vez en menor medida. La visión directa le permitía conocer la inmortalidad del alma. En la época grecolatina el hombre podía saber que todo lo que crece, todo lo que florece, todo lo que nace está impregnado de alma y espíritu. Pero la vida independiente del alma después de la muerte, o antes de haber entrado en la vida física a través del nacimiento, ya no era evidente para el griego simplemente a través de la evolución humana como tal. De ahí el conocido dicho de los héroes griegos: "Es mejor ser un mendigo en el mundo superior que un rey en el reino de las sombras".

Los griegos sabían por visión directa que el "mundo superior" y el hombre dentro de él estaban impregnados de alma y espíritu. Precisamente por esta visión, el mundo espiritual como tal se les escapaba. Es interesante que el eminente sabio griego Aristóteles desarrollara sus ideas precisamente sobre esta visión fundamental de los griegos. El gran erudito aristotélico Franz Brentano tenía razón cuando decía que el punto de vista de Aristóteles sobre la inmortalidad era que después de la muerte el hombre ya no era un ser humano completo. Como griego, Aristóteles tenía el punto de vista que he descrito y, por tanto, presuponía que para que un ser humano estuviera completo, el cuerpo y el alma debían estar juntos. Los que como Aristóteles no estaban iniciados en los misterios decían: Si a un hombre le cortan un brazo, ya no es un ser humano completo; si le cortan los dos brazos, es aún menos completo; si le quitan todo el cuerpo, como ocurre en la muerte, entonces ya no es verdaderamente un hombre completo. Este punto de vista no es cierto a la luz del conocimiento superior; se originó con los griegos, incluso con aquellos cuyo pensamiento, como en el caso de Aristóteles, había alcanzado la más alta eminencia. Después de que el alma ha pasado por la muerte, el hombre, según Aristóteles, está incompleto porque carece de órganos que puedan ponerlo en comunicación con cualquier tipo de entorno. Brentano reconoció con razón que ésta era la visión de Aristóteles sobre la inmortalidad.
Tengamos en cuenta que durante esta época la humanidad en general pasaba por las edades que corresponden en el individuo a las comprendidas entre los 35 y los 28 años. Si tomamos el primer tercio de este lapso de tiempo llegamos aproximadamente a la edad de 33 años. La cuarta época post-atlante comenzó en el año 747 antes del Misterio del Gólgota, y terminó en el año 1413 después del Misterio del Gólgota. Si la evolución hubiera continuado como hasta la cuarta época, con la humanidad inevitablemente cada vez más joven, entonces el hombre habría experimentado no sólo la inmortalidad que los griegos visualizaban sombríamente. Su esencia anímico-espiritual dejaría de depender del cuerpo a una edad cada vez más temprana. Esta independencia se produciría mucho antes de que su crecimiento y desarrollo corporal hubieran cesado, y antes de que hubiera alcanzado la mitad de la vida. Como la humanidad en general no alcanzaba más que la edad de 34 años, luego 33, 32 y así sucesivamente, el cuerpo le habría abrumado gradualmente. A través de su evolución individual ya no habría sido capaz de levantar la vista hacia ningún tipo de mundo espiritual. Por eso es de tan inmensa importancia que al final del primer tercio de la época que comenzó en el año 747 a.C. tuviera lugar el Misterio del Gólgota, y que justo en ese momento Cristo Jesús alcanzara la edad de 33 años, que en ese momento era también la edad de la humanidad. En ese momento tuvo lugar la muerte en el Gólgota. Cristo Jesús había evolucionado de modo que Su edad y la de la humanidad coincidieron en el momento en que, a través del Misterio del Gólgota, surgió la posibilidad de que el conocimiento de la inmortalidad se obtuviera directamente sin ningún intermediario físico. Este conocimiento sólo puede ser alcanzado en la Tierra debido a la fecundación que ésta recibió cuando el Espíritu Crístico se unió a la personalidad de Jesús, justo cuando Su edad y la de la humanidad coincidieron en el momento en que la humanidad estaba amenazada con la pérdida de toda conexión con el mundo espiritual.

A uno le afecta profundamente cuando, al considerar la evolución de la humanidad como tal con supuestos bastante diferentes, descubre durante la investigación espiritual la profunda conexión entre la evolución terrenal de la humanidad y la edad y muerte de Cristo Jesús. Se me ocurren pocas cosas que puedan tener mayor impacto en el alma que el conocimiento de la ubicación del Misterio del Gólgota dentro de una importante ley de desarrollo que rige a la persona individual y a la evolución de la humanidad en su conjunto. Vemos cómo el conocimiento espiritual explica e ilumina gradualmente el Misterio del Gólgota. Y tal vez podamos intuir que, a medida que la ciencia espiritual continúe ampliándose y desarrollando investigaciones concienzudas, arrojará luz sobre muchos más aspectos de este acontecimiento. Es cierto que hasta ahora nosotros en la tierra, incluso con la penetrante investigación de la ciencia espiritual, captamos el Misterio del Gólgota sólo en la menor medida. El Misterio del Gólgota será comprendido cada vez más y a niveles cada vez más profundos cuanto más progrese la humanidad en el conocimiento espiritual. Me atrevo a decir que durante mi investigación espiritual, pocos momentos han sido más conmovedores que cuando -permítanme decirlo con estas palabras- surgió para mí, de la bruma gris del espíritu, el reconocimiento de la conexión entre la edad de 33 años de la humanidad en la cuarta época post-atlante y la edad de 33 años de Cristo Jesús justo cuando tuvo lugar la muerte en el Gólgota.

Continuando con la evolución postatlante de la humanidad llegamos a la nuestra, la quinta época. Durante esta época la edad de la humanidad en general corresponde a las edades del individuo entre los 28 y los 21 años. Esto significa que cuando la quinta época post-atlante comenzó en 1413, la evolución de la humanidad había alcanzado el punto en que las personas sentían que el desarrollo de su ser espiritual-alma dependía de su naturaleza corporal hasta los 28 años. A esa edad el alma se independizaba. De este hecho se desprende la necesidad que tiene el hombre en esta época de alcanzar a través del desarrollo espiritual interior consciente lo que el alma ya no recibe a través de su dependencia de la naturaleza físico-corporal. En esta época el hombre debe alcanzar la comprensión de su propio ser individual, debe ser capaz de captar la realidad libre e independientemente y llevar esta capacidad más allá de las edades de 28, 27, 26 y así sucesivamente. Sin embargo, hay que decir que generalmente el sistema actual de educación, a pesar de ser un tema muy discutido o quizás debería decir mejor fabulado, no tiende a proporcionar al individuo nada más allá de lo que corresponde a la edad actual de 27 años de la humanidad.
En el transcurso de la quinta época postatlante, la edad general de la humanidad descenderá a 26 años, luego a 25, etc., llegando a 21 años al final de la época. Así se ve la necesidad de la ciencia del espíritu, que proporcionará al alma lo que ya no recibe a través del desarrollo del cuerpo, y la apoyará en su desarrollo independiente. En la actualidad presenciamos el fenómeno de que, si su desarrollo no va más allá de lo que puede recibir del mundo externo y de la historia ordinaria, las personas pueden vivir hasta los cien años, pero su edad permanece en 27 años. Esto significa que todo lo que expresan sobre sus opiniones, observaciones o ideales más íntimos siempre lleva el sello de haber sido expresado por alguien de no más de 27 años.

Me he ocupado de las más variadas personalidades dedicadas a diferentes ramas de la vida cultural y pública. Este aspecto de la investigación es el que he estudiado más a fondo. He intentado descubrir qué se esconde detrás de algunos de los fenómenos más cuestionables con los que uno se encuentra hoy en día. Ha salido a la luz que gran parte de lo que ocurre tiene su origen en el hecho de que las personas con influencia en la vida pública, tengan la edad que tengan, actúan con la disposición mental de un joven de 27 años, en el sentido que he descrito. En verdad, lo que voy a decir no lo digo movido por malos sentimientos o animadversión. La investigación sobre estas cosas se remonta a mucho antes de la guerra, como puede verse en mis conferencias.

He investigado una personalidad que es típica, porque en lo que se refiere a su disposición anímica hay que decir que, aunque exteriormente es bastante mayor, interiormente sólo tiene 27 años. En su actividad en la vida pública demuestra ser un representante típico de tal personalidad. Hay muchos ejemplos entre los que elegir, pero tomemos uno más lejano a través del cual se ha producido mucho en nuestro tiempo: Woodrow Wilson, el Presidente de los Estados Unidos de América. Me he esforzado mucho en investigar la disposición anímica de este hombre. Él representa a aquellos seres humanos cuyo desarrollo no gana nada por el hecho de que el alma del hombre se ha vuelto libre, se ha independizado de la naturaleza corporal y debe ser autosuficiente. En consecuencia, su edad sigue siendo la misma que la de la humanidad, que actualmente es de 27 años. Es realmente una falsedad cuando tales personas afirman tener 30, 40, 50 o más años. En cuanto al desarrollo interior, no tienen más de 27 años.
Un amigo de nuestro movimiento, que ha sufrido mucho por los acontecimientos actuales, escuchó la conferencia que estoy dando ahora en Munich. Él me dijo posteriormente que esta explicación de la peculiaridad de los acontecimientos actuales fue como un rayo de luz que le ayudó a comprender muchos fenómenos. Los ideales abstractos de la juventud, las discusiones abstractas sobre la libertad, entregarse al propio placer mientras se cree tener una misión mundial; todas estas cosas son características de Woodrow Wilson. No desarrollarse más allá de los 27 años explica sus puntos de vista poco prácticos, su incapacidad para descubrir ideas provechosas que se relacionen con la realidad como fuerza creativa, su deseo de expresar sólo puntos de vista que agraden a la gente, que sean inteligibles en general para personas que no quieren ideas más maduras que las que provienen de un joven de 27 años; éstas son también cosas características de Woodrow Wilson. Por poner un ejemplo: sus ideas sobre la paz, que han arrasado en todo el mundo, son tan poco prácticas que han contribuido a la guerra de su propio país. Todas estas cosas están estrechamente relacionadas, pero tienen su origen en los hechos que he indicado. La investigación espiritual descubre verdades más profundas de la evolución humana que no son cómodas de oír. Esto sin duda explica que sean tan poco apreciadas. La gente no es consciente de que tales verdades puedan ser desagradables, pero subconscientemente lo son, y las temen. El miedo es subconsciente y, como la gente no permite que se eleve a la conciencia, se convierte en odio, en antipatía contra las verdades más profundas. Lo que hoy suscita tanta antipatía hacia la ciencia espiritual es el odio subconsciente, y sobre todo el miedo subconsciente a las verdades más profundas que, en efecto, no son, digámoslo así, tan digeribles como esas frases tan amadas hoy en día como "El mejor hombre en el lugar adecuado" y similares. En el futuro, las ideas del hombre, así como sus ideales, deben ser mucho más definidas, mucho más concretas; deben referirse a la realidad, a los hechos tal como son. He hablado de ello desde los más diversos puntos de vista. Las ideas y los ideales deben surgir de un conocimiento real, de una verdadera comprensión del sentido y de la dirección de la evolución del hombre. En efecto, la evolución del hombre no prosperará mientras la gente se niegue a basar lo que se llama "idealismo" en la investigación espiritual directa. Las nociones arbitrarias no proporcionarán ideales que tengan alguna conexión con la realidad.

La sexta época seguirá a la nuestra. Como la edad general de la humanidad corresponderá entonces a las edades del individuo entre 21 y 14 años, significará que el alma del hombre se hará libre e independiente de su naturaleza corporal a esas edades más tempranas. Imagínense cómo será entonces si el alma libre e independiente del hombre no se une al conocimiento derivado de la investigación espiritual. Una persona puede tener entonces 30, 40, 50 años, pero si no ha tomado en sus manos su propio desarrollo, su edad no será de hecho más que 17, 16 o 15 años. El aspecto más importante de la evolución ulterior de la humanidad consiste en el hecho de que, a medida que la tierra progresa, se deja más del desarrollo del hombre al propio individuo. ¿Qué ocurrirá si esto no se reconoce? Lo que ocurrirá es que la gente sufrirá demencia precoz, locura de la adolescencia. Se darán cuenta de lo necesario que es conocer los hechos fundamentales de la existencia terrenal y ser conscientes de los peligros que amenazan a la humanidad. En la actualidad se demuestra mucho valor en la acción exterior, hecho que no siempre se aprecia suficientemente. Pero el progreso ulterior del hombre necesitará valor de alma, el valor que le permitirá enfrentarse a verdades que al principio parecen desagradables si el primer amor de uno en la vida es la facilidad y la comodidad, si todo lo que uno se esfuerza es el conocimiento que uno encuentra, como se suele decir, "elevador", es decir, uno exige que todas las verdades sean agradables. Esta es una actitud muy extendida en nuestro tiempo. Se tiene aversión a alguien en el momento en que habla de cosas que son incómodas, aunque necesarias; uno se siente defraudado porque no consigue elevar. Pero la verdad reconocida como tal está por encima de las palabras pronunciadas simplemente porque tratan de cosas agradables y que pueden llevarse a casa para ser disfrutadas como una bebida reconfortante. La satisfacción que se deriva del conocimiento de la vida tal como es necesaria y verdaderamente, es superior a la que se deriva de la facilidad y la comodidad.

Son cosas que quería decir para ayudarnos a comprender nuestra época actual.

Traducido por J.Luelmo ene.2023






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