GA135 Berlín 23 de enero de 1912 La transformación de formas y fuerzas en la transición de una encarnación a otra según ciertas leyes

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RUDOLF STEINER

REENCARNACIÓN Y KARMA


Berlín 23 de enero de 1912

Primera conferencia: 

Las personas que han estudiado algo de Antroposofía y, en particular, los principios básicos de la reencarnación, el karma y otras verdades relacionadas con el ser humano y su evolución, pueden preguntarse: ¿Por qué es tan difícil hacerse una idea verdadera y de primera mano de ese ser humano que atraviesa repetidas vidas terrenas, ese ser que, si uno pudiera adquirir un conocimiento más íntimo de él, conduciría inevitablemente a comprender los secretos de las repetidas vidas terrenas e incluso del karma? Ciertamente puede decirse que el hombre, por regla general, interpreta erróneamente todo lo relacionado con esta cuestión. Al principio trata, como es natural, de explicarlo desde su mundo ordinario de pensamiento, desde el intelecto ordinario, y se pregunta: ¿Hasta qué punto podemos encontrar, en los hechos de la vida, pruebas de que el concepto de vidas terrenas repetidas y del karma es cierto? Este esfuerzo, que es esencialmente de naturaleza reflexiva, puede llevar al hombre hasta cierto punto, pero no más allá. Porque nuestro mundo de pensamiento, tal como está constituido actualmente, depende enteramente de aquellas cualidades de nuestro organismo humano que están limitadas a una encarnación; las poseemos porque, como seres humanos que viven entre el nacimiento y la muerte, se nos ha dado este organismo particular. Y de esta formación particular del cuerpo físico, con el cuerpo etérico que no es más que una etapa superior, depende todo lo que podemos llamar nuestro mundo-pensamiento. Cuanto más penetrantes son estos pensamientos, cuanto más capaces son de penetrar en las verdades abstractas, tanto más dependen del organismo exterior que está limitado a una encarnación.
De ello podemos concluir que cuando pasamos a la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento -es decir, a la vida espiritual- lo que menos podemos llevarnos con nosotros es lo que experimentamos en nuestras almas: ¡nuestros pensamientos! Y nuestros pensamientos más penetrantes son lo que más tenemos que dejar atrás.

Cabe preguntarse: ¿Qué es lo que el hombre desecha más particularmente cuando atraviesa la Puerta de la Muerte? En primer lugar, su cuerpo físico. Y de todo aquello que constituye su ser interior desecha prácticamente en la misma medida todos los pensamientos abstractos formulados en su alma. Estas dos cosas -cuerpo físico, pensamientos abstractos, pensamientos científicos también- son lo que menos puede llevarse consigo cuando atraviesa la Puerta de la Muerte. En cierto sentido, es fácil para el hombre llevarse consigo su temperamento, sus impulsos, sus deseos, tal como se han formado en él, y sobre todo sus hábitos; también se lleva consigo el modo y la naturaleza de sus impulsos de voluntad, pero lo que menos puede llevarse consigo son sus pensamientos. Por consiguiente, debido a que nuestros pensamientos están tan íntimamente ligados al organismo externo, podemos concluir que no son instrumentos muy bien adaptados para penetrar en los secretos de la reencarnación y del karma, que son verdades que se extienden más allá de una única encarnación.

De todos modos, el hombre puede llegar hasta cierto punto, y de hecho, si desea llegar a comprender la teoría de la reencarnación y del karma, debe desarrollar su pensamiento hasta cierto punto. Lo que se puede decir sobre este tema, ya se ha dicho prácticamente todo, ya sea en el folleto "La reencarnación y el karma desde el punto de vista de la ciencia natural moderna, ya sea en el capítulo sobre la reencarnación y el karma del libro "Teosofía". Apenas puede añadirse nada a lo dicho en estas dos publicaciones. Hoy no nos ocuparemos más sobre lo que puede aportar el intelecto, sino más bien la cuestión de cómo el hombre puede adquirir una cierta concepción de la reencarnación y del karma, es decir, una concepción de más valor que una mera convicción teórica, capaz de producir una especie de certeza interior de que el verdadero núcleo anímico-espiritual del ser dentro de nosotros, viene de vidas anteriores y pasa a vidas posteriores.
Un concepto tan definido puede adquirirse por medio de ciertos ejercicios interiores que no son nada fáciles, de hecho, son difíciles, pero, no obstante, pueden llevarse a cabo. El primer paso consiste en practicar, en cierta medida, el autoconocimiento normal, que consiste en echar una mirada retrospectiva a la propia vida y preguntarse: ¿Qué clase de persona he sido? ¿He sido una persona con una fuerte inclinación a la reflexión, a la contemplación interior? o ¿Soy alguien que siempre ha sentido más amor por las sensaciones del mundo exterior, gustándole o disgustándole esto o aquello de la vida cotidiana? ¿Fui un niño al que en la escuela le gustaba leer pero no la aritmética, al que le gustaba pegar a otros niños pero no le gustaba que le pegaran? ¿O era un niño siempre destinado a ser acosado y no lo suficientemente inteligente como para acosar a otros?

Es bueno echar la vista atrás y, sobre todo, preguntarse: ¿Estaba hecho para las actividades mentales o de la voluntad? ¿Qué me resultó fácil o difícil? ¿Qué me sucedió que me habría gustado evitar? ¿Qué sucesos me hicieron decirme a mí mismo: "Me alegro de que esto sucediera", y así sucesivamente.

Es bueno echar la vista atrás y, sobre todo, ver con claridad las cosas que no nos han gustado. Todo ello conduce a un conocimiento más íntimo del núcleo interno de nuestro ser. Por ejemplo, un hijo al que le hubiera gustado ser poeta fue destinado por su padre a ser artesano, y artesano llegó a ser, aunque antes hubiera sido poeta. Es bueno saber claramente lo que realmente queríamos ser y en lo que nos hemos convertido en contra de nuestra voluntad, visualizar lo que nos habría convenido en la época de nuestra juventud pero no fue nuestra suerte, y luego, a su vez, lo que nos habría gustado evitar.

Todo lo que estoy diciendo se refiere, por supuesto, a la vida en el pasado, no en el futuro - eso sería un falso concepto. Por lo tanto, debemos tener muy claro lo que significa esa retrospectiva al pasado; ello nos dice lo que no queríamos, lo que nos hubiera gustado evitar. Cuando lo tenemos claro, tenemos realmente una imagen de las cosas de nuestra vida que menos nos han gustado. Esto es lo esencial. Y ahora debemos tratar de vivir un concepto muy notable. Debemos desear y querer todo lo que no hemos deseado ni querido. Debemos imaginarnos a nosotros mismos: ¿En qué me habría convertido realmente si hubiera deseado ardientemente todo lo que de hecho no deseaba y que realmente iba a contracorriente en la vida? En cierto sentido debemos descartar aquí lo que hemos logrado superar, pues lo más importante es que deseemos ardientemente o nos imaginemos deseando las cosas que no hemos deseado, o respecto de las cuales no hemos podido realizar nuestros deseos, de modo que nos creamos, en sentimiento y pensamiento, un ser hasta ahora desconocido para nosotros. Debemos imaginarnos a nosotros mismos como este ser con gran intensidad. Si podemos hacerlo, si podemos identificarnos con el ser que nosotros mismos hemos construido de este modo, habremos hecho un verdadero progreso hacia el conocimiento del núcleo anímico interior de nuestro ser; porque en la imagen que así hemos podido hacer de nuestra propia personalidad surgirá algo que no hemos sido en esta encarnación presente, sino que hemos introducido en ella. De la imagen así construida surgirá nuestro ser más profundo.
Verán, por lo tanto, que de quienes desean obtener el conocimiento de este núcleo interno del ser, se requiere algo para lo cual la gente de nuestra época no tiene inclinación alguna. No están dispuestos a desear nada por el estilo, pues hoy en día, si reflexionan sobre su propia naturaleza, quieren encontrarse absolutamente satisfechos con ella tal como es. Cuando nos remontamos a épocas anteriores, más profundamente religiosas, encontramos allí un sentimiento de que el hombre debía sentirse abrumado por parecerse tan poco a su Arquetipo Divino. No se trataba, por supuesto, de la idea de la que hemos hablado hoy, pero era una idea que alejaba al hombre de lo que habitualmente le satisface, hacia otra cosa, hacia ese ser que vive más allá del organismo existente entre el nacimiento y la muerte, aunque no condujera a la convicción de otra encarnación. Si ustedes invocan a la parte opuesta de sí mismos, se les ocurrirá lo siguiente. Esta parte opuesta, por difícil que sea comprenderla como una imagen de uno mismo en esta vida, está, sin embargo, conectada con uno y no se la puede repudiar. Una vez que aparezca, les seguirá, se cernirá ante sus almas y cristalizará de tal manera que se darán cuenta de que tiene algo que ver con ustedes, pero ciertamente no con su vida actual. Y entonces se desarrolla la percepción de que esta imagen procede de una vida anterior.

Si llevamos esto claramente ante nuestras almas, pronto nos daremos cuenta de lo erróneas que son la mayoría de los conceptos actuales sobre la reencarnación y el karma. Sin duda ustedes habrán oído decir a menudo a los antropósofos cuando conocen a un buen aritmético: "¡En su encarnación anterior este hombre era un buen aritmético!". Desgraciadamente, muchos antropósofos poco desarrollados encadenan los eslabones de la reencarnación de tal manera que se piensa que es posible encontrar la encarnación anterior porque los dones actuales deben haber existido en la encarnación precedente o en muchas encarnaciones anteriores. Esta es la peor forma posible de especulación y todo lo que se deriva de ella suele ser falso. La verdadera observación por medio de la Ciencia Espiritual, revela, por regla general, exactamente lo contrario. Por ejemplo, personas que en una encarnación anterior eran buenos aritméticos, buenos matemáticos, a menudo reaparecen sin ningún don para las matemáticas. Si deseamos descubrir qué dones poseíamos probablemente en una encarnación anterior (¡aquí debo recordarles que estamos hablando de probabilidades!) - si deseamos saber qué facultades intelectuales o artísticas, digamos, poseíamos en una encarnación anterior, es bueno reflexionar sobre aquellas cosas para las que tenemos menos talento en la vida presente.
Estas indicaciones son verdaderas, pero muy a menudo están entrelazadas con otros hechos. Puede suceder que un hombre haya tenido un talento especial para las matemáticas en una encarnación anterior, pero que haya muerto joven, de modo que este talento nunca llegó a expresarse plenamente; entonces volverá a nacer en su próxima encarnación con un talento para las matemáticas y esto representará una continuación de la encarnación anterior. Abel, el matemático que murió joven, renacerá ciertamente en su próxima encarnación con un gran talento matemático. Pero cuando un matemático ha vivido hasta una edad avanzada, de modo que su talento se ha agotado, entonces en su próxima encarnación será estúpido en lo que se refiere a las matemáticas. Conocí a un hombre que tenía tan pocas dotes para las matemáticas que en la escuela odiaba las cifras y, aunque en otras asignaturas le iba bien, por lo general sólo conseguía pasar de curso porque obtenía notas excepcionalmente buenas en otras asignaturas. Ello se debía a que en su anterior encarnación había sido un excelente matemático.

Si profundizamos en esto, resulta evidente que la carrera externa de un hombre en una encarnación, cuando no es sólo una carrera sino también una vocación interior, pasa en su siguiente encarnación a la formación interior de sus órganos corporales. De manera que, si un hombre ha sido un matemático excepcionalmente bueno en una encarnación, el dominio que ha obtenido sobre los números y las cifras permanece con él y pasa a un desarrollo especial de sus órganos sensoriales, por ejemplo, de los ojos. Las personas con muy buena vista la tienen como resultado del hecho de que en su encarnación anterior pensaban en formas; se llevaron consigo este pensamiento en formas y durante la vida entre la muerte y el renacimiento trabajaron especialmente en el modelado de sus ojos. Aquí el talento matemático ha pasado a los ojos y ya no existe como don para las matemáticas.

Otro caso conocido por los ocultistas es el de una individualidad que en una encarnación vivió intensamente en formas arquitectónicas; estas experiencias vivieron como fuerzas en su vida anímica interior y trabajaron fuertemente sobre el instrumento del oído, de modo que en su siguiente encarnación se convirtió en un gran músico. No apareció como un gran arquitecto, porque la percepción de la forma necesaria para la arquitectura se transformó en una fuerza constructora de órganos, de modo que no le quedó más que una sensibilidad suprema para la música.

Una consideración externa de las semejanzas es generalmente engañosa en lo que se refiere a las características de las encarnaciones sucesivas, pues así como debemos reflexionar sobre lo que no nos agradó y concebirnos como habiendo tenido un intenso deseo de ello, así también debemos reflexionar sobre aquellas cosas para las cuales tenemos el menor talento, y sobre las cuales somos estúpidos. Si descubrimos los lados más aburridos de nuestra naturaleza, es muy probable que apunten a aquellos campos en los que fuimos más brillantes en nuestra encarnación anterior. Así vemos lo fácil que es en estos asuntos empezar por el extremo equivocado. Un poco de reflexión nos mostrará que es el núcleo anímico de nuestro ser el que actúa de una encarnación a otra; esto puede ilustrarse por el hecho de que no es más fácil para un hombre aprender un idioma aunque en su encarnación precedente haya vivido en el país asociado con este idioma particular, de lo contrario nuestros escolares no encontrarían tan difícil aprender griego y latín, porque muchos de ellos en encarnaciones anteriores habrán vivido en las regiones donde estos eran los idiomas del trato ordinario.

Como pueden ver, las capacidades exteriores que adquirimos están tan estrechamente ligadas a las circunstancias terrenales que no podemos hablar de que reaparezcan en la misma forma en la siguiente encarnación, éstas se transforman en fuerzas y de ese modo pasan a una encarnación posterior. Por ejemplo, las personas que tienen una facultad especial para aprender idiomas en una encarnación no la tendrán en la siguiente, en cambio, tendrán la facultad que les permite formar juicios más imparciales que los que tenían menos talento para los idiomas, estos últimos tenderán a formar juicios parciales.
Estas cuestiones están relacionadas con los misterios de la reencarnación, y cuando penetramos en ellas obtenemos una idea clara y vívida de lo que pertenece verdaderamente al ser interior del hombre y de lo que, en cierto sentido, debe considerarse externo. Por ejemplo, hoy en día el lenguaje ya no forma parte del ser interior del hombre. Podemos amar una lengua por lo que expresa, por su espíritu popular; pero es algo que pasa de una encarnación a otra en formas de fuerza transformadas.

Si un hombre sigue estas ideas, de modo que diga: "Desearé y querré fuertemente ser lo que he llegado a ser contra mi voluntad, y también aquello para lo cual tengo la menor capacidad", - puede saber que los conceptos que así obtenga construirán la imagen de su encarnación precedente. Esta imagen surgirá con gran precisión si se toma en serio lo que acabamos de describir. Observará que, por toda la forma en que se unen los conceptos, sentirá: "Esta imagen está muy cerca de mí"; o sentirá: "Esta imagen está muy, muy lejos".

Si a través de la elaboración de estos conceptos, tal imagen de la encarnación anterior surge ante el alma de un hombre, él podrá, por regla general, estimar cuán desvanecida está la imagen. La siguiente sensación vendrá como una experiencia: "Estoy aquí de pie; pero la imagen que tengo ante mí no puede ser mi padre, mi abuelo o mi bisabuelo". Sin embargo, si el estudiante deja que la imagen actúe sobre él, su sentimiento y percepción le llevarán a la opinión: "Otros se interponen entre este cuadro y yo". Supongamos por un momento que el alumno tiene el siguiente sentimiento. Le resulta evidente que entre él y la imagen hay doce personas; otro puede sentir que entre él y la imagen hay siete personas; pero en cualquier caso el sentimiento está ahí y es de la mayor importancia. Si, por ejemplo, hay doce personas entre uno mismo y la imagen, este número puede dividirse por tres, y el resultado será cuatro, y esto puede representar el número de siglos que han transcurrido desde la última encarnación. Así, un hombre que sintiera que había doce personas entre él y la imagen, diría: "Esto es sólo un ejemplo; en realidad sólo será así en muy pocos casos, pero transmite la idea. La mayoría de las personas se darán cuenta de que, de este modo, pueden calcular correctamente cuándo encarnaron anteriormente. Sólo los pasos preparatorios, por supuesto, son bastante difíciles.

Aquí hemos tocado asuntos que son tan ajenos como pueden serlo a la conciencia actual, y no se puede negar que si habláramos de estas cosas a personas no preparadas para ello, las considerarían como fantasía irresponsable. La imagen antroposófica del mundo está destinada, -más que ninguna de sus predecesoras,- a oponerse a las ideas tradicionales y aceptadas. En efecto, éstas están impregnadas en gran medida del materialismo más crudo y desolador, y precisamente las imágenes del mundo que parecen estar más firmemente asentadas sobre una base científica han surgido, de hecho, de los supuestos materialistas más devastadores. Y puesto que la Antroposofía está condenada a ser etiquetada como el punto de vista cultivado por el tipo de persona que quiere saber acerca de sus encarnaciones anteriores, se puede fácilmente comprender que la gente de hoy en día esté muy lejos de tomar en serio los puntos de vista antroposóficos. Están tan alejados de la inclinación a desear y querer lo que nunca han deseado o querido, como alejados están sus hábitos de pensamiento de las verdades espirituales. Aquí cabría preguntarse: ¿Por qué, entonces, la verdad espiritual viene al mundo justo ahora? ¿Por qué no deja a la humanidad tiempo para desarrollarse, para madurar?
La razón es que es casi imposible imaginar una diferencia mayor entre dos épocas sucesivas que la que habrá entre la época actual y aquella en la que habrá crecido la humanidad cuando las personas que ahora viven renazcan en su próxima encarnación. El desarrollo de ciertas facultades espirituales no depende del hombre, sino de todo el propósito y significado, de toda la naturaleza, de la evolución terrestre. Los hombres de hoy en día no podrían estar más alejados de cualquier creencia en la reencarnación y el karma. Esto no se aplica a los estudiantes de Antroposofía, que todavía son muy pocos, ni tampoco se aplica a los que todavía se adhieren a ciertas formas antiguas de religión, sino que se aplica a los que son los portadores de la vida cultural externa. Ellos se sitúan muy lejos de la creencia en la reencarnación y el karma. Ahora bien, el hecho de que las personas de hoy en día sean particularmente reacias a creer en la reencarnación y en el karma está relacionado de una manera notable con sus ocupaciones y estudios -es decir, en la medida en que éstos conciernen a sus facultades intelectuales- y este hecho producirá el efecto contrario en el futuro. En la próxima encarnación, estas personas, ya sean espirituales o materiales, tendrán una fuerte predisposición a obtener una impresión de su encarnación anterior. Independientemente de lo que hayan hecho en esta época, renacerán con una fuerte predisposición, una fuerte nostalgia de su última encarnación, con un fuerte deseo de experimentar y conocer algo de ella. Nos encontramos en un punto de inflexión en el tiempo, que llevará a los hombres de una encarnación en la que no tienen ningún deseo de saber nada de la reencarnación y del karma, a otra en la que el sentimiento más vivo será éste:. "Toda la vida que llevo ahora no tiene fundamento para mí si no puedo saber nada de mi encarnación anterior". Y las mismas personas que ahora claman más amargamente contra la reencarnación y el karma se retorcerán bajo el tormento de la otra vida porque no pueden explicarse a sí mismas cómo su vida ha llegado a ser lo que es.

La Antroposofía no está aquí para cultivar en el hombre una añoranza retrospectiva de vidas anteriores, sino para que se comprenda lo que surgirá en relación con la humanidad colectiva cuando las personas que hoy están vivas vuelvan a estar aquí. Las personas que hoy son antropósofas compartirán con las que no lo son el deseo de recordar, pero tendrán comprensión y, por tanto, una armonía interior en su vida anímica. Los que hoy rechazan la Antroposofía desearán saber algo de ella en la próxima vida; sentirán realmente algo así como un tormento interior respecto a su encarnación anterior, pero no comprenderán nada de lo que más les aflige y atormenta, estarán perplejos y carecerán de armonía interior. En su próxima encarnación habrá que decirles:. "Sólo comprenderéis la causa de este tormento si podéis concebir que lo habéis querido realmente". Naturalmente, nadie deseará este tormento, pero las personas que hoy son materialistas comenzarán en su próxima encarnación a comprender sus exigencias interiores y los consejos de aquellos que estarán en condiciones de saberlo y que podrán decirles:. " Concebíos a vosotros mismos que habéis querido la existencia de esta vida de la que querríais huir ". Si empiezan a seguir este consejo y reflexionan: "¿Cómo puedo haber querido esta vida?", se dirán a sí mismos:. "Sí, tal vez viví en una encarnación en la que dije que era absurdo y sin sentido hablar de una encarnación siguiente, y que esta vida estaba completa en sí misma, sin enviar fuerzas a otra posterior. Y debido a que en aquella época sentí que una vida futura era irreal, un sinsentido, mi vida actual es tan vacía y desolada. Fui yo quien en realidad implantó dentro de mí el pensamiento que ahora es la fuerza que hace que mi vida sea tan vacía y sin sentido."
Ese será un pensamiento correcto. Kármicamente sobrevivirá al materialismo. La próxima encarnación estará llena de sentido para quienes hayan adquirido la convicción de que su vida, tal como es ahora, no sólo es completa en sí misma, sino que contiene causas para la siguiente. Sin sentido y desolada será la vida de aquellos que, por creer que la reencarnación no tiene sentido, han convertido sus propias vidas en estériles y vacías.

Vemos, pues, que los pensamientos que abrigamos no pasan a la otra vida en una forma algo intensificada, sino que surgen allí transformados en fuerzas. En el mundo espiritual, los pensamientos como los que ahora formamos entre el nacimiento y la muerte no tienen ninguna importancia, salvo en la medida en que se transforman. Si, por ejemplo, un hombre tiene un gran pensamiento, por muy grande que sea, el pensamiento como pensamiento desaparece cuando atraviesa la puerta de la muerte, pero el entusiasmo, la percepción y el sentimiento evocados por el pensamiento, éstos atraviesan la puerta de la muerte con él. El hombre ni siquiera se lleva consigo los pensamientos de la Antroposofía, sino aquello que ha experimentado a través de ellos, -hasta los detalles, no sólo el sentimiento fundamental general,- eso se lleva consigo. Este es en particular el punto que hay que comprender:. Los pensamientos como tales tienen un significado real para el plano físico, pero cuando hablamos de la actividad de los pensamientos en los mundos superiores debemos hablar al mismo tiempo de su transformación en conformidad con esos mundos. Los pensamientos que niegan la reencarnación se transforman en la próxima vida en una irrealidad interior, en un vacío interior de la vida; esta irrealidad interior y este vacío se experimentan como tormento, como desarmonía.

Con la ayuda de un símil, podemos hacernos una idea de esto pensando en algo que nos gusta mucho y que siempre nos alegra ver en un lugar determinado, por ejemplo, una flor determinada que florece en un lugar determinado. Si la flor es cortada por una mano despiadada, experimentamos cierto dolor. Lo mismo ocurre con todo el organismo humano. ¿Qué hace que el hombre sienta dolor? Cuando los elementos etéricos y astrales de un órgano están incrustados en una posición particular en el cuerpo físico, entonces si el órgano se lesiona de tal manera que los cuerpos etérico y astral no pueden impregnarlo correctamente, el resultado es el dolor. Es como si se cortara sin piedad una rosa de su lugar habitual en un jardín. Cuando un órgano ha sido lesionado, los cuerpos etérico y astral no encuentran lo que buscan, y esto se siente entonces como dolor corporal. Y así los propios pensamientos de un hombre, trabajando en el futuro, se encontrarán con él en el futuro. Si no envía a la próxima encarnación fuerzas de fe o de conocimiento, sus pensamientos le fallarán, y cuando los busque no encontrará nada. Esta carencia será experimentada como dolor y tormento.

Estas son cuestiones que, desde un punto de vista, nos aclaran el curso kármico de ciertos acontecimientos. Deben ser aclarados, porque nuestro objetivo es penetrar aún más profundamente en las formas y medios por los cuales un hombre puede prepararse aún más para llegar a conocer el núcleo real de su ser de espíritu y alma.
Traducido por J.Luelmo ene.2023







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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919