GA312 Dornach, 27 de marzo de 1920 - Consideración del factor edad en el tratamiento curativo- Diferencia de la terapia en las distintas épocas de la vida

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 RUDOLF STEINER

La Ciencia Espiritual y la Medicina


Dornach, 27 de marzo de 1920

 

SÉPTIMA CONFERENCIA : 

Consideración del factor edad en el tratamiento curativo - Coreia - Embarazo - Poliartritis - Diferencia de la terapia en las distintas épocas de la vida - Relación de las etapas de la vida con los planetas - Causas preconceptuales de la enfermedad - Osificación - Esclerosis - Carcinoma - Hidrocefalia en la infancia y enfermedades posteriores - Disposición a la sífilis, Neumonía y pleuresía - Endocarditis - Problemas de tratamiento curativo - La fiebre como expresión de la actividad del yo - Proceso formativo del hombre y proceso de formación celular - Plomo y esclerosis, Estaño e hidrocefalia, Hierro y procesos pulmonares - Cobre, Mercurio, Plata.

He llamado su atención sobre ciertos fundamentos de la adaptación humana a las condiciones telúricas y cósmicas. Dichas indicaciones se referían principalmente al espacio, pero debemos relacionar el espacio con el tiempo. Porque el hombre debe ser considerado como un todo; - el ser humano completo es, por así decirlo, niño, adulto y anciano, y está organizado de tal manera que estos tres miembros temporales de su ser están presentes en cada individuo. Tendremos que combinar los resultados de nuestra presente investigación con los resultados de la investigación suprasensible, y después estaremos en condiciones de proceder a estudios más especiales.
Al igual que la teoría y la práctica de la educación de los jóvenes deben tener en cuenta las diferentes épocas de la vida del niño, es decir, desde el nacimiento hasta el cambio de dientes; desde éste hasta la pubertad, y así sucesivamente, también la medicina debe contemplar la vida y la constitución humana en su conjunto desde el nacimiento hasta la muerte. Al tratar este tema, comenzaré utilizando la terminología antroposófica que nos es familiar, y luego consideraré cómo puede traducirse mejor este vocabulario para un público no preparado. Esto nos resultará más fácil de traducir después de haber avanzado en nuestra investigación.

Es muy importante comprender que en la infancia el contenido funcional del yo propiamente dicho y del cuerpo astral -para usar nuestros términos- tiene que encajar en el ser humano. Durante el período de la niñez, este contenido funcional se encaja en el organismo, para que más tarde pueda trabajar realmente con la sustancia orgánica flexible y plástica. Por lo tanto, no es de extrañar que las perturbaciones asociadas a esta impregnación de los elementos humanos superiores en los inferiores, se produzcan en la infancia, especialmente desde el séptimo hasta el decimocuarto, decimoquinto o decimosexto año, pues en este período el cuerpo etérico tiene que luchar por su lugar correcto en relación con el cuerpo físico, para que pueda producirse la madurez sexual. Y es frecuente el riesgo de que la elasticidad de los cuerpos físico y etérico no coincida. Igualar y equilibrar estas dos elasticidades comparativas es, principalmente, el deber del cuerpo astral. Si no trabajan armoniosamente juntos, el cuerpo astral a menudo tiene que intensificar sus energías; y si sus fuerzas son insuficientes para esta llamada extra, resultan síntomas mórbidos, que deben ser satisfechos por medidas externas, y así encontraréis que en la infancia hay formas de enfermedad que estallan en manifestaciones físicas, como, por ejemplo, en la corea. i Todas las enfermedades y perturbaciones que culminan en este complejo de síntomas, es decir, que van acompañadas de perturbaciones psíquicas, además de las manifestaciones orgánicas, están relacionadas con el esfuerzo y la tensión desacostumbrados del cuerpo astral, en la tarea de lograr un equilibrio entre las elasticidades de los cuerpos etérico y físico.

Si se observan en las mujeres embarazadas síntomas del mismo tipo que los de la corea, se comprenderá bien su origen, pues la armonía de la elasticidad en los cuerpos físico y etérico se ve interferida, por supuesto, por el embarazo, y el cuerpo astral tiene que asumir la misma responsabilidad adicional que le correspondía en la infancia. Por lo tanto, será necesario reforzar y estimular toda la gama de la actividad del cuerpo astral en las enfermedades propias de los primeros años de la vida, y a veces sincronizándose también con el estado de embarazo. Hay que procurar que las funciones del cuerpo astral se dirijan de manera que actúen como factor de equilibrio entre la elasticidad del físico y la del etérico. (Las medidas necesarias serán discutidas en las conferencias que siguen).

Por otra parte, y por eso he insistido en la necesidad de tener en cuenta la edad, encontraréis que las enfermedades que tienden a la poliartritis y otras similares, aparecen generalmente a partir de los catorce, quince o dieciséis años, hasta el final de los veinte. En este período de la vida el cuerpo astral tiene que ponerse en correcta relación con el físico y el etérico, y si no ha sido adecuadamente preparado para ello por el tratamiento necesario en la infancia, no podrá establecer la relación correcta. El resultado será la aparición de síntomas mórbidos, ya sea en el período comprendido entre la mitad de la adolescencia y el final de los veinte años, o en el período siguiente. Lo importante es dar gran importancia al factor tiempo en el estudio de la enfermedad, y -si se me permite expresarme de una manera un tanto superficial- no suponer que la naturaleza ha hecho el organismo humano con un ojo especial para nuestra conveniencia, de modo que podamos leer fácil y convenientemente de él las medidas curativas necesarias. Pero el organismo humano no ha sido hecho con miras a la facilidad y conveniencia en el descubrimiento de curas. Y hay demasiada inclinación a suponer que tal es el caso. Por supuesto que hay una cierta verdad en el axioma "Lo semejante se cura con lo semejante". Pero puede ocurrir que el grupo principal de síntomas -que se toma como el "Similar" que debe ser curado por el "similar"- haya surgido en otro período de la vida: por ejemplo, un complejo de síntomas puede estar presente antes de los veinte años, posiblemente provocado por medidas externas; y estas mismas medidas externas que provocaron el proceso mórbido en la edad anterior, pueden convertirse en un remedio, en cierta medida, después de que los veinte años hayan quedado atrás.

Al visualizar la salud general de cualquier individuo, debemos tener en cuenta que el hombre vive en dos épocas de la vida, que en algunos aspectos están polarizadas. En la juventud está sometido a otras influencias que más tarde. Las influencias dominantes en la juventud son las de los planetas exteriores, Júpiter, Saturno y Marte, y en la vida posterior las de los planetas interiores, Venus, Mercurio y la Luna, por darles los títulos ya mencionados. Pero la influencia más temprana y conspicua de todas es la de la Luna.

Así pues, tenemos que completar la consideración del Espacio con la consideración del Tiempo. Sólo por estos medios podemos aprender a estimar y apreciar correctamente ciertos fenómenos de la vida y la constitución humanas. Cuando entremos más en detalle, daremos alguna indicación de cómo proceder si se quiere ver los hechos a la luz del verdadero conocimiento del hombre.

Las influencias que moldean al hombre comienzan su trabajo antes del nacimiento, e incluso antes de la concepción. En el curso de mis investigaciones, me he preguntado a menudo por qué tantos procesos mórbidos han sido descritos como "de origen desconocido" en la literatura médica actual; es decir, como asuntos cuyo origen no puede ser determinado con precisión. La causa de esta incertidumbre es el descuido de todo ese complejo de fuerzas que hemos reconocido como extra-telúricas, que ya están actuando mientras el hombre se acerca - no sólo a su nacimiento - sino a su propia concepción. Actuando así sobre el hombre, provocan también reacciones opuestas más tarde, de modo que ciertos procesos que en realidad son anteriores a la concepción, tienen reacciones después de la concepción o después del nacimiento. A veces sólo es posible observar y registrar los efectos postnatales, que son una especie de reacción defensiva contra lo que estaba presente antes de la concepción en todo el sistema de la naturaleza.

Estas consideraciones se aplican particularmente a todos los procesos de osificación y esclerosis No sólo la esclerosis, sino la formación ósea en sí misma, es un proceso reactivo: ambos reaccionan a los procesos operativos antes de la concepción. Son reacciones contrarias o defensivas muy normales que se incluyen entre las fuerzas formativas y que contrarrestan los procesos de dispersión y difusión que actúan en el hombre antes de la concepción. Es sumamente importante tenerlo en cuenta. Es imposible controlar la tendencia a la esclerosis sin referirse a los factores extra-telúricos que actúan desde el nacimiento o desde la concepción, y sin referir esta tendencia a un proceso extra-humano y extra-telúrico que data de antes del momento de la concepción.

Todos estos procesos son susceptibles de sobrepasar un cierto límite, de oscilar por encima de su nivel normal, por así decirlo. La osificación o la esclerosis, por ejemplo, oscilan hacia una posición media, y pueden sobrepasarla y hacerse demasiado fuertes. Entonces toman la forma de "disposiciones", que revelan mucho de lo más significativo del ser interior del hombre. Cuando el factor particular que se manifiesta normalmente en la formación de los huesos o en la esclerosis, y que sólo se vuelve anormal con el avance de la edad, en su propia esfera, oscila hacia la mitad opuesta y trabaja en otros órganos fuera de su esfera propia, entonces tenemos, en efecto, un síntoma que es la antítesis mórbida de un proceso prenatal, y que se manifiesta en los diversos tipos de formación de carcinomas.

Sólo si incluimos todo el curso del ser y del devenir del hombre en nuestra esfera de visión, podemos captar estos fenómenos. De lo contrario, el desarrollo del carcinoma deberá seguir siendo siempre un factor misterioso en la vida del hombre, si no podemos relacionarlo con algún proceso que actúa necesariamente en el hombre y que sobrepasa sus límites e invade otras regiones.

Otro fenómeno puede considerarse de forma similar: los casos de hidrocefalia que observamos a menudo durante la infancia. Todos tenemos la tendencia a convertirnos en hidrocéfalos, y esta tendencia es necesaria; de lo contrario, nunca podríamos alcanzar un desarrollo adecuado de nuestro cerebro y sistema nervioso. Pues éstos deben formarse, por así decirlo, a partir del elemento fluido presente en el hombre. Por lo tanto, podemos observar una lucha prolongada durante la infancia entre la hidrocefalia y otro factor que entra en la organización humana para oponerse a la tendencia hidrocefálica. Deberíamos tener un término definido para este opuesto polar, así como para la hidrocefalia misma; el opuesto es una deficiencia de líquido en el cerebro. Hoy en día se descuida como una condición mórbida, pero es la antítesis de la hidrocefalia. Cuando somos niños pequeños, oscilamos perpetuamente entre la hidrocefalia y su antítesis sin nombre que aparece más adelante.

Pero es posible que pasemos por alto un factor importante en el tiempo, el momento exacto, que siempre existe, aunque no se perciba, en el que se puede permitir que cese la tendencia hidrocefálica. (Más adelante nos ocuparemos del aspecto terapéutico.) Ignorando este factor temporal, podemos eliminar la tendencia hidrocéfala demasiado pronto, ya sea por medio de la educación, o la dieta, o el tratamiento especial en la infancia, y especialmente en la primera infancia. Así, una tendencia normal se borra demasiado pronto. Y los resultados ilustran el daño de una visión demasiado corta de todo el curso de la vida humana.

Se podrían producir legiones de tesis doctorales de medicina si se dedicara un estudio adecuado a la asociación entre el curso de la hidrocefalia en la infancia y la niñez, y la sífilis, o la disposición a esta enfermedad en la vida posterior. La búsqueda de microbios no es realmente útil aquí. La ayuda y la luz provienen de la consideración de los factores ya mencionados. Sería de inmensa ayuda para el tratamiento profiláctico de la sífilis, si se intentara inmunizar al hombre en la primera infancia contra las fuerzas que más tarde pueden manifestarse en los diversos síntomas de la sífilis, ya que éstos son varios,

En el diagnóstico es especialmente necesario recordar estas relaciones y remitirse a las causas propias, que se encuentran en todo el proceso de la aparición del hombre. Aquí hay otra cuestión de extrema importancia. Todo el proceso orgánico, por así decirlo, avanza contra el corazón, tanto desde la esfera corporal superior, como desde abajo hacia arriba a través del hipogastrio. Todo el proceso formativo del hombre presiona hacia el corazón, desde ambos lados; el corazón es la verdadera barrera, u órgano que actúa como dique. Esta presión orgánica sobre el corazón tiene lugar a diferentes edades. Consideremos los síntomas, que aparecen a una edad temprana y pueden llegar a culminar en una neumonía o pleuresía en la juventud.

Si consideramos cuidadosamente todo lo que contribuye a ellos, se percibirán como un proceso adelantado, lo mismo que el que en la juventud aún más temprana se manifiesta como hidrocefalia. La hidrocefalia simplemente se ha desplazado hacia abajo en el cuerpo, y aparece aquí como una disposición a la neumonía o la pleuresía, junto con todos los efectos relacionados con éstas en la infancia.

Estas manifestaciones en la infancia tienen sus procesos contrarios en años posteriores; pueden reaparecer más tarde, pero lo hacen en su forma polar. Y en el caso de la endocarditis, por ejemplo, incluso en los casos agudos, el médico haría bien en indagar si hubo algún síntoma mórbido a una edad más temprana, que tuviera alguna relación con la neumonía o la pleuresía. Y la lección debería ser: cuidado con suprimir fenómenos como la neumonía y la pleuresía en los niños mediante un tratamiento apresurado e intensivo. Por supuesto, es obvio que los padres y maestros están muy ansiosos de que tales síntomas desaparezcan; pero es muy aconsejable dejar que sigan su curso. El médico debe vigilar el caso y evitar posibles efectos secundarios perjudiciales, pero dejar que el proceso "se resuelva solo". Especialmente en estos casos, se debe recomendar una especie de tratamiento "físico" o, como se denomina ahora, de curación por la naturaleza; esto puede ser deseable en otros casos, por supuesto, pero en ninguno más que en las enfermedades del tipo de la pleuresía o la neumonía durante la infancia. Esto significa que se debe tratar de asegurar el curso más normal del proceso de la enfermedad; el curso no se acelera ni se detiene demasiado pronto.

Si dicho proceso se acorta antes de tiempo, el resultado es una disposición comparativamente temprana a las enfermedades cardíacas con todos sus accesorios, especialmente una susceptibilidad a la poliartritis, por lo que es urgentemente necesario tener cuidado de interferir con el proceso de la enfermedad en esta región. La tendencia a las enfermedades cardíacas desaparecería en muchos casos individuales, si no se perturbara lo que podemos llamar la intención de la neumonía o la pleuresía.

En todos estos casos podemos ver las interrelaciones en todo el proceso de crecimiento y desarrollo del hombre. A este respecto hay que recordar también el caso en el que el paciente está sólo ligeramente afectado y en el que la curación es más fácil, pero en el que a veces es imposible estar seguro de si se ha conseguido o no. En tal caso uno puede verse obligado a decirle al paciente que no se angustie, que su estado se aliviará pronto, etc., ¡pues también sería de lo más beneficioso que no intentáramos curar tanto! La curación de la enfermedad como tal es ciertamente una cosa excelente. Pero hay que tener en cuenta que hay muchas personas que han pasado por todo tipo de enfermedades -según su propio relato, al menos- y también han probado todos los métodos de tratamiento. Estas personas, cuando han llegado a una buena edad, no se conforman fácilmente con otro remedio para sus dolencias, ya que siempre son "inválidos", Sería bueno concienciar a la gente de que la mayoría de ellos no están realmente tan enfermos como creen. Por supuesto, esta actitud tiene sus inconvenientes. Pero puede ser muy útil en este caso.

Todas estas cosas deben considerarse a la luz de la complejidad del ser humano. Tiene, para empezar, su organización física; luego, su organización etérica, que tanto le cuesta abrirse camino en el organismo físico entre los siete y los catorce años. Este cuerpo etérico vuelve a ser expulsado durante ciertos procesos, como la gestación. Después del decimocuarto año comienza la instalación activa del cuerpo astral, y más tarde la del propio yo.

Sin embargo, el yo no debe ser visualizado como algo externo al cuerpo en las etapas anteriores de crecimiento. Nunca es externo al cuerpo en el estado de vigilia, pero su "insercción" significa que la colaboración se intensifica. Por lo tanto, toda perturbación orgánica ocasiona dificultades y obstrucciones para que el yo mantenga su posición. La ciencia médica contemporánea, sin saberlo, muestra incluso en diagramas y gráficos estas dificultades del yo para hacer frente a los otros tres vehículos. Por supuesto, al vivir y moverse en una época materialista, uno no ve plenamente este combate en estos diagramas. Pero siempre que se traza una "curva de fiebre" adecuada, se está registrando una expresión exacta de esta lucha del yo. Para estudiar esta lucha, por lo tanto, apenas hay nada más instructivo que el diagrama de la temperatura. Por supuesto, esto puede ser menos significativo para la terapia que para la patología. Pero debemos conocer estas cuestiones y comprenderlas, al menos en sus líneas generales. Porque sólo podemos obtener una verdadera visión de la naturaleza de, por ejemplo, la neumonía o el tifus abdominal, si podemos visualizar el curso de su curva de temperatura. Supongamos que estudiamos los dos tipos principales de curva de temperatura en la neumonía y comparamos la curva en los casos críticos y en los menos graves. ¡Qué diferente es en ambos casos el esfuerzo del yo, cuya intervención en la organización se ve impedida! ¡Qué diferente es el contraataque del yo! En la neumonía, por ejemplo, la curva de temperatura muestra primero la lucha, y luego el colapso a una temperatura por debajo de lo normal, en los casos críticos. El contraataque se hace posible gracias a los esfuerzos y las maniobras anteriores. En el otro tipo (el caso lítico), es menos posible realizar el contraataque por las fuerzas del individuo, por lo que el descenso más irregular de la temperatura es realmente más peligroso.

La curva de temperatura en el tifus es aún más esclarecedora en cuanto a la acción del yo sobre los otros tres vehículos humanos. Presenta un registro gráfico y definido de lo que el yo tiene que superar. Tales ejemplos pueden demostrar cómo la introducción de los métodos científico-naturales en la medicina nos obliga a conocer la múltiple organización humana. Las confusiones que han surgido en la ciencia médica se originaron en la fase materialista, que hizo que la ciencia limitara su observación al cuerpo físico. Sin embargo, estos procesos en el cuerpo físico nunca son autónomos y, sobre todo, nunca tienen todos la misma importancia. Pues algunas de estas manifestaciones pueden deberse a la acción del cuerpo etérico, otras a la del cuerpo astral, o al yo. Todos son procesos físicos, pero especializados y diferenciados según su origen. Su carácter es muy diferente, según cuál de los miembros superiores del hombre esté operando dentro del cuerpo físico.

Ahora bien, si reúnen todo lo que se dijo ayer en cuanto a la dependencia humana de las fuerzas extra-telúricas y telúricas, y lo que agregué hoy sobre el desarrollo humano que se extiende en el tiempo, podrán formar una conclusión que puede ser de ayuda en la investigación que ahora nos ocupa. Podrán postular que ciertas fuerzas están continuamente en acción sobre el hombre. Estas fuerzas (si consideramos los cuerpos físico y etérico) son tanto extra-telúricas como telúricas, que actúan contra ellos. Pueden subdividirse en las de los planetas exteriores, Saturno, Júpiter y Marte; y las de los planetas interiores, Venus, Mercurio y la Luna. Estas últimas fuerzas, de hecho, se transforman en influencias telúricas. La interacción de la Tierra y la Luna es compleja y engañosa en ciertos aspectos, y fácilmente malinterpretada. El hombre es propenso a pensar: allí está la Luna, arriba, de donde debe descender su influencia. Pero esta visión es incompleta. La luna no es simplemente el satélite de la tierra que gira alrededor de ella; la misma fuerza que habita en la luna y actúa sobre la tierra, está también contenida en la tierra misma. La tierra tiene su propio principio lunar que actúa desde su interior. Las manifestaciones físicas como las mareas y muchos fenómenos aliados no son esencialmente telúricos, sino lunares; sin embargo, no se deben directamente a la influencia lunar (como afirman las teorías recientes), sino al principio lunar en la propia tierra. Hay una correspondencia aparente entre estos efectos y la luna, pero no hay, al menos en general, ninguna conexión inmediata en el tiempo. Así pues, cuando rastreamos la influencia de los planetas interiores, debemos buscar su contraimagen en la propia tierra, de modo que el efecto físico, el efecto sobre lo físico, llega a través de la tierra. Y por otra parte, a los planetas exteriores hay que atribuirles efectos en el ámbito del alma y del espíritu.

Podemos definir la acción de la Luna así: arroja, por así decirlo, ciertas fuerzas formativas a la tierra, y se manifiestan en las actividades humanas, especialmente en las de la fantasía creativa y la imaginación. La influencia lunar sobre los poderes imaginativos y creativos del alma es inmensa. Estas cosas deben ser estudiadas; por supuesto, no se investigan y registran adecuadamente en esta época de materialismo. Pero que existen, es irrefutable. La Luna afecta directamente al alma y al espíritu, promoviendo la imaginación creativa. La contrapartida de la Luna, la influencia lunar sobre toda la vida orgánica, parte de la tierra, y desde allí actúa sobre la organización humana. Esta acción (doble) debe ser tenida en cuenta. La misma regla es válida para los planetas interiores, que se encuentran más allá de la Luna.

Así pues, el hombre se ve afectado de las formas más diversas, por fuerzas telúricas -llámenlas terrestres si lo prefieren- y por fuerzas extratelúricas. Si queremos estudiar estas fuerzas, debemos observar el resultado de su cooperación en toda la entidad humana. No se pueden rastrear en ninguna parte aislada del hombre, y menos aún en la célula, y sobre todo en la célula. Porque, ¿Qué es la célula? Es el elemento que se obstina en mantener su existencia separada, su propia vida y crecimiento separados, en contra de toda la vida y el crecimiento humanos. Imagínense, por un lado, al hombre construido en su totalidad por las fuerzas telúricas y extratelúricas, y por otro lado, a la célula como ese elemento que interviene en la operación de estas fuerzas, trastorna su esquema y concepción, e incluso destruye su funcionamiento al desarrollar su propio impulso hacia la vida independiente. En realidad, en nuestro organismo libramos una guerra incesante contra la vida de la célula. Y la más imposible de las concepciones acaba de surgir en esa Patología Celular y Fisiología Celular que encuentran a las células como fuente y base de todo, y consideran al organismo humano como un agregado de células. Mientras que, en verdad, el hombre es un todo en relación con el cosmos, y tiene que librar una guerra perpetua contra la vida independiente y el crecimiento de las células.

De hecho, la célula es el factor incesantemente irritante y perturbador de nuestro organismo, no la unidad de construcción. Y si tales errores fundamentales entran en la visión científica general, no es de extrañar que se saquen las conclusiones más erróneas respecto a la naturaleza del hombre en todas sus implicaciones.

Así, podemos decir que el proceso formativo del hombre y el proceso de formación celular representan, por así decirlo, dos conjuntos de fuerzas opuestas. Los órganos individuales están justo en medio de la acción de estas fuerzas; se convierten en hígado o en corazón y así sucesivamente según prevalezca uno u otro conjunto de fuerzas. Representan un equilibrio continuo entre dos polos. Algunos de los órganos tienden hacia el principio celular, y los factores cósmicos tienen que contrarrestar esta tendencia. O bien, en otros órganos -que especificaremos a continuación- la acción cósmica domina al principio celular. A la luz de este conocimiento, es especialmente interesante observar todos los grupos orgánicos que se encuentran entre el aparato genital y el aparato excretor, por una parte, y el corazón, por otra. Estos órganos, más que ningún otro, se asemejan al estado real hacia el que la vida celular tiende a desarrollarse. Esta semejanza es notable en comparación con todos los demás órganos del hombre. Y debemos sacar la siguiente conclusión en cuanto a la esencia de la célula. La célula desarrolla -exageremos un poco, pero conscientemente, y para dejar claro nuestro punto de vista- una vida obstinada y antagónica, una vida de autoafirmación. Esta vida obstinada centrada en un punto encuentra la resistencia de otra fuerza, externa a ella. Y este elemento externo que contrarresta el proceso celular, le quita la vitalidad a sus fuerzas formativas. Deja intacta su forma globular como la de una gota de líquido, pero le chupa la vida, por así decirlo.

Esto debería ser un conocimiento elemental y familiar para todos; todo lo que tiene forma globular en nuestra tierra, ya sea dentro o fuera del marco humano, es el resultado de la interacción de dos fuerzas, una que empuja hacia la vida, la otra que la aleja.

Si examinamos el concepto de lo mercurial en la medicina antigua, aprenderemos que se sostenía que lo mercurial ha sido privado de la vida, pero conserva la forma globular. Esto significa que el elemento mercurial debe ser visualizado como tendiendo obstinadamente a la condición de una gota de materia viva, es decir, a una célula, pero como impedido por la acción planetaria de Mercurio de ser más que un cadáver de una célula - es decir, el típico glóbulo de azogue. He aquí la condición a medio camino entre lo salino y lo fosfórico; y he aquí también un atisbo del intrincado camino que debemos seguir para comprender el funcionamiento vivo de las fuerzas planetarias en las sustancias terrestres. Si no fuera por el planeta Mercurio, cada gota de azogue sería una cosa viva. Y todas las partes de la estructura humana que tienden más definitivamente al principio celular - es decir, la región especificada más arriba - necesitan más que ninguna otra recibir la influencia adecuada del planeta Mercurio. Esto significa que la región por debajo del corazón y por encima de los órganos de evacuación, depende en gran medida de la preservación de una cierta tendencia inherente a mantener el proceso celular, sin dejar que se descontrole tanto que se vea totalmente abrumado por las fuerzas vitales. Es decir, depende de que el proceso celular permanezca bajo la condición desvitalizadora de la vida del mercurio; de lo contrario, la actividad de los órganos en cuestión tendería a volverse exuberante.

Ahora para seguir estos hechos, más y más lejos, a la relación entre estos órganos y el metal mercurio o azogue: el representante de la condición mercurial. Como observarán, este camino que están siguiendo representa un hilo de pensamiento perfectamente racional, y lo que se ha encontrado a través de la visión suprasensible tendrá que ser confirmado por hechos externos y perceptibles por los sentidos, para la humanidad del presente y del futuro. Por lo tanto, es aconsejable seguir en la observación clínica y en la literatura los efectos detallados sobre el organismo humano de los propios minerales y metales, y de los minerales y metales contenidos en las plantas o animales. Podemos comenzar tal investigación con algunos hechos particularmente significativos y característicos. Así, ya me he referido a una tendencia originada antes de la concepción, que debe ser contrarrestada por el proceso de osificación o esclerosis. Pero existe una contrapartida completa a la esclerosis y a la osificación; para producirla sólo habría que inducir una intoxicación por plomo en un hombre. Por supuesto, las pruebas experimentales no deben ir tan lejos como para establecer un plumbismo grave, con el fin de estudiar la arterioesclerosis. Pero es muy importante poder seguir los casos en los que la propia naturaleza hace el experimento, para averiguar la relación interna entre el plomo y los fenómenos producidos en el organismo humano por las mismas fuerzas que son formativas en el plomo. Es posible trazar mediante un estudio minucioso la correspondencia entre el proceso que actúa en el plomo y el proceso de osificación y esclerotización en el hombre.

Se podría hacer un estudio paralelo de la interrelación de los procesos inherentes al metal estaño, y todo lo que ya he descrito como el equilibrio entre la hidrocefalia y su contraparte. Esto revelaría que todo este complejo en la infancia, que tiende a establecer la correcta relación de densidad entre la parte ósea y las partes blandas de la cabeza, se debe a la acción de las mismas fuerzas que las pertenecientes al estaño.

Como hemos visto, este proceso se desplaza hacia los pulmones en los últimos años de la vida, Así que llegamos a esto - que sólo tenemos que recoger y cotejar el material que se ha registrado en la literatura médica durante siglos, para ver la profunda relación entre este proceso, con sus síntomas accesorios en la neumonía y la pleuresía, y las fuerzas propias del hierro. Luego hay que seguir esta relación con el proceso normal que se produce por la acción normal del hierro en la sangre. Se puede seguir el mismo proceso que actúa entre el hierro y la sangre, hasta que se acerca a los pulmones y sus accesorios, y se obtendrá una concepción intuitiva de la eficacia del hierro en los casos en que el equilibrio entre la hidrocefalia y su opuesto ha progresado por así decirlo. Así, estas fuerzas trabajan con y en la otra. Sólo reconociendo esta interacción continua, y por referencia a los procesos extrahumanos, podemos estar en condiciones de determinar los efectos curativos de las sustancias curativas.

Si realmente valiera la pena considerar la naturaleza humana desde este ángulo, el observador desarrollaría indiscutiblemente un sentido de intuición de gran importancia en todo diagnóstico. Pues el diagnóstico depende realmente de la "visión conjunta" de muchos elementos. En todo diagnóstico, el médico debe visualizar la posición y la actitud del paciente ante el mundo; la forma de su vida anterior, su probable forma de vida futura. Ya existe en el hombre de hoy la disposición germinal de lo que vivirá y experimentará, especialmente en la esfera orgánica, durante el resto de su vida.

La conexión entre lo que hemos afirmado en cuanto a los efectos del plomo, el estaño y el hierro sobre el organismo humano, y los efectos de la influencia de otros metales, se encuentra en la polaridad entre los metales referidos y el funcionamiento del cobre, el mercurio y la plata.

Lo que he dicho no significa ningún "promoción" de ciertos remedios. Pero tiene que ser presentado a ustedes, con el fin de establecer las interrelaciones muy definidas entre las configuraciones de fuerzas en los metales - y por supuesto otras sustancias - y las fuerzas formativas del organismo humano. Por ello, ciertas fuerzas, como por ejemplo las inherentes al cobre, actúan de manera particular contra las inherentes al hierro. Debemos tener en cuenta esta oposición para saber qué sustancias aplicar o utilizar, si un determinado tipo de fuerza -por ejemplo, la del hierro- se vuelve demasiado activa y predomina. En algunas enfermedades las fuerzas del hierro son evidentemente demasiado fuertes; ahí debemos recurrir al cobre o a los productos del cobre, que también pueden proceder del reino vegetal, como veréis más adelante.

Tal vez con esta reseña les he pedido que asimilen demasiado en muchos aspectos. Espero, sin embargo, que si examináis con detalle mis afirmaciones, reconoceréis la necesidad de seguir estas cosas y la posibilidad de obtener resultados muy provechosos para la transformación del estudio de la medicina y de toda la práctica y vida médica.

Traducido por J.Luelmo mar.2022



i sancti viti (del latín Baile de San Vito) es un término usado para un grupo de trastornos neurológicos denominados disquinesia, caracterizados por movimientos involuntarios anormales​ de los pies y manos, vagamente comparables a bailar o tocar el piano.


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