GA239 Paris, 23 de mayo de 1924 - Relaciones Kármicas vol. V-

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Rudolf Steiner

Conferencia V

Paris, 23 de mayo de 1924

Antes de comenzar su conferencia, el Dr. Steiner dirigió unas palabras de saludo a los asistentes, entre los que sólo se encontraban miembros de la Sociedad Antroposófica, y se refirió brevemente a la importancia y las consecuencias del Encuentro Fundacional de Navidad celebrado en Dornach en diciembre de 1923.

En estas tres conferencias quiero hablar de cómo la Antroposofía puede vivir como conocimiento de lo espiritual en el mundo y en el hombre,  conocimiento capaz de encender fuerzas e impulsos interiores en la vida moral y religiosa del alma. Porque esto siempre será posible, la Antroposofía puede aportar a la humanidad algo totalmente distinto de todo lo producido por la civilización de los últimos siglos. En efecto, esta civilización ha sufrido la difusión de brillantes formas de conocimiento: ciencias naturales, economía, filosofía. Pero todos estos conocimientos conciernen únicamente a la cabeza, mientras que los impulsos religiosos morales deben brotar del corazón. Es cierto que estos impulsos han existido como ideales; pero si estos ideales y los sentimientos asociados a ellos son también lo suficientemente poderosos como para crear mundos del futuro cuando el mundo físico actual haya desaparecido, es una pregunta que la ciencia moderna no puede responder. Lo que ha surgido de la ciencia moderna es la duda generalizada característica de la época actual y de la que acaba de pasar.

Para empezar, quiero considerar tres aspectos de la vida del hombre. Nosotros mismos, nuestro destino, estamos inextricablemente conectados con esta vida desde el nacimiento hasta la muerte. El nacimiento, o más bien la concepción, es el límite en una dirección; la muerte es el límite en la otra. El nacimiento y la muerte no son la vida; son simplemente el principio y el fin de la vida física. Y la cuestión es la siguiente: ¿Se puede abordar el nacimiento y la muerte en sí mismos con la misma actitud mental con la que contemplamos nuestra propia vida, o la vida de los demás, entre el nacimiento y la muerte, o nuestro acercamiento a los límites reales del nacimiento y la muerte debe ser desde un punto de vista diferente? Por lo tanto, el primer objeto de nuestro estudio de hoy será el aspecto de la muerte, que tan significativamente pone un límite a la vida humana.

Al final de la vida terrenal de un hombre, la muerte le despoja del cuerpo físico que tenemos ante nosotros. La Tierra toma posesión de él, ya sea a través de sus propios elementos, como en el entierro, o a través del fuego, como en la cremación. ¿Qué puede hacer la Tierra con la parte del hombre que percibimos con los sentidos físicos? La Tierra no puede hacer otra cosa que someterla a la destrucción. Piensen en las fuerzas de la naturaleza que nos rodean. No construyen nada cuando se les entrega el cadáver humano; simplemente lo destruyen. Las fuerzas de la naturaleza que nos rodean no están ahí para edificar, pues el cuerpo humano se desintegra cuando pasa a sus manos. Por lo tanto, tiene que haber algo diferente que edifique el cuerpo humano, algo diferente de las fuerzas terrenales, puesto que éstas provocan su desintegración.

Sin embargo, si se estudia la muerte humana con las fuerzas de cognición activadas en el alma mediante los ejercicios apropiados, todo presenta un aspecto diferente. Con las facultades ordinarias de cognición vemos el cadáver y nada más. Pero cuando, por medio de estos ejercicios, desarrollamos la Imaginación la primera etapa del conocimiento superior descrita en mis libros entonces la muerte se transforma completamente. En la muerte el hombre se libera de las garras de la Tierra; y si cultivamos la Imaginación, vemos en visión directa, en imágenes vivas, que en la muerte el hombre se levanta de su cadáver; no muere. En la etapa del Conocimiento Imaginativo, la muerte física se transforma en nacimiento espiritual. Antes de la muerte, el hombre está allí como hombre terrenal. Puede decir: "Estoy aquí, en este lugar; el mundo está fuera de mí". - Pero en el momento en que se produce la muerte, el hombre mismo no está donde yace su cadáver. Comienza su existencia en los amplios espacios del Universo; se hace uno con el mundo que hasta ahora sólo había contemplado. El mundo exterior a su cuerpo se convierte ahora en su campo de experiencia y, con ello, lo que antes era mundo interior se convierte en mundo exterior, lo que antes era mundo exterior se convierte en mundo interior. Pasamos de nuestra existencia personal a la existencia del mundo. La Tierra, -así se presenta al conocimiento imaginativo-, hace posible que nos sometamos a la muerte. La Tierra se revela al conocimiento imaginativo como la portadora de la muerte en el Universo. En ninguna parte, excepto en la Tierra, se encuentra la muerte en ninguna esfera frecuentada por el hombre, ya sea en la vida física o espiritual. En el momento en que el hombre atraviesa la muerte y se convierte en uno con el Universo, se presenta el segundo aspecto, -el aspecto en el que las anchuras del espacio parecen estar por todas partes llenas de pensamientos cósmicos. Para la visión imaginativa y para el propio hombre que ha atravesado la muerte, todo el Cosmos rebosa ahora de pensamientos cósmicos, que viven y se tejen en la extensión del espacio. El aspecto espacial se convierte en el gran revelador. Habiendo atravesado la muerte, el hombre entra en un mundo de pensamientos cósmicos; todo funciona y se teje en pensamientos cósmicos. Este es el segundo aspecto.

Cuando nos enfrentamos a un hombre en la vida terrenal, está ante nosotros en primer lugar como personalidad. Debe hablar si queremos conocer sus pensamientos. Por eso decimos: "Los pensamientos están dentro de él; se nos transmiten a través de su habla". Pero en ninguna parte dentro del perímetro de la vida terrenal descubrimos pensamientos que estén solos. Sólo están presentes en los hombres, y salen de los hombres. Cuando pasamos de la esfera terrenal de la muerte a la esfera espacial de los pensamientos, para empezar no encontramos seres en las anchuras del espacio, -ni dioses ni hombres-, sino que en todas partes encontramos pensamientos cósmicos. Habiendo atravesado la muerte y pasado a la extensión del espacio universal es como si en el mundo físico nos encontráramos con un hombre y percibiéramos sólo sus pensamientos sin ver al hombre mismo. Veríamos una nube de pensamientos. Después de la muerte no nos encontramos al principio con seres; nos encontramos con pensamientos, con la Inteligencia Mundial universal.

En esta esfera de la Inteligencia cósmica el hombre vive durante unos días después de su muerte. Y en el entretejido de pensamientos cósmicos aparece como una única nube en la que ve el registro de su última vida terrenal. Este registro está inscrito en la Inteligencia cósmica. Durante unos días contempla toda su vida en un gran cuadro simultáneo. Durante estos pocos días, lo que está inscrito en la Inteligencia cósmica se hace cada vez más tenue. El registro se expande en el espacio cósmico y desaparece. Mientras que al final de la vida terrestre aparece el aspecto de la muerte, pocos días después del final de esta experiencia se produce el desvanecimiento en el espacio cósmico. Así, después del primer aspecto, que podemos llamar el aspecto de la muerte, tenemos el segundo aspecto, que podemos llamar el aspecto del desvanecimiento de la vida terrenal. Después de la muerte, todo ser humano pasa por un momento de terrible temor de perderse a sí mismo, junto con toda su vida terrenal, en el espacio cósmico.

Si deseamos una mayor comprensión de las experiencias del hombre después de la muerte, el Conocimiento Imaginativo resultará inadecuado; debemos pasar a la segunda etapa del conocimiento superior, a la Inspiración. El Conocimiento Imaginativo tiene ante sí imágenes que, en general, son como las imágenes de los sueños, con la diferencia de que nunca podemos estar convencidos de que haya una realidad detrás de estas últimas, mientras que las imágenes de la Imaginación, por su propia cualidad inherente, siempre expresan la realidad. A través de la imaginación vivimos en un mundo de imágenes que, sin embargo, es realidad. Este mundo de imágenes debe ser trascendido si queremos ver lo que un hombre experimenta después de la muerte, cuando han pasado los pocos días durante los cuales repasó su vida.

La Inspiración, que debe adquirirse después o durante la etapa de la Imaginación, no presenta imágenes; en lugar de imágenes hay audición espiritual. El conocimiento a través de la Inspiración absorbe la Inteligencia cósmica, los pensamientos cósmicos, de tal manera que parecen ser oídos espiritualmente. De todas partes resuena la palabra cósmica, indicando claramente que hay realidad detrás de ella. Primero viene la proclamación; luego, cuando un hombre puede entregarse a esta Inspiración, comienza, en la Intuición, a percibir detrás de los pensamientos cósmicos, los Seres mismos del Universo. En la Imaginación se perciben imágenes de lo espiritual; en la Inspiración habla lo espiritual; la Intuición percibe a los Seres mismos. He dicho que el mundo está lleno de pensamientos cósmicos. Éstos, en sí mismos, no apuntan de inmediato a los seres; pero con el tiempo nos hacemos conscientes de las palabras que hay detrás de los pensamientos y, entonces, de contemplar, a través de la Intuición, a los Seres del Universo.

El primer aspecto de la existencia del hombre es el aspecto de la muerte, es el aspecto terrestre; el segundo aspecto nos conduce al espacio cósmico, que, como hombres terrestres, contemplamos sin comprender; es el aspecto del desvanecimiento de la vida del hombre. El tercer aspecto presenta el límite del espacio visible: es el aspecto de las estrellas. Pero las estrellas no aparecen como lo hacen a la vista física. Para la vista física las estrellas son puntos de resplandor en los límites del espacio en la dirección hacia la que miramos. Si hemos adquirido la facultad del Conocimiento Intuitivo, las estrellas son reveladoras de Seres cósmicos, Seres espirituales. Y con la Intuición contemplamos en el Universo espiritual, en lugar de las estrellas físicas, colonias de Seres espirituales en los lugares donde concebimos que están situadas las estrellas físicas. El tercer aspecto es el de las estrellas. Después de haber aprendido a conocer la muerte, después de haber reconocido la Inteligencia cósmica a través de las anchuras del espacio, este tercer aspecto nos conduce a las esferas de los Seres espirituales cósmicos y, por lo tanto, a la esfera de las estrellas. Y así como la Tierra ha recibido al hombre entre el nacimiento y la muerte, así, cuando ha cruzado el abismo hacia la Inteligencia cósmica pocos días después de su muerte, es recibido en el mundo de las estrellas. En la Tierra era un hombre de la Tierra entre los seres de la Tierra; después de la muerte se convierte en un ser del Cielo entre los Seres celestes.

La primera esfera en la que entra el hombre es la de la Luna; después pasa a las demás esferas cósmicas. En el momento de la muerte sigue perteneciendo a la esfera terrestre. Pero en ese momento, todo lo que está dentro del alcance del conocimiento terrenal pierde su significado. En la Tierra hay diferentes sustancias, diferentes metales, etc. En el momento de la muerte, toda esta diferenciación se pierde. En el momento de la muerte cesa toda esta diferenciación. Todas las sustancias sólidas externas son terrestres; en el momento de la muerte el hombre vive en la tierra, el agua, el aire y el calor. En la esfera de la Inteligencia cósmica ve su propia vida; está entre la región de la Tierra y la región del Cielo. Pocos días después de la muerte entra en la región del Cielo: primero, en la esfera de la Luna.

En esta esfera lunar nos encontramos por primera vez con Seres cósmicos. Pero estos Seres cósmicos siguen siendo bastante parecidos a los seres humanos, ya que en un tiempo estuvieron junto con nosotros en la Tierra. En mis libros pueden leer cómo la Luna física estuvo una vez unida a la Tierra y luego se separó de ella para formar un cuerpo cósmico independiente. Sin embargo, no fue sólo la Luna física la que se separó de la Tierra. En un tiempo hubo entre los hombres de la Tierra grandes Maestros primigenios; fueron ellos quienes trajeron la sabiduría primordial a la humanidad. Estos grandes Maestros no estaban presentes en la Tierra en cuerpos humanos físicos, sino sólo en cuerpos etéricos. Cuando un hombre recibía instrucción de ellos, la absorbía interiormente. Después de un tiempo, cuando la Luna se separó de la Tierra, estos antiguos Maestros se fueron con ella y formaron una colonia de Seres Lunares. Estos Maestros primitivos de la humanidad, separados de la Tierra desde hace mucho tiempo, son los primeros Seres cósmicos que se encuentran pocos días después de la muerte.

La vida que se pasa con los Seres de la Luna durante este período después de la muerte se relaciona de manera notable con la existencia terrenal. La vida del hombre después de la muerte podría imaginarse como más efímera, menos concreta, que la vida terrestre. Sin embargo, en cierto sentido no es así. Si somos capaces de seguir las experiencias de un hombre después de la muerte con visión suprasensible, encontramos que durante mucho tiempo tienen un efecto mucho más fuerte sobre él que cualquier cosa de la vida terrenal que, en comparación, es como un sueño. Este período después de la muerte dura aproximadamente un tercio del tiempo de vida en la Tierra. Lo que se experimenta ahora difiere según los individuos. Cuando un hombre repasa su vida terrenal sucumbe a la ilusión. Sólo ve los días y no presta atención a lo que ha experimentado espiritualmente durmiendo. A menos que sea particularmente adicto a dormir, un hombre, como regla general, pasará alrededor de un tercio de su vida en ese estado. Después de la muerte, pasa por todo ello en conexión consciente con los Seres de la Luna. Vivimos estas experiencias porque los grandes Maestros primigenios de la humanidad vierten la esencia de su ser en nosotros, viven en y con nosotros; vivimos las experiencias inconscientes de las noches en la Tierra como una realidad mucho mayor que la de la vida terrenal.

Permítanme ilustrarlo con un ejemplo. Quizá algunos de ustedes conozcan mis Dramas Misterios y recuerden entre sus personajes a un tal Strader. Strader es una figura basada en una personalidad que ahora está muerta, pero que estaba viva cuando se escribieron las tres primeras obras. No se trataba de representar su vida terrenal, sino que el personaje se basaba en la vida de un hombre que me resultaba excepcionalmente interesante. Procedente de circunstancias comparativamente sencillas, primero se hizo sacerdote, luego abandonó la Iglesia y se convirtió en un erudito laico con cierta tendencia racionalista. Toda la lucha interior de este hombre me interesó. Intenté comprenderlo espiritualmente y escribí los Dramas Misterio mientras observaba su vida terrenal. Después de su muerte, el interés que me había despertado me permitió seguirle durante el período de existencia que pasó en la esfera lunar. Hoy (1924) sigue en esa esfera. Desde el momento en que esta individualidad irrumpió en mí con toda la intensa realidad de la vida después de la muerte, cualquier interés que yo hubiera tenido en su vida terrestre se extinguió por completo. Yo vivía ahora con esta individualidad después de su muerte, y el efecto sobre mí fue que no pude hacer otra cosa que permitir que el personaje del cuarto Drama Misterio muriera, porque ya no estaba ante mí como un hombre terrenal. - Esto se cita simplemente para corroborar la afirmación de que la experiencia de la vida después de la muerte tiene mucha mayor intensidad, mayor realidad interior, que la vida terrenal; esta última es como un sueño en comparación.

Debemos recordar que después de la muerte el hombre pasa al gran Universo, al Cosmos. Él mismo se convierte ahora en el Cosmos. Siente el Cosmos como su cuerpo, pero también siente que lo que estaba fuera de él durante su vida terrenal está ahora dentro de él. Pongamos un ejemplo sencillo. Supongamos que una vez se dejaron llevar por la emoción durante su vida terrenal y le dieron a alguien un golpe que le causó no sólo dolor físico, sino también sufrimiento moral. Bajo la influencia de los Seres Lunares, después de la muerte, experimentas este incidente de manera diferente. Cuando dieron un golpe de ira, tal vez con cierta satisfacción interior, no sintieron el sufrimiento del hombre al que golpearon. Ahora, en la esfera de la Luna, experimentas el dolor físico y el sufrimiento que tuvo que soportar. En la esfera lunar experimentan lo que hicieron o pensaron durante su vida terrenal, no como ustedes lo sintieron, sino como afectó a la otra persona. Después de la muerte, durante un período correspondiente a una tercera parte de su vida, el hombre vive, en orden inverso, todo lo que pensó y todo lo malo que hizo durante su vida terrenal. Le es revelado por los Seres de la Luna como una realidad intensa. Cuando yo acompañaba interiormente a Strader, por ejemplo, en su vida después de la muerte -murió en 1912 y en los Dramas Misterio se le llama Strader, aunque ése no era su verdadero nombre-, él experimentaba primero lo último que había vivido en su vida terrena, luego los acontecimientos anteriores, y así sucesivamente, en orden inverso. Cuando ahora se presenta ante mi alma, está viviendo en la esfera lunar lo que había experimentado en el año 1875. Hasta ahora ha estado experimentando hacia atrás el tiempo entre 1912 y 1875 y continuará de esta manera hasta la fecha de su nacimiento.

Esta vida después de la muerte en la esfera de los Seres Lunares, -que una vez fueron Seres Terrestres-, se vive durante un tercio del tiempo de la vida de un hombre. Aquí surge la primera semilla de lo que se cumplirá como karma en las siguientes vidas terrenales. En esta vida, que corresponde a una tercera parte de su vida terrenal, el hombre se da cuenta interiormente, a través de su propio sentimiento y percepción, de cómo sus actos han afectado a los demás. Y entonces surge en él, como hombre espiritual, un fuerte deseo de que lo que ahora experimenta en la esfera lunar como resultado de su trato con otros hombres en la Tierra, vuelva a recaer sobre él, a fin de que pueda resarcirse. La resolución de cumplir su destino de acuerdo con sus actos terrenales y sus pensamientos terrenales llega como un deseo al final del período lunar. Y si este deseo -que surge de la experiencia de toda la vida terrena hasta el nacimiento- está desprovisto de temor, el hombre está preparado para ser recibido en la siguiente esfera, la esfera de Mercurio, a la que entonces pasa. En la esfera de Mercurio es instruido por los Seres en cuyo reino ha entrado, -Seres que nunca han estado en la Tierra, que siempre fueron Seres suprasensibles; en su reino aprende a forjar su destino ulterior. Así pues, para saber lo que un hombre experimenta entre la muerte y un nuevo nacimiento, que corresponde en su existencia espiritual a lo que experimentó entre los seres terrestres entre el nacimiento y la muerte, debemos seguirle a través de la esfera de Mercurio, la esfera de Venus y la esfera del Sol. Pues la totalidad de la vida del hombre consiste en la existencia terrenal entre el nacimiento y la muerte y la existencia celestial entre la muerte y un nuevo nacimiento. Esto constituye su vida en su totalidad, y de ello hablaremos en las próximas conferencias.

Traducido por J.Luelmo abr.2019

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