GA239 Praga, 5 de abril de 1924 - Relaciones Kármicas vol. V-

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Rudolf Steiner

Conferencia IV

Praga, 5 de abril de 1924

Los estudios previos en la Sociedad Antroposófica, aquí en Praga, les habrán dejado claro que la evolución de la humanidad está regida por el espíritu, -o quizás sea mejor decir, por Seres espirituales-, y que las almas humanas, llenas ellas mismas de espíritu, trasladan sus logros de una época a otra, incluyendo, por supuesto, cualquier carga de culpa que hayan acumulado en una época determinada. Todas estas cosas nos permiten contemplar profundamente la vida del Cosmos tanto desde el aspecto físico como desde el aspecto anímico-espiritual, y sólo así nos es posible comprender nuestra verdadera naturaleza y nuestro ser. Porque sin ceder al orgullo debemos reconocer que en nuestra propia naturaleza humana estamos unidos a la fuente espiritual del Cosmos y que sólo podemos comprender nuestro propio ser y constitución a través de una comprensión espiritual del Cosmos.

Desde el Encuentro Fundacional de Navidad no se trata sólo de conducir los asuntos de la Antroposofía dentro de la Sociedad Antroposófica, sino que la conducción de esos asuntos debe ser en sí misma Antroposofía. Y esto debe expresarse también en la refundición de la labor antroposófica. Por consiguiente, en estas conferencias no he temido llevar nuestro estudio de lo exotérico a ámbitos más esotéricos, y en este sentido quiero añadir hoy algo a lo que ya se ha dicho, algo que aporte pruebas concretas de cómo el alma humana pasa de una época a otra. El principio general se aplica igualmente a los individuos, y a través de la comprensión del karma de personalidades conocidas por todos nosotros, puede arrojarse luz sobre nuestro propio karma. Hoy, por lo tanto, continuaremos nuestro estudio del karma con detalles más concretos.

En el curso de estas conferencias he mencionado el nombre de un individuo que es un ejemplo notable de cómo puede manifestarse cierta cualidad visionaria en alguien que es preeminentemente un hombre de voluntad. He mencionado el nombre de Garibaldi, el héroe de la causa de la libertad en Italia, y también he hablado de algunas de sus características sobresalientes. Todo en él expresa voluntad, impulsos de voluntad. Qué tremenda fuerza de voluntad demostró cuando, siendo joven, durante los años veinte y principios de los treinta del siglo XIX, emprendió una y otra vez, de forma totalmente voluntaria, peligrosos viajes por el Adriático, y después de haber sido hecho prisionero en varias ocasiones, siempre fue capaz, gracias a su fuerza y valentía, de escapar. Qué tremenda fuerza de voluntad cuando, viendo que por el momento no había campo para su actividad en Europa, pasó a Sudamérica, donde se convirtió en uno de los más intrépidos luchadores por la causa de la libertad. He hablado también de cómo, en las circunstancias de sus esponsales y de su matrimonio, hizo caso omiso de las costumbres habituales y determinó su propia vida como mejor le pareció. Luego, a su regreso a Europa, se convirtió en la persona a la que, en realidad, la Italia moderna debe todo.

Cuando un día se me planteó la pregunta: "¿Cuáles podrían haber sido las conexiones kármicas de esta personalidad?", dos aspectos entraron en consideración. Pues la búsqueda de conexiones kármicas no es en absoluto una tarea sencilla, sino muy complicada. Ya he dicho que a menudo hay que partir de detalles que, aunque claramente evidentes, parecen de menor importancia, y dejarse llevar por ellos a los principios según los cuales los hechos de una vida terrenal se trasladan a la vida posterior.

El caso de Garibaldi es extraño en el sentido de que, aunque en el fondo y en el sentimiento era republicano, hasta la médula, puso toda la fuerza de su voluntad en la tarea de consolidar la monarquía italiana bajo Víctor Manuel. Simplemente estudiando la biografía de Garibaldi se puede percibir una contradicción fundamental entre esta tendencia interna de sentimiento y sus hechos reales. También se percibe que se sentía unido a hombres como Mazzini y Cavour, con cuyas ideas y convicciones estaba manifiestamente en desacuerdo y cuya tendencia de pensamiento difería tan radicalmente de la suya. Luego está el hecho sorprendente de que Garibaldi naciera, en el año 1807, bastante cerca de los lugares de nacimiento de los otros tres: el más tarde Rey Víctor Manuel, Cavour el estadista, y Mazzini el filósofo. Sus lugares de nacimiento estaban realmente próximos. Y entonces uno se ve llevado a investigar la conexión entre el karma de tales personalidades.

El otro aspecto, de gran alcance, es el siguiente. Al estudiar la Ciencia Espiritual debemos tener siempre presente que en la antigüedad hubo Iniciados, videntes, hombres de visión en el sentido más amplio. Y cabe preguntarse: Puesto que estos sabios de tiempos pasados deben reencarnarse, ¿dónde están trabajando ahora, en la era moderna? ¿Dónde están esas grandes personalidades que trabajaron como Iniciados en el pasado? - En efecto, han vuelto, pero hay que recordar que cuando un ser humano nace en una época determinada, está obligado a utilizar el cuerpo que le proporciona esa época. Los cuerpos de antaño eran más dúctiles, más flexibles, se rendían más fácilmente al espíritu; y en la existencia terrestre el hombre debe utilizar el cuerpo para transformar en forma terrestre y en actividad terrestre lo que estaba imbuido en él antes de bajar a la Tierra. Enfrentados a condiciones tan llenas de enigmas, debemos recordar, -y no se trata de una crítica-, que desde hace siglos el efecto de toda la educación sobre el organismo humano ha sido tal que lo que una vez estuvo vivo en un Iniciado simplemente no puede llegar a expresarse. Mucho de ello tiene que permanecer oculto en los sustratos profundos de la existencia. Y por esta razón, muchos Iniciados de antaño aparecen de nuevo como personalidades que, con los conceptos y nociones que prevalecen hoy en día, no pueden ser reconocidos como antiguos Iniciados, porque se ven obligados a utilizar el cuerpo que les proporciona su época.

Garibaldi es un ejemplo de ello. Si nos remontamos lejos en el pasado, encontramos Misterios hondos y profundos, grandes Iniciados, en la antigua Irlanda. Pero los misterios irlandeses sobrevivieron hasta la era cristiana. Incluso hoy en día sigue habiendo mucha espiritualidad viva en Irlanda, no de tipo abstracto, conceptual, sino viva, espiritualmente potente. Por caóticas que parezcan hoy las condiciones en ese país, hay en Irlanda mucha vida espiritual real. Pero es sólo el último vestigio de lo que una vez existió. En Hibernia, en Irlanda, existieron profundos y penetrantes Misterios cuyas influencias todavía se abrieron camino a través de Europa en los primeros siglos de la difusión del Cristianismo. Y allí se encuentra un Iniciado cuyo camino, en los siglos VIII a IX después de la fundación del cristianismo, le condujo de Irlanda a la región que corresponde aproximadamente a la Alsacia moderna. En las tempestuosas condiciones que reinaban entonces, este Iniciado consiguió mucho para la causa del verdadero cristianismo, por la que, a decir verdad, Bonifacio consiguió muy poco. A este Iniciado vinieron tres discípulos de diferentes partes del mundo, tres discípulos que se confiaron a él. Estos tres discípulos vinieron a él, uno desde lejos y otro desde más cerca. Pero en los Misterios irlandeses existía un decreto inviolable según el cual un Iniciado a quien se habían confiado alumnos no debía abandonarlos en la encarnación posterior, sino que debía realizar en la vida terrena algo que los retuviera a él, algo que estableciera un vínculo entre él y esos alumnos. El Iniciado de quien estoy hablando nació de nuevo como José Garibaldi, con esa cualidad visionaria de la voluntad que en los tiempos antiguos había sido capaz de expresarse en una forma muy diferente de la posible en un cuerpo perteneciente al siglo XIX. Garibaldi sólo recibió una educación muy inferior, muy distinta de la educación típica del siglo XIX. Los otros tres que he nombrado eran los alumnos que en el pasado habían acudido a él desde diferentes partes del mundo. Pero el impulso que trabajaba de una encarnación a la otra era mucho más profundo y potente que los principios externos de acción. En comparación con el vínculo que se extiende a través de las encarnaciones entre hombre y hombre, es una trivialidad discutir: Yo soy republicano, tú eres monárquico. En estas cosas hay que darse cuenta de hasta qué punto el Maya terrenal, la gran ilusión, la apariencia de ser, se desvía de la realidad espiritual que es en verdad la fuerza motriz de los fenómenos de la existencia. Y así, a pesar de la radical diferencia de sentimientos y convicciones, Garibaldi no pudo abandonar, por ejemplo, a Víctor Emanuel. El sentimiento y la convicción en relación con los asuntos terrenales y no con los seres humanos pertenecen a la época, no a la individualidad que pasa de una vida terrenal a otra.

Quiero dar otro ejemplo, uno con el que estuve en estrecho contacto personal. Tuve un profesor de geometría que me fue de enorme ayuda. Mi autobiografía les habrá indicado que la geometría es una de las asignaturas a las que más debo por los impulsos que despertó en mí. El propio profesor de geometría desempeñó un papel muy valioso en mi vida. El hecho de que fuera un excelente constructor bien pudo haber provocado mi gran afecto por él, porque yo mismo amaba la construcción geométrica y porque lo expresaba todo con auténtica independencia de ánimo y también con toda la exclusividad propia del pensamiento geométrico. Su mente se centraba tan exclusivamente en la geometría que, en el verdadero sentido de la palabra, no era matemático; era geómetra y nada más. En este ámbito era brillante, pero no se puede decir que fuera un profundo conocedor de las matemáticas. Vivió en una época en la que toda la geometría descriptiva, -su tema especial-, experimentó cambios. Sin embargo, él se caracterizó por mantener las viejas formas. Pero había algo más en él que proporcionaba una pista mucho más reveladora para la investigación ocultista: tenía lo que se llama un pie zambo. Ahora bien, lo extraño es que la fuerza, -no, por supuesto, la sustancia física-, la fuerza que un hombre tiene en sus pies en una encarnación, el carácter de su pisada, cómo sus pies le llevan a hacer el mal o a hacer el bien, esta fuerza se metamorfosea. Lo que está relacionado con los pies puede vivir en una encarnación posterior en la organización de la cabeza; mientras que lo que ahora llevamos en la cabeza puede llegar a expresarse, en una encarnación posterior, en la organización de las piernas. La metamorfosis toma aquí una forma peculiar. Quien está familiarizado con estas cosas puede discernir, por el estilo y la manera de andar de un hombre, por cómo pisa con los dedos de los pies y los talones, qué cualidad de pensamiento le caracterizaba en una encarnación anterior. Y quien observe las cualidades del pensamiento de un hombre, -si sus pensamientos son rápidos, fugaces, superficiales o deliberados y cautelosos-, podrá imaginarse cómo caminaba realmente en una encarnación anterior.

En la encarnación anterior, un hombre cuyos pensamientos son fugaces y superficiales caminaba con pasos cortos y rápidos, como dando golpecitos sobre el suelo, mientras que el andar de un hombre que piensa con cautela y deliberación era firme y estable en la vida anterior. Son precisamente estas características aparentemente menores las que llevan más lejos cuando uno busca las conexiones espirituales más profundas y no las de tipo externo y abstracto. Y así, cuando una y otra vez invoqué la imagen de este maestro tan querido, fui guiado hasta su encarnación anterior. Con esta imagen se asoció otra, también de un hombre con un pie deforme: Lord Byron. Los dos hombres estaban ante mí en esta imagen interior. Y el karma de mi maestro, así como la peculiaridad de la que les he hablado, me condujeron al descubrimiento de que en el siglo X u XI, estas dos almas habían vivido en sus encarnaciones anteriores lejos, en el Este de Europa, adonde llegaron un día bajo la influencia de una leyenda, una profecía. Esta leyenda decía que el Paladio, que de cierta manera mágica ayudaba a sostener el poder de Roma, había sido traído a esa ciudad desde la antigua Troya, y escondido. Cuando el emperador Constantino concibió el deseo de llevar la cultura romana a Constantinopla, hizo que el Paladio fuera transportado con la mayor pompa y boato a Constantinopla y escondido bajo un pilar, cuyos detalles expresaban su desmesurado orgullo. Mandó colocar en lo alto de la columna una antigua estatua de Apolo, pero modificada para que fuera un retrato de sí mismo. Hizo traer madera de la cruz en la que Cristo había sido crucificado y le dio forma de corona, que fue colocada sobre la cabeza de la estatua. Fue la ocasión para entregarse a verdaderas orgías de orgullo.

La leyenda continuaba profetizando que el Paladio sería transferido de Constantinopla al Norte y que el poder encarnado en él sería conferido finalmente a un Imperio Eslavo. Esta profecía llegó a conocimiento de los dos hombres de los que he hablado y decidieron ir a Constantinopla y llevarse el Paladio a Rusia. No lo consiguieron. Pero en uno de ellos especialmente en Byron el impulso permaneció, y se transformó en la vida posterior en el impulso de abrazar la causa de la libertad en Grecia. Este impulso llevó a Byron, en el siglo XIX, a la misma región, en términos generales, donde había buscado el Paladio en una encarnación anterior.

Se trata de encontrar los hilos que conducen a épocas anteriores. En otra ocasión me fijé en un personaje que vivió hacia el siglo IX en el noreste de la Francia actual, y que durante la primera parte de su vida fue propietario de extensos latifundios. Era, para la época, un hombre rico, y siendo de naturaleza guerrera, se involucró en muchas aventuras militares bastante quijotescas, no a gran, sino a pequeña escala. Al llegar a cierta edad, esta personalidad reunió a su alrededor a personas que le acompañaron en una campaña que terminó en desastre y trajo consigo una amarga desilusión. Sin haber conseguido nada, se vio obligado a regresar a casa. Pero mientras tanto, como era habitual en aquella época, otro se había apoderado de su casa, sus tierras y su gente durante su ausencia. A su llegada se encontró con que sus propias propiedades estaban en otras manos. Por extraño que parezca, así sucedió en realidad, y a partir de entonces se vio obligado a servir en su propio señorío como una especie de criado o siervo. Allí se celebraban muchas reuniones con la gente del vecindario, normalmente por la noche, y de una forma poco culta y tosca se elaboraban ideas para tomar el poder, aunque más allá del hecho de que tales ideas se elaboraban, nada podía salir de ellas. Estas ideas para rebelarse contra los señores, -casi como en los días de Roma-, fueron objeto de una dialéctica muy acalorada y ferviente. Podemos interesarnos por esta personalidad que había sido despojada de propiedades, posesiones y autoridad, pero que con una voluntad inflexible agitó a todo la comarca, en particular contra el que había usurpado la propiedad. La personalidad de la que estoy hablando volvió a nacer en el siglo XIX, cuando interiormente, en mente y alma, se convirtió en el tipo de personaje que cabría esperar de las circunstancias de la encarnación anterior: se convirtió en Karl Marx el líder socialista. Piensen en la luz que se arroja sobre la historia del mundo cuando se puede estudiar de esta manera, cuando se puede seguir a las almas que pasan de una época a otra, observando cómo lo que estas almas llevan dentro se transmite de una época a otra. La historia y la evolución de la humanidad se ven así en su marco real y concreto.

Hace poco, en Dornach, tuve ocasión de llamar la atención sobre otra conexión kármica, que durante la guerra, y sobre todo al final de la misma, me hizo advertir repetidamente a la gente que no se dejara cegar por cierta figura destacada de los tiempos modernos. En las conferencias de Helsingfors de 1913 (GA158), ya había hablado de las capacidades muy limitadas de la persona en cuestión. Esto se debió a que la conexión entre Muawiyah, un seguidor de Mahoma en el siglo VII, y Woodrow Wilson, era clara para mí. Todo el fatalismo que caracterizaba la personalidad de Muawiyah afloraba en el fatalismo, por otra parte inexplicable, de Woodrow Wilson; en su caso, fatalismo de la voluntad. Y si alguien quiere encontrar una corroboración, descubrir el origen de los conocidos Catorce Puntos, no tiene más que recurrir al Corán. Tales son las conexiones. Estas cosas deben mantenerse absolutamente libres de sentimientos de simpatía o antipatía; no es cuestión de crítica, sino sólo de la más pura objetividad. Pero esta misma objetividad conduce de un punto de la historia en el que ha aparecido un alma, a otro punto semejante. Cuando la humanidad supere en cierta medida la herencia del materialismo que aún subsiste, la gente estará dispuesta a escuchar tales cosas y a observar por sí misma. Y entonces se sentirán de manera muy diferente sobre su lugar en la civilización moderna, porque serán capaces de verla no en un escenario muerto, sino en un escenario vivo. Este es el punto importante. Todo el proceso de desarrollo histórico estará impregnado de vida. Y si el hombre quiere salir del callejón sin salida en el que se encuentra ahora en su civilización, necesita el espíritu vivo y no el espíritu muerto de los conceptos y las ideas abstractas.

En su estudio de la historia, la gente será probablemente muy reacia a acercarse a lo espiritual en la forma indicada en mi conferencia pública aquí hace unos días, pero sin embargo, en última instancia, se verán obligados a hacerlo. Porque el estudio histórico ordinario, que sólo cuenta con pruebas documentales, está lleno de enigmas insolubles. Siempre aparecen cosas cuyo origen no puede explicarse. ¿Por qué? Porque los orígenes no se comprenden, han quedado completamente oscurecidos. Cuando se investigan estas cosas, muchas cosas de la historia se convierten en realidad viva. Pero también se pone de manifiesto que los propios hombres han hecho mucho para tergiversar y falsificar la historia en aspectos importantes.

Ciertamente parecerá extraño y desconcertante cuando, en relación con un pasado relativamente cercano, el investigador espiritual se vea obligado a afirmar que una maravillosa obra de arte ha sido borrada de la existencia por la hostilidad de cierta corriente de vida espiritual. En los primeros siglos de la cristiandad existía en las regiones más meridionales de la civilización europea una obra de arte literaria que exponía la naturaleza del avance de la cultura inmediatamente después de que el cristianismo echara raíces en la evolución de la humanidad en Europa. Esta obra de arte, -era un drama épico, una epopeya dramática-, narraba cómo desde la reciente revelación del cristianismo el hombre no puede acercarse al verdadero Ser de Cristo a menos que se someta a una preparación definitiva similar a la que se da en los Misterios.

Para comprender la verdadera importancia de esto, debe quedarnos claro lo siguiente. A sus discípulos íntimos, Cristo les había aclarado abundantemente que Él, como un Ser Solar, un Ser Cósmico, había descendido al nacido en Oriente como Jesús, en el año treinta de su vida. Jesús de Nazaret nació en una religión lunar. ¿Cuál era la naturaleza del Jahvé, de la religión de Jehová, y del propio Ser Jahvé? Al mirar hacia arriba, hacia Jahvé, los hombres miraban, en realidad, al yo humano, el yo que depende directamente de la configuración física humana que nace con nosotros. Pero lo que nace con nosotros, lo que ha tomado forma y se ha desarrollado en la medida en que en el cuerpo de la madre fuimos moldeados en un recipiente para el yo humano, esto depende de las fuerzas de la Luna. Jahvé es un Dios de la Luna. Y al levantar sus ojos hacia Jahvé, los hombres se dijeron a sí mismos: Yahvé es el Regente de los Seres de la Luna, de quien proceden las fuerzas que llevan al hombre a su existencia física en la Tierra. - Pero si las fuerzas de la Luna fueran las únicas que actuaran, el hombre nunca sería capaz de trascender lo que se deposita en él en la vida que pertenece a la Tierra. Esto ya no puede hacerlo por sí mismo, pero en épocas anteriores era diferente. Si nos remontamos a épocas prehistóricas encontramos algo muy notable, algo que a la mente moderna le suena sumamente extraño. Encontramos que en el trigésimo año de vida, los seres humanos experimentaban una transformación completa del alma. Esto ocurría en la gran mayoría de las personas pertenecientes a una determinada clase. Por extraño que suene a los oídos modernos, era realmente el caso en una época de la que los Vedas son meros ecos. Había hombres en la antigua India a los que les podía ocurrir lo siguiente. - Cuando otro hombre al que habían visto unos años antes se acercaba a ellos, podía encontrarse con que, aunque le veían, no reconocían quién era; habían olvidado todo lo que les había sucedido durante los treinta años anteriores, lo habían olvidado todo, incluso su propia identidad. Y había una institución real, -deberíamos llamarla, como llamamos hoy en día a cualquier institución de este tipo, un departamento oficial o junta de autoridades-, a la que tal persona debía dirigirse para que le informaran quién era y dónde había nacido. Sólo cuando, en los Misterios, estas personas habían recibido la formación necesaria, eran capaces de recordar su vida hasta la edad de treinta años. Eran hombres que, más tarde, fueron llamados los "dos veces nacidos", que debían el primer período de su existencia a las fuerzas de la Luna, el segundo a las fuerzas del Sol.

La metamorfosis que antiguamente se producía de un modo tan radical en el curso de la vida terrestre, el "nacer por segunda vez", se atribuía al Sol, y con razón, pues las fuerzas solares tienen que ver con lo que el ser humano es capaz de hacer de sí mismo, a fuerza de su propia voluntad. Pero a medida que avanzaba la evolución de la humanidad, esto dejó gradualmente de formar parte del proceso de desarrollo; el hombre ya no bajaba al reino físico ninguna conciencia de haber contemplado los mundos cósmicos. Juliano el Apóstata quiso revivir el conocimiento de estas cosas y tuvo que pagar el intento con su muerte. Pero mediante el poder que encierran sus palabras, Cristo quiso aportar a los hombres, a través de la moral, de la profundización de la vida moral y religiosa, lo que la naturaleza no aporta. Fue Cristo Quien enseñó: "¡Cuando aprendáis a sentir como yo siento, cuando en lugar de volver vuestros ojos hacia el Sol contempléis lo que está vivo en mí, -que fui el último en recibir la Palabra del Sol en el año treinta-, entonces encontraréis de nuevo el camino hacia la esencia del Sol!" Los maestros en los Misterios durante el período primitivo del cristianismo sabían con certeza que el desarrollo del intelecto, de la intelectualidad, comenzaba entonces; la intelectualidad trae en efecto la libertad al hombre, pero le priva de la antigua clarividencia que le conduce a la espiritualidad cósmica. Por lo tanto, estos sabios de los antiguos Misterios cristianos instituyeron la enseñanza que se expuso entonces en ese drama épico del que he hablado. Era la narración de las experiencias de un alumno de los Misterios Cristianos, que mediante el sacrificio del intelecto en cierto momento de su juventud, iba a ser conducido al verdadero Cristianismo, cuando la comprensión de que Cristo es un Ser Solar que vino a morar en Jesús de Nazaret a partir de sus treinta años de edad, se hizo realidad en él.

Esta epopeya era una narración conmovedora e impresionante de cómo un ser humano que busca la verdad más íntima del cristianismo hace el sacrificio del intelecto en los primeros años, -es decir, hace voto a los Poderes Espirituales superiores de que el intelectualismo no será su pilar, sino que profundizará de tal modo en su vida interior que llegará a conocer el cristianismo no como mera historia o tradición, sino en su realidad y escenario cósmicos, viendo en Cristo al Portador de la espiritualidad del Sol. Una escena de dramática grandeza e impresionante contenido presentaba esta transformación en un ser humano por el sacrificio de la intelectualidad. Un ser humano que, al principio, recibió el Cristianismo meramente según la letra de los Evangelios, -como fue costumbre más tarde-, se convirtió en alguien que aprendió a contemplar las realidades cósmicas y la conexión viva de Cristo con el Cosmos. El despertar de la clarividencia del Cristianismo como realidad cósmica, -tal fue el contenido de ese antiguo drama épico. La Iglesia católica se encargó de exterminar todo rastro de esta epopeya. No ha quedado nada: la Iglesia Católica ha tenido poder suficiente para ello. Sólo por accidente se ha conservado una transcripción de la que tampoco se sabría nada si no hubiera sido de la mano de un personaje que vivió en la corte de Carlos el Calvo, de la mano de Escoto Erigena

Aquellos que se dan cuenta de la importancia de estas cosas no pensarán que es tan extraño cuando la investigación espiritual nos impulsa a hablar de esta historia épica de un hombre que al jurar sacrificar la intelectualidad se transformó de tal manera que los cielos se abrieron para él. Pero en forma de tradición han sobrevivido muchos fragmentos de esa antigua epopeya, en sustancia en gran parte inalterados, pero que ya no se comprenden, -sobre todo su gran escenario y su imaginería ya no se comprenden. El contenido de esta obra de arte poética se convirtió en el tema de numerosas pinturas. Estas pinturas también fueron exterminadas y sólo sobrevivieron las tradiciones. Fragmentos de estas tradiciones se conocían en un círculo al que pertenecía Brunetto Latini, el maestro de Dante. De este maestro Dante oyó algo de las tradiciones, -no por supuesto en precisión de detalles, sino en secuelas-, y en su Divina Comedia aún perviven ecos de esa vieja epopeya. Pero la obra existía, tan verdadera y seguramente como existe la propia Divina Comedia.

Como ven, la historia registrada no concuerda con las realidades y mucho de lo que fue exterminado por los enemigos tendrá que ser descubierto de nuevo a través de la investigación espiritual. Porque a un determinado bando le interesaba desarraigar todo indicio de que Cristo procede del Cosmos. El nacimiento de Cristo que realmente tuvo lugar en el trigésimo año de Jesús ha sido confundido con el nacimiento físico. Lo que entonces se convirtió en una doctrina cristiana nunca podría haberse establecido si no se hubiera exterminado el drama épico del que he hablado. Llegará el momento en que la investigación espiritual tendrá que desempeñar un papel si la civilización humana ha de progresar realmente.

Ustedes conocen el efecto devastador de enfermedades como la que le ocurrió a alguien a quien conocí bien en una ocasión. Ocupaba un cargo de gran autoridad, pero un día abandonó su casa y su familia, fue a la estación de ferrocarril y tomó un billete para un lugar lejano, habiendo olvidado de repente todo lo que había vivido hasta entonces: su intelecto estaba en orden, pero su memoria estaba completamente nublada. Cuando llegó a su primer destino tomó otro billete, viajando así por Alemania, Austria, Hungría, Galicia, y finalmente, cuando recuperó la memoria, se encontró en un asilo para indigentes en Berlín.

En verdad, es la ruina de todo el Yo cuando un hombre olvida lo que ha vivido y experimentado. También significaría la ruina del Ego de la civilización, del Ego de la humanidad europea, que los hombres olvidaran completamente las cosas que formaron parte de su experiencia histórica, las cosas que han sido desarraigadas. Sólo la Ciencia Espiritual puede devolver el poder del recuerdo.

Pero incluso a los hombres que, comparativamente hablando, tienen una buena disposición, la Ciencia Espiritual les sigue pareciendo extraña y ajena. No se puede leer sin cierta ironía lo que un hombre, tan prometedor en otros aspectos, dice de mí como fundador de la Antroposofía. En El Gran Secreto, Maurice Maeterlinck parece incapaz de negar que las introducciones a mis libros contienen mucho de razonable. Le llama la atención. Pero luego encuentra cosas que lo dejan perplejo y de las que no puede sacar absolutamente nada en limpio. Podríamos variar ligeramente una de las observaciones de Lichtenberg, diciendo: "Cuando los libros y un individuo entran en colisión y se produce un sonido hueco, ¡no tiene por qué ser culpa de los libros!". Pero piénsese que Maurice Maeterlinck es sin duda una lumbrera de nuestra cultura moderna y, sin embargo, escribe lo siguiente, -cito casi palabra por palabra:

En las introducciones a sus libros, en los primeros capítulos, Steiner se muestra invariablemente poseedor de una mente reflexiva, lógica y culta, y luego, en los capítulos posteriores parece haberse vuelto loco". ¿Qué podemos deducir de ello? Primer capítulo: reflexivo, lógico, culto; último capítulo: loco. Luego sale otro libro. De nuevo, para empezar, reflexivo, lógico, culto; y finalmente, ¡loco! Y así sucesivamente. Como he escrito bastantes libros, debo de ser un experto en este tipo de cosas. Según Maurice Maeterlinck, en mis libros debe de haber una especie de malabarismo. Pero la idea de que esto ocurra voluntariamente... ¡aún no se ha encontrado un caso así en los manicomios!

Los libros de escritores que nos toman por locos son aún más desconcertantes. La ironía con la que hoy en día nos vemos obligados a aceptar muchas cosas, demuestra lo difícil que sigue siendo para los hombres de la época actual comprender una auténtica investigación espiritual. Y para que no nos falten fuerzas para llevar a cabo esta profundización de la vida espiritual, se organizó el Encuentro Fundacional de Navidad como un faro para el ulterior desarrollo de la Sociedad Antroposófica en la dirección que he indicado. El encuentro fundacional de Navidad debía, ante todo, inaugurar en el Movimiento Antroposófico una época en la que se expusieran sin temor hechos concretos de la vida espiritual, como ha sucedido hoy y en las conferencias precedentes. Pues para que el espíritu que necesita la humanidad encuentre entrada, se requiere un impulso más fuerte que el que ha prevalecido hasta ahora.

Ha sido para mí un motivo de verdadera alegría que en las conferencias aquí pronunciadas, ya sea para el público o para un círculo más reducido, se me haya brindado la oportunidad de adentrarme un poco más en las profundidades de la vida espiritual. Y con esta alegría interior permítanme expresar mi más sincero agradecimiento por las cordiales palabras que me ha dirigido el profesor Hauffen al comienzo de la sesión de esta tarde. Os doy las gracias por vuestra acogida y por el modo en que vuestras almas han respondido durante mi presencia aquí. Y podéis estar seguros de que las palabras del profesor Hauffen permanecerán conmigo como manantial de los pensamientos que os enviaré constantemente y que os acompañarán tanto cuando alcancéis vuestros objetivos como cuando estéis trabajando aquí. Aunque estemos separados en el espacio, como antropósofos estamos unidos en el corazón, y esto debe saberse y recordarse. Durante muchos años he tenido el privilegio de hablar en Praga de diferentes aspectos de la vida espiritual y siempre ha sido para mí motivo de satisfacción. Especialmente en esta ocasión, porque las exigencias planteadas a vuestros corazones y a vuestras almas han sido relativamente nuevas, porque esta vez han tenido ustedes que recibir con una apertura de espíritu aún mayor lo que yo tenía que decirles en cumplimiento de un mandato espiritual. Cuando digo " mandato espiritual ", entendemos por ello que permanecemos juntos en el espíritu. El objetivo que tenemos ante nosotros se alcanzará si los amigos trabajan juntos de todo corazón, si, sobre todo, permanecen unidos en el pensar, sentir y querer antroposóficos.

Junto con mi agradecimiento, les ruego que tomen esto como una cordial despedida, que no significa separación, sino el establecimiento de una comunión espiritual. Este sentimiento de comunión debe fluir a través de cada palabra que se pronuncie entre nosotros. Todo lo que se diga entre nosotros debe servir para unirnos cada vez más. En este sentido, permítanme asegurarles de todo corazón que mis pensamientos estarán con ustedes, tratando de encontrar entre ustedes uno de esos lugares donde la verdadera voluntad antroposófica y la corriente antroposófica de la vida espiritual puedan actuar. Y así seguiremos nuestros caminos, pero sólo en el cuerpo, permaneciendo espiritualmente y en nuestros corazones juntos.

Traducido por J.Luelmo abr. 2019

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919