GA216 Dornach 24 de septiembre de 1922 El significado de la momia para la vida espiritual del antiguo Egipto

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RUDOLF STEINER

Impulsos básicos de la historial mundial de la humanidad

Conferencia nº 5 de una serie de ocho conferencias, celebradas del 16 de septiembre al 1 de octubre 1922, en Dornach.


GA216 QUINTA CONFERENCIA

El significado de la momia para la vida espiritual del antiguo Egipto y el significado para la vida espiritual del presente de las antiguas ceremonias que han sido la vida espiritual del presente.


Dornach 24 de septiembre de 1922

Un sabio del antiguo Egipto le dijo una vez a un sabio de Grecia unas palabras que decían lo siguiente: Vosotros los griegos sois un pueblo que vive sólo en el presente, sin tener en cuenta la historia. Habláis de lo que ocurre inmediatamente a vuestro alrededor y no pensáis en cómo el presente ha ido tomando forma desde los tiempos primitivos.

¿Qué quería decir el sabio egipcio con esto? Quería transmitir que el pensamiento de los egipcios se ocupaba de los grandes problemas del cosmos, de la evolución de la tierra a través de diferentes formas, y que los griegos, a lo sumo, sólo tenían imágenes de estas cosas en el mito y la saga. Pero en realidad el sabio egipcio quería indicar lo que había resultado del uso que se hacía del ser humano momificado, como he tratado de explicar en las dos últimas conferencias. Los egipcios se propusieron llevar al ritmo de la inhalación, impulsos derivados de ciertos Seres Espirituales para los cuales se habían creado moradas en las momias. Tratemos de imaginarnos lo más claramente posible el significado de la momia en los días en que la cultura iniciática egipcia estaba en su apogeo.

La momia era el ser humano después de que el espíritu y el alma habían abandonado su forma física. Mientras el hombre está vivo, las fuerzas activas en su organismo etérico, su organismo astral y su yo, trabajan dentro de esta forma. La forma está irradiada e impregnada por la "tintura" humana procedente de la sangre y del resto del organismo. La momia era una forma desnuda, una forma que sólo podía existir en la tierra porque el ser humano existe en la tierra. Los iniciados egipcios utilizaban esta forma -en la que el alma y el espíritu no estaban realmente presentes- para adquirir un poder que, sin el culto a la momia, no habrían podido poseer.
Debemos tratar de imaginarnos tiempos en los que la vida del alma era muy distinta a la de hoy. Antes de la época egipcia, todas las ideas y pensamientos del hombre, todas las experiencias de su vida interior, le eran impartidas directamente desde el mundo espiritual. Por lo tanto, incluso cuando estaba inmerso en sus pensamientos, vivía en revelaciones del mundo espiritual. En los días de las antiguas civilizaciones india y persa, todos los pensamientos del hombre eran revelaciones del mundo espiritual. Ningún pensamiento era estimulado en él por el mundo exterior, por las plantas, los animales u otros seres humanos. Su vida anímica estaba repleta de pensamientos que procedían de lo espiritual y que arrojaban abundante luz sobre el mundo. El hombre vivía en comunión con las plantas y los animales y también les daba nombres. Pero también estos nombres le llegaban como revelaciones de los dioses. Cuando, en las épocas de la antigua India y de la antigua Persia, el hombre daba un nombre a una flor, le parecía que una voz divina le decía claramente: Este es el nombre por el que la flor debe ser conocida. Cuando daba un nombre a un animal, era consciente de haber oído en su interior: Este es el nombre por el que el animal debe ser conocido. En las civilizaciones de la antigua India y de la antigua Persia, todos estos nombres llegaban a los hombres a través de su vida interior del alma.

En la civilización del antiguo Egipto era diferente. Las experiencias clarividentes se desvanecían cada vez más en la penumbra y el hombre ya no tenía una percepción clara de lo que se le revelaba desde el mundo espiritual. En consecuencia, sentía cada vez más necesario vivir en comunión con la naturaleza exterior, con los reinos de los animales, las plantas y los minerales. Pero también esto estaba fuera de su alcance, pues aún no había llegado el momento. Sólo llegaría en sentido real después del Misterio del Gólgota. El desarrollo del ser humano en el antiguo Egipto no había alcanzado el punto en el que hubiera podido vivir en comunión directa con el mundo exterior. Se vio obligado, por tanto, a momificar el cuerpo humano. Porque a partir de lo que estaba presente en la forma momificada, de la que el alma y el espíritu habían partido, podía recibir la iluminación sobre la naturaleza que le rodeaba, sobre las plantas, los animales, los minerales. Los primeros conocimientos sobre estos reinos de la naturaleza le llegaron al hombre a través de los Espíritus que le hablaban desde las moradas que les proporcionaban las momias en la tierra. En los días en que los Dioses dejaron de hablar al hombre desde el mundo suprasensible, éste recurrió a ayudantes que ahora podían vivir en la tierra porque la forma humana se conservaba mediante la momificación.
Pero el asunto estaba lleno de complicaciones. Es cierto que los Iniciados habrían podido recibir de los Seres Lunares que moraban en las momias, la iluminación sobre lo que debería introducirse en la vida humana y las directivas para la orientación y educación de los hombres. Pero como las necesarias facultades del alma estaban todavía sin desarrollar, no habría sido posible, ni siquiera para los Iniciados, obtener de los Seres Lunares en las momias, sin más medidas, la iluminación sobre la naturaleza, sobre los reinos de las plantas, los animales y los minerales. Y sin embargo, en este mismo ámbito los egipcios eran grandes. Con la ayuda de la cultura relacionada con las momias, fundaron, por ejemplo, un maravilloso arte de la medicina.

Por supuesto, cuando un hombre "inteligente" de hoy interpreta estas cosas, dice: Al conservar las momias, los egipcios obtuvieron el conocimiento de los distintos órganos y fundaron una ciencia de la anatomía, no sólo de la medicina. Esto, sin embargo, es una concepción ilusoria. La verdad es que la investigación puramente empírica y la deliberación lógica no habrían servido de nada a los egipcios, ya que su relación con el mundo exterior no era de este carácter; era mucho más delicada, mucho más sutil. Pero algo se conseguía con esta cuidadosa conservación de la forma momificada, a saber, que las almas de los Muertos quedaran encadenadas durante un tiempo a sus momias.

Aquí radica el carácter dudoso de la cultura egipcia, un recordatorio perpetuo de que era una cultura en decadencia, en degeneración, y no puede decirse que represente una edad de oro en la evolución humana. Era una cultura que invadía los destinos suprasensibles de los hombres, pues las almas humanas después de la muerte estaban encadenadas, por así decirlo, a la forma conservada y momificada. Y mientras que a través de los Seres Espirituales que moraban en las momias, se podían recibir directivas para los asuntos humanos, no era posible obtener la iluminación sobre la naturaleza, sobre los reinos animal, vegetal y mineral directamente, sino sólo indirectamente, en este sentido, que los Seres Lunares podían comunicar secretos de la naturaleza a las almas humanas todavía encadenadas a las momias. Y así, fue de las almas humanas que permanecían con sus momias que los Iniciados de Egipto, a su vez, obtuvieron la iluminación sobre los reinos de las plantas, los animales y los minerales. Una extraña atmósfera impregnaba la cultura egipcia. Los Iniciados se decían a sí mismos: Antes de la muerte nuestros cuerpos no son aptos para recibir la iluminación sobre la naturaleza; una ciencia de la naturaleza está fuera de nuestro alcance; esto sólo puede venir más tarde, después de que haya tenido lugar el Misterio del Gólgota; nuestros cuerpos ahora no son aptos. Sin embargo, necesitamos la iluminación. Tal como son ahora los cuerpos humanos, los hombres sólo pueden adquirir conocimientos sobre la naturaleza después de su muerte. Aquí viven en medio de la naturaleza, pero no pueden utilizar el cuerpo para formarse conceptos sobre la naturaleza. Después de la muerte, sin embargo, tales conceptos pueden surgir. Por lo tanto, detengamos a los Muertos durante un tiempo para que nos den iluminación sobre la naturaleza.
De este modo se introdujo un elemento dudoso en el desarrollo histórico de la humanidad a través de la cultura egipcia. La cultura caldea se mantuvo al margen en este aspecto y fue, por así decirlo, una cultura de mayor pureza.

Ahora bien, todas estas cosas -la ciencia moderna, por supuesto, las considerará como mucha fantasía, pero la ciencia moderna tiene la misma opinión de muchas cosas que son verdaderas- todas estas cosas eran conocidas, particularmente, por los hombres de la antigüedad hebrea. De ahí la aversión a la cultura egipcia indicada en el Antiguo Testamento, aunque, a través de Moisés, muchos elementos de la cultura egipcia encontraron su camino en los acontecimientos allí registrados. El Antiguo Testamento indica el tipo de actitud que prevalecía con respecto a todas aquellas cosas que he descrito como tipificadoras del desarrollo egipcio. La actitud de los iniciados en el antiguo Egipto era ésta. Decían: Para adquirir los poderes esenciales para la dirección y educación de los hombres, debemos crear medios externos, ya que los medios internos ya no están a nuestra disposición. Pero también debemos prever algo que sólo surgirá en el futuro, a saber, una ciencia de la naturaleza. Y no hay otra manera de conseguirlo que dejando que los Muertos, a los que encadenamos a sus momias, nos la impartan. El tiempo transcurrió y el Misterio del Gólgota tuvo lugar. En el siglo IV o V d.C., la antigua constitución del alma, con su concepción pictórica del mundo, había desaparecido por completo. Ya aparecían indicios de una época en la que los hombres debían formar sus conceptos de la naturaleza exterior a partir de la propia naturaleza exterior y, además, cuando serían capaces de hacerlo. Toda la organización del hombre se transformó interiormente. Sentía cada vez más que su alma permanecía vacía cuando esperaba que los pensamientos e ideas se le revelaran directamente desde el mundo espiritual. Así que se dedicó a la observación de los fenómenos externos; formó sus conceptos e ideas a partir de observaciones y, más tarde, de experimentos. El proceso fue exactamente inverso.

Y ahora, una vez más se trataba de adquirir por otros medios algo que ya no estaba al alcance de las propias fuerzas del hombre. Cada vez más, desde los siglos IV y V d.C., se ha ido imponiendo a los hombres que debe llegar un futuro en el que, a pesar del don del intelecto y de la capacidad de formar pensamientos e ideas sobre la naturaleza externa a través del intelecto, este intelecto debe ser espiritualizado, de modo que los pensamientos vuelvan a conducir directamente a la realidad Divino-Espiritual y el poder inherente a tales pensamientos pase a la exhalación. Pero este poder aún no ha llegado a existir. Por el momento sólo podemos recurrir al intelecto que está ligado al cuerpo físico.
Ciertas concepciones tradicionales que hoy se han extinguido casi por completo y de las que la historia no sabe nada, estuvieron vivas durante toda la Alta Edad Media, desde los siglos IV y V hasta el XII, XIII y XIV, e incluso después, aunque ocultas en la oscuridad. Los hombres procedieron ahora a hacer "momias" de cierto tipo, a partir de estas concepciones -momias que son análogas a las de Egipto, aunque tengan una forma diferente y no se perciba la analogía. La humanidad moderna no habría ganado nada conservando la forma humana en la momia, como era la costumbre en Egipto. Lo que la humanidad moderna conservó fue algo diferente, a saber, los cultos antiguos, principalmente los precristianos. Y sobre todo a partir de los siglos XIV y XV, con el nacimiento de una cultura completamente intelectualista, se conservaron antiguas ceremonias y ritos en todo tipo de órdenes ocultas. Los maravillosos cultos de la antigüedad, los ritos y las ceremonias ocultas se han continuado en Órdenes y Logias de diferentes tipos. Son momias, como las momias de los seres humanos en el antiguo Egipto, mientras no sean irradiadas y vivificadas por el Misterio del Gólgota. Hay mucho en estos cultos y ceremonias, pero de la sabiduría que contenían en la antigüedad sólo se han conservado elementos muertos, como la momia conservaba la forma muerta del hombre. Y en muchos aspectos es así hasta el día de hoy. Hay innumerables órdenes en las que se representan ceremoniales y rituales de todo tipo; pero la vida se ha ido de ellos, están momificados. Al igual que el egipcio sentía una especie de asombro cuando contemplaba una momia, en el hombre moderno no hay exactamente asombro, pero sí una sensación de inquietud cuando se encuentra con estos procedimientos momificados en su civilización. Los siente como algo misterioso, como la momia era sentida como algo misterioso.

Ahora bien, así como entre los Iniciados de Egipto hubo algunos que actuaron ilegalmente, que utilizaron la información que les transmitían los Espíritus que moraban en las momias para dar falsas instrucciones y orientaciones a la humanidad, así en las ceremonias momificadas de muchas Órdenes ocultas se da un impulso para introducir un falso giro aquí o allá en la orientación de la humanidad. Les dije que algo que se hace posible por la momificación del cadáver, pasa al ser humano por medio de la inhalación. Como dije ayer, los Seres Espirituales que necesitaban los egipcios no tenían morada en la tierra. Y esto lo proporcionaban las momias. Esos Seres Espirituales y fuerzas que por medio de la exhalación han de llevar la configuración interna del hombre al mundo del éter, no encuentran caminos en el mundo cotidiano, pero son capaces de moverse a lo largo de los caminos creados en estas ceremonias - aunque no sean comprendidos y estén momificados.
En la época de la civilización egipcia, los Espíritus de la Luna se encontraban sin hogar durante las horas del día. Los Espíritus que trabajan en la exhalación del hombre, estos Espíritus elementales de la Tierra que han de ser los ayudantes de la humanidad hoy en día, no tienen morada durante la noche, sino que se deslizan en estas ceremonias y representaciones rituales. Allí encuentran caminos y pueden vivir. Durante el día todavía es posible que estos Seres vivan como una existencia honorable, porque durante el día el ser humano piensa, y sus formas de pensamiento intelectualistas están pasando hacia afuera todo el tiempo con el aliento cuando, conducido a través del fluido cerebral, a través del canal espinal, es luego nuevamente exhalado. Sin embargo, durante las horas de la noche, cuando el hombre no piensa, no salen de él formas de pensamiento; no hay pequeñas "naves de éter" en las que los Espíritus de la Tierra puedan salir al mundo para imprimir la forma del hombre en el cosmos de éter. Y así se han creado caminos y direcciones para los demonios de la Tierra a través de estas ceremonias momificadas. Lo que contienen toda clase de órdenes ocultas, especialmente desde el nacimiento del intelectualismo moderno, tiene una base similar a la del culto a la momia en Egipto, que tan repentinamente hizo su aparición. Pues el ser humano no puede tener conocimiento de la naturaleza exterior sin el conocimiento de sí mismo y de su propia forma. Cuando los egipcios se propusieron adquirir un conocimiento de la naturaleza, pudieron tener ante sí la forma humana momificada. Cuando a los hombres de la edad moderna les correspondió encontrar algo que no fuera meramente un pensamiento pasivo e ineficaz elaborado por el intelecto, sino que pudiera realmente salir al mundo y producir un efecto en él, entonces se vieron obligados a rodearse de simbolismo, un simbolismo que apunta a lo que realmente debe tomar forma en su interior en un sentido espiritual.

Estas formas ceremoniales y los actos en las Logias y Órdenes están desprovistos de alma - el alma ha salido de ellos. De la misma manera en que el alma de un hombre no habitaba en su momia, así tampoco está en estas ceremonias el poder del alma que una vez estuvo presente cuando eran conducidas por los Iniciados de antaño. La vida espiritual latía a través de las ceremonias cuando eran representadas por los antiguos Iniciados - una vida espiritual fluía desde los seres humanos hacia las ceremonias. En aquellos tiempos, el hombre y la ceremonia eran uno. Piensa, a modo de comparación, en lo externalizadas que se han vuelto las ceremonias en las órdenes de la era moderna.
El hombre moderno no puede salir de su intelecto. Ya les dije ayer cómo incluso un padre benedictino, cuya vocación es ser siervo del Espíritu, ni tan siquiera él puede salir del intelectualismo. Al igual que el hombre moderno no puede salir del intelectualismo, tampoco el antiguo egipcio podía entrar en él. Los antiguos egipcios necesitaban las almas de los hombres ya muertos para que se les impartiera una ciencia de la naturaleza. El hombre de los tiempos modernos necesita algo que le imparta de nuevo una ciencia espiritual, un conocimiento del Espíritu, porque todavía es incapaz de desplegarlo por sí mismo.

Ahora bien, aparte de las muchas Órdenes ocultas que se han convertido en puras momias, que no tienen un fondo profundo y que se llevan a cabo más bien por el gusto de incursionar en los misterios, encontramos que hasta la primera mitad del siglo XIX siempre existieron, además de estas otras, Órdenes muy serias y sinceras, en las que se impartía más de lo que, por ejemplo, un francmasón promedio recibe hoy de su Orden. Las Órdenes a las que me refiero podían impartir más, porque prevalecían ciertas necesidades en el mundo espiritual entre los Seres pertenecientes a la Jerarquía de los Angeles que son de menor interés para nosotros en la tierra, pero muy importantes en nuestra existencia preterrenal. También ciertos Seres de la Jerarquía de los Angeles tienen necesidades de conocimiento, y sólo pueden satisfacerlas dejando que los seres humanos se acerquen, por así decirlo, a estas genuinas Órdenes ocultas antes de que hayan bajado de la existencia preterrenal a la terrenal. Ha sucedido realmente que en relación con ciertas Logias que trabajan con antiguas formas ceremoniales, los hombres de visión han podido afirmar: Aquí está presente el alma de un ser humano que sólo descenderá a la tierra en el futuro. Antes de que el hombre nazca, el alma puede estar presente en dicha Logia y, a través de sus sentimientos, los hombres pueden adquirir mucho de esta fuente. Del mismo modo que el alma humana revoloteaba alrededor de la momia, estaba todavía ligada en cierto modo a la momia, así también en determinadas Logias ocultas los espíritus de los seres humanos aún no nacidos revolotean en una especie de existencia anticipada. Lo que ocurre en un caso como éste no estimula los pensamientos intelectuales, pues los hombres modernos tienen estos pensamientos de forma natural y no necesitan tal estímulo. Pero cuando trabajan en sus Logias ocultas con el ánimo adecuado, pueden recibir comunicaciones de seres humanos aún no nacidos, que todavía están en su existencia preterrenal y que pueden estar presentes como resultado de las ceremonias. Tales hombres sienten la realidad del mundo espiritual y pueden, además, ser inspirados por el mundo espiritual.
Hay algo en la biografía de Goethe que resulta muy significativo para cualquiera que tenga sensibilidad por estas cosas, sobre todo cuando lo mencionan personas que, aunque no saben toda la verdad, lo indican sin embargo por una especie de conocimiento semiconsciente. Karl Julius Schröer, de quien les he hablado a menudo, era bastante notable en este sentido cuando hablaba de Goethe. Una y otra vez, cuando daba una conferencia sobre las obras y la biografía de Goethe, salía de sus labios una frase sorprendente. Schröer decía: "Goethe lo experimentó una vez más y la experiencia le rejuveneció". Schröer hablaba de Goethe como una personalidad que, digamos a la edad de siete años, había tenido una determinada experiencia; luego, a los catorce años, quizás, experimentó algo diferente, pero la segunda experiencia le devolvió realmente un poco más cerca de la infancia. Goethe rejuveneció, se rejuveneció. A los veintiún años, por ejemplo, volvió a rejuvenecer. Schröer representó a Goethe como si, de etapa en etapa, se rejuveneciera constantemente.

Estudien ustedes con atención la biografía de Goethe y encontrarán claros indicios de ello. Incluso cuando se convirtió en un corpulento funcionario de Weimar con papada, incluso en los días en que en su trato con ciertas personas era un viejo huraño y malhumorado -y hay muchos indicios de que en su trato con los demás era todo menos agradable-, incluso entonces, en la edad avanzada, Goethe experimentó un rejuvenecimiento. Le habría sido imposible, a una edad avanzada, escribir la segunda parte de Fausto si no se hubiera rejuvenecido de este modo. Hacia el año 1816 o 1817, Goethe no era una personalidad de la que se pudiera esperar algo parecido a la segunda parte de Fausto, que fue escrita a partir del año 1824. En realidad se había producido un rejuvenecimiento. Además, el propio Goethe lo intuyó, al menos en sus años de juventud, cuando describe a Fausto recibiendo una dosis de juventud. Esto forma parte de su propia biografía.

Cuando investigamos a qué se debe esto, nos damos cuenta de que fue la pertenencia de Goethe a una logia. Otras figuras venerables de Weimar, quizá sólo con la excepción de Wieland, el canciller von Muller y uno o dos más, eran miembros ordinarios de la Logia como muchos funcionarios de buena fe en Weimar. Tenían la costumbre de ir a la iglesia los domingos y ser también miembros de la logia, ¡la contradicción no les preocupaba! Era la costumbre en esos círculos. Pero fue diferente en el caso de Goethe, diferente también, en los casos del Canciller von Muller, Wieland y uno o dos más. Ellos experimentaron realmente estos rejuvenecimientos porque en sus almas tenían relaciones con hombres aún no nacidos. Así como los sacerdotes de los templos del antiguo Egipto tenían relaciones con las almas de los hombres después de su muerte, así las personas como las que he nombrado tenían relaciones con los seres humanos que aún vivían en la existencia preterrenal. Y desde esta existencia anterior al nacimiento, los seres humanos pueden traer la espiritualidad al mundo del presente. Traen, no el intelectualismo, sino la espiritualidad, que el hombre recibe entonces a través de sus sentimientos y que puede impregnar toda su vida.
Así, puede decirse que los primeros elementos del pensamiento intelectual desplegados por la humanidad en el curso de la evolución, fueron aprendidos por los egipcios de los muertos, y los primeros elementos de las verdades espirituales, que han sido aprendidos de nuevo por los hombres en la era moderna, fueron adquiridos de los seres humanos no nacidos por ciertas personalidades destacadas a partir de las enseñanzas iniciáticas impartidas en las Órdenes ocultas. Estudien ustedes las obras de Goethe y una y otra vez encontrarán destellos de sabiduría espiritual que no puede expresar en forma de pensamientos, pero que reviste de imágenes que a menudo recuerdan a los símbolos utilizados en las Órdenes ocultas. Las imágenes llegaron a Goethe de la manera descrita. Y hay muchos otros casos de este tipo.

Ahora bien, estas almas humanas no nacidas sólo pueden dar luz sobre las verdades espirituales que pueden ser experimentadas en el mundo no terrenal - sobre las cosas del cielo y lo que está fuera de la arena actual de la evolución terrestre. Pero como los Espíritus Terrestres elementales encuentran un punto de apoyo en las ceremonias, los No Nacidos pueden comunicarse con estos Espíritus Terrestres. Y si hay alguien presente en las ceremonias con el don de escuchar de los Espíritus de la Tierra lo que les ha sido comunicado por los No Nacidos, tales hombres pueden, a su vez, dar voz a lo que los No Nacidos dicen a los Espíritus de la Tierra. Piensen en la maravillosa comprensión de la naturaleza que poseían Goethe y otros hombres de la época, por ejemplo, el escritor danés Steven, u hombres como Troxler, o Schubert que escribieron tan prolíficamente sobre el tema de los sueños y cuyas mejores inspiraciones provenían de los Espíritus de la Naturaleza. Y hubo muchos otros -más numerosos en la primera mitad del siglo XIX que después- que son ejemplos de lo que llegó a los hombres por este medio. A menudo, también, ocurrió algo más. Las comunicaciones hechas de esta manera por los No Nacidos a los Espíritus de la Naturaleza no siempre resultaron en la expresión de secretos espirituales de la naturaleza. En algunos seres humanos estas comunicaciones se convirtieron en parte de su propia alma. Las fuerzas de los Espíritus de la Naturaleza fueron recibidas en sus cualidades individuales del alma y esto se expresó en el estilo en que tales hombres escribieron. Cualquiera que tenga un sentimiento por estas cosas hoy en día se dará cuenta de que el propio estilo de historiadores como Ranke o Taine o un historiador inglés típicamente moderno, es intelectualista. El estilo de Ranke es en sí mismo intelectualista. Las frases están encadenadas de forma intelectualista; el sujeto está hábilmente colocado, el predicado justo donde debe estar, y así sucesivamente. Todo es tan inteligente que incluso un maestro de escuela podría estar satisfecho con él, pero compare este tipo de estilo con el de Johannes Muller en sus veinticuatro volúmenes de historia del mundo: ese es un estilo... bueno... como si un ángel estuviera hablando. Y también en otros ámbitos, en el siglo XVIII, se escribieron muchas cosas en un estilo que no tiene rastro de esta falta de individualidad, de esta irritante objetividad, sino que, por el contrario, tiene una cualidad que nos hace sentir que las fuerzas elementales de la naturaleza fluyen a través del escritor, de modo que su estilo parece fluir del cosmos, del universo. En tales casos, algo parecido a lo que salía de las momias a los iniciados del antiguo Egipto, llega al hombre moderno. Estos son hechos de gran importancia, que tienen lugar detrás de los velos de la historia exterior, y deben ser reconocidos por cualquiera que desee comprender realmente la evolución de la humanidad. Y así, aunque estas cosas han permanecido sin reconocer durante un tiempo, porque hoy en día no hay oídos para escucharlas, vemos cómo se preparó el poder espiritual que debe entrar y vivir dentro del intelecto en las épocas futuras, si la humanidad no desea tomar el camino que conduce a la decadencia de Occidente descrita por Spengler.
Los antiguos egipcios momificaban la forma humana. Desde los siglos IV y V d.C., la humanidad ha momificado los antiguos cultos, haciendo posible, de esta manera, que fuerzas de más allá de la tierra trabajen en el ceremonial de estos antiguos cultos. Los propios seres humanos contribuyeron poco a estos cultos; pero los seres sobrehumanos a menudo contribuyeron mucho. Lo mismo ocurre con los cultos de las Iglesias, y los que tienen visión de las realidades pueden a menudo prescindir de la persona de carne y hueso ante el altar, porque - aparte de los sacerdotes oficiantes - son capaces de percibir la presencia de esos Seres Espirituales en las ceremonias.

Cuando pensemos en estas cosas, nos quedará claro que si realmente deseamos acercarnos a lo que nos rodea espiritualmente, es necesario un tipo de lenguaje bastante diferente al que el hombre moderno está acostumbrado. Tampoco debe sorprendernos la aparición de una obra como la Kritik der Sprache de Fritz Mauthner, que se propone demostrar que las ideas que los hombres han concebido de los Seres Espirituales son palabras y nada más. Y si no hay que creer en las palabras, entonces, obviamente, no se puede creer en los Seres Espirituales. Tal es el propósito de la Kritik der Sprache de Mauthner.

Sí, pero en lo que respecta a una gran proporción de la humanidad moderna, Mauthner tiene mucha razón. Una gran parte de la humanidad moderna no tiene más que palabras para hablar de lo suprasensible. Aquí, por desgracia, la Kritik der Sprache tiene razón. Lo que es necesario es que la verdadera sustancia espiritual vuelva a ser llevada a las palabras. Y así fue también necesario en el curso de la evolución histórica que durante un período en el que los hombres mismos eran incapaces de apoderarse de esta sustancia espiritual, ésta fuera continuada y desarrollada para ellos por Seres sobrehumanos y por seres humanos no nacidos, tal como la intelectualidad fue preparada para los egipcios por aquellos que ya habían pasado por la muerte. Los egipcios recibieron de los muertos la intelectualidad en la que ahora estamos empapados. Nosotros, en la época actual, tenemos que aprender, o al menos estudiar por medio del culto ahora momificado, la espiritualidad que aún no hemos adquirido, pues el culto tiene muchas cosas que decirnos. A través de este tipo diferente de momia debemos complementar nuestro conocimiento intelectual con la espiritualidad del futuro. Los actos momificados han ocupado el lugar del ser humano momificado; las ceremonias momificadas han sustituido a la forma humana momificada.
De este modo, debemos estudiar lo que se esconde detrás de los velos de la historia del mundo; de lo contrario, todo relato del flujo de la historia sigue siendo un revoltijo de sucesos externos, aparentemente fortuitos. Pero no son fortuitos cuando se conocen y comprenden sus antecedentes; sólo lo son si los hombres se niegan a reconocer sus antecedentes. Se trata de olas que el hombre cree separadas y distintas unas de otras, cuando la verdad es que todas ellas surgen juntas de las profundidades de un océano. En realidad, los procesos de la historia son olas lanzadas a la superficie, a la esfera de la vida del hombre, desde las profundidades de un mar espiritual de evolución mundial. En cada hecho histórico debemos percibir una de esas olas, y abandonar la creencia de que una ola surge fortuitamente al lado de otra. Cada ola, es decir, cada hecho histórico, surge de las profundidades espirituales de esa evolución histórica que fluye eternamente, de edad en edad.
Traducido por J.Luelmo jun.2022


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