GA176 Berlín 28 de agosto de 1917-El karma del materialismo - Cristo y el presente

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RUDOLF STEINER

 Cristo y el presente



Berlín 28 de agosto de 1917

¿Cómo acercarse al impulso crístico, cómo acercarse al Ser de Cristo? De una forma u otra, esta pregunta se plantea una y otra vez, y con razón. La gente siente la necesidad de plantearse esta importantísima cuestión, que debe abordarse desde muchos aspectos, como hemos hecho en nuestros estudios antroposóficos. Del mismo modo que una fotografía de un árbol tomada desde un solo ángulo no refleja toda su forma, un solo aspecto o varios no agotan la multiplicidad de facetas de una realidad espiritual. Todo lo que podemos esperar es acercarnos a ella abordándola desde tantos aspectos como sea posible.

Es esencial darse cuenta de que buscar a Cristo está profundamente relacionado con la naturaleza del yo humano y, por tanto, es algo interior e íntimo. La naturaleza especial del yo humano se expresa en la forma en que usamos la palabra "yo". Todas las demás palabras son aplicables a otras cosas, mientras que la palabra "yo" nunca puede referirse a nada excepto a quien la pronuncia. Debido a la relación interna entre el Ser de Cristo y el "yo" humano, el Ser de Cristo tiene para nosotros el mismo carácter íntimo que nuestro propio "yo". Todos los impulsos del sentir y de la voluntad que se agitan en nosotros cuando contemplamos el Misterio de Cristo son medios reales a través de los cuales nos acercamos a Cristo. A través de la contemplación de Cristo, llena de sentimientos y de voluntad, es como tenemos razones para esperar encontrarle. En la actualidad es de particular importancia prestar atención a la evolución histórica de la humanidad, especialmente en relación con el Acontecimiento de Cristo. Históricamente, el presente es un momento significativo en el tiempo. Pocos son conscientes de todas sus implicaciones; por lo tanto, es aún más importante tener presente el desarrollo histórico del hombre en relación con cada cuestión de importancia.

Sabemos que el desarrollo interior del hombre, toda la configuración de su vida anímica era diferente antes y después del Misterio del Gólgota. Ya se han descrito varios aspectos de esta diferencia. Hace unos cincuenta o sesenta años había más sentimiento por el conocimiento espiritual, más gente se preocupaba por cuestiones más elevadas. Desde entonces, esta inclinación ha disminuido. Para ilustrar esto podemos recurrir a los escritos de un psicólogo como Fortlage que, hasta los años sesenta del siglo XIX ejerció en Jena y otras ciudades. Todavía encontramos en sus escritos una notable descripción de la conciencia humana a la que, debo añadir, los filósofos modernos hacen una gran excepción.

Fortlage dijo, en (1869), que la conciencia humana está relacionada con la muerte, con el morir, y que a medida que, en el transcurso de la vida, desarrollamos la conciencia, en realidad estamos desarrollando lenta y gradualmente aquellas fuerzas que, en el momento de la muerte, se enfrentan a nosotros de repente. En otras palabras, Fortlage ve el momento de la muerte como un acto de conciencia inmensamente potenciado. Se podría decir que ve la conciencia como la vida que se desarrolla gradualmente en la muerte. No es la vida como tal la que desarrolla la muerte, sino que es la conciencia en el hombre la que desarrolla las fuerzas de la muerte y la muerte misma es conciencia aumentada comprimida en un momento. Esta afirmación de un psicólogo, -condenada como he dicho por los filósofos modernos como no científica-, es inmensamente significativa.
Es importante darse cuenta de que, a pesar de la importancia de esta afirmación en relación con la vida anímica actual del hombre, es decir, su conciencia actual, no es aplicable a todos los periodos de la evolución del hombre. Si nos remontamos miles de años antes del Misterio del Gólgota, nadie con una visión más profunda habría hablado así. Nuestra conciencia actual, que normalmente está desprovista de toda clarividencia atávica anterior, sí debe su existencia a la muerte lenta. Pero este no era el caso en la época de la antigua conciencia atávica clarividente que desapareció a medida que se acercaba el tiempo del Misterio del Gólgota. Las palabras son siempre inadecuadas para describir tales asuntos. Sin embargo, puede decirse que esta antigua conciencia fue engendrada por un excedente de vida espiritual sobre la vida orgánica del hombre. Ahora nos encontramos dentro de un excedente de vida orgánica que está muriendo gradualmente. Nuestra conciencia actual se debe al hecho de que, al volver al cuerpo al despertar, nos vemos abrumados por un cuerpo que está sujeto a la muerte, que está muriendo progresivamente. El hecho de que estemos abrumados por él nos permite desarrollar nuestra conciencia actual, que es una conciencia objetiva.

En la antigüedad, antes del Misterio del Gólgota, las cosas eran diferentes. El hombre tenía entonces un excedente de vida espiritual que no se extinguía del todo cuando, al despertar, volvía al cuerpo. Este excedente de vida espiritual se expresaba como clarividencia atávica. Pero a medida que se acercaba el tiempo del misterio del Gólgota, este excedente disminuía cada vez más. En la época del Misterio del Gólgota, en el caso de la mayoría de las personas, se había alcanzado un equilibrio entre la vida interior del alma del hombre y la vida orgánica de su cuerpo. Después del Misterio del Gólgota, la vida orgánica se fue imponiendo poco a poco. También se puede expresar diciendo que antes del Misterio del Gólgota el hombre adquiría conocimiento a través de las fuerzas del nacimiento; después del Misterio del Gólgota adquiere conocimiento a través de las fuerzas de la muerte. Esto ilustra una vez más el significado del Misterio del Gólgota como punto de inflexión en la evolución humana.

La antigua conciencia clarividente; es decir, la conciencia relacionada con el nacimiento comenzó a menguar. Lenta y gradualmente el hombre perdió el mundo espiritual de su conciencia. Mientras que antes todo el mundo era capaz de experimentar el mundo espiritual comenzó un tiempo, unos mil años antes del Misterio del Gólgota, en el que gradualmente sólo aquellos que estaban iniciados en los Misterios eran capaces de hacerlo. Esto explica una observación hecha por Platón, referida en mi libro El Cristianismo como Hecho Místico. Platón, que conocía este secreto, declaró que sólo los iniciados en los Misterios eran humanos en el verdadero sentido, todos los demás eran almas sumergidas en el fango. - Una afirmación bastante horrible, pero no arbitraria: se refiere a la situación que acabo de describir y que surgió por necesidad en la evolución humana.

Imaginemos por un momento lo que habría sucedido si no hubiera tenido lugar el Misterio del Gólgota: La evolución habría continuado como antes, lo que significa que cada vez más seres humanos en la Tierra perderían toda conexión directa con el mundo espiritual. Con el tiempo, la humanidad ya no sería capaz de incorporar el espíritu; el cuerpo del hombre se convertiría en una larva compuesta únicamente de miembros orgánicos y etéricos. Hace mucho tiempo, las almas de los hombres habrían sido incapaces de vivir en los cuerpos disponibles; habrían revoloteado sobre ellos en el mundo espiritual. Sólo aquellas almas que, en una época anterior, hubieran alcanzado un desarrollo superior, serían capaces de inspirar sus cuerpos desde arriba. La conciencia del mundo espiritual sólo habría sido posible en el caso de los individuos que recibían inspiración en los Misterios. El propio espíritu humano no habitaría la tierra. En los centros de misterios sería posible recibir inspiración, pero Ahriman lucharía contra esto. Él distorsionaría las inspiraciones impidiendo así que los cuerpos humanos, semejantes a larvas, llevaran a cabo lo que se pretendía.
Puesto que el cuerpo humano, durante su vida entre el nacimiento y la muerte, supera una vida anímica ahora comparativamente más débil, tuvo que hacerse posible que el alma humana volviera a vivir en un cuerpo sujeto al nacimiento y a la muerte. Esto sólo fue posible porque un Ser del mundo espiritual, el Ser Crístico, se unió a aquellas fuerzas terrenales que llegaron a dominar la conciencia del hombre. ¿Qué clase de fuerzas son? Son fuerzas de muerte, ¡las mismas fuerzas a las que el hombre debe ahora su conciencia! Comprenderéis el sentido trascendental del dicho rosacruz: In Christo Morimur, en Cristo morimos. Estas palabras expresan en cierto sentido el sentido mismo de la existencia del hombre. Expresan lo que entró en la evolución humana a través del Misterio del Gólgota. Expresan lo que se unió a las fuerzas portadoras de la muerte, permitiéndoles convertirse en adelante en la base de la conciencia del hombre.

Cabe preguntarse por qué, en estas circunstancias, un número tan elevado de personas sigue sin reconocer a Cristo. Todo lo que se puede decir al respecto es que son tantos y tan trascendentales los secretos relacionados con esta cuestión que en la actualidad todavía no es posible hablar de ellos de manera general. Pero lo que acabo de describir es un hecho de la evolución humana.

Conectemos ahora lo que se ha dicho con el Misterio del Gólgota: Cristo se había encarnado en el cuerpo de Jesús de Nazaret; es decir, en un cuerpo sujeto a las mismas condiciones a que estaban sujetos en aquella época los cuerpos humanos en general. Como resultado de las condiciones hereditarias puras, el cuerpo de Jesús de Nazaret estaba sujeto a condiciones en las que la conciencia iba a emerger gradualmente de las fuerzas de la muerte. ¿Qué tuvo que suceder para que la evolución recibiera una sacudida tan poderosa que provocara que un impulso igualmente poderoso fluyera como una fuerza en la evolución de la humanidad, haciendo que la conciencia surgiera de las fuerzas de la muerte? El ser Crístico, que vivió durante tres años en y a través del cuerpo de Jesús de Nazaret, habló a este cuerpo de los secretos relacionados con la conciencia humana. Esto sólo podía hacerse en el momento de la muerte, pues sólo entonces se reúne todo el secreto relacionado con la conciencia humana. ¿No tuvo el Cristo que conducir a Jesús a través de la muerte para que todo este impulso de conciencia pudiera fluir en la humanidad? Así es. Y la muerte es también ese momento en el que nosotros también podemos esperar alcanzar una comprensión intensificada de Cristo. Esto se debe a que en ese momento están presentes todas las fuerzas que han sostenido nuestra conciencia a lo largo de la vida. Estamos adaptados en el momento de la muerte para absorber lo que de hecho es el secreto de nuestra conciencia y absorber con él el Impulso Crístico. Nos estamos preparando para recibirlo cuando buscamos no sólo comprender sino experimentar la realidad del Impulso Crístico. Sin embargo, lo que nos espera en el momento de la muerte sólo podremos comprenderlo cuando nuestro órgano de comprensión se libere. Eso significa que, si bien el momento de la muerte proporciona efectivamente la condición para la unión con Cristo, sólo cuando estamos libres del cuerpo etérico, el cuerpo astral y el Yo - el órgano del entendimiento - pueden realmente percibir esta unión.

Algo más tuvo que ocurrir en el Misterio del Gólgota para que se dieran estas condiciones: Después de que Cristo, al morir en el Gólgota, le confiara a Jesús, por así decirlo, los secretos de la conciencia futura del hombre, tuvo que ocurrir un acontecimiento trascendental: Jesús, en quien habitaba el Cristo, resucitó a una nueva vida a través de la fuerza de la muerte. En otras palabras, tuvo que producirse la Resurrección para que pudiéramos comprender esa Resurrección cuando, pocos días después de la muerte, experimentamos que nuestro cuerpo etérico se separa de nosotros, tal como explica la ciencia antroposófica. En esta muerte más interior, -es decir, la separación del cuerpo etérico pocos días después de la muerte-, revivimos en cierto modo el Misterio del Gólgota. Pues fue la vida, es decir, la conciencia, la que surgió de la muerte: una conciencia viva. Nunca antes del Misterio del Gólgota había sucedido esto; la vida siempre había surgido de la vida. Nunca antes había existido la necesidad de comprender cómo la vida puede surgir de la muerte, sólo cómo la vida surge de la vida. - Esta es una de las muchas aproximaciones al Misterio del Gólgota.
La cuestión fundamental del cristianismo es la Resurrección. Cualquier cosa que se llame a sí misma con ese nombre sin tener como centro un concepto vivo de la Resurrección no es verdadero cristianismo. Es absolutamente esencial comprender que Cristo, que se unió a las fuerzas de la muerte, es el Cristo vivo. Nada más proporciona una verdadera comprensión del cristianismo. El llamado cristianismo moderno que evita el concepto de la Resurrección no es cristianismo. La necesidad esencial en la evolución de la humanidad fue la Muerte y la Resurrección. Los demás acontecimientos que tuvieron lugar en el Misterio del Gólgota son todos parte integrante de lo que se acaba de describir.

Un pensamiento siempre problemático se refiere a las circunstancias que condujeron a la muerte de Cristo Jesús. - Por un lado, existe el sentimiento de que hay que condenar a las personas que llevaron a la muerte a alguien sin pecado; por otro lado, existe el hecho de que si no se hubiera producido esta muerte, el cristianismo no existiría. Esto significa que el cristianismo con todos sus valores ha llegado a existir gracias a una fechoría. El pensamiento contradictorio se impone constantemente al hombre: Si no hubiera habido nadie tan criminal como para dar muerte a Cristo, no existiría el cristianismo. Sin embargo, ¡necesitamos el cristianismo!

Aquí tocamos una de esas cuestiones en relación con las cuales hay que apelar para comprender lo que recientemente he denominado "necesidad férrea". Durante su vida terrena, el pensamiento del hombre se adapta a su manera de ver las cosas y organiza la vida en consecuencia. Todas las disposiciones cívicas, políticas y de otro tipo se basan en puntos de vista humanos. Vivimos como algo natural en condiciones creadas por los seres humanos, sin preocuparnos de si los pensamientos en los que se basan estas disposiciones proceden de Dios o del diablo. Mientras que si miramos hacia atrás a las condiciones, como eran generalmente mucho tiempo antes del Misterio del Gólgota, encontramos que en aquellos tiempos antiguos los pensamientos del hombre, concernientes a los arreglos sociales, eran recibidos a través de la clarividencia atávica. Como hemos visto, cuando el tiempo del Misterio del Gólgota se acercó, el cuerpo del hombre se volvió más y más larvario y, como consecuencia, más y más accesible a las influencias ahrimánicas. Por lo tanto, las instituciones sociales y políticas se saturan cada vez más de fuerzas ahrimánicas. Era inevitable, por ejemplo, que el código de leyes se convirtiera finalmente en lo que es ahora. También era inevitable que un código ahrimánico de la ley fuera particularmente evidente y concentrado, por así decirlo, en un punto particular de la tierra en el momento del Misterio del Gólgota. Tales circunstancias no prevalecían en todas partes, pero en un lugar la estructura social era completamente ahrimánica. Por lo tanto, la aparición de su antítesis misma, la aparición de un Dios era para esta sociedad lo más odioso que podía suceder, tenía que ser eliminado. Este fenómeno acompaña necesariamente a todos los demás relacionados con el Misterio del Gólgota.

Dos cosas en particular provocaron esta estructura social. En primer lugar, el tipo de pensamiento que había evolucionado a partir de la ley judaica, estaba tan saturado de fuerzas ahrimánicas que por medio de ellas no había posibilidad de captar el hecho de que un Dios pudiera acercarse tanto al hombre como fue el caso de Cristo Jesús. Esto era algo que la ley judaica tenia necesariamente que rechazar. En segundo lugar, los romanos también fueron responsables de la muerte de Cristo Jesús; fueron una fuerza poderosa y eficaz en el establecimiento de la parte externa de la estructura social. No se puede imaginar un ejemplo más poderoso que la estructura social creada por el Imperialismo Romano, particularmente en el momento del Misterio del Gólgota. Sin embargo, en el momento en que se representa el Misterio del Gólgota, Pilato, el representante del poder terrenal más fuerte, se muestra débil frente al poder espiritual. Es incapaz de comprender o de tomar una decisión sobre lo que va a suceder.
Así que ya ven que éste es también un fenómeno relacionado con el Misterio del Gólgota, -lo he mencionado antes,- que tuvo lugar en un momento en el que la humanidad era menos capaz de comprender. En la antigüedad habría sido comprendido, pero cuando realmente ocurrió no lo fue. Hay que darse cuenta de que para comprender este acontecimiento es necesario un enfoque diferente.

Uno se da cuenta de que debe aplicar al Misterio del Gólgota toda la profundidad de sus pensamientos y sentimientos; por ejemplo, cuando uno intenta relacionar el Misterio del Gólgota con los secretos de la muerte humana y el subsiguiente despertar del hombre en el cuerpo astral y el yo. A través de los pensamientos, de la contemplación, es como uno se acerca a este Misterio. De nada sirve expresar con palabras vacías un deseo general de alcanzar la unión con Cristo; lo que se necesita es una comprensión concreta de lo que significa para la propia vida la aparición real de Cristo en la evolución terrestre. No carece de significado que entre la muerte y la resurrección de Cristo Jesús transcurriera el mismo lapso de tiempo que el que transcurre entre nuestra salida del cuerpo físico y nuestra salida del cuerpo etérico en la muerte. Existe un vínculo íntimo entre la vida de Cristo en la tierra y el hombre de hoy que vive después del Misterio del Gólgota. Ahora es posible decir con la mayor convicción: Cristo vino para que el hombre no se perdiera en la tierra. Si el Misterio del Gólgota no hubiera tenido lugar, el cuerpo del hombre se habría convertido en una larva, dirigida desde arriba por su alma. La muerte habría alejado gradualmente al hombre de la tierra. Mediante el Misterio del Gólgota se restableció la conexión del hombre con la tierra. A través del Misterio del Gólgota se creó la posibilidad de que la conciencia surgiera de la muerte.

Estas cosas pueden comprenderse hoy, se revelan a la contemplación del mundo espiritual; hacerlas nuestras profundiza nuestra vida interior. Cuando nos enfrentamos a acontecimientos cruciales no nos ayuda saber de forma general que estamos conectados con algo llamado "el Cristo", mientras que nuestra vida interior se profundiza y fortalece cuando sabemos de forma bastante concreta que estamos íntimamente conectados con ese Ser que realmente experimentó la vida terrenal y pasó por el Misterio del Gólgota. Al contemplar estas cosas sentimos que nuestro ser más íntimo está íntimamente conectado con los acontecimientos históricos del Gólgota.

En la actualidad, el hombre atraviesa una crisis en lo que se refiere a la comprensión del Misterio del Gólgota. La semana pasada intenté ilustrar esta crisis con un ejemplo concreto. Quería mostrar cómo un ser humano puede estudiar a fondo el cristianismo y, sin embargo, no encontrar a Cristo. En la actualidad es posible pertenecer a comunidades cristianas establecidas, tal vez a una que en la actualidad tiene una influencia cada vez mayor, sin acercarse a Cristo. Este es un fenómeno que la ciencia espiritual debe subrayar una y otra vez. También hay que subrayar que es tarea del hombre moderno convocar las fuerzas interiores de su alma que le permiten captar los pensamientos científico-espirituales. Hay que recurrir a una cierta fuerza del alma para hacer que estos pensamientos vivan interiormente. Si no lo hacemos, no avanzaremos, pues está en la naturaleza del hombre actual el recurrir a esta fuerza del alma. Una fuerza que debería ser utilizada, pero que no lo es, produce enfermedad en alguna forma. La enfermedad se produce no sólo por falta de algo, sino también por exceso de algo. Muchas personas que parecen débiles son en realidad fuertes. Por paradójico que parezca, son fuertes en su interior. Muchos que van por ahí como débiles insatisfechos con la vida, sin saber estar -como ellos dicen- "en sintonía con el infinito" son en realidad fuertes, pero inconscientemente. Sin embargo, son incapaces de llevar su fuerza subconsciente a la consciencia porque no tienen ni idea de qué es lo que clama reconocimiento en su interior. Como consecuencia, el subconsciente se rebela y provoca inestabilidad. El objetivo de la ciencia espiritual es hacer consciente al hombre de lo que se agita en su interior, de lo que de hecho pugna por hacerse consciente. Una comprensión verdadera y satisfactoria del Misterio del Gólgota es lo que sobre todo quiere hacerse consciente, un hecho que a menudo se expresa de formas notables.
Como ya he señalado, por una parte existe la necesidad de comprender el mundo espiritual y, por otra, existe un alejamiento de tal conocimiento. Muchas cosas demuestran que existe el anhelo de reencontrar el espíritu, que, sin embargo, no puede encontrarse hoy sin una comprensión del Misterio del Gólgota. Que el anhelo está presente lo subrayan a menudo escritores que están lo más alejados posible de cualquier comprensión real. Para comprender la vida actual debemos familiarizarnos con estas cuestiones, de las que hay abundantes ejemplos en la vida cotidiana. Aquellos que han desarrollado interés por la ciencia espiritual tienen la tarea de reconocer el conocimiento espiritual que debería ser imparcial en la actualidad; también deben ser capaces de reconocer dónde hay un alejamiento de tal conocimiento. Sobre todo hay que aprender a reconocer dónde aparentemente hay un esfuerzo por el espíritu, -que de hecho lo hay, aunque inconscientemente,- pero de forma espuria mientras no se aborda la auténtica ciencia espiritual. Por eso no dudo en señalar ejemplos tan evidentes en la vida actual.

Hace poco me enviaron otro artículo en el que el autor describe precisamente un ejemplo de los llamados esfuerzos espirituales. Alguien a quien el autor conocía bien le dijo, como se suele decir hoy en día, que tenía que oír hablar a Johannes Müller. Este caballero sentía que escuchar a Johannes Müller era una experiencia que no debía perderse. Además, informó al escritor de que Johannes Müller es el director de una clínica psiquiátrica y que había fundado lo que equivalía a una nueva ética, una nueva religión. Sin embargo, al pronunciar la palabra religión se sumergió de repente en una detallada cristología. A una velocidad increíble desarrolló su visión personal de la vida de Jesús, tras lo cual se explayó sobre la teología liberal, la escuela de pensamiento de Warburg y la de Heidelburg. Luego pasó a discutir la poesía alejandrina y el hegelianismo, etc. - Este es un buen ejemplo de la insensatez de muchas personas que se interesan por todo lo que surge y a la menor oportunidad lo desgranan a una velocidad vertiginosa. El escritor, al escuchar todo esto, pensó que nadie podía hablar tan rápido, excepto quizás Kainz y entonces sólo si tenía que coger el último tren expreso a Berlín después de una representación teatral. Sin embargo, después de esta experiencia, el escritor va a escuchar una conferencia de Johannes Müller sobre el propósito de la vida.

Al escuchar esta conferencia, el escritor sintió que Johannes Müller hablaba sobre el propósito de la vida como lo haría un santo. La conferencia trató sobre cómo uno debe sacrificarse, cómo uno debe vivir para los demás y no para uno mismo, etcétera. Sólo una cosa preocupaba al escritor: la conversación que había mantenido con el caballero de hablar rápido le había llevado a formarse una imagen en su mente de Johannes Müller. Pensó que si Johannes Müller se hubiera parecido a esa imagen mental, podría haber creído en él. Sin embargo, Johannes Müller no se parecía en nada a lo que había visualizado. Describe su impresión de Johannes Müller, que no les ahorraré porque demuestra cómo se juzgan las cosas hoy en día. Esta es la descripción del escritor "Subió al andén un hombre de estatura media, complexión gruesa, cuello corto, bigote poblado, tez fresca; el arquetipo de un ciudadano completamente sano de una ciudad alemana de provincias. No pude evitar la idea de que este hombre sería perfecto como director de alguna gran fábrica de juguetes en Nuremberg. Su trato con el público reforzaba esta impresión. Su forma de hablar era lúcida, definida, amable, tranquila, pero expresando una fuerte participación interior en lo que decía. Todo lo explicaba en términos sencillos, con muchas repeticiones, y nunca se detenía hasta haber dicho todo lo que quería decir. No se desviaba del tema, iba al grano y, evidentemente, estaba lleno de un sincero deseo de servir al bien. En resumen, lo ideal sería que un ayuntamiento estuviera compuesto por personas como él. Se podrían decir cosas similares sobre su tema; básicamente, Johannes Müller expresó lo que los buenos ciudadanos alemanes pensarían en días festivos especiales".
¿Cómo se compara esta impresión con la imagen que tenía el escritor de alguien que hablaba de abnegación y de vivir únicamente para los demás? Dice: "La imagen que me había formado de Johannes Müller se había establecido tan firmemente en mi mente que estaba convencido de que debía ser real. Había visualizado a alguien con un rostro pálido que sostenía con una fina mano blanca, sus tristes ojos marrones miraban a lo lejos. Si este Johannes Müller hubiera estado en el estrado diciendo con voz suave: Créanme Señoras y Señores, el propósito de la vida es el sacrificio, entonces no sólo yo, sino todo el mundo, al menos por el momento, habría tenido que estar de acuerdo".

En otras palabras, si Johannes Müller se hubiera parecido a la idea preconcebida del escritor, éste le habría creído. Muy interesante. ¿Y por qué le habría creído el escritor? La razón es sencilla. Este escritor, a diferencia de la mayoría del público, tiene una mente crítica. Juzga con cierta sagacidad que un orador de rostro pálido, ojos líquidos y mirada derretida tendría derecho a hablar del sacrificio. Uno creería en él, pues estaría claro que para un hombre así el autosacrificio sería la alegría de su vida; por tanto, ningún sacrificio real. La apariencia externa de Johannes Müller obviamente no sugería nada de esto. El escritor se dijo a sí mismo: la forma en que se expresa este hombre en el estrado, su aspecto, hacen evidente que lo que dice no tiene nada que ver con un sacrificio por su parte. Habla como habla porque le divierte, para él es una broma. - Esto es, por supuesto, una paradoja; lo que el escritor sentía era que un hombre como el orador haría siempre justo lo que quisiera hacer, lo que le diera placer. Nunca lo diría, porque si lo hiciera tendría que decirle a su audiencia que el propósito de la vida es seguir cualquier impulso que uno tenga, hacer cualquier cosa que a uno le apetezca hacer. De hecho, tendría que hablar como Nietzsche. No lo hace porque siempre diría lo contrario de sus inclinaciones reales.

Hoy en día, a menudo existe el deseo de decir cosas opuestas a las propias inclinaciones. Seamos claros sobre lo que esto implica. No hay duda de que precisamente aquellos que están menos inclinados a sacrificarse por los demás son las mismas personas a las que les encanta decir que el propósito de la vida es el autosacrificio, vivir únicamente para los demás. Hay un deseo definido de decir lo que está en absoluto contraste con la realidad. - ¿Qué es eso?

Cuando se observa la vida con sentido de la realidad, es muy reconocible que aquello de lo que a la gente le gusta hablar son impulsos en completo contraste con los suyos propios. Se engañan a sí mismos al respecto, por supuesto, pero es una característica muy conspicua de la vida actual. Hay un deseo de tener la sensación de algo que contrasta con la realidad. Hay que tener en cuenta que en la actualidad no hay una gran comprensión de estas cuestiones. También está el hecho de que existen tantas posibilidades que ayudan a evitar encontrarse cara a cara con ellas. Por ejemplo, alguien que escuche a Johannes Müller decir que el propósito de la vida es sacrificarse por los demás, podría contar a mucha gente cómo ha escuchado a un orador maravilloso decir algo muy esclarecedor: "El propósito de la vida es sacrificarse por los demás" y anunciar que en adelante vivirá según ese principio tal y como él lo ve. Vivir según esa norma tal como uno la ve es, por supuesto, una forma fácil de evitar muchas de las exigencias más difíciles que plantea la vida. En la actualidad es una de las formas favoritas de hacer precisamente eso; y confirma que para muchas personas, de hecho para la mayoría es emocionante decir justo lo contrario de lo que son.
Es básicamente la expresión de un anhelo que tienen muchas personas: están insatisfechas con la vida exterior y quieren algo diferente. Hay un anhelo genuino de elevarse por encima de la vida externa, pero el anhelo encuentra una expresión malsana porque la gente busca a toda costa evitar reconocer la realidad del espíritu. Tomemos el ejemplo del escritor que acabo de mencionar; sin duda le convendrá más Johannes Müller que la ciencia espiritual, -eso es previsible. La razón es simple; Johannes Müller habla de cosas como el propósito de la vida, de sacrificarse por los demás. Este tema el escritor puede utilizarlo para un artículo que termina con las palabras: "Nunca sabremos cuál es el gran propósito universal de la vida, y en última instancia tampoco es necesario que lo sepamos". De este modo, el escritor se las arregla para parecer un hombre mundano y de altas miras, sin dejar de ser un filisteo completamente ordinario.

Esto es imposible cuando uno se esfuerza por alcanzar una visión del mundo que no se base en meras frases, sino que reconozca la realidad del mundo espiritual y lo que se exige de la época actual. El individuo que emprende este camino desarrollará un sentido de lo que el mundo espiritual en este momento quiere de él. Descubrirá por sí mismo cómo debe progresar su desarrollo y hasta qué punto su destino particular requiere que se sacrifique por los demás. No hay necesidad de usar frases hechas; lo que se necesita es el desarrollo de esa fuerza interior que finalmente conduce a la comprensión espiritual.

Nada puede decirse en contra del significado de una frase como: "El propósito de la vida es sacrificarse por los demás", pero sigue siendo una frase estéril hasta que uno aprende a llevar la realidad espiritual a la realidad física. Esa fue precisamente la razón por la que se cumplió el Misterio del Gólgota. Entró en la evolución para que de la muerte brotara una nueva vida. O en otras palabras, para que el espíritu vivo pudiera nacer de nuestra conciencia actual relacionada con la muerte. Al hacer nacer, dentro de nuestra conciencia relacionada con la muerte, el espíritu vivo, nos acercamos al Misterio del Gólgota. - Hay indicios que sugieren que la gente está empezando a reconocer la necesidad de escuchar lo que la ciencia espiritual tiene que decir. Vivimos tiempos difíciles, plagados de problemas y conflictos. Todo el mundo siente que es esencial encontrar una salida. Sin embargo, es inherente a la época que una salida sólo puede encontrarse a través de una comprensión real del espíritu. Todos los demás intentos resultarán ilusorios.

La primera comprensión del Misterio del Gólgota se produjo a través de la experiencia directa. Al principio la gente podía hablar de Cristo porque algunos lo habían visto realmente; más tarde algunos habían conocido a otros que lo habían visto. En las palabras de los primeros Apóstoles resonaban las palabras de Cristo. Así pues, la primera experiencia que la humanidad tuvo de Cristo fue en el plano físico. A lo largo de los siglos, este conocimiento se fue desvaneciendo hasta desaparecer por completo a finales de los siglos XIX y XX. Por lo tanto, era inevitable que surgiera la situación actual cuando hay personas, -como describí en la última conferencia- que, aunque quieren ser cristianas, en realidad no buscan a Cristo. Debemos darnos cuenta de que vivimos en una época de crisis en lo que se refiere a la comprensión de Cristo. No podemos alcanzar una comprensión adecuada a nuestra época de otra manera que a través de una comprensión cada vez más profunda de la ciencia espiritual. Las fuerzas ahrimánicas luchan contra este conocimiento sólo porque es tan esencial en nuestro tiempo. Sin embargo, esto no impide que aquellos que reconocen la tarea de la ciencia espiritual vean esta tarea conectada con los enormes acontecimientos histórico-mundiales que tienen lugar en nuestro tiempo. La solución de los grandes problemas de hoy sólo puede provenir del conocimiento real de la época actual. Y no es propaganda tendenciosa decir que sólo a través de la ciencia espiritual se puede encontrar una solución.
Traducido por J.Luelmo ene,2023








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