GA063 Berlín 19 de marzo de 1914 - Entre el morir y el renacer del ser humano

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RUDOLF STEINER

 Entre el morir y el renacer del ser humano

Berlín 19 de marzo de 1914

El tema de hoy es, sin duda, el más atrevido de esta serie de conferencias y, sin embargo, me gustaría hacer algunas observaciones sobre este tema tan especial de la investigación científico-espiritual, que se va a tratar hoy aquí. Puedo suponer ante este honorable auditorio, algunos de los cuales asisten a estas conferencias desde hace muchos años, que incluso un tema tan especial de investigación en la ciencia-espiritual será aceptado, después de haberme esforzado tantas veces en presentar las posibles pruebas y evidencias para justificar esta investigación en la ciencia-espiritual de una manera más general. Hoy, por supuesto, debemos abstenernos de todas esas pruebas y evidencias. Pues lo que habrá que decir sobre la vida del hombre entre la muerte y el renacimiento se dirá esencialmente de tal manera que los resultados correspondientes de la ciencia espiritual, tal como se presentan al investigador, se darán por así decirlo en forma narrativa. A pesar de que lo que se va a decir causará ciertas dificultades conceptuales para la conciencia del presente, a pesar de que está claro que la conciencia contemporánea de hoy todavía debe ser hostil en el sentido más amplio a tales, como se dice, «supuestos» resultados de la investigación científica espiritual, quisiera sin embargo, hacer la siguiente observación introductoria. Soy muy consciente de que hablo en una época, (1914), que tiene a sus espaldas más de sesenta años del gran descubrimiento de Julius Robert Mayer sobre la transformación de las fuerzas de la naturaleza, más de medio siglo de los grandes descubrimientos de Darwin, que ha experimentado los grandes éxitos de la ciencia natural, por ejemplo a través del análisis espectral, los logros de la astrofísica y, más recientemente, los de la biología experimental. Desde el pleno reconocimiento de estos resultados científicos, me gustaría, no obstante, hablar de lo que constituye el tema de hoy, a pesar de la contradicción que debe causar entre quienes creen que sólo pueden pisar el firme suelo de la ciencia rechazando la investigación científico-espiritual y la convicción científico-espiritual. Y quisiera hacer una segunda observación introductoria. Si no supiera claramente cómo, dentro de la más estricta metodología científico-espiritual, de las más estrictas exigencias científicas, lo que hay que decir sobre la vida entre la muerte y el renacimiento del hombre es tan defendible como los resultados de los capítulos científico-naturales mencionados, en cierto sentido consideraría imprudencia, por no decir frivolidad, hablar ante esta asamblea de los resultados de la investigación científico-espiritual. Pues soy plenamente consciente de la responsabilidad de hablar de estos temas precisamente en un sentido científico moderno. Sin embargo, incluso todo el modo en que el alma debe relacionarse con la verdad y la veracidad de la investigación, si quiere dedicarse a la investigación científica espiritual imparcialmente, incluso este modo del estado de ánimo del alma todavía no es muy popular hoy en día. Muy brevemente quisiera abordar en primer lugar este estado de ánimo del alma, este estado mental, que debe estar presente en el investigador espiritual y en cierto sentido también en aquellos que deben y quieren reconocer la verdad de los resultados de la investigación científico-espiritual.

Es necesaria una actitud hacia la verdad y la veracidad, hacia el conocimiento humano, completamente diferente a la típica de nuestro tiempo. Quien quiera obtener resultados científicos espirituales con los métodos que se han discutido en estas conferencias debe, ante todo, permanecer con una santa timidez, con una reverencia ilimitada hacia lo que puede llamarse verdad, lo que puede llamarse conocimiento. En relación con la verdad, con qué facilidad se acepta en nuestro tiempo como condición anímica, aquello que quiere tomar una decisión por anticipado sobre todo lo que se presenta a la vida humana, una decisión tal que presupone: con las capacidades anímicas que me son dadas en la condición anímica y estado de ánimo en el que me encuentro alguna vez, puedo permitirme un juicio sobre lo que se puede decir acerca de los ámbitos de la existencia y de la realidad. El investigador espiritual y quien quiera recibir sus correspondientes resultados necesita una condición anímica diferente; necesita esa condición anímica que se dice a sí misma: Para recibir la verdad, para llegar a ser partícipe de la verdad, mi alma necesita sobre todo preparación, necesita vivirse a sí misma en una condición que va más allá de la vida cotidiana. Y cuando se está en la ciencia espiritual, -aunque les ruego que no malinterpreten esta expresión en un sentido ascético o de otro tipo-, se siente mucho, quisiera decir, cuán imposible es la condición cotidiana del alma para poder vivir realmente con la verdad, con el conocimiento. Uno siente el conocimiento como algo que se cierne sobre uno, hacia el cual uno puede acercarse cuando uno va más allá de su yo ordinario, por así decirlo, cuando uno ejerce todos los poderes dentro de sí mismo para prepararse a recibir la verdad dignamente. Uno siente que es indigno si pretende permitirse un juicio sobre la verdad basándose en la condición cotidiana del alma, -esto se puede saber por la ciencia espiritual-, y luego se empeña en esperar hasta que el alma haya avanzado de nuevo un poco en su preparación, hasta que prepare en sí misma esa fuerza y concepción digna que tiene derecho a la verdad y al conocimiento. Y a menudo uno se siente de tal manera que se dice a sí mismo: prefiero esperar, prefiero ser paciente y dejar que la verdad se cierna sobre mí, no debo entrar en ella; porque si entrara ahora, tal vez me la estropearía por no estar todavía preparado para ella.

Con estas y otras muchas palabras que podría añadir para caracterizar el asunto, quisiera llamar la atención sobre la disposición anímica de una santa timidez, de una reverencia ilimitada por la verdad y la veracidad y el conocimiento, que debe ser característica de la investigación científica espiritual. De ello resulta cada vez más evidente que el alma debe crecer más allá de sí misma, que debe estar cada vez menos ansiosa por emitir juicios definitivos fuera de la condición ordinaria del día, y que debe dedicar cada vez más esmero a preparar sus facultades para alcanzar un punto de vista digno de la verdad. En resumen: el buscador de la verdad, actuando en el sentido científico-espiritual, llega a dedicar cada vez mas cuidado a la preparación anímica, al desarrollo de capacidades para la verdad, y cada vez más se aleja de querer acercarse a esta verdad con las facultades ordinarias del alma, con la crítica ordinaria. Con estas palabras introductorias sólo he querido indicar la disposición anímica en que se encuentra la propia ciencia espiritual en relación con las cosas que ahora se van a expresar. Ahora, sin más preámbulos, pasaré al tema que creo ha sido suficientemente preparado por las conferencias de este invierno.

Cuando el hombre atraviesa la puerta de la muerte, pasa a pertenecer a un mundo que, sin embargo, sólo es accesible a la investigación espiritual, investigación espiritual en el sentido que se ha representado aquí en las conferencias anteriores. Esta investigación espiritual puede obtener un conocimiento que sólo el alma que se conoce a sí misma libre del cuerpo puede alcanzar. Hemos discutido a menudo los métodos mediante los cuales el alma humana llega realmente a adquirir conocimiento, no sólo utilizando su cuerpo, sus sentidos, para entrar en contacto con el mundo exterior, sino saliendo realmente del cuerpo, de modo que este cuerpo se encuentra fuera de ella, como de otro modo un objeto exterior se encuentra fuera de ella, y que se experimenta a sí misma en la separación de su cuerpo, conociéndose a sí misma en un entorno espiritual. A menudo se ha explicado cómo llega el alma del investigador espiritual a esto; y a través de ella llega a ese mundo en el que entra el hombre cuando atraviesa la puerta de la muerte. Y ahora, sin más preparación, les diré lo que el investigador espiritual tiene que decir sobre la vida del hombre entre la muerte y el renacimiento a través de los métodos que se han discutido aquí durante mucho tiempo.

Lo primero que experimenta el alma humana cuando se ha liberado naturalmente del cuerpo después de la muerte, del mismo modo que el investigador espiritual puede liberarse del cuerpo durante momentos temporales de su vida, es un cambio en su posición en relación con lo que de otro modo llamamos el mundo de los pensamientos. A menudo hemos subrayado que el alma humana lleva en sí las facultades de pensar, sentir y querer. Esta categorización de las facultades del alma humana en el fondo sólo es correcta para la vida del alma en el cuerpo, entre el nacimiento y la muerte, y hoy tendré que luchar con la dificultad de encontrar expresiones adecuadas para un mundo muy distinto que el ser humano tiene que vivir entre la muerte y el siguiente nacimiento. Porque las expresiones del lenguaje están acuñadas para la vida sensorial que transcurre en el cuerpo sensorial; y sólo tratando de caracterizar las muy diferentes experiencias del alma después de la muerte desde un cierto punto de vista, que utilice las palabras de un modo aproximado, podré llegar a comprender este ámbito alejado de la cognición ordinaria. Hay que tener en cuenta que tenemos que hablar de un ámbito para el que en realidad carecemos de términos adecuados.

Así que después de que una persona ha atravesado la puerta de la muerte, experimenta una experiencia en relación con lo que llamamos su pensar, sus pensamientos. En la vida entre el nacimiento y la muerte tenemos la vida del pensar de tal manera que decimos: los pensamientos están en nuestra alma, pensamos. Y entre el nacimiento y la muerte estos pensamientos son a lo sumo imágenes de una realidad exterior.

Cuando una persona ha dejado su cuerpo físico, los pensamientos se convierten en una realidad externa de un modo peculiar. Esta es la primera experiencia que el difunto tiene en el mundo espiritual, que siente que los pensamientos se separan de sí mismo, que están fuera, como fuera de su alma, igual que en la vida entre el nacimiento y la muerte los objetos sensoriales están fuera, aparte de nosotros. Es como si los pensamientos vagaran por un mundo externo al alma. Se podría decir que los pensamientos recorren un cierto camino; recorren un camino tal que se desprenden de la experiencia inmediata del alma de un modo semejante a los pensamientos que se convierten en nuestros recuerdos en la vida ordinaria; sólo que con nuestros recuerdos tenemos la sensación de que estos se sumergen en una experiencia inconsciente de la que pueden volver a salir en el momento oportuno; se desprenden de la vida presente, pero de tal modo que tenemos la sensación de que están dentro de nosotros. Después de la muerte los pensamientos también se desprenden, pero de tal manera que todo el mundo de pensamientos que el ser humano ha acumulado en la vida entre el nacimiento y la muerte se convierte en un mundo objetivo. No se desprenden para que tengamos la conciencia sino que descienden a una oscuridad indefinida; pero se independizan de nosotros de tal manera que entonces forman un mundo espiritual de pensamientos fuera de nosotros. En este mundo, en forma de pensamientos, está todo lo que hemos obtenido en experiencias vitales en el transcurso último de la vida entre el nacimiento y la muerte, de tal manera que podemos decirnos a nosotros mismos: hemos vivido una vida, hemos experimentado esto o aquello y como resultado nos hemos enriquecido en experiencias vitales. Esto está, por así decirlo, separado, como si se hubiera convertido en una especie de panorámica de la vida, de la que nos decimos: esto lo experimentaste en tu última vida de tal modo que se convierte en una experiencia vital; esto permanece alrededor del alma después de la muerte. Pero no lo hacen de tal manera que parezcan pensamientos fugaces, sino que parece como si los pensamientos, en el momento en que se desprenden del alma y adquieren vida independiente, se volvieran más densos, más vivos, más móviles en sí mismos y formaran un mundo de entidades. Este mundo, en el que entonces vivimos, es el mundo de nuestros pensamientos errantes, que tienen una existencia independiente.

Este mundo también se describe a menudo como una especie de retablo de la memoria de la última vida. De hecho, es como un retablo de recuerdos, pero el cual ha cobrado vida propia y del cual sabemos: esto lo has obtenido tu, pero está ahí, en el mundo exterior, objetivado; ¡está vivo!

Ahora bien, esta experiencia anímica en el mundo de los pensamientos que se ha hecho objetiva dura distintos periodos de tiempo, individualmente distintos para cada persona, pero sólo al cabo de días. Porque al cabo de unos días, -en mi «Ciencia Oculta en Esquema» he señalado la relación que tiene esto con la vida humana-, al cabo de unos días el hombre que ha atravesado la puerta de la muerte experimenta entonces cómo todo este mundo, que se ha convertido por así decirlo en su propio mundo, se aleja, se aleja de él como en una perspectiva espiritual, como si se alejara mucho, mucho de él en la esfera espiritual.  Después de transcurrir varios días se llega al momento de este irse, de este volverse cada vez más tenue, de este volverse cada vez más nebuloso, cada vez más vago, de este alejarse del mundo de los pensamientos que se pierde en la distancia. En mi «Ciencia Oculta» he señalado que de la investigación científica espiritual se desprende, que tardan más las personas que, en la vida anterior a la muerte, pueden pasar los días sin dormir más fácilmente, quiero decir, sin perder las fuerzas. Este cuadro de memoria dura mientras uno sea más o menos capaz de pasar los días en vida sin dormir. Esto se puede averiguar a través de la investigación en la ciencia espiritual. Por lo tanto quien se cansa antes, -pero aquí depende sobre todo de qué fuerza tiene la persona-, quien no puede aguantar en absoluto sin dormir, si fuera necesario permanecer despierto más tiempo, el retablo de la memoria se aleja antes que con alguien que puede hacer un esfuerzo para mantener su fuerza más tiempo sin dormir. Sin embargo, no es necesario esforzarse en este sentido; se trata solamente de lo que una persona puede lograr posiblemente en este sentido.

Con esto está relacionado también lo que aparece como la nueva conciencia. Lo que tenemos como nuestra conciencia ordinaria, como nuestra conciencia de vigilia ordinaria entre el nacimiento y la muerte, se alimenta del hecho de que entramos en interacción con los objetos del mundo exterior. Mientras dormimos no hacemos esto, allí tampoco tenemos nuestra conciencia ordinaria; pero también chocamos con el mundo exterior con el oído, con los ojos, y así tenemos la conciencia cotidiana. Del mismo modo que la conciencia en la vida ordinaria se alimenta del contacto con el mundo exterior, nuestra conciencia después de la muerte se despliega debido al hecho de que el hombre se sabe conectado con lo que he descrito como la experiencia del pensar después de la muerte, que se aleja. Y ésta es también la reanimación de la conciencia después de la muerte, que consiste en que al alma le queda la sensación: ¡Tus pensamientos se han ido lejos, debes buscarlos! Con esto podría caracterizar la impresión que el alma experimenta entonces, y que forma el poder que enciende la conciencia espiritual después de la muerte: ¡Debes buscar tus pensamientos que se han ido lejos! Este saber que los pensamientos se han ido forma parte de la autoconciencia después de la muerte. Veremos más adelante qué papel sigue desempeñando este tipo de autoconciencia.

Lo que podemos llamar el mundo de la voluntad, el mundo del sentir, cambia después de la muerte de manera diferente al mundo de los pensamientos. En realidad, después de la muerte no se puede hablar de tal separación de la vida del sentir ni de la voluntad, del mismo modo que se hace en la vida entre el nacimiento y la muerte; por lo tanto, debo utilizar ya las expresiones: Hay algo presente en el alma después de la muerte como un sentir volitivo o deseante, o como una voluntad completamente impregnada de sentir. Las expresiones que tenemos para el sentir y la voluntad no son adecuadas para el tiempo después de la muerte. Para este tiempo, el sentir es mucho más similar a lo que se experimenta en la voluntad; y la voluntad está mucho más impregnada por el sentir que en la vida entre el nacimiento y la muerte. Mientras que después de la muerte los pensamientos se convierten, por así decirlo, en un mundo aparte del alma, hay que decir del sentir volitivo y de la voluntad emocional que éstos están mucho más estrecha e íntimamente ligados al alma. Y se inicia ahora con el alma, ademas de la parte de la autoconciencia indicada, todavía esto: que se experimenta a sí misma en una fortalecida e intensificada, volición emocional y un sentir volitivo. Esto forma una vida interior infinitamente más intensa que la vida interior del alma cuando vive en el cuerpo. Cuando los pensamientos han partido, el ser humano siente inicialmente su ser interior como su mundo principal durante mucho tiempo, un tiempo que puede durar décadas. Este ser interior se vuelve tan poderoso que debe, -si se me permite usar la palabra, aunque no se ajusta del todo a la vida post-mortem-, dirigir su atención a aquello que surge en su interior como la volición emocional y el sentir volitivo. Y al cabo de los años se necesita tiempo para que esta volición emocional o sentir volitivo mire hacia atrás, hacia la vida terrenal que ha pasado. Después de la muerte, el alma humana siente algo así como un anhelo, como una inclinación hacia la voluntad emocional y el sentir volitivo y, por tanto, hacia lo que la última vida le ha ofrecido. Cada vida es tal que se puede decir: nos ofrece muchas cosas, pero las posibilidades de experiencia son mucho mayores de lo que el hombre realmente lleva en sí. Cuando el hombre atraviesa la puerta de la muerte, él siente volitivamente, o anhela emocionalmente todo aquello que, no puedo decir, que él sepa, sino de lo que él siente: Todavía podrías haberlo experimentado. Todos los afectos indeterminados, todas las posibles experiencias que la vida podría habernos traído y no nos ha traído, todo esto entra en la conexión con la vida anterior, en aquello por lo que el alma pasa. En particular, lo que el alma debería haber hecho según su percepción surge como experiencias interiores fuertes e intensas. Por ejemplo, de aquello de lo que el alma se culpa respecto a otras personas, aquello que ha infringido a otras personas, todo esto surge como el sentimiento de una falta de amor, de la que ni siquiera somos conscientes en la vida entre el nacimiento y la muerte; esto se siente intensamente.

Por lo tanto podemos decir: Después de la muerte pasan años, durante los cuales el alma está ocupada desarraigándose poco a poco de la última vida, acostumbrándose a la conexión con la última vida. Estos años transcurren de tal manera que no nos desarraigamos de las experiencias de la última vida. Estamos conectados con las personas que hemos dejado, con las personas que hemos amado; pero estamos conectados por el hecho de que hemos adquirido ciertos sentimientos y conexiones con ellos en la vida; y estamos conectados con ellos por las alegrías de lo que la vida nos ha ofrecido o nos ha negado. Siempre hay que expresarse en sentido figurado. Después de la muerte ciertamente se puede continuar en contacto con la persona a la que se estaba unido en vida, pero sólo manteniendo un vínculo emocional que se tuvo con ella en vida. Esto crea un vínculo intenso con ella. Después de la muerte se convive con los vivos, pero también con aquellos ya fallecidos con los cuales se tuvo un vínculo en vida. Por lo tanto, hay que imaginarse la vida después de la muerte como algo que dura años. Es preferiblemente una vida en la que el alma vive todo lo que quiere, desea y reclama, como en un recuerdo vinculante, por así decirlo, emocional y volitivo con la última vida.

Si se intenta investigar cuánto dura este tiempo desde el punto de vista de la ciencia espiritual, se llega a la conclusión de que la vida en los primeros años de la infancia no tiene ninguna influencia sobre estos años después de la muerte, cuyo contenido se acaba de describir. La vida desde el nacimiento hasta el momento en que posteriormente somos capaces de acordarnos de nosotros mismos, cuando aprendemos a experimentar interiormente nuestra autoconciencia, este tiempo carece al principio de significado para estos años, y también la vida que sigue a la mitad de los veinte años carece más o menos de importancia para el individuo, con respecto a la duración de ese estado del alma que acabo de describir; de modo que el tiempo entre el tercer, cuarto, quinto año de vida y la mitad de la veintena, el vigésimo cuarto, vigésimo quinto año, debe tomarse como el promedio de años que el alma vive tal como se acaba de describir, que el alma tiene su autoconciencia por el hecho de que sabe: Tu mundo de pensamientos ha continuado con tus experiencias vitales, ahora está a lo lejos. Ustedes tienen una conexión, una relación con esta experiencia de pensamiento, y deben encontrarla de nuevo, porque es aquello a través de lo cual se convirtieron en lo que son en la vida terrenal; pero se ha alejado. Ustedes se enfrentan a estas experiencias vitales que se han transformado en pensamientos, como si se tratara de una vida exterior, que ustedes saben que está ahí. Y el otro mundo que viven después de la muerte, cuando este mundo de pensamientos se ha ido, lo viven de tal manera que lo experimentan en la voluntad y el sentir que se ha fortalecido en ustedes.

Luego llega el tiempo en que uno se escapa de la mera vida interior intensificada, cuando parece como si del mundo espiritual surgieran gradualmente seres que se adaptan al mundo espiritual del mismo modo que los seres del mundo físico, -minerales, plantas, animales y seres humanos físicos-, se adaptan a este mundo físico sensorial. En otras palabras, uno vive fuera de sí mismo y en un mundo espiritual. Se vive en un entorno espiritual de tal manera que se tiene hacia él un sentimiento completamente diferente al que se tiene hacia el mundo sensorial del cuerpo. Tendría que mencionar muchas cosas para caracterizar este tipo de sentimiento completamente diferente; pero me gustaría mencionar sólo una cosa concisa.

Cuando percibimos los objetos del mundo exterior por medio de los ojos decimos que los vemos cuando sobre ellos incide la luz de alguna fuente luminosa, somos conscientes de ellos porque están iluminados por esta luz cuando los vemos. Cuando, partiendo de aquel estado del sentimiento vuelto a nuestra última vida en la tierra, vivimos ahora en el estado objetivo del mundo espiritual, tenemos la experiencia: Desde el tiempo de tu última vida en la tierra has dejado madurar en ti algo como luz interior, como fuerza interior del alma, y esto te da ahora cada vez más la posibilidad de mirar y percibir el mundo exterior de los seres y procesos espirituales, de vivir dentro de él. Si uno puede experimentar el tiempo de ese estado anímico descrito como una especie de desprenderse de la conexión con la vida terrena vivida, como un arrancarse de ella, como un liberarse de ella, entonces experimenta ahora que en el interior más profundo de esta voluntad emocional y de este sentir volitivo ese mundo interior, que en el fondo es el mundo interior de muchos años, ha madurado en sí mismo, -como la flor de la planta ha madurado la semilla en sí misma-, esta luz interior, que uno extiende desde sí mismo como una fuerza y a través de la cual los procesos y los seres del mundo espiritual exterior se hacen visibles para uno. Entonces uno se hace consciente: si no se hubiera desarrollado esta luz interior dentro de sí mismo, el mundo espiritual estaría oscuro a su alrededor, no percibiría nada. El poder que hay que utilizar para superar la conexión con la última vida en la tierra es al mismo tiempo el poder que hay que utilizar y que es como una luminosidad interior. Aquí se despierta un poder anímico para el que no se tienen palabras en el mundo ordinario, pues tal cosa existe en la vida sensorial ordinaria sólo para aquel que penetra en el mundo espiritual a través de la investigación espiritual. Si quiero usar una palabra para lo que el hombre experimenta como un poder de iluminación del entorno espiritual que sale de sí mismo, entonces me gustaría decir: Es algo así como un despliegue creativo de la voluntad, que al mismo tiempo está impregnado de un intenso sentir. Algo creativo hay ahí dentro; uno se siente como una parte del universo, pero que es creativo en esta parte que acabamos de comentar, que desborda el mundo espiritual. Y uno tiene el sentimiento: Justo este saberse parte del universo le hace perceptible el mundo espiritual, perceptible a sabiendas, experimentando lo que se puede llamar  «la plenitud del alma» después de la muerte y un vivir en eso que se acerca a uno cada vez más en visibilidad, en perceptibilidad.

Hoy les estoy describiendo este mundo entre la muerte y el próximo nacimiento, me gustaría decir, más desde una experiencia interior, desde un estado interior. En mi «Teosofía» o en mi «Ciencia Oculta» describía este mundo más para la visión espiritual-científica desde el exterior. Pero como no me gusta repetirme en absoluto, hoy elijo el otro camino. Pero cualquiera que sepa desde cuántos puntos de vista se puede describir una zona del mundo sensorial, sabrá que es exactamente lo mismo que he caracterizado con otras palabras en los libros mencionados.

El alma siente como si viviera en el mundo de los procesos espirituales y de los seres espirituales. Y hay que decirlo explícitamente: A estos procesos y entidades espirituales, en los que el alma vive a través de su propio poder luminoso, pertenecen también aquellas almas humanas, con las que uno ha establecido una conexión en vida, -sin embargo sólo éstas, y no también aquellas, con las que uno no haya establecido ninguna conexión. Podemos, por tanto decir: Mientras que hasta ahora, a lo largo de los años, uno ha experimentado su ser interior más en el sentir volitivo y en la voluntad emocional, ahora uno empieza a experimentar cada vez más el mundo espiritual exterior objetivamente, uno empieza a ser capaz de trabajar en él, igual que uno trabaja en el mundo de los sentidos según sus correspondientes tareas y experiencias. Sólo hay que mencionar una cosa: Lo que uno experimenta como poder luminoso interior se desarrolla gradualmente, poco a poco y, como se puede decir con una expresión familiar para el investigador espiritual, cíclicamente, en círculos vitales. Se desarrolla de tal manera que uno siente: el poder luminoso se ha despertado en ti; hace posible que experimentes ciertas otras entidades y procesos del mundo espiritual; pero en cierto sentido vuelve a disminuir, se atenúa de nuevo. Cuando lo has utilizado durante un tiempo, se desvanece. Del mismo modo que, -por utilizar una analogía de la vida sensorial ordinaria-, a medida que se acerca el atardecer uno siente que el sol se pone externamente, en la vida entre la muerte y el renacimiento uno siente cada vez más cómo disminuye el poder luminoso interior. Pero entonces, cuando ésta se ha atenuado, se produce un estado diferente. En este estado el alma se siente primero muy fuertemente en su ser interior, que ahora vive repetidamente; pero, si se me permite la expresión, nuevamente cómo experimenta interiormente lo que ha traído del otro estado, donde había desarrollado la fuerza luminosa. Así pues, hay que decir que los estados en los que estamos entregados a todos los procesos y entidades espirituales se alternan con aquellos en los que la luz interior se atenúa de nuevo y finalmente se apaga por completo, pero en los que nuestra volición sentida y nuestro sentimiento volitivo despiertan de nuevo, pero ahora despiertan de tal manera que todo vive en él como recordando lo que ha sido experimentado por nosotros en el mundo espiritual, es decir, lo que viene de fuera. De esta manera tiene uno estados que se alternan, como si uno viviera una vez en el mundo exterior, después otra vez tomara el mundo exterior completamente dentro de uno mismo, de modo que surgiera como en forma de experiencias interiores, viviera como si estuviera completamente dentro de nosotros, -como si ahora viviera, encerrado por el caparazón de nuestra alma, dentro de nosotros lo que antes habíamos experimentado exteriormente. Es una alternancia entre estos dos estados. También podemos describirlo de tal modo que digamos: Una vez nos experimentamos como en una sociabilidad ampliada con todo el mundo espiritual; luego este estado alterna con la soledad interior, con un conocernos a nosotros mismos en el alma, con un tener-en-nosotros mismos todo el cosmos espiritual experimentado. Pero al mismo tiempo sabemos: Ahora vives dentro de ti mismo; lo que se experimenta allí es lo que tu alma ha retenido, y ahora no estás en conexión con nada más. Con la misma regularidad que en la vida se alternan el dormir y el despertar, en el mundo espiritual estos estados se alternan entre la muerte y el nuevo nacimiento: El estado de expansión del alma en un mundo exterior anímico, -con el estado de autodisfrute interior y autoconocimiento, en el que uno siente: ahora estás solo en ti mismo, con aislamiento de todos los procesos y entidades exteriores; ahora experimentas en ti mismo. Estos dos estados deben alternarse, pues sólo así se mantiene la luminosidad interior, de modo que el ser humano es dirigido una y otra vez hacia sí mismo. Estos procesos se explican con más detalle en mi libro «El Umbral del Mundo Espiritual». Esta experiencia de uno mismo en ciclos, en la vida solitaria y luego de nuevo en la vida social, es necesaria, porque así es como se mantiene el poder luminoso. Y esto continúa de tal manera que uno se instala en mundos espirituales cada vez más ricos, para lo cual uno necesita cada vez más poder luminoso interior. Esto se prolonga durante mucho tiempo. Entonces uno se da cuenta de cómo, al haberse instalado en estos mundos espirituales, está sujeto a un cierto límite que está relacionado con las capacidades que ha adquirido en la vida. Un alma crea un horizonte más pequeño, la otra uno más grande, un horizonte sobre un mundo espiritual más grande o más pequeño.

Pero luego llega un momento en que sientes que la luminosidad interior disminuye. <Esto sucede cuando uno vive hacia la mitad del tiempo entre la muerte y el próximo nacimiento. Entonces uno experimenta de tal manera que siente: Ahora el poder luminoso interior es cada vez menor; ahora puedes iluminar cada vez menos lo que hay a tu alrededor. Se vuelve cada vez más tenue, y se acerca el momento en que esos momentos se vuelven cada vez más significativos en los que la experiencia interior se vuelve cada vez más intensa, en los que lo que uno ya ha experimentado en la experiencia interior surge hacia arriba y hacia abajo. La experiencia interior se hace cada vez más rica, en la visión de conjunto se hace cada vez más oscura, hasta que se acerca la mitad del tiempo entre la muerte y el renacimiento, donde se experimenta lo que he llamado la medianoche espiritual en mi drama mistérico «El despertar de las almas».

Porque experimentas un tiempo en el que estás lleno del mundo espiritual, cuando despiertas, pero despiertas en la «noche», cuando te experimentas a ti mismo como si estuvieras encerrado en el mundo espiritual. Es una sensación de intensa autoconciencia en medio entre la muerte y el renacimiento. Esta experimentación de uno mismo produce un estado del que hay que decir: es insoportable para el alma a largo plazo. Es el conocimiento de un conocimiento que es insoportable, que uno no quiere tener porque sólo es conocimiento. Sienten en su interior: llevan un mundo dentro de ustedes que sólo experimentan a sabiendas, en el sentido de que saben que están cerrados a él en realidad; han perdido el poder de iluminación sobre él. La noche en el mundo espiritual se instala. Pero en este estado tenemos experiencias que de otro modo sólo son anímicamente pasivas en el cuerpo de la vida terrenal. Ahora se convierten en algo activo. Y a medida que uno vive así cada vez más en el crepúsculo y finalmente en la noche del mundo espiritual, el anhelo por un mundo exterior se hace cada vez mayor; y mientras que el anhelo, el deseo por el mundo de la vida terrenal es algo que debe encontrar su satisfacción en el exterior, lo que uno experimenta así en la medianoche espiritual como anhelo es una fuerza que se desarrolla, igual que la fuerza eléctrica o magnética se desarrolla en nosotros bajo condiciones correspondientes. Es un anhelo en el alma que hace nacer una nueva fuerza, una fuerza que puede invocar de nuevo un mundo exterior ante el alma. El alma se ha vivido a sí misma cada vez más en un mundo interior espiritual; éste se ha hecho cada vez más grande, cada vez más y más poderoso. Pero dentro de ella vive el anhelo de volver a tener un mundo exterior a su alrededor. Este anhelo es una fuerza activa, y a lo que conduce el anhelo es a un mundo exterior, pero de un tipo muy peculiar.

Lo primero que experimentamos tras llegar a la parte media entre la muerte y el renacimiento es que se nos presenta un mundo exterior, pero que, después de todo, no es tal. Pues cuando despertamos de la soledad, nos enfrentamos a imágenes que surgen de nuestra vida anterior en la tierra. Por tanto, un mundo exterior, que es nuevamente nuestro mundo exterior pasado, se yergue a nuestro alrededor, y el anhelo nos ha conducido a él, que es una fuerza activa. Por tanto, durante un tiempo nos enfrentamos a nuestras experiencias terrenales pasadas de tal manera que son el mundo exterior para nosotros, y que afrontamos como juzgándolas. Mientras las experimentábamos, estábamos dentro de ellas; ahora estamos frente a ellas. 

Y ahora surge otro anhelo además del que ya se ha desarrollado. Surge el anhelo de compensar en una vida terrena renovada las deficiencias e imperfecciones de la antigua vida terrena en relación con la conciencia recién despertada. Ahora llega el momento en que el alma siente lo que tiene que hacer con respecto a los pensamientos que se han alejado precipitadamente de ella. Ahora recibe el conocimiento cierto que se despierta en la segunda mitad de la vida, entre la muerte y el nuevo nacimiento: Tus experiencias de pensamiento te han precedido; sólo puedes volver a encontrarlas indirectamente a través de una nueva vida terrena. Y de esta segunda experiencia, la opuesta a la antigua vida en la tierra y al conocimiento siguiente: Sólo puedes encontrar tus pensamientos precedentes si los vuelves a invocar en una nueva vida terrena, -de aquí surge el impulso instintivo hacia una nueva vida terrena. Esto no puede juzgarse según la última vida terrena. En el momento indicado el alma encuentra natural reunirse con aquello que se ha alejado de sí en pensamientos, y que sólo puede encontrar en las vicisitudes de una nueva vida terrena, donde también sólo encuentra la posibilidad de reparar aquello a lo que se ha enfrentado en imperfecciones y deficiencias a la vista de las pasadas vidas terrenas. 

Y ahora nuevas y nuevas experiencias emergen constantemente de la oscuridad crepuscular del mundo espiritual. Esto es lo que se puede llamar Conexión con las personas cercanas. Esta conexión la teníamos antes de experimentar el tiempo anterior al indicado como centro; pero vivíamos con las personas más cercanas de tal manera que trabajábamos con ellas en el mundo espiritual, que estábamos conectados con ellas en espíritu. Ahora surgen de nuevo; ahora surgen aquellos de nuestra propia vida en la tierra con los que hemos desequilibrado nuestra vida; surgen aquellos con los que estábamos emparentados por sangre, con los que estábamos unidos en vida. Surgen de tal manera que podemos juzgar a partir de su aparición lo que todavía está desequilibrado en nosotros, lo que todavía les debemos, lo que todavía tenemos que compensarles. Nos sentimos unidos a estas almas que aparecen, del mismo modo que debemos sentirnos unidos según el resultado de la convivencia con ellas en vidas anteriores en la tierra. Esto es lo primero que experimentamos después de nuestra propia vida en la tierra: el hecho de querer convivir en una nueva vida en la tierra con las almas con las que antes hemos convivido de forma más cercana. Y en el curso ulterior de este tiempo aparecen las almas más alejadas de nosotros, aquellas con las que hemos tenido una conexión en vida de tal manera que teníamos la misma confesión religiosa con ellas, que formábamos un pueblo con ellas, en cierto modo formábamos un todo con ellas. Así las almas, que fueron colocadas en nuestro desarrollo terrenal, aparecen de tal manera que a partir de esta aparición resulta que nuestra alma debe formar su nueva encarnación terrenal para buscar lo que debe ocurrir como efecto de las vidas terrenales anteriores en la vida con las almas, que aparecen allí. Finalmente de la oscuridad crepuscular de lo espiritual surge la conexión con almas o también con otros espíritus en la vida terrenal, que uno puede llamar un ideal.

Después de haber experimentado la visión de conjunto de su vida pasada en la tierra, después de haber experimentado la visión de conjunto de las personas que estaban cerca de ustedes en su vida pasada en la tierra, las comunidades que estaban cerca de ustedes, ahora se enfrentan ustedes vívidamente con las personas que brillaron para ustedes en la vida como figuras ideales, aunque personalmente estuvieran distantes de ellas. Eso que uno llama sus ideales personales, su mundo espiritual, en la vida terrenal, eso es a lo que uno se enfrenta a más tardar. 

A partir de estas experiencias se forma en la propia alma la fuerza para volver a conectar con la vida en la tierra. Sólo debo mencionar que en la segunda mitad de la existencia, entre la muerte y el renacimiento, la vida vuelve a transcurrir de tal manera que tiene lugar en círculos, cíclicamente. Debemos distinguir de nuevo entre el tiempo de la vida en el mundo exterior, en el que vemos a nuestros antiguos amigos y parientes, nuestros ideales y demás, los experimentamos objetivamente desde fuera, por así decirlo, y el otro tiempo, en el que estamos retirados de ellos, en el que sólo los tenemos dentro de nosotros mismos. Esto alterna de nuevo con la necesidad para el alma, como en la vida ordinaria se alternan la vigilia y el dormir, el día y la noche. Y de las fuerzas que se desarrollan en el alma a través de la visión de todo lo que acabo de caracterizar, surge en el alma la capacidad de formar primero anímico-espiritualmente el arquetipo de la nueva vida terrena. Lo que hemos tenido que despedir como experiencias vitales transformadas en pensamientos, todavía no lo vemos inmediatamente cuando entramos en la segunda mitad de la vida, entre la muerte y el renacimiento. Pero es en la voluntad creadora y en el sentimiento creador donde el alma experimenta esta vida como un aumento de poder; y este aumento de poder hace que a partir de la sustancia espiritual circundante cristalice algo así como el arquetipo de una nueva vida.  En el mundo espiritual existe una relación diferente entre percepción y experiencia espiritual, de la que existe en el mundo físico. En el mundo físico percibimos el mundo exterior; éste está entonces presente en nuestros pensamientos, sólo que los pensamientos son pasivos. Cuando experimentamos el mundo espiritual de la manera descrita, cuando vemos los restos del alma de nuestra vida pasada, de aquellos cercanos a nosotros, de nuestros antiguos amigos, de nuestros ideales, en el mundo espiritual, esto forma una fuerza que vive y teje a través de nosotros; esto hace que nos fortalezcamos. Y esta fuerza es la misma que nos impulsa hacia una nueva vida en la tierra. Disculpen que algunas expresiones hayan sido elegidas de manera que resulten inusuales, pero también se describen circunstancias inusuales de la vida ordinaria.

Para el ser humano, que ilumina el mundo espiritual exterior que le rodea, aquellas fuerzas que al principio se sentían de forma indeterminada, que iban hacia las experiencias vitales fugadas, aparecen ahora cada vez más. El arquetipo de una nueva vida se hace cada vez más definido, y esto hace que debido a las fuerzas que se depositan en él, el ser humano se sienta impulsado a la vida física en la tierra de tal manera, que se siente atraído por la pareja de padres, que puede proporcionarle la envoltura física que puede corresponder más estrechamente al arquetipo de su vida venidera en la tierra, creado en el mundo espiritual. Así se produce una triple conexión en el renacimiento del hombre: lo masculino, lo femenino y lo espiritual. Podría decirse: Mucho antes de que el ser humano entre en la nueva vida terrena al nacer, esta fuerza desarrollada atrae hacia la respectiva pareja de padres; pues el ser humano es interior, sustancial, esta fuerza que crece, se podría decir, como la fuerza que primero impulsa hacia el arquetipo y luego hacia la nueva vida terrena. Pero es precisamente aquí donde pueden tener lugar las relaciones más diversas. Lo que aquí entra en consideración es, en primer lugar, que el ser humano tiene una visión retrospectiva de sus anteriores vidas terrenales. De este modo llega naturalmente al anhelo interior de una nueva vida terrenal. Pero ahora puede suceder que el ser humano sienta muy bien en su interior: Debes encarnarte en la tierra; pero no puedes llegar al punto de encarnarte en una nueva vida terrena de tal manera que puedas captar las experiencias vitales que te han precedido.

Veamos este caso, que es definitivamente el resultado de una experiencia espiritual. Cuando estamos en la vida terrenal, no tenemos todas las experiencias terrenales que podríamos tener. No es necesaria la ciencia espiritual para darse cuenta de ello, pues si en la vida terrena hay muchas cosas que pasan desapercibidas para nosotros, tanto más hay que decir que hay muchas cosas que nos llegan y que no llegan a nuestra conciencia. En otras palabras: si prestamos atención, debemos admitir que no tenemos las experiencias que podríamos tener. Pero las experiencias vienen a nosotros. Si nos consideramos estudiantes de la vida, entonces debemos decir: todo llega a nosotros. Esta experiencia también pertenece a nuestras experiencias en la vida entre la muerte y el renacimiento. Pero cuando llegamos a la segunda mitad de esta vida, nos hemos convencido de ello: Ahora no es posible, con todo lo que se ha adquirido, llegar al punto en que se pueda conectar plenamente con una nueva vida terrenal. Ahí surge la necesidad de conectarse con una nueva vida terrenal antes de lo que sería necesario a través de los pensamientos que se han alejado apresuradamente, -y reprocharse a sí mismo: Sólo en otra vida terrenal, tal vez sólo después de dos o tres vidas terrenales, habrás llegado al punto en que experimentes tus pensamientos que ahora se han alejado apresuradamente. En tal persona, esto tendrá el efecto de que no tendrá el intenso deseo por la vida en la tierra, como tendría en el otro caso y aprovecharía la vida plenamente. Existe la posibilidad de que el ser humano no se conecte lo suficientemente intensamente con la vida en la tierra; ciertamente ha alcanzado la fuerza para volver a encarnarse, pero no la fuerza para experimentar todo lo que había que experimentar. Por lo tanto, en tal caso, no tiene suficiente alegría en la vida terrenal que yace en las profundidades del alma. Todo lo que hace que una persona no se tome la vida terrenal lo suficientemente en serio o no lo suficientemente plenamente proviene de este lado. Y aquí el investigador espiritual se da cuenta de algo que a menudo pesa sobre su alma.

Como investigador espiritual, uno se enfrenta a toda la vida con actitud participativa. Supongamos que, como investigador espiritual, uno se enfrenta a una vida criminal que se dirige contra el orden humano en el sentido más amplio. Aunque uno no quiera negar la culpabilidad, puede sentir la más profunda simpatía por una vida así y querer explicarla desde su contexto vital. Si uno se esfuerza por encontrar una respuesta a tal pregunta, la respuesta resulta ser que a la injusticia, al delito, llegan personas que no están en condiciones de asumir la vida en todo su peso por las circunstancias indicadas. Siguiendo estas cosas hasta el llamado lenguaje criminal, me he convencido de que incluso en esto hay algo de no tomarse las cosas en serio, de subestimación y desprecio por la vida. Tal falta de importancia no tiene por qué residir en la plena conciencia. La conciencia plena a menudo sabe poco de lo que está presente en las profundidades del alma. El criminal a menudo desarrolla un fuerte sentido de sí mismo, quiere la vida; pero en las profundidades del alma, a las que la conciencia no penetra, vive el desprecio por la vida. El hecho de que no haya alcanzado el lugar al que han ido a parar sus pensamientos desaparecidos es la razón por la que no se toma la vida plenamente en serio. Observen la vida de los criminales y descubrirán que existe una actitud despectiva hacia la vida, hasta en las expresiones del lenguaje del delincuente. Enigmas enormes se revelan al observador atento de la vida. Debo decir que son nacimientos espirituales prematuros que se están desarrollando. En consecuencia, es que no tuvieron la fuerza, porque llegaron demasiado pronto, para tomarse la vida plenamente en serio, para desarrollar el sentido de la responsabilidad que hay que desarrollar en la vida en el pleno sentido de la palabra. Una vida que ha alcanzado, al menos aproximadamente, ese punto en el tiempo al que se han precipitado los pensamientos transformados en entidades objetivas, que crece más interiormente junto con la vida terrena; que crece junto con las facultades que sólo pueden desarrollarse en la tierra: de conciencia, de amor a la tierra, de responsabilidad, que crece junto con todo lo que la vida terrena se toma en serio, para que se desarrolle la moral. Pues hay que tener hacia la vida terrena el sentimiento de que hay que unirse completamente a ella para que crezca en el alma la verdadera moralidad. Esto, por ejemplo, es algo que se nos aclara cuando miramos la vida humana a la luz que puede dar la ciencia espiritual, y en verdad enriquece nuestros sentimientos y sensaciones hacia la vida, así como hacia las personas, porque si los comprendemos, podemos enfrentarnos más fácilmente y orientarnos más fácilmente hacia la vida.

El investigador espiritual encuentra, por ejemplo, una vida que, en el tiempo entre el nacimiento y la muerte, termina antes de lo normal, ya sea por enfermedad o por desgracia. Esencialmente, el efecto en la otra vida entre la muerte y el renacimiento es que la entrada prematura en el mundo espiritual, ya sea provocada por la desgracia o por la enfermedad, crea poderes para el alma que, de otro modo, no habrían estado a su disposición. Por extraño que suene, por paradójico que parezca: lo que nos puede faltar de nuestra vida anterior en la tierra para desarrollar todos los poderes que a su vez pueden ser nuestros a través de otras circunstancias, tal vez sólo pueda llegarnos al completar nuestra vida antes de lo que es normal para un ser humano. Sin embargo, la ciencia espiritual nunca dará de alguna manera a una persona la autorización para una conclusión artificial de la vida, que podría venir de sí misma antes del final normal de la vida o del final de la vida provocado por otras circunstancias.

Hay que decir que, precisamente cuando uno trata de indagar de este modo en la vida espiritual entre la muerte y el renacimiento, es cuando se da cuenta: en ella están en juego fuerzas muy distintas a las de la vida entre el nacimiento y la muerte, pero fuerzas que se suceden de manera natural, podría decirse, a todo lo que nos ofrece la vida exterior en el cuerpo. Lo confieso abiertamente: nunca podría haber llegado a lo que hoy me he atrevido a decirles a través de ningún pensamiento meramente filosófico, ni de ningún empeño intelectual; sólo en el camino de la investigación espiritual, que aquí se ha descrito tantas veces, pueden surgir estas cosas. Pero si uno entonces las tiene y se pregunta: ¿Se adaptan a la vida terrenal, a lo que experimentamos entre el nacimiento y la muerte? entonces hay una adaptación completa a la vida. Y aunque pudiera surgir la pregunta: ¿Por qué el hombre no recuerda las vidas anteriores en la tierra? esto puede ser contestado: Al descender el hombre de la vida entre la muerte y el renacimiento a la vida terrena, el investigador espiritual ve que primero tiene que emplear las fuerzas que podrían recordar todo lo que ahora les he contado para el moldeado interior, para el moldeado plástico de su cuerpo físico-sensorial, que sí está moldeado plásticamente y también conservado por el propio hombre. Las fuerzas que el hombre gasta para transformar la conciencia crepuscular de los primeros años de la infancia en conciencia despierta para la vida posterior en la tierra, lo que gasta para transformar el cuerpo de tal modo que la vida crepuscular de la infancia pueda transformarse en vida despierta, eso lo gastan aquellas fuerzas que el hombre pudo transformar para recordar sus vidas anteriores en la tierra. Ellas fluyen en el cuerpo, hacen al hombre fuerte en relación a la vida entre el nacimiento y la muerte. Y sólo cuando el investigador espiritual desprende su alma del cuerpo físico, cuando llega a una experiencia fuera del cuerpo físico, cuando por lo tanto libera a su vez los poderes que el hombre utiliza de otro modo para hacer que sus ojos vean, para hacer que sus oídos oigan, para hacer que sus miembros se muevan, cuando utiliza estos poderes para experimentar puramente en el alma, entonces su visión se expande más allá del horizonte puramente espiritual, donde se experimenta lo que he descrito hoy. Así son vistas en su transformación, las fuerzas memorísticas, que uno podría suponer que existen en el hombre, por el investigador espiritual. 

Se puede decir que el núcleo eterno e inmortal del alma está en el hombre. Pero en la vida entre el nacimiento y la muerte se utiliza inicialmente de tal manera que está absorto en las actividades del cuerpo sensorial. Sin embargo, con referencia a la época actual, se puede decir que estamos en un período de transición en el que el hombre adquirirá una nueva relación con el cuerpo, en el que también se precipitará hacia una intensificación de la vida interior del cuerpo. Por eso la ciencia espiritual siente la tarea de comunicar lo que explora, porque el alma se desarrolla de vida en vida de tal manera que se forma cada vez más interiormente y, al precipitarse hacia el futuro, reconocerá lo que hoy se ha dicho como un conocimiento necesario, sin el cual no podrá vivir en toda su constitución; y entonces, mediante el resurgimiento de un estado clarividente natural, se explicará lo que ahora podría señalarse. 

Así que la investigación espiritual, cuando habla de la inmortalidad del alma, va por un camino diferente al que puede ir una mera filosofía conceptual. La ciencia espiritual no aborda la cuestión de la inmortalidad de tal manera que quiera demostrar la inmortalidad, sino que procede de tal manera que primero busca los caminos de cómo se puede encontrar el alma misma, que busca los caminos tras el alma, tras la esencialidad del alma. Y si tienes el alma, si sabes cómo se experimenta interiormente, entonces no hay necesidad de idear pruebas filosóficas externas para la inmortalidad del alma. Porque entonces te das cuenta: Lo que conduce más allá de la muerte, lo que pasa por una vida entre la muerte y el renacimiento y conduce a una vida constantemente renovada en la tierra, ya está dentro de nosotros en la vida entre el nacimiento y la muerte, y al reconocerlo dentro de nosotros lo reconocemos simultáneamente en su inmortalidad. Esto está contenido aquí en la vida con la misma certeza que lo sabemos con el germen de la planta: la cual se desarrollará dando lugar a un nuevo ser vegetal. Así podemos saber que el alma es inmortal. Pero con el germen de la planta sabemos que puede servir para la alimentación humana. Tal repliegue externo no se percibe en el núcleo del alma humana; pero es cierto que lo que vive en el alma es al mismo tiempo la expectativa de la vida siguiente en la tierra, y por tanto la expectativa de la inmortalidad del alma, y no llega a ser utilizado para otra cosa, como puede serlo con el germen vegetal. Por eso se puede hablar de la inmortalidad de toda alma.

Ya he mencionado al principio de la exposición de hoy que lo que se ha dicho sigue siendo muy contrario a la conciencia de la época. Pero, ¿Cómo debería la conciencia de la época ver con buenos ojos lo que se ha dicho en la conferencia de hoy y en otras? Por un lado, esta conciencia contemporánea se siente llena del anhelo de saber algo sobre el alma; por otro lado, sin embargo, está ansiosa por limitar los poderes de cognición si quiere saber algo. A menudo se critica a la ciencia espiritual por ser ilógica y supersticiosa. Pues bien, la ciencia espiritual puede soportarlo. Porque cuando observa la «lógica» que cree que debe oponérsele, entonces sabe de dónde viene que la ciencia espiritual sólo pueda asentarse tan lentamente en la mente de las personas. Y de nuevo, -he tenido que mencionar muchos libros y muchos fenómenos contemporáneos aquí en las conferencias-, puedo señalar un libro que contiene pensamientos sobre la muerte. Hay una palabra extraña, que sólo menciono por razones formales: La inmortalidad no se puede demostrar. Ni siquiera Platón y Mendelssohn, que se basó en él, estaban en condiciones de fundamentar la inmortalidad y la simplicidad del alma; pues aunque se quiera admitir la simplicidad del alma, el alma sigue siendo un objeto de persistencia interna que no se puede probar ni demostrar. No es necesario entrar en más explicaciones; pues quien es capaz de escribir la frase: Platón e incluso Mendelssohn no han podido probar su inmortalidad a partir de la indestructibilidad del alma, también debería escribir directamente: 

No se puede probar la inmortalidad de la rosa por su color rojo. Porque cuando se habla de la inmortalidad del alma, no se puede, a menos que se sea irreflexivo, decir que no es inmortal, solo porque no se pueda probar. Tales cosas se escriben hoy y aparecen en una obra que tendrá y tiene una gran audiencia, porque tales libros atraen a nuestros contemporáneos, y porque tales cosas, como acaban de ser caracterizadas, se leen por encima. De esta manera, se leen muchas cosas que son fundamentales para lo que se opone más fuertemente a la ciencia espiritual. Si se acusa a la ciencia espiritual de ilógica, entonces hay que fijarse sobre todo en su propia lógica. Todas las demás objeciones contra la ciencia espiritual han sido discutidas a menudo aquí; por lo tanto, no volveré sobre ellas, sino que sólo expondré lo que ya he expuesto en otras conferencias como conclusión: 

Uno siempre se siente de acuerdo con los resultados de la ciencia espiritual con los espíritus más ilustres del desarrollo terrenal de la humanidad; aunque ellos no tuvieran la ciencia espiritual, pues sólo es posible en nuestro tiempo como podemos tenerla hoy, sin embargo intuyeron la dirección en la que se mueve la ciencia espiritual. Y si, por un lado, muchas mentes monistas o de otro tipo hablan de la indemostrabilidad de la inmortalidad, entonces, como científico espiritual, uno quisiera señalar a un grande entre los espíritus premonitorios a este respecto, con quien se siente de acuerdo. ¿Qué dice la ciencia espiritual, si uno la toma en espíritu, sobre lo que he tratado de explicar? Nos muestra lo que ya se desarrolla en nosotros entre el nacimiento y la muerte de tal manera que, cuando se libera del cuerpo, debe pasar por todos los estados que hoy se han descrito. No se llega a conocer el alma humana, que reside en el cuerpo humano, incluso entre el nacimiento y la muerte, si no se sabe de lo que es capaz entre la muerte y el renacimiento. Si algunas confesiones religiosas no sienten que la ciencia espiritual esté en armonía con ellas porque crea un concepto ampliado de Dios, entonces sólo se puede decir a estas confesiones religiosas: ¡Qué débiles de mente sois con vuestro concepto de Dios, con vuestros sentimientos religiosos! Esto es como decirle a Colón: No descubras América, porque ¿Por qué habrías de descubrir esta tierra desconocida? El sol brilla tan bonito en nuestro país; ¿Puedes saber si brilla igual de bonito en otro país? La persona racional habría dicho: ¡Oh, brillará en todas partes tan maravillosamente como aquí!  El científico espiritual ve lo que es para él su concepto de Dios. Y es tal que lo siente grande, ¡como un sol espiritual resplandeciente! Y sabe que debe ser débil la concepción de Dios, débil el sentimiento religioso, débil la fe de los que dicen: El Dios a quien adoramos en nuestra vida religiosa no reinará en los mundos del investigador científico-espiritual. Pero basta con que el sentimiento religioso sea lo suficientemente fuerte para que sienta también el resplandor del concepto de Dios del científico espiritual en los mundos de lo espiritual, y el concepto de Dios sufrirá tan poco daño por parte de la ciencia espiritual como no lo ha sufrido por parte de Copérnico y Galileo.

Pero la ciencia espiritual sabe que el alma ya se prepara en el cuerpo para la vida entre la muerte y el renacimiento; y la vida entre el nacimiento y la muerte adquiere sentido y significado cuando miramos hacia la existencia entre la muerte y el próximo nacimiento. De este modo nos sentimos en armonía con los espíritus que se cuentan entre los más iluminados, uno de los cuales previó lo que hoy tenemos ante nuestras almas. Goethe dijo una vez: «Quisiera decir con Lorenzo de Medici que quien no espera otra vida ya está muerto para ésta». La ciencia espiritual se siente tan de acuerdo con estas palabras que sabe que el alma debe asimilar lo que puede llegar a ser mirando a lo que puede llegar a ser fuera y después de la vida en el cuerpo. Así como el germen de la planta sólo se justifica por el hecho de que vive hacia una nueva vida vegetal, así también aquello hacia lo que vivimos con nuestra alma no es lo que ya tenemos en nosotros, sino aquello que podemos esperar. La inmortalidad se demuestra con más fuerza por el hecho de que sólo tenemos que mirar las fuerzas de las que vivimos; porque vivimos de las fuerzas que podemos esperar como fuerzas inmortales. Sí, la ciencia espiritual nos conduce al sentimiento básico que ilumina e impregna toda nuestra vida, y que Goethe expresó tan bellamente en las palabras que acabamos de citar. ¡La ciencia espiritual nos dice, nos prueba y nos demuestra el sentimiento de que ya está muerto para la vida en el cuerpo quien no puede esperar la vida en el espíritu y lo que el alma es en espíritu para el mundo entero!

Traducido por J.Luelmo mar,2020