GA123 3 de septiembre de 1910 -Evangelio de S. Mateo 3ª conferencia

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LA MISIÓN DEL PUEBLO HEBREO 

LA LEY DE LA TABLA GENEALOGICA

3 de septiembre de 1910

Antes de abordar nuestro tema principal, quiero hacer una breve reseña de algo que se dijo en la conferencia de ayer. En ella hablaba del hecho de que los acontecimientos realmente significativos en la evolución de la humanidad, pueden describirse utilizando simbólicamente expresiones derivadas de procesos Cósmicos. También puse énfasis en lo imposible que resulta hablar sobre los grandes misterios de la existencia, de una manera inteligible y adecuada utilizando solo las palabras del lenguaje ordinario.

Para imaginar este proceso cósmico, volvamos a mirar retrospectivamente hacia el momento en que nuestra Tierra se había separado del Sol, cuando cada uno por separado prosiguió su propia vida en el Cosmos con su centro independiente. Podemos imaginar que en un pasado muy, muy lejano, la sustancialidad de la Tierra

+ Sol formaban un todo único, un gran cuerpo cósmico que luego se dividió en dos. Además hay que recordar que esta separación tuvo lugar en una época en la que el globo ahora llamado "Tierra" todavía contenía la sustancialidad de la Luna actual. Tierra + Luna por un lado frente al Sol por el otro. Todas las fuerzas, tanto espirituales como físicas, que habían estado trabajando antes de esa separación, se dividieron: los elementos más toscos, las actividades más groseras, más vulgares, permanecieron con la Tierra, mientras que las actividades superiores, espirituales y etéreas marcharon con el Sol. Debemos imaginarnos que durante mucho tiempo la Tierra y el Sol continuaron su evolución por separado. Para empezar, todo lo que salía del Sol hacia la Tierra tenía un carácter completamente diferente de las fuerzas que fluyen desde el Sol hoy día. La existencia de la Tierra, la vida de la Tierra, era interna, cerrada, recibía poca vida del Sol, poco de lo que irradiaba espiritualmente del Sol, tomando expresión física.

En este primer período de separación del Sol, la Tierra corría el riesgo de volverse estéril, árida, momificada. Y si la Luna hubiera continuado en la Tierra, la vida que está hoy presente en nuestro planeta nunca habría sido posible. Mientras la Luna estuvo contenida en la Tierra, la vida que brotaba del Sol no podía ser plenamente eficaz; Esto solo fue posible en un momento posterior, cuando la Tierra hubo separado de su propia sustancialidad lo que ahora es la Luna, y con ella los Seres espirituales conectados con la Luna.

Pero en relación con la separación de la Luna de la Tierra, hay mucho más. Debe tenerse en cuenta que todo lo que hoy llamamos vida en nuestra Tierra, evolucionó gradual y lentamente, y la Ciencia Espiritual indica las sucesivas condiciones o estados de existencia que hicieron posible la vida. Anteriormente existió el estado antiguo de Saturno, luego el estado de antiguo Sol, luego el estado de la antigua Luna y finalmente nuestra existencia en la Tierra. Por lo tanto, la separación del Sol y también la unión anterior de la Tierra con el Sol estuvieron precedidas por otros procesos evolutivos bastante diferentes. Y cuando la Tierra comenzó su existencia en la forma actual, todavía estaba unida con la sustancia de todos los planetas que pertenecen a nuestro sistema solar y no se separaron hasta más tarde, dicho proceso de separación y diferenciación es el resultado de las mismas fuerzas que anteriormente obraban durante los tres períodos evolutivos anteriores del Antiguo Saturno, Antiguo Sol y Antigua Luna.

Sabemos que durante el estado de antiguo Saturno no había materia ni sustancia tal como está presente hoy en día; no había cuerpos sólidos, ni fluidos, ni masas gaseosas, vaporosas o aeriformes. El antiguo Saturno estaba compuesto únicamente de calor, calor diferenciado. Por lo tanto, podemos decir: el cuerpo del antiguo Saturno consistía solo en calor; todo evolucionó dentro del elemento calorico. La evolución avanzó de aquél cuerpo cálido de Saturno a la siguiente etapa: la etapa del Antiguo Sol. Allí, tal como se describe en el libro Ciencia Oculta, el cuerpo cálido de Saturno se densificó. Algo de aquél calor permaneció, pero, en parte, el cuerpo cálido se densificó al estado gaseoso y aeriforme del Antiguo Sol. El proceso no fue solo de densificación sino también de rarificación, un desarrollo ascendente, a la luz. Por lo tanto, podemos decir: pasando de la condición de calor del Antiguo Saturno a la etapa del Antiguo Sol, tenemos un cuerpo cósmico que consiste de aire, calor y luz. Cuando el estado del Antiguo Sol avanzó a la etapa del estado de la Antigua Luna, (predecesora de nuestra Tierra), nuevamente hubo una densificación y rarificación. A aquél elemento gaseoso se le agrega ahora, la condición de lo fluido o acuoso, pero también se produjo un cambio en el otro lado, en la dirección de la espiritualización o etérización. Durante la etapa de la Antigua Luna, no solo había luz sino también éter sonoro o éter químico. Este último no es mas que un reflejo de lo que experimenta la conciencia clarividente como 'Armonía de las esferas', como un sonido etérico o tejido de tonos como un poder vivo a través del Universo. Al hablar de este éter y de este sonido, estamos hablando de algo mucho más espiritual, mucho más etéreo que el sonido ordinario.

La densificación del estado sólido tuvo lugar cuando La Antigua Luna evolucionó a la etapa de la Tierra. En La Antigua Luna no había cuerpos sólidos como los que existen en la Tierra, donde por primera vez hizo su aparición la condición sólida. En la Tierra, por lo tanto, ahora tenemos, por un lado, calor, estados gaseosos y acuosos, y cuerpos sólidos; y por el otro lado, éter lumínico, éter sonoro y éter de vida. La evolución en la Tierra ha alcanzado esta etapa. Por lo tanto, en la Tierra hay siete estados o condiciones elementales, mientras que en el Antiguo Saturno solo había un estado: el del calor.

Cuando nuestra Tierra emergió de la noche cósmica al comienzo de su existencia, cuando todavía estaba unida al Sol y a los otros planetas, debemos imaginarla viviendo y tejiendo en estas siete condiciones elementales. Pero con la separación del Sol sucedió algo muy notable.

Hoy día, el calor y la luz están presentes en la vida externa, ya que se ve afectada por las influencias que fluyen del Sol a la Tierra y pertenecen al ámbito del conjunto de percepciones sensoriales; pero el éter-sonoro y el éter de vida no pertenecen a este ámbito. El efecto del éter-sonoro solo se manifiesta en combinaciones químicas y disoluciones, es decir, en procesos que operan en la existencia material. Lo que llamamos el efecto del éter vital, como elemento que fluye desde el Sol, no puede ser percibido directamente por el hombre en el mismo sentido que percibe la luz cuando a través de los sentidos distingue la luz de la oscuridad. En los seres vivos se perciben los efectos de la vida o la actividad, pero no el éter de vida mismo. Por lo tanto, la ciencia también se ve obligada a admitir que la vida “per se” es un enigma.

Los dos tipos más elevados de emanaciones extremadamente delicadas, el éter vital y el éter sonoro, como manifestaciones etéricas, aunque proceden del Sol, no se manifiestan directamente en la existencia de la Tierra. Si bien estas emanaciones se irradian desde el Sol, están ocultas de la percepción ordinaria. Sin embargo, también en la existencia moderna, algo que corresponde a lo que vive en el éter- sonoro y en el éter de vida, es perceptible en la Tierra en la naturaleza interna del hombre. Las influencias y efectos directos del éter vital y del éter sonoro (la armonía de las esferas) no son perceptibles externamente en la Tierra, pero sí el efecto que produce en la constitución del hombre.

Para describir esto más fácilmente me referiré una vez más al desarrollo que el hombre ha experimentado en la tierra. En tiempos muy antiguos dentro de la época atlante, el hombre estaba dotado de una facultad clarividente que le permitía contemplar no solo un mundo material como hace hoy, sino también los trasfondos espirituales de la existencia material. Esto era posible para el hombre porque en aquellos tiempos antiguos había un estado intermedio entre nuestra conciencia de vigilia de hoy y lo que llamamos el estado de sueño. En el estado de vigilia, aquellos hombres percibían las cosas del mundo físico-sensorial, en el estado de sueño hoy el hombre no percibe ni es consciente de nada en absoluto, simplemente sigue viviendo, (al menos para la gran mayoría de las personas). Si investigaran ustedes clarividentemente la vida del hombre durante el sueño, harían descubrimientos sorprendentes, aunque solo se sorprenderían aquellas personas que no ven más que la superficie de las cosas.

Mientras el hombre está dormido, su cuerpo astral y su Ego están fuera de sus cuerpos físico y etérico. Pero no deben ustedes imaginarse que el cuerpo astral y el ego durante el sueño son como una nube brumosa suspendida en las proximidades del cuerpo físico. Lo que se ve en forma de nube y que llamamos cuerpo astral, no es sino el comienzo más tosco de lo que se le revela al hombre durante el sueño, mediante un tipo inferior de clarividencia astral. Si alguien considerara esta formación en forma de nube suspendida cerca de los cuerpos físico y etérico, como el único fenómeno de importancia, simplemente se estaría basando en las formas más bajas de clarividencia astral. La verdad es que durante el sueño el hombre es un ser de vastas dimensiones. En el momento de irse a dormir, las fuerzas internas en el cuerpo astral y en el Ego realmente comienzan a expandirse por todo el sistema solar, convirtiéndose en parte de él. Desde todas las direcciones, el hombre atrae fuerzas hacia su cuerpo astral y su Ego, que fortalecen esta vida durante el sueño, y al despertar se contrae dentro de los estrechos confines de su piel y derrama en ellos lo que ha absorbido durante la noche desde todo el sistema solar. Es por eso que los ocultistas medievales también llamaban a este cuerpo espiritual del hombre el cuerpo "astral", porque está unido con los mundos de las estrellas y extrae sus fuerzas de ellos. Durante el sueño nocturno, pues, el hombre en realidad se expande por todo el sistema solar.

¿Qué es lo que impregna el cuerpo astral durante el sueño cuando está fuera de los cuerpos físico y etérico? Las armonías de las esferas, entretejen y vivifican el cuerpo astral, mediante fuerzas que de otro modo solo pueden operar en el éter-sonoro. Por ejemplo, como en una placa de metal que ha sido espolvoreada con una cierta cantidad de arena, deslizando un arco de violín por el filo de la placa haciendo vibrar la arena y produciendo las famosas figuras de sonido Chladni, así también vibran las armonías de las esferas a través del ser humano durante el sueño volviendo a poner orden en lo que se ha desordenado durante el día a través de sus percepciones sensoriales Las fuerzas reparadoras del éter vital también lo impregnan durante el sueño, pero cuando él se separa de los cuerpos físico y etérico, no es consciente de esa vida interior de sus cuerpos. En el estado normal, el hombre tiene el poder de la percepción solo cuando vuelve a sumergirse en los cuerpos físico y etérico, utilizando los órganos externos del cuerpo etérico para pensar y los del cuerpo físico para la percepción sensorial.

Pero en la antigüedad había estados intermedios entre la vida de vigilia y el sueño, estados que hoy pueden ser inducidos solo por medios anormales y debido a los peligros asociados de tales condiciones, nunca deberían ser inducidos. Sin embargo, en la época atlante, estas facultades de percepción que funcionaban normalmente en los estados intermedios entre la vigilia y el sueño, permitían que el hombre fuera trasladado al dominio de las fuerzas que viven y tejen en el éter sonoro y el éter vital. En otras palabras: en ese pasado distante, a través de la clarividencia en su antigua forma, el hombre podía ser consciente de lo que el Sol le irradiaba como armonía de las esferas, y del latir de la vida a través del espacio cósmico, aunque los efectos terrenales del éter sonoro y el éter vital solo eran perceptibles en los seres vivos del mundo externo.

Con la pérdida de la antigua clarividencia, tales experiencias dejaron de ser posibles; gradualmente se cerró la puerta para esas percepciones y surgió algo diferente, a saber, el poder interno de la cognición. Solo entonces el hombre aprendió a reflexionar, a ponderar, a meditar. Lo que hoy llamamos reflexión sobre las cosas del mundo físico, en otras palabras, la actividad interna, solo comenzó a desarrollarse cuando la antigua clarividencia se desvaneció. En las primeras épocas de la Atlántida, el hombre no tenía una vida interior como la que tiene hoy en día, una vida interior de sentimientos, experiencias sensibles, pensamientos y conceptos mentales, que en realidad constituyen el impulso creativo en la cultura y la civilización. En los estados intermedios entre la vigilia y el sueño, todo su ser estaba entregado a un mundo espiritual y el mundo material de los sentidos le parecía cubierto de niebla.

Con la desaparición gradual de la antigua clarividencia, la vida exterior fue ganando en importancia. En la naturaleza interna del hombre apenas estaba presente un tenue reflejo de la armonía de las esferas y del funcionamiento del éter vital. Pero ese reflejo de la armonía de las esferas fue desvaneciéndose, a medida que el hombre iba haciéndose consciente de los sentimientos y percepciones que reflejaban internamente el mundo externo para él y que hoy en día constituyen su vida interior. A medida que iba sintiéndose un "yo", un ser dotado de la conciencia del yo, su percepción del divino y omnipresente éter de vida desapareció. Esa condición tuvo que ser adquirida a costa de verse privado de ciertos aspectos de la vida externa. Como ser terrenal, el hombre sentía que aquella vida que había dejado de experimentar fluyendo directamente del Sol, estaba ahora dentro de él, solo que hoy es un leve reflejo de la sublime vida cósmica, de la armonía de las esferas y del éter vital.

El desarrollo de la facultad cognoscitiva del hombre, fue también como una especie de recapitulación de la propia evolución de la Tierra. La Tierra al separarse del Sol y confinarse en sí misma, habría acabado por endurecerse totalmente si después de la separación, hubiera seguido reteniendo todas las sustancias que aún contenía dentro. Para empezar, la influencia del Sol no podía intervenir en el proceso evolutivo de la Tierra y este estado de cosas duró hasta que la Luna se separó de la Tierra, junto con todas aquellas sustancias y características que hacían imposible que la Tierra pudiera recibir influencias y fuerzas directas del sol. Por lo tanto, tras de haberse desprendido de la Luna, se hizo posible para la Tierra recibir las influencias y fuerzas del Sol ahora separado. La Tierra envió una parte de sí misma, la Luna, hacia el Sol, en la dirección opuesta a la que se había separado del Sol, y así la Luna reflejó las influencias del Sol de vuelta a la Tierra, lo mismo que hace cuando refleja externamente su luz. La separación de la Luna de la Tierra fue un evento de importancia incalculable, pues gracias a ello, la Tierra se abrió a las influencias y fuerzas del Sol.

Esta evolución cósmica debió, en cierto sentido, recapitularse para la vida humana. Un evento cósmico de este tipo necesariamente tuvo que ser reformulado también en la vida del hombre. Solo mucho tiempo después de que la Tierra se hubiese abierto a los efectos del Sol, pudieron darse las condiciones adecuadas para que el hombre viera menguadas las influencias directas del Sol. En el hombre atlante, en su clarividencia, aún permanecían activas las influencias y fuerzas directas del Sol. Y así como había llegado un momento para la Tierra en que habría comenzado a endurecerse, también llegó un momento en que el hombre se retiró a su propia naturaleza interior, desarrollando una vida interior y dejando de recibir el efecto directo del Sol. Cuando el hombre dejo de recibir directamente las influencias del Sol, se desarrolló el proceso de una vida interior, del cual podía recibir dentro de sí mismo solo débiles reflejos del efecto del éter vital, el éter sonoro, las armonías de las esferas: este proceso perduró largo tiempo, hasta la época post-atlante.

En las primeras épocas de la evolución atlante, los hombres habían sido directamente conscientes de las influencias del Sol. Después se auto-confinaron, y cuando estas influencias dejaron de penetrarlos y su propia vida interior se imponía con fuerza, solo en los sagrados Misterios, mediante la práctica de lo que podría llamarse 'Yoga', los poderes espirituales de los alumnos podían ser entrenados, digamos, para desafiar las condiciones normales de la existencia de la Tierra y tomar conciencia directa de la actividad del Sol. Por lo tanto, en la segunda mitad de la época atlante, entre una humanidad incapaz de manera normal, de ser consciente de la actividad directa del éter sonoro y del éter vital, hubo a la vez santuarios llamados 'Oráculos', donde se entrenaban los alumnos y discípulos dedicados a la sabiduría sagrada, que mediante la supresión de toda percepción sensorial, se hacían conscientes de las manifestaciones de estos éteres superiores.

En la época post-atlante, en los lugares donde se cultivaba la ciencia espiritual genuina, esta posibilidad permaneció de manera tan persistente que incluso la ciencia externa, sin comprender el significado de la misma, ha conservado una tradición originada en la Escuela de Pitágoras con la intención de que Las armonía de las esferas pudiera hacerse audible. Pero la ciencia externa convierte

inmediatamente cualquier cosa de la naturaleza de la armonía de las esferas en una abstracción, cosa que por supuesto no es, ni tiene idea de lo real que es. En las Escuelas Pitagóricas, el poder de tomar conciencia de la armonía de las esferas se entendía como la reapertura del ser del hombre al éter sonoro y al éter de vida. Zarathustra fue quien había proclamado con magnificencia y esplendor, que detrás del Sol irradiando su luz y calor a la Tierra, hay algo que efectivamente se refleja, solo débilmente en la vida interior del hombre, como la actividad del éter-sonoro y del éter de vida. Si nos esforzamos por traducir su enseñanza al lenguaje moderno, podemos decir que enseñaba a sus alumnos de la siguiente manera. - Él les decía: “cuando miráis hacia arriba al Sol, sois conscientes del beneficioso calor y de la luz que fluye de él hacia la Tierra; pero si desarrolláis órganos superiores, si desarrolláis facultades de percepción espiritual, podréis tomar conciencia del Ser Solar y de su vida que está detrás del Sol físico; ¡entonces seréis conscientes de la labor del étersonoro y de la esencia de la vida en sus efectos”!

Zarathustra habló a sus alumnos de Ormuzd, o Ahura Mazdao, el gran Aura Solar, como la realidad espiritual que subyace detrás de la actividad física del Sol. Por lo tanto, "Ahura Mazdao" también se puede traducir como la "Gran Sabiduría" en contraste con la escasa sabiduría desarrollada por los hombres hoy en día. El hombre toma conciencia de la Gran Sabiduría cuando contempla la esencia espiritual del Sol, el gran Aura Solar.

Mirando hacia el pasado remoto en la evolución de la humanidad, Un poeta, pudo señalar en las siguientes palabras lo que el investigador espiritual conoce con certeza:

Desde tiempos remotos, el Sol en esferas fraternas resuena y traza su órbita eterna

en su andar tronador.

Los discípulos del esteticismo consideran esto simplemente como una eufonía y lo citan como un excelente ejemplo de licencia poética. No tienen la menor idea de que un poeta del calibre de Goethe está describiendo auténticas realidades cuando escribe: "El orbe del sol canta su antigua ronda", es decir, de la manera conocida por la humanidad antigua, y conocida incluso hoy en día para quien es un iniciado. Zarathustra había impartido esta poderosa verdad a sus discípulos, concretamente a aquellos dos, de quienes se puede decir que fueron sus discípulos más íntimos y que más tarde se encarnaron como Hermes y Moisés. Zarathustra dio las instrucciones sobre lo que subyace detrás del cuerpo radiante del Sol, en dos formas muy diferentes. Las que transmitió a Hermes le permitieron recibir la influencia que fluía directamente del Sol. A Moisés, por otro lado, se las inspiró de tal manera que conservó el secreto de la sabiduría del Sol como en un recuerdo.

Las condiciones en la evolución de la humanidad son un reflejo de las condiciones en el Cosmos. La sabiduría solar contenida en las revelaciones de Zarathustra, fue transmitida, por por una parte a Hermes y por otra a Moisés. En Hermes vivía la sabiduría Solar que irradiaba de su cuerpo astral, cuerpo que le había sido ofrendado por Zarathustra; La sabiduría que vivía en Moisés se asemejaba a un planeta separado que aún tenía que desarrollarse hacia lo que irradiaba directamente del Sol. Así como la Tierra, al renunciar a la Luna, se abrió a la influencia del Sol, también la sabiduría de Moisés se abrió para recibir la sabiduría del Sol que irradia directamente de Zarathustra. Y estas dos formas de sabiduría de Zarathustra, la sabiduría de la Tierra de Moisés y la sabiduría del Sol impartida a Hermes, entraron en contacto en

Egipto, donde las enseñanzas de Moisés se encontraron con las de Hermes. Lo que Moisés había recibido de Zarathustra en el pasado lejano, despertó a la vida dentro de su propio ser y se lo transmitió a su pueblo. Tenemos que concebir esto como un proceso análogo a la separación de la sustancialidad lunar de la Tierra.

La sabiduría transmitida por Moisés a su pueblo también se puede llamar sabiduría de Jahvé, nombre que la ejemplifica, si se entiende correctamente. También podemos entender por qué las antiguas tradiciones hablaban de Jahvé como un Dios de la Luna. Esto se afirma con frecuencia, pero es comprensible solo cuando se conocen estas profundas conexiones. Así como la Tierra se desprendió de la Luna, enviándola hacia el Sol, también la senda de Moisés de la sabiduría de la Tierra, conducía inevitablemente hacia Hermes, que poseía la sabiduría directa en el cuerpo astral que Zarathustra le había ofrendado. La sabiduría de Moisés, habiendo entrado en contacto con Hermes, tuvo que evolucionar, y como ya hemos dicho continuó su desarrollo hasta la era de David, aquél mismo David, guerrero real y salmista del pueblo hebreo, en el cual surgió en una nueva forma, la sabiduría hermética o mercurial. También hemos escuchado cómo la sabiduría de Moisés estableció un contacto aún más estrecho con la sabiduría Solar, durante el tiempo del cautiverio babilónico, tiempo en el que el propio Zarathustra, que entonces llevaba el nombre de Zarathas o Nazarathos, fue el maestro de los Iniciados hebraicos durante el cautiverio. En la sabiduría de Moisés, por lo tanto, vemos una recreación del proceso cósmico de la separación de la Tierra del Sol y de los sucesos posteriores en la Tierra. Los sabios entre los antiguos hebreos y todos los que conocían estas relaciones estaban llenos de profunda reverencia. Sentían como si se les estuvieran dando revelaciones directas desde los espacios de la existencia cósmica. Y una personalidad como Moisés les parecía ser un mensajero de esos Poderes cósmicos. Así lo sentían, y nosotros también debemos sentir algo por el estilo si realmente deseamos comprender los tiempos antiguos. De lo contrario, todo nuestro aprendizaje no será más que vana abstracción.

Lo que había fluido desde Zarathustra y se había transmitido a la posteridad por medio de Hermes y Moisés, era esencial que también evolucionase hacia una etapa superior y apareciese nuevamente en una forma diferente y más avanzada. Para este fin, fue necesario que el propio Zarathustra, la Individualidad que previamente solo había legado sus cuerpos astral y etérico, pudiera aparecer en la Tierra en un cuerpo físico, para que este también pudiera ser ofrecido. He ahí una hermosa ilustración del progreso. Durante su vida en un remoto pasado, Zarathustra había impulsado la evolución post-atlante en la antigua cultura iraní. Después legó su cuerpo astral para inaugurar una nueva forma de cultura a través de Hermes, y legó su cuerpo etérico a Moisés. Había pues ofrendado dos de sus envolturas. Ahora se daba la oportunidad de ofrecer también su cuerpo físico, porque el gran misterio de la evolución de la humanidad exigía de un solo individuo la ofrenda de los tres cuerpos. La tercera acción de Zarathustra aún por cumplir, era la ofrenda del cuerpo físico, y esto requirió medidas muy especiales de preparación. Ya he indicado cómo el tipo particular de vida que vivía el pueblo hebreo durante generaciones, hizo posible la preparación del cuerpo físico que Zarathustra habría de ofrecer como su tercera gran acción. Esta preparación exigía que lo que en otros lugares había sido la percepción espiritual directa, orientada hacia el exterior, la visión astral que en los turanios se había vuelto decadente, debería transformarse en una actividad interna.

Este es el secreto del pueblo hebreo. Mientras que en los turanios las fuerzas heredadas de la antigüedad producían órganos de clarividencia externa, en el pueblo hebreo estas fuerzas se volvieron hacia adentro, organizando la constitución interna del cuerpo. Por lo tanto, los hebreos fueron el pueblo destinado a sentir y experimentar internamente lo que durante la época atlante los hombres habían visto extendido detrás de los simples objetos físicos. Jahve o Jehová, el nombre conscientemente pronunciado y proclamado por el pueblo hebreo, era el mismo "Gran Espíritu" que se revelaba detrás de todas las cosas y seres a la antigua clarividencia, mas ahora resumido en una unidad. Esto también sugiere que, de una manera muy especial, el progenitor de los antiguos hebreos había sido dotado de esta constitución orgánica interna.

Quiero precisar aquí algo que también he resaltado muchas veces antes: que los relatos pictóricos de los acontecimientos antiguos contenidos en sagas y leyendas, están más cerca de la verdad que la imagen de la evolución construida por la investigación antropológica moderna a partir de la evidencia proporcionada por las excavaciones y fragmentos de monumentos. En la mayoría de los casos, las antiguas leyendas son corroboradas por la investigación científico-espiritual. Digo "en la mayoría de los casos" y no "en todos" porque no he investigado todos y cada uno de ellos; pero es muy probable que lo anterior sea válido para todas las leyendas genuinamente antiguas. Por lo tanto, cuando indagamos sobre el origen del pueblo hebreo, nos reconduce, no a lo que los antropólogos modernos suponen, sino a un progenitor real nombrado en la Biblia. Abraham es una figura viva y lo que dice la leyenda del Talmud sobre este antepasado original es cierta.

Según la historia, el padre de Abraham era un capitán al servicio de esa personalidad legendaria pero sin embargo real llamada "Nimrod" en la Biblia (Génesis X, 8-9).

Aquellos que entienden los signos de los tiempos, tal como se revelan en los sueños, le anuncian a Nimrod que muchos reyes y gobernantes serán derrocados por el hijo de su capitán. Nimrod es invadido por el miedo y ordena que el niño sea asesinado.

Tal es la leyenda, y su verdad es confirmada por la investigación oculta. El padre de Abraham recurre al subterfugio y le presenta a Nimrod el hijo de otro hombre, mientras que su propio hijo, osea Abraham, es criado en una cueva. Abraham es pues, el primero en quien las fuerzas que anteriormente obraban como facultades de clarividencia externa, se volvieron hacia adentro para convertirse en los poderes que habrían de conducir a la conciencia interna de lo Divino. Esta inversión completa de fuerzas se indica en la leyenda al decir que, por la gracia de Dios, el niño pudo succionar leche de los dedos de su propia mano derecha durante los tres años que vivió en la cueva. Este proceso de auto alimentación, en otras palabras, la penetración de las fuerzas anteriormente utilizadas para la antigua clarividencia en la constitución interna del hombre, se ilustra de manera maravillosa en Abraham, el progenitor del pueblo hebreo. Las leyendas de este tipo son tan convincentes, cuando se entienden sus fundamentos reales, que nos damos cuenta de por qué las antiguas narraciones solo podían transmitir en imágenes lo que hay detrás de sus contenidos. Tales imágenes eran capaces de evocar sentimientos, aunque no conciencia real, de las grandes verdades. Y eso en aquellos tiempos antiguos era suficiente. Abraham fue pues, el primer hombre en quien las facultades de la sabiduría divina, la visión divina, se reflejaban internamente en una forma completamente humana, desarrollada como pensamiento sobre lo Divino. La investigación oculta siempre insistirá, en que la constitución física de Abraham, como fue llamado más tarde, era en efecto, completamente diferente de la de todos los que vivían a su alrededor. La constitución orgánica de otros seres humanos no les habría permitido desarrollar la actividad interna del pensar a través de un instrumento especial. Para ellos, pensar solo era posible si estaban libres del cuerpo físico, cuando en el cuerpo etérico se activaban las fuerzas; pero aún no habían desarrollado el instrumento para pensar en el propio cuerpo físico. En realidad, Abraham fue el primero en quien el instrumento físico para pensar había sido elaborado en el sentido real. Por lo tanto, aunque esto no debe tomarse demasiado literalmente, se le atribuye la invención de la aritmética, la ciencia depende principalmente del instrumento del cuerpo físico. La aritmética es algo que, en su forma, y debido a su certeza intrínseca, se acerca al conocimiento clarividente, pero depende esencialmente de un órgano corporal.

Por lo tanto, existe una conexión profunda e íntima entre una facultad en la que las fuerzas externas se habían utilizado hasta entonces para la clarividencia y otra que ahora utilizaba un órgano interno para la actividad del pensar. Esto se indica cuando se habla de Abraham como el inventor de la aritmética. Por lo tanto, debe ser considerado como la primera personalidad en la que se implantó el órgano físico del pensar, el órgano a través del cual el hombre, por medio del pensar físico, podría elevarse al pensamiento real de lo Divino, mientras que antes solo era posible tener algún conocimiento de Dios y de lo Divino a través de la visión clarividente. Todo aquél conocimiento de la antigüedad era resultado de la clarividencia. Ascender a lo Divino a través del pensamiento requería un instrumento físico y Abraham fue el primero en quien fue implantado. Y como aquí se trataba de un órgano físico, toda la relación de este pensamiento o concepto de lo Divino con el mundo objetivo y con el ser subjetivo del hombre era diferente de lo que había sido anteriormente, cuando no implicaba el uso de un instrumento físico.

El pensamiento de lo Divino anteriormente era captado mediante la sabiduría preservada en las Escuelas de Misterios y podía transmitirse a alguien que se hubiese desarrollado hasta la etapa de poder tener percepciones en el cuerpo etérico, libres de los órganos del cuerpo físico. Pero para transmitir algo desde un órgano físico a otro ser humano, el único medio es la herencia física. Por lo tanto, si debía preservarse en la Tierra, lo que para Abraham era de importancia primordial, es decir, el órgano físico, tenía que transmitirse a través de las generaciones mediante la herencia. Por lo tanto, es comprensible que el elemento racial de la herencia, la transmisión de este atributo físico a través de la sangre que fluye de generación en generación, fuera de gran importancia para el pueblo hebreo.

Pero aquél atributo físico que apareció por primera vez en Abraham, como resultado de la cristalización y configuración de un órgano físico para la comprensión de lo Divino, ese atributo tuvo que afianzarse. Transmitido por la herencia de generación en generación, fue arraigando cada vez más profundamente en la naturaleza y la constitución del hombre y afianzándose más y más a medida que el efecto de la herencia se hacía progresivamente más fuerte. Por lo tanto, podemos decir: fue necesario que lo que se le había impartido a Abraham para que diera cumplimiento a la misión del pueblo hebreo, debía alcanzar un mayor grado de perfección en el curso de la transmisión de generación en generación a través de la herencia. Y en el caso de un órgano físico, este era el único medio posible.

Si la Individualidad que hemos llegado a conocer como Zarathustra debía disponer de un cuerpo físico lo más perfecto posible, es decir, un cuerpo dotado de un órgano capaz de captar, el pensamiento o concepto de lo Divino en un cuerpo físico humano, dicho órgano físico una vez que estuvo implantado en Abraham, tuvo que ser llevado al más alto grado posible de perfección; tenía que irse consolidando internamente a través de la herencia y desarrollándose de manera que pudiera producir un cuerpo adecuado para Zarathustra, con todas las cualidades que necesitaba en su cuerpo físico. Pero para que fuese de utilidad para Zarathustra no podría haber alcanzado un mayor grado de perfección, por sí mismo separado del resto de la constitución del hombre; Las tres envolturas, física, etérica y astral, tuvieron que ser gradualmente perfeccionadas a través de la herencia física que fluía por las sucesivas generaciones. En relación con el desarrollo del ser humano individual, habremos oído decir a menudo que en la evolución hay una cierta ley. Un período particular de este proceso va desde el nacimiento hasta el sexto o séptimo año de vida, durante el cual el desarrollo principal concierne al cuerpo físico. El período del desarrollo del cuerpo etérico va desde el sexto o séptimo año hasta el decimocuarto o decimoquinto. El período de desarrollo del cuerpo astral va desde los catorce o quince años hasta los veintiuno o veintidós años. Dicha ley está basada en el número siete, que rige el desarrollo del ser humano individual. Respecto a la humanidad en general, el desarrollo de las envolturas externas a través de las generaciones se rige por una ley equivalente y los aspectos más profundos de este proceso aún deben considerarse. Mientras que el individuo completa una etapa de desarrollo en el transcurso de siete años, (hasta su séptimo año en el caso del cuerpo físico), perfeccionándolo más y más durante este período, así también se desarrolla tal como lo hace a través de las generaciones, toda la estructura del cuerpo físico de la humanidad en general, que alcanza una cierta consumación al cabo de siete generaciones. Pero la herencia actúa de tal manera que las cualidades transmitidas no pasan de un ser humano a su descendiente sucesivo en la generación inmediata; las cualidades y atributos sobresalientes no pueden transmitirse directamente de padre a hijo, de madre a hija, sino solo de padre a nieto, es decir, a la segunda generación, después a la cuarta, y así sucesivamente. En el proceso de herencia a través de las generaciones el número siete es fundamental; pero como todas las generaciones se saltan una, en realidad resultan catorce generaciones.

La constitución física especial establecida en Abraham podría haber alcanzado la cima de su desarrollo después de catorce generaciones. Pero para que este proceso surtiese efecto en el cuerpo etérico y también en el cuerpo astral, el desarrollo que, en el caso del individuo, se desarrolla durante el período comprendido entre los siete y los catorce años,( etérico) y los catorce y los veintiún años (astral), en el caso del conjunto de la humanidad en realidad catorce generaciones), mas otro período de siete generaciones mas, (catorce en realidad). En otras palabras: la constitución física establecida en Abraham, el progenitor racial, tuvo que desarrollarse tres veces siete o más bien tres veces catorce generaciones; para que tuviese lugar el desarrollo en las tres envolturas: cuerpo físico, cuerpo etérico y cuerpo astral. Así pues, el proceso de herencia a través de tres veces catorce generaciones, es decir, a través de cuarenta y dos generaciones, hizo posible que un hombre recibiera en sus cuerpos físico, etérico y astral, en un estado de desarrollo perfecto, lo que se le había impartido a Abraham en fase rudimentaria.

Fue por lo tanto, a partir de Abraham y transcurridas tres veces catorce generaciones, cuando hallamos un cuerpo humano dotado con lo que se había implantado en Abraham en sus primeros rudimentos. Solo un cuerpo de estas características era apto para que Zarathustra se encarnase. Esto también lo deja claro el escritor del Evangelio de San Mateo. En la lista de las generaciones, se enumeran expresamente catorce generaciones desde Abraham hasta David, catorce desde David hasta el cautiverio de Babilonia, y catorce desde el cautiverio hasta Jesucristo. A través de estas tres veces catorce generaciones, en las que secuencialmente siempre se salta una, se completó el desarrollo de aquello que se le había impartido a Abraham para el cumplimiento de la misión del pueblo hebreo. Esto ahora estaba plenamente inculcado en los principios de la naturaleza humana y de allí pudo surgir el cuerpo que Zarathustra necesitaba para su encarnación en la época en que debía traerse a la humanidad un impulso completamente nuevo a través de él.

La sabiduría que subyace al comienzo del Evangelio de San Mateo es realmente profunda. Sin embargo, es esencial comprender lo que indican estas tres veces catorce generaciones. En el cuerpo que hizo posible que José engendrase a Jesús de Nazaret, estaba contenida la esencia de lo que había estado presente, en sus rudimentos, en Abraham; esto se había irradiado a todo el pueblo hebreo y luego pudo reunirse en el único instrumento, en la envoltura utilizada por Zarathustra, gracias al cual pudo hacerse posible la encarnación de Cristo.


traducción de Julio Luelmo abril 2020

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919