GA123 4 de septiembre de 1910 -Evangelio de S. Mateo 4ª conferencia

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LA EVOLUCIÓN DE UN PUEBLO COMO TRASUNTO DE LA EVOLUCIÓN COSMICA

CORRIENTES EVOLUTIVAS PARA EL ADVENIMIENTO DE CRISTO

4 de septiembre de 1910

Hemos visto que hay una diferencia significativa entre el conocimiento del mundo espiritual tal como ha existido a lo largo de todas las épocas, y la forma particular de conocimiento de lo Divino-Espiritual, al que podían aspirar los hebreos gracias a su constitución orgánica. A través de su progenitor Abraham, los hebreos heredaron una constitución física en la que se había implantado un órgano por el cual, mediante el conocimiento transmitido sensorialmente, los hombres, en la medida de lo posible, podían tener una experiencia real de lo Divino-Espiritual, no vagos indicios simplemente. El conocimiento de lo Divino-Espiritual ha existido en todas partes y en todo tiempo, pero dicho conocimiento de lo Eterno se conseguía por la vía iniciática en los Misterios. Hay que diferenciar entre el conocimiento adquirido como resultado del desarrollo individual mediante métodos especialmente diseñados, y el conocimiento del mundo espiritual que es normal en alguna época en particular y está relacionado con el cumplimiento de una misión definida en la evolución de la humanidad.

En la Atlántida, la forma normal de conocimiento era la percepción de lo DivinoEspiritual por medio de la visión astral clarividente. Pero en tiempos de los antiguos hebreos, la forma normal del conocimiento exotérico del mundo espiritual devino dependiente de un órgano físico particular. Como ya se ha dicho, en el pueblo de Abraham este conocimiento surgió en forma de un sentimiento de que lo Divino estaba unido con su ser más íntimo. Por lo tanto, fue la concienciación interna, mediante el órgano físico del cerebro,la que hizo posible el conocimiento de lo Divino en el núcleo más profundo del ser.

Pero esta consciencia interna de lo Divino-Espiritual, no capacitaba de inmediato para que un hombre dijera. "Cuando me hundo en mi propio ser, esforzándome por desentrañar sus profundidades, encuentro la gota del Espíritu Divino que me puede dar conocimiento de lo Divino-Espiritual, del cual el mundo exterior también está impregnado". Esta experiencia no fue posible de inmediato, en efecto, no, hasta la aparición de Cristo en la evolución de la humanidad. El pueblo hebreo podía experimentar lo Divino solo porque formaba parte del Espíritu de su Pueblo. Cuando un hombre se sentía miembro de su pueblo en su conjunto, a diferencia de una individualidad separada, cuando sentía que a través de su sangre pertenecía a una secuencia de generaciones, entonces se daba cuenta de la presencia de lo Divino; su conciencia de Jahvé estaba en la conciencia popular, en la sangre de su pueblo. Por lo tanto, en el sentido científico-espiritual, no es correcto hablar del Dios Jahvé o Jehová simplemente como el Dios de Abraham. Él es el Dios de Abraham, Isaac y Jacob; es el Ser que pasa de generación en generación, manifestándose en la conciencia popular en y a través de los hombres individuales.

El gran avance de esta forma de conocimiento hacia la forma cristiana, radica en el hecho de que este último reconoce en cada individuo, lo que el antiguo conocimiento hebreo solo podía alcanzar mediante la contemplación del Espíritu del Pueblo, del Espíritu que fluye en la sangre de las generaciones. Por consiguiente Abraham pudo decir: "Según el pacto que se ha hecho conmigo, seré el fundador de un pueblo a través de mis descendientes; en la sangre que fluye por las generaciones que descienden de mí, vivirá el Dios que veneramos como el Altísimo, que se nos revela en nuestra conciencia como pueblo." Esto devino la experiencia normal de la época. Como ya se dijo, en todo momento y durante todas las épocas ha existido un gran conocimiento de lo Divino-Espiritual. Este conocimiento, adquirido en los Misterios, no depende de ninguna de las otras formas especiales de cognición. En la antigua Atlántida, cada ser humano estaba dotado de una cierta clarividencia astral-etérica que le permitía contemplar el trasfondo divino-espiritual de la existencia. Al desarrollar sus facultades internas, pudo después adquirir el conocimiento que estaba disponible en los misterios u oráculos. Incluso durante la época en que el conocimiento espiritual característico de los hebreos era la forma normal, en ciertos santuarios todavía era posible que el hombre experimentara lo Divino mientras estaba fuera del cuerpo, pero no mientras estaba en el cuerpo como en el caso del pueblo de Abraham. En la parte eterna de su ser, un hombre podía elevarse a la visión de lo Divino-Espiritual.

Pueden ustedes imaginar fácilmente que para Abraham era esencial una cosa. Él había experimentado lo Divino-Espiritual en su propia forma especial, a través del conocimiento adquirido por medio de un órgano físico; así había aprendido a conocer al Dios supremo. Sin embargo, para que deviniera un poder viviente en la evolución, era infinitamente importante para él saber que el Dios revelado en la conciencia popular del pueblo hebreo, era idéntico al Dios venerado en los Misterios de todas las edades como Deidad creadora. Por lo tanto, era necesario que Abraham pudiera identificar a su Dios con el Dios revelado en los Misterios, y eso solo fue posible bajo una premisa muy definida, premisa que le pudiera dar la certeza de que los poderes que se manifestaban en la conciencia popular eran idénticos a los que se manifestaban en una forma superior en los Misterios. 

Para comprender lo que implica esta certeza, debemos centrarnos en un hecho estrechamente relacionado En el libro Ciencia Oculta pueden ustedes leer que en la antigua Atlántida hubo Iniciados conocidos como "Sacerdotes de los Oráculos"; los nombres reales no tienen un significado esencial. Uno de estos grandes iniciados fue el líder de todos los oráculos atlantes; él era el Iniciado del Oráculo del Sol, en contraposición con los centros subordinados de los Oráculos a los que pertenecían los Iniciados de Mercurio, Marte, Júpiter, etc. También he dicho que este gran Iniciado del Oráculo del Sol era también el guía de la colonia civilizadora que, tras mudarse de oeste a este, desde la Atlántida al interior de Asia, desde allí se propagó para instaurar la cultura y civilización post-atlante. Este, que por aquél entonces ya era un poderoso Iniciado, se retiró a un centro de misterios en el corazón de Asia e hizo posible que los sabios conocidos como los santos Rishis se convirtieran en maestros tan ilustres de su pueblo. Y fue él, este gran y misterioso Iniciado, quien confirió la Iniciación a Zarathustra.

Sin embargo, Zarathustra no fue Iniciado de la misma manera que los Rishis, porque sus tareas eran diferentes. A través de su Iniciación, los Rishis fueron capaces, cuando sus facultades internas estuvieron aún más desarrolladas, de dar a conocer, como si dijéramos, por sí mismos, los grandes secretos de la existencia. De ese modo, se convirtieron en los ilustres maestros de la antigua cultura india prevédica. Aunque sus poderes habían sido despertados por medios especialmente diseñados, se equiparaban con las antiguas facultades clarividentes atlantes, pero fueron distribuidos individualmente entre los siete Rishis. Al igual que los líderes de los diversos centros de los Oráculos, cada uno de los siete Rishis tenía su propia esfera y tarea particular. Pero hablaban colegiadamente cuando cualquiera de los siete expresaba lo que sabía de la sabiduría primitiva. El Gran Iniciado del Sol que llevó la antigua sabiduría atlante de Occidente a través de Oriente la transmitió de una forma particular a aquellos que se convertirían en los portadores de la cultura postatlante. Se la impartió a Zarathustra en una forma diferente, permitiéndole hablar de la manera que ya he indicado.

Los Rishis afirmaban que para alcanzar el reino más elevado de la existencia divinoespiritual, todo el entorno circundante, todo lo que abarcan los sentidos externos, debe considerarse como maya o ilusión, "el hombre debe alejarse de este mundo exterior y hundirse en su ser interior así surgirá en él un mundo completamente diferente del que se extiende ante sí en la vida cotidiana". Ascender a las esferas de la existencia divino-espiritual alejándose del mundo ilusorio de maya, mediante el desarrollo de la vida interior, tal fue la enseñanza de los Rishis de la antigua India. En contraste con esto, Zarathustra no enseñaba a los hombres a apartarse de todo cuanto se manifiesta externamente. No decía "todo lo externo es maya y debemos alejarnos de ello", sino mas bien decía: "este maya es la revelación, el verdadero ropaje de la existencia divino-espiritual. No debemos alejarnos de él, por el contrario, es nuestro deber comprenderlo. ¡Debemos concebir el cuerpo de luz del Sol como la textura exterior en la que Ahura Mazdao vive y teje!"

Así pues, en cierto sentido, la esencia de la enseñanza de Zarathustra era la opuesta a la que daban los antiguos Rishis. El significado esencial de la civilización post-india radica en el hecho de que su tarea era imprimir en el mundo exterior los frutos de la actividad espiritual del hombre. Tal como hemos oído, Zarathustra transmitió a Hermes y a Moisés los más grandes regalos que le fueron otorgados. Para que la sabiduría de Moisés pudiera actuar como una semilla y germinar de forma correcta, tuvo que arraigarse en los pueblos que eran descendientes de Abraham. Abraham fue el primero en el que se implantó el órgano para adquirir la conciencia de Jahvé; pero para él era esencial saber, que el Dios que podía anunciar internamente su presencia a las facultades físicas de cognición, hablaba con la misma voz que el Dios eterno y omnipresente de los Misterios, solo que aquí se estaba revelando en la forma que Abraham pudiese entenderlo. No es posible que un Ser de tan alto rango como el gran Iniciado del Sol Atlante hablase sin más preámbulos en palabras que fuesen inteligibles para aquellos que viven en un momento particular y tienen una misión especial. Una Individualidad tan excelsa como el gran Iniciado del Sol es aquella que lleva una existencia eterna, de la cual se decía verdaderamente, (indicando el sello distintivo de la eternidad). 

Una Individualidad tan excelsa como el gran Iniciado del Sol es alguien que lleva una existencia eterna, de la cual se dijo verdaderamente, indicando el sello distintivo de la eternidad, que no tenía nombre ni edad, "sin padre, ni madre, sin principio de días ni fin de la vida ". (Heb. VII, 3). Una figura de esta relevancia para la evolución de la humanidad solo puede manifestarse adoptando una forma que le permita establecer una relación con aquellos a quienes debe revelarse. Así es que, para poder impartir en Abraham la iluminación necesaria, aquél gran Maestro de los Rishis y de Zaratustra adoptó una forma en la que llevaba el cuerpo etérico del antepasado original de Abraham; Era el cuerpo etérico de Sem, el hijo de Noé, y que había sido preservado, tal como se preservó para Moisés el cuerpo etérico de Zarathustra. El gran Iniciado del Misterio del Sol usó el cuerpo etérico de Sem para revelarse a Abraham y ser entendido por él. Este encuentro entre Abraham y el gran Iniciado del Sol se conoce en el Antiguo Testamento como el encuentro de Abraham con Melquisedec, o Malek-Zadek, como se acostumbraba a llamar al "rey y sacerdote del Dios más alto". (Gen. XIV, 18; Heb. V, 6, 1o; VII, 1-3). Fue un encuentro de importancia suprema universal. Para que Abraham no quedara completamente estupefacto, el gran Iniciado del Sol se manifestó en el cuerpo etérico de Sem, el progenitor de los semitas. Y la Biblia señala algo muy trascendente, algo que desgraciadamente se comprende muy poco, a saber, la fuente de la cual proviene lo que Melquisedec pudo impartir en Abraham. ¿En qué consistía eso? Pudo impartirle el misterio de la existencia del Sol que Abraham, naturalmente, solo podía entender a su manera. El mismo misterio subyacente detrás de la revelación que había sido anunciada, como profecía, por Zarathustra.

Representémonos a Zarathustra hablándole a sus alumnos predilectos, de Ahura Mazdao, del Ser espiritual que hay detrás del cuerpo de luz del Sol, diciendo en efecto "Dirigid vuestra mirada hacia la fuerza que hay detrás del Sol, que aún no está unida a la Tierra, pero que un día descenderá a la Tierra y se insertará en su evolución!" - Si reconocemos que Zarathustra solo podía hacer un anuncio profético de que Cristo, el Espíritu del Sol, vendría en un cuerpo humano, nos daremos cuenta de que a aquellos que debían ser preparados, para posteriormente servir de instrumento para lograr la encarnación de Cristo en la Tierra, tuvieron que serle reveladas incluso verdades mas profundas del Misterio del Sol. Estas revelaciones más profundas fueron posibles porque, en el mencionado encuentro, el mismo Ser que había sido Maestro de Zarathustra influyó sobre Abraham desde la misma fuente de la que eventualmente se derramaría la influencia de Cristo. De nuevo, esto se indica simbólicamente en la Biblia, cuando se dice que Melquisedec, rey de Salem, el "sacerdote del Dios más alto", presentó a Abraham pan y vino. (Génesis XVI, 18). El pan y el vino que se dispensarían en la posteridad, cuando para aquellos que eran creyentes, el Misterio de Cristo se expresaba en la institución de la Sagrada Comunión. Si hacemos hincapié en la similitud de los actos de sacrificio, que apuntan al hecho de que la fuente de los impulsos dados por Melquisedec y por Cristo fueron el mismo. Por lo tanto, a través de Melquisedek, se ejerció sobre Abraham, una influencia que emanaba de un Poder que posteriormente descendería a la Tierra . Como resultado de este encuentro, Abraham se hizo consciente de que la fuente del poder que sentía dentro y que veneraba bajo el nombre de Jahvé como la más alta realidad que podía concebir, era a la vez, la fuente de la conciencia del Dios supremo, que teje y vive en todo el universo, conciencia como la que también obtenían los Iniciados en el ámbito del conocimiento terrenal. Abraham pudo así, llevar esta conciencia hacia una etapa más avanzada. Alcanzó una conciencia nueva y diferente. La conciencia de que, en realidad, la sangre que fluía a través de las generaciones del pueblo hebreo debía contener algo, solo comparable con lo que se revelaba en los Misterios cuando la visión clarividente se dirigía a los secretos de la existencia cósmica y al lenguaje del Cosmos.

Ya les he comentado en qué términos se expresaban, los secretos del Cosmos en los Misterios, se expresaban cómo derivados de las estrellas y las constelaciones. Hubo tiempos en que los maestros de los Misterios hacían uso de palabras e imágenes tomadas de los movimientos de las estrellas y de sus relaciones mutuas. Tales imágenes eran un medio para expresar lo que el hombre experimenta espiritualmente cuando alcanza la conciencia de lo Divino-Espiritual.

¿Qué era lo que la sabiduría de los Misterios podía leer en esta escritura estelar? ¡Los secretos de la Divinidad que impregna el universo! La cuidada disposición de las estrellas eran la expresión visible de la Divinidad. Los hombres volvían su mirada hacia los cielos, diciendo “En eso se revela la Divinidad, el orden y las armonías de las estrellas son para nosotros la manifestación de lo Divino”. Según este punto de vista, por lo tanto, el Dios de todos los mundos se manifestaba en el cuidado orden de las estrellas.

Por lo tanto, si el mismo Dios había de manifestarse de manera especial, en la misión del pueblo hebreo, dicha manifestación debía necesariamente ser una expresión del mismo orden que rige los cursos de las estrellas en el Cosmos. A través de la sangre de las generaciones, que son el instrumento externo de la revelación de Jahve, debe expresarse el mismo orden que se manifiesta en el curso de las estrellas. Para decirlo de otra manera, en la secuencia de las generaciones, en el parentesco de sangre de los descendientes de Abraham, debe reflejarse la escritura estelar de los cielos. De ahí la promesa hecha a Abraham: ¡La distribución de tus descendientes será la de las estrellas en el cielo! (Génesis, XXIII, 17.) Tal es la versión correcta de la frase que usualmente se reinterpreta como que los descendientes serían tan numerosos como las estrellas en el cielo. Esto solo hace referencia al número y no es el verdadero significado. El verdadero significado es que la línea de los descendientes debía establecerse conforme a una distribución perceptible en el reagrupamiento de las estrellas, que a su vez son una expresión del lenguaje de los Dioses. Mirando hacia arriba, el hombre veía un orden tal como se manifiesta en el Zodiaco. Las posiciones y relaciones de los planetas en el Zodiaco formaban constelaciones de las cuales se extrajo el lenguaje utilizado para proclamar los hechos de los Dioses en el Universo. El firme vínculo demostrado en el zodíaco y en las relaciones de los planetas con las doce constelaciones debía manifestarse en el parentesco de sangre de los descendientes de Abraham.

Los doce hijos de Jacob, también las doce tribus del pueblo hebreo son, por lo tanto, imágenes de las doce constelaciones del zodíaco. Así como el lenguaje de los Dioses se imprime en estas doce constelaciones, de igual manera Jahve se manifiesta en la sangre que fluye a través de las generaciones del pueblo hebreo, dividido en las doce tribus que descienden de los doce hijos de Jacob. Las condiciones establecidas en el zodíaco se designan con el nombre del planeta en cuestión: Venus, Mercurio, Sol, según sea el caso. Y hemos oído cómo se pueden establecer ciertos paralelismos entre períodos particulares de la vida histórica del pueblo hebreo y los caminos de los planetas a través del zodíaco. Por lo tanto, existe un paralelismo entre la era de David, el trovador real y Hermes o Mercurio; Del mismo modo, entre el período del cautiverio babilónico, (cuando vemos la forma adoptada por la revelación de Jahvé seis siglos antes de nuestra era como resultado de un nuevo impulso), y el planeta Venus.

A Abraham le fue sugerido, por ejemplo, que existe un paralelismo entre el lugar que ocupa una personalidad como David en la línea de las generaciones y la posición de Mercurio en el zodíaco. La tribu de Judá corresponde a la constelación de Leo y el advenimiento de David en esa tribu correspondería, en la historia del pueblo hebreo, al fenómeno cósmico de la ocultación de Leo por Mercurio (Mercurio en Leo). Tales ocultaciones están indicadas en muchos lugares: en la sucesión real, en la concesión de oficios reales o sacerdotales, en las batallas o victorias de una tribu u otra, de hecho en toda la historia de los hebreos. Todo esto estaba implícito en las palabras trascendentales. "Tus descendientes estarán ordenados de acuerdo con la armonía de las estrellas en el cielo". (Nunca debemos aceptar las interpretaciones triviales tan a menudo puestas en los registros fundamentados en el ocultismo, sino darnos cuenta de su inmensa profundidad).

Por lo tanto, hay evidencia real del orden que prevalece en las generaciones enumeradas en el Evangelio de San Mateo. Este evangelista ha mostrado cómo la sangre del cuerpo que iba a recibir la Individualidad de Zarathustra fue preparada de una manera muy especial para ser instrumental en lograr la manifestación de Cristo en la Tierra.

Lo que se logró a través de las cuarenta y dos generaciones desde Abraham hasta José, fue que finalmente se había producido la mezcla de sangres, rigiéndose por las leyes de las estrellas y de los santos Misterios. En la composición de esta sangre, que era necesaria para que la individualidad de Zaratustra pudiera cumplir su gran misión, había un orden interno y una armonía que reflejaban uno de los principios más bellos y significativos que se manifiestan en las constelaciones celestiales. La sangre disponible para Zarathustra era, por lo tanto, una imagen del Cosmos, que se había preparado a través de generaciones rigiéndose por la ley cósmica. En la base de los escritos que ahora poseemos, digamos, en forma modificada en el Evangelio de San Mateo, está ese profundo misterio de la evolución de un pueblo como imagen de la evolución cósmica.

Aquellos que fueron los primeros en saber algo sobre el sublime misterio de Cristo, sentían que la misma sangre de Jesús de Nazaret, de quien nos habla el Evangelio de San Mateo, era una imagen reflejada del Cosmos, del Espíritu que impera en el Cosmos. Y expresaban este secreto diciendo: "El Espíritu de todo el Cosmos vivía en aquella sangre que debía habitar el Ego que luego se convertiría en Jesús de Nazaret." Por lo tanto, ese cuerpo físico debe haber sido una impronta del Espíritu del Cosmos. Por eso, originalmente se decía que el poder subyacente en la composición de la sangre del cuerpo de Zarathustra cuando se encarnó como Jesús de Nazaret, era el Espíritu de todo nuestro Cosmos, el Espíritu que, en el principio primordial, después de que el Sol se hubiese separado de La tierra, inundaba e impregnaba de calor, lo que se había manifestado en el curso de la evolución de los mundos. 

De las conferencias dadas en Munich a las que ya se ha hecho referencia, sabemos que la oración con la que comienza el Génesis "B'rescht bara elohim et haschamayim w'et et ha'arets" no debe traducirse en las palabras triviales de los modernos lenguaje que ya no transmite el antiguo significado. En lugar de "En el principio Dios creó los cielos y la tierra", la interpretación debe transmitir el siguiente significado: "Dentro de lo que entonces existía como resultado de la evolución durante los estados planetarios de Saturno, Sol y Luna, los Elohim, en su obrar cósmico, idearon lo que se revela hacia afuera, lo que es activo en lo interno; y sobre eso reinaba la oscuridad absoluta, mas envolviéndolo todo estaba Ruach, el Espíritu creador de los Elohim, compenetrándolo con calor, en acción de incubar, de un modo similar a como la gallina empolla el huevo". Este mismo Espíritu creó el orden celestial que de alguna manera se expresa en las constelaciones de las estrellas. Los Iniciados originales del Misterio de Cristo sentían que la mezcla de sangre en Jesús de Nazaret era una imagen del trabajo realizado por Ruach-Elohim en todo el Cosmos. Y de la sangre que había sido preparada de esta manera para el gran evento, decían: "Fue creada por el Espíritu del Universo, el Ser espiritual llamado "Ruach" en ese pasaje significativo en Génesis que comienza con -B'reschit bara-."

Tal es el sagrado significado, infinitamente mayor que cualquier interpretación superficial, de "la concepción del espíritu santo del universo". Esta es la base de lo que está contenido en la palabra: "Y la mujer que dio a luz a este ser estaba llena del poder de este espíritu del universo" (Mateo 1:18). Si sentimos la santidad de tal Misterio, nos daremos cuenta de que en esta manera de presentarlo hay algo infinitamente más alto que cualquiera de las interpretaciones exotéricas del nacimiento virginal. La consideración de solo dos puntos en la Biblia nos permitirá evitar interpretaciones triviales de esta "concepción inmaculada". Un punto es este: ¿por qué el escritor del Evangelio de San Mateo enumeró toda la secuencia de generaciones desde Abraham hasta José si hubiera querido indicar que el nacimiento de Jesús de Nazaret no tenía conexión con esta línea de descendencia? Se esfuerza por mostrar cómo la sangre fue conducida de generación en generación desde Abraham hasta José; ¿Cómo, entonces, podría haber tenido la intención de indicar que la sangre de Jesús de Nazaret no tenía nada que ver con esta sangre? Y el otro punto que debe tenerse en cuenta es que en el idioma hebreo el género de "RuachElohim", traducido como "Espíritu Santo" en la Biblia, es femenino. - Hablaremos más de esto. Ahora solo quería invocar un sentimiento de la sublimidad y la grandeza del pensamiento que subyace originalmente a este Misterio.

Los acontecimientos al comienzo de nuestra era, solo conocidos por los sabios que estaban iniciados en los secretos de la existencia cósmica, se expresaban en el idioma arameo en el escrito original en el que está basado el Evangelio de San Mateo. Y es posible demostrar, no solo a través del ocultismo sino a través de la investigación filológica real, que este registro ya existía en el año 71 d.C. La forma real en que se originaron los Evangelios se expone en mi libro El cristianismo como hecho místico. Sin embargo, al proceder con exactitud, es posible mostrar, incluso a través de la filología, que las declaraciones que atribuyen una fecha posterior al Evangelio de San Mateo no son correctas, ya que hay evidencia de que una escritura aramea original de este Evangelio ya existía en el año 71 dC comparativamente poco tiempo, por lo tanto, después de los eventos en Palestina.

Pero como aquí me interesan los hechos de la ciencia espiritual, no de la filología, citaré solo una referencia en la literatura talmúdica, cuya autenticidad es aceptada por los eruditos hebreos. Hay un pasaje en esta literatura en el sentido de que el Rabino Gamaliel II estuvo involucrado en una disputa con su hermana sobre el patrimonio dejado por su padre que había muerto en un combate con los romanos en el año 70. Se narra que el rabino Gamaliel II se presentí ante un juez que, según el relato, era un supuesto cristiano judío. (Tales hombres no ocupaban oficinas en los tribunales judiciales establecidos por los romanos para los judíos). Durante el proceso se produjo un extraño incidente. La disputa entre el rabino y su hermana se debía a la herencia del patrimonio de su padre. Y ante un juez que ciertamente tenía algún conocimiento del cristianismo, el rabino Gamaliel insistió en que, de acuerdo con la ley judía, solo un hijo, no una hija, podía heredar, y que la herencia le pasase a él. El juez respondió que en el círculo donde oficiaba, la Thora debía dejarse a un lado, y que como Gamaliel buscaba justicia y un veredicto a su favor, no emitiría un juicio de acuerdo con la Ley judía, sino con la Ley que había reemplazado a la Thora. 

Como ya se ha dicho, esto sucedía en el año 71, un año después de la muerte del padre de los litigantes durante la persecución de los judíos. La única escapatoria del rabino Gamaliel ahora era sobornar al juez. Y así lo hizo, y al día siguiente el juez citó la escritura aramea original del Evangelio de San Mateo, en el sentido de que "Cristo no vino al mundo para destruir la Ley de Moisés sino para cumplirla". El juez creía que aún podía mantener su conciencia por desviar la Ley al mantener que al asignar el patrimonio a Gamaliel su juicio estaba de acuerdo con los principios cristianos. Ahí tenemos evidencia de que en el año 71 d. C. existía un escrito cristiano original del que se tomaron las palabras que ahora figuran en el Evangelio de San Mateo. El pasaje en cuestión fue realmente citado en arameo y, por lo tanto, tenemos pruebas externas de que este texto original del Evangelio de San Mateo, o al menos parte de él existía entonces. Todavía tenemos que considerar los resultados de la investigación oculta sobre el tema. El pasaje anterior se ha citado simplemente con el fin de mostrar que cuando se busca la ayuda de la ciencia externa, no es correcto adoptar el procedimiento habitual que consiste en recopilar toda la literatura disponible para un estudio académico, pero sin tener en cuenta los escritos del Talmud que son extremadamente importantes para el conocimiento incluso del aspecto exotérico de estas cosas.

Por lo tanto, hay muy buenos motivos para establecer una fecha relativamente temprana para el Evangelio de San Mateo. Esto por sí solo proporciona cierta prueba exotérica de que los hombres que participaron en su compilación vivieron muy poco tiempo después de los acontecimientos reales en Palestina; Las circunstancias externas en sí mismas, por lo tanto, son la evidencia de que nadie podría simplemente haber mentido a la gente, diciendo que Cristo Jesús no vivió al comienzo de nuestra era. Porque ni siquiera había transcurrido medio siglo, era cuestión de hablar con aquellos que habían sido testigos oculares reales y, por lo tanto, no se podía persuadir de que ciertos eventos nunca habían sucedido.

Exotéricamente, estas cosas son importantes y se mencionan aquí simplemente como evidencia de ese aspecto del tema.

Así pues, hemos visto cómo, basándose en los misterios de la existencia cósmica, se produjeron eventos en la evolución de la humanidad para preparar, a partir de la sangre 'filtrada' del pueblo hebreo, sangre en la que prevalecía el orden del Cosmos mismo, un cuerpo en el que el gran iniciado Zarathustra pudiese reencarnar. Porque en primer lugar, es de la Individualidad de Zarathustra, de él y de ningún otro, de quien habla el Evangelio de Mateo.

Ahora bien, no crean que todo lo que hemos sacado aquí a la luz, partiendo de profundos secretos de la evolución mundial, tuvo lugar de manera tan abierta, a la vista de todos los hombres. Tales eventos estuvieron velados bajo un profundo misterio, incluso para los contemporáneos, y solo fueron comprensibles para unos pocos Iniciados. Por lo tanto, es comprensible que se haya mantenido un silencio tan absoluto sobre lo que sucedió en aquél tiempo, como el mayor de todos los eventos en la evolución e historia de la humanidad. Y cuando los historiadores critiquen, basando sus puntos de vista en los datos disponibles para ellos, señalando que no se hace mención alguna sobre este evento, no nos sorprenderá en absoluto, sino que, por el contrario, lo consideraremos como algo natural.

Hasta ahora hemos descrito el papel desempeñado por Zarathustra en la preparación de este gran evento, ahora debemos considerar las muchas otras corrientes e influencias que actuaron inmediatamente antes e inmediatamente después de la venida de Cristo, incluidos todos los acontecimientos que tuvieron lugar a su alrededor. La preparación para el evento había estado en proceso con mucha anticipación. Hemos escuchado que la preparación para el desarrollo de las envolturas exteriores de Jesús de Nazaret fue obra de Hermes y Moisés como emisarios de Zarathustra, y por Melquisedec, el portador del Misterio del Sol, pero también hubo una preparación en diferente forma, constituyendo como si dijéramos, una corriente secundaria. Pero por secundaria que fuera, sin embargo, jugó un papel en la gran corriente de acontecimientos que tuvieron origen en Zarathustra. Esta corriente secundaria comenzó lentamente en los centros de los cuales la historia externa nos informa sobre ciertas sectas religiosas en las que los hombres, llamados por Philo "The Therapeutae", se esforzaban en purificar y desarrollar sus almas por la vía interior, para desechar cualquier elemento corrupto causado por las preocupaciones externas y el conocimiento externo, con el fin de ascender a la esfera del Espíritu puro. Una rama de la secta de los Terapeutas, cuya corriente secundaria experimentó aún mayor desarro, era la comunidad de los esenios en Asia. Todos los hombres de ambas sectas, tanto Terapeutas como Esenios, estaban bajo una guía espiritual común. Una breve descripción de ellos está contenida en mi libro "El cristianismo como hecho místico". 

Para tener algún conocimiento exotérico de esta guía espiritual debemos recordar las conferencias impartidas el año pasado sobre el Evangelio de San Lucas y publicadas con ese título. Allí nos referíamos al misterio del Buda Gautama, cuyo aspecto exotérico también se presenta en los escritos orientales, y se decía que quien quiera convertirse en Buda en el curso de su desarrollo debe, para empezar, ser un Bodhisattva, como en el caso del Ser conocido en la historia como el Buda. Él también fue un Bodhisattva hasta el vigésimo noveno año de su vida como hijo del Rey Suddhodana, y no fue hasta entonces que a través de su desarrollo interno alcanzó el rango de Buda. Muchos Bodhisattvas trabajan en el curso de la evolución de la humanidad y el Bodhisattva que se convirtió en Buda seiscientos años antes de nuestra era es uno de los guías que dirigen la evolución. Una individualidad que se eleva del rango de Bodhisattva al de Buda no encarna nuevamente en un cuerpo físico en la Tierra. De esas mismas conferencias sobre el Evangelio de San Lucas, escuchábamos que desde el día del nacimiento del Jesús Nathánico, el poder del Buda irradió al cuerpo etérico de aquél niño, que debemos distinguir del otro Jesús de quien el Evangelio de San Mateo se ocupa principalmente. Con la consecución del rango de Buda por el Bodhisattva, el hijo del Rey Suddhodana, se consumó una antigua fase de evolución. Esta fase de evolución pertenecía, en efecto, a la misma corriente que la de los santos Rishis de la India; pero alcanzó una cierta culminación cuando ese Bodhisattva alcanzó el rango de Buda. Cuando un Bodhisattva se convierte en Buda, su sucesor ocupa su lugar.

Esto también se relata en la antigua leyenda india donde se dice que en los reinos espirituales, antes de descender hacia su nacimiento final, el Bodhisattva que nació como hijo de Suddhodana y que luego se elevaría al rango de Buda, entregó a su sucesor la corona perteneciente al cargo de Bodhisattva. Así pues, desde entonces, el Bodhisattva que luego se convirtió en Buda Gautama ha sido sucedido por el nuevo Bodhisattva con una misión particular que cumplir en la historia de la humanidad. La tarea que se le asignó fue la guía espiritual del movimiento representado en las doctrinas de los Terapeutas y los Esenios, y fue en estas comunidades donde ejerció su influencia. Durante el reinado del rey Alejandro Jannaeus (alrededor de 103 a 76 a. C.), este Bodhisattva envió una cierta Individualidad a las comunidades de los Esenios para guiarlas y liderarlas. Esta individualidad, conocida en ocultismo y también en la literatura del talmud exotérico, fue líder de los esenios unos cien años antes de la aparición de Cristo Jesús en la Tierra.

Por consiguiente, cien años antes de nuestra era, vivía una personalidad que no debe confundirse ni con el Jesús del Evangelio de San Lucas, ni con el Jesús del Evangelio de San Mateo. Él fue una figura destacada en las comunidades esenias y es conocido en el ocultismo como un heraldo del cristianismo entre ellos. También es conocido en la literatura Talmúdica bajo el nombre de Jesús, el hijo de Pandira, Jeschu ben Pandira. Fue una personalidad grande y noble, sobre la que se han vertido toda clase de fábulas que han sido reavivadas recientemente, y no debe confundirse, como lo han hecho algunos seguidores del talmud, con el 'Jesús de Nazaret' de quien estamos hablando en estas conferencias. Este heraldo del cristianismo entre los esenios es conocido también como Jesús, el hijo de Pandira; También sabemos que fue acusado de blasfemia y herejía por aquellos para quienes las enseñanzas de los esenios eran anatema, y después de ser apedreado fue colgado de un árbol, para agregar al castigo el estigma de la infamia. Este es un hecho oculto, también registrado en la literatura talmudista.

En Jeschu ben Pandira pues, vemos una personalidad que está bajo la tutela del actual Bodhisattva. Los hechos son por lo tanto claros. Se originó una corriente, digamos secundaria, de la corriente cristiana principal, que partió del sucesor del Buda, del actual Bodhisattva que más tarde se convertirá en el Buda Maitreya, el cual envió a su emisario a las comunidades esenias, donde al ejercer su misión logró lo que llegaremos a saber en las siguientes conferencias.

El nombre de "Jesús" es el de la Individualidad de la que hablan los Evangelios de San Mateo y San Lucas; pero también era el nombre de esa noble personalidad, que trabajó en la comunidad esenia cien años antes de nuestra era, con respecto a quien todo lo contenido en la pseudo-literatura judía no son mas que calumnias, por ello fue acusado de blasfemia y herejía, apedreado y finalmente colgado de un árbol.


traducción de Julio Luelmo abril 2020

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919