GA055-10 Berlín 28 de febrero de 1907 -Etapas del desarrollo del ser humano a la luz de la la Ciencia Espiritual

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GA055 Rudolf Steiner



Etapas del desarrollo del ser humano a la luz de la la Ciencia Espiritual


Berlín 28 de febrero de 1907

Conferencia X

El dicho sobre el antiguo templo griego: "Conócete a ti mismo", ha resonado en la humanidad a lo largo de los tiempos como una llamada a la auto-introspección seria. Y, en efecto, expresa una de las más grandes verdades, pero, incluso más que otras grandes verdades, se malinterpreta con demasiada facilidad. El verdadero significado apunta a algo poderoso y universal. Originalmente no sugería que una persona debía contemplar su yo cotidiano, ni esperar encontrar la suma total de todo el conocimiento dentro de su propio ser. Entendido correctamente, el llamamiento es al conocimiento del Yo superior.

Pero, ¿Dónde se encuentra el yo superior de una persona? Mediante una comparación podemos aclarar dónde reside el yo superior y qué significa el dicho: Sabemos con certeza que sin ojos no percibiríamos la luz; sin embargo, es igualmente cierto que no tendríamos ojos si la luz que inunda todo el espacio antes no los hubiese creado. De un organismo originalmente inferior y sin vista, que sólo conocía la oscuridad, la luz atrajo a los ojos. De ahí la verdad del dicho de Goethe: "Los ojos son creados por la luz para la luz". Sin embargo, la finalidad de los ojos no es percibirse a sí mismos. Desde el punto de vista de los ojos, debemos decir que cumplen su tarea tanto mejor cuanto más se olvidan de sí mismos y reconocen a su creador: la luz.
La verdadera misión de los ojos es olvidar su ser interior y reconocer lo que los ha creado, es decir, lo que para los ojos equivale al yo superior, la luz. La situación es la misma con respecto al yo ordinario de una persona; éste tampoco es más que un órgano, una herramienta; y el autoconocimiento se hace cada vez mayor cuanto más puede olvidarse este yo de sí mismo y tomar conciencia del espíritu-luz, existente en el mundo eterno, que creó nuestros ojos espirituales y lo hace continuamente. Por lo tanto, el autoconocimiento bien entendido significa autodesarrollo. Esto debemos tenerlo en cuenta y verlo como antecedente de la conferencia de hoy, que se refiere al tema del autoconocimiento en el sentido más elevado de la palabra.

Tomando en consideración todos los aspectos de la naturaleza de un individuo, veamos cómo evoluciona durante su vida entre el nacimiento y la muerte. Al hacerlo, no debemos olvidar que cuando una persona comienza su vida en la tierra no es una entidad recién creada; trae consigo ciertas cualidades. Atrás quedan repetidas vidas terrestres, durante las cuales ya se ha establecido el carácter fundamental de su individualidad. Debemos considerar la existencia de una persona después de la muerte si queremos reconocer lo que trae consigo a través del nacimiento. Esa existencia revelará lo que ha conservado durante el tiempo que transcurre entre la muerte y el nuevo nacimiento, y que trae consigo a una nueva vida.
Recordemos que al morir el ser humano deja atrás sólo el cadáver físico. La principal diferencia entre la muerte y el sueño es que el ser humano dormido posee un cuerpo físico y otro etérico; sólo el cuerpo astral y lo que llamamos "yo" se desprenden. Al igual que se necesita un arquitecto para crear un edificio, ya que los ladrillos no se unen por sí mismos, las fuerzas físicas necesitan el cuerpo etérico como arquitecto interior. Ese cuerpo etérico mantiene unidas la materia y las fuerzas físicas desde el nacimiento hasta la muerte. En todo momento impide que las combinaciones químicas se disgreguen. Pero en el momento de la muerte abandona el cuerpo físico, que en consecuencia queda como un cadáver en descomposición. Así, en el sueño sólo se va el yo y el cuerpo astral, portador de placeres y dolores, apetencias y sentimientos, mientras que en la muerte también se va el cuerpo etérico, que permanece con el cuerpo astral y el yo durante un breve tiempo. Este es un momento importante en la existencia de una persona. Durante ese corto tiempo pasa ante el alma humana con la velocidad del rayo un poderoso cuadro de memoria de toda su vida pasada. Este cuadro es como una pintura, y así como no sentimos la puñalada de la daga representada en una pintura, tampoco experimentamos placer o dolor en lo que ese cuadro nos muestra. Nos situamos ante nuestra vida pasada como observadores objetivos.

Luego llega el momento en que el cuerpo etérico se retira y se dispersa en el éter general del mundo. Sin embargo, algo del cuerpo etérico permanece, que es como un extracto o un resumen de la vida pasada. El retablo se vuelve indistinto y se disuelve, pero el extracto permanece unido a la persona a lo largo de su viaje posterior. De hecho, también queda una esencia o extracto del cuerpo físico, que por supuesto no es algo que pueda verse con la mirada física; es como un centro de energía que permanece con el cuerpo etérico; es lo que da al cuerpo físico su forma humana.
Una vez que el cuerpo etérico se ha disuelto, queda el cuerpo astral. Ahora el individuo pasa por una condición durante la cual se ajusta gradualmente a estar sin un entorno físico. Debemos darnos cuenta de que todo lo que una persona ha experimentado como disfrute inferior se aferra al cuerpo astral. El cuerpo físico no tiene apetencias; no experimenta ningún placer, pero es el instrumento que permite al cuerpo astral obtener el disfrute. Tomemos el caso de un gastrónomo. No es el cuerpo físico el que disfruta de la comida, sino el cuerpo astral el que utiliza el cuerpo físico como instrumento para disfrutarla. Ese anhelo permanece después de que el cuerpo físico es dejado de lado, pero ahora falta la herramienta para obtener la satisfacción. Esto indica la naturaleza de la existencia del cuerpo astral después de la muerte, comparable a alguien que sufre sed en una región a lo largo y ancho de la cual no hay agua. Los instintos, los deseos y las pasiones son ahora sentidos por el cuerpo astral como una sed ardiente, no porque los objetos de sus deseos no estén allí, sino porque faltan los órganos a través de los cuales se puede obtener la satisfacción. Por eso la religión habla de la prueba de fuego que el ser humano sufre después de la muerte.

Mientras el cuerpo astral conserve ese anhelo por el cuerpo físico, el ser humano permanecerá en kamaloca. Poco a poco se libera de su dependencia de lo que le rodeaba cuando estaba revestido de un cuerpo físico. Quien haya purificado sus pasiones ya en vida, de modo que en lugar de los goces más groseros se satisfaga con lo bello, lo artístico y lo espiritual, acortará su tiempo kamaloca. En cambio, quien sólo encuentra placer en las cosas para las que se necesita un instrumento físico, permanecerá mucho tiempo en la región de la sed ardiente. Finalmente, lo que no se purifica cae como una especie de cadáver astral, comparable a lo que queda de los cuerpos físico y etérico. Cuanto más del cuerpo astral haya purificado una persona, más podrá retener y añadir a los extractos de los cuerpos físico y etérico.
Con estos tres extractos, la persona pasa al mundo esencialmente espiritual, donde se perfecciona todo lo que el yo ha experimentado y ha adquirido durante la vida terrenal. Algunas personas entran en la vida poseyendo grandes talentos, perceptibles ya en la infancia, y que sólo esperan ser sacados a la luz. Una persona puede aportar tales talentos porque sus experiencias terrenales se transformaron en habilidades durante su estancia en la Tierra del Espíritu.

En el curso de cada vida en la tierra, una persona añade algo nuevo a los extractos de sus tres cuerpos. Si una persona nace con talentos especiales, demuestra que ha aprovechado bien sus vidas anteriores. Ha añadido, por así decirlo, muchas páginas al registro de sus experiencias y logros. Cuando entra en una nueva vida, recibe un cuerpo físico de sus antepasados físicos. El núcleo de su ser, que trae los frutos de las experiencias anteriores, es atraído por una familia que puede proporcionarle las características físicas que necesita para hacer uso de las capacidades ya adquiridas. Las características que hereda una persona no determinan sus acciones ni sus capacidades; todo lo que proporcionan es la herramienta con la que expresarlas. Sin embargo, la herramienta es esencial. Un maestro pianista necesita un instrumento, y lo mismo ocurre con la individualidad encarnada. Para que una persona se exprese adecuadamente en el mundo físico, el nuevo cuerpo que la reviste debe ser la herramienta adecuada. Esto tiende a dar lugar a la visión errónea de que todo se hereda. La herencia desempeña ciertamente un papel, pero sólo en la medida en que la individualidad encarnada se siente atraída por los padres que pueden proporcionarle el instrumento más adecuado.

Todo lo que aún no se ha purificado y que se ha dejado atrás en diferentes etapas se reúne de nuevo en torno a la persona. Debe recibirlo de nuevo para continuar la purificación del ser.
Ya hemos tratado varios aspectos de lo que ocurre durante la primera mitad de la vida de una persona. Para ver cómo su destino y su fortuna en la vida posterior dependen de la forma en que se desarrollan sus cuerpos físico, etérico y astral durante la primera mitad, debemos repetir algunos aspectos relacionados con la vida escolar y la educación que alcanzan un mayor desarrollo en la segunda mitad. Este es un tema importante, y es esencial reconocer ciertas leyes significativas. Son leyes que se aplican en general, aunque pueden modificarse de diversas maneras. Para adaptarse adecuadamente a la vida y reconocer cada vez más claramente el propio destino, es necesario comprender el funcionamiento de estas leyes.

Empecemos por el nacimiento. Sabemos que en el nacimiento físico sólo nace plenamente el cuerpo físico. Los órganos pueden desarrollarse antes del nacimiento porque el embrión está completamente protegido por la envoltura materna que lo rodea. Sólo cuando ésta es apartada, este cuerpo se expone a los elementos físicos. El cuerpo etérico aún no ha nacido, y menos aún el cuerpo astral; todavía están rodeados por una envoltura etérica y otra astral. Estas envolturas, visibles sólo a la vista espiritual, no forman parte de la propia naturaleza de la persona, pero la envuelven y la protegen. En el cambio de dientes, en el séptimo año, cuando nace el cuerpo etérico, la envoltura etérica es apartada como lo fue el cuerpo materno en el nacimiento físico. Y sólo en la pubertad nace el cuerpo astral y se expone plenamente a las influencias del mundo exterior.
Hay que darse cuenta de que en los primeros siete años de vida sólo se libera lo que se describe como la esencia o el extracto del cuerpo físico anterior; esto es lo que da al físico su forma, guiando su desarrollo estructural. Los órganos crecen, pero su forma y función son inherentes a ellos. Es de suma importancia que todo lo que hay en el entorno del niño en crecimiento permita que la estructura física se desarrolle de la mejor manera posible. El aspecto esencial de este periodo puede resumirse en dos palabras significativas: imitación y ejemplo. A esta edad el niño imita todo lo que ocurre o existe a su alrededor. Esta actividad de imitación es la que impulsa a los órganos internos a desarrollar su forma inherente. El cerebro de un niño de siete años puede estar todavía incompleto, pero los cimientos para el desarrollo posterior del niño están puestos, y cualquier carencia no puede ser compensada más tarde. La aparición de los segundos dientes marca el final de la actividad del principio físico, que es el principio de la estructura y la forma. Los dientes son el signo exteriormente visible de que los huesos y las articulaciones y también los órganos más blandos se han consolidado. La influencia de la luz es lo que atrae el poder de la vista a la superficie en los ojos.
Como ya se ha dicho, es mejor no dar a los niños muñecos perfectos y juguetes similares. Un niño sano sólo obtendrá placer de ellos durante un corto periodo de tiempo. Un nudo en una servilleta de mesa con indicaciones de los ojos y las orejas proporcionará mucho más placer; esto se debe a que la fantasía del niño se activa para proporcionar lo que le falta al muñeco. Esto favorece el desarrollo de los órganos internos; se fortalecen, como se fortalece un músculo cuando se activa. El entorno debe proporcionar felicidad, placer y disfrute, ya que suscita en el niño sentimientos y actividad internos que fluyen como fuertes fuerzas ascendentes a través de sus órganos. Un mal ambiente en este momento de la vida del niño hace más daño a los órganos que cualquier otra cosa. La noción, basada en un falso ascetismo, de que el niño se beneficia si se le acostumbra a una existencia austera y sin brillo es totalmente errónea. En cuanto a la alimentación, si el niño recibe los alimentos adecuados, desarrollará una afición por lo que es beneficioso, mientras que los alimentos equivocados le causarán enfermedades.
A través de la ciencia espiritual podemos obtener una visión de lo que debería hacerse en cada edad. Así, debemos tener claro que como el principio físico actúa en los primeros siete años, y debe dejarse sin alterar, nuestra principal preocupación debe ser hacer lo que es correcto y saludable para la naturaleza corporal del niño. En cuanto a la alimentación, hay que tener en cuenta que existe un vínculo espiritual entre la madre y el niño, especialmente durante los primeros años; la madre que amamanta a su hijo presta atención a esta relación. La leche contiene algo más que sus componentes físicos y químicos; espiritualmente está relacionada con el niño. La investigación espiritual demuestra que la leche sale del cuerpo etérico de la madre. Como el propio cuerpo etérico del niño aún no ha nacido, al principio sólo puede tolerar lo que ha sido preparado por otro cuerpo etérico. La evidencia estadística muestra que de los que mueren en la infancia, entre el 16 y el 20 por ciento han sido amamantados por su propia madre, mientras que entre el 26 y el 30 por ciento no. Esto es una indicación de la estrecha afinidad entre los cuerpos etéricos. La afinidad se expresa físicamente en la semejanza familiar. Los rasgos y características que apuntan a la línea de descendencia se desarrollan y se establecen durante los primeros años.
Lo que es de suma importancia del séptimo al decimocuarto año también puede resumirse en dos palabras significativas: emulación y autoridad. Esta es la época en la que es esencial que el ser humano en evolución pueda admirar a alguien que para él o ella incorpore todo lo que es bueno, bello y sabio. Para el niño esta persona debe ser la encarnación de todo lo que contienen las máximas y los preceptos. Predicar axiomas morales tiene mucho menos efecto que presentar al niño ejemplos ideales que emular, ejemplos que muestren el camino hacia el Olimpo. Ser capaz a esta edad de admirar a alguien con sentimientos de profunda reverencia y respeto es de gran importancia para el resto de la vida de una persona. Lo que importa aquí es, por supuesto, la emulación. Por ello, la enseñanza de la historia debe conducirse de manera que se presenten al niño figuras que ilustren la sabiduría y la fuerza de carácter. De las descripciones de las características de un pueblo o de una raza se pasa a las descripciones de los individuos, en las que la ascendencia ya no desempeña ningún papel. La emulación de los parientes se amplía para convertirse en emulación de los extraños. El horizonte del niño se amplía al conocer a otras personas; el cuerpo etérico también se amplía más allá de su propia raza y clan.
Mientras que antes del cambio de dientes se definen los rasgos que muestran la semejanza familiar, ahora, cuando la vida del niño se amplía más allá del círculo familiar, sus gestos, es decir, lo que es netamente individual, se vuelven característicos. En este momento la envoltura etérica se disuelve. Ahora se puede ejercer influencia sobre el cuerpo etérico. Esta influencia debe provenir de personas que, por lo que ellas mismas son, pueden hacer aflorar los atributos almacenados en el cuerpo etérico del niño. Además, ahora que el cuerpo etérico, después del séptimo año, ya no está restringido, esos rasgos básicos, los frutos traídos de encarnaciones anteriores, comienzan a desarrollarse. En consecuencia, un verdadero principio de educación exige que el educador se aleje y considere qué es lo que el niño ha traído; porque gracias al cuerpo etérico liberado, los órganos deben fortalecerse y aumentar de tamaño.

Hasta el séptimo año las fuerzas físicas elaboraron y formaron plásticamente los órganos, pero ahora nuestra tarea es inculcar en estos órganos, a medida que aumentan de tamaño, todos los atributos relacionados con el cuerpo etérico, como la conciencia, la energía y la moralidad. Todo lo que le aportemos al niño debe ser pictórico y estar impregnado de un puro deleite espiritual en el mundo, pues son cualidades que deben quedar tan profundamente impresas que pasen a formar parte del cuerpo etérico. Para que el ser humano desarrolle un carácter fuerte, su cuerpo etérico debe poder evolucionar sin obstáculos. El educador debe en este momento decirse a sí mismo: Lo que tengo entre manos no es algo que se pueda moldear arbitrariamente; puedo hacer un daño irrevocable si no presto atención a lo que el niño ha traído del cuerpo etérico de su vida anterior. Esta es también la razón por la que es importante que los ejercicios físicos produzcan en el niño una sensación de fuerza creciente y de aumento de la estatura. El niño debe experimentar una sensación de crecimiento, no sólo físico, sino también moral. Estas sensaciones actúan plásticamente sobre el cuerpo etérico, como antes lo hizo el principio físico sobre el cuerpo físico.
Los atributos astrales que un individuo trae consigo se desarrollan mientras el cuerpo astral está todavía rodeado por su envoltura astral, como lo hacían los órganos físicos mientras estaban todavía rodeados por el cuerpo materno antes del nacimiento. Sólo cuando se alcanza la pubertad el cuerpo astral se libera, es decir, se abre a la influencia externa. Sólo ahora se debe apelar al poder de juicio y al pensamiento abstracto. Antes de la pubertad, el niño no debe estar obligado a formarse opiniones y juicios personales. La capacidad de hacerlo no está presente hasta que nace el cuerpo astral. Antes de la pubertad, el niño debería ser capaz de admirar a quienes tienen autoridad y obtener de ellos las creencias y opiniones importantes; verse obligado a formular una opinión personal en este momento sólo conduce a distorsiones astrales. No sólo es absurdo que alguien tan joven opine sobre tal o cual creencia o confesión, sino que además es perjudicial para un desarrollo saludable. Es una señal de que se ha descuidado algo importante en su educación. Demuestra que el niño no ha tenido la oportunidad de desarrollar esa gran fuerza interior que madura bajo la influencia del tipo correcto de autoridad. En esta época, a partir del decimocuarto año, cuando nace el cuerpo astral, lenta y gradualmente el poder de juicio comienza a madurar y conduce a las convicciones. Los logros artísticos y los sentimientos religiosos y morales imprimen ahora su sello en el rostro. El niño se enfrenta ahora al mundo como un individuo distinto. Este proceso gradual dura hasta los veintiún o veintitrés años.
Es un momento importante cuando en la época de la pubertad se despierta la conciencia de otras personas como individuos. Así como: "Todo lo que es transitorio pero como símbolo es enviado", también es simbólico el tomar conciencia del otro sexo. Sólo ahora el ser humano alcanza una relación personal con el mundo; así, se despierta el amor al individuo. Hasta entonces las relaciones son más universalmente humanas, mientras que ahora interviene el juicio personal. El extracto astral que una persona trajo a la vida está ahora liberado y puede desarrollarse. Se expresa en forma de altos ideales, bellas esperanzas y expectativas de vida, todas ellas fuerzas esenciales para el ser humano. El desarrollo de una persona tomará el rumbo correcto si, en lugar de que se le imponga algo externo, se sacan a relucir sus inclinaciones y talentos inherentes durante sus días de escuela. Los ideales no están simplemente ahí; se originan en las fuerzas que se agitan dentro de la juventud y que en ese momento luchan por expresarse. Nada es peor para la vida posterior que la ausencia de sentimientos de grandes esperanzas y expectativas; hasta los veinte años, constituyen verdaderas fuerzas. Cuanto más seamos capaces de hacer aflorar las inclinaciones y los talentos interiores de una persona traídos de vidas anteriores, más beneficiaremos su desarrollo. No es hasta los veintitrés años que esto llega a su fin; entonces la persona está preparada para comenzar sus "años de aprendizaje" (Wanderjahre). Sólo ahora nace el "yo"; sólo ahora la persona se enfrenta al mundo como una personalidad independiente.
Ahora el "yo", como resultado de la colaboración con sus cuatro miembros, está en contacto directo con el mundo. Los frutos de las experiencias vitales anteriores ya no tienen que desarrollarse interiormente; el individuo está maduro para enfrentarse a la realidad del mundo. Si una persona se ve obligada a hacerlo antes, sus mejores talentos y habilidades se echan a perder; la esencia que se trae como fuerzas se amortigua. Es un pecado contra la juventud si la persona se expone a los aspectos prosaicos de la vida a una edad más temprana. Ahora una persona madura; ha llegado el momento en que ese individuo es verdaderamente capaz de aprender de la vida. Se acerca a sus "años de maestría" (Meister-jahren) entre los veintiocho y los treinta y cinco años. Sin embargo, estos límites temporales no deben tomarse con demasiada rigidez.

Alrededor del trigésimo quinto año el ser humano alcanza la mitad de la vida. Los que tienen una visión espiritual siempre han considerado esta edad como extremadamente importante. Han reconocido que, mientras que hasta el año veintiuno una persona evoluciona, los talentos y habilidades contenidos como predisposiciones en sus tres cuerpos - y hasta el año veintiocho lo que el mundo le ofrece - ahora a la edad de treinta y cinco años comienza a trabajar en sus tres cuerpos. En primer lugar, la persona fortalece el cuerpo astral. Hasta ahora el mundo le ha enseñado, pero ahora su juicio empieza a tener peso ante sus semejantes. Sería bueno que sus opiniones no hayan sido hasta ahora demasiado definidas, demasiado concluyentes; no deberían consolidarse hasta aproximadamente los treinta y cinco años. A partir de este momento el cuerpo astral se vuelve cada vez más denso; si hasta ahora la persona ha sido un aprendiz, ahora puede convertirse en un consejero. Los juicios de una persona tienen importancia y se tienen en cuenta cuando los problemas están en la balanza. El aprendiz se ha convertido en consejero.
A partir de los treinta y cinco años, el cuerpo astral influye en el "yo", en la sangre y en el sistema nervioso; actúa sobre el crecimiento y tiene un efecto estabilizador y consolidador que se traduce en una cierta firmeza. Lo que el ser humano absorbe en su vida de pensamientos y sentimientos de naturaleza espiritual llega a expresarse como interés y valor cultural. Por lo tanto, también se podría llamar a esto "un período en el que se elaboran los sistemas de la sangre y los nervios". Todo llega a su fin físicamente cuando el cuerpo etérico comienza a retirar su actividad del aspecto externo del cuerpo físico, aproximadamente a los treinta y cinco años. También es la razón por la que el ser humano deja entonces de crecer; la persona se solidifica, la grasa comienza a depositarse; la fuerza de los músculos disminuye. Todo se debe a que el cuerpo etérico se retira. Sin embargo, también significa que las fuerzas se liberan, pues ya no tienen que trabajar en el cuerpo físico. Ahora pueden unirse a lo que se ha elaborado interiormente: la persona se vuelve sabia. En la antigüedad se sabía que en la vida pública el consejo de una persona no podía ser valioso hasta que el cuerpo etérico comenzaba a retirarse del cuerpo físico. Sólo entonces una persona estaba preparada para entrar en la vida pública; sólo entonces sus talentos podían ser beneficiosos para el pueblo y el estado.
A partir de los treinta y cinco años, el ser humano se repliega cada vez más en su interior. La persona ya no tiene los anhelos y las expectativas de la juventud; en cambio, es capaz de juzgar, lo que se siente como un peso. Al mismo tiempo, ciertas capacidades relacionadas con el cuerpo etérico, como la memoria, comienzan a disminuir. Alrededor de los cincuenta años, el principio físico también comienza a retirarse. Se deposita cada vez más calcio, mientras que el tejido se afloja. El principio físico que se retira se une gradualmente con el principio etérico; lo que ha entrado en los huesos, los músculos, la sangre y los nervios comienza a desarrollar una vida propia. El ser humano se vuelve cada vez más espiritual. Todo esto, sin duda, se ve muy potenciado y favorecido si la educación temprana fue correcta, sobre todo en lo que se refiere al cuerpo astral. Si el cuerpo astral no ha experimentado la alegría y la expectación de la juventud, no contendrá ahora lo que debería poder imprimir en el cuerpo etérico, más denso. Si eso falta, entonces la fuerte vida interior descrita no puede desarrollarse. En su lugar encontramos lo que se llama el "infantilismo de la vejez". Las personas que en su juventud no se impregnaron de fuerzas vigorosas y frescas comenzarán en la vejez a secarse. Es especialmente importante tomar nota de este hecho desde el punto de vista de la ciencia espiritual.
Con el trigésimo quinto año, llega el momento más favorable para alcanzar la visión espiritual y desarrollar las facultades espirituales. El karma de una persona es particularmente auspicioso cuando esto no ocurre demasiado tarde en la vida. Las fuerzas que de otro modo fluyen en la naturaleza corporal se liberan y están a nuestra disposición. Mientras una persona esté obligada a dirigir sus fuerzas hacia el exterior, no puede dirigirlas hacia el interior; por eso la edad de unos treinta y cinco años es el momento más favorable para desarrollar la visión espiritual. El desarrollo en la primera mitad de la vida procede según secuencias temporales específicas; como indica la ciencia espiritual, también existen en la segunda mitad, pero no están tan definidas.

Los seres humanos comienzan a trabajar hacia el futuro en la segunda mitad de la vida. Lo que desarrollan interiormente a una edad más avanzada se convierte en el futuro en fuerzas de construcción de órganos y cuerpos; más tarde participan en fuerzas cósmicas. Lo que existirá en el futuro ya está indicado en la primera mitad de la vida. A los jóvenes, en particular, esta división puede resultarles opresiva; pero no si la ciencia espiritual ha sido absorbida y comprendida. Cuando se observa la vida humana desde un punto de vista superior, es precisamente a través de estos detalles como se obtiene una visión práctica de las necesidades de la vida. Hay que tener paciencia y ser capaz de esperar hasta que se desarrollen los órganos necesarios en una esfera determinada.

Traducido por J.Luelmo oct.2021

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919