GA091 Landin, 5 de septiembre de 1906 - Luz en el sendero (II)

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 RUDOLF STEINER. 

NOTAS DE MATHILDE SHOLL 1904 - 1906   

LUZ EN EL SENDERO II

 Landin, 5 de septiembre de 1906


Antes de que la voz pueda hablar ante los maestros, debe aprender a dejar de herir.

Mientras sigamos utilizando la voz para decir a nuestros semejantes cosas que les hieren, mientras nuestras palabras no estén llenas de benevolencia e indulgencia, sino que sigan resonando en ellas el orgullo, la arrogancia, la sed de poder o un pensamiento de odio, un pensamiento de insatisfacción, mientras eso siga ocurriendo, no podremos alzar nuestra voz ante aquellos que solo aceptan las palabras puras, desinteresadas, indulgentes y abnegadas.

Cada palabra dura e hiriente, cada palabra llena de un pensamiento desagradable y discordante de egoísmo, nos separa de los Maestros. Mientras eso ocurra, los Maestros no podrán hablar a través nuestro. Y ellos solo nos comprenden cuando pueden utilizarnos como instrumento para hablar a través nuestro. Solo comprenden su propio lenguaje, sus propios sonidos. Nuestra voz solo puede hablar a los maestros cuando estamos tan llenos de amor por la humanidad que cada palabra es una expresión de ese amor. Solo entonces nuestras palabras se convierten en melodía, en música para la humanidad, porque solo les aportan cosas buenas. Nuestras palabras son una fuerza a través de la cual dejamos huella en el entorno. Cada palabra que pronunciamos deja una impresión en el entorno. - Mientras nuestras palabras no contengan amor, traerán desarmonía al entorno. - Por eso dice Pablo:

Si yo hablara con lenguas humanas y angélicas, pero no tuviera amor, sería como un metal que resuena o una esquila que retiñe.

Solo pronunciaría palabras discordantes. Es el amor el que convierte la palabra en armonía, en música. Y:

Antes de poder presentarse ante ellos, el alma debe humedecerles los pies con la sangre de su corazón.

Estar de pie significa estar firme. En las personas comunes, solo el cuerpo físico se mantiene firme sobre el suelo, pero el alma también debe aprender a estar firme. Solo puede hacerlo cuando la pasión se calma. La pasión reside en la sangre del corazón. La sangre del corazón debe purificarse a través de la experiencia, el conocimiento y la compasión, sublimarse como la sangre de Cristo. Cuando esta sangre del corazón moja los pies, es decir, cuando fluye como sangre purificada en amor por la humanidad, entonces el alma puede presentarse ante los maestros. Entonces, el kama del ser humano, su propia pasión egoísta, se transforma en calidez desinteresada, en amor. Entonces, la sangre del corazón ya no fluye por su organismo en beneficio de sus propios intereses, que ya no la agitan, sino que fluye libremente hacia el exterior para ayudar a los demás, como una fuerza en el todo. Entonces el alma puede presentarse ante los maestros, porque entonces está lista para ser un instrumento, entonces el ser humano puede mantenerse en pie y caminar espiritualmente, entonces ya no necesita depender de seres superiores que guíen su alma, de seres que le tomen de la mano y le conduzcan por el mundo del alma, entonces se ha vuelto independiente en el mundo del alma. Entonces puede mirar a los que lo han guiado hasta entonces, mirarlos a los ojos, porque se ha convertido en su colaborador. La pasión ata al ser humano al mundo de los sentidos; mientras siga viviendo en la pasión, no puede elevarse espiritualmente hacia los maestros, sino que sigue arrastrándose por el suelo como un animal. El cuerpo físico está entonces erguido, pero el cuerpo astral, abandonado a su suerte, sigue adoptando una forma animal. Estar de pie significa poder orientarse libremente hacia arriba.  El animal no puede hacerlo, pues está atado al suelo, tiene la mirada dirigida hacia abajo. Así como el ser humano ahora puede dirigir físicamente la mirada hacia arriba, también debe poder hacerlo espiritualmente. Entonces se vuelve independiente en el mundo espiritual, se mantiene firme y puede convertirse en mensajero de los maestros, quienes solo pueden utilizar como mensajeros a aquellos que pueden caminar por sí mismos en el mundo espiritual. El hecho de que Pedro se hundiera al caminar sobre el mar, pero que Cristo lo levantara y, con su ayuda, se mantuviera firme sobre el mar, significa que su alma tenía que ser fortalecida por el sacrificio de Cristo antes de que él mismo pudiera convertirse en mensajero de la humanidad. La sangre de Cristo había sido derramada por todos los seres humanos para que pudieran purificar su alma hasta el punto de poder presentarse ante los maestros.

Al venir Cristo como el Yo a los seres humanos en la época lemúrica, estos aprendieron a mantenerse erguidos en lo físico. Al derramar su sangre en la cruz, aprendieron a mantenerse erguidos anímicamente.


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