GA208 Dornach, 12 de noviembre de 1921 - La Antroposofía como cosmosofía - La dualidad del ser humano en el dormir

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La Antroposofía como Cosmosofía vol II 

RUDOLF STEINER

décima conferencia

Dornach 12 de noviembre de 1921

En las últimas observaciones hemos examinado al hombre desde los ángulos más diversos, y todas estas discusiones tienen como objetivo último conocer cada vez mejor al complicado ser humano, sobre todo la posición del hombre en el mundo.

Ahora recordemos primero lo más simple que nos es conocido por los elementos de que estamos dotados: el hecho de que la entidad humana, tal como se presenta ante nosotros en el presente ciclo mundial, tiene efectivamente en sí los cuatro miembros: el cuerpo físico, el cuerpo etérico, el cuerpo astral y el yo. Y situémonos ante el alma, a través de la cual, me gustaría decir, estos cuatro miembros del ser humano se manifiestan para la visión principal. Debemos decir que el yo se revela principalmente a través de todo lo que sale del ser humano en términos de voluntad. Cuando el hombre está dormido, como ustedes saben, la voluntad está preferentemente en reposo. En otras palabras, la voluntad no se expresa a través de la organización física. El yo está entonces, como sabemos, fuera del cuerpo físico. Hasta cierto punto vemos esta ausencia del yo en el cuerpo físico del ser humano en la no expresión de la voluntad.

Eso que hemos llamado cuerpo astral se expresa para la observación directa del hombre especialmente a través de lo emocional, a través de todo lo emocional. Como sabemos, el cuerpo astral del ser humano también está fuera del ser humano físico durante el sueño. Durante el sueño, lo emocional también se traslada a la oscuridad crepuscular de la conciencia. Puesto que la conciencia está generalmente en silencio durante el sueño, al principio podemos tener dudas sobre lo que se revela realmente a través del cuerpo físico y del cuerpo etérico. Dejemos también esto sin discutir por el momento. Al fin y al cabo, el cuerpo físico es lo más evidente en la esencia del ser humano. El cuerpo etérico puede abrirse de muchas maneras, como hemos visto a lo largo de los años, para aquellos que no se hacen una idea de él a través de la imaginación. Pero primero dejaremos sin discutir lo físico y lo etérico desde el punto de vista desde el que acabamos de considerar el yo como lo volitivo y lo astral como lo emocional.

Ahora bien, si seguimos la vida humana desde la mañana hasta la noche, es decir, durante su estado de vigilia, entonces tenemos al yo y al cuerpo astral trabajando, volitiva y emocionalmente, dentro de los cuerpos físico y etérico. Y si resumimos todo lo que ocurre como experiencias anímicas en este estado de vigilia, tenemos primero el mundo de nuestras percepciones sensoriales, que están sujetas al cuerpo físico. Luego tenemos lo que experimentamos como consecuencia de nuestra percepción sensorial; tenemos nuestros pensamientos, nuestro mundo de imaginación. Y sabemos muy bien que este mundo de la imaginación, tal como se nos presenta en el estado de vigilia, está completamente impregnado de lo volitivo y lo emocional.

A menudo hemos subrayado que en el alma podemos distinguir bien en abstracto entre lo imaginativo, lo afectivo y lo volitivo. Pero en la vida real del alma, tal como tiene lugar, estas tres actividades de la vida anímica se entremezclan. Lo volitivo lo pueden sentir cuando conectan unas ideas con otras, o cuando separan unas ideas de otras. También se puede observar en la conciencia la saturación de la imaginación con el sentimiento. Cuando una idea está presente, tenemos un sentimiento de simpatizar con la idea, cuando otra idea está presente, tal vez un sentimiento de antipatía por esta idea. Así que las percepciones están imbuidas emocionalmente.

Ahora echemos una mirada espiritual a cómo el yo y el cuerpo astral abandonan el cuerpo físico y el cuerpo etérico cuando nos dormimos. Así pues, hemos dejado algo atrás en el mundo físico que, aunque no es lo mismo que la existencia vegetal en apariencia externa, es, sin embargo, esencialmente igual a ella, porque también tiene cuerpo físico y cuerpo etérico al igual que la planta. Pero tenemos algo que, según la manifestación exterior, se nos muestra en el animal, en lo astral del ser humano, y tenemos algo en el yo del ser humano que se nos muestra en la forma particular, por tanto también en la manifestación exterior del ser humano. Pero puesto que el yo y el cuerpo astral están, como es sabido, además de los cuerpos físico y etérico, presentes desde que nos dormimos hasta que nos despertamos, no podemos incluir esta forma humana o esta entidad animal como parte de la esencia interna del yo y del cuerpo astral, sino que primero debemos darnos cuenta de que el yo y el cuerpo astral no se revelan a través de nada; que cuando el yo y el cuerpo astral aparecen por sí solos, como es el caso del hombre en el dormir, no pueden revelarse inicialmente al mundo físico ni sensitiva ni intelectualmente.

Hemos constatado algo totalmente suprasensible en el yo y el cuerpo astral del hombre. Pero también sabemos que cuando miramos una planta, no podemos ser inducidos a mirar esta planta de la misma manera que miramos a un ser humano. Cuando miramos a un ser humano, por ejemplo, nos preguntamos por la moralidad, por su bondad y su maldad. Esto significa, sin embargo, que no tiene sentido preguntar sobre la bondad y la maldad en relación con lo que el ser humano ha dejado atrás en el mundo físico después de dormirse, es decir, en el cuerpo físico y el cuerpo etérico del ser humano. El cuerpo físico y el cuerpo etérico del hombre son neutros en relación con el bien y el mal. Sino que es precisamente toda la constitución moral humana la que se introduce en el ser humano, en la entidad humana, con el despertar, con la entrada del yo y del cuerpo astral en el cuerpo físico y en el cuerpo etérico.

Sin embargo, para la persona que no tiene visión suprasensible, esto ya le indica que el yo y el cuerpo astral tienen algo que ver con lo que llamamos el orden moral del mundo. Impregnamos nuestro cuerpo físico y nuestro cuerpo etérico, por así decirlo, con el orden moral del mundo cuando despertamos. Y para la conciencia que no llega a la visión suprasensible, sino que sólo puede atenerse a las conclusiones ordinarias de la vida exterior, no es absurdo decir, por ejemplo, que el yo y el cuerpo astral pertenecen en lo fundamental a un mundo completamente distinto que el cuerpo físico y el cuerpo etérico. Pues el cuerpo físico y el cuerpo etérico son neutrales hacia el bien y el mal como las plantas; el yo y el cuerpo astral llevan la responsabilidad moral al cuerpo físico y al cuerpo etérico.

Tales consideraciones ya muestran a alguien que no llega a la vívida comprensión de la ciencia espiritual de orientación antroposófica, y ya sugieren a la persona que se mantiene con sus consideraciones en la vida ordinaria que hasta cierto punto existen opuestos polares, por un lado en el cuerpo físico y etérico, que se inclinan hacia la forma natural, y por otro lado en el yo y el cuerpo astral, que se inclinan hacia la forma moral.

Ahora, sin embargo, si queremos seguir más allá lo que ya puede seguirse en la vida ordinaria, debemos recurrir a las observaciones de la conciencia observadora. Cuando seguimos al yo y al cuerpo astral con esta conciencia observadora tal como están en el mundo al que pertenecen entre el dormirse y el despertarse, entonces encontramos que, así como el entorno del cuerpo físico aquí es la naturaleza, el mundo espiritual es el entorno del yo y del cuerpo astral en el estado entre el dormirse y el despertarse. El yo y el cuerpo astral están definitivamente en el mundo espiritual. Ellos traen consigo la constitución moral del alma desde este mundo espiritual. Dado que el cuerpo físico y el cuerpo etérico son moralmente neutros, es imposible que extraigan impulsos morales de ellos, y también ocurre que extraen impulsos morales del mundo en el que se encuentran entre el dormirse y el despertar.

Para lo que aquí se está considerando, la ciencia espiritual nos dice: Cuando el hombre abandona su cuerpo físico y su cuerpo etérico al dormirse, anda, aunque inconscientemente, ante los seres espirituales del universo, llevando ante estos seres todo lo que ha desarrollado conscientemente dentro del cuerpo físico y etérico en cuanto a constitución moral del alma, y se ve obligado a dejar que el mundo anímico-espiritual dé forma a lo que extrae de sus cuerpos físico y etérico. Y aquí llegamos a otro aspecto de aquellas consideraciones que siempre hemos hecho para tender el puente entre el mundo etérico-físico y el mundo moral-espiritual.

Cuando miramos por primera vez al yo, éste es volitivo. Este yo volitivo, que ha formado toda su estructura, toda su constitución desde que se despierta hasta que se duerme en el cuerpo físico y etérico, se presenta ante las entidades del mundo espiritual cuando nos dormimos. Cuando andamos por aquí como seres humanos en el mundo físico, percibimos los cuerpos sólidos a través de nuestros órganos del tacto. Vemos los colores, percibimos. Entramos en cierta relación con las fuerzas físicas del mundo. De la misma manera, el yo volitivo entra en una cierta relación con las fuerzas del mundo en la que está entre dormirse y despertarse. Visualicemos gráficamente esta relación tal como surge de la observación espiritual. Claro que sólo puedo representarla esquemáticamente. Sea éste el hombre físico tal como está en el acto de dormirse (ver dibujo, amarillo), y que lo que estoy dibujando ahora aquí sea el cuerpo etérico que lo impregna. Ahora tendría que dibujar el cuerpo astral y el yo cuando dibujo al ser humano despierto. No hago esto porque quiero caracterizar el estado que se produce cuando el ser humano se duerme. Lo volitivo, es decir, el yo, se sitúa ante los seres del mundo espiritual.

diagrama 1
Allí entra en relación con estos seres del mundo espiritual del mismo modo que nosotros entramos en relación con los seres del mundo físico a través de nuestro cuerpo físico durante la vigilia. Sólo que esta relación del yo volitivo con los seres del mundo espiritual es mucho más real, quiero decir que es mas auténtica que la relación maya que el cuerpo físico establece con su entorno. Y sobre todo, esta relación se expresa por el hecho de que todo lo que el hombre tiene de malo en su constitución anímica desde que se duerme hasta que se despierta, hasta cierto punto, -sólo se pueden expresar estas cosas en sentido figurado-, hace que el yo volitivo se atrofie en este contacto con las fuerzas de las entidades espirituales, mientras que lo bueno que hay en la constitución anímica permite que el yo volitivo se desenvuelva libremente.

Si se quiere representar gráficamente cómo sucede esto, se llega a una cierta forma de lo que emerge del ser humano como una forma del yo espiritual y volitiva, -aunque, por supuesto, hay que verlo en sentido figurado. Por lo que respecta al hombre de las extremidades, el yo también está muy intensamente presente en el ser humano durante el sueño. Ahora quisiera ilustrar esto gráficamente (ver diagrama 1): Estas líneas que estoy dibujando (en brillante) han surgido en realidad a través de los contra efectos de las entidades espirituales, y estas líneas del yo se forman enteramente de acuerdo con el estado moral del alma. Ya se puede hablar de una forma espiritual que el yo asume a partir de su constitución moral del alma al entrar en el mundo espiritual.

Ahora bien, cuando nos dormimos, el cuerpo astral también entra en el mundo exterior, más espiritual. En el caso del yo volitivo podemos decir: "Se presenta ante las entidades del mundo espiritual"; en el caso del cuerpo astral podemos decir: "Entra en el reino anímico exterior cuando se duerme". Entonces el cuerpo astral emocional entra en el alma.

La constitución de nuestra voluntad según la dirección del bien y del mal también está impregnada de elementos emocionales, de fuerzas emocionales. Basta recordar cómo, cuando hemos cometido un acto bueno, estamos en un estado de ánimo emocional diferente que cuando hemos cometido un acto malo. Basta señalar todo el ámbito del autorreproche y de la satisfacción interior, y podremos visualizar la saturación emocional del estado moral del alma. Este aspecto emocional entra ahora en el mundo espiritual cuando nos dormimos, y también entra en relación con el mundo anímico exterior.

Del mismo modo que cuando estamos despiertos entramos en relación con el mundo físico exterior a través de la imaginación, y al mismo tiempo desarrollamos interiormente la vida emocional, -pero sólo interiormente la vida emocional se une a la vida imaginativa-, durante el sueño nuestra vida astral emocional se acerca directamente al mundo espiritual. Pero no se produce ningún modelado. Para el yo, para el yo volitivo, se produce un moldeado; he expresado este moldeado esquemáticamente por una especie de surco. No puedo expresar lo que surge por la interacción del cuerpo astral con el entorno del alma mediante un surco; debo expresarlo mediante un matiz, mediante una saturación. Y entonces tendría que dibujarlo de tal manera que, dependiendo de si nuestra mente está afligida por autorreproches o por satisfacciones interiores, por sentimientos de simpatía y antipatía, esté matizada, impregnada por aquello que puede expresarse esquemáticamente mediante una determinada designación cromática, (ver diagrama 2, rojizo, azul). Hay, pues, una conformación a través de nuestro yo para nuestro llamado, ser humano superior, y un coloreado, un tinte a través de nuestro ser humano astral.

diagrama 2
Colorear, tintar, es por supuesto sólo esquemáticamente hablando. Porque, aunque lo que sucede se expresa correctamente a través de imágenes en color, hay que decir que solo una parte de lo que sucede es expresable a través de imágenes en color.

Podría también, en lugar de dibujar colores aquí, tener todo tipo de, digamos, instrumentos musicales aquí y tocar diferentes notas; entonces expresaría el esquema a través de otras imágenes, de imágenes sonoras. O podría, digamos, inyectarle yo mismo sensaciones de sabor. Todo esto, podría decirse, gira en el cuerpo astral, que está fuera del cuerpo físico desde que nos dormimos hasta que nos despertamos. Sin embargo, la cosa es que ahora se puede ver: Las fuerzas efectivas para todo lo que he esbozado ahí están en realidad, esquemáticamente dibujadas, en tal dirección que las fuerzas determinantes emanan del hombre metabólico de las extremidades. Uno quisiera decir: Las entidades espirituales y el mundo espiritual, que conforman y colorean, obran de tal manera que provocan la conformación, la coloración, como desde abajo.

Si ahora uno trata de averiguar lo que realmente tiene en aquello que, desde que se duerme hasta que se despierta, se forma como yo y cuerpo astral, teñido desde fuera del ser humano, llega finalmente a lo siguiente. Uno aprende a comprender: en comparación con esa forma perfecta del hombre que es desde que se despierta hasta que se duerme, que es cuando se unen el yo, el cuerpo astral, el cuerpo etérico y el cuerpo físico, en comparación con esta entidad perfecta que surge con cierta intensidad de conciencia, que surge con nuestra conciencia intelectualista, emocional, volitiva, en comparación con eso lo que está fuera del hombre en el sueño tiene algo infantil. Recapacitamos sobre la conciencia adormecida del niño y a lo sumo nos acercamos a este estado cuando se intercala con los sueños. Debemos pensar en la conciencia adormecida del niño, retrocediendo aún más en lo imperfecto, cuando nos volvemos hacia la semejanza de este estar fuera del ser humano durante el sueño. Quisiera decir que lo que vive fuera del ser humano es aún más infantil que lo que hay espiritual y anímicamente en el niño.

Qué es lo que realmente vive fuera del ser humano mientras duerme, tanto anímica como espiritualmente? Es muy característico que el factor determinante para la observación espiritual-científica emane del ser humano metabólico y de las extremidades. Y cuando se estudia lo que se puede observar allí mediante la visión suprasensible, se tiene realmente la sensación, -y esta sensación aumenta cada vez más hasta una comprensión muy definida-, de que si se mira todo esto de aquí como un negativo fotográfico y se piensa en lo positivo, la estructura del cerebro humano sale correctamente. Es cierto que el tamaño no es el correcto, pero si uno se lo imagina como un negativo y piensa en lo positivo en relación con él, lo positivo es el cerebro humano.

Y recuerden algunas de las cosas que he explicado desde otros puntos de vista. He explicado que la construcción de la cabeza humana, tal como aparece en una vida determinada, es interiormente, por lo que se refiere a la estructura de las fuerzas, la formación del ser humano sin cabeza, es decir, el ser humano, excluida la cabeza, de la vida terrestre anterior, y que lo que el ser humano es hoy, dejando aparte su cabeza, contiene las fuerzas que tendrá su cabeza en la próxima vida terrestre. Pero de un modo, infantilmente desarrollado e incluso convertido en lo negativo, ya lo vemos en lo que el hombre extrae de sí mismo desde que se duerme hasta que se despierta.

De hecho, en lo que el ser humano expulsa de sí mismo desde que se duerme hasta que se despierta, tenemos el aspecto pictórico de lo que luego emerge físicamente encarnado en la cabeza humana en la siguiente vida terrenal. Esta es una relación extraordinariamente importante. Y si volvemos la vista atrás al hecho de que en realidad la constitución moral del alma es la que determina esta conformación, este matiz, entonces en la siguiente vida terrenal tendremos que buscar la personificación, la encarnación de la constitución moral del alma en las fuerzas de la cabeza humana. Y como estas facultades de la cabeza humana se expresan entonces como nuestra facultad de pensar, como nuestra facultad de imaginar, tenemos esta facultad de pensar, esta facultad de imaginar como efecto de nuestra constitución moral del alma de esta vida. Pero todo esto está pictóricamente presente en lo que el ser humano expulsa de sí mismo cuando se duerme.

De manera que, en realidad, se podría decir lo siguiente basándose en la observación científico-espiritual: Cada noche, mientras duerme, el hombre realmente hace una consulta muy específica a otro mundo, al mundo anímico espiritual. Por supuesto, no lo hace conscientemente, pero lo hace con esa parte de su ser que entonces emerge de su cuerpo físico y etérico. Hace la pregunta al mundo espiritual: ¿Cómo se presenta la constitución de mi alma moral a los seres del mundo espiritual?

Y la respuesta le es dada. Se la da el hecho de que recibe la formación del surco y el matiz según la formación de su alma moral. Cada mañana, cuando una persona se despierta, entra en la corporeidad física y etérica con una respuesta del mundo anímico espiritual. Cada dormirse es una pregunta, una pregunta inconsciente al mundo espiritual, cada despertar es una respuesta inconsciente del mundo espiritual. Estamos constantemente en una especie de correspondencia con nuestro subconsciente con el mundo espiritual, en el sentido de que obtenemos respuestas de este mundo espiritual sobre cómo somos realmente interiormente como seres humanos.

Y aquí se obtiene una idea de algo que, de otro modo, permanece siempre extraordinariamente abstracto. Piénsenlo, cuando una persona habla de su conciencia, habla de ella como de algo muy real; pero si tiene que dar alguna visión específica de su conciencia, entonces la respuesta se vuelve inmediatamente vaga. En cuanto a la impulsividad moral, la conciencia es algo muy real que se experimenta en nosotros. Si se piensa en la conciencia de acuerdo con la ciencia externa del mismo modo que se piensa en el calor o la luz y cosas similares, entonces se cae en el caos. No se llega a ningún punto de vista concreto. Aquí se llega a un punto de vista determinado. Aquí se obtiene la visión de que uno está constantemente recibiendo respuestas del mundo espiritual sobre el estado moral de su alma. Ustedes llevan a su existencia física y etérica lo que el mundo espiritual moldea en ustedes. De este modo incorporan la voz de la conciencia. En la vida de vigilia, lo que reciben como respuesta se transforma en forma y color, en la voz de la conciencia. En general, debemos relacionar todo lo que es nuestro estado de ánimo moral interior con el estado de sueño a partir de tales comprensiones.

Hemos visto en muchos ejemplos que el conocimiento instintivo de épocas anteriores y también el conocimiento instintivo que ha sobrevivido en personas que no están completamente impregnadas por la intelectualidad, cómo dicho conocimiento instintivo, aunque en forma figurada, es más sabio que la ciencia actual. Y por eso las máximas morales del conocimiento instintivo contienen también mucho de lo que se nos hace más claro, más transparente y más contorneado a través del verdadero conocimiento espiritual-científico. Basta pensar en cómo una máxima de la conciencia popular es que, si uno se siente ofendido por cualquier persona, no debe arrastrar el sentimiento que tiene durante el sueño, sino que debe, si es posible, deshacerse de él antes de dormir; que no debe arrastrar la ira durante el sueño, sino que debe tratar de calmarla antes de dormir.

Si ustedes saben que irse a dormir es una pregunta al mundo espiritual y despertarse es una respuesta a esta pregunta, entonces podrán decirse a sí mismos: Recibirás una respuesta diferente y llevarás una respuesta diferente del mundo espiritual a tu cuerpo físico por la mañana si has templado una cólera por la noche o amortiguado una ofensa en tus sentimientos que si has llevado esta ofensa al sueño y haces la pregunta al mundo espiritual en el estado de ánimo de esta ofensa, o si vas al mundo espiritual enfadado y tu pregunta está encendida de cólera. Si llevas algo enfadado al mundo espiritual, es como si una corriente volcánica de fuego se vertiera en él, y esta corriente volcánica de fuego debe entonces ser coloreada por el mundo espiritual exterior (véase el diagrama 2, en rojizo). Esto es diferente de haber amortiguado la cólera al dormirse.

Mucho de lo que se ha descrito aquí puede reconocerse en sus efectos no sólo sobre la mente humana, sino incluso sobre el estado de ánimo físico y orgánico interno de la vida, y muchas causas internas de enfermedad deben buscarse en lo que recibimos como respuestas a las preguntas que inconscientemente planteamos al mundo espiritual cuando nos dormimos. Pues nuestros órganos físicos y etéricos, en el estado de vigilia, tienen que llegar a un acuerdo con lo que se les trae del mundo espiritual a través del yo volitivo y a través del cuerpo astral emocional cuando nos despertamos.

Es un punto de vista completamente erróneo si se cree esto: Vale, sí, una persona experimenta muchas cosas mientras está despierta, pero durante el sueño no experimenta nada. Lo que la gente experimenta mientras está despierta son procesos que en gran medida tienen lugar entre ella y el mundo, lo externo, el mundo físico Nuestras satisfacciones sobre lo que allí tiene lugar, que acompañan como sueños interiores de la mente, -sabemos que lo emocional sólo tiene la intensidad de conciencia del sueño-, cuán oníricos son estos acontecimientos interiores que acompañan lo que en realidad tenemos claramente en nuestra relación con el mundo físico exterior. Pero cuando estamos en el estado entre dormirse y despertarse, entonces suceden muchas cosas interiores en nuestro yo y en nuestro cuerpo astral: el yo volitivo se moldea, el cuerpo astral imbuido emocionalmente se tiñe de las fuerzas del mundo espiritual y anímico exterior. Y todo esto son ahora también acontecimientos, son hechos reales que ahora impregnan, penetran, permean y fluyen a través del cuerpo físico y etérico. Y dependiendo de cómo estemos imbuidos e impregnados, nos comportamos a su vez en el mundo físico. Hacemos más por el mundo interior durante el dormir que cuando estamos despiertos. Sin embargo, lo que hacemos durante el dormir depende de lo que hacemos cuando estamos despiertos. Pero me gustaría decir que todo el alcance del dormir, el principal alcance del dormir, reside no sólo en la experiencia física, sino en la estructura moral del ser humano.

He señalado en varias ocasiones cómo el pensamiento externo piensa erróneamente sobre la relación del organismo físico y etérico humano con el hecho de dormirse. Sólo estoy repitiendo lo que he explicado a menudo y largamente, -el asunto se suele presentar de tal manera que se dice: El hombre se cansa por el esfuerzo de sus miembros, por causa del trabajo, y por eso debe dormir, porque así compensa el cansancio. Una reflexión sobre el hecho de que no siempre se duerme por cansancio podría sacar a la luz aquí un pensamiento correcto. Sólo recuerda, por ejemplo, que alguien bien descansado escucha una conferencia, a la que va quizás una vez, porque así debe ser, y después de los primeros cinco minutos normalmente se ha quedado dormido - ¡difícilmente es por cansancio!

Si se siguen todas estas cosas que surgen puramente de la experiencia externa en esta área, entonces uno se da cuenta realmente de que el pensar ordinario confunde aquí causa y efecto. En verdad, estamos cansados porque queremos dormirnos. Los impulsos de dormirse vienen de mucho más adentro que de la esfera del cansancio que de la esfera de lo físico. Cuando no tenemos placer en el mundo exterior, entonces surge en nosotros el anhelo de retirarnos de este mundo exterior. Entonces lo anímico-espiritual abandona lo físico-corporal, y es entonces cuando lo físico-corporal se cansa. Nos cansamos porque queremos dormirnos, no porque estemos cansados. Cualquiera puede convencerse de esto si quiere. Sin embargo, es extremadamente difícil convencerse de cosas que están tan estrechamente relacionadas con los intereses autocomplacientes de la vida. Pero podemos convencernos con sólo querer convencernos. Y entonces ya nos vemos llevados a ver en el dormirse no sólo un proceso físico-fisiológico, sino que situamos el dormirse en el cosmos global, que, como hemos caracterizado desde los más diversos lados, también contiene los impulsos morales como impulsos reales, no como meras palabras. Y así, precisamente el estado alternante de sueño y vigilia nos muestra cómo se puede tender un puente entre lo físico y lo moral en nuestro orden mundial.

Du Bois-Reymond, el mismo fisiólogo que pronunció su famosa conferencia sobre los límites del reconocimiento de la naturaleza, -de la que he hablado a menudo-, también dijo en una ocasión: "No podemos comprender en absoluto al hombre tal y como se presenta ante nosotros en la vida de vigilia". Ya sabemos qué pensar de semejante afirmación. Pero, dice Du Bois-Reymond, podemos comprender al hombre dormido. En el ser humano dormido, él sostiene, -sabemos que esto no es correcto, pero queremos considerar esta afirmación-, las vinculaciones de la ley del mundo físico exterior, que nosotros comprendemos, sólo están presentes de una manera más complicada. De modo que sólo se puede comprender científicamente al ser humano dormido, pero no al ser humano despierto.

Como ya he dicho, no queremos discutir hoy la corrección o incorrección de esta frase, pero con ello se admite desde el lado científico que no se puede experimentar por medios científicos lo que impregna al hombre cuando está despierto y que el hombre dormido como ser físico aparece de forma muy distinta al modo de pensar científico que el hombre despierto.

La ciencia natural, por supuesto, no sabe nada de lo que surge del ser humano y está presente desde el yo volitivo y el cuerpo astral emocional en el mundo suprasensible. Pero esta nada expresada por la ciencia natural, ¿Qué es a la luz de nuestras observaciones actuales? ¡Es precisamente algo que está dentro del orden moral del mundo! Así pues, es precisamente en el punto en que la cosmovisión científica natural deja de observar cuando comienza la eficacia real del mundo moral como mundo real. Y sólo en sus efectos se muestra este aspecto moral en la constitución humana después del despertar. Por tanto, si queremos entrar en el terreno donde se encuentra lo moral-real, tendríamos que mirar al mundo que el hombre vive entre el dormirse y el despertarse; no es de extrañar, pues, que la cosmovisión científica no entre en este terreno, que sólo reconozca como real aquello que no contiene los impulsos morales y relegue los impulsos morales al ámbito de la mera creencia.

Esta creencia, sin embargo, se convierte en una constatación tan real como la que alcanza la cosmovisión científica cuando consideramos el otro ámbito. Pero en nuestra descripción debemos partir de puntos de partida muy diferentes si queremos considerar esta área anímico-espiritual, que está saturada de lo moral. 

Si yo les hubiera pintado aquí algo que fuera una imitación de algo físico, entonces tendría que atenerme a lo físico, y lo que hubiera pintado aquí sería el cuadro, y se pasaría de la realidad externa a lo meramente pictórico. Cuando se representa lo suprasensible, hay que hacer el camino inverso. Es suprasensible, hay que experimentarlo interiormente. Y entonces vas hacia fuera y representas lo que has experimentado interiormente. Esta experiencia interior también es algo que es bastante móvil en sí mismo, y en realidad tendría que representar este tintineo brillando, resplandeciendo, entrelazándose, encendiéndose, apagándose. Sin embargo, este brillar hacia arriba, oscurecerse, puede observarse ciertamente si se considera al ser humano en su totalidad a través de la investigación científico-espiritual.

Si se tiene una visión del cuerpo astral y del yo durante el dormir, la forma del yo y la coloración del cuerpo astral son nítidas y brillantes. Si el yo y el cuerpo astral se sumergen ahora en el cuerpo físico y en el cuerpo etérico, entonces lo que es brillante, resplandeciente, reluciente durante el sueño se vuelve oscuro, opaco; y lo que tiene contornos firmes fuera del cuerpo adquiere contornos indeterminados dentro del cuerpo en el yo. Y uno tiene una sensación muy definida cuando sigue esta sumersión del yo y del cuerpo astral en el cuerpo físico y etérico al despertar. Si se quieren elegir palabras abstractas para expresar esta sensación, por lo general se la caracterizará bastante crudamente. Pero uno puede especificar con bastante claridad lo que realmente está allí. Cuando el ser humano se despierta, uno sabe por la visión suprasensible del yo y del cuerpo astral que son brillantes y de contornos nítidos; después de haberse dormido, el cuerpo astral está como con contornos borrosos, apagado, oscuro, poco brillante. Aquí se tiene la misma sensación que cuando se deja que el otoño y el invierno trabajen en el alma de día en día. Mirar a la persona entera después de despertarse sería ponerse en el mismo estado de ánimo que se tiene en invierno. Y al dormirse, es decir, cuando lo anímico-espiritual emerge del ser humano, uno tiene un estado de ánimo como el que se puede tener en primavera y verano. Así que en realidad se es conducido a algo muy especial.

Mis queridos amigos, llevo semanas esforzándome por mostrarles cómo la observación científico-espiritual nos lleva a situar al ser humano en todo el contexto del cosmos. He relacionado la forma humana con el mundo estelar, con el mundo de las estrellas fijas, las etapas humanas de la vida con el mundo planetario. Somos conducidos fuera del ser humano por todas partes cuando consideramos al ser humano en términos de ciencia espiritual. Hoy miramos los estados alternantes de vigilia y sueño, y al comprenderlos sensiblemente, somos nuevamente conducidos fuera del ser humano, ahora no al mundo estelar, sino al mundo temporal. Nos dijimos: Entendemos la vigilia cuando entendemos el devenir otoño-invierno; entendemos el dormirse cuando entendemos el devenir primavera-verano. Somos conducidos del curso temporal humano al curso temporal cósmico. Somos conducidos de los estados alternos humanos entre dormir y despertar a los estados alternos estacionales de primavera, verano, otoño e invierno. Vemos en el ser humano una imagen de lo que también sucede en el tiempo, mientras que desde hace semanas nos esforzamos por ver en el ser humano una imagen del macrocosmos en relación más bien con lo espacial.

Así es como situamos a las personas en el mundo, y así es como entendemos a las personas fuera del mundo. Entonces, sin embargo, el orden moral del mundo también se nos presenta como una realidad, no como un mundo de palabras vacías. Y entonces, cuando el hombre se impregna de todo lo que puede sentir de este contexto mundial, entonces su mundo ético-moral se impregna también de impulsos religiosos, entonces la voluntad ética en el hombre se convierte en la expresión de la voluntad divina que rige en el hombre, entonces la esfera de lo ético-moral se eleva a la esfera de lo ético-religioso. Así es como la ciencia espiritual antroposófica busca el camino hacia lo ético y lo religioso. Mañana hablaremos más de esto.

Traducido por J.Luelmo nov.2023


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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919