GA208 Dornach 30 de octubre de 1921- La Antroposofía como Cosmosofía vol II- -Cómo se asignan la cabeza, el torax y las extremidades a los signos del zodíaco

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La Antroposofía como Cosmosofía vol II 

RUDOLF STEINER

sexta conferencia

Dornach 30 de octubre de 1921

Hemos procurado ver al hombre en relación con el universo según su forma y según su vida. Hemos visto cómo el hombre está, por así decirlo, vinculado con el universo de diversas maneras, según la cabeza y según las extremidades. Todas estas cosas se aplican, por supuesto, esencialmente al período de desarrollo humano en el que nos encontramos, o sea el período post-atlante, y deben tener claro el hecho de que precisamente aquello que puede decirse sobre los fenómenos del mundo se aplica siempre sólo a determinadas épocas, porque el mundo está en desarrollo y cambia radicalmente en las sucesivas etapas de su desarrollo.

Hemos visto que en cierto sentido, el hombre se libera, con respecto a la forma, de su pertenencia al zodíaco, es decir, se alza fuera de la cabeza animal que se encuentra dentro del zodíaco, se gira, por así decirlo, en ángulo recto. Esta parte del ser humano, esta cabeza del ser humano, está llena de un ser de vida que por así decirlo, se inclina hacia lo inorgánico, la naturaleza sin vida. Es más o menos en esta parte del ser humano donde la vida perece, muere. Así que tenemos ante nosotros este final del hombre de tal manera que tanto la forma como la vida misma se separan de la conexión con el cosmos por este lado y que al separarse, se lleva a sí misma, por así decirlo, a una especie de letargo, a una especie de incipiente falta de vida.

Ahora bien, lo que llevamos con nosotros como seres humanos es esencialmente el resultado de un desarrollo pasado. Basta pensar primero en la individualidad del ser humano, y recordarán, como he explicado repetidamente, que la cabeza del ser humano es una metamorfosis del ser humano de otro curso anterior de su vida, que por lo tanto la cabeza señala el pasado, mientras que, como hemos tenido que subrayar, el ser humano de las extremidades señala el futuro.

También en otros aspectos es precisamente este extremo de la cabeza del ser humano el que nos remite a las extensiones cósmicas del pasado. Sabemos que la cabeza es la más excelente portadora de los órganos de los sentidos. Sabemos, sin embargo, que los órganos de los sentidos experimentaron su primer desarrollo durante el período del antiguo Saturno. Los sentidos más desarrollados, las formaciones sensoriales siguen siempre durante los períodos solar y lunar, pero los sentidos más desarrollados se remontan a los primeros tiempos del desarrollo cósmico en la tierra. Todo en la cabeza humana se remonta al pasado, y en cierto sentido se puede decir que el reino mineral se formó durante la existencia de la Tierra, y la cabeza humana, como formación más antigua, participa con mayor fuerza en esta mineralización del ser humano. Y al separarse del cosmos, el hombre conserva en cierto modo durante su vida entre el nacimiento y la muerte, por una parte, esta forma, que ya no está conectada con el cosmos, y, por otra parte, la vida moribunda y mineralizante.

Para que uno pueda decir: Si el hombre hubiera conservado su formación animal, es decir, si su cabeza hubiera permanecido en la dirección del zodíaco, si hubiera permanecido en él esa vida más poderosa que está en la cabeza animal, entonces el hombre sería en su cabeza enteramente un resultado de su prehistoria. Tendría, por así decirlo, algo en su cabeza que se vería inmediatamente como el resultado de toda la evolución cósmica pasada. Pero al arrancar de sí lo que recibió como resultado de la evolución cósmica anterior, destruye en cierto modo su pasado cósmico.

Y esto es algo extraordinariamente importante, que gracias a esas conexiones que pusimos ante nuestras almas ayer y anteayer, reconocemos cómo el hombre en su formación de la cabeza destruye básicamente su pasado cósmico. Es así, que dentro de su cabeza el hombre en verdad todavía va más allá del proceso real de mineralización a una especie de distribución extraordinariamente sutil de la materia. Por supuesto, las formaciones orgánicas también impregnan la cabeza. Debido a ello, esta atomización de la vida material incrustada en lo orgánico en realidad todavía va más allá de la etapa mineral.

diagrama 1
Si observamos correctamente la cabeza humana, debemos decir que esta cabeza es el crisol de un proceso que destruye la materia como tal. La materia es destruida, y por ello la cabeza como tal se convierte en portadora de la vida especial del alma. Sólo se puede decir: portadora de la vida especial del alma, pues es precisamente con referencia a la formación de la cabeza humana donde el punto de vista materialista, tal como suele aparecer, está bastante equivocado. Gracias a la presencia de la cabeza humana en el organismo, el hombre se convierte en portador de la vida pensante, de la vida imaginativa, y toda esta vida imaginativa se basa en el hecho de que la vida material está realmente atomizada. Pero debido a que la vida material está atomizada, tiene lugar un extraño proceso, que me gustaría presentar ante sus almas por medio de una imagen.

Piensen, -como ya he dicho, es una imagen, pero evocará ante sus almas el proceso tan sutil que estamos tratando-, piensen en un cuadro, por ejemplo, en la Madonna de Rafael. En él vemos, por supuesto, de lo contrario la pintura no podría existir en el mundo físico, lo que está plasmado en el lienzo, materialmente. Pero ahora piensen, el material de la Madonna Sixtina estaría totalmente atomizado, se desmoronaría hasta convertirse en polvo, y sin embargo podría seguir siendo un sutil entramado etéreo. Así que la Madonna Sixtina se atomizaría materialmente, pero todo lo que está pintado en esta materia, incluso con su colorido, seguiría siendo etéreo, y alguien que pudiera percibirlo etéricamente podría, a pesar de que la materia perdiera todo significado, percibir lo que queda como una estructura etérea.

Así es el proceso del pensar, así es el proceso en la formación del pensamiento. Cuando se es consciente con la conciencia ordinaria de un pensamiento, de una idea, este hacerse consciente de la idea, del pensamiento, se basa en el hecho de que al salir de todo el cosmos, como vimos ayer y anteayer, lo material pierde toda significación, el hombre se ve continuamente obligado a revivir su cabeza, por así decirlo, porque todos los detalles de la cabeza están continuamente en decadencia, en agonía. Y durante este morir, la parte etérica de la cabeza se eleva (ver diagrama 1, rojo exterior), y esta elevación de la parte etérica de la cabeza significa la captación de los pensamientos. Desempolvando, por así decirlo, los restos materiales y etéreos, el ser humano toma conciencia de su concepto.

Acuérdense de lo que dije: En los sentidos ya hay más o menos algo parecido a un aparato físico. El ojo es un aparato físico, sólo que está entretejido con el cuerpo etérico del ser humano. Allí ya es como lo describo ahora para el resto de la cabeza, para el tejido nervioso. De modo que podemos decir lo siguiente, -les ruego que consideren con mucha atención esta frase que voy a pronunciar ahora: En los sentidos, es decir, especialmente en los sentidos de la cabeza, hay un "ser" etérico separado que se entreteje durante la percepción. Así pues, en la medida en que vivimos en los sentidos, tenemos una especie de proceso etérico libre que tiene lugar en la esfera de los sentidos.

Por ejemplo, el ojo. Es un aparato físico, pero está impregnado por lo etérico. Y en esta impregnación de algo inorgánico, de algo que continuamente quiere desintegrarse, que en realidad representa algo mecánico, se diría sub-mecánico, en él vive libremente el ser etérico. Lo mismo ocurre con la región de los sentidos.

Para la región nerviosa, -que es la continuación de la región sensorial, solo que internamente-, es verdad que aunque la región nerviosa ha conectado más íntimamente el cuerpo etérico con la materia, toda nuestra vida nerviosa quiere convertirse continuamente en vida sensorial. Imagínense pues, que Ustedes ven, digamos, cualquier superficie coloreada. En primer lugar tienen la percepción sensorial. Aquí el cuerpo etérico teje libremente. Si ahora abandonan la percepción sensorial y se entregan a la vida nerviosa, todo el ser nervioso se convierte en un ser sensorial: la imaginación está presente en sus conciencias. Se podría decir que en la medida en que el hombre es un ser nervioso, se convierte en un ser sensorial mediante la imaginación.

Después viene la reacción. Los sentidos están orientados hacia lo físico. Ellos soportan la absorción continua. El organismo de los nervios absorbe lo que los sentidos le presentan. Se transforma en un ser sensorial. Pero al hacerlo se mata a sí mismo. Se convertiría en todo ojo o todo oído o algo así. Para que no se convierta en eso, el principio vital, el principio de vida del resto del organismo, lo impregna de nuevo. El ser humano deja que la imaginación se desvanezca, por así decirlo. Para que podamos decir: En el extremo de la cabeza el hombre destruye su pasado. En consecuencia, como hombre nervioso-sensorial, se convierte en portador de imágenes, tiene una experiencia de imágenes; una experiencia de imágenes que se entreteje en lo etérico.

Verán, si se procede de un modo científico espiritual y antroposófico, ciertamente se puede describir esta vida de pensamientos tal como se origina en la conciencia. Y es necesario recurrir a la antroposofía para describir esta vida de pensamientos en la conciencia.

Por consiguiente, podemos decir: Al desarrollar el extremo de la cabeza a efectos de la forma, el hombre lo hace desarrollándola en el sentido de que por un cierto periodo está expuesto a los efectos de aquellas fuerzas que se desarrollan en el cosmos cuando el sol está en el signo de Piscis, Aries, Tauro, etc.; pero el hombre alza la cabeza según la forma, y con ello evita convertirse en una cabeza animal, haciendo que adopte, podría decirse, la posición vertical humana, mientras que el animal permanece en el zodíaco.

Si observamos la vida, podemos decir: Hacia la cabeza, la vida se desarrolla bajo la influencia de los planetas exteriores, Saturno y Júpiter, como vimos ayer. Pero el hombre eleva su vida fuera de esto, y sucede lo siguiente: Si nunca estuvieran cubiertos por el sol, -recuerden lo que comenté ayer con respecto a Saturno y Júpiter-, entonces toda la vida nerviosa se convertiría cada vez más en vida sensorial. El hombre tendría ciertamente el sentido de la vista, pero continuaría en la vida nerviosa; tendría el sentido del oído, continuaría en la vida nerviosa - en la vida nerviosa la vida sensorial de los doce sentidos se desorganizaría caótica e inorgánicamente entre sí. Ahora bien, al cubrir estos planetas más exteriores, la vida nerviosa es desenganchada de la vida de los sentidos, y el hombre es capaz de comportarse de tal manera, como he dicho, haciendo que actúe conscientemente de forma arbitraria en la vida imaginativa, que se convierta, por así decirlo, en sentido, que vuelva a recordar siendo capaz de suprimir las representaciones arbitrariamente, etcétera.

De modo que podemos decir: En los sentidos hay un ser etérico separado que teje durante la percepción. En el organismo nervioso se teje una vida sensorial debilitada conectada con el cuerpo. Todo el asunto adquiere un carácter pictórico, porque aquello que tendría el efecto de que no se trata de un carácter pictórico, sino de un carácter material, se destruye por el hecho de que el hombre sale hacia la verticalidad humana, mientras que el animal permanece dentro del zodíaco. El animal sólo tiene conceptos oníricos, no conceptos pictóricos como el hombre. Y los conceptos oníricos son algo que brota del principio vital del organismo, mientras que los conceptos pictóricos se elevan puramente a la vida etérica libre, que ya no está conectada con el cuerpo físico. Ciertamente, hay que subrayar que, mediante la organización del ser humano, mediante la elevación del extremo cefálico fuera de las imágenes zodiacales y del tejido planetario, surge en el ser humano una vida etérica libre hacia el extremo cefálico; que esta vida etérica libre en la cabeza es entonces impregnada primero por el cuerpo astral, por el yo, que participa así en el tejer del pensamiento y de la representación del cuerpo etérico.

Esto ya hace que podamos ver cómo se capta lo espiritual cuando se sabe que la vida pensante en el hombre es una vida espiritual, es decir, no participa de la vida material.

Vayamos avanzando un poco mas. Hemos mostrado que el ser humano se desarrolla hacia un lado en términos de forma y vida. Ahora queremos ver el otro lado. Anteayer vimos cómo el hombre desarrolla su actividad exterior como hombre de las extremidades. Les mostré que el hombre, -y para ello tuvimos que remontarnos a las condiciones griegas- es activo como cazador, como criador de animales, como agricultor, como comerciante que surca los mares. En esta actividad humana, sin embargo, el hombre persiste luego sustrayéndose a la influencia de los correspondientes signos zodiacales de las estrellas fijas. Por contra el animal permanece bajo la influencia de Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis. De manera que los animales se desarrollan en su forma de tal manera que se orientan hacia lo terrenal, se desarrollan tal como son. Si ustedes estudian el zodíaco, podrán reconocer por qué los animales han formado su sistema de extremidades de una determinada manera.

El hombre forma su sistema de extremidades de tal manera que lo orienta hacia lo terrestre, cuando estas imágenes zodiacales están justo debajo de lo terrestre, cuando la tierra está durante algún tiempo allí en el zodíaco en el hemisferio norte. En consecuencia, los continentes también pueden ser habitados geográficamente de diferentes maneras. Pero lo que el hombre desarrolla en un lugar puede transferirlo a otro. Lo que se desarrolla aquí debe, por supuesto, aplicarse a los tiempos antiguos; para el presente las diferentes formas del hombre en la tierra están mezcladas, y cuando se estudia geografía hoy en día ya no se tiene una imagen pura de lo que es el hombre en conexión con el macrocosmos. El ser humano, por su parte, se sustrae a la línea zodiacal. Se lleva a sí mismo, por así decirlo, al otro lado, a la verticalidad humana. Y mientras permanece totalmente expuesto con su extremo de la cabeza, en la forma, tanto a los signos zodiacales como a los planetas exteriores, se retira tanto de la influencia planetaria como de la influencia del zodíaco, situándose sobre la tierra y dejando que el otro lado sea cubierto por la tierra. Saturno y Júpiter ejercen un efecto sobre el hombre haciendo brillar su luz sobre la tierra. El ser humano, que tiene una vida de imagen en su extremo de la cabeza, también recibe las imágenes de estos mundos estelares, al igual que recibe las imágenes de los movimientos planetarios desarrollando su ser de vida hacia el extremo de la cabeza. Allí desarrolla una vida de imágenes y recibe también las imágenes del cosmos, del macrocosmos.

Desde el otro lado no recibe las imágenes. Por eso surgen las formas que mostré anteayer, que son las extremidades, las formas opuestas de las formas de la cabeza. Y también desarrolla actividades que eluden la influencia macrocósmica, que no permiten que esta influencia macrocósmica llegue hasta él.

Ahora bien, si podemos decir que el hombre destruye su pasado en el extremo de la cabeza, ocurre lo contrario en el extremo de las extremidades. Si el hombre estuviera sobre una tierra transparente, de modo que el movimiento zodiacal y planetario pudiera afectarle también desde el otro lado, entonces, en primer lugar, no podría desarrollar actos independientes y libres. Estaría bajo la influencia de la vida planetaria y de las estrellas fijas. Sólo gracias al hecho de que la Tierra cubre esta vida planetaria y de estrellas fijas consigue el libre desarrollo de su actividad. Pero también, si estuviera totalmente expuesto a ella, (la tierra), precisamente con su vida particular, con su vida terrestre siempre repetida, desarrollaría en su sistema de extremidades una vida leñosa, una vida fuertemente endurecida. No sería capaz de atomizar la materia, sino que la materia orgánica se endurecería antes de madurar. En realidad, el ser humano sólo tendría miembros que seguirían queratinizándose de forma completamente distinta, como los cascos de los caballos o el ganado, hasta el cuerpo. El hombre se aleja de esta cornificación por el hecho de que se desmarca del zodíaco.

Sin embargo, se produce el proceso inverso que con arreglo al extremo de la cabeza. Con arreglo al extremo de la cabeza, el pasado se destruye, la materia se atomiza. Con arreglo al extremo de las extremidades, el hombre se desarrolla de tal manera que no permite que la materia alcance la plena madurez cósmica. Se queda atrás. La retiene. Sólo tenemos dedos en las manos, sólo tenemos dedos en los pies, porque no permitimos que nuestras extremidades crezcan. Si las dejásemos crecer, no sólo estarían cubiertas de uñas, sino que estarían completamente rígidas, queratinizadas. Por eso las retenemos antes. Reteniendo así nuestras extremidades, podemos desarrollar en ellas la voluntad, que es entonces la disposición para las siguientes vidas en la tierra. Si dejáramos que el ser humano madurara como un hombre de extremidades, entonces la vida finalizaría con nuestra única vida terrenal. Preservamos lo que ha de continuar en el futuro al no permitir que nuestro hombre de las extremidades madure plenamente. Así que aquí tiene lugar lo contrario: mientras que con arreglo al extremo del pensar la vida anímica se convierte en una vida de representaciones, en realidad, si se me permite expresarme de forma aproximada, con arreglo al extremo de las extremidades, me gustaría decir la vida sigue siendo carnalmente material, orgánicamente materialmente joven.

No envejece, ni se queratiniza, permanece joven. Puesto que permanece joven, la materia puede entonces desprenderse, y la imagen del niño pasa a través de la muerte a la siguiente vida en la tierra. Allí puede desarrollarse la voluntad. Ahí está el extremo de la voluntad. De modo que podemos decir: El extremo de la voluntad del hombre es la formación orgánica que no ha llegado a su fin. - Si podemos hablar aquí (en el extremo de la cabeza) de la imagen, entonces debemos hablar de otra cosa. ¿Qué es la formación orgánica que no ha llegado a su fin? Un germen. Porque el germen puede seguir desarrollándose. Mientras que en el extremo de la cabeza tenemos algo como una concha de ostra, como algo que se ha separado como materia y es materia pura, después del extremo de las extremidades tenemos algo como los gérmenes. 
diagrama 2

Aquí (arriba) podemos decir: Experimentamos lo etérico puro, la imagen. Aquí (abajo) no experimentamos la imagen, sino que experimentamos la vida germinal. (Véase diagrama 2.) Aquí experimentamos estar conectados con la materia. Por eso también podemos mover nuestros miembros, porque estamos conectados con la materia. El ser humano no puede moverse mucho en la cabeza, a lo sumo en la medida en que sus sentidos se remodelan en miembros y el ser humano es también en la cabeza un hombre de extremidades. Todo se interpenetra, cada miembro interpenetra a los demás. En cierto sentido, los ojos también son manos, en la medida en que pueden moverse. Pero en la cabeza no hay mucho movimiento, la cabeza es en su mayor parte inmóvil, y los lóbulos del cerebro y similares están sobre todo, digamos, sustraídos al movimiento voluntario. Pero también hay poco movimiento en la parte externa de la cabeza, y es una rareza si una persona puede mover ciertos músculos del oído; puede ser extraordinariamente brillante con ellos.

Esta experiencia en la materia no permite que surja la conciencia. Pero a través de ella somos capaces de desarrollar la voluntad. De modo que aquí (arriba) destruimos la materia, pero aquí (abajo), cuando la materia se desprende de nosotros en la muerte, conservamos los gérmenes como fuerza para las siguientes vidas terrestres.

Ayer describimos la parte intermedia, por un lado, como ser respiratorio cuando consideramos la vida, o ser circulatorio. Después vimos cómo esto es asignado como forma a lo que se encuentra entre las imágenes zodiacales superiores y las imágenes zodiacales inferiores.

Por consiguiente, si se piensa en el cielo de estrellas fijas para el tiempo presente como representado de la siguiente manera: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario, Piscis - entonces tendríamos que asignar a la cabeza estos cuatro signos zodiacales (Piscis, Aries, Tauro, Géminis, ver diagrama 3), y bajo su influencia la cabeza está dotada de una primera vida en el sentido de aquellos movimientos planetarios que están por encima de la tierra. De modo que la cabeza tiene una experiencia en imágenes, una experiencia imaginativa como alma. Los otros cuatro signos opuestos actualmente, -para el griego sería algo diferente-, serían entonces Virgo, Libra, Escorpio y Sagitario. Y entonces tendríamos para el ser humano rítmico lo que está en medio, igual que tenemos a Marte y Mercurio como nivel intermedio de la vida planetaria, los planetas que están en medio.
diagrama 3

Ahí, podemos decir, el ser humano es tal que oscila entre la imagen y el germen interior. La vida respiratorio-circulatoria nos muestra esto, diría yo, maravillosamente, como en una imagen exterior. El ser humano absorbe el oxígeno vigorizante que está relacionado con su organismo de las extremidades, con toda la motricidad que hay en él. Combina el oxígeno con el carbono. El carbono tiene primeramente un efecto estimulante sobre la vida nervioso-sensorial como algo mortífero, luego es expulsado como algo que muere. Ahí tenemos continuamente ya materialmente la vida más extrema en el oxígeno, la muerte más extrema en el carbono: Morir - revivir, morir - revivir. La vida oscila entre morir y revivir.

Sin embargo, es anímicamente como experimentamos interiormente algo que, por un lado, al igual que la vida del pensar, es algo puramente etérico; pero el cuerpo etérico capta ciertas formaciones, formaciones glandulares. Estas glándulas segregan materia. Es algo que sucede físicamente de tal manera que el cuerpo etérico actúa sobre las glándulas. Las glándulas no se conectan con la vida etérica de la misma manera que los músculos, por ejemplo, los cuales pertenecen preferentemente al organismo de las extremidades, sino que mediante la vida etérica que se apodera de las glándulas, éstas segregan materia.

Así que no consiste en una fusión completa de la vida etérica con la vida material. Es una transición. Es una captación de la materia, pero al mismo tiempo una resistencia de la materia, una separación de la materia. Si estudian ustedes el músculo, o estudian el hueso, que pertenecen al sistema de las extremidades, entonces lo tienen de tal manera que la materia está estrictamente, -sobre todo en el hueso-, permeada por el cuerpo etérico del ser humano. Nada se atomiza allí, todo permanece fresco y vivo. Allí la materia es tomada directamente por el cuerpo etérico del ser humano. En cambio, en la cabeza nada se apodera de la materia, sino que, a medida que la cabeza se desarrolla, la materia se atomiza. El tejido etérico libre se desarrolla como vida pensante. Cuando el cuerpo etérico se apodera de las glándulas, se conecta con las glándulas, pero éstas no lo sufren; lo sufre el músculo. El músculo absorbe el cuerpo etérico. La glándula no lo sufre; inmediatamente segrega materia y vuelve a expulsar el éter. Ésta es, anímicamente, la vida emocional, (véase diagrama 2).

Para que ahora podamos describir realmente cómo procede la vida de las imaginaciones. La vida del pensar procede de tal manera que no se pretende la materia, que sólo llega a lo etérico y es en lo etérico donde vive la conciencia. La vida emocional procede de tal manera que el cuerpo etérico se apodera de la vida glandular, pero la vida glandular no la sufre. Pero mientras que el cuerpo etérico desaparece en la vida glandular antes de que surta efecto la secreción propiamente dicha, el ser humano no tiene su cuerpo etérico; su cuerpo etérico desaparece en las glándulas. El ser humano, por lo tanto, sólo se experimenta a sí mismo en su yo y en su cuerpo astral.. Y lo mismo ocurre con el sentir.


Así que cuando tenemos las imaginaciones de la vida del pensar: la vida del cuerpo físico es desechada, el ser humano se experimenta a sí mismo en el cuerpo etérico, en el cuerpo astral, en el Yo, -en la cabeza humana está el Yo, que teje a través del cuerpo astral, que teje a través del cuerpo etérico, expulsando lo físico; así el Yo con la ayuda del cuerpo astral experimenta los pensamientos, el pensar, en el cuerpo etérico.

El cuerpo de emociones: Allí el cuerpo etérico es retirado del ser humano, cuando el cuerpo etérico se apodera de la glándula; hasta que la glándula ha segregado completamente, el cuerpo etérico es entonces retirado del ser humano. Él está dentro del cuerpo físico. Allí el ser humano sólo tiene el cuerpo astral y el yo para su experiencia consciente interior. Lo experimenta emocional y soñadoramente porque está sumergido en el cuerpo físico.

Ahora llegamos a la vida volitiva. Aquí tiene lugar realmente la inmersión del hombre con su cuerpo etérico en la materia orgánica. Pero en el estado de vigilia el cuerpo etérico lleva además consigo el cuerpo astral. Esto permite al ser humano ponerse en movimiento, llevando consigo el cuerpo astral a la materia. Allí el cuerpo astral también se retira del ser humano, y éste sólo experimenta el yo en la conciencia.

Como ven, encontramos una conexión completa entre la vida del alma y la vida del cuerpo. Sólo tenemos que tener claro desde el conocimiento antroposófico cómo el yo, el cuerpo astral y el cuerpo etérico participan en el cuerpo físico, entonces nos damos cuenta de la diferencia entre la vida anímica del pensar, la vida anímica del sentir y la vida anímica de la voluntad y descubrimos que la vida anímica del pensar está en la parte moribunda del organismo, que se ha arrancado a sí misma del mundo superior de las estrellas fijas y del mundo planetario superior, atomiza el pasado y se convierte así en una experiencia en representaciones. En la región media, en el ser humano rítmico, el ser humano puede, por una parte, experimentar el pasado y, por consiguiente, también el macrocosmos que se ha formado a partir del pasado. Pero por el hecho de que tiene lugar un proceso rítmico continuo, ya sea una conexión rítmica del oxígeno con el carbono o una incautación de las glándulas y secreción de las glándulas, el ser humano reacciona a ello. El microcosmos, o sea, el ser humano individual, reacciona a ello adueñándose y apoderándose de la vida macrocósmica del ser humano, segregándola. El hombre vive rítmicamente no sólo para sí interiormente, él vive en rítmicamente en sintonía con el universo, se abre al universo, lo acoge en sí mismo. Al acoger el universo en su interior, hace de él un ser individual a medias, ya que oscila rítmicamente entre el macrocosmos y el microcosmos. Esto es vivir y tejer en el sentir. E incluso se puede ver con bastante claridad cómo lo material-físico del organismo interactúa con lo anímico-espiritual. En la vida de la voluntad es donde más se apodera lo material-físico, donde el ser humano es en su mayor parte mero microcosmos, donde con su propia actividad se retira completamente de la actividad macrocósmica.

Si se vive en el hemisferio norte, como es nuestro caso, él se aparta de las otras estrellas fijas y de los otros planetas; de manera similar en el hemisferio sur, todo el asunto se invierte, y de esta manera el hombre como hombre de las extremidades, viviendo como tal entre el nacimiento y la muerte, es enteramente microcosmos, tiene un mundo para sí mismo, que por lo tanto también puede trasladarse a un futuro. Ahora desarrolla el miembro más joven de la vida anímica, la voluntad, que todavía necesita el apoyo del cuerpo físico, que sólo permite que el yo llegue a sí mismo, mientras que el cuerpo astral y el cuerpo etérico se hunden en el cuerpo físico.

Nadie comprenderá la vida del alma si no puede captarla de tal manera que pueda distinguir entre el yo, el cuerpo astral y el cuerpo etérico; porque nunca la vida del pensar, la vida del sentir o la vida de la voluntad parecerán comprensibles a nadie sin que la materia sea captada de una manera tan interiormente concreta. Si uno rechaza esta constatación en la actualidad, ¿Qué sucede entonces?

Entonces vienen los representantes oficiales de las distintas instituciones y le dicen a la gente: En realidad, no se puede saber nada sobre el alma, si bien, no obstante, hay que suponer a partir de ciertos fenómenos que existe tal cosa parecida al alma, un "psicoide". Luego se plantan y explican, al igual que Descartes y Spinoza, cómo interactúan, pero se quedan con lo abstracto: por un lado el cuerpo, por otro el alma. Nunca se puede entrar en esto, porque en la vida del pensamiento el alma interactúa con el cuerpo de forma diferente a la vida emocional y a la vida de la voluntad, y porque no se puede comprender esta interacción si simplemente se confunde toda la vida del alma y se habla de un "psicoide" en lugar de entrar en esta configuración, en esta concretización de la vida, a saber, en yo, cuerpo astral y cuerpo etérico. Hoy en día hay un rechazo terrible, yo diría, de la verdad, pero luego hay un mero balbuceo y una lucha contra el fechnerismo en parte, por otra parte se habla de "psicoide". Es como si alguien se abstuviera de mirar al hombre y hablara del "antropoide" porque quiere evitar hablar del anthropos. En el fondo, tal ciencia no es antroposofía, sino antropoidesofía, psicoidología.

Si realmente se adentran en la vida anímico-espiritual, entonces se puede señalar en detalle lo que la gente llama "interacción" y demás. Entonces uno se hace una idea real de las cosas, y no basta, diría yo, con exponer anatómicamente lo que se corta del hígado y lo que se corta del cerebro y ponerlos uno al lado del otro como tejidos abstractos, sino que hay que saber cómo el ser humano en el extremo de la cabeza se relaciona con todo el macrocosmos de un modo diferente que en el extremo de las extremidades. En el extremo de la cabeza lo atomiza, allí destruye el pasado. En el extremo de las extremidades no permite que su tendencia al crecimiento llegue a su fin, sigue siendo un germen.

Es muy terrible cuando la gente especula sobre la naturaleza del cuerpo así como sobre la naturaleza de lo anímico-espiritual excluyendo una visión realista, y luego básicamente hablan con términos anticuados añadiéndoles la terminación "oids" y no comprenden realmente de lo que están hablando. Hoy en día hay gente que ya ni siquiera tiene idea de cómo pasar de una palabra a un concepto. En Alemania, por ejemplo, en todas partes, en las comunidades religiosas libres y en las comunidades monistas, que son en realidad asociaciones que viven del agua de lavado de la ciencia natural materialista de los años sesenta y setenta del siglo XIX, se organizan conferencias por doquier a cargo de un hombre, Arthur Drews es su nombre, que en realidad está constituido así: él estudió en su día la filosofía de Hartmann, -siempre bailó alrededor de Hartmann en su juventud-, pero en el fondo sólo absorbió las palabras de esta filosofía hartmanniana. Estas palabras son como un conjunto de cosas automáticas en su cabeza, dando vueltas, y no tiene ni idea de cómo llegar de la palabra a ningún concepto. Y con estas palabras de la filosofía de Hartmann girando en su cabeza como autómatas, critica la antroposofía.

Estos son los frutos de la civilización actual, los frutos de la educación actual, que se niega en redondo a ocuparse realmente de cómo se puede llegar a comprender la conexión del hombre con el cosmos, de modo que se describa y también se comprenda la forma del hombre y la vida del hombre a partir del cosmos, cómo la particular separación del hombre del cosmos tiene el efecto de que por un lado puede desarrollar el ser anímico imaginativo pictórico en una vida moribunda y por otro puede desarrollar el elemento anímico volitivo en una vida que permanece germinal.

En realidad, a quienes hoy se dedican a la ciencia oficial estas cosas les suenan como algo que no pueden entender. En realidad, uno debería abstenerse de suponer que los que han llegado a cierta edad en la ciencia oficial todavía pueden encontrar su camino en tales cosas, porque por regla general, -y recalco lo de por regla general-, han perdido todos los conceptos y por lo tanto toda la realidad de su caleidoscopio de palabras. Porque tales conferencias sobre psicoides en el fondo no son más que caleidoscopios de palabras para los que ven a través de la realidad; lo que allí se discute sobre Descartes, sobre Spinoza y así sucesivamente hasta Fechner en realidad no tiene ninguna conexión interior, son caleidoscopios de palabras. Pues lo que podría dar un sentido interior a estos retazos de palabras que giran como un caleidoscopio es precisamente la comprensión del yo, del cuerpo astral, del cuerpo etérico, etcétera. Uno casi siente pena de tener que hablar del presente de esta manera; pero es precisamente en lo que concierne a la llamada vida espiritual donde hay que hablar de este presente de esta manera. Los filósofos han perdido el rumbo porque hace unas décadas perdieron los conceptos de sus palabras. Ahora se les ha ocurrido nombrar científicos naturales para los púlpitos filosóficos al estilo actual. Entonces tienen que transmitir la filosofía. <Empezó con Mach, y uno de los principales representantes de este tipo en la actualidad es Driesch. Dado que los filósofos ya han perdido todo contenido en sus cabezas, mientras que los científicos naturales al menos aún disponen de la observación sensorial externa, es por lo que los científicos naturales han sido llamados a los púlpitos filosóficos. Por supuesto, hablan de filosofía con aún menos contenido que los filósofos. Los filósofos al menos aún tenían las palabras. Pero ya se ha producido un extraño desarrollo. Hemos visto que la filosofía de la primera mitad del siglo XIX, que todavía estaba llena de contenido, se ha evaporado por completo en los héroes de la palabra, digamos del tipo de Kuno Fischer. Pero en la época de Kuno Fischer, los filósofos seguían enseñando en los púlpitos. Ya no había contenido interior en esta filosofía. 

Pero lo que es absolutamente necesario es que veamos a través de esta conexión, que nos demos cuenta de que tiene que haber al menos algunas personas en el mundo que vean a través de todas las patrañas de los psicoides y que sepan lo profundamente atascados que estamos en la decadencia, especialmente en lo que respecta a nuestra educación culta.

Uno no puede saber esto con suficiente fuerza; y creo que es bueno que ustedes profundicen en lo que he tratado de poner ante sus almas en estas tres conferencias, a saber, cómo el hombre, por una parte, a través de su forma exterior, a través de su vida, parecía vincularse con el universo, pero renuncia al universo por ambos lados para fundirse sólo como hombre rítmico en el ritmo del universo; Renuncia a él para desarrollar por un lado la vida del pensar como vida de la representación, es decir, libre de la materia, y por otro lado para desarrollar la vida de la voluntad de tal modo que conserve la materia en germen, para que no adopte ya la forma rígida que puede imponerle el macrocosmos, de modo que el hombre en este extremo se conserve todavía móvil y se desarrolle desde la tierra hasta la existencia de Júpiter, Venus y Vulcano, de modo que el hombre se conserve en una forma móvil para desarrollarse transversalmente.

Si ustedes mantienen esto unido, entonces verán cómo en realidad lo que surge en la Antroposofía como conocimiento quiere apoderarse en primer lugar del sentimiento de verdad del hombre, en segundo lugar del sentimiento estético cuando se estudia al hombre como forma, tal como la forma surge del macrocosmos, y en tercer lugar también según la dirección del bien y de la vida religiosa. De estas tres conferencias les quedará claro con qué profunda justificación se ha dicho a menudo aquí en los cursos y en otras partes que debe buscarse una síntesis, una unión, una armonía de la religión, el arte y la ciencia. Pero una unificación de religión, arte y ciencia no puede lograrse sin elevarse a una cosmología real que nos aclare lo que el hombre es en forma y vida.

Necesitamos también una teoría de la libertad en relación con el alma, que nos muestre lo que es el hombre al separarse del macrocosmos hacia sus dos extremos, hacia sus dos polos. Y por otra parte, necesitamos la concienciación de lo que el hombre desarrolla en libertad hacia el futuro del mundo, hacia lo que sustituirá a la tierra en el macrocosmos. Esto desarrolla entonces sentimientos, emociones profundamente religiosas.

Para que el hombre logre una verdadera ascensión en nuestra cultura, necesita en primer lugar una cosmología que abarque al hombre mismo, que no deje al hombre al margen, como hace nuestra cosmología actual. Necesitamos una doctrina de la libertad, y necesitamos una ética que sea capaz de mostrar cómo la bondad inherente a ella es la semilla de los mundos. Necesitamos una ética que contenga realidad, no meros valores abstractos, sino valores que tengan el poder de realizarse a sí mismos. La cosmología, la doctrina de la libertad y la ética son lo que el hombre necesita para elevarse.

Traducido por J.Luelmo nov.2023

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919