GA238 Dornach, 16 de septiembre de 1924 Relaciones Kármicas vol. IV La individualidad de Juliano el apostata

 

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Relaciones kármicas:
GA238 - Volumen IV



VI conferencia 


La individualidad de Juliano el Apóstata - Herzeleide - Tycho Brahe. Los ídolos demoníacos de Bacon of Verulam. Un culto suprasensible a finales del siglo XVIII y XIX, que fluye hacia imaginaciones reales de tipo espiritual. Inspiración procedente de la individualidad de Juliano el Apóstata - Tycho Brahe. Schelling. Jacob Frohschammer. Fin de siglo.

Dornach 16, de septiembre de 1924

Hoy deseo continuar con el tema que les presenté anteayer. Estábamos trazando el hilo de la evolución que entra en la vida espiritual del tiempo presente, y lo dejamos con la individualidad de Juliano el Apóstata. Les dije que esta individualidad se encarnó a continuación en uno que sólo es conocido por relatos legendarios, cuyo secreto está contenido en la leyenda de Parsifal, con el nombre de Herzeleide. En esta vida como Herzeleide, el alma de Juliano el Apóstata entró en una vida interior mucho más profunda. La vida anímica de la individualidad se profundizó, como en verdad era necesario después de las muchas tormentas y estados de ánimo internos de oposición que había sufrido en su vida como Juliano el Apóstata.

Pero esta vida posterior de la que les hablaba, -esta vida como Herzeleide-, se extendió sobre la vida anterior que había tenido como Juliano el Apóstata con un efecto embalsamador. Así, el alma se hizo más intensa, profunda e interior, y se enriqueció también en múltiples impulsos de la vida interior.

Ahora bien, esta alma se contaba entre las que habían transmitido algo de los antiguos Misterios. Juliano había vivido dentro de la esencia de los antiguos Misterios en una época en la que su luz era aún radiante en muchos aspectos. Por lo tanto, había recibido en sí mismo mucha espiritualidad del cosmos. Todo esto había sido como empujado hacia atrás durante la encarnación como Herzeleide; pero no por ello estaba menos pulsando hacia adelante en el alma, y así encontramos la misma individualidad de nuevo en el siglo XVI; encontramos surgir en él una vez más, en una forma cristianizada, lo que había experimentado como Juliano el Apóstata. Pues la misma individualidad reaparece en el siglo XVI como Tycho de Brahe, y se enfrenta cara a cara con la concepción copernicana del mundo que surge en la civilización occidental en esa época.

La individualidad de la que estoy hablando, que ahora se había reencarnado en Tycho de Brahe, no podía someterse a esto. Por eso vemos a Tycho de Brahe aceptando en su concepción del mundo lo que es útil del copernicanismo, pero rechazando el movimiento absoluto de la tierra que se le atribuye según la imagen copernicana del mundo. En Tycho de Brahe vemos estas cosas unidas a la verdadera espiritualidad. Cuando consideramos el curso de su vida, queda claro cómo se abre paso con fuerza un karma de la antigüedad en la vida de Tycho de Brahe, tratando de penetrar en la esencia de su conciencia. Tal es su espiritualidad. Hemos de recordar cómo sus parientes daneses trataron de retenerlo a toda costa en la profesión de abogado, y vemos cómo, viviendo como tutor, roba las horas de la noche para estar en comunión con los dioses. Y aquí aparece algo extraordinario. Todo esto está contenido en su biografía. Veremos en seguida cuán profundamente significativo es para una verdadera estimación de esta individualidad de Tycho de Brahe - Juliano - Herzeleide. Con los instrumentos más primitivos ideados y fabricados por él mismo, descubre considerables errores de cálculo que habían afectado a la determinación de las órbitas de Saturno y Júpiter. Tenemos esta notable escena en la vida de Tycho de Brahe. Siendo un joven con los instrumentos más primitivos, con los que otras personas ni soñarían en intentar lograr algo, se siente impulsado un día a buscar los lugares exactos de Saturno y Júpiter en los cielos. En su caso todas estas cosas están fuertemente impregnadas de contenido espiritual. Y este contenido espiritual le lleva a una concepción del universo como la que debemos tener si nos esforzamos de nuevo por llegar a la ciencia moderna de la Iniciación, cuando por fin llegamos a hablar de seres espirituales como hablamos de hombres físicos en la tierra. Porque, en realidad, podemos encontrarlos siempre, y de hecho sólo hay una diferencia de calidad de ser entre las individualidades que están ahora en el plano físico y las que están desencarnadas, viviendo entre la muerte y un nuevo nacimiento.

Estas cosas despertaron en Tycho de Brahe una visión extraordinariamente profunda y penetrante de las conexiones espirituales. Me refiero a las conexiones que aparecen cuando ya no consideramos todo en la tierra como si fuera causado sólo por impulsos terrenales, y viceversa considerando las estrellas sólo en cálculos matemáticos, sino cuando percibimos la interacción de los impulsos de las estrellas con los impulsos históricos dentro de la humanidad. En el alma de Tycho de Brahe vivía instintivamente lo que había traído consigo de su vida como Juliano el Apóstata. En esa vida anterior no había estado impregnada de racionalismo o intelectualismo. Había sido intuitiva, imaginativa, pues tal era la vida interior de Juliano el Apóstata. Con todo esto logró hacer algo que causó una gran sensación.

Él no logró impresionar a sus contemporáneos con sus opiniones astronómicas, que diferían de las de Copérnico, ni con sus otros logros astronómicos. Observó innumerables estrellas e hizo un mapa de los cielos que permitió a Kepler alcanzar sus grandes resultados. Kepler descubrió sus famosas leyes basándose en el mapa estelar de Tycho de Brahe. Pero ninguna de estas cosas pudo impresionar tanto a sus contemporáneos como un descubrimiento relativamente poco importante en sí mismo, pero muy sorprendente. Predijo casi al día la muerte del sultán Solimán, que después ocurrió tal como él la había predicho. Aquí vemos antiguas percepciones trabajando en un tiempo posterior en una intelectualidad espiritual. Las percepciones que Juliano el Apóstata había recibido se iluminan de nuevo en la época moderna en Tycho de Brahe. Tycho de Brahe es una de las almas humanas más interesantes. En el siglo XVII atravesó la puerta de la muerte y entró en el mundo espiritual. Ahora, en las corrientes espirituales que he descrito como las de Michael, este ser, Tycho de Brahe - Juliano el Apóstata - Herzeleide, emerge constantemente. En una u otra de las funciones suprasensibles está, de hecho, siempre allí. De ahí también que lo encontremos en esos grandes acontecimientos del mundo suprasensible de finales del siglo XVIII y principios del XIX que están relacionados con esta corriente de Michael.

Ya les hablé de la gran Escuela de Instrucción Suprasensible de los siglos XV y XVI, que estuvo bajo la égida del propio Michael. Entonces comenzó para los que habían estado en esta Escuela una vida que siguió su curso de tal manera que las actividades y fuerzas desarrolladas en el mundo espiritual descendieron a lo físico, trabajaron en conexión con el mundo físico. Por ejemplo, en la época que siguió inmediatamente al período de la Escuela suprasensible de Michael, se asignó una tarea importante a una individualidad de cuya vida continuada he hablado a menudo - me refiero a la individualidad de Alejandro Magno.

Ya he hablado, también aquí en Dornach, de Lord Bacon de Verulam como la reencarnación de Haroun al Raschid. Sabemos cuán intensa y determinante fue la influencia de las concepciones de Bacon sobre toda la evolución posterior de la vida espiritual, especialmente en sus impulsos y movimientos más refinados. Ahora bien, lo notable es que en el propio lord Bacon se produjo algo que podemos describir como una eliminación mórbida de la antigua espiritualidad. Pues él poseía tal espiritualidad cuando era Haroun al Raschid.

Y así vemos, procediendo del impulso de Lord Bacon, todo un mundo de seres daemónicos. El mundo estaba literalmente lleno suprasensible y sensiblemente de seres daemónicos. (Cuando digo "sensiblemente" no me refiero, por supuesto, visiblemente, sino dentro del mundo de los sentidos).

Ahora correspondía principalmente a la individualidad de Alejandro hacer la guerra contra estos ídolos daemónicos de Lord Bacon, Francis Bacon de Verulam. Y actividades similares, sumamente importantes, estaban teniendo lugar en la Tierra. De lo contrario, el materialismo del siglo XIX habría irrumpido en el mundo de un modo mucho más devastador de lo que lo hizo. A la corriente de Michael se le asignaron actividades similares, que tenían lugar tanto en el mundo espiritual como en el físico, hasta que finalmente, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, tuvo lugar en las regiones suprasensibles lo que ya he descrito como la representación de un gran y sublime ritual y ceremonia suprasensibles.

En el mundo suprasensible de aquella época se instituyó y representó un culto en imaginaciones reales de tipo espiritual. Así podemos decir: A finales del siglo XVIII y principios del XIX, en la vecindad inmediata del mundo físico de los sentidos, se produjo un gran acontecimiento suprasensible, consistente en actos rituales suprasensibles, en el despliegue de poderosas imágenes de la vida espiritual de los seres del universo, los Seres de las Jerarquías, en relación con los grandes trabajos etéricos del universo y los trabajos humanos sobre la tierra. Digo "en la vecindad inmediata", queriendo decir, por supuesto, contiguo a este mundo físico en un sentido cualitativo, no espacial. Es interesante ver cómo en un momento muy favorable fluyó en el espíritu de Goethe una pequeña imagen en miniatura de este culto y acción suprasensibles. Transformada y cambiada y en miniatura tenemos esta imagen plasmada por Goethe en su cuento de la Serpiente Verde y el Lirio Hermoso

Hubo, pues, una gran acción suprasensible en la que tomaron parte aquellos que, por encima de todo, habían participado en la corriente de Michael, en todas las revelaciones suprasensibles y sensibles, de las que les he hablado. Ahora bien, aquí una y otra vez la individualidad que estuvo presente por última vez en la tierra en Tycho de Brahe, desempeña un papel muy grande. Y fue su constante lucha por preservar los grandes y duraderos impulsos de lo que llamamos paganismo, de la antigua vida de los Misterios. Fue su esfuerzo por preservarlo en efecto hacia una mejor comprensión del Cristianismo. Había entrado en el cristianismo cuando vivía como el alma de Herzeleide. Ahora se esforzaba por introducir en la concepción cristiana todo lo que había recibido a través de su iniciación como Juliano el Apóstata. Pues era esto especialmente lo que les parecía tan importante a las almas de las que he hablado. Las muchas almas que hoy se encuentran en el Movimiento Antroposófico o que se esfuerzan sinceramente hacia este Movimiento, están unidas a todas estas corrientes espirituales. Por su propia esencia y naturaleza se sienten atraídas por la Escuela de Michael, y Tycho de Brahe tuvo una gran influencia en ello. A finales del siglo XIX y principios del XX, especialmente a finales del siglo XIX, estas almas han descendido a la tierra, preparadas no sólo para sentir al Cristo tal como es sentido en las diversas Confesiones, sino para sentirlo y contemplarlo como el Cristo Cósmico en su majestad y gloria universales. Para ello, las almas fueron preparadas incluso suprasensiblemente, entre la muerte y el nuevo nacimiento. Fueron preparadas por influencias tales como la de Tycho de Brahe, del alma que se encarnó por última vez en Tycho de Brahe.

Por consiguiente, esta individualidad desempeñó continuamente un papel extraordinariamente importante dentro de la corriente de Miguel.

Las almas miraban constantemente hacia el advenimiento del dominio de Michael. Miraban hacia él en la antigua Escuela suprasensible de los siglos XV y XVI, y miraban hacia él de nuevo durante la promulgación de esa ceremonia suprasensible que debía introducir y, por así decirlo, consagrar desde los mundos espirituales el subsiguiente dominio de Michael sobre la tierra. Ahora bien, como ya he indicado, un gran número de almas dotadas platónicamente han permanecido en los mundos espirituales desde la época en que trabajaron en Chartres. (He colocado aquí para su inspección hoy otras imágenes de la serie de Chartres que recibí. Son imágenes de los Profetas y también de la maravillosa arquitectura de Chartres). Las individualidades de los maestros de Chartres, que eran de tendencia platónica, permanecieron en el mundo espiritual. Fueron más bien los aristotélicos quienes descendieron a la tierra, encontrando su camino en gran parte en la Orden Dominica. Luego, después de cierto tiempo, se unieron de nuevo con los platónicos en el mundo espiritual y siguieron trabajando junto con ellos suprasensiblemente, desde el mundo espiritual. Así podemos decir: las almas de carácter platónico se han quedado atrás. No han vuelto a aparecer en la Tierra, al menos no las individualidades más importantes de entre ellas. Están esperando hasta finales de este siglo. Pero, por otra parte, muchos que se sintieron atraídos por lo que he descrito como los hechos de Michael en lo suprasensible, han descendido y entrado en la corriente del Movimiento Antroposófico en la medida en que se han sentido sinceramente atraídos en la tierra por tal Movimiento espiritual.

En verdad podemos decir: lo que vive en la Antroposofía se encendió primero en la Escuela de Instrucción de Michael, en los siglos XV y XVI, y en el gran acto religioso que tuvo lugar en lo suprasensible a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Fue en la visión de esa acción suprasensible lo que hizo que nacieran mis representaciones de los misterios, y por esta razón la primera representación de los misterios, por muy diferente que sea del cuento de Goethe de la serpiente verde y el hermoso lirio, revela, sin embargo, rasgos claramente similares. Pues algo que contenga verdaderos impulsos de tipo espiritual no puede concebirse arbitrariamente. Debe verse y elaborarse en armonía con el mundo espiritual.

Por eso estamos hoy aquí, en el Movimiento Antroposófico, habiendo entrado en el dominio de Michael que ahora ha comenzado. Estamos aquí en este Movimiento, llamados a comprender la esencia de este reinado de Michael, llamados a trabajar en el espíritu de su trabajo a través de los siglos y los miles de años. En este momento de gran significado, ha comenzado su gobierno terrenal una vez más y estamos llamados a trabajar en su dirección. Tal es el impulso esotérico interno de esta corriente de Michael, cuyo trabajo para comenzar con este siglo, está muy claramente prefigurado.

Pero deben ustedes ver que si tomamos la Antroposofía en su contenido actual y la seguimos retrospectivamente, encontramos poca preparación para ella en la Tierra. Retrocedan sólo un poco desde lo que aparece como Antroposofía e intenten encontrar sus fuentes en el curso del siglo XIX, por ejemplo. Si lo hacen con la mente abierta, si su visión no está nublada por toda clase de artificios filológicos, no encontrarán las fuentes. Encontrará rastros aislados de una concepción espiritual que siempre fue posible utilizar como pequeñas semillas germinales, aunque muy escasamente, dentro de la gran textura de la Antroposofía. Pero en la esfera terrenal no encontrará ninguna preparación real para ello.

Tanto mayor fue la preparación en lo suprasensible. Ustedes saben muy bien cómo el trabajo de Goethe (incluso después de su muerte, aunque en mis libros no lo parezca) contribuyó a la formación y configuración de la Antroposofía. Es cierto que lo más importante a este respecto tuvo lugar dentro de lo suprasensible. Sin embargo, podemos seguir la vida espiritual del siglo XIX hacia atrás hasta llegar a Goethe, Herder y otros, e incluso Lessing. Y encontramos después de todo que lo que estaba obrando en espíritus aislados de finales del siglo XVIII y de la primera mitad del XIX estaba, por decirlo suavemente, impregnado de una fuerte atmósfera espiritual, aunque apareciera en grandes abstracciones como en Hegel, o en imágenes abstractas como en el caso de Schelling.

En mis Enigmas de la Filosofía pueden leer cómo describí a Schelling y a Hegel. Creo que reconocerán que, en esta evolución de las concepciones del mundo, yo intentaba señalar algo del alma y del espíritu que pudiera entrar en la corriente antroposófica. En el libro "Enigmas de la filosofía" intenté, en efecto, asir con todo el corazón y la mente esas abstracciones de los filósofos. Tal vez pueda llamar especialmente su atención sobre el capítulo dedicado a Hegel y sobre lo que dije de Schelling.

Pero debemos profundizar aún más para percibir el origen de ciertos fenómenos notables que aparecieron en la vida espiritual de la primera mitad del siglo XIX. Se perdieron de vista, fueron borrados en lo que luego surgió como la vida espiritual materialista de la segunda mitad del siglo. Sin embargo, en las concepciones abstractas, aparecía algo que contenía una vida y un ser espirituales ocultos.

Más interesante, y cada vez más cuanto más se profundiza en él, es el filósofo Schelling. Comienza casi como Fichte, con ideas puras y claras, saturadas hasta la médula de voluntad. Así era Fichte. Johann Gottlieb Fichte fue una de las pocas figuras de la historia universal, -de hecho, en cierto sentido quizá sea el único-, que combinó las mayores abstracciones conceptuales con el entusiasmo y la energía de la voluntad. Es una figura extraordinariamente interesante. Bajo y grueso, un poco bajo de estatura debido a las privaciones de su juventud, se le veía marchar por la calle con extraordinaria firmeza de paso. Era todo voluntad, y voluntad y otra vez voluntad, y su voluntad se vivía en la descripción de los conceptos más abstractos. Y sin embargo, con estos conceptos tan abstractos podía lograr cosas como, por ejemplo, sus Discursos a la Nación Alemana, con los que inspiró maravillosamente a innumerables personas.

Schelling aparece casi a la manera de Fichte, no con la misma fuerza, pero sí con una forma de pensar similar. Pero muy pronto vemos expandirse el espíritu de Schelling. En su juventud él habla como Fichte del "yo" y del "no yo" y de otras abstracciones semejantes e inspira al pueblo de Jena con estas cosas. Pero pronto se aleja de ellas. Su espíritu crece y se ensancha, y vemos entrar en él concepciones, aunque fantasiosas, que sin embargo tienden casi a imaginaciones espirituales. Así continúa durante algún tiempo. Luego se adentra profundamente en espíritus como el de Jacob Boehme, y escribe algo totalmente diferente en estilo y tono de sus obras anteriores. Escribe Los fundamentos de la libertad humana, que es una especie de resurrección de las ideas de Jacob Boehme.

Entonces vemos brotar en el alma de Schelling casi una especie de platonismo. Escribe un diálogo filosófico titulado Bruno, que recuerda verdaderamente a los Diálogos de Platón, y que es profundamente penetrante. Interesante es también otra obra corta Klara, en la que el mundo suprasensible desempeña un gran papel. Después, Schelling guarda silencio durante mucho tiempo. Sus colegas filósofos comienzan a considerarlo, si se me permite la expresión, casi como un muerto viviente. Sólo publica su obra extraordinariamente profunda y significativa sobre los Misterios de Samotracia, una vez más una expansión de su espíritu; pero sigue viviendo en un simple retiro en Munich, hasta que finalmente el rey de Prusia lo convoca para que dé una conferencia sobre filosofía en la Universidad de Berlín. Y de la filosofía que ahora proclamaba Schelling dijo que la había adquirido en el silencio de su retiro a lo largo de decenios.

Ahora, por lo tanto, Schelling aparecía en Berlín, proclamando esa filosofía que más tarde fue incluida en sus obras póstumas como la Filosofía de la Mitología, y la Filosofía de la Revelación. No causó gran impresión en el público berlinés, pues todo el tenor de sus conferencias en Berlín era realmente éste: El hombre, por mucho que piense y reflexione, no puede alcanzar nada en la esfera de las concepciones del mundo, precisa que algo penetre en su alma, inspirando e impregnando su pensamiento de vida como un mundo real y espiritual.

De repente, en lugar de la vieja filosofía racionalista aparece en Schelling un verdadero despertar de la antigua filosofía de los dioses de la mitología, un despertar de los antiguos dioses de una manera muy moderna, y sin embargo con la antigua espiritualidad muy evidentemente trabajando en ella. Todo esto es muy extraño. Y en su Filosofía de la Revelación desarrolla ideas del cristianismo que contienen, aunque sea en forma abstracta, importantes inspiraciones y sugerencias para lo que la Antroposofía debe decir después, directamente desde la visión espiritual, sobre muchos puntos del cristianismo.

Schelling no debe pasarse por alto como lo hacen los berlineses. De hecho, no se le puede pasar por alto en absoluto, pero los berlineses lo hicieron con bastante facilidad. Cuando uno de sus descendientes se comprometió con la hija de un ministro prusiano (un acontecimiento externo, pero en cualquier caso relacionado con el karma), un funcionario prusiano que se enteró de ello comentó: "Antes no sabía por qué Schelling había venido a Berlín. Ahora lo sé".

Sin embargo, al seguir a Schelling a lo largo de su carrera se pueden encontrar dificultades y conflictos internos. Además, el último período de su vida, tan terriblemente tratado en las historias de la filosofía, se trata siempre en un capítulo aparte, bajo el título: La Teosofía de Schelling.

Yo mismo volví una y otra vez a Schelling. Lo que vive en él, a pesar de la forma abstracta, siempre me produjo un cierto calor. Así, a una edad comparativamente temprana me adentré profundamente en el diálogo filosófico antes mencionado, Bruno, o Sobre el principio divino y natural de las cosas.

Desde el año 1854, Schelling estaba de nuevo en el mundo espiritual. Y se acercaba a uno especialmente a través de este diálogo, Bruno, si uno entraba en él, y vivía a través de él, también a través de su Klara, y notablemente a través de su ensayo sobre los Misterios de Samotracia. Uno podía fácilmente acercarse realmente a él en espíritu.

Y al final, ya a principios de los años noventa, me quedó totalmente claro: Independientemente de lo que haya sucedido con las demás personalidades que trabajaron en el ámbito de la filosofía durante la primera mitad del siglo XIX, en el caso de Schelling está absolutamente claro que realmente penetró en él una inspiración espiritual. La inspiración espiritual trabajó y penetró continuamente en su obra.

De este modo se podría obtener la siguiente imagen. - Para empezar, en el mundo físico, se podía ver a Schelling, a medida que pasaba por las múltiples vicisitudes de la vida, a través de un largo período, como he dicho antes, de soledad y aislamiento, tratado de la manera más variada por sus semejantes, unas veces con inmenso entusiasmo y otras con desprecio y burla; Schelling, que realmente siempre causaba una impresión significativa cada vez que aparecía de nuevo en público, -el hombre bajo y grueso, con la cabeza inmensamente impresionante, y los ojos que incluso en la extrema vejez brillaban con fuego, porque de sus ojos hablaba el fuego de la Verdad, el fuego del Conocimiento. Y este Schelling que uno puede ver claramente, -tanto más cuanto más se adentra uno en él-, tenía ciertos momentos en los que la inspiración le llegaba desde arriba.

Me resultó muy claro y visible cuando leí la reseña de Robert Zimmermann del libro de Schelling sobre las Edades del Mundo. De Zimmermann, como ustedes saben, deriva la palabra Antroposofía, aunque su Antroposofía es una maraña de conceptos abstractos. Yo le tenía en gran estima y, sin embargo, cuando leí esta reseña, no pude evitar soltar un suspiro: "¡Cuanta pedantería!".

Luego volví al libro en sí, Las Edades del Mundo de Schelling, que está escrito de forma un tanto abstracta, pero en el que se puede reconocer claramente algo así como una descripción de la antigua Atlántida - una descripción bastante espiritual, que contiene realidades espirituales, aunque muy distorsionadas por abstracciones.

En el caso de Schelling se ve una y otra vez que hay algo que actúa desde los mundos superiores, de modo que debemos decir: Abajo está Schelling, pero en los mundos superiores ocurre algo que le influye desde arriba. En el caso de Schelling se hace más visible lo que es una verdad general, a saber, que en la evolución espiritual hay una perpetua interacción del mundo espiritual de arriba con el mundo terrenal de abajo. Y una vez, en los años noventa, me preocupé intensamente por encontrar los fundamentos espirituales de la era de Michael y de otras cosas.

En aquella época yo mismo estaba entrando en una fase de la vida en la que no podía dejar de experimentar intensamente el mundo inmediatamente contiguo a nuestro mundo físico de los sentidos. En mi autobiografía sólo pude insinuar estas cosas, pero las he insinuado allí. Ese mundo contiguo está separado del físico, si se me permite describirlo así, sólo por una delgada pared, y en él suceden los hechos más gigantescos, ni están en absoluto poderosamente separados de nuestro mundo. Fue en la época en que estuve en Weimar. Por un lado, participé intensamente en la vida social de Weimar en todas las direcciones; pero, al mismo tiempo, sentí la necesidad interior de replegarme sobre mí mismo. Estas dos facetas de mi vida iban paralelas. Y en aquella época, en grado sumo, sucedió que mi experiencia del mundo espiritual fue siempre más intensa y fuerte que mi experiencia del físico. Ya de joven no tenía gran dificultad en comprender rápidamente cualquier filosofía o concepción del mundo que entrara en mi esfera. Pero una planta o una piedra, si tenía que reconocerla de nuevo, tenía que mirarla, no tres o cuatro veces, sino cincuenta o sesenta veces. No podía unir fácilmente mi alma con lo que en el mundo físico se nombra por medios físicos. Y esto había alcanzado su punto culminante durante mi período de Weimar.

Fue mucho, mucho antes de que se celebrara la Asamblea Constituyente Republicana en Weimar, y en aquella época Weimar era realmente como un oasis espiritual, muy diferente de cualquier otro lugar de Alemania. En aquel Weimar, como dije en mi autobiografía, viví momentos de intensa soledad. Y una vez más, -fue en 1897-, deseando investigar ciertas cuestiones, puse la mano sobre las Divinidades de Samotracia, de Schelling, y su Filosofía de la Mitología, simplemente para recibir un estímulo, no para estudiar en los libros. (Del mismo modo que quien investiga en el mundo espiritual, si, por ejemplo, desea hacer investigaciones sobre los períodos de los primeros centros cristianos, para facilitar las cosas puede poner bajo su cabeza durante unos minutos seguidos los escritos de San Agustín o de Clemente de Alejandría. No hay que reírse de estas cosas. Son simplemente métodos externos para ayudarle a uno, tecnicismos externos que no están directamente relacionados con la cosa real en sí. Son un estímulo externo, como cualquier mnemotecnia técnica). Así pues, en aquella época tuve en mis manos las Divinidades de Samotracia de Schelling, y su Filosofía de la Mitología. Pero el verdadero tema de mi estudio en ese momento era lo que estaba teniendo lugar espiritualmente en el curso del siglo XIX, y que más tarde se derramó hasta convertirse en Antroposofía.

Y en ese momento, cuando pude rastrear realmente la vida de Schelling, su biografía, su evolución a lo largo de su vida, se me reveló, -aún no con toda claridad, pues estas cosas sólo se aclararon en una fecha muy posterior, cuando escribí mis Enigmas de la Filosofía-, se me reveló, pude percibir ya, aunque no con toda claridad, cuántos de los escritos de Schelling fueron escritos por él bajo inspiración, y que esa figura inspiradora era Juliano el Apóstata - Herzeleide - Tycho Brahe. Él mismo no ha vuelto a aparecer en el plano físico, pero trabajó con tremenda fuerza a través del alma de Schelling. Entonces me di cuenta de lo mucho que Tycho Brahe había progresado en su vida como Tycho Brahe. A través de la naturaleza corporal de Schelling poco podía penetrar; pero una vez que sabemos cómo la individualidad de Tycho Brahe se cernía sobre él como un inspirador, leemos los relámpagos del genio en las Divinidades de Samotracia de manera muy diferente. Leemos los destellos del genio sobre todo en la Filosofía de la Revelación, y en la interpretación de Schelling de los antiguos Misterios, que es, después de todo, magnífica en su género. Y, sobre todo, si nos adentramos lo suficiente en el curioso lenguaje que emplea en estos pasajes, ¡entonces oímos en seguida, no ya la voz de Schelling, sino la voz de Tycho Brahe! Entonces, en efecto, nos damos cuenta de cómo, entre otros espíritus, este Tycho Brahe, especialmente la individualidad que estaba en Juliano el Apóstata, desempeñó un gran papel y contribuyó con muchas cosas. Pues por su genio surgieron muchas cosas en la vida espiritual de la época moderna, que funcionaron a su vez como estímulo, y de donde debíamos tomar prestada al menos la forma externa y la expresión para el espíritu y las enseñanzas de la Antroposofía.

Otro de los escritos de filósofos alemanes que me causó una gran impresión fue el libro de Jakob Froschhammer, Die Phantasie als Welt-Prinzip= (La imaginación como principio del mundo), un libro brillante de finales del siglo XIX, brillante porque este hombre valiente, habiendo sido expulsado de la Iglesia, y sus escritos colocados en el Índice, no fue menos valiente frente a la ciencia, pues reveló el parentesco del principio creador de la imaginación que trabaja puramente en el alma cuando el hombre crea artísticamente, con la fuerza que trabaja en el interior como fuerza de vida y crecimiento. En aquella época fue realmente un logro. El libro de Froschhammer sobre la fantasía o imaginación como principio del mundo, como fuerza creadora del mundo, es una obra de gran importancia.

Por eso me interesé mucho por este hombre, Jakob Froschhammer. Una vez más traté de llegar a él en un sentido real, no sólo a través de sus escritos, y una vez más descubrí que el espíritu inspirador era el mismo que había vivido en Tycho Brahe y en Juliano el Apóstata. Y así fue en toda una serie de personalidades en cuyo trabajo podemos ver una cierta preparación para lo que luego surgió como Antroposofía.

Pero en cada caso necesitamos la luz espiritual que hay detrás, la luz que actúa dentro de lo suprasensible. Pues lo que antes vino a la Tierra, al fin y al cabo permaneció en un mundo de abstracción. Sólo de vez en cuando, en un espíritu como el de Schelling, o en un hombre de coraje como Jakob Froschhammer, las abstracciones se vuelven de repente concretas.

Y hoy, queridos amigos, podemos contemplar lo que está ocurriendo en los reinos espirituales y saber cómo se relaciona con ello la Antroposofía. Y bien sabemos cómo nos ayuda lo que percibimos cuando ampliamos nuestra investigación espiritual a las realidades detalladas de la vida espiritual en el curso de la historia. Bien podemos saberlo. Aquí en la tierra, hay numerosas almas que se esfuerzan honestamente hacia la Antroposofía y que siempre han estado cerca de la corriente de Michael. A ellas se suman, en el mundo suprasensible, numerosas almas que se han quedado atrás, entre ellas los maestros de Chartres. Y entre los que están aquí, en el mundo de los sentidos, y los que están arriba, en el mundo espiritual, hay una decidida tendencia a unir sus trabajos unos con otros.

Y ahora, si quisiéramos encontrar un gran ayudante para aquellas cosas que debemos investigar para el futuro del siglo XX, si quisiéramos encontrar a alguien que pueda aconsejarnos en relación con el mundo suprasensible, si necesitamos impulsos que están allí dentro de ese mundo, ese ayudante es la individualidad de Juliano el Apóstata - Tycho Brahe. Hoy no está en el plano físico, pero en realidad siempre está ahí, siempre dispuesto a dar información sobre aquellas cuestiones que se refieren especialmente al futuro profético del siglo XX.

De todo esto se desprende, en efecto, que aquellos que actualmente reciben la Antroposofía de manera sincera, están preparando sus almas para acortar lo más posible la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento, y para aparecer de nuevo a finales del siglo XX, unidos a los maestros de Chartres que se han quedado atrás.

Debemos recibir en nuestras almas esta convicción: Que el Movimiento Antroposófico está llamado a trabajar sin cesar, y a aparecer de nuevo no sólo en sus más importantes, sino en casi todas sus almas, a finales del siglo XX. Porque entonces se dará el gran impulso para una vida espiritual en la Tierra, sin la cual la civilización terrena se vería arrastrada finalmente a esa decadencia, cuyo carácter es demasiado evidente.

A partir de tales fundamentos, me gustaría encender en vuestros corazones algo de las llamas que necesitamos, para que ya ahora dentro del Movimiento Antroposófico podamos absorber la vida espiritual con la suficiente fuerza como para aparecer de nuevo debidamente preparados. Porque en esa gran época, después de la vida acortada en los mundos espirituales, trabajaremos de nuevo en la Tierra, -en la época en que para la salvación de la Tierra las Potencias espirituales cuenten en sus miembros más importantes, en sus rasgos más importantes, con lo que los antropósofos puedan hacer.

Creo que la visión de esta perspectiva del futuro puede conmover los corazones de los antropósofos para que susciten en su interior los sentimientos que los lleven por buen camino, con energía y fuerza de acción y con la belleza del entusiasmo, a través de la presente vida terrena; pues entonces esta vida terrena será una preparación para el trabajo de fin de siglo, cuando la Antroposofía será llamada a desempeñar su papel.

Traducido por J.Luelmo nov.2023

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