GA314 Dornach, 9 de octubre de 1920 Fisiología-Terapéutica, sobre la base de la Ciencia Espiritual. - Por un lado, la actividad yoica puramente espiritual, por otro, su soporte en el organismo: la sangre.

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 RUDOLF STEINER

 Fisiología-Terapéutica, sobre la base de la Ciencia Espiritual.

Por un lado, la actividad yoica puramente espiritual, por otro, su soporte en el organismo: la sangre. 

Conferencia IV

Dornach, 9 de octubre de 1920 (por la tarde)

Esta tarde me gustaría darles algunos complementos más a las conferencias que he tenido que dar aquí involuntariamente en los últimos días, en que me vi obligado a sustituir al conferenciante que estaba programado. Quisiera señalar, a modo de pautas por así decirlo, algunas cosas que todavía pueden tener un efecto esclarecedor, cosas que pueden servir de principios para la fecundación de los estudios médico-terapéuticos a través de la ciencia espiritual. Naturalmente, por las razones que ya he indicado esta mañana, no será posible entrar en grandes detalles, no tanto por la brevedad del tiempo, -también eso, por supuesto-, sino sobre todo porque las apreciaciones detalladas deben reservarse, no obstante, para un debate profesional propiamente dicho, también por las razones que ya expuse esta mañana. No obstante, me gustaría hacer una contribución en este sentido en particular, que pueda conducir a una comprensión general de la naturaleza de la medicina, de modo que de esta parte de la observación médica científico-espiritual pueda surgir una especie de efecto social, a saber, el establecimiento de una cierta confianza entre el público y la profesión médica. Cuanto mejor sea la comprensión que se pueda aportar a la figura del médico, mejor podrá trabajar esta figura.

Ahora bien, esta mañana he llamado su atención sobre el hecho de que la vida del organismo humano consiste en que el sistema nervioso-sensorial, en pocas palabras, el sistema de la cabeza y el sistema metabólico de las extremidades funcionan de forma completamente opuesta, que luego se equilibran gracias a la función del sistema rítmico. En cierta medida, todos los procesos de descomposición, los muy necesarios procesos de descomposición del sistema nervioso-sensorial, entran continuamente en armonía e intercambio con los procesos de acumulación del sistema metabólico de las extremidades. Se puede imaginar, -y esto se puede demostrar detalladamente-, que ambos sistemas del organismo humano trabajan, por tanto, en direcciones opuestas, que también trabajan el uno sobre el otro hasta cierto punto, de modo que lo que ocurre en el individuo, por ejemplo en el sistema metabólico de las extremidades, no debe verse demasiado fuertemente perjudicado por el hecho de que, hasta cierto punto, al dejar de lado el sistema rítmico, la actividad que en realidad sólo es adecuada para el sistema  de la cabeza, trabaja en el sistema metabólico de las extremidades. Y una vez que se haya comprendido suficientemente de qué se trata, se comprenderá también cómo pueden tener lugar tales invasiones de un sistema sobre el otro, cómo, en otras palabras, el sistema de la cabeza, el sistema nervioso-sensorial, -en el que también deben tener lugar procesos metabólicos, como ya les he explicado-, también puede ser invadido por tales procesos metabólicos, de modo que estos procesos metabólicos en cierto sentido se asemejan funcionalmente al sistema de la cabeza  internamente al sistema metabólico de las extremidades. Y también puede ocurrir lo contrario. Puesto que en el sistema metabólico de las extremidades actúa el mismo sistema funcional que en el de la cabeza, aunque de forma secundaria en la vida normal, en el sistema metabólico de las extremidades puede llegar a ser demasiado intensa, hasta cierto punto, esa actividad que allí sólo debería alcanzar un cierto nivel y que tiene su significado real en la cabeza.

En otras palabras, la actividad nerviosa-sensorial, que también está presente en el sistema metabólico de las extremidades, puede volverse predominante en el abdomen, por ejemplo, porque la actividad de la cabeza tiene un fuerte efecto impregnador sobre ella, o más bien puede volverse una cuya intensidad es demasiado grande. Entonces ocurrirá en los órganos del abdomen lo que normalmente sólo debería ocurrir en el sistema nervioso-sensorial como procesos de degradación. Por supuesto, tomará una forma diferente en el sistema abdominal, pero yo diría que allí hará su daño. Podemos, en efecto, si observamos la organización del ser humano de este modo, reconocer en lo que acabo de describir la aparición de una grave enfermedad humana, a saber, la tifoidea abdominal. Es cierto que la fiebre tifoidea puede observarse externa y empíricamente en cuanto a su aspecto, pero sólo puede comprenderse y encajarse dentro de toda la organización humana si uno ve a través del ser humano de esta manera, diría yo, desde el punto de vista de la medicina racional, -por utilizar el término de Goethe. También les he mostrado esta mañana cómo se puede pasar de lo fisiológico-patológico a lo terapéutico no sólo tratando de ver a través de lo que ocurre en el ser humano, sino también tratando de ver a través de lo que ocurre en la naturaleza externa. En la naturaleza externa tienen lugar procesos que, si vemos a través de ellos de la manera correcta, pueden ser introducidos en el organismo humano mediante la transferencia de las sustancias correspondientes, y que, debido a que en cierto modo la naturaleza externa, digamos la naturaleza vegetal, funciona en sentido opuesto al esfuerzo descendente del ser humano mediante su esfuerzo ascendente, detienen allí ciertos procesos que se desarrollan de manera errónea entre los tres sistemas del  organismo humano.

Es interesante observar cómo lo que les he descrito esta mañana para el mundo vegetal y su conexión con el ser humano, también puede verse a través del mundo mineral. Sin embargo, para comprender el mundo mineral, tenemos que recurrir a ciertas ideas antroposóficas sobre el ser humano.

En el hombre actúan tanto lo anímico-espiritual, como lo etérico y lo físico. Lo anímico-espiritual actúa de tal manera, -como habrán podido ustedes reconocer en el transcurso de estas conferencias-, que puede ser impregnado por la plena conciencia del yo. En consecuencia el ser humano está, por así decirlo, en su organización normal. O puede que la conciencia del yo también esté de algún modo paralizada, retraída. Así pues, cuando lo anímico-espiritual retumba de algún modo, sigue su propio camino sin estar debidamente impregnada por el yo, entonces surgen las diversas áreas de la llamada enfermedad espiritual. Pero todo lo que es anímico-espiritual en el hombre, tanto lo que, antroposóficamente hablando, se entiende por astral, -es decir, la vida anímica más subconsciente, onírica o bastante inconsciente-, como lo que se entiende por actividad yoica, -es decir, la vida anímica plenamente consciente-, todo ello tiene en cierto modo su portador físico, a través del cual actúa en la vida física. De modo que podemos decir: Cuando miramos al ser humano, no sólo debemos dirigir nuestra mirada a lo que, por ejemplo, constituye la actividad del yo, que es una actividad puramente espiritual, sino que también debemos dirigir nuestra mirada al soporte real de esta actividad del yo en el organismo. Y ahí encontramos que el soporte real de esta actividad del yo está esencialmente anclado en la sangre.

Sería ir muy lejos si tuviera que mostrarles en detalle, -lo que bien podría ser el caso-, cómo interactúa el yo con el resto del alma precisamente a través de la especial eficacia de la sangre, a través de la interacción de la actividad metabólica en la sangre con la actividad rítmica en la sangre. Sin embargo, lo que más nos debe interesar en este momento es el puente que va de lo fisiológico-patológico a lo terapéutico. Y ahí encontramos algo extraordinariamente importante. Podemos, por así decirlo, influir en el marco físico, en el portador físico de lo anímico-espiritual, digamos el yo plenamente consciente, a través de cualesquiera procesos que provoquemos en él, de modo que se retraiga hasta cierto punto de la actividad del yo, pero que realice una función similar a la que en caso contrario sólo realizaría bajo la influencia de la actividad del yo. En este sentido, quiero poner de manifiesto un caso especial. Por favor, imagínense, -dibujo fig 1-, a través del sistema sanguíneo humano, en cierto modo en forma de entramado, construido en un entramado de fuerzas, aquello que funciona como actividad del yo. 

fig. 1
Me gustaría describir la propia actividad del yo dibujando rayas de colores a lo largo de la línea de este marco de fuerzas, que entonces forman el aspecto anímico-espiritual de la actividad del yo (ver dibujo, rojo). Si ahora se puede influir en cierto modo en la organización de fuerzas que subyace a la actividad del yo, entonces es posible que esta organización de fuerzas se independice hasta cierto punto, se desgarre y se separe como actividad física, como marco de fuerzas físicas activas, de lo anímico-espiritual, pero sin embargo actúe en cierto modo como una imagen de aquello que es la actividad anímico-espiritual, pero sin embargo meramente física. En cierto modo, se incorpora entonces una especie de doble que trabaja en el subconsciente profundo de abajo, pero que trabaja de forma parecida, sólo que en el ámbito espacial, es decir, sólo físicamente, tal y como trabaja por lo demás cuando no es más que un instrumento entregado a la actividad del yo.

Esto se puede provocar, -no hace falta que uno lo haga, en casos elementales lo puede hacer uno mismo, siempre se puede encontrar el punto que Goethe describe como aquel tras el cual la naturaleza revela su secreto revelado, basta con seguir los caminos apropiados-, se puede provocar este estado dándole al ser humano demasiado fósforo o tratándolo con una fuerte dosis de fósforo. Hasta cierto punto, lo que es portador de la actividad del yo en el cuerpo puede separarse de esta actividad del yo, de modo que esta actividad del yo se llevaría a cabo en el cuerpo como si se tratase de una representación. ¿Y cuál sería la consecuencia? La consecuencia sería que, precisamente bajo la influencia de las fuerzas del fósforo, la actividad sanguínea superaría su nivel habitual, especialmente en el tracto óseo, y se produciría una especie de hiperhemia  en el tracto óseo, por así decirlo. De esta manera, a través de esta hiperemia, lo que es adyacente a tal actividad exagerada de los vasos sanguíneos del cartílago óseo proliferaría entonces, y el proceso de calcificación de los huesos sería contrarrestado.

Les he descrito lo que podría suceder si al ser humano se le diera demasiado fósforo, es decir, si la función que el fósforo puede desempeñar en el organismo humano se llevara a cabo con demasiada fuerza. Pero esas fuerzas que están fuera en el mundo, que están ancladas en los minerales aisladamente, hasta cierto punto también están presentes de una forma diferente, digamos, de una forma suprasensible en el ser humano, y pueden activarse en el ser humano. En cierto sentido, el ser humano es un microcosmos. Cuando estas fuerzas, que por lo demás están ancladas en el fósforo fuera en la naturaleza, actúan en el ser humano, lo que puede ocurrir a una edad temprana, entonces surge la enfermedad del raquitismo. Y viendo a través de la conexión del hombre con el medio ambiente mundial de esta manera, tenemos que llegar a la comprensión de que el desarrollo del raquitismo en el organismo humano es un proceso similar al que tiene lugar en el desarrollo del fósforo fuera en la naturaleza. Les estoy indicando aquí, de manera breve y concisa y, por supuesto, de tal manera que no todos los eslabones de una cadena de pruebas pueden unirse, en un caso particular, que es en realidad la dirección a través de la cual se busca esta conexión del ser humano con el resto del mundo en la ciencia espiritual.

Pero ahora podemos ir más allá. Esta mañana les mostré cómo estos dos sistemas trabajan juntos de una manera que indiqué teniendo el sistema metabólico de las extremidades en un lado, el sistema nervioso-sensorial en el otro lado y el sistema rítmico equilibrador encima de eso (ver fig. 2). 

fig. 2
Ya lo ven, efectivamente resulta que lo que tiene un efecto irregular y perjudicial en el sistema metabólico de las extremidades es precisamente lo que hace sano al sistema de la cabeza. Por lo tanto, siempre tenemos ciertas funciones en el sistema de la cabeza humana que derivan del fósforo, pero de una cantidad muy pequeña de fósforo que se encuentra en el cerebro humano. Esta actividad del fósforo es conocida en el otro lado de la manera que les he descrito ahora, en el organismo metabólico de las extremidades como inhibiendo la degradación correcta en los procesos de calcificación. Pero estos procesos de fósforo deben estar presentes en el cerebro, donde la degradación debe estar presente, y donde, sobre todo, esta degradación debe continuar trabajando. En otras palabras: Puesto que tenemos el proceso de fósforo presente en el cerebro, tenemos un continuo, yo diría, estado naciente en el cerebro, tenemos una especie de desarrollo de raquitismo. Nuestra actividad cerebral se basa precisamente en el hecho de que el hueso quiere formarse constantemente, pero esta formación ósea se impide constantemente una vez que el cráneo se ha formado adecuadamente alrededor de este cerebro humano. Tenemos en el cerebro humano, -esto se desprende de la percepción humana-, un esfuerzo continuo hacia la formación del hueso. Pero esta formación ósea se completa a cierta edad. Después esta actividad de formación ósea se detiene. De modo que realmente tenemos aquí un factor patógeno que se equilibra desde el otro lado, desde el otro polo del organismo, tenemos un esfuerzo continuo hacia el raquitismo.

Ahora bien, lo curioso es que tal ritmo como puede observarse aquí en el hombre también está presente en todo el resto de la naturaleza, sólo que de cierta manera en sentido contrario. Si nos fijamos en el extraño significado del fósforo para el cerebro humano, debemos decirnos: cuando el fósforo es absorbido, se procesa hasta la cabeza. Allí sufre cambios dentro del propio organismo humano. Sigue la dirección que es la dirección del crecimiento humano. Se integra en esta dirección del crecimiento humano. Y esta integración reduce su eficacia a un mínimo, por así decirlo, diluyéndose, y en esta dilución actúa de tal manera que el raquitismo detenido de la cabeza puede ser el portador precisamente de aquellos procesos anímico-espirituales que deben llevarse a cabo a través de la mediación de la cabeza humana.

Ahora bien, lo peculiar es que si se administran a las personas dosis muy pequeñas de fósforo, en lugar de dosis algo más grandes y normalmente perceptibles de fósforo, de la manera correcta, entonces ya se ha conseguido algo más en las funciones del fósforo, por así decirlo. Si se introducen estas pequeñas dosis en el organismo humano, entonces éstas tienen el mismo efecto en la persona que el fósforo tiene en el cerebro humano. Ahora actúan allí en el resto del organismo como pequeñas dosis para detener el proceso de raquitismo una vez que ha comenzado en los niños.

Así pues, en este caso, el fósforo en pequeñas cantidades, en las dosis más pequeñas, es un remedio para el raquitismo, y en un sentido más amplio, el fósforo es en general un remedio para todo lo que hace que el entramado del yo, el entramado físico del yo, que he dibujado ahí (véase fig. 1, blanco) bajo el rojo, que se emancipa en el organismo por la enfermedad de la actividad real del alma, vuelva a la actividad del alma, es decir, lo vuelva a la normalidad.

Tuve que presentarles un argumento muy complejo sobre la naturaleza humana para que pudieran ustedes ver lo que realmente subyace en la disputa entre alópatas y homeópatas. En ciertos ámbitos, se puede decir que lo que se revela en homeopatía es bastante sorprendente, como en este caso que les he indicado. Con ciertas pequeñas dosis de fósforo o también de azufre, en resumen, de algo combustible, -volveré sobre ello-, se puede curar ciertamente el raquitismo, así como otras afecciones inflamatorias en general, que provienen de una actividad sanguínea emancipada, dijéramos, de la entidad del yo.

Como ven, si consienten en ver al ser humano de la forma en que les guía la ciencia espiritual, entonces, como en este caso, la conexión entre el ser humano y la naturaleza inorgánica externa también se hace transparente. Y lo que he mencionado aquí puede extenderse ciertamente a otras sustancias inorgánicas. Sólo hay que entrar en detalles. Y es precisamente esta forma de lograr la confluencia de patología, fisiología y terapia lo que requiere un estudio dedicado del mundo interior-humano y extra-humano. Podemos llamar sustancias combustibles al fósforo y al azufre. Estas sustancias combustibles, si realmente ampliamos nuestras consideraciones, resultan ser aquellas que actúan de forma similar a la que acabamos de describir para el fósforo. Actúan de tal manera que colocan el entramado del yo emancipado en la actividad del yo.

Ciertas sales actúan de manera opuesta, las que no son combustibles, sino las que se disuelven en agua y se sedimentan de nuevo cuando el agua se enfría. Estas sales, ácido carbónico, otras sales, actúan de tal manera que causan inversamente una conexión demasiado fuerte de lo anímico-espiritual, a saber la actividad del yo, con el entramado, de modo que no desprenden el entramado, sino que presionan lo anímico-espiritual demasiado fuertemente en él, por así decirlo. Y pueden, a su vez, utilizarse como remedio si esta conexión es demasiado débil debido a algo. Así que podemos decir: Si entendemos lo que realmente está pasando a través de alguna sustancia que introducimos en el organismo, si entendemos cómo influye en toda la organización, entonces entendemos cómo podemos contrarrestar algún proceso que es anormal y que debe ser contrarrestado.

Especialmente eficaces para ciertos procesos, como el que subyace a la enfermedad antiguamente conocida como tisis pulmonar, son precisamente tales sustancias parecidas a la sal, es decir, sustancias solubles. Pues eso que es la tisis pulmonar requiere precisamente que se contrarreste un proceso que en el organismo humano es el proceso opuesto al que tiene lugar cuando la sal se disuelve en una solución. Y así es como la extensión del propio conocimiento sobre todo el ser humano le lleva a uno a la conexión del hombre con todo su entorno físico exterior.

Lo que acabo de explicarles, -sólo puedo hablar por ejemplo en estas observaciones aforísticas complementarias-, todavía puede ilustrarse con otros ejemplos. Tomemos ejemplos de alguna parte; podemos encontrar tales ejemplos, me gustaría decir, en todas partes, pero tomemos ejemplos de un área que al mismo tiempo puede conducirnos a toda la conexión de lo espiritual-anímico con lo físico. Lo que nos es transmitido por el sistema nervioso-sensorial se presenta en la vida humana de tal manera que significa la vida consciente del hombre desde que se despierta hasta que se duerme. De modo que casi podemos decir: El sistema de la cabeza es la expresión para la vida consciente del hombre. Pero el sistema metabólico de las extremidades no es la expresión de la vida consciente del hombre en la misma forma. Caminamos por el mundo con una cabeza consciente, por así decirlo, pero todavía con las extremidades inconscientes. Estas extremidades sólo se vuelven conscientes cuando son tocadas de alguna manera, cuando sufren una injuria y cosas por el estilo. De modo que podemos decir: El estado normal para el sistema de la cabeza, para el sistema nervioso-sensorial, en el estado de vigilia es la conciencia, para el sistema opuesto del hombre es la inconsciencia. 

Pero, por otra parte es posible crear artificialmente en las personas una especie de conciencia del sistema metabólico de las extremidades. Y esto ocurre, por ejemplo, a través del masaje. ¿En qué consiste el masaje? Consiste en hacer consciente, a través de medidas externas, aquello que de otro modo permanece inconsciente. Se trata entonces de poder hacer que una conexión insuficiente entre lo anímico-espiritual y lo físico mejore a través de este masaje. Supongamos que el ser humano está organizado patológicamente de tal manera que tiene muy poca tendencia por parte de su parte anímico-espiritual a conducirla plenamente hacia su sistema anímico-metabólico y de las extremidades. Entonces, al masajear el físico de este sistema metabólico de las extremidades, al elevarlo en cierto grado del estado espiritual al estado de conciencia, se apoya este sistema en su eficacia, y así se evoca un flujo más fuerte de este sistema con lo anímico-espiritual. Y si uno entiende cómo funciona este sistema metabólico de las extremidades, si uno sabe, por ejemplo, que lo que pulsa en los brazos y las manos, lo que pulsa allí como lo anímico espiritual, que esto continúa en el interior y domina el metabolismo interno del ser humano, entonces uno también sabrá lo que significa provocar la conciencia parcial a través del masaje en los brazos y las manos. Esto significa una promoción de lo anímico-espiritual en el sistema metabólico, pero en ese sistema metabólico que se acumula interiormente en el ser humano, provocando la digestión, absorbiendo la sustancia, provocando la digestión de tal manera que tenga un efecto de absorción de la sustancia.

Entonces se puede decir: Si uno encuentra que el ser humano sufre orgánicamente de perturbaciones metabólicas, pero de perturbaciones metabólicas que se relacionan con el hecho de que su alimento no encaja adecuadamente en el cuerpo, o que el procesamiento de este alimento en el proceso de construcción no se lleva a cabo adecuadamente, en resumen, que el metabolismo que va hacia adentro no está en orden, entonces en ciertos casos, -uno debe por supuesto ahora tener un conocimiento detallado  para ver esto de la manera correcta-, el masaje de brazos y manos puede ser una ayuda. Esto se basa en el hecho de que se apoya lo anímico-espiritual en su efectividad a través del grado de conciencia que uno provoca a través del masaje. Si se masajean las piernas y los pies, algo más ocurrirá. Lo que impregna las piernas y los pies como anímico-espiritual  está a su vez orgánicamente conectado con los procesos excretores, con los procesos de descomposición. Por lo tanto, si la digestión no está en orden en el sentido de que los procesos excretorios no están teniendo lugar de la manera correcta, puede ser posible ayudar a las piernas y a los pies con un masaje.

Pero ya lo ven, si ustedes analizan de esta manera la naturaleza de la medicina desde una perspectiva científico-espiritual, entonces no logran tales cosas empíricamente por casualidad, cuando se presentan al empirismo, sino que pueden trabajar conscientemente en la conexión entre fisiología, patología y terapia en las áreas más diversas. Como ya he dicho, me gustaría contarles estas cosas sólo para iluminar las direcciones en las que uno debe ir. Y sé muy bien lo mucho que llama la atención este tipo de cosas, porque, por supuesto, no se pueden sacar a la luz todos los detalles.

Por ejemplo, si tomamos una enfermedad que también puede causar una gran preocupación al médico, digamos, por ejemplo, la diabetes mellitus, entonces debemos observar de nuevo la conexión entre lo anímico-espiritual, es decir lo anímico-espiritual consciente, lo anímico-espiritual impregnado por el yo y el portador físico de esta actividad del yo. Sólo que ahora ocurre algo diferente que en el caso mencionado hoy por primera vez. Supongamos que esta actividad del yo se hace demasiado grande en el organismo humano. Se expande más allá de su medida. Entonces pueden tener lugar tales procesos excretores anormales como en el diabético. Aquí estamos, por así decirlo, ante una exagerada actividad del yo en el propio organismo. Aquí nos encontramos con un ahondamiento demasiado profundo del yo en lo orgánico, de modo que a través de este ahondamiento profundo se expulsa precisamente lo que aparece en el diabético.

Ahora podemos desviar de nuevo la mirada de lo que ocurre en el interior del ser humano y dirigirla a lo que ocurre en el mundo exterior humano. Aquí en el mundo exterior, tenemos las plantas, de las cuales ya hemos reconocido esta mañana cómo desarrollan en cierto modo de abajo hacia arriba un proceso que el hombre desarrolla de arriba hacia abajo. Realmente, aquello que, digamos, actúa en el organismo como actividad hipertrófica del yo en la diabetes, va en contra de la dirección del crecimiento de las plantas. Si encontramos entonces la función correcta en la planta en crecimiento, podremos establecer una relación entre lo que actúa hacia abajo en el diabético y lo que actúa hacia arriba en la planta. Sólo tenemos que entender la planta de tal manera que nos digamos a nosotros mismos: La planta es un ser, también es físico; crece, se reproduce, por lo que tiene un cuerpo etérico. Para la visión científico-espiritual también está dotada de cuerpo etérico. Pero ella no alcanza la movilidad espiritual interior; por lo tanto, no tiene cuerpo astral, ni actividad del yo. Sin embargo, la actividad astral crece hacia la actividad del yo. Lo que la planta se desarrolla hacia arriba, el ser humano lo hace desde arriba hacia abajo.

Por consiguiente, si ahora somos capaces de observar lo que realmente tiene lugar en la planta, en el sentido de que crece en la dirección opuesta a aquella en la que el ser humano desarrolla su yo, de arriba abajo, en la planta descubrimos, cómo entonces surge aquello que ahora puede tener una relación interna con esta actividad interior del yo, precisamente porque también tiene algo que ver con la combustibilidad. Ya antes llamé su atención sobre los cuerpos combustibles. Ahora vemos ese combustible, esa fisicalidad volátil, cercana al combustible, surgiendo de la planta en los aceites esenciales. Cuando vemos que en ciertas plantas surgen los aceites etéricos, entonces se deduce de tal observación, como acabo de indicar, que ésta es la actividad opuesta a la que, por ejemplo, ejerce la actividad del yo ejercida en el organismo humano, debido a la cual el ser humano se vuelve diabético. Y se puede entonces, si sólo se traslada al ser humano de la manera correcta aquello que se tiene en el mundo exterior como opuesto, se puede trabajar contra la disfunción diabético-urinaria.

Hay que hacerlo de tal manera que en este caso realmente se contrarreste, es decir, por ejemplo, se ponen los aceites esenciales o las plantas mismas, que desarrollan el aceite esencial, en baños y se deja que la persona se bañe en tales baños. De este modo, las fuerzas que la planta desarrolla en los aceites esenciales actúan de fuera hacia dentro contra las fuerzas que causan la disfunción diabética. De esta manera, podemos ayudar a las personas a través de tales baños.

Sólo estoy citando ejemplos individuales de la gran cantidad de ejemplos que se pueden presentar, un gran número de los cuales presenté a especialistas médicos esta primavera. Sólo los estoy dando aquí en relación con los principios, pero se puede ver a partir de ellos cómo la medicina se racionaliza gradualmente, de modo que se ejemplifica que uno ve realmente el proceso dentro del ser humano y el proceso en la naturaleza externa, y ve cómo estos dos procesos se apoyan, se llevan o se contrarrestan mutuamente, cómo se puede detener un proceso que está en el organismo humano y cómo se puede buscar la curación. Si ampliamos esta forma de ver las cosas, me gustaría decir que avanzamos cada vez más en el reconocimiento del ser humano físico y sus conexiones con el ser humano anímico-espiritual. Como ustedes saben, el problema de la herencia desempeña un papel fundamental en la ciencia médica moderna. Pero este problema de la herencia se trata siempre de una manera muy abstracta y externa. La ciencia externa sólo puede establecer una pequeña conexión con lo que realmente ocurre en el ser humano. Pues el ser humano está en verdad, -y ahora quiero poner ante ustedes algo que se debe obtener de una rica investigación antroposófica, pero que quiero presentar como resultado-, formado a partir de todo el resto del mundo que le pertenece como mundo terrenal y también como mundo extraterrenal. Y se forma de diferentes maneras.

Encontramos, por ejemplo, que el organismo femenino está configurado de tal manera, digamos, a partir de la naturaleza o del cosmos, que en el organismo femenino se encuentran más de aquellas fuerzas que están, por así decirlo, menos ligadas a las fuerzas de la tierra. En el organismo femenino hay algo fuertemente extraterreno. En el organismo masculino se desarrollan preferentemente aquellas fuerzas que ahora están ligadas a la vida terrenal. Esto,  en la vida ordinaria no entra en consideración tan fuertemente, como lo está lo que es procreación. Allí estamos tratando con aquellas fuerzas que actúan en el organismo femenino y que contribuyen a la procreación y que en realidad son la transmisión de aquello que se organiza en todo el ser humano como algo extraterrenal. Pero lo que hace descender al hombre al mundo terrenal se organiza preferentemente en el organismo masculino. Y ahora veamos lo que hay realmente en el hombre a través de su entorno terrenal. Lo más llamativo que hay en él a través de su entorno terrenal es su actividad del yo. Esta actividad del yo, en realidad da pleno sentido al desarrollo del hombre en la tierra. Debemos evolucionar desde otros mundos hacia el mundo terrenal para poder desarrollar plenamente la actividad del yo en nuestra alma espiritual. Les he mostrado cómo esta actividad del yo, está ligada al entramado de fuerzas que se ejercen a través de la sangre. Entonces tendríamos que decir:

Aquello que se organiza preferentemente en la sangre, aquello que trabaja preferentemente hacia la actividad del yo, es producido por la personalidad masculina a través de la procreación; aquello que organiza más lo extraterrenal en el hombre, aquello que primero debe ser impregnado por la actividad del yo, proviene más bien del lado femenino.

De este modo, el macho y la hembra interactúan en la reproducción, y sólo podremos tener un concepto correcto de la herencia cuando hayamos captado esto. Ahora bien, en primer lugar, la semilla femenina, el germen femenino, se ve afectado por la influencia masculina. Y este germen femenino tiene una cierta independencia en el organismo femenino. Debemos decir que cuando tenemos ante nosotros un organismo femenino adulto, lo extraterrenal actúa preferentemente en el resto del organismo femenino. Sin embargo en la parte del organismo femenino que da lugar a la formación de gérmenes, no tiene ningún efecto, sobre todo después de la concepción. De modo que precisamente el germen femenino, que ha pasado por la concepción, tiene cierta independencia, es decir, aquello que implica como mediador de la actividad yoica, se transmite en cierto modo independientemente en relación con la descendencia. Si uno sabe estas cosas, entonces puede aplicarlas de tal manera que los fenómenos del mundo exterior vengan a uno como ilustrativos de lo que uno ha obtenido primero en la observación espiritual. En la observación espiritual uno adquiere el conocimiento de que lo extraterrenal está, en efecto, arraigado en el organismo femenino, que lo terrenal, que por ello se aferra a la actividad sanguínea, está a cargo del organismo masculino, que a través de esta mediación el óvulo femenino alcanza cierta independencia, se desarrolla hasta cierto punto separado del resto del organismo femenino extraterrenal a través de la fecundación.

Tal proceso, que se reconoce anímico-espiritualmente, queda entonces en segundo plano si se quiere explicar un fenómeno tan extraño como el de los hemofílicos. <Hay el extraño hecho de que hay personas que padecen una falta de coagulación de la sangre de tal manera que segregan copiosas cantidades de sangre a la menor lesión corporal, a menudo sin que tal lesión sea detectable, y por ello tienden a desangrarse hasta morir. Esta hemofilia, tiene algo muy peculiar: a los varones que provienen de familias hemofílicas no les da la hemorragia cuando nacen de mujeres que provienen de familias no hemofílicas, no les da como a los varones, esta hemofilia. Pero cuando las mujeres tienen descendencia que proviene de familias hemofílicas, ellas mismas no contraen la hemofilia por herencia; en cambio, los varones descendientes de ellas contraen la hemofilia. En otras palabras, la hemofilia pasa a través de la mujer. Esto nos indica la independencia del germen del que acabo de hablar. Y la apariencia externa nos señala, en cierto sentido, de forma ilustrativa, lo que obtenemos a través de la percepción espiritual.

Ahora bien, hoy les he mostrado, por así decirlo, de forma narrativa, algunas cosas que van en la siguiente dirección. Les he mostrado cómo, por un lado, se puede mirar en la esencia del ser humano, en la esencia concreta del ser humano, en sus procesos de desarrollo y degradación, en sus procesos de salud y enfermedad, que en realidad están en constante interacción y entre los cuales hay que buscar un equilibrio. Les he mostrado cómo se puede encontrar la interrelación del ser humano con su entorno a través de la contemplación espiritual, cómo se puede tender así un puente desde la fisiología y la patología hasta la terapia. Y por último quería ilustrarles con un ejemplo especial que, -he elegido un caso extremo, el de la hemofilia y las relaciones hereditarias en la hemofilia-, si observan la naturaleza de la manera correcta, en aquellos casos en los que la naturaleza revela su secreto evidente, obtienen en todas partes la ilustración de aquello que han reconocido por primera vez a través de la ciencia espiritual. Para que no haya ninguna objeción en absoluto, que sería la objeción que pondría quien no puede ver en el mundo espiritual, y que por tanto no tiene ninguna manera de encontrar ninguna prueba de lo que afirma el científico espiritual. No, no es así, sino que se trata de que se pueden aceptar los resultados de la ciencia espiritual, me gustaría decir, por un lado sin dogmatismo ni creencia en la autoridad, y por otro lado también se pueden aceptar sin escepticismo preconcebido y prejuicioso. Simplemente lo aceptas. Al principio no te dices a ti mismo: me lo creo, pero tampoco lo rechazas temerariamente, lo aceptas y lo contrastas con la realidad exterior.

Verán que, si aplican lo que al principio les parece paradójico, a menudo incluso fantástico, haciéndolo descender del mundo espiritual a través de la visión suprasensible en la investigación espiritual, si lo aplican en la vida, si preguntan a la vida, se confirma en los puntos que importan. Encontrarán que en todas partes el empirismo proporciona confirmación para lo que la investigación espiritual encuentra. Aquellas personas que hoy rechazan el conocimiento de este mundo espiritual con el pretexto de que no pueden ver en el mundo espiritual, son como el hombre que ve un hierro con esta forma (está dibujado) y dice: herraré a mi caballo con él, eso es una herradura. El otro, sin embargo, le dice: Es una lástima herrar al caballo con ella, pues tiene poderes magnéticos, es un imán, y cuando se le responde: Yo no veo ninguna fuerza magnética, para mí es una herradura.

Sí, la situación es tal que lo espiritual está en todo lo material, que ahora vivimos en una época en la que hay que buscar lo espiritual. El que, investigando en la materia, quiere hacer preguntas sin buscar el espíritu, es como el que utiliza para herrar un caballo, un imán con la forma de herradura, que por lo tanto no sabe cómo se deben utilizar realmente las cosas en el mundo material. Por muy incompletamente aforístico que tuviera que ser lo que hoy sólo puedo decirles como complemento de la conferencia, sólo pretendía mostrar la dirección en la que deben avanzar en el futuro los estudios médicos en particular. Porque este sistema de estudios médicos está íntimamente relacionado con el ente social. Así como el mundo humano sólo puede ser socialmente sano si se introduce el conocimiento espiritual en el criterio social, nuestra medicina sólo puede ser sana si se introduce en ella el conocimiento espiritual.

No somos fantasiosos en ningún campo. Al menos no queremos serlo en ningún campo. Se trata de una investigación seria, pero una investigación que ha desarrollado el principio que hoy se aplica a menudo. Cuando hoy se plantea una hipótesis aquí o allá, se dice que es una forma conveniente de obtener una visión general de los fenómenos. En matemáticas, se llega incluso a concebir tales hipótesis o líneas de pensamiento. La ciencia espiritual parte de la base de que no hay que escatimar nada para lograr todo lo que es necesario para el progreso de la vida humana, que no hay que escatimar nada en el empleo de las fuerzas en la dirección de esta necesidad. Y hoy podemos oír claramente los signos de los tiempos en el curso del desarrollo humano, que nos dicen que ya no podemos progresar siguiendo las viejas líneas.

Bien, lo que tenemos aquí en Dornach, sólo ha surgido porque ya no es posible progresar con las antiguas directrices, y las nuevas directrices hay que buscarlas aquí. Nos hemos especializado lo suficiente. Ahora se trata de reunir de nuevo las especialidades individuales. Tal vez, en este curso en particular, vean cómo las fuerzas espirituales que reúnen estas especialidades individuales deben fluir desde un centro. Para ello, sin embargo, debemos abandonar los caminos cómodos que tan a menudo se buscan hoy en día. Pero los frutos estarán sobre todo en la dirección del progreso de la humanidad. Por esta misma razón, me hubiera gustado, sobre todo, que todo lo que se puede decir científico-espiritualmente aquí, lo hubieran dicho también los especialistas. Y por eso no me pareció nada bien que yo mismo tuviera que hablar aquí ante ustedes en nombre de uno de los campos más importantes, el médico. Pero como las cosas han salido así, no había otra cosa que hacer y hay que conformarse con ello. Pero lo que habría importado en cualquier circunstancia, tanto si un especialista como un observador general hubiera presentado aquí lo necesario, habría sido mostrar que incluso en este difícil campo de la medicina, el progreso sólo es posible mediante la fecundación de la investigación espiritual. Hubiera mostrado, quiero decir, muy vívidamente, si también hubiera aparecido en este campo alguien que, a partir de las tradiciones de la época, de todo lo que la época misma podía proporcionar a los médicos, hubiera podido mostrar por otro lado a través de una mente abierta para la ciencia espiritual: Uno puede estar al mismo tiempo a la altura de la ciencia médica actual, la ciencia médica oficial, y seguir siendo un científico espiritual tan bueno que uno sólo puede creer que sólo puede  soportar incluso esta medicina actual si puede analizarla desde un punto de vista científico espiritual. No sé si han podido darse cuenta de esto de forma suficientemente intensa por el hecho de que he tenido que sustituir al médico especialista. Pero espero que haya más oportunidades de demostrarlo de tal manera que las circunstancias externas lo pongan de manifiesto: También la medicina sólo puede ser conducida hacia el futuro si el espíritu penetra en ella como es debido, como al menos se aspira a ello aquí en este Goetheanum, si el espíritu de Goethe penetra en la medicina.

Traducido por J.Luelmo sep,2024

GA314 Dornach, 9 de octubre de 1920 - Fisiología-Terapéutica, sobre la base de la Ciencia Espiritual. - Procesos de degradación y segregación

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 RUDOLF STEINER

 Fisiología-Terapéutica, sobre la base de la Ciencia Espiritual.

 Procesos de degradación y segregación

Conferencia III

Dornach, 9 de octubre de 1920

Por supuesto, en el poco tiempo disponible para esta parte terapéutica de nuestro encuentro, sólo será posible dar una indicación general sobre métodos curativos concretos. Por otra parte, también es algo dudoso, me gustaría decir, tener que dar información detallada sobre las particularidades de la medicina Maxime cuando no se está ante un público puramente profesional, como fue el caso aquí en primavera, por ejemplo. Porque, por un lado, será necesario para el futuro del desarrollo humano que los círculos más amplios tengan que adquirir una comprensión de los factores generalmente rectores de la curación, de las consecuencias de la medicina, por así decirlo, para que pueda existir una relación de confianza entre el médico y el paciente, basada en el asunto que nos ocupa. Y así como será necesario que en los círculos más amplios se logre tal comprensión de la dirección de la medicina para la higiene social, es igualmente indeseable por otra parte que el juicio diletante y aficionado juegue un papel demasiado importante en la medicina, lo que desgraciadamente ha sucedido mucho en los últimos tiempos debido al estado de la profesión médica. Hay que subrayar que al menos no puede ser mi intención promover de alguna manera la mala praxis médica, sino que dentro de nuestra ciencia espiritual de orientación antroposófica debe haber un esfuerzo muy definido por promover la verdadera ciencia médica basada en un estudio metódico fiel como arte médico, por llevar el conocimiento científico espiritual a este arte médico real. Así que no debemos estar del lado de aquellos que, se podría decir, por una ignorancia ilimitada de lo que realmente están hablando, se levantan en armas contra todo lo que llaman medicina ortodoxa y similares. Verdaderamente, aquí no hay que ponerse del lado de estas personas. Además, cuando se habla de asuntos como los que hoy nos ocupan, hay que tener en cuenta otra cosa. En tiempos más recientes ha penetrado algo en la medicina, en verdad, en cierto sentido ha estado ahí durante mucho tiempo, pero en tiempos más recientes se ha hecho sentir con toda la vehemencia con la que ahora se hacen sentir las cosas en nuestro caótico orden social: se trata de la formación de partidos incluso dentro del ámbito médico. Y los partidos enfrentados apenas se diferencian entre sí en este terreno de los partidos políticos, diría yo. En general es fácil ver que esto no puede trasladarse al ámbito médico, y la disputa entre los alópatas y los homeópatas, entre los llamados médicos ortodoxos y los naturópatas y así sucesivamente, ha traído ahora una gran confusión en lo que necesitamos como comprensión del ámbito médico en círculos más amplios de nuestra humanidad. He tenido que decir todo esto de forma preliminar para que lo que tengo que decir hoy no se ponga sobre una base equivocada.

Ya he llamado su atención sobre el hecho de que dentro del proceso organizativo humano, existe por una parte lo anímico-espiritual, que en los procesos de enfermedad física hasta cierto punto se desborda, de modo que lo anímico-espiritual no actúa de la manera correcta separado del órgano físico y por lo tanto prolifera dentro de él. Entonces tenemos que ocuparnos de todas las enfermedades que impulsan nuevas formaciones en el organismo. Por otra parte, tenemos que ocuparnos de tales enfermedades en las que lo anímico-espiritual se desarrolla de tal manera, que interviene demasiado poco en el organismo físico, dejando así ciertas partes del organismo físico a merced de los procesos, que no están cubiertos por la organización humana, sino a los procesos subordinados del ser natural, es decir, de modo que los órganos, -si se me permite la palabra-, se fisicalizan hasta un grado abrumador en lugar de impregnarse anímico-espiritualmente. Por consiguiente, lo anímico-espiritual se desborda sin poder ser abarcado de manera correcta con la conciencia del yo, y surgen todas esas formas de enfermedad que en realidad no se llaman enfermedades mentales.

Pero en el momento en que se pasa de una fisiología sana a una patología y una terapia sanas este punto de vista debe cambiarse, es decir, debería desarrollarse de forma aún más precisa. Debe integrarse con esa visión de la naturaleza del hombre que ya se ha expuesto repetidamente aquí, aunque en un contexto  completamente distinto al que hoy la necesitamos. Se trata de la visión de la triple estructura del organismo humano. Por una parte, se trata de una triple organización del alma en los impulsos de la imaginación, del sentimiento y de la voluntad. Pero esta triple división del ser espiritual se corresponde exactamente con una triple división del ser físico-corporal en una especie de sistema cefálico o sistema nervioso-sensorial, en un sistema rítmico y en un sistema metabólico-motor o de las extremidades. Insisto expresamente en que esta división del organismo humano no debe ser intelectual, sino visual. Pues quien entendiera por sistema cefálico el que se extiende hasta el cuello, y luego por sistema circulatorio o rítmico el que comprende el tronco, y el que comprende el sistema digestivo mas el sistema de las extremidades, sistema sexual, no daría, si hiciera tal subdivisión externa, en absoluto con lo apropiado. La cuestión es que el sistema nervioso-sensorial se localiza principalmente en la cabeza, pero que se extiende como tal por todo el resto del organismo. De modo que en cierto sentido, si hemos de hablar aquí en términos antroposóficos del sistema nervioso-sensorial, debemos decir que es ese sistema de funciones en el organismo humano, -pues no se trata de la delimitación del espacio, sino de la delimitación de funciones-, que está esencialmente localizado en la cabeza, pero que extiende su actividad principal sobre todo el ser humano, de modo que en cierto sentido todo el ser humano es a  su vez cabeza. Lo mismo ocurre con los demás sistemas. Y por eso fue una mera tontería cuando un frívolo profesor de medicina, que no tenía intención de entrar en estas cosas, pero sí de calumniarlas ante el mundo, habló del «sistema abdominal» para desacreditar lo que en realidad se entiende por sistema metabólico. Acaba de demostrar que no entiende en absoluto el hecho de que esta división depende de lo funcional y no de lo delimitado espacialmente.

Si se comprende entonces esta estructura del ser humano, sobre la que se podrían dar muchas conferencias para describirla en todos sus detalles, se llega a ver claramente las diferencias que existen entre el sistema de la cabeza, es decir, el sistema nervioso-sensorial por un lado, el sistema metabólico y de las extremidades por otro, y el sistema medio, el sistema rítmico, que está llamado esencialmente a lograr el equilibrio entre los otros dos sistemas. Si queremos abarcar todo el ser humano, tenemos ante nosotros lo siguiente: la actividad imaginativa y perceptiva actual del ser humano tiene como base, ni siquiera se puede decir como herramienta, sino como base física todo lo que tiene lugar físicamente en el sistema nervioso-sensorial. No es cierto, como pretenden la psicología y la fisiología recientes, que los procesos relacionados principalmente con el sistema emocional y volitivo también tengan lugar en el sistema nervioso-sensorial. No, eso no resiste un estudio más detallado de la cuestión. Este estudio más preciso, por lo menos en sus directrices, lo encontrarán ustedes insinuado en mi libro«Von Seelenrätseln», (los enigmas del alma); pero todavía habrá que hacer un gran trabajo detallado en esta dirección. Por consiguiente lo que la ciencia espiritual hoy tiene que decir con certeza desde su lado, surgirá también desde el otro lado, desde el lado físico-empírico, entonces surgirá que el sentimiento del ser humano no está primariamente conectado con el sistema nervioso-sensorial, sino con el sistema rítmico, que así como el sistema nervioso-sensorial corresponde a la percepción imaginativa, el sistema rítmico corresponde al sentimiento. Y que sólo a través de la interacción del sistema rítmico con el sistema nervioso-sensorial, de un modo indirecto a través del ritmo del humor cerebral, que pulsiona el sistema nervioso-sensorial, se enciende el sistema nervioso-sensorial como portador de la vida imaginativa cuando elevamos nuestros sentimientos a imaginaciones, con lo cual la vida emocional embotada y soñadora es percibida e imaginada por nosotros mismos de un modo interior. 

Y al igual que la vida emocional está directamente conectada con el sistema rítmico e indirectamente mediada por él, la vida de la voluntad está directamente conectada con el sistema metabólico. Y esta conexión es entonces a su vez de tal índole que de una manera secundaria, porque el metabolismo por supuesto también tiene lugar en el cerebro, el sistema metabólico en sus funciones está conectado con el sistema nervioso-sensorial y de esta manera hacemos surgir interiormente las ideas de nuestros impulsos de voluntad, que de no ser así, intervendrían en una apagada vida dormida dentro de nuestro organismo.

Pueden ver que en el organismo humano tenemos tres sistemas diferentes, que llevan la vida del alma de diferentes maneras. Ahora bien, estos sistemas no sólo son diferentes entre sí, sino que también se oponen, -como ya he dicho, hoy sólo puedo esbozar estas cosas-, de modo que, por un lado, tenemos el sistema nervioso-sensorial, y por otro, todo lo que constituye las funciones del sistema metabólico, el sistema metabólico de las extremidades (véase el dibujo). Pueden visualizar la conexión entre el metabolismo y las extremidades si consideran simplemente los efectos de las extremidades en movimiento sobre el metabolismo. 

Este efecto es mucho mayor de lo que se suele pensar dentro de la conciencia exterior. Pero estos dos sistemas, yo diría el sistema nervioso-sensorial y el sistema metabólico-motor, son también polos opuestos en cierto modo. Y esta oposición polar debe ser considerada a fondo para una patología y una terapia sanas, especialmente para tal patología que conduce completamente orgánicamente a la terapia, y debe ser estudiada cuidadosamente para todos los detalles individuales, de los cuales hay, por supuesto, innumerables. Porque si se profundiza detalladamente en los efectos, entonces surge lo siguiente. Resulta que lo que ya indiqué ayer está presente en un alto grado. Dentro de todo lo que está relacionado con el sistema de la cabeza o sistema nervioso-sensorial se producen procesos de degradación, de modo que durante el funcionamiento de nuestra imaginación en el estado de vigilia, mientras percibimos e imaginamos, esta percepción e imaginación no está ligada a procesos de crecimiento y desarrollo, sino a procesos de degradación, a procesos de eliminación. Y si uno observa de manera muy sana, llegará realmente a esta conclusión lo que la ciencia empírico-fisiológica ofrece ya hoy en esta dirección. Hoy en día ya existe básicamente una prueba empírica de esto, o mejor podría decir una confirmación empírica de lo que la ciencia espiritual proporciona a través de la observación. Basta con seguir lo que ciertos fisiólogos espirituales son capaces de enseñar sobre los procesos físicos en el sistema nervioso que tienen lugar como fenómenos paralelos de la imaginación y la percepción. 

Entonces verán que esta afirmación de que se trata de procesos de eliminación y descomposición, y no de procesos de construcción, mientras pensamos y percibimos estando despiertos, ya está hoy muy bien sustentada. En cambio, allí donde los procesos de la voluntad intervienen en el sistema metabólico de las extremidades, se trata de procesos de acumulación. Aunque sin embargo, todas las funciones individuales del ser humano interactúan entre sí. Y si miramos bien el asunto, tenemos que decir: Los procesos constructivos de abajo trabajan hacia arriba en los procesos degradantes, los procesos degradantes de arriba trabajan hacia abajo en los procesos constructivos. Y si se sigue esto por analogía, entonces se tiene, como sistema equilibrador, como funciones que provocan el equilibrio, los procesos rítmicos entre los procesos degradantes y los procesos constructivos, que impulsan la degradación hacia la construcción, la construcción hacia la degradación. Y si estudiamos la sustancia, no puramente externa, sino aquella que tiene lugar en la llamada circulación sanguínea del corazón, en la respiración del cuerpo humano, tenemos por todas partes en ella, quisiera decir, procesos especiales, de alguna manera interrumpidos. No puedo entrar en esta interrupción, cumple su cometido; pero tenemos en todas partes especialización de esta curva rítmica, que he dibujado aquí (ver dibujo). El curso de la respiración es un caso especial de esta curva, el proceso que ustedes dibujan cuando trazan el curso de la sangre desde el corazón hacia arriba, a la cabeza o respectivamente a los pulmones y hacia abajo al cuerpo, tienen especializaciones de este proceso. En resumen, cuando es estimulado lo que aquí se indica, no se está penetrando en el tejido funcional del organismo humano de una manera muerta, como suele ser el caso, sino de una manera viva. Sin embargo, es necesario dar vida a las propias ideas. Debe ser posible, por así decirlo, imaginar una imagen plástica del organismo humano. 

El organismo humano no puede ser captado con las concepciones abstractas estáticamente, tales como la fisiología y la patología actuales pretenden captarlo, sino que debe ser captado con concepciones dinámicas, con concepciones tales que realmente intervengan a su vez en el efecto de lo que tiene movimiento interior, que no son en modo alguno meras interacciones mecánicas entre órganos estáticos. Así es como nos damos cuenta de que en el organismo humano existe básicamente una interacción constante entre los procesos de descomposición, los procesos de muerte y entre los procesos de construcción, crecimiento, proliferación, etcétera. Sin esta actividad no se puede entender el organismo humano.

¿Pero qué hay en realidad? Simplemente observen el asunto más de cerca. Cuando el proceso de descomposición de la organización nervioso sensorial actúa a través del ritmo en el sistema metabólico de las extremidades, entonces está presente algo que el propio sistema metabólico de las extremidades contrarresta, que es veneno para este sistema metabólico de las extremidades. Y viceversa, lo que está presente en el sistema constructor, si por medio del ritmo, actúa en el sistema de la cabeza, es veneno para el sistema de cabeza. Y puesto que los sistemas, como he indicado, se extienden por todo el resto del organismo, en todas partes del organismo humano nos encontramos con un continuo envenenamiento y desintoxicación, que es equilibrado por el proceso rítmico. Por lo tanto, no nos encontramos ante un proceso tan natural, como normalmente nos gustaría imaginarlo, que procede unilateralmente, -con perspicacia, me gustaría decir-, de modo que uno puede simplemente describir los procesos sanos como los normales, sino que nos encontramos ante dos procesos opuestos, uno de los cuales es definitivamente un proceso perjudicial para el otro. Y no podemos vivir en el organismo físico sin exponer continuamente nuestro sistema metabólico de los miembros a las causas de enfermedad del sistema de la cabeza, y el sistema de la cabeza a las causas de enfermedad del sistema metabólico. Y del mismo modo que la balanza, si no está equilibrada, oscila de tal manera, según las leyes de la naturaleza, que la barra de equilibrio no queda horizontal, así, como la vida es móvil en sí misma, simplemente no hay un estado de equilibrio en reposo, sino un estado de equilibrio que puede oscilar irregularmente hacia ambos lados. Y curar no significa otra cosa que, por ejemplo, cuando el sistema de la cabeza tiene un efecto envenenador demasiado fuerte sobre el sistema metabólico, aliviarlo de su efecto envenenador, quitarle su efecto envenenador. O a la inversa, si el sistema metabólico de los miembros tiene un efecto venenoso demasiado fuerte sobre el sistema de la cabeza, es decir, si tiene un efecto prolífico, hay que quitarle su efecto venenoso. Pero sólo se llega a una visión completa en este campo si ahora se extiende lo que se es capaz de observar en el hombre a la observación de la naturaleza en su conjunto, si ahora se es capaz de comprender esta naturaleza en el sentido espiritual-científico. Por ejemplo, si se considera el proceso de formación de las plantas, entonces se tiene con toda claridad, quiero decir de la manera más macroscópica, con toda claridad un esfuerzo ascendente del proceso de formación de las plantas, un esfuerzo que se aleja del centro de la tierra, y se pueden estudiar estos esfuerzos de formación metamorfoseantes de las plantas, al menos según las primeras líneas, las líneas básicas, de la «Metamorfosis de las plantas» de Goethe.

La «Metamorfosis de las plantas» de Goethe contiene inicialmente sólo el primer esbozo, los primeros elementos de lo que se va a estudiar sobre la planta en esta dirección. Pero la dirección de este estudio debe desarrollarse más. Hay que seguir las líneas básicas, entonces obtendremos una vívida visión de todo lo que ocurre en el crecimiento de la planta cuando, enraizada en la tierra, la planta comienza a crecer en dirección negativa, iniciándose el empuje hacia arriba en la raíz, luego crece hacia arriba, superando la atracción de la tierra, que sigue siendo predominantemente activa en la raíz, luego pugna para abrirse camino a través de otras fuerzas para llegar finalmente a la floración y fructificación y germinación.

Durante esta trayectoria suceden muchas cosas. En esta trayectoria, por ejemplo, interviene una fuerza opuesta. Pueden observar esta fuerza opuesta que interviene si por ejemplo, -pueden escoger cualquier ejemplo-, digamos el abedul común, el abedul blanco, Betula alba, y siguen más de cerca el proceso que tiene lugar desde la formación de la raíz a través de la formación del tallo, a saber, luego a través de la formación de la corteza, cómo, sobre la base de todo lo que trabaja conjuntamente en la formación del tallo y de la corteza, se forma lo que luego da lugar a la formación de la hoja. Pueden estudiar esto particularmente bien desde un punto de vista científico espiritual si estudian las hojas jóvenes del abedul que todavía aparecen parduscas en primavera. Si se estudia todo esto vívidamente, se tiene una idea de una metamorfosis de las fuerzas que actúan en el interior de la planta, y se tiene una idea de cómo, por un lado, en el proceso de formación de la planta actúa una dirección de fuerza desde abajo hacia arriba. Pero también se obtiene aquello que todavía tiene un efecto retardador, que al principio, diría yo, todavía actuaba fuertemente como gravedad en la raíz, pero que luego, a medida que la planta se desprende de la sustancia tierra, a medida que trabaja a partir del aire, coopera de otra manera con la fuerza ascendente. Y entonces tenemos una etapa interesante, pero también ahora una etapa apropiada, para ver en esta formación de la planta en, este proceso de fuerza ascendente en la corteza del abedul, cómo se depositan ciertas sales, sales de potasio, que son simplemente el resultado de las fuerzas que actúan hacia abajo, que interactúan con las fuerzas que actúan hacia arriba y, me gustaría decir, tienden hacia la formación de proteínas, hacia lo que me gustaría llamar formación de fuerza albuminizante. Así es como se penetra, por ejemplo, en el proceso de formación de las plantas. Aquí apenas puedo insinuarlo. Nos adentramos de este modo observando cómo se depositan las sales de potasio en la corteza del abedul, cómo de esta fuerza de atracción se escapa algo hacia abajo, -me gustaría decir el proceso que podría compararse a cuando una sal de este tipo se precipita a partir de una solución, Entonces llegamos al proceso que tiene lugar cuando la solución se precipita de la sal, llegamos, captando esto vívidamente, al proceso de formación de proteínas, a lo que me gustaría llamar el proceso  de albuminización. Ahí tenemos una forma de estudiar, de estudiar vívidamente, lo externo que rodea al ser humano.

Y entonces volvemos la vista al ser humano y vemos cómo el ser humano básicamente, digamos, si consideramos su proceso de descomposición trabajando de arriba abajo, tiene dentro de sí la misma forma de fuerzas que trabajan en la planta de abajo arriba. Vemos, por así decirlo, en las fuerzas que actúan desde el sistema de la cabeza hacia abajo, hacia el sistema metabólico de los miembros, cómo, por así decirlo, actúa en su interior un sistema vegetal invertido, cómo, de hecho, las fuerzas que vemos enviadas hacia arriba en el crecimiento vegetal actúan hacia abajo. Por ejemplo, si el ser humano detiene este proceso de formación vegetal, quiero decir, que actúa en su interior, de forma errónea, de modo que no es penetrado de forma correcta por lo que actúa en la cabeza, -el astral, el ser del yo. Pero esta penetración se expresa dentro del cuerpo, entonces nos encontramos con algo que se sostiene allí, algo que debe proceder en el organismo humano, descubrimos que se nos presenta un fenómeno patológico, por ejemplo, en los casos donde se produce reumatismo, donde se producen afecciones gotosas. Estudiamos lo que se produce en el organismo humano a causa de este proceso anabólico, en el cual se sustenta de cierta manera, estudiamos esto y lo encontramos de nuevo en el proceso del reumatismo, en el proceso de la formación de la gota y así sucesivamente. Y ahora a su vez dirigimos nuestra mirada desde el interior del organismo, digamos, a tal proceso de formación de plantas como el que encontramos en Betula alba; entonces obtenemos lo siguiente. A continuación miramos por un lado lo que tiene lugar allí en la formación de sales, por otro lado en la formación de proteínas. Y si entendemos este proceso de la formación de la proteína correctamente, encontramos en él el proceso opuesto de lo que es retenido. El proceso que debería tener lugar en el organismo se detiene de forma similar al proceso que tiene lugar como proceso correcto de albuminización en las hojas de abedul, y así obtenemos una conexión entre esos procesos que tienen lugar en las hojas de abedul, por ejemplo, y los procesos del organismo. En eso procesamos lo que hay en las hojas de abedul en remedios que enseñamos a la gente, y a través de los cuales, por ser opuestos de la manera correcta a este proceso de congestión que se da en el reumatismo, en la gota, logramos de esta manera un efecto curativo. En otras palabras, observamos de este modo lo que ocurre fuera en la naturaleza junto con lo que ocurre dentro del organismo y obtenemos una idea de cómo debemos dirigir las fuerzas curativas. Por otra parte vemos que, cuando los procesos de degradación proceden de tal manera que el organismo no puede detenerlos, por así decirlo, que se extienden hacia abajo, y que el sistema rítmico no los combate de la manera correcta, por consiguiente éstos salen entonces hacia la periferia del cuerpo, impulsando hacia la piel, por así decirlo. Se producen condiciones inflamatorias en el exterior de las personas, erupciones en la piel y cosas por el estilo. Y de nuevo volvemos la vista a nuestra planta, Betula alba, y encontramos el proceso opuesto en la deposición de sales de potasio en la corteza de abedul, ganando así la oportunidad de ver cómo podemos combatir este proceso de erupción cutánea en el ser humano, que conduce a la sobreexudación, preparando un remedio a partir de la corteza de abedul.

Y así podemos estudiar cómo funcionan los procesos vegetales y minerales, y obtenemos una conexión entre lo que hay en la naturaleza externa y lo que funciona dentro del ser humano. En otras palabras, obtenemos el ascenso del empirismo médico, del empirismo terapéutico, hacia lo que Goethe, en su sentido, -no ahora en el intelectual, sino en su sentido racional-, llama el estadio de la ciencia, obtenemos una ciencia como terapia que realmente ve a través de las conexiones. Las cosas no son tan fáciles, pues hay que estudiar realmente las cosas en detalle al menos según ciertos tipos, en primer lugar según tipos secretos de la personalidad humana y según secretos de la existencia natural. No hay que suponer que si se ha estudiado el proceso en un ejemplo como la betula alba, ya se ha alcanzado una visión de conjunto de lo que hay que considerar. En cada proceso diferente de formación de plantas, -por ejemplo, en el castaño de Indias o en cualquier otro-, estos procesos formativos se manifestarán de manera esencialmente distinta. Lo que aquí se ha indicado no debe conducir en modo alguno a una cháchara generalizada, sino a un estudio muy serio y extenso.

Pero, -y quiero dirigirme en particular al honorable alumnado-, este estudio, si se prosigue de manera racional, no tendrá por qué llevarles a temer su alcance. Porque puedo asegurarles que si se suprime todo lo que es lastre de examen, -por decirlo en este sentido paracelsiano-, y en su lugar se persigue todo lo que conduce de este modo a una visión racional de la patología terapéutica y de la terapia patológica, entonces los estudiantes de medicina no tendrán que estudiar más, sino menos. Y este estudio, porque lo vivirán, sólo despertará en ellos mayor entusiasmo que el que hoy les acerca al ser humano, y que esencialmente no les proporciona otra cosa que ver órganos que no están en absoluto dormidos, sino que sólo pueden ser comprendidos si se les capta en su función viva y en su interacción con otros órganos, si se estudia esta organización, si se tiene este completo impulso hacia lo funcional y, además, una ciencia natural externa que también impulsa a su vez hacia lo  funcional. Siempre será necesario estudiar paralelamente ese proceso interior en el ser humano, esa peculiaridad que allí tiene lugar como envenenamiento y efectos venenosos que se han desequilibrado, y aquellos otros procesos que no tienen lugar en el orden natural y que, debido a que lo exterior es polar a lo interior, también han de utilizarse en cierto modo polares, y que, por tanto, pueden conducir ciertamente a la patología, o más bien a una patología terapéutica y a una terapia patológica.

Por tanto, sólo he podido indicarles aquello que, podríamos decir, debe guiar los pasos que debe dar una recuperación del estudio médico, y sólo he podido indicarles cómo la ciencia espiritual quiere trabajar en este estudio médico. Voy a darles algunos otros ejemplos esta tarde, cuando vuelva a estar aquí media hora después del final de la representación de euritmia para todos ustedes, ejemplos que les mostrarán cómo puede, -esta combinación intuitiva de los efectos externos de la naturaleza con los efectos del organismo interior-, conducir a lo terapéutico y al reconocimiento de lo patológico. A continuación, me gustaría pasar a las sustancias particulares.

En el poco tiempo de que dispongo aquí, sólo he podido dar el principio, por así decirlo, utilizando el ejemplo de Betula alba, y daré algunos otros ejemplos esta tarde, pero me limitaré a sugerir lo que debería formar parte de la comprensión general de la gente. Porque partiendo de esto, el médico a su vez debe seguir construyendo específicamente. Debe ir a lo específico, porque tratar lo específico también requiere un juicio individual en todas partes. Y ahí es necesario que a partir de la comprensión de todos los profanos gracias a las indicaciones médicas, gracias a los principios médicos, crezca una comprensión, una forma de comprensión de lo que el médico tiene que hacer dentro del mundo exterior. 

Y si observan de forma correcta el curso que la ciencia espiritual de orientación antroposófica quiere realmente dar a la medicina, -tendré más que decir sobre esto esta tarde-, ya se dirán: Verdaderamente, esta ciencia espiritual de orientación antroposófica no quiere conducir a la curación, al amateurismo, al diletantismo, sino que sobre todo quiere trabajar por una recuperación de la ciencia, de la ciencia genuina y seria en sí, que a su vez ya tendrá su propio efecto social.

Traducido por J.Luelmo sep,2024

GA314 Dornach, 8 de octubre de 1920 Fisiología-Terapéutica sobre la base de la Ciencia Espiritual- Las enfermedades mentales -

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 RUDOLF STEINER

 Fisiología-Terapéutica, sobre la base de la Ciencia Espiritual.

Las enfermedades mentales

Conferencia II

Dornach, 8 de octubre de 1920

Quiero enlazar con lo que dije ayer al final de estas reflexiones. Hice referencia a una personalidad que se vio impulsada, por así decirlo, por sus instintos filosóficos desde el conocimiento de lo anímico-espiritual hacia una intuición de la conexión entre lo anímico-espiritual y la existencia físico-corporal del hombre. Me estoy refiriendo a la personalidad de Schelling, también les decía que Schelling no sólo actuaba en la medicina teórica a partir de estos instintos, sino también prácticamente con todo tipo de tratamientos curativos. No sé si esto lo hizo con mayor o menor éxito que en el caso de algunos médicos bien preparados. Porque esta cuestión de cuánto contribuye un proceso curativo a la mejora de una persona es en la mayoría de los casos, si no se mira interiormente, muy problemática de todos modos. Schelling, sin embargo, partiendo de toda esta constitución anímica, a partir de la cual se ha convertido para él este instinto, obtuvo un principio del que ciertamente se puede decir que sería bueno que se convirtiera en una especie de principio interior para todo médico, de modo que el médico basara, por así decirlo, toda su visión práctica de la naturaleza de la persona sana y enferma en este principio. Y acabo de citar las propias palabras de Schelling. Son una especie de atrevimiento. Él simplemente dijo: El reconocimiento de la naturaleza significa la creación de la naturaleza. Ahora bien, ¿No es cierto que cuando alguien que es un hombre de genio hace semejante afirmación, lo primero que debe llamar la atención es lo absurdo de este dicho? Porque nadie creerá seriamente que él, como hombre terrenal en el cuerpo físico, sea capaz de crear algo de la naturaleza a causa del conocimiento que tenga de ella. Por supuesto, constantemente se crean cosas mediante la técnica, pero no se trata de crear realmente algo en el sentido que Schelling lo entiende, sino de darle sólo a la naturaleza la oportunidad de crear de una determinada manera y mediante una determinada disposición, etcétera, juntando y componiendo las fuerzas de la naturaleza. Así que básicamente estamos tratando con un absurdo en el que un hombre de genio realmente basa todo su pensamiento. Y ayer les cité otra frase que se corresponde a la de: "Reconocer la naturaleza significa crear la naturaleza" y que entonces diría: "Reconocer el espíritu significa destruir el espíritu". Seguramente Schelling no expresó esta última frase de forma tan fundamental. Pero quienes se acerquen de nuevo a la ciencia espiritual en tiempos más recientes y desarrollen su propia investigación espiritual, verán que ambas proposiciones apuntan básicamente a antiguas inspiraciones cognitivas. Ciertamente, Schelling, que no era un iniciado en ninguna dirección, sino simplemente un hombre de genio, acuñó una frase a partir de sus instintos. La singularidad de esta frase le recuerda a uno inmediatamente, si uno hace ahora tales estudios, que no se hacían en la época de Schelling, que tal frase es una reminiscencia de la antigua sabiduría. Entonces uno es llevado a la otra frase, que de manera similar resuena desde la sabiduría antigua. Ninguna de ambas proposiciones pueden ser entendidas de ninguna manera, con el conocimiento intelectual ordinario que utilizamos en nuestras ciencias hoy en día. En realidad, ambas son un absurdo cuando se consideran una al lado de la otra y de forma aislada. Sin embargo, apuntan en dirección a los aspectos más importantes de la organización humana, tanto para el estado sano como para el enfermo.

Cuando observamos la naturaleza externa, no podemos decir otra cosa respecto a los procesos naturales acabados que: Reconocer la naturaleza significa, a lo sumo, recrear la naturaleza en el pensar. De modo que eso que llamamos nuestros pensamientos y que no nos llevan más allá de una recreación de la naturaleza, que carece de la fuerza interior de la imagen, en realidad lo desarrollamos en nuestro pensar, en la vida anímica, que está saturada de pensamientos, de representaciones. Pero ya se ha señalado que esta vida anímica impregnada de representaciones en el fondo no es otra cosa que algo que se emancipa del organismo físico-etérico alrededor del período del cambio de dientes, algo que se tiene dentro del organismo físico-etérico del ser humano hasta el cambio de dientes. De modo que ese algo que está activo en el ser humano físico-etérico en los años de la infancia, y que realmente ejerce una actividad productora, una actividad generadora, luego se debilita, se tonifica en la vida anímica como un mundo de imágenes o pensamientos o imaginación, en resumen, digamos como una fuerza del mundo que se diluye desde su sustancialidad creadora, en los pensamientos, en las imaginaciones interiores. Así pues, ese algo que reconocemos a partir del séptimo año simplemente se encuentra dentro de nuestro organismo, organizándolo. Allí crea. Aunque allí no lo hace de tal manera que podamos verlo crear en la naturaleza exterior, sino que allí lo vemos crear dentro de nuestro propio organismo. De modo que si el niño pudiera ser ya un sabio y pudiera ahora hablar no de la naturaleza externa, sino de lo que sucede en su interior, si el niño pudiera mirar en su interior y ver a través de la naturaleza que allí se encuentra, entonces diría, como dijo Schelling: Conocer esta naturaleza significa crear esta naturaleza, -pues entonces el niño simplemente se impregnaría de las fuerzas creadoras, se identificaría con estas fuerzas creadoras. Y Schelling, en su instinto médico, en su instinto fisiológico, no hizo otra cosa que plantear desde la infancia lo que es un absurdo para toda la vida posterior y lo expulsó diciendo, por así decirlo: Toda esta cognición en la vejez no es más que una red impotente de imágenes; -si uno pudiera conocer de niño, entonces tendría que decir: Reconocer significa en realidad recrear, significa desarrollar una actividad creadora. Pero sólo podemos ver esta actividad recreadora dentro de nosotros mismos.

¿Qué es pues a lo que en realidad nos enfrentamos como actividad creadora en nuestro propio interior, que un hombre de genio como Schelling expresa del modo que he indicado? ¿No es acaso cierto, que tal genialidad se basa en el hecho de que el hombre conserva cierto infantilismo en la edad avanzada? Nunca son genios las personas que envejecen incondicionalmente, que ya absorben el envejecimiento de una cierta manera normal cuando se acerca la edad apropiada, sino que genios realmente son esas personas que llevan algo positivamente creador e infantil en sus últimos años. Es este infantilismo, esta creatividad positiva, esta creatividad cognitiva, la que hasta cierto punto, no tiene tiempo de conocer hacia afuera, porque vuelca los poderes cognitivos hacia adentro y crea. Esta es la herencia que traemos con nosotros cuando entramos en la existencia física a través del nacimiento. Traemos con nosotros fuerzas organizadoras, y hasta cierto punto podemos verlas gracias a la ciencia espiritual. Y un hombre como Schelling las percibió instintivamente.

Ahora bien, toda persona que adquiere este tipo de percepción sabe que las cosas no son así, que estas fuerzas anímico-espirituales, que impregnan el organismo de forma organizadora en los primeros años de la infancia, cesan por completo con el cambio de dientes. Sólo pasan por una etapa. Son, por así decirlo, reducidas a un menor grado de actividad, de modo que más tarde seguimos teniendo fuerzas organizadoras en nuestro interior. Sin embargo, hemos dominado en nosotros el poder de formación de la memoria que entra en la conciencia con el cambio de dientes y se desprende así de la organización. Hemos sacado la memoria de su estado latente a su estado libre. Tenemos como fuerza de visualización del alma nuestra fuerza de crecimiento, nuestra fuerza de movimiento, nuestra fuerza de equilibrio, que entonces trabajan en un grado correspondientemente aumentado en los primeros años de la infancia.  

Pero de esto se deduce que en el desarrollo normal de la humanidad esta fuerza organizadora, esta fuerza de crecimiento, debe transformarse hasta cierto punto en fuerza anímico-espiritual, digamos, en fuerza de memoria, en fuerza de elaboración del pensamiento. Pero si suponemos que a través de algún proceso se retiene demasiada de esta fuerza organizadora, que trabaja en la primera etapa de la infancia, o que el desarrollo simplemente está dispuesto de tal manera que no se transforman suficientes fuerzas de organización en fuerza formadora de memoria, entonces se quedan estancadas en el fondo del organismo, entonces no son, por así decirlo, llevadas propiamente al sueño con cada dormirse, sino que continúan trabajando en el organismo desde que se duerme hasta que se despierta, retumbando a través del organismo.

Si uno lleva a cabo investigaciones médico-fisiológicas-fenomenológicas en la dirección que sólo puedo insinuar aquí en tan breve curso de conferencias, uno es llevado a darse cuenta de que es posible en el organismo humano, que aquellas fuerzas que deberían entrar realmente en lo anímico-espiritual en la etapa correcta de la vida, permanezcan abajo en el organismo físico. Entonces se da aquello de lo que ayer les hablé, cuando el grado normal de las fuerzas organizadoras se transforma con el cambio de dientes, entonces tenemos igual grado de fuerzas en el organismo en la vida posterior que puede organizar este organismo según su forma y estructura normal. Pero si carecemos de esto, si no nos transformamos lo suficiente, entonces las fuerzas organizadoras permanecen ahí abajo, aparecen en alguna parte y nos aparecen esas neoplasias, esas neoplasias carcinomatosas de las que hablé ayer, y de esta manera podemos seguir el proceso de enfermar o enfermarse, como lo expresó el médico Troxier en la primera mitad del siglo XIX, de enfermarse en las últimas etapas de la vida. Y entonces podemos comparar la situación con las enfermedades infantiles, porque naturalmente las enfermedades infantiles no pueden tener el mismo origen, porque se producen en la infancia, cuando todavía no se ha transformado nada. Pero si uno ha aprendido las causas de las enfermedades que se producen en etapas posteriores de la vida, también ha adquirido la capacidad de observar las causas de las enfermedades en la infancia. Allí, sin embargo, se encuentra lo mismo en cierto modo, sólo que desde otro lado. Encontramos que también hay demasiado poder organizador anímico-espiritual en el organismo humano cuando se producen enfermedades infantiles. 

Para aquellos que han adquirido la capacidad de visualizar en esta dirección, estas cosas surgen de manera particularmente poderosa cuando consideran el fenómeno de la escarlatina y el sarampión durante la infancia, donde pueden ver cómo en el organismo del niño aquello que de otro modo funcionaría normalmente, osea, lo anímico-espiritual, comienza a retumbar, actuando en mayor grado de lo que realmente debería. El curso completo de estas enfermedades se hace comprensible en el momento en que uno puede ver realmente este retumbar de lo anímico-espiritual en el organismo como la base de la enfermedad. Y entonces uno no está muy lejos, -les ruego que consideren mi frase con mucha atención, porque nunca voy un paso más allá de lo que está justificado por las consideraciones precedentes, aunque algunas cosas sólo se puedan decir a grandes rasgos, pero indico en todas partes hasta dónde se puede llegar-, no digo que ahora se llegue aquí a una conclusión, sino que sólo digo que uno no está muy lejos de reconocer algo que es extraordinariamente importante reconocer para un conocimiento real. Cuando hemos llegado al punto de saber reconocer, que en el organismo humano hay demasiada fuerza organizadora en una enfermedad, en la edad más avanzada, que va en dirección de una nueva formación, que resulta así en un excedente, por así decirlo, en una isla de organización, entonces no estamos lejos de decirnos a nosotros mismos: Si la edad más avanzada de la vida se remonta a la primera infancia, entonces, en última instancia, lo que se manifiesta en la infancia se remonta al tiempo anterior al nacimiento o, digamos, antes de la concepción; se remonta a la existencia espiritual-anímica del ser humano, por la que pasó antes de revestirse de un cuerpo físico. Una persona así simplemente ha traído consigo demasiado de lo anímico-espiritual de su vida prehumana, de su vida preterrenal, y este excedente se manifiesta en las enfermedades infantiles. En el futuro no habrá otro camino, que abandonar las estériles consideraciones materialistas en las que hoy nos encontramos, sobre todo en el campo fisiológico-terapéutico, para pasar a una consideración de tipo anímico-espiritual. Y se podrá apreciar ya que lo que ocurre en la ciencia espiritual, no ocurre porque el investigador espiritual no esté suficientemente implicado en la investigación física, ni porque sea hasta cierto punto un diletante en la investigación física, por lo que digo entre paréntesis que muchos que se llaman a sí mismos investigadores espirituales son efectivamente tales diletantes, pero no es eso lo que debería ser. Para convertirse en investigador espiritual, no es necesario que se implique demasiado poco en la investigación física, sino que se convierte en investigador espiritual cuando se implica más que el científico natural ordinario. Si comprende los fenómenos más intensamente, entonces los propios fenómenos le conducen al ámbito espiritual-anímico, especialmente cuando hablamos de enfermedad.

Y por otro lado, la frase: Reconocer el espíritu significa destruir el espíritu, en realidad también es igual de absurda. Pero esta frase también apunta a algo que hay que reconocer, que hay que ver a través de ello. Así como la frase nos dice: Reconocer la naturaleza significa crear la naturaleza, -apunta a la primera edad de la infancia, en realidad todavía a lo prenatal, si lo miramos de la manera correcta, al igual que la frase: Reconocer el espíritu significa destruir el espíritu, -apunta al final de la vida del hombre, a lo que está muriendo en el hombre. Sólo hace falta, diría yo, de forma paradójica, atenerse a esta frase: Reconocer el espíritu significa destruir el espíritu, -entonces ya descubrirán que no hay que seguirlo, pero que sin embargo está ahí en la vida como algo a lo que uno se acerca continuamente sin alcanzarlo. Reconocer el espíritu significa para aquellos que no simplemente lo reconocen, sino que desarrollan la autoconciencia de la manera correcta: viendo, observando, procesos continuos de degradación, procesos continuos de destrucción en el organismo humano. Así como, cuando nos asomamos a la edad creativa infantil, vemos procesos continuos de construcción, procesos de edificación, que, sin embargo, tienen una peculiaridad que en realidad nublan nuestra conciencia. Por eso soñamos, por eso en la edad infantil estamos medio dormidos, por eso nuestra conciencia no está totalmente despierta. Esta actividad de crecimiento, que hace retroceder nuestra propia espiritualidad terrenal, a saber, la espiritualidad consciente, es la que en realidad nos organiza, y en el momento en que este poder penetra en la conciencia, deja de organizarnos en la misma medida en que nos organizaba antes. Así como al mirar en la infancia uno observa las fuerzas constructivas, aunque estas fuerzas paralizan la conciencia, así también, al mirar los procesos de desarrollado de pensamiento, uno observa procesos de degradación, que sin embargo, son adecuados para hacer nuestra conciencia brillante y clara.

Esto es lo que la ciencia fisiológica moderna apenas tiene en cuenta, aunque en realidad es tan evidente en sus fenómenos como puede serlo cualquier cosa. Echen ustedes un vistazo a los fenómenos reales de la fisiología moderna y verán que no hay nada que se pueda demostrar más claramente, a partir de todo lo que se sabe sobre la fisiología del cerebro y similares, a saber, que en los procesos anímico-espirituales reales que tienen lugar conscientemente, no nos enfrentamos con ninguna fuerza de crecimiento, ni ninguna fuerza de ingesta de nutrientes, sino que nos enfrentamos con procesos de eliminación, con procesos de descomposición a través del sistema nervioso, que nos enfrentamos con una continua y lenta agonía. Es la muerte la que actúa en nosotros entregándonos a lo que realmente actúa espiritualmente en nuestra conciencia. Y así como miramos a través de las fuerzas inconscientemente creadoras hacia el comienzo de la vida, así también miramos a través de las fuerzas conscientemente imaginadoras, en cuanto se nos revelan como fuerzas destructoras, como aquello que comienza cada vez más por crecer en la vida terrena, apoderándose de nosotros, descomponiéndonos y conduciéndonos finalmente hacia la muerte terrena; vemos precisamente a través de estas fuerzas hacia el otro fin de la vida, después de la muerte. Y el nacimiento y la muerte, o digamos la concepción, el nacimiento y la muerte, no pueden comprenderse de otro modo que incluyendo lo espiritual. Y en la frase: Reconocer el espíritu significa destruir el espíritu, - lo que en realidad se pretende decir es que si se quisiera mirar al espíritu, si no se lo acogiera más o menos ingenuamente, sino que fuese acogido tal como se acoge la naturaleza exterior, entonces tendríamos que quedarnos con lo que actúa en esta actividad consciente de pensar e imaginar y sentir, tendríamos que impedir que se descompusiera. Esto significa que en ese momento el poder sobre lo espiritual, lo interiormente consciente, tendría que ser atenuado paralizado hasta la inconsciencia, hasta un trabajo de lo espiritual en la inconsciencia. Uno llegaría a formar lo espiritual desde sí mismo, a impulsar lo espiritual desde sí mismo, por así decirlo. 

Pero uno no podría seguir con la conciencia, porque uno no puede llevar la organización a este proceso de degradación, a este proceso espiritual. Y así podemos decir: Mientras que los procesos de organización consisten en que tenemos, por así decirlo, -naturalmente se trata ahora de una observación abstracta-, el marco de forma del organismo humano (véase el dibujo a), en el que entra la fuerza organizadora (véase el dibujo b, rojo). En el otro caso, -en el segundo caso que he descrito-, tenemos el armazón de forma del organismo humano, pero no queremos que esté impregnado por la fuerza organizadora, por la fuerza que paraliza hasta cierto punto nuestra conciencia, sino que queremos expulsar la fuerza organizadora, que ahora queremos reconocer como espíritu (ver dibujo c). 

Pero no podemos seguir con nuestro yo porque está ligado al organismo. Tenemos el otro lado, el lado donde el ser humano comienza a desarrollar lo espiritual, es decir, a desarrollar la actividad de la voluntad en lo espiritual. En la impregnación con la actividad de la voluntad, que permanece inconsciente, que está, por así decirlo, dormida, soñando, es cuando sacamos realmente un elemento anímico espiritual a partir de nuestra organización sin conciencia. Tenemos el otro, el lado maníaco, el lado furioso, donde el ser humano se vuelve loco y las diversas formas de las llamadas enfermedades espirituales, que, sin embargo, no consisten en otra cosa que en el hecho de que aquí en las enfermedades físicas tenemos lo anímico-espiritual que no pertenece al organismo físico (ver dibujo b), mientras que en las llamadas enfermedades espirituales expulsamos algo partiendo de lo físico-etérico en lo psíquico-anímico que en realidad debería estar dentro y que expulsamos del organismo (ver dibujo c). 

Hoy estamos viendo desde el otro lado aquello a lo que llegamos ayer. Y es que es precisamente este punto de vista el que más nos guía, mañana veremos a qué provechosas consecuencias terapéuticas se llega precisamente a través de estos puntos de vista, que luego se confirman en la vida, que resultan ser la práctica vital más externa de la medicina, como práctica terapéutica.

Cuando nos preguntamos por la causa de una enfermedad física, en realidad debemos buscarla en última instancia en una aberración de lo espiritual en el organismo. Ciertamente, no debemos proceder de forma abstracta. Quien no entienda nada de la conexión entre lo anímico-espiritual con el organismo físico, en realidad no debe inmiscuirse en estos asuntos. Pues sólo se puede reconocer lo concreto, cuando en algún lugar de un órgano hay una fuerza organizativa demasiado grande, una fuerza organizativa, diría yo, hipertrófica, si se conoce lo concreto anímico-espiritual, que es tan concreto en sí mismo como lo pueda ser lo físico-corporal para el hígado, para el estómago, etc., si se conoce esta realidad anímico-espiritual, -de la cual la psicología no tiene ni idea, con sus componentes, con sus miembros-, igual de bien que se conoce lo físico-sensorial. Y cuando se conoce la relación entre ambos, entonces se pueden señalar los hallazgos, a menudo incluso anímico-espirituales, que se producen en una persona cuando hay una especie de exceso de organización en algún órgano. Será posible señalar algún origen de este tipo en todo lo que no provenga de un agravio externo.

Por el contrario, cuando lo que nos ocupa son las enfermedades espirituales, o llamadas enfermedades mentales, entonces si se creen que pueden conseguir algo con una fenomenología a medias, si creen que van a conseguir algo simplemente describiendo las anomalías anímico-espirituales -que es muy útil describir-, se quedarán en lo meramente abstractoPor supuesto, estas descripciones son muy buenas para crear sensaciones entre los profanos, porque siempre es interesante ver cómo alguien que esté chiflado se desvía del patrón normal de la vida. Porque lo interesante es lo raro, y en nuestro tiempo se da el caso de que al menos lo que se desvía así de la vida normal sigue apareciendo como una rareza. Pero nunca puede ser cuestión de quedarse solo en eso. En particular, no puede limitarse a tender hacia el juicio aficionado y diletante de que el espíritu y el alma están enfermos, y que el espíritu y el alma pueden ahora curarse de algún modo con medidas anímico-espirituales como sueñan los que son abstractos. No, precisamente en el caso de las llamadas enfermedades mentales, depende de la manera más eminente de poder señalar en todas partes, allí dónde la fuerza de organización de algún órgano es insuficiente. Quien realmente quiera reconocer la melancolía o la hipocondría hasta el punto de enfermar mentalmente, no debe hurgar en el alma, sino que debe intentar reconocer a partir de la constitución abdominal de la persona en cuestión, cómo actúa esa sub-organización en la organización abdominal de la persona, y cómo dicha fuerza organizadora que actúa por debajo del nivel normal hace que algo se precipite, como se dice en química; Algo se precipita de alguna solución y similares, De modo que se forma un sedimento, igual que una fuerza organizadora demasiado pequeña hace que la materia física y corporal, que de otro modo estaría impregnada por la fuerza organizadora, se sedimente, presentándose después en el organismo como algo físico-corporal, pudiendo ocurrir que se deposite en el hígado, en la vesícula biliar, en el estómago, en el corazón, en los pulmones. Procesos que, sin embargo, no son tan fáciles de investigar como uno quisiera en la época actual, que se tiende a lo burdo, - porque lo histológico también es burdo. Las psicologías son necesarias para tal investigación, pero en todas partes es necesario que las llamadas enfermedades mentales se consideren como provenientes de condiciones físicas.

Aunque eso las hace menos interesantes. Pero así son las cosas. Por supuesto, es más interesante cuando un hipocondríaco puede decir que de tal o cual manera su alma está implicada en el cosmos anímico espiritual, en lugar de admitir que su hígado tiene una fuerza organizadora menor. O es más interesante buscar la causa de la histeria en lo anímico-espiritual, digamos, que cuando uno tiene que señalar simplemente los procesos metabólicos de los órganos sexuales, cuando habla de los fenómenos histéricos o de cualesquiera otras irregularidades metabólicas que se produzcan en el organismo. Pero no reconoceremos las cosas si no las seguimos de este modo.

La ciencia espiritual no pretende buscar siempre el espíritu. Puede dejar eso para los espiritistas y otras personas interesantes, que aunque poco comunes, -¡desgraciadamente son demasiado escasas! Pero no habla constantemente de espíritu, espíritu, espíritu, sino que intenta captar realmente el espíritu, e intenta observar su funcionamiento y llegar así a una comprensión de la materia en el punto justo. No se jacta de explicar las enfermedades mentales de forma espiritual y abstracta, sino que nos lleva a comprender la causa de estas enfermedades desde el punto de vista material.

Por lo que se puede decir que ello indica el fenómeno interesante, -no hay mas que mirar un poco hacia atrás-, fenómeno que quizás todavía se encuentra en Griesinger u otros, o en la psiquiatría en la época anterior a Griesinger, de modo que se hace evidente que hace relativamente poco tiempo los psiquiatras al menos incluían los hechos físicos en su diagnóstico. ¿Qué es lo que se ha vuelto cada vez más frecuente hoy en día? Que los psiquiatras nos abruman en su literatura con cuadros clínicos que no son más que una descripción de las anomalías de lo anímico-espiritual. Así que aquí el materialismo ha llevado directamente a una abstracción de lo anímico-espiritual. Esa es su tragedia. Aquí sólo nos ha sacado fuera de lo material. Esto es lo extraño del materialismo, que en ciertos puntos conduce precisamente a la incomprensión, a no entender lo material, mientras que el que persigue el espíritu como un hecho real también lo persigue allí donde éste actúa en lo material, y allí donde luego se retira de lo material, de modo que lo material se sedimenta, como en las llamadas enfermedades mentales.

He tenido que tomar estas cosas como base para poder darles ahora algunas pistas sobre las directrices con respecto a la terapéutica de mañana. Sin embargo, lo que encontramos al fecundar lo fisiológico-terapéutico con lo espiritual-científico también tiene su lado social. Y la peculiaridad de la vida es que ahora en todas partes, cuando no se busca lo científico en un mero repliegue abstracto o en una existencia erudita hostil a la vida, sino en la concepción vital de la existencia humana, de la unión humana, entonces nos vemos impulsados a lo social precisamente a través de una verdadera ciencia viva. Por ejemplo, tenemos ante nosotros un fenómeno social extraordinariamente interesante en el desarrollo más moderno. Vemos cómo, a consecuencia de la división de las personas en un ser burgués-aristocrático por un lado y un ser proletario por otro, el ser aristocrático unilateral es presa de una falsa búsqueda espiritual, del materialismo en el ámbito espiritual, y cómo el ser proletario es presa de un cierto espiritualismo en el reino material. ¿Qué significa espiritualismo en el terreno material? Significa estancarse en la búsqueda de las causas de la existencia. 

Así pues, el proletariado ha desarrollado el materialismo científico como concepción de la vida al mismo tiempo que el elemento aristocrático ha desarrollado la doctrina espiritual de forma materialista. Mientras que los proletarios se han vuelto materialistas, los aristócratas se han vuelto espiritualistas. Pues si entre los proletarios se encuentran espiritualistas, no es debido a su propia cepa proletaria, sino que es «mimetismo», es imitación, no es más que algo que ha penetrado por contagio, -mañana hablaré del contagio-, del elemento aristocrático-burgués. Y si entre los aristócratas se ve el materialismo desarrollado por otro lado, es decir, por el hecho de que los espíritus sean vistos materialmente, igual que se ven las llamas de un fuego. Llevando así el materialismo a lo más espiritual y queriendo ver lo espiritual materialmente, entonces esto crece de esa unilateralidad decadente original que se vuelve desde lo totalmente humano, de la totalidad por un lado hacia lo aristocrático, y por el otro lado, hacia el elemento burgués que es afligido por el elemento aristocrático. 

Cuando se utiliza el espíritu, cuando aquello que se siente obligado a permanecer en la materia porque no se le saca mediante una adecuada escolarización y similares, cuando en su búsqueda del espíritu el proletariado se ve obligado a permanecer en la materia, entonces se desarrolla el materialismo como concepción de la vida. El materialismo fue desarrollado por el proletariado como visión de la vida, por ejemplo en la concepción materialista de la historia. El materialismo fue desarrollado por la gente más aristocrática como espiritualismo, porque el espiritualismo es materialismo, materialismo enmascarado, que ni siquiera se atiene a confesarse honestamente, sino que miente y afirma que sus creencias materiales son espirituales. Después de esta reminiscencia, continuemos mañana nuestras reflexiones.

Traducido por J.Luelmo sep,2024