GA314 Dornach, 7 de abril de 1920 -Fisiología-Terapéutica, sobre la base de la Ciencia Espiritual.- La higiene, una cuestión social

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 RUDOLF STEINER

 Fisiología-Terapéutica, sobre la base de la Ciencia Espiritual.

La higiene, una cuestión social

Conferencia pública

Dornach, 7 de abril de 1920

No hay duda de que en los círculos más amplios la cuestión social debe ser uno de los asuntos que más preocupan en el presente, y dondequiera que uno tenga un poco de corazón para lo que surge en el presente del desarrollo de la historia humana, lo que hay en forma de impulsos que amenazan o deben ser tratados para el futuro, esto se resume bajo el nombre de la cuestión social. Hay que decir, sin embargo, que la consideración y el tratamiento de esta cuestión social en el presente adolece del mal fundamental que aqueja a gran parte de nuestra vida cognoscitiva, de nuestra vida moral, de hecho a toda nuestra vida civilizada, a saber, del intelectualismo de nuestro tiempo, del hecho de que sus problemas se sitúen tan a menudo meramente en la perspectiva de una visión intelectualista. La cuestión social se discute desde tal o cual punto de vista, que está más a la derecha o a la izquierda. El intelectualismo de estas conversaciones se puede ver en el hecho de que se basan en ciertas teorías, en la suposición de que esto o aquello debe ser así o asá, que esto o aquello debe ser abolido. Al hacerlo, se tiene poco en cuenta a las personas en sí mismas. Se trata a las personas como si hubiera algo general «el ser humano», como si hubiera algo que no se desarrollara individualmente en cada persona en un determinado aspecto. No dirigen su atención al carácter y peculiaridad del ser humano individual. Por tanto, toda nuestra consideración de la cuestión social adquiere tintes abstractos, algo que hoy apenas pasa a los sentimientos sociales, ni a las actitudes que se dan entre hombre y hombre. Probablemente uno se da cuenta más claramente de lo que aquí se presenta como una deficiencia en la consideración social, cuando uno lanza su atención sobre un área determinada, sobre la que es quizás más adecuada que muchas otras para ser sometida a la consideración social, por ejemplo, cuando uno lanza su atención sobre el área de la higiene, en la medida en que la higiene es un asunto público que no concierne al ser humano individual sino a la comunidad humana.

Es cierto que aún hoy no faltan instrucciones higiénicas, tratados y escritos sobre el cuidado de la salud como asunto público. Pero hay que preguntarse: ¿Cómo encajan estas instrucciones, estas consideraciones de higiene, en la vida social? Hay que decir que están colocadas de tal manera que los discursos individuales sobre el cuidado correcto de la salud se publican como resultado de la ciencia, fisiológica, médica, y hasta cierto punto la confianza que se tiene en un tema, en un tema cuya esencia interior no se está en condiciones de examinar, debe constituir la base para la aceptación de tales normas. Sólo sobre la base de la autoridad pueden los círculos más amplios, a quienes concierne, -porque concierne a todas las personas-, aceptar lo que, por así decirlo, emerge de las cámaras de estudio y de las salas de examen, de los laboratorios de examen del médico acerca de la higiene para el público. Pero cuando se está convencido de que en el transcurso de la historia moderna, en el transcurso de los últimos cuatro siglos, ha surgido en la humanidad el anhelo de un orden democrático en todos los asuntos, entonces uno se enfrenta, aunque esto parezca grotesco a muchos hoy en día, con la naturaleza completamente antidemocrática de la pura creencia en la autoridad que se exige en el campo de la higiene. La naturaleza antidemocrática de esta creencia en la autoridad contrasta con el anhelo de democracia que, podría decirse, ha alcanzado un punto culminante en la actualidad, aunque a menudo de forma muy paradójica.

Sé muy bien que la frase que acabo de pronunciar es percibida por muchos como paradójica, porque sencillamente no se concilia la forma en que alguien recibe lo relacionado con la asistencia sanitaria con la exigencia democrática de que la comunidad de esas personas mayores de edad se pronuncie también sobre los asuntos públicos que conciernen a toda persona mayor de edad, ya sea directamente o a través de sus representantes. Ciertamente hay que decirlo: Puede que no sea posible vivir de una manera completamente democrática cosas tales como una visión higiénica, el cultivo higiénico de la vida pública, porque depende del dictamen de aquellos que buscan el conocimiento en un campo determinado. Pero, por otra parte, debe surgir la pregunta: ¿No debería ser posible esforzarse por una mayor democratización de la que es posible hoy en las condiciones actuales en un campo tan cercano, tan infinitamente cercano a cada individuo y, por tanto, a la comunidad humana, como es la asistencia sanitaria pública?

Ciertamente, hoy en día se nos dice mucho sobre la forma en que el hombre debe situarse en la vida con respecto al aire y la luz, con respecto a los alimentos, con respecto a la descarga de productos de desecho producidos por el propio hombre o por su entorno, etcétera, etcétera. Pero lo que se estipula a la humanidad como reglas sobre estas cosas es, en su mayor parte, incomprobable para las personas a las que se va a aplicar.

Ahora bien, no quiero que se me malinterprete, como si estuviera adoptando una posición particular a favor de algo en esta conferencia, que se va a dedicar al tema de la «Higiene como cuestión social». En cierta medida, no deseo adoptar una visión unilateral de lo que hoy en día tiende a tratarse desde un punto de vista partidista o desde el punto de vista de una determinada convicción científica. No quiero tomar partido, -quizá me permitan este aparente abandono de mi papel en la introducción-, no quiero tomar partido a favor de la vieja superstición de que los diablos y los demonios van por ahí como enfermedades y entran y salen de las personas, ni quiero tomar partido a favor de la superstición moderna de que los gérmenes y las bacterias entran y salen de las personas y causan enfermedades. Si se trata de una superstición espiritista, espiritual de antaño o de una superstición materialista, eso puede preocuparnos menos hoy. Pero me gustaría tocar algo que impregna toda nuestra formación del tiempo, especialmente en la medida en que esta formación del tiempo depende de las convicciones científicas básicas de nuestro tiempo. 

Aunque muchas personas afirman hoy que el materialismo, tal como se afirmaba a mediados y en el último tercio del siglo XIX, ha sido superado científicamente, esta afirmación no puede ser válida para aquellos que realmente ven a través de la naturaleza del materialismo y su opuesto. Porque este materialismo ha sido superado a lo sumo por algunas personas que se dan cuenta de que los hechos científicos actuales ya no permiten declarar rotundamente que todo lo que existe es sólo algún proceso mecánico, físico o químico que tiene lugar en el mundo material. No basta con que, obligados por la fuerza de los hechos, algunos hayan llegado a esta convicción. Pues en contraste con esta convicción se da el otro hecho de que, a pesar de esta convicción, incluso los que la tienen, y los otros aún más, cuando se trata de explicar algo concretamente, de formarse una opinión sobre algo concreto, adoptan entonces la dirección materialista en su modo de pensar. También se dice que los átomos y las moléculas son inofensivas monedas de cambio, de las que no se quiere afirmar otra cosa que son cosas del pensamiento. Pero la observación ha seguido siendo por tanto atomística, molecularista. Explicamos los fenómenos del mundo a partir del comportamiento y de la relación mutua de los átomos o de los procesos moleculares, y no importa si ahora imaginamos que algún pensamiento, algún sentimiento o algún otro proceso está conectado sólo con los procesos materiales de los átomos y las moléculas, sino que lo que importa es qué dirección toma toda nuestra constitución anímica, qué dirección toma nuestro espíritu, si toma como base de sus explicaciones sólo lo que se piensa atomísticamente, de aquello que surge de lo más pequeño, de lo más pequeño inventado. Lo importante no es si uno tiene la convicción literal o intelectual de que hay algo más que efectos atomísticos, efectos atómicos materiales, sino si se tiene la posibilidad de hacer de otras explicaciones del mundo el principio rector de su espíritu, salvo derivando el mundo y sus fenómenos a partir de lo atomístico. Lo que importa no es lo que creemos, sino cómo nos explicamos, cómo nos comportamos anímicamente. Y aquí, en este lugar, debe mantenerse la convicción de que sólo una verdadera y genuina ciencia espiritual, orientada antroposóficamente, puede ayudar a superar el mal que puede caracterizarse de este modo, como acabo de hacer.

Que esto puede ser ahora así: quisiera demostrarlo también concretamente. No hay casi nada que nos confunda más que las diferencias entre el cuerpo humano y el alma humana o el espíritu humano, que a menudo se afirman hoy en día, entre lo que son enfermedades físicas y lo que son las llamadas enfermedades del alma o espirituales. Es precisamente la diferenciación adecuada y la correlación adecuada de tales hechos de la vida humana, como el cuerpo enfermo o el alma aparentemente enferma, de lo que tanto adolece el modo de concepción materialista-atomista con respecto a la percepción. Pues, ¿Cuál es en realidad la esencia de ese materialismo que se ha desarrollado gradualmente como la nueva concepción del mundo de muchas personas, y que de ninguna manera ha sido superado, sino que de hecho está floreciendo hoy en día? ¿Cuál es su esencia? La esencia no es que uno mire los procesos materiales, o que uno mire aquello que también tiene lugar en los procesos materiales en el cuerpo humano, ni que uno estudie devotamente la estructura milagrosa y la actividad milagrosa del sistema nervioso humano y de los otros órganos humanos o del sistema nervioso de los animales o de los órganos de otros seres vivos. Que uno estudie estas cosas no le convierte en materialista, lo que sí le convierte es que, al estudiar los procesos materiales, se abandone lo espiritual, que uno mire al mundo de la materia y sólo vea materia y procesos materiales.

Pero eso es lo que la ciencia espiritual debe afirmar, -hoy sólo puedo hablar resumidamente sobre este punto-, que en todas partes donde los procesos materiales nos aparecen externamente para los sentidos, esos procesos que la ciencia de hoy sólo quiere aceptar como observables y exactos, que en todas partes allí estos procesos materiales no son mas que la apariencia exterior, la revelación exterior de fuerzas y poderes espirituales que trabajan detrás de ellos y en ellos. No es característico de la ciencia espiritual que uno mire al hombre y diga: Oh, ahí tiene su cuerpo; este cuerpo es una suma de procesos materiales, pero el hombre no puede existir sólo en ese cuerpo, pues independiente de él tiene su alma inmortal, y acto seguido se empiece a formar todo tipo de teorías abstractas, todo tipo de opiniones abstractas sobre esta alma inmortal independiente del cuerpo de una manera bastante mística. Esto no caracteriza en absoluto una cosmovisión espiritual. Ciertamente, se puede decir que, además de su  cuerpo, que consiste en procesos materiales, el hombre también tiene un alma inmortal, que es recibida en algún reino espiritual después de la muerte. Por lo tanto, no somos científicos espirituales en el sentido de la ciencia espiritual de orientación antroposófica. Sólo se es un científico espiritual cuando se comprende que este cuerpo material con sus procesos materiales no es más que una criatura del alma. Cuando uno comprende en detalle cómo actúa esta alma, que ya estaba allí antes del nacimiento o digamos antes de la concepción del ser humano, en cómo se forma, en cómo se plasma en la construcción, es más, en la sustanciación del cuerpo humano, cuando uno puede ver realmente a través de la unicidad directa de este cuerpo y el alma en todas partes. Y cuando se puede ver cómo este cuerpo como tal es consumido por la actividad de lo anímico-espiritual en el cuerpo. Este cuerpo muere parcialmente cada minuto. Y cómo entonces sólo en el momento de la muerte, quiero decir, se cumple la realización radical de lo que tiene lugar a cada instante, mediante la influencia de lo anímico-espiritual en el cuerpo, si uno ve a través de esta interacción viva, de este continuo obrar del alma en el cuerpo, si uno ve a través de esto en lo concreto individual, si uno se esfuerza por decir: 

El alma se subdivide en procesos bastante concretos, pasando así a los procesos de la acción hepática, pasando así a los procesos de la acción respiratoria, pasando así a los de la acción cardíaca, pasando así a los de la acción cerebral, en resumen, si, al describir lo material en el hombre, se comprende cómo describir lo físico del hombre como el resultado de lo espiritual, entonces se es un científico espiritual. La ciencia espiritual llega a una apreciación real de lo material precisamente porque no se limita a ver en el proceso material concreto individual lo que la ciencia actual ve, lo que el ojo constata, o lo que luego se registra como resultado en conceptos abstractos mediante la observación externa, sino  que la ciencia espiritual es sólo ciencia espiritual en el sentido de que muestra en todas partes que el espíritu actúa en lo material, que observa con devoción los efectos materiales del espíritu. Eso es lo que importa por un lado. Por otro lado, es importante que uno se preserve de todas las habladurías abstractas y chismosas sobre un alma independiente del hombre, sobre la que sólo se puede fantasear en la medida en que la vida tiene lugar entre el nacimiento y la muerte. Pues entre el nacimiento y la muerte, con excepción del dormir, lo anímico-espiritual está tan consagrado a los efectos corporales que vive en ellos, vive a través de ellos, se presenta en ellos. Deberíamos llegar a ser capaces de estudiar lo anímico-espiritual fuera del curso humano de la vida y aceptar ese curso humano entre el nacimiento y la muerte como resultado de lo anímico-espiritual. Entonces se observa la unidad concreta real de lo anímico-espiritual con el cuerpo físico. Entonces se persigue la ciencia espiritual de orientación antroposófica, porque entonces se tiene la perspectiva de que este ser humano con todas sus estructuras individuales está ante uno como resultado de lo anímico-espiritual también para la cognición. La visión teosófica mística, que presenta bellas teorías de todo tipo de espiritualidades sin cuerpo, no puede servir a las ciencias concretas de la vida, no puede servir a la vida en absoluto, sólo puede servir a la lujuria intelectualista o espiritual, que quiere acabar con la vida, la vida exterior, lo más rápidamente posible y luego, para tener una satisfacción interior, para poder entregarse a una lujuria interior, teje todo tipo de fantasías sobre e lo anímico-espiritual.

Aquí, en este movimiento espiritual de orientación antroposófica, se trata de trabajar muy seriamente, de cultivar una ciencia espiritual que sea capaz de vivificar la física, las matemáticas, la química, la fisiología, la biología y la antropología. De modo que no se trata aquí de afirmar religiosa o filosóficamente por un lado: El hombre lleva en sí un alma inmortal, y luego dedicarse al estudio de la antropología, biología, física y química, como si sólo se tuvieran ante sí procesos materiales, sino que se trata aquí de aplicar lo que se puede ganar en conocimientos sobre lo anímico-espiritual a los detalles de la vida, de indagar en la estructura milagrosa del propio cuerpo. Se puede decir esto, aunque a algunos les suene paradójico: Algunas personas quieren ser buenos místicos o buenos teósofos y quieren explicar todo tipo de cosas sobre cómo el ser humano consiste en un cuerpo físico, cuerpo etérico, cuerpo astral, yo, etc., pero ni siquiera tienen idea de la expresión del alma cuando uno se suena la nariz. Es importante no ver la materia como materia, sino ver la materia como la manifestación del espíritu. Entonces también obtienes visiones sanas y llenas de contenido del espíritu. Pero entonces también obtienes una ciencia espiritual que puede ser fructífera para las ciencias de la vida.

Pero con ello se consigue también algo más. Esto nos permitirá superar aquello que en los últimos tiempos, precisamente por el carácter materialista del conocimiento científico, nos ha empujado a la especialización. Realmente no quiero hacer ninguna crítica contra la especialización, porque conozco muy bien su justificación. Sé que ciertas cosas hoy tienen que tomar la vía de la especialización simplemente porque requieren una técnica especializada. Pero la cuestión es que quien se aferra a lo material, cuando se convierte en especialista, nunca puede adquirir una visión del mundo que pueda aplicarse en la vida. Pues los procesos materiales son un campo infinito. Son un campo infinito fuera en la naturaleza, son un campo infinito en el hombre. Si sólo se estudia el sistema nervioso humano de acuerdo con todo lo que se dispone hoy en día, se le puede dedicar mucho tiempo, al menos tanto tiempo como el que los expertos suelen querer dedicar a sus estudios especializados. Pero si, en lo que ocurre en el sistema nervioso, sólo tienes ante ti lo que son los procesos materiales, lo que se expresa en los conceptos abstractos que hoy son objeto de la ciencia, entonces nada te lleva a nada universal que pueda convertirse en la base de una visión del mundo. Digamos que en el momento en que comienza uno a observar el sistema nervioso humano desde un punto de vista científico-espiritual, no puede observar este sistema nervioso en absoluto sin aquello que se descubre  activo en él como espíritu. Esto nos lleva inmediatamente a lo que ahora subyace en el sistema muscular, a lo que subyace en el sistema óseo, a lo que subyace en el sistema sensorial como lo anímico-espiritual, pues lo espiritual no es algo que se descompone en partes individuales como lo material, sino que lo espiritual es algo, -al menos sólo se caracteriza por esto-, que se extiende como una forma-miembro, como un organismo. Y del mismo modo que es imposible mirar a una persona limitándome a observar sus cinco dedos y encubriéndola de otro modo, tampoco puedo mirar espiritualmente a una individualidad sin que aquello que percibo en esta individualidad como anímico-espiritual me conduzca a una totalidad. Si entonces soy conducido hacia tal totalidad, puede que sólo sea un especialista en la investigación del cerebro o de los nervios, pero seguiré siendo capaz de obtener una imagen global del ser humano observando esta parte particular del organismo humano. Entonces soy dirigido a la condición de obtener ahora realmente algo universal para una visión del mundo, y entonces lo peculiar es que entonces también puedo comenzar a hablar de algo del hombre que puede ser comprensible para todos los hombres que tienen algún sentido sano y entendimiento sano. Esta es la gran diferencia entre cómo puede hablar del hombre la ciencia espiritual y cómo debe hablar del hombre la ciencia materialista especializada. Fíjense por ejemplo, en cómo es presentada la ciencia especializada, materialista, en cualquiera de los manuales en uso hoy en día. Si ustedes, como personas corrientes que no ha aprendido mucho sobre el sistema nervioso, cogen un manual sobre el sistema nervioso:

Bueno, probablemente pronto dejarán de leer de nuevo, o en todo caso no obtendrán mucho que les pueda dar una base para ver al hombre como un verdadero ser humano en su valor, en su dignidad. Pero si ustedes oyen lo que se puede decir sobre el sistema nervioso humano desde la base de la ciencia espiritual, tal discusión es seguida en todas partes por lo que a continuación conduce al ser humano en su totalidad, es aquello que da tal iluminación sobre el ser humano en su totalidad, que en la idea que les infunde hay algo del valor, de la naturaleza y de la dignidad del ser humano del cual están tratando. Y esto se hace más evidente cuanto más consideramos no sólo al ser humano sano en relación con cualquiera de sus miembros, sino que se hace particularmente evidente cuando consideramos al ser humano enfermo, a este ser humano enfermo con sus múltiples desviaciones de lo que llamamos normal, especialmente cuando estamos en condiciones de considerar al ser humano en su totalidad cuando está bajo la influencia de tal o cual enfermedad. Lo que la naturaleza pone ante nuestras almas en el ser humano enfermo es adecuado para llevarnos profundamente a las conexiones del mundo, para llevarnos a cómo este ser humano está organizado, y a cómo las influencias atmosféricas, incluso extraterrestres, pueden afectar a este ser humano debido a su organización, a cómo esta organización humana está conectada con estas o aquellas sustancias de la naturaleza, que luego resultan ser remedios y así sucesivamente. Somos conducidos a amplios contextos, y uno puede decir: Si uno complementa lo que se puede reconocer de esta manera acerca de la persona sana con lo que uno puede reconocer a través de la persona enferma, entonces uno obtiene una visión profunda de todo el contexto y del significado más profundo de la vida. Pues todo lo que uno se da cuenta de esta manera es la base para un conocimiento de la naturaleza humana, la base para algo que luego se puede expresar en formas que se pueden dirigir a todas las personas. Por supuesto, hoy aún no hemos avanzado tanto, porque la ciencia espiritual, en el sentido que aquí se le da, sólo ha podido funcionar durante poco tiempo. Por eso, las conferencias dadas aquí, como se dijo antes en las palabras introductorias del Dr. ßoos, a menudo sólo pueden ser vistas como un comienzo. Pero la tendencia de esta ciencia espiritual es elaborar lo que está presente en las ciencias individuales de tal forma que lo que cada persona debe saber sobre el hombre pueda realmente ser llevado a cada persona.

Y ahora piensen en ello, si la ciencia espiritual tiene primero tal efecto transformador sobre la ciencia, y si esta ciencia espiritual logra a continuación configurar formas de conocimiento para el ser humano sano y enfermo que puedan hacerse accesibles a la conciencia humana general, si esto tiene éxito, ¡qué diferente es el hombre frente al hombre en la vida social, qué diferente es el hombre individual frente al otro hombre con comprensión que hoy, donde cada uno pasa al lado del otro y no tiene comprensión para la individualidad especial de este otro! La cuestión social sólo saldrá de su intelectualismo cuando salga de su encasillamiento en los más diversos ámbitos de la vida, cuando se base en las experiencias concretas de la vida. Esto resulta especialmente evidente en el ámbito de la asistencia sanitaria. Porque piensen en el efecto social de dar a las personas una comprensión de lo que es sano en otras personas y lo que es enfermo en otras personas; piensen en lo que significa, que la humanidad entera tome en sus manos el cuidado de la salud con comprensión. Sin duda no se trata aquí de cultivar un diletantismo científico o médico, sino que piensen que se trata simplemente de despertar una simpatía, no sólo un sentimiento, sino una comprensión por lo que está sano y enfermo en nuestros semejantes, una comprensión basada en una visión que parta del ser humano. Piensen en el efecto social de tal cosa y se dirán a si mismos: Aquí se ve que la reforma social, la reconstrucción social debe surgir de la especialización en las áreas concretas, no de teorías generales, ya sean marxistas, ya sean oppenheiinerianas, ya sean teorías de un tipo u otro, que miran más allá del ser humano, que quieren dar forma al mundo a partir de conceptos abstractos. La salvación no puede surgir de ahí, sino del reconocimiento devoto de los ámbitos particulares. Y el cuidado de la salud, la higiene, es un área tan especial, porque nos acerca, me gustaría decir, a todo lo que nuestro prójimo tiene de alegría a través de su forma de vida sana y normal, o de dolor y sufrimiento, de limitaciones a través de aquello que recae en él como más o menos enfermo.

Esto es algo que nos indica inmediatamente el carácter social especial que la ciencia espiritual puede crear en el campo de la higiene. Cuando quienes se ocupan de desarrollar un conocimiento del hombre en la salud y en la enfermedad, y quienes realmente se convierten en médicos, tengan esta actitud hacia la vida social, podrán arrojar luz sobre sus problemas, porque tendrán una verdadera comprensión. La posición del médico hoy en día es que aquellos que no son sus amigos personales o parientes van a su consultorio a buscarlo cuando alguien tiene dolor o se ha roto una pierna. Cuando los hombres tengan el tipo de conocimiento que he descrito, el médico será un maestro que estará continuamente dando instrucciones e indicando medios para la higiene profiláctica. El médico no sólo será llamado para curar cuando la enfermedad haya llegado a un punto en que los hombres se dan cuenta de que están enfermos, sino que siempre estará trabajando para mantenerlos sanos, en la medida de lo posible.  En resumen, habrá una relación social viva entre los médicos y el resto de la comunidad. Y, además, esta influencia saludable se hará sentir en el propio dominio de la Medicina.

Precisamente porque el materialismo se ha extendido también a la concepción médica de la vida, hemos desarrollado ideas extraordinarias sobre la enfermedad. Por un lado, nos enfrentamos a todas las enfermedades físicas. Se investigan observando los diferentes órganos o los diversos procesos que se cree que son de naturaleza física y que se encuentran dentro de los confines de la piel humana. Luego, el objetivo es tratar de corregir lo que está mal. En este caso, el pensamiento sobre el cuerpo del hombre en sus condiciones normales y anormales es completamente materialista.

Luego están las llamadas enfermedades psíquicas o mentales. Como resultado del pensamiento materialista, se las considera enfermedades del cerebro o del sistema nervioso, aunque se han hecho esfuerzos por encontrar las causas en otros sistemas orgánicos del ser humano. Pero como las personas ignoran por completo el modo en que el espíritu y el alma actúan en el cuerpo sano, no pueden relacionar estas enfermedades del espíritu y del alma de una manera racional con lo que realmente ocurre en el organismo humano.

La ciencia espiritual es capaz de mostrar en todos los detalles cómo todas las llamadas enfermedades mentales y psíquicas tienen su origen en trastornos de los órganos , en agrandamientos y contracciones de los órganos del hombre. Una llamada enfermedad mental o psíquica es siempre el resultado de alguna irregularidad en un órgano, en el corazón, el hígado, los pulmones, etc. Una ciencia espiritual que se ha desarrollado hasta el punto de conocer cómo actúa el Espíritu en un corazón normal, también es capaz de descubrir en el deterioro o irregularidad del corazón, la causa de una vida enferma del Espíritu o del alma.

El mayor defecto del materialismo no es que niegue la existencia del Espíritu. La religión puede encargarse de que se le preste el debido reconocimiento. El mayor pecado del materialismo es que no nos da ningún conocimiento de la materia porque, en realidad, sólo observa el lado exterior de la materia. Lo que le falta al materialismo es que no tiene una visión de la materia. Tomemos, por ejemplo, los tratamientos psicoanalíticos, donde la atención se dirige por completo a algo que ha tenido lugar en el alma y se describe como un "complejo", una pura abstracción. Mientras que la manera correcta de proceder es estudiar cómo ciertas impresiones que se han producido en el alma del ser humano en algún período de su vida y que normalmente están ligadas a un organismo sano, han entrado en contacto con órganos defectuosos , con un hígado enfermo en lugar de uno sano, por ejemplo. Y debe recordarse que esto puede haber sucedido mucho tiempo antes del momento en que el defecto se vuelve orgánicamente perceptible.

La ciencia espiritual no debe tener miedo de mostrar cómo las llamadas enfermedades mentales o psíquicas están invariablemente relacionadas con algún fenómeno orgánico en el cuerpo humano. La ciencia espiritual debe mostrar con todo énfasis que cuando se estudia un “complejo anímico”, una desviación de la llamada “vida normal del alma”, lo máximo que se puede lograr es un diagnóstico unilateral. Por lo tanto, el psicoanálisis nunca puede conducir a nada más que un diagnóstico, nunca a una verdadera terapia en este campo. En las enfermedades mentales o espirituales, la terapia debe proceder a administrar una cura para el cuerpo y, por esta razón, debe haber un conocimiento exacto de las ramificaciones de lo espiritual en lo material. Debemos saber dónde tomar posesión del cuerpo material (que está impregnado de Espíritu) para curar la enfermedad de la cual las condiciones anormales del alma no son más que los síntomas. La ciencia espiritual debe enfatizar una y otra vez que la raíz de las llamadas enfermedades mentales o psíquicas se encuentra en el sistema orgánico del ser humano. Pero sólo es posible comprender la organología anormal cuando el Espíritu puede ser rastreado en las partes más minúsculas de la materia.

Y además: los fenómenos de la vida que aparentemente afectan o funcionan en el elemento del alma, todo lo que se expresa en los diferentes temperamentos, por ejemplo, y la actividad de los temperamentos en el ser humano, en la manera en que el niño pequeño actúa, juega, camina; todo esto se estudia hoy meramente desde un punto de vista “psicológico”, pero también tiene su aspecto corporal. La educación defectuosa del niño puede manifestarse en la vida posterior en forma de alguna enfermedad física familiar. En ciertos casos de trastornos mentales, a menudo debemos estudiar la constitución corporal y buscar allí la causa, y nuevamente en ciertos casos de enfermedades físicas, debemos estudiar lo espiritual antes de poder encontrar la causa. La esencia entera de la Ciencia Espiritual es que no habla en abstracciones de un Espíritu nebuloso, como las personas de tendencia mental mística o teosófica, sino que rastrea el Espíritu hasta sus operaciones materiales . La ciencia espiritual nunca concibe lo material en el sentido de la ciencia moderna, sino que siempre se dirige hacia el espíritu, y así se da cuenta de que una vida anímica anormal debe expresarse inevitablemente en una vida corporal anormal, aunque la anormalidad pueda, al principio, estar oculta a la observación externa. Por todas partes, hoy en día, la gente se forma ideas completamente falsas sobre la verdadera ciencia espiritual antroposófica y puede haber cierta justificación para esto cuando escuchan discursos de quienes no penetran seriamente en el corazón de la enseñanza, sino que expresan teorías abstractas: el hombre se compone de esto y aquello, hay vidas terrenales repetidas, etc. Todas estas cosas están, por supuesto, llenas de significado y belleza, pero lo importante es que debemos penetrar en el corazón de los temas particulares y las diversas esferas de la vida de las que hablamos.

En el sentido más amplio, el modo de pensar científico-espiritual conduce a una conciencia social y comunitaria entre los hombres. En efecto, cuando los hombres sean capaces de percibir, por una parte, cómo un alma enferma envía sus impulsos al organismo, cuando comprendan realmente la conexión entre el organismo y el alma enferma, y ​​cuando sepan cómo el orden general de la vida afecta a la salud de los seres humanos, entonces la posición de cada individuo en la comunidad será completamente diferente. Surgirá en el hombre una verdadera comprensión de sus semejantes y los tratará de manera completamente diferente. Tendrá en cuenta los caracteres particulares de quienes lo rodean, sabiendo que unos poseen ciertas cualidades y otros cualidades completamente diferentes. Aprenderá a responder a todas las variaciones, a hacer el mejor uso de los diferentes temperamentos en la sociedad humana y, sobre todo, a desarrollarlos y desarrollarlos en el verdadero sentido.

Un campo de la vida en particular se verá saludablemente influenciado por este conocimiento de la naturaleza humana: me refiero al campo de la educación . Sin un conocimiento integral del ser humano, simplemente no podemos, por ejemplo, medir las consecuencias de permitir que nuestros niños se sienten en la escuela con la espalda encorvada de modo que nunca respiren correctamente, o de no enseñarles nunca a pronunciar los sonidos vocálicos y consonánticos con claridad y precisión. De hecho, toda la vida posterior depende de que el niño en la escuela respire de la manera correcta y de que se le enseñe a articular clara y conscientemente. Esto es sólo un ejemplo, ya que lo mismo se aplica a otros campos. Sin embargo, es una ilustración de la aplicación de los principios generales de higiene en el ámbito de la educación. En este ejemplo se revela toda la importancia social de la higiene.

También es evidente que, en lugar de una mayor especialización, la vida exige que las ramas especializadas del saber se reúnan para formar una concepción global de la vida . Necesitamos algo más que las reglas educativas según las cuales el maestro debe instruir al niño. Necesitamos algo que haga que el maestro se dé cuenta de lo que significa ayudar al niño a hablar articuladamente y con claridad, o de las consecuencias que se derivarán si le permite recuperar el aliento después de haber pronunciado sólo media frase o línea, y no se ocupa de que se gaste todo el aire mientras se pronuncia la frase.

Por supuesto, existen muchos principios de ese tipo. Su correcta apreciación y práctica sólo se desarrollará cuando seamos capaces de medir su plena importancia para la vida humana y la salud social, pues sólo entonces darán lugar a un impulso social .

Necesitamos maestros que sean capaces de educar a los niños sobre la base de una concepción del mundo que comprenda el verdadero ser del hombre . Éste fue el pensamiento que subyacía en el Curso que impartí a los maestros cuando se fundó la Escuela Waldorf en Stuttgart. Todos los principios del arte de la educación, tal como se exponen en ese Curso, apuntan a hacer de los niños que se están educando hombres y mujeres; hombres y mujeres en los que los pulmones, el hígado, el corazón y el estómago estarán sanos en la vida posterior porque, en la infancia, se les ayudó a desarrollar sus funciones vitales de la manera correcta, porque, en efecto, el alma funcionó de la manera correcta. Esta concepción del mundo nunca dará una interpretación materialista del viejo dicho: Mens sana in corpore sano . Interpretado en el sentido materialista, esto significa: si el cuerpo está sano, si se lo ha hecho sano mediante todo tipo de métodos físicos, entonces será por sí mismo el portador de un alma sana. Ahora bien, esto es un completo disparate. El único sentido real de la frase es éste: un cuerpo sano da testimonio de que la fuerza de un alma sana lo ha construido, lo ha moldeado, lo ha hecho sano. Un cuerpo sano demuestra que un alma sana ha trabajado en él. Ésta es la interpretación correcta de la frase, y sólo en este sentido puede ser un principio de verdadera higiene.

En otras palabras: no basta con tener, además de los maestros de escuela que trabajan meramente a partir de una ciencia abstracta de la educación, un médico escolar que aparece quizás una vez cada quince días, recorre la escuela y no tiene idea de cómo ayudar realmente. No, lo que necesitamos es una conexión viva entre la ciencia médica y el arte de la educación. Necesitamos un arte de la educación que enseñe e instruya a los niños de una manera que conduzca a una verdadera salud. Este es el elemento que hace de la higiene una cuestión social. Porque la cuestión social es esencialmente una cuestión educativa , y ésta a su vez una cuestión médica, pero sólo en el sentido de una medicina, de una higiene impregnada de Ciencia Espiritual.

Estas cosas nos llevan a otra cosa de extraordinaria importancia en nuestro tema. Porque cuando realmente entramos en la Ciencia Espiritual, cuando se hace concreta en nosotros, sabemos que recibimos de ella algo más que el intelectualismo de las ciencias naturales, la historia o la jurisprudencia. (Todas las ciencias de hoy son intelectualistas; incluso si pretenden basarse en la experiencia práctica, esto significa simplemente que interpretan intelectualmente los resultados de las experiencias de los sentidos.) Ahora bien, el contenido de la Ciencia Espiritual difiere esencialmente de estos resultados intelectualistas de las ciencias naturales y otras ramas de la cultura moderna. Estaríamos en una situación lamentable si todo lo que vive en nuestra cultura intelectualista no fuera meramente una imagen, sino una fuerza real que actúa profundamente en los seres humanos. El intelectualismo permanece meramente en la superficie del ser humano -y uso esta frase en su sentido amplio-. Hay personas que sólo estudian la Ciencia Espiritual intelectualmente, que toman notas mentales: existe un cuerpo físico, un cuerpo etérico, un cuerpo astral, el Ego, la reencarnación, el karma y demás. Lo encasillan todo, como es costumbre en las ciencias naturales o sociales modernas, pero no se dedican sinceramente a la ciencia espiritual cuando piensan así. Simplemente trasladan su modo de pensar habitual a lo que encuentran en la ciencia espiritual. Lo esencial de la ciencia espiritual es que debe ser concebida, sentida y experimentada no de una manera intelectualista, sino de una manera completamente diferente. Es por esta razón que, por su propia naturaleza, la ciencia espiritual tiene una relación viva y vital con el ser humano, tanto en la salud como en la enfermedad, pero una relación completamente diferente de la que a menudo se imagina.

Seguramente la gente se habrá convencido suficientemente de lo impotente que se es con la cultura puramente intelectualista hacia los llamados enfermos mentales. El enfermo mental afirma que le hablan voces; se le dice todo lo posible que se puede averiguar con la razón intelectual: en vano, porque conoce todo tipo de objeciones y demás. Esto por sí solo podría indicar cómo no se trata de una enfermedad de la vida anímica consciente, ni siquiera de la vida anímica subconsciente, sino de una enfermedad del organismo.

La ciencia espiritual enseña a reconocer que uno no puede, sin embargo, tratar las llamadas enfermedades espirituales o del alma de tal manera, que se supone que es una manera llamada espiritual, en la que, por ejemplo, se recurre a la hipnosis y a la sugestión, sino que hay que tratarlas de una manera llamada física, es decir, mediante curaciones de órganos, para lo cual, sin embargo, también se necesita un conocimiento espiritual del ser humano. El conocimiento espiritual sabe que en realidad no debe intervenir en el ámbito de las llamadas enfermedades mentales con meros procedimientos espirituales o mentales, porque la enfermedad mental consiste precisamente en que la parte espiritual del ser humano está expulsada, como por lo demás sólo lo está cuando duerme, y es débil en este estar expulsada, pero que hay que curar el órgano para que retome el alma y el espíritu de forma sana. Por otra parte, lo que no surge del intelecto, de la cabeza, sino de todo el ser humano como resultado espiritual-científico, cuando aparece como imaginación, inspiración, intuición, y cuando es absorbido por el ser humano, interviene en todo su organismo. Realmente interviene de forma saludable en la organización física del ser humano, que es lo que realmente es la ciencia espiritual.

Por otra parte, no hay ninguna prueba de que algunos soñadores se sientan mal dentro de la ciencia espiritual, o demuestren lo contrario de lo que acabo de decir. Hay tantos que no son científicos espirituales, sino que son coleccionistas de notas intelectualistas de los resultados de la ciencia espiritual. Pero difundir realmente la ciencia espiritual en su sustancia es en sí una higiene social, pues afecta a toda la persona, normaliza su organología cuando amenaza con desarrollar tal o cual tendencia hacia una desviación hacia lo anormal después de los sueños o hacia el otro lado. La enorme diferencia entre lo que se da en la ciencia espiritual y lo que aparece en la mera ciencia intelectual, está en que los conceptos que surgen en el campo del intelectualismo son demasiado débiles, porque son meramente figurativos, para intervenir en el ser humano a fin de tener un efecto curativo en él. En cambio, los conceptos de la ciencia espiritual son tales que se extraen de la totalidad del ser humano. Es cierto que no sólo el cerebro, sino también los pulmones y el hígado y el corazón y todo el ser humano han contribuido a la formación de los conceptos científico-espirituales, y lo que tienen del poder de todo el ser humano se adhiere a ellos, los impregna, si puedo decir, de forma plástica. Y si uno penetra en ellos, si los reconoce a través del sentido común, tienen a su vez un efecto higiénico en toda la persona. Esto es lo que puede influir de manera orientadora, partiendo de las humanidades, en la higiene como cuestión social.

Pero de muchas otras maneras, -sólo puedo dar ejemplos-, la ciencia espiritual tendrá una influencia orientadora en toda la vida sanitaria de la humanidad cuando esta ciencia espiritual arraigue realmente entre la humanidad con toda su seriedad.

Sólo quiero señalar una cosa. Uno de los capítulos que hay que estudiar una y otra vez a través de la ciencia espiritual es la relación del ser humano despierto con el ser humano dormido, la enorme diferencia que existe entre la organización humana cuando está despierta y cuando está dormida. Cómo se comportan el espíritu y el alma cuando están despiertos, cuando se compenetran en la corporalidad y espiritualidad y en el alma del hombre, cómo se comportan cuando están temporalmente separados el uno del otro como cuando duerme, eso se estudia cuidadosamente precisamente a través de la ciencia espiritual.

Ahora sólo puedo, me gustaría decir, referirme a una frase determinada, pero es un resultado completamente fiable de la ciencia espiritual. Vemos que en la vida se producen las llamadas enfermedades epidémicas, enfermedades que afectan a masas enteras de personas, que son, por lo tanto, definitivamente una cuestión social al mismo tiempo. La ciencia materialista ordinaria las estudia en el organismo físico humano. No sabe nada de la tremenda importancia que tiene el comportamiento anormal del ser humano respecto al estado despierto y el dormido, especialmente para las epidemias y para la predisposición a las enfermedades epidémicas. Lo que ocurre en el organismo humano mientras duerme es algo que, si ocurre en exceso, por ejemplo, predispone en alto grado a las llamadas enfermedades epidémicas. Las personas que se preparan para procesos en el organismo humano durmiendo demasiado tiempo, que no debería existir porque el dormir no debería interrumpir la vida de vigilia durante tanto tiempo, están predispuestas a enfermedades epidémicas de una manera completamente diferente, y también se presentan en epidemias de una manera completamente diferente. 

Ahora pueden juzgar por ustedes mismos lo que significa educar a la gente sobre la correcta distribución entre estar despierto y dormido. Eso no se puede establecer por medio de normas. En el mejor de los casos se le puede decir a la gente que no envíe a sus hijos a la escuela cuando tienen escarlatina, que no conviene dar conferencias cuando hay gripe: la gente se resiste, porque hoy en día la gente tiende a la «libertad», quiero decir, el «sentido de autoridad» no es tan grande como en épocas anteriores; así que la gente se resiste. No estoy diciendo que no sea justo, no estoy diciendo nada en contra de lo que sucede de esta manera, pero no se puede decir a la gente de la misma manera: Tienes que dormir siete horas. Esto es más importante que las otras reglas, que la gente que lo necesita debe dormir siete horas, otros que no lo necesitan deben dormir mucho menos, y así sucesivamente. estas cosas, que están tan íntimamente relacionadas con los aspectos más personales de la vida humana, tienen un efecto social maravilloso. Realmente depende de lo más íntimo del hombre cómo se producen los efectos sociales, si un mayor o menor número se retira de tal o cual ocupación, lo que puede o no repercutir en un lugar completamente distinto. La higiene interviene efectivamente en la vida social de una manera tremenda. 

No importa lo que la gente pueda pensar sobre la infección o la no infección, este elemento no deja de ser un factor en las epidemias. Y en este caso no sirven de nada las regulaciones externas; lo único que servirá es educar, dentro de la sociedad humana, a hombres y mujeres capaces de tratar con comprensión a los médicos que intentan explicar las medidas profilácticas . Esto puede dar lugar a una cooperación activa para la conservación de la salud entre los médicos que entienden la técnica de su profesión y los laicos que comprenden la naturaleza del ser humano. 

Cuando tengamos una visión de conjunto de todas estas cosas, entonces nos diremos: Aquí hemos descrito una faceta de la higiene como cuestión social, que en el sentido más eminente depende del hecho de que tengamos una vida espiritual libre, de que realmente tengamos una vida espiritual, en la que dentro del ámbito espiritual aquellos que en el cultivo de la vida espiritual, también en la medida en que se extiende a sus ámbitos prácticos individuales, como por ejemplo en la higiene, sean completamente independientes de todo lo demás que no venga dado por el conocimiento puro, que no venga dado por el cultivo de la propia vida espiritual. Lo que el individuo puede lograr para el bien de sus semejantes debe surgir enteramente de sus propias capacidades, no debe haber normas estatales al respecto, ni dependencia de poderes económicos, esto debe situarse en la esfera personal de dependencia del individuo y debe situarse además en la confianza comprensiva que otros que necesitan la aplicación de sus capacidades pueden depositar en la persona capaz. 

Aquí se necesita una vida espiritual que sea independiente de toda autoridad, del estado y de la economía, y que trabaje de forma experta puramente a partir de las propias fuerzas espirituales. Si reflexionas sobre lo que realmente puede hacer de la higiene algo que esté íntimamente relacionado con el conocimiento profundo del hombre y con el comportamiento humano social profundo, entonces se llegará a la conclusión de que si, -como también dicen las teorías abstractas en contra de la posición independiente de la vida espiritual-, uno se ocupa con pericia de la rama individual, como la higiene, que precisamente el área temática concreta individual exige, -y en cuanto a la higiene, también podría demostrarse para otros campos-, que el espíritu debe ser tomado en administración por aquellos que están involucrados en su cuidado, que no sólo los expertos que son expertos en los ministerios, sino que aquellos que son activos en la vida espiritual también deben ser los administradores de esta vida espiritual y los únicos administradores de esta vida espiritual. Por lo tanto, cuando exista realmente una higiene como institución social basada en el discernimiento social de la vida espiritual libre, entonces será posible trabajar económicamente por esta higiene de un modo completamente distinto, y precisamente en una vida económica independiente, en una vida económica que esté estructurada tal como la he descrito en mis «Puntos centrales de la cuestión social», tal como ha sido repetidamente descrita en las revistas que sirven a esta idea de la triple estructura del organismo social, por ejemplo en la suiza «Futuro social», que publica el Dr. Boos.

Si efectivamente lo que está latente, lo que está latente en el seno de la sociedad humana en fuerzas para el cultivo de lo higiénico, si esto es aceptado con comprensión humana por la sociedad, si esto se convierte en orden general. Entonces será posible llevar a la vida económica, a la vida económica independiente, todo aquello que puede funcionar puramente a partir de esta vida económica independiente, sin tener en cuenta ninguna dependencia de los impulsos comerciales o estatales, aquello que debe cultivarse a partir de la vida económica al servicio de una higiene auténtica, verdadera. Pues entonces, -y sólo entonces-, podrá entrar en la vida económica esa altura de miras necesaria para que pueda cultivarse la higiene en la vida humana. Si domina la mera mercantilización de nuestra vida económica, que tiende cada vez más a incorporarse al estado unitario, y la opinión general es que hay que producir aquello con lo que se gana más, entonces no pueden afirmarse los impulsos egocéntricos de una vida espiritual libre cultivada en este campo de la higiene. Entonces esta vida espiritual se vuelve dependiente del estado extra-espiritual o de lo económico, entonces lo económico se convierte en el amo de lo espiritual. Lo económico no debe convertirse en el amo de lo espiritual. Esto se demuestra mejor cuando uno debe hacer surgir lo que exige el espíritu en la vida económica, cuando uno debe servir a la higiene genuina, verdadera. 

Las fuerzas de la vida económica, de la vida económica libre, se añadirán en el organismo social tripartito al discernimiento, que se convertirá en un asunto público, a la comprensión del hombre, que se convertirá en un asunto público en el organismo social tripartito. Y cuando, por una parte, los hombres se mantengan dentro de una vida espiritual libre en la que pueda cultivarse una higiene verdaderamente objetiva, y cuando, por otra parte, los hombres desarrollen esa altura de miras mediante la cual en la vida económica, donde de nuevo todos se enfrentarán entonces a las producciones con comprensión, pero con una comprensión que no provenga meramente del sentido de la adquisición, sino de las percepciones que surgen de la comprensión del ser humano, sino de las percepciones que surgen en la libre operación espiritual de la higiene, entonces, una vez que exista esta comprensión social profunda de la humanidad, es decir, esta alta mentalidad humana que quiere trabajar económicamente, simplemente porque la humanidad debe ser servida higiénicamente en el sentido social, entonces la gente podrá reunirse democráticamente en parlamentos o de otra manera. Porque entonces el discernimiento de la necesidad de la higiene como fenómeno social se moldeará a partir de la vida espiritual libre, se moldeará para lo que es necesario para la higiene como cuestión social, la vida económica apoyada en lo objetivo y lo profesional, a través del alto sentido que se desarrollará en ella; entonces las personas llegadas a la mayoría de edad podrán negociar en el terreno de la vida económica por un lado a partir de su discernimiento y su comprensión del hombre, por otro lado a partir de sus relaciones con la vida económica, que sirve a la higiene.

Entonces la gente podrá negociar en igualdad de condiciones en el terreno de la vida estatal o jurídica o económica sobre las medidas que pueden tomarse en materia de higiene y sanidad pública. Sin embargo, entonces no serán los legos, los diletantes, quienes curen, sino que la persona llegada a la mayoría de edad se situará en pie de igualdad ante el médico experto que le diga esto o aquello. Sin embargo, la comprensión de la naturaleza humana por parte del lego, que se cultiva junto con el médico en la vida social, hace posible que se enfrente al conocimiento experto con comprensión, de tal manera que pueda decir «sí» en el parlamento concebido democráticamente no meramente sobre la base de la autoridad, sino sobre la base de una cierta comprensión. 

Cuando perseguimos objetivamente en un ámbito tan concreto cómo interactúan los tres miembros en el organismo social tripartito, es precisamente cuando encontramos la plena justificación de esta idea de la estructura tripartita del organismo social. Podemos oponernos a esta idea de la estructura tripartita del organismo social si inicialmente la hemos captado de un modo meramente abstracto.

Bueno, ni siquiera hoy he podido darles más que una indicación esbozada de lo que sigue en cierto campo concreto, como la higiene, si se piensa en ello correctamente, por la necesidad de la triple organización del organismo social. Pero si los caminos que hoy sólo he podido indicar, quiero decir, en su comienzo, se prosiguen más allá, se verá que quien se acerca a lo que hay como impulso del organismo social tripartito con unos pocos conceptos abstractos pueda, en cierto modo combatirlo.  Por regla general, esgrimen razones que ellos mismos han planteado hace tiempo como objeciones. Pero quien se acerque a los ámbitos individuales de la vida con plena comprensión interior y a la vivencia de estos ámbitos individuales con toda la individualidad que aportan a la vida humana, -que es en lo que consiste la convivencia social-, quien comprenda realmente algo en un ámbito concreto de la vida, quien se esfuerce por comprender algo de la verdadera práctica vital en cualquier ámbito, se verá conducido cada vez más en la dirección que indica la idea de la triple estructuración del organismo social.

En verdad, esta idea no es resultado de un ensueño, ni de un idealismo abstracto; ha surgido como una exigencia social del presente y del futuro próximo, precisamente de la consideración concreta y apropiada de los ámbitos individuales de la vida. Y, a su vez, si se penetra en estos ámbitos individuales de la vida con lo que actúa en uno desde el impulso de la triple articulación del organismo social, entonces se encuentra para todos estos ámbitos lo que, según me parece, es necesario hoy para ellos. Y sólo quería darles esta tarde algunas pistas sobre cómo lo que se desprende para la vida social de la ciencia espiritual, como estructura triple del organismo social, puede fecundar lo que hoy sólo puede aceptarse sobre la base de una creencia en la autoridad mediante una sumisión completamente ciega, de modo que pueda integrarse en la sociedad humana como asunto social desde una comprensión del hombre verdaderamente cultivada socialmente.  Por esta razón puede decirse aquí: Gracias a la fecundación que el campo de la higiene puede recibir de una medicina fecundada por la Ciencia Espiritual, la higiene puede convertirse en un asunto social, verdaderamente social. En el sentido más genuino, también puede convertirse en un asunto popular general, democráticamente cultivado, en un alto grado.


En el siguiente debate Rudolf Steiner se expresaba de la siguiente manera:

¡Mis queridas damas y caballeros presentes! Con cosas como las que se han discutido hoy, se trata en primer lugar de poder responder a todo el espíritu de lo que se dice. Por lo tanto, a veces es difícil, cuando las preguntas ya están formuladas de tal manera que se moldean a partir de la forma de pensar y la actitud actuales, responderlas adecuadamente sin remodelarlas, o al menos sin una explicación dada. La pregunta es tal, que probablemente les parece terriblemente sencilla a ustedes o a muchos de ustedes , de modo que podría responderse en pocas frases o en una sola: «¿Cómo deshacerse del hábito de dormir demasiado?».

Ahora bien, para responder a esta pregunta me sería necesario dar, podría decir, una conferencia casi más larga que la que ya he dado; porque primero tendría que reunir los diversos elementos para responder a esta pregunta con total propiedad. Pero quizá pueda decirse lo siguiente: En la humanidad actual existe un estado de ánimo intelectualista que afecta a casi todo el mundo. Tanto más lo son los que creen juzgar o vivir por sentimiento, o los que creen no ser intelectualistas desde algún otro ángulo. Ahora bien, el carácter básico de la vida intelectualista del alma y de los órganos es que nuestros instintos están arruinados por ella. Los instintos correctos del hombre se están deteriorando. De hecho, si se quiere señalar instintos que no estén completamente malogrados hoy en día, hay que señalar al hombre prehistórico o, digamos, incluso al reino animal. Pues verán, en otra ocasión estos días pude señalar un ejemplo que dice mucho. Hay pájaros que comen insectos por codicia, por ejemplo arañas cruzadas. Sin embargo, entran en convulsiones, espasmos, y mueren miserablemente muy poco después de haberse tragado la araña cruzada, a causa de estas arañas cruzadas, que son veneno para ellos. Pero cuando hay beleño cerca, el pájaro vuela hasta allí, chupa el jugo curativo y salva su vida. Ahora pensemos en cómo se ha desarrollado lo que en nosotros, los humanos, se ha reducido a los pocos instintos reflejos que tenemos, como cuando una mosca se posa en nuestra nariz, la hacemos volar sin antes pensar profundamente en ello. El instinto de defensa actúa ante el estímulo de la injerencia. En el caso del pájaro que se come a la araña cruzada, el efecto que ésta tiene en su organismo va seguido de un instinto defensivo tal que le lleva a hacer algo bastante sensato. Todavía podemos encontrar tales instintos en personas que vivieron en un pasado lejano, si sabemos interpretar correctamente su historia. Pero en nuestra época, la gente tiene experiencias diferentes. Siempre me ha parecido tremendamente doloroso cuando me he encontrado con alguien que se ha sentado a la mesa del almuerzo y que, -por lo demás yo estaba acostumbrado a los cuchillos y tenedores y utensilios similares colocados junto al plato-, tenía una balanza junto al plato, una balanza, -realmente se experimenta algo así-, una balanza, y entonces pesaba el trozo de carne para sí mismo, ¡porque entonces sólo sabía cuánta carne debía comer según su organismo cuando la había pesado! ¡Piensen en lo desprovista de todo instinto original real que se ha vuelto una humanidad a la que hay que decirle que haga esto! Se trata entonces de no detenerse en el intelectualismo, sino de elevarse a la cognición científico-espiritual. 

Ahora creerán ustedes que hablo pro domo, (en nombre propio), pero no hablo en nombre propio, en realidad hablo de lo que creo haber reconocido como verdad, aparte de que yo mismo represento esta verdad. Ya pueden ver que si ustedes penetran no sólo en lo meramente intelectual, sino en aquello que debe ser captado espiritual y científicamente, que por lo tanto se presenta ante la humanidad más bien en sentido figurado, se dan cuenta: al captar tales percepciones, que no son accesibles al mero intelecto, que son ustedes llevados de nuevo a los sanos instintos, si no en la vida individual, sí más bien en las cosas que subyacen más en el subsuelo de la vida. El que dedica al menos algún tiempo, -por poco que sea-, a desarrollar la constitución anímica tan distinta que uno debe desarrollar si realmente quiere comprender la ciencia espiritual, se verá a su vez reconducido a instintos sanos en cosas como la necesidad de dormir, por ejemplo. El animal, en condiciones normales de vida, no duerme demasiado. El hombre primitivo tampoco dormía demasiado. Sólo hay que educarse de nuevo a los instintos sanos, a los que uno se ha desacostumbrado en la cultura tan intelectualista de hoy, para poder decir: Es un medio realmente eficaz de romper el hábito de dormir demasiado si uno puede absorber verdades científico-espirituales sin dormirse. Si uno se duerme inmediatamente mientras absorbe verdades científico-espirituales, entonces no podrá romper el hábito de dormir demasiado tiempo. Pero si uno logra realmente ser capaz de estar presente con una parte humana interior en las verdades espiritual-científicas que uno absorbe, entonces esta parte humana interior se activará de tal manera que uno realmente obtendrá el tiempo de sueño que es justamente útil para el organismo.

Una vez más, es extremadamente difícil dar reglas intelectualistas, por ejemplo, decir que una persona que tiene esto o aquello en el hígado o en el riñón, que no le pone exactamente enfermo en el sentido habitual, pero que está ahí, debe dormir durante tal o cual tiempo. Por regla general, eso no conduce a nada especial. Y producir el sueño artificialmente no es lo mismo que si el cuerpo, por su necesidad de dormir, sólo se niega a dejar entrar al espíritu el tiempo necesario. De modo que se puede decir: La higiene correcta, que se desprende precisamente de la ciencia espiritual, es también lo que llevará al hombre a medir su sueño de la manera correcta. Por lo tanto, la otra pregunta que se ha formulado aquí no puede responderse tan sencillamente: «¿Cómo puede uno saber cuánto sueño necesita?». Me gustaría decir que uno no necesita saber esto en el pensamiento discursivo, eso no es necesario en absoluto, sino que uno necesita adquirir tales instintos, que uno adquiere no recibiendo colecciones de notas de la ciencia espiritual, sino por la forma en que uno comprende la ciencia espiritual, si uno la comprende con plena participación. Este instinto se adquiere, y entonces uno mide el sueño de manera individual de la manera correcta. Así que esto es lo que se suele decir como respuesta. Como he dicho, sólo puedo dar más orientación para responder a esta pregunta, no lo que tal vez se espera. Pero lo que se espera no es siempre lo correcto.

¿Es saludable dormir con la ventana abierta?

Ni siquiera estas cosas pueden responderse siempre en términos generales. Es perfectamente concebible que para una persona dormir con una ventana abierta sea muy saludable, dependiendo de las facilidades particulares de sus órganos respiratorios, pero que para otra persona, por ejemplo, una habitación que por lo demás está bien ventilada antes de dormir, pero que luego tiene las ventanas cerradas mientras duerme, sea mejor. En realidad, se trata de comprender la relación del ser humano con el entorno no humano para poder juzgar los casos individuales de acuerdo con esa comprensión.

¿Cómo se explica en términos científico-espirituales la aparición de trastornos mentales como consecuencia de los delitos cometidos, es decir, cómo se puede reconocer la enfermedad física subyacente a los trastornos mentales?

Ahora bien, aquí también sería necesario entrar en toda la antropología criminal y, básicamente, en la psiquiatría, si se quiere tratar la cuestión de forma exhaustiva. Sólo quiero decir lo siguiente: en primer lugar, al considerar estas cosas, es necesario asumir que las disposiciones orgánicas de una persona que se convierte en criminal son anormales desde el principio. Basta con seguir los estudios de Moritz Benedikt, el primer antropólogo criminalista importante, que son realmente muy objetivos a este respecto, y se verá cómo el examen patológico de las formas de los órganos humanos individuales puede, en efecto, relacionarse con la disposición a cometer delitos. De modo que ya existe una anormalidad en el interior, aunque por supuesto los pensadores materialistas como Moritz Benedikt sacan conclusiones erróneas de esto, porque alguien que muestra signos en esta dirección no es un criminal nato desde el principio. La cuestión es que ciertamente se pueden trabajar los defectos en el organismo, -acabo de decir defectos del órgano, no la enfermedad mental ya existente, sino defectos del órgano-, precisamente a través de la educación y más tarde a través de las cosas espirituales correspondientes, es decir, de una manera anímico-espiritual, si sólo se examinan los hechos espiritual y científicamente. Así que las conclusiones que Benedicto saca de esto no son correctas. Pero ya se pueden señalar tales defectos orgánicos. Y entonces uno debe tener claro el hecho de que, a su vez, aquellas cosas que no son intelectuales en la vida humana ordinaria, sino que son emocionales o sentimentales, tienen un efecto retroactivo. Sin embargo, éstos tienen inicialmente un efecto sobre la actividad glandular o similar, sobre la actividad secretora, pero a su vez también sobre los órganos. A este respecto le aconsejo que lea, por ejemplo, un interesante librito escrito por un médico danés sobre la mecánica de los movimientos emocionales. Contiene mucha información útil en este sentido. Y ahora imaginemos que la disposición corporal, que será posible rastrear en cada persona que realmente llega a ser considerada como un criminal, se toma para incluir todo lo que ahora es la consecuencia para el criminal atrapado en términos de la agitación de la mente, y que, en la continuación de esta agitación de la mente, a su vez afecta a los órganos, entonces uno tiene más tarde la manera de buscar los órganos defectuosos para lo que ocurre como una secuela de la enfermedad mental que es producida por el crimen cometido. De esta manera uno debe obtener una explicación de tales conexiones.

¿Cómo se relaciona la Teosofía con la Antroposofía? ¿La teosofía que solía estar representada aquí ya no está plenamente reconocida?

Ahora sólo quiero decir: Aquí nunca ha estado representada otra cosa que la ciencia espiritual de orientación antroposófica, y lo que hoy está representado aquí siempre ha estado representado aquí, y si esto se ha identificado con lo que en muchos lados se representa como la llamada Teosofía, entonces esto se basa en un malentendido. Este malentendido también seguirá siendo un malentendido porque, dentro de ciertos límites, la ciencia espiritual de orientación antroposófica se movió durante un tiempo en el marco de la «Sociedad Teosófica», pues incluso en el marco de esta sociedad, los representantes de la ciencia espiritual de orientación antroposófica no representaban otra cosa que lo que hoy está representado aquí. Sólo que la gente de la Sociedad Teosófica observaba mientras el asunto no pareciera demasiado herético.  Pero cuando se comprendió que la antroposofía es algo muy diferente del misticismo abstracto, que a menudo se afirma como teosofía, los antroposofistas fueron expulsados. Ciertamente, este procedimiento fue llevado a cabo por el otro bando, mientras que lo que aquí se representa nunca ha tenido otra forma que la que tiene hoy. Naturalmente, los que tratan las cosas superficialmente y sólo escuchan a los que han adquirido esta comprensión superficial como miembros de la Sociedad, -pues no siempre hay que estar fuera para comprender superficialmente la antroposofía o para confundir la antroposofía con la teosofía, también se puede estar dentro de la Sociedad-, los que así sólo adquieren conocimientos por la vía de tales operaciones captadas superficialmente, llegan a tales confusiones. Pero lo que aquí se representa es lo que yo he caracterizado de nuevo para un determinado ámbito hoy, y nunca se ha representado aquí otra cosa, aunque por supuesto se trabaje continuamente y ciertas cosas se puedan caracterizar hoy de forma más precisa, más completa, más intensa de lo que se podría haber hecho hace quince, diez, cinco años. Este es precisamente el carácter del trabajo, que se avanza, que se progresa también en la formulación de algo tan difícil de comprender como es la ciencia espiritual. Realmente no hay necesidad de involucrarse con aquellas personas que, por mala voluntad, han enredado la madeja a partir del hecho de que lo que se decía imperfectamente antes se dice más perfectamente después, que derivan de ello todo tipo de cambios en las visiones del mundo, con tales personas malintencionadas y sus afirmaciones. Porque la ciencia espiritual, tal como se entiende aquí, es algo vivo y no algo muerto. Y el que cree que no puede progresar, el que quiere encajonarla donde antes estaba, como sucede a menudo, no cree en lo vivo, sino que quiere convertirlo en algo muerto.

¿Podría comentar cómo se produce una epidemia como la gripe o la escarlatina, si no es a través de la transmisión de bacilos? En muchas enfermedades, el agente patógeno ha sido identificado científicamente. ¿Qué opina al respecto?

Pues bien, si tuviera que discutir esta misma cuestión, para la que he indicado que no quiero tomar partido, entonces tendría que dar toda una conferencia. Sólo, me gustaría llamar su atención sobre lo siguiente. El que se ve obligado por sus conocimientos a llamar la atención sobre el hecho de que hay causas más profundas como causas primarias para las enfermedades acompañadas de bacilos o bacterias que la mera aparición de los bacilos, no sostiene sin embargo que los bacilos no estén ahí. Es muy distinto afirmar que los bacilos están ahí y que aparecen en la estela de la enfermedad, que basar la causa primaria de la enfermedad en los bacilos. He desarrollado en detalle lo que hay que decir en este sentido en el curso que se está celebrando ahora. Pero eso ciertamente lleva tiempo. Esto también se aplica a ciertos elementos que deben ser tratados primero. Esto no se puede responder rápidamente en una pregunta. No obstante, me gustaría señalar lo siguiente. La constitución humana no es un asunto tan sencillo como a menudo se imagina. En primer lugar, el hombre es un ser de muchos miembros. Yo describí esto al principio de mi libro «Sobre los enigmas del alma», que un ser humano es un ser tripartito, un ser que se puede llamar el hombre sensorio-nervioso, en segundo lugar el hombre rítmico, en tercer lugar el hombre metabólico. Este es el ser humano. Y estos tres miembros de la naturaleza humana trabajan juntos, y si el hombre ha de estar sano, no deben trabajar juntos de otra manera que no sea que haya una cierta separación de las áreas al mismo tiempo. Por ejemplo, el hombre nervioso-sensorial, que es más de lo que imagina la fisiología moderna, no debe sin más transmitir sus efectos al hombre metabólico de otra manera que no sea que estos efectos estén mediados por los movimientos rítmicos de los procesos circulatorio y respiratorio, que, al fin y al cabo, se extienden hasta la periferia más externa del organismo. Esta cooperación, sin embargo, puede interrumpirse en cierto modo. Ahora esta interacción ha dado lugar a algo muy concreto. Cuando se formulan preguntas de este tipo, le ruego que me disculpe por tener que responderlas adecuadamente; quiero ser lo más discreto posible, pero es necesario decir algunas cosas que deben oírse como es debido. Por ejemplo, es cierto que en el abdomen humano tienen lugar procesos que están integrados en todo el organismo. Cuando éstos están integrados en todo el organismo, entonces funcionan de la manera correcta. Cuando debido a cualquier proceso, se incrementan, ya sea directamente en el abdomen, de modo que allí se vuelven más activos, o si los procesos correspondientes, -pues tales procesos correspondientes siempre están ahí-, en la cabeza humana o en los pulmones humanos disminuyen su intensidad, entonces ocurre algo muy peculiar. Entonces se hace evidente que el organismo humano debe desarrollar procesos en sí mismo para su vida normal, a los que sólo se les permite desarrollarse hasta cierto punto, de modo que abarquen todo el ser humano. Si el proceso se agudiza, entonces se localiza, y entonces, por ejemplo, se produce un proceso en el abdomen del ser humano por medio del cual lo que tiene lugar en la cabeza humana o en los pulmones y lo que corresponde a determinados procesos en el abdomen no se separa de la manera correcta. Los procesos siempre se corresponden de tal manera que discurren paralelos entre sí. Por medio de esto, sin embargo, lo que sólo puede estar presente en cierta medida en el ser humano, de modo que mantiene su vitalidad, vitalidad que es transmitida por lo anímico-espiritual, se eleva por encima de cierto nivel. Entonces se convierte en la atmósfera, diría yo, para toda clase de organismos inferiores, para toda clase de pequeños organismos, entonces es cuando estos pequeños organismos pueden desarrollarse allí. El elemento creador de los pequeños organismos es algo que está siempre dentro del ser humano, sólo que se extiende por todo el organismo. Cuando está concentrado, entonces es suelo fértil para los pequeños organismos, los microbios que encuentran en él un suelo. Pero la razón por la que pueden prosperar allí se encuentra en procesos extremadamente sutiles en el organismo, que luego resultan ser primarios. Realmente no estoy hablando por antipatía hacia la teoría del bacilo. Comprendo perfectamente las razones que tienen las personas que se adhieren a la creencia del bacilo. Pueden creerme cuando les digo que si no tuviera que hablar como lo hago ahora por razones de hecho, reconocería estas razones, pero es el conocimiento el que lleva necesariamente a la aceptación de algo más, y que entonces obliga a decir: veo un determinado paisaje, hay un montón de ganado extraordinariamente bello, bien cuidado.  Ahora yo me hago la siguiente pregunta: ¿Por qué existen ciertas condiciones de vida en la zona? Provienen del ganado hermoso. Voy a explicar las condiciones de vida en esta zona diciendo que el ganado hermoso se ha trasladado desde algún lugar y allí se ha extendido. No voy a hacer eso, verdad, sino que voy a investigar las causas primarias, la diligencia y la comprensión de la gente, y eso me explicará por qué este hermoso ganado se desarrolla en este terreno. Pero estaría dando una explicación superficial si me limitara a decir: Aquí se está bien, es bueno vivir aquí porque se ha instalado ganado hermoso. 

Es básicamente la misma lógica si encuentro el bacilo de la fiebre tifoidea y luego encuentro que se tiene fiebre tifoidea porque los bacilos de la fiebre tifoidea se han establecido en el cuerpo. Hay otras cosas necesarias para explicar la fiebre tifoidea que simplemente referirse a los bacilos tifoideos. Pero si uno se deja llevar por esa falsa lógica, se engaña de un modo completamente distinto. Ciertamente, los procesos primarios que proporcionan a los bacilos de la fiebre tifoidea la base de su existencia, que a su vez son la base del bacilo de la fiebre tifoidea, causan a su vez todo tipo de otras cosas que no son primarias. Y es muy fácil confundir completamente lo que es secundario con el verdadero patrón original de la enfermedad o confundirlo con él. Estas son las cosas que conducen a lo correcto aquí en este punto, o que muestran cómo aquello que está justificado en cierto sentido debe mostrar sus límites. 

Tal vez ustedes puedan ver por la forma en que he dado esta respuesta, -aunque sólo puedo hacer un esbozo, por lo que es fácil que se malinterprete-, que en realidad no se trata de despotricar de la tan manida teoría de los gérmenes, sino que en realidad se trata de examinar las cosas con bastante seriedad.

Por favor, dé algunos ejemplos de cómo los trastornos orgánicos físicos pueden causar sufrimiento mental y emocional.

Bueno, incluso eso sería, por supuesto, ir demasiado lejos si hubiera que responder en detalle. Pero me gustaría señalar una cosa. Verán, en el desarrollo del pensamiento médico humano, no es como se presenta hoy en la historia de la medicina, según el cual la medicina comenzó con Hipócrates, por así decirlo, y que el hipocratismo se desarrolló después. Hasta donde podemos seguirlo, sabemos que de Hipócrates surgen cosas muy extrañas, y que Hipócrates es mucho más el último brote de una antigua medicina instintiva que no el mero comienzo de la medicina intelectualista actual. Pero encontramos algo más. Verán, partiendo de esta antigua medicina instintiva, mientras aún era válida, no se hablaba de depresiones mentales de cierto tipo, que es una expresión muy abstracta, sino que se hablaba de hipocondría, de cartílago abdominal. Así pues, se sabía que cuando se producía hipocondría, se trataba de trastornos en el abdomen, de endurecimiento en el abdomen. No se puede decir que los antiguos fueran más materialistas que nosotros.

Así que es muy fácil mostrar cómo ciertos defectos pulmonares crónicos están relacionados con lo que podría llamarse un falso sentido místico en el hombre. Y de esta manera se podrían señalar todo tipo de cosas, aparte del hecho de que, -de nuevo de acuerdo con un instinto correcto-, los antiguos señalaban lo orgánico en los temperamentos. Dejaban que el temperamento colérico surgiera de la bilis, de la bilis blanca, el temperamento melancólico de la bilis negra y todo lo que la bilis negra provoca en el abdomen. Luego dejaban que el temperamento sanguíneo surgiera de la sangre, el temperamento flemático de la flema, a la que llamaban flema. Pero entonces, cuando veían degeneraciones de los temperamentos, eran definitivamente cosas que indicaban las degeneraciones del orgánico en cuestión. Cómo se practicaba esto en la medicina instintiva y en la higiene instintiva puede sin duda incorporarse de un modo estrictamente científico a la comprensión del alma y cultivarse desde el punto de vista de nuestros conocimientos actuales.

Esta es la pregunta que más puede malinterpretarse:

¿Tiene usted conocimientos de diagnóstico ocular? ¿ Lo reconoce como una ciencia?

Bueno, en general es cierto que con un organismo, y especialmente con el complejo organismo humano, se puede deducir lo particular a partir de todo tipo de detalles si se mira a través de ellos de la manera correcta. Y además, es de gran importancia cómo situar lo particular en el organismo humano.

En cierto modo, lo que el oftalmólogo examina en el iris está, por una parte, tan aislado del resto del organismo humano y, por otra, se integra en el resto del organismo de un modo tan peculiar que, efectivamente, es un órgano expresivo. Pero es precisamente con tales cosas con las que no debemos esquematizar. Y el error de tales cosas es que se esquematizan. Es cierto, por ejemplo, que las personas con una constitución diferente de alma y cuerpo muestran características diferentes en su iris que otras personas. Si se quiere aplicar algo así, se necesita un conocimiento tan íntimo de lo que ocurre en el organismo humano que, una vez que se tiene este conocimiento íntimo, ya no se necesita realmente buscar a partir de un único órgano. Y si se le instruye para que se adhiera intelectualmente a algún tipo de reglas y haga estas cosas de forma esquemática, entonces no saldrá mucho bien de ello.

¿Qué relación guardan las enfermedades con el progreso de la historia mundial, especialmente las nuevas que están surgiendo ahora?

¡Un capítulo de toda una historia cultural! Sólo quiero decir lo siguiente. Cuando se estudia la historia, hay que tener sentido de la sintomatología, es decir, entender mucho de lo que hoy se toma por historia como un mero síntoma de algo que está mucho más profundo, que es en realidad la corriente espiritual que sólo arrastra esos síntomas. Y así, lo que está en las profundidades del desarrollo humano en realidad también aparece sintomáticamente en estas o aquellas enfermedades contemporáneas.  Y es interesante estudiar las relaciones entre lo que actúa en las profundidades del desarrollo humano y lo que tiene lugar en los síntomas de tal o cual enfermedad. También se pueden sacar conclusiones de la presencia de ciertas enfermedades sobre impulsos en el desarrollo histórico que escapan a una sintomatología de otro tipo. Pero entonces la pregunta también podría apuntar a otra cosa que tampoco es insignificante a la hora de trazar el desarrollo histórico de la humanidad. Se trata de lo siguiente: Las enfermedades, independientemente de que se produzcan en individuos o epidémicamente en la sociedad humana, a menudo son también reacciones a otras degeneraciones, que pueden considerarse menos malas desde el punto de vista de la salud, pero que, sin embargo, se consideran muy malas desde el punto de vista moral o espiritual. Lo que aquí se dice no debe aplicarse a la medicina o a la higiene. Sería un error. Las enfermedades deben curarse. En higiene, uno debe ser activo en la promoción de la humanidad. Uno no debe decir: primero voy a comprobar si tal vez es tu karma que tengas esta enfermedad, entonces debo dejar que la tengas, si no, puedo curártela, - estos puntos de vista no se aplican cuando se trata de curar. Pero lo que no se aplica a nosotros los humanos en nuestra intervención en la naturaleza, sí se aplica objetivamente en el mundo exterior. Y aquí hay que decir que, por ejemplo, algunas cosas que surgen como predisposición a los excesos morales penetran tan profundamente en la organización del ser humano que se producen reacciones que luego se manifiestan en ciertas enfermedades, y que la enfermedad es la supresión de un exceso moral. En el caso del individuo ni siquiera es de gran importancia perseguir estas cosas, pues deben dejarse a su destino individual, y no hay que interferir en ellas, del mismo modo que no hay que interferir en los secretos de la correspondencia de otras personas, -si no es desde el punto de vista que ahora se tiene tan presente: «Abierta oficialmente por las leyes de la guerra»-, del mismo modo que no hay que interferir en los secretos de la correspondencia de una persona, tampoco hay que interferir en su karma individual. Pero en la historia mundial es otra cosa. Esto se debe a que la persona individual en la historia mundial desempeña, diría yo, sólo un papel estadístico en sus leyes. Siempre hay que señalar que las estadísticas proporcionan a las compañías de seguros de vida una buena base para juzgar lo alta que es la tasa de mortalidad, porque eso es lo que utilizan para pagar sus primas.

La cosa es bastante correcta, y el cálculo es bastante correcto, todo es bastante científico, -pero bueno, sólo que no tiene uno por qué morir en el momento que se calcúla para usted por las estadísticas del seguro de vida, ni tiene por qué vivir tanto tiempo como se calcúla allí. Hay otras cosas que ocurren cuando la persona individual entra en consideración. Pero cuando grupos de personas o incluso todo el desarrollo de la humanidad entran en consideración, entonces puede muy bien ser que uno no sea un supersticioso, sino una muy buena persona científica, si uno examina hasta qué punto los síntomas de enfermedad, las enfermedades que se producen, son correctivos de otros excesos. De modo que uno puede efectivamente encontrar una cierta repercusión de la enfermedad o al menos una causalidad de la enfermedad para aquello que, si la enfermedad no hubiera sobrevenido, se habría desarrollado de una forma completamente diferente.

Estos son sólo algunos puntos sobre cómo ver lo que toca esta cuestión.

Pero nuestro tiempo está tan avanzado que ahora también nosotros seguiremos a los demás que ya se han distanciado en tan gran número.

Traducido por J.Luelmo sep.2024