GA115 Berlín, 27 de octubre de 1909 - El aprendizaje del habla a través de la migración occidental desde La Lemuria a La Atlántida.

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RUDOLF STEINER
ANTROPOSOFÍA-PSICOSOFÍA-PNEUMATOSOFÍA

El aprendizaje del habla a través de la migración occidental desde La Lemuria a La Atlántida.


Berlín, 27 de octubre de 1909


cuarta conferencia

Ayer hablábamos de las diversas corrientes de fuerza que dan forma al organismo humano proporcionándole una forma tal, que ésta debe parecernos explicable. Hemos visto cuán sorprendentemente resulta que el corazón y el ojo se vean exactamente tal como se ven, cuando llegamos a conocer las fuerzas formativas. Tenemos, como ustedes han visto; lo que tiene lugar suprasensiblemente en el organismo humano para llevar a la apariencia la imagen sensible, trazada hacia atrás y compuesta de corrientes de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, de arriba a abajo y de abajo a arriba, de adelante hacia atrás y viceversa.

Ahora alguien podría decir: ¡Ahora queremos atraparte en tu propia trampa! Usted no nos explica un fenómeno muy significativo en el organismo humano, cuando habla de estas corrientes de derecha e izquierda, arriba y abajo, delante y detrás, pero no nos explica el fenómeno que radica en lo siguiente: Hay órganos en el hombre que son exactamente simétricos, similares tanto a la izquierda como a la derecha, y otros órganos que son asimétricos, corazón, hígado, estómago, etc. Se podría objetar, si fuera necesario, que podríamos comprender el organismo humano a partir de vuestras corrientes si estuviera construido de manera completamente asimétrica, si al igual que se ve diferente de abajo hacia arriba y de adelante hacia atrás, también se viese diferente de izquierda a derecha.

Eso podría objetarse. Pero sería una objeción miope. Pues como ya hemos indicado, lo que fluye de izquierda a derecha y de derecha a izquierda son precisamente las corrientes que propician la aparición de los cuerpos físico y etérico. Así pues, en la dirección en la que el ser humano está estructurado simétricamente, confluyen los cuerpos físico y etérico; precisamente en esta dirección en la que confluyen, es en la que el ser humano está estructurado simétricamente. Pero recordemos ahora lo que dice la investigación científico-espiritual sobre este hecho antroposófico y la explicación antroposófica de que tales corrientes existan, y preguntémonos si tenemos alguna posibilidad de hacer comprensible que todo debe ser tal como es.

La investigación científico-espiritual nos muestra que este cuerpo físico del hombre es una entidad muy antigua que se originó en el antiguo Saturno, que el cuerpo etérico se añadió en el sol, que el cuerpo astral se añadió en la luna y que el yo sólo se añadió en la tierra. Ahora podemos preguntarnos: ¿Cómo era la primera estructura del cuerpo físico humano cuando fue creado en el antiguo Saturno? Asimétrica, por supuesto, porque tenía que actuar en una dirección que correspondiera a la dirección del cuerpo de izquierda a derecha. ¿Cómo era la estructura del cuerpo etérico cuando fue creado en el Sol? Era asimétrica, porque tenía que colocarse en la dirección que hoy corresponde a la dirección de derecha a izquierda en el ser humano. Pero la evolución prosigue. No se detiene en el efecto del antiguo sol, sino que ahora se añade el efecto de la luna. El cuerpo físico sigue desarrollándose; su forma sigue moldeándose. Si este efecto lunar no se hubiera producido, en relación con su cuerpo físico, el hombre habría seguido siendo un ser asimétrico unilateral. Pero la formación de este cuerpo físico continuó en la Luna, y todo lo demás continuó en la Tierra. Así que tuvo que ocurrir algo que cambió toda la formación anterior, convirtiéndola en otra completamente diferente. Tuvo que haber una inversión, por así decirlo, un intercambio de direcciones. Lo que tenía que ocurrir para evitar la unilateralidad tenía que producirse desde el otro lado. Es decir, mientras que la dirección impresa en la formación del cuerpo físico por Saturno era de izquierda a derecha, ahora había que equilibrarla de nuevo con una formación de derecha a izquierda. ¿Cómo ocurrió esto?

Ya en conferencias anteriores les expliqué que durante el período de la antigua luna, el sol se separó de la luna, y que ahora las fuerzas trabajaban desde afuera, ya no desde el mismo lado, desde el cuerpo lunar. Lo mismo ocurrió con el cuerpo etérico a medida que avanzaba la formación. Lo que había sido del cuerpo físico hasta el tiempo de la antigua luna, se recibía del lado que ahora venía del sol externo. Sí, pero Lemand podría decir, tampoco podemos comprender, puesto que este otro lado se formó mucho más tarde, ¿Por qué no es mucho más pequeño que el otro? ¿Por qué ambos lados son simplemente simétricos?.

Recuerden otra cosa que les dije sobre esto. Ciertas entidades, más desarrolladas para desplegar efectos más fuertes, tuvieron que separarse de la antigua Luna y también de la Tierra. Precisamente para poder ejercer efectos más fuertes en la formación de derecha a izquierda que los que ejercieron en Saturno, estas entidades tuvieron que conquistar una ubicación diferente, más elevada. Pues no lo tenían tan fácil como los seres de Saturno cuando se habían revestido unilateralmente del cuerpo físico humano. Ya tenían que superar lo que había allí de la evolución anterior. Todo el proceso de formación ya estaba en marcha. Por lo tanto tenían que ser más fuertes, tenían que elegir un lugar fuera de la tierra, en el sol. De esta manera se fortaleció el poder y el otro lado se hizo igual al primero. El cuerpo físico se convirtió en una estructura simétrica.

Por lo tanto, si tienen paciencia, encontrarán confirmado en detalle todo lo que se ha dicho en el curso de las conferencias teosóficas. Las fuerzas educativas pueden rastrearse hasta los órganos humanos individuales. Por supuesto, sería ir demasiado lejos, por ejemplo, que yo en estas escuetas conferencias explicara el lóbulo de la oreja, pero sería factible.

Si recuerdan lo que se dijo ayer: que las corrientes se producen de adelante hacia atrás, y que éstas son los efectos del cuerpo sensorial, las emanaciones del cuerpo sensorial en el organismo humano, mientras que las corrientes del alma sensible van de atrás hacia adelante, entonces tenemos dos corrientes que trabajan una contra la otra en una dirección, de adelante hacia atrás y de atrás hacia adelante. ¿Cómo imaginar ahora que las corrientes del cuerpo sensorial de delante hacia atrás y las corrientes que van del alma sensible de atrás hacia delante construyen el organismo humano? Podríamos ilustrarlo con un pequeño esquema.

Como he dicho, el cuerpo físico, el cuerpo etérico y el cuerpo principal del cuerpo astral ya estaban allí, y ahora vienen esas corrientes que, procedentes del cuerpo sensorial, se abren camino en el organismo humano de adelante hacia atrás. Y trabajan de tal manera que forman en el organismo humano toda clase de órganos en lo que ya está allí. Ahora, supongamos que el alma sensible trabaja en el organismo de atrás hacia adelante. Este trabajo es interno, porque es el alma sensible. Las corrientes se acumularán en la parte delantera. Se acumularán de tal manera que cuando penetren en el organismo físico, se superpondrán a lo que formen allí. Allí las corrientes del alma sensible van hacia delante, y penetran allí donde el cuerpo físico está limitado. Mientras que las corrientes del cuerpo sensorial penetran de fuera a dentro, -porque el cuerpo sensorial está en el exterior-, las corrientes del alma sensible van de dentro a fuera. Así que debe haber algunas aberturas en ese lugar, deben perforarse algunos agujeros. Hay corrientes que van de atrás hacia adelante y corrientes que van de adelante hacia atrás. Las corrientes que van de atrás hacia adelante emanan del alma sensible, de algo interior; se abren camino hasta el organismo físico.

Cuando se mira este esquema, se tiene la visión lateral de un rostro humano: delante están las corrientes que taladran los órganos de los sentidos, el órgano de la vista, el órgano del olfato, el órgano del gusto, y viniendo de detrás hacia delante las fuerzas formativas que recubren el cerebro. Han visto de lado el diagrama de la estructura de la cabeza humana.

Así que podemos decir: Si lo que dice la ciencia espiritual es cierto, entonces esta cabeza humana no puede tener en realidad un aspecto diferente del que tiene en realidad. ¿Dónde está la prueba de lo que afirma la ciencia espiritual? La ciencia espiritual demuestra: Si se suponía que una cabeza humana debía llegar a existir, tenía que tener este aspecto. ¿Pregúntenle a la cabeza humana si tiene este aspecto? ¡Cierto, así es! He ahí la confirmación, la prueba de esto, que nos da el propio mundo de las apariencias.

O consideren ahora otro hecho. La acción del cuerpo sensorial va hacia dentro, y la acción del alma sensible va de dentro hacia fuera, pero aún así se estanca antes de llegar al exterior, permanece, por así decirlo, retenida dentro del cuerpo físico del cerebro. No puede salir; sólo sale en los puntos donde se encuentran los agujeros que se le practican por delante. Ahí es donde sale la actividad del alma sensible; ahí es donde emerge. De modo que tenemos una parte de nuestra vida interior que se derrama hacia fuera como el alma sensible. El alma sensible todavía puede hacer esto.

El alma racional es incapaz de esto. También permanece en su interior; debe comportarse de la misma manera en sus efectos. Se queda completamente retenida.

Ella no puede salir al exterior porque no encuentra corrientes del exterior. Por consiguiente, el pensamiento humano discurre en su interior; no puede salir al exterior. El hombre debe pensar dentro de sí mismo. Las cosas no piensan por él ni le muestran los pensamientos de fuera, sino que él debe llevar los pensamientos hacia las cosas. Podría decirse, que ese es el gran secreto de la relación de los pensamientos humanos con el mundo exterior. Los pensamientos no le llegan al hombre por medio de los órganos de los sentidos; por lo que si los propios órganos de los sentidos tienen una irregularidad, fácilmente se producen ilusiones sensoriales. Pero mientras que en la vida normal los sentidos no pueden errar, el intelecto, que no puede relacionarse con las cosas, sí lo puede hacer. Es el primer miembro del ser humano que puede errar, porque su actividad se delimita al interior del cerebro, porque su actividad no sale al exterior. ¿Qué se deduce de esto? Se deduce que es totalmente imposible que el hombre tenga pensamientos sobre el mundo exterior y que piense algo correcto sobre el mundo exterior, si dentro de sí mismo él no tiene una disposición para permitir que surjan pensamientos correctos. De esto se desprende que si los pensamientos correctos no surgieran dentro de él, el mundo exterior nunca podría proporcionarle al hombre pensamientos correctos. Puede darle sensaciones correctas. Pero las percepciones sensoriales no pueden pensar. El pensar, sin embargo, está sujeto al error, y el hombre debe tener el poder dentro de sí mismo para la rectitud del pensar.

Para quien quiera reflexionar, lo demuestra por sí solo el siguiente hecho:

Si en el hombre deben surgir pensamientos correctos sobre las cosas del mundo exterior y sin embargo en la vida presente no puede entrar en contacto con estas cosas, es porque esto apunta a una existencia pre-temporal del hombre. Piensen por un momento: El hombre debe tener pensamientos correctos acerca de la sabiduría del mundo, pero no puede en absoluto salir con sus pensamientos. Lo que fluye a través de las cosas del mundo exterior como sabiduría también debe surgir dentro de él. Y hay un límite entre ambos; los dos no pueden juntarse en absoluto. ¡Entonces deben haber estado juntos alguna vez! Eso fue en aquellos tiempos prehistóricos en los que el yo humano todavía no detenía estas corrientes de arriba hacia abajo, sino que las dejaba pasar libremente. Por lo tanto, necesariamente la conclusión de esto es que el hombre, en otro tiempo, debe haber estado organizado de manera diferente, que lo que hoy es el pensar en el cerebro, en otro tiempo fue como la percepción sensorial del ojo, conectado con el mundo exterior, de modo que el hombre veía sus pensamientos.

¿Qué significa eso de que miraba lo que ahora sólo pueden pensar? Significa que tenían clarividencia. Pero como el yo es precisamente lo que separaba al hombre de la antigua clarividencia, el yo aún no estaba allí en aquel tiempo. Por lo tanto, debemos llamarla una clarividencia que aún no está iluminada por el yo, que todavía es tenue. Y de esta manera casi podemos juntar la palabra que usamos para la antigua clarividencia: el hombre debe haber tenido una clarividencia tenue. Debe haber pasado por estados anteriores en los que tenía una clarividencia tenue.

Una vez más, es la organización actual la que nos muestra que en tiempos pasados el hombre vivía con una organización diferente. Si lo que se ha dicho es cierto, de ello se deduce algo muy importante para la vida práctica. Se deduce que para todas las condiciones del mundo sensorial la percepción sensorial, -aparte de las ilusiones sensoriales-, es algo que puede expresar la verdad. Porque en lo que respecta a la percepción de los sentidos, el hombre está en relación directa con el mundo exterior, en contacto directo con el mundo exterior. De ello se deduce también que el hombre sólo puede saber algo de lo que hay en su interior mediante el poder de su intelecto. Por ejemplo, cuando el yo fluye hacia dentro, de echo está dentro. Por lo tanto, cuando el hombre aplica su pensamiento al yo, es muy natural que este pensamiento sobre el yo, -puesto que está dentro-, sea capaz de decidir algo sobre este yo. Esto lo han visto en las conferencias del Dr. Unger. Y ahora también podrán localizar el proceso. El encuentro del alma racional con el yo es lo que produce el pensamiento puro, el pensamiento interiormente dirigido. Y ustedes se darán cuenta de que este pensar, que se capta a sí mismo, no puede estar expuesto al error, como ocurre con el pensar que vaga por el mundo exterior y quiere obtener sus juicios de las cosas. Pues con su contemplación del mundo externo, este pensar sólo puede llegar tan lejos en la medida en que pueda encontrar primero en sí mismo los conceptos, la verdad acerca de las cosas externas. Frente a las cosas, el hombre debe mantener sus conceptos como imágenes reflejas. Las cosas mismas sólo pueden mostrar el lado sensorial. El hombre debe permitir que los conceptos de las cosas, los pensamientos de las cosas, surjan dentro de sí mismo a partir de una correcta disposición a la verdad. ¿Qué es, entonces, lo único que tenemos para discernir en el mundo exterior? En realidad, el hombre sólo tiene capacidad de juicio sobre aquello del mundo exterior que se presenta inicialmente a sus sentidos. Lo que escapa a los sentidos no puede ser sopesado por los propios sentidos. Entonces, ¿Qué es lo que hay en el hombre que sólo aparece en su verdad? En el hombre, -y también en los demás seres de la naturaleza-, sólo y únicamente es veraz aquello que se presenta en el plano físico, y que los sentidos pueden ver realmente. En cuanto algo se sustrae a los sentidos en su inmediatez, entonces él no puede hacerse ningún juicio sobre el asunto desde el plano físico. Pues en ese momento el intelecto, si no está guiado y dirigido por la rectitud interior o disposición a la verdad, tendrá necesariamente que caer en toda clase de errores.

Me gustaría ilustrar este punto con un ejemplo. Les presentaré dos enseñanzas. Una la conocen ustedes por la investigación científico-espiritual: la enseñanza de las formas por las que ha pasado el hombre en los primeros estados de existencia a través de los tiempos atlantes, lemúricos y demás hasta la antigua existencia lunar, solar y saturniana. La investigación científico-espiritual les mostrará por qué estados pasó el hombre. Y hoy hemos visto un ejemplo de lo maravillosamente que nos parece comprensible lo que ven los sentidos, cuando realmente hacemos nuestra esta doctrina de la descendencia humana y la procesamos en el mundo exterior. Y uno se puede convencer cada vez más de lo asombroso que es que todo lo externo proporcione la confirmación de lo que la investigación científico-espiritual establece a partir de los hechos del mundo espiritual.

Tomemos ahora como contrapartida la investigación sensorial, la teoría sensorial de la descendencia, que sólo se ha desarrollado en tiempos más recientes. Aquí vemos sobre todo que se ha establecido una ley importante, que ya mencioné ayer: la ley biogenética básica, que establece los hechos externos de tal manera que el hombre en su estado embrionario experimenta brevemente todas aquellas formas que nos recuerdan a ciertas formas animales; en ciertas etapas nos recuerda a un pececillo etcétera. Se podría decir que repite las diversas formas del reino animal. Ahora todos ustedes saben que especialmente en la etapa en que esta doctrina de la descendencia se había vuelto desenfrenada, se concluyó a partir de este mundo de hechos que el hombre realmente había pasado por estas formas en el pre-mundo, formas que se muestran repetidamente en su estado embrionario. Ante este hecho uno quisiera decir: Fue una verdadera suerte para la humanidad que esta observación permaneciera oculta durante tanto tiempo por el cuidado de los dioses hasta el momento en que pudo ser corregida por la ciencia espiritual casi simultáneamente, -las cosas casi siempre se superponen-, después de haberse establecido en sus formas más salvajes. El estado embrionario por el que pasa el hombre hasta el momento en que aparece en el plano físico para la percepción de los sentidos, fue envuelto por los dioses y no pudo ser observado. Pues si se hubiera observado antes, el hombre podría haberse formado ideas aún más erróneas al respecto. Los hechos son, por supuesto, correctos, porque se observan a través de los sentidos. Pero si hay que emitir un juicio sobre ellos, entonces lo que entra en consideración es el poder del alma racional. Uno no puede acercarse a lo que no puede ser visto por los sentidos. Por lo tanto, si no cuenta con el sistema de la verdad en su interior, está necesariamente sujeta a error. Y aquí tenemos un ejemplo sorprendente de cómo la facultad de juzgar, que procede del alma racional, puede navegar en el error.

El hecho de que el hombre en cierta etapa de su vida embrionaria se parezca a un pececito. ¿Qué muestra? Esto muestra que el hombre no puede utilizar lo que es de la naturaleza del pez, por lo que tuvo que expulsarlo antes de comenzar su existencia humana. Y la siguiente forma embrionaria es de nuevo una que el hombre tuvo que expulsar porque no le es propia, del mismo modo que el hombre tuvo que expulsar todas las formas animales porque no le son propias. El hombre no podría haber llegado a ser hombre si alguna vez hubiera aparecido en la tierra en una forma tal como son estas formas animales. Tuvo que separarlas de sí mismo precisamente para poder llegar a ser humano. Si ustedes profundizan en estos pensamientos de la manera correcta, también llegarán a un discernimiento correcto. ¿Qué demuestran los hechos de que el hombre en la fase embrionaria, por ejemplo, se parece a un pececillo? Estos hechos demuestran que nunca se ha parecido a un pez en el curso de su linaje, que ha rechazado la forma de pez en la línea misma de su desarrollo, que no podía utilizarla porque no se le permitía parecerse a ella. Tomemos ahora todas las demás formas sucesivas que la ciencia moderna nos muestra en las formas de vida de los embriones. ¿Qué muestran estas formas? Muestran todo lo que el hombre nunca fue en la prehistoria, lo que tuvo que expulsar de sí mismo. Muestran todas aquellas imágenes a las que nunca se ha parecido. Así, a través de la embriología, uno puede en verdad aprender lo que el hombre nunca ha parecido en los tiempos prehistóricos. Así se puede aprender todo aquello por lo que el hombre no ha pasado, sino que ha expulsado. Pero si de esto se saca la conclusión de que el hombre desciende de todo esto, que ha pasado por todo esto para llegar a su estado actual de desarrollo, entonces se está en el mismo punto de vista que quien dice, por ejemplo: Aquí está el hijo, aquí el padre. Si comparo a los dos, nunca volveré a creer que el Hijo desciende del Padre.  Creeré que el Hijo desciende de sí mismo, o el Padre del Hijo. - Es precisamente el orden inverso de la evolución el que se ha adoptado navegando en el error, por el hecho de que la mente se ha mostrado realmente muy poco apta para pensar con veracidad estos hechos de la realidad. Ciertamente, estas imágenes de la prehistoria son sumamente importantes para nosotros, porque nos permiten reconocer aquello a lo que nunca nos hemos parecido.

Pero esto puede reconocerse mucho mejor por otra cosa. Puede reconocerse por aquellos ámbitos que nos brinda el propio mundo sensorial externo, que no se nos escapan. A saber, todas estas formas se nos ofrecen también en el mundo externo. Podemos observarlas mediante aquello que podemos llamar la percepción humana ordinaria, correctamente utilizada. Cuando los hombres aún no tenían sólo esta observación, cuando no aplicaban su intelecto a lo que está limitado a la percepción sensorial, sino a lo que se despliega ante la percepción sensorial, no llegaban a esa conclusión falsa. Por supuesto, en aquellos días los hombres no juzgaban su descendencia utilizando su intelecto, sino usando su sentido natural y directo de la verdad. 

Ellos observaban al mono y sentían esa peculiar sensación que toda mente cuerda siente cuando mira a un mono, y que no puede compararse a otra cosa que a un cierto sentimiento de vergüenza. Y este sentimiento de vergüenza era más verdadero que lo que la mente errada dijera después. En este sentimiento de vergüenza residía el criterio emocional de que el mono es en realidad un ser que se alejó de la corriente humana, un ser que fue dejado atrás, que proviene del linaje humano y que tuvo que ser separado. Por tanto, existía la sensación de que el hombre sólo podía haber alcanzado su altura actual teniendo primero que separar de sí mismo lo que se había convertido en la forma simiesca actual. Si lo hubiera conservado, nunca habría podido convertirse en hombre. Esto radica en el sentimiento natural y sano. Más tarde las cosas fueron investigadas por el intelecto, ¡y entonces el intelecto reveló el error de que el hombre dijera que la forma humana procedía de la corriente de los simios! Eso es un error. Cuanto más piensen en ello, más se darán cuenta de lo profundamente justificado que está lo que se acaba de decir. Que el hombre descendió de los simios es un error, del que se darán cuenta a partir de algo bastante ordinario.

Supongamos que consideran aquellas partes de la naturaleza humana que están abiertas a su propia percepción como lo que observan en sí mismos, u observan aquella parte de la naturaleza humana que pueden observar en otras personas, también como aquello que está dado a la observación sensorial. Puesto que en el hombre confluyen dos corrientes, la corriente del cuerpo sensorial de delante hacia atrás y la corriente del alma sensible de atrás hacia delante, debemos distinguir entre lo que se nos presenta en el hombre cuando estamos frente a él, entre lo que actúa de delante hacia atrás como corriente del cuerpo sensorial y lo que actúa de atrás hacia delante como corriente del alma sensible. Miremos a una persona a la cara desde este punto de vista. En la medida en que vemos a la persona a través de nuestros sentidos, la imagen es, por supuesto, correcta. No podemos equivocarnos al respecto; esto viene dado por la observación sensorial. Pero ahora viene, aunque aquí todavía en un nivel subconsciente, el intelecto humano. Y aquí se equivoca inmediatamente en un ejemplo casi clásico. Porque, ¿Cómo considera el rostro humano en lo que respecta a sus fuerzas formativas? Lo considera como algo construido de algún modo desde el exterior. En realidad, lo que vemos en el rostro humano lo construye el alma sensible desde dentro hacia fuera. Y juzgamos erróneamente cuando miramos el rostro de una persona y decimos que se trata absolutamente de un cuerpo externo. Debemos decir: Lo que los sentidos ven aquí es la imagen exterior del alma sensible, del alma en general, que obra exteriormente. Si ustedes interpretan el rostro humano como un alma, y si desvían su atención del hecho de que podría ser un cuerpo, entonces aciertan en su juicio. He ahí  un tremendo trabajo de engaño: miran un rostro humano, la imagen de un alma, y lo toman por un cuerpo al mirar la imagen del alma. Sólo la imagen del alma, por supuesto. -Este es precisamente el punto de vista fundamentalmente erróneo, en él muestra cómo el hombre malinterpreta inmediatamente las cosas cuando entra en consideración su capacidad de juicio, su intelecto. El ser humano sólo puede captar correctamente las imágenes exteriores cuando las comprende de la manera correcta, cuando habla de que el semblante humano es la imagen del alma, y que todo lo que se puede aprender sobre este semblante humano a partir de las meras fuerzas que entran en consideración como fuerzas de naturaleza física o etérica conduce a una explicación falsa. Pues este semblante humano debe interpretarse a partir de las fuerzas del alma misma, lo visible a partir de lo invisible en este caso. Cuanto más profundicen en la ciencia espiritual, más se darán cuenta de que se trata de una alta escuela de pensamiento, en la que debe cesar el modo de pensar caótico que hoy domina todos los círculos, y sobre todo los científicos. Por lo tanto, a veces puede ser agotador para ustedes oír lo que se les dice aquí, especialmente en lo que se refiere a los pensamientos que tienen que formarse. Pero la ciencia espiritual es también la alta escuela del pensamiento lógico, porque nos obliga a interpretar correctamente las cosas del mundo. Y también debemos interpretar correctamente ciertos fenómenos que conducen desde el ámbito de la antroposofía del ser humano individual, al ámbito de la antroposofía de la humanidad en su conjunto.

Volvamos a recordar nuevamente aquello que hemos llamado el sentido del sonido, y el sentido del concepto o de la ideación, y preguntémonos con respecto al desarrollo humano en la tierra: ¿Se desarrolló el hombre de tal manera que surgió primero el sentido del sonido o el sentido del concepto o de la ideación? -Con esto en realidad hemos hecho mucho si podemos examinar el desarrollo humano en este campo inferior de tal manera que podamos responder a la pregunta: ¿Aprendió primero el hombre a comprender las palabras, o aprendió primero a percibir y comprender las ideas que le llegan? Esta pregunta no pertenece realmente al campo de la ciencia espiritual, porque todo el mundo puede responderla observando cómo aprende el niño a hablar y a percibir pensamientos. Todo el mundo sabrá que el niño aprende primero a hablar y sólo después a percibir pensamientos. El habla es el requisito previo para la percepción de los pensamientos. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que el sentido auditivo es el requisito previo para el sentido de la ideación, conceptualización. El niño aprende a hablar porque puede oír, porque puede escuchar lo que su sentido auditivo puede percibir, y el hablar mismo es entonces mera imitación. Por lo tanto, también descubrirán que el niño siempre imita los sonidos del habla mucho antes de comprender algo que ya es un concepto. Observen y presten atención y verán que es así: el sentido auditivo se desarrolla primero, y sólo a partir del sentido auditivo se desarrolla el sentido conceptual. El sentido auditivo es pues, la posibilidad de percibir no sólo tonos, sino también eso que llamamos sonidos, los sonidos del habla. Y ahora se nos plantea la pregunta: si el hombre, en el curso de su desarrollo, llegó a ser capaz de percibir sonidos y, como consecuencia de ello, llegó a ser capaz de adquirir el habla, ¿Cómo debió ocurrir esto? ¿Cómo ha podido llegar el hombre al habla en el curso de su desarrollo?

Aquí debemos darnos cuenta de una cosa. Puesto que el hombre había de aprender a hablar, no sólo a oír, sino a aprender a hablar, no sólo era necesario que desde fuera se le acercase algo y que percibiese algo, sino que era necesario que algo dentro de él tomara el mismo camino que toman las corrientes del alma sensible cuando penetran desde atrás hacia delante. Tal cosa era necesaria. Así pues, durante la evolución humana tenía que producirse una corriente en el alma sensible que actuara en la misma dirección que las corrientes del alma en general que producen lo que se produce por el movimiento de atrás hacia delante. Esto tuvo que producirse para que surgiera el habla. Pero este habla debía llegar antes que el sentido de conceptualización, debía llegar antes de que fuéramos capaces de sentir en las palabras mismas, -incluso en las palabras que pronunciamos-, lo que es conceptualización. La humanidad tenía que aprender realmente a emitir sonidos primero y a vivir en la percepción de estos sonidos antes de asociar ciertas ideas a estos sonidos, algo que sólo llegaría más tarde. Al principio era algo que todavía no era un concepto o una idea, sino una sensación de lo que impregnaba los sonidos cuando se emitían. En eso se basaba el habla.

Este desarrollo tuvo que tener lugar en un momento en el que la reorganización, el enderezamiento del sistema de circulación sanguínea ya se había producido, porque los animales no pueden hablar. El yo tenía que trabajar desde arriba hacia abajo. Pero aunque este yo, que trabajaba de arriba hacia abajo, ya existía, la humanidad no podía conceptuar. Porque el sentido conceptual aún no se había desarrollado. ¿Qué se deduce de esto? Se deduce que el hombre no pudo haber recibido el habla por mediación de su propio yo, sino a través de otro yo, que podemos comparar con el yo grupal animal. En este sentido, el habla es realmente un don de los dioses. Fue inculcado al hombre desde arriba en la forma que toma el yo, cuando el yo aún no era capaz de formar el habla por sí mismo. Así que el yo que fluía desde arriba no era capaz de formar el habla. Todavía no tenía en su interior los órganos que podrían haber dado el impulso para formar el habla. Eso tenía que hacerlo el yo grupal. Pero ahora el ser humano ya estaba acabado. El ser humano ya era un ser humano erguido. Para que surgiera el habla, el yo grupal tenía que trabajar en el organismo físico, etérico, etc., desde arriba hacia abajo,. Una corriente fluía hacia este yo grupal desde abajo. La corriente del yo grupal bajaba desde arriba, y una corriente subía desde abajo, con la cual se encuentra la corriente del yo grupal. Estas se juntan y crean una especie de vórtice. Si se dibuja una línea recta a través del centro de la laringe, ésta es la dirección de la corriente que utilizaron los espíritus que nos dieron el habla. Y de la acumulación de estas dos corrientes surgió en la materia física la forma peculiar de la laringe humana. Con esto debemos decir, sin embargo, que el hombre tuvo que formar este habla bajo la influencia de un alma grupal que vivía en torno a la tierra.

Se acordarán de cuando les hablé de cómo trabajan las almas grupales realmente en la tierra. Les decía que el animal tiene su médula espinal en posición horizontal, a través de la cual pasa la corriente del alma grupal. Pero estas corrientes de fuerza de arriba hacia abajo giran continuamente alrededor de la tierra, al igual que giraban alrededor de la antigua luna. Son, pues, corrientes que no permanecen donde están, sino que dan vueltas alrededor de la tierra como corrientes verticales. Las almas grupales, que son perpendiculares en su dirección orbital, vagan alrededor de la tierra en círculos. ¿Qué se deduce de esto? Si el hombre hubiera de aprender a formar el habla bajo la influencia de las almas grupales, entonces esto no podría suceder de tal manera que pudiera permanecer en el mismo lugar donde estaba, sino que tendría que moverse, tendría que vagar, trasladarse de una región a otra, para ir en la dirección del alma grupal. El hombre nunca habría aprendido a hablar si hubiera permanecido en el lugar donde estaba cuando aún no sabía hablar.

Preguntémonos ahora: ¿En qué dirección debió ser conducido el hombre en aquella época? - Se puede averiguar esta dirección muy fácilmente de la siguiente manera. Sabemos que las corrientes etéricas en el hombre fluyen de derecha a izquierda, que las corrientes físicas fluyen de izquierda a derecha. Ahora bien, ¿Dónde están las almas grupales que dotaron al hombre de habla? Nos acercamos a la respuesta a esta pregunta por la siguiente consideración.

Observemos la tierra en su peculiar formación. Si consideramos que el hombre aprendió el habla en una época en la que, por así decirlo, él ya estaba acabado, admitiremos que fue necesaria una fuerte corriente, pues la laringe en su forma blanda tuvo antes que ser transformada en la laringe humana. Esto tuvo que ocurrir en condiciones terrenales completamente diferentes de las que tenemos hoy ante nosotros. Pero, ¿Cómo debían ser?

Veamos la Tierra. Imaginemos que nos situamos en la Tierra mirando hacia el Este; detrás tenemos el Oeste, a la izquierda el Norte y a la derecha el Sur. Ahora veamos qué extraño hecho surge. Las corrientes en el hombre que están relacionadas con la formación del cuerpo físico humano van de izquierda a derecha. Estas corrientes también están presentes en el mundo exterior y por lo tanto también estaban presentes durante la formación de la tierra. Ahí están las fuertes corrientes que vienen del norte y van hacia el sur. Ahí están las corrientes que originan la materia física. En el otro lado tienen las corrientes etéricas, que van de derecha a izquierda y que no tienen por objeto hacer cada vez más densa la materia física. Por lo tanto, en la Tierra todavía se puede ver la unilateralidad, la asimetría: en la dirección en la que se encuentra la corriente física, está la mitad norte con sus continentes. Aquí es donde se contrae la materia física condensada. Y al otro lado, en la mitad sur, tienes las vastas extensiones de mar. Del norte viene la corriente que es esencialmente igual a la corriente de izquierda a derecha en el hombre; del sur viene la corriente que es esencialmente igual a la corriente de derecha a izquierda en el hombre. Veamos ahora las otras dos corrientes en el hombre: la corriente que va de delante hacia atrás y la otra de atrás hacia delante. La corriente de delante hacia atrás, como hemos visto, va del cuerpo sensorial al alma sensible, al alma en general; la otra corriente va hacia fuera. Si ustedes lo consideran ahora, -pero les pido que lo consideren con mucho cuidado; no es muy fácil-, entonces se dirán: Para aprender a hablar, tuvo que suceder que el ser humano creara una corriente que se abriera camino desde el interior hacia el exterior, es decir, hacia el cuerpo sensorial. Así que tuvo que ir hacia una corriente anímica grupal y ofrecerle su organización interior para que allí se acumulara lo que pudiese formar su propia laringe. Tuvo que ir hacia una corriente de este tipo dentro de nuestro círculo terrestre, que pudiera trabajar en su astralidad. Así que cuando uno se proponía aprender a hablar, no había que tomar ni la dirección hacia el norte ni la otra dirección hacia el sur sino la otra dirección, que es perpendicular a ella. A partir de esto se comprenderá que cuando debía aprender a hablar el hombre tenía que moverse en dirección oeste-este o este-oeste. La ciencia espiritual dice que el hombre vivió una vez en la antigua Lemuria, donde ahora se encuentra el mar entre Asia y África. Allí fue donde se propuso aprender el habla. No podía moverse hacia el sur ni hacia el norte; tenía que moverse hacia el oeste, y se trasladó a la antigua Atlántida. Allí se movió, -en este camino hacia la antigua Atlántida, hacia el oeste-, al encuentro de aquellas almas grupales que podían producir en él el habla. Si realmente comprenden ustedes el organismo del habla humana, encontrarán la verdad de lo que se desprende de las observaciones de la ciencia espiritual. Así es como el hombre aprendió el habla en la antigua Atlántida.

No obstante, a continuación debe desarrollar el sentido conceptual a través del habla. No debe detenerse en el mero hablar, sino pasar al sentido de la conceptualización. ¿Cómo podría ocurrir esto?

Por supuesto, él no podía continuar en la misma dirección. Tuvo que ir en la dirección opuesta con la misma corriente. ¿Por qué entonces? Hemos visto lo que ocurre realmente cuando surge la conceptualización a partir del sentido del sonido o auditivo. Hemos visto cómo, a partir de la melodía surge el sonido, cuando ésta se convierte en una armonía, luego se prescinde de los tonos fundamentales y sólo se capta el sistema de armónicos. Por consiguiente, para desarrollar el sentido conceptual, hubo que dejar fuera del habla lo que se había desarrollado por uno y otro lado. El hombre tuvo que dar marcha atrás después de haber aprendido a hablar. Tuvo que trasladarse de la Atlántida a Oriente para seguir desarrollando el sentido del concepto en el hablar que había aprendido. Y aquí encontrarán ustedes el significado de los movimientos migratorios, que la ciencia espiritual les muestra diciendo que los antiguos atlantes, que estaban maduros para ello, se pusieron a peregrinar desde el Oeste hasta el Este de nuevo. Así pudieron desarrollar el sentido del concepto de manera provechosa. Pero entonces también se deduciría que si la humanidad hubiera viajado en dirección contraria, es decir, hacia el oeste, no habría podido desarrollar el sentido del concepto de forma provechosa. También en aquella época una parte de la humanidad viajó en dirección contraria: son los nativos americanos. ¿Por qué no fueron capaces de permanecer? ¿Por qué hubo que serles trasladado después lo aprendido en Oriente? Debido a que se habían movido en la dirección opuesta. Este es el destino cósmico de los nativos americanos, que habían viajado en dirección contraria.

De este modo, casi puede captarse con las manos lo que la investigación científico-espiritual les dice. Puede comprenderse toda la organización de la Tierra. Todo lo que se ve en la disposición de los continentes, los continentes, los mares, lo que se ve en la migración de los seres humanos, se puede comprender si se conoce el secreto de esas corrientes que hemos aprendido antroposóficamente en el propio ser humano. Y así la antroposofía nos conduce realmente a esa vida a través de la cual el hombre y el mundo exterior se vuelven transparentes y comprensibles para nosotros. Y aún hay más.

Podemos seguir preguntándonos: Pero seguramente la humanidad, después de haber desarrollado el sentido del concepto, debía seguir aprendiendo; esta humanidad no debía quedarse sólo con las ideas, sino progresar hacia los conceptos. Entonces tuvo que ascender de nuevo desde el mero sentido de la ideación a la vida anímica. De nuevo tenía que tomar la dirección opuesta. La humanidad toma primero la dirección hacia Oriente para llegar a la vida conceptual. Los conceptos puros, que primero tuvieron que ser conquistados de nuevo a través de una migración hacia atrás, sólo pudieron ser alcanzados de nuevo en Occidente, y de hecho después de haber migrado hacia Occidente. También podríamos comprender en detalle las migraciones de los pueblos a través de las cuatro épocas culturales post-atlantes si tuviéramos tiempo para recopilar todo lo que la Antroposofía nos aporta al respecto. Se obtendría un tejido maravilloso de las fuerzas espirituales que actúan en toda la formación de la tierra, incluida la humanidad.

Hasta ahora hemos examinado las corrientes que van de arriba abajo, de derecha a izquierda, de delante hacia atrás, etcétera. Pero en cierto sentido llegamos a un punto muerto. Nos vemos retenidos ahí. Realmente no podemos ir más allá. La ciencia espiritual nos muestra ahora que por encima del sentido conceptual hay un sentido imaginativo, un sentido inspirativo y un sentido intuitivo, que en la vida anímica ordinaria fluyen hacia dentro, pero en la conciencia clarividente fluyen hacia fuera. La ciencia espiritual nos lo muestra. Y ahora surge la pregunta: Todas estas cosas, si han de vivir en el ser humano físico, también deben construir órganos, también deben funcionar de una determinada manera. Consideremos primero algo que es exclusivo del hombre, algo que todavía no se encuentra de la misma manera en los animales: la actividad anímica interna de la memoria. Porque el hecho de atribuirle memoria a los animales es una fantasía de los científicos naturales. Que los animales muestren fenómenos que pueden explicarse por el mismo principio que en el hombre, no es sorprendente, pero explicarlos como fenómenos de la memoria es una vez más un error. Pues la dirección principal que tiene el animal, y que en el hombre tuvo que erguirse para que pudiera fluir el yo y desarrollarse la memoria, en el caso del animal permanece horizontalmente así como dirigida hacia delante, en la misma posición que en el hombre, de modo que no hay ningún obstáculo para que las corrientes del alma sensible, del alma racional y del alma consciente pasen por allí, pero en ausencia del yo. Por lo tanto, es muy posible que el animal realice acciones que en verdad son inteligentes, pero que en ningún caso están imbuidas de un yo. Por eso no debemos hablar del intelecto de los animales. Este es el comienzo de un gran campo de error en nuestra ciencia actual. Los hechos sólo demuestran que uno puede ser dirigido por una mente sin que él mismo sea inteligente. De eso es de lo que estamos hablando con respecto a los animales. Que uno puede encontrar fenómenos en el mundo animal que pueden ser similares a los fenómenos de la memoria humana es evidente por sí mismo a partir de la forma del animal. Pero hablar de la forma de la memoria es un disparate que confunde todos los conceptos. En la memoria tenemos ante nosotros algo muy distinto de lo que tenemos, por ejemplo, en el mero pensar racional o incluso en la imaginación. En la memoria tenemos ante nosotros el hecho de que una idea que hemos tenido permanece, que cuando termina la percepción todavía permanece allí la impresión, no se trata de que después hagamos algo que se parezca a lo que hicimos antes. Si ésa fuera la esencia de la memoria, el profesor H. tendría razón cuando dice: «Cuando el pollito sale del huevo, puede picotear inmediatamente; por tanto, tiene memoria, porque repite algo que hicieron sus antepasados». Ni siquiera nos hemos dado cuenta de lo que es la memoria cuando llegamos a lo inaudito que tiene lugar hoy en el campo de la psicología. Siguiendo esos razonamientos el reloj también tendría memoria, ¡porque también repite algo que hizo ayer! Se trata de términos equívocos en el sentido más amplio de la palabra. Hay que hablar de memoria cuando una idea permanece interna, no cuando un hecho se repite externamente. Si una idea permanece interna, es porque ha sido retenida por un yo. Esa es la esencia de la memoria, que el yo toma posesión de la idea y la retiene.

Pero si esto ha de concretarse en un organismo humano, entonces también debe formarse un órgano para ello, es decir, el yo del ser humano debe a su vez generar corrientes. Dichas corrientes deben emanar del propio yo hacia las diversas otras corrientes que vienen del frente, de la derecha y así sucesivamente. Las corrientes deben fluir hacia ellas desde el yo. El yo debe verterse en las otras corrientes, en lo que el yo está ausente. El yo debe superar las corrientes. Si una dirección es de afuera hacia adentro, entonces el yo debe ser capaz de crear una corriente en la dirección opuesta dentro de sí mismo.  Aquí pueden ustedes reconocer el punto esencial, según el cual inicialmente el yo todavía no era capaz de esto, por el hecho de que cuando la humanidad aprendió a hablar, tuvo que surgir tal corriente opuesta, y en ese tiempo el yo todavía no era capaz de realizar esa tarea. Tuvo que realizarla un yo grupal que condujera esta corriente hacia el interior del alma. Pero cuando comienza la vida anímica propiamente dicha, en la que está implicado el yo, entonces desde el propio yo, emanan corrientes que se introducen en las corrientes ya existentes.

Cuando el yo inserta una corriente en otra corriente ya existente. ¿Se da cuenta de esto en cierto modo? Sí, el yo se da cuenta de ello con mucha precisión. Hasta que el yo no alcanzó el grado de la conceptualización, por así decirlo, no participaba en el proceso de insertar corrientes en él. Pero si el yo quiere desarrollar una facultad superior, por ejemplo, la memoria, debe insertar una corriente en la corriente ya existente, la cual debe actuar en sentido opuesto a esa otra corriente. Esto se pone de manifiesto en que, a medida que el yo se va desarrollando, se añade algo más a a las tres corrientes del espacio que están inclinadas en ángulo recto. A medida que el yo comienza a desarrollar la memoria, inserta algo en una dirección del espacio en dirección opuesta, y esto lo percibe en la conciencia temporal. Por eso la memoria está vinculada al concepto de tiempo. Una idea que perseguimos no en la dirección del espacio, sino en la dirección del pasado, está inscrita en las direcciones del espacio. Este es el caso de todo lo que el yo forma por sí mismo. Podemos señalar la corriente, -desarrollar esto para ustedes en detalle nos llevaría demasiado lejos-, que fluye cuando el yo forma la memoria. Se trata de una corriente que fluye de izquierda a derecha. De la misma manera, cuando el yo forma algo como hábitos las corrientes fluyen de izquierda a derecha. Estas corrientes de izquierda a derecha, son las que se contraponen a las corrientes anteriores que se formaron sin el yo. Al principio, el yo se opone a ellas.

Cuando observamos la vida anímica, podemos distinguir entre el alma sensible, el alma racional y el alma consciente. El alma racional aún puede resultar equívoca. Ya he dicho que se puede tener entendimiento sin que ello implique ser inteligente. Pues el yo pertenece al entendimiento. Para llegar al yo interiormente, el alma racional debe haberse desarrollado interiormente hasta este yo. Entonces progresa hacia arriba hasta el alma consciente. Ahora bien, se trata siempre de direcciones opuestas. Cuando el alma consciente se hace consciente, la dirección que toma es opuesta a la dirección que sigue el alma racional, que todavía está trabajando en el inconsciente.

¿Demuestra esto en alguna parte que las corrientes del alma racional y las corrientes del alma consciente son opuestas entre sí? En ciertas condiciones terrestres podemos verlo. Piensen por un momento que cuando el ser humano aprende a leer, en cierto sentido es una actividad muy inteligente, que no procede necesariamente del yo inteligente,. Lo que estoy diciendo ahora se aplica principalmente a las condiciones europeas, donde, como saben, la población ha esperado en ciertos aspectos a las condiciones culturales posteriores. Por lo tanto, se llega a algo que ya estaba presente en la cultura greco-latina, cuando el alma racional se desarrolló en lo que se llama escritura. Cuando se formó el alma racional, comenzaron los primeros inicios de la lectura y la escritura; pero eran sólo los primeros inicios. Y este carácter se ha mantenido. Luego vino el efecto del alma consciente. Las actividades conscientes deben tomar direcciones opuestas, porque la corriente del alma consciente actúa en dirección opuesta a la del alma racional. El hombre sólo pudo aprender a calcular cuando hubo desarrollado el alma consciente, pues se trata de una actividad consciente.

Lo que aquí actúa como una dirección se nos evidencia en la imagen siguiente: Los pueblos europeos escriben de izquierda a derecha porque intervienen las fuerzas del alma racional, pero calculan de derecha a izquierda. Cuando suman, por ejemplo, suman de derecha a izquierda. Ahí se ven las dos corrientes diferentes empujándose la una sobre la otra. En la imagen se las ve superpuestas, una es la corriente del alma racional y la otra es la corriente del alma consciente. Esto no ocurre en todas partes. Casi podemos entender la naturaleza de la gente europea con este ejemplo. Podemos ver que los pueblos de Europa estaban destinados a esperar con el alma racional, hasta que llegara cierto momento, para no desarrollar prematuramente el alma consciente. En cambio, otros pueblos ya tuvieron que desarrollar dentro del alma racional lo que en la cultura occidental sólo debía desarrollarse en el alma consciente. Por lo tanto, se les tuvo que dar la oportunidad de lograr con el alma racional lo que los que esperaron sólo pudieron lograr más tarde con el alma consciente. Los pueblos que tenían la misión de crear los preparativos para el alma consciente ya durante el desarrollo del alma racional, para ser pioneros del alma consciente, por así decirlo, son los pueblos semitas. Por eso los pueblos semitas escriben de derecha a izquierda.

En estas cosas no sólo tenemos un medio de comprender al hombre como tal, sino también un medio de comprender todos los fenómenos culturales. A partir de estos hechos podemos comprender por qué, en un determinado momento del desarrollo de la Tierra, la escritura se hace de una forma u otra, por qué la aritmética se hace de una forma u otra. Podríamos ir aún más allá y remontarnos a las formas de las letras que tienen los distintos pueblos, si cuando trazan una línea, lo hacen de izquierda a derecha o de derecha a izquierda, etcétera. El hecho de que un pueblo escriba una letra de tal o cual manera se deduce de la comprensión de estos hechos espirituales.

A partir de tales hechos se puede ver qué misión tiene la ciencia espiritual en el futuro si se trata de arrojar luz sobre la mentalidad de las personas para que puedan ver a través de lo que de lo contrario seguiría siendo incomprensible para ellas.

Tal vez ni siquiera sería correcto que concluyéramos estas consideraciones en este momento. Por eso, mañana se continuarán de una determinada manera, para llegar a una conclusión, aunque sea somera. Así pues, mañana hablaré en sentido antroposófico sobre, digamos, una de las hijas de Goethe. Ustedes saben que yo escribí un artículo titulado «Goethe como padre de una nueva estética». En él describí la paternidad de Goethe en relación con la concepción y comprensión de las artes. Mañana les mostraré ahora a la hija, a la hija de Goethe, en una concepción verdaderamente nueva de la ciencia del arte, de la estética.

Traducido por J.Luelmo mar,2025



GA115 Berlín, 26 de octubre de 1909 - Los sentidos imaginativo, inspirativo e intuitivo y la forma en que se canalizan en el ser humano como sensación, sentimiento y pensamiento lógico.

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RUDOLF STEINER
ANTROPOSOFÍA-PSICOSOFÍA-PNEUMATOSOFÍA

Los sentidos imaginativo, inspirativo e intuitivo y la forma en que se canalizan en el ser humano como sensación, sentimiento y pensamiento lógico


Berlín, 26 de octubre de 1909


tercera conferencia

En nuestras consideraciones hemos ascendido hasta lo que hemos llamado el sentido del habla, y ahora queremos considerar en primer lugar lo que hemos llamado el sentido del concepto. Por supuesto, no hay que tomar aquí la palabra en el sentido del concepto puro, sino en el sentido en que se habla en la vida ordinaria; que cuando alguien nos dice algo, cuando dice alguna palabra, podemos formarnos una idea de lo que esta palabra significa. También podría haberse llamado sentido de la representación. Pero ahora debemos comprender primero cómo se produce este sentido de la representación. Para ello, debemos volver una vez más a los dos sentidos anteriores, el sentido del sonido, o auditivo, y el sentido del habla, y plantearnos la pregunta: ¿Qué significa realmente tener el sentido del habla, tener el sentido auditivo? ¿Cómo se produce realmente la percepción auditiva, tal como la hemos descrito? - Primero hay que caracterizar lo que ocurre cuando una persona percibe un sonido, A o I, u otro sonido. Debemos, por así decirlo, aclarar el aparato de percepción auditiva. Sin embargo, como no puedo hablar de tal cosa durante toda una hora, sólo podré darles algunos detalles, que luego podrán encontrar confirmados por esto o aquello que ustedes mismos adquieran mediante la reflexión o la investigación en la vida.

Ustedes saben que dentro de la música se puede distinguir entre el tono por separado, la melodía y la armonía. Y saben que la armonía se basa en la simultaneidad de la percepción de los tonos, la melodía en la combinación de tonos sucesivos, y que luego se toma en consideración el tono por separado como tal. Bien, sólo se puede comprender el mecanismo de la percepción del sonido si se considera la relación del tono que está en el sonido con este sonido mismo. Tomemos lo que es una armonía: en ella tenemos una cooperación simultánea de sonidos; y tomemos lo que es una melodía: en la melodía tenemos una cooperación sucesiva de sonidos. Ahora imaginen que pudieran hacer conscientemente lo que hacen inconscientemente en la percepción del sonido, entonces sucedería lo siguiente.

Deben ustedes tener claro que en el sentido hay algo inconsciente, -o cuando menos subconsciente-. Si lo que es inconsciente en la percepción del sentido se hiciera consciente, ya no sería sentido, ni percepción del sentido, sino que habría que hablar de valoración, conceptualización y cosas por el estilo. Por lo tanto, deben imaginarse cómo procedería lo que tiene lugar a nivel subconsciente en la percepción del sonido, si pudieran ustedes ejecutarlo conscientemente. Imaginen que perciben una melodía. Cuando perciben esta melodía, perciben los tonos uno tras otro. Ahora piensen que pudieran fácilmente mover las notas de una melodía juntas en la línea del tiempo de tal manera que pudieran percibirlas simultáneamente. Para ello, por supuesto, tendrían que empujar el pasado y el futuro el uno hacia el otro. Tendrían que saber lo que sigue, preferiblemente en medio de una melodía, para poder empujarla del futuro al presente. Lo que una persona no puede hacer conscientemente de esta manera, en realidad ocurre inconscientemente en el sentido del sonido. Cuando oímos A o I o cualquier otro sonido, una melodía siempre se transforma momentáneamente en una armonía a través de una actividad subconsciente. Ese es el secreto del sonido. Esta maravillosa actividad subconsciente se lleva a cabo a un nivel más espiritual de la misma manera que las diversas refracciones de los rayos se llevan a cabo en el interior del ojo de acuerdo con las leyes físicas regulares, de las que uno sólo se da cuenta a posteriori. Ahora estamos haciendo lo mismo que hace el físico cuando muestra cómo se produce la refracción de los rayos en el ojo. En otras palabras, una melodía se convierte momentáneamente en armonía. Pero eso no basta. Si sólo ocurriera eso, el sonido no saldría, sino que habría que añadir algo más.

Es necesario darse cuenta de que todo tono musical no es un simple tono sino que si algún tono es un tono musical, lo es porque, aunque débilmente, los armónicos siempre resuenan. Esta es la característica especial del tono musical en comparación con otros ruidos, estruendos o similares, que los armónicos siempre se oyen, aunque sean prácticamente inaudibles. Cuando se tiene una melodía, no sólo se tienen los tonos individuales, sino que también se tienen los armónicos de cada tono. Cuando se compacta momentáneamente una melodía en una armonía, no sólo se compactan los tonos fundamentales por separado, sino también el armónico de cada tono. Sin embargo, ahora la actividad subconsciente tiene que hacer algo más: tiene que desviar su atención de los tonos fundamentales, tiene en cierta manera, que ignorarlos. Esto es lo que hace realmente el alma cuando percibe el sonido A o I. No como si los otros sonidos no estuvieran ahí, sino que sólo desvía la atención de ellos, y sólo se percibe esa armonía de armónicos. Ese es el sonido. Un sonido surge del hecho de que una melodía se transforma momentáneamente en una armonía, entonces se ignoran los tonos fundamentales y sólo se percibe el sistema de armónicos. Lo que estos armónicos nos proporcionan es el sentido del sonido, A o I. Ahora queda aclarado lo que es realmente la percepción del sonido, de la misma manera que la visión del ojo se explica físicamente.

¿Qué es pues, -y ésta es una pregunta igualmente difícil pero importante-, la percepción de la idea o concepto, la percepción por separado del sentido, (sinn), de modo que se oiga la palabra y a través de la palabra se oiga el significado, (sinn), se comprenda? ¿Cómo se produce esto?

Uno puede darse cuenta de que se trata de algo bastante especial simplemente por la trivial constatación de que cualquier cosa se puede denominar con los sonidos más diversos, y en distintos idiomas. En una ocasión se llama a una cosa «Amor» y en otra «Liebe». Así que estas dos construcciones fonéticas diferentes expresan algo que es lo mismo en ambos casos. Esto apunta al sentido subyacente de la ideación, conceptualización. Así pues, aunque en cada pueblo, en cada lengua, se oye el sonido de forma diferente en todas partes, a través del sonido, se oye la misma idea, aquello que realmente está detrás y que es lo mismo a pesar de todas las diferencias en las construcciones sonoras. Esto también debe percibirse. ¿Y cómo se percibe?

Para que esto nos quede claro, consideremos el proceso de la percepción de los conceptos, y ello, -les ruego que lo tengan presente-, a condición de que tales conceptos nos lleguen por medio del sonido. Si en la percepción del sonido tenemos ahora una melodía que se transforma en armonía, dejando de lado los tonos fundamentales, (lo cual nos da el significado del sonido o significado de la palabra), para que surja el sentido de la ideación, o conceptualización, es necesario que nuestra atención se desvíe ahora también de todo el sistema de armónicos. Si ustedes también llevan esto a cabo anímicamente, entonces miran retrospectivamente hacia aquello que se ha incorporado en los armónicos, hacia aquello que les llega como representación, concepto. Al mismo tiempo, sin embargo, esto también significa que cuando una persona escucha los sonidos y las palabras de su lengua, recibe matizado y atenuado, por así decirlo, algo de lo que es universalmente humano: la idea subyacente que atraviesa todos los sonidos y todas las lenguas.

Ya hemos dicho que a través del habla, en la medida en que el habla tiene sus sonidos, se dan a conocer elevadas entidades espirituales, entidades que tienen su misión especial en el contexto de la vida terrestre, éstos son los espíritus de los pueblos, que no sólo actúan en los murmullos misteriosos, sino en las formaciones igualmente misteriosas en los fluidos del hombre, en lo que vibra en el organismo humano en el sistema de armónicos, debemos decir que lo que se oculta tras los tonos de los armónicos como lo universalmente humano, es el espíritu humano común que se desborda sobre toda la tierra. Por tanto, este espíritu humano, que fluye por toda la tierra, sólo puede reconocerse, cuando cada cual en su respectivo lugar, escucha por así decirlo a través de los armónicos, hasta lo inaudible, hasta lo meramente imaginario. El hecho de que a los hombres se les haya dado la oportunidad de mirar más allá de las tonalidades, por así decirlo, de escuchar más allá de ellas y de reconocer un elemento común que se teje en toda la tierra, sólo les ha permitido, en el curso del desarrollo histórico de la humanidad, captar lo que es universalmente humano. Pues sólo en la vida de la ideación puede captarse por primera vez el Espíritu Crístico en su verdadera forma, en lo universalmente humano. Esos seres espirituales que lo anuncian y han de anunciarlo en las formas más diversas, que son enviados por él, cada uno a su lugar, como podrán encontrar tan bellamente representado, por ejemplo, en el poema de Goethe «Los Misterios», esos espíritus, los mensajeros de Cristo, que han recibido de él su tarea, son los espíritus de los pueblos de cada una de las individualidades nacionales.

Todo esto da una primera impresión de lo que es realmente el sentido de la conceptualización. Con esto, sin embargo, hemos recorrido un camino muy especial. Primero hemos agotado, por así decirlo, lo que es sentido en nosotros en la vida humana ordinaria. Lo hemos agotado observando esa facultad anímica subconsciente en el ser humano que es capaz de hacer retroceder el sistema de armónicos, por así decirlo. ¿Cuál será ahora una facultad aún más elevada? ¿Qué es lo que hace retroceder este sistema de armónicos? ¿Qué hay en el ser humano que actúa como tentáculos y hace retroceder el sistema de armónicos? Es el cuerpo astral humano. Si el cuerpo astral humano adquiere la capacidad de hacer retroceder los armónicos, -lo cual en lenguaje trivial no significa otra cosa que desviar la atención de ellos-, eso significa un mayor poder del cuerpo astral que cuando no puede hacerlos retroceder tanto, por así decirlo. ¿Cuándo será aún más fuerte este cuerpo astral? Será aún más fuerte cuando no sólo pueda hacer retroceder los armónicos, cuando no sólo pueda llegar a los conceptos haciendo retroceder los armónicos y alcanzar así el límite del mundo exterior y observarlo en su límite como un concepto, sino cuando sea capaz de hacer salir su sustancia astral a través de su propio poder interior sin ninguna resistencia. Para llegar a la ideación, conceptualización, todavía hay que hacer retroceder una resistencia: el sistema de armónicos. 

Cuando ya estén en condiciones de extender sus tentáculos astrales sin ninguna causa externa, entonces se produce lo que puede llamarse percepción espiritual en un sentido más elevado. Se forman los verdaderos órganos espirituales de percepción. En el momento en que el hombre alcanza la capacidad no sólo de hacer retroceder el sistema de armónicos con su atención, sino cuando puede extender su sustancia astral como dos tentáculos en cierto punto del cerebro anterior, -entre las cejas-, en este punto forma lo que se llama la flor de loto de dos pétalos, el primer órgano espiritual, que también puede llamarse el sentido imaginativo. Este es ahora el undécimo de los sentidos. Y en la misma medida en que el hombre se hace cada vez más capaz de extender su sustancia astral desde sí mismo, sin verse forzado a hacerlo por el mundo exterior, en la misma medida desarrolla otros sentidos superiores. En la región de la laringe desarrolla mediante este trabajo un sentido muy complejo, la flor de loto de dieciséis pétalos, el sentido inspirativo; más adelante, en la región del corazón, el sentido que también puede llamarse sentido intuitivo, la flor de loto de doce pétalos, y luego aún más sentidos superiores, los cuales sin embargo, debido a que se entra en lo puramente espiritual, ya no pueden llamarse sentido en la acepción ordinaria de la palabra. Basta con que añadamos a los sentidos físicos, reales, el sentido imaginativo, el sentido inspirativo y el sentido intuitivo.

Ahora preguntémonos: ¿Estos tres sentidos sólo están activos en las personas clarividentes o también hay algo en las personas corrientes que pueden percibir como una actividad de estos sentidos? Sí, incluso en la persona ordinaria hay algo que puede entenderse como una actividad de estos sentidos, el imaginativo, el inspirativo y el intuitivo. Cuando se comprende exactamente cómo funcionan estos sentidos en el clarividente, se dice que funcionan extendiéndose hacia el exterior como tentáculos. En la gente común también están presentes, con la diferencia de que no se extienden hacia afuera, sino hacia adentro. Exactamente en el punto donde surge la flor de loto de dos pétalos en el hombre clarividente, hay algo así como dos de esos tentáculos presentes en el hombre ordinario, que se extienden hacia adentro, cruzando sólo en la región del cerebro anterior. Así que la conciencia ordinaria simplemente gira estos tentáculos hacia dentro en lugar de hacia fuera como en el clarividente.

Yo aquí sólo puedo aclarar lo que está presente, mediante una comparación. Tendrían ustedes que meditar mucho si quisieran ir más allá de la comparación para llegar al hecho. Pues es un hecho. No hay más que darse cuenta de que el hombre ve lo que tiene fuera de sí y no lo que tiene dentro de sí. Nadie ha visto todavía su propio corazón o su propio cerebro. Lo mismo ocurre con lo espiritual. Los órganos no sólo no se ven, sino que uno tampoco es consciente de ellos y, por lo tanto, no se pueden utilizar. Pero están en funcionamiento. El hecho de que uno no sea consciente de algo no significa que esté inactivo. La conciencia no decide sobre la realidad. De lo contrario, todo lo que nos rodea en esta ciudad en la que nos encontramos y que ustedes no ven ahora no estaría ahí. Sin embargo, esta es la lógica de los que niegan los mundos superiores porque no los ven. Estos sentidos están activos, pero su actividad se dirige hacia el interior. Y el hombre percibe ahora este efecto de la actividad interior. ¿Cómo lo percibe?

A medida que el sentido imaginativo se vuelca hacia dentro, surge lo que en la vida ordinaria se llama la sensación de algo, la sensación exterior, la percepción exterior. El hecho de que uno vea cosas fuera se basa en que este sentido trabaja hacia dentro. Lo que ustedes tienen en el exterior como sensación, como percepción, sólo pueden tenerlo a través de aquello que trabaja en ustedes, que sale a la luz en el sentido imaginativo. Pero distinguiendo lo que aquí se llama sensación de lo que es, por ejemplo, un sonido. Otra cosa es oír un sonido, ver un color o tener una sensación. Ver un color y decir que es rojo es diferente de tener la sensación de que es bello o feo, agradable o desagradable en la impresión inmediata.

También el sentido inspirativo vierte su actividad hacia dentro, y por medio de ella surge lo que ahora es una sensación más compleja: el sentimiento. Toda la vida emocional, que es más interior que la mera vida de la sensación, es una actividad de los órganos inspirativos, que sólo son activos hacia el interior en lugar de hacia el exterior. Y cuando el sentido intuitivo se derrama hacia dentro, entonces surge lo que ahora llamamos realmente pensar, la formación de pensamientos. Este es el resultado de la actividad interna del sentido intuitivo. Primero la persona tiene una sensación de algo, luego viene el sentimiento, y finalmente forma sus pensamientos acerca de ello.

Con esto habrán podido ver que ya hemos salido de la vida de los sentidos para entrar en la vida anímica. Desde fuera, partiendo del mundo de los sentidos, hemos captado el alma dentro del propio hombre en sensaciones, en sentimientos, en pensamientos. Si ahora fuéramos más lejos y consideráramos los sentidos superiores, que ya no podemos llamar buenos sentidos, que corresponden a las otras flores de loto, en su efecto hacia el interior, encontraríamos toda la vida anímica superior. Si por ejemplo, la flor de loto de ocho pétalos o de diez pétalos situada más abajo en el organismo vierte su actividad hacia el interior, entonces surge una actividad anímica aún más sutil. Y al final de esta serie encontramos la actividad anímica más delicada, que ya no llamamos mero pensamiento, sino pensamiento puro, mero pensamiento lógico. Esto es lo que produce el trabajo hacia adentro de las diversas actividades de la flor de loto. Ahora bien, cuando este trabajo hacia el interior deja de ser un mero trabajo hacia el interior y, como he indicado, comienza a trabajar hacia el exterior, cuando esos tentáculos que de otro modo se extienden hacia el interior se cruzan por todas partes y se derraman hacia el exterior como flores de loto, entonces se produce esa actividad superior a través de la cual ascendemos del alma al espíritu, donde lo que de otro modo se nos aparece meramente como vida interior en el pensar, sentir y voluntad, aparece ahora en el mundo exterior, llevado por entidades espirituales.

De este modo, por así decirlo, hemos comprendido al ser humano ascendiendo desde los sentidos a través del alma hasta aquello que en realidad ya no está en el ser humano, sino que actúa desde fuera como lo espiritual y pertenece tanto al ser humano como a toda la naturaleza y al resto del mundo exterior. Hemos ascendido a lo espiritual.

Lo que les he descrito ahora en estas indicaciones dadas hoy y en las dos últimas conferencias, es el ser humano real. Es el ser humano como instrumento, por así decirlo, para percibir el mundo, experimentarlo anímicamente y captarlo espiritualmente. Eso es el ser humano. Y lo que este ser humano es, eso es lo que realmente forma su cuerpo. No les he descrito lo que es el ser humano cuando lo tienen ante ustedes en su aspecto físico. Les he descrito lo que es interacción mutua dentro del ser humano. Pero lo que es interacción recíproca, lo que interactúa, -sensorial, anímica y espiritualmente-, eso conforma al ser humano tal y como se presenta ante nosotros en la tierra.

¿Cómo se conforma el ser humano? Al principio sólo podré darles pistas, por así decirlo, pistas que encontrarán confirmadas en todas partes si se fijan en los resultados positivos de la observación externa. Lo que está ahí, delante de nosotros, cuando observamos al hombre con los sentidos externos, no es más que una ilusión óptica. No existe en absoluto. Se ve muy diferente cuando se observa en su totalidad. Piensen, -para hacerse una idea-, que no fuesen capaces de percibirse a sí mismos de forma completamente sensorial. Si dejan que su ojo se pasee superficialmente sobre ustedes, sólo verán una parte de ustedes mismos, sólo una parte de su superficie. Nunca pueden percibirse ni la nuca ni la propia espalda. Sin embargo, ustedes saben que las tienen. Lo saben gracias a los demás sentidos, al sentido del equilibrio, al sentido del movimiento, etcétera. Ustedes saben, por así decirlo, mediante una conciencia interior que en ustedes hay algo que no pueden percibir externamente. Así pues, hay muchas cosas en el hombre que él no puede percibir, que sólo pueden captarse, por ejemplo, cuando se desarrollan todos los órganos superiores de percepción que he descrito.

Ahora consideremos en primer lugar aquella parte del hombre que él puede percibir, -supongamos que a través de su ojo-, en sí mismo. En primer lugar, delimitemos la parte que el hombre puede ver en sí mismo. ¿Cuál es esta parte que el hombre percibe realmente en sí mismo? Sean precisos con las palabras. ¿Cómo debe percibir el hombre esta parte que puede ver en sí mismo? Todo lo que percibe, lo percibe básicamente a través del alma sensible. Pues cuando no se recibe ninguna información sobre lo que sucede por mediación del alma sensible, no se llegará a ninguna comprensión sobre nada. Si el mero cuerpo sensorial recibiera tal mensaje, no sería capaz de captarlo. Se quedaría ante él sin comprender. Pero el hecho de que el hombre pueda percibir algo se debe al alma sensible, que percibe lo que sucede. ¿Y qué es lo que se opone a esta alma sensible? ¿Cuál es el objeto que se opone al alma sensible cuando el ojo lo percibe? No es otra cosa que la apariencia del cuerpo sensorial, la ilusión externa del cuerpo sensorial. Sin embargo, ahora deben ampliar un poco el concepto. Pueden percibirse a sí mismos no sólo dirigiendo la vista a la superficie de su cuerpo, sino que también pueden llegar hasta allí con los dedos. Entonces también lo perciben a través del cuerpo sensorial. El cuerpo sensorial se extiende allí donde el ser humano puede percibirse a través del tacto, de la sensación. Sin embargo, eso que el ser humano percibe no es el cuerpo sensorial. Ustedes verían el cuerpo sensorial, verían que donde ustedes ven su propia ilusión, su cuerpo físico, una sustancia astral empuja y es empujada hacia atrás. Cuando algo es empujado hacia atrás, éste se acumula. Así que delante suyo tienen una interacción el cuerpo sensorio y el alma sensible. La corriente del alma sensible viene de atrás, de modo que empuja contra la propia piel en la parte delantera del cuerpo, y lo que es su cuerpo sensorial empuja hacia dentro desde delante. Cuando dos corrientes se acumulan, aparece la congestión. Es como cuando chocan dos corrientes: entonces surge algo. Allí ven una corriente y ven la otra corriente. Pero ahora supongan que no pueden ver ni la una ni la otra corriente, sino que sólo pueden ver lo que sale a la luz en este punto mediante la rotación de ambas corrientes. Esta es la parte de su cuerpo exterior que su ojo o cualquier otro sentido exterior puede percibir en ustedes mismos. Pueden realmente delimitar desde su propia piel, dónde tiene lugar este encuentro del alma sensible y el cuerpo sensorial. A partir de esto pueden ustedes ver ejemplificado, que lo que hemos visto espiritualmente está formado por estas diferentes partes del ser humano. Vemos que el alma moldea el propio cuerpo. Vayamos ahora más allá.

Podemos decir: En el ser humano hay una cooperación por detrás y por delante, de modo que el alma sensible y el cuerpo sensible chocan. De la misma manera hay una colisión de corrientes que vienen de la derecha y de la izquierda. Desde la izquierda se acerca al ser humano aquella corriente que pertenece a su cuerpo físico, desde la derecha aquella corriente que pertenece a su cuerpo etérico. El cuerpo etérico y el cuerpo físico se vierten el uno en el otro, se empujan el uno al otro, y donde los dos se empujan el uno al otro, donde el cuerpo físico y el cuerpo etérico trabajan juntos, lo que surge es el ser humano real perceptible sensorialmente. Una obra deslumbrante, por así decirlo, surge ante el ser humano. De la izquierda viene la corriente del cuerpo físico, de la derecha la corriente del cuerpo etérico; las dos penetran la una en la otra y forman en el centro lo que aparece como el ser humano físico sensiblemente perceptible.

Y aún más. Así como hay corrientes por la izquierda y por la derecha, por delante y por detrás, también hay una corriente por arriba y otra por abajo. La corriente principal del cuerpo astral fluye hacia arriba desde abajo y la corriente principal del yo fluye hacia abajo desde arriba. Si antes hemos caracterizado el cuerpo sensorial de tal modo que se delimita por delante, entonces en verdad se da el caso de que el cuerpo astral fluye hacia arriba en su corriente desde abajo, pero que esta corriente es luego atrapada por una corriente que va desde atrás hacia delante, y queda así limitada en cierto modo.

En este cuerpo astral no sólo hay una corriente de abajo hacia arriba y de atrás hacia adelante, sino que también hay una corriente real de adelante hacia atrás, de modo que el cuerpo astral nace a través de estas direcciones de corriente: de abajo hacia arriba y de adelante hacia atrás. En el ser humano todas estas corrientes desembocan realmente unas en otras: una de arriba hacia abajo, otra de abajo hacia arriba, otra de atrás hacia adelante, otra de adelante hacia atrás, otra de derecha a izquierda, otra de izquierda a derecha. 

¿Cuál es el resultado de las corrientes que fluyen hacia arriba desde abajo y hacia abajo desde arriba? Quiero explicarles lo que ocurre de la siguiente manera. Una corriente fluye de arriba abajo. No puede fluir sin obstáculos porque se ve frenada por la otra corriente, que fluye hacia arriba desde abajo. Lo mismo ocurre con la corriente que fluye de derecha a izquierda y así sucesivamente. Cada una de ellas es retenida, y esto proporciona la ilusión del cuerpo físico en el centro.

Si observamos las dos corrientes de atrás hacia delante y de delante hacia atrás, debemos darnos cuenta de que estas dos corrientes se cruzan con las corrientes de abajo y de arriba. Y esta intersección crea, en efecto, una triple estructura en el hombre. De modo que la parte inferior de una corriente puede describirse como el cuerpo sensorial en sentido estricto. A continuación, a raíz de la congestión surge algo que corresponde a lo que ahora puede describirse en el sentido más estricto como el desarrollo más elevado del cuerpo sensorial, donde se desarrollan los sentidos reales, que ustedes ya no pueden ver porque los propios ojos pertenecen a él, que ustedes ya no pueden oler porque el propio órgano olfativo pertenece a él. No se puede mirar dentro del ojo, sólo se puede mirar fuera del ojo.

Esta es la organización de todo el cuerpo sensorial del ser humano. Pero ¿Por qué les he descrito dos miembros si esto es todo el cuerpo sensorial? Es así, porque lo que tiene lugar ahí abajo, es principalmente el efecto del exterior y ahí arriba está a su vez la apariencia física de lo que llamamos el alma sensible. En el semblante es donde primero se manifiesta el alma sensible. El semblante lo construye el alma sensible. Y ahí arriba, en la parte más alta, la menos retraída, es donde el alma racional construye su órgano. Pero ahora se da uno cuenta de que no sólo estas corrientes vienen de abajo y de arriba, sino que las corrientes también vienen de la derecha y de la izquierda, de modo que el todo se vuelve a cruzar. Tenemos una corriente que recorre el eje longitudinal del cuerpo. Esta corriente provoca allí arriba a su vez una especie de división. 

Se separa una porción de la forma del alma racional; y esta porción separada, en la parte superior del borde, es la formación del alma consciente. Esta alma consciente se forma allí arriba en la parte más interna del ser humano, y también forma las circunvoluciones del cerebro gris. Ahí se encuentra el trabajo del alma consciente en el ser humano. Cuando el ser humano es reconocido como una entidad espiritual, todo cuanto hay en él puede entenderse como una forma de esta entidad espiritual. Así es como el espíritu trabaja en la forma del cuerpo humano. Todos los órganos individuales son, por así decirlo, cincelados esculturalmente a partir de lo espiritual. Una persona sólo puede comprender la estructura del cerebro cuando sabe cómo se arremolinan las corrientes individuales en el cerebro.

Ahora vamos a entrar en detalle para que puedan ustedes ver cómo estas cosas pueden un día tener un efecto fructífero si se convierten en la propiedad común de una verdadera ciencia en lugar de la ciencia externa de hoy. Ya lo hemos visto: Arriba, a través de las diversas corrientes, se crean los órganos externos para el alma-consciente, el alma racional, el alma sensible, por ejemplo. Mostrar cómo estos órganos continúan luego hacia el interior requeriría explicaciones muy extensas. Pero queremos plantear otra cuestión. Hemos dicho que el yo trabaja de arriba hacia abajo, y que la masa principal del cuerpo astral va de abajo hacia arriba, de modo que la masa principal del cuerpo astral y el yo se tocan en una corriente. Esto produce una interacción entre el yo y el cuerpo astral, de modo que se acumulan el uno en el otro. Para que el yo lleve a cabo una actividad consciente, debe poder llegarle algo que surja a través del alma sensible, a través del alma racional y a través del alma consciente. Por ejemplo, algo que surge a través del alma racional es el raciocinio humano. Entonces, ¿Dónde debe localizarse el raciocinio humano? Por supuesto que debe localizarse en la cabeza, porque es ahí donde las fuerzas vivas y los elementos esenciales del ser humano han encontrado su expresión. Supongamos, sin embargo, como ejemplo especial, que en el hombre surgiera un órgano en el cual el alma racional no tuviera participación, sería un órgano sin raciocinio, donde sólo participaran el cuerpo físico, el cuerpo etérico, el yo y el cuerpo astral como portadores de placer y sufrimiento, alegría y dolor, etc. Supongamos que estos cuatro miembros del ser humano, el cuerpo astral, el yo, -sin esa actividad más sutil del discernimiento y de la conciencia-, el cuerpo físico y el cuerpo etérico debieran trabajar conjuntamente. ¿Cómo debería ser entonces un órgano en el que cooperasen estas cuatro corrientes? Ese sería tal tipo de órgano que no permitiría razonamientos, que dejaría inmediatamente que a la impresión del cuerpo astral siguiera el contraefecto. El cuerpo físico y el cuerpo etérico deben cooperar, de lo contrario este órgano no podría existir. 

El cuerpo astral y el yo deben cooperar, pues de otro modo este órgano no podría tener sentimientos, ni expresar simpatía o antipatía alguna en respuesta a una impresión. Queremos pensar que el cuerpo físico y el cuerpo etérico trabajan juntos, y queremos pensar que es un órgano físico, y que naturalmente debe tener un cuerpo etérico correspondiente, porque todo órgano físico debe ser construido por un cuerpo etérico. En este caso una corriente de la derecha del cuerpo etérico de este órgano tendría que cooperar con una corriente de la izquierda, la del cuerpo físico de este órgano.  Se acumularían en el centro, no podrían empujarse unas sobre otras y, por lo tanto, provocarían un engrosamiento. Luego estarían las otras dos corrientes, la del cuerpo astral desde abajo y la del yo desde arriba; éstas provocarían una congestión diferente. Pensemos ahora esquemáticamente en esta cooperación de las corrientes en un solo órgano. Sólo quiero esbozar el asunto esquemáticamente; las formas individuales de tal órgano se derivarían de premisas muy diferentes. Quiero decir: habría un órgano, formado de alguna manera; habría una corriente que representaría el cuerpo físico y la otra corriente que representaría el cuerpo etérico. Provocan un engrosamiento en el centro. Las otras dos corrientes de arriba y de abajo también se acumulan y a su vez también provocan un engrosamiento. Acabamos de dibujar el corazón humano: aurícula derecha, ventrículo derecho, aurícula izquierda, ventrículo izquierdo. - Si visualizan todo lo que puede hacer el corazón humano, tendrán que decirse a sí mismos: ¡Así es exactamente como debe construirse el corazón humano a partir del espíritu! - Así es como el espíritu humano construye este corazón. No puede ser de otra manera.

Pongamos otro ejemplo. Ayer dijimos algo extraño. Dijimos que en la actividad visual hay básicamente una actividad de pensamiento subconsciente. La actividad pensante, cuando se hace consciente, sólo se produce en el cerebro. Ahora visualicemos cómo está construido el cerebro para que pueda producirse la actividad pensante consciente.

No tenemos tiempo ahora para cincelar las formas particulares del cerebro. Podríamos demostrar para cada órgano en concreto que debe ser como es. Desde el principio queremos presuponer el esquema del cerebro, hasta donde lo necesitemos. Queremos decir: En el cerebro tenemos, -para prescindir de todo lo demás-, la piel exterior, luego una especie de piel vascular; luego dentro, entre la piel vascular y la piel reticular, tenemos algo como el líquido cefalorraquídeo. De ahí pasa a la médula espinal. El interior del cerebro está lleno de la materia cerebral propiamente dicha, de materia nerviosa. La materia nerviosa es la forma exterior para la actividad pensante, de modo que cuando una impresión de la materia nerviosa se transmite a través de cualquier órgano de los sentidos, lo que se produce es el procesamiento mental consciente de esta impresión desde el exterior. Todo esto se transmite a la masa nerviosa. Cuando llega la impresión, primero es procesada mentalmente, y después de haber sido procesada mentalmente, es procesada posteriormente por un sistema nervioso en sensación y así sucesivamente.

Supongamos ahora que no debe tener lugar ningún procesamiento mental consciente de una impresión del exterior. En ese supuesto, primero tendrían que hacer esto de una manera análoga. Tendría que haber de nuevo una especie de, digamos, envoltura; tendría que haber de nuevo en la pared posterior lo que podríamos llamar piel vascular. Por una determinada razón, -que también podría explicarse, pero eso nos llevaría demasiado lejos-, el líquido cefalorraquídeo se atrofiaría. Para que sea posible una actividad de pensamiento subconsciente, tenemos que hacer retroceder la masa encefálica: esto crea un espacio delante, de modo que pueda surgir una actividad de pensamiento subconsciente, no trabajada por ningún sistema nervioso. Algo debe suceder con lo que, de no ser así, es inmediatamente absorbido por la masa nerviosa. Pero para que esto suceda, la masa nerviosa debe ser empujada hacia atrás. Si la masa nerviosa no fuera empujada hacia atrás, entonces el pensamiento tendría lugar aquí. Si se empuja hacia atrás, aquí no se puede pensar, ni se puede sentir. Tenemos un órgano que debe servir a una actividad de pensamiento subconsciente si hacemos retroceder todo lo que es el sistema nervioso a la pared posterior, y en lugar de dejar que la impresión sea procesada por una masa nerviosa, dejamos que sea procesada por algo que no está impregnado por un sistema nervioso. Vean ahora lo que hemos hecho: hemos convertido el cerebro en un ojo.

¿Qué es el ojo? El ojo es un pequeño cerebro que ha sido retocado por nuestro espíritu de tal manera que el propio aparato nervioso ha sido empujado hacia la pared posterior, donde se ha convertido en la retina del ojo. Así es como trabajan los maestros constructores de la naturaleza, los escultores de las formas. Así es como moldean. En el fondo, en todos los órganos humanos existe un plano, que sólo se modifica en detalle según las necesidades. Si pudiera hablar durante semanas, les mostraría cómo cada órgano de los sentidos no es otra cosa que un pequeño cerebro modificado, y el cerebro a su vez es un órgano de los sentidos en un nivel superior. Todo el organismo humano está construido a partir del espíritu.

Veamos ahora otro detalle. Primero, sin embargo, permítanme hacer una especie de observación epistemológica preliminar para aclarar el punto de vista de la Antroposofía.

Hemos dicho que la antropología tiene su punto de vista abajo, en los detalles de la vida sensorial, que la teosofía tiene su punto de vista en la cima de la montaña y que la antroposofía tiene su punto de vista en el centro. Si ahora se quiere aferrar uno a la diferencia que consiste en cómo se relaciona el hombre con el mundo exterior de los sentidos, por un lado, y con el mundo espiritual y los hechos que se comunican a partir de la investigación espiritual, por otro, entonces se puede decir: Cualquiera que tenga sentidos y que utilice su intelecto, que está ligado al mundo de los sentidos, puede convencerse de la existencia del mundo de los sentidos y de sus leyes. Es por eso que la gente generalmente cree más fácilmente en lo que es similar a lo que perciben en el mundo de los sentidos que en lo que es comunicado por la investigación espiritual. Porque lo ven más fácilmente. Pero uno podría demostrar muy fácilmente que formalmente no hay diferencia entre la fe que uno deposita en los hechos que le cuenta el investigador espiritual y la fe en el hecho de que le digan que existió un Federico el Grande. Tanto para creer que existen espíritus de la voluntad como que existió un Federico el Grande, no hay diferencia formal entre los dos. La única diferencia consiste en que lo que está disponible en los archivos nos dice: ¡Estos son los hechos de Federico el Grande que sucedieron externamente! Y si alguien, a partir de los hechos externos, construye retrospectivamente todo el acontecer histórico hasta donde vivió Federico el Grande, le crees por la razón de que en aquella época no había ningún ser vivo que tuviera un aspecto diferente al de un ser humano. Por esta razón, la persona que no quiere creer en mundos espirituales lo cree, porque se le dice algo parecido a lo que él mismo tiene en su entorno. El investigador espiritual, a partir de sus investigaciones, no está, en principio, en condiciones de hablar de tales cosas que se parecen a los seres y a las cosas que se encuentran en el entorno de la gente ordinaria. Sin embargo, lo que acabo de decir debe tenerse en cuenta en cierto modo. Pero ahora viene algo más.

Antes les describí el punto de vista de los que, por ejemplo, se sitúan en el punto de vista de la antropología, y el punto de vista de los que se sitúan en el punto de vista de la Teosofía. Está plenamente justificado, tal como les ha demostrado el Dr. Unger, tener confianza y fe fundadas en lo que propone la ciencia espiritual. Esta es ciertamente una manera plenamente justificada de reconocer las verdades científicas espirituales. Pero ahora surge la pregunta: ¿No hay acaso una tercera cosa? - ¿Existen sólo estas dos cosas: reconocer algo porque se parece a lo que uno está acostumbrado a ver en el mundo de los sentidos, o reconocer lo espiritual meramente porque uno lo recibe como una comunicación de los mundos superiores? ¿No hay todavía una tercera? En otras palabras, el hombre sólo puede distinguir razonablemente: Aquí hay algo sensiblemente perceptible; lo creo porque lo veo sensiblemente. Luego hay algo espiritualmente perceptible; lo creo porque el científico espiritual lo ve. - ¿No hay algo más en medio?

Les daré un ejemplo para mostrarles que hay una tercera cosa. Piensen en un martillo que está aquí. Mi mano lo agarra y lo coloca verticalmente. Ahora el martillo ha realizado un movimiento. Usted atribuirá este movimiento al hecho de que hubo una voluntad que levantó el martillo. No les resultará extraño, puesto que detrás de ello ven la voluntad encarnada en el hombre. Si ves a un hombre cogiendo un martillo, no lo considerarás nada especial. Pero supongamos que el mismo martillo, sin que lo toque un ser visible, se levantara verticalmente. ¿Qué dirían ahora? Ahora dirían: sería muy tonto creer que lo que se ha levantado allí es un martillo como cualquier otro que sólo puede ser levantado por un ser humano. ¿Qué tendrán que decirse ahora? Ahora se dirán a sí mismos: Es evidente que no se trata de un martillo ordinario, sino que hay algo invisible en este martillo, algo que es una voluntad. Cuando ustedes ven que el martillo se levanta, ya no pueden tomarlo como un martillo ordinario, sino que deben tomarlo como algo que es la encarnación de otra voluntad, de otro ser espiritual. Y se dirán a ustedes mismos: Si veo que una cosa hace algo que no puede hacer de otro modo según las cualidades que sé que tiene como cosa externa, según el conocimiento de la observación ordinaria de los sentidos externos, entonces debo decir que no veo el espíritu en el martillo que se ha levantado; pero en este caso no sólo debo creer en el espíritu, sino que en este caso sería un gran tonto si no creyera en el espíritu en el martillo.

Si ustedes carecieran de facultades precisas de observación y fueran caminando con alguien que es clarividente, podría haber alguien tendido en el suelo, una persona que permanece inmóvil. Ustedes, con sus imprecisas facultades de observación, no podrían decir si se trata de una persona real o de una persona hecha de cartón piedra. Pero la otra persona os lo dice: ¡Es una persona real, posee un cuerpo astral! Habrían de creerle. Pero también hay una tercera cosa, y es que la persona que está tumbada se levantase de repente. Entonces ya no dudarían de que antes tenía razón el clarividente y de que, cuando la persona en cuestión se levanta, es porque hay un espíritu y un alma dentro. Esa es la tercera cosa.

Ahora quiero mostrarles un caso donde se puede observar esto en la vida, pero no en proximidad cercana. Y sin embargo, por el contrario en estrecha proximidad. Hemos dicho: En el hombre trabaja de izquierda a derecha la corriente del cuerpo físico, de derecha a izquierda la corriente del cuerpo etérico, de adelante hacia atrás la corriente que se produce en el cuerpo sensorial y así sucesivamente. De abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo, el cuerpo astral y el yo se contrarrestan mutuamente. Estas corrientes fluyen unas a través de otras. El yo, decíamos, trabaja en el hombre de arriba abajo. ¿Cómo debe situarse, pues, el órgano exterior para que el hombre pueda tenerlo como herramienta del yo? El órgano exterior para el yo, como saben, es la circulación de la sangre. El yo no podría funcionar de arriba abajo si no encontrara su órgano en el cuerpo físico, que recorre el cuerpo humano de arriba abajo en dirección vertical. ¿Dónde no puede haber un «yo» como el que posee el ser humano? Allí donde la dirección principal del flujo sanguíneo no va de arriba abajo, sino que es horizontal. Este es el caso del mundo animal. El yo grupal de los animales no tiene órgano porque la corriente sanguínea principal es horizontal. Esa es la diferencia, que la línea sanguínea principal en los humanos tuvo que erguirse para que el yo humano pudiera entrar en esta corriente sanguínea principal. Así que tenemos los animales en los que el yo no puede tomar la sangre como su órgano porque la corriente principal de la sangre es horizontal, y tenemos los seres humanos en los que el yo puede tomar la sangre como su órgano porque la corriente principal de esta sangre se ha erguido verticalmente. Tomemos ahora el punto de vista de quienes por razones puramente externas, suponen un parentesco entre los animales y el hombre. Ustedes deben decirse a sí mismos: existen formas animales; éstas se han conservado desde épocas anteriores. Ahora bien, toda la corriente sanguínea, para llegar a ser humana, tuvo que ascender de la horizontalidad a la verticalidad. Aquí tienen ustedes la casuística histórica: tienen algo que es horizontal. Pero, por supuesto, esto no puede erguirse por sí mismo a partir de las cualidades que pueden observarse en el carácter sanguíneo animal, de la misma manera que el martillo tampoco podría erguirse por sí mismo si no estuviera imbuido de un espíritu. De la misma manera que sería insensato negar que hay un espíritu en aquello que se eleva por sí mismo, sería igualmente insensato pensar que la corriente sanguínea horizontal del animal se irguiese por sí misma hasta la corriente sanguínea vertical del hombre. Sólo cuando hay un espíritu en ella, cuando fluye una voluntad a través de ella, puede elevarse de lo horizontal a lo vertical, puede el alma grupal animal pasar al alma humana individual. Y quien no admita ante sí mismo, por un lado: Sería un necio si quisiera creer que el martillo que se irguió a sí mismo no era otra cosa que un martillo ordinario, sería igual de necio si quisiera suponer: Creo que lo que está en la sangre se yergue verticalmente por sí misma.

Aquí tienen ustedes la tercera manera en la que pueden probar que todas las verdades científico-espirituales son verdaderas, dándose cuenta de que suceden cosas en las que es una tontería, un absurdo, suponer que sólo está implicado lo que uno ve con los sentidos externos. Y cuanto más penetra uno en las cosas, tanto más se hace evidente que este tipo medio de convicción es posible para todo, este tipo medio, que consiste en el hecho de que el pensamiento ordinario está fecundado por la ciencia espiritual. Pues deben ser capaces de admitir que un corazón humano no puede mostrarse del modo en que lo hicimos sin una investigación espiritual previa. La investigación debe ser estimulada por la ciencia espiritual. Pero entonces, cuando se dan los resultados de la ciencia espiritual, y luego observamos los fenómenos externos, veremos que en estos fenómenos externos sucede algo que no podría tener lugar si no se presupusieran las cosas que la ciencia espiritual puede decirnos. Así pues, existe un método para observar las cosas imparcialmente, por ejemplo, si vemos cómo la corriente sanguínea es horizontal en los animales y vertical en los seres humanos, y luego nos preguntamos: ¿Qué debe estar presente en la sangre para que toda la corriente sanguínea principal pueda elevarse? y entonces recibiremos la respuesta de la investigación espiritual: ¡En la sangre gobiernan entidades espirituales! De modo que entonces se dice a sí mismo: ¿No me muestra también la sangre la presencia de una entidad espiritual, del mismo modo que un martillo, que se erguía a sí mismo, me mostraría la presencia de una entidad espiritual? Aquí tienen ustedes el punto de vista medio de la antroposofía, que observa los hechos de abajo, observa los hechos del mundo espiritual, compara ambos entre sí, y así explica plenamente lo que está externamente presente en el mundo.

Así hemos mostrado ahora con ejemplos concretos, como se produce la transformación del cerebro en el ojo y la contracción esquemática interior del corazón humano, cómo se puede comprender cada órgano en sus formas. De este modo podríamos construir las formas concretas de cada órgano a partir del espíritu. En todas partes se vería cómo trabaja el espíritu en el ser humano para dar lugar a los órganos y a las formas del cuerpo. Esto sólo debe insinuarse en principio. Pero a través de las cosas que se indican hoy deberían ustedes tener la sensación de que hay muchas cosas en el mundo con las que la sabiduría erudita no puede soñar, porque no quiere entrar en ellas. Si se llevan este sentimiento, verán que hay una posibilidad para el hombre de mirar el mundo imparcialmente, donde el entretejido de lo que el investigador espiritual comunica del mundo espiritual con las cosas terrenales no puede ser visto por todos a la vez, pero donde uno sin embargo se dice a sí mismo: Es absurdo no aceptar esos hechos para ciertos fenómenos que el investigador espiritual relata.

Si este sentimiento existe, entonces ya se ha ganado lo suficiente a través de estas conferencias antroposóficas; pues sólo podemos ascender lenta y gradualmente en la investigación espiritual.
Traducido por J.Luelmo mar,2025