ga091 Landin, 3 de septiembre de 1906 - El descenso del hombre

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 RUDOLF STEINER. 

NOTAS DE MATHILDE SHOLL 1904 - 1906   

EL DESCENSO DEL HOMBRE

Landin, 3 de septiembre de 1906

Sería insensato y presuntuoso creer que podemos conocer toda la verdad, y sin embargo, cada persona puede llegar a encontrarla. No podemos absorber toda la luz del sol, pero todos podemos vivir bajo su luz, todos podemos ver el sol con nuestros ojos. Muchos rayos del sol pueden iluminarnos, alumbrarnos y calentarnos, pero no podemos absorber toda la luz, todo el calor, toda la vida del sol. El sol está ahí para todos nosotros, pero no lo abarcamos. Así también, la verdad está ahí para nosotros sin dividirse, pero no tenemos la fuerza suficiente para abarcar todo su resplandor. Así como un rayo de sol que cae en la oscuridad basta para iluminarla, también basta un rayo de la luz espiritual para mostrarnos el camino hacia lo espiritual.

A cada uno de nosotros nos llega un momento en el que ese rayo de luz ilumina la oscuridad de nuestra alma. Y entonces, el ser humano, que hasta entonces solo había avanzado a tientas en la oscuridad, recupera la esperanza de poder caminar algún día completamente a la luz. Estamos destinados a la luz. En otro tiempo también caminábamos a la luz, pero como niños de la mano de nuestro divino líder y guía.

No era la luz que habíamos conquistado por nosotros mismos. Para conquistarla, tuvimos que descender a la oscuridad durante un tiempo y permanecer en ella. Pero solo durante un tiempo. En nuestro interior permaneció el anhelo por el reino de la luz perdido. Nuestra patria no está en la oscuridad. Pero el ser humano tuvo que ganarse por sí mismo el derecho a esa patria. Solo lo que se gana por uno mismo tiene valor. En la oscuridad, el ser humano aprendió primero a apreciar lo que había adquirido por sí mismo. Pero todo lo que adquirió en la oscuridad no pudo satisfacerlo, porque el anhelo por su hogar era fuerte. Entonces se le abrió una puerta al reino de la luz, y un rayo atravesó la oscuridad y le mostró el camino por el que podía llegar allí. Solo quien atravesaba esta puerta podía encontrar el camino hacia el reino de la luz. Llegó alguien que le mostró este camino y le dijo: «Primero debes atravesar esta estrecha puerta». Para ello, debes empobrecerse y dejar atrás todo lo que has adquirido en el reino de las tinieblas. Mientras te aferres a las posesiones que has adquirido, no podrás cruzar el umbral de esta puerta. Y entonces se desató una lucha en el interior del hombre; anhelaba volver al reino de la luz, pero debía ganarse la entrada por sí mismo, renunciando a todo lo demás que había conseguido.

Cuanto más absorbía el rayo de luz en su corazón, más sentía que lo que había adquirido en el reino de las tinieblas y que hasta entonces le había parecido valioso era una pesada carga que le oprimía cada vez más, hasta que finalmente se deshizo de ella. Y entonces su pie cruzó el umbral de la puerta, y vio el resplandor del sol espiritual, extendió los brazos y se dejó llenar de luz y calor. Y un rayo de sol penetró en su corazón, y en ese rayo estaba escrito su nombre, y desde el mundo de la luz le llegó el sonido de su nombre. Y en la luz vio una figura que extendía los brazos como en señal de bendición, y de las manos de esta figura brotaban los colores más maravillosos que inundaban el reino de la luz con melodías, y vio cómo el rayo que había alcanzado su corazón emanaba de la mano de este ser de luz. Entonces llamó a sus hermanos en el reino de las tinieblas y les mostró también el camino hacia el reino de la luz, y cuantos más llevaba por ese camino, más luminoso se volvía a su alrededor, más dulces sonaban las melodías a su alrededor y más se acercaba al ser de la luz. Así, paso a paso, se elevó gracias a su devoción y compasión, ascendió al trono de la luz y pudo adorar con indescriptible deleite a [ilegible] aquel que estaba allí arriba.

Traducido por J.Luelmo nov,2025

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